Hace 120 años, en un frío domingo de 1905, decenas de miles de trabajadores desarmados de San Petersburgo marcharon al Palacio de Invierno del Zar para entregar una petición. Cuando llegaron, los soldados zaristas dispararon contra la multitud, matando a cientos e hiriendo a miles.
Los acontecimientos de aquel día, 9 de enero de 1905 [en el calendario antiguo, que es el 22 de enero en el calendario nuevo; todas las fechas de este artículo se indican en calendario antiguo], pasaron a la historia como la masacre del Domingo Sangriento, y marcaron el comienzo de la Revolución Rusa de 1905. Fue ese día y en los meses siguientes cuando, por primera vez, un gran número de obreros y campesinos rusos comprendieron claramente que el zar no era ni podía ser su protector, sino uno de sus opresores. Al mismo tiempo, mientras luchaban, empezaron a darse cuenta de su poder como clase para cambiar no sólo las condiciones de su vida cotidiana, ¡sino el mundo entero!
Antecedentes
Desde la década de 1870, las principales ciudades rusas habían experimentado un rápido desarrollo industrial. San Petersburgo, Moscú, Bakú y otras se estaban convirtiendo en centros de concentración de una nueva clase industrial, el proletariado. En ellas se concentraban enormes contrastes entre el esplendor y el lujo de las élites y la pobreza de los trabajadores.
Rusia seguía siendo en general un imperio agrario pobre y subdesarrollado, en el que los campesinos constituían la inmensa mayoría de su población. Pero en medio de este atraso surgieron estas grandes ciudades, que eran centros de explotación hacinados, insalubres y duros para la clase obrera. Los trabajadores trabajaban once o más horas al día, seis días a la semana, vivían hacinados, en condiciones incómodas y realizaban formas de trabajo manual superadas hace tiempo en los países capitalistas occidentales más desarrollados.
Para el gobierno zarista, estos trabajadores eran poco más que ganado. Esta actitud queda claramente ilustrada por el hecho de que, durante este periodo, el gobierno zarista aplicó una política de emborrachar deliberadamente a la población obrera y campesina con vodka: el Estado tenía un monopolio enormemente rentable sobre la venta de vodka y, hasta 1914, un tercio de los ingresos del Estado procedían de la venta de vodka a las masas trabajadoras.
Durante años, muchos se rebelaron contra esta situación. Algunos intentaron formar pequeños sindicatos locales; otros incluso se unieron a organizaciones políticas radicales como La Voluntad del Pueblo (Narodnaya Volya) o el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR). Pero, reprimidos por el vasto aparato policial zarista, estos grupos seguían siendo pequeños y no ejercían ninguna influencia seria sobre la creciente masa de trabajadores. En aquella época, los socialdemócratas sólo podían esperar llegar a una capa muy reducida de los trabajadores más avanzados. A escala nacional, sus fuerzas no eran más que una gota en el océano.
Un día fatídico
En 1904, en San Petersburgo, docenas de activistas obreros, bajo la dirección de un sacerdote llamado padre Georgy Gapón, fundaron una organización obrera llamada Asamblea de Trabajadores de las Fábricas Rusas de San Petersburgo. Gapón fue alentado y dirigido por funcionarios zaristas que querían crear un organismo obrero reformista que pudiera canalizar el descontento del proletariado por la vía de la reforma económica y alejarlo de la lucha política.
En otras palabras, la organización tenía que estar bajo estricto control para mantener a los trabajadores políticamente pasivos; por ejemplo, cada reunión se cerraba con el canto del himno imperial, «Dios salve al zar». Esto se conocía como «zubatovismo», en honor a su principal conductor en la cúpula del imperio, el jefe del Departamento Especial de la Ojrana (la policía secreta), Sergei Zubatov.
A pesar de las restricciones, la organización de Gapón ofrecía un medio para que los trabajadores se reunieran y organizaran en solidaridad unos con otros, y en 1905 su número de miembros había crecido hasta alcanzar al menos los 2.000 miembros. Fue entonces cuando los propios trabajadores, en respuesta a sus duras condiciones de vida y de trabajo, empujaron a la organización hacia una posición más radical, adoptando una postura más combativa frente al régimen zarista.
El 3 de enero, un pequeño grupo de trabajadores fue despedido de la Sidero-metalúrgica Putilov, una de las mayores fábricas de San Petersburgo. Gapón y la Asamblea exigieron su readmisión y se inició una huelga. Las reivindicaciones iniciales, que incluían una jornada de ocho horas y mejores condiciones de trabajo, evolucionaron gradualmente hacia reivindicaciones políticas, como el derecho a la libertad de expresión y de reunión. El 7 de enero, 140.000 trabajadores estaban en huelga. La amplitud y la fuerza del movimiento empezaron a dar a los trabajadores una idea concreta de cómo podían ejercer su poder.
Según León Trotski, en su brillante y detallado análisis de la Revolución de 1905, fue en ese momento cuando «los socialdemócratas pasaron a primer plano». Por socialdemócratas se refería al marxista POSDR, el partido del que más tarde surgirían los bolcheviques. Estos activistas ayudaron a redactar la famosa petición que los manifestantes intentaron entregar el 9 de enero.
La petición -en el tono más respetuoso- pedía varias reformas legales, políticas y laborales que aliviarían parte del sufrimiento de los trabajadores. Llamaba al Zar «señor» y le rogaba que les protegiera de los burócratas y empresarios que les explotaban. En estas conmovedoras líneas, los trabajadores de San Petersburgo describían su situación:
«¡Señor! Aquí somos más de trescientos mil y, sin embargo, todos somos seres humanos sólo en apariencia; en realidad, no se nos reconoce ni un solo derecho humano, ni siquiera el derecho a hablar, a pensar, a reunirnos, a discutir nuestras necesidades o a tomar medidas para mejorar nuestra situación.
«A cualquiera de nosotros que se atreva a alzar la voz en defensa de los intereses de la clase obrera nos meten en la cárcel o nos mandan al exilio. Nos castigan como si fuera un delito tener un corazón bondadoso, un alma sensible. Compadecerse de un obrero, de una persona oprimida, privada de derechos, atormentada, ¡es cometer un grave delito!
«¡Señor! ¿Está esto de acuerdo con las leyes divinas, por cuya gracia reináis? ¿Y es posible vivir bajo tales leyes? ¿No es mejor que muera todo el pueblo trabajador de Rusia, para que los capitalistas y los funcionarios malversadores, los ladrones del pueblo ruso, puedan vivir y divertirse?»
Sin embargo, a pesar de su tono respetuoso, la petición exigía cambios significativos que, de ser aceptados, habrían puesto en tela de juicio la base misma del gobierno del zar. En particular, se le pedía que convocara una Asamblea Constituyente que diera paso a una nueva era democrática en Rusia, en la que los obreros y los campesinos pobres pudieran al menos hacer oír su voz. Evidentemente, el zar y los señores feudales no podían permitir tal concesión.
La petición, firmada por 150.000 personas, nunca fue aceptada por el zar. En su lugar, el 9 de enero, la policía de San Petersburgo, las tropas y los cosacos a caballo atacaron a los manifestantes desarmados en varios puntos de la ciudad, fusilando a muchos en plazas abiertas y matándolos a hachazos con sables en cargas de caballería. Las estimaciones de los muertos varían tanto que es imposible dar un número exacto. Al menos cientos de personas murieron y miles resultaron heridas durante las horas que duró la lucha urbana en la capital rusa.
Ese día, el domingo 9 de enero, se conoce desde entonces como el Domingo Sangriento. La violencia que tuvo lugar se ha convertido en un símbolo de la despiadada explotación y opresión a la que se han enfrentado durante siglos los trabajadores y campesinos rusos. La masacre dejó una profunda huella en las clases media y baja de la sociedad rusa. Habiendo sido testigo de lo que ocurrió aquel día en las calles de San Petersburgo, el artista Valentin Serov pintó uno de sus cuadros más famosos, cuyo título estaba impregnado de amargura, ironía y un sentimiento de profunda decepción: «Soldados, valientes muchachos, ¿dónde está vuestra gloria?».
Pero también fue un punto de inflexión, el momento en que las masas ya no podían aceptar su opresión y se vieron obligadas a desafiar a sus opresores y luchar por el control de la sociedad. La masacre reveló claramente que el zar era uno de sus opresores, igual que los poderosos terratenientes o los ricos propietarios de fábricas que les explotaban directamente. Lenin escribió que «la educación revolucionaria del proletariado ha dado en un día un salto adelante que no habría podido dar en meses y años de vida gris, cotidiana y oprimida».
El enorme salto en la conciencia política del proletariado ruso -que, en el transcurso de un día, había pasado de marchar hacia el Zar con iconos en las manos, a organizar una huelga y levantarse en lucha armada contra el régimen- supuso una conmoción para el público intelectual liberal, que había declarado al proletariado ruso «insuficientemente maduro» para la revolución, tal y como lo describe León Trotski:
«“Todavía no hay un pueblo revolucionario en Rusia”
“El obrero ruso está culturalmente atrasado, oprimido y (nos referimos principalmente a los obreros de San Petersburgo y Moscú) aún no está suficientemente preparado para la lucha social y política organizada”.
Así escribía el Sr. Struve en su periódico, Osvobozhdenie. Lo escribió el 7 de enero de 1905, dos días antes del levantamiento del proletariado de San Petersburgo, aplastado por los regimientos de la Guardia.
“Todavía no hay un pueblo revolucionario en Rusia”.
Estas palabras deberían haber sido grabadas en la frente del señor Struve, si su frente no se pareciera ya a una lápida bajo la cual descansan tantos esquemas, consignas e ideas -socialistas, liberales, “patrióticas”, revolucionarias, monárquicas, democráticas y otras- siempre calculados para no ir demasiado lejos, y siempre irremediablemente atrasados…
“No hay un pueblo revolucionario en Rusia”, decía por boca del liberalismo ruso de Osvobozhdenie quien a lo largo de tres meses había logrado convencerse de que era la figura principal de la escena política, de que su programa y su táctica determinaban todo el destino del país. Y antes de que esta declaración llegara a sus destinatarios, el telégrafo difundió por todo el mundo la gran noticia del comienzo de la revolución del pueblo ruso.»
(L. Trotski, Tras el levantamiento de San Petersburgo (enero de 1905), escrito 20 de enero 1905)
Las secuelas
La masacre de la capital provocó una huelga general en todo el país que derivó en lo que hoy se considera la primera revolución rusa. En los días y semanas siguientes a la masacre, se corrió la voz del derramamiento de sangre y estalló la ira de la población.
Primero se declararon en huelga los electricistas de la ciudad. Luego los trabajadores de la imprenta. Después, los marineros de la base naval de Kronstadt. Finalmente, en octubre, comenzó una huelga general. Los ferroviarios la extendieron por todo el país. Luego los mineros, y así sucesivamente. Marchando de ciudad en ciudad, la huelga general se extendió por todo el Imperio ruso. Las huelgas duraban un mes o más, luego amainaban, para ser seguidas por otra huelga uno o dos meses después.
La descripción de León Trotsky transmite el desarrollo ondulatorio de la huelga, que se convirtió en una revolución en toda regla:
«La huelga extiende ahora una mano dominadora sobre toda la extensión del país. Se deshace de todas sus vacilaciones. A medida que el número de huelguistas aumenta, su seguridad se hace mayor. Por encima de las necesidades económicas de las profesiones, se elevan las reivindicaciones revolucionarias de la clase. Despegándose de los marcos corporativos y locales, comienza a sentir que es ella misma la revolución, y esto le confiere una audacia inesperada». (L. Trotsky, La huelga de octubre)
En medio de estas oleadas revolucionarias, los trabajadores rusos se convirtieron en pioneros de una nueva forma de organización: los soviets. Estos consejos obreros se crearon a principios de octubre como órganos que podían unir a trabajadores de diferentes profesiones y partidos políticos en un solo organismo para la coordinación de acciones de autodefensa y huelga. Los soviets debían representar a una sola clase: la clase obrera.
El primer órgano de este tipo, organizado en San Petersburgo, se llamó Soviet (la palabra rusa para «consejo») de Diputados Obreros. Inmediatamente se puso a trabajar en la organización de la revolución, convocando huelgas, promoviendo la comunicación entre las organizaciones obreras, exigiendo cambios en la política del gobierno de la ciudad, ocupándose de cuestiones relacionadas con el suministro de alimentos y mercancías, haciendo declaraciones públicas en nombre de la clase obrera y organizando la defensa de las fábricas y de los trabajadores en huelga. Aunque muchos de los representantes eran trabajadores sin partido, otros eran mencheviques y bolcheviques, miembros del POSDR. Fue el primer órgano democrático de la clase obrera en la historia de Rusia.
A finales de 1905, sin embargo, el auge de la revolución se estaba desvaneciendo lentamente bajo la presión de una combinación de represión zarista, reformas suaves y agotamiento. En noviembre, los miembros del Soviet de Diputados Obreros fueron arrestados y enviados al exilio. En diciembre, la última revuelta obrera en Moscú fue brutalmente reprimida, y la revolución de 1905 entró en su ocaso.
El significado del Domingo Sangriento
A pesar de su derrota, la revolución de 1905 anunció el amanecer de una nueva era. Los obreros, campesinos y soldados que participaron en la revolución no sólo se habían despojado de sus viejas ilusiones sobre el zar, sino que también habían sido testigos de su propio y colosal poder colectivo en la lucha contra sus opresores y el sistema represivo que moldeaba sus vidas, y habían desarrollado nuevas y poderosas herramientas para ejercerlo: la huelga general y los soviets. Ambos se utilizarían doce años más tarde, en la Revolución Rusa de 1917. De hecho, la experiencia de la revolución de 1905, y las lecciones extraídas de ella, sentaron las bases para el éxito de la revolución socialista doce años después.
El detonante de todo esto fue el Domingo Sangriento. El asesinato de cientos de obreros en San Petersburgo aquel frío día despertó violentamente al proletariado, a los campesinos e incluso a los soldados para que comprendieran su posición en la sociedad, sus enemigos y -al levantarse, armas en mano- su propia fuerza, que utilizarían para cambiar irreversiblemente el mundo.
Quizá hayas oído la desconcertante frase de que con los fragmentos de un chícharo es posible reconstruir el sol e incluso el universo completo. Pues la frase expresa la esencia de la “paradoja de Banach-Tarski”, un desconcertante teorema de las matemáticas y la teoría de conjuntos que plantea interesantes reflexiones sobre el alcance de las matemáticas, los resultados contraintuitivos de operar con el infinito, la relación entre análisis y síntesis, lo abstracto y lo concreto, y geometrías fractales.
La paradoja Banach-Tarski demuestra matemáticamente que es posible dividir una esfera sólida en “n” número de partes y reconstruir con dichos fragmentos dos esferas idénticas a la primera, con tan solo rotar y permutar las piezas (es decir sin estirarlas o deformarlas).
Vale la pena señalar que Stefan Banach y Alfred Tarski fueron matemáticos polacos. El primero tenía buenas relaciones con los científicos soviéticos, razón por la cual fue sospechoso bajo el régimen nazi y sobrevivió realizando experimentos con piojos donde él mismo era el donante de sangre para alimentarlos. Muy dañado en su salud murió en 1945 recién terminada la ocupación. Alfred Tarski logró emigrar a Estados Unidos poco antes de la invasión de Hitler pero la mayor parte de sus familiares murieron en campos de concentración.
La paradoja en cuestión es el equivalente de “Hotel de Hilbert” aplicado a los puntos de una esfera. Recordemos que en la paradoja del Hotel de Hilbert es posible alojar a un huésped en un hotel infinito completamente lleno, simplemente solicitando a los ocupantes que se cambien a la habitación que resulta de sumar +1 el número de su habitación (lo cual es posible pues infinito +1 es igual a infinito). El nuevo huésped ocupa la habitación número 1. Pero en este hipotético hotel infinito completamente lleno podrían alojarse también un infinito número de huéspedes, solicitando a los ocupantes que multipliquen por 2 el número de su habitación y ocupen el resultado; los nuevos huéspedes se hospedan en los infinitos números impares que quedaron vacíos (esto es posible porque hay infinitos números pares e impares). Algo similar puede hacerse con infinitos camiones llenos de infinitos huéspedes que solicitaran alojamiento en el hotel, esta vez usando los infinitos números primos para cada uno de los infinitos autobuses y un número par o impar para cada uno de los huéspedes de cada camión, cada huésped de toma el número primo de su autobús y lo eleva al número par o impar que se le asignó, resultando la habitación que debe ocupar. La paradoja demuestra que hay diferentes tipos de infinitos –mayores y menores– y que la noción de infinito rompe el “sano” sentido común.
