La crisis del coronavirus está exponiendo con claridad todos los defectos y contradicciones del sistema; y unos quizá más que los otros, como la anarquía del mercado. Esta se basa en la esencia misma del sistema capitalista, que no es otra que la producción de mercancías, y que se caracteriza por la interacción entre vendedores de mercancías y sus compradores.Sin embargo, el capitalista individual que produce mercancías lo hace con la intención de darles salida en el mercado. A esto debe sumársele la competencia entre capitalistas, lo que fuerza a cada capitalista individual a producir más y más barato para hacerse con más compradores, otorgándole así un carácter más convulso y anárquico al mercado.
La carrera para hacerse con el botín de oro
Un ejemplo llamativo (y bárbaro) de las consecuencias de la anarquía del mercado en la producción es la lucha encarnizada que se está llevando a cabo para hacerse con el gran premio del momento: la vacuna para el COVID-19.
Es difícil saber con precisión cuántos laboratorios se han lanzado a la jugosa carrera, pero sí que podemos asegurar que son decenas. Y esta batalla no se está manifestando tan sólo a nivel mundial entre varios países imperialistas, cómo Estados Unidos y China, sino que también entre empresas dentro de los propios países. La sacrosanta competencia bajo el capitalismo muestra su cara más grotesca y repugnante ante la pérdida vital de tiempo, recursos y energía. Esto es tan evidente que incluso el mismísimo Trump afirmó en un Tweet ¡que es necesaria la cooperación y coordinación entre todo el G7 para hacer frente a la crisis y encontrar una vacuna!
Sin embargo, la motivación de todas estas grandes empresas sin excepción no es salvar las vidas de miles de personas, sino enriquecerse obscenamente a costa de esta crisis humanitaria. Dejemos que hablen por ellos mismos: “Cuando se convierte en una crisis de salud global, es fácil para las compañías como nosotros tomar decisiones de inversión… Existe una preocupación por el bienestar, los pacientes, la sociedad “, dice el Dr. Skovronsky. “Pero cuando surge por primera vez y hay cinco o 10 pacientes, ¿vale la pena distribuir recursos increíbles y costos financieros cuando nunca se le reembolsarán si el virus es contenido con éxito?” Con esta frase, la hipocresía repugnante de los burgueses y sus defensores sale a la luz con toda su fuerza.
Pero es que no se quedan ahí. Nuevamente, por las leyes que impone la anarquía del mercado, en este caso mediante la demanda y la oferta, algunas de estas empresas farmacéuticas ya se están aprovechando de la crisis para enriquecerse aún más: “Rising Pharmaceuticals, un fabricante genérico de cloroquina, casi duplicó el precio a $7,66 por píldora de 250 mg en los Estados Unidos en enero, conforme el brote de coronavirus se iba extendiendo en China”. No hay moral que valga ante el gran poder seductor del dinero. O pongamos otro brillante ejemplo de este maravilloso sistema: la empresa farmacéutica Gilead extendió su patente para la droga Remdesivir, que se está probando para el coronavirus, para así asegurarse que mientras algunos miles de personas puedan morir, que como mínimo otros miles usen exclusivamente su producto.
Pero por encima de todos estos ejemplos dramáticos, hay que señalar que la culpa no es de este o ese burgués sin escrúpulos y codicioso, o de este o ese lacayo que busca mil y una fórmulas para justificarlos, sino que el problema es el capitalismo y la burguesía. Y esto es así porque el capitalista individual es prisionero de las leyes del mercado, ya que si este no se enriquece lo máximo que pueda (ya sea explotando más o, como hemos visto, aprovechándose de la crisis humanitaria), el competidor de al lado lo hará y de esta forma amenazará su propia existencia.
Consecuentemente, para acabar con toda esta codicia, falta de escrúpulos, egoísmo desenfrenado, malgasto de energía, sufrimiento, explotación, etc., no existe otra solución que la de acabar con el sistema en su conjunto de una vez por todas. En su lugar, los marxistas luchamos para crear una sociedad que produzca para cubrir las necesidades de todos, no para enriquecer a un puñado de super ricos. Luchamos por una sociedad basada en la planificación y la coordinación de la economía, es decir, una economía en la cual todos los laboratorios del mundo cooperaran y compartieran recursos para encontrar la vacuna para el COVID-19, evitando así el derroche de recursos y energía con la competencia, y acelerando drásticamente las posibilidades de poner fin a esta pandemia.
Para realizar esta tarea histórica debemos prepararnos, organizándonos y estudiando las ideas del marxismo, esta es la misión por la que estamos la Corriente Marxista Internacional. ¡Únete a nosotros para acabar con el capitalismo!
La gran brecha económica entre la minoría súper rica del planeta y el resto ha crecido a lo largo de 2019, alcanzando un máximo histórico: un montante colectivo de 5,9 billones de dólares si juntamos el patrimonio de los 500 individuos más ricos del planeta.
Respecto al año pasado, esto supone un incremento de un 25% de su riqueza colectiva, según el índice Bloomberg de multimillonarios, publicado a finales de cada año. El gran aumento en la fortuna de esta minoría súper rica se produce en medio de una situación de poscrisis en la que la mayoría en todo el mundo ha visto su riqueza estancarse o incluso disminuir.
Esta brecha entre los súper-ricos y todos los demás ha llegado a alcanzar un máximo histórico no visto en un siglo. Los gurús y asesores de esta casta llevan tiempo advirtiéndolos sobre la posibilidad de un “contraataque” por parte de la mayoría exprimida. Algunos, como Bill Gates, incluso piden más impuestos para los multimillonarios estadounidenses como él para intentar paliar la situación de desigualdad económica que atraviesa su país. 174 súper-ricos de los 500 en la lista son precisamente estadounidenses.
Cuando hasta algunos súper-ricos cuestionan la acumulación de riqueza de sus compañeros de clase, solo confirman la forma parasitaria en la que esta acumulación impide un desarrollo social verdadero y palpable. Sin importar las migajas filantrópicas que hayan podido dedicar a las masas como Amancio Ortega, conocen mejor que nadie que si no toman medidas de forma continua en un futuro podrían estar contra las cuerdas.
Según un estudio del economista Gabriel Zucman, asesor de la candidata Demócrata Elizabeth Warren, si se junta la riqueza de los 400 estadounidenses más ricos, esta es mayor que la riqueza conjunta de 150 millones de adultos del 60% más pobre en el país. El candidato Demócrata Bernie Sanders de la misma forma llegó a sentenciar que “los multimillonarios no deberían existir”. El quinto de la lista, Mark Zuckerberg, ante esta declaración de Sanders, dijo que “nadie se merece tanto dinero”.
Todo esto indica que la campaña presidencial en 2020 estará marcada por la cuestión de la desigualdad en el país, por lo menos por parte del bando Demócrata. Estas declaraciones incendiarias han hecho que dos demócratas multimillonarios, Bloomberg (el mismo fundador de la agencia de noticias detrás de la lista) y Tom Steyer se sumen también a la carrera por la presidencia del partido. Desde luego, no les faltará dinero para sus respectivas campañas.
Aunque es cierto que las políticas fiscales de Donald Trump lejos de aliviar esta desigualdad la hayan podido incluso acrecentar, los Demócratas no terminan de comprender que la desigualdad no es simplemente fruto de más o menos impuestos para los súper-ricos, sino que la existencia de estos súper-ricos es solo una de las muchas contradicciones del sistema capitalista que nunca cuestionarán de forma radical. No hay ninguna fórmula mágica para hacer desaparecer esta desigualdad mediante impuestos. Estos súper-ricos son fruto del sistema capitalista vigente en sus países, sin importar los gobiernos de derechas o socialdemócratas supuestamente de izquierdas que gobiernen en sus parlamentos burgueses.
Entre los 5 más ricos del planeta (Bezos, Gates, Arnault, Buffett y Zuckerberg), la cifra de riqueza alcanza más de 500 mil millones de dólares, lo que equivale a algo más de un tercio del PIB del Estado español. Esta concentración de riqueza cada vez mayor en una minoría es un reflejo del sistema capitalista, tal y como lo describieron Marx y Engels en su Manifiesto del Partido Comunista: “La existencia y el predominio de la clase burguesa tienen por condición esencial la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos (…)”.
