Rosa Luxemburgo es, sin lugar a dudas, una de las mujeres revolucionarias más representativas del siglo XX, pues se enfrentó de forma decidida al imperialismo y al revisionismo del Partido Socialdemócrata Alemán. Sus aportaciones a la teoría marxista, la hacen destacar como ícono de la lucha obrera y del socialismo europeo.
Desde los 15 años, Rosa inicia su militancia política en su natal Polonia, a pesar de las condiciones de segregación y discriminación a las que se enfrentó durante su vida -por el hecho de ser una mujer, Polaca y de origen judío- en 1893 funda junto con Leo Jogiches y Julian Marchlewski el periódico “La causa de los Trabajadores” en el cual mostraba firmemente su oposición a las políticas nacionalistas del Partido Socialista Polaco, pues siempre sostuvo como principio fundamental la lucha de clases, por encima de la lucha nacionalista o de género, ella creía que Polonia solo podría ser independiente después del triunfo de una revolución socialista, por lo que la lucha debía enfocarse a derrotar al capitalismo.
En mayo de 1898, se involucra en el trabajo del principal centro de la Segunda Internacional, participando en el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), el cuál era en ese momento, la más prestigiosa y numerosa de las organizaciones marxistas. Desde su entrada al partido, mantuvo una postura crítica al mismo, enfrentándose a las teorías revisionistas de Bernstein, quien con sus postulados, dio origen al reformismo dentro del movimiento marxista, pues aseguraba que el socialismo podría implementarse por medio de reformas graduales dentro del mismo sistema capitalista, las respuestas ante esta teoría fluían, sin embargo una de las mejores respuestas fue dada por Rosa Luxemburgo con su obra “¿Reforma social o Revolución?”, de este modo se pudo vislumbrar una muestra de su capacidad teórica, de su personalidad y del tipo de activista que era. A pesar de que sus colaboraciones sobre economía marxista eran consideradas importantes para el partido, el SPD contaba con una gran cantidad de teóricos economistas muy reconocidos, por lo que en un inicio, se pretendió limitar la labor de Rosa a la cuestión de la mujer o a la lucha antisemitista, lo que le causaba cierto escozor pues se negaba a ser clasificada, pues ella no aceptaría limitaciones a una cierta gama de interés, ella veía como la totalidad de las luchas el objetivo revolucionario.
Durante la segunda fase o primera ola del feminismo, a finales del siglo XIX y principios del XX, surge el movimiento sufragista o feminismo burgués, quienes defendían el derecho al voto de las mujeres pero dentro de los márgenes del sufragio censitario, el cual solo proveería del derecho al voto a las mujeres de la clase poseedora. En este sentido, esta era una batalla clara para abrir espacios para las mujeres de la pequeña y gran burguesía en la dirección de las empresas y en los puestos del estado. Para lograr tal fin, el movimiento sufragista se valía de la participación de las mujeres de la clase obrera, quienes eran superiores en número y nivel de organización. Dentro de este movimiento se proponía la creación de un frente interclasista de mujeres que permitiera llegar a las mujeres pertenecientes a la clase dominante, a puestos parlamentarios, con la promesa de que desde esa instancia, representarían el interés común de las mujeres de ambas clases.
Sin embargo, los intereses de la burguesía, son diametralmente opuestos a los intereses de la clase obrera, cuestión que tenían muy presente Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin. En el informe presentado por Zetkin en el Congreso de Gotha del SPD “La cuestión de la mujer y las tareas de la socialdemocracia”, se dejaba claro que los socialistas alemanes debían dedicarse a organizar y formar a las mujeres de la clase obrera, para impulsar un movimiento por el sufragio universal. Posteriormente ellas encabezarían la batalla dentro de la segunda internacional en contra de las concesiones que algunos partidos habían aprobado en favor de voto censitario promovido por las sufragistas.
Dentro de las medidas para combatir la influencia del movimiento sufragista en las mujeres obreras, en la segunda internacional, se impulsó la creación de grupos de mujeres, y se forma el primer congreso de mujeres socialistas, de ninguna manera este congreso planteaba la apertura al frente interclasista, ni a la división de la clase obrera por género, si no que era la táctica para poder hacer llegar el programa de lucha por el socialismo al conjunto de la clase obrera, de esta forma era más fácil poder acercarse a las trabajadoras en sus centros de trabajo.
Ante esta cuestión Rosa Luxemburgo en su texto “La Proletaria” escribe lo siguiente:
“La mujer burguesa no está interesada realmente en los derechos políticos, porque no ejerce ninguna función económica en la sociedad, porque goza de los frutos acabados de la dominación de clase. La reivindicación de la igualdad de derechos para la mujer es, en lo que concierne a las mujeres burguesas, pura ideología, propia de débiles grupos aislados sin raíces materiales, es un fantasma del antagonismo entre el hombre y la mujer, un capricho. De ahí el carácter cómico del movimiento sufragista.
La proletaria, en cambio, necesita de los derechos políticos porque en la sociedad ejerce la misma función económica que el proletario, trabaja de la misma manera para el capital, mantiene igualmente al Estado, y es también explotada y dominada por éste. Tiene los mismos intereses y necesita las mismas armas para defenderse. Sus exigencias políticas están profundamente arraigadas no en el antagonismo entre el hombre y la mujer, sino en el abismo social que separa a la clase de los explotados de la clase de los explotadores, es decir, en el antagonismo entre el capital y el trabajo.”
Con esta cita podemos ver claramente la postura de Rosa Luxemburgo ante el feminismo burgués, pues para ella no había duda alguna que el origen de la opresión de la mujer deriva de la misma raíz de la opresión de clase, en esas líneas, se deja de manifiesto que las mujeres obreras tienen más reivindicaciones en común con los hombres de su clase que con las mujeres burguesas, por lo cual el argumento de la lucha de género no tenía cabida para su pensamiento revolucionario. Es la lucha de clases, la lucha de los oprimidos contra los opresores, independientemente del género, la que llevará a una verdadera liberación de la humanidad, solo por medio de la transformación de la sociedad, solo con el triunfo de la revolución socialista se podrán sentar las bases de la plena emancipación de la mujer, eliminando las ataduras económicas, políticas, sociales y morales, que retienen a la mujer bajo el yugo opresor de la sociedad de clases, bajo la barbarie de explotación del sistema capitalista, al que debemos combatir y derrocar con toda la fuerza de nuestra clase.
Hace 26 años, tras la caída de la Unión Soviética, los defensores del capitalismo estaban eufóricos. Hablaron de la muerte del socialismo y del comunismo. El liberalismo había triunfado y, por lo tanto, la historia había alcanzado su expresión final bajo la forma de capitalismo. Ese fue el momento en que Yoshihiro Francis Fukuyama pronunció su famosa (o notoria) predicción de que la historia había terminado. Lo que quiso decir con esto fue lo siguiente: ahora que el socialismo (en la forma de la Unión Soviética) había fracasado, el único sistema socioeconómico posible era el capitalismo, o como él y otros preferían describirlo: “la economía de libre mercado”.
Los defensores del capitalismo predijeron que la victoria del liberalismo abriría la puerta a un futuro garantizado de paz y prosperidad. Los economistas hablaban del dividendo de la paz. Ahora que la Guerra Fría con la Unión Soviética había terminado, los gobiernos capitalistas podrían gastar grandes sumas de dinero para construir escuelas, hospitales, casas y todas las demás cosas que son el requisito esencial previo para la existencia civilizada. Los desiertos florecerían, la producción se dispararía y la raza humana -supuestamente- viviría feliz para siempre. Amén.
26 años puede parecer mucho tiempo en la vida de un hombre o una mujer. Pero en la escala de la historia, es sólo un momento fugaz. Y sin embargo, en ese segmento insignificante de la historia humana, todo ha cambiado, y, como Hegel predijo, las cosas han trocado en su opuesto. Hoy en día, no queda piedra sobre piedra de las confiadas predicciones de aquellos dias.
Hace 26 años, tras la caída de la Unión Soviética, los defensores del capitalismo estaban eufóricos. Hoy, ni una piedra sobre otra queda de sus confiadas predicciones / Imagen: antaldaniel
Cambio de opinión
Desafortunadamente para Francis Fukuyama, la historia no es tan fácil de desechar. Y ahora se está vengando de él. En 1992, llevado por la euforia general de la burguesía, exultante por la caída de la Unión Soviética, este político teórico norteamericano publicó un libro con el interesante nombre: El fin de la historia y el último hombre.
En este libro, leemos la siguiente declaración:
«Lo que podemos estar presenciando…. es el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano»
Pero en un artículo publicado en New Statesman el 17 de octubre de este año, está entonando una canción bastante diferente:
«Lo que dije entonces [1992] fue que uno de los problemas de la democracia moderna es que proporciona paz y prosperidad, pero la gente quiere más que eso…. las democracias liberales ni siquiera tratan de definir lo que es una buena vida, sino que la dejan en manos de individuos que se sienten alienados, sin propósito, y por eso se unen a estos grupos de identidad que les da un sentido de comunidad.»
Sus críticos, dijo, «probablemente no leyeron hasta el final del libro [El Fin de la Historia], la parte del Último Hombre, que en realidad trataba sobre algunas de las amenazas potenciales a la democracia.»
Funcionario del gobierno durante los años de Reagan-Bush, Fukuyama estuvo cercano originalmente al movimiento neoconservador. Esto probablemente explica su entusiasmo por la economía de mercado y el liberalismo. Pero la dura experiencia le ha llevado a cambiar de opinión, al menos hasta cierto punto.
Fukuyama apoyó la guerra de Irak, pero en 2003 concluyó que era un error decisivo de la política estadounidense. También se ha convertido en un crítico de la desregulación financiera / Imagen: Departamento de Defensa de EE.UU.
Fukuyama apoyó la guerra de Irak, pero en 2003 concluyó que era un error que definía la política estadounidense. También se ha convertido en un crítico de dogmas neoliberales como la desregulación financiera, que fue en parte responsable de la desastrosa crisis económica de 2008. También es un crítico del euro, o al menos de su «inepta creación»:
«Todas estas son políticas de élite resultaron ser bastante desastrosas, hay alguna razón para que la gente común se moleste.»
¡Marx tenía razón!
Para ilustrar el dramático cambio de opinión de Fukuyama, volvemos a publicar algunos extractos del artículo de New Statesman:
«El Fin de la Historia fue una reprimenda para los marxistas que consideraban el comunismo como la última etapa ideológica de la humanidad. ¿Cómo veía, le pregunté a Fukuyama, el resurgimiento de la izquierda socialista en el Reino Unido y los Estados Unidos? Todo depende de lo que se entienda por socialismo. La propiedad de los medios de producción -excepto en áreas donde es claramente necesario, como los servicios públicos- no creo que vaya a funcionar.
“Si te refieres a programas redistributivos que intentan corregir este gran desequilibrio, tanto en ingresos como en la riqueza que se produce, entonces sí, creo que no sólo puede volver, sino que debería volver. Este período prolongado, que comenzó con Reagan y Thatcher, en el que se arraigó un cierto conjunto de ideas sobre los beneficios de los mercados no regulados, ha tenido un efecto desastroso en muchos sentidos.
«En materia de igualdad social, ha conducido a un debilitamiento de los sindicatos, del poder de negociación de los trabajadores de a pie, al surgimiento de una clase oligárquica en casi todas partes que ejerce entonces un poder político indebido. En cuanto al papel de las finanzas, si hay algo que hemos aprendido de la crisis financiera es que hay que regular el sector como el demonio porque harán que todos los demás paguen. Toda esa ideología se arraigó muy profundamente en la Eurozona, la austeridad que Alemania impuso al sur de Europa ha sido desastrosa.»
Fukuyama añadió, para mi sorpresa: “En este momento, me parece que ciertas cosas que dijo Karl Marx están resultando ser ciertas. Habló de la crisis de sobreproducción…. que los trabajadores se empobrecerían y la demanda sería insuficiente.”» (Énfasis mío, AW)
Es significativo que un defensor tan prominente del capitalismo y crítico del socialismo llegue ahora a la conclusión de que el análisis marxista de la crisis capitalista era básicamente correcto.
Dejamos de lado el hecho de que Fukuyama demuestra su falta de comprensión de la economía marxista al confundir la sobreproducción con la idea keynesiana de subconsumo. Después de tantos años de lavado de cerebro en la escuela de economía de libre mercado, era demasiado pedirle que entendiera a Marx.
Sin embargo, es significativo que un defensor tan prominente del capitalismo y crítico del socialismo llegue ahora a la conclusión de que el análisis marxista de la crisis capitalista era básicamente correcto, que la búsqueda desenfrenada de la economía del libre mercado ha conducido a un empobrecimiento masivo, por un lado, y a la dominación completa del mundo por parte de una oligarquía capitalista irresponsable y obscenamente rica, por el otro.
Y tiene toda la razón al decir que, si esto no se rectifica, esta oligarquía (tanto en Estados Unidos como en Europa) «hará que todo el mundo pague». En realidad, ya lo están haciendo.
Fukuyama no ofrece ninguna solución
Es, por supuesto, una satisfacción considerable ver que incluso este defensor recalcitrante del capitalismo haya comenzado a comprender su naturaleza reaccionaria. Sin embargo, Fukuyama se comporta como un médico que, después de dar una lista muy completa de los síntomas de su paciente, no proporciona una receta para la cura.
Fukuyama es consciente de las terribles privaciones causadas por los estragos del capital financiero y la anarquía del sistema de mercado. Ha llegado a la conclusión, compartida por un número cada vez mayor de personas, de que la economía debe ser controlada. Pero luego no llega a la conclusión necesaria, que es que los gigantescos monopolios y bancos que ejercen una brutal dictadura sobre el mundo entero deben ser sacados de las manos privadas.
Por un lado, pide que se vuelva al socialismo. El problema es que no tiene idea de lo que es el socialismo. Dice que «la propiedad de los medios de producción» (excepto en los servicios públicos) no va a funcionar. Pero el propio Fukuyama ha llegado a la conclusión de que es la propiedad privada de los medios de producción la que no funciona, o mejor dicho, que funciona en detrimento del progreso económico y social, y causa miseria, pobreza y angustia a la gran mayoría de la humanidad.
Ahora está claro, incluso para los más ciegos de los ciegos, que la economía capitalista no planificada es una receta acabada para el caos, la desorganización, el despilfarro, la mala gestión y la corrupción a gran escala. Peor aún, la desenfrenada codicia por el beneficio, que es la única fuerza motriz de este sistema, está destruyendo el medio ambiente, envenenando el aire que respiramos, los alimentos que comemos, y los mares y bosques que son la base de toda la vida en el planeta.
Los problemas graves exigen soluciones serias. El socialista español Largo Caballero dijo una vez que no se puede curar el cáncer con una aspirina. Fukuyama aboga por la nacionalización de los servicios públicos porque «es claramente necesario». Estamos completamente de acuerdo con él. Pero, ¿por qué no se exige en el caso de los bancos, por ejemplo, que han demostrado una incapacidad total para administrar y controlar de manera responsable grandes cantidades de dinero de la gente?
La monstruosa especulación, la corrupción y la ineptitud de los bancos fue la causa inmediata de la crisis financiera de 2008, cuyos resultados seguimos viviendo. Al final, estos fervientes defensores de la economía de libre mercado, que se oponían a cualquier sugerencia de intervención estatal en la economía, tuvieron que ser rescatados mediante la inyección de grandes cantidades de dinero público.
La monstruosa especulación, la corrupción y la ineptitud de los bancos fue la causa inmediata de la crisis financiera de 2008 / Imagen: Lisa Norwood
En lugar de ir a la cárcel, lo que merecían, fueron recompensados por su incompetencia con sumas de dinero robadas del tesoro público. Esa es la razón por la que hoy tenemos déficits públicos colosales, que, según se nos ha dicho, deben ser pagados. Los pobres subvencionan a los ricos. Esto es Robin Hood al revés.
Al mismo tiempo, se nos informa de que no hay dinero para pagar cosas innecesarias como escuelas, hospitales, atención a los ancianos, pensiones, educación, carreteras y saneamiento, todo lo cual se encuentra en un estado lamentable en Gran Bretaña y en los países más ricos del mundo.
Si alguna vez hubo un sector de la economía que pide a gritos la expropiación, son los grandes bancos. ¿Por qué desea el señor Fukuyama mantenerlos en manos privadas? Si limitamos la nacionalización a los servicios públicos, los sectores más importantes de la economía permanecerán como están, en manos de esa misma oligarquía contra la que se mueve Fukuyama. Este tipo de «socialismo» no resolvería precisamente nada.
Claramente, el principal problema aquí es que Fukuyama confunde el socialismo y la propiedad estatal con el régimen burocrático y totalitario que existía en la Unión Soviética. Eso ciertamente fracasó, y estaba destinado a fracasar. Trotsky señaló que la economía planificada nacionalizada necesita democracia, al igual que el cuerpo humano necesita oxígeno.
No tiene por qué haber contradicción entre una economía nacionalizada y planificada y la democracia más plena. El socialismo real se basa en la participación más activa de los trabajadores, tanto en la elaboración de un plan de producción como en su aplicación. Con esto queremos decir no sólo el proletariado industrial, sino todos los grupos productivos: científicos, economistas, técnicos, gerentes incluidos.
Sin el control y la gestión de los trabajadores, la economía inevitablemente se bloqueará y se paralizará, que es exactamente lo que ocurrió en la Unión Soviética. La experiencia venezolana nos da un veredicto aún más condenatorio sobre el control burocrático de las industrias nacionalizadas.
¿El camino chino?
Del artículo parece que Fukuyama piensa que el único rival sistémico plausible de la democracia liberal no es el socialismo, sino el modelo capitalista de estado de China:
«Los chinos argumentan abiertamente que son superiores porque pueden garantizar la estabilidad y el crecimiento económico a largo plazo de una manera que la democracia no puede… si en otros 30 años son más grandes que los Estados Unidos, el pueblo chino es más rico y el país sigue unido, yo diría que tienen un argumento real.»
Pero advirtió que «la verdadera prueba del régimen» será cómo se desenvuelve en una crisis económica.
La confusión de Fukuyama se ilustra muy bien con estas líneas. Era un empirista impresionista hace 26 años, cuando tenía ilusiones en la economía de mercado porque parecía estar avanzando continuamente. Hoy sigue siendo un empirista impresionista, salvo que su admiración por China ha aumentado en la misma medida en que su admiración por el capitalismo occidental (“liberalismo”) ha disminuido.
Fukuyama piensa que el único rival plausible de la democracia liberal no es el socialismo, sino el modelo capitalista de estado de China / Imagen: kremlin.ru
Es cierto que, en las últimas décadas, la economía china ha avanzado rápidamente. Pero, habiendo entrado en la economía capitalista mundial, ha heredado todas las contradicciones del capitalismo. China está sufriendo una sobreproducción que ha provocado un descenso de la tasa de crecimiento y un aumento del desempleo.
La tasa oficial de crecimiento de China este año es del 6,5%. Pero China necesita, al menos, una tasa de crecimiento del 8% anual sólo para absorber el crecimiento de la población. Además, como sugiere Fukuyama, la economía china es vulnerable a los choques económicos que se originan en la economía mundial en general, conforme encuentra cada vez más dificultades para vender sus excedentes de producción y está en una guerra comercial abierta con Estados Unidos.
También es irónico que un hombre que afirma defender la democracia liberal mire a China como ejemplo, dado que el régimen chino no es conocido por su respeto de los derechos humanos y la democracia. De hecho, China combina algunas de las peores características del totalitarismo estalinista con las más negativas del capitalismo. A lo largo de ese camino, no hay esperanza para los trabajadores de China ni de ningún otro país.
El capitalismo significa guerra
Podría decirse que el mundo nunca ha estado en una situación tan inestable. De hecho, mientras la URSS existió, había una relativa estabilidad, reflejando el relativo equilibrio de poder entre Rusia y los Estados Unidos. Pero el orden del Viejo Mundo se ha derrumbado, y no hay nada que lo reemplace.
Sin duda, hemos recorrido un largo camino desde las predicciones optimistas de un mundo de paz y prosperidad tras la caída del Muro de Berlín. El mundo real de hoy no tiene ninguna relación con esa perspectiva. Al contrario, hay guerra tras guerra. Aparte de los horribles conflictos que están destrozando países como Irak, Siria y Yemen, ha habido una serie de guerras monstruosas en África.
La terrible guerra civil en el Congo llevó a la matanza de al menos 5 millones de hombres, mujeres y niños. Eso ni siquiera salió en las primeras planas de los periódicos. El presidente Trump ha roto el acuerdo con Irán que impedía que ese país adquiriera armas nucleares. Ahora anuncia su decisión de romper el acuerdo firmado por Reagan y Gorbachov para restringir los programas nucleares de Estados Unidos y Rusia.
A Fukuyama le preocupa el potencial de una guerra entre Estados Unidos y China:
«Creo que la gente sería muy tonta si lo descartara, se me ocurren muchos escenarios en los que podría comenzar una guerra así. No creo que sea un ataque deliberado de un país sobre el otro -como Alemania invadiendo Polonia en 1939- es más probable que salga de un conflicto local sobre Taiwán, sobre Corea del Norte, posiblemente una confrontación en el Mar de China del Sur que se intensifica.»
Ciertamente, las contradicciones entre Estados Unidos y China son muy serias. Encuentran su expresión en la guerra comercial declarada unilateralmente por Donald Trump, que puede fácilmente escalar a algo mucho más serio e incluso amenazar con hundir toda la economía mundial. Del mismo modo, el avance del poder chino en Asia, en particular, su intento de dominar los mares de esa región, es visto como una amenaza por los Estados Unidos.
En lugar de una gran guerra entre los EE.UU. y China, tendremos pequeñas guerras todo el tiempo – “pequeñas” en el sentido de las guerras en Irak y Siria / Imagen: Министерство обороны Российской Российской Федерации Федерации
Eso no significa, como algunos creen, que sea inminente una tercera guerra mundial. En las condiciones modernas, la guerra mundial tendría un efecto devastador en todas las partes. Y los capitalistas no hacen la guerra por diversión, sino para la conquista de mercados, ganancias y esferas de influencia. Por lo tanto, aunque el Sr. Trump haga estallar fuego y azufre en todos sus discursos, está descartada una conflagración general.
Sin embargo, tendremos pequeñas guerras todo el tiempo – «pequeñas» en el sentido de las guerras en Irak y Siria, lo cual, en el mundo moderno, es una perspectiva suficientemente horrenda. Pero las guerras no son más que un reflejo de las insoportables contradicciones entre países que, sobre la base del capitalismo, deben luchar entre sí por los mercados como perros hambrientos que pelean por un pedazo de carne. El capitalismo significa guerra, y para evitar la guerra, es necesario eliminar su causa raíz.
La rueda de la historia
Cuando los ejércitos triunfantes de Hitler entraron en París en 1940, tuvo lugar una interesante conversación entre un oficial del ejército alemán y otro francés. El alemán, alardeando de la arrogancia de un conquistador, se jactaba de que, finalmente, su nación se había vengado de su humillante derrota en la Primera Guerra Mundial. El oficial francés se volvió hacia él y le dijo: «Sí, la rueda de la historia ha girado. Volverá a girar.»
Unos años más tarde, su predicción demostró ser correcta.
Desde la caída de la Unión Soviética, la rueda de la historia ha vuelto a dar un giro completo. A pesar de las predicciones de los estrategas del capital, la historia ha vuelto con fuerza. De repente, el mundo parece afligido por fenómenos extraños y sin precedentes que desafían todos los intentos de los expertos políticos por explicarlos.
El pueblo británico votó en un referéndum por abandonar la Unión Europea, un resultado que nadie esperaba, lo que causó una conmoción a escala internacional. Pero estos no fueron nada en comparación con el tsunami provocado por el resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses: otro resultado que nadie esperaba, incluido el hombre que ganó.
La elección de Donald Trump fue otro terremoto más. Estos acontecimientos son la dramática confirmación de la inestabilidad que aflige al mundo entero. De la noche a la mañana, las viejas certezas han desaparecido. Hay un fermento general en la sociedad y una sensación de incertidumbre generalizada llena a la clase dominante y de profundos temores, a sus ideólogos.
Los comentaristas políticos hablan con temor del surgimiento de algo que llaman “populismo”: una palabra tan elástica como sin sentido
Los comentaristas políticos hablan con temor del surgimiento de algo que llaman «populismo»: una palabra tan elástica como sin sentido. El uso de esta terminología amorfa sólo significa que los que la usan no tienen idea de lo que están hablando.
En términos estrictos y etimológicos, populismo no es más que una traducción latina del griego «demagogia». El término se aplica con el mismo gusto que un mal pintor revoca una pared con una capa gruesa de pintura para cubrir sus errores. Se utiliza para describir una variedad tan amplia de fenómenos políticos que queda totalmente desprovista de contenido real.
El fermento político y social que sacude al mundo entero hasta sus cimientos es sólo un síntoma de una crisis mucho más profunda: no la crisis del neoliberalismo, que es sólo una forma particular de capitalismo, sino una crisis terminal del propio sistema capitalista.
Esta crisis está destinada a durar bastante tiempo. Sobre la base del capitalismo, no hay solución. Los gobiernos subirán y bajarán y los péndulos oscilarán de izquierda a derecha, y de derecha a izquierda, reflejando una búsqueda cada vez más desesperada de las masas por encontrar una salida a la crisis.
El llamado «populismo» no es más que un reflejo de este hecho. Las masas aprenden de la experiencia y no tienen otra forma de aprender. La experiencia será una escuela muy dura, y las lecciones serán aprendidas amargamente. Pero al final, serán aprendidas.
Una cosa está muy clara. La burguesía no tiene idea de cómo salir de esta crisis. Sus representantes políticos y económicos muestran todos los rasgos de confusión y desorientación propios de una clase que ha sobrevivido a su vida útil histórica, una clase que no tiene futuro y que es poco consciente de ello.
Los apologistas del liberalismo capitalista se quejan amargamente del ascenso de políticos como Donald Trump, que representan la antítesis de lo que se conoce como «valores liberales». Para estas personas, esto parece una pesadilla. Esperan despertar y darse cuenta de que todo fue un sueño, que mañana será un dia mejor. Pero para el liberalismo burgués, no habrá despertar ni mañana.
Los comentaristas políticos hablan con temor del surgimiento de algo que llaman “populismo”: una palabra tan elástica como sin sentido / Imagen: Gage Skidmore
Las declaraciones de Francis Fukuyama, desde ese punto de vista, tienen una considerable importancia sintomática. Este antiguo liberal ha perdido toda la fe en el futuro del capitalismo, pero no ve ninguna alternativa viable. Como todos los estrategas del capital, ve el futuro «como a través de un cristal, sombríamente». Su desesperanza teórica es la expresión de la desesperanza del propio sistema.
