Nubes de tormenta se ciernen sobre Oriente Medio mientras Israel, respaldado por las potencias imperialistas occidentales, empuja a la región cada vez más cerca de una devastadora guerra regional total, poniendo de relieve una vez más la disyuntiva que tiene ante sí la humanidad: o el socialismo o la barbarie.
En las dos primeras semanas de su agresión contra Líbano, el ejército israelí ha bombardeado más de 3.600 lugares en todo el país, matando al menos a 1.800 personas e hiriendo a más de 10.000, la gran mayoría hombres, mujeres y niños que no tenían nada que ver con Hezbolá. Hasta ahora, casi un millón de personas, de una población total de 6 millones, han tenido que huir de sus hogares, añadiendo enormes tensiones a un país ya acosado por profundas crisis sociales y económicas.
Los constantes bombardeos israelíes, que duran ya un año, han convertido la franja de Gaza en un montón de escombros. Decenas de miles de palestinos han muerto, cientos de miles han quedado mutilados y millones han sido desplazados. Ahora, el régimen sionista promete abiertamente que Líbano correrá la misma suerte.
Han desatado una campaña de terror sin precedentes contra los pueblos palestino y libanés. Han llevado a cabo atentados terroristas con buscapersonas y walkie-talkie en Líbano, que han causado decenas de muertos y miles de heridos. En Beirut, asesinaron a Hassan Nasrallah, dirigente de Hezbolá, el mayor partido político del Líbano. En Teherán, asesinaron a Ismail Haniyeh, jefe de Hamás, el partido gobernante en Gaza.
Es importante señalar que, en el momento de sus muertes, ambos dirigían negociaciones de alto el fuego con Israel. En Siria, Israel ha bombardeado continuamente lugares de las zonas controladas por el gobierno, matando a cientos de personas y asesinando a una serie de funcionarios iraníes, libaneses y sirios. También ha bombardeado Yemen, al tiempo que amenaza con atacar objetivos en cualquier lugar de la región.
«Autodefensa» es como los agresores israelíes llaman a todo esto con su cínica arrogancia. Y los políticos y medios de comunicación occidentales repiten como loros su mensaje. Por supuesto, cualquier persona honesta puede ver a través de esta mentira. Las acciones de Israel provocan repugnancia entre los trabajadores y los jóvenes de todo el mundo.
Por un lado, tenemos una de las fuerzas armadas más avanzadas tecnológicamente, totalmente apoyada por el imperialismo estadounidense, la potencia militar más fuerte del mundo. En el otro lado, tenemos a los pueblos palestino y libanés, que -como los propios estrategas israelíes nunca dudan en señalar- poseen capacidades militares muy inferiores y fuerzas armadas mucho más pequeñas.
El nivel de muerte y destrucción que Israel ha desatado en Líbano y Gaza ha superado con creces lo que Hamás o Hezbolá han hecho jamás en respuesta. Y sin embargo, en descarado contraste con su defensa de la barbarie israelí, los medios de comunicación occidentales destacan y condenan cada acción de los palestinos, de Hezbolá en Líbano o de Irán. Dando la vuelta a la realidad, presentan a las víctimas de la agresión como los agresores.
Siguen ignorando la verdadera raíz del conflicto, las décadas de opresión despiadada de los palestinos que han sido expulsados violentamente de su patria, amontonados en campos de refugiados y que han visto cómo se les arrebataba sistemáticamente cada vez más tierra. Del mismo modo, apenas se mencionan las pasadas guerras de Israel contra Líbano y el hecho de que ocupó el país durante 15 años hasta el año 2000.
Que no quepa duda de cuál es la posición de los comunistas revolucionarios. Estamos firmemente del lado de los pueblos oprimidos contra el imperialismo israelí y estadounidense. Apoyamos inequívocamente al pueblo palestino en Gaza, Cisjordania y en toda la región. Estamos del lado del pueblo libanés, así como de los pueblos de Irán, Irak, Siria y Yemen, que también han sufrido los ataques israelíes. Tienen todo el derecho a defenderse de la agresión israelí.
El régimen israelí y las potencias occidentales que lo apoyan son enemigos de los trabajadores y la juventud de Oriente Próximo. Llevan más de un siglo causando estragos en la región, manteniéndola aplastada bajo la bota de la bárbara opresión imperialista.
El orden “basado en reglas”
A medida que las tropas terrestres israelíes cruzan la frontera hacia el sur de Líbano, es evidente que una invasión mucho mayor está empezando a tomar forma. Sin embargo, los medios de comunicación nos dicen que el ejército de una nación que se adentra en los territorios de otra no constituye realmente una invasión. Dicen que es sólo una «incursión terrestre limitada» y un acto de «autodefensa».
Cuando Rusia entró en Ucrania, las potencias occidentales condenaron lo que describieron falsamente como una «invasión no provocada», ignorando convenientemente las constantes provocaciones de la OTAN contra Rusia. Pero, ¿dónde está la condena de Israel cuando invade no una, sino dos naciones en el transcurso de 12 meses, y bombardea y ataca otras tres, incluso utilizando métodos terroristas?
Cuando zonas civiles de Ucrania son alcanzadas por bombas rusas, no falta la indignación contra Rusia y Vladimir Putin por parte de la prensa occidental. Y, sin embargo, Israel ha matado a muchos más civiles en el transcurso de un año que Rusia en el transcurso de dos años y medio de guerra.
Cuando Israel asesinó a Hassan Nasrallah, sus bombas tuvieron primero que abrirse paso a través de un bloque residencial de seis a ocho pisos, reduciéndolo a escombros antes de poder penetrar más profundamente en el suelo para llegar al cuartel general de Hezbolá. El resultado final fue la demolición total de una zona urbana mayor que un campo de fútbol, dejando a cientos de familias muertas bajo los escombros. No tuvieron ninguna posibilidad de escapar mientras las bombas llovían sobre ellos en medio de la noche. Por supuesto, poco o nada de esto se destacó en la prensa occidental. De hecho, la acción fue aplaudida por EEUU y sus aliados.
Cerca de 2.000 civiles libaneses han muerto ya por las bombas israelíes, y la cifra aumenta cada día que pasa. Los autores de esta matanza ni siquiera intentan ocultar su regocijo ante esta espantosa carnicería. El pasado diciembre, el propio Netanyahu amenazó con que Israel «convertiría Beirut y el sur de Líbano, no lejos de aquí, en Gaza y Jan Yunis». Él y otros altos cargos israelíes han repetido esta afirmación en varias ocasiones desde entonces.
Los trabajadores y los jóvenes de todo el mundo se preguntan con razón: ¿por qué no hay indignación por todo esto? ¿Dónde están las condenas oficiales? ¿Dónde está la cobertura de la prensa? ¿Dónde están los editoriales indignados y los discursos encendidos sobre la inviolabilidad de la soberanía nacional y las sacrosantas vidas civiles?
Si nos atenemos a la reacción a la guerra de Ucrania, entonces Hassan Nasrallah u otros altos cargos libaneses deberían haber sido tratados como héroes nacionales que defienden su patria contra el agresor extranjero. Deberían haber volado directamente a Europa y Estados Unidos, de parlamento en parlamento, recibiendo miles de millones de dólares de ayuda militar y financiera para luchar contra la agresión israelí, «durante el tiempo que sea necesario».
Todos sabemos por qué eso no ocurrió. Porque Nasrallah y los cientos de civiles inocentes que vivían encima del cuartel general de Hezbolá fueron asesinados a sangre fría con la ayuda de 80 bombas rompe-búnkeres JDAM suministradas por Estados Unidos. En lugar de expresar su indignación, todos los dirigentes occidentales atacaron a Hezbolá por utilizar a civiles como «escudos humanos». Es decir, culparon a Hezbolá de la matanza israelí de civiles con armas occidentales.
¿Y qué ocurre cuando Hamás, Hezbolá o Irán devuelven el fuego contra Israel? ¿Se presenta como legítima defensa justificada? Por supuesto que no. Toda la maquinaria mediática histérica se lanza a toda velocidad contra los supuestos bárbaros iraníes, Hezbolá, etcétera, etcétera.
En realidad, sólo un pequeño número de personas han muerto por bombardeos dentro de Israel en el último año. Según Amnistía Internacional, incluso antes de que comenzara el actual bombardeo, el número de muertos en el Líbano por disparos rutinarios de cohetes israelíes ascendía a 589 personas. En comparación, sólo 34 personas habían muerto por disparos de cohetes de Hezbolá dentro de Israel. En la última semana, las cifras de víctimas libanesas se han disparado, mientras que en el lado israelí sólo ha muerto un puñado de personas.
A diferencia de Israel, que ha atacado conscientemente zonas civiles, hasta ahora los misiles iraníes no lo han hecho. Sin embargo, ahora se habla de imponer más sanciones occidentales a Irán por atreverse a devolver el golpe a Israel. Israel, por otra parte, fue recompensado con un paquete de ayuda militar de 8.000 millones de dólares a principios de este año por la administración estadounidense.
En realidad, «el derecho de Israel a defenderse» no significa otra cosa que el derecho de Israel a intervenir donde quiera, con los medios que quiera, con total impunidad, a bombardear, a disparar, a matar de hambre y a castigar a quien quiera. Y quienes se atreven a defenderse y a contraatacar ante estos ataques son tachados de enemigos y terroristas, o cosas peores. Esta es la aplicación del llamado «orden basado en reglas» a las condiciones particulares de Oriente Medio.
¿Y en qué consiste este «orden basado en normas»? ¿Qué es este mítico orden internacional de gobierno «democrático» y «valores occidentales»? Sólo hay una regla en este «orden basado en reglas»: a saber, lo que sea en interés del imperialismo estadounidense debe llevarse a cabo en cualquier situación dada. Si EEUU, o sus aliados en Gran Bretaña, Francia e Israel deciden bombardear o invadir un país determinado, pueden hacerlo, y las víctimas no deben ni siquiera intentar defenderse de tal agresión. Cualquiera que se oponga es automáticamente un enemigo de Occidente y está sujeto a condenas, sanciones y ataques, según lo considere necesario el imperialismo estadounidense.
¿Quién está en contra de la paz?
Tras meses de ataques y provocaciones, el 2 de octubre Irán respondió finalmente a las numerosas provocaciones de Israel con una andanada de 180 misiles dirigidos contra varias instalaciones militares y de inteligencia.
Como era de esperar, el primer ministro británico, Keir Starmer, siempre dispuesto a mostrar su servilismo al imperialismo estadounidense, se puso firmemente del lado de Israel, afirmando que «condena totalmente este intento del régimen iraní de dañar a israelíes inocentes, de agravar esta situación increíblemente peligrosa y de llevar a la región cada vez más cerca del abismo». La vicepresidenta estadounidense Kamala Harris hizo lo propio: «Tengo claro que Irán es una fuerza desestabilizadora y peligrosa en Oriente Próximo», y añadió: «Siempre me aseguraré de que Israel tenga la capacidad de defenderse de Irán y de las milicias terroristas respaldadas por Irán».
Al leer estas declaraciones uno tiene la sensación de haber sido transportado a algún extraño universo paralelo. Aquí tenemos un régimen israelí que ha matado a decenas de miles de personas y destruido las vidas de millones más, un régimen cuyo primer ministro no oculta que está dispuesto a arrastrar a toda la región a una guerra, y sin embargo es Irán a quien se pinta como una fuerza oscura y demoníaca que pretende desestabilizar toda la región.
De hecho, a lo largo de todo el año pasado, fue Irán quien mostró una extrema moderación. Durante los dos meses siguientes al asesinato de Haniyeh en Teherán, los iraníes no tomaron represalias. Hamás también había aceptado un acuerdo de alto el fuego propuesto por Occidente. Ha sido Benjamin Netanyahu quien ha saboteado repetidamente esos intentos de poner fin a la guerra. En Líbano, según informó el primer ministro libanés, el propio Hassan Nasrallah había aceptado un acuerdo de alto el fuego con Israel sólo unas horas antes de que Israel lo asesinara.
Además, el presidente iraní Pezeshkian había expresado en varias ocasiones que Irán estaba dispuesto a mantener conversaciones de paz y a llegar a un acuerdo tanto con Occidente como con Israel para estabilizar la región. De hecho, ha declarado que Estados Unidos y Occidente le habían prometido un alto el fuego en Gaza y la vuelta al acuerdo nuclear iraní si Irán se abstenía de tomar represalias. Fue tan tonto como para creer las promesas de Biden. Está claro para cualquiera que tenga ojos para ver que Benjamin Netanyahu no está interesado en absoluto en la paz.
El hecho es que después de un año de ataque en Gaza, Israel no ha logrado ninguno de sus objetivos de guerra declarados, a saber: la liberación de los rehenes y la eliminación de Hamás. Hace apenas un mes, después de que Netanyahu hubiera maniobrado descaradamente, una vez más, para echar por tierra el último intento de acuerdo de alto el fuego, su popularidad estaba en declive y se enfrentaba a protestas masivas e incluso a una huelga general. Es muy consciente de que, si perdiera el cargo, volvería a los tribunales acusado de fraude. Por lo tanto, para mantenerse en el poder necesita continuar la guerra y, preferiblemente, arrastrar a Estados Unidos a ella. Y está decidido a mantenerse en el poder cueste lo que cueste.
Los imperialistas estadounidenses y sus títeres en Europa, hinchados de su propio orgullo y arrogancia, no están dispuestos a dar el más mínimo paso que pudiera parecer debilidad por su parte. De ahí que sigan a Netanyahu por este camino catastrófico. Pronuncian discursos sobre el alto el fuego y la necesidad de estabilidad, pero al final Netanyahu sabe que estarán del lado de Israel, que es su único aliado sólido en Oriente Próximo.
Con esto en mente, tras días de idas y venidas con las potencias occidentales sobre un posible alto el fuego, Netanyahu subió al escenario de la Asamblea General de la ONU con un mensaje al mundo: «No hay lugar en Irán que el largo brazo de Israel no pueda alcanzar y eso es cierto para todo Oriente Medio». Aquí tenemos la verdadera voz de la clase dirigente sionista de Israel. Fue una declaración de guerra contra cualquiera en Oriente Medio que se atreva a interponerse en el camino del régimen sionista; hay que permitir que Israel se expanda, intervenga e interfiera en cualquier lugar de la región.
En este contexto, la creciente influencia de Irán y sus aliados se ha convertido en un obstáculo para los objetivos de la clase dominante israelí. Por lo tanto, Irán, Hezbolá y cualquier otro de sus aliados deben ser castigados y golpeados hasta la sumisión, sin importarles las vidas que se pierdan en el proceso, ni las generaciones que tendrán que pagar el precio de tales acciones.
Una guerra con Irán tendría consecuencias catastróficas no sólo en la región, sino en todo el mundo. Podría extenderse muy fácilmente a otros países de Oriente Próximo y arrastrar directamente al propio imperialismo estadounidense. De hecho, esto es precisamente por lo que Netanyahu ha estado trabajando. Sin embargo, se equivocaría si pensara que esto le garantizaría la victoria. Ni mucho menos.
El hecho de que los estadounidenses intervengan ahora claramente del lado de Israel tendrá consecuencias muy graves. Está claro que Rusia ha estado desarrollando estrechas relaciones con Teherán, y sin duda acudirá en ayuda de Irán de formas que no podemos prever con ningún grado de precisión, pero que sin duda tendrán una influencia muy decisiva en los acontecimientos.
Por supuesto, es imposible conocer el grado de implicación de Rusia en esta fase del conflicto. Sin embargo, parece probable que el reciente ataque con misiles de Irán -que fue mucho más devastador de lo que la prensa israelí y occidental admiten- contara con la ayuda de la inteligencia rusa, y concretamente de satélites mucho más sofisticados que cualquiera de los que poseen actualmente los iraníes. De ser así, constituiría una advertencia muy seria tanto para la camarilla gobernante israelí como para los belicistas de Washington.
Este hecho, mucho más que las hipócritas protestas procedentes de Washington de que Estados Unidos está «por la paz», podría obligar a Netanyahu a pensárselo dos veces antes de lanzar una guerra total contra Irán.
Hay otros factores que los imperialistas deben tener en cuenta. El conflicto podría entrar en una espiral impredecible, desestabilizando un país tras otro. Además, Irán tiene ahora un poderoso incentivo para acelerar su programa de investigación nuclear y desarrollar armas nucleares. Los dirigentes iraníes tienen ahora claro que ésta sería la única garantía real contra un ataque a Irán por parte de Occidente o Israel.
La economía mundial sufriría inmediatamente las consecuencias. Los precios del petróleo subieron un 5% el viernes por la mañana, a los pocos minutos de conocerse la noticia de que la Administración Biden estaba «en conversaciones» con el Gobierno israelí sobre un posible ataque conjunto de represalia contra Irán. Esto no es nada comparado con lo que podría ocurrir si se interrumpiera el suministro de petróleo desde el Golfo Pérsico. Israel ya ha planteado la posibilidad de atacar instalaciones petrolíferas o nucleares en Irán. Los iraníes han amenazado a su vez con atacar las instalaciones petrolíferas del Golfo en represalia.
Si la amenaza es suficiente, Irán también tiene la capacidad de cerrar el estrecho de Ormuz, por el que pasa el 20% del petróleo mundial. Los hutíes de Yemen también podrían restringir el transporte marítimo a través del estrecho de Bab-el-Mandeb, por el que pasa el 30% del tráfico mundial de contenedores.
Las consecuencias de todo esto serían catastróficas para la economía mundial, que ya está al borde de la recesión. Podría verse abocada a una crisis aguda, con la inflación disparada, la interrupción de las cadenas de suministro, el cierre de fábricas y un aumento espectacular del desempleo. El sufrimiento se extendería mucho más allá de las fronteras de Oriente Próximo. Los trabajadores y los pobres de todo el mundo tendrían que pagar por las aventuras asesinas de los imperialistas.
La muerte y la destrucción potenciales a las que se enfrentan millones de seres humanos no preocupan a Netanyahu ni a la rabiosa clase dirigente israelí que ahora se ha alineado detrás de él. Lo mismo ocurre con los imperialistas occidentales que siguen proporcionando al ejército israelí dinero, armas y apoyo militar directo.
La máscara «democrática» de la clase capitalista se ha caído, revelando su verdadero rostro: el de una clase que prefiere arrastrar a la humanidad al abismo de la barbarie antes que renunciar a sus propios y estrechos intereses. Esto confirma lo que siempre han dicho los comunistas: que la humanidad debe elegir entre el socialismo y la barbarie.
Combatir el imperialismo, combatir el capitalismo
No hay que escarbar mucho para ver las ideas racistas supremacistas inherentes a la retórica sionista, un racismo que se refleja en la prensa occidental. Según esta visión, los pueblos musulmanes de Oriente Próximo son primitivos, atrasados y reaccionarios por naturaleza.
Pero los acontecimientos de hoy revelan una vez más la verdadera situación: que es el imperialismo la principal fuente de reacción en la región. Más que nada, es el imperialismo occidental la principal fuente de reacción, que durante décadas ha estado entrometiéndose e instigando guerras y luchas sectarias, que ha frenado por la fuerza el desarrollo económico de la región, manteniéndola sumida en el atraso y la pobreza, al tiempo que proporcionaba a Israel todas las inversiones y ayudas necesarias para transformarla en una poderosa potencia capitalista de la región.