Mientras que esta casta de ricos entre ricos lidera listas con cifras de riqueza que hasta resultan difíciles de imaginar para el asalariado medio, las masas siguen experimentando las consecuencias de la última gran crisis del sistema capitalista.
“El nivel del mar está subiendo, también nuestra ira”. Así se lee un cartel en el reciente #YouthStrike4Climateen Londres. Los jóvenes de todo el mundo están saliendo a las calles para abordar el tema candente de nuestra época: la inminente catástrofe climática. Comenzando en Suecia, el pasado mes de agosto, con las protestas semanales de una estudiante, Greta Thunberg, las huelgas juveniles se han extendido rápidamente por todo el mundo. En todos los países la situación es la misma: una nueva generación radicalizada está entrando en la actividad política, exigiendo acciones y cambios en el sistema para evitar la destrucción del medio ambiente.
El cambio climático ya no es cosa del futuro. Los huracanes se están volviendo más poderosos, los bosques están ardiendo, la gente está muriendo a causa de las olas de calor, la sequía, las inundaciones y la hambruna. Estos fenómenos meteorológicos extremos se están convirtiendo rápidamente en la regla, no en la excepción.
Los océanos están contaminados por desechos plásticos y químicos, que matan a los peces y a otras especies marinas. Los suministros de agua subterránea son drenados o contaminados, lo que conduce a una escasez generalizada de este recurso esencial. Cada año, muchas especies se extinguen a causa de la destrucción sin sentido de los ecosistemas.
Se necesita una acción inmediata. Es esencial una reducción masiva de las emisiones y de los niveles de contaminación. Y se deben tomar medidas de mitigación a gran escala, como la construcción de defensas contra las inundaciones y la reforestación. Pero los capitalistas y sus representantes políticos son completamente incapaces de llevar a cabo los cambios radicales que se requieren.
Se necesita una acción global para resolver un problema global, pero los gobiernos capitalistas son impotentes. Sin embargo, esta inercia en la cúspide no se debe simplemente a la falta de voluntad política. Los “líderes” mundiales no son pasivos en esta cuestión porque carezcan de determinación, sino porque su propósito primordial es defender el sistema capitalista, no el futuro de la humanidad o del planeta. Greta Thunberg, en su discurso ante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, afirmó que:
“Si las soluciones dentro del sistema son tan imposibles de encontrar, tal vez deberíamos cambiar el sistema mismo. No hemos venido aquí para rogar a los líderes mundiales que se preocupen. Nos han ignorado en el pasado y nos volverán a ignorar. Nos hemos quedado sin excusas y nos estamos quedando sin tiempo. Hemos venido aquí para hacerles saber que el cambio está llegando, les guste o no. El verdadero poder pertenece al pueblo”.
Esto va al meollo del asunto. Thunberg señala que los científicos están siendo ignorados, y pide a los gobiernos que escuchen la evidencia y el asesoramiento científico. Pero los capitalistas y sus políticos no se dejarán convencer por argumentos morales, ni por hechos y cifras. Al fin y al cabo, no podemos esperar que esta élite ajena haga algo para proteger la Tierra, ya que su único criterio es maximizar los beneficios a expensas de nosotros.
Es el sistema económico actual, el capitalismo, el que está matando a nuestro planeta. Su insaciable búsqueda del máximo beneficio a corto plazo es responsable de la carrera hacia el mínimo al que se ven reducidas cada vez más las condiciones ambientales y de vida. Son las grandes empresas las que deciden qué se produce y cómo se produce. Pero esto no se hace de acuerdo con ningún plan. En cambio, nuestra economía queda en manos de la llamada “mano invisible”, es decir, de la anarquía del mercado.
Las corporaciones buscarán atajos y pasarán por encima de las regulaciones siempre que sea necesario para reducir costos, superar a sus rivales, capturar nuevos mercados y maximizar sus ganancias.
El escándalo de las emisiones de Volkswagen lo demuestra claramente. Se descubrió que la mayoría de los grandes fabricantes de automóviles diesel hacían trampas en las pruebas de los vehículos, lo que les permitía eludir normas de emisión más estrictas. Mientras tanto, los políticos ofrecían exenciones fiscales a los automóviles diésel. La consecuencia fue una caída drástica en la calidad del aire urbano.
Los microplásticos son otro ejemplo. Las empresas, abandonadas a su suerte, han contaminado los océanos y a sus habitantes con pequeños trozos de plástico. Las consecuencias de esto podrían haber sido fácilmente pronosticadas (y evitadas) de antemano. Pero el sistema sólo reacciona una vez que el daño ya está hecho, y luego sólo de manera fragmentaria.
Los políticos capitalistas no tienen nada que ofrecer en respuesta a esta destrucción. Todo lo que pueden sugerir es que debemos unirnos y tomar decisiones individuales para reducir nuestra huella ambiental.
Pero las “soluciones” que se derivan de esto son totalmente reaccionarias. En esencia, no son más que un “lavado verde” de austeridad, diciéndoles a los trabajadores y a los pobres que deben apretarse el cinturón para resolver un problema creado por los capitalistas y su podrido sistema.
Lo más importante es que este mantra liberal e individualista va en contra de los hechos. Un estudio reciente, por ejemplo, demostró que 100 grandes empresas (principalmente grandes productores de combustibles fósiles) son responsables de más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Esto pone de relieve dónde reside la verdadera culpa del cambio climático. Pero también señala el camino a seguir. Estos grandes monopolios generan la mayor parte del daño ambiental. Sin embargo, nacionalizados bajo un plan de producción socialista, podrían emplear tecnologías verdes modernas para reducir las emisiones y la contaminación en el espacio de unos pocos años.
Al combinar las mejores mentes científicas con las habilidades de los trabajadores de la industria, bajo el control democrático de los trabajadores, podemos poner todas las capacidades y recursos tecnológicos de la sociedad al servicio de la humanidad y del planeta.
Los movimientos políticos y sociales de izquierda están en aumento en todo el mundo. La tarea ahora es llevar la militancia y la radicalización de las huelgas estudiantiles hacia estos movimientos más amplios, con trabajadores y jóvenes luchando juntos por políticas ambientales socialistas audaces.
En algunos países, los huelguistas estudiantiles climáticos se han dirigido correctamente a los sindicatos para pedirles apoyo. Este es el enfoque correcto. Los sindicatos deben responder ahora apoyando a los estudiantes con movilizaciones y huelgas. No se trata sólo de un problema de los jóvenes, sino de un problema que afecta a todos los trabajadores.
El poder de la clase obrera organizada, armada con un programa socialista, sería imparable. Como los marxistas siempre hemos dicho, ni una lámpara brilla ni una rueda gira sin el permiso de la clase obrera.
Sólo aboliendo el sistema capitalista y sustituyéndolo por el socialismo podremos planificar los recursos del planeta de forma democrática. Sólo con la transformación socialista de la sociedad podremos satisfacer las necesidades de la mayoría en armonía con el medio ambiente, en lugar de generar beneficios para una minoría parasitaria.
La tecnología y la ciencia existen para hacer frente al cambio climático. Pero bajo el capitalismo, estas fuerzas están destruyendo el planeta Tierra, no salvándolo. Socialismo o barbarie: ese es el futuro que tenemos por delante. Necesitamos una revolución.
¡Máxima movilización para el 15 de marzo!
El capitalismo es el problema – ¡El socialismo es la respuesta!