El futuro pertenece, no a la burguesía ebria y en bancarrota, que no puede ver más allá del final de su propia nariz, sino a la única fuerza realmente progresista de la sociedad, la única fuerza que produce toda la riqueza de la sociedad: la clase obrera. A través de su propia experiencia, esa clase llegará a comprender que el único camino a seguir es tomar el camino del genuino socialismo y del poder obrero.
El siglo XXI latinoamericano energía con grandes esperanzas para las masas de trabajadores, que habían soportado toda una época de gobiernos reaccionarios.
Como se recordará las oleadas revolucionarias de los setentas había sido cortada de tajo a través de feroces dictaduras militares, incluso países como México, sin una presencia militar importante en la política, había vivido sangrientos años de guerra sucia.
La crisis no se resolvió con los años de dictadura. No obstante que a diferencia de la década de los setentas el énfasis mayúsculo en los movimientos populares de izquierda se había centrado en la restauración de la democracia y la defensa de los derechos humanos.
Los ochentas fueron el escenario de una serie de transiciones a la democracia donde se procuró con extremo cuidado ceder el gobierno, pero no el poder real: la oligarquía latinoamericana, en sus distintas facetas nacionales, había fortalecido su posición de intermediario en el proceso de saqueo de las riquezas regionales.
Así pues, bajo la supervisión de la oligarquía y del imperialismo se establecieron regímenes firmemente comprometidos con mantener las políticas de ajustes salvajes, claramente orientadas a ponerle fuerte énfasis en salvaguardar las variables macro-económicas a costa de la miseria y muerte de millones de seres humanos.
Pero el capitalismo ya no era el mismo de los setentas, las fuerzas productivas tenían un desarrollo desigual y combinado, caracterizado por el modelo de maquiladora, centros de ensamblaje del capitalismo global donde lo único importante era la mano de obra, mientras más barata mejor.
La crisis de los noventas
No obstante el hilo no se podía estirar tanto, en 1988 un movimiento de izquierda de masas, estuvo a punto de romper la hegemonía del PRI mexicano, en Venezuela Carlos Andrés Pérez es electo con las esperanza de una nueva fase de nacionalizaciones, que su imagen evocaba. No hubo una decepción más grande, CAP se lanzó a una salvaje política de alzas de precios y privatizaciones.
Las masas nos soportaron más y se desataron protestas salvajes cruelmente reprimidas por el régimen. Cientos de personas fueron asesinadas por el ejército. El cual se vio sacudido desde adentro. Al final la paz de los sepulcros salvo a CAP, pero las bases de la explosión revolucionaria no se detuvieron. En 1992 estalla el levantamiento armado de Hugo Chavez Frías, el cual surge como una rebelde en medio de una serie ofensivas de las burguesías locales en contra de sus pueblos, antes las cuales la respuesta de las direcciones obreras y campesinas era prácticamente testimonial
En Argentina es electo Carlos Menen, un demagogo que cobijado bajo el Partido Justicialista (peronista) se enfrasco en una batalla permanente en contra de la clase obrera argentina, que pagó un duro precio para sacar de la crisis económica a su país.
La crisis de los gobiernos de la “transición” estallaba en uno y en otro lugar, en muchos casos demagogos de derechas como el ecuatoriano Abldala Bucaram, arribaban al poder, solo para someterse aún más a los dictados del FMI.
Bolivia era un caso particular, la beligerancia de la Central Obrera Boliviana (COB), mantenía al régimen una y otra vez al borde del colapso. La única la razón por la cual la COB no tomo el poder en aquel periodo fue porque dentro de su dirección nunca se estableció una estrategia seria para tomarlo.
En México, el populismo de derechas de Carlos Salinas de Gortari termino estallando en una nueva crisis, que inició en 1994 con el levantamiento armado del EZLN , que continuo con el asesinato del candidato oficialista Luis Dolado Colosio y culmino a finales de ese año con una nueva crisis
La realidad era que a fuerza de derrotas las masas estaban perdiendo el miedo y es que cuando hacia atrás no tienes más que el abismo no hay de otra más que intentar avanzar.
Venezuela: el primer impulso
Y el primer golpe en la nueva fase de la revolución latinoamericana lo lanza Venezuela, que en 1998 elige como presidente a Hugo Chavez Frías, el mismo que había siglo indultado por Rafael Caldera en 1996 luego del fallido Golpe de Estado de 1992.
La llegada de Chavez fue a pesar de todo, de los medios de comunicación y del impulso de los oligarcas para evitar que un plebeyo de la más baja estirpe y ralea llegase a la presidencia. Impulsado por el gran apoyo popular impulsa una nueva constituyente al año siguiente y para el 2000 es nuevamente electo presidente ya en el marco de una nueva ley constitucional que aún sin ser de carácter socialista si marcaba una diferencia diametral con la lógica entreguista de todo el siglo XX. Así Venezuela arribaba al siglo XXI fon una burguesía políticamente derrotada y un movimiento de masas cada vez más confiado en su propia fuerza.
Hugo Rafael Chavez Frías / Foto: AFP
Ecuador: Una insurrección que arrastra al ejército
El siguiente capítulo de la revolución fue Ecuador, el marxista Jorge Martin asi pintaba el escenario los primeros días de los años 2000 “
“El año 2000 se inicia en Ecuador con un 62% de la población bajo el nivel de la pobreza, un 70% de los trabajadores desempleados o subempleados, una caída de la economía del 7.2% y una tasa de inflación del 70%. Ante esta situación el gobierno de Mahuad decide decretar la dolarización de la economía a una tasa de 25.000 sucres por dólar”
Las movilizaciones de campesinos y trabajadores generaron un efecto en el ejército, lo que llevó a una parte de ellos, dirigidos por Lucio Gutiérrez a sumarse a la protesta, al final el carácter espontaneo de la movilización y la absoluta incapacidad de la dirección que se formó, particularmente de Gutiérrez, llevaron al restablecimiento del orden burgués. No obstante, la situación no regresó al punto de partida. Un par de años después el propio Gutiérrez fue electo presidente de Ecuador, no obstante, terminó por pasarse del lado de la reacción aplicando una serie de medias draconianas con el pretexto de estabilizar la economía. El resultado fue que una nueva explosión social, para el 20 de abril de 2005 Gutiérrez se ve obligado a escapar de manera vergonzosa del país ante un nuevo estallido social.
La situación no se estabilizó sino hasta la elección de Rafael Correa a principios de 2007, el cual ha sido el único mandatario ecuatoriano que trató de ser fiel al espíritu de rebelión de las masas ecuatorianas de principios de siglo.
Rafael Correa / Foto: Radio Cubana
Bolivia: de la revolución a la elección
La ola revolucionaria también se extendió en Bolivia, donde la Central Obrera Boliviana llevaba décadas de desarrollar la única oposición real al régimen del oficialista Movimiento Nacional Revolucionario. Como hemos señalado la COB nunca se planteó como una opción real de poder, había un vació y poco a poco lo fue llenando el Movimiento Al Socialismo (MAS).
Como siempre ante la falta de iniciativa de los partidos y organizaciones del bando proletario, fue la reacción quién dio el primer paso para la debacle del régimen. El inminente proceso de entrega de los recursos naturales bolivianos, particularmente gas, desataron una serie de bloqueos, nuevamente encabezados por la COB y la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, El gobierno intento parar las protestas por medio de la represión, decenas de trabajadores fueron asesinados para parar la lucha, la respuesta fue una verdadera insurrección con elementos de doble poder en ciudades como El Alto
Ante esta situación el presidente proyanqui Sanchez de Lozada, es obligado a dimitir, generándose un gobierno interino, nuevamente la COB no encara la tarea de construir un poder obrero alternativo pese a tener todas las condiciones para ello, lo que permite estabilizarse al gobierno provisional resultante de la crisis.
El Movimiento al Socialismo, si bien había jugado un papel trascendente en las movilizaciones si tenía la intención de contender electoralmente y poco a poco en medio del vacío que hemos señalado fue adoptando un perfil político que fue visto por las masas como una alternativa, así fue surgiendo la figura de Evo Morales, activista de los trabajadores que se dedican al cultivo de coca.
A principios de enero de 2006 Morales toma posesión como presidente de Bolivia, ante un movimiento de masas capaz de derrocar a cuanto gobierno de le pusieran enfrente pero también pleno de confianza en que Morales y el Mas realizarían no que la COB no se atrevió a realizar.
Si hemos puesto énfasis en Venezuela, Ecuador y Bolivia es porque en estos países la burguesía sufrió una derrota política contundente luego de años y años de luchas, aun a pesar de que los gobiernos emanados de estas luchas nunca cuestionaron las relaciones de producción capitalistas y más bien de avocaron a convivir con ellas era evidente que , producto de la lucha de clases, tenían una posición de franca venta he de frente a la oligarquía , que por primera vez, se miraba ajena al poder presidencial.
Casos distintos son los de Argentina y Brasil, los cuales si bien se encierran en el contexto de la oleada revolucionaria latinoamericana no representan una ruptura seria con el régimen como la que representaban los regímenes antes citados.
Evo Morales / Foto: EFE
Argentina; que se vayan todos
Como habíamos señalado la entrada al gobierno de Carlos Menen llevó al estado argentino a una nueva crisis a pesar de la política de recortes prometía que era el precio a pagar para que no hubiera más crisis.
La necesidad de mantener una política de paridad cambiaría forzó a un endeudamiento cada vez más insostenible, los escacez de dólares y la fuga de capitales llevo al colapso de la economía argentina, el 2 de diciembre de 2001 se decretó la retención de todas las cuentas en dólares de los ciudadanos argentinos, el corralito, la desesperación cundió y el gobierno no tuvo más respuesta al pueblo que la represión, el 19 de diciembre, como en las dictaduras militares el gobierno de De la Rúa impuso el estado de sitio, la respuesta fue una masiva movilización hacia las sedes de gobierno, parecía la revolución. En unas horas, luego de desesperados intentos por sostenerse De la Rúa renuncia.
Las masas no dejaron la lucha por ello, durante los siguientes meses la inestabilidad llevo a la renuncia de los interinos, sólo fue hasta el 2002 cuando, en medio de un repudio generalizado al candidato Carlos Menen, es electo casi por casualidad Néstor Kirchner, un representante de la izquierda peronista, antiguo gobernador de la provincia de Santa Cruz.
Kirchner no era un representante del proletariado, pero parecía como opositor dentro del justicialismo, una vaga alternativa, pero al fin alternativa al régimen establecido, así comenzaba el mandato Néstor Kirchner, consciente de que para preservar al régimen tendría que hacer concesiones a las masas y por otro lado bajo una enorme presión de la oligarquía argentina, acostumbrada a tratar como empleado al jefe del ejecutivo.
Cristina Kirchner y Nestor Kirchner / Foto: Redes
Brasil; el momento del PT
El siglo comenzaba en Brasil de manera similar al argentino, con la diferencia que el Estado Brasileño había soportado medianamente bien la sucesión de gobiernos neoliberales y corruptos, Fernando Henrique Cardoso prometía luchar contra la corrupción al mismo tiempo que establecía la misma receta de privatizaciones y recortes que se aplicaba en el resto del continente.
Lula y el Partido del Trabajo ganaron la elección de octubre de 2002 con lo que iniciaron gestión los primeros días de enero de 2003, a diferencia del caso de Néstor Kirchner, del cual todos aseguraban que su gobierno sería cuestión de días o cuando mucho de meses, Lula llegaba con enormes expectativas por parte de las masas.
Prácticamente no había en América Latina un país estable a comienzos de este siglo, el empuje de las masas estaba en franco enfrentamiento con las oligarquías locales que, en su carácter de socias principales del imperialismo defendían a capa y espada las políticas de privatizaciones, apertura comercial recortes sociales y eliminación de conquistas de las masas.
Las luchas que en muchos casos significaron verdaderas insurrecciones pero que en su mayoría decantaron en procesos electorales llevaron a los distintos gobiernos, que se proponían un rumbo distinto, algunos como en el caso de Chávez, hablaban de una revolución. De cualquier modo, la burguesía estaba a la defensiva.
Dilma Rousseff, Lula Da Silva y Michel Temer / Foto: Redes
El golpe de estado en Venezuela.
Sin duda la crisis de finales de siglo XX generó un debilitamiento en las formas tradicionales de dominación del imperialismo, había pasado una década de la caída del estalinismo, se suponía que el capital había triunfado pero ante lo que nos enfrentábamos era a otras crisis más y mientras que las grandes compañías llegan a cifras de ganancias record se pedía a las masas nuevos sacrificios en el nombre del futuro:
Como decía José Emilio Pacheco:
A los veinte años nos dijeron: “Hay
que sacrificarse por el mañana”.
Y ofrendamos la vida en el altar
del dios que nunca llega.
Me gustaría encontrarme ya al final
con los viejos maestros de aquel tiempo.
Tendrían que decirme si de verdad
todo este horror de ahora era el mañana.”
La revolución seguía su propio sendero, difícil, contradictorio, pero nadie con más autoridad que el propio imperialismo para reconocer el peligro que representaba, por eso desde el primer momento apuntó todos sus esfuerzos para enfrentarla, en un principio lo hizo por medios clásicos.
En Venezuela, si bien Chavez no había avanzado más allá de la aprobación de una constitución de corte nacionalista y de destinar buena parte de la renta petrolera a paliar un poco de la pobreza de las masas, estaba claro que no seguía la agenda de la oligarquía, ante ellos se recurrió al boicot económico, al sabotaje mediático y a la preparación descarada de un golpe de estado.
Como un trabajo de preparación, también ensayado en Chile allá por 1973, se realizó un paro organizado por la patronal que culmino en una manifestación reaccionaria el día 11 de abril del 2002, al final de cual Chavez es detenido e incomunicado.
Inéditamente se anuncia que ha renunciado y se convoca a un gobierno interino cuyas primeras medidas consistían en suspender la constitución del 99.
Los acontecimientos se sucedieron de manera vertiginosa, de pronto oleadas de cientos de miles de trabajadores y sus familias, provenientes de los barrios más pobres de la ciudad rodearon las sedes de gobierno paralizándolo.
Una parte del ejército, consciente de que la situación era insostenible decide liberar a Chávez que retorna al poder el 14 de abril. En ese momento al poder del capitalismo en Venezuela no lo sostenía nadie, la patronal venezolana cuyo dirigente , Pedro Carmona, se había erigido como presidente provisional, estaba en fuga como un delincuente cualquiera.
El imperialismo buscaba una “toma del palacio de la moneda” y se encontró con una “playa girón”. En Cuba la respuesta a la intentona fue la declaración del carácter socialista de la revolución y el avance del proceso en dirección de la eliminación del capitalismo, lamentablemente en Venezuela se trató a la gran burguesía una delicadeza inexplicable. Es cierto que Chávez a partir de entonces se proclamó socialista y al mismo tiempo profundizo sus programas de apoyo al pueblo y organización social , las llamadas Misiones, pero no fue más allá, si bien hubo expropiaciones, las principales palancas de la economía venezolana continuaron estando en manos de la oligarquía, la cual utilizó ese poder para continuar con su guerra económica en contra del régimen chavista, no obstante la coyuntura de los precios internacionales del petróleo le permitieron a Chavez continuar con su socialismo de consumo y en general permitieron proporcionar a las masas una reducción real de la pobreza.
Una política de asistencia o de trasformación revolucionaria
De 2002 a 2010 la pobreza pasó de casi 50% a menos del 30%, para el 2005 se había oficialmente erradicado el analfabetismo. El número de estudiantes universitarios paso de 700 mil a dos millones. Durante la gestión de Chavez se entregaron un millón de viviendas, se crearon más de 500 unidades hospitalarias entre otras cosas, el problema era que el capitalismo seguía ahí.
Es casi una ley que cuando se incrementa el nivel de vida de las masas crece la demanda por bienes de consumo, en una sociedad capitalista esto lleva a la burguesía a invertir para satisfacer el creciente mercado. En unas sociedades socialistas el sistema democrático debe llevar a orientar la producción a satisfacer esas crecientes necesidades por medio del desarrollo de unidades productivas bajo la forma de cooperativas y empresas estatales bajo el control obrero, pare ello se necesitan dos cosas
1.- Que la burguesía no pueda decidir ni sobre el crédito ni sobre las inversiones
2.- Que haya u control absoluto del estado socialista sobre el comercio exterior
3.- Que el poder lo tengan los trabajadores con organismos de poder popular real
El gobierno Chavez no expropio a la burguesía, ni a la banca, se basó en los altos precios del petróleo para importar bienes de consumo, esto generó una situación a la larga insostenible. Una fuerte inversión productiva a la larga es mejor que la inmediatez de la importación, esto por supuesto requiere cerrar un circuito de producción, circulación distribución y consumo en donde el estado revolucionario se asegure de crear un circulo virtuoso, acumulación ampliada en términos económicos. Esto no sucedía con el simple consumo de la renta petrolera.
De momento al régimen de Chavez de servía para ampliar la situación de pobreza en la que vivía su pueblo, incluso se hablaba del socialismo del siglo XXI. En el proceso, a golpe de ataques de la reacción, Chavez se convencía de que el capitalismo no era la salida, había creado un partido socialista unificado, una buena parte de las masas habían tomado la tierra, múltiples empresas estaban bajo control obrero, pero ni los obreros ni los campesinos tenían el control de la situación. La asfixiante burocracia siempre se interponía. Chavez una y otra vez trataba de darle salida a los impulsos revolucionarios de las masas, pero el golpe definitivo a la burguesía no llegaba y a Chavez el tiempo se le acababa.
Bolivia: “el desarrollo estabilizador”
El otro proceso que se sumaba de manera bastante promisoria para las masa trabajadoras de América Latina, por el carácter de clase del proceso y porque se hacía bajo la égida de un partido que se decía socialista, era el caso de Bolivia.
En este caso, a diferencia del caso venezolano Bolivia había sido absolutamente depredada por una serie de gobiernos ultra reaccionarios que habían sumido a las masas bolivianas en la peor situación de todo el subcontinente.
La toma del control de los hidrocarburos y los recursos minerales eran algo absolutamente imprescindible aun dentro de los marcos del capitalismo para tener la esperanza de un cierto desarrollo independiente, por decirlo de otro modo Bolivia estaba haciendo a principios del 2000 lo que México había hecho con la expropiación petrolera de 1938.
Efectivamente el control de los hidrocarburos y los minerales le permitió al estado boliviano los recursos para crear una infraestructura básica, hasta cierto punto puntal para la creación de un mercado interno más integrado. Por supuesto a una parte de la burguesía esto no le venía mal en un país de tan difícil orografía.
Los ingresos al erario producto de los recursos energéticos pasaron de 9.5 en 2005 a 35.6% en 2012. En el mismo periodo la inversión pública paso de 6.7 a 13.4%. generalmente destinada a la infraestructura ya a la inversión productiva, el estado en este caso participaba como capitalista principal en un proceso de acumulación que no destruían sino creaba una nueva clase de burguesía.
En Bolivia tenemos pues a una vieja oligarquía derrotada políticamente limitada en lo económico, pero no eliminada, tan es así que en cuanto le ha sido posible ha impulsado intentonas reaccionarias. Por otro lado, tenemos a una nueva burguesía que e crece a expensas del estado y que como suele suceder empezará a reclamar poder político en cuanto tenga la adquiera confianza de sí misma, como sucedió también en México.
El desarrollo de las fuerzas productivas en Bolivia es un acontecimiento enteramente progresista, no obstante, esto en los marcos del capitalismo se ha desarrollo una serie de contradicciones sociales, surge una clase obrera renovada y que aún es de las más pobres de América.
La burguesía es burguesía al fin, aunque sea aymara.
Ecuador; la revolución ciudadana
Correa llegó al poder con un país exhausto, las masas trabajadoras y campesinas no habían dejado de movilizarse en contra de gobiernos que llegaban pregonando ser “los amigos del pueblo” pero que, todavía no se acomodaban en la silla presidencial cuando ya se estaban lanzando en contra de quién voto por ellos con políticas de recortes, privatizaciones y demás ataques, como fue el caso del tristemente célebre Lucio Gutiérrez.
Cuando termino el último periodo de Correa, este podría presumir de haber mantenido un crecimiento económico promedio del 4%, de incrementar a más del doble el salario mínimo, y de sacar de la pobreza a 2 millones de personas y por supuesto una fuerte inversión en educación, todo esto por supuesto está muy bien, no obstante, ¿ se generaron las bases suficientes para una transformación que volviera permanentes estos avances?
La respuesta es no.
Ecuador no tiene moneda propia, desde principios de siglo su moneda también es el dólar, eso le supone una incapacidad para emplear el tipo de cambio como mecanismo para estimular las exportaciones. El mecanismo de Correa para allegarse de recursos para la inversión pública fue el ingreso por los altos precios del petróleo, especialmente durante la primera parte de su mandato y el endeudamiento con países como China.
El fortalecimiento del dólar durante los últimos años trajo consigo un encarecimiento de las exportaciones, un laste que forzó también al endeudamiento externo para mantener el ritmo de la política asistencialista.
Correa baso el poder de su mandato en el hartazgo a los partidos tradicionales, la movilización social que ello implicaba no se orientó a la construcción de sindicatos o partidos políticos de izquierda, sino en vincular los distintos sectores con el gobierno, sin intermediarios, obviamente esto significó un desdén de los partidos y organizaciones de base, muchos de los cuales habían impulsado su llegada al gobierno. La consecuencia de esto es que una vez que Correa abandonó las riendas del estado no hubo modo de evitar que el nuevo jefe del ejecutivo empleara todo el aparato fortalecido por Correa para aislarlo y casi proscribirlo.
La política que Correa Impulso no fue la que la oligarquía ecuatoriana deseaba, pero tal vez era la única posible si se quería evitar una irrupción revolucionaria como la que durante los años previos a su mandato se gestaba. Hubo distintos desencuentros que culminaron con un intento de golpe de estado en el 2010, no obstante, ahora, especialmente después de ya casi dos años de su salida podemos decir que el gobierno de Lenin Moreno, el cual Correa mismo apadrino ha destruido casi todo su legado.
Brasil, el gran desencanto
Lula entro al gobierno con un amplio apoyo popular basado en un partido obrero, el PT, no se trataba como en casi todos los casos latinoamericanos del resultado de una carambola entre políticos burgueses progresistas (Correa, Kirchner) o direcciones emergentes como la de Evo o Chávez, el PT era una construcción política emanada de la lucha contra la dictadura, si bien su acercamiento al poder lo había llevado a pacto tras pacto, para ese 2003, aún seguía siendo para las masas , la posibilidad de un cambio a l margen de las políticas oligarcas de siempre.
Lula decidió gestionar el capitalismo e implementar una política franca similar a la de sus antecesores inmediatos, aunque con un ligero barniz de política asistencialista, nuevamente los altos precios del petróleo fueron el mecanismo de financiamiento de la misma. No obstante todo el conjunto de la actividad del gobierno se orientó a satisfacer las demandas del capital financiero, con la emisión de paquetes de deuda a altas tasas de interés, garantizando así grandes ganancias acosta de las finanzas del estado. Una locura si lo vemos desde el punto de vista de los trabajadores, porque la mayor extracción de impuestos y de otras fuentes de riqueza solo servía para tratar de llenar las arcas de los tendedores de los bonos de deuda del estado.
Lula reformó el sistema de pensiones en el sentido de incrementar la edad de jubilación y las aportaciones de los trabajadores, colocó a prominentes representantes de la oligarquía en puestos claves del manejo de la economía gubernamental, en suma, sentó las bases de un estallido. Mientras hubo mecanismos para mantener la política asistencialista estos elementos en vez de estallar en crisis se fueron más bien acumulando.
La burguesía por supuesto seguía varias vías de acción, por un lado, pedía más y más pruebas de la fidelidad de Lula en los mercados, por el otro ofrece posibles ventajas materiales para el y para toda una capa de militantes del PT “¿Por qué no, yo también tengo derecho a vivir bien?”, así se fue tejiendo en torno al gobierno de Lula y después del Dilma una red de corrupción. Por supuesto cuando el desgaste fue suficiente la propia burguesía no dudo en acusar al régimen y a los dirigentes del PT de ser unos corruptos impresentables
Como un limón exprimieron a Lula, lo utilizaron para realizar su programa, lo desgastaron haciéndolo gastar su capital político haciendo el trabajo sucio, para después, cuando ya no les fue útil, tirarlo al cesto de la basura.
Los efectos en el PT han sido desastrosos, de hecho, en la reciente campaña donde la derecha era complicado por parte del aspirante petista argumentar como ahora si el PT iba realizar algo que por más de 10 años relegó. El ascenso de la extrema derecha se explica en gran medida por la crisis capitalista, pero también por el hecho de que la alternativa de izquierda de masas esta indeleblemente identificada con esta política de ataques que utilizó la burguesía para sortear todos estos años.
Argentina. La tregua kichnnerista
Néstor Kirchner y su esposa llegaron al gobierno de argentina producto de una carambola, formaban parte de un sector de la burguesía consiente de que por el camino que se seguía el régimen ya no podría soportar una crisis más, no obstante, su llegada también fue subproducto de un estallido con tintes revolucionarios. El camino que los Kirchner siguieron fue intentar ponerle un cierto freno a la vorágine de acumulación capitalista, realizando al mismo tiempo una serie de concesiones a los trabajadores, una política de balanceo entre clases. El hecho en sí mismo no tiene mucho de revolucionario, no obstante para la oligarquía argentina constituía toda una falta de respeto y ello significo una permanente golpeteo de los organismos patronales a los kichnner que incluso hoy en día no se detiene.
En una lógica inusitada, la argentina de los Kirchner vivió una época de constantes estímulos al consumo, ya sea por la vía de aumentos salariales y por la vía de diversificación de subsidios, no obstante un par de pecados capitales los cuales la burguesía no perdona fueron las tasas impositivas a las exportaciones, que pasaron de 23,5% al 35% durante el mandato de Néstor, para pasar al umbral del 44% en la época de Cristina. Otro fue la cuestión de la deuda publica la cual pasó del 166% del PIB al 74%, como todos sabemos la deuda es un negocio, la burguesía vive también de cobrar intereses al estado, reducirla para ellos es restarles fuentes de ingresos. Por supuesto no puede pasarse de lado el conflicto con el Clarín, vocero de la oligarquía.
Por supuesto estas policías generaron inflación dado que se recurrió al viejo truco de imprimir dinero para cubrir los déficit, y a la larga mucho de lo que se ganó con los impuestos a la oligarquía agropecuaria se fue perdiendo. Como sea argentina mantenía un ritmo de crecimiento basado en el estímulo al consumo, que representa cerca del 70% del PIB.
La economía argentina es como una persona vieja que requiere un tanque de oxígeno, Macri quitó impuestos a los ricos y elimino becas y apoyos a las masas, con lo que aumento los beneficios a la oligarquía y al mismo tiempo ahorcó el mercado interno, dicho en otras palabras le quitó el tanque de oxigeno, receta acabada para un nuevo colapso.