Los sionistas justifican sus acciones afirmando que luchan por la seguridad de los judíos en Israel. Pero lo que en realidad han estado persiguiendo es una política de colonización cada vez mayor del territorio palestino y un estado de conflicto casi permanente. Al hacerlo, no han construido un refugio seguro para los judíos de Israel. Al contrario, han construido una trampa para ellos, una trampa que utilizan para mantener su propio dominio, privilegios y beneficios.
Mientras la clase dirigente israelí siga en el poder, no habrá paz ni armonía para los pueblos de Oriente Próximo. El régimen sionista, a su vez, no es más que un puesto avanzado del imperialismo occidental. Sin el pleno respaldo financiero, diplomático y militar de los capitalistas occidentales, el ejército israelí no podría mantenerse por mucho tiempo.
Los mismos que explotan y oprimen a la clase obrera en Occidente están también detrás de las interminables guerras y guerras civiles en Oriente Medio. Sólo tenemos que mirar las guerras en Irak (1990-91 y 2003-11) y Afganistán (2001-21); la guerra civil en Siria que comenzó en 2011 y continúa hasta hoy; la bárbara guerra civil en Yemen que comenzó en 2014; las pasadas guerras en el Líbano; junto con la embestida de décadas contra los palestinos.
En todas ellas vemos la implicación, de un modo u otro, de las potencias occidentales. En última instancia, son ellas las responsables de todos estos conflictos.
Convertir la guerra imperialista en guerra de clases
Los mismos que siempre nos dicen que no hay suficiente dinero para la educación, la sanidad, las pensiones y otras prestaciones sociales, de repente pueden encontrar los miles de millones de dólares que necesitan para librar guerras imperialistas en lugares como Oriente Medio y Ucrania. La lucha contra la opresión israelí de los palestinos y sus guerras con los países vecinos está directamente relacionada con la lucha de la clase obrera en Occidente.
Ninguna petición o lenguaje radical puede poner fin a la maquinaria de guerra sionista. A la fuerza hay que responder con la fuerza. Y la fuerza más poderosa del planeta es la de la clase obrera, que, una vez movilizada, puede barrer cualquier obstáculo que se interponga en su camino. Por lo tanto, la mejor manera de apoyar la resistencia del pueblo palestino y libanés es luchar contra el enemigo interno: las clases dominantes y sus gobiernos en los países imperialistas.
Exigimos el cese inmediato de todo apoyo a Israel, ¡incluido el cese de todas las exportaciones de armas! Pero no nos hacemos ilusiones de que la clase capitalista vaya a poner esto en práctica. Son la clase obrera y sus organizaciones las que tienen que asumir la lucha. Por lo tanto, deben plantearse resoluciones a todos los niveles dentro de los sindicatos que organizan los lugares de trabajo implicados en la producción y el comercio de armas, para imponer un boicot de los trabajadores mediante huelgas y bloqueos de los envíos de armas.
Al mismo tiempo, debe lanzarse una campaña por la nacionalización de todas las industrias de armamento bajo control obrero. En lugar de medios de destrucción, estas industrias avanzadas deben ser reequipadas para producir bienes en beneficio de toda la sociedad. En lugar de tanques, podemos producir tractores y ambulancias. En lugar de aviones de combate, podemos invertir en sistemas eficientes de transporte público.
Exigimos el fin de toda ayuda militar a Israel, así como a Ucrania. El dinero debería utilizarse, en cambio, para mejorar la educación, la sanidad y otros programas sociales en beneficio de la clase trabajadora.
Sin embargo, no nos hacemos ilusiones de que la clase capitalista tenga intención alguna de llevar a cabo tales medidas. Sus intereses se oponen directamente a los de la clase obrera, tanto dentro como fuera del país.
La guerra es una parte inherente del capitalismo. El creciente número de guerras y la inestabilidad general no son más que expresiones de la crisis del sistema. Es utópico pensar que se pueden erradicar las guerras sin erradicar su causa fundamental: el propio sistema capitalista.
Lo que es necesario, por lo tanto, es la preparación de un movimiento de masas para derrocar a los belicistas que representan una amenaza para la seguridad del mundo entero. Deben ser detenidos por los esfuerzos colectivos de la clase obrera mundial, que es la única clase que tiene un interés inherente en la paz.
¡Abajo la maquinaria de guerra israelí!
¡Abajo los belicistas de Occidente!
¡Pleno apoyo a la lucha de los pueblos palestino y libanés contra la agresión israelí!
En las primeras horas del 1 de octubre, el ejército israelí cruzó la frontera del Líbano e inició una invasión terrestre del país, tras dos semanas de intensos ataques aéreos. Se trata de una guerra totalmente reaccionaria, respaldada y financiada por el imperialismo estadounidense y occidental, que amenaza con sumir a todo Oriente Próximo en una guerra abierta, que podría durar años y dejar tras de sí un sufrimiento atroz.
Como era de esperar, Estados Unidos apoya plenamente la invasión israelí. A pesar de sus protestas de que quería un alto el fuego, Israel sabía que Washington se pondría de su lado. Un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca declaró que la invasión estaba «en consonancia con el derecho de Israel a defender a sus ciudadanos y devolver con seguridad a los civiles a sus hogares. Apoyamos el derecho de Israel a defenderse de Hezbolá y de todos los grupos terroristas respaldados por Irán.»
Aquí vemos la asquerosa hipocresía y el doble rasero del llamado «orden basado en normas». Cuando Rusia invadió Ucrania hace dos años y medio, hubo un coro de condenas, un clamor de indignación sobre la «inviolabilidad de las fronteras nacionales», denunciando una «agresión contra un país soberano», que iba en contra del «derecho internacional».
Parece que tan nobles principios no se aplican a «nuestro bando». En este caso, una violación inaceptable de la soberanía nacional se convierte en una «incursión limitada» conforme al «derecho de legítima defensa». ¿Dónde está el derecho de autodefensa de los palestinos, que han visto Gaza arrasada, decenas de miles de muertos y cientos de miles de desplazados y hambrientos? ¿Dónde está el derecho a la autodefensa del Líbano, donde ya han muerto más personas por la agresión israelí que en la invasión israelí de 2006 y donde ya se ha desplazado a un millón de personas?
No sólo estamos asistiendo a una invasión del Líbano. En las últimas 24 horas, Israel ha atacado objetivos en Yemen y Siria, además de continuar la asesina campaña genocida contra los palestinos tanto en Gaza como en Cisjordania.
Como siempre ocurre con la guerra imperialista, los objetivos declarados (la protección de la población israelí cercana a la frontera norte) poco o nada tienen que ver con los objetivos reales del agresor sionista.
A Netanyahu no le importan los ciudadanos del norte más de lo que le importa la suerte de los rehenes de Gaza. Si le importaran, no habría saboteado deliberadamente el acuerdo que podría haber allanado el camino para la liberación de los rehenes y podría haber establecido las condiciones para poner fin a los ataques con cohetes de Hezbolá sobre la frontera.
Está claro para cualquiera que tenga ojos para ver que el principal objetivo del primer ministro israelí Netanyahu es su propia supervivencia política. Al no haber logrado ninguno de los objetivos de guerra declarados en la invasión asesina de Gaza tras un año de matanzas y destrucción (liberar a los rehenes, destruir a Hamás), su popularidad cayó en picado a medida que sectores cada vez más amplios de la opinión pública israelí se oponían a su liderazgo.
Necesitaba recuperar terreno por todos los medios. Su destitución, ya fuera durante la guerra o mediante elecciones al final de la misma, significaría su procesamiento y quizá incluso su encarcelamiento. Calculó que una campaña contra Líbano le serviría para evitar tal desenlace.
De hecho, la clase dirigente israelí ha estado preparando una guerra contra Líbano desde su humillante retirada al final de la invasión de 2006. Evidentemente, había acumulado una gran cantidad de inteligencia e información sobre Hezbolá, lo que le permitió actuar con decisión en las primeras fases del ataque. Utilizando métodos terroristas, consiguió eliminar a toda una capa de la cúpula dirigente de Hezbolá, obviando el hecho de que en el proceso también mató a cientos de civiles.
Los cálculos de Netanyahu también incluyen otro factor. Al lanzar constantes provocaciones contra Irán, principalmente el asesinato del líder de Hamás, Haniyeh, en Teherán, Israel espera embrollar a la República Islámica a un conflicto abierto con Israel, en el que Estados Unidos se vería obligado a intervenir para defender al Estado sionista.
Una guerra regional causaría una destrucción y una pérdida de vidas impensables, pero en la mente de Netanyahu, todo eso es un precio que merece la pena pagar para salvar su propio pellejo.
Los contornos de tal conflicto ya pueden verse. Los hutíes yemeníes intensificaron sus ataques y amenazaron con atacar las plataformas petrolíferas y de gas de Israel en el Mediterráneo. En Irak, la base estadounidense Victoria en el aeropuerto de Bagdad fue atacada con cuatro cohetes. Israel llevó a cabo ataques aéreos contra Siria. Estados Unidos ha ordenado el envío de más tropas a la región para «reforzar su postura defensiva».
Se ha especulado mucho sobre la naturaleza y la fuerza de la respuesta iraní a las provocaciones israelíes.
El régimen iraní se encuentra en una posición difícil. Enfrentado a una creciente oposición interna, toda su trayectoria en los últimos tiempos ha consistido en intentar llegar a un acuerdo con Occidente, que necesita para levantar las sanciones y restablecer cierto equilibrio económico.
Al mismo tiempo, ha establecido estrechas alianzas con una serie de grupos armados de la región (en Palestina, Líbano, Yemen, Irak, Siria), extendiendo su influencia y creando un escudo protector contra su principal enemigo regional, Israel. Este está siendo ahora atacado por Israel. Si Irán no responde, su influencia regional se verá gravemente dañada. El objetivo último de Israel es destruir la capacidad nuclear y militar de Irán. Ningún régimen de Irán puede permitir que eso suceda sin una respuesta si quiere permanecer en el poder.
Se plantea la cuestión de cómo es posible que el destino de Oriente Próximo se haya enredado tanto con los cálculos personales de un solo individuo. De hecho, por mucho que los caprichos personales de Netanyahu desempeñen un papel decisivo en estos acontecimientos, son a su vez un reflejo de procesos subyacentes que se han ido acumulando durante un periodo de tiempo.
Tenemos el conflicto en las relaciones mundiales entre Estados Unidos, por un lado, y China y Rusia, por otro. El primero es la primera potencia imperialista del mundo, pero está en declive relativo (con mucho énfasis en el carácter relativo de este declive). Derrotado en Irak y Afganistán, incapaz de intervenir decisivamente en la guerra civil siria y habiendo defraudado a sus aliados más fiables durante la revolución árabe, Estados Unidos ya no tiene la misma influencia que antes en Oriente Próximo y sólo cuenta con un aliado estable, Israel.
Hemos visto cómo se ha desarrollado esta relación en el último año. Washington no quiere que Israel destruya completamente Gaza, no por consideraciones humanitarias, sino porque teme que las brutales acciones de Israel provoquen la desestabilización revolucionaria de los regímenes árabes de Jordania, Egipto y otros, de los que también depende Estados Unidos.
Washington no es partidario de enredarse directamente en una guerra regional, no porque le preocupen las vidas de los habitantes de Oriente Próximo (después de todo, ya ha matado a cientos de miles de ellos en los últimos 20 años), sino más bien porque le resultaría costoso (en términos de financiación y de personal) en un momento en el que ya está inmerso en una guerra perdida en Ucrania y le distraería de hacer frente a su principal rival, China.
Pero todas estas consideraciones se ven superadas por el hecho de que, a fin de cuentas, Israel es el aliado más fiable de Estados Unidos en la región y no puede permitir que fracase. En ocasiones, Biden ha criticado ligeramente a Netanyahu, ha intentado basarse en Gantz en su contra e incluso ha amenazado con retener ciertos suministros militares. Pero al fin y al cabo en todo momento ha respaldado plenamente a Israel.
La relación real no es la que se presenta en los medios de comunicación: la de un presidente enfermizo que tiene las manos atadas y acaba respaldando a Israel a regañadientes. El diez por ciento del presupuesto militar anual de Israel está financiado por Estados Unidos. Además, en tiempos de guerra, EEUU está dispuesto a soltar miles de millones más, como el paquete de 8.000 millones de dólares concedido a principios de este año.
i Estados Unidos retirara las licencias de armas, el ejército israelí se quedaría sin armas, o con pocas, y sin munición. El Estado sionista no tendría todos los recursos que necesita para llevar a cabo sus reaccionarias guerras asesinas de agresión si no fuera por la financiación y los suministros que recibe puntualmente de EEUU.
Esta es la palanca que Biden no está dispuesto a utilizar. Por el contrario, desde el principio ha ofrecido un apoyo invulnerable a Israel. Netanyahu es plenamente consciente de este hecho. Quizás Biden pensó que ésta era la mejor manera de ponerse en posición de influir o frenar a Netanyahu. Lo que pasó en la práctica ha sido justo lo contrario. Seguro de que Biden se vería obligado a respaldarle, Bibi procedió a llevar a cabo las acciones que mejor convenían a sus propios intereses, con total desprecio de los intereses de Washington.
Mientras tanto, Rusia desempeñó un papel decisivo en la guerra civil siria, manteniendo a su aliado Assad en el poder, al tiempo que equilibraba a las diferentes potencias regionales implicadas (Turquía, Arabia Saudí, Qatar, etc.). China también intervino para mediar en un acuerdo de paz entre Irán y Arabia Saudí pasando completamente por alto a Estados Unidos, algo que habría sido impensable hace sólo 20 años.
Mientras se desarrollaban estos procesos, Washington presionaba para que se completaran los Acuerdos de Abraham, lo que conduciría a la «normalización» de las relaciones entre Israel y sus vecinos árabes. El proceso había llegado muy lejos y la última pieza del rompecabezas, Arabia Saudí, parecía estar encajando. Hace un año, en la Asamblea General de la ONU, Netanyahu mostró un mapa de lo que describió como «el nuevo Oriente Medio» en el que aparecía Israel comerciando con Jordania, Arabia Saudí y los Estados del Golfo, Egipto y Sudán. El mapa había borrado por completo los Territorios Ocupados.
El mensaje era claro. La «normalización» significaba dar vía libre a Israel para completar finalmente la anexión de Palestina. Esta fue una de las principales razones del ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023.
El objetivo general de la clase dominante israelí es debilitar o inutilizar a su principal rival en la región: Irán. Saben que para ello necesitan el respaldo de Estados Unidos. En esto coinciden los intereses generales de la clase dominante y los intereses personales de Netanyahu. Los que se opusieron al sabotaje de Netanyahu del acuerdo sobre los rehenes en Gaza, lo hicieron precisamente porque querían concentrarse en la guerra contra el Líbano.
La posición de los comunistas revolucionarios en este conflicto es clara. Estamos con los oprimidos contra los opresores. Estamos contra el Estado imperialista reaccionario de Israel y con los palestinos oprimidos, y ahora con los libaneses, que están sufriendo una brutal agresión militar. Apoyamos su derecho a defenderse.
Los comunistas revolucionarios declaramos abiertamente que la paz en Oriente Medio no se conseguirá con apelaciones a los gobiernos ni con la mediación de las instituciones internacionales (que no hacen sino reflejar el equilibrio de fuerzas entre las distintas potencias imperialistas). La presencia de fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU (FINUL) en la frontera no ha impedido la invasión israelí del Líbano. En cualquier caso, una paz imperialista sería simplemente el interludio previo a una nueva guerra reaccionaria.
Sólo el derrocamiento de la reaccionaria clase dominante sionista de Israel y el derrocamiento de las reaccionarias clases dominantes de todos los demás regímenes de la región (Jordania, Egipto, Turquía, Arabia Saudí, etc.), pueden conducir a una paz genuina, que sólo puede basarse en el fin de la opresión nacional del pueblo palestino.
Nuestra principal tarea en Occidente es luchar contra nuestros propios gobiernos imperialistas belicistas, que están cubiertos de la sangre del pueblo de Gaza.
La lucha contra la guerra imperialista es la lucha contra el podrido sistema capitalista que la engendra. Si quieres la paz, lucha por el socialismo.
Tras masivos ataques aéreos contra el distrito Dahiyeh de Beirut, el ejército israelí consiguió asesinar al líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, junto con otros altos mandos de la organización. Al parecer, el jefe del frente sur de Hezbolá, Ali Karaki, también murió en el ataque. Netanyahu ordenó el ataque personalmente y es evidente que está provocando tanto a Hezbolá como a su principal patrocinador, Irán, para que entren en guerra total con Israel. Este peligro está ahora más cerca que nunca.
La Administración estadounidense se apresuró a anunciar que no tenía nada que ver con el ataque, aunque los israelíes declararon que les habían informado con antelación. El hecho es que en el ataque de ayer, los misiles utilizados para matar a Nasrallah fueron proporcionados por Estados Unidos. Pueden intentar distanciarse, pero todo el mundo puede ver el papel del imperialismo estadounidense en este asunto.
De palabra hablan de alto el fuego, pero cada vez que Israel lleva a cabo uno de sus sangrientos ataques sabe que puede contar con el apoyo continuado de Estados Unidos. Biden y su administración -junto con todos los gobiernos occidentales que apoyan el supuesto «derecho a defenderse» de Israel- están cubiertos de pies a cabeza de la sangre de decenas de miles de palestinos. Ahora están añadiendo la sangre de los libaneses.
Lo máximo que están dispuestas a hacer las potencias imperialistas occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, es hablar de paz, sugerir un alto el fuego temporal, mientras derraman lágrimas de cocodrilo por la muerte y la destrucción que están desatando Netanyahu y su gobierno.
Pero no dejarán de suministrar armas y ayuda militar a Israel, que sería la única forma concreta de debilitar la maquinaria bélica sionista. Seguirán apoyando a Israel aunque esto signifique ver a todo Oriente Próximo sumido en una guerra regional. Seguirán defendiendo a Israel aunque sus acciones puedan tener consecuencias desastrosas para los pueblos que viven en la región, y también para el mundo en su conjunto.
A menudo, manifestantes de todo el mundo se refieren a Israel como un «Estado terrorista». Los sionistas se sienten profundamente ofendidos por ello y acusan a Hezbolá en Líbano y al pueblo palestino de terrorismo. Seamos claros: los oprimidos son los palestinos; son ellos quienes han sufrido expulsiones masivas de su patria; son ellos quienes se han visto obligados a vivir en campos de refugiados; son ellos quienes han sufrido asesinatos masivos en numerosas ocasiones. Y el Estado opresor se llama Israel. Es un Estado que se siente con derecho a bombardear y destruir, a matar y mutilar, para mantener a los oprimidos en su sitio.
Les gusta presentarse como «civilizados» y no les gusta que se refieran a ellos como terroristas. Pero, ¿de qué otra forma se puede describir lo que ocurrió ayer? Los ataques aéreos afectaron a zonas densamente pobladas del sur de Beirut, la capital de Líbano. Más de 800 personas han muerto en la última semana -la mayoría civiles inocentes- y al menos 250.000 se han visto obligadas a huir de sus hogares.