Sarkozy está siendo investigado por corrupción. Lo hemos visto en un coche policial camino del Tribunal Correccional. Este era el que, después del crack del 2008, habló de “refundar el capitalismo sobre bases éticas”. Un año antes estaba recogiendo un sobrecito o un maletín con 20 millones de dólares de manos de Gadafi, quien a escala internacional dejaba caer cierta liquidez por lugares estratégicos. Por las jaimas del presidente asesinado han pasado José María Aznar, Gerard Schröder, Berlusconi, Sarkozy, Zapatero, etc, etc…
Todos iban buscando algo del que, pocos años antes, era un “perro loco” (Reagan dixit). Los mandatarios se ponían de acuerdo. Berlusconi iba y había pacto: “retienes a los inmigrantes y abro las puertas a la inversión libia”, trato hecho. Blair iba y asentaba 150 empresas. La Shell firmaba contratos con la petrolera estatal, … Sarkozy, el refundador, iba y recogía fondos para sí, aunque una vez en el poder no dudara en bombardear Libia pocos años después… Este caballero es el de las “bases éticas”.
Aznar, Mr. Ánsar, ¡quién sabe a qué tratos llegó! En su momento fue honrado por el dignatario norteafricano con un caballo libio, como regalo personal justo cuando ya se había convertido en un genocida del pueblo irakí. La prensa sensasionalista lo presentó como una anécdota. Algunos años más tarde, hace una década aproximadamente, a las afueras de Sevilla apareció una jaima, camino de Utrera. Allí estuvieron los dos amigos. Nunca se supo qué se acordó en aquella lujosa tienda de campaña. ¿González estuvo? Resulta raro que no apareciera por allí, pero no se recuerda ninguna noticia al respecto.
Parásitos amigos
La corrupción es un parásito del capitalismo. Es inevitable, pero además su funcionamiento es inconcebible sin él. De esto no se libran ni los países nórdicos, aunque sean más aseados en este aspecto. Son como esos parásitos que se alojan en los intestinos y son capaces de combatir enfermedades autoinmunes (como el Crohn). En el caso del capitalismo sirve para sortear las rigideces del sistema legal, que entorpecen determinadas operaciones que necesitan de agilidad y pocos escrúpulos. Si el sistema legal sirve para los fines, mejor que mejor, pero si no, ahí están los caminos adyacentes. No obstante, el sistema necesita mantener controlada la plaga de superhombres encargados de esta labor. Son otro tipo de asalariados, digamos que de alto octanaje. Conforman una élite muy especial, están justo al otro extremo del lúmpen, son el parasitenproletariat. Va en el cargo que lo mismo están en la cúspide social, que se hunden de la noche a la mañana, pero no es problema. Ellos y ellas no conocen escrúpulos ni para con ellos mismos. De vez en cuando, los regímenes proceden a una cierta limpieza. Una especie de tratamiento regenerativo destinado a evitar que el ansia del parásito acabe devorando al anfitrión. El zorro de Sarkozy quería además aparecer como el curandero.
La gran burguesía mundial ha acumulado tanto capital, que no tiene problemas en pagar ciertos servicios a estos delincuentes, con tal de que hagan bien su trabajo. Mientras son útiles al poder económico para parar las revueltas, mantener el control de las sociedades, esconder su auténtico carácter, son tolerados, agasajados y alimentados. Pero cuando ya no son útiles o sirven mejor como cabezas de turco, no hay ningún reparo en proceder a la desparasitación. De todas formas, aventureros interesados y dispuestos a todo nunca van a faltar. Esta es la razón también por la que estos superhombres tienen que renovar sistemáticamente su certificado de utilidad ante la gran burguesía, ya sea como mediadores, como asesores o como cualquier forma de funcionario al servicio de la causa de los explotadores. Si se retiran, corren el peligro de ser usados para hacer sonar cualquier campaña democrática regenerativa, aunque tengan que ser rescatados de algún pasado casi olvidado. El circo debe continuar y, de vez en cuando, una explosión controlada ofrece colorido y animosidad ante el público. En el caso de Francia, ahora andan liados con Sarkozy, pero hace pocos años fue Jacques Chirac. Aquí, en el estado español, hasta el Rey emérito ha sido objeto de cierta campaña mediática, que, hasta no hace mucho, siempre eran evitadas casi con santo respeto.
El caso español
Lo que pasa es que en España las cosas son algo distintas. Aquí el parásito no es un organismo más o menos claro y distinto del anfitrión. Es una sustancia extensa que prácticamente funciona como un órgano más, hasta vital para el cuerpo prinicipal. Desde el redescubrimiento de las Américas hace unos 500 años, el saqueo, la corrupción abierta, organizada por el Estado, se hizo parte consustancial del negocio español. Tras el sometimiento y la masacre a sangre, cruz y fuego de los habitantes de las lejanas tierras conquistadas, la casta militar, toda la burocracia, el clero y todo el alto funcionariado en general, se fundieron con los negocios de la naciente burguesía. Todo esa basura ya se había desarrollado previamente a lo largo de los ocho siglos de Reconquista. Spain is different. En la crisis imperial definitiva del siglo XIX, todas esas legiones de emprendedores, burguesía floreciente, mercaderes, aventureros de diverso tipo, generales, nobles y plutócratas de toda índole se habían fusionado definitivamente formando una masa única, en la cual no había distinción entre corruptores y corruptos. El franquismo renovó y regalvanizó en el siglo XX todo este poso histórico. Todo el cuerpo es un único sistema, un sólo organismo vivo con una sola respiración. Por eso aquí la regeneración es una ficción imposible. Para matar al parásito hay que acabar con el organismo entero y resulta que éste fue salvado hace 40 años, por un pacto pergeñado desde la alturas a espaldas del pueblo alzado. Por eso no pudo haber renovación ni en el ejército ni en la judicatura.
Este hecho es sólo el reflejo de la verdadera naturaleza de este país, del que muchos dicen sentirse orgullosos, jugando a la confusión entre lo que representa la masa popular y su élite. Una patria no es sólo la parte que nos gusta del país. La patria es un todo, y especialmente en España, para el funcionamiento cotidiano de tal patria se necesita de todo el entramado de porquería que a diario se huele y se palpa, no por los rincones sino incluso al aire libre. Por eso el orgullo patrio sólo puede tener un carácter reaccionario, al menos en estas latitudes. La patria es sólo una banda de miles de corruptos perfumados con sentimientos identitarios.
La patria española no goza del privilegio del capitalismo de otros países desarrollados de poder desparasitarse regularmente, aunque sea de manera light. A lo sumo meten en la cárcel a dos o tres figuras menores de cuarta o quinta categoría y listo: la Pantoja, el fascistón Del Nido, un Granados, … pero nada significativo. No se toca a un González, un Aznar, un Pujol … nada. No son muelas que se puedan extraer sin partir hueso. A pesar de su mal estado, sus raíces son demasiado profundas y están agarradas bien fuertes. Demasiadas ramificaciones. Cada forma de capitalismo concreta conoce sus particularidades y tiene sus formas de gestión.
La naturaleza convulsa de la sociedad burguesa
El capitalismo lleva en sus entrañas el mal de la convulsión. Necesita renovarse continuamente. Ninguna época humana ha sido tan convulsa socialmente como la que inauguró la gran Revolución Francesa. Desde un punto de vista histórico, la sociedad de clases ha llegado a su máxima tensión y los espasmos han adquirido escala planetaria, llevándose por delante regiones enteras.
Las primeras comunidades humanas estaban basadas, por necesidad, en la cooperación frente a la natualeza indómita. Esto, alcanzado un determinado nivel de sofisticación técnica, fue sustituido por la explotación del hombre por el hombre. Durante todo el período que llamamos civilización, esta base permitió el desarrollo y el avance de la sociedad, tomada como un todo. Entonces no había posibilidad de disponer de riquezas materiales para la sociedad entera, pero la división entre opresores y oprimidos permitió, por inmoral que sea, liberar a una parte de la misma de la carga del trabajo, para dedicarse al desarrollo de las ciencias y las artes.
Hoy, el desarrollo humano alcanzado permitiría construir un paraíso terrenal donde cabría siete veces la población mundial. La ciencia, la tecnología y la generalización del acceso a la cultura harían posible una convivencia mantenible con el medio ambiente y con toda la fauna y flora vivientes. Sin embargo, todo es puesto en peligro a causa de la supervivencia del capitalismo, la última fase de la sociedad netamente de clases.