La esfera es, desde un punto de vista geométrico, equivalente a ese hotel infinito puesto que se puede demostrar que una esfera contiene infinitos puntos. La paradoja Banach Tarski implica descomponer en su totalidad la esfera en infinitos puntos, agrupar dichos puntos por el tipo de rotación en la esfera con la cual se obtuvieron (en sentido horario o antihorario, hacia el eje de las x o y). Como los puntos carecen de dimensión, se pueden realizar determinadas operaciones con ellos sin considerar su volumen. Luego es posible reagrupar –integrar– los puntos en piezas con dimensión determinada y formar con dichas piezas dos esferas idénticas a la original.
Sin violar las reglas de las matemáticas, la geometría euclidiana y la teoría de conjuntos es posible repetir esa operación con las nuevas esferas y obtener infinitas de ellas a partir de una. Este resultado increíble es consecuencia de operar con el infinito y llevar a sus últimas consecuencias el descomponer un cuerpo en puntos sin dimensión.
Otra manera de verlo es asignar a cada punto de la esfera otro punto en una estructura geométrica fractal. Los fractales tienen dimensiones irracionales muy extrañas, mayores que cero, pero menores a cualquier número definido. Geométricamente podemos decir que los fractales están en algún punto entre el ser y el no ser, entre el cero y cualquier número racional.
Evidentemente esto es imposible en la física real, no sólo porque no es posible crear materia de la nada -de acuerdo al principio fundamental de la conservación de la materia y la energía-, sino porque es imposible dividir un objeto hasta convertirlo en puntos sin dimensión. No sólo habría que romper la esfera más allá de sus átomos y partículas subatómicas, sino dejar puntos infinitamente pequeños sin dimensión alguna. Pero la historia de la física –el descubrimiento del átomo, las partículas subatómicas y una infinidad de nuevas partículas que se descubren continuamente– nos demuestra que no hay una última partícula más allá de la cual no exista nada.
Un punto es una abstracción mental que omite -por conveniencia práctica- las contradicciones concretas. La descomposición geométrica de la realidad en figuras, cuerpos y números es indispensable para el entendimiento científico, pero es necesario reconocer sus límites. La paradoja muestra, entre otras cosas, los límites de la abstracción matemática. Las matemáticas no son sino una herramienta para comprender y transformar el mundo, nos ayudan a extraer las relaciones cuantitativas y mediciones del mundo material. Pero toda abstracción o nos ayuda a entender la realidad o también nos puede alejar de ella y volar al mundo de las abstracciones sin brújula ni ancla. Lo que decide entre la vinculación de las matemáticas y los teoremas con la realidad es la práctica humana y la transformación del mundo que corrobora o no teoremas e hipótesis.
Si bien es cierto que es imposible obtener dos esferas a partir de una -o romper un dólar para reensamblar millones-, la paradoja sí muestra -desde nuestro punto de vista- las propiedades dialécticas del infinito y su utilidad en las matemáticas. Por ejemplo: el cálculo -que opera con cantidades infinitamente pequeñas y un límite infinitamente grande en relación a ellas- implica la noción de infinito. Y es un poderoso instrumento que permite mediciones muy precisas que no serían posible de otra forma. A pesar de la oposición de mentes como Berkeley, que se opusieron al cálculo de Newton y Leibniz, fue el hecho de que funcionaba en la práctica lo que decidió el debate.
Bien es cierto que la paradoja de Banach –Tarski es más un ejercicio intelectual, muestra las paradojas que implica la noción de infinito y que parecen implícitas a éste–. Ya Engels había señalado que era en sí mismo una contradicción que el infinito se compusiera de la suma de “honradas finitudes”. Algo similar ocurre con la esfera que es finita e infinita desde diferentes ángulos. Es decir, la esfera es finita desde un punto de vista sintético –como una entidad definida entre otras– pero es infinita desde el punto de vista analítico –es decir, se puede dividir en partes más pequeñas infinitamente– y esto es así porque todo cuerpo no es sino un conjunto dentro de un universo infinito, todo ser no es más que un conjunto que contiene infinitos conjuntos en un universo infinito. La síntesis que hacemos los seres humanos para diferenciar los objetos y entenderlos, no excluye a dichos objetos de la interconexión universal y de formar parte de un todo. Sin embargo, este infinito se conoce a través de una progresión en sí misma infinita, no se puede conocer de golpe –como sucede en la intuición mística o en la revelación religiosa–. No es posible decir: aquí está el infinito completo, te lo presento y te lo revelo.
En conclusión. Si bien es imposible desarmar un guisante para rearmar el sol, no es menos cierto que el guisante contiene en sí mismo un universo infinito e inagotable. Todo objeto es, de cierta manera, un fractal del universo.
Rosa Luxemburg (1871-1919) encarna un símbolo de cambio social radical y la defensa de la teoríamarxista. Su existencia personificó una dedicación constante a la cruzada por la equidad social, los derechos de los trabajadores y la emancipación de los grupos subyugados. La inteligencia, el coraje y su habilidad para motivar a otros, de Luxemburg, tuvieron un impacto duradero.
Infancia y formación intelectual
Nacida el 5 de marzo de 1871 en Zamość, Polonia, entonces bajo el dominio del Imperio Ruso, Rosa Luxemburg creció en un hogar judío de clase media. Desde joven, mostró una personalidad indomable y una profunda sensibilidad ante las injusticias sociales. En su adolescencia, se involucró en grupos políticos clandestinos, a pesar del peligro que representaba el duro régimen zarista.
A los dieciocho años, para evitar la marginación política, se mudó a Zúrich, Suiza, y estudió filosofía, historia, ciencias económicas y ciencias políticas en la universidad. Su tesis doctoral El desarrollo industrial de Polonia fue pionera en el análisis del sistema económico nacional desde una perspectiva marxista, demostrando su agudeza analítica y la relevancia del marxismo.
Militancia política
Rosa Luxemburg se unió al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), la facción más importante e influyente de Europa en ese período, y rápidamente ascendió a una posición destacada entre sus principales pensadores y líderes. Luxemburg cuestionó la postura moderada del SPD, argumentando que el“socialismo requería una insurrección del proletariado, no ajustes incrementales a la estructura capitalista”.Esto posteriormente fue redactado en uno de los documentos más relevantes de la teoría marxista Reforma o Revolución, mismo que la posicionaría como una fuerza relevante para la construcción del socialismo.
Analizando los acontecimientos revolucionarios de Rusia en 1905, un aspecto influyente de su panorama conceptual marxista fue la propuesta de las manifestaciones y huelgas masivas como un mecanismo central en la lucha por la hegemonía de clase; asegurando cambios económicos y fomentando la conciencia política de la clase trabajadora para sentar las bases de una revolución social.
Rosa Luxemburg y la Primera Guerra Mundial
Con el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914, numerosas facciones socialistas en Europa, incluyendo el SPD, apoyaron a sus respectivas burguesías y votaron a favor de financiar el conflicto. Luxemburg, junto con otros disidentes como Karl Liebknecht, se opusieron firmemente a esta decisión, considerando el conflicto como una sangrienta confrontación entre naciones imperialistas que ignoraba los intereses del proletariado.
Como respuesta, ayudó a formar la Liga Espartaquista que se convertiría en el Partido Comunista de Alemania.
Por su oposición a la guerra, Luxemburg fue encarcelada varias veces durante el conflicto. A pesar de su encarcelamiento, continuó estudiando y analizando las dinámicas entre las diferentes clases sociales, el impacto del imperialismo, el papel contrarrevolucionario del reformismo y el movimiento por el cambio social.
La Revolución alemana y el trágico final
Tras el fin de la Gran Guerra en 1918, Alemania se sumió en una crisis política y económica que desembocó en la Revolución alemana. Rosa Luxemburg y los espartaquistas jugaron un papel crucial en este proceso, impulsando la formación de un estado socialista basado en consejos de trabajadores (el equivalente a los soviets rusos).
A pesar de la fuerte resistencia, la revolución generó preocupación entre los conservadores y socialdemócratas, temerosos de perder su influencia política. En enero de 1919, Luxemburg y Liebknecht encabezaron la fallida Rebelión Espartaquista en Berlín, un levantamiento que intentaba derrocar al gobierno provisional. El 12 de enero, se dió una huelga que buscaba tomar el poder en un estado proletario de Alemania “el Levantamiento Espartaquista”, aunque en realidad la Liga Espartaquista no la convocó ni la dirigió, aunque sí formó parte.
El error de estos dos grandes revolucionarios fue no preparar con años de antelación el partido de cuadros que educara a los militantes para la revolución, como lo hizo Lenin con el Partido Bolchevique.
El 15 de enero de 1919, Luxemburg y Liebknecht fueron capturados y asesinados brutalmente por paramilitares aliados con el gobierno socialdemócrata. A ella, uno de los paramilitares le rompió el cráneo con la culata de su rifle, con la sangre brotando de su herida, la metieron a un auto, donde fue abatida a tiros y arrojada al canal Landwehr de Berlín.
Legado
Rosa Luxemburg se distinguió por su crítica incisiva del capitalismo y también por su rechazo al marco del autoritarismo del Estado burgués. Luxemburg fue una internacionalista y abogó por un sistema socialista basado en la democracia obrera y que incluyera a sectores oprimidos como las mujeres, donde la libertad de expresión y la lucha masiva del proletariado fueran fundamentales.
“Ser diferente te da más libertad”
Las ideas de Rosa Luxemburg han impactado tanto a pensadores como movimientos sociales en todo el mundo, sin embargo, el énfasis va siempre de la mano de una lucha de clases.
Resaltó el valor de la democracia, la organización y la solidaridad de los explotados a nivel internacional, que sigue siendo relevante en nuestro entendimiento del marxismo y la lucha comunista, contra el fundamentalismo de mercado, el autoritarismo y por la lucha proletaria internacional.
Rosa Luxemburg mantuvo y murió fiel a sus convicciones, aún en los momentos más desgarradores.
“Quien renuncia a la lucha por el socialismo, renuncia también a la movilización obrera y a la democracia.”
Para poder entender las raíces, el ADN, que marca desde su surgimiento la impronta especialmente brutal y reaccionaria de la burguesía y el capitalismo español, hay que remontarse al período en que, surgiendo de las entrañas de la vieja sociedad feudal en disolución, se empieza a abrir camino el dominio del capital y el régimen burgués.
España y la llamada “acumulación originaria del capital”
Marx en el último apartado del Volumen I de El Capital, aborda la llamada acumulación originaria. En el primer párrafo de ese apartado, sintetiza algunas de las conclusiones centrales analizadas en los capítulos previos y describe:
“Hemos visto cómo se convierte el dinero en capital, cómo sale de éste la plusvalía y cómo la plusvalía engendra nuevo capital. Sin embargo, la acumulación de capital presupone la plusvalía, la plusvalía la producción capitalista y ésta la existencia en manos de los productores de mercancías de grandes masas de capital y fuerza de trabajo. Todo este proceso parece moverse dentro de un círculo vicioso, del que sólo podemos salir dando por supuesta una acumulación “originaria” anterior a la acumulación capitalista -acumulación previa- la denomina Adam Smith; una acumulación que no es resultado sino punto de partida del régimen capitalista de producción.
«Esta acumulación originaria viene a desempeñar en economía política el mismo papel que juega en teología el pecado original. Al morder la manzana, Adán engendró el pecado y lo transmitió a toda la humanidad».
Abordando el análisis de cuáles fueron los factores y hechos objetivos que facilitaron y aceleraron esa acumulación primigenia, tenemos la versión edulcorada y laudatoria de los economistas burgueses, que presentan la acumulación previa como la merecida recompensa a un pequeños grupo de chicos buenos y ahorradores, dedicados en cuerpo y alma al trabajo cual laboriosas hormigas. De esa idílica manera, esos hombres de bien, pudieron guardar para el futuro y el capital brotó de su esfuerzo, tan limpio y reluciente como una patena.
Frente a este bonito cuento oficial, Marx generalizando la experiencia histórica de todo el desarrollo social, afirma que fue a través de la fuerza como se realizó el proceso de acumulación previa: “La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es por sí misma una potencia económica.
Haciendo gala de su extraordinaria capacidad de síntesis, partiendo del estudio del conjunto de hechos particulares que marcan los albores del dominio del capital, aplicando el método del materialismo dialéctico, Marx deduce hacia dónde apunta la dinámica histórica general. Extrayendo las leyes que de ella se derivan, analizando la génesis del Capitalista Industrial, explica:
“La Edad Media había legado dos formas de capital, que alcanzan su sazón en los más diversos tipos de sociedad y que antes de llegar la era de producción capitalista son considerados como el capital por antonomasia». El capital usurario y el capital comercial.
«El régimen feudal en el campo y en la ciudad el régimen gremial, impedían al dinero capitalizado en la usura y el comercio convertirse en capital industrial.
«Dichas barreras desaparecieron con el licenciamiento de las huestes feudales y con la expropiación y desahucio parciales de la población campesina. Las nuevas manufacturas habían sido construidas en los puertos marítimos de exportación o en lugares del campo alejados de las antiguas ciudades y de su régimen gremial.
«El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, esclavización y enterramiento en las minas de la población aborigen, el comienzo y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión de África en un cazadero de esclavos negros.
«Son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista.
«Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria. Tras ellos pisando sus huellas, viene la guerra comercial de las naciones europeas, cuyo escenario fue el planeta entero. Rompe el fuego con el alzamiento de los Países Bajos, sacudiendo el yugo de la dominación española, cobra proporciones gigantescas en Inglaterra con la guerra anti jacobina, sigue ventilándose en China en las guerras del opio….”
“Las diversas etapas de la acumulación originaria tienen su centro por orden cronológico más o menos preciso, en España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. Es en Inglaterra donde a fines del siglo XVII se resumen y sintetizan sistemáticamente en el sistema colonial, el sistema de la deuda pública, el moderno sistema tributario y el sistema proteccionista”.
Y concluye: “El Capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”
Monarquía absoluta, conquista y expolio colonial: del sueño de El Dorado a la lenta y prolongada pesadilla de un régimen putrefacto
España tuvo, por así decirlo, la ventaja de la primogenitura histórica de ser el país donde la monarquía absoluta se desarrolló en su forma más acusada y con anterioridad a los demás estados feudales, sobre la base material de la unión de los reinos de Aragón y Castilla y la conquista de Granada bajo el reinado de los Reyes Católicos. Esto, unido al casi simultáneo y casual descubrimiento de América, empujados por la búsqueda de un mejor acceso al comercio de Especias con las Indias –frente a la ruta africana controlada por Portugal se buscaba otra hacia el Indico–, conforman el escenario que en los comienzos del siglo XVI otorgaron a la monarquía española la superioridad sobre el resto de Europa y el dominio de América del Sur.
En su primer artículo de la serie “La España Revolucionaria”, publicado en el New York Daily Tribune el 09-09-1854, analizando este proceso Marx sintetiza:
“Fue en el siglo XVI cuando se formaron las grandes monarquías, que se erigieron en todas partes sobre la base de la decadencia de las clases feudales en conflicto: la aristocracia y las ciudades. Pero en los otros grandes Estados de Europa la monarquía absoluta se presenta como un centro civilizador, como la iniciadora de la unidad social. Allí era la monarquía absoluta el laboratorio en que se mezclaban y trataban los distintos elementos de la sociedad; hasta permitir a las ciudades trocar la independencia local y la soberanía medievales por el dominio general de las clases medias y la común preponderancia de la sociedad civil. En España por el contrario, mientras la aristocracia se hundía en la decadencia sin perder sus privilegios más nocivos, las ciudades perdían su poder medieval sin ganar en importancia moderna.
“Si después del reinado de Carlos I la decadencia de España, tanto en el aspecto político como en el social, ha exhibido todos los síntomas de ignominiosa y lenta putrefacción que fueron tan repulsivos en los peores tiempos del imperio turco, en los de dicho emperador las antiguas libertades fueron al menos enterradas en un sepulcro suntuoso. Eran los tiempos en que Vasco Núñez de Balboa hincaba la bandera de Castilla en las costas de Darién, Cortés en México y Pizarro en el Perú; en que la influencia española tenía la supremacía en Europa, y la imaginación meridional de los íberos se encandilaba con la visión de El Dorados, de aventuras caballerescas y de una Monarquía Universal. Entonces desapareció la libertad española en medio del fragor de las armas, de los ríos de oro y de los tétricos resplandores de los autos de fe”.
“El descubrimiento de América. que al principio fortaleció y enriqueció a España, se volvió pronto contra ella» / Dominio público
Efectivamente, como Marx resalta, la práctica eliminación de los dos pilares del viejo poder de las ciudades medievales españolas –los Ayuntamientos y las Cortes– proceso que se aceleró de manera decisiva tras la derrota de los comuneros en Villalar el 23 de abril de 1521, fue el síntoma prematuro de lo que estaba por llegar.