El valle de la Bekaa también ha sufrido intensos bombardeos, y miles de personas han huido de la zona. Según un artículo del New York Times: «Donde antes había fábricas, tiendas y casas, hay escombros, trozos retorcidos de metal y fragmentos de cristal. Los arbustos verde esmeralda están cubiertos de polvo gris opaco, y los cables eléctricos – arrancados de sus postes metálicos en las explosiones – cuelgan sobre la carretera, meciéndose con la brisa».
En nuestro artículo de ayer destacábamos cómo Irán ha mostrado una extrema moderación frente a las constantes provocaciones de Israel. Los medios de comunicación occidentales siempre presentan a Irán como el agresor y a Israel como la víctima. Pero el agresor aquí es Israel. Es el gobierno israelí, dirigido por Netanyahu, el que quiere una guerra regional total. Eso quedó muy claro en el discurso de Netanyahu ante la ONU el viernes.
Escuchando a Netanyahu, nadie podía tener dudas sobre sus intenciones. Prometió continuar la guerra contra Hezbolá.
«Mientras Hezbolá elija el camino de la guerra, Israel no tiene elección e Israel tiene todo el derecho a eliminar esta amenaza», dijo. «Seguiremos degradando a Hezbolá hasta que se cumplan todos nuestros objetivos».
También amenazó directamente a Irán, y a todo Oriente Próximo, cuando dijo: «No hay lugar -no hay lugar en Irán- que el largo brazo de Israel no pueda alcanzar. Y eso es cierto para todo Oriente Medio».
Herzi Halevi, jefe de Estado Mayor de las FDI, dejó claro hoy que el ataque de ayer no marca el final de la campaña de bombardeos de Israel cuando dijo: «Esto agota nuestra caja de herramientas. El mensaje es simple: cualquiera que amenace a los ciudadanos de Israel, sabremos cómo llegar hasta él». Este no es el lenguaje de quienes buscan la paz; es el lenguaje de la guerra total.
El hecho de que las FDI hayan enviado mensajes a los residentes de Dahiyeh, en Beirut, para que evacúen la zona y se trasladen a otras partes de la ciudad es un indicio de sus planes para los próximos días. Nadav Shoshani, portavoz de los militares israelíes, ha hablado muy claro: «¿Estamos preparados para una escalada más amplia? Sí», ha dicho, añadiendo que “nuestras fuerzas están en alerta máxima”.
El régimen iraní no quiere una guerra regional. Las comedidas respuestas de Hezbolá a la agresión israelí demuestran que ellos tampoco querían aumentar el nivel de la confrontación militar. Querían mantener el conflicto en el nivel en el que ha estado durante el último año, de escaramuzas y bombardeos de ojo por ojo a través de la frontera.
Los imperialistas -en particular los europeos- no quieren una guerra regional, ya que pueden ver las desastrosas consecuencias que tendría para ellos. Y, sin embargo, la situación avanza inexorablemente hacia lo que todos temen.
Los comunistas revolucionarios siempre identificamos quiénes son los oprimidos y quiénes los opresores, y nos situamos del lado de los primeros. Los belicistas aquí se llaman Netanyahu, Biden, Starmer, Macron y todos los demás líderes de Occidente. Para detener su belicismo no basta con hacerles apelaciones. Es como apelar al diablo para acabar con el pecado. No escuchan. ¡Hay que echarlos!
«¿La guerra es algo terrible? Sí, pero es terriblemente rentable », dijo Lenin en una ocasión. El continuo agravamiento de los conflictos interimperialistas y de las guerras por delegación está demostrando una vez más que Lenin tenía toda la razón. Mientras miles de personas son masacradas en Gaza, Ucrania, Congo, Sudán y otros lugares, y mientras el gasto en defensa se dispara en todo el mundo, un puñado de capitalistas se llenan los bolsillos. La clase obrera está teniendo que pagar la factura de este derroche mortal.
Las crecientes tensiones entre las principales potencias imperialistas y las nuevas guerras por poderes han llevado a los gobiernos capitalistas a aumentar el gasto militar hasta cifras sin precedentes.
En 2022, el gasto militar mundial total aumentó un 3,7% en términos reales hasta alcanzar un nuevo máximo de 2,24 billones de dólares. Se está presionando a los aliados de la OTAN para que aumenten el gasto en defensa hasta un mínimo del 2 por ciento del PIB, y todos los miembros que todavía lo han hecho se apresuran a cumplir este objetivo. Pero, ¿quién recibe todo este dinero de los contribuyentes?
Según elFinancial Times, se prevé que los 15 principales fabricantes de armamento (eufemísticamente denominados «contratistas de defensa») registren un flujo de caja libre de 52.000 millones de dólares en 2026, de los que cinco empresas estadounidenses (Lockheed Martin, RTX, Northrop Grumman, Boeing y General Dynamics) representarán más de la mitad.
Los inversores se están subiendo al carro, y los valores de defensa del Stoxx europeo suben más del 50% en 2023. Las acciones de empresas como Aselsan, Hindustan Aeronautics y Rheinmetall han subido hasta un 340% desde 2022.
Los capitalistas están dejando de lado las supuestas consideraciones éticas para meter sus hocicos en el abrevadero de este derroche. En palabras de un fabricante citado por el Financial Times en 2022:
«[Hace] unos meses la gente quería prohibirnos, decían que esta industria es una industria muy mala. Ahora es un mundo totalmente distinto».
Estas empresas están cerrando fructuosos acuerdos con gobiernos occidentales para armar a Ucrania, Israel y Taiwán, pero también para reponer arsenales y reforzar sus propios ejércitos. Así, estos nuevos tanques, misiles y proyectiles se utilizan para destruir casas y asesinar a pobres en Gaza, Líbano, Donbás o Kivu, o, en el mejor de los casos, se destinan a oxidarse lentamente en los almacenes del ejército en Estados Unidos o Europa Occidental.
Sin embargo, estas asombrosas cifras no se corresponden con el aumento real de la producción industrial. Las empresas se enfrentan a graves cuellos de botella. Los mayores fabricantes de armas de Europa tienen una cartera de pedidos combinadade más de 300.000 millones de dólares. Y no tienen ninguna prisa por resolver este problema.
¿A qué se debe? Los capitalistas se han mostrado reacios a invertir en capacidad industrial. Dan diferentes excusas para ello, señalando «las persistentes interrupciones de la cadena de suministro y la escasez de mano de obra» o la preocupación de que esta demanda acabe por estancarse. En palabras de un consultor de defensa citado por el Financial Times, «la política puede cambiar y las evaluaciones de seguridad también, al igual que la demanda de defensa». ¿Dónde está ahora todo ese discurso sobre la «asunción de riesgos empresariales»?
De hecho, el almacenamiento masivo de armas y las nuevas guerras bárbaras son y serán cada vez más la norma a medida que se intensifique la pugna de los ladrones imperialistas por mercados y esferas de influencia. No cabe duda de que el aumento de la producción de nuevos medios de destrucción puede reportar pingües beneficios. Pero hay otras formas más fáciles de obtener beneficios.
Si sólo una pequeña parte de este dinero se invierte actualmente en la producción, ¿a dónde va a parar el resto? Un cínico consultor nos da la respuesta: «A las empresas no les suele gustar tener grandes cantidades de efectivo en sus balances… así que, ¿qué hacen con todo ese dinero? La recompra de acciones y los dividendos son una manera de usarlo».
Hablando claro, esto significa que los miles de millones que se sustraen de las arcas del Estado van a parar directamente a los bolsillos de un puñado de capitalistas. ¿Por qué invertir cuando puedes embolsarte el dinero?
Los gobiernos burgueses occidentales han sido muy indulgentes con las extravagancias de los fabricantes de armas. Pero en febrero, el Secretario de la Marina estadounidense, Del Toro, lanzó una rara advertencia pública a la industria (de la que no informaron los principales medios de comunicación) que revela las ansiedades políticas de la clase dominante en medio de este estado de cosas:
«Los contratistas de defensa están demasiado centrados en la recompra de acciones y otros trucos que les llenan los bolsillos y no lo suficiente en invertir en astilleros o apuntalar la base industrial de defensa.
«No pueden estar pidiendo al contribuyente estadounidense que haga mayores inversiones públicas mientras ustedes siguen revalorizando sus acciones mediante recompras de acciones, aplazando las inversiones de capital prometidas».
A continuación, Del Toro lamenta que en los años 80 «alguien decidió que es una idea maravillosa dejar la construcción naval en manos del mercado», con el resultado de que China llegó a concentrar en sus manos gran parte de la construcción naval mundial.
«El mercado tomó el relevo y China empezó a invertir en la construcción naval, en la construcción naval comercial, y tenían todas las ventajas. Mano de obra barata, ninguna regulación». Por supuesto, Del Toro critica a los fabricantes de armas desde la perspectiva reaccionaria del imperialismo estadounidense, que necesita un ejército poderoso para saquear el resto del mundo. Pero involuntariamente sus comentarios revelan la ineficacia, el despilfarro y la corrupción del mercado capitalista. Estos defensores del sistema de mercado se han colgado de su propio petardo.
¿Quién paga la factura?
Los capitalistas se están enriqueciendo. Pero, ¿quién paga todo esto? La clase obrera. Lo hace directamente, a través de sus impuestos, como admite el Secretario de Marina de EEUU, Del Toro. Pero también paga la factura indirectamente.
Lo hace, en primer lugar, porque mientras el gasto militar aumenta, los servicios sociales se recortan hasta los tuétanos. Los gobiernos capitalistas nunca tienen dinero para sanidad o educación, pero misteriosamente siempre encuentran miles de millones para tanques y misiles.
Portugal, por ejemplo, un país imperialista menor que juega un papel secundario en los asuntos mundiales, aumentó su presupuesto militar en un 14 por ciento en 2023, mientras que el gasto sanitario aumentó sólo un 10 por ciento, en un momento en que su servicio nacional de salud se tambalea al borde del colapso y necesita desesperadamente nuevas inversiones. El actual gobierno portugués ha fijado objetivos de gasto militar para finales de esta década, ¡por los que se gastará tres veces más dinero en el ejército que en educación superior! El gasto en armamento está contribuyendo a acumular deuda, lo que hará necesarias nuevas medidas de austeridad en el futuro.
Pero en segundo lugar, la guerra, las tensiones geopolíticas y las sanciones han agravado la inflación, recortando los salarios reales de los trabajadores. En resumen, la clase obrera está siendo robada por todos lados para financiar los planes de los belicistas. Y no hace falta decir que siempre que estallan las guerras, son los trabajadores y los pobres los que mueren y sufren: en Oriente Medio, en el Sahel, en Ucrania, en Rusia y en todas partes.
Una salida revolucionaria
Los comunistas nos oponemos a estos aumentos del gasto militar, que están siendo pagados por la clase obrera, al tiempo que generan enormes beneficios para un puñado de capitalistas. Queremos libros, no bombas. Queremos hospitales y escuelas, ¡no misiles y tanques!
Sin embargo, también advertimos que este derroche no es sólo una «opción ideológica» de tal o cual gobierno, sino que refleja la podredumbre del sistema capitalista. La crisis del capitalismo conduce a la intensificación de los conflictos interimperialistas, porque el pastel del mercado mundial se está reduciendo y, por lo tanto, inevitablemente, la lucha por repartirlo se intensifica. Esto convierte el rearme en una necesidad acuciante para todos los gobiernos capitalistas. En consecuencia, nuestra lucha contra el militarismo y las guerras imperialistas es también una lucha contra el capitalismo, por la revolución socialista mundial.
Si algún crédito se le puede dar a Alberto Fujimori, fue el de inventar un nuevo tipo de dictadura: una dictadura del siglo XXI. Lejos quedaron esas épocas donde, para instaurar una dictadura, se tenía que entrar a la fuerza. Él entró democráticamente y poco a poco acaparó todas las instituciones del Estado y medios de comunicación para que trabajaran a su favor. Y esto ya lo están copiando gobernantes actuales como Milei o Bukele. Entonces, podríamos analizar su gobierno desde distintos puntos.
Lucha de clases y neoliberalismo
Para fines de los años 80, el Perú llegó a tener una inflación del 2000%, escasez de productos y alta burocracia, fruto del desastroso gobierno socialdemócrata de Alan García. En las elecciones de 1990, un desconocido Fujimori llegó al poder, previa contienda en segunda vuelta con Mario Vargas Llosa. Este último, un conocido literato y candidato de la derecha, propuso un shock económico para poder levantar el país, algo con lo que estaban de acuerdo los economistas de la época. Fujimori en campaña prometió no hacerlo, pero una vez llegado al poder implementó un paquete de reformas neoliberales conocido como el “Fujishock” y disparó una ráfaga de decretos que incluyó: la liberalización de la economía, privatizaciones masivas (remate de empresas estatales a un precio menor que el del mercado), eliminación de derechos laborales como facilitar el despido y recortes al gasto público. Esto fortaleció el poder de la burguesía (empresarios y élites económicas) a expensas de la clase trabajadora y campesina. Al privatizar empresas estatales, Fujimori permitió que los recursos estratégicos del país quedaran en manos privadas.
El Estado como instrumento de represión
Durante el gobierno de Fujimori, se fortalecieron los aparatos represivos del Estado, especialmente en el contexto de la lucha contra Sendero Luminoso y el MRTA. Si bien se logró reducir la violencia de esos grupos maoístas, esto se hizo a través de la concentración del poder en el Ejecutivo; violaciones a los derechos humanos de guerrilleros y campesinos y trabajadores que no tenían ningún lazo con estas guerrillas, además de un fuerte control autoritario. Esto fue el fiel reflejo de cómo el poder político puede utilizarse para proteger y mantener las estructuras económicas capitalistas, suprimiendo cualquier amenaza revolucionaria que busque desafiar ese orden. Fujimori implantó un terrorismo de Estado, lo que provocó que los proletarios dejaran de hacer política por temor a ser tildados de terroristas. Y hasta ahora se sigue acusando de terrorista a cualquier grupo o colectivo que busca defender sus derechos y osa a alzar su voz de protesta.
Consolidación del capitalismo global
Fujimori promovió la apertura del mercado peruano al capital extranjero siguiendo las órdenes del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Esta subordinación a intereses globales podría interpretarse como una forma de neocolonialismo, porque los recursos y la fuerza laboral del país se explotaron para el beneficio de empresas multinacionales, beneficiando la economía extractiva con un nulo desarrollo interno que permitiera mejorar la situación de la clase obrera y campesina. Los dueños eran extranjeros en su mayoría y la burguesía parasitaria, como los llamaba Mariátegui, se dedicó al comercio y la intermediación, sin interés en establecer una industria nacional.
Desigualdad económica
Sus defensores indican que Fujimori estabilizó la economía y redujo la hiperinflación, y lo hizo, pero a un alto costo social. La pobreza extrema y la desigualdad persistieron (incluso se puede decir que aumentaron), y las condiciones de vida para los sectores menos favorecidos de la sociedad se mantuvieron igual.
Alienación y desesperanza
El campesino escucha, espera, y ya no espera nada. Lo que antes era frustración ha dado paso a indiferencia. El Congreso fujimorista fue una maquinaria que solo sirvió para que unos pocos sigan en el poder, beneficiándose de leyes a medida, de tratos opacos y de lobbies que ni siquiera se molestan en disimular. Para el campesino, fue un teatro del absurdo: mientras ellos discutían si sus sueldos les alcanzaban para pagar sus lujos, el campesino siguió sobreviviendo día tras día, con lo justo, y a veces con menos que eso. Porque la alienación no sólo es económica, como todos piensan, también es política y social.
Paternalismo populista
Lo más trágico no es el descaro, sino la resignación. ¿Cómo llegamos a un punto donde la corrupción, las matanzas y las injusticias son parte de la cotidianidad? Pese a los crímenes que cometió el régimen fujimorista, aún hay quienes en el campo lo defienden. Se aferran a los recuerdos de las ollas comunes, de los regalos populistas, de esa imagen paternalista de un “Chino” que, con una sonrisa, les daba la mano mientras con la otra robaba el futuro de una nación. Se quedaron en esa ilusión, en esa añoranza, y no ven, o no quieren ver, lo que se esconde detrás de esos gestos calculados.
Si algo nos ha enseñado esta tierra es que, por más dura que sea la realidad, siempre hay espacio para la resistencia. Nos toca organizarnos, prepararnos y reclamar lo que nos pertenece. Porque si seguimos callados, si seguimos esperando que algo cambie desde el Congreso o el Gobierno, solo estaremos alimentando un ciclo que parece no tener fin. Porque, como dijo Marx en el Manifiesto Comunista “El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”.
Doce personas murieron -entre ellas una niña de 9 años- y más de 2.800 resultaron heridas, muchas de ellas en estado crítico, cuando detonaron los localizadores que portaban, en un ataque coordinado sin precedentes contra Hezbolá en Líbano.
Funcionarios estadounidenses afirmaron que Israel estaba detrás del ataque, que se había preparado durante meses y tiene lugar cuando el gabinete de Netanyahu acaba de votar la ampliación de los objetivos de guerra para incluir el regreso a sus hogares de los desplazados del norte del país, lo que equivale a lanzar una invasión del Líbano.
Llamemos a las cosas por su nombre. Se trata de un ataque terrorista cometido por Israel, en violación de la soberanía nacional de Líbano, contra un partido que forma parte de la coalición gubernamental de ese país, que ha afectado a cientos de civiles (tanto miembros de Hezbolá que forman parte de la infraestructura civil como sus familiares, amigos, colegas, transeúntes) y que tiene como objetivo provocar una escalada que desemboque en una guerra regional total.
Lo primero que hay que decir es que si, hipotéticamente, Irán, Hezbolá o los hutíes hubieran llevado a cabo un ataque masivo de ese tipo, toda la llamada comunidad internacional estaría en pie de guerra emitiendo condenas enérgicas. Describirían -correctamente- a los autores como terroristas y los incluirían en una lista negra. A continuación, procederían a armar hasta los dientes a las víctimas del ataque con el armamento más moderno, en nombre del derecho a la autodefensa.
Sin embargo, puesto que es Israel quien ha llevado a cabo el ataque, y este país es uno de los pocos aliados dignos de confianza del imperialismo estadounidense en esta región de importancia crucial, nada de esto sucederá.
El sardónico portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Matthew Miller, se limitó a decir que EEUU ‘no tuvo nada que ver’ con el ataque y que no habían sido avisado con antelación, una afirmación que se puede tomar con una gran pizca de sal. No ocurren muchas cosas en Oriente Próximo sin el conocimiento de los servicios de inteligencia estadounidenses.
Si no sabían que se iba a llevar a cabo este ataque, eso no da una buena imagen de Washington. Significaría que su aliado más fiable decidió no avisarles y que ellos mismos no se enteraron.
Por supuesto, en lugar de condenar el ataque terrorista -y según cualquier interpretación del derecho internacional, fue un atentado terrorista- Miller añadió a sus afirmaciones de ignorancia un nuevo llamamiento a Irán para que «no se aproveche de ningún incidente para añadir más inestabilidad».