En esa supervivencia diaria del capitalismo, más allá de sus propias posibilidades históricas, el rol de los corruptos de todo pelaje es esencial.
El gigante farmacéutico Pfizer detendrá la investigación sobre el Alzheimer y la enfermedad de Parkinson, y se espera que despida a 300 investigadores y personal de desarrollo en Massachusetts y Connecticut, en un movimiento que podría obstaculizar seriamente el progreso hacia tratamientos efectivos para estas enfermedades.Pfizer (que obtuvo más de 50 mil millones de dólares de beneficios en 2017) decidió que invertir más en combatir el Alzheimer y el Parkinson, que afecta respectivamente a 47 millones y 10 millones de personas en todo el mundo, no tiene sentido financiero, especialmente cuando puede recaudar miles de millones de dólares con “medicamentos de estilo de vida” como la Viagra. En resumen, la decisión de Pfizer de abandonar la investigación sobre el Alzheimer y el Parkinson refleja la naturaleza de alto riesgo y de baja recompensa del trabajo sobre dichas enfermedades desde una perspectiva capitalista. La ciencia médica aún está lejos de encontrar una cura para el Alzheimer o el Parkinson, y Pfizer ha experimentado una serie de decepciones costosas en los últimos años al intentar diseñar medicamentos efectivos. Por ejemplo, en 2012 se dio por terminada una empresa conjunta con Johnson & Johnson cuando el fármaco “bapineuzumab” no pudo ayudar a los pacientes con Alzheimer de leve a moderado en su segunda ronda de ensayos clínicos. Renunciar a esta investigación a favor del trabajo con más probabilidades de producir resultados (es decir, ganancias más inmediatas) es una admisión implícita de gastar miles de millones en tratamientos fallidos.
Pfizer / Foto: Norbert Nagel
La decisión de Pfizer podría dar como resultado que otras firmas farmacéuticas importantes como AstraZeneca y Eli Lilly (que también han sufrido reveses costosos en los últimos años relacionados con la investigación del Alzheimer) se retiren de este campo, lo que causaría una sequía en inversiones para futuras investigaciones. A pesar del llamamiento del Dr. Matthew Norton, Director de Política en Alzheimer’sResearch del Reino Unido, las corporaciones farmacéuticas “miran el potencial a largo plazo al decidir si participan en este esfuerzo”, si Big Pharma no percibe una ganancia en el corto plazo, no arriesgará su capital.
Los beneficios antes que las personas
El anuncio de Pfizer es un testimonio especialmente sorprendente de los horrores del capitalismo cuando se lo considera en contexto con el daño causado por el Alzheimer y el Parkinson. Por ejemplo, el costo global de la enfermedad de Alzheimer y la demencia (en términos de atención médica, asistencia social y hospicios) se estima en 605 mil millones de dólares: equivalente al 1 por ciento del Producto Interno Bruto del mundo entero. Mientras tanto, el impacto financiero incurrido por un ciudadano del Reino Unido que vive con la enfermedad de Parkinson (que afecta la movilidad, y finalmente la comunicación) es de 16,000 libras (£) por año en promedio, teniendo en cuenta la asistencia de la limpieza, la pérdida de ingresos y beneficios, etc. Para los enfermos de Parkinson más pobres, la ayuda profesional puede ser inasequible, colocando el deber de cuidado en los miembros de la familia.
La retirada de Pfizer de la investigación sobre el Alzheimer y el Parkinson desviará la carga de buscar tratamientos para estas enfermedades hacia el sector público, por ejemplo, a través de las universidades. Es decir, como se está convirtiendo en la norma, dejan la carga para que los contribuyentes paguen la investigación, sólo para apropiarse de las patentes de pequeños cambios en una etapa posterior. A medida que la población continúa envejeciendo en el mundo occidental, los fondos estatales para la investigación del Alzheimer han aumentado en los últimos años. Los EEUU se comprometieron a un aumento de $400 millones en fondos para la investigación del Alzheimer en 2017; y entre 2010 y 2015, la inversión del gobierno del Reino Unido en la investigación de la demencia aumentó de £28,2 millones a £66,3 millones. Sin embargo, estas cifras están muy por debajo de los ingresos generados para la avaricia de Pfizer. Si esta corporación privada estuviera más propensa a invertir, podría dirigir órdenes de magnitud de más dinero hacia la investigación para encontrar un tratamiento efectivo.
Por otra parte, la inversión pública sigue siendo eclipsada por el costo de la enfermedad, que asciende a £26.000 millones al año en el Reino Unido y la asombrosa cifra de $259.000 millones en los Estados Unidos, y las infraestructuras estatales se esfuerzan por mantenerse al día. El cuidado social en Gran Bretaña ha sido criminalmente desfinanciado por décadas; gracias a las políticas de austeridad del Partido Conservador, la Asociación de Gobiernos Locales estima un déficit de financiación de £2.600 millones para 2020. Actualmente, se espera que los hogares de bajos ingresos con necesidades de cuidado directo cubran estos costos entre £50 y £80 por semana. En los Estados Unidos, la mayoría de las necesidades de atención social están cubiertas por individuos privados. El programa de Medicaid cubre los costos de las residencias de ancianos y algunos cuidados de enfermería domiciliarios para aquellos con bajos ingresos que han gastado sus bienes. Sin embargo, Medicare no cubre la atención social, a excepción de una pequeña cantidad de atención residencial de rehabilitación. A medida que la población envejece, esta situación solo empeorará: y afectará más duramente a los más pobres.
Pero, aunque las compañías como Pfizer son cruciales para el funcionamiento de la sociedad, no operan para el beneficio de la misma. La principal fuerza motriz de Pfizer es el beneficio frío y crudo. Su jefe de Investigación y Desarrollo (ID), Mikael Dolsten, dijo recientemente en una conferencia de salud de JP Morgan que la compañía basa su estrategia de I+D en medicamentos con un “potencial multimillonario de gran éxito de ventas”. Estos gigantes de la farmacopea centran su atención en las redes que logren las mayores ganancias con el mínimo esfuerzo, lo que puede llevar a un énfasis en la fabricación de vacíos legales financieros en lugar de medicinas. En 2015, Pfizer adquirió Allergan (la compañía que fabrica Botox) en una fusión de $160 mil millones: una medida que eliminó el pago de impuestos en los EEUU sobre los $147 mil millones en ganancias que había escondido en el extranjero. En Gran Bretaña, a pesar de realizar ventas de entre £1.300 millones y £1.800 millones anualmente entre 2001 y 2014, Pfizer casi no pagó impuestos durante el período porque anunció grandes pérdidas operativas cada año, a excepción de una pequeña ganancia de £9 millones en 2013. Se espera también que la compañía se beneficie sustancialmente del nuevo recorte de impuestos corporativos de Donald Trump, por valor de $5 mil millones: 10 veces más que la promesa del gobierno de EEUU para la investigación del Alzheimer y más de la mitad del presupuesto total de investigación y desarrollo de Pfizer del 2014 al 2016. Donald Trump ha recompensado generosamente a los accionistas de Pfizer, que han respondido recortando las primeras investigaciones de desarrollo sobre enfermedades neurológicas, despidiendo a cientos de empleados y continuando inflando el costo de sus productos.
Esto no debería ser ninguna sorpresa. Toda la industria médica se ha vuelto totalmente parásita, haciendo miles de millones con lo que roban a los servicios estatales de salud, reteniendo medicinas esenciales para los países del Tercer Mundo y presionando a los gobiernos para desregular el mercado de la salud. Pfizer recibió una multa récord en 2016 después de cobrar al Servicio Nacional de Salud británico 50 millones de libras esterlinas por un fármaco antiepiléptico: £ 2 millones en 2013. Durante años, Pfizer retuvo el fluconazol (un poderoso agente fungicida que puede usarse para tratar enfermedades relacionadas con el SIDA, como la candidiasis oral y la meningitis criptocócica) en los países subdesarrollados, mientras continúan vendiéndolo a pacientes estadounidenses y europeos adinerados. Sólo después de provocar indignación internacional puso el medicamento a disposición de las ONG que operan en países en vías de desarrollo con una prevalencia de VIH/SIDA superior al 1 por ciento en 2001. La empresa tampoco ha tenido nunca miedo de usar su influencia financiera para abrirse camino en la esferapolítica, gastando $25 millones en 2010 sólo para presionar para la desregulación de la asistencia sanitaria en los EEUU. Las grandes empresas y el Estado están conectados entre sí por miles de hilos. A pesar de las promesas de Donald Trump durante las primarias de que el reinaría sobre las “Big Pharma”, su nombramiento del ex ejecutivo farmacéutico Alex Azar para reemplazar a Tom Price como Secretario de Salud y Servicios Humanos sugiere lo contrario.