En poco menos de un siglo, los mismos factores que impulsaron los éxitos iniciales del imperio español se convirtieron en su contrario. Estos condujeron a un período de decadencia, que hasta hoy mismo sigue marcando la impronta del capitalismo y la burguesía española.
En su artículo “La Revolución española y las tareas de los comunistas” (24-01-1931), Trotski explica el enorme atraso del capitalismo español en el contexto europeo de comienzos de los años 30 del siglo pasado, y siguiendo la estela de los artículos de Marx sobre la España revolucionaria del siglo XIX, comenta:
“El descubrimiento de América. que al principio fortaleció y enriqueció a España, se volvió pronto contra ella. Las grandes rutas comerciales se apartaron de la península ibérica. Holanda enriquecida tomó la delantera a España. Después de Holanda fue Inglaterra quien adquirió una posición aventajada sobre el resto de Europa. Era la segunda mitad del siglo XVI. España se aproximaba a la decadencia Después de la destrucción de la Armada Invencible (1588) esta decadencia revistió -por así decirlo- un carácter oficial. Nos referimos al advenimiento de ese estado de feudalismo burgués que Marx llamó la putrefacción lenta y sin gloria.
«Las viejas y las nuevas clases dominantes -la nobleza latifundista y el clero católico mediante la monarquía, las clases burguesas mediante sus intelectuales- intentaron tenazmente mantener sus viejas pretensiones, pero ¡Ay! sin sus antiguos recursos. En 1820 las colonias de América del Sur se separaron definitivamente. Después de la pérdida de Cuba en 1898, España quedaba sin posesiones coloniales. Las aventuras de Marruecos no supusieron más que la ruina del país y la intensificación del descontento del pueblo”.
Siglo XIX, la revolución burguesa en España, el papel de las últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas
Si hubiera que elegir dos tesis que se muestren como norma, en toda la experiencia acumulada de la humanidad desde el mismo momento en que surgen las clases, estas sin duda serían: la lucha de clases y que ninguna clase dominante abandona voluntariamente la escena de la historia. La primera, se expresa como fuerza motriz que, inicialmente de forma acumulativa, y una vez se han alcanzado los límites de una sociedad dada, de forma revolucionaria, hace girar las ruedas de la historia, instaurando un nuevo marco social que niega lo viejo y encaja con las nuevas capacidades productivas y necesidades de la sociedad. La otra tesis constantemente reiterada, estrechamente ligada con este carácter histórico y por tanto finito de cualquier régimen social, es que ninguna clase dominante en la historia se ha podido reconciliar nunca con la idea de que el régimen social que garantiza su poder y privilegios esté destinado a desaparecer.
Esta verdad incuestionable, de que ninguna clase dominante abandona voluntariamente la escena de la historia, resalta la importancia en la lucha de clases del campo de batalla ideológico, y permite entender el sesgo de clase de las llamadas ciencias sociales. Este proceso se agudiza más aún, como es el caso hoy, en períodos de crisis orgánica del sistema que muestran ante los ojos de millones la bancarrota del capitalismo y el riesgo que su supervivencia implica para el futuro de la humanidad.
En este sentido, no es de extrañar que para la burguesía cuando se trata de abordar el pasado, el fomento de la desmemoria, unido al ocultamiento y la distorsión, sean la norma. Esto es así, incluso cuando se trata de explicar cómo se realizó su propio ascenso histórico, por no hablar de las luchas obreras revolucionarias que han cuestionado su sistema-.De esta forma, cuando el gran historiador escoces Thomas Carlyle escribe en 1795 -sólo 150 años después de los hechos- su libro “Cartas y discursos de Oliverio Cromwell”, para recuperar la figura histórica del que fue máximo dirigente de la revolución inglesa, tuvo que desenterrarla, en sus propias palabras, de debajo de un montón de perros muertos. ¡Qué decir del pavor indisimulado de la burguesía gala, para evitar por cualquier medio el recuerdo de su infancia revolucionaria!. Y si esta es la norma general en todo el mundo burgués, no por casualidad, en el caso del parasitario capitalismo hispano, la norma adquiere el carácter de una necesidad obsesiva e inquebrantable, que ningún grupo político o social que acepte el juego institucional puede romper.
Los patrióticos dirigentes hispanos, tras la imagen que venden de una España de ”glorioso” pasado -la tan falsa y manida hispanidad- y de un más que prometedor presente y futuro, lo que pretenden en realidad es ocultar bajo siete velos su auténtico rostro, la historia real de una burguesía parasitaria y reaccionaria, incapaz de hacer avanzar la sociedad. El cuadro real de la sociedad española a la que ellos representan, tiene mucho más que ver, con la descripción que ya hace 4 siglos hacía Cervantes en sus Novelas Ejemplares de la situación del país: la imagen del “caballero” que, bajo su capa de curtido cuero, ocultaba sus harapos y junto con él nos presentaba a esa cofradía de truhanes, ladrones y criminales que se reunían en el patio de Monipodio.
Si algo caracteriza al largo proceso de alumbramiento del dominio de la burguesía en España -que prácticamente abarca todo el siglo XIX-, es su inconsistencia, su incapacidad de llegar hasta el final rompiendo definitivamente con toda la basura feudal y clerical. Otro elemento decisivo que marca con su impronta todo el período, y cuya alargada sombra llega hasta nuestros días, es el importantísimo peso que en la acumulación originaria de capital tiene el dominio colonial de Cuba y en mucha menor medida los de Puerto Rico y Filipinas.
Lejos de romper con el viejo régimen, lo que se produjo fue la fusión de la aristocracia terrateniente con la nueva clase burguesa ennoblecida, bajo la tutela de la rapaz monarquía borbónica y con el asfixiante peso de una intocable Iglesia Católica. Todo ellos garantizado, sobre todo a partir del final de la Guerra de Independencia, por un Ejército y una judicatura, elementos centrales del Estado burgués, que intervienen como “árbitros” en los momentos de ruptura del equilibrio social o político, aglutinados en torno a la reaccionaria figura del monarca.
Todo este entramado que vincula y une a las viejas y nuevas fortunas, fusionadas estrechamente con el Estado, en cuyo vértice se coloca el Rey, sólo tiene como único objetivo seguir exprimiendo hasta la última gota de la riqueza creada en las colonias de ultramar y en la península por el trabajo de las masas populares.
En el último tercio del siglo XIX fracasa el intento de los sectores revolucionarios de la pequeña y mediana burguesía republicana de modernizar el país, con el fin del denominado sexenio revolucionario y de la efímera 1ª República 1868-1874. Junto con la restauración de la monarquía, en la figura de Alfonso XII, un nuevo y decisivo actor, la clase obrera, irrumpe con fuerza en la escena de la historia, anticipando el rol decisivo que la lucha obrera tendrá en el futuro del país, desde los inicios del siglo XX hasta hoy.
Azúcar y Esclavistas
El ejemplo de la independencia de Estados Unidos de la corona británica, fruto de la primera revolución americana, seguido por el triunfo de la Revolución Francesa en 1789 y dos años después por la victoria de los llamados jacobinos negros en su guerra de liberación nacional, en la isla de Santo Domingo controlada por Francia, que condujo a la independencia de Haití[1], animaron de manera decisiva el movimiento pro independencia en las colonias españolas de América. Este proceso fue favorecido a su vez por la crisis dinástica en la península. Esta crisis, que tras la denominada abdicación de Bayona donde Carlos IV cede el reino a Napoleón, conduce a la invasión francesa y a la Guerra de independencia de 1808-1814.
Frente a la pasividad sumisa del monarca, de su corte aristocrática y las élites dominantes, son la insurrección y resistencia popular, canalizada a través de las juntas revolucionarias que se forman a nivel local y provincial, junto a las Cortes que se convocan en Cádiz en 1812, los artífices de la derrota de Napoleón. Tras la salida de las tropas invasoras, la restauración del trono en la persona del infausto Fernando VII pone fin a los aires de cambio. Gran parte de los avances constitucionales se revierten y con ello se impulsa de manera imparable la lucha por la independencia americana. En menos de dos décadas 1810-1825, todas las colonias continentales han conquistado su independencia y el imperio queda reducido a las islas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Ciertamente, el expolio y exterminio inicial de las poblaciones indígenas en las colonias de las grandes potencias ascendentes, también viene acompañado desde el siglo XVI y hasta finales del XIX, por la conversión de África en un cazadero de seres humanos, donde obtener la abundante mano de obra que exigían las nuevas plantaciones en América. Entre 12 y 15 millones de negros son esclavizados y trasladados forzosamente atravesando el Atlántico hasta América -desde Rio de Janeiro al Sur hasta la bahía de Chesapeake al Norte-, para que los que llegan vivos -se estima que al menos 2 millones murieron en el viaje- trabajen hasta la extenuación, sacrificados en el altar de la rápida acumulación de capitales. Esto, a su vez, engrasa y acelera la creación de un mercado cada vez más global que absorbe una demanda cada vez mayor de mercancías, impulsando a su vez el desarrollo de la manufactura y la industria.
La importancia que adquieren las plantaciones esclavistas de azúcar, café, tabaco y, más tarde, desde finales del XVIII las de algodón destinadas a satisfacer la demanda de la industria textil inglesa, impulsan el llamado Tráfico Triangular que se inicia en el siglo XVI y extiende sus vértices entre Europa, África y América, conformando un factor muy importante en el impulso de esta etapa germinal del capitalismo.
En los siglos XVII y XVIII el comercio de esclavos se incrementa enormemente y de los 300.000 que se estiman llegaron a América en el siglo XVI -de manera especial hacia las plantaciones brasileñas-, la cifra asciende a más de 1,5 millones en el XVII y supera los 6,5 millones en el XVIII. Durante esos 200 años la trata la dominan los ingleses, holandeses y franceses.
En el caso de las antiguas colonias españolas de la América continental, la esclavitud africana aunque significativa, no alcanzó las cifras del Brasil o de las Islas tropicales bajo el control de las principales potencias. Con escasas excepciones, la esclavitud africana sobrevivió a las independencias hispanoamericanas, para extinguirse en las repúblicas que allí se proclamaron durante la segunda mitad del siglo XIX.
Coincidiendo con el declive colonial, es precisamente en los ochocientos, cuando en lo que resta del dominio imperial español, sobre todo en Cuba y en menor medida en Puerto Rico, se produce un salto cualitativo, iniciándose el imparable proceso de implantación en los suelos vírgenes de las dos grandes islas caribeñas del modelo exitoso de la gran plantación anglo-francesa y holandesa.
En el impulso inicial de todo el proceso, se combinan la disponibilidad del capital ya atesorado en la isla y la península, y la “liberalización” por la corona en 1789 de la importación de esclavos africanos en todos los territorios hispanoamericanos. Todo ello, poco antes de que se produzca el hundimiento de la mayor productora de azúcar del mundo, que era la isla de Santo Domingo, como consecuencia de la revolución de los negros y esclavos que dio lugar a la segunda nación independiente en América con el nombre de Haití.
Como explica detalladamente el historiador José Antonio Piqueras Arenas en sus textos: La esclavitud en las Españas enero (2012) y Negreros (2021):
“Las islas del Caribe español, Cuba de forma destacada, Puerto Rico a considerable distancia, constituyen en el Siglo XIX los fundamentos del imperio español que sobrevive a las emancipaciones americanas de 1810-1825. Es un imperio que se caracteriza por su inequívoca impronta esclavista. La capacidad de las colonias de generar beneficios explica la ausencia de independencia política de las islas, la posición de potencia media que España conserva en el contexto internacional y una prodigiosa acumulación de capitales a ambos lados del Atlántico, en manos criollas y en manos de españoles de toda condición, desde el aventurero sin escrúpulos hasta la familia real, bien representada por María Cristina de Borbón, madre de Isabel II y durante los primeros años de minoría de esta Reina Gobernadora. Tan estrecho y fructífero resultó el vínculo colonial, que los sucesivos gobiernos ignoraron los tratados internacionales que España suscribió, por los que se prohibía el comercio de africanos a partir de 1820 y se “perseguía su contrabando” hasta con la horca para quienes fueran sorprendidos en su tráfico. Entonces comenzó el período de la trata clandestina que hasta su cese “regular” en 1867- todavía en 1873 fue sorprendido en Cuba un Alijo- llevó a las Antillas a entre 468.000-530.000 y hasta 875.000 esclavos, contraviniendo los acuerdos suscritos y la legislación penal española”.
En base al trabajo esclavo, Cuba en pocas décadas se convirtió en el primer productor de azúcar del mundo / La Jiribilla
Según la estimación media en los distintos estudios demográficos que se han publicado, en Cuba se pasa de menos de 200.000 habitantes a finales del XVIII a más de 1.000.000 en 1840-41, de los que al menos 600.000 son esclavos negros.
Teniendo en cuenta el carácter penoso e insano del trabajo en los ingenios azucareros, por las difíciles condiciones climáticas, lo que sumado a las jornadas agotadoras y a los frecuentes latigazos y malos tratos, provocaban una tasa de mortandad de hasta un 7% anual. Todo ello unido a que la elevada tasa de beneficios hacía más rentable sustituir las bajas con la compra de nuevos esclavos varones. Esto hace que diferentes expertos estimen que las cifras reales de la esclavización forzosa africana en Cuba y Puerto Rico hasta 1898, pudo afectar a entre 1,5 y 2 millones de seres humanos.
Marx, en el capítulo ya citado de El Capital sobre los orígenes de la acumulación originaria, pone el ejemplo de los efectos del tratado de Utrecht en Liverpool. En concreto, Marx se refiere a cómo tras el Tratado de Utrecht de 1713-1715 -que pone fin a la llamada guerra de sucesión española e inaugura el reinado de los Borbones- Luis XIV en premio por el apoyo de Inglaterra a las pretensiones de su nieto Felipe V –pese a que inicialmente apoyaba al candidato de los Austrias-, además de las cesiones territoriales -Gibraltar entre otras-, sobre todo les promete la concesión del “Tratado de Asiento de negros”, promesa que una vez su nieto llega al trono se hizo efectiva otorgando a la compañía británica South East Company la autorización para el envío durante 30 años de 4.800 esclavos anuales a la América española; esto es, 144.000.
Dice Marx: “Liverpool se engrandeció gracias al comercio de esclavos. Ese fue su método de acumulación originaria”, y da las cifras. En 1730 eran 15 los barcos dedicados al comercio de esclavos y en 1792 la cifra asciende a 132. Como conclusión, refiriéndose al auge de la industria algodonera inglesa -que se basó inicialmente en la mano de obra de niños que sacaban de los hospicios y orfanatos para explotarlos hasta la extenuación-, apostilla:
«A la par que implantaban la esclavitud infantil, la industria algodonera servía de acicate para convertir el régimen más o menos patriarcal de la esclavitud en los EE.UU en un sistema comercial de explotación.
«En general, la esclavitud encubierta de los obreros asalariados en Europa exigía, como pedestal la esclavitud sin disimulo en el Nuevo Mundo”.
Los datos más que esclarecedores que detalla en su último libro -Negreros- el ya citado Francisco Piqueras corroboran la tesis de Marx:
”Nunca se transportaron más esclavos de África a América que en el lapso comprendido entre 1750 y 1850. En 1860 se alcanza el máximo de esclavos africanos y afro descendientes en América. En sólo dos países EE.UU y Brasil, más las colonias españolas de Cuba y Puerto Rico y las Neerlandesas de Antillas y Surinam, la cifra supera los 8 millones de esclavos. La producción de estas regiones trabajadas por esclavos se encuentran a la cabeza de las exportaciones americanas y estrechamente ligadas con los mercados más desarrollados y los procesos productivos y tecnologías más avanzados Textiles, Refino y consumo masivo de dulces y bebidas estimulantes… empleándose en su producción, transporte, financiación y comercio los medios más sofisticados que se disponía».
Comparativamente al número de navíos negreros de Liverpool, para hacernos una idea del peso de la esclavitud en la acumulación capitalista originaria española, estas son las estimaciones de Piqueras:
“El número de embarcaciones que participaron en la trata clandestina española, por la proporción que puede establecerse entre navíos capturados y viajes realizados, superó los 2000 y pudo acercarse a los 2.500. Multiplíquese por la marinería precisa para atender los navíos, de 20 a 50 por barco, los capitanes y pilotos, los comerciantes que corresponden a esas cifras, las mercancías necesarias para los intercambios y la industria naval movilizada en el mantenimiento y la construcción de bajeles. Sólo para esta época de trata ilegal y clandestina, hablamos de decenas de miles de personas involucradas de manera activa”.