Este es el insensible doble rasero del llamado «orden internacional basado en normas». Israel lleva a cabo una sangrienta campaña asesina contra Gaza, que dura casi un año entero, matando a 40.000 personas, la mayoría civiles, incluidos mujeres y niños. Estados Unidos sigue apoyándolo sin fisuras, con miles de millones de dólares en ayuda militar y financiación, y promete apoyarlo pase lo que pase. Entonces Israel mata al líder de Hamás en territorio iraní y Estados Unidos pide a Irán que actúe con moderación. Israel lleva a cabo un atentado terrorista masivo en Líbano contra uno de los partidos de la coalición gobernante y, de nuevo, Estados Unidos pide a Irán (¡no a Israel!) que actúe con moderación.
¿Cómo se llevó a cabo el ataque?
Según varias fuentes de inteligencia citadas por medios de comunicación occidentales y árabes, el ataque contra Hezbolá se preparó cuidadosamente con meses de antelación. Tras el atentado del 7 de octubre contra Hamás, Israel llevó a cabo una serie de asesinatos selectivos de altos cargos de Hezbolá. Para evitar que Israel pudiera localizarlos, en febrero Hezbolá pasó de utilizar teléfonos móviles a utilizar localizadores, que se comunicaban por ondas de radio y están pensados para ser mucho más difíciles de localizar.
Hasta ahora no se conocen muchos detalles sobre la forma precisa en que se llevó a cabo el atentado. Según las mismas informaciones publicadas en medios occidentales y árabes, parece que los localizadores que explotaron formaban parte de un nuevo lote distribuido recientemente por Hezbolá en los últimos meses.
Según The New York Times
«Israel llevó a cabo su operación contra Hezbolá el martes ocultando material explosivo dentro de un nuevo lote de localizadores de fabricación taiwanesa importados a Líbano, según funcionarios estadounidenses y de otros países informados sobre la operación.»
Los localizadores utilizados para el ataque eran casi todos modelos AP924 del fabricante taiwanés Gold Apollo. La explosión de los localizadores no fue provocada simplemente por el recalentamiento de la batería. Cerca de la batería se incrustó una pequeña cantidad de material de uso militar, tal vez unos tres gramos. Los localizadores también estaban equipados con un interruptor que podía activarse a distancia mediante un mensaje codificado para provocar la explosión.
Los mensáfonos recibían una llamada, se calentaban y explotaban. La Guardia Revolucionaria iraní ha informado de que los localizadores estaban programados para emitir un pitido durante 10 segundos antes de la explosión para que el usuario los pusiera a la altura de la vista y causar así el máximo daño. El embajador iraní en Líbano también fue víctima del atentado.
Al parecer, se encargaron unos 5.000 localizadores que se distribuyeron entre los miembros de Hezbolá en Líbano, y algunos fueron a parar también a Siria, y los afectados fueron los que estaban encendidos y recibiendo mensajes en el momento del atentado.
De esta información podemos extraer algunas conclusiones. Una es sobre la sofisticación y la planificación previa de la inteligencia israelí, y el grado en que son capaces de penetrar en sus enemigos, especialmente en Hezbolá.
En este caso, habrían tenido que saber cuándo y a qué empresa se encargaban los teléfonos para poder manipularlos antes de que llegaran a Líbano y fueran distribuidos. Si la manipulación de los localizadores tuvo lugar en Taiwán, ello plantearía interrogantes sobre el nivel de conocimiento y cooperación entre la inteligencia israelí y tanto el gobierno de la isla como el fabricante.
El fabricante, Gold Apollo, afirma que los localizadores fueron fabricados por otra empresa, BAC Consulting, con sede en Budapest, con la que tiene un acuerdo que le permite utilizar su marca. Aún no está claro en qué momento los localizadores fueron modificados por la inteligencia israelí. ¿Fue en el punto de producción, antes o después de que llegaran al Líbano?
Preparando la invasión del Líbano
Pero la pregunta más importante es ¿por qué ahora? El servicio de seguridad israelí Shin Bet afirma que acaba de frustrar un atentado de Hezbolá contra un antiguo alto cargo de seguridad, cuyo nombre no se ha revelado. Esto es sólo para consumo de la opinión pública. La verdadera razón hay que buscarla en otra parte.
El mismo día del ataque contra Hezbolá, el gabinete israelí votó a favor de ampliar sus objetivos de guerra para incluir el regreso seguro de los ciudadanos israelíes que han sido evacuados del norte del país y el mantenimiento de su seguridad del intercambio de disparos sobre la frontera entre Israel y Líbano. Esto significa que Israel está preparando oficialmente una invasión del Líbano, con el objetivo declarado de establecer una «zona de exclusión» para «garantizar la seguridad en el norte de Israel».
En este contexto hay que situar el atentado terrorista del martes. Con él, Israel espera matar dos pájaros de un tiro. En primer lugar, el ataque eliminaría a varios oficiales de Hezbolá, provocaría confusión y desorganización, además de sembrar dudas dentro de la organización sobre el nivel y el grado de infiltración de la seguridad israelí.
En segundo lugar, Israel probablemente espera que el ataque provoque una reacción furiosa y violenta por parte de Hezbolá que sirva entonces de justificación para la invasión israelí de Líbano.
Un informe de Al-Monitor afirma que la inteligencia israelí planeó originalmente utilizar el complot para coincidir con una invasión terrestre del Líbano, pero que pensaron que Hezbolá estaba empezando a sospechar de los localizadores y que, por lo tanto, tenían que hacer explotar los dispositivos, o perder por completo la oportunidad de utilizarlos. Esto puede ser cierto, o sólo una historia filtrada a los medios de comunicación para desviar la atención de la verdadera razón. Sea como fuere, el atentado se produjo muy oportunamente en un momento en que se ultiman los preparativos para una invasión terrestre israelí.
¿Cuál es el objetivo de Israel al planear otra invasión del Líbano? En realidad, existe una división muy profunda dentro de Israel sobre esta cuestión, una división que alcanza a los más altos escalones del poder, el Estado y el ejército.
En los últimos días, tanto Kan, la radiotelevisión pública israelí, como Canal 13, han informado abiertamente sobre estas divisiones. Según estos informes, el alto oficial del ejército Maj. Gen. Ori Gordin, a cargo del Mando Norte de las Fuerzas de Defensa de Israel, está agitando a favor de lanzar una invasión de Líbano, pero el Ministro de Defensa Gallant y el Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa Israelí Herzi Halevi están en contra.
La guerra en Gaza no logra sus objetivos
Quienes se oponen a una invasión del Líbano no son palomas amantes de la paz. Pueden ver, sin embargo, que desde un punto de vista militar no tiene sentido enfrentarse ahora a un enemigo formidable como Hezbolá. Hezbolá posee un arsenal de decenas de miles de cohetes y ya obligó a Israel a retirarse del Líbano en la invasión de 2006. Mientras tanto, una guerra de este tipo llegaría en un momento en el que las Fuerzas de Defensa Israelí no han sido capaces de alcanzar sus objetivos bélicos declarados en Gaza y han sido incapaces de sofocar la resistencia armada palestina en Cisjordania.
Tras casi un año de sangrienta campaña, lo cierto es que Israel no ha podido rescatar a los rehenes y está también muy lejos de haber destruido a Hamás, sus dos objetivos declarados.
No se fíen de mi palabra. El New York Times citó la valoración de un antiguo comandante de la división de Gaza de las Fuerzas de Defensa Israelí:
«Hamás está ganando esta guerra», declaró el general de división Gadi Shamni. “Nuestros soldados están ganando todos los enfrentamientos tácticos con Hamás, pero estamos perdiendo la guerra, y a lo grande”. Los funcionarios civiles y los operativos militares de Hamás siguen controlando amplias zonas de Gaza y cuando las Fuerzas de Defensa Israelí llevan a cabo una «operación de limpieza», la organización vuelve y recupera el control «15 minutos después». «No hay nadie que pueda desafiar a Hamás allí después de que se marchen las fuerzas israelíes», afirmó Shammi.
Exactamente lo mismo dijo en junio el máximo portavoz de las Fuerzas de Defensa Israelí, el contralmirante Daniel Hagari: «La idea de que es posible destruir a Hamás, hacer que Hamás desaparezca, eso es arrojar arena a los ojos del público», en un enfrentamiento público con Netanyahu.
Por otra parte, los propios intereses de Netanyahu son completamente diferentes e incluso opuestos a los de importantes sectores de la clase dirigente israelí y del aparato del Estado. Pueden resumirse así: necesita permanecer en el poder a toda costa, de lo contrario se enfrenta a una derrota electoral y a ser procesado por múltiples delitos que pueden incluso llevarle a la cárcel.
Para mantenerse en el poder necesita que continúe la guerra. Y como la guerra en Gaza no está produciendo los resultados deseados, está muy dispuesto a lanzar una aventura militar en Líbano, que podría precipitar a la región a un conflicto total. De hecho, un conflicto total en la región le beneficiaría, por descabellado que parezca, ya que arrastraría a Estados Unidos del lado de Israel, asegurando su posición en el poder, o al menos eso calcula.
Divisiones en la cúpula
Tras la disputa con su propio ministro de Defensa, Gallant, de la que se ha informado públicamente, en una reunión del gabinete sobre el constante y flagrante sabotaje de Netanhyahu a un acuerdo de rehenes con Hamás, el primer ministro israelí está maniobrando para sacarlo del gabinete.
En los últimos días ha habido frenéticas negociaciones y tira y afloja. La propuesta de Netanyahu es incorporar a su antiguo rival Gideon Sa’ar, que se separó del Likud para formar su propio partido Nueva Esperanza, para sustituir a Gallant. Habría que hacerle concesiones a Sa’ar en cuanto a la controvertida reforma judicial, pero a Bibi eso no le importa ahora. La cuestión principal es deshacerse de cualquier voz en el gabinete que se oponga a su aventura en el Líbano.
Gallant también es un obstáculo para Netanyahu en otro asunto relacionado. Los partidos ultraortodoxos han amenazado con hacer caer su coalición si no exime a los estudiantes de la Yeshiva del servicio militar. Movido por su fuerte instinto de conservación, el primer ministro está dispuesto a hacer una concesión. Gallant está en contra.
El Foro Empresarial Israelí, que representa a una gran parte de los capitalistas del país, advirtió a Netanyahu contra el despido de Gallant, afirmando que la decisión «debilitaría a Israel a los ojos de sus enemigos y provocaría divisiones sociales más profundas entre su pueblo», además de tener un impacto negativo en la economía: «El Primer Ministro sabe mejor que nadie que todos los indicadores económicos muestran que Israel se está deteriorando hacia un abismo económico y se hunde en una profunda recesión».
Pero, por desgracia para ellos, los intereses de Netanyahu -su propia supervivencia- no coinciden necesariamente con los de los capitalistas en este momento concreto.
No sólo los capitalistas israelíes están preocupados. Un informe de ABC News cita a oficiales anónimos de las Fuerzas de Defensa de Israel que advierten de que Netanyahu «está empujando a Israel a una guerra potencialmente desastrosa con Hezbolá en Líbano». Una guerra con Hezbolá «es fácil de empezar, pero muy difícil de terminar», dijo uno de esos oficiales, bajo condición de anonimato. «Estamos perdiendo la guerra, estamos perdiendo la disuasión, estamos perdiendo a los rehenes». El artículo de ABC afirma que existe «preocupación general sobre si Israel posee suficiente munición e interceptores de misiles y cohetes/misiles para defenderse en cualquier enfrentamiento con Hezbolá».
En un intento frenético por evitar una guerra regional que arrastraría a Estados Unidos, un alto asesor de Biden, Amos Hochstein, fue enviado a Israel para intentar convencer a Bibi de que no invadiera Líbano. Según fuentes citadas por Axios, Hochstein insistió en que «Estados Unidos no cree que un conflicto más amplio en Líbano vaya a lograr el objetivo de devolver a los israelíes desplazados a sus hogares en el norte», y que «una guerra total con Hezbolá entraña el riesgo de un conflicto regional mucho más amplio y prolongado».
Por supuesto, como en ocasiones anteriores, Netanhayu ignoró por completo esta suave sugerencia de Estados Unidos y procedió a hacer exactamente lo contrario de lo que se le aconsejó. Es muy consciente de que Estados Unidos puede estar en desacuerdo con él en cuanto a táctica o estrategia, pero al final del día, le apoyará.
Inmediatamente después del 7 de octubre, Biden se apresuró a ir a Israel para abrazar al lunático ocupante del despacho del primer ministro y le dijo en términos inequívocos que Estados Unidos estaba de su lado pasara lo que pasara. En efecto, al declarar que el apoyo estadounidense era «férreo», Biden dio a Netanyahu un cheque en blanco, que este procedió a cobrar, no una sino varias veces.
En ocasiones, el imperialismo estadounidense ha discrepado públicamente con Netanhayu e incluso ha amenazado con retener (no suspender) los envíos de armas a Israel. Esto es en parte para el consumo público del electorado estadounidense -donde no ha tenido ningún impacto- y en parte por un temor genuino a las implicaciones revolucionarias de las acciones de Netanyahu para otros regímenes de la región, que también son aliados de Estados Unidos y que a Washington no le gustaría ver derrocados.
El punto crucial es que el primer ministro israelí sabe muy bien que, a fin de cuentas, cuando todo esté dicho y hecho, Estados Unidos siempre apoyará a Israel. Esto será aún más cierto en el caso de una guerra regional.
Así que Netanyahu escucha lo que Biden y sus enviados tienen que decir, y luego procede a hacer lo que cree que es mejor para él, sin tener en cuenta el hecho de que a menudo es lo contrario de lo que EE.UU. le acaba de decir.
El mismo informe de Axios señalaba la respuesta de Netanyahu a Hochstein: «Israel aprecia y respeta el apoyo de la administración Biden, pero al final hará lo que sea necesario para mantener su seguridad y devolver a los residentes del norte a sus hogares sanos y salvos». Traducido de la jerga diplomática al español llano, le dijo «¡vete a la mierda!».
La verdad es que a Netanhayu le importa un bledo la seguridad de los residentes israelíes del norte, del mismo modo que no le importa lo más mínimo la suerte de los rehenes en manos de Hamás y otros. Esto lo han entendido incluso los familiares de los rehenes y amplios sectores de la opinión pública israelí. Para él, no son más que moneda de cambio a utilizar para sus cínicas maquinaciones.
Si examinamos los ataques transfronterizos entre Líbano e Israel de los últimos meses, surge la imagen real. Israel ha llevado a cabo más del 80 por ciento de estos ataques, matando a más del 80 por ciento de las víctimas. Muchos más civiles han sido evacuados del lado libanés de la frontera que del lado israelí. Si aceptáramos la lógica de Netanyahu, estaría justificado que Líbano invadiera Israel, y no al revés.
Dado que Hezbolá ha dicho en repetidas ocasiones que sus ataques contra Israel son en apoyo de la población de Gaza y que cesarán si se firma un acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás, la forma más sencilla de garantizar la seguridad de los ciudadanos del norte de Israel sería, obviamente, que Israel alcanzara dicho acuerdo. Eso es precisamente lo que Netanyahu ha estado saboteando deliberadamente.
Un informe más reciente de Axios afirma que el asesor de Biden, Hochstein, estaba en Israel cuando Netanyahu, Gallant y los altos mandos militares tomaron la decisión de llevar a cabo el ataque terrorista, pero decidieron no decirle ni una palabra. Fue poco antes de que empezaran a explotar los localizadores cuando Gallant llamó al Secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, para comunicarle que el ataque contra Líbano era inminente.
Una vez más, hay que tomar estos informes con cautela. La única fuente citada por Axios es un «funcionario estadounidense» anónimo y, por supuesto, a Estados Unidos le interesaría distanciarse públicamente del ataque. Sin embargo, hay un detalle en la historia que sí parece cierto: que Gallant, de quien se sabe que se opone a una operación en el Líbano en este momento, llamó a Lloyd Austin. El ministro de Defensa es el agente estadounidense más directo dentro del Gabinete, y Lloyd Austin es conocido por estar en el ala ligeramente menos belicista de la administración Biden. Pero incluso si aceptáramos que partes de este informe son ciertas, indicaría que Washington sí tenía conocimiento previo del ataque, que es lo contrario de lo que el portavoz estadounidense Miller afirmó categóricamente.
Material combustible que puede desencadenar una guerra regional
El ataque de Israel contra Líbano es otra medida imprudente de Netanyahu que amenaza con intensificar el conflicto en la región. Ya se ha acumulado mucho material combustible. Queda por resolver la cuestión de las represalias iraníes por el ataque israelí que mató al líder de Hamás, Hanniyeh, en Teherán. Está claro que Irán no está interesado en provocar una guerra regional. Al mismo tiempo, no puede permitirse quedar mal ante una provocación flagrante de Israel.
En los últimos días los hutíes lanzaron un ataque contra Israel, con lo que afirman era un misil hipersónico. Hay cierto debate sobre la naturaleza exacta del arma utilizada, pero lo que está claro es que viajó a una velocidad muy alta, no fue interceptado ni por la marina estadounidense ni por la francesa en la región, y también evitó parcialmente las defensas aéreas israelíes. Se trata de un hecho preocupante para Israel. Se desconoce cómo consiguieron los hutíes fabricar o adquirir un arma tan sofisticada. Se especula con la posibilidad de que proceda de Irán.
Hemos visto las temerarias provocaciones del imperialismo occidental contra Rusia en relación con la guerra de Ucrania, y más concretamente el debate sobre permitirle utilizar misiles de largo alcance de fabricación británica o estadounidense para golpear con ataques en profundidad el territorio ruso. Tendría su lógica que Rusia, en respuesta, estuviera interesada en suministrar armas y tecnología a los enemigos de Estados Unidos en Oriente Medio. En los medios de comunicación se ha especulado con la posibilidad de que en agosto se hubiera detenido en el último minuto una de esas entregas como consecuencia de las presiones saudíes sobre Rusia.
Las milicias iraquíes pro iraníes han prometido ayudar a Líbano en caso de invasión israelí. Estados Unidos está muy expuesto en la región, ya que tiene bases militares en varios países, que pueden convertirse en blanco de ataques.
El curso exacto de los acontecimientos no puede predecirse de antemano, pero lo que está claro es que Netanyahu está interesado, por sus propias cínicas razones, en una escalada del conflicto y el ataque terrorista de Israel contra Hezbolá ha acercado esa posibilidad.
Las acciones irresponsables y temerarias de un solo hombre amenazan con desencadenar un conflicto sangriento que causaría muerte y destrucción masivas. Funcionarios israelíes han hablado abiertamente de «bombardear Líbano hasta la edad de piedra» y de convertir Beirut en una nueva Gaza.
Pero Netanyahu no es el único responsable. Israel no podría llevar a cabo su campaña asesina en Gaza, ni amenazar con una guerra regional, si no fuera por el apoyo «férreo» ofrecido por el imperialismo estadounidense y Biden personalmente. Si Washington cortara por completo su ayuda militar y financiera a Israel, las Fuerzas de Defensa Israelí se verían incapaces de continuar su guerra unilateral.