La investigación médica no puede quedar en manos de los capitalistas
En marcado contraste con las afirmaciones de que la competencia en el mercado libre fomenta la innovación, la industria farmacéutica privada revela el estancamiento, la irracionalidad y la crueldad básica del capitalismo en su estado de decadencia senil. Desde el incremento que hizo Martin Shkreli en el costo de Daraprim (un medicamento utilizado en el tratamiento de condiciones relacionadas con el SIDA) de $13.50 a $750 por píldora; a los gigantes de la industria aprovechándose de las epidemias del SIDA en África y Asia; hasta las Big Pharma que se llevan el dinero público (en forma de contratos licitados) del Servicio Nacional de Salud británico para que lo guarde en paraísos fiscales, la lógica del capitalismo asegura que los beneficios saludables siempre tienen prioridad sobre la salud pública. Además, las acciones de Pfizer demuestran la absoluta barbarie de permitir que vastas reservas de dinero, experiencia y talento sean desperdiciados o mal dirigidos por firmas médicas privadas. Permitir que las prioridades de investigación sean dictadas por las fuerzas del mercado ha dado como resultado que los gigantes farmacéuticos dirijan más la atención hacia los “medicamentos de estilo de vida” dirigidos a los ricos, diseñados para tratar condiciones tan trágicas como la obesidad, la calvicie, las arrugas y la impotencia. Hay un mercado multimillonario para tales productos. Mientras tanto, el trabajo difícil y costoso de producir tratamientos para enfermedades como el Alzheimer y la enfermedad de Parkinson se sacrifica hasta el fondo.
Por el contrario, en 2017, Cuba logró el avance más emocionante en la investigación del Alzheimer en décadas. La economía planificada de Cuba ha producido un servicio de salud gratuito que es la envidia del mundo y ahora ha comenzado los ensayos en humanos de una medicina 100% desarrollada en Cuba, NeuroEpo, que ha producido resultados positivos en retrasar el avance de la enfermedad de Alzheimer. Cuando Pfizer renunció a la investigación en la enfermedad de Alzheimer, teniendo en cuenta sus márgenes de ganancia, Cuba ha progresado seriamente hacia un tratamiento efectivo, y que será gratuito en el momento en que sea lanzado si resulta viable.
La investigación médica crítica no puede quedar en manos de los capitalistas aprovechadores. Las corporaciones como Pfizer deberían ser expropiadas y sus activos, datos y equipos puestos bajo control democrático, para ser utilizados para el mejoramiento de la humanidad.
Los ataques contra la revolución Bolivariana se han intensificado en los últimos días y semanas. Se han sucedido editoriales y portadas de los periódicos en EE.UU y España denunciando el “hambre” en Venezuela y exigiendo la “intervención” contra “el régimen”. Los problemas de escasez han llevado a casos de saqueo. La oposición de derecha está intentando activar un referéndum revocatorio presidencial, pero al mismo tiempo amenaza con acciones violentas y apela a las potencias extranjeras, en algunos casos incluyendo la intervención militar. Pero ¿qué está ocurriendo realmente en Venezuela y cómo se puede enfrentar esta amenaza?
El viernes 13, el presidente de Venezuela, Maduro, extendió el “Decreto de Emergencia Económica” el cual le dio poderes especiales en Enero, y decretó, además, un Estado de Emergencia por 60 días que incluye amplios poderes para hacer frente a la amenaza militar exterior y a los problemas de producción y distribución de alimentos.
Como era de esperar, los medios de comunicación capitalistas de todo el mundo se unieron en un coro de denuncia, gritando histéricamente contra la “dictadura”, mientras que uno de los principales líderes de la oposición de derecha, Capriles Radonski hizo un llamamiento público a desobedecer el decreto. Las amenazas, sin embargo, son muy reales. Vale la pena mencionar algunos ejemplos. Hace un mes, una editorial en el Washington Post(link is external) llamó abiertamente a la “intervención política” por parte de los vecinos de Venezuela. El fin de semana, el ex presidente de Colombia, Alvaro Uribe, en el encuentro de “Concordia Summit” en Miami, hizo un llamamiento abierto(link is external) a las Fuerzas Armadas de Venezuela para llevar a cabo un golpe de Estado o, en su defecto, a la intervención militar extranjera contra “la tiranía”.
La oposición de derecha venezolana ha hecho repetidos llamamientos a la Organización de Estados Americanos para aplicar su “Carta Democrática” e intervenir contra el presidente Maduro(link is external). Se sienten envalentonados por el éxito de la suspensión de Dilma Rousseff en Brasil y quieren seguir el mismo camino en Venezuela tan pronto como sea posible, por cualquier medio necesario, legal o ilegal. El influyente periodista venezolano de derecha y blogger Francisco Toro (editor de “Caracas Chronicles”) acaba de escribir un artículo(link is external) discutiendo abiertamente los pros y los contras de un golpe de estado, que según él sería compatible con la constitución y “lo contrario de un crimen”.
Hoy el gobierno venezolano informó sobre la violación del espacio aéreo del país por un avión militar de Estados Unidos.
En un intento de sacar provecho de los graves problemas económicos a que se enfrenta el país, la oposición reaccionaria ha estado haciendo todo tipo de esfuerzos para crear una situación de caos y violencia que justificaría un golpe de estado o intervención extranjera para acelerar la remoción del presidente Nicolás Maduro. Se han producido incidentes de violencia en el Zulia y Táchira. Hay constantes rumores, sobre todo falsos, de saqueos y disturbios.
Una crisis muy seria
He estado implicado en la defensa de la revolución bolivariana desde hace más de 13 años, he visitado el país a menudo y he escrito sobre él con regularidad. Nada de lo que acabo de describir es realmente nuevo. Desde el principio, cuando Chávez fue elegido en 1998, y en particular desde las leyes habilitantes aprobadas en diciembre del 2001, la oligarquía de Venezuela y el imperialismo han participado en una campaña constante de acoso, violencia, desestabilización, golpes de estado, mentiras y calumnias, presión diplomática, sabotaje económico, cualquier cosa que se pueda pensar, lo han hecho ya.
Esta vez, sin embargo, es algo diferente. En todas las ocasiones anteriores, la voluntad revolucionaria de las masas trabajadoras bolivarianas, los campesinos y los pobres, han derrotado los intentos contrarrevolucionarios para poner fin a la revolución. Este fue el caso del golpe de Estado en abril de 2002 y luego el cierre patronal y el sabotaje de la industria petrolera en diciembre de ese mismo año, incluso antes de que la revolución fuera capaz de ofrecer cualquier mejora real en las condiciones de vida. Éstas vinieron principalmente después de que el gobierno fuera capaz de obtener el control total de la empresa estatal de petróleo en el año 2003.
Durante diez años, la revolución aplicó amplias reformas y mejoró sustancialmente las condiciones de vida de las masas. Esto fue acompañado por un proceso de radicalización política en el que el fallecido presidente Chávez y las masas revolucionarias se empujaban mutuamente hacia adelante. Se declaró que el objetivo de la revolución bolivariana era el socialismo, había una amplia variedad de experiencias de control obrero, se dieron ocupaciones de fábricas algunas de las cuales fueron expropiadas, se renacionalizaron empresas. Millones empezaron a participar activamente a todos los niveles en un intento de tomar el futuro en sus propias manos. La fuerza motriz de la revolución y su principal fuente de energía que le permitió frustrar todos los intentos de la oligarquía y del imperialismo fueron las masas revolucionarias, activas, políticamente conscientes y comprometidas a todos los niveles.