En base al trabajo esclavo, Cuba en pocas décadas se convirtió en el primer productor de azúcar del mundo. Los datos del estudio La Industria azucarera de Cuba durante el siglo XIX, del mexicano Julio le Riveren resultan esclarecedores:
Año
CubaTns. Azúcar
% Mercado Mundial
LouisianaTns. Azúcar
BrasilTns. Azúcar
1853
322.000
21,8%
225.000
138.000
1855
392.000
27,2%
116.000
106.000
1857
355.000
21,8%
157.000
88.000
1859
536.000
28,2%
181.000
120.000
Teniendo en cuenta que, según diversos cálculos, el valor actualizado de un peso cubano de mediados del XIX equivaldría hoy a 70,49€.
Los capitales generados para la oligarquía azucarera que a su vez engrasaban todo el entramado negrero, alcanzaron cifras desorbitantes. Así teniendo en cuenta el precio de venta medio de una libra de azúcar-0,454 kg- en 1855 de 0,05 pesos, el valor de la producción de ese año sumó 43.178.800 pesos, el equivalente a 3.044 millones de euros de hoy. En 1860 con igual precio medio por libra de azúcar y una producción de 447.000 toneladas, el valor alcanzado fue de 49.237.050 pesos cubanos es decir el equivalente a 3471 millones de euros.
Tras décadas de explotación, se hace necesario trasladar las plantaciones desde la costa occidental hacia el centro de la Isla, lo que encarece el transporte y sumado a los gastos dedicados a la importación de la maquinaria más moderna y a los de la “reposición de esclavos”, hace que se dupliquen los costes del capital necesario para instalar y hacer funcionar un ingenio, y a pesar de ello los beneficios siguen siendo fabulosos. Cuba es la Perla de las Antillas, según muchos autores, constituye una de las colonias más rentables del mundo y como prueba de ello, en 1860, los ferrocarriles y líneas férreas cubanas para el transporte del azúcar son más numerosos que los que existen en toda la América Latina.
Para estimar el peso económico de las colonias en el conjunto de la economía española de mediados del XIX, basta con revisar los datos del artículo de Catalina Guarner: “Economía española entre 1850 y 2015” publicados en ICADE nº10- revista cuatrimestral de las facultades de derecho y ciencias económicas- Según sus propias estimaciones, actualizando a euros de 2010, el PIB total de España ascendía en 1855 a 22.000 millones de euros, y en 1860 la cifra estimada era de 24.000 millones.
Negreros, la representación más acabada del mito del “Indiano”
Según el relato histórico oficial, la figura del Indiano está unida indisolublemente con esa imagen idealizada y nunca mejor dicho “edulcorada”, de hombres emprendedores y audaces, que partiendo de casi nada, gracias a su audacia y habilidad en los negocios en unos años de trabajo duro en las Américas, labraron su fortuna. Sus cronistas ensalzan que fue su importante contribución al engrandecimiento de España y al crecimiento de la economía nacional, lo que les hizo acreedores de los mayores honores y dignos merecedores de la justa concesión “Real” de los títulos que reconocían su innata nobleza.
Hoy, escondiendo el genuino y sangriento origen de sus fortunas, siguen siendo recordados como mecenas, que han dejado su impronta en los hermosos edificios que mandaron construir, en los cuadros expuestos en museos, en bellas estatuas de mármol y rotulados en los nombres de muchas calles de pueblos y ciudades.
Juan Güell y Antonio López López eran dos perfectos exponentes del “Negrero cubano” / Wikimedia Commons
Como ejemplo esclarecedor de lo que nos referimos: ¿Quién no conoce y admira la obra de Gaudí? Lo que es menos conocido es que Juan Güell, padre del que fue mecenas de Gaudí[2], y otro de sus clientes importantes Antonio López López, que le encargó el palacete del Capricho en Comillas, eran dos perfectos exponentes del “Negrero cubano” que se hicieron inmensamente ricos, con la trata y la esclavitud.
Hay una prueba fehaciente del compromiso inquebrantable de todos los políticos del régimen del 78 para no poner en cuestión el relato y con ello la pervivencia de los elementos centrales que garantizan el mantenimiento del sistema burgués. Escenificando la condena formal y por supuesto “unánime” del parlamento a la esclavitud y la trata de africanos, en 2009 se presentaron para su debate en el Congreso de Diputados dos propuestas del PP y el PSOE de Proposición no de Ley “Sobre memoria de la esclavitud, reconocimiento y apoyo a la comunidad negra africana y de afro descendientes en España”. En ninguna de ellas reconocían la responsabilidad española en la trata y el trabajo esclavo, ni se aludía a una reparación simbólica. El 26 de febrero de 2010 se recogía en el Boletín oficial de las Cortes, el texto finalmente aprobado. En el mismo, aparte de la condena genérica del esclavismo, nada quedó sobre retirar los nombres en las calles y otros homenajes a personas “ilustres” que hubieran tenido relación con la trata y la esclavitud. La explicación que dio el portavoz del PP a la enmienda -aprobada por supuesto con el respaldo del PSOE- por la que se suprimía la petición del cambio de nombres de las calles, era que eliminar esos nombres podría generar situaciones complicadas e incómodas que es lo que ninguno queremos que se produzca.
Sus señorías -y más aún los oligarcas del capital cuyos intereses defienden- conocen de primera mano que el capitalismo español, entre otras raíces, hunde una vigorosa y profunda, en el sangriento sustrato de la esclavitud americana. Más aún, son plenamente conscientes que el rastro de los capitales negreros, igual que el más reciente de quienes incrementaron sus fortunas previas o directamente se hicieron ricos con el franquismo. Como textos de referencia para conocer en detalle las viejas y nuevas fortunas bajo Franco: Ricos por la Guerra de España, Los Ricos de Franco y La Familia Franco S.A, todos ellos del periodista y escritor alicantino Mariano Sánchez Soler.
Este rastro nos conduce hasta hoy, donde el mismo viejo entramado de poder adaptado al siglo XXI y los mismos apellidos y títulos nobiliarios de ayer, siguen siendo parte integral de la casta dominante.
Aun siendo numerosos los estudios y textos que diferentes especialistas han dedicado a tratar de forma más o menos acertada lo que supuso la trata y el esclavismo en Cuba, son los dos libros ya citados de José Antonio Piqueras, los primeros que de manera detallada y valiente, además de llamar a las cosas por su nombre, establecen el hilo conductor que vincula la historia de ayer con la situación actual. Dice Piqueras en su introducción a su libro Negreros: españoles en el tráfico y en los capitales esclavistas:
“Una parte del mundo que crearon los negreros desapareció con ellos, otra porción puede ser identificada sin dificultad en la posición y fortuna transmitida por generaciones, reconocible en las élites económicas, políticas y aristocráticas que 200 años después de haberse suprimido la trata legal, 135 años más tarde de ser suprimida la esclavitud en Cuba, se mantienen activas. En algunos pasajes, a modo de un almanaque de Gotha, las páginas que siguen enlazan el pasado oculto con nombres actuales de la alta sociedad, las finanzas, la política y la vida pública. Es su historia no contada. Si se trae aquí esa relación es con la finalidad de dar visibilidad a un pasado español negado o minimizado”.[3]
El indeleble vínculo que en su libro describe Piqueras, entre los negreros de ayer y sus poderosos herederos hoy, es la razón de fondo que explica las “reticencias” parlamentarias a recordar esa verdad histórica.
De hecho, no por casualidad, las situaciones complicadas e incómodas a las que aludía nuestro ínclito parlamentario popular al pedir el voto a su enmienda, fueron perfectamente entendidas y asumidas por la bancada socialista y por la de los distintos grupos de la derecha nacionalista.
Se trataba de otro ejemplo más, del mismo pacto de hierro, que desde 1977, tras casi 50 años de “democracia”, sigue garantizando la total impunidad de los torturadores y asesinos franquistas. Mantiene como intocable el Punto y Final, impuesto en la Ley de Amnistía, que imposibilita la admisión a trámite de cualquier denuncia o reclamación judicial de las víctimas de la dictadura contra los jueces, policías o militares partícipes directos de la represión fascista.
La historia que ayer fue tragedia, continúa como una cruel farsa
El texto de El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Marx lo inicia diciendo:
“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.
“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”.
El alumbramiento del capitalismo español, coincidió con el canto del cisne del dominio colonial directo en América. El nuevo régimen se había ido gestando en la etapa final del largo proceso de lenta decadencia que se venía dando en el Estado español desde el siglo XVII. Del antiguo peso del país en la escena internacional sólo quedaba una tenue sombra, y frente a las grandes potencias del Siglo XIX España jugaba un papel insignificante y totalmente subordinado.
En este contexto histórico, los capitales obtenidos por los “Negreros” en Cuba y Puerto Rico, extrayendo hasta la última onza de oro del sudor y la sangre de cientos de miles de esclavos, fueron los fórceps necesarios para traer al mundo la nueva criatura que desde su nacimiento vino lastrada por la carga hereditaria de sus progenitores.
El proceso de simbiosis entre los nuevos capitales y los preexistentes, empieza uniendo a familias de hacendados y traficantes y, rápidamente, las uniones comerciales y conyugales se trasladan a la península donde los capitales negreros se orientan a todas las ramas productivas: compra de tierras, navieras y especialmente a las nuevas industrias y al sector financiero.
Mantener cueste lo que cueste el río de oro que llega desde las Antillas, rápidamente se convierte en el objetivo prioritario del Estado burgués y de toda su estructura política y militar (Monarquía, gobierno, ejército, Iglesia). De hecho, la parte del león del aluvión de dinero que financia el aparato estatal fluye desde las colonias antillanas, empezando por el ejército que en ese momento absorbía 1/3 del presupuesto total, legalmente a través de la carga fiscal y más importante aún de manera extraoficial mediante los sobornos o directamente con una participación en los negocios.
Sobre cómo se fue desarrollando todo el entramado de poder dice Piqueras:
“A partir de 1823 la complicidad de las autoridades españolas en Cuba y Puerto Rico con la esclavitud era tan estrecha, que se convirtieron en sus mayores y más útiles protectores. El general Miguel Tacón, gobernador de Cuba entre 1834-1838, militar que hizo y perdió las guerras continentales, de independencia e hispano americana, llegó a la conclusión de que la trata no era sólo un elemento sobre el que se sostenía la plantación y, en consecuencia, el comercio y los ingresos fiscales españoles; sino que creaba las condiciones apropiadas para disuadir a los criollos más audaces de la inconveniencia de un movimiento de rebeldía contra España.
“La trata creaba una masa importante de esclavos, un desequilibrio demográfico de tal magnitud, que los criollos blancos tenían motivos para temer una situación en la que no fuera posible, al ejército y a los peninsulares, contener a los esclavos si tenían que emplearse contra los insurrectos cubanos, dando lugar a que se reprodujeran las escenas de Haití, con una guerra racial pintada con los colores más tenebrosos. Leopoldo O’Donnell ratificó esa misma visión en la década siguiente”.
Desde la opuesta perspectiva del campo rebelde: “Les daba la razón el reformista y expatriado José Manuel Mestre cuando escribe desde New York al plantador criollo Cristóbal Madén el 12-12-1871: Nada puede haber más favorable para la causa de la revolución cubana que la abolición de la esclavitud. En ésta -la esclavitud- estriba todo el poder español en sus colonias antillanas y comprendiéndolo así los peninsulares residentes en Cuba se oponen y opondrán con todas sus fuerzas a todo cambio en la nefasta institución».
Continuar la tradición, de intentar conquistar y mantenerse en la cúspide del poder a cualquier precio, marca como un sello grabado a fuego a los Borbones, desde su acceso al trono español. En el momento mismo en que se implantan las primeras grandes haciendas esclavistas, la Corona se convierte en garante y por supuesto directo partícipe del negocio. Tras ella se agolpa el resto de los estamentos del Estado. Empezando por los ministros y presidentes de los gobiernos peninsulares, los capitanes generales y gobernadores coloniales, el ejército, la judicatura, la Iglesia y una multitud de políticos, intelectuales y periodistas…, todos ellos bien pagados con el oro negrero para defender hasta sus últimas consecuencias el status quo.
El tinglado del poder se estructura de arriba abajo, como los engranajes de una máquina bien engrasada. Las enormes tasas de plusvalía que se arrancan de la explotación inmisericorde de los esclavos, se comparte entre Negreros y Hacendados. Éstos, una parte la re invierten en la Isla y en la península, generando nuevos negocios y beneficios, y el resto se destina al pago de las tasas fiscales y sobre todo a lubricar todo el mecanismo “extraoficial”. En una perfecta simbiosis, el enorme caudal de dinero sucio se distribuye de forma piramidal. Empezando desde el Rey y respetando escrupulosamente el escalafón, todos reciben su parte.
Las autoridades en las Colonias y la Metrópolis, mientras que oficialmente suscriben y acatan todos los tratados internacionales que prohíben y castigan La Trata y, más tarde, el trabajo esclavo, no sólo lo permiten, sino que lo respaldan e impulsan abiertamente. Entre 1820 y 1867 se estima que entre 350 y 500 barcos dedicados al tráfico con destino a Cuba y Puerto Rico, fueron apresados sobre todo por barcos ingleses, en bastantes casos se confiscaba el barco y también la carga, pero no hubo ni una sola condena penal, ni a las tripulaciones, ni por supuesto a quienes financiaban y dirigían el tráfico.
Con muy pocas excepciones, los Capitanes Generales que dirigían el gobierno cubano abandonaban la isla con los bolsillos repletos.
La norma reflejada -en múltiples informes sobre el tráfico esclavista- la ejemplifica Piqueras con los datos de un informe de 1844:
“El informe estaba en condiciones de precisar que el desembarco de cada uno de los “esclavos frescos”, iba acompañado del desembolso de 27,50 pesos, repartidos de la siguiente forma: 16 iban al gobernador, 4 al oficial superior de la fuerza naval,7 al recaudador de aduanas y 0,50 pesos a los guardias que les custodiaban. En un sólo barco el capitán general podía recaudar 6.400 pesos”.
El ya citado general Miguel Tacón y Rosique, tras ejercer durante 5 años como gobernador de la Isla, abandona Cuba con una fortuna estimada en 400.000 pesos – o el equivalente hoy a 31.720.500€-
Otro ejemplo vivo de las bases materiales que sustentaban los intereses Negreros, lo encarna el destacado militar y político español, Leopoldo O’Donnell -Conde de Lucena y Duque de Tetuán, varias veces ministro y durante 6 años presidente del Gobierno español-. Entre 1843 y 1848 ejerce como Capitán General y Gobernador de Cuba. En su mandato, según fuentes del entonces cónsul británico en la Habana, en algunos desembarcos el pago al gobernador por “pieza”-como denominaban también los negreros a cada africano desembarcado-, subía hasta los 51 pesos. En sólo 6 años O’Donnell abandona la isla con un capital estimado en 500.000 pesos-35.245.000€ de hoy-.
La familia real, haciendo gala del papel decisivo de la corona y en fiel correspondencia con la grave responsabilidad que implicaba su posición a la cabeza de la Nación, son de los primeros en participar del Negocio. Empezando con el más lucrativo de la Trata, la regente María Cristina de Borbón se asocia con uno de los mayores negreros -el político y traficante Julián Zulueta- y junto a su segundo esposo Fernando Muñoz, no hay negocio lucrativo que no aborden.
La trama de control oligárquico, como la Hidra de Lerna extiende sus cabezas tentaculares por todos los estamentos sociales. Periódicos, diputados, ministros, jueces, obispos forman parte o están en nómina de su entramado. Es vox populi -como refleja Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales– el descarado dominio que ejercen sobre los mecanismos decisivos del poder.
Mientras, en la España real crece el clamor popular que denuncia el contraste entre la miseria de la mayoría laboriosa y la ostentosa riqueza de la élite, personificada en el bochornoso espectáculo de corrupción sin límite de la Casa Real.
También en Cuba crece el descontento, sobre todo entre sectores criollos del oriente cubano, que decepcionados por la negativa de la metrópoli de conceder una amplia autonomía a la isla, empiezan a defender la idea de la independencia, en frontal oposición a los intereses de los grandes hacendados habaneros y de la provincia de Matanzas en el Occidente isleño, que conforman el núcleo duro del llamado partido peninsular.
La expulsión de la corrupta Isabel II, inaugura el sexenio revolucionario (1868-1873) en la península y también detona el inicio de la 1ª guerra cubana de 1868-1878.
La expulsión de la corrupta Isabel II, inaugura el sexenio revolucionario en la península y también detona el inicio de la 1ª guerra cubana de 1868-1878 / Dominio público
El movimiento revolucionario a favor de la República federal, huérfano de una dirección consecuente, se dispersa en multitud de luchas locales descoordinadas- movimiento cantonal- y en pocos meses los monárquicos encabezados por Cánovas del Castillo retoman el control y traen de vuelta a los Borbones. El fracaso republicano, que inicialmente parece estabilizar al régimen, en realidad supone la ruptura definitiva con los sectores reformadores cubanos, y a pesar de la derrota inicial de los insurgentes en la denominada Gran Guerra, realmente marca el destino de Cuba y de los restos del Imperio Colonial.