Esta es la naturaleza del imperialismo capitalista en el siglo XXI: horror sin fin. Por eso decimos: ¡abajo los belicistas! Si queremos lograr la paz, debemos derrocar el sistema podrido que está en la raíz del imperialismo y de la guerra.
Mientras escribo estas líneas, los titulares de los periódicos están dominados por el sorprendente anuncio de que Rusia estaría «en guerra» con Estados Unidos y sus aliados si levantan las restricciones a Ucrania para el uso de misiles occidentales de largo alcance con el fin de realizar ataques en profundidad en territorio ruso.
De repente, sin previo aviso, la opinión pública es consciente de un hecho estremecedor: que la continuación y la escalada del conflicto ucraniano les enfrenta a la amenaza de la aniquilación nuclear.
Para la inmensa mayoría de personas en occidente, la noticia ha llegado como un rayo caído del cielo. ¿Seguro que las cosas no pueden ir tan mal? ¿Por qué no nos lo habían dicho antes?
Pero para cualquiera que haya seguido seriamente el desarrollo de los acontecimientos, no es ninguna sorpresa.
La mayoría de la gente tiene una memoria bastante corta, y los políticos parecen no recordar en absoluto los hechos, cuando éstos no les convienen. ¿Hemos olvidado el hecho de que Rusia no es sólo un Estado muy poderoso con un enorme ejército, sino también la mayor potencia nuclear del mundo, equipada con misiles de largo alcance capaces de alcanzar cualquier objetivo en el planeta?
O bien los dirigentes del mundo occidental han olvidado estos hechos, en cuyo caso son tontos e incapaces de ocupar altos cargos, o bien los conocen perfectamente, en cuyo caso son culpables de una imprudencia criminal que pone en peligro la vida de millones de personas, y deberían ser encarcelados o internados en el hospital psiquiátrico más cercano.
Pero, ¿cuál es la explicación de este último acontecimiento alarmante?
¿Quiere Putin la guerra con Occidente?
La primera explicación que se da con frecuencia en los medios de comunicación es muy simple. Vladimir Putin es un dictador desquiciado que quiere conquistar el mundo. Si no es derrotado en Ucrania, atacará Europa y nos reducirá a todos a la servidumbre. Dado que está mentalmente trastornado y es incapaz de tomar decisiones racionales, es inútil pensar siquiera en negociar con él.
Oímos argumentos como éste con tediosa regularidad por parte de los llamados «expertos en Rusia».
Pero se trata de una explicación que no explica nada. Por supuesto, la psicología de los líderes individuales puede desempeñar, y de hecho desempeña, un papel importante en el desarrollo de los acontecimientos, incluidas las guerras. Lo vemos muy claramente en los casos de Ucrania e Israel.
Sin embargo, estos factores nunca pueden explicar por completo las acciones más graves de las naciones, y menos en la cuestión de la guerra. Para entender esto, es necesario descubrir los resortes secretos que impulsan a las naciones a la guerra, es decir, sus intereses materiales.
Pero incluso si intentamos encontrar explicaciones a la situación actual a través del sombrío reino del psicoanálisis individual (una propuesta siempre arriesgada) veremos inmediatamente que la supuesta psicología del hombre del Kremlin no se corresponde en absoluto con los hechos conocidos.
Dejemos claro de antemano que no nos hacemos absolutamente ninguna ilusión con Vladimir Putin. No le apoyamos -ni le hemos apoyado nunca- en modo alguno. Es, de hecho, un enemigo contrarrevolucionario de la clase obrera, tanto en Rusia como a escala internacional.
Putin defiende los intereses de la oligarquía rusa, esa corrupta banda de empresarios que se ha enriquecido robando la propiedad colectiva de la Unión Soviética. Por lo tanto, no hay ni un átomo de contenido progresista en su política, ni en la paz ni en la guerra, ni dentro ni fuera de las fronteras de Rusia.
Por lo tanto, sea cual sea la política que aplica en Ucrania, nunca podrá servir a los intereses del pueblo trabajador ni de Ucrania ni de Rusia. Sin embargo, no es menos cierto que la camarilla reaccionaria de Kiev no defiende los intereses del pueblo ucraniano, que está siendo cruelmente sacrificado como peón de la cínica política de Estados Unidos y la OTAN.
¿Es Putin irracional?
El hecho de que Putin sea reaccionario no significa necesariamente que esté loco o sea irracional. Al contrario, todo lo que sabemos de este individuo apunta en la dirección de un hombre muy astuto que sabe exactamente lo que hace y que siempre se basa en conclusiones que pueden ser cínicas, pero que siempre son el resultado de un cálculo frío.
Por el contrario, los hombres y mujeres ignorantes e increíblemente estúpidos que se hacen pasar por políticos y diplomáticos en Estados Unidos y Europa presentan una imagen de completa ineptitud e incompetencia.
Estas damas y caballeros son tan cínicos y manipuladores como el hombre del Kremlin; pero a diferencia de él, no sólo son irracionales, sino incapaces de enfrentarse a los hechos. Sus constantes meteduras de pata en los asuntos mundiales demuestran que son incapaces de elaborar nada que se parezca a un plan de acción o estrategia coherente.
En lugar de ello, se limitan a reaccionar ante los acontecimientos de forma empírica, evidentemente incapaces siquiera de poner un pie delante de otro sin tropezar y caer en una zanja. Como resultado, sus políticas en Ucrania han acabado en un completo desastre, y su incapacidad para poner freno a las temerarias provocaciones de Netanyahu amenaza con arrastrarlos a un desastre aún mayor en Oriente Próximo.
Uno observa con absoluto asombro cómo las políticas de Washington están siendo determinadas por las payasadas de dos hombres desesperados, uno en Kiev y el otro en Jerusalén. Estos hombres, que en realidad dependen por completo del financiamiento y las armas suministradas por Washington, se sienten evidentemente libres de seguir políticas que están en contradicción directa con los intereses estratégicos del imperialismo estadounidense.
En este punto, de hecho, aunque desafíe los poderes de la imaginación, las marionetas parecen haber roto las cuerdas y bailan libremente según su propio capricho. Increíblemente, ¡la cola es la que agita al perro!
A primera vista, puede parecer que este hecho contradice nuestra afirmación anterior de que es imposible entender las guerras como el resultado de la psicología individual. Sin embargo, hay ocasiones en que la psicología individual no es más que la expresión de los intereses materiales muy definidos de ciertos individuos. Ambas cosas se vuelven completamente inseparables.
Examinemos más de cerca este extraño fenómeno. Volveremos a nuestro punto de partida más adelante, es decir: al ultimátum de Putin a Occidente, que para entonces, esperamos, estará al menos un poco más claro.
Los tres hombres más peligrosos del planeta
En el centro mismo de la aterradora vorágine de los acontecimientos mundiales, hay dos hombres. Viven a miles de kilómetros de distancia. Hablan idiomas diferentes. Se parecen muy poco entre sí, tanto física como intelectualmente. Se podría decir que son completamente diferentes.
Sin embargo, en un aspecto son idénticos. Comparten una obsesión común que tiene consecuencias muy graves para el mundo. La mayoría de los hombres y mujeres, si se les preguntara cuál es su mayor deseo para el mundo, responderían sin duda con una palabra: «paz». Pero la paz es algo que está muy lejos de la mente de estos dos individuos. Al contrario, la guerra se ha convertido en el objetivo central de su existencia. La desean fervientemente. Porque con ella lo son todo y sin ella no son nada.
Los nombres de estos dos caballeros son Volodymyr Oleksandrovych Zelensky y Binyamin («Bibi») Netanyahu.
Por razones totalmente distintas, de las que nos hemos ocupado en otros artículos, las guerras en las que se han enredado no van bien.
A pesar de su colosal superioridad militar, en casi un año Israel no ha conseguido la liberación de los rehenes ni eliminar a Hamás como fuerza de combate.
La actual ola de furia popular dentro de Israel amenaza el futuro de Netanyahu y su gobierno. Pero Netanyahu no tiene intención de rendirse, porque sabe que eso significaría el colapso de su gobierno. Además, se enfrenta a un juicio por corrupción. Por tanto, desea luchar hasta el amargo final, sin importar las consecuencias.
Estas consecuencias serán extremadamente graves para el mundo entero. La guerra con Irán que tanto desea y está decidido a provocar no será lo mismo que el baño de sangre unilateral contra un enemigo mucho más débil en Gaza.
Irán es un poderoso Estado militar con un ejército aguerrido y muy motivado, y un gran arsenal de misiles y otras armas sofisticadas. Y si no posee ya armas nucleares, estará muy cerca de obtenerlas.
Irán tiene muchos aliados en la zona. Entre ellos, Hezbolá en Líbano y los hutíes en Yemen; así como muchos otros grupos más pequeños, pero aún más beligerantes, en otros países, todos ellos deseosos de atacar a Israel por todos los medios a su alcance.
El alcance del poderío de los misiles de Irán quedó demostrado hace sólo unos meses, cuando lanzó una lluvia de misiles contra objetivos en Israel en represalia por otra provocación más.
Bajo la presión de Estados Unidos y otros países, en aquella ocasión los iraníes avisaron previamente del ataque y limitaron sus objetivos para no provocar una guerra abierta con Israel. Pero la próxima vez -e inevitablemente habrá una próxima vez- no mostrarán tal moderación.
Pero esto tiene otra dimensión. Irán ha forjado recientemente vínculos muy estrechos con Rusia y China. Por lo tanto, en caso de una ampliación del conflicto, que inevitablemente implicará (como mínimo) a Líbano y Yemen, la inevitable intervención estadounidense será contrarrestada sin duda por los rusos, y posiblemente los chinos, que proporcionarán ayuda a Irán.
Las implicaciones de este escenario deberían ser evidentes para cualquiera. Imaginemos, por ejemplo, que un portaaviones estadounidense fuera hundido por un misil fabricado en Rusia. El peligro de una colisión abierta entre las dos grandes potencias está implícito en una situación de este tipo.
Sin embargo, un peligro mucho más inmediato es el que representa el segundo de nuestra galería de bribones belicistas. El presidente Volodymyr Zelensky.
El belicista en jefe número dos
Recientemente, la televisión británica ha emitido una serie de tres capítulos sobre la vida de Volodymyr Zelensky. El momento de esta pieza de televisión halagadora no es, naturalmente, casual. Al contrario, forma parte de una ofensiva propagandística cuidadosamente planeada, diseñada para encubrir la verdadera ofensiva que planean en secreto los políticos de Londres y Washington.
La primera parte de la serie presenta al joven Volodymyr como un hombre de paz que empezó como cómico de éxito, interpretando el papel de un presidente ficticio en televisión. Parece que como cómico tuvo un gran éxito. Dada su evolución posterior, uno desearía que hubiera seguido en ese papel.
El antes pacífico y divertido cómico hace tiempo que dejó de ser gracioso. Junto con sus jefes en Washington y Londres, está prolongando un conflicto sangriento y sin sentido en el que Ucrania está perdiendo, según algunos informes, hasta 2.000 hombres cada día, muertos o heridos.
Y ahora es posiblemente el mayor peligro para la paz en todo el mundo.
El caso de Zelensky es diferente al de Netanyahu, pero también es el mismo. Después de casi tres años de guerra, ahora se enfrenta a la derrota. La tonta propaganda anterior que presentaba una victoria ucraniana sobre Rusia como algo prácticamente inevitable ha terminado, como predijimos, en un montón de cenizas.
Tras el fracaso de su estúpida apuesta en Kursk, Zelensky es ahora un hombre desesperado. Y los hombres desesperados hacen cosas desesperadas. Grita y chilla a sus generales, acusándolos de mentirle. De hecho, presenta todos los síntomas de un hombre que ha perdido todo contacto con la realidad.
Siempre es difícil interpretar las acciones de una mente desequilibrada, pero una cosa es evidente: a Zelensky sólo le queda una opción para ganar la guerra. Provocar una guerra más amplia que arrastre a Estados Unidos. Los estadounidenses podrían entonces combatir en nombre de Ucrania.
Durante mucho tiempo, Zelensky ha estado librando una ruidosa campaña, exigiendo que los estadounidenses le dieran permiso para utilizar misiles estadounidenses de largo alcance para ataques profundos dentro de Rusia. Naturalmente, los imbéciles belicistas de Londres están a favor de esa propuesta lunática. Pero hasta ahora ha sido rechazada por los estadounidenses, que están justificadamente aterrorizados por la respuesta rusa.
Es exactamente la misma opción que tiene Netanyahu: está provocando deliberadamente a Irán con la esperanza de desencadenar una guerra general en Oriente Próximo, que obligue a los estadounidenses a intervenir para «salvar a Israel».
Es otra forma de decir: están intentando iniciar la Tercera Guerra Mundial.
El belicista en jefe número tres
El tercero de nuestra pandilla de peligrosos belicistas es un caso totalmente diferente.
Ahora desempeña el papel del hombre invisible. Pero eso no quiere decir que su papel en los acontecimientos mundiales esté totalmente agotado.
Un anciano amargado que se vio forzado a lo que él considera un retiro prematuro e injustificado por personas a las que consideraba sus viejos amigos, que acabaron dándole el mismo suave empujón que anteriormente ayudó a Julio César a finalmente tomar una decisión.
Sin embargo, Joe Biden no se fue tan tranquilo como su predecesor romano. Luchó con uñas y dientes contra su expulsión, y sólo se rindió a regañadientes cuando sus financiadores amenazaron con retirarle su apoyo. Esto resultó ser un arma mucho mejor que cualquier puñal, y mucho menos ofensiva para la sensibilidad de la opinión pública.
Incluso entonces, aunque consintió y se retiró como candidato demócrata en las elecciones de noviembre, se negó obstinadamente a renunciar al cargo de Presidente de Estados Unidos. Esto significa que, durante varios meses, hasta enero de 2025, el cargo más poderoso del mundo seguirá ocupado por un político fracasado, lleno de resentimiento y de un ardiente deseo de venganza, y obsesionado con la cuestión de Ucrania.
La idea de que el dedo de un anciano amargado e iracundo está sobre un botón que puede enviar al mundo entero al otro mundo no es del todo consoladora. No es ningún secreto que Biden está completamente obsesionado con su odio a Rusia. Está claro que desempeñó un papel destacado en empujar a Ucrania a una guerra imposible de ganar contra un poderoso vecino al insistir en su ingreso en la OTAN. Y no hay absolutamente ningún indicio de que haya cambiado su posición al respecto, o sobre cualquier otra cosa.
Desde que fue marginado por sus antiguos colegas, parece dedicar gran parte de su tiempo a jugar al golf o a tumbarse al sol en la playa. Sin embargo, su mente debe estar hirviendo todo el tiempo. ¿Cómo puede dar a todos sus enemigos una lección que nunca olvidarán?
Al fin y al cabo, sigue siendo el Presidente, con todos los poderes del Presidente de Estados Unidos.
Conscientes de este hecho, algunas personas siguen intentando conseguir el apoyo de Joe Biden para cosas que otros políticos son reacios a secundar. Uno de ellos es Volodymyr Zelensky, que lleva mucho tiempo confiando en el apoyo incondicional del hombre de la Casa Blanca.
Busca conversaciones con su viejo amigo Joe Biden. ¿Y de qué te imaginas que están hablando?
Conceder o no conceder: ¡esa es la cuestión!
El Primer Ministro británico, Sir Keir Starmer, tampoco perdió tiempo en subirse a un avión y cruzar el Atlántico para mantener conversaciones con el hombre que todavía se hace llamar Presidente de Estados Unidos. El contenido de estas conversaciones aún no está claro, pero no cabe duda de que en ellas se discutirá la controvertida cuestión de permitir que Ucrania utilice misiles occidentales de largo alcance para atacar en el interior de Rusia.
Sin embargo, Ucrania lleva tiempo atacando objetivos dentro de Rusia. Está utilizando sus propias armas para atacar objetivos en el interior de Rusia, lanzando el martes uno de los mayores ataques con drones en suelo ruso de la guerra, dirigido contra múltiples regiones, incluida Moscú. En realidad, estos ataques tenían principalmente fines propagandísticos. Su impacto real en la producción bélica rusa fue insignificante, y el efecto en la propia guerra fue precisamente nulo.
Estos ataques no fueron más que pinchazos, sobre todo en comparación con los devastadores ataques infligidos por los rusos a Ucrania. Pero no hay forma de que los ucranianos puedan esperar lanzar ataques de la misma escala.
El Pentágono no ha ocultado que se opone a que los ucranianos puedan disparar misiles estadounidenses en el interior de Rusia. Los servicios de inteligencia estadounidenses han adoptado exactamente la misma postura. Esto indica claramente la existencia de una grave división en la administración y el Estado.
Pero todo esto no parece hacer mella en el cerebro de madera del Presidente. Y todavía puede anular a sus generales y jefes de inteligencia. Cuenta con el respaldo de un pequeño grupo de elementos belicistas extremistas dentro de la Administración, para quienes todo lo que sea hablar de acuerdos de paz y negociaciones con Rusia es un completo anatema.
De hecho, Ucrania lleva tiempo utilizando misiles occidentales para atacar objetivos dentro de Rusia. Ciudades como Belgorod han sido bombardeadas y atacadas con drones. Pero el acuerdo para utilizar misiles de larga distancia, como los Storm Shadow británicos y los ATACM estadounidenses, para atacar en el interior de Rusia es una cuestión totalmente distinta.
Lo que en general no se sabe es que estas armas tan sofisticadas no pueden utilizarse sin la participación activa de personal occidental, tanto de inteligencia como operativo y de mantenimiento. En otras palabras, esto implica la participación directa de personal militar occidental en una guerra contra Rusia. Los medios de comunicación occidentales han ignorado deliberadamente este hecho, aunque Putin lo señaló muy claramente hace meses.
Ayer mismo lo reiteró:
«No estamos hablando de permitir o no que el régimen ucraniano ataque a Rusia con estas armas», dijo. «Estamos hablando de decidir si los países de la OTAN participan directamente en el conflicto militar o no».
Se trataría, sin lugar a dudas, de un acto de guerra por parte de los Estados miembros de la OTAN, hecho que conduciría necesariamente a una declaración de guerra por parte de Rusia.
Este temerario acto de escalada por parte de Occidente no tiene ningún sentido desde el punto de vista militar. Los objetivos mencionados por los ucranianos hace tiempo que se han desplazado tierra adentro, lo que los sitúa fuera del alcance tanto de los Storm Shadows como de los ATACM. Por tanto, los únicos objetivos serían civiles. Esto causaría graves problemas políticos a Occidente, sin aportar ventaja militar alguna.
Tampoco está nada claro que los misiles prometidos lleguen nunca a Ucrania. Las existencias tanto de Storm Shadows como de ATACM son actualmente muy escasas, reflejo de que los arsenales de Occidente se han visto seriamente mermados por las constantes demandas del gobierno de Kiev.
Esto significa que el suministro de misiles será tan escaso que a los ucranianos les resultará imposible lanzar un ataque serio con misiles contra objetivos en Rusia. Además, para alcanzar objetivos en el interior del territorio ruso, los citados misiles y sus lanzadores tendrían que estar estacionados tan cerca de la frontera que serían blancos fáciles para que los rusos los destruyeran con ataques de misiles y aviones no tripulados e incluso con artillería.