Por supuesto, este periodo fue ayudado por los altos precios del petróleo (que alcanzó un máximo de más de $ 140 por barril en 2008). El gobierno podía utilizar una enorme cantidad de dinero de la renta petrolera para financiar programas sociales que beneficiaron a millones (en educación, salud, alimentación, vivienda, pensiones, etc). La cuestión de hacerse cargo de la propiedad de los medios de producción no se planteó.
No se puede regular el capitalismo
Se tomaron una serie de medidas que limitaban el funcionamiento normal de la economía capitalista de libre mercado con el fin de defender la revolución contra el sabotaje de la clase dominante. Se aplicaron controles de divisas (para evitar la fuga de capitales) y controles de precios sobre los productos alimenticios de primera necesidad (para defender el poder adquisitivo de las masas pobres).
Pero pronto los capitalistas encontraron maneras de evitar estos controles. El control de cambios se convirtió en una estafa y dio lugar a una transferencia masiva de divisas de renta petrolera directamente a los bolsillos de capitalistas sin escrupulosos. ¿Cómo ocurrió esto? El gobierno estableció un tipo de cambio subsidiado, que se iba a utilizar para importar productos básicos (alimentos y medicamentos principalmente), así como maquinaria, componentes e insumos para la industria.
En lugar de eso, los capitalistas privados solicitaban los dólares preferenciales que luego desviaban al mercado negro (que se desarrolló como un efecto secundario inevitable del control de cambios) o directamente a sus cuentas bancarias en el extranjero. De esta manera hemos sido testigos de la increíble situación en la que las importaciones disminuyeron en volumen, mientras que el valor de las mismas en dólares aumentaron de forma masiva. El economista marxista Manuel Sutherland [que fue despedido de su empleo en la Universidad Bolivariana por sus posturas críticas] ha elaborado las cifras en relación a la importación de productos farmacéuticos:
La columna de color rojo representa las importaciones farmacéuticas en millones de Kg, la columna azul representa su valor en millones de US $ – fuente http://www.rebelion.org(link is external)
En 2003 Venezuela estaba importando productos farmacéuticos a 1,96$ por Kg. Para el 2014 el precio había alcanzado 86,80 $ por Kg. Las importaciones colapsaron un 87% en volumen, pero se incrementó 6 veces su precio. Cifras similares pueden obtenerse para casi cualquier otro sector de la economía en los que los capitalistas reciben dolares subsidiados para la importación de mercancías.
Una situación similar se desarrolló con los controles de precios. El sector privado, que todavía tiene un control casi monopólico en el procesamiento y distribución de alimentos en muchos artículos básicos, se negó a producir ningún producto con precio regulado. Por lo tanto, con el fin de eludir los precios regulados para el arroz, por ejemplo, empezaron a producir variedades saborizadas o colorizadas, evitando así la regulación.
Esta huelga en la producción por parte de los capitalistas recargó todo el peso de la importación y distribución de productos alimenticios básicos en el estado. Los alimentos importados por el estado del mercado mundial, pagados a precios de mercado mundial con los dólares de la renta petrolera, son vendidos a precios muy subsidiados en las cadenas de supermercados estatales (PDVAL, MERCAL, Bicentenario).
Durante un período, mientras que los precios del petróleo eran altos, esta situación funcionaba más o menos. Una vez que los precios del petróleo entraron en caída libre y la economía entró en una profunda recesión, todo esto se vino abajo como un castillo de naipes. En 2014 el petróleo venezolano estaba todavía en 88$ por barril. En 2015 se redujo a la mitad a 44$. En enero de 2016 había alcanzado su nivel más bajo desde hace más de 10 años, a $ 24 dólares.
Oferta de dinero de Venezuela. Crédito: www.tradingeconomics.com(link is external)
Con el fin de seguir pagando los programas sociales (incluidos los productos alimenticios subsidiados), el estado comenzó a imprimir grandes cantidades de dinero que no estaba respaldado por nada. Entre 1999 y 2015, la masa monetaria circulante (en su medida M2) aumentó en más de 15.000%.
Sin lugar a dudas, la combinación de la fuga masiva de capitales, el desarrollo de un enorme mercado negro de dólares, la masiva expansión de la oferta monetaria en un momento de recesión económica (2014 -3,9; -5,7% 2015) causó inevitablemente hiperinflación. En 2014, la tasa de inflación anual alcanzó un récord de 68%, pero en 2015 fue incluso superior al 180%, según el Banco Central de Venezuela (http://www.ine.gov.ve/documentos/NotasdePrensa/pdf/aviso180216.pdf(link is external)). Debemos señalar que la inflación en los alimentos y bebidas no alcohólicas fue incluso superior a la media.
La tasa de cambio del dólar en el mercado negro pasó de 187 bolíiacute;vares por dólar en enero de 2015 a más de 1.000 bolívares por dólar ahora (después de haber alcanzado un pico de 1.200 en febrero de este mismo año). Este es el tipo de cambio sobre el que se calculan los precios de la mayoría de los productos.
Otro efecto de esta dislocación económica masiva es el rápido agotamiento de las reservas de divisas del país:
Las reservas de divisas. Crédito: www.tradingeconomics.com(link is external)
De 24.000 millones de dólares a principios de 2015, se han derrumbado a 12.700 millones de dólares actualmente, según las cifras oficiales del Banco Central de Venezuela.
Esta grave situación ha llevado a una fuerte disminución de las importaciones gubernamentales de alimentos y otros productos básicos. Las importaciones totales se redujeron en un 18,7% en 2015. Esto ha creado la escasez permanente de productos básicos en las cadenas de supermercados de propiedad estatal que los venden a precios regulados. A su vez esto crea un enorme mercado negro de estos productos. La causa principal del bachaqueo [mercado negro] es la escasez, que luego se agrava por la existencia del propio mercado negro. El enorme diferencial creado entre los precios regulados (cada vez más escasos) y el mercado negro, actúa como un enorme imán para los productos hacia este último.
Esta es una comparación de los precios de algunos productos básicos con relación a los precios vendidos por bachaqueros (mercado negro) en marzo en Petare, un barrio de clase trabajadora y sectores pobres en Caracas :
Crédito: www.telesurtv.net(link is external)
El gobierno ha decretado aumentos en el salario mínimo, varias veces, en los últimos dos años, pasando de alrededor de 10.000 Bs en noviembre de 2015 a 15.000 ahora (a lo que hay que añadir 18.000 Bs en Cesta Tickets). Sin embargo, si tienes que comprar la mayor parte de las cesta básica semanal en el mercado negro, esto no es suficiente. Y debido a que las importaciones estatales de alimentos ha sido disminuido, la escasez de productos regulados ha aumentado y la gente está obligada a comprar una mayor parte en su cesta básica en el mercado negro.
La escasez ha llevado a la corrupción generalizada a todos los niveles, el desvío de los productos de la cadena de distribución estatal hacia el mercado negro, desde la familia que está en cola durante horas y luego re-vende una parte de lo que ha comprado, al gerente de un supermercado del estado que desvía gandolas enteras llenas de productos (en colaboración con los funcionarios de la Guardia Nacional que custodiaban el establecimiento), a las bandas criminales que contratan a la gente para hacer cola durante horas y compran cualquier producto subsidiado que esté disponible (amenazando y pagándole a los trabajadores de supermercados, guardias nacionales, gerentes de supermercados, etc.), hasta el director nacional de la cadena de supermercados estatal Bicentenario, que desvía cargamentos enteros de productos.