El imperio
A principios de siglo América Latina vivía una revolución, uno de los factores que jugaron su papel para permitir que tuviera cierto desarrollo autónomo fue el debilitamiento del imperialismo. También en los sesentas y setentas hubo una efervescencia popular en américa latina, no obstante es esa ocasión el escenario se resolvió con el establecimiento de feroces dictaduras militares y guerras sucias que aniquilaron a decenas de miles de los mejores hombres y mujeres de la clase obrera latinoamericana. No obstante, el movimiento resurgió tal vez políticamente menos claro que la generación anterior pero mucho más grande, el regreso a la “democracia” se debió a que el potencial para un nuevo estallido era cada vez más importante.
Fueron aproximadamente dos décadas en las cuales a rajatabla se aplicaron las políticas que Washington decidía, no obstante en los mismos estados unidos las cosas estaban cambiando, el atentado del 11 de septiembre, generaba un escenario diverso, toda la atención se dirigió hacia medio oriente y pese a que lo intento , no logro frenar el ímpetu revolucionario y así ante la mirada del imperialismo Venezuela resistió un golpe de estado, en ecuador fracaso una intentona unos años después.
El imperialismo norteamericano tuvo que esperar a que estos gobiernos, que digamos no le simpatizaban, entraran en crisis producto de sus propias contradicciones, para reactivar sus planes de restauración.
Los años han pasado y los tiempos que los norteamericanos hacían y deshacían en américa latina han pasado, ha surgido un nuevo jugador el cual está pisando fuerte, De 2005 la inversión en la región paso de menos de 50 mil millones de dólares a cerca de 230 mil millones. El 15 % del total de la inversión extranjera directa es ya china, siendo Brasil, argentina y pero los principales receptores.
“Un informe de CEPAL del año 2015 reportaba que China se ha convertido en el segundo proveedor de productos de importación y tercer destino de sus exportaciones, principalmente materias primas”.(https://iqlatino.org/2017/tendencias-china-america-latina/)
El tamaño de la intervención es los gobiernos tanto de Obama como de Trump, han intentado construir un bloque anti chino en la región, aunque a decir verdad a estas alturas es ya imposible detener un proceso tan avanzado. China participa y reclamará su parte en la definición de asuntos regionales, este factor sin duda es ya un elemento en Venezuela , por ejemplo.
No hay que hacerse ilusiones, el imperialismo es antes que nada un fenómeno económico y China no arriba para defender a los latinoamericanos de los estados unidos, sino a reclamar una parte del pastel.
Caricatura Tío Sam / Redes
Todo lo sólido se desvanece en el aire
Una vez que el progresismo le sacó lasa castañas del fuego a la oligarquía esta ha tomado confianza de si misma y ha comenzado una nueva contraofensiva, se trata de una situación momentánea, pero luego de una década de intentos de conciliación de clase, de no combatir a la oligarquía sino de estar sistemáticamente consintiéndola, los motivos para que las masas se vuelquen en favor del progresismo no son muchos.
En Brasil Dilma Rouseff ni siquiera pudo terminar su mandato, no solo eso la arremetida llegó al extremos del encarcelamiento de Lula y para colmo la extrema derecha comienza una gestión retando abiertamente a los trabajadores y sus partidos.
La clase obrera brasileña es la más grande del subcontinente, y si bien vive un desconcierto momentáneo debido a las traiciones del PT, es seguro que reaccionará ante las amenazas que se avecinan. Los brasileños ya saben lo que es derrocar a un presidente, así que su elección, si es un golpe, pero habrá respuesta.
En Argentina Mauricio Macri se ha encargado de destruir en tres años, la tregua de la era Kirchner, la crisis se torna irrefrenable y el estado de endeuda hasta las nubes, un nuevo estallido se prepara con consecuencias más allá de cualquier pronóstico.
En ecuador Correa es un prófugo de la justicia, no obstante, se necesitará relativamente poco para que Lenin Moreno caiga en desgracia, las tradiciones insurreccionales ecuatorianas regresarán.
Bolivia es un caso distinto, el relativamente bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas permitió que con los recursos de la extracción de recursos minerales hubiese un desarrollo sostenido, no obstante esto supone un problema, el surgimiento de nuevas fuerzas sociales, obreros, nuevos capitalistas, en suma nuevos conflictos de clase que pondrán a prueba al gobierno de Evo Morales.
A la fecha, en América Latina, ha quedado demostrado que un gobierno que surge de un proceso revolucionario no puede limitarse a gestionar el capitalismo, este tienes sus propias reglas y solo rompiendo con él es posible construir algo acorde a las aspiraciones de las masas
Más aún cuando no se intenta tocar a la oligarquía, cuya fuerza económica y su poder sobre el estado es tal que incluso sin tener el gobierno puede ejercer el poder real.
A la fecha, al margen del triunfo electoral de Andrés Manuel López obrador en México, la mayor parte de los gobiernos que surgieron de la oleada revolucionaria de principios de siglo han cedido su lugar a nuevos testaferros de la oligarquía, el caso de Venezuela es un poco peculiar, ya que luego de la muerte de Hugo Chávez la sucesión de concesiones del gobierno de Maduro y la coacción en contra de toda la iniciativa de las masas ha provocado el peor escenario posible, todos los males del capitalismo junto con todos los males de un régimen burocrático. Tan solo el hecho de que aún está fresca la memoria de Hugo Chávez y que la mayor parte de la población trabajadora conoce a la oligarquía y repudia a sus representantes políticos ha impedido que el régimen caiga, pero la situación no se puede prolongar indefinidamente y más aún con la llegada de un gobierno de extrema derecha a Brasil.
En los demás países luego de la retirada de los gobiernos surgidos de la ola revolucionaria, se ha establecido políticas que han minado las bases de la estabilidad política y es muy posible que se combinen todo tipo de procesos, no obstante todo apunta que es imposible un gobierno burgués estable en América latina.
Los regímenes como el de Correa o los Kichnner pueden regresar, pero las masas no tendrán la misma paciencia, las posibilidades de cambios bruscos y virajes hacia salidas más radicales se verán muy seguido.
Tan solo la ausencia de una dirección auténticamente revolucionaria impide que el proceso derive en una revolución socialista en toda la línea.
No obstante, el capitalismo se pudre, toda la sinrazón, la barbarie y la crueldad de la que es capaz el ser humano renace en medio de la debacle humanitaria que significa el sostenimiento del capitalismo. Urge que se fortalezcan nuevas direcciones auténticamente revolucionarias antes que la corrupción socia siga carcomiendo pueblos y ciudades.
No es cierto que haya un giro a la derecha, lo que hay es una gran desolación respecto de gobiernos que las masa consideraban suyos, la nueva oleada estará dotada de un contenido más crítico y ello restará el margen para nuevas fases de convivencia.
Mariátegui decía que la revolución en América latina será creación heroica, y es cierto y más aún con los dirigentes que le ha tocado y que en la mayoría de los casos no ha estado a la altura de las circunstancias.
Un programa anticapitalista debe abrirse paso, y ese programa tiene que proponer no una convivencia, no un acuerdo con la oligarquía sino su combate frontal.
Lamentablemente vendrás derrotas, también vitorias, flujos y reflujos, no importa cuánto tiempo se necesite, solo hay dos alternativas: el socialismo con una Federación Socialista de las Américas o el caos.
El siguiente análisis fue enviado por un compañero militante reconocido en la izquierda del estado de Campeche. Envía tus colaboraciones a contacto@marxismo.mx
1.- El lugar de la burguesía media en el sistema de partidos políticos
Las clases sociales están representadas por grupos políticos de su misma clase. Estos grupos representan una fuerza política y entran en contradicción entre sí por tener la hegemonía, aglutinar y finalmente representar a las clases económicas de la alta burguesía, la baja burguesía o el proletariado. El grupo vencedor accede al control del partido y su fin último es usar el estado como un instrumento al servicio de la clase económica que lo llevó al poder. Demandará más conquistas materiales y espirituales para su clase si accede el poder político absoluto o bonapartismo, pero la universalización del poder sólo es por cortos periodos de tiempo.
En la política burguesa los grupos políticos se aglutinan en partidos políticos y luchan entre sí por los espacios de poder. En estas contradicciones abiertas o encubiertas, se elaboran “estrategias políticas de clase” con base en la “anticipación táctica de los tiempos políticos”, su marco jurídico no es más que una reglamentación que legítima al poder político en turno.
Cada país y estado tiene una estructura política definida llamada “sistema de partidos políticos” que constituye una superestructura ideológica. La autonomía de la estructura ideológica no es independencia de los sectores económicos burgueses del régimen. El bloque político no es un epifenómeno de las relaciones sociales de producción pero se incluyen en una dinámica superior de relaciones de poder, llamadas por Lenin “correlación de fuerzas políticas”. Significa que el sector de lo político tiene su propia lógica de relaciones objetivas de poder.
En las democracias liberales la geometría política oficial los llama ordinariamente de derecha, centro o izquierda, según la postura reformista o “salvaje” que tengan ante el dogma del modelo capitalista de producción. En este sentido, un partido político que en su programa y en su práctica organizativa rompa con el esquema capitalista es excluido de facto del juego político, porque de ser aceptado significaría modificar las reglas del tablero de ajedrez, o de patearlo.
Los partidos comunistas occidentales antes de la caída del bloque comunista del este, nunca llevaron a cabo la misión leninista de ser la vanguardia de la clase obrera, a lo mucho, como en México, se subsumieron al partido oficial o fueron reducidos a sectas de intelectuales. Por lo que la recomendación estratégica de la IV internacional fue correcta para que el marxismo político sobreviviera, desarrollaron el concepto de “entrismo” que no era otra cosa que entrar como las corrientes de izquierda de los partidos socialdemócratas con un programa político definido que ganará a las bases obreras y le disputarán la hegemonía política a las burocracias reformistas ganándoles la dirección del partido.
Los socialistas para impulsar su programa mínimo y ganarse a las masas formando cuadros políticos pacientemente, deben buscar alianzas con la base social en las coyunturas favorables, ocupar las posiciones estratégicas, construir una vanguardia intelectual cerrada y decidida para no sólo ganar espacios en el aparato de estado, el congreso, sino que ir más profundo, emancipar desde su posición estratégica toda la fuerza potencial (creación política) de las grandes masas de trabajadores por medio de una gran alianza orgánica y programática que le permitan ganar elecciones democráticas, asumir el control del estado y construir un foco de resistencia.
Pero sólo será posible en ciertos ciclos económicos desfavorables para la clase obrera y campesina. Si no existe un “partido político de clase”, una vanguardia encubierta dentro de los partidos laboristas, obreros o socialdemocrátas que exijan cumplir el programa mínimo de reformas sociales y el máximo de la revolución socialista, no habrá tal transformación social por causa de las leyes históricas. Por lo que la “ciencia política marxista” es la única vía ideológica posible para conducir con éxito un proceso de liberación social. Sigue vigente en el siglo XXI la noción leninista de la introducción desde fuera del pensamiento político marxista en las capas más avanzadas de obreros, campesinos y estudiantes como el vehículo idóneo para la formación de intelectuales orgánicos como el factor subjetivo y reproducirlas en las capas siguientes.
Los partidos socialdemócratas en México, como la mayoría de los partidos, se encuentran formados por grupos de poder políticos tradicionales e históricos que han acumulado una gran experiencia en favorecer alianzas estratégicas con el poder del Estado para mantener sus privilegios. Se encuentran representados por intereses económicos de sectores burgueses desplazados por las burguesías hegemónicas, lo que explica la actitud crítica y su relación con los sectores populares. Y revela su crítica pero nunca el rompimiento y mucho menos la superación del estado capitalista.
El sistema político mexicano es la suma de partidos políticos que representan los intereses materiales de los diferentes grupos económicos burgueses que se disputan la hegemonía del estado. Pero la burguesía no es homogénea es diferente de acuerdo al papel que juega en la producción, puede ser una burguesía terrateniente conservadora, una burguesía comercial o pequeña burguesía o una burguesía industrial, financiera, global y monopólica.
Aunque se cubran con el manto de la modernidad y el progreso tecnológico en las pequeñas regiones subdesarrolladas de América Latina la confrontación es entre la burguesía terrateniente, dueña de la tierra por eso es conservadora y la burguesía comercial más dinámica, ambas disputan ser la representación del campesinado o el proletariado privado o el proletariado público, ser dueñas de capital. Las burguesías regionales son dependientes de la burguesía internacional por lo que no serán capaces de desarrollar una industrialización por cuenta propia. Siempre dependerán de países neocolonalistas que intentarán disputarse la propiedad de la tierra y la fuerza del trabajador.
En las provincias de México económicamente dependientes del sureste no existe una clase obrera industrial como en los estados norte del país, ni menos una burguesía comercial progresista democrática, más bien lo que hay es una burguesía dueña de la propiedad de la tierra y del comercio que es representada por un estado político conservador y estático. Y pequeños focos comerciales que no alcanzan a desarrollarse a causa de la imposición de medidas impositivas.
Por lo que, lógicamente el principal aliado del proletariado y el campesinado es la burguesía comercial o pequeña burguesía desplazada. Mientras que una busca ascender la otra teme descender a su antigua condición de obrero y artesano. La máxima popular recita “quiero poner mi propio negocio para no depender de nadie y ser mi propio patrón”.
En consecuencia existe una coalición estratégica de los partidos socialdemócratas nacionalistas en América Latina, también conocidos como populismo de izquierdas, que es una alianza entre los sectores populares y la burguesía comercial media. La clase media se encuentra educada en las ciencias burguesas del “derecho”, “contabilidad”, “administración” y la “ciencia política” son las representantes de los grupos políticos pequeño burgueses. Estos intelectuales orgánicos se convertirán en los líderes de la burguesía comercial en los partidos reformistas, al tiempo que necesitarán de una base social que legitime una alianza dirigida por la pequeña burguesía.
La primera contradicción de los partidos socialdemócratas es entre la burguesía comercial la pequeña burguesía y los sectores populares la confrontación por la dirección del partido. En tiempos no revolucionarios se encuentra la burguesía comercial en la dirección de los partidos de izquierda, pero en tiempos revolucionarios o en las llamadas “crisis de consenso” corren el riesgo que pierdan la dirección por la avalancha de los sectores populares que exigirán democratizar las estructuras. Esto lleva sin duda a la pequeña burguesía comercial preocupada por la pérdida de espacio y concesiones a las bases populares a coaligarse con el antiguo régimen, y seleccionar aliados clave que frenen el impulso popular.
El concepto de “armando político” explica muy bien la distribución del juego de posiciones dentro de la estructura de un partido socialdemócrata, que muchas veces no coinciden con las carteras oficiales establecidas por la burocracia oficial de los partidos políticos. El “armado político” es un concepto que nos permite aclarar la ubicación de piezas políticas en la estructura de un partido y explica el cómo funciona la estrategia política que impide que los sectores populares asuman la dirección de los partidos socialdemócratas y estas sigan estando en manos del oportunismo pequeño burgués.
No obstante, las “posiciones de representación” siempre estarán en manos de intelectuales orgánicos subordinados de la pequeña burguesía. Cuando son infuncionales son suplantados. Por lo que saberse prescindibles como cualquier obrero de una fábrica los hace subordinarse pero a diferencia del obrero que produce plusvalor el político produce dominio. Esto termina con el mito de la democracia en los partidos políticos de izquierda, porque no buscan la “democracia republicana” sino que funcionan como estructuras de dominación que se ajusta a la lógica de las clases sociales que detentan el capital.
Hay una oposición moral y resistencias a la subordinación de los partidos socialdemócratas a la estructura económica y a sus mecanismos de poder internos, lo cual es explicado por la misma necesidad de los partidos reformistas de incluir a obreros, campesinos y estudiantes para poder ganar elecciones, de lo contrario serian súbditos de las viejas burguesía terrateniente, de la cual se quieren independizar históricamente, y no tendrían una base social que los respalde, cuando sucede eso: la dirigencia socialdemócrata se queda flotando como artefacto de funcionarios pequeños burgueses que pronto degeneran y desaparecen como una opción.-
Las “estrategias políticas de clase” se desarrollarán en “espacios de poder” y en “tiempos políticos”, la acción práctica de poder inmediatas se llaman “tácticas políticas de clase”: esta mide los tiempos, espacios, logística, motivación y preparan el orden de batalla en posiciones favorables. Las contradicciones se expresan en la ocupación de los espacios físicos, políticos y ganar tiempo e información.
Para impedir el resquebrajamiento de la alianza estratégica de la burguesa y el proletariado, la primera desarrolla un procedimiento que garantiza la subordinación de estos últimos. Las relaciones de poder dentro de los partidos políticos se definen como cálculos empíricos de “presión”, “subordinación forzada” o “aceptación” al poder real, según sea el caso de “beneficio” o “castigo” a los líderes de los grupos. La aceptación del “control” y la “vigilancia” se conoce como lealtad. Este mecanismo de instrumentalización de un poder disciplinario instituido por los grupos hegemónicos es fundamental para “calar” y “medir” el nivel de subordinación de los nuevos actores políticos que personifican al grupo de una clase social determinada.
Sin embargo, también existen otros métodos más suaves como la “promesa política”, “la mentira política como herramienta de control”, el “miedo político” a perder privilegios, “el compadrazgo” y “el apadrinamiento”.
Para lo cual, un partido marxista dentro de un partido socialdemócrata para superar su condición de infiltrados o secta y abrir su programa político que gane espacios posiciones clave y establezca vínculos estrechos con los sectores populares más combativos de la clase obrera, requiere de un procedimiento metódico de organización democrática crítica y autocrítica que generé estabilidad y claridad en medio de los vaivenes de la coyuntura y juegos de presión interna por reducirlos, por lo que el oportunismo no es una mera cuestión moral, sino también la ausencia de una organización revolucionaria.
El sostenimiento de su avance de posiciones y vinculación práctica con los sectores sociales clave, requiere conocer el desarrollo dialéctico del partido político y por deducción lógica la “estructura” de las relaciones sociales que establecen al margen de su voluntad dentro de los partido políticos, el “reconocimiento del fenómeno político” por medio de la interpretación de su “significado”, el análisis de los “hechos políticos”, y la “praxis transformadora” de la realidad por medio de una base creadora.
Si no se quiere ser presa fácil del “golpeteo político” (lucha de clases) que buscará sacar de balance en todo momento a una organización revolucionaria, una organización política marxista se formará no de manera piramidal sino en espiral, forma círculos concéntricos, tomando decisiones flexibles y luego abriéndose a esferas de mayor amplitud.
1.- El bloque político cerrado constituye una vanguardia comprometida ideológicamente con la estrategia de clase, su fuerza radica en su experiencia política y en su formación ideológica.
2.- Los intelectuales orgánicos son especialistas encargados de ordenar el discurso político y el diagnóstico que cumplan los planes y programas estratégicos de la ideología, la elaboración de la propaganda usando los medios masivos de comunicación. Generando el consenso y diplomacia al interior de su grupo.
3.- La fuerza principal es la gran cantidad de militantes, abierta y flexible, que siempre estará constituida por el proletariado y el sector campesino, o la clase media, es la que finalmente gana la guerra por medio de la violencia política.
4.- Los aliados estratégicos de coyuntura, brindan recursos extra, información valiosa y oportuna.
En el caso de los partidos socialdemócratas regionales y tradicionales generalmente son dos grupos o tendencias que se disputan el control de los partidos políticos. Puede haber tres o más tendencias pero contribuyen más a su debilitamiento estructural estriba en que no se soportan en una amplia base popular. Le es difícil disputarle al estado su alianza con los sectores populares. Su debilidad política lo obliga a relacionarse con el estado para subsistir, presionar al estado para garantizar la subsistencia política de la pequeña burguesía democrática arrancándole concesiones. Esta dinámica produce “vicios” en los partidos socialdemócratas y explica la raíz de su oportunismo político y su ideología pequeña burguesa, y corrupción y bancarrota en las elecciones democrática burguesas, pues las amplias masas no ven en esos partidos la representación de sus intereses materiales. Por lo que tienden a aparecer y a desaparecer de los escenarios electorales.
La corriente revolucionaria que se sostenga en un programa marxista no puede andar de saltimbanqui jaloneados por una u otra tendencia. Sin duda deben ubicarse en el ala menos conservadora de los partidos socialdemócratas generando una tendencia ideológica y una corriente política propia que no le permita sectarizarse pero tampoco subordinarse. En tanto que la corriente marxista no sea lo suficientemente fuerte para disputar la hegemonía de la izquierda, le queda cuatro caminos mantener su posición, avanzar tácticamente ganándose las bases más progresistas, conquistar espacios y dar el salto cualitativo en las coyunturas favorables, que sin duda llegarán. Mantener la posición significa estudiar y avanzar construyendo comités populares y generando alianzas estratégicas.
Los grupos configuran su armando político posicionando piezas en la estructura por lo que cada movimiento modifica el escenario. En las regiones donde un partido socialdemócrata es toda la oposición al gobierno, se conforman dos o más bandos que se disputan la hegemonía y lucha por obtener sus recursos. En realidad son muchas tendencias que van confluyendo en dos polos confrontados por la hegemonía, se amparan en una variable independiente. Tiene dos características: su temporalidad y su ubicación en la geometría política. Estas tendencias varían históricamente pero pueden definirse de acuerdo a su comportamiento en distintos momentos de la coyuntura política.
Un bando viejo más a la izquierda
Un bando viejo más a la derecha
Un bando joven más a la izquierda
Un bando joven más a la derecha
El grupo mejor posicionado tiene las posiciones oficiales, obliga al otro grupo a “fortalecer” su posición contratando mercenarios que le permitan “romper el esquema” de futuras estrategias que lo pongan en riesgo. Ambos bandos se encuentran respaldados por un poder material e intereses materiales de grupo.
Las contradicciones internas irresolubles sólo tienen una salida: la confrontación y el triunfo del grupo mejor que este ubicado en posiciones oficiales. No obstante, cuando la socialdemocracia accede al gobierno por voto popular las fronteras se diluyen y tienen que incorporar a “intelectuales orgánicos” del viejo régimen para “impulsar el programa de nuevo régimen” lo cual es absurdo.
En caso de transición a un gobierno de izquierda entonces la lucha se expande fuera de las fronteras definidas del partido, y las instituciones estatales se amplían como un nuevo campo de lucha política. El voto popular que favorece a un gobierno de izquierda en países latinoamericanos no lleva al poder de las estructuras políticas al pueblo, más bien este se ve representado por dirigentes tradicionales de la izquierda que acceden al poder de forma inmediata como pasó con el PSOE durante la segunda guerra del Golfo.
Las masas hartas del viejo régimen capitalista buscarán reformar sus condiciones de vida materiales y apuesta por el voto de castigo o por medio de una figura carismática de izquierda que los ayude en su lucha por la liberación. Romperán con la “cohesión ideológica” que aglutina los intereses materiales de la vieja burguesía representada por el sistema de partidos políticos, arbitro final de los cargos públicos, y la izquierda al acceder fractura el poder democratizándolo. Lo que muchos llaman “inexperiencia” es en realidad una proto democracia que ponen el peligro los intereses materiales del viejo régimen,
La transición entre un gobierno conservador y una progresista genera un vació de poder, que puede ser un “agujero negro” que devore a la misma izquierda. Si un partido político socialdemócrata no tiene ejercito de funcionarios estará en graves aprietos, porque se verá en la necesidad de contratar a intelectuales orgánicos del viejo régimen que nada les garantizará su lealtad política. La izquierda incapaz de asumir el poder a falta de un programa marxista lo entrega de nuevo a viejo régimen, lo que genera desconfianza, rechazo en las masas y la restauración del sistema neoliberal.
El control político de la pequeña burguesía
El control de los partidos políticos actuales depende en buena medida de las fuentes de financiamiento que reciban de los árbitros electorales, según el porcentaje de votos en las contiendas electorales. A mejores resultados más recursos para poder hacer trabajo político. Los representantes de la burguesía comerciales que se disputan la dirección de los partidos reformistas buscan el control y la administración de los recursos, y su distribución en los liderazgos sociales.
La siguiente etapa es el orden de las piezas clave en la estructura interna de un partido, la jerarquía institucional, por lo que ocupar los espacios de mayor importancia es motivo de lucha interna.
Si es ordenada o alguien tiene la mayoría entonces se lleva a la práctica el ejercicio del poder, El manejo político consiste en garantizar el equilibrio interno y tener satisfechos a los diferentes liderazgos premiando o castigando, según su disciplina y resultado para el grupo político en cuestión y a su vez al representante de la burguesía local.
El control ideológico de la pequeña burguesía
En ese enfoque piramidal que requiere experiencia surge la centralización de un poder jerárquico a cuatro niveles: burguesía local (oculta), el grupo político, los liderazgos locales y militantes. Lo cual permite al grupo político local tener una labor de intermediario con el estado y la clase social disidente. En ocasiones electorales o cambios estructurales en la economía los liderazgos socialdemócratas dan giros a la izquierda o a la derecha, sin importar la ideología, los lineamientos jurídicos internos o los acuerdos de palabra.
El ocultamiento de la burguesía comercial dificulta la comunicación como los dioses necesitas a sus sacerdotes, los grupos predominantes son la “palabra” develada. Rompiendo el mito de la democracia en los partidos políticos de izquierda. Por lo que el diálogo político es vertical.
El discurso político oficial que oculta el dogma ideológico de la clase media reformista es sin duda la teoría de los equilibrios justos de Aristóteles, el evolucionismo darwinista, la economía mixta de Keynes y el pacifismo de Gandhi. Lo cierto es que la justa medida no es tan justa para la clase proletaria militante porque la reforma que es un dogma incuestionable siempre regresa al capitalismo salvaje. Se conforma una estructura simbólica detrás del lenguaje político establecido que se materializa en figuras mentales cohesionadas que miran la “realidad política” por medio de figuras morales, pero en lo hechos que oculta una “moralidad ciudadana” se desdobla una suerte inmoralidad que escoden lo intereses de clase, esa es la raíz del oportunismo político de la socialdemocracia del que no se puede librar fácilmente sin una doctrina marxista.
El discurso político o la praxis ideológica se estructuran en tres niveles:
a) El diálogo político interno en el que sólo participan las clases medias comerciales y sus representantes políticos que fungen como administradores, interlocutores y mensajeros de las relaciones del poder internas y externas, con el estado, con el grueso del partido y con las disidencias internas. Se acuerdan alianza, pactos, medidas disciplinarias o rupturas.
b) El diálogo político intermedio en el que participan los líderes de los grupos más experimentados también se toman decisiones, se traza estrategias, se miden tiempos.
c) El diálogo político ampliado participan todos los militantes socialdemócratas fijando posturas a favor o en contras de ciertas estrategias, que previamente han sido acordadas por los líderes de las corrientes, por lo que la disidencia es mínima. No obstante existen brechas para la acción democráticas pero al mismo tiempo permiten hacer evidentes los focos de posibles disidencias y encapsularlas antes que se dañe el tejido interno.
d) Finamente, la postura oficial que se conocerá en los medios masivos y recibidos en la opinión pública. La cual variará según la agenda de medios de la prensa a fin al gobierno.