Estados Unidos y sus aliados han estado intentando culpar a Rusia de la «escalada» del conflicto por haber obtenido misiles balísticos de Irán. Las noticias sobre las supuestas transferencias desde Irán empezaron a surgir durante el fin de semana. Lammy las calificó de parte de «un patrón preocupante que estamos viendo. Es sin duda una escalada significativa».
Los iraníes lo han negado, y no tiene mucho sentido, teniendo en cuenta que Rusia ya posee enormes reservas de misiles y otras armas y supera con creces a Occidente en la producción de armas y municiones en general.
La verdadera escalada, como de costumbre, proviene de la OTAN y de los estadounidenses.
Una imagen del Armagedón
El problema al que se enfrenta la OTAN es fácil de enunciar. La guerra ha llegado a tal punto que el avance ruso es imparable. Este hecho está siendo cada vez más reconocido incluso por los medios de comunicación occidentales. Un reciente artículo de la CNN decía: «Superados en armamento y número, los militares ucranianos se enfrentan a dificultades de baja moral y deserción».
Las defensas ucranianas se están desmoronando claramente e incluso pueden estar llegando al punto del colapso. Cuánto tiempo llevará esto es una cuestión de especulación. Pero el resultado final no está en duda, y Occidente no puede hacer absolutamente nada para evitarlo.
Estas damas y caballeros están ansiosos por combatir hasta la última gota de sangre ucraniana. Están decididos a continuar la guerra, independientemente del terrible precio que pague el pueblo ucraniano, cuyos intereses dicen falsamente representar.
A medida que esta perspectiva se cierne cada vez más en el horizonte, un estado de pánico, rayano en la histeria, se apodera de los gobiernos occidentales.
De repente, una oleada de declaraciones alarmistas brota de los círculos políticos y militares europeos, todas ellas insistiendo en la inminente llegada del Armagedón.
En ningún lugar han logrado los belicistas una visión más pintoresca y original del Armagedón que se avecina que en Gran Bretaña. Las estúpidas bravatas y fanfarronadas, que hace tiempo sustituyeron al arte de la diplomacia, aumentan aquí de volumen cuanto más se acercan a cero la influencia y el poder reales de Gran Bretaña en el mundo.
No hace mucho, el tabloide británico de derechas Daily Mail ofreció a sus lectores una predicción futurista de lo más imaginativa sobre un ataque abrumador de Rusia contra Occidente.
La predicción incluía referencias a «tanques rusos controlados por inteligencia artificial» que iniciarían la invasión. El mapa que lo acompañaba contenía detalles escabrosos de ataques rusos a todos los países europeos imaginables (y a varios inconcebibles).
Esta aterradora obra de ciencia ficción estaba evidentemente diseñada para hacer que los lectores conservadores de clase media del DailyMail se atragantaran con sus cereales mientras leían el periódico de la mañana.
Los informes sensacionalistas de este tipo ignoran por completo el hecho de que no hay absolutamente ninguna prueba de que Rusia tenga planes de atacar a ningún país de la OTAN, ni tiene ningún interés en hacerlo. Los únicos países de Europa en los que Rusia está interesada son Bielorrusia y Ucrania, a los que nunca les permitirá entrar en la OTAN.
Todo esto no es más que el producto de una imaginación morbosa, alimentada por el pánico y el sentimiento de impotencia ante una Rusia que, lejos de estar derrotada (como habían pronosticado confiadamente el Daily Mail y todos los demás periódicos occidentales), ha salido del conflicto de Ucrania enormemente fortalecida, tanto militar como económicamente.
El objetivo de estos artículos es que, asustados ante la perspectiva de una invasión rusa inmediata, sus lectores estén dispuestos a pagar la factura de una gran cantidad de dinero que se entregará a los generales para que puedan tener nuevos y más mortíferos juguetes con los que jugar.
¿Es este el comienzo de la Tercera Guerra Mundial?
Durante varias décadas tras la Segunda Guerra Mundial, se mantuvo un estado de equilibrio incómodo entre las dos grandes potencias mundiales: EEUU y la URSS. Esto era consecuencia de una equivalencia aproximada en poder nuclear entre los dos principales antagonistas.
Por estúpidos y miopes que fueran los dirigentes de esos países, no estaban tan ciegos como para no darse cuenta de que una guerra nuclear significaría la destrucción total de ambas partes y, posiblemente, de toda la raza humana. Esta doctrina se conocía por las siglas en inglés MAD (Destrucción mutua asegurada) que significa literalmente loco.
Sin embargo, con la caída de la Unión Soviética, el mundo entró de repente en un periodo nuevo y altamente inestable. Las relaciones entre las potencias se volvieron cada vez más imprevisibles.
En un principio, todo parecía tranquilo. Se suponía que el final de la Guerra Fría marcaría el comienzo de un nuevo periodo de paz y prosperidad en el mundo. Una vez terminada la carrera armamentística, se nos aseguró que habría un llamado «dividendo de la paz», en el que el derrochador gasto en armamento sería sustituido por inversiones productivas útiles.
Un enfrentamiento directo entre grandes potencias se consideraba una probabilidad negligible. Esto liberó vastos recursos: los ejércitos de todo el mundo (no sólo en Europa) se redujeron y centraron su atención en cosas como la contrainsurgencia, que no exigía un gasto público significativo.
Pero la euforia no duró mucho.
La OTAN emprendió una marcha implacable hacia el Este, violando las promesas que se habían hecho repetidamente a los rusos de que no se extendería más allá del territorio de Alemania Oriental. Fue la amenaza de incluir a Ucrania en la OTAN la gota que colmó el vaso y provocó el sangriento conflicto actual en ese trágico país.
Ahora la rueda ha dado una vuelta completa. Una vez más, la amenaza de una guerra nuclear se sitúa en el orden del día. Pero esto no significa necesariamente que la guerra sea inevitable, ni siquiera probable.
Parece que, a pesar de todo, aún no se ha llegado a una decisión definitiva. Se están celebrando frenéticas negociaciones en Washington, donde, como hemos visto, existen serias dudas sobre todo este asunto. Los belicistas tienen prisa porque temen que, si Trump gana las elecciones en noviembre, podría decidir abandonar Ucrania por completo, e incluso, posiblemente, salirse de la OTAN.
Parece más que probable que los estadounidenses intenten todo tipo de artimañas diplomáticas para salir de este dilema. Tengo entendido que ahora han presentado a los ucranianos una larga lista de preguntas, solicitando aclaraciones sobre cuáles son sus intenciones precisas para el uso de estos misiles, en caso de que se conceda el permiso.
A la pregunta de si Estados Unidos permitiría que las armas que suministra se utilizaran para atacar objetivos en el interior de Rusia, Blinken respondió que todo uso de armas debía ir unido a una estrategia.
Dijo que uno de los objetivos de la visita de esta semana: «es escuchar directamente de los dirigentes ucranianos, incluido… el Presidente Zelenskyy, cómo ven exactamente los ucranianos sus necesidades en este momento, hacia qué objetivos, y qué podemos hacer para apoyar esas necesidades».
La dificultad estriba en que Zelensky y sus compinches no tienen absolutamente ninguna respuesta a estas preguntas. Están cada vez más impacientes y frustrados por lo que consideran titubeos en Washington. Por eso Zelensky estaba tan interesado en reunirse con Joe Biden, con la esperanza de que las cosas volvieran a ponerse en marcha.
Si lo consigue o no, es una cuestión de especulación. La enmarañada red de intrigas y contra intrigas que se hace pasar por diplomacia en Washington nunca es fácil de entender. Pero en el pasado, los estadounidenses han tendido a decir inicialmente que no a las demandas ucranianas, para luego cambiar de opinión y finalmente capitular ante ellas.
La cola sigue moviendo al perro.
Decidan lo que decidan, no supondrá ninguna diferencia fundamental ni en el curso de la guerra en Ucrania ni en su resultado final.
Sin embargo, como pueden ver, los belicistas nunca están satisfechos. Continuarán su peligroso y temerario curso hasta el amargo final, y el pueblo llano pagará la factura en su totalidad.
Es deber fundamental de los comunistas y de todos los trabajadores y jóvenes avanzados luchar contra la guerra y el imperialismo. Está en juego el destino del mundo entero y de la propia humanidad.
La Internacional Comunista Revolucionaria ha llamado a una amplia campaña internacional para luchar contra el militarismo y el imperialismo. A cualquiera que se tome en serio acabar con la guerra, el militarismo y el imperialismo, ya sea un individuo o una organización, le decimos: trabajemos juntos, ¡es el momento!
El capitalismo debe morir para que la humanidad pueda vivir.
¡Abajo los belicistas!
¡Dejen de apoyar a Israel y Ucrania! ¡Cese inmediato de toda ayuda y armas a los belicistas reaccionarios Netanyahu y Zelensky!
¡Abajo la OTAN y el imperialismo norteamericano, principal causa de guerras e inestabilidad en el mundo actual!
No al despilfarro en armamento. ¡Por un programa de obras públicas útiles!
Más viviendas, escuelas y hospitales; ¡no bombas, misiles y otros medios de destrucción!
Luchemos por la expropiación de los banqueros y capitalistas cuya ambiciosa codicia por los beneficios es causa constante de guerras y crisis.
Por un plan de producción socialista armonioso, basado en la satisfacción de las necesidades humanas, no en los beneficios de unos pocos y sus guerras reaccionarias.
Lucha por un mundo socialista libre de la lacra de la pobreza, la explotación, las guerras y la opresión.
El 24 de agosto, Pavel Durov, multimillonario ruso propietario de la aplicación de mensajería encriptada Telegram, fue detenido por la policía francesa. Interrogado durante cuatro días, ayer fue trasladado a un tribunal y acusado de todos los cargos. Ahora, a la espera de juicio, ha quedado en libertad bajo fianza de 5 millones de euros, debe visitar a la policía francesa dos veces por semana y se le ha impedido salir de Francia. También hay una orden de detención contra su hermano, cofundador de Telegram.
[Nota: desde que se escribió este artículo el 2 de septiembre, Telegram ha anunciado una serie de cambios a su servicio que parecerían indicar que Durov, bajo enorme presión judicial, llegó a algún tipo de acuerdo con las autoridades francesas]
Esta medida increíblemente audaz de las autoridades francesas se ha presentado como una operación rutinaria de ciberdelincuencia contra la proliferación de pornografía infantil y otras actividades nefastas. El propio Macron ha asegurado que la detención «no es política».
Pero la idea de que una pequeña oficina del Ministerio de Justicia persiga unilateralmente al «Mark Zuckerberg» de Rusia, que resulta ser el guardián de las comunicaciones privadas de casi mil millones de personas, es irrisoria.
Al contrario: se trata de un ataque político sin precedentes y escandaloso contra la libertad de expresión y la privacidad de las comunicaciones. El objetivo del Estado francés y sus aliados es acceder a la ingente cantidad de información de los usuarios de Telegram, sentar un precedente legal y enviar el mensaje de que cualquier servicio de mensajería que no permita a la policía secreta husmear en sus contenidos será castigado con todo el peso de la ley.
¿Complicidad?
A Durov se le ha imputado una letanía de cargos escandalosos, que incluyen venta de drogas, fraude y posesión de pornografía infantil. Sin embargo, ninguno de estos delitos ha sido cometido por el propio Durov. Más bien se le acusa de ser cómplice de todas las fechorías que han tenido lugar en su plataforma.
Esto es claramente ridículo, igual que sería ridículo acusar a Johannes Gutenberg de toda la basura que se imprime en papel. En realidad, los delitos de complicidad son un asunto secundario para la policía francesa. Muchos criminales ricos, y facilitadores del crimen, han disfrutado de estancias en Francia sin problemas.
El gobierno de Macron ha agasajado a tiranos de todo el mundo, incluidos carniceros saudíes y criminales de guerra israelíes. La policía francesa ciertamente no tuvo problemas con la «complicidad» de Durov cuando, en 2018, fue invitado personalmente a una cena privada con Macron, quien le pidió que trasladara la sede de Telegram a París.
La verdadera importancia de la detención está señalada por los siguientes cargos, que se mezclan entre la cortina de humo de acusaciones escandalosas:
«Negativa a comunicar, a petición de las autoridades competentes, información o documentos necesarios para la realización y el funcionamiento de las interceptaciones permitidas por la ley» y «Prestación de servicios de criptología destinados a garantizar la confidencialidad sin Declaración certificada» [el subrayado es mío].
A principios de este año, Europol, la agencia policial de la UE, planteó el caso de forma más contundente y emitió una declaración en la que exigía que se prohibiera el cifrado de extremo a extremo y que los monopolios tecnológicos incorporaran puertas traseras en sus sistemas para que las empresas y la policía pudieran controlar sus datos. Esto es realmente de lo que se trata esta detención.
Telegram
Este ataque es sólo el más reciente y audaz de los intentos de varios gobiernos, por las buenas o por las malas, de hacerse con los datos en poder de Durov.
Durov y su hermano fundaron inicialmente VKontakte, un equivalente ruso de Facebook, en 2006. A partir de 2011, en medio de las protestas contra el régimen ruso, recibieron presiones para revelar la identidad de los manifestantes al FSB y vender la plataforma a un oligarca leal a Putin. Lo mismo ocurrió durante el movimiento Maidan de 2013-2014, en el que, al negarse, Durov vio allanada su casa y fue obligado de hecho a vender VKontakte al régimen. Fue despedido como director general de la empresa y huyó de Rusia.
En 2013, tras la filtración de Edward Snowden de que Microsoft, Google, Apple y otros monopolios tecnológicos habían concedido acceso por la puerta trasera a los servicios de inteligencia estadounidenses, Durov fundó Telegram, una plataforma de mensajería segura.
Telegram creció rápidamente hasta convertirse en una de las aplicaciones de mensajería más populares del planeta y atrajo la ira de gobiernos de todo el mundo. En 2017, Durov sufrió el hackeo de su teléfono en una operación conjunta de Francia y Emiratos Árabes Unidos (es ciudadano de ambos países), e informa de que es recibido constantemente por agentes del FBI en el aeropuerto, intentando obtener su cooperación. Debido a su constante negativa a entregar información, Telegram ha sido prohibido (temporal o permanentemente) en 31 países desde 2015.
Pero Telegram es popular precisamente porque hasta ahora ha resistido estas presiones. En la actualidad, Telegram cuenta con 950 millones de usuarios activos mensuales, frente a los 500 millones de 2021. Es un punto ciego en el vasto aparato de vigilancia de las clases dominantes del mundo y, como resultado, la plataforma se ha convertido en un refugio para aquellos que quieren comunicarse de forma segura.
Junto a narcotraficantes, pornógrafos, Zelensky, Hamás e, irónicamente, el gabinete francés, Telegram ha sido un medio clave de organización de protestas y movimientos revolucionarios en Hong Kong, Irán, Tailandia y Bielorrusia, entre otros.
En Ucrania, Telegram se ha convertido en una fuente de noticias para al menos el 70% de la población. La plataforma es la principal fuente de información actualizada sobre el campo de batalla, información que no coincide necesariamente con el coro de la propaganda occidental. Incapaz de controlar el flujo de información, el gobierno ucraniano ha atacado públicamente a Telegram , y el año pasado incluso amenazó con prohibirlo por completo.
Telegram es, por tanto, uno de los tesoros de información más jugosos del mundo, información que todas las potencias imperialistas tienen interés en asegurarse, tanto por motivos ofensivos como defensivos. Si algún gobierno consiguiera acceder a las claves de cifrado y descifrara esta hucha -lo que requeriría la cooperación de Durov-, sería un arma enorme en manos de sus servicios de inteligencia, que podrían utilizar para espiar, comprometer o decapitar a cualquier organización opositora que utilizara la plataforma.
Es una perspectiva tan tentadora que ha llevado a la «democrática» Francia a cometer una violación tan descarada de la democracia.
Este acto no es un hecho aislado. Tras la detención de Durov, la UE y la India han revelado que están iniciando sus propias investigaciones sobre la plataforma.
Sería extremadamente sorprendente que la inteligencia estadounidense no tuviera algo que ver con esto. La Agencia Nacional de Seguridad [NSA], las orejas del imperialismo estadounidense, controla un vasto aparato mundial de vigilancia que, a partir de 2021, se reveló que apuntaba directamente a más de 230.000 individuos y organizaciones, y recopilaba cientos de millones de comunicaciones, extranjeras y nacionales.
Como es sabido, las filtraciones de Snowden de 2013 revelaron que la NSA había llegado a acuerdos secretos con monopolios tecnológicos para espiar el tráfico que pasa por sus plataformas, dando a la inteligencia estadounidense acceso ilimitado a la mensajería «privada» en Whatsapp, Instagram, IMessage y Facebook. Pero los usuarios de Telegram han quedado fuera de su alcance. Un documento filtrado del FBI de 2021 que desglosa a qué puede acceder legalmente la agencia de cada plataforma de mensajería muestra que Telegram es la más opaca. Por lo tanto, y especialmente por su valor para el imperialismo ruso, comprometer Telegram es de especial interés para Washington.
Represión de la libertad de expresión
Hoy en día, Internet, y en particular las redes sociales, desempeñan un papel importante en la facilitación de la lucha de clases, como bien entiende la clase dominante. Es un medio sin precedentes de comunicación instantánea y global que puede utilizarse como herramienta para informar, reunir y coordinar a grandes masas de personas, como se ha visto desde la Primavera Árabe hasta Kenia y Bangladesh más recientemente, donde esos gobiernos cerraron Internet precisamente para bloquear esta vía de comunicación. En consecuencia, se ha convertido en un importante objetivo de la represión gubernamental. En los últimos cinco años, 30 países diferentes han desconectado Internet 191 veces durante protestas.
Sin embargo, el actual asalto a la libertad de expresión no se limita al mundo digital. Activistas propalestinos de toda Europa y América han sido objeto de un aluvión de ataques escandalosos por parte del Estado.
Recientemente, Richard Medhurst, periodista propalestino con muchos seguidores en X/Twitter, fue sacado a rastras de un avión, detenido por la policía británica y retenido en condiciones humillantes durante 24 horas. Grabado todo el tiempo, se le negó el derecho a una llamada o a conocer el motivo de su detención. Para aumentar el carácter orwelliano del atentado, Medhurst había reservado su billete de avión el mismo día, lo que implica que estaba siendo vigilado y directamente perseguido. Es el primer periodista acusado en virtud del artículo 12 de la Ley de Terrorismo del Reino Unido.
Asimismo, en 2023, el editor francés de izquierdas Ernest Moret fue detenido cuando se dirigía a la Feria del Libro de Londres. En un ataque que revela la escandalosa cooperación de las policías británica y francesa para acosar a los disidentes políticos, Moret fue detenido en virtud de la legislación antiterrorista por su participación en las protestas francesas contra la reforma de las pensiones (que eran perfectamente legales). Se le interrogó sobre si apoyaba a Macron, se incautaron su teléfono y su ordenador portátil durante más de 10 semanas y se descargó su tarjeta sim. En este caso, la policía británica se vio obligada a disculparse y a pagar 500.000 libras de indemnización.