En 1895 los revolucionarios cubanos inician la que José Martí definió como la Guerra Necesaria durante 4 años de lucha encarnizada, los 270.000 efectivos de las tropas españolas y de cubanos pro peninsulares, se enfrentan a 54.000 guerrilleros insurrectos. Transcurridos tres años desde su inicio, la entrada en la Guerra de los EE.UU, que en pro de sus propios intereses imperialistas se enfrenta a España apoyando a los insurrectos, en pocos meses cambia el curso bélico del conflicto. El 3 de julio los 17.000 efectivos del cuerpo expedicionario norteamericano desembarcados en el sudoeste de la Isla, cercan por tierra Santiago de Cuba. La flota española que desde hacía un mes se encontraba bloqueada en la Bahía Santiaguina, se tiene que hacer a la mar y, enfrentada a la flota norteamericana, es totalmente destruida. La derrota es inapelable, el decrépito imperialismo hispano cede el paso a la entonces ascendente potencia de las barras y estrellas.
El imperio colonial hispano acabó, igual que cuando inició su andadura, con la marca indeleble del oro y la sangre. En una orgía de muerte y destrucción, además de los más de 80.000 beligerantes muertos, entre 200.000 y 400.000 civiles murieron hacinados en los Campos de Reconcentración impuestos por el ejército colonial.
La crisis de 1898 certificó de manera abierta, la realidad de un capitalismo débil, totalmente irrelevante en la permanente lucha imperialista por la hegemonía mundial. España comienza el Siglo XX como una de los países más pobres de Europa. Dirigido por una burguesía rapaz y parasitaria incapaz de modernizar y hacer avanzar al país. Para mantener su control y dominio, -frente a una joven y combativa clase obrera-, en cada una de las crisis que rompen o ponen en riesgo de manera decisiva su control político y que como puntos de inflexión jalonan el nuevo siglo, su respuesta es el recurso a la represión abierta y como último eslabón al Ejército.
La alargada sombra del pasado y la lucha por el futuro
Dice el refrán popular que aquellos polvos nos trajeron estos lodos. En los últimos 50 años de “democracia” – producto del descarrilamiento por su dirección del magnífico movimiento de lucha huelguística y política de la clase obrera contra la Dictadura y el dominio del capital- se produce la plena incorporación del ya maduro capitalismo hispano a la rueda del imperialismo europeo y occidental.
El cambio de la correlación de fuerzas entre las clases, que implica el mayoritario peso cuantitativo de los asalariados en el conjunto de la sociedad española y el enorme poder potencial de la clase obrera, impone temporalmente al capital adaptar las formas políticas de su dominio a los procedimientos de la Democracia formal.
Eso sí, desde el mismo momento en que a finales de los 70, ya es imparable “el cambio”, convenientemente camuflados con el ligero barniz del centro y con la imprescindible e impagable ayuda que representa la traición de los máximos líderes del PCE y PSOE. De esta manera, los representantes políticos directos de la burguesía garantizaron el mantenimiento intacto de todos los elementos centrales del Estado, fieles garantes de su poder. La monarquía, el aparato militar y policíaco, la judicatura y una gran parte del viejo aparato político de la dictadura, ungidos con el mágico óleo del Consenso de la modélica “Transición”, renacen como garantes inmaculados del nuevo orden constitucional.
Es el viejo método, de cambiar lo secundario para que lo decisivo siga igual. Requiere, y más cuando el tinglado es relativamente reciente y reiterativo, de una alta dosis de Amnesia inducida y a ser posible permanente, que oculte la verdad.
Su problema es, que la verdad histórica no puede ocultarse a todo el mundo ni durante todo el tiempo. Hay un hilo rojo conductor que recorre la historia del capitalismo español, desde la acumulación colonial y esclavista primitiva hasta llegar al dominio monopolista de los oligarcas del Ibex 35 y la política imperialista española de hoy. Aparece, negro sobre blanco, en toda la nomenclatura de apellidos y títulos nobiliarios que hoy, igual que hace generaciones, sigue figurando en sus filas y que de manera exhaustiva detalla José Antonio Piqueras en su libro Negreros.
El vínculo que mejor refleja el papel del imperialismo español en el pasado y en el presente, salta a la luz analizando la evolución de la oligarquía financiera hispana.
Analizando el árbol genealógico de la enorme concentración del sector bancario, que través de un imparable proceso de absorciones y fusiones, conduce a la formación del BSCH (Banco de Santander) y el BBVA. Uno comprueba, con la excepción de Argentaria, que todas las entidades financieras que los integran (Santander, Central, Hispano Americano, Bilbao y Vizcaya) nacen vinculados a los grandes capitales negreros y al comercio con las colonias.
El dominio colonial directo, mediante la trata y las plantaciones esclavistas generaron la plusvalía, que se aportó como capital para fundar los principales bancos españoles. Hoy en el siglo XXI en la época del moderno dominio imperialista, y en una nueva vuelta de tuerca de la historia, a través de la exportación de capital y del comercio desigual, esos mismos bancos siguen obteniendo una parte decisiva de sus escandalosos beneficios en America Latina y lo mismo sucede con Telefónica, Repsol y otros grupos monopolistas.
En 2023, de los 8019 millones de euros del resultado atribuido al BBVA, 5.953 el 74% procedían de América Latina. En el mismo ejercicio, el BSCH, del total de 11.076 millones de beneficio neto, 4.592 (el 44%) tienen el mismo origen. Mantener los súper beneficios extraídos del pueblo latinoamericano, ese y no otro es el contenido real que se esconde tras el señuelo de la “Hispanidad”.
Hace años que está agotado el período prolongado, durante el que, con este o aquel traspiés, la casta dominante pudo mantener todo el entramado de su poder: en el terreno político a través de la alternancia entre las derechas e izquierdas oficiales, y en el de la lucha huelguística a través del Pacto Social con las direcciones sindicales mayoritarias de UGT y CC.OO. Golpeados por la crisis de un sistema que no tiene nada que ofrecernos, salvo un futuro de guerra, destrucción medioambiental y miseria creciente, cada día que pasa la radicalización crece y son millones los que sienten la necesidad imperiosa de acabar con el capitalismo. La idea del comunismo se abre camino en la mente y los corazones de miles de jóvenes y proletarios en todo el mundo.
Lo que se necesita con urgencia, es que cada camarada que se sienta comunista, comprenda que de nada sirve quedarse aislado. Desde la OCR os decimos que deis un paso adelante, vuestro puesto está con nosotros, ven a engrosar las filas de la sección de la ICR en el Estado español. Y afrontemos juntos la tarea de organizar y formar a los cuadros revolucionarios, que armados con las ideas científicas del marxismo y fusionados con nuestra clase, podamos derrocar a la burguesía y a su Estado, tomar el poder y construir un mundo nuevo socialista, en el que por primera vez en la historia la Humanidad accederá plenamente al reino de la Libertad.
[1] Texto de referencia para conocer en detalle el desarrollo de la revolución haitiana de 1791, “Los jacobinos negros -Toussaint LÖuverture y la Revolución de Haití, de CLR James
[2] Su hijo Eusebi, 2º conde de Güell, promotor de alguno de sus trabajos más conocidos, entre otros el Parque y la Colonia a los que da nombre, que incluyen la capilla que a Gaudí le sirvió como ensayo para su emblemática obra de la Sagrada Familia.
[3] Añade Piqueras, curándose en salud, para evitar posibles demandas judiciales: “No es nuestra pretensión atribuir la posición de la que gozan en la actualidad a los orígenes que afloran en los archivos, en la misma medida que sería inadecuado sostener que las ventajas adquiridas en el pasado son ajenas por completo a tal posición, o que la acumulación de capital proporcionado por la trata o la propiedad sobre personas esclavas fue indiferente en el proceso de enriquecimiento -en alguna de sus fases- de educación y de acumulación de capital social que los ha situado en la cadena de reproducción de las élites”.
Cuando los españoles llegaron a América hace 500 años, se encontraron con diversas culturas en todo el continente, incluidas poderosas civilizaciones como la mexica y la inca.
En este episodio Ubaldo Oropezaexplica el nivel de desarrollo de estas ricas culturas, sus contradicciones internas, así como las condiciones de la propia España contemporánea en el momento de la conquista.
Sólo entendiendo estas condiciones podremos comprender a su vez la devastación que supuso la conquista, y el papel más amplio de estos acontecimientos en el ascenso del capitalismo.
Pronto llegará el día de mi suerte, sé que antes de mi muerte, seguro que mi suerte cambiará, pronto llegará, se escucha la canción escrita por Lavoe y Colón1 a lo lejos. Llegan las 7 de la noche y es hora de empezar a levantar el puesto, quitar lonas, de empezar a barrer, de recoger y llevarse la mercancía que no se vendió. Ya casi no hay nadie quien compre a esa hora, pues ya saben que es hora en que levantan los comerciantes. Y sí se quedó algo que se pueda echar a perder hay que rematarlo “aunque sea de a diez pesos”2. Dejar la basura amontonada para que en un rato pase el camión y se lleve los montones de basura a un lugar que “ni sabemos a dónde la van a tirar, pero se la llevan”.
Por las mañanas, mínimo tres días a la semana, hay que levantarse desde las cuatro de la mañana para apartar un lugar en el tianguis, lidiar con la inseguridad de caminar por las calles a altas horas de la noche hacía el lugar de las ventas, si se es que vive cerca, ¡claro!, se tiene esa ventaja. Si se viene de otro lugar, se levantará más tempano, mucho más temprano, porque tienen que traer cosas, porque en el mercado, en este mercado, no se viene con las manos vacías. Una actividad que se hace sólo o con trabajadores y hasta con la propia familia; compartir labores, compartir el proceso de trabajo. Jornadas extenuantes de hasta 15 horas diarias trabajando y 5 horas en los días que no se vende para preparar todo un día antes y no “nos agarren las carreras y poder dormir 5 minutitos más” y así haber llevado tu vida 50 o más años trabajando. 15 horas diarias, 50 años de tu vida.
Pensar el tianguis etimológicamente nos remonta a tiempo prehispánicos desde las raíces de la palabra náhuatl, tianquiztli, del que es la variante. Se conoce ahora como mercado. Un lugar de intercambio, en donde predominaba el trueque, y si había discrepancias en los productos, podía ser compensado con granos de cacao. Al igual que hoy en día, se colocaba en días específicos de la semana.
A los comerciantes del tianguis no les queda ni el nombre de trabajadores. ¿Por qué?, ¿por qué a pesar de las largas jornadas diarias, a los que les gusta contar y hacer censos les denominan «informales» si se trabaja 15 horas diarias? Se ve amanecer y se ve anochecer en un mismo lugar ¿Cómo se puede ser alguien informal? ¿Sólo porque no se les cobra en su ingreso un 30% como a los trabajadores de oficina se les cree que no aportan nada a las cuentas del país? ¿Sólo porque no van 8 horas a una oficina? ¿Por qué si ambos salen a la par a sus lugares de trabajo, toman el mismo metro para moverse se ha de odiar al comerciante por ser «improductivo» y estorbar para que no pase el coche del que va a la oficina que le queda a tres horas de su residencia? ¿Por qué no queda el comercio en los tianguis a la par que otros trabajos? Es que acaso ¿La oficina te otorga dones? ¿Estar en un cuarto de 3×3 te da dones? ¿Cuáles?
Llega la tarde, hay que atender y prepararse, porque se llega la hora pico de 12 a 3 de la tarde, es el momento donde más llega la gente a comprar y hay que estar al tanto porque “hay gente buena como gente fea”. Dan las 3 de la tarde, el sol y el entorno se siente caluroso provocado por las lonas, aún se sigue atendiendo, sólo que la afluencia de gente empieza a bajar, “ya da tiempo de echar taco”. Pasan las horas hasta que dan las 7, misma rutina, empezar a levantar todo porque es hora en que pasa la basura.
Se les pregunta de forma rápida que ¿con cuánto dinero se imaginarían que pudiesen vivir? En donde se reconoce que en el imaginario de los comerciantes el pensar un pago digno ni siquiera es posible. “Uno nunca ha pensado eso, no sabemos” se repiten, unos “4 mil mensuales” o comentarios como “mi familia y yo somos muy gastalones, con 5 mil yo creo”, ni siquiera es posible pensar en un ingreso el cual no sólo tenga que llegar al día de mañana, porque actualmente el salario mínimo es de 7 mil 500 pesos.
Vivir en la constante angustia de ir al día, de apenas y salir al día, lidiar con la degradación que eso provoca, tener que lidiar con las ideas de éxito económico, lidiar con peleas en su trabajo con sus propios compañeros, lidiar con los que recaban datos al no considerarles como trabajadores formales, el que no se les reconozca que colaboran a la economía, lidiar críticas de las demás personas, lidias largas jornada, lidiar regateos de la gente, lidiar todos los días con lo mismo y aun así no se les reconozca a pesar de que los tianguis tengan milenios de ser actividad constante. 15 horas, 50 años, 4 mil pesos. 13 pesos vale la hora de ellos, 13 pesos el valor de cambio a costa de una vida. “Te juro que no puedo fracasar estoy cansado de tanto esperar, y estoy seguro que mi suerte cambiara, pero ¿Cuándo será?” Termina la canción.
16/12/2024
1La canción que esta al inicio y al final del escrito es Héctor Lavoe & Willie Colón (1973). El día de mi suerte [Canción]. En Lo Mato. Fania
2Las palabras entre comidillas son palabras de trabajadores de diversos tianguis en la Ciudad de México
Han pasado 50 años de la muerte de Lucio Cabañas Barrientos, uno de los maestros, líderes de masas de estudiantes y campesinos, guerrilleros y revolucionarios más conocidos de la historia mexicana. Su legado sobrevive aún con energía hasta nuestros días, pero ¿qué lecciones nos dejó? ¿Qué hemos aprendido de sus acciones y qué cosas podemos reconocer como sus errores?
En este episodio Rubén Rivera y Carlos Marquez , de la Organización Comunista Revolucionaria, ICR en México, resaltan la vida y la lucha de Lucio Cabañas.
Han pasado 50 años de la muerte de Lucio Cabañas Barrientos, uno de los maestros, líderes de masas de estudiantes y campesinos, guerrilleros y revolucionarios más conocidos de la historia mexicana. Su legado sobrevive aún con energía hasta nuestros días, pero ¿qué lecciones nos dejó? ¿Qué hemos aprendido de sus acciones y qué cosas podemos reconocer como sus errores?
Lucio Cabañas Barrientos nació el 12 de diciembre de 1938 en una ranchería llamada El Porvenir. Un sitio donde, como en muchas de las poblaciones, nunca llegó el progreso social y existían caciques a la cabeza de ejércitos privados de mercenarios armados, estos eran la ley en esas tierras, ellos impartían su justicia y explotaban de maneras casi feudales a los campesinos e indígenas.
Es curioso considerar que Lucio Cabañas nació en pleno cardenismo, un periodo caracterizado por una expansión relativa del bienestar general, así como de movilizaciones obreras y campesinas masivas (aún quedaban remanentes de la no tan lejana Revolución Mexicana) y, sin embargo, el joven Lucio conoció las más absolutas carencias experimentadas por los pobladores de las sierras de Guerrero.
A inicios de los años 50´s Lucio Cabañas entra a la primaria en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, donde continúa sus estudios hasta recibirse de maestro rural a los 27 años. Dentro de esta escuela (y al igual que en muchas otras escuelas normales rurales) la resistencia se gestaba a diario, a pesar de que estas escuelas nacían del cardenismo, los gobiernos del PRI cada vez tenían menos interés en continuar la política educativa de la “educación socialista” por lo que se comenzó a reducir drásticamente el presupuesto y las facilidades para los estudiantes de las normales rurales. Esta lucha se unió a las otras que libraban los campesinos contra los abusos de los caciques, esto creó el ambiente propicio para el involucramiento pleno de Lucio Cabañas en la resistencia campesina. Algunas de estas luchas incluyen el movimiento general de obreros, campesinos y estudiantes en 1961 por la destitución del en ese entonces gobernador de Guerrero, el general Raúl Caballero Aburto, la cual lo encontró con otro reconocido líder político y magisterial de su tiempo, Genaro Vázquez Rojas.