La construcción del discurso oficial, que encubre, el maestro jugador de ajedrez escondido en el mono ajedrecista, no es recibida sin resistencia que percibe el doble discurso, la razón por un lado y el interés de la razón de la clase media por otro.
La “estructura discursiva oficial” que todos conocen como guía moral socialdemocracia, la reforma pacifica, es la veladura que conforma el espacio de diálogo entre la base y las dirigencias de los partidos.
Superada, “la erotización discursiva” que no es otra cosa que un diálogo afectivo que tiene la función de ganar simpatías y seducir a los elementos menos experimentados de la base social, es el discurso de cooptación y/o rechazo del nuevo empleo. Forma una “figura mental” tan sólida como los intereses de la base proletaria aspiracionistas a mejorar su condición de vida aún a costa de su libertad como sujeto histórico.
La “manipulación del discurso político” mientras que el todo discursivo o los aspectos sustanciales de la ideología pequeño burguesa se oculta, Sólo una parte de la verdad se presenta, la verdad es fragmentaria porque impiden ver las confrontaciones internas de los juegos del poder en la historia de los partidos políticos de izquierda, en donde sólo se conoce la historia de bronce del partido pero nunca la historia de los derrotados que también es la historia del partido socialdemocrátas, o son presentados como villanos.
La “falsificación del discurso político” eso que Jonathan Swift llamó le mentira como herramienta de la política es una estrategia de distracción que permite ganar tiempo a los grupos políticos dirigentes para reacomodar sus piezas en momentos de amenaza revolucionaria. Divide a los posibles disidentes soltando rumores propagandísticos con el objetivo de dividir a los disidentes. En donde el juego se expresa entre las verdades de los oprimidos y la mentira de los dirigentes, en ese cruce de verdades políticas se van debilitando las figuras retóricas que esconden los intereses materiales de clase, se caen las máscaras y aparecen el gesto de los rostros desnudos. La hipérbole que exagera los errores del adversario mientras que diviniza sus propios aciertos, y la atenuación que reduce los propios errores mientras que ridiculiza los aciertos del contrario.
“El ocultamiento de la información” es un recurso estratégico de los grupos políticos para tomar decisiones que anticipen los movimiento del otro. La clase dirigente para asumir más influencia política y los dirigidos para preparar un golpe de mano.
“La confrontación discursiva” es cuando la disputa política entre dirigentes y dirigidos llega al clímax en público o privado antecede a la violencia política y finalmente la ruptura de pactos.
“El silenciamiento” cese de todo tipo de diálogo entre dirigentes y dirigidos cuando no logran alcanzar un acuerdo interno para su propia subsistencia política antecede la lucha propagandística y el juego de fuerzas políticas, En ocasiones, la búsqueda de aliados externos o mercenarios para ocupar la centralidad del poder, lo cual pone en peligro la misma existencia de un partido socialdemócrata y de los mismos intereses de un determinado grupo de la clase media burguesa.
La política es un juego, sí, pero un juego de clases, a la usanza del juego de pelota de los pueblos mesoamericanos, en donde el que gana sigue viviendo a costa de uno y el que pierde seguirá muriendo a costa del otro.
Entre el 24 y el 29 de julio, 370 marxistas de más de 25 países se reunieron en los Alpes italianos para el congreso 2018 de la Corriente Marxista Internacional (CMI). En los próximos años, creemos que este congreso será recordado como un punto de inflexión en el esfuerzo por construir una organización mundial capaz de dirigir a la clase trabajadora en la lucha por derrocar al capitalismo.
Esta fue por mucho la mayor reunión internacional que la CMI haya organizado antes. A pesar de las enormes dificultades para organizar un evento de este tipo, no cabe duda de que fue un éxito tremendo. En el transcurso de seis días, el congreso discutió la turbulenta situación mundial; la actitud marxista en la lucha contra la opresión; así como sesiones especiales sobre los acontecimientos de Italia y Pakistán; y un informe organizativo internacional completo. Las discusiones políticas revelaron el nivel político excelente que existe en toda la CMI y una voluntad de unidad.
Es sobre este sólido cimiento de la teoría marxista, combinado con una actitud organizativa seria, como se ha logrado el crecimiento inspirador de la CMI en los últimos años.Desde el último Congreso Mundial de la CMI, muchas secciones han experimentado un rápido crecimiento. Se debe hacer una mención especial a las secciones de Canadá, Suecia, Francia y Pakistán, que se han duplicado en tamaño; y la sección de EE.UU. que ha crecido en un 50%, y se han establecido muchos grupos nuevos en todo el país. Todas las secciones han fortalecido sus estructuras, publicaciones y su capacidad para intervenir eficazmente en el movimiento. El compañero Marco La Grotta de Fightback, la sección canadiense del CMI, explicó que no existe una “fórmula mágica” para este crecimiento. Más bien, se debe a la incansable educación y capacitación de una capa de revolucionarios profesionales que a su vez se convierten en constructores de la CMI.370 marxistas de más de 25 países asistieron al Congreso Mundial 2018 de la CMI: ¡el más grande de todos! La colecta del congreso también recaudó una suma increíble de más de €100.000 / Imagen: Socialist Appeal
Hoy la CMI está interviniendo en 41 países de todo el mundo. A pesar de todo el crecimiento experimentado en los últimos años, la organización aún es demasiado pequeña y carece de recursos para aprovechar todas las increíbles oportunidades que se abren.Sin embargo, en lugar de lamentar este hecho, el congreso demostró la determinación que existe en toda la Internacional para superar todos los obstáculos y estar listos para las tareas planteadas por la crisis más profunda que el capitalismo ha experimentado desde la década de 1930. Esto fue expresado muy elocuentemente en una colecta récord del congreso. En el evento mundial del año pasado, se recaudaron 70,000 €, lo cual fue una colecta muy destacada. Pero este año, la colecta del congreso recaudó una suma increíble de más de 100.000 €.Perspectivas MundialesAlan Woods introdujo las perspectivas mundiales, explicando las secuelas de la crisis económica del 2008 / Imagen: Socialist Appeal
El congreso comenzó analizando la situación mundial. El 2008 será visto durante años como un punto de inflexión en la historia mundial. Desde esa crisis, nada ha sido igual. Cada intento de los capitalistas de restaurar el equilibrio económico del sistema a través de la austeridad y los ataques al nivel de vida de la clase trabajadora, ha socavado la estabilidad social y política del sistema. Diez años después del comienzo de la crisis, los capitalistas no parecen haber encontrado ningún medio para estabilizar la situación. La clase trabajadora, mientras tanto, no ha recuperado el nivel de vida anterior.
Si bien la dirección de los sindicatos y la amenaza del desempleo pueden deprimir la acción industrial en gran parte del mundo, aun así, se está desarrollando una rabia subterránea en todas partes, que es capaz de explotar sin previo aviso en cualquier lugar. La conciencia de cientos de millones de trabajadores ha sido indeleblemente modificada por los acontecimientos desde 2008.
El movimiento explosivo e incluso insurreccional que se desarrolló en Haití en las semanas previas al congreso ilustra este punto muy vívidamente. Durante años, el pueblo de esta nación ha sido saqueado, violentado y brutalizado en todos los sentidos por las potencias imperialistas a través de la ONU, ONGs, organizaciones benéficas y similares. La gota que colmó el vaso fue el intento del gobierno de recortar los subsidios al combustible: una medida que sumiría a millones de personas en la desesperación total.
Los Estados Unidos en crisis
En los Estados Unidos, la crisis se ha expresado en la elección de Donald Trump. Esto ha provocado el surgimiento degrietas que se han abierto entre el presidente y sectores importantes de la clase dominante y del Estado. El Partido Republicano ha quedado completamente devastado por la victoria de Trump. En verdad, el otro pilar principal del capitalismo estadounidense, el Partido Demócrata, no está en una mejor forma.
La crisis del período actual está exponiendo por completo los límites del imperialismo estadounidense. En ningún otro lugar esto es más claramente visible que en las agudas contradicciones en Oriente Medio, en las que se ha enredado la clase dominante estadounidense. Mientras Trump y un ala de la clase dominante están tratando de liberarse del desastre que han creado en Siria con la ayuda de Rusia, otro ala está decidida a evitar cualquier acercamiento.
Además, se ha abierto un cisma extremadamente profundo en la clase dominante estadounidense entre los defensores del libre comercio y un ala proteccionista. Lejos de ser un “loco” o un “agente ruso”, Donald Trump representa una vieja tendencia en el capitalismo estadounidense: él es un aislacionista.
Es evidente que a algunos en la clase dominante estadounidense les gustaría ver los aranceles impuestos a los competidores de Estados Unidos: particularmente dirigidos a productos de alta tecnología de China. Otros, sin embargo, pueden ver con toda claridad que una vez que se ponga en marcha una guerra comercial devolviendo golpe por golpe, no será tan fácil detenerla. Fue precisamente esa tendencia al proteccionismo lo que contribuyó fuertemente a llevar a la economía mundial a una depresión en la década de 1930. Tal escenario amenaza con repetirse ahora en una escala totalmente más gigantesca.
Si bien Trump no es la causa de las crecientes tendencias proteccionistas a escala mundial, ciertamente las está acelerando. Sin embargo, la causa subyacente de esta crisis es la sofocación de las fuerzas productivas por las dos principales barreras al progreso bajo el capitalismo: la propiedad privada y las estrechas fronteras del estado-nación.
Europa
Sin embargo, en el período actual, está claro que el centro de la revolución mundial se ha trasladado a Europa. En Grecia, ocho años de crisis y austeridad han causado que la economía se reduzca en un 25 %. Y, a pesar de todos los recortes, la relación entre la deuda y el PIB en Grecia ha aumentado del 159 % al 180 %. En Francia, hemos visto huelgas masivas contra las contrarreformas de Macron. En España hemos visto la caída de Rajoy. Incluso en Alemania, los viejos partidos están en crisis.
Pero, con mucho, el mayor dolor de cabeza para los capitalistas de Europa es la situación en Italia, que amenaza con explotar abiertamente. Con 2,3 billones de euros de deuda colgando del cuello del Estado, Italia representa una crisis que es de magnitud mucho mayor que la de Grecia. Con la subida al gobierno del Movimiento Cinco Estrellas, se ha abierto un nuevo período de inestabilidad aún mayor en Italia.
Dondequiera que miremos alrededor del mundo, vemos el mismo patrón. Años de ataques a la clase trabajadora no han resuelto fundamentalmente el malestar económico subyacente. Sin embargo, los trabajadores están llegando al final de sus cadenas. La polarización política está destruyendo el llamado “centro”. Mientras tanto, en un país tras otro, están surgiendo divisiones en la clase dominante. Todos estos síntomas auguran un período de agitación y revolución.
Nuestra tarea es construir una tendencia marxista de tal fuerza, tanto cuantitativa como cualitativa, que pueda preparar el camino para un partido revolucionario capaz de llevar a la clase trabajadora a la toma del poder y a la transformación socialista de la sociedad.
Marxismo versus políticas de identidad
En el tercer día del congreso, Fred Weston introdujo una discusión sobre el enfoque marxista de la lucha contra la opresión y la liberación de los grupos oprimidos.
Las derrotas de la clase trabajadora desde finales de los años setenta hasta los años ochenta provocaron que un estado de pesimismo penetrara en una capa de intelectuales de izquierda, particularmente del campo del estalinismo. Para justificar su propia desmoralización capitularon ante la contraofensiva ideológica que siguió a esas derrotas y al colapso de la Unión Soviética.
Fred Weston introdujo la discusión sobre el enfoque marxista de la lucha contra la opresión y nuestra oposición al idealismo de las políticas de identidad / Imagen: Socialist Appeal
Los posmodernistas que dirigieron sus acusaciones contra el marxismo rechazaron cualquier noción de “progreso” y “ciencia”, y rechazaron con burla arrogante la posibilidad de lograr una transformación revolucionaria de la sociedad. A través de la correa de transmisión de sus cátedras universitarias, han buscado, y logrado parcialmente, infectar a una nueva generación de jóvenes de izquierda con su propio pesimismo.
Estas ideas reaccionarias han tenido sus ramificaciones en la proliferación de todas las formas de políticas de identidad: desde la interseccionalidad, hasta la teoría queer, pasando por varias ramificaciones del feminismo. En la base, todas estas formas de políticas de identidad tienen en común una concepción idealista de la opresión. En lugar de analizar objetivamente la base material de la opresión, su punto de partida y su final es la experiencia subjetiva de la opresión. En lugar de buscar un derrocamiento revolucionario del sistema capitalista, buscan “liberar” a los oprimidos a través de cambios en el lenguaje o el “discurso”, etc.
Al hacerlo, proporcionan el más alto servicio a la clase capitalista. En lugar de intentar unir a los oprimidos en una lucha de clases contra el capitalismo, terminan dividiendo el movimiento en una jerarquía de privilegios con un número infinito de categorías. Tales ideas, sin importar cuán “radical” sea el lenguaje empleado, solo pueden tener las consecuencias más reaccionarias para el movimiento, enfrentando ahombres contra mujeres, a negros contra blancos, etc.
La discusión cubrió una variedad de experiencias de todo el mundo. De particular interés fueron las contribuciones de nuestros camaradas españoles, que aportaron una valiosa experiencia de la “huelga feminista” del 8 de marzo de este año. Los camaradas de Bélgica, Canadá, Gran Bretaña y otros países también dieron experiencia de primera mano sobre el papel desempeñado por los defensores de las políticas de identidad.
Al final, el congreso fue unánime en la necesidad de defender el marxismo contra estas ideas divisivas y perniciosas.
La crisis en Italia y el papel de los marxistas
A lo largo de la semana, un tema apareció destacado: ¡que los marxistas parecen ser los únicos optimistas en el mundo! La prensa capitalista, la academia, los líderes oficiales del movimiento obrero, todos parecen estar llenos de pesimismo; la CMI parece estar sola en tener un optimismo bien fundado.
Ninguna sesión ilustró este punto mejor que la comisión sobre la crisis del capitalismo italiano. Lejos de salir de la crisis en 2008, las cosas han ido de mal en peor en Italia. El PIB per cápita hoy permanece por debajo de lo que era en ese momento, y el desempleo entre los jóvenes se sitúa en un desalentador 30%. La vida simplemente se está volviendo insoportable para la mayoría de las personas pobres y de la clase trabajadora.
Desde 2008, los gobiernos “tecnocráticos”, de derecha y supuestamente de “izquierda” han ido y venido. Todos ellos han llevado a cabo la misma política: recortes de austeridad brutales en favor de los intereses del capitalismo internacional. Sin embargo, esto aún no es suficiente para la clase dominante. El resultado ha sido que todos los principales partidos identificados con el establishment capitalista -desde el partido de Berlusconi hasta el Partido Demócrata (PD)- han visto colapsar su apoyo.
El PD, en particular, ha visto su autoridad maltratada. A pesar de sus credenciales de “izquierda”, ha representado durante el último período la herramienta más confiable para llevar a cabo las políticas de austeridad exigidas por los capitalistas italianos y la UE.
Cuando Renzi asumió el cargo, intentó llevar a cabo una gran cantidad de recortes y contrarreformas en un período de tiempo muy corto. El principal sindicato, la CGIL, por su parte no hizo nada para resistir estos ataques.
El resultado no fue sólo un colapso del apoyo a Renzi y a su gobierno, destrozado en el referéndum de reforma constitucional de 2016 y en las elecciones generales del 4 de marzo de este año, sino el colapso de todos los partidos situados a la izquierda del PD, que tomaron parte en las políticas de colaboración de clase o que no presentaron una alternativa creíble a la austeridad. Esto dejó el terreno abierto para el surgimiento del Movimiento de Cinco Estrellas (M5S). La CGIL también ha sufrido una crisis, siendo desafiada por sindicatos de izquierda más pequeños como la Unione Sindacale di Base (USB).
Italia ahora ha entrado en una situación única para todas las clases de la sociedad. La clase trabajadora -que una vez pudo jactarse de tener un Partido Comunista de dos millones de personas- ahora se ve privada de cualquier representación política. La clase dominante italiana también está entrando en un nuevo territorio. Por primera vez, está entrando en un período en el que no tiene ningín partido ‘confiable’ en el que apoyarse.
La ira en la sociedad italiana irrumpirá inevitablemente en la escena; y la clase obrera italiana redescubrirá sus tradiciones militantes y revolucionarias. Los marxistas en Italia, organizados en torno al periódico Rivoluzione, se están preparando para esto / Imagen: Rivoluzione
Al buscar una alternativa, millones de trabajadores han puesto sus esperanzas en nuevas formaciones como el Movimiento Cinco Estrellas. A pesar de la fuerte retórica anti-establishment, este partido tampoco podrá cumplir ninguna de las promesas que hizo antes de las elecciones.
Mientras que muchos en la izquierda han lamentado el colapso de los llamados partidos de izquierda en Italia, y ven solo un paisaje desolador por delante, nosotros, como marxistas, podemos ver que estos acontecimientos están acumulando una poderosa explosión social para el futuro cercano.
Puede tomar seis meses, puede llevar un año o dos, pero inevitablemente el M5S se romperá; la ira en la sociedad italiana irrumpirá en la escena; y la clase obrera italiana volverá a mostrar sus tradiciones combativas y revolucionarias.
Esta es la perspectiva para la cual los marxistas en Italia, organizados en torno al periódico Rivoluzione, se están preparando.
Sesión sobre Pakistán
Un punto culminante inspirador del congreso fue la sesión sobre Pakistán. Los camaradas pakistaníes que encabezaron la discusión pintaron una imagen gráfica de la crisis a través de la cual se dirige Pakistán.
Desde 1947, Pakistán ha sido un peón del imperialismo estadounidense y el centro de reacción en toda la región. Sin embargo, en los últimos años, los lazos entre el imperialismo estadounidense y Pakistan han llegado a un punto bajo, con China interviniendo cada vez más en el país. China ha desarrollado inversiones estratégicas claves en el país a través del proyecto del Corredor Económico China-Pakistán.
Todas las demás tendencias políticas en Pakistán, de izquierda a derecha, han elogiado estos vínculos estrechos con China. Solo nuestra tendencia ha analizado seriamente estas nuevas relaciones y se ha atrevido a señalar el carácter imperialista de los crecientes intereses de China en Pakistán.
Los camaradas paquistaníes que lideraron la discusión pintaron una imagen gráfica de la crisis a través de la cual se dirige Pakistán / Imagen: Socialist Appeal
La crisis cada vez más profunda del capitalismo paquistaní es a todas luces más evidente. En los últimos siete meses, la rupia ha perdido el 20% de su valor. Además, el desempleo se está disparando. A medida que la crisis en los estados del Golfo se ha profundizado, las remesas también se han secado y miles de trabajadores han comenzado a regresar de Arabia Saudita.
Bajo estas circunstancias, la clase dominante paquistaní tendrá que ir al FMI de rodillas, mendigando con el plato en la mano, mientras que a los Estados Unidos les preocupa que cualquier rescate se utilice para pagar a los prestamistas chinos.
Ninguno de los partidos políticos tiene un programa que pueda mejorar el infierno que la gente común de Pakistán experimenta a diario. Como tal, las masas les han dado la espalda a todos. Mientras que el PTI de Imran Khan ha sido el primero en las últimas elecciones, tampoco ofrece nada para las masas.
Nuestros camaradas han sido atacados por el estado paquistaní en varias ocasiones, demostrando una voluntad de acero y un coraje que ha sido una inspiración para todos los camaradas de la Internacional / Imagen: Socialist Appeal
Sin embargo, a pesar de la falta de expresión política organizada, está claro que los trabajadores y los pobres han llegado al límite de lo que pueden soportar. Hemos visto movimientos masivos de trabajadores y estudiantes en los últimos años. Sobre todo, tuvimos el reciente movimiento masivo del pueblo pashtún oprimido, que sacudió a la clase dominante paquistaní hasta sus cimientos.
Nuestros camaradas intervinieron vigorosamente en este movimiento contra la opresión que sufre el pueblo pashtún. Discutieron a favor de vincular su lucha con la de todas las nacionalidades y grupos oprimidos. Sobre todo, hicieron un llamamiento para que el movimiento Pashtun se una con la lucha de la clase trabajadora para derrocar el capitalismo en Pakistán y en todo el subcontinente.
Como informamos anteriormente, nuestros camaradas han sido atacados por el estado paquistaní en varias ocasiones. Bajo estas circunstancias, los compañeros demostraron una voluntad de acero y un valor que ha sido una inspiración para todos los camaradas de la Internacional, y que electrificó al congreso.
Reatando el nudo de la historia
En las contribuciones dadas por camaradas de un país tras otro, surgió un patrón. En todo el mundo, la dirección del movimiento obrero, ya sea de la variedad reformista de izquierda o de derecha, está siendo severamente puesta a prueba y sus políticas están siendo desenmascaradas. Por otro lado, los intentos de la clase capitalista de ir a la ofensiva y llevar a cabo su agenda de austeridad están desestabilizando aún más el capitalismo y dando un mayor impulso a la lucha de clases.
Desde el período de la posguerra, las fuerzas del marxismo se han reducido a una pequeña minoría a escala internacional y, por lo tanto, no han podido ofrecer una dirección alternativa. Refiriéndose a este aislamiento en el período pasado, Alan Woods comentó: “Hemos visto varias ocasiones en las que se ha roto el hilo de la historia”.
¡Adelante a construir la Internacional! / Imagen: Socialist Appeal
En el período oscuro de la reacción fascista y estalinista en la década de 1930, sólo Trotsky y sus seguidores en la Cuarta Internacional mantuvieron en alto la bandera no contaminada del marxismo. Después de la muerte de Trotsky, la direción incompetente de la Cuarta Internacional hizo naufragar a esa organización.
Sólo un pequeño grupo de personas en Gran Bretaña alrededor de Ted Grant mantuvo vivas las ideas genuinas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Sus esfuerzos están vindicados hoy en los éxitos de nuestra Internacional. Ante un estado de ánimo eléctrico, Alan Woods cerró el Congreso con las siguientes palabras:
“Las últimas palabras de Trotsky mientras yacía en su lecho de muerte, abatido por un agente estalinista, fueron: Tengo confianza en la victoria de la Cuarta Internacional ¡Adelante!’.
Con este congreso reatamos el nudo de la historia. ¡La verdadera Cuarta Internacional está aquí, en esta sala!”
Uno de los principales motores en mi lucha por una mejor sociedad.
Nos encontramos desde hace diez años en una de las peores crisis del capitalismo, la situación en algunos países es insostenible, el desempleo incrementa a diario, los derechos de los trabajadores son arrancados uno tras otro, el deterioro de la naturaleza y el daño al medio ambiente parece ya irreversible. El capitalismo nos arrastra a un callejón sin salida, cada día nos sumerge en la más vil de las barbaries imponiendo “a las masas mayores sacrificios y sufrimientos”.
Las condiciones actuales nos exigen la relectura de algunos escritos clave en el marxismo, la revisión de El Manifiesto del Partido Comunista de Carlos Marx y Federico Engels, La enfermedad infantil del Izquierdismo en el Comunismo de Vladimir I. Lenin, El Programa de Transición de León Trotsky, entre otros textos más, se ha convertido en una necesidad de primera mano. Es impostergable comprender el pasado por eso conocer la historia del movimiento revolucionario es un deber que permite entender lo que sucede ahora mismo, puesto que nos situamos en un periodo bastante convulso.
El Programa de Transición
El Programa de Transición fue redactado por León Trotsky en 1938 como documento fundacional de la IV Internacional, dicho documento se escribió cuando todos los colaboradores de Lenin fueron asesinados en los juicios (más bien farsas) de Moscú organizados por Stalin, cuando recaían en el mismo Trotsky, las verdaderas tradiciones del leninismo, del bolchevismo y de la Revolución de Octubre, así como las del marxismo revolucionario, la democracia obrera y el internacionalismo proletario.
La fundación de la IV Internacional es consecuencia directa de la más estricta defensa de las tradiciones revolucionarias del Partido Bolchevique y por la salvación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) de manos del burocratismo engendrado en la persona de Stalin. El Programa de Transición surge después de que Trotsky y la Oposición de Izquierdas tratara de regenerar los Partidos Comunistas y la III Internacional de todos los zigzagueos y vaivenes de la política de Stalin. Sin embargo, ya no había remedio, sobre todo por la política instaurada en Alemania que permitió el triunfo del fascismo en 1933 que rezaba “sin romper un solo plato” y que después justificó cínicamente con la frase: “¡Después de Hitler, nuestro turno!”. Así es que la génesis de este texto tan importante es de por si revolucionaria, como dice Alan Woods:
En aquel contexto, las fuerzas de los trotskistas (bolcheviques leninistas) eran minúsculas, aisladas y sometidas a la persecución más feroz. En Alemania sus seguidores estaban en las prisiones de la Gestapo, en la URSS en los campos de concentración de Stalin y en el Estado español en las cárceles de la GPU. El objetivo primordial de Trotsky en El programa de transición fue superar el aislamiento de las fuerzas de la joven organización y construir un puente hacia los trabajadores en lucha.
Por lo tanto, erigir una nueva organización que fuera fiel al marxismo revolucionario fue una tarea que él mismo Trotsky se planteó como necesaria y urgente.
En lo tocante al contenido de El Programa de Transición, Trotsky es muy claro al explicar que “el rasgo fundamental de la situación política mundial en su conjunto es la crisis histórica de la dirección proletaria”, debido a las condiciones de existencia de los Partidos Comunistas y de su bancarrota política, Trotsky se refiere a ellos, así como a los reformistas cuando dice que ellos son la principal traba u obstáculo para que una situación prerrevolucionaria pueda convertirse en una situación revolucionaria, sobre todo por “el oportunismo de la dirección del proletariado, su cobardía pequeñoburguesa ante la gran burguesía y sus traidoras relaciones con ésta, aun en su agonía.” Por aquellos años los trabajadores se lanzaron por el camino de la revolución, traicionados vilmente por su dirección, uno de los casos más trágicos fue el de los trabajadores españoles en la década de los 30´s del siglo pasado, quienes fueron abandonados a su suerte ante el avance del fascismo de Francisco Franco, el cual terminó en una sangrienta dictadura.