Pero esta disculpa es una excepción a la regla. Innumerables manifestantes, periodistas y estudiantes han sido acosados, intimidados o encarcelados en los últimos meses, incluidos comunistas de la ICR.
Al igual que la victimización de Snowden, Assange y Manning, todo ello forma parte de una campaña de persecución política. Bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo y la delincuencia, los policías de las potencias imperialistas «democráticas» están golpeando y amenazando a todos aquellos lo suficientemente audaces como para oponerse a sus atrocidades en el país y en el extranjero.
Los comunistas y la libertad de comunicación
No sentimos especial simpatía por Pavel Durov, un multimillonario excéntrico. Sin embargo, su mérito es que, sea cual sea su motivación, haya mantenido su integridad frente a la intrusión de las agencias de inteligencia de todo el mundo.
El carácter personal de Pavel Durov es totalmente secundario. Su verdadero delito es negarse a ayudar al Estado francés y a sus amigos a espiar a los usuarios de Telegram. En realidad, el caso se reduce a si el Estado debe tener derecho a espiar las comunicaciones de particulares en un foro privado.
Nosotros, como comunistas, nos oponemos inequívocamente a la detención de Durov, que se burla completamente de la libertad de comunicación. Una auténtica democracia garantizaría el derecho de organización, expresión y publicación sin la vigilancia de la policía secreta.
Pero, ¿cómo puede garantizar esto la «democracia», es decir, la democracia capitalista, cuando la vida privada de casi mil millones de personas está ahora a merced de la integridad de un solo hombre? Cuando los medios de comunicación están en manos de capitalistas individuales, la auténtica libertad de expresión siempre estará limitada por sus intereses privados, que, en general, se solapan con los del Estado, como demuestra la capitulación de la mayoría de los multimillonarios tecnológicos ante la NSA.
Los «demócratas» burgueses presentan el comunismo como la antítesis de la libertad de expresión. Pero bajo el capitalismo la libertad de expresión siempre está amenazada. No es una garantía, sino una herramienta que nos pueden arrebatar cuando sea necesario. En el contexto de la crisis mundial del capitalismo y de una marea creciente de lucha de clases, los defensores de la clase capitalista prescinden cada vez más de sus herramientas democráticas en favor de la mordaza y la porra.
En última instancia, ninguna aplicación, por muy segura que pretenda ser, puede garantizar una auténtica libertad de expresión. La única garantía real sería un mundo sin NSA, GCHQ, gigantes tecnológicos multimillonarios y Estados con interés en acabar con la disidencia para mantener la libertad de una minúscula minoría adinerada para explotar al resto de la humanidad. Es decir, el comunismo.
El lanzamiento de la Internacional Comunista Revolucionaria (ICR) el pasado mes de junio, fue un gran acontecimiento que ha provocado importantes expectativas en miles de revolucionarios de todo el mundo. Las diferentes secciones nacionales de la ICR están creciendo a buen ritmo, y lo harán más a lo largo de los meses venideros. La reacción histérica de algunos medios de comunicación burgueses al relanzamiento de nuestras secciones como organizaciones comunistas revolucionarias, en países como EEUU, Gran Bretaña, Suiza, Dinamarca, y otros, nos reafirma en que vamos por buen camino.
Desafortunadamente, algunos de la llamada “izquierda revolucionaria” no están felices con estos avances de la ICR. Con la mentalidad de pequeños tenderos enfadados por el miedo a la competencia, se dedican a lanzar todo tipo de fango, falsedades y tergiversaciones sobre nuestra Internacional con la esperanza de que eso melle de alguna manera nuestro desarrollo. Les auguramos un rotundo fracaso en sus intentos.
Recientemente, tuvimos conocimiento de un artículo de este espécimen escrito por Nathaniel Flakin, dirigente de un minúsculo grupo de EEUU llamado “Left Voice”. Este grupo forma parte de una corriente internacional llamada Fracción Trotskista-Cuarta Internacional (FT-CI), que Flakin proclama, ni más ni menos, como “el proyecto trotskista más grande y exitoso del mundo”. Su principal referente es el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), de Argentina.
El artículo es un ataque vitriólico contra la Corriente Marxista Internacional (CMI) –que fue refundada como ICR en su conferencia constitutiva de junio– en la mejor versión de la amalgama estalinista: miente, inventa, tergiversa y calumnia sobre nuestra historia y nuestras posiciones políticas, en casi cada una de sus frases ¡un logro realmente notable! Por supuesto, en el 90% de sus afirmaciones mentirosas y de medias verdades, nuestro amigo Nathaniel Flakin no se molesta siquiera en adjuntar un enlace a nuestras páginas web para que el lector pueda comprobar por sí mismo la veracidad de sus aseveraciones. ¿Para qué dejar que los hechos estropeen una buena historia? Y en los casos, escasísimos, donde se molesta en hacerlo se trata de artículos sueltos escritos hace 15 o 20 años, fuera de todo contexto y de la realidad actual.
El camarada Flakin, “revisando” nuestra historia, nos acusa en su artículo de socialdemócratas, centristas, oportunistas, proimperialistas, “jaleadores” de Chávez, de apoyar a gobiernos burgueses en Venezuela, México y Bolivia y, lo más sorprendente, de “antipalestinos” (!!). Por alguna razón, dedica una parte sustancial de su artículo a acusarnos de tener como una actividad principal ¡la defensa de los “sindicatos policiales”! Vamos, que la Corriente Marxista Internacional (CMI) antes, y la ICR ahora, son lo peor de lo peor y ninguna persona sensata debería acercarse a nosotros. La única acusación contra la CMI que le ha faltado a nuestro chistoso amigo Flakin es que hayamos organizado el asesinato de Rosa Luxemburgo, del “Che” Guevara, y quién sabe si hasta de Jesucristo.
Para hacerle justicia a Nathaniel, debemos decir que no hay nada nuevo en la mayoría de estas “acusaciones” que no nos hayan lanzado montones de grupos ultraizquierdistas y pseudotrotskistas, con monótona regularidad durante décadas. Gran parte de ellas ya fueron respondidas extensamente por Alan Woods hace 20 años en un ataque similar protagonizado por el Partido Obrero de Argentina, que los lectores pueden leer para comparar.
La verdad es que a Flakin y a la FT-CI no les mueve ninguna pretensión de polemizar honestamente con la ICR sobre diferencias programáticas y políticas, ni elevar el nivel político de su militancia y de la discusión. Por el contrario, solo les mueve el rencor y tratar de desacreditar a la ICR con todo tipo de afirmaciones escandalosas por la simple razón de que ven en ella, y por muy buenas razones, a un adversario político formidable. Es seguro que muchos de los buenos y dedicados militantes de su organización están formulando dudas y preguntas a sus dirigentes sobre la ICR y su desarrollo en muchos países. Y la dirección solo puede proporcionarles una catarata de insultos hacia la ICR. Estas no son muy buenas credenciales para una organización que se reclama marxista revolucionaria y dice luchar por la revolución socialista mundial.
Para responder adecuadamente a la cantidad de desatinos y tergiversaciones lanzados por Flakin, necesitaríamos escribir todo un libro, pero no podemos desperdiciar nuestro tiempo ni aburrir al lector. Aun así, lamentablemente, nuestra respuesta debe ser necesariamente algo más extensa que las 3100 palabras que nos ha dedicado el compañero Nathaniel. Mentir en una frase solo ocupa 6 o 7 palabras, pero responder a cada mentira y falsificación ocupa unas cuantas palabras más. De cualquier modo, y este es el principal motivo que nos ha animado a responder a Flakin, queremos aprovechar esta polémica para pasar revista al “proyecto trotskista más grande y exitoso del mundo” que dicen representar la FT-CI y el PTS argentino, con la diferencia metodológica respecto a la empleada por Nathaniel y la FT-CI, de citar honestamente y adjuntar los enlaces a su web de las posiciones que someteremos a crítica.
Y es por aquí por donde vamos a comenzar.
“El proyecto trotskista más exitoso del mundo”
Nuestro amigo Flakin, que acusa en su artículo a Ted Grant (dirigente histórico de la CMI) y a Alan Woods (dirigente de la ICR) de “maestros de lo autoproclamatorio”, no tiene ningún empacho en afirmar que: “En Argentina, el PTS y el FIT–U[1] representan el proyecto trotskista más grande y exitoso del mundo”. Si esto no es el pináculo de la autoproclamación, no sabemos qué puede ser tal cosa. En su entusiasmo, el compañero Flakin declara orgulloso que el FIT-U consiguió 700.000 votos en las últimas elecciones presidenciales del pasado mes de noviembre de 2023. Para medir lo “grande y exitoso” de este proyecto es necesario apuntar su porcentaje de voto, que fue exactamente ¡el 2,7%!, un dato que olvidó mencionar nuestro amigo Nathaniel. Este bajísimo porcentaje de voto destaca todavía más porque en Argentina el FIT-U era la única lista de izquierda (reformista o revolucionaria) que se presentaba a estas elecciones, y por lo tanto no tenía competencia en ese campo.
Tampoco este caudal de votos es una novedad. Ya en 2005 –¡hace prácticamente 20 años!– la suma de votos que consiguieron por separado los actuales partidos que conforman el FIT-U fue de 670.000, casi los mismos que ahora, pese al importante incremento experimentado por el padrón electoral desde entonces. Con altibajos, este porcentaje de votos (un 2%-4%) es el que ha venido consiguiendo el FIT desde su formación en 2011. Una excepción, que podía haber marcado una ruptura clara con este estancamiento de décadas, fue el resultado del FIT-U en las elecciones legislativas argentinas de 2021, cuando consiguió 1,28 millones de votos y el 5,41%. Pero el compañero Flakin, extrañamente, se cuida de aportar esta información en su artículo laudatorio hacia el PTS y el FIT-U. Sí, es muy extraño, ya que parece un resultado muy destacable que habría que gritar a los cuatro vientos ¿Por qué lo calla, entonces, nuestro querido Nathaniel? Por una razón muy conveniente: porque tendría que explicar cómo es posible que sólo dos años más tarde, en medio del completo descrédito del kirchnerismo y de la derecha tradicional argentina, y en medio de la mayor crisis social desde el Argentinazo, el FIT-U perdiera 500.000 votos en las últimas elecciones legislativas de 2023, una reducción del 40% de los votos conseguidos dos años antes. Claro, para explicar esto habría que ser honesto con los hechos y los datos, y decir la verdad a la cara, algo que está muy lejos de las pretensiones del compañero Flakin, tanto en esto como en todo lo demás.
Por supuesto, los dirigentes del PTS y del FIT-U no hicieron ninguna autocrítica por estos malos resultados, y lo atribuyeron todo a la “polarización”, “el miedo a Milei” y demás lugares comunes para salvar el prestigio de sus dirigentes.
Flakin ensalza los 5 diputados nacionales conseguidos por el FIT-U en el parlamento argentino, pero olvida mencionar que en Argentina la cámara de diputados renueva la mitad de sus bancas cada dos años y el FIT-U tuvo la suerte de que ninguno de sus 4 diputados conseguidos en 2021 tuviera que renovar su banca en las elecciones de 2023. Simplemente, añadió un diputado más en las elecciones de octubre pasado. Pero si hubiera tenido que renovar los otros 4 diputados, dado que su voto se desplomó, con seguridad habría perdido la mitad de su representación.
A nosotros no nos extraña el mal resultado del FIT-U en las últimas elecciones. A espaldas de la ardiente realidad social, su dirección diseñó una campaña electoralista con consignas políticas y economicistas insulsas y rutinarias, tales como: “Levanta la izquierda” (sic), “Contra el ajuste de los candidatos del FMI”, por más salario mínimo y jubilaciones, etc., cuando se requerían consignas de clara ruptura con el régimen para conectar con el ambiente de rabia que había en amplias capas de la clase obrera y de la juventud. En contraste, el equipo de campaña del ultraderechista Milei entendió mucho mejor la situación, lanzando mensajes simples y demagógicos, pero contundentes, que conectaban con este ambiente: “Vota contra la casta” (que copió de Podemos en España) o “Por un país donde los honestos, los que se rompen el lomo trabajando salgan ganando”, o “que nadie viva de tu trabajo”, etc., apelando ambiguamente por igual a la pequeña burguesía y a los trabajadores.
La izquierda argentina, por sus errores sectarios, no ha sido capaz de ser visualizada como una alternativa relevante a tener en cuenta. Fuente: La Izquierda Diario
La verdad debe ser dicha. La campaña del FIT-U careció de conexión con el gran drama social existente en el país. No querían mostrar un cariz excesivamente radical que supuestamente redujera sus expectativas de voto, cuando lo contrario era la verdad. Ante capas amplias de trabajadores y jóvenes lo que se demandaba era una posición radical de rechazo claro al régimen existente. El FIT-U fracasó en mostrar esta alternativa. Su mojigatería electoralista les pasó factura.
Flakin se molesta porque “la CMI plantea vagas críticas al FIT–U, acusándolo de ‘deriva parlamentarista’”. Pero nuestra crítica no es vaga, sino muy precisa, y está totalmente justificada. El colofón de esta deriva parlamentarista es la consigna que corona desde hace años el programa del FIT-U:
“Contra los pactos a espaldas del pueblo para ajustar y entregar el país, luchamos por imponer la institución más democrática concebible dentro de este régimen político: una Asamblea Constituyente. No como la de 1994 ni la de Jujuy, sino una Libre y Soberana, que exprese verdaderamente la voluntad popular y donde se debatan los grandes problemas nacionales, desde las leyes e instituciones que nos gobiernan hasta los derechos sociales y económicos” (negritas en el original).
Pero, vamos a ver, una Asamblea Constituyente no es más que un parlamento burgués que, como el mismo PTS reconoce, se ubica “dentro de este régimen político” capitalista, y cuyo cometido es elaborar una Constitución para el país. Los adjetivos “Libre” y “Soberana”, añadidos para impresionar, no cambian su naturaleza. Así, para llevar adelante el supuesto programa socialista del FIT-U no haría falta el poder obrero, la toma del poder por la clase obrera, sino –fíjese el lector– el parlamento burgués “más democrático concebible”, como si pudiese existir un capitalismo más amable y democrático que el actual régimen capitalista argentino. Claro –dicen– sería una Asamblea Constituyente diferente de las anteriores –“no como la de 1994” que fue convocada por el entonces presidente Carlos Menem– sino otra más bonita y democrática que solo existe en la imaginación de los dirigentes del PTS y del FIT-U. Si esto no es una “deriva parlamentarista”, puro cretinismo parlamentario, ¿qué puede ser? Y el paladín del “trotskismo más exitoso del mundo”, nuestro amigo Flakin, tiene el desparpajo de acusar a la ICR de “posiciones oportunistas”.
Por cierto, los dirigentes del PTS dicen que luchan por “imponer” esa Asamblea Constituyente ideal ¿Cómo piensan hacerlo? No lo dicen ¿Acaso con una insurrección popular, una suerte de nuevo Argentinazo? Pero si ese fuera el caso, si la clase trabajadora argentina y demás sectores populares oprimidos, acumularan tal fuerza y energía para desmantelar el actual sistema parlamentario burgués corrupto y desprestigiado ¿Por qué fijarse como objetivo “imponer” un nuevo parlamento burgués? ¿Por qué no elevar el horizonte de las masas oprimidas que se lanzan a la lucha revolucionaria hacia el “poder obrero y popular”?
Hablemos claro, este confusionismo programático no es casual ni un malentendido, es la posición de una organización que elude plantear ante la clase obrera la tarea central revolucionaria, porque – fíjense ustedes – hablar de poder obrero no da votos entre las capas más conservadoras de la clase. En lugar de utilizar la lucha parlamentaria para agitar ante capas amplias sobre la necesidad de expropiar a los ricos y de que los trabajadores tomen el control de la sociedad, se sacrifica esto último con el fin de conseguir unas pocas bancas en el parlamento rebajando el programa socialista y el horizonte revolucionario de lucha de la clase trabajadora.
Para decir toda la verdad, el fracaso electoral del FIT-U va más allá de aspectos programáticos, consignas y campañas. En realidad, sus resultados electorales son solo un reflejo de sus débiles raíces en la clase trabajadora argentina por el fracaso de sus métodos sectarios en relación a los movimientos de masas en Argentina, que se encolumnan mayoritariamente, guste o no, alrededor del heterogéneo movimiento peronista.
Lo que deben reflexionar los dirigentes del FIT-U y los abnegados militantes de los partidos que lo componen es por qué, pese a las décadas de rica experiencia de la clase obrera argentina, que incluye explosiones revolucionarias, huelgas colosales, levantamientos populares, períodos de reflujo y desmoralización, boom económico, catástrofes económicas, destrucción de partidos tradicionales y centenarios, surgimiento explosivo de otros nuevos, etc., la izquierda revolucionaria argentina no ha sido capaz de ser visualizada como una alternativa relevante a tener en cuenta, aunque sólo sea por el hecho de que en Argentina no existe nada comparable a los partidos de izquierda reformista de masas que vemos en otros países de América Latina y Europa y, por tanto, no tienen competencia en ese campo. La razón de este fracaso es el sectarismo y la incapacidad orgánica de sus dirigentes de comprender la táctica del frente único con las masas de carne y hueso que componen la clase trabajadora de este país; es decir, su incapacidad para tender la mano a los millones que siguen o se organizan alrededor de las organizaciones de masas (sean peronistas, reformistas, u otras) para golpear juntos por los intereses comunes de la clase obrera y contra el enemigo de clase; al mismo tiempo que mantienen su independencia política y programa revolucionario, y su libertad de critica a las direcciones de esas organizaciones.
El FIT-U y el kirchnerismo
Flakin se cree muy gracioso cuando afirma sin sonrojarse que: “Tan solo hace una década, Woods llamaba a los marxistas argentinos a unirse a la coalición progresista burguesa de Néstor y Cristina Kirchner”. Estaríamos encantados de que Flakin o sus amigos en Argentina nos hicieran saber cuándo, dónde, en qué escrito o discurso, hizo Alan Woods esa recomendación. Nos quedaríamos esperando eternamente, porque es una pura invención de la mente febril de Flakin, como todo lo demás. Lo que Alan Woods y la CMI recomendaron a la izquierda argentina era que debía desarrollar políticas de frente único para conectar con la clase obrera cuya mayoría aplastante apoyaba al kirchnerismo. Lamentablemente, nuestro consejo cayó en oídos sordos.
La realidad fue que, en el período de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, la izquierda representada por los partidos que componen el FIT-U apareció ante los ojos de amplias capas de la población, de la mano de la derecha. Y no han podido desembarazarse todavía de ese estigma ante los ojos de muchos trabajadores. Sí, el kirchnerismo[2] tenía en ese momento una dirección burguesa, pero de un carácter peculiar. Surgido tras la resaca del Argentinazo –el estallido revolucionario popular de 2001-2002– el kirchnerismo (Néstor Kirchner fue elegido presidente del país en 2003) se presentaba con un perfil socialdemócrata e interclasista que, aunque salvaguardaba los intereses de conjunto de la burguesía, se apoyaba en las masas de la clase obrera para intentar disciplinar los apetitos más depredadores del capitalismo argentino a fin de conjurar nuevas explosiones sociales. Esto lo obligó a hacer importantes concesiones en materia económica (reestatizando el sistema de jubilación y empresas como la petrolera YPF, etc.), en derechos sociales (subsidios por hijo a familias pobres, subsidios a la energía y el transporte, etc.) y en el terreno democrático (juzgando a los genocidas del proceso militar de 1976-1983, ley de medios de comunicación antimonopolista, etc.). Al tratar de equilibrarse entre la clase trabajadora y la clase dominante –ora girando hacia la una, ora girando hacia la otra– nunca fue un gobierno cómodo para la burguesía argentina, que tenía sus propios partidos en quien confiar (la radicales, la derecha peronista, el PRO de Macri, etc.).