En 1962, el maestro Lucio Cabañas se integra como militante a las juventudes comunistas dentro del Partido Comunista y para inicios de 1963 funda la Central Campesina Independiente (CCI) para realizar trabajo político intensivo en Guerrero. Para ese punto, el Partido Comunista vivía periodos turbulentos de burocratismo y las expulsiones de miembros más radicales y críticos eran lo común, entre todo esto aparece la Liga Comunista Espartaco con José Revueltas, y el Partido Obrero y Campesino de México, profundamente estalinista.
Es en este periodo que se dan dos sucesos fundamentales en la historia, en la izquierda mundial, y en lo general: La Revolución China, con Mao Tse Dung al frente, se había concretado hace no muy poco tiempo y había roto formalmente con la Unión Soviética; y del otro lado del mundo, en Cuba, Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara habían vencido en su Revolución recientemente. Inevitablemente estos dos acontecimientos moldearon en una gran manera el pensamiento de Lucio Cabañas con respecto a la idea de la guerrilla ya que la Revolución China se formó sobre la base del campesinado y resistió en las montañas contra sus enemigos, y por el lado cubano, la concepción general fue que la Revolución nació de la guerrilla que formaron los revolucionarios recién llegados a Cuba. De esta forma, los escritos de Mao y Guevara fungieron como iniciador de la chispa que llevaría a Lucio a la insurgencia, el maestro ya empezaba a formar esta idea en la mente, pero aún faltaba una chispa más determinante.
Lucio es enviado temporalmente a trabajar en Durango. El maestro regresa a Atóyac en 1967 a la escuela Juan N. Álvarez donde se vincula, con el movimiento de padres de familia y maestros por la destitución de las autoridades del plantel y a la vez, se involucra con las luchas campesinas contra los monopolistas de la producción de café en la región, Lucio ya empezaba a hacer despotricar a los caciques y latifundistas quienes intentaron orquestar su muerte. El 18 de mayo de 1967, policías estatales al servicio de los caciques, abrieron fuego contra las personas reunidas en un mitin convocado por la misma organización de Lucio, el blanco central era el maestro, sin embargo, él salió ileso gracias a los pobladores, 5 compañeros murieron ahí y este fue el impulso que Lucio Cabañas necesitaba para tomar finalmente la resolución de iniciar la lucha clandestina. Un elemento desencadenante fue que, al enterarse del atentado, el Partido Comunista insta a Lucio a huir del país, sin embargo, esto significaba dejar solo al movimiento y los compañeros, y esto, Lucio Cabañas no podía concebirlo.
En el mismo año de 1967, Lucio Cabañas se reúne con varios activistas y guerrilleros en la comunidad de San Martín de las Flores donde se decide iniciar el trabajo político en la clandestinidad. Importante mencionar que, a pesar de que el movimiento se movía en lo clandestino, aún Lucio no buscaba generar un movimiento guerrillero propiamente dicho, sino una organización de masas, recorriendo los distintos y aislados poblados de la sierra, a esta organización la llamaron, el Partido de los Pobres.
El Partido de los Pobres buscó estructurarse a la manera maoísta: con Comités Revolucionarios Clandestinos, Brigadas de Ajusticiamiento y un trabajo paralelo con organizaciones de base amplia que funcionaban independientes del Partido de los Pobres. Lucio siempre se destacó por el convencimiento a través de la lucha de masas antes que, del fusil, y siempre instaba a los militantes a formarse y educarse.
Aquí ya podemos vislumbrar uno de los talones de Aquiles (si no es que el mayor de ellos) del Partido de los Pobres, y que resulta ser un fenómeno común en las organizaciones clandestinas y en su caída: el aislamiento. Lucio Cabañas era un hombre formado sobre la teoría marxista y comprendía la necesidad de vincular la lucha ampliamente con el proletariado de las ciudades, pero esto no estaba sucediendo, el Partido de los Pobres se componía prácticamente de campesinos en su totalidad, esto presentaba dos problemáticas:
1. Al no tener más apoyo que dentro de las comunidades pobres de la región, el movimiento sufría de muchas carencias, de armas, provisiones y protección, lo que lo hacía presa fácil contra el Estado, el cual ya empezaba con los preparativos para aniquilar a la guerrilla.
2. El aislamiento de la base proletaria generaba que las metas de una revolución socialista a nivel nacional se perdieran entre las barrancas, al no tener contacto con el exterior era prácticamente imposible expandir la influencia del movimiento. Todo esto iba haciendo mella poco a poco en el Partido de los Pobres e iba obligando a Lucio Cabañas a tomar medidas más ofensivas.
El Estado contraataca en 1972 durante el sexenio de Luis Echeverría. Para este punto, el Partido de los Pobres y el propio Lucio Cabañas ya extendían su influencia en buena parte del centro sur de Guerrero, ante esta presión, el Estado intentó primero ofrecerle al maestro algún puesto gubernamental de buen nivel con tal de hacerlo salir de la sierra y entregar las armas, Evidentemente él se negó. Y en 1974, Lucio Cabañas apresa al senador y candidato a la gubernatura de Guerrero Rubén Figueroa quien había acordado un encuentro y entrevista, y es hasta el 30 de mayo que se logra rescatar a Figueroa. El Estado responde y envía 25,000 efectivos a la sierra de Atóyac para acabar con la guerrilla, las medidas que toman las fuerzas armadas son brutales: allanamientos de casas sin orden, arrestos sin pruebas o causas, desplazamientos de pueblos enteros y torturas y ejecuciones a los campesinos para que delataran al maestro. Este cerco se fue estrechando poco a poco, sin embargo, no había mucho que el Partido de los Pobres pudiese hacer, por más conocimiento de la zona que tuviera, contra el enorme aparato armado del Estado. Pronto el ejército y la policía tenían encasillados a los guerrilleros y el 2 de diciembre cerca de El Otatal sorprenden a Lucio Cabañas y sus compañeros restantes. Se dice que Lucio cae herido y al darse cuenta de la situación perdida decide poner fin a su vida él mismo dándose un disparo que lo dejó herido y posteriormente un capitán del ejército le dio el tiro de gracia. Sea como haya sido, el maestro Lucio Cabañas murió peleando en la madrugada del 2 de diciembre de 1974.
A pesar de las fallas fundamentales y estructurales que la lucha guerrillera imprimió en el movimiento, la experiencia de Lucio Cabañas fue una de enorme valentía y sagacidad contra el Estado y el sistema capitalista, de determinación y consecuencia con las ideas. Hoy día como marxistas sabemos muy bien que ninguna lucha aislada en las sierras va a tener la capacidad de llevar a cabo una lucha socialista nacional o internacional por las condiciones paupérrimas de aislamiento que vive a diario. Sabemos perfectamente que la revolución socialista se debe de organizar y ejecutar en las calles, las industrias, los centros de trabajo, las escuelas, los campos y los sindicatos, en donde se encuentra el verdadero músculo del proletario y desde donde se tiene la fuerza para alcanzar nuestros objetivos que son el derrocamiento del capitalismo y el establecimiento del Estado Obrero, pero no dejamos de mirar a Lucio Cabañas y al Partido de los Pobres con respeto e inspiración que forjaron en todas sus notorias vidas.
Este año se conmemora el 114° aniversario del inicio del movimiento armado que, en su momento, puso fin a la dictadura del Gral. Porfirio Díaz. Este último arribó a la presidencia, paradójicamente, por medio de un movimiento antirreeleccionista que derrocó al presidente Sebastián Lerdo de Tejada, en abril de 1877. Si bien es cierto que, formalmente, el gobierno de Díaz se caracterizó por el autoritarismo y la represión exacerbadas —antinomias de las libertades que pugnaba la reforma liberal—, junto con el establecimiento de un gobierno centralista que chocaba con el proyecto del federalismo democrático, antes bien el gobierno de Díaz fue la realización liberal acelerada del proceso capitalista de despojo masivo de tierras todavía en manos campesinas.
La vía que el régimen de Díaz eligió para desarrollar el capitalismo en México fue la de establecer una firme alianza entre el capital extranjero y los terratenientes, que desde la época colonial mantenían en estado de semiservidumbre a millones de campesinos. Las leyes de colonización y el emprendimiento de las compañías deslindadoras fueron ejemplo de ello; estas últimas registraban como lotes baldíos a pueblos enteros, lo que era secundado por la violencia para expulsar a los pueblos originarios.
Para finales del porfiriato, el territorio mexicano, con una población de poco más de 15 millones de habitantes, se encontraba en manos de 835 familias. La miseria generalizada en el campo también se repetía en las ciudades: exiguos salarios, jornadas laborales de 12 e inclusive 14 horas diarias, inexistencia de días de descanso, explotación vía el peonaje con tiendas de raya y el trabajo forzado provocaron la realización de más de 250 huelgas registradas durante el porfiriato, frente a las cuales el gobierno respondía con la cárcel, el exilio y el asesinato.
Las contradicciones sociales desarrolladas en el porfiriato tenían como contexto social, a nivel interior, el desarrollo de un capitalismo dependiente, caracterizado por arrastrar formaciones económicas precapitalistas, gastos improductivos onerosos, una deuda extranjera ascendente, aunado a los lastres que implicaban haber enfrentado dos intervenciones extranjeras y una larga guerra civil durante el siglo XIX. Pero a nivel internacional, el desarrollo del capitalismo en México durante el último cuarto de siglo se despliega cuando el capitalismo, a nivel mundial, alcanza su fase superior imperialista. La transición de la era de la competencia a la era de los monopolios, aunado a la exportación de capitales, propicia que, del capital invertido en México, el 77% sea de propiedad extranjera.
De este modo, el desarrollo de las fuerzas productivas en México es, en palabras de Alonso Aguilar, desviado, torcido y frenado al supeditarse a las directrices del capital financiero internacional. Este último es el principal beneficiario de un régimen complaciente con el capital foráneo, pero cruel, injusto y opresivo con sus connacionales.
Sin embargo, paulatinamente, Díaz, el otrora héroe nacional que había participado en la defensa de la soberanía de la patria, se convertía en el símbolo de un régimen atroz que debía ser destruido. El incremento de las revueltas, la aparición del bandolerismo, y la emergencia del Partido Liberal Mexicano de los hermanos Flores Magón, sus reivindicaciones y el ascenso nacional del Movimiento Antirreeleccionista liderado por Francisco I. Madero, crean fracturas irreversibles. Este último, proveniente de una familia de ricos hacendados, señala de forma equívoca que, en México, el principal problema no es la propiedad privada, sino el régimen de corrupción. Para 1910, Madero es encarcelado y luego expulsado del país. Para octubre del mismo año, Madero externa, desde el exilio, el plan de San Luis que integra, simultáneamente, la reivindicación de restituir la tierra los campesinos afectados durante el porfiriato, y también llama al levantamiento armado para el 20 de noviembre.
Este llamado es respaldado en el sur con la insurrección del movimiento campesino liderado por Emiliano Zapata, en el norte por las acciones de los hermanos Flores Magón y por Francisco Villa y Pascual Orozco. Lo fundamental es considerar que, dada la extracción burguesa de Madero, opta por negociar, a espaldas de las masas, la transición del gobierno con representantes del General Díaz, quien capitula y abandona el país en mayo de 1911. Tras la realización de elecciones, Madero es electo presidente de la república, a condición de que este logre frenar las insurrecciones armadas campesinas, pero estas logran una autonomía, y con ello, un carácter anticapitalista al atentar contra la propiedad privada de los latifundios.
La dinámica de la guerrilla zapatista, ubicado su centro neurálgico en el estado de Morelos, consistía en organizar ataques armados contra las haciendas, expulsar a los dueños y sus cuerpos de vigilancia, repartir las tierras con los partícipes y reiniciar esta dinámica en las haciendas aledañas. El peligro que suponía el movimiento zapatista contra la propiedad privada, aunado a la incapacidad de Madero para hacer deponer las armas a la insurrección campesina, fueron los factores que explican el posterior apoyo del gobierno y la embajada de Estados Unidos al Gral. Victoriano Huerta, quien, tras un golpe de Estado, usurpa el poder y asesina a Madero junto con su vicepresidente, para febrero de 1913.
El golpe de Estado, lejos de pacificar al país, propicia la difuminación del movimiento revolucionario a una escala nacional. Las fuerzas federales del gobierno usurpador deben enfrentar, desde el norte, a las 3 facciones del así llamado ejército constitucionalista: la encabezada por Álvaro Obregón, en el noroeste del país, la división del norte procedente de Chihuahua y liderada por Villa, y la facción constitucionalista del noreste subordinada al liderazgo de Venustiano Carranza, quien fuera senador porfirista y gobernador de Coahuila. Este último se asumía como líder indiscutible del ejército constitucionalista, manteniendo una clara línea burguesa que se distanciaba frente a Madero por su posición política de otorgar concesiones a la revuelta campesina en aras de controlar el poder y restituir al Estado burgués.
A la postre, Huerta fue derrotado no tanto por la maestría de Obregón (quien entró a la ciudad de México en marzo de 1914) sino porque, para las clases poseedoras, era mucho mejor un régimen con Carranza a la cabeza, que otorgar el poder a las huestes campesinas que integraban las filas de la división del norte y la rebelión zapatista. La burguesía sentía pánico y horror a ambos movimientos en tanto efectuaban expropiaciones a las grandes propiedades. Sin embargo, ambos movimientos carecieron de un programa político que asestara el golpe definitivo al Estado capitalista. Las insurrecciones campesinas carecían de cuarteles, pertrechos regulares, tampoco contaban con ingresos regulares. La misma condición que movilizó a miles de campesinos, la restitución de tierras, también propició su desmovilización cuando estos la obtenían, de tal modo que, pasado un tiempo, el revolucionario zapatista regresaba a cuidar los cultivos. Junto con sus limitaciones, los alcances del movimiento revolucionario de 1910 pusieron patas arriba el orden jurídico capitalista: las reivindicaciones del plan de Ayala zapatista y la convención de Aguascalientes asumían que la tierra era del campesino, y la obligación de demostrar su tenencia caía en responsabilidad del hacendado, de forma inversa a como se había hecho en el pasado.
Al no hacerse del poder, ni tampoco hacer estallar en mil pedazos la maquinaria estatal, el movimiento insurrecto dejó su tarea inconclusa. Y fue así en tanto no existía una dirección política organizada de alcance nacional que llevase a cabo tal tarea. Esta tarea está reservada al partido revolucionario de los trabajadores, quienes, al no poseer una reivindicación de defensa de propiedad en cuanto tal, no tienen el mismo freno que pesó en el movimiento zapatista y villista.
Para octubre de 1914, en la convención de Aguascalientes, se establecen las líneas fundamentales del programa político que defenderá al unísono las facciones zapatistas y villistas, pero que también iniciarían una nueva etapa en la revolución, cuando Carranza desconoce dicha convención porque esta última lo depone como líder de la revolución.
Inicia la nueva etapa de la revolución, donde las facciones burguesas, pero ahora de un corte nacionalista y concesionario, se enfrentan lisa y llanamente al zapatismo y al villismo. Las mismas limitaciones de estos movimientos y su incapacidad e indeterminación para tomar el poder, propician la derrota de Villa en Celaya para abril de 1915. El movimiento zapatista es derrotado tras la muerte de su líder abril de 1919.
Una lección de esta historia es que, por más atroz e invencible que parezca un régimen, este puede ser socavado y destruido con el enorme empuje de las masas. Pero si estas no hacen estallar en mil pedazos el Estado anterior, sustituyéndolo por un Estado proletario, se restituirá el poder político de las clases poseedoras. Esta historia se repetirá hasta que los desposeídos tomen en sus manos las riendas de sus propios destinos.
“La deficiencia principal, tanto mía como de otros camaradas de mi generación, fue nuestro bajo nivel teórico y aun político en momentos cruciales para la historia del Partido Comunista Mexicano y el movimiento sindical”.
Valentín Campa Salazar, quién es considerado por muchos como el último gran referente del comunismo en México, subraya en la primera página de sus memorias un hecho crucial: aunque las condiciones materiales para una revolución proletaria puedan estar presentes y listas para propiciarla, sin una base teórica sólida, cualquier intento por parte de los individuos se ve condenado al fracaso (así sea a largo plazo). Es preciso añadir que se requiere específicamente la existencia de un partido revolucionario con una dirección bolchevique.
Al transcurrir la historia, hemos sido testigos de numerosos movimientos que se han levantado con el objetivo de buscar justicia para los oprimidos. Ya en 1848, año que coincidió con la Primavera de los Pueblos, Karl Marx y Friedrich Engels señalaron en su célebre obra Manifiesto del Partido Comunista que la historia escrita hasta ese momento no era otra cosa que la historia de la lucha de clases. Esto nos facilita saber que en toda época llega un momento en que se generan las condiciones para levantamientos revolucionarios; sin embargo, estos no necesariamente son proletarios o salen victoriosos. Trotski en 1937, al escribir una de tantas introducciones que tiene este documento, reflexionaba sobre los movimientos y partidos que los autores habían mencionado en él, observando que estos habían sido “tan drásticamente aplastados… que uno tiene que buscar sus nombres en un diccionario histórico”.