El panorama que vislumbraba Trotsky era el de un nuevo periodo revolucionario, en el que existía una enorme contradicción: por un lado, las condiciones objetivas del capitalismo en decadencia, es decir, la madurez de las condiciones revolucionarias, y, por otro lado, la inmadurez de las nuevas capas del proletariado. Esto volvía necesario tender un puente entre las necesidades inmediatas de las masas y la lucha por el socialismo:
Es necesario ayudar a las masas a que en sus luchas cotidianas hallen el puente que una sus reivindicaciones actuales con el programa de la revolución socialista. Este puente debe componerse de un conjunto de reivindicaciones transitorias, basadas en las condiciones y en la conciencia actual de amplios sectores de la clase obrera para hacerlas desembocar en una única conclusión final: la toma del poder por el proletariado.
Podría pensarse que es algo absurdo o irrelevante el planteamiento que hace Trotsky, pero si ponemos de relieve que por esos tiempos los estalinistas hablaban de socialismo y de la revolución proletaria internacional solo en los días de fiesta, el poner sobre la mesa la tarea de crear un puente entre las reivindicaciones más básicas de las masas explotadas e inmaduras y la toma del poder, es algo totalmente acertado, luchar por reformas inmediatas y además, algunas otras que ayuden a comprender a la clase obrera, que la única forma de conseguirlas, es terminando con el capitalismo.
Dentro de este programa transitorio Trotsky aborda una serie de aspectos muy relevantes tales como la escala móvil de salarios y horas de trabajo, la lacra del desempleo que provoca el hundimiento de millones de miembros de la clase obrera y familia, en condiciones cada vez más indignas, pues lo mínimo que se debía era exigir el derecho al trabajo, a menos de que los trabajadores se desclasaran, sumándose a las filas del lumpen-proletariado. De esta forma se luchaba por trabajo en las condiciones más dignas y contra la carestía y la lacra del paro.
Otro aspecto relevante es la cuestión de los sindicatos, para Trotsky era vital tener organizaciones que defendieran reivindicaciones parciales y transitorias, aquí la muestra de la importancia que daba éste al trabajo dentro de los sindicatos:
Una lucha victoriosa contra los reformistas, burocracia estalinista inclusive, sólo puede librarse con base a un trabajo semejante en el seno de los sindicatos. Los intentos sectarios de construir o estabilizar pequeños sindicatos “revolucionarios” como seudópodo del partido, no son de hecho otra cosa que la renuncia a luchar por la dirección de la clase obrera. Hay que defender esta regla de oro: la autoexclusión capituladora de los sindicatos de masas, que equivale a traicionar la revolución, es incompatible con la adhesión a la IV Internacional.
Además, pone muy claro el papel que deben desempeñar los sindicatos, para empezar, no pueden ofrecer un programa revolucionario acabado, por lo tanto, no sustituyen al Partido; dentro de los sindicatos, aún los más grandes, no tiene afiliado al grueso de los trabajadores que salen a luchar de forma esporádica, Trotsky menciona que: “la mayoría más oprimida de la clase sólo participa en la lucha episódicamente, en momentos de ascenso excepcional del movimiento obrero. En esos momentos hay que crear organizaciones ad hoc, capaces de abarcar al conjunto de las masas en lucha: comités de huelga, comités de fábrica y, finalmente, sóviets”.
Y sobre todo “como organizaciones que expresan los intereses de las capas superiores del proletariado, los sindicatos […] generan poderosas tendencias al pacto con el régimen democrático-burgués. En períodos de aguda lucha de clases, los organismos dirigentes de los sindicatos tratan de hacerse con las riendas del movimiento de masas para hacerlo inofensivo.” A fin de cuentas, los sindicatos no son un fin en sí mismos y se debe de luchar para que la dirección sea dinámica y responda a los intereses de los trabajadores, haciendo a un lado a los dirigentes que han caído en la rutina y el arribismo.
Derivado de la lucha en los sindicatos surge la figura de los comités de fábrica, proveniente de la experiencia en Italia en los años 20, en dónde las huelgas terminaban en la toma de la fábrica. Para ello la dirección debe estar al nivel de las masas. Ya el hecho mismo de la ocupación de la fábrica rebasa los límites del capitalismo y da un golpe al fetiche de “la propiedad privada”. Trotsky le da un peso enorme a esta situación, que en la vía de los hechos plantea un doble poder en la fábrica, “cada ocupación plantea en la práctica el problema de quién manda en la fábrica: el capitalista o los obreros. Si las ocupaciones plantean la cuestión episódicamente, los comités de fábrica le dan una dimensión organizativa. El comité de fábrica, elegido por todos los trabajadores de la empresa, se convierte inmediatamente en un contrapeso a la voluntad de la administración”.
A partir de esta situación de contrapeso surge la cuestión del secreto comercial y el control de la producción. Dentro del capitalismo la producción es anárquica, los ciclos económicos del boom siempre abundan en la sobreproducción, que derivan en crisis y a su vez en recesión, de forma interminable, por eso al surgir los comités de fábrica, a los que se opondrán los reformistas con el “principio de la no injerencia”, sin embargo, para Trotsky “La abolición del ‘secreto comercial’ es el primer paso hacia un verdadero control de la industria.” Ese doble poder que ya he mencionado hace notar a los trabajadores que tienen el mismo derecho que el capitalista a conocer los “secretos” de la fábrica.
Para elaborar un verdadero plan económico se necesita primero la eliminación del secreto comercial, y después de extender el control obrero sobre la producción, Trotsky lo presenta así:
De este modo, el control obrero se convierte en una escuela de economía planificada. Basado en sus experiencias de control, el proletariado se prepara a la gestión directa de la economía nacionalizada cuando llegue su hora. (…) Del mismo modo que la abolición del secreto comercial es una condición necesaria para el control obrero, el control es el primer paso hacia la dirección socialista de la economía.
Al cambiar el escenario, en el que el trabajador ya no ignora la situación real de la empresa o fábrica se vuelve una necesidad la expropiación de aquellos “sectores industriales claves para la existencia nacional, o de los grupos más parasitarios de la burguesía”. Además de que las expropiaciones que se plantean se diferencian de la consigna reformista de las “nacionalizaciones”, al exigir que se den sin ningún tipo de indemnización y al ligar la cuestión de la expropiación con la toma del poder por los obreros y los campesinos, en el que Trotsky siempre tiene en cuenta que “sólo el ascenso revolucionario generalizado del proletariado puede poner a la orden del día la expropiación total de la burguesía. La misión de las consignas transitorias consiste en preparar al proletariado para realizar este objetivo”.
La situación que Trotsky prevé a partir de las circunstancias tan convulsas que se desarrollaban en aquella época, en la que las huelgas se convertían en la ocupación de la fábrica, la burguesía no se quedaría observando y ante los ataques de la clase trabajadora, también habría contraataques de la burguesía,
En ninguna parte se da por satisfecha la burguesía con la policía y el ejército oficiales. En Estados Unidos, incluso en tiempo “de paz”, la burguesía mantiene batallones militarizados de esquiroles y pistoleros a sueldo en las fábricas, a lo que hay que añadir la aparición de diferentes grupos nazis. La burguesía francesa, al primer síntoma de peligro, ha movilizado sus destacamentos fascistas semi legales e ilegales hasta en el seno del ejército. Tan pronto como se deje sentir la presión de los obreros ingleses, dos, tres, diez veces se intensificará la actividad de las bandas fascistas en su cruenta lucha contra los trabajadores. La burguesía es perfectamente consciente de que en la época actual la lucha de clases tiende irremediablemente a convertirse en guerra civil.
Ante tales contraataques de la burguesía
Los piquetes de huelga constituyen las células fundamentales del ejército proletario. Este es nuestro punto de partida. Por eso, para cada huelga o manifestación callejera, hay que propagar la necesidad de crear grupos obreros de autodefensa.” Más adelante Trotsky insiste: “Hay que avanzar la consigna de milicias obreras como única garantía seria de la inviolabilidad de las organizaciones, las reuniones y la prensa obrera. Sólo por medio de este trabajo sistemático, permanente, infatigable y audaz de agitación y propaganda, apoyándose siempre en la experiencia propia de las masas, es posible erradicar de su conciencia las tradiciones de sumisión y de pasividad; entrenar destacamentos de luchadores heroicos capaces de servir de ejemplo a todos los trabajadores.
Pero dentro del capitalismo, además del antagonismo de clase entre el burgués y el proletario hay otras clases o sectores que pueden jugar un papel importante en un proceso revolucionario, una de ellas es el campesinado, una clase muy inestable políticamente, además de que no es una clase homogénea, hay diversos tipos de campesinos; por ejemplo, el proletario agrícola o el pequeño propietario. Trotsky deja muy claro a qué tipo de campesino hay que ganar a la causa revolucionaria:
El compañero de armas y equivalente en el campo del obrero industrial es el proletario agrícola. Ambos forman parte de una misma clase. Sus intereses son indivisibles. El programa de transición para los obreros industriales es el mismo programa de los proletarios agrícolas, una vez realizadas las adaptaciones correspondientes. Los campesinos (pequeños propietarios) pertenecen a una clase distinta: son la pequeña burguesía del medio rural.
Al llevar al campo la lucha de clases, los trabajadores podrán reconocer a sus aliados y también a sus enemigos. Asimismo, se deben de elaborar consignas apropiadas para atraer a los campesinos al lado de la revolución socialista, Trotsky sugiere algunas de ellas: “mientras el pequeño propietario rural siga siendo un pequeño productor “independiente”, necesitará crédito barato, maquinaria agrícola y abonos a precios asequibles, buenos transportes y una organización racional del mercado para sus productos. Por contra, los bancos, los trusts y los intermediarios le sacan su dinero por todas partes”. Y del mismo modo como los trabajadores se deben organizar en comités de fábrica, comités de huelga, y piquetes de huelga, los campesinos deben de formar comités de campesinos pobres,
Hay que poner en pie comités de campesinos pobres que, junto con los comités obreros y los comités de trabajadores de banca, tomen en sus manos el control del transporte, del crédito y de las operaciones mercantiles que afectan a la agricultura.” Éstos mismos comités deberán de exigir la formación a su vez de comités de control de precios “compuestos por delegados de fábrica, de los sindicatos, de las cooperativas, de las organizaciones campesinas, de la pequeña burguesía urbana, de las amas de casa, etc. Estos comités servirán para que los obreros demuestren a los campesinos que la causa de la carestía no está en el crecimiento de los salarios, sino en los exorbitantes beneficios de los capitalistas y los gastos extra que impone la anarquía capitalista.
Y al igual que la nacionalización de ciertos sectores industriales y la banca, debe de existir un programa para la nacionalización de la tierra en la que “quede excluida la posibilidad de expropiar a los pequeños propietarios, así como de proceder a su colectivización obligatoria. El campesino debe seguir siendo dueño de su parcela mientras lo crea conveniente o posible”. Siendo así, la alianza del proletariado con las capas explotadas del campo y la ciudad no se basará en la fuerza o la coacción si no en el establecimiento de consignas claras y que ambas partes acepten con total libertad.
Otro aspecto que aborda Trotsky en El Programa de Transición es lo referente a los países atrasados y ex coloniales en dónde la burguesía nacional, totalmente dependiente del imperialismo internacional, no puede, ni quiere llevar adelante las tareas democráticas, teniendo así un desarrollo en el que “las formas económicas más primitivas se combinan con el último grito de la técnica y la civilización capitalistas. Algo semejante sucede con las luchas políticas del proletariado en los países atrasados: la lucha por las más elementales reivindicaciones de independencia nacional y democracia burguesa se combina con el combate socialista contra el imperialismo mundial”.
Derivada de esta combinación, Trotsky observa que “La tarea central en los países coloniales y semi coloniales es la revolución agraria, es decir, la liquidación de la herencia feudal y la independencia nacional, es decir, la liberación del yugo capitalista”.
Al inicio del Programa de Transición, Trotsky nos dice que “las condiciones objetivas para la revolución proletaria no sólo han ‘madurado’, han empezado a pudrirse” y que “la crisis histórica de la Humanidad se reduce a la crisis de su dirección revolucionaria”; al final habla enérgicamente contra los reformistas y sectarios, los primeros “son incapaces de aprender ni siquiera de las más trágicas derrotas de la historia”, lo que ha ocasionado que al no sacar las lecciones correctas se hayan sumergido en el conservadurismo y que también los ha llevado a buscar “nuevos caminos”. Ante esos nuevos caminos que plantean una variante al marxismo, Trotsky dice muy claramente lo que deben de hacer los revolucionarios: “Mirar la realidad de frente, no ceder a la línea de menor resistencia; llamar al pan pan y al vino vino; decir la verdad a las masas, por amarga que sea; no tener miedo de los obstáculos”.
En cuanto a los sectarios, Trotsky no deja ningún cabo suelto, ni ninguna duda sobre su accionar:
Se basan en el rechazo de la lucha por reivindicaciones parciales y transitorias, es decir, por las necesidades e intereses inmediatos de las masas trabajadoras en su forma actual. Para los sectarios, prepararse para la revolución significa convencerse a sí mismos de la superioridad del socialismo. Proponen dar la espalda a los “viejos” sindicatos, es decir, a decenas de millones de trabajadores organizados, como si las masas pudieran vivir al margen de las condiciones que impone la verdadera lucha de clases. La lucha en el seno de las organizaciones reformistas les deja fríos, como si fuera posible ganarse a las masas manteniéndose al margen de sus luchas cotidianas.” Y remata “Como son incapaces de llegar a las masas, acusan con todo entusiasmo a las masas de ser incapaces de elevarse hasta las ideas revolucionarias.
Por lo tanto, no se debe de confiar en los reformistas ni en los “revolucionarios” de biblioteca, pues es debido a ellos que los trabajadores hayan sufrido dolorosas derrotas.
A manera de conclusiones
En ninguna parte del planeta la situación es estable, regímenes que parecían fuertes y duraderos cayeron como un castillo de naipes, asimismo, lo que sucede y vemos a diario a lo largo y ancho del mundo se nos presenta de una forma tan contradictoria que parece que vivimos en un lugar de locos, pero eso es algo totalmente falso, lo que sucede es que estamos viviendo un periodo histórico sin precedentes en la historia de la humanidad. El parto de una nueva sociedad es más que doloroso.
El capitalismo a nivel mundial ya nos ha demostrado su total senilidad, ha dejado su rostro joven y progresista, se ha convertido en un obstáculo, los burgueses se siguen llenando las manos de dinero, mientras las muertes por hambre o por enfermedades curables siguen sucediendo. Ha quedado muy lejos aquel capitalismo que desarrolló la ciencia y la tecnología, la filosofía, la medicina. Ahora, al aferrarse a seguir viviendo, nos condena a millones de seres humanos a habitar un callejón oscuro y pestilente.
Quienes se han dedicado a “reformar” el capitalismo han hecho muchos intentos, ha sido verde, sustentable, amigable, socialmente responsable, humano, hasta se han atrevido a decir que no es el sistema capitalista el que está mal, sino las personas que se encuentran al frente de las empresas y gobiernos, alguien honorable hará los cambios, pero una y otra vez la realidad ha golpeado la nariz de estas personas mostrando que el capitalismo es imposible de reformar.
También hemos sido testigos de que no hay atajos para la toma del poder, sigue siendo una necesidad la organización de la clase trabajadora, la formación de un partido verdaderamente revolucionario, con un programa claro, y Trotsky en El Programa de Transición nos da las herramientas necesarias para pensar y llevar acabo esta tarea en la actualidad. Por supuesto que no debemos de tomar las cosas tal cual aparecen, eso sería anti dialéctico, algo ajeno al marxismo revolucionario; tenemos que tomar todo en su justa medida, analizando los contextos y las necesidades del movimiento, dado que no podemos trasladar mecánicamente ninguno de los postulados que elaboró Trotsky hace ochenta años.
Asimismo, Trotsky también tuvo algún yerro, y eso también se tiene que analizar, es parte de la tarea de cualquier revolucionario, las loas y vítores sin ton ni son no sirven de nada. El desarrollo de la Segunda Guerra Mundial y la forma en la que ésta finalizó fue diametralmente distinto a lo que Trotsky pensaba, el estalinismo salió fortalecido y las fuerzas del genuino marxismo se redujeron considerablemente, sobre todo después de la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS. Después del asesinato de Trotsky, la IV Internacional quedo sin una guía clara y al estar formada por un crisol de organizaciones y de dirigentes que no “entendieron” lo que sucedía, la vida de la IV Internacional fue corta y sin ningún peso decisivo en la lucha por la revolución proletaria internacional.
Pero sin ninguna duda puedo decir que éste documento, con todas las reservas y matices, está hoy en día extremadamente vigente, dadas las condiciones del capitalismo a nivel mundial y por supuesto en nuestro país, sobre todo de cara al nuevo periodo que se abrirá con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en el que miles de personas confían, pero debemos decir muy claramente que no cambiará el sistema capitalista en el que vivimos.
La tarea sigue pendiente, las nuevas generaciones deben de conocer éste y otros documentos básicos, la juventud tiene que estudiar y analizar cada uno de ellos con toda la confianza en que nos sacara de dudas y nos llenará de entusiasmo de cara a las futuras luchas que enfrentara nuestra clase.
“Y semejante espacio lo llamamos infinito, porque no hay razón, capacidad, posibilidad, sentido o naturaleza que deba limitarlo. En él existen infinitos mundos semejantes a éste y no diferentes de éste en su género” (Giordano Bruno, “Sobre el infinito universo y los mundos”)
El pasado 3 de agosto la revista Science (http://science.sciencemag.org/content/361/6401/490) publicó un artículo, de un grupo de científicos italianos, donde se revela –a partir de observaciones en el polo sur marciano que comenzaron desde mayo de 2012 y hasta diciembre de 2015- la existencia de un lago de unos 150 kilómetros cuadrados –unos 20 kilómetros de largo- y no menos de metro y medio de profundidad, a kilómetro y medio debajo de un casquete de hielo. Los investigadores no descartan la existencia de otros lagos en otras latitudes del planeta rojo ya que apenas se ha investigado el 10% del polo sur.
El descubrimiento de este gran cuerpo de agua líquida extraterrestre es uno de los más importantes y emocionantes para la astrobiología en la últimas décadas y se añade a la posible existencia de agua líquida en lunas del sistema solar como Europa y Encélado. Sabemos que el agua líquida es una de las condiciones esenciales para la vida –al menos como la conocemos-.
Según Roberto Orosei, del Instituto Nacional de Astrofísica de Italia, firmante del artículo de Science, “La respuesta corta a si puede haber microbios en este lago es sí”. Es cierto que la temperatura extrema -68 grados bajo cero- y la altísima salinidad –que pudiera explicar, a pesar de la temperatura, la liquidez- son parte de un medio extremo que hace muy difícil la existencia de vida. Sin embargo, “Algunos microbios terrestres usan las sales en su metabolismo y de hecho hay microbios que podrían vivir en un hábitat como el que hemos detectado en Marte”, sostiene Orosei. Aunque, por otra parte, el científico planetario Steve Clifford mantiene otra opinión: “ningún microorganismo terrestre conocido podría sobrevivir en aguas tan saladas y frías”.
Pero si la causa de la liquidez del agua marciana fuera la actividad geotérmica, en vez de la salinidad, el ambiente podría ser más benévolo para la vida. En cualquier caso, en la tierra hay lagos salados subterráneos que albergan vida, tal es el caso del lago Vostok, en la Antártida.
Se sabe que Marte tuvo, hace unos 4,300 millones de años, una atmósfera que permitió la existencia de ríos y lagos en su superficie. Pero probablemente el tamaño y el cambio del campo magnético de Marte, adelgazó a tal punto la atmósfera marciana que descompuso el agua líquida superficial -la restante se concentró en forma de hielo en los polos- y la radiación extrema se volvió hostil a la existencia de la vida. La superficie marciana se hizo estéril. Es posible que el tamaño de Marte provocara cambios cualitativos que evitaron una evolución similar al de nuestro planeta. Sin embargo, la gruesa capa de hielo podría proteger de la radiación a hipotéticos microbios extremófilos.
Aunque la falta de oxígeno en la casi inexistente atmósfera no permitiría la energía suficiente para que un ser vivo fuera más grande que la cabeza de un alfiler, no cabe duda que la existencia de grandes cantidades de agua líquida abren emocionantes posibilidades. No puede descartarse que la vida marciana hubiera surgido en un remoto pasado y se hubiera adaptado y sobrevivido a las extremas condiciones de los lagos subterráneos. Claro que todo lo anterior es especulación. Pero para el doctor de la Open University, Manish Patel “el hallazgo de agua líquida abre las puertas a la posible existencia de organismos en el planeta”.
Pero incluso en el caso de que futuras investigaciones no encontraran vida en esos cuerpos de agua, su existencia misma refuerza la idea de que los ingredientes básicos de la vida están presentes en el universo, incluso en nuestro sistema solar. Desde nuestra perspectiva, estos descubrimientos refuerzan la concepción materialista propia del marxismo: los seres humanos y la vida misma no son una creación especial de un ser divino, sino el resultado de la evolución de la materia a nivel cósmico.
Basados en un método filosófico correcto –materialista y dialéctico- los antiguos filósofos griegos, hace más de dos mil años, apuntaron en la dirección adecuada. Anaximandro, por ejemplo, afirmó que la vida había surgido en océanos primitivos y evolucionado a partir de seres parecido a peces. Otros héroes del pensamiento desafiaron a las ideas dominantes y adelantaron una visión sobre el origen de la vida que antecede a Oparin. El pensador renacentista Giordano Bruno fue quemado vivo por la Inquisición al afirmar que la tierra no era un lugar especial o diferente cualitativamente del conjunto del cosmos -mientras que el pensamiento medieval y aristotélico sostenía que los cielos estaban compuestos de una sustancia especial (éter)-, que en el universo existen otros planetas, algunos de ellos habitados por otras formas de vida. Engels –en textos como “Dialéctica de la naturaleza”- concebía la vida como una forma especial del movimiento de la materia, una de las formas más complejas de movimiento.
Si bien aún falta mucho para el descubrimiento de vida extraterrestre –así sea vida microbiana- la existencia de agua y los elementos químicos fundamentales para la vida en otras partes del universo apunta a que ésta –como una forma compleja de existencia de la materia- surge tan pronto como el ambiente permite la formación de cadenas largas de enlaces de carbono, de proteínas y otros procesos metabólicos; hasta que, en un punto crítico determinado, aparecen las primeras y más primitivas formas de vida. Probablemente este salto se alcance en planetas o lunas de un tamaño y a una distancia determinada con respecto a su estrella, que permitan una fuerza gravitatoria y temperatura adecuadas para una atmósfera con presencia justa de oxígeno y océanos que hagan posible la química de la vida. Marte, por su tamaño y fuerza gravitacional, pudo haber estado en el límite de esa posibilidad. Estas condiciones son, seguramente, raras, excepcionales, frágiles y preciosas –como la vida misma- pero no se trataría de un fenómeno único e irrepetible en la evolución de la materia. Esta forma de entender la vida extraterrestre es mucho más emocionante y estimulante que las aberrantes alucinaciones de los “buscadores de aliens” y los productores de “alienígenas ancestrales”.
Aún no es posible, con la tecnología disponible, taladrar el casquete polar marciano hasta alcanzar el lago para tomar muestras de agua. Parece complicado que en el sistema capitalista sumido en una crisis sin remedio -con los recortes a sectores “no prioritarios” (para el capital) que ello implica- se destine el presupuesto necesario para impulsar una épica científica y tecnológica como la necesaria para taladrar el polo sur marciano.
Para la clase dominante el presupuesto a la investigación espacial es un “desperdicio”, pero desde un punto de vista humano la búsqueda en otras latitudes del universo de vida y la indagación sobre las condiciones de su existencia no pueden ser más relevantes: se trata de indagar nuestros orígenes, nuestro lugar en el universo y nuestro destino como especie. Hay pocas cosas más interesantes y apasionantes que el salto dialéctico de la materia inorgánica a la orgánica, de la vida a la consciencia y de la biología a la cultura. Una sociedad organizada de manera diferente, donde el lucro privado no sea la prioridad, podría destinar todos los recursos necesarios a todas las inquietudes científicas, artísticas, filosóficas y humanistas que han inquietado a la humanidad desde hace milenios, preguntas que apenas ahora podemos responder con mucha mayor evidencia. El socialismo, desde esta perspectiva, no sólo aparece como la única manera de solucionar las condiciones materiales de la inmensa mayoría de la humanidad, sino de sentar las bases para dar respuesta a las inquietudes más profundas, filosóficas y trascendentales que han preocupado a los seres humanos desde tiempos inmemoriales. ¿Puede haber algo más importante que esto?
Este artículo se publicó originalmente en el N° 6 de América Socialista (agosto 2012) y analiza el pensamiento de Jose Carlos Mariátegui en relación a la estrategia de la revolución en países capitalistas atrasados.
“La revolución latinoamericana será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente la revolución socialista.” JC Mariátegui Aniversario y balance
Una gran paradoja envuelve el pensamiento de José Carlos Mariátegui. El hombre que buscó el camino de la revolución latinoamericana sin “calco ni copia” de otras experiencias de emancipación, compartió, “calco y copia”, el destino de otros grandes revolucionarios: perseguidos, calumniados y acogidos con odio en vida, para ser luego convertidos en iconos inofensivos “castrando el contenido de su doctrina revolucionaria” después de su muerte. Esta su misma famosa invocación a construir la revolución latinoamericana como “creación heroica” y no repetición a pie de la letra de ejemplos revolucionarios que irradiaban de Europa, ha sido utilizada no para impulsar el estudio concreto de la realidad concreta de nuestra América, como Mariátegui quiso e hizo aplicando de manera brillante el método del marxismo, sino para cometer ciegamente los mismos errores que se habían cometido en otros lugares, persiguiendo utopías reformistas.
Las aportaciones de Mariátegui conservan toda su fuerza y siguen siendo imprescindible para quienes afronten los grandes problemas de la revolución latinoamericana, sus características y destino, además de sus peculiaridades como la cuestión nacional indígena. Mariátegui cometió errores muy comunes en su época como el despreocuparse por la escisión que maduraba en el Partido Comunista de la Unión Soviética, la concepción del incario como “comunismo primitivo” o el afrontar la cuestión nacional como una cuestión de “raza”, una concesión verbal a teorías positivistas e idealistas que sin embargo no mengua su visión concreta y política del problema.
Sin embargo, la lectura atenta de sus obras, en que, como una vez dijo Gramsci, Mariátegui demostraba de ser aquellos que aprenden un libro a la vez y son mejores que los que olvidan un libro a la vez, no justifica la imagen de “marxismo romántico” con que se ha pretendido liquidar al marxista peruano. Valga para él el epitafio que Lenin escribió para Rosa Luxemburgo: “Puede suceder que las águilas vuelen más bajo que las gallinas, pero una gallina jamás puede remontar vuelo como un águila”.