A esto hay que añadir las miles de formas diferentes en las que el sector privado burla el régimen de regulación de precios. Hay escasez permanente de harina de maíz, pero las areperas están siempre bien abastecidas. Los pollos son casi imposibles de comprar a precios regulados, pero a los establecimientos de pollo asado nunca les falta. La harina de trigo no se puede comprar al precio oficial, y las panaderías utilizan la falta de harina como un argumento para no producir el pan normal (cuyo precio está regulado), pero misteriosamente luego son capaces de producir cualquier otra variedad de pan, pasteles, bollos y galletas, que hemos de asumir, se hacen con harina. ¿Qué hay detrás de este misterio? El hecho de que los productores mayoristas privados abastecen a estos establecimientos, pero por supuesto no a precios regulados.
Cualquier intento para poner freno a esta situación mediante el uso de medidas represivas contra el mercado negro, aunque necesario, está condenado al fracaso. La causa raíz del mercado negro no son los bachaqueros grandes o pequeños, sino la incapacidad real del gobierno para financiar el suministro necesario de productos para cubrir toda la demanda, sumado a la falta de voluntad del sector privado para producir y vender productos a los precios regulados fijados por el gobierno.
Una de las principales razones de este trastorno económico insostenible es por supuesto, la rebelión “natural” de los productores capitalistas contra cualquier intento de regular el funcionamiento normal del “libre mercado”. Este es el verdadero significado de la “guerra económica” que el Gobierno Bolivariano ha denunciado desde hace muchos años. Sí, hay, sin duda, un elemento de sabotaje económico deliberado destinado a golpear a las masas trabajadoras con el fin de socavar su apoyo a la revolución. Pero, al mismo tiempo, es fácil entender que desde el punto de vista de los capitalistas, si pueden obtener un margen de beneficio del 100%, 1000% o incluso más en el mercado negro, no van a vender ni producir productos regulados con los que sólo pueden hacer una ganancia muy modesta o a veces una pérdida.
Lo que ha fracasado en Venezuela no es el “socialismo” como a los medios capitalistas le gusta afirmar en su campañas. Es precisamente lo contrario. Lo que claramente ha fracasado es el intento de introducir regulaciones con el fin de hacer que el capitalismo funcione, aunque sea parcialmente, en el interés de las masas trabajadoras. La conclusión es clara: el capitalismo no puede ser regulado. El intento ha dado lugar a la crisis económica a una escala masiva.
La respuesta del gobierno: apelaciones al sector privado
La mayoría de los venezolanos son conscientes, en un grado u otro, del papel despreciable que desempeñan las empresas privadas, como el Grupo Polar, en la creación de esta situación de acaparamiento, crimen organizado, mercado negro, especulación, etc. En mi última visita a Venezuela fui testigo del siguiente argumento en una cola del supermercado:
“- Mujer A: “aquí tienen su patria bonita” (significa: esto es lo que el chavismo te ha dado, colas).
– Mujer B: “a ver si creen que es el gobierno quien produce la Harina PAN” (de hecho, es el Grupo Polar quien tiene un control monopólico sobre la producción de harina de maíz).
El problema no es que las personas no se den cuenta de que el sector privado está saboteando la economía. El problema es que ellos no ven que el gobierno sea capaz ni esté dispuesto a tomar las medidas necesarias para solucionar esta situación.
A los problemas de escasez de alimentos y la delincuencia hay que añadir la grave sequía que afecta a Venezuela como un subproducto de El Niño, que ha significado problemas en la generación de energía en la presa hidroeléctrica El Guri. Esto ha llevado a cortes de energía regulares en los últimos meses. En abril, el gobierno decretó una jornada de trabajo de 2 días semanales en las instituciones públicas como medida para reducir el consumo de electricidad.
Incluso en este asunto tenemos que tomar en cuenta la campaña deliberada de sabotaje a la red eléctrica del país. Ha habido ya durante varios años, ataques explosivos regulares contra las plantas de generación de energía, centrales eléctricas y subestaciones en diferentes partes del país. Por lo general, coincidiendo con las campañas electorales y momentos de tensión política, y tienen por objetivo provocar cortes de energía con el fin de difundir una sensación de colapso, caos, inestabilidad, etc.
¿Cuál ha sido la respuesta del gobierno a estos problemas extremos? Desde al menos el 2014 ha habido un reconocimiento abierto del fracaso del modelo anterior de regulación del capitalismo y el uso de los ingresos del petróleo para financiar programas sociales. Se podría decir que el punto de inflexión fue la salida del gobierno del ex-ministro de Finanzas Giordani en julio de 2014.
Desde entonces, la línea dominante en la política económica del gobierno ha sido la de hacer incluso más concesiones a los capitalistas con la esperanza de ganar de nuevo su confianza para que puedan colaborar con el gobierno con el fin de revertir la situación. Esto se ha manifestado en toda una serie de medidas concretas que se han tomado: la liberación parcial de divisas, levantamiento parcial del subsidio en el precio del combustible, la creación de zonas económicas especiales para atraer la inversión extranjera directa y la repatriación de capitales depositados en el extranjero por los capitalistas venezolanos, la apertura del Arco Minero (111.000 kilómetros cuadrados de terreno) para la explotación minera, etc.
Nada de esto ha funcionado. El gobierno mantiene conversaciones regulares con los empresarios donde se acuerdan concesiones a sus intereses y se les hacen llamamientos para que inviertan. En la siguiente ronda de conversaciones, los empresarios demandan aún más concesiones, pero la economía permanece en un estado de profunda crisis.
A decir verdad, las concesiones del gobierno al sector privado son acompañadas de vez en cuando con amenazas de expropiación. Estas amenazas no son seguidas por acciones. El viernes 13 de mayo, cuando el presidente Maduro extendió la emergencia económica y decretó el Estado de excepción por 60 días, advirtió específicamente que “cualquier fábrica que cierre un capitalista, la tomaremos y la entregaremos al poder comunal”.
Menos de 48 horas más tarde, en una entrevista con Reuters, el vicepresidente a cargo de toda el área económica del gobierno, Pérez Abad, para tranquilizar al capital internacional, aseguró “descartamos la toma de las plantas que están paralizados por falta de materias primas “. En la misma entrevista, subrayó la intención de Venezuela de continuar pagando sus obligaciones sobre la deuda externa, de forma religiosa, en su totalidad y a tiempo. Añadió que esto significaría una reducción adicional de las importaciones para el 2016.
De hecho, a pesar de que la advertencia de Maduro fue destacada por los medios de comunicación internacionales, para la gente en Venezuela no tuvo mayor impacto. Él ha hecho la misma amenaza de expropiación, dirigida específicamente a Grupo Polar, tantas veces, que es como el cuento de Pedro y el Lobo. Siempre que los trabajadores de hecho se han apoderado de las fábricas que habían sido paralizadas por los patronos, se han encontrado ya sea con una cadena sin fin de obstáculos burocráticos o la represión directa por parte de la policía Bolivariana. En la mayoría de los casos, a pesar de que las leyes introducidas por Chávez están del lado de los trabajadores y permiten expropiaciones y el Control Obrero, en realidad, la mayor parte de los inspectores del trabajo están comprados por los patronos. En lugar de acelerar la expropiación, se dan prórrogas permanentemente a los empresarios con el fin de que paguen los salarios caídos y reiniciar la producción, lo que lleva a la desmoralización de los trabajadores en lucha.
Pérez Abad es el principal representante de la política de concesiones a la clase capitalista. Él mismo es un empresario y ex-presidente de una federación de empresas del país. Se convirtió en ministro a cargo del área económica del gobierno en febrero, cuando reemplazó a Luis Salas, quien era visto por los capitalistas como un “radical”. Justo antes de que Maduro decretara una extensión de los poderes de emergencia económica, Pérez Abad ya había anunciado un nuevo aumento de los precios de los productos regulados, después de discusiones con los capitalistas.
Más recientemente, en un intento de hacer frente a la cuestión de la escasez, el gobierno intentó promover la formación de Comités Locales de Abastecimiento y Producción. La idea era que las propias comunidades organizadas tratarán directamente con la distribución de los productos alimenticios subsidiados directamente a las familias. Este es un paso en la dirección correcta, lo que podría reforzar el papel de las organizaciones de base. Sin embargo, la medida sólo ha tenido un impacto parcial, hasta el momento. Además, sólo se ocupa de la cuestión de la distribución final, pero no de la cuestión más importante de la producción y el procesamiento, que es donde está la raíz del problema.