La pregunta que surge es: ¿por qué estos movimientos fracasan con tanta frecuencia? Si observamos con atención lo que ha ocurrido en la inmensidad del mundo, encontraremos una cantidad incalculable de causas revolucionarias que no lograron sus objetivos primordiales. En México, existen demasiados ejemplos para mencionarlos todos, los cuales hoy han quedado relegados a ser en su mayoría notas al pie de página en los libros de historia del país. Este artículo tiene como propósito mostrar que la falta de una teoría revolucionaria bien estructurada y comprendida fue mayoritariamente el factor que los condenó a su desaparición. Para ello, se utilizarán de ejemplo concreto las experiencias de algunas organizaciones en base a la historiografía acerca de estas mismas.
Partido Comunista Mexicano
Su fundación data del 24 de noviembre de 1919, influenciado por la Revolución mexicana y los movimientos socialistas internacionales, principalmente la Revolución rusa de 1917. Surgió como una organización política comprometida con la lucha de clases, el internacionalismo proletario y la instauración del socialismo en México. Entre sus fundadores destacaron Manuel Díaz Ramírez y Manabendra Nath Roy, este último siendo un intelectual revolucionario indio que jugó un papel clave en la vinculación del PCM con la Tercera Internacional, la cual para ese tiempo aún era liderada por Lenin y Trotski.
Como ya se leyó al inicio, Campa señala que tanto él como otros dirigentes del partido carecían de una formación teórica y política profunda, necesaria para saber actuar en momentos decisivos. Esto implicaba una comprensión limitada del marxismo para poder entender dinámicas tanto globales como nacionales. Las raíces de esto pueden rastrearse a eventos de décadas atrás; en 1925 por ejemplo, durante el XIV Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, se consolidó una alineación drástica con los intereses de Stalin al adoptar la línea del “socialismo en un solo país”, una doctrina que contradecía los principios fundamentales del marxismo. A pesar de esto último, esa postura fue difundida en su totalidad por la Tercera Internacional, incluyendo al PCM, lo que significó una alevosía a los fundamentos revolucionarios defendidos por Lenin. Como consecuencia, el Partido Comunista Mexicano careció de una estrategia coherente para enfrentar las transformaciones económicas de México y los movimientos sociales emergentes. Este déficit intelectual condujo a una incapacidad para articular una perspectiva clara que conectara las luchas locales con el programa socialista, lo que debilitó la relevancia del partido ya no singularmente entre las masas, sino hasta en sus mismos militantes.
El PCM al ser influenciado por la línea de la Tercera Internacional estalinizada, debió de seguir indicaciones que no se ajustaban a la realidad del país (así mismo sucedió con los partidos comunistas alineados alrededor del mundo). Un ejemplo clave fue la política de “unidad a toda costa”, que buscaba alianzas con sectores burgueses o reformistas en lugar de fomentar la independencia de clase. Esta estrategia fue promovida por líderes apoyados desde el despacho de Stalin, los cuales estaban desconectados de las condiciones materiales de la zona, por ejemplo; el personaje de Earl Browder. Al adoptar estas posturas, el partido perdió de vista tanto la estrategia como un análisis profundo del panorama, desviándose de su misión revolucionaria y alejando a sus bases más politizadas. Esto resultó en una incapacidad para adaptarse a las cambiantes condiciones de México, agravada por una visión internacional errónea y desconectada de las realidades globales. La dirección del PCM mantenía una actitud rígida y dogmática, negándose en gran medida a ajustar sus análisis y estrategias en función del proletariado, lo que los llevó a desconocer las necesidades inmediatas de la clase trabajadora y a no poder articular un proyecto que resonara con todos los sectores oprimidos. Con el paso de los años, el PCM se distanció del objetivo revolucionario para ser totalmente fiel al dogma kominternista de la burocracia que ya había degenerado la Revolución de 1917.
Aunado a ello, el Partido Comunista Mexicano estuvo plagado de divisiones internas y purgas, lo que debilitó su capacidad organizativa. Un momento crítico fue la expulsión de Hernán Laborde Rodríguez y del mismo Valentín Campa por oponerse a la línea de la Tercera Internacional que apoyaba la liquidación de Trotski. La intención era clara; en lugar de fomentar el debate teórico, el partido optó por la represión interna, lo que desmoralizó a muchos militantes, mermando la unidad interna. Los dirigentes no solo estaban divididos en facciones, sino que también carecían de una visión estratégica a largo plazo. Las decisiones tomadas a veces rayaban en lo ridículo, tales como en su Congreso Nacional Extraordinario en mayo de 1940, donde sus dirigentes acusaron de sectarios y oportunistas a los militantes que habían seguido las posturas que ellos mismos aprobaron tres años antes. A partir de aquí se considera que inició la gran crisis del PCM.
La ausencia de una estrategia coherente y una creciente crisis ideológica interna provocaron la deserción de miles de miembros del partido. Algunos abandonaron sus filas en busca de una alternativa verdaderamente revolucionaria, mientras que otros optaron por un giro reformista que los llevó a adaptarse al Estado. Esto incluyó a quienes se integraron en organizaciones como el Partido Popular Socialista (PPS), que eventualmente se convirtió en un satélite del corrompido Partido Revolucionario Institucional (PRI). Paralelamente, hubo quienes se inclinaron hacia otras agrupaciones políticas, algunas de las cuales evolucionaron hacia formas de lucha guerrillera. La ruptura sino-soviética no agravó exclusivamente la ya debilitada orientación política del partido, sino que también profundizó las divisiones entre sus militantes. Los sectores más radicales entrada la década de 1950 acusaban al PCM de haberse vuelto reformista y de traicionar los principios revolucionarios al no considerar la lucha armada como una vía inmediata y necesaria para alcanzar el socialismo, lo que haría que varios miembros del partido prefirieran formar parte de nuevas organizaciones de corte maoísta durante los próximos años. Una década más tarde, la Revolución cubana ya había fortalecido de manera más intensa a esta tendencia en favor de las guerrillas.
En 1976, un ya readmitido Campa fue postulado como candidato a la presidencia en una campaña que, si bien fue simbólica y realizada en un contexto de ilegalidad para el partido, logró captar cierta atención. A pesar de las dificultades para acceder a medios de comunicación y la persecución política que enfrentaba, pero gracias a la vinculación con el movimiento obrero, campesino y estudiantil, el partido obtuvo aproximadamente 1.6 millones de votos (alrededor del 4.82% del total), lo que fue una sorpresa y mostró que existía una base de apoyo para las ideas comunistas en México; aunque también evidenció las limitaciones del PCM para competir electoralmente bajo las condiciones impuestas por la democracia burguesa.
Años más tarde, en medio de las reformas políticas de José López Portillo que dieron concesiones de libertad democrática; resultado, por un lado, de años de luchas y, por otro, de una estrategia del Estado de maniatar e institucionalizar a organizaciones disidentes, el PCM vio en su perspectiva la oportunidad de evolucionar. En 1981, el partido junto con otras organizaciones de izquierda como el Movimiento de Acción Popular (MAP) y el Partido del Pueblo Mexicano (PPM), entre otras más, se unieron para formar el Partido Socialista Unificado de México (PSUM). Esto siendo un esfuerzo para superar las divisiones de la izquierda y fortalecer la representación electoral y política de los sectores progresistas del país.
El PSUM enfrentó múltiples desafíos durante su corta existencia. Aunque logró mantener una presencia electoral y movilizar a sectores importantes de la izquierda, nunca alcanzó el nivel de apoyo masivo necesario para ser una verdadera fuerza de contrapeso frente al sistema político dominado por el PRI. En las elecciones presidenciales de 1982, su candidato, Arnoldo Martínez Verdugo, obtuvo alrededor de 3.5% de los votos, lo que fue significativo, pero insuficiente para representar una amenaza real al Estado consolidado. A medida que avanzaba la década en cuestión, la situación del país que estaba marcada por una crisis económica profunda y un creciente descontento social, exigía nuevas respuestas políticas. El PSUM, aunque seguía siendo una plataforma importante para la izquierda, no lograba adaptarse completamente a las demandas emergentes ni unificar todos los sectores disidentes. Por esta razón, en 1987, el PSUM se disolvió para volver a fusionarse con otras organizaciones y así dar paso a la creación del Partido Mexicano Socialista (PMS). Esta transformación fue otro intento de reagrupar a los socialistas y buscar una mayor cohesión entre los diferentes grupos progresistas que habían surgido en el país, muchos de ellos críticos del PSUM.
El PMS fue un esfuerzo por ampliar la base de apoyo de la izquierda y generar una opción política más competitiva, integrando a sectores independientes y activistas que no necesariamente formaban parte de la tradición comunista. Sin embargo, la historia del PMS sería breve, ya que en 1988 se unió a un frente más amplio para apoyar la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas del Río, quien había roto con el PRI y representaba una nueva esperanza para las fuerzas izquierdistas. Este movimiento desembocó en la creación del Frente Democrático Nacional (FDN), mismo que se consolidó como una alianza electoral significativa. Después de las elecciones de 1988, donde el movimiento a pesar de su controversial derrota fue ampliamente apoyado por grandes sectores de la sociedad civil, el PMS se disolvió sólo dos años después de su fundación para dar paso a la creación del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en 1989. Así, el PCM, después el PSUM, seguido a través del PMS, terminó integrándose en una nueva formación política que buscaba aglutinar a todas las corrientes democráticas y de izquierda en un solo partido.
El PRD se transformó en el nuevo refugio para muchos exmilitantes comunistas; lamentablemente con el tiempo solo mostró una notable degeneración de los ideales que alguna vez lo formaron. Un ejemplo elocuente de esta transformación es Jesús Zambrano Grijalva, quien fue militante de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S). Ya en el siglo XXI, llegó a convertirse en presidente del partido, guiándolo a lamer suelas de la derecha personificada en la coalición Por México Al Frente en las elecciones federales de 2018 y en la aún más infame Fuerza & Corazón Por México en 2024, año en el que pierden su registro como partido nacional, así como el estatal en varias entidades de la república, al no alcanzar el mínimo de votos requerido por el INE para conservarlos.
El Partido Comunista Mexicano cometió su primer gran error al alinearse con la doctrina estalinista, cosa que, aunque comprensible en el contexto de la época, se alejaba de las ideas más fundamentales del marxismo. Esta tendencia se vio impulsada por la influencia de la Tercera Internacional ya degenerada, la cual priorizaba la consolidación del poder en la Unión Soviética y la promoción de un modelo de socialismo que no veía como interés el internacionalismo proletario. En lugar de fomentar la revolución en todo el mundo, la Komintern se centró en la defensa de los intereses burocráticos, lo que llevó a una aplicación dogmática del marxismo donde la crítica no solo fue evitada; sino también castigada.
A lo largo de los años, el PCM adoptó métodos que contradecían las enseñanzas de Lenin, quien abogaba por la flexibilidad táctica y la adaptación de la teoría a las condiciones concretas de cada país. En lugar de seguir este camino, se aferró a una rigidez doctrinal que limitó su capacidad para responder a la realidad de México. La línea marcada de los métodos estalinistas se tradujo en una falta de conexión con las masas y en una incapacidad para movilizar a la clase trabajadora en torno a sus intereses. En lugar de promover una verdadera unidad proletaria, el partido se vio atrapado en una serie de luchas internas y en la defensa de una línea política que no resonaba con las necesidades de la población, siendo todo esto clave para la derrota.
Partido de los Pobres
El Partido de los Pobres (PDLP) fue una organización política y posteriormente también guerrillera que nació en la década de 1960 en Atoyac de Álvarez, Guerrero, en respuesta a las profundas desigualdades y la pobreza que afectaban a la población campesina de la región. La explotación de los recursos naturales por parte notoria de la burguesía nacional acentuó la miseria en una zona que, pese a su riqueza, mantenía a sus habitantes privados de oportunidades y recursos, creando un clima de desesperanza para los trabajadores. Su figura principal era Lucio Cabañas Barrientos, un líder carismático y comprometido con la causa agraria que se convertiría en el rostro del PDLP. Su presencia evocaba las metas que los locales tanto anhelaban, especialmente la nostálgica lucha encabezada por Emiliano Zapata. La conexión de Cabañas con el legado revolucionario también era personal; su abuelo fue un combatiente zapatista en la época de la Revolución mexicana y su tío luchó al mando de los hermanos Vidales Mederos, lo que le brindó una legitimidad ante las comunidades campesinas de la zona que apoyaron a esta causa con todas las esperanzas de justicia puestas.
Un concepto importante que debemos tener en cuenta al momento de hablar del PDLP es el caciquismo; un sistema de dominación política, económica y social en donde figuras de una localidad ejercen un control significativo sobre esta, actuando como intermediarios entre el gobierno y la población. Este fenómeno se caracteriza por todo tipo de prácticas relacionadas al abuso de poder, donde los caciques mantienen su influencia a través de las manipulaciones a los pobladores mediante chantajes, amenazas y sobornos a quien los ayude para mantener su poder en la región. Es importante destacar que un cacique suele ser también un pequeñoburgués.
Treinta años antes del surgimiento del Partido de los Pobres, el presidente Lázaro Cárdenas del Río buscaba redistribuir la tierra de manera más justa por medio de una reforma agraria en donde se repartieron a muchos campesinos sin acceso previo a la tierra más de 20 millones de hectáreas. Sin embargo, no fue suficiente y muchos campesinos quedaron excluidos, generando un perpetuo descontento en algunas comunidades. En la región de la Costa Grande de Guerrero, al igual que en muchas otras zonas del país, esta y otras medidas no lograron tan siquiera liberar a los campesinos del yugo de los caciques locales. Esto se debió en gran parte a que las políticas aplicadas ignoraban por completo las dinámicas de explotación en la creación de la plusvalía y su profunda conexión con la vida cotidiana de las clases sociales; las cuales, desde su óptica, nunca se vieron definidas en función a su relación con los medios de producción. Así, el contexto estaba preparado para el surgimiento de una revolución.
Lucio Cabañas comenzó a forjar su liderazgo en su juventud, donde se destacó como líder estudiantil en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa y se unió a la Asociación Cívica Guerrerense (ACG), en la que compartía militancia con su compañero Genaro Vázquez Rojas, quien años más tarde fundaría una organización política que también derivaría en guerrilla; la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR). Congruentemente, Cabañas fue elegido como secretario general en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) para el periodo 1962-1963. Transcurrido el tiempo, decidió alejarse de la ACG para acercarse más al Partido Comunista Mexicano, con el cual ya había mantenido relación al haber formado parte de sus juventudes; sin embargo, aunque continuó teniendo relaciones con el PCM, marcaría su distancia.
El 18 de mayo de 1967, Cabañas convocó a una manifestación en búsqueda de mejores condiciones para la Escuela Primaria Juan N. Álvarez en Atoyac de Álvarez. La protesta fue reprimida violentamente por la policía judicial, que desató una balacera en la plaza cívica. El evento presuntamente fue instigado por el cacique local Juan García Galeana, quien buscaba la muerte del revolucionario. Este suceso dejó cinco muertos, cosa que fue de alto impacto para los presentes. Se suele marcar este como el suceso donde Cabañas decidió definitivamente tomar el camino de la lucha armada, consolidando el camino guerrillero del PDLP. Unos años más tarde, presentaron su ideario político donde declararon abiertamente el socialismo como su objetivo final, esto de la mano obligatoriamente con la erradicación del capitalismo en todas sus formas. Es de resaltar que el primer punto de este documento era la necesidad de unir a todas las organizaciones armadas que compartieran estos ideales para conseguir el triunfo anhelado. En contraste, los fundamentos prácticos del movimiento guerrillero, influenciados en gran medida por la estrategia de la “guerra popular prolongada” de Mao Zedong y la experiencia de la Revolución cubana, condujeron finalmente al aislacionismo que los mantuvo alejados de las masas más allá de su región, considerando que sus miembros en otras zonas no tuvieron un impacto tan notorio.
Mediante su brazo armado, la Brigada Campesina de Ajusticiamiento (BCA), el PDLP se centró en realizar acciones directas contra figuras clave de poder. En 1974, secuestraron a Rubén Figueroa Figueroa, un cacique y candidato a gobernador de Guerrero, manteniéndolo cautivo durante dos meses hasta que fue soltado. Posteriormente este individuo sería electo gobernador y se enfocaría en perseguir a los miembros de la guerrilla quienes dos años antes también habían secuestrado a Jaime Farell Novelo, director de la Preparatoria No. 2 de la Universidad Autónoma de Guerrero para forzar la publicación de un comunicado. De manera similar, Farell Novelo fue liberado una semana después y los implicados detenidos. A medida que la guerrilla del PDLP adoptaba tácticas centradas en el secuestro y otras acciones alejadas del trabajo directo con las masas, se le facilitó al Estado el uso de su aparato represivo para sofocar el movimiento. Esta estrategia, cada vez más violenta, condujo a la debilitación del grupo, el cual sufrió un golpe decisivo con el asesinato de Lucio Cabañas a finales de 1974 durante el último de los tiroteos que tendrían el ejército y los guerrilleros de esta organización.