El camino al marxismo
Mariátegui nació el 14 de junio de 1894 en Moquegua, en el extremo sur del Perú, una región agrícola e indígena, tierra de pisco y minería, la capital del cobre peruano. Su familia era muy humilde y a pesar de que José Carlos se convertiría muy pronto en el teórico fundamental del movimiento obrero peruano, su infancia pobre le obligó a interrumpir los estudios de manera muy temprana. Un accidente ocurrido a los 8 años lo forzará por toda su breve vida a sufrir problemas en la pierna izquierda, que le fue posteriormente amputada. Aun así logró comenzar una carrera en el periodismo, empezando primeramente como ayudante linotipista y luego, en 1914, como articulista de La Prensa.
En 1919 funda con Cesar Falcón un diario, La Razón, desde cuyas columnas propagandiza una oposición radical al gobierno de Leguía que había disuelto el Congreso auto-nombrándose Presidente provisorio. El periódico La Razón fue cerrado y algunos de sus redactores, entre los cuales se encontraba Mariátegui, obtuvieron becas para viajar al exterior, que eran realmente condenas al exilio. Así Mariátegui pudo viajar a Italia donde llegó para vivir el proceso revolucionario recordado como “bienio rojo”, marcado por una oleada de huelgas obreras en las ciudades del norte y ocupaciones de tierras en el centro y en el sur.
En 1920 tras una serie de inútiles negociaciones por el aumento salarial, la Confederación General de la Industria, el gremio de los empresarios italianos, decidió recurrir al Lock Out, el cierre patronal de las empresas. La organización sindical de los metalúrgicos (FIOM) respondió con la ocupación de las fábricas. Alrededor de 400 fábricas en el norte del país fueron tomadas por obreros armados y organizados en milicias de autodefensa (las guardias rojas) y en los Consejos de Fábricas, los organismos de poder obrero que Gramsci había prefigurado desde las páginas de la revista L’Ordine Nuovo (Nuevo Orden) de Turín.
Sin embargo ni la central sindical ni el Partido Socialista supieron aprovechar esta situación orientando, organizando y dirigiendo el proletariado y los campesinos a la toma del poder, como hizo en Rusia el Partido Bolchevique. Mientras por un lado el Partido Socialista y la dirección del sindicato negociaban con el gobierno, por el otro lado los industriales y terratenientes intensificaban su apoyo a las bandas fascistas de Mussolini, dispuestos a cederles el poder político para salvaguardar el régimen capitalista de explotación.
Las vacilaciones de la dirección política del proletariado sembraron frustración en la clase media la cual, si bien en un inicio simpatizaba con la revolución socialista fue luego acercándose a la demagogia fascista que combinaba la represión violenta de las organizaciones del movimiento obrero con una fraseología anti burguesa. Era la demagogia del orden opuesto al caos, provocado no por la revolución sino por su vacilación a la hora de lanzarse a la conquista del poder. En 1921 tras un acuerdo, que nunca fue aplicado, sobre el tema salarial y del control obrero que sirvió a la dirección reformista del PS para desmovilizar la revolución, el propio PS sufrió una escisión en la que las corrientes filo soviéticas encabezadas por Gramsci y Bordiga, abandonaron el Congreso de Livorno para fundar el Partido Comunista de Italia.
Mariátegui vivió en primera persona todos estos acontecimientos, relatándolos para los lectores peruanos del diario El Tiempo de Lima. En sus artículos, recopilados y publicados con el titulo Cartas de Italia, Mariátegui se muestra todavía neutral respecto a los hechos que vive y narra sin expresar sus convicciones, aun manifestando una profunda admiración para Gramsci y un gran interés por todos los temas que acompañaron la escisión de Livorno y el ascenso del fascismo. La experiencia italiana será fundamental en el aprendizaje de Mariátegui, lo familiarizará con cuestiones centrales para el marxismo como la imposible colaboración de clases, la táctica del frente único, la conquista del poder, la amenaza del fascismo. En Italia conoce también a la mujer que será su esposa, la genovesa Anna Chiappa. El periodo italiano completa un proceso de maduración y acercamiento al marxismo que el propio Mariátegui describió con estas palabras: “desde 1918, nauseado de política criolla me orienté resueltamente hacia el socialismo, rompiendo con mis primeros tanteos de literato inficionado de decadentismo y bizantinismo finiseculares, en pleno apogeo”.1
Todavía en Italia funda la primera Célula Comunista Peruana, junto a otros exiliados como Falcón. Regresado a Perú empieza su febril labor de publicista y organizador político, primeramente como director de Claridad, el periódico cofundado por Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre – exiliado en México – para luego ser el principal impulsor y teórico de la constitución del Partido Socialista Peruano en 1928 y de la Confederación General de los Trabajadores de Perú el año siguiente. Es precisamente en la cúspide de su actividad política cuando empiezan las fricciones con la Internacional Comunista, en pleno proceso de degeneración. Una recaída de la enfermedad que lo había privado de una pierna y las maniobras burocráticas del Buró Político de la Internacional en Sudamérica, impiden a Mariátegui afrontar personalmente esta batalla política y por su supervivencia.
Mariátegui planificaba participar en la Iª Conferencia Comunista Latinoamericana celebrada en junio de 1929 en Buenos Aires, ciudad en la cual pensaba poder recibir las curas necesarias para su salud. Incluso en sus planes proyectaba trasladarse por un tiempo a Buenos Aires y hacer de esta ciudad la sede de su revista Amauta. Sin embargo esta posibilidad le fue negada. Sus “Tesis sobre el problema de la raza” fueron defendidas por su amigo Hugo Pesce y rechazadas por la Internacional. En ellas, Mariátegui trataba de manera absolutamente original el problema de la cuestión indígena en América. La cuestión nacional había sido justamente una de las causas que desencadenaron la escisión de la Internacional Comunista.
Aprovechando la enfermedad de Mariátegui, el entonces responsable de la Internacional Comunista en Sudamérica Eudocio Ravinez asumió la dirección del Partido Socialista Peruano. Dejado solo a afrontar sus problemas de salud, Mariátegui seguía con sus planes de viajar a Buenos Aires, cuando, a fines de marzo de 1930, fue internado de emergencia en el hospital limeño donde murió el 16 de abril con solo 36 años de edad. Cuando había transcurrido apenas un mes de su muerte, la dirección del partido que Mariátegui había fundado, decidió cambiar el nombre de este a Partido Comunista Peruano. Por diferentes motivos Mariátegui se había siempre opuesto a cambiar el nombre del partido como le exigía la Internacional Comunista. El cambio de nombre del partido, decidido solo por sus vértices, fue el repentino principio de un proceso de “desmariateguización”, de castración de la fuerza de la doctrina revolucionaria de Mariátegui para convertirlo en el icono inofensivo de la ideología oficial de la Internacional Comunista.
La degeneración de la Internacional Comunista
Mariátegui no puede ser reivindicado orgánicamente por ninguna de las corrientes que llevaron a la escisión de la Internacional Comunista. Menos que nadie por la corriente estalinista, que convirtió primeramente el partido mundial de la revolución en una agencia de política exterior en defensa de los intereses de la burocracia en el poder en la URSS, para luego liquidarlo en un extremo acto de sumisión a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Lo que nos interesa aquí es evidenciar como, por los derroteros de un pensamiento original, independiente y mediante la aplicación del método marxista, Mariátegui había llegado a las mismas conclusiones generales que Lenin y Trotsky en cuanto a la revolución en los países coloniales, enriqueciéndolas desde el punto de vista de las peculiaridades de la revolución latinoamericana. La lectura de la diatriba entre Mariátegui y la Internacional Comunista, que lo consideraba un “hereje” fuera del control, no deja lugar a dudas al respecto de ésta afirmación.
Mariátegui subestimó y no comprendió plenamente el proceso de degeneración en la Internacional. Todavía en 1925 escribía “pero los resultados de la polémica [entre la Oposición de Izquierda de Trotsky y el bloque mayoritario Stalin-Bujarin-Zinoviev, NdR] no engendrarán un cisma. Los leaders de la vieja guardia bolchevique… ya han dado explícitamente su adhesión a la tesis de la necesidad de democratizar el partido”.2Estas afirmaciones y pronósticos estaban totalmente alejados de la realidad, una realidad que Mariátegui, hay que recordarlo, nunca conoció personalmente.
La Internacional Comunista fue fundada en 1919. Sus primeros años de vida fueron años de guerra civil, de lucha por la defensa de la Revolución Rusa que pasaba inevitablemente por la victoria de la Revolución Mundial. Incluso en esta situación objetivamente difícil la Internacional celebró un Congreso cada año hasta 1922, congresos en que se discutieron y afrontaron con la máxima democracia divergencias para nada secundarias, como por ejemplo la cuestión del Frente Único y la revolución en los países coloniales. Después de la muerte de Lenin la Internacional realizó su Vº Congreso en junio de 1924 y su VIº Congreso recién en 1928, cuatro años después, un periodo utilizado por la mayoría al poder para liquidar la Oposición de Izquierda de Trotsky de manera burocrática e impidiéndole cualquier contacto con el resto de la Internacional.
Las medidas excepcionales dictadas en 1921 en el X Congreso del Partido Comunista de la URSS, fueron utilizadas para expulsar a la Oposición de Izquierda y desterrar a sus dirigentes. En aquel Congreso se decidió vetar temporalmente la formación de fracciones al interior del partido. Sin embargo ésta era para Lenin una medida de carácter temporal y de interpretación flexible. Frente a una moción presentada por Riazanóv que pretendía extender el veto a futuros congresos, Lenin se opuso con esta argumentación: “Este Congreso no puede tomar decisiones vinculantes que afectarían a las elecciones al próximo congreso. Si las circunstancias provocan desacuerdos fundamentales, ¿cómo se puede prohibir su presentación para la consideración del partido en su conjunto? ¡No podemos!”.3
La discusión democrática había sido sustituida por la maniobra burocrática de una dirección más atenta a cuidar su supuesta infalibilidad, su prestigio y poder que a la formación y educación de los cuadros. La misma selección de los cuadros se resentía.. El servilismo y el oportunismo eran premiados por encima de cualquier otra capacidad. Gramsci, en cierto sentido maestro de Mariátegui, envío en 1926 una carta en nombre de la Oficina Política del Partido Comunista de Italia, en la cual, justificando la línea de la mayoría del PCUS conformada por el bloque Stalin – Bujarin con argumentaciones con las que no estamos de acuerdo y en cuyo análisis no podemos aquí ahondar, apelaba a la unidad del “partido dirigente de la Internacional” en nombre de la cual expresaba su ingenua convicción que Stalin no hubiese recurrido a “medidas excesivas” como las expulsiones. Este simple llamado junto a una línea en que Gramsci reconocía que Trotsky, Zinoviev y Kamenev son los que “han contribuido poderosamente a educarnos para la revolución, nos han corregido algunas veces muy enérgica y severamente y han sido nuestros maestros”, fue suficiente para que su carta nunca fuese leída por el delegado del PCdI en la Internacional, aquel Palmiro Togliatti que Gramsci consideraba un mediocre y que Stalin promovió a máximo dirigente de la Internacional. Esta carta fue ocultada al mismo Partido Comunista de Italia hasta 1964.
Mariátegui y las “figuras” de la Internacional Comunista
Mariátegui, a diferencia de Gramsci, no conocía personalmente a ninguno de los dirigentes de la Internacional. Es interesante destacar como su apreciación de la escisión en la URSS maduró a medida que pudiese documentarse. El mismo Mariátegui nos dice que solo pudo leer El Nuevo Curso , el largo artículo con el que Trotsky empezó su batalla en el partido, enfocándose en la defensa de su democracia interna. Todavía en 1925, en el artículo antes citado, Mariátegui se hace eco de las calumnias vertidas contra Trotsky. Considera a este último el líder de una “una fracción o una tendencia derrotadas dentro del bolchevismo”, más aun uno que “no ha sido nunca un bolchevique ortodoxo. Perteneció al menchevismo hasta la guerra mundial… y sólo en julio de 1917 se enroló en el bolchevismo”; y concluía “la opinión de Lenin divergió de la opinión de Trotsky respecto a los problemas más graves de la revolución”.
Sin embargo tan solo tres años más tarde y en medio de su propia disputa con la Internacional Comunista, Mariátegui corrige radicalmente sus valoraciones, escribiendo:
“Trotsky, desterrado de la Rusia de los Soviets: he aquí un acontecimiento al que fácil- mente no puede acostumbrarse la opinión revolucionaria del mundo. Nunca admitió el optimismo revolucionario la posibilidad de que esta revolución concluyera, como la francesa, condenando a sus héroes… La opinión trotskista tiene una función útil en la política soviética. Representa, si se quiere definirla en dos palabras, la ortodoxia marxista, frente a la fluencia desbordada e indócil de la realidad rusa. Traduce el sentido obrero, urbano, industrial, de la revolución socialista. La revolución rusa debe su valor internacional, ecuménico, su carácter de fenómeno precursor del surgimiento de una nueva civilización, al pensamiento de Trotsky… Lenin, apreciaba inteligente y generosamente el valor de la colaboración de Trotsky, quien, a su vez, —como lo atestigua el volumen en que están reunidos- sus escritos sobre el jefe de la revolución—, acató sin celos ni reservas una autoridad consagrada por la obra más sugestiva y avasalladora para la conciencia de un revolucionario. Pero si entre Lenin y Trotsky pudo borrarse casi toda distancia, entre Trotsky y el partido mismo la identificación no pudo ser igualmente completa. Trotsky no contaba con la confianza total del partido… su posición singular —equidistante del bolchevismo y del menchevismo— durante los años corridos entre 1905 y 1917, además de desconectarlo de los equipos revolucionarios que con Lenin prepararon y realizaron la revolución, hubo de deshabituarlo a la práctica concreta de líder de partido”.4
Sin embargo incluso en este escrito Mariátegui sigue considerando que “en la mayor parte de lo que concierne a la política agraria e industrial, a la lucha contra el burocratismo y el espíritu NEP, el trotskismo sabe de un radicalismo teórico que no logra condensarse en fórmulas concretas y precisas. En este terreno, Stalin y la mayoría, junto con la responsabilidad de la administración, poseen un sentido más real de las posibilidades”.
La Oposición de Izquierda
En 1928, a solo un año del destierro de Trotsky y la expulsión de la Oposición de Izquierda, los hechos se habían encargado de demostrar la validez y necesidad de su batalla. Ya en 1926 el 60% de todo el trigo a la venta estaba en manos de los campesinos ricos, kulaks, que representaban apenas el 6% de la población y acumulaban un poder cada vez mayor. En 1928 las provisiones de trigo adquiridas por el Estado se habían reducido de 428 millones de pud (equivalente a 16 kilos) a 300 millones5. El peligro de carestía en las ciudades era inminente.
La guerra civil, la Nueva Política Económica (NEP) y los errores de la dirección, alimentados por las presiones de un aparato burocrático cada vez más famélico y poderoso, habían cambiado la fisionomía del mismo partido. Como había denunciado la Oposición de Izquierda en su plataforma de agosto de 1927, en aquel año “al 1º de enero solo una tercera parte de nuestro partido eran obreros de las fábricas (en realidad, solo un 31 por ciento)… después del XIV Congreso el partido ha dado ingreso a 100.000 campesinos, la mayoría de los cuales son campesinos medios… al celebrarse el XIV Congreso, el 38% de los que ocupaban puestos responsables y de dirección en nuestra prensa eran personas que habían venido a nosotros de otros partidos”6.
Mariátegui no conocía la plataforma de la Oposición de Izquierda. Este documento empezó a circular fuera de la URSS solo cuando un delegado del Partido Comunista de los EEUU encontró una copia traducida de la misma en su carpeta, colocada ahí por error por una secretaria de la Internacional. Contrariamente a la opinión expresada por Mariátegui, la plataforma contenía un análisis realista y proposiciones concretas para revertir el proceso degenerativo de la URSS y rescatarla a su dirección proletaria.
Propuestas en el ámbito económico, que exigían menos conservadurismo a los planes quinquenales de Stalin-Bujarin y una política de industrialización que favoreciese al campesinado pobre y la colectivización voluntaria de la tierra; propuestas sobre temas concretos como la vivienda, la prohibición de los desahucios, la reducción del horario de trabajo, escuelas y servicios sociales en los barrios obreros para poner realmente al proletariado en condición de dirigir su Estado; propuestas sobre la composición social del partido, la cuestión nacional y las cuestiones internacionales. Propuestas que iban en la misma línea de la batalla de Lenin en los últimos años, cuando sugería ampliar la base obrera en el partido y su presencia en el Comité Central para combatir lo que él mismo definió como “degeneraciones burocráticas”.
La Oposición de Izquierdas no combatió contra la teoría del “socialismo en un solo país” en nombre de un radicalismo abstracto, sino mediante la crítica de sus bases analíticas y consecuencias prácticas. “Toda la teoría del socialismo en un país se deriva fundamentalmente de la suposición de que la estabilización del capitalismo ha de durar una serie de décadas…. [esta teoría] está desempeñando ahora un papel disgregante y obstruye notoriamente la consolidación de las fuerzas internacionales del proletariado en torno a la Unión Soviética”7. Cabe recordar que solo un par de años más tarde el mundo se precipitaba a la crisis más aguda y profunda que el capitalismo haya conocido hasta la actual. La “teoría” del socialismo en un solo país no educaba los cuadros de la Internacional ni del partido para afrontar las tormentas que se acercaban.
Mariátegui y los zigzags de la Internacional
Frente a la crisis del grano de 1928 la burocracia se asustó y dio un profundo viraje a la izquierda, pasando del oportunismo al sectarismo. La liquidación de los kulaks se realizó con métodos criminales, al precio de millones de muertos y de un colapso de la producción agrícola del que la URSS nunca se recuperó. Los planes de industrialización ahora eran osados: un plan quinquenal debía concluirse en cuatro años. Solo Trotsky, exiliado, entendió que la asunción de una caricatura de lo que fue el programa de la Oposición de Izquierda era una manera de estabilizar el poder de la burocracia, poder que residía en la economía planificada amenazada por la NEP.
En los años ’30 la maquinaria represiva se dirigió definitivamente contra cualquier resabio de bolchevismo. Si en los años ’20 la disputa era entre quienes habían sido realmente bolcheviques, en los años ’30 haber sido bolchevique era la mejor garantía para conseguir una condena a muerte. Los liquidadores de la vieja guardia bolchevique eran hombres como Vishynski, juez de los juicios farsas de Moscú, que había sido menchevique hasta 1920 y había firmado en verano de 1917 la orden de detener nada menos que a Lenin. El 80% del Comité Central del PCUS que dirigía los procesos eran mencheviques. El proceso de expropiación del poder político de la clase obrera soviética se había concluido victoriosamente a favor de la burocracia, que se convertiría en agente mundial de la contrarrevolución.
Si en aquellos años incluso dirigentes más expertos e informados como Preobrazhenski y Zinoviev capitulaban frente al giro a izquierda de la burocracia, no se puede acusar a Mariátegui por haber expresado los juicios que expresó sobre el “realismo” de las políticas de Stalin. Más que el propio Gramsci, Mariátegui entendió que las “medidas” utilizadas contra la Oposición en la URSS no eran un simple “exceso”, un adorno superfluo, sino la sustancia y la expresión de la lucha de clases dentro de la URSS, lucha en la que colocó a Trotsky a lado del “marxismo ortodoxo” y del “proletariado urbano”. Estas intuiciones son señales claras de una inteligencia viva alimentada por el marxismo. Fueron las circunstancias del giro a la izquierda en la URSS que lo mantuvieron al margen de la escisión de la Internacional y solo la muerte repentina interrumpió su ávido proceso de formación e información sobre los hechos.
La resistencia del hombre que, de exiliado, había conformado la primera Célula Comunista Peruana, a cambiar el nombre de su partido en Partido Comunista del Perú, puede explicarse solo como desconfianza hacia la Internacional. La que Mariátegui conoció no fue la de Lenin y Trotsky sino la que expresaba y premiaba a figuras deslucidas como Ravinez, luego convertido en acérrimo anticomunista, y Codovilla, dirigente del Partido Comunista de la Argentina que será recordado solo por sus errores frente al peronismo y su meticulosa persecución de los “trotskistas”. Estos eran quienes rechazaban las tesis de Mariátegui, cuyo núcleo fundamental es en definitiva una reformulación en clave latinoamericana de la Revolución Permanente.
La teoría de la Revolución Permanente
Esta teoría, tan mistificada y falsificada, puede resumirse así: en los países coloniales y semicoloniales la plena y definitiva solución de los problemas pendientes de la revolución democrática burguesa solo es posible por la acción revolucionaria del proletariado, que, en alianza y dirigiendo a las masas campesinas, incursionaría en el terreno de la propiedad privada dando así a la revolución un carácter permanente hacia el socialismo, cuya victoria definitiva – aun más en los países de capitalismo atrasado – depende en última instancia de la victoria de la revolución mundial. Es decir que la revolución en los países coloniales y semicoloniales es socialista e internacional o es simplemente un aborto.
El signo distintivo de los países coloniales y semicoloniales es el atraso y la dependencia económica. La burguesía de estos países apareció tarde en la escena de la historia, cuando el mundo ya había sido repartido entre las grandes potencias capitalistas. Es una burguesía parasitaria en la medida que participa como socia menor del imperialismo al saqueo y vive de la renta y la demanda generada en los enclaves de inversión imperialista. Es una burguesía conservadora por los miles lazos que la atan al gamonalismo y la gran propiedad agraria.
Es en definitiva una burguesía incapaz de llevar a cabo las tareas de la revolución democrático burguesa, es decir la liquidación del feudalismo, la reforma agraria, el desarrollo de las fuerzas productivas, la solución de los problemas nacionales al interior de los Estados y la independencia nacional. La amalgama de intereses de esta burguesía con el imperialismo y el latifundismo hacen de ella un adversario que, incluso cuando maneje una fraseología anti-imperialista, capitula frente al imperialismo cuando se trata de defenderse del ascenso revolucionario de las masas.
La teoría de la Revolución Permanente ha sido corroborada en un sinfín de ejemplos históricos, tanto negativos como positivos. La misma revolución rusa fue el primer ejemplo. Una vez derrocado el zar, la burguesía rusa no supo ni pudo cumplir con ninguna de las expectativas de las masas e incluso defendió y continuó en la guerra imperialista. Hasta abril de 1917 el periódico oficial de los bolcheviques Pravda, dirigido en aquel momento por Stalin, daba apoyo crítico al gobierno provisional presidido por el aristócrata liberal Georgi Lvov, defendiendo además la continuación de la guerra e incitando a los soldados rusos a responder con balas a las balas alemanes.
Fue solo en abril, cuando Lenin mismo rectificó su vieja fórmula de la “dictadura democrática de obreros y campesinos” para reorientar el partido hacia la toma del poder, que los bolcheviques empezaron el proceso de ganar la mayoría de los soviets y la revolución. La vieja fórmula de Lenin había jugado un papel propagandístico importante, sin embargo se demostraba inútil a la hora de definir el curso de la revolución, . Sólo la toma del poder por parte de la clase obrera podía empezar a resolver las tareas democrático burguesas pendientes. Las mismas sucesivas revoluciones victoriosas, China y Cuba, pudieron defenderse y solucionar la acuciante cuestión agraria solo rompiendo con los límites de una revolución democrático-burguesa y con la nacionalización plena de la economía y el consiguiente apoyo de las masas, rompiendo con el capitalismo.
Por otro lado, en negativo, la concepción estalinista de que la revolución en los países semicoloniales necesita una etapa democrático-burguesa en que la emancipación del imperialismo y el desarrollo de las fuerzas productivas debiesen conseguirse con el apoyo a la “burguesía progresista”, provocó una serie innumerable de derrotas. La Revolución China de 1927 fue ahogada en sangre por aquel mismo Chang Kai Shek, caudillo del Kuomintang (Partido del pueblo nación), que Stalin había invitado como delegado chino a la Internacional Comunista, en nombre de una política de bloque, alianza y colaboración entre todas las clases basada en la idea de que todas ellas se oponían al imperialismo por igual. Chang respondió a esta alianza participando junto a las cañoneras imperialistas en el bombardeo de Shanghái donde los obreros se habían levantado, y a la masacre de un millón de comunistas.
Mariátegui y la revolución permanente
Mariátegui escribió muchos artículos sobre la situación china. En ellos se hallan algunas brillantes intuiciones sobre el trasfondo de la revolución en China y la influencia jugada por la penetración imperialista. En estos escritos, como en otros, particularmente sobre la India, se nota el vivo interés de Mariátegui por las cuestiones internacionales y su proceso de maduración como marxista. En los primeros artículos – particularmente sobre China – Mariátegui hace algunas concesiones al nacionalismo y a algunos de sus exponentes, como Sun Yat Sen o el mismo Chang Kai Shek considerado el hombre que tenía en su poder ser el libertador o el traidor de su pueblo, con una visión todavía romántica de la revolución. Pero ya en los escritos de 1929 y 1930, particularmente sobre la India, no escatima críticas a Gandhi, al que considera un colaborador de los ingleses, apoyando las esperanzas de la lucha por la independencia India en el naciente movimiento obrero organizado de este país.
Sin embargo es en los escritos sobre cuestiones peruanas y latinoamericanas, que Mariátegui conocía y había estudiado personalmente, dónde destaca su autentico pensamiento sobre la revolución en los países coloniales. En su tesis presentada a la primera Conferencia Comunista Latinoamericana de junio de 1929 en Buenos Aires, Mariátegui por ejemplo escribe: “el anti-imperialismo, para nosotros, no constituye ni puede constituir, por sí solo, un programa político, un movimiento de masas apto para la conquista del poder. El anti-imperialismo, admitido que pudiese movilizar al lado de las masas obreras y campesinas, a la burguesía y pequeña burguesía nacionalistas (ya hemos negado terminantemente esta posibilidad) no anula el antagonismo entre las clases, no suprime su diferencia de intereses”8.
Compárense estas líneas con estas otras, con las cuales Trotsky se opuso a la política de colaboración de clases en China: “Es un burdo error creer que el imperialismo, como agente externo, funda en un solo bloque a todas las clases sociales de la sociedad china… La lucha revolucionaria en contra del imperialismo no debilita, más bien fortalece la diferenciación política entre las clases sociales”9. Trotsky no negaba la posibilidad de una alianza anti-imperialista con el Kuomintang, lo que combatía frontalmente fue el haber considerado a Chang Kai Shek un aliado estable, haber disuelto el partido comunista y haberlo sometido a la disciplina del Kuomintang, medida que contravenía a todas las resoluciones de Lenin sobre la revolución colonial en los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista.
La realidad peruana
No es sorprendente que las tesis de Mariátegui, correctas en forma y contenido, fuesen rechazadas por la Internacional. Su experiencia con el que el mismo Mariátegui definió como “Kuomintang latinoamericano”, es decir la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) y su fundador, Haya de la Torre, además de sus estudios sobre la realidad peruana, le permitían ahora enfocar de manera científica el problema de la colaboración de clases defendida por la Internacional. Y lo llevaban a chocar con ella.