El impacto en la conciencia
He dicho antes que algo es diferente esta vez. ¿Qué ha cambiado desde los intentos anteriores de la contra-revolución de derrotar al movimiento bolivariano? El estrés constante y la tensión de tener que hacer cola durante horas para conseguir productos básicos, la incertidumbre creada por la escasez y la hiperinflación, el hecho de que esta situación ha estado sucediendo desde hace más de un año y en vez de mejorar empeora, la constatación de que mientras que las masas están sufriendo hay algunos que se hacen llamar “bolivarianos” y están en cargos de poder que se están beneficiando enormemente de la corrupción, el cansancio interpuesto por tener que luchar contra la burocracia dentro de su propio movimiento, etc. Todo esto ha tenido un impacto en la conciencia de una capa importante de las masas que antes apoyaban la revolución.
Esta es la razón clave para entender la derrota en las elecciones a la Asamblea nacional del 6 de diciembre, que fueron ganadas por la oposición de derecha por primera vez en 18 años. En ese momento, la revolución bolivariana perdió alrededor de 2 millones de votos, lo que permitió a la oposición conseguir una mayoría abrumadora en la Asamblea Nacional.
Esa derrota ha creado una situación de bloqueo institucional. La actual Asamblea Nacional dominada por la derecha ha tratado de aprobar algunas leyes reaccionarias (una escandalosa Ley de Amnistía, la privatización de la vivienda), pero estos han sido bloqueados ya sea por el presidente o por el Tribunal Supremo. Las iniciativas adoptadas por el presidente se declaran fuera de orden por la Asamblea.
Actualmente la oposición está tratando de activar un referéndum revocatorio presidencial (una garantía democrática introducida por la revolución bolivariana a través de Hugo Chávez). Necesitan obtener un determinado número de firmas para activar el proceso, y luego, en un proceso supervisado por Consejo Nacional Electoral, deben obtener la firma del 20% del censo electoral (3,9 millones). A continuación, se convoca un referéndum en el que la oposición tendría que obtener más votos de los que Maduro recibió cuando fue elegido, para lograr su remoción. Si el presidente es removido dentro del 2016, entonces el presidente derechista de la Asamblea Nacional se hace cargo de la presidencia mientras se hacen nuevas elecciones presidenciales. Pero Maduro intentará por todos los medios retrasar el referéndum hasta el año 2017, ya que si es removido en ese momento, el vicepresidente del país asume el control para el resto de su mandato (hasta 2019). Esto también muestra cómo la dirección del movimiento bolivariano parece ver la lucha desde un punto de vista puramente jurídico-institucional.
La oligarquía también se está sintiendo envalentonada por las derrotas electorales en Argentina, Bolivia y la remoción de Dilma en Brasil. Su lado está ganando y ahora quieren “derrocar al régimen” en Venezuela. La situación ha llegado a su límite desde el punto de vista de la paciencia de las masas. Hace una semana, un camarada de Catia, un bastión revolucionario en Caracas, describe así la situación: “Hasta hace un par de semanas tenías que hacer cola durante 4, 6, 8 horas, pero podías comprar para dos o tres semanas. Ahora no hay nada. El lunes, mi mamá y yo hicimos cola y sólo pudimos conseguir arroz y pasta. El resto hay que comprarlo en el mercado negro a precios de Bachaqueros. Los salarios no alcanzan para sobrevivir. La guardia nacional con armas de asalto en mano está manejando las colas fuera del supermercado, y alejaron las colas hacia atrás unos cientos de metros para evitar que la gente intentara saquearlo”. Ya ha habido incidentes a pequeña escala de saqueos en Aragua y Guarenas.
En estas condiciones, existe el peligro de que los llamamientos a las masas a movilizarse contra la amenaza de la contra-revolución puede caer en oídos sordos. Las masas han demostrado una y otra vez su voluntad de luchar y empujar hacia adelante la revolución. Pero ellos no pueden ver de ninguna manera que sus líderes sepan a dónde ir, ni cómo llegar allí.
¿Un golpe militar?
La combinación del bloqueo institucional, una profunda crisis económica, y una situación de violencia en las calles que la oposición desea crear, también podría impulsar a un sector del ejército a intervenir “con el fin de restaurar la ley y el orden”. Durante las últimas semanas se han producido constantes rumores de un golpe en preparación. El martes, 17 de mayo el líder de la oposición reaccionaria, Capriles, pidió al ejército rebelarse contra el presidente “con el fin de defender la Constitución”. Capriles, por supuesto, no es ajeno a los golpes, después de haber jugado un papel en el golpe reaccionario de abril de 2002. El alto mando del ejército una vez y otra vez ha declarado públicamente su lealtad al bolivarianismo. Pero todo tiene sus límites. Este es un momento muy peligroso para la revolución bolivariana. Una intervención militar, cualquiera sea la forma que tomara, sería el preludio de una “transición” para volver a tomar el control del poder del Estado por parte de la oligarquía. Una parte de los líderes bolivarianos, algunos de los elementos corruptos, burocráticos y reformistas ya se están preparando para abandonar el barco y estarían dispuesto a participar en algún tipo de gobierno de transición y unidad nacional, siempre y cuando se les garantice una cierta clase de inmunidad.
Al mismo tiempo que una capa de las masas está cansada y desgastada, también hay una capa de los activistas más avanzados que están muy enojados y que se radicalizaron como resultado de la derrota en las elecciones de diciembre. Hubo un movimiento de abajo hacia arriba para exigir la radicalización de la revolución.
Si la dirección bolivariana tomara medidas radicales y decisivas para abordar el problema de la escasez, esto volvería a encender una ola de entusiasmo revolucionario. Tales medidas serían: monopolio del comercio exterior; expropiación de la producción de alimentos y de la cadena de distribución bajo el control democrático de los trabajadores, las comunidades y los pequeños productores campesinos; impago de la deuda externa; expropiación de los bancos y las grandes empresas; un plan nacional y democrático de producción para satisfacer las necesidades de la mayoría. Este programa, en caso de aplicarse, provocaría inmediatamente un choque aún más grande contra la oligarquía venezolana y sus amos imperialistas, pero al menos tendría el beneficio de la consolidación y la ampliación del apoyo entre las masas, que verían que sus problemas finalmente se abordan de forma seria.
No nos hagamos ilusiones. Si la derecha llega a lograr sus objetivos de recuperar el control total del poder del Estado (por cualquier medio), Venezuela no volvería a la democracia capitalista “normal”. No. El programa de la clase dominante en un país plagado por una crisis económica y social masiva sería una de guerra contra el pueblo trabajador. Irían a la ofensiva contra todas las conquistas sociales de la revolución. Ellos se enfrentarán a una fuerte resistencia por parte de las masas y, por tanto, tratarían de aplastar el movimiento por la fuerza. En esas condiciones un nuevo Caracazo podría estar en puertas.
Toby Valderrama y Antonio Aponte lo ponen muy claramente en un artículo reciente(link is external): “El gobierno debe entender que guerra económica, invasión, ataques de los voceros extranjeros, sean Almagro [Secretario General de la OEA], o Uribe, tienen un solo nombre, ¡capitalismo!, y tienen una sola manera de ser enfrentados, Socialismo. No es posible combatirlo desde el capitalismo, así no convence y no hay victoria. Son tiempos definitivos, se es revolucionario o se es capitalista, las oportunidades de la socialdemocracia, de discursos encendidos y prácticas de bomberos, se están terminando.”
Esto es correcto. Como hemos explicado, el intento de regular el capitalismo ha fracasado. Sólo hay dos maneras de salir: ya sea para ir de regreso al capitalismo “normal” (es decir, para hacer que los trabajadores paguen el precio de la crisis), o para ir hacia el socialismo (que es hacer que la paguen los capitalistas).
Aún no es muy tarde. El momento es de peligro extremo. Esto sólo se puede superar mediante medidas extremas y con firmeza. No más vacilaciones ¡Hay que llevar a la revolución hasta el final!