Movimiento de Acción Revolucionaria
Su origen se remonta a 1963 cuando Fabricio Apolo Gómez Souza viaja a la Unión Soviética, para estudiar en la Universidad de la Amistad de los Pueblos. Durante sus estudios, se encontró con Salvador Castañeda Álvarez y otros estudiantes mexicanos que encontraron inspiración en las experiencias revolucionarias de países como Argelia, Vietnam y Cuba. Esta influencia fue fundamental en la formación de sus ideales y en la gestación del movimiento que más tarde daría lugar al MAR. Rechazando el reformismo de los partidos comunistas del momento, decidieron conformar una organización que se enfocase en la lucha guerrillera como método para lograr cambios profundos en México. Entre 1969 y 1970, Corea del Norte facilitó recursos económicos y logísticos para poder proporcionar entrenamiento militar a más de 50 militantes, varios de los cuales ya habían tenido experiencias armadas. Durante su estadía, recibieron capacitación intensiva en tácticas de guerrilla, uso de armamento y todo tipo de conocimientos que buscaban aplicar en México para impulsar la lucha revolucionaria.
Al regresar a México, el MAR se planteó crear escuelas de cuadros con el objetivo de compartir con los nuevos miembros los conocimientos adquiridos en Corea del Norte, además de realizar actividades de financiamiento mediante robos planificados. Diversos militantes del MAR al mismo tiempo formaban parte o tenían contacto con otras organizaciones de la época como el Frente Urbano Zapatista (FUZ) y el ya mencionado PDLP. A principios de 1971, la Dirección Federal de Seguridad (DFS) descubrió una de sus casas de entrenamiento en Xalapa, Veracruz, después de que el dueño del inmueble reportara movimientos sospechosos. Esto provocó una serie de arrestos, entre los que dieron con su fundador, lo que resultó en un golpe considerable para la organización. El MAR tomó relevancia pública cuando la Procuraduría General de la República (PGR) anunció la captura de 19 miembros de la organización. La noticia fue ampliamente cubierta por la prensa, que encuadró el hecho bajo la perspectiva de la “doctrina de la seguridad nacional” impulsada por Estados Unidos, retratando al MAR como parte de una “conjura roja” que amenazaba la estabilidad del país.
La administración de Luis Echeverría Álvarez respondió igual que la de su predecesor Gustavo Díaz Ordaz, con una represión intensa. Además, la revelación de las conexiones internacionales del MAR desató un conflicto diplomático que culminó con la expulsión de miembros de la Embajada de la Unión Soviética en México. Aunque los soviéticos no estuvieron directamente involucrados en el entrenamiento de los militantes, se les acusó de facilitar su traslado a Corea del Norte, lo que agravó aún más las tensiones internacionales. El MAR nunca logró recuperarse tras la detención de sus principales dirigentes, situación que no fue suficiente para el ejército mexicano y todo organismo de represión estatal, los cuales perpetraron una serie de desapariciones forzadas dirigidas contra cualquier disidente revolucionario durante muchos años.
Según documentos de Inteligencia Naval, aunque muchos de los integrantes del MAR fueron perseguidos, encarcelados, torturados y asesinados, otros continuaron su lucha en diferentes formas y en diversos colectivos tanto armados como únicamente políticos. Esta organización dejó un legado en varias corrientes de la lucha armada y en movimientos políticos que persisten hasta hoy; varios de sus miembros con el tiempo se sumaron a la lucha armada en grupos como el Ejército Popular Revolucionario (EPR) e incluso décadas adelante en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). De igual manera, algunos militantes también optaron por formas de lucha pacífica desorganizada y otros se integraron en partidos políticos, como el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). En este último caso, el PRT enfrentó una fractura interna debido a las diferencias sobre la postura que debía adoptar frente al movimiento de masas liderado por Cuauhtémoc Cárdenas. Esto llevó a que una facción del partido se fusionara con el PRD, lo que resultó en la disolución de la organización original.
El MAR murió antes de poder dar sus primeros pasos bien firmes. Solo meses después de alcanzar su punto culminante, con una membresía que apenas superaba los 100 integrantes, sufrieron los efectos de una falta de evaluación estratégica: se lanzaron a realizar actividades para las que no estaban preparados y sin un propósito claro. En ningún momento sus acciones tuvieron una posibilidad real de instaurar el socialismo; por el contrario, solo contribuyeron al asesinato de varios comunistas. En el mejor de los casos, algunos de sus integrantes junto con miembros de otras guerrillas se beneficiaron de amnistías e integraron partidos políticos que aceptaron las reglas de la sociedad burguesa, abandonando así la causa socialista.
Liga Comunista 23 de Septiembre
La LC23S se formó en 1973 a partir de la fusión de diversos grupos guerrilleros que habían operado en México desde una década antes. Estos grupos, profundamente inspirados por la Revolución cubana y la creación de la República Popular China, consideraban la lucha armada como el único medio para derrocar al régimen priista y el sistema capitalista imperante. Tras eventos como la masacre de Tlatelolco en 1968 y sobre todo la masacre del 10 de junio de 1971, que evidenciaron la brutal represión estatal contra los movimientos sociales, muchos jóvenes se radicalizaron al abandonar la política institucional y optando por la vía clandestina de la guerrilla, cosa que ya habían dejado terreno fértil distintas organizaciones como las ya comentadas MAR y el PDLP.
El asalto al cuartel de Ciudad Madera en Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965, sumado a las represiones realizadas en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) en 1956 y 1968, ambas en esa misma fecha, fueron la razón del nombre de esta agrupación. La incursión al cuartel de Madera (realizado ocho años del nacimiento de la LC23S) fue liderada por maestros y estudiantes rurales del Grupo Popular Guerrillero (GPG) bajo el comando de Arturo Gámiz García y Pablo Gómez Ramírez, el asalto se planeó con la participación de unos 40 guerrilleros divididos en tres grupos, de los cuales solo uno de ellos conformado por 13 insurgentes terminó entrando en acción.
Uno de los grupos se retiró al no encontrar contacto con sus similares, suponiendo que la operación había sido cancelada, mientras que el segundo grupo que era el encargado de portar las armas más potentes no llegó a tiempo, esto debido a las difíciles condiciones del terreno y las lluvias torrenciales que azotaron la zona la noche anterior. Pese a esto, los elementos restantes decidieron seguir adelante con el plan, confiados en que solo dos pelotones custodiaban el cuartel, cuando en realidad había 125 soldados. El saldo fatal del enfrentamiento fue de 6 soldados muertos y 8 guerrilleros caídos, entre ellos Arturo Gámiz. Los cuerpos de los guerrilleros fueron recogidos por soldados y paseados por la ciudad en un camión como represalia simbólica y acto de intimidación a todo simpatizante de los guerrilleros.
La organización realizó varios atentados en su existencia, entre ellos podemos destacar en 1976 el intento de secuestro al burgués Eugenio Garza Sada, con motivo de solicitar su rescate a cambio de la liberación de presos políticos y dinero para sus actividades. Sin embargo, el intento resultó en un tiroteo en el que Garza Sada, algunos de sus guardaespaldas y miembros de la LC23S murieron. El asesinato tuvo un fuerte impacto en el sector empresarial y llevó al gobierno de Luis Echeverría a endurecer en mayor medida su política represiva contra los grupos armados revolucionarios. Un mes después, la organización secuestró al cónsul británico Anthony Duncan Williams y al empresario Fernando Aranguren Castiello en Guadalajara, exigiendo nuevamente lo mismo: dinero y liberación de presos políticos. No obstante, ante la no negociación del gobierno, Williams fue finalmente liberado sin cumplir con las demandas mientras que Aranguren se convirtió en una estadística más de los asesinatos realizados.
Uno de los eventos más destacados de la LC23S fue la operación Asalto al Cielo en Culiacán, ocurrida el 16 de enero de 1974, en la que alrededor de 300 militantes intentaron desatar una insurrección armada. El gobierno respondió con el despliegue de tropas militares y fuertes represalias, resultando en la muerte de varios guerrilleros y el cierre de instituciones educativas que se acusaron de estar vinculadas con la agitación. Es seguro que el suceso más recordado de este grupo fue el 22 de enero de 1976, con la fuga masiva de guerrilleros del Penal de Oblatos, donde estaban recluidos miembros de la LC23S, las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP) y la Unión del Pueblo (UP). Estos presos, alojados en el Departamento G de máxima seguridad, planearon durante meses su escape tras descubrir una vulnerabilidad en el muro de uno de los baños cercanos al perímetro del penal. Entre los principales organizadores estaban Antonio Orozco Michel, Guillermo Pérez Mora y José Natividad Villela Vargas.
La fuga comenzó a las 19:30 horas cuando los guerrilleros atravesaron una perforación que habían realizado en su celda durante dos meses. Lograron acceder a una torre de vigilancia que estaba custodiada por un solo policía, al cual asesinaron. Desde ahí, descendieron por un muro de cinco metros utilizando cuerdas improvisadas. El escape fue coordinado con comandos exteriores, quienes bajo el mando de David Jiménez Sarmiento y Saúl Meza Enríquez, atacaron simultáneamente la puerta principal del penal y las garitas de vigilancia, mientras otros comandos se encargaron de provocar un apagón atacando la subestación eléctrica. En medio del caos, otra célula liderada por Alicia de los Ríos Merino atacó a un grupo de policías en las inmediaciones del penal, permitiendo que los guerrilleros evadieran a las autoridades. El plan fue ejecutado con precisión y la fuga fue exitosa.
Después de tal hecho, la LC23S comenzó a enfrentar una desarticulación que se vio reflejada en la escasez de información sobre sus actividades y en la pérdida de difusión de la organización, esto más allá del fallido intento de secuestro a Margarita López Portillo unos meses después. Como fue de esperarse, el gobierno lanzó operativos sistemáticos para capturar a los fugados y desmantelar la organización, lo que resultó en la desaparición de numerosos militantes. La presión ejercida por las fuerzas de seguridad llevó a muchos integrantes de la LC23S a abandonar la lucha armada.
Más allá de todo esto, es crucial destacar que esta organización se apartó de otro de los pilares fundamentales del marxismo: ser la vanguardia de las masas. La falta de un vínculo sólido con el proletariado en general limitó gravemente su capacidad para movilizar apoyo y ampliar su base de militancia. En lugar de enraizar sus acciones en las demandas y luchas populares, la organización comenzó a centrarse en actos de violencia. Estas tácticas de lucha se enfocaron en liberar a miembros del movimiento guerrillero que más tarde volverían a realizar actos violentos, esto solo sirvió en retrospectiva para aislar a la LC23S de las verdaderas causas sociales que preocupaban al trabajador mexicano.
Lejos de construir alianzas con los sectores más vulnerables de la sociedad, optaron por realizar operaciones que no conectaban con las necesidades reales de la población. Este enfoque fragmentado y violento no solo falló en generar el apoyo masivo necesario para sostener una insurgencia exitosa, sino que también contribuyó a aumentar el temor generalizado hacia el comunismo. La percepción de la organización entre las masas pasó de ser la de un grupo de resistencia social a la de una amenaza incontrolable, lo que facilitó la represión violenta por parte del gobierno que pudo hacer esto con todas las guerrillas de la época. Además, las tácticas empleadas por la LC23S carecían de una estrategia clara para lograr el socialismo.
Al centrarse en objetivos inmediatos y actos de sabotaje, sin un propósito estratégico bien definido, quedaron atrapados en un ciclo de acciones sin dirección, que debilitó aún más su capacidad de generar cambios estructurales. El recurso a la violencia, carente de un proyecto político coherente y desvinculado de las luchas cotidianas de los trabajadores mexicanos, no se reflejó nada más en el aislamiento de la organización, sino que también en la anulación de cualquier posibilidad de gestar un movimiento revolucionario sostenible. Cabe destacar que fue la desaparición forzada de uno de sus militantes; Jesús Ibarra Piedra, lo que desencadenaría la creación del actualmente llamado Comité ¡Eureka!, organización que se fundó teniendo el fin de encontrar a todas las víctimas del Estado mexicano.
Lecciones
Las causas del fracaso de los movimientos comunistas del siglo XX en México pueden resumirse en los siguientes cinco errores por omisión de la teoría marxista:
Descalificación a la teoría de la revolución permanente: Uno de los errores más graves fue rechazar la teoría de la revolución permanente, propuesta por Trotski, la cual plantea entre tantas cosas que la lucha por el socialismo debe ser continua y no separarse en etapas. Una situación ejemplar de esto fue la que protagonizó el PCM al adoptar la consigna “Revolución democrática y socialista”. Enfocándose en cambios graduales y sin visión global, muchos movimientos comunistas renunciaron al alcance internacional de la revolución (y algunos, hasta de su alcance nacional). Su posición etapista los llevó a luchar por demandas democráticas, pero abandonar la lucha por el socialismo. Este error los desvió de los objetivos y los desconectó del impulso revolucionario a largo plazo que exige la lucha por el comunismo.
Concentración en guerrillas: En lugar de movilizar a las masas trabajadoras y construir un partido revolucionario ligado a ellas, algunos movimientos comunistas se enfocaron en acciones guerrilleras, tanto rurales como urbanas. Estas estrategias militares, por su naturaleza minoritaria, no lograron atraer el apoyo popular necesario para un cambio revolucionario. Los ataques armados, lejos de debilitar al Estado, legitimaron la represión estatal, facilitando la purga y la desarticulación de los movimientos. La falta de conexión con la población proletaria hizo que la lucha armada se volviera una táctica aislada y sin capacidad de generar transformaciones estructurales.
Falta de formación teórica constante: La debilidad ideológica y la falta de formación marxista entre los militantes también contribuyó al fracaso. Sin un entendimiento profundo del contexto político y sin la capacidad para adaptar sus estrategias a las condiciones cambiantes, los movimientos cayeron en errores estratégicos y perspectivas erróneas que debilitaban sus esfuerzos. La falta de una base teórica sólida no limitaba únicamente la visión a largo plazo, sino que también provocó que muchas decisiones se tomaran sin una comprensión adecuada del funcionamiento del capitalismo.
Dogmatismo en las decisiones: La mayoría de las organizaciones comunistas en México se vieron afectadas por un dogmatismo que limitaba su capacidad para adaptarse a las condiciones locales. Al aferrarse a interpretaciones corruptas del marxismo, los líderes no tomaron en cuenta las particularidades del país ni ajustaron su enfoque a las circunstancias históricas. Esto bloqueó el aprendizaje de sus errores, provocando que se desconectaran de las necesidades de la gente.
Ceder ante los partidos burgueses: En vez de mantener su independencia política de clase, muchas organizaciones comunistas decidieron aliarse o colaborar con partidos burgueses de izquierda dejando de defender y abandonando el programa revolucionario, creyendo que ese era un camino más viable para lograr cambios. Al contrario, esto llevó a una dilución de los principios comunistas, ya que en lugar de radicalizar a estos partidos y ganar adeptos a la causa revolucionaria, los comunistas terminaron adaptándose a las políticas reformistas. Este entrismo aplicado a la inversa condenó el compromiso con el socialismo y los convirtió en actores secundarios dentro del sistema capitalista, alejándolos todavía más de la transformación radical que buscaban.
Como se examinó, no alcanzaríamos una vida entera para contar todas las organizaciones en México que desde diferentes trincheras, persiguieron al menos en intenciones los mismos objetivos revolucionarios. Desde las luchas institucionales dentro de los partidos en las metrópolis, hasta las guerrillas que alzaban sus armas en las zonas más marginadas del país, la nación fue testigo de múltiples esfuerzos por transformar la realidad. Es primordial entender que muchas de estas experiencias, aunque valiosas, podrían haberse evitado o mejorado con una formación teórica más sólida. Como comunistas del presente, es nuestro deber aprender de esos errores, estudiar las lecciones que nos deja la historia y evitar repetir los mismos fallos, asegurando que nuestras luchas estén fundamentadas en una teoría marxista sólida, la cual guíe nuestras acciones hacia la revolución socialista que sentará las bases de un futuro verdaderamente justo para todos, no aisladamente en México, sino en la totalidad de los rincones donde haya seres oprimidos.
Ya lo decía Lenin: “La revolución no se hace, se organiza”.
Bibliografía
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