En sus “7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”, de 1928, Mariátegui da la siguiente caracterización de la burguesía peruana, un fresco que se podía fácilmente aplicar a la burguesía de todo Latinoamérica: “La clase terrateniente no ha logrado transformarse en una burguesía capitalista, patrona de la economía nacional. La minería, el comercio, los transportes, se encuentran en manos del capital extranjero. Los latifundistas se han contentado con servir de intermediarios a éste, en la producción de algodón y azúcar. Este sistema económico, ha mantenido en la agricultura, una organización semifeudal que constituye el más pesado lastre del desarrollo del país”.
¿A quien correspondía entonces la tarea de resolver los problemas de la revolución democrático-burguesa frente a esta burguesía intermediaria, parásita y solo incidentalmente anti-imperialista¿ Mariátegui lo explica tajantemente: “el destino colonial del país reanuda su proceso. La emancipación de la economía del país es posible únicamente por la acción de las masas proletarias, solidarias con la lucha anti-imperialista mundial. Sólo la acción proletaria puede estimular primero y realizar después las tareas de la revolución democrático-burguesa, que el régimen burgués es incompetente para desarrollar y cumplir”10.
Estas conclusiones a las que llega Mariátegui son las mismas a la que había llegado Trotsky en Balance y perspectivas de 1905 y en la Revolución Permanente de 1929-30 – libros que Mariátegui no conocía – y el propio Lenin en las Tesis de Abril y varios discursos y resoluciones de los primeros cuatro congresos de la Internacional Comunista. Es más, Mariátegui era plenamente consciente del indispensable carácter internacional de la revolución. En Aniversario y Balance, editorial del número 17 de su revista Amauta, publicado en septiembre de 1928, Mariátegui escribía: “La misma palabra Revolución, en esta América de las pequeñas revoluciones, se presta bastante al equívoco. Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemente. Tenemos que restituirle su sentido estricto y cabal. La revolución latinoamericana, será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente, la revolución socialista. A esta palabra, agregad, según los casos, todos los adjetivos que queráis: “anti-imperialista”, “agrarista”, “nacionalista-revolucionaria”. El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos”.
La cuestión nacional indígena
Una de las críticas más torpes y que más se hicieron y se siguen haciendo a la teoría de la Revolución Permanente de Trotsky es que esta supuestamente descuida o minimiza el problema de las masas campesinas, relegándolas a un papel auxiliar basado en la desconfianza del potencial revolucionario del campesinado. Como el mismo Trotsky explica en cambio, la teoría de la Revolución Permanente afirma simplemente que la solución plena y definitiva de la cuestión agraria y de la cuestión de la opresión nacional, en su “diferentes combinaciones” solo podía llegar con la adopción de las “más audaces medidas revolucionarias”11. Es por esto mismo que Trotsky en el Programa de Transición insistía en que los obreros llevasen la lucha de clases al campo, proponiendo al proletario agrícola y el campesino pobre un pacto de lucha común contra los explotadores y por un gobierno obrero-campesino.12
Mariátegui, y en esto consiste su absoluta originalidad, fue más allá, rompió prejuicios liberales e incluso de cierta izquierda, al afrontar el gran problema revolucionario constituido por la opresión nacional de las mayorías indígenas de países como Perú, Bolivia, Ecuador, Guatemala, México etc. Aunque su énfasis sobre la cuestión nacional indígena lo llevó a cometer algunos justificables errores teóricos, el valor práctico y concreto de su visión mantiene inalterada toda su vigencia.
Para Mariátegui la cuestión nacional indígena, lejos de ser un problema histórico, representaba un enorme potencial revolucionario. Pero “la reivindicación indígena carece de concreción histórica mientras se mantiene en un plano filosófico o cultural. Para adquirirla -esto es para adquirir realidad, corporeidad,- necesita convertirse en reivindicación económica y política. El socialismo nos ha enseñado a plantear el problema indígena en nuevos términos. Hemos dejado de considerarlo abstractamente como problema étnico o moral para reconocerlo concretamente como problema social, económico y político. Y entonces, lo hemos sentido, por primera vez, esclarecido y demarcado.”13
El problema del indio es el problema de la tierra, el problema de un gamonalismo que es poder económico y político semifeudal y que no ha sido liquidado sino se ha fortalecido en la Independencia y sus sucesivos desarrollos marcados por la penetración imperialista. Para Mariátegui los indios son nación oprimida y clase explotada, inclusive por aquel “indio alfabeto, al que la ciudad corrompe, [y que] se convierte regularmente en un auxiliar de los explotadores de su raza”.14
La opresión nacional y explotación social de los indios es para Mariátegui un problema político concreto antes que una cuestión teórica. Como problema político concreto su solución pasa por los propios indios que Mariátegui justamente considera el aliado natural del proletariado urbano en la lucha por el socialismo, única vía para la emancipación tanto del obrero como del indígena.
En sus tesis sobre el Problema de la raza anotaba que “no menos del 90 por ciento de la población indígena así considerada, trabaja en la agricultura. El desarrollo de la industria minera ha traído como consecuencia, en los últimos tiempos, un empleo creciente de la mano de obra indígena en la minería. Pero una parte de los obreros mineros continúan siendo agricultores. Son indios de “comunidades” que pasan la mayor parte del año en las minas; pero que en la época de las labores agrícolas retoman a sus pequeñas parcelas, insuficientes para su subsistencia”.
Esta situación sigue repitiéndose en países como Bolivia y Perú. Para Mariátegui la vía concreta para la solución de la cuestión indígena era la formación de vanguardias entre los indígenas proletarizados o semiproletarizados, para que puedan organizar a sus comunidades, venciendo la resistencia de estas frente a “predicadores” mestizos, hispanohablantes y blancoides.
Era necesario en primer lugar educar a los cuadros políticos a vencer sus prejuicios hacia los indios. “No es raro – escribía Mariátegui – encontrar entre los propios elementos de la ciudad que se proclaman revolucionarios, el prejuicio de la inferioridad del indio y la resistencia a reconocer este prejuicio como una simple herencia o contagio mental del ambiente”15. Y una vez más combatir las políticas erróneas de la Internacional Comunista que se orientaba hacia la reivindicación de la autodeterminación indígena, es decir la formación de Estados indígenas independientes que para Mariátegui “no conduciría en el momento actual a la dictadura del proletariado indio ni mucho menos a la formación de un estado indio sin clase, como alguien ha pretendido afirmar, sino a la constitución de un Estado indio burgués con todas las contradicciones internas y externas de los Estados burgueses16.
La naturaleza del incario
Mariátegui consideraba que el hábito a la cooperación de las comunidades indígenas podía convertirse en base solida para la edificación del socialismo en las zonas rurales, representando así un impulso poderoso a la batalla por el comunismo y contra las tendencias capitalistas. Es la misma posición que Marx expresó en una carta de 1881 a la revolucionaria rusa Vera Zasulich, a cuyas preguntas sobre la posibilidad de una revolución en la atrasada Rusia y sobre el futuro de la comunidad agraria rusa, Marx respondía lo siguiente:
Y, a la vez que desangran y torturan la comunidad, esterilizan y agotan su tierra, los lacayos literarios de los «nuevos pilares de la sociedad» señalan irónicamente las heridas que le han causado a la comunidad, presentándolas como síntomas de la decrepitud espontánea de ésta. Aseveran que se muere de muerte natural y que sería un bien el abreviar su agonía. No se trata ya, por tanto, de un problema que hay que resolver; tratase simplemente de un enemigo al que hay que arrollar. Para salvar la comunidad rusa hace falta una revolución rusa. Por lo demás, el Gobierno ruso y los «nuevos pilares de la sociedad» hacen lo que pueden preparando las masas para semejante catástrofe. Si la revolución se produce en su tiempo oportuno, si concentra todas sus fuerzas para asegurar el libre desarrollo de la comunidad rural, ésta se erigirá pronto en elemento regenerador de la sociedad rusa y en elemento de superioridad sobre los países sojuzgados por el régimen capitalista.
Para fortalecer su posición, otra demostración de aplicación lúcida del método marxista a una realidad concreta, Mariátegui defendió la idea que el incario pudiese caracterizarse como “comunismo primitivo” y que de éste descienda el hábito de la cooperación de las comunidades agrarias. Para él se trataba del comunismo posible en el estadio de desarrollo dado de las fuerzas productivas de la época del incario.
Una sociedad donde una casta liberada del trabajo manual se dedicaba a mirar las estrellas y a prohibir al pueblo comer determinado alimentos; donde existía la esclavitud, un problema de infrautilización de la tierra y necesidad de nuevas tierras que empujaba hacia guerras expansivas, donde el ejército estaba profesionalizado y las divisiones internas impidieron la defensa del imperio frente a los conquistadores, no puede ser considerada “comunismo primitivo”.
Se trata más bien de una expresión de “modo de producción asiático”, categoría de Marx que describe una formación social caracterizada sustancialmente por una división social poco desarrollada, donde una casta – símbolo de la unidad de las comunidades agrícolas – consume el excedente y garantiza una distribución de la producción agrícola y las grandes obras, viales y de riego, necesarias para mantenerla. Recordemos que los Grundrisse de Marx, donde se expone de manera exhaustiva el concepto de modo de producción asiático, fueron publicados por primera vez a finales de los años ’30 y por lo tanto el concepto era desconocido para Mariátegui.
Otros autores han considerados que este error teórico de Mariátegui afecta toda su elaboración. No estamos de acuerdo. El habito de cooperación en las comunidades indígenas, la reciprocidad del trabajo, existen realmente. Más allá de la cuestión de la naturaleza del incario, queda vigente la lectura revolucionaria de la cuestión indígena que hace Mariátegui y su vinculación concreta a la lucha revolucionaria por el socialismo.
Mariátegui y el APRA
La cuestión indígena fue una de las razones del acuerdo madurado entre 1926 y 1928 entre Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre. Mucho se ha especulado sobre esta breve colaboración entre Mariátegui y el APRA que en aquel periodo no era todavía un partido. Se reivindica a Mariátegui como uno de los fundadores del APRA, hecho que no parece molestar demasiado a las organizaciones del campo comunista que se pretenden mariateguistas. En fin, esto demostraría, contrariamente a la lectura que hemos hecho hasta el momento, que Mariátegui no era contrario a políticas de colaboración de clases.
Ya hemos explicado que el periodo entre su regreso a Perú y 1927/28 fue un periodo en que Mariátegui iba consolidando su adhesión al socialismo y el marxismo madurada en su exilio italiano. La ruptura con el APRA cuando este pasaba de ser movimiento anti-imperialista a constituirse como partido y la contemporánea participación en la fundación del PSP y de la CGTP, demuestran por lo menos que las intenciones de Mariátegui respecto a esta organización no eran de delegar a su dirección pequeño burguesa los destinos de la revolución peruana.
Para Mariátegui quedaba clara desde un primer momento la necesidad de la organización revolucionaria e independiente del proletariado. Necesidad que la experiencia de la traición del Kuomintang y de Chang Kai Shek fortaleció, porque es exactamente en la comparación entre el APRA y el Kuomintang que se desarrolla la polémica sucesiva con Haya de la Torre, como se ve claramente en las tesis de Mariátegui a la Conferencia Comunista Latinoamericana.
En una carta a Nicanor De la Fuente del 20 de junio del 1929 (publicada en el tercer tomo de sus Correspondencias) Mariátegui explica sus relaciones con el APRA: “Nosotros trabajamos con el proletariado y por el socialismo. Si hay grupos dispuestos a trabajar con la pequeña burguesía por un nacionalismo revolucionario, que ocupen su puesto. No nos negaremos a colaborar con ellos, si representan efectivamente una corriente, un movimiento de masas.” Era la misma posición que Trotsky había defendido contra el servil oportunismo de la Internacional hacia el Kuomintang.
En su escrito más polémico contra el APRA, y más polémico con la misma política de la Internacional Comunista bajo Stalin, Punto de vista antiimperialista, Mariátegui afirmaba: “¿Qué cosa puede oponer a la penetración capitalista la más demagógica pequeña-burguesía? Nada, sino palabras. Nada, sino una temporal borrachera nacionalista. El asalto del poder por el anti-imperialismo, como movimiento demagógico populista, si fuese posible, no representaría nunca la conquista del poder, por las masas proletarias, por el socialismo. La revolución socialista encontraría su más encarnizado y peligroso enemigo, -peligroso por su confusionismo, por la demagogia-, en la pequeña burguesía afirmada en el poder, ganado mediante sus voces de orden”. Estas líneas, escritas en 1929, tienen un carácter profético no solo respecto al APRA, sino a los varios experimentos populistas, de Terceras Vías nacionalistas que desde el peronismo al MNR boliviano han marcado la lucha revolucionaria del siglo pasado.
No está lejos en cambio el tiempo en que el verdadero pensamiento de Mariátegui, su vigencia y ejemplo animen la revolución latinoamericana y su efigie sea enarbolada y reivindicada como maestro del marxismo por trabajadores, jóvenes, campesinos e indígenas en lucha por una Federación Socialista de América Latina. Una lucha en que las palabras de Mariátegui que tanto asustaron a los filisteos seguidores de los zigzags y las degeneraciones de la Tercera Internacional, serán aliento y consigna para los revolucionarios de nuestro continente. Como Mariátegui “somos anti-imperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa”.
8.-Punto de vista anti-imperialista, escrito el 21 de mayo de 1929.
9.-Trotsky, La revolución china y las tesis del camarada Stalin, abril de 1927.
10.-Principios programáticos del Partido Socialista Peruano, octubre de 1928.
11.-Citas de Trotsky, La revolución permanente, capitulo séptimo.
12.-“La participación práctica de los campesinos explotados en el control de las distintas ramas de la economía permitirá a los campesinos decidir por sí mismo el problema de saber si les conviene o no sumarse al trabajo colectivo de la tierra, en qué plazos y en qué escala. Los obreros de la industria se comprometen a aportar en este camino toda su colaboración a los campesinos por intermedio de los sindicatos, de los comités de fábrica y, sobre todo, del gobierno obrero y campesino”. Trotsky, Programa de Transición.
13.-Mariátegui, Prologo a Tempestad en los Andes de L. Valcárcel, 1927.
14.-Mariátegui y Hugo Pesce, El problema de la raza en América Latina, 1930.
Mariátegui, el inmortal marxista peruano sembró en su breve existencia, 36 años, la fama de uno de los teóricos revolucionarios más grandes de Latinoamérica. Aún hoy en día son pocos los temas de actualidad que no podrían tener una referencia importante en la obra del Amauta, uno de ellos es el indigenismo.
Mariátegui era gran admirador de la sociedad incaica, no obstante su aproximación a la problemática de los pueblos indios era estrictamente marxista. De hecho su obra “El problema de las razas en América Latina” es una seria polémica contra una serie de posicionamientos que incluso la tercera internacional sostenía, en el sentido de poner por encima la cuestión indígena de la revolución socialista.
En lugar de ello Mariátegui enfrenta los puntos de vista parternalistas que desde occidente se tienen respecto al problema, tanto de aquellos que proclaman la superioridad racial como de aquellos que pretendiendo defender a los pueblos indígenas los tratan como si se tratase de menores de edad. No obstante tan equivocados están aquellos que pretenden justificar la exportación o la tutela de los pueblos indígenas como de aquellos que pretenden mostrarlos en sí mismos como la fuente de la redención humana:
“Del prejuicio de la inferioridad de la raza indígenas, empieza a pasarse al extremo opuesto: el de que la creación de una nueva cultura americana será esencialmente obra de las fuerzas raciales autóctonas. Suscribir estas tesis es caer en el más absurdo e ingenuo misticismo.”
“las posibilidades de que el indio se eleve material e intelectualmente dependen del cambio de las condiciones económico sociales. No están determinadas por la raza sino por la economía y la política.”
El potencial revolucionario de los pueblos indígenas era indiscutido, especialmente en su carácter de campesinos oprimidos por relaciones semifeudales en un contexto de capitalismo dependiente latinoamericano, Mariátegui es enfático:
“En estos países el factor de la raza se complica con el factor de clase en forma que una política revolucionaria no puede dejar de tener en cuenta”
Para Mariátegui había que fundir la lucha de los trabajadores urbanos socialistas con la de los campesinos oprimidos por el feudalismo, las tradiciones de trabajo en común y explotación colectiva de la tierra podían jugar un papel de facilitador de la lucha en común contra el poder central, en todos los casos era capitalista en términos políticos, aunque se sirviese de métodos y relaciones semifeudales en el campo.
Para el marxista peruano la tarea no era liberar a los indígenas del feudalismo llevándolos al capitalismo, dado que el capitalismo mismo se encargaba de preservar las condiciones de opresión, más bien se trataba de luchar directamente por un régimen socialista:
“hay que dar a las poblaciones indígenas o negras esclavizadas certidumbre de que solamente un gobierno de obreros y campesinos de todas las razas que habitan el territorio, los emancipara verdaderamente, ya que este solamente podrá extinguir el régimen de los latifundios y el régimen industrial capitalista y librarlo definitivamente de la opresión imperialista”.
Por otro lado No existe en Mariátegui la idea de la desaparición de las comunidades indígenas como un medio de su emancipación, para Mariátegui la existencia misma de las comunidades ha sido un foco de resistencia que en el marco de una revolución socialista podrían facilitar la realización del programa revolucionario en el campo, al contrario del disperso campesinado tradicional:
“Las comunidades, que han demostrado bajo la opresión más dura condiciones de resistencia y persistencia realmente asombrosas, representan un factor natural de socialización de la tierra(…) la comunidad puede transformarse en cooperativa”
Para Mariátegui estaba claro que la lucha campesina, particularmente entre las comunidades indígenas en si misma tenía gran capacidad de resistencia, pero por si sola era incapaz de rebasar esta fase, era necesaria la vinculación con la lucha social de todos los explotados y en esta tarea los obreros de origen indígena podrían ser pieza clave:
“El problema no es racial, sino social y económico; pero la raza tiene su rol en él y en los medios de afrontarlo. Por ejemplo, en cuanto solo militantes sólidos del medio indígena pueden, por la mentalidad y el idioma, conseguir una ascendiente inmediato entre sus compañeros”.
Así pues en Mariátegui estaba claro que el desarrollo capitalista, la separación de muchos elementos de la comunidad y su conversión en obreros no los separaba de la misma, los fuertes lazos de arraigo a la tierra y la comunidad les permitirían convertirse en una correa transmisora para un programa de transformación social.
“únicamente la lucha de los indios, los proletarios y campesinos, en estrecha alianza con el proletariado mestizo y blanco contra el régimen feudal y capitalista, pueden permitir el libre desenvolvimiento de las (…) instituciones de tendencia colectivistas y podrá crear la ligazón entre los indios de diferentes países, por encima de la frontera actuales que dividen antiguas entidades raciales, conduciéndolas a la autonomía política de su raza”
En suma, la posición de Mariátegui es la base para una aproximación correcta sobre la problemática indígena en América Latina y por supuesto también en México, la cual está en la lógica de rescatar toda la riqueza cultural, ello incluye a las distintas lenguas y tradiciones, que coadyuven al desarrollo colectivo de la sociedad, pero no de manera aislada, no por encima o primero que el conjunto de los demás trabajadores. Fiel a la tradición marxista la lucha campesina y la lucha de los pueblos indígenas, incluyendo la lucha por su autodeterminación, solo es posible en la lucha por el socialismo.
El estudio de la posición de León Trotsky sobre la lucha antiimperialista en América Latina tiene una gran relevancia para la realidad actual de nuestro continente. Concretamente, la teoría de la Revolución Permanente, formulada por Trotsky, dotó al marxismo de la base teórica correcta para comprender en toda su amplitud el carácter de la lucha antiimperialista de las masas trabajadoras en los países ex-coloniales y de capitalismo atrasado.
Por eso debemos comenzar nuestro análisis con una exposición de esta teoría, como punto de partida para analizar la aplicación concreta que hicieron de ella Trotsky y sus partidarios en América Latina.
Vigencia de la teoría de la Revolución Permanente
La condición para sacar a los países ex-coloniales y subdesarrollados de su atraso secular, en la época actual de dominación imperialista, es la consumación de las tareas democrático-nacionales no resueltas: como la unificación nacional y liberación de la dominación imperialista, plenos derechos democráticos para la población y las minorías nacionales oprimidas, la reforma agraria, un desarrollo industrial y cultural avanzado, un sistema de transporte moderno y eficiente, la separación de la religión del Estado, entre otras.
Pero la burguesía nacional de estos países está totalmente incapacitada para culminar estas tareas al haber llegado demasiado tarde a la cita de la historia y estar su propio desarrollo sofocado por la presencia de un puñado de potencias imperialistas que dominan el mercado mundial a través de empresas multinacionales. Además, las burguesías nacionales, resultantes de la fusión de la vieja oligarquía terrateniente con la burguesía financiera e industrial, están vinculadas al capital monopolista imperialista por diferentes vías, a menudo enlazadas entre sí: como suministradoras de materias primas y bienes semielaborados a los países imperialistas y multinacionales extranjeras, participando en negocios comunes con empresas extranjeras, o actuando como agente de los negocios imperialistas en el país.
Por eso, las tareas democrático-nacionales inconclusas sólo pueden ser terminadas por la clase obrera en el poder a través de la revolución socialista y sus organismos democráticos de poder (soviets), con el apoyo del campesinado pobre y demás clases populares oprimidas de la sociedad. Al expropiar el capital extranjero y a la gran burguesía nacional, la clase obrera podría comenzar a resolverse los acuciantes problemas que ahogan a la sociedad, por medio de la planificación democrática de la economía y el desarrollo de las fuerzas productivas.
Aunque pueden existir contradicciones y rivalidades de intereses entre el imperialismo y la burguesía nacional de un país capitalista atrasado, la experiencia histórica demuestra que la burguesía nacional teme más a las clases oprimidas de su país que a su rival imperialista, una vez que las masas trabajadoras son movilizadas y puestas en pie por el conflicto desatado con el imperialismo. Por eso, la burguesía nacional termina traicionando a las masas populares, indefectiblemente, para volverse a cobijar bajo el ala de su amo imperialista.
La teoría de la revolución permanente, por lo tanto, considera como falsas y enemigas de los intereses de la clase obrera y del pueblo pobre las teorías de colaboración de clases, como la teoría reformista de las dos etapas (“primero unámonos con la burguesía progresista para alcanzar la liberación nacional y la democracia, y luego lucharemos por el socialismo”) que tantas derrotas y sufrimientos ha traído a las masas trabajadoras de nuestro continente, y más allá.
La teoría de la Revolución Permanente contiene otra implicación transcendental: la revolución socialista triunfante en un país de capitalismo atrasado, para no perecer aislada o degenerar burocráticamente, debe encontrar un eco en los países de su entorno a través de un proceso revolucionario internacional que culmine en los países capitalistas más desarrollados, quienes también enfrentarían contradicciones de clase agudas como resultado de la crisis general del capitalismo.
Así, la revolución que comienza en un país atrasado aislado y culmina en la revolución socialista mundial adquiere un desarrollo ininterrumpido, permanente; de ahí el nombre de Revolución Permanente que León Trotsky le dio a esta teoría, adoptando una expresión acuñada por Marx después de la fracasada revolución alemana de 1848.
El triunfo de la revolución socialista en la Rusia de 1917 confirmó brillantemente la perspectiva de Trotsky y la validez científica de la teoría de la Revolución Permanente. La revolución triunfó en un país muy atrasado y expropió a los capitalistas y terratenientes rusos y extranjeros, y desató la revolución en Europa y gran parte de Asia. Lamentablemente, la ausencia de partidos revolucionarios de masas con direcciones a la altura de las tareas que la Historia requería frustró el triunfo de la revolución socialista fuera de Rusia, que quedó aislada, lo cual preparó las condiciones para la posterior degeneración burocrática y totalitaria de la revolución soviética.
De una manera distorsionada, la teoría de la Revolución Permanente encontró su expresión en China, Cuba y otros países donde el capitalismo fue derrocado, aunque no por la acción dirigente de la clase obrera sino por ejércitos guerrilleros con una base campesina, lo que junto a la presión de la burocracia estalinista de la URSS, favorecieron la aparición de deformaciones burocráticas en la revolución.
Más actualmente, el hecho quela Revolución Bolivariana en Venezuela haya puesto en discusión su carácter socialista, si bien aún dista de estar completada, subraya la tendencia socialista inherente a cualquier revolución en la época moderna.
Trotsky en Latinoamérica
Trotsky arribó a México en enero de 1937 procedente de Noruega. En su exilio mexicano, Trotsky pudo prestar una atención concreta a los problemas de la revolución latinoamericana. Él mismo lo admitió cuando desembarcó en el puerto mexicano de Tampico: “Quiero estudiar exhaustivamente la situación de México y de América Latina, ya que es muy poco lo que sé al respecto”1.
Pero el interés de Trotsky por América Latina a fines de los años 30 del siglo pasado, se asentaba en sólidas bases objetivas y subjetivas.
Desde el punto de vista político subjetivo, a mediados de los años 30, la Liga Comunista Internacional2 contaba con grupos en muchos países latinoamericanos: México, Brasil, Chile, Cuba, Argentina, Puerto Rico, Bolivia, Uruguay, Colombia, Venezuela, Costa Rica y Panamá; que atravesaban diferentes etapas de desarrollo, siendo los más importantes los de Brasil, Chile y Cuba. En estos dos últimos países, los trotskistas llegaron a superar en número de militantes, durante algún tiempo, a los partidos comunistas oficiales.
En el plano objetivo, América Latina había conocido un cierto desarrollo industrial desde comienzos del siglo XX, y más aceleradamente a partir de la Primera Guerra Mundial, que dio lugar al nacimiento de un proletariado joven y muy combativo que había protagonizado grandes luchas y había sido sometido también a represiones sangrientas feroces por parte de la clase dominante y las empresas extranjeras asentadas en sus países.
Latinoamérica jugaba ya un papel muy importante en el suministro de materias primas (petróleo, caucho, estaño, manganeso, níquel, carne, trigo, etc.) y en la generación de un mercado para las mercancías de los países imperialistas; pero, además, emergía como un área estratégica y diplomática de gran importancia para estas potencias imperialistas en la antesala de la 2ª Guerra Mundial, cuyo estallido era inminente.
Casi todos los países latinoamericanos entraban en la categoría de países atrasados, con un campesinado pobre numeroso y relaciones semifeudales en el campo, combinado con un cierto desarrollo industrial en las ciudades más importantes.
Incluso países como Argentina, Uruguay o Chile, que tenían el mayor desarrollo industrial del continente, con una población mayoritariamente urbana y un campesinado poco numeroso, y cuyas tareas democrático-nacionales habían sido resueltas en un grado mayor que las de los demás países latinoamericanos, no podían ocultar su humillante dependencia del capital extranjero y de la diplomacia imperialista.