La izquierda le entregó al kirchnerismo el monopolio de la resistencia contra la derecha. Fuente: BBC
Lo llamativo es que la izquierda que hoy se encuadra en el FIT-U, se negó a dar un apoyo crítico a ninguna de aquellas medidas que suponían un avance social o democrático, apareciendo en el mismo coro de la derecha en contra de las mismas. En su razonamiento obtuso, pensaban que si daban algún tipo de apoyo crítico a estas reformas progresistas, eso incrementaría la autoridad del gobierno kirchnerista. En realidad, eso les habría ayudado a deslindar de la derecha y les habría conferido autoridad para ganar el oído de un sector de la clase obrera afín al kirchnerismo para mostrar las insuficiencias de éste y la necesidad de una alternativa de clase al nacionalismo pequeñoburgués argentino que aquél representaba.
En ese periodo, el gobierno de Cristina Fernández (esposa de Kirchner y su sucesora como presidenta del país entre 2007 y 2015) sufrió un acoso brutal por parte de la derecha y sus medios de comunicación que buscaban activamente su derrocamiento, con la movilización reaccionaria de la pequeña burguesía en su contra. Lamentablemente, en dicho lapso, la izquierda apareció a los ojos de amplias masas posicionándose con el enemigo de clase. Tal fue la vergonzosa conducta de dos de los partidos que integran hoy el FIT-U, Izquierda Socialista (IS) y el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) que, como reconoce el mismo PTS, formaron un bloque con la derecha y los terratenientes de la Sociedad Rural, participando notoriamente en sus movilizaciones reaccionarias durante 2008 en contra de los impuestos de exportación a los productos agrícolas. Los otros dos partidos del FIT-U, PTS y Partido Obrero, mantuvieron una cómoda equidistancia, en lugar de denunciar en primer lugar a los terratenientes de la Sociedad Rural y las maniobras reaccionarias de la derecha. Pero el comportamiento más desafortunado se dio en los años 2012-2014, cuando la izquierda argentina se unió de manera entusiasta a los paros y huelgas generales de los sectores de la burocracia sindical desafectos con el gobierno que, o bien perseguían sus propios intereses de casta (CGT de Moyano y CTA de Micheli) o estaban ligados abiertamente a la derecha (CGT de Barrionuevo), con el único fin de debilitar al gobierno de Cristina Fernández y provocar su caída. En ninguno de estos paros, en absolutamente ninguno, se plantearon reivindicaciones dirigidas a los empresarios privados. Todos estos paros fueron apoyados abiertamente por la derecha y la patronal terrateniente, la Sociedad Rural.
De esta manera, la izquierda le entregó al kirchnerismo el monopolio de la resistencia contra la derecha y éste pudo construir así su épica “antioligárquica”, mientras la izquierda se desprestigiaba.
El gran drama en Argentina es que la izquierda revolucionaria, con sus errores sectarios, fue incapaz de construir por anticipado un puente hacia los trabajadores kirchneristas. Eso le habría permitido ganar para las ideas del marxismo a miles de trabajadores y jóvenes de entre sus capas más avanzadas tras el descrédito y el inevitable fracaso del kirchnerismo. En cambio, hoy, permanece aislada y sigue siendo vista con escepticismo por la mayoría de la clase trabajadora de este país.
El FIT-U: una bolsa de gatos
En realidad, el FIT-U es un ejemplo poco inspirador de lo que debe ser un frente único genuino de organizaciones revolucionarias. Si algo ha caracterizado a la izquierda “trotskista” argentina han sido sus peleas y ataques mutuos despiadados durante décadas que han llevado el fastidio y el escepticismo a amplias capas de trabajadores que se acercaban a ella. La propia formación del FIT-U no tuvo nada que ver con una genuina política de frente único que tuviera en cuenta los intereses de la clase obrera argentina. Durante años, las campañas electorales eran una manera que tenían los diferentes partidos y grupos “trotskistas” de “hacer caja”, para financiar sus aparatos y actividades, ya que el Estado argentino abona dinero a los partidos y coaliciones electorales por cada voto recibido y diputado conseguido. Fue la reforma electoral de 2011 del entonces gobierno de Cristina Fernández, con la instauración de las elecciones primarias simultáneas y obligatorias (PASO) que imponía a cada partido o coalición conseguir al menos el 1,5% de los votos para poder presentarse a las elecciones, lo que obligó al PTS y demás partidos que ahora conforman el FIT-U a coaligarse para alcanzar conjuntamente ese 1,5%, si querían tener la posibilidad de presentarse a las elecciones. No les movieron los intereses de la clase obrera para unirse, como proclaman pomposamente, sino sus intereses de aparato.
La campaña del FIT-U careció de conexión con el gran drama social existente en Argentina. Fuente: FIT-U
Lo realmente cómico es que la ferocidad de los ataques mutuos entre los partidos que conforman el FIT-U no cesó ni un minuto tras su formación, y continúan. Así, en la campaña de las PASO en agosto de 2023, para elegir los cabezas de lista del FIT-U para las elecciones de octubre de ese año, se presentaron dos listas enfrentadas. Aquí Gabriel Solano, dirigente del Partido Obrero, acusó a la candidata del PTS, Myriam Bregman, de “blanquear al kirchnerismo” y de girar en torno a “la clase media progresista” en lugar de hacerlo alrededor de “los sectores populares”. Por su parte, el PTS acusó antes al PO de “adaptarse al régimen y al Estado [capitalista]”, y al MST (otro de los integrantes del FIT-U) de “estrategia oportunista”. ¿Puede alguien dudar del efecto deprimente que este tipo de acusaciones y de actitudes provoca en cualquier obrero y joven argentino corriente que sigue al FIT-U o simpatiza con él? Aparte de eso, los integrantes del FIT-U carecen de una política de frente único entre ellos mismos en ningún campo de la lucha de clases: ni a nivel sindical, vecinal, piquetero ni estudiantil. Cada uno tiene su propia plataforma, separada y enfrentada a las demás, en cada uno de estos campos de lucha.
Si este es el tipo de “proyecto exitoso” que el amigo Nathaniel nos recomienda a los comunistas revolucionarios de la ICR, cortésmente declinamos el ofrecimiento. Al final, el FIT-U es un mero proyecto electoralista, donde sus integrantes se odian y atacan despiadadamente. Sólo les une el espanto, la mera supervivencia política electoral y, de paso, sostener su dependencia de la financiación del Estado burgués que aquélla conlleva.
Un programa confuso y calculadamente ambiguo
En una parte de su artículo contra la CMI, el compañero Nathaniel Flakin se asigna el papel de agorero, cuando afirma: “Sin una base programática seria, el deslizamiento de la CMI hacia la izquierda no será duradero y volverá a donde estaba con el próximo cambio de tendencia.”
Respondemos cortésmente al amigo Flankin que la CMI (actual ICR) no necesita volver a donde estaba anteriormente porque nunca se ha movido de un programa comunista revolucionario serio y consistente. Los lectores pueden juzgar por si mismos yendo directamente a nuestro sitio web marxist.com, mejor que a través de los anteojos de Flakin. Pero ¿podemos decir lo mismo del PTS y del FIT-U? Tenemos dudas al respecto.
Ya hemos visto en un recorrido por las “bases programáticas” del PTS argentino y de sus seguidores en los demás países, como en el Estado español, que siempre que pueden eluden consignas a favor del poder obrero, de la toma del poder por la clase obrera, o lo disfrazan con posiciones democratizantes haciendo referencia a una fantástica “Asamblea Constituyente Libre y Soberana”, dentro de los marcos del capitalismo, que además está completamente fuera de lugar en países como Argentina o España que son democracias burguesas y no regímenes dictatoriales. En general, el enfoque del PTS en muchos de los puntos de su programa es confuso. Mientras defienden algunas posiciones correctas, en otras hay una ambigüedad que parece calculada. Así, por ejemplo en su artículo programático titulado: 10 puntos para unir al pueblo trabajador, la juventud y las mujeres contra Milei y el poder económico saqueador, podemos leer:
“Nacionalización integral de los recursos estratégicos del país bajo control y gestión de los trabajadores y comunidades involucradas”. (Punto 4). Pero, ¿Cuáles son esos recursos estratégicos? Eso es decir todo y decir nada. Y, por tanto, no compromete a nada.
Igualmente, en el Punto 8, se lee:
“hay que nacionalizar el sistema bancario creando una banca estatal única que permita centralizar los ahorros, impedir la fuga, otorgar créditos baratos a los pequeños productores, cuentapropistas y trabajadores (para vivienda, comprar un auto o vacacionar). Tiene que ser bajo gestión de las y los trabajadores, empezando por los bancarios y de entidades financieras, que conocen perfectamente cómo funciona el sistema.”
Esto, aparentemente, suena bien, pero no se plantea que dicha nacionalización debe hacerse sin indemnizar a los banqueros. Al no plantear esto, la nacionalización que propone el PTS significa comprarles a estos parásitos su negocio y descapitalizar a un futuro Estado obrero que acometa esa nacionalización. Estaríamos de acuerdo en indemnizar a pequeños ahorristas e inversores que carezcan de otros recursos, que sería una parte muy pequeña del capital social de los bancos, pero no a los grandes tiburones financieros que se han hecho de oro saqueando al pueblo. En definitiva, lo que nos propone el PTS es una nacionalización burguesa, y no socialista.
Por otro lado, sorprende en estas bases programáticas que, en un país como Argentina, donde el sector agroexportador representa una parte muy importante del capitalismo y es la principal fuente de entrada de divisas, el PTS no defienda la consigna de nacionalización sin indemnización de los terratenientes y agroexportadores. Esto, no es solo una necesidad para planificar de manera adecuada los recursos del país en beneficio de la mayoría de la sociedad, sino que dejar la tierra en manos de los terratenientes y fondos de inversión internacionales sería un arma formidable en sus manos para poner al país de rodillas y desestabilizarlo con la escasez de alimentos, cortes de ruta, etc. como ya vimos en los paros agrarios patronales de 2008, que tan alegremente celebraron algunos de los aliados políticos del PTS en el FIT-U.
Vemos aquí en qué se concreta la base programática “seria” que el amigo Nathaniel Flakin quiere oponer al programa rigurosamente revolucionario que defiende la ICR.
Nuevamente, volvemos a colocar la pregunta: ¿Está relacionado este programa ambiguo, que escamotea medidas revolucionarias claras contra la clase dominante y su Estado, con la política electoral del PTS y del FIT-U para no “espantar” posibles votantes, o es simplemente un reflejo de la inconsistencia y debilidad teórica de su dirección?
El imperialismo y la guerra de Ucrania
Alguien podría argumentar que, pese a todas sus insuficiencias, el FIT-U es un frente único electoral, lo cual ya representa un paso adelante comparado con el anterior fraccionamiento político de la izquierda argentina, y que además se ha formado sobre una base principista, asentada en los sólidos principios del marxismo revolucionario. Lamentamos advertir a esta alma bienintencionada de su grave error.
La prueba definitiva para una tendencia revolucionaria es su actitud hacia la revolución y hacia la guerra. Sobre la revolución, la prueba sigue pendiente evidentemente, aunque ya hemos señalado las ambigüedades y tendencias oportunistas programáticas del FIT-U; y sobre la guerra nos bastaría echar un ojo sobre la posición de los diversos grupos del FIT-U sobre la actual guerra en Ucrania. Y lo cierto es que, dentro del FIT-U vemos igualmente divergencias abismales sobre este punto. Tan es así que dos de sus cuatro integrantes, Izquierda Socialista y el MST apoyan el envío de armas de la OTAN a Ucrania, posicionándose en la práctica, y para su vergüenza, con el campo del imperialismo occidental. Por su parte, el PTS y su corriente internacional (Fracción Trotskista) mantienen una posición de equidistancia, culpando por igual a la OTAN y a Rusia. Para ellos, el énfasis no debe ser puesto en luchar en primer lugar contra “nuestro” campo imperialista que, en el caso de Argentina, es el imperialismo occidental:
“Desde los grupos que integramos la Fracción Trotskista hemos sostenido una posición de independencia de clase ante esta guerra reaccionaria, en la cual tanto Putin como Zelensky, subordinado a la OTAN, buscan someter Ucrania en función de sus intereses geoestratégicos. Planteamos la necesidad de un movimiento internacional contra la guerra, por la retirada inmediata de las tropas rusas de Ucrania y contra el intervencionismo militar de la OTAN en Europa del este y el rearme imperialista. Con esta posición independiente para enfrentar la ocupación rusa y la dominación imperialista hemos participado en las movilizaciones y acciones contra la guerra, especialmente en Europa y EE. UU.”
Dicho esto, debemos hacer justicia al Partido Obrero que, al menos en este caso, ha adoptado una posición más correcta (y valiente), culpando en primer lugar al imperialismo occidental del estallido de la guerra de Ucrania.
Lo cierto es que el principal responsable de la guerra fue EEUU, que empujó a Zelensky a una guerra que era perfectamente evitable, si hubiera renunciado a la pretensión de Ucrania de entrar en la OTAN. Esto hay que decirlo alto y claro, y no esconderlo como hacen los dirigentes del PTS, que no ha sido capaz de resistir la presión ambiental de la opinión pública imperialista occidental, actualmente dominante.
Volvemos a plantear la misma cuestión al compañero Nathaniel Flankin que hicimos en el apartado anterior: ¿Cómo puede afirmarse que el FIT-U representa el proyecto trotskista más exitoso del mundo, y un modelo para el resto, cuando en su interior coexisten posiciones antagónicas en todos los aspectos fundamentales; más aún, cuando se defienden abiertamente posiciones que lo colocan en el campo proimperialista occidental y que ensucian la bandera del marxismo y del trotskismo genuinos?
La prueba definitiva para una tendencia revolucionaria es su actitud hacia la revolución y la guerra. Fuente: IDOM
Por último, queremos mencionar al pasar, en la misma declaración sobre su posición sobre Ucrania, la alternativa que la FT-CI propone para América Latina, cuando se habla de la militarización del subcontinente:
“Ante esta situación, una salida a favor de las clases trabajadoras y los sectores populares pasa por la ruptura de la subordinación de América Latina a los designios del imperialismo estadounidense y los organismos internacionales. Es necesario poner un alto a la militarización y que los presupuestos asignados a las fuerzas represivas se destinen a salud y educación. Solo la clase trabajadora y los sectores populares pueden garantizar la seguridad de comunidades y ciudades, porque no tienen intereses en común con el crimen organizado ni con los ejércitos ni las policías.”
La salida, como se ve, no es la revolución socialista; la toma del poder por los obreros y campesinos, sino la simple ruptura con el imperialismo y sus organismos internacionales, sin modificar las estructuras económicas ni estatales. Un programa así podría bastar para cualquier movimiento nacionalista antiimperialista (como el chavismo en sus orígenes, o el APRA de Haya de la Torre en su momento) pero no para una organización comunista revolucionaria. Y es una prueba más, por si hiciera falta otra, del carácter confuso, vacilante, miedoso y centrista del programa de esta corriente internacional.
Eclecticismo teórico
Al final, los errores en el programa, la táctica y la organización siempre encuentran un reflejo, o son consecuencia, de errores en la teoría.
Partimos de reconocer que, a diferencia de los demás integrantes del FIT-U, que desprecian la teoría marxista y se abocan a una política estrictamente economicista, la dirección del PTS presta cierta atención a la teoría: le dedica espacio en sus materiales, edita regularmente publicaciones teóricas propias y de los clásicos del marxismo, e interviene en debates teóricos relevantes. También nos halaga, y tenemos constancia de ello, que hayan tomado en serio algunas publicaciones teóricas de la CMI, como el libro “Bolchevismo, el camino a la revolución”, de Alan Woods, entre otras.
Sin embargo, no podemos dejar de advertir una tendencia al eclecticismo teórico en el PTS y su corriente internacional, a amalgamar el marxismo con todo tipo de teorías ajenas y “modas” del mundo académico. Por ejemplo, la dirección del PTS –como la inmensa mayoría de las corrientes revolucionarias actuales– ha claudicado ante el feminismo, que siempre ha representado una concepción interclasista de la lucha de la emancipación de la mujer. Se definen a sí mismos como “feministas marxistas” que sería lo mismo que reclamarse “nacionalistas marxistas” o “ecologistas marxistas”. Tanto el feminismo, como el nacionalismo de una nación oprimida, o el ecologismo, son movimientos heterogéneos que engloban a individuos de diferentes clases. No existe un feminismo “de clase” como tampoco existe un nacionalismo “de clase”. El marxismo no necesita del feminismo ni del nacionalismo para explicar la causa de la opresión de la mujer ni de las pequeñas naciones, ni necesita pedirles permiso para proponerse liderar cualquier movimiento contra la opresión. Lo que el marxismo debe hacer es revelar la conexión de todas estas opresiones con la opresión general del capitalismo y del imperialismo, y situar a la clase obrera como la única clase social oprimida consistentemente revolucionaria capaz de dirigir estas luchas, vinculándolas a la transformación socialista de la sociedad. Debemos enfatizar que sólo el marxismo, y ninguna otra corriente de pensamiento más, ha dado una explicación científica al origen de la opresión de la mujer, así como de la dominación imperialista del mundo colonial y demás naciones oprimidas, y es la única doctrina que ha formulado las condiciones para terminar con ambas opresiones. La ICR ha abordado en profundidad estos aspectos en Marxismo frente a políticas de identidad.
Consecuentemente con lo anterior, el PTS – como el FIT-U – ha caído preso de aspectos de la política de identidad, tales como el (mal) llamado “lenguaje inclusivo”, sometiendo a su público a todo tipo de giros extraños en el lenguaje para eludir el neutro gramatical en castellano y otras lenguas, retorciendo la fonética con la utilización de la “x” para este fin (en trabajadorxs, luchadorxs, y otras palabras). Nosotros hemos abordado nuestra crítica a esto en El “lenguaje inclusivo” y la opresión de la mujer: una posición de clase.
El PTS – como el FIT-U – ha caído preso de aspectos de la política de identidad. Fuente: PTS
En ninguna otra parte se puede apreciar mejor el eclecticismo teórico y academicista del PTS como en el de la filosofía marxista, el materialismo dialéctico, donde mezcla a partes iguales confusión y desdén, en particular hacia la dialéctica y sus leyes, sintetizadas por Hegel y asentadas sobre bases materialistas por Marx y Engels. Juan Dal Maso, uno de los teóricos más relevantes del PTS, en un texto coescrito con