El gabinete de Claudia Sheinbaum ha elaborado y publicado el Plan Nacional de Desarrollo (2025-2030), el cual funge como la guía de objetivos y acciones a corto, mediano y largo plazo del Gobierno de México. Los principales ejes de trabajo se encuentran en los Cien Compromisos para el Segundo Piso de la Cuarta Transformación que están enfocados en seguridad pública, economía, infraestructura y comunicaciones, soberanía energética, desarrollo sustentable, derechos de las mujeres, comunidades indígenas y afromexicanas, y el Plan México pensado para fortalecer el sector productivo interno del país a través de concesiones a la burguesía local y nacional.
Se trata de la línea a seguir del Estado mexicano por los próximos 5 años, por ello debemos detenernos a analizarlo y dar respuesta a las propuestas de trabajo. Como marxistas, comprendemos que el discurso aparentemente progresista de la clase dominante al poder se encontrará con los estrechos límites prácticos de su política reformista. Es realmente el carácter de clase del gobierno en turno el que define de qué lado oscilará la balanza al final de día y, aunque puedan existir concesiones a la clase trabajadora, que nosotros seremos los primeros en defender, no podemos dar por hecho que el Plan Nacional de Desarrollo (PND) resolverá los problemas fundamentales que vivimos día a día la clase trabajadora.
Economía
Dentro de su vocabulario reformista, la 4T ha dado origen al humanismo mexicano y su economía moral como respuesta para hacer frente al neoliberalismo. Se entiende como un proyecto político que busca “la transformación por un modelo económico más justo”… Pero sin tocar el modo de producción capitalista, que mantiene secuestrado los grandes medios de producción en manos de los capitalistas.
En el terreno económico, el humanismo mexicano se traduce en una política de inversión de capital “de manera responsable” —lo que sea que eso signifique— y la defensa nacional de algunos sectores productivos, como el energético. O, lo que es lo mismo, intentar resolver las contradicciones mismas del capitalismo de forma idealista y burocrática.
El Plan aboga como principal meta en el terreno económico el aumento del poder adquisitivo de los trabajadores. Se pretende alcanzar para 2030 la posibilidad de compra de 2.5 canastas básicas por trabajador, es decir, que una persona trabajadora pueda tener la posibilidad de sostenerse a sí mismo y a una persona más.
La 4T se ha jactado de que, desde 2018, el salario mínimo en términos reales ha crecido 114% (278.8 pesos diarios; 8,480 mensuales), el más alto en México en 40 años. Pero esto es sólo una cifra parcial. Según la Coneval, el ingreso laboral promedio a nivel nacional es de $7,363.33 al mes, y la brecha en el ingreso laboral de los hombres es 1.2 veces mayor que el de las mujeres1. Existe también otra brecha importante: La población ocupada formal reportó en 2024 un ingreso laboral mensual promedio de $10,349.13 pesos, mientras que el salario informal fue de $5,146.32. A esto hay que considerar que el 54.3% de personas trabajadoras en el país se encuentran en condiciones de informalidad3.
En realidad, basta con vivir de manera diaria con nuestros ingresos para comprender que el salario en general no está siendo suficiente para conseguir condiciones dignas de vida para la clase trabajadora. Las rentas son sumamente caras, los productos de despensa también, el pago de servicios y del transporte público dejan al obrero promedio viviendo al día, por no decir que muchas veces en deuda. Al menos 5 millones de personas en el país cuentan con dos trabajos y otros 2 millones están en la búsqueda de otro.
Es la completa anarquía del mercado capitalista la que imposibilita que baste con una vaga promesa de aumento al salario mínimo para atender las necesidades del obrero. Un programa revolucionario debe aspirar a la lucha por aumentos salariales automáticos, en consonancia con el aumento del precio de los bienes de consumo4. Esto debe aplicar tanto para el salario mínimo como para el salario contractual, inspeccionado por medio de sindicatos democráticos y combativos que defiendan la lucha por salarios dignos.
Pero, sobre todo, la lucha se encuentra en la lucha por la plusvalía, que en el fondo queremos abolir. El salario en México no es proporcional a las horas productivas de los trabajadores. Según la OCDE, el 27% de las y los trabajadores mexicanos laboran más de 50 horas a la semana. Esto significa que trabajamos excesivamente; pero la mayor parte de la riqueza generada, fruto de nuestra fuerza de trabajo, se va a los bolsillos de los capitalistas y no a los nuestros.
La lucha por las 40 horas es más urgente que nunca, pero Sheinbaum se ha puesto del lado de los empleadores señalando que esto será solo posible de manera gradual hasta 2030. Nosotros decimos: ¡40 horas ya! Esta lucha debe formar parte de un programa revolucionario más amplio que busque acabar de una vez por todas con el robo de la plusvalía y esto únicamente puede significar acabar con la explotación capitalista por medio de la expropiación de los medios de producción de la burguesía y la formación de un Estado obrero que administre de manera planificada y democrática los recursos y el trabajo.
Pensiones y vivienda digna
Aunque dentro del Plan se hace mención de la necesidad de pensiones y sistemas de ahorros dignos y justos, a la hora de la verdad, cuando las masas se movilizan para abrogar la contrarreforma neoliberal a la ley ISSSTE del 2007 que sepultó el sistema de pensiones solidario, Sheinbaum decide no hacer absolutamente nada más que una serie de concesiones al sector magisterial en ánimo de desmovilizar la lucha.
Los únicos beneficiados del sistema de pensiones basado en Afores son un grupo reducido de banqueros y empresarios, quienes consiguen miles de millones de pesos a partir del manejo del ahorro de los trabajadores. A cambio, nuestro futuro se encuentra cada vez más incierto. Pero según la 4T “nunca ha habido en la realidad ninguna contradicción entre el bienestar de la mayoría cuando también les va bien a los empresarios y bancos”, cita extraída textualmente del PND y que revela por sí mismo el carácter conciliador del gobierno.
En vivienda la cosa es más o menos igual. A grandes rasgos, la apuesta es por facilitar el “acceso a programas de créditos accesibles”. Aunque existen propuestas como programas masivos de construcción de vivienda pública o el apoyo para solventar los grandes endeudamientos en Infonavit, esto no es ninguna política nueva, por ejemplo, en el periodo sexenal del inepto de Felipe Calderón se construyeron 6.6 millones de casas y no por eso el acceso a la vivienda mejoró. La apuesta a mejorar el crédito en realidad solo es una estrategia para sacar del endeudamiento a generaciones pasadas, por el mero beneficio de que el Estado pueda recuperar por lo menos un porcentaje de su dinero, y por otro lado, crear nuevos sistemas crediticios de vivienda supuestamente más atractivos para endeudar a las futuras generaciones de jóvenes trabajadores que dignamente buscan un techo donde vivir.
Seguridad
Según datos del propio PND, el 60.7% de la población considera la inseguridad como el principal problema del país. Ante esto, la estrategia de seguridad del gobierno consiste prácticamente en seguir inyectándole esteroides a las fuerzas armadas del país, tanto Guardia Nacional, Ejército y la Marina. Se pretende continuar la militarización, robusteciendo las capacidades y equipo de inteligencia e investigación.
Aunque en el papel el gobierno diga que se debe de atender de manera estructural las causas de la violencia, la propia miopía del reformismo hace terriblemente incorrecto su método. La estrategia no se encuentra en más militarización. Como decía Trotsky en el Programa de Transición, la burguesía busca conscientemente mantener la idea de que la seguridad se puede atender con la burguesía armada hasta los dientes (a través de sus fuerzas armadas) y el pueblo, por otro lado, desarmado.
Derechos de las mujeres
Hay una serie de aspectos positivos en este rubro, por ejemplo, la reducción de la brecha salarial y el programa del Sistema Nacional de Cuidados para atender a infancias y adolescencias, además de fortalecer la participación social y económica de las mujeres fuera de la esclavitud doméstica. La realidad es que lo más probable es que en el sexenio de Sheinbaum veamos un alce en reformas en este rubro a favor de las mujeres, lo cual sería lo mínimo de un gobierno que se jacta de decir que “llegamos todas”.
A pesar de esto, encontramos todavía grandes ausencias en el Plan, tal vez la más importante sea en que no hay ninguna mención sobre el derecho a un aborto legal, seguro y gratuito. Esto sólo deja claro que las grandes victorias de la clase obrera son fruto de la lucha y sangre de nuestra propia clase, no de la humilde benevolencia de nuestros representantes burgueses.
Como comunistas revolucionarios estamos claramente a favor de cualquier mejora hacia las condiciones de las mujeres trabajadoras, pero comprendemos también que la liberación de las mujeres sólo puede lograrse de manera completa con la erradicación de la propiedad privada y la sociedad de clases, que han mantenido a la mujer en un papel de opresión.
Las reformas solo deben ser el medio para nuestro fin: la revolución por la completa transformación del sistema. Los comunistas luchamos por: Aborto libre, legal y seguro; contra todo tipo de violencia y acoso hacia la mujer; justicia para victimas de violencia de todo tipo y feminicidios; guarderías, comedores, escuelas y lavanderías gratuitas en cada colonia; casas de protección para mujeres victimas de violencia; contra la brecha salarial: a trabajo igual, salario igual.
Socialismo o barbarie
Del dicho al hecho hay un gran trecho. Y aunque existen propuestas de trabajo que puedan resultar positivas para mejorar parcialmente la vida de la clase trabajadora, no podemos confiarnos en que dentro del reformismo burgués encontraremos salida a todos nuestros problemas.
Nosotros somos más claros respecto a los límites de esta política: sea neoliberalismo o proteccionismo económico, mientras se mantenga el sistema capitalista, las desigualdades históricas se mantendrán a la orden del día. Este es el límite garrafal del humanismo mexicano que ni Sheinbaum ni la 4T tienen la menor intención de superar.
Ante los problemas que vivimos en México y el mundo, más que nunca necesitamos de un programa revolucionario que no concilie con la burguesía. Los intereses de estos son fundamentalmente antagónicos con los intereses de nuestra clase. Solo el derrocamiento de la burguesía puede plantear una salida revolucionaria a la barbarie capitalista.
Trotsky lo resumió muy bien de la siguiente manera: “Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las demandas que infaliblemente surgen de los males que él mismo ha generado, ¡qué perezca!”5. La lucha por el socialismo no ha dejado de tener vigencia, al contrario, resulta en la lucha más actual e imperante de nuestros tiempos.
¡Únete a la OCR y demos la estocada final al capitalismo!
Referencias:
1. Recuperado de https://www.coneval.org.mx/Medicion/Paginas/ITLP-IS_pobreza_laboral.aspx
2. Recuperado de https://www.coneval.org.mx/Medicion/Paginas/ITLP-IS_pobreza_laboral.aspx
3. Recuperado de https://cobee.io/mx/blog/trabajo-informal-mexico/
4. Trotsky. El Programa de Transición.
5. Ibid.