Consecuentemente con este análisis, la Liga Comunista Internacional ya había establecido las tareas y el programa general para los marxistas revolucionarios de America Latina. Así, en junio de 1934, la LCI publicaba una importante declaración con el título: “La guerra y la Cuarta Internacional”, en uno de cuyos apartados establecía:
“Sud y Centroamérica sólo podrán liquidar el atraso y la esclavitud uniendo sus estados en una única y poderosa federación. Pero no será la atrasada burguesía sudamericana, agencia totalmente venal del imperialismo extranjero, quien cumplirá esta tarea, sino el joven proletariado sudamericano, llamado a dirigir a las masas oprimidas. Por lo tanto, la consigna que debe guiar la lucha contra la violencia y las intrigas del imperialismo mundial y contra la sangrienta dominación de las camarillas compradoras nativas es Por los estados unidos soviéticos de Sud y Centroamérica”. (La guerra y la cuarta Internacional, 10 de junio 1934).
De esta manera, el carácter de la futura revolución latinoamericana quedaba claramente establecido y se correspondía completamente con lo planteado en las tesis de la Revolución Permanente. La burguesía latinoamericana era caracterizada como atrasada y agente del imperialismo, correspondiéndole al joven proletariado latinoamericano la tarea doble de desembarazarse de la asfixia imperialista y de terminar con la explotación de las burguesías nativa y extranjera, mediante la toma del poder. Al mismo tiempo, rechazaba cualquier tipo de salida “nacional” y abogaba por la unidad socialista (soviética) de América Latina.
El bonapartismo “sui generis”
De toda la participación de Trotsky en las polémicas y debates sobre la revolución latinoamericana durante su estadía en México, fueron dos asuntos los que ocuparon principalmente su atención. Por un lado, la actitud hacia el gobierno mexicano de Lázaro Cárdenas, un gobierno que contó con un apoyo de masas en la población y tomó medidas audaces contra los intereses imperialistas en México. Y por otro, los debates y polémicas que sostuvo con el APRA peruano (Alianza Popular Revolucionaria Americana), que por aquellos días se postulaba a sí mismo como el heraldo del nacionalismo revolucionario antiimperialista latinoamericano. Creemos que las posiciones de Trotsky sobre ambos temas arrojan mucha luz a los marxistas sobre fenómenos históricos actuales.
A mediados de los años 30 comenzaba a darse un fenómeno peculiar como fue la proliferación, en casi todos los países latinoamericanos, de gobiernos bonapartistas de diverso tipo: desde presidencias “fuertes” ejercidas por civiles hasta dictaduras militares extremadamente represivas.
Las bases materiales que daban origen a tales regímenes fueron explicadas por León Trotsky:
“En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno gira entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista “sui generis”, de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capitalismo extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial, o maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros. La actual política [del gobierno mexicano] se ubica en la segunda alternativa; sus mayores conquistas son la expropiación de los ferrocarriles y de las compañías petroleras”. (La industria nacionalizada y la administración obrera. 12 de mayo 1939).
Trotsky ubicaba al régimen de Cárdenas en el bonapartismo “de izquierda” que se apoyaba en los trabajadores y campesinos para golpear al imperialismo con vistas a garantizar un desenvolvimiento más libre a la débil burguesía mexicana que, en palabras de Trotsky, era mucho más raquítica, social y económicamente, que la burguesía rusa de 19173.
Es importante detenerse en esto. No fue la burguesía mexicana, débil y miedosa, sino un sector del aparato del Estado comandado por oficiales del ejército que se habían formado al calor de la revolución mexicana de 1910-1920, como Lázaro Cárdenas y Francisco Mújica, quien tomó medidas contra intereses imperialistas y terratenientes del país que abrían nuevas perspectivas de desarrollo al capitalismo mexicano.
En modo alguno la aparición de este tipo de gobiernos en una serie de países a lo largo de los años 30, 40 y 50 del siglo pasado (Cárdenas en México, Perón en Argentina, Arbenz en Guatemala, etc.) fue un resultado necesario e inevitable condicionado por el desarrollo objetivo del capitalismo. Pese a la disparidad de desarrollo capitalista de estos países entre sí, la clase obrera jugaba ya un papel importante en la vida económica y social a través de sus organizaciones de masas, principalmente los sindicatos. Fue la orfandad política en que se encontraba el proletariado en estos países, favorecido por la degeneración nacional-reformista de los partidos comunistas locales, lo que permitió a personalidades como el General Lázaro Cárdenas, y otras, utilizar las aspiraciones revolucionarias de las masas trabajadoras para encumbrarse en el poder. En la medida que no podía existir una “tercera vía” entre capitalismo y socialismo, sus medidas para limitar el saqueo del país por el capital extranjero y sus ataques contra los sectores más parásitos de la burguesía nacional (los terratenientes, principalmente) elevaron el nivel de vida de las masas, ampliaron el mercado interno del país y abrieron objetivamente un camino más amplio al desarrollo de la pequeña y la mediana burguesía local.
Y no obstante, los sectores decisivos de la burguesía nacional terminaron conspirando con el imperialismo norteamericano en todos estos países para sustituir esos gobiernos “semiindependientes” por otros más afines a los intereses imperialistas y oligárquicos que disciplinaran al movimiento de masas. En el caso de Cárdenas, tal desplazamiento se dio por “vías democráticas”; en los casos de Perón y Arbenz, e incluso en el caso de Vargas en Brasil, que comenzó siendo un bonapartista de derecha y terminó escapando al control del imperialismo norteamericano, lo fueron por medio de golpes militares sangrientos y conatos de guerra civil. Desde entonces, la burguesía nacional en todos estos países selló, con sangre, su alineamiento con el imperialismo.
El gobierno de Lázaro Cárdenas
¿Qué actitud recomendó Trotsky a sus partidarios en México, y a nivel internacional, hacia este tipo de gobiernos? Esto se derivaba del análisis de clase de este tipo de regímenes:
“El México semicolonial está luchando por su independencia nacional, política y económica. Tal es el significado básico de la revolución mejicana en esta etapa. Los magnates del petróleo no son capitalistas de base, no son burgueses corrientes. Habiéndose apoderado de las mayores riquezas naturales de un país extranjero, sostenidos por sus billones y apoyados por las fuerzas militares y diplomáticas de sus metrópolis, hacen lo posible por establecer en el país subyugado un régimen de feudalismo imperialista, sometiendo la legislación, la jurisprudencia y la administración. Bajo estas condiciones, la expropiación es el único medio efectivo para salvaguardar la independencia nacional y las condiciones elementales de democracia.
“Qué dirección tome el posterior desarrollo económico de México depende, decisivamente, de factores de carácter internacional. Pero esto es cuestión del futuro. La revolución mejicana está ahora realizando el mismo trabajo que, por ejemplo, hicieron los Estados Unidos de Norteamérica en tres cuartos de siglo, empezando con la Guerra Revolucionaria de la Independencia y terminando con la Guerra Civil por la abolición de la esclavitud y la unidad nacional.” (México y el imperialismo británico. 5 Junio 1938).
Partiendo del carácter progresivo y antiimperialista de las reformas introducidas por el gobierno de Cárdenas “en esta etapa”, Trotsky planteaba que, en un contexto donde el proletariado –pese a jugar un papel económico y social importante– se encontraba rodeado de un mar de campesinos, y ambos tenían ilusiones en el gobierno de Cárdenas, la única táctica viable para los trotskistas era establecer un frente único con el movimiento de masas que se agrupaba alrededor del presidente Lázaro Cárdenas, a condición de no mezclar las banderas y de conservar su libertad de crítica. Esta era la única manera de hacer pie en las masas y agrupar a la vanguardia de trabajadores avanzados.
En el artículo citado, Trotsky explicaba:
“Sin sucumbir a las ilusiones y sin temer a las calumnias, los obreros avanzados apoyarán completamente al pueblo mejicano en su lucha contra los imperialistas. La expropiación del petróleo no es ni socialista ni comunista. Es una medida de defensa nacional altamente progresista…
“… El proletariado internacional no tiene ninguna razón para identificar su programa con el programa del gobierno mejicano … Sin renunciar a su propia identidad, todas las organizaciones honestas de la clase obrera en el mundo entero, y principalmente en Gran Bretaña, tienen el deber de asumir una posición irreconciliable contra los ladrones imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus aúlicos fascistas… La lucha por el petróleo mejicano es sólo una de las escaramuzas de vanguardia de las futuras batallas entre los opresores y los oprimidos.” (Íbid.)
Además, había que agitar por un programa de transición al socialismo, donde las demandas democráticas jugaran un papel importante, y esperar a los choques y enfrentamientos entre sectores de aparato del Estado, y de fracciones de éste con la burguesía nacional, que reflejarían las presiones de la burguesía nacional para cobijarse de vuelta bajo el ala del imperialismo. El pronóstico de Trotsky era que esto crearía condiciones para el desarrollo de un movimiento independiente del proletariado que podría ser aprovechado por una corriente marxista revolucionaria que en el período previo hubiera organizado una tendencia significativa en los sindicatos, las fábricas y el transporte.
Esta fue la orientación general que Trotsky planteó a sus seguidores. Sin embargo, una fracción ultraizquierdista del grupo trotskista mexicano, dirigida por Luciano Galicia, desdeñaba las ilusiones democráticas de las masas y atacó de manera sectaria al gobierno de Cárdenas por indemnizar a los antiguos dueños de los ferrocarriles y a las compañías petroleras expropiadas; de la misma forma que hoy día las sectas ultraizquierdistas se burlan de las nacionalizaciones llevadas a cabo por el Presidente Hugo Chávez y atacan con saña a su gobierno.
Trotsky y la dirección de la IV Internacional condenaron sin contemplaciones las posiciones ultraizquierdistas de Galicia y sus seguidores quienes, meses antes, habían llamado al “sabotaje” y la “acción directa” para oponerse a la suba de precios.
Se daba la paradoja de que mientras representantes oficiales de la IV Internacional participaban en mítines públicos dentro de México en apoyo a las nacionalizaciones de los ferrocarriles y del petróleo, Galicia y sus amigos se dedicaban a pegar carteles en las calles, en nombre del grupo trotskista mexicano, para denunciar al gobierno de Cárdenas por indemnizar a las empresas nacionalizadas.
Trotsky escribió a sus partidarios: “Vuestra participación en el mitin aquí tuvo un resultado “inesperado”. Galicia, en nombre de la Liga restaurada, publicó un manifiesto en el cual atacaba a Cárdenas por su política de compensar a los capitalistas expropiados y colocó este manifiesto principalmente en los muros de la Casa del Pueblo. Tal es la ‘política’ de esta gente”. (Por la reorganización de la sección mejicana. 15 Abril 1938).
Ante el peligro de caer en el descrédito y de ver ensuciada la bandera de la IV Internacional delante de los obreros y campesinos mexicanos Trotsky rompió con los ultraizquierdistas, y el Secretariado Internacional de la LCI acordó reorganizar la sección mexicana. La propia Conferencia fundacional de la IV Internacional, celebrada unos meses después, condenó las actividades del grupo de Galicia y ratificó su expulsión de las filas de la IV Internacional.
Un aspecto destacado de la lucha antiimperialista de Trotsky en América Latina fue denunciar la demagogia “democrática” del imperialismo representado por EEUU, Gran Bretaña, Francia, etc. que buscaban justificar el saqueo del continente en aras de la “democracia” y la “libertad”. Trotsky señaló que todos los países imperialistas, fueran “demócratas” o “fascistas” ocultaban sus intereses bajo máscaras diversas para tratar de esclavizar naciones y continentes enteros, apropiarse de sus recursos e incorporarlos a la órbita de su diplomacia. Trotsky insistía que la verdadera contradicción no era entre países “democráticos” y “fascistas”, sino entre naciones imperialistas y naciones oprimidas; pero, siguiendo la teoría de la Revolución Permanente, encontraba la solución a esta contradicción en el triunfo de la revolución socialista mundial.
Específicamente, entabló una lucha contra los estalinistas y denunció su claudicación frente a los imperialismos “democráticos”. Hasta la víspera del inicio de la 2ª Guerra Mundial, en septiembre de 1939, cuando se firmó el infame pacto Molotov-Ribbentrop entre la Alemania nazi y la URSS estalinista, la burocracia del Kremlin había apostado toda su política exterior a congraciarse con las potencias “democráticas” en un supuesto “frente antifascista” contra Alemania e Italia. Stalin estaba aterrorizado ante la perspectiva de una invasión de la URSS por la Alemania nazi y no tenía ninguna confianza en la victoria soviética. A cambio, la URSS se comprometía a descarrilar cualquier proceso revolucionario que amenazara los intereses de las potencias “democráticas”, como lo hizo en la Guerra Civil española de 1936-1939. Las políticas de los Partidos Comunistas locales quedaban así subordinadas a los estrechos intereses nacionales de la burocracia rusa.
En una entrevista con el trotskista argentino, Mateo Fossa, Trotsky explicaba: “En sus negociaciones con los imperialistas, los países latinoamericanos sólo les sirven al Kremlin de moneditas para el cambio menudo. A Washington, Londres y París Stalin les dice: ‘Reconózcanme como su igual y yo les ayudaré a aplastar el movimiento revolucionario de las colonias y semicolonias; para eso tengo a mi servicio a centenares de agentes como Lombardo Toledano’ [dirigente de la Central de Trabajadores Mexicanos]. El stalinismo se ha transformado en la lepra del movimiento de liberación” (La lucha antiimperialista es la clave de la liberación. Una entrevista con Mateo Fossa. 23 Septiembre 1938).
Debates con el APRA
Los debates que mantuvo Trotsky con el APRA peruano guardan una rabiosa actualidad porque, hasta cierto punto, las posiciones defendidas por el APRA en aquella época encuentran un eco hoy en sectores nacionalistas de la izquierda latinoamericana.
Trotsky, al principio, mantuvo una actitud cuidadosa hacia el APRA y llegó a tener a sus dirigentes en cierta estima, hasta el punto que consideró la posibilidad de alcanzar acuerdos de frente único con ellos. En la entrevista anteriormente citada, Trotsky se pronunciaba del siguiente modo:
“No conozco al aprismo como para arriesgar un juicio definitivo. En Perú la actividad de este partido es ilegal y por lo tanto difícil de observar. En el congreso de setiembre contra la guerra y el fascismo, el APRA, junto con los delegados de Puerto Rico, adoptó una posición que, hasta donde yo la puedo juzgar, fue valiosa y correcta … Creo que los acuerdos con los apristas, para determinadas tareas prácticas, son posibles y deseables a condición de mantener una total independencia organizativa.” (Íbid).
Sin embargo, Trotsky terminó dándole completamente la espalda al APRA y a sus dirigentes cuando dejaron al descubierto su demagogia e insuficiencia pequeñoburguesa, y sus ilusiones en el imperialismo norteamericano como garante de la “democracia” en el continente.
Trotsky juzgó muy duramente los prejuicios pequeñoburgueses de los dirigentes del APRA contra los obreros de los países imperialistas, y particularmente de los Estados Unidos, cuando aquéllos insistían en que los trabajadores norteamericanos no se interesaban por la lucha antiimperialista de las masas latinoamericanas y, por lo tanto, no tenía sentido buscar ningún tipo de alianza con ellos.
Trotsky explicó que los pueblos coloniales y ex-coloniales tenían los mismos enemigos que los obreros de los países imperialistas: las burguesías imperialistas de EEUU, Europa y Japón. De ahí que, objetivamente, debían buscar una alianza para mejor combatir y tumbar al enemigo común.
En este sentido, el “Manifiesto de la Cuarta Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial”, publicado en Mayo de 1940 y redactado por Trotsky, señalaba:
“Sólo bajo su propia dirección revolucionaria el proletariado de las colonias y las semicolonias podrá lograr la colaboración firme del proletariado de los centros metropolitanos y de la clase obrera mundial. Sólo esta colaboración podrá llevar a los pueblos oprimidos a su emancipación final y completa con el derrocamiento del imperialismo en todo el mundo. Un triunfo del proletariado internacional libraría a los países coloniales de un largo y trabajoso período de desarrollo capitalista, abriéndoles la posibilidad de llegar al socialismo junto con el proletariado de los países avanzados.
“La perspectiva de la revolución permanente no significa de ninguna manera que los países atrasados tengan que esperar de los adelantados la señal de partida, ni que los pueblos coloniales tengan que aguardar pacientemente que el proletariado de los centros metropolitanos los libere. El que se ayuda consigue ayuda. Los obreros deben desarrollar la lucha revolucionaria en todos los países, coloniales o imperialistas, donde haya condiciones favorables, y así dar el ejemplo a los trabajadores de los demás países. Sólo la iniciativa y la actividad, la decisión y la valentía podrán materializar realmente la consigna ‘¡Obreros del mundo, uníos!’”
Uno de los dirigentes del APRA, Guillermo Vegas León, se jactaba diciendo que el gobierno nacionalista de Lázaro Cárdenas en México no había necesitado la colaboración del proletariado norteamericano para nacionalizar el petróleo, y que por lo tanto tampoco se necesitaría la ayuda de los obreros de los países imperialistas para proseguir las reformas democráticas que México y los demás países latinoamericanos demandaban.
Trotsky respondió a las tesis de Vegas León en un artículo titulado “La ignorancia no es una herramienta revolucionaria” (30 enero 1939), en el que afirmaba: “Todo este razonamiento demuestra que el publicista del APRA no comprende el abecé de un problema que es de importancia fundamental para su partido, es decir, la relación entre los países imperialistas y los semicoloniales”
Efectivamente, el grado de emancipación económica que México alcanzaba con la expropiación del petróleo de las manos británicas sólo tenía un carácter relativo y condicional, dado que México seguía dependiendo de su venta a los países imperialistas; además, la expropiación podría revertirse en un marco desfavorable de relación de fuerzas – presiones diplomáticas o militares, un golpe de estado proimperialista, derrotas y retrocesos del proletariado mundial, etc. Trotsky añadía:
“Este es uno de los aspectos de la cuestión. Pero también hay otro. ¿Por qué pudo el gobierno mexicano realizar con éxito las expropiaciones, al menos por el momento? Sobre todo, a causa del antagonismo entre Estados Unidos e Inglaterra. No había que temer una intervención activa, inmediata, de parte de Inglaterra. Pero éste es un problema menor. El gobierno mexicano también consideraba improbable la intervención militar de su vecino del norte cuando decretó la expropiación. ¿Sobre qué base se apoyaban esos cálculos? Sobre la actual orientación de la Casa Blanca: el “New Deal” en la política interna iba acompañado de la política de “buena vecindad” en las relaciones exteriores.
“Evidentemente Vegas León no entiende que la actual política de la Casa Blanca está determinada por la profunda crisis del capitalismo norteamericano y por el crecimiento de las tendencias radicales en la clase obrera” (Ibíd.). Y continuaba:
“Roosevelt aplica la misma política a las relaciones internacionales, sobre todo a América Latina: hacer concesiones secundarias para no perder en los problemas importantes. Justamente estas relaciones políticas internacionales posibilitaron que la expropiación del petróleo por México no provocara una intervención militar ni un bloqueo económico. En otras palabras, se pudo realizar un avance pacifico en el camino hacia la emancipación económica gracias a la política más activa y agresiva de grandes sectores del proletariado norteamericano” (Ibíd.).
Y concluía:
“En esencia, esta cuestión sólo se podrá resolver por un abierto conflicto de fuerzas, es decir por la revolución, o para ser más exactos por una serie de revoluciones En esas luchas contra el imperialismo participaran, por un lado, el imperialismo norteamericano en defensa propia; por otro, los pueblos de América Latina, que luchan por su emancipación, y que precisamente por esa razón apoyarán la lucha del proletariado norteamericano” (Ibíd.)
Unos meses antes, el principal dirigente del APRA, Raúl Haya de la Torre, publicó un artículo en la revista argentina Claridad en la que, luego de considerar al eje fascista Alemania-Italia-Japón como el principal peligro para los pueblos latinoamericanos, declaraba: “En caso de agresión, estamos seguros de que Estados Unidos -el guardián de nuestra libertad- nos defenderá … En tanto Estados Unidos sea fuerte y esté alerta, ese peligro no será inmediato, pero… será un peligro”. Trotsky le respondió yendo al meollo de la cuestión:
“¿En qué sentido se puede calificar a Estados Unidos de ‘guardián de la libertad’ de los mismos pueblos a los que explota? Solamente en el sentido de que Estados Unidos está dispuesto a “defender” a los países de América Latina de la dominación europea o japonesa. Pero cada uno de esos actos de ‘defensa’ implica la sumisión total del país “defendido” (Haya de la Torre y la democracia: ¿Un programa de lucha militante o de adaptación al imperialismo norteamericano? 9 noviembre 1938).
Y concluía:
“Si se considera que la burguesía imperialista norteamericana es el ‘guardián’ de la libertad de los pueblos coloniales no se puede buscar una alianza con los trabajadores norteamericanos. Esa subestimación del rol del proletariado internacional en la cuestión colonial surge inevitablemente del intento de no asustar a la burguesía imperialista ‘democrática’, sobre todo a la de Estados Unidos. Está claro que quien espera encontrar un aliado en Roosevelt no puede transformarse en aliado de la vanguardia proletaria internacional. Esta es la línea divisoria fundamental entre la política de la lucha revolucionaria y la política de la conciliación sin principios” (Ibíd.).
La historia posterior del APRA no ha hecho más que confirmar el papel de esta organización como un instrumento a favor de los intereses imperialistas en la región, y en el Perú en particular.
Lucha anti-imperialista y lucha de clases
Es necesario establecer algunas conclusiones de las posiciones planteadas por León Trotsky sobre la realidad latinoamericana en los años 30. Si bien es correcta su distinción, siguiendo a Lenin, entre naciones opresoras y naciones oprimidas, en modo alguno esto significa que los marxistas estemos obligados a dar apoyo, del tipo que sea, y bajo cualquier circunstancia, a todos los gobiernos latinoamericanos o de cualquier país ex-colonial que, circunstancialmente, entren en conflicto con el imperialismo, como suelen hacer las sectas ultraizquierdistas. Lo que sí constituye una política de principios es denunciar y combatir al imperialismo como enemigo bajo cualquier circunstancia,pero dependerá de factores concretos: como el carácter o la orientación de clase del gobierno que colisiona con el imperialismo, su relación con las masas oprimidas de su país, la situación concreta de la lucha de clases dentro del país y en los países de su entorno, etc. lo que determinará el grado de apoyo o de no apoyo de los marxistas a dichos gobiernos y, por lo tanto, de las tácticas y consignas que debamos plantear en cada caso concreto; incluida la de plantear una alternativa obrera independiente a la de ambos contendientes. En definitiva, los conflictos con el imperialismo y a lucha anti-imperialista en general, como cualquier aspecto de la lucha y de las reivindicaciones democrático-nacionales, están supeditados para los marxistas al interés supremo de la lucha de la clase obrera para hacer avanzar la revolución socialista, en cada país e internacionalmente.
La lucha anti-imperialista y la construcción del partido revolucionario
Otra de las conclusiones que debemos extraer está vinculada a la construcción del partido revolucionario. Trotsky señalaba que movimientos políticos como el PRM de Cárdenas (antecesor del PRI mexicano) o el APRA eran una especie de Frente Popular bajo la forma de partido, en el sentido que eran organizaciones policlasistas que incluían desde fracciones de la burguesía hasta sectores del proletariado. Trotsky consideraba que, enfrentados al imperialismo, estos partidos-Frente Popular tenían un cierto carácter progresista del que carecían los frentes populares organizados en Europa en los años 30 para abortar la revolución. Aunque Trotsky planteaba que los núcleos de la IV Internacional deberían organizarse independientemente de esas organizaciones, insistía en que mantuvieran una actitud amistosa hacia el movimiento de masas, y opusieran de manera cuidadosa el programa científico del marxismo al programa amorfo y vacilante del nacionalismo pequeñoburgués, teñido con fórmulas semisocialistas, de estas organizaciones.
Aun así, Trotsky no se ataba a fórmulas organizativas rígidas y llegó, incluso, a proponer hipotéticamente un trabajo fraccional dentro del APRA: “Por supuesto no podemos entrar en un partido así; pero podemos crear un núcleo dentro de él para poder ganarnos a los trabajadores y separarlos de la burguesía” (Discusión sobre América Latina. 4 noviembre 1938).
Esto tiene relevancia para sacar lecciones del trabajo de los marxistas en movimientos políticos de masas de carácter nacionalista donde la clase obrera sí constituye la fracción mayoritaria y decisiva de dichos movimientos, que no fue el caso del PRM ni del APRA, pero sí el del peronismo en Argentina hasta los años 80 del siglo pasado. En estos casos, cuando los marxistas agrupan a una fracción muy pequeña de la clase trabajadora, no sólo está justificado un trabajo a largo plazo dentro de estas organizaciones, con la condición de no diluirse y mostrar un perfil claro, sino que es una absoluta necesidad para penetrar en las masas obreras y construir en el seno de las mismas sólidas fracciones marxistas que permitan agrupar a las capas más avanzadas de la clase y de la juventud revolucionaria, como un trabajo preparatorio para la formación de partidos obreros revolucionarios de masas en un estadio posterior, a partir de la escisión de estos movimientos de masas en líneas de clase cuando la revolución alcance un punto decisivo.
Corolario
El fermento revolucionario que sacude nuestro subcontinente nos obliga a los marxistas intervenir en los movimientos de masas con las tácticas y las consignas más correctas para conectar con las capas más avanzadas de la clase obrera y hacer avanzar la lucha por la transformación socialista de la sociedad. Extraer las principales conclusiones de la intervención de León Trotsky en los problemas de la revolución latinoamericana de su época resulta muy útil, por lo tanto, para abordar los desafíos que nos plantea la revolución latinoamericana en la nuestra.
1.-Declaraciones en Tampico, 9 de enero 1937 (Escritos Latinoamericanos, Ed. CEIP. Pág. 31)
2.- Nombre adoptado por la Oposición de Izquierda Internacional en 1934 cuando tomó la decisión de iniciar la tarea de fundar una Cuarta Internacional, al margen de la Tercera Internacional estalinista, tras constatar la degeneración irreversible de esta organización después de la toma del poder por Hitler en Alemania. El nombre de Liga Comunista Internacional fue sustituido por el de Cuarta Internacional, cuando ésta fue fundada en septiembre de 1938 en París. La Oposición de Izquierda Internacional fue lanzada por Trotsky en 1929, tras su exilio de la Unión Soviética, para organizar la lucha de sus seguidores contra el estalinismo dominante en los Partidos Comunistas y la Internacional Comunista, donde estaban siendo expulsados y perseguidos.
3.-Sobre el segundo plan sexenal en México (León Trotsky, 14 de marzo 1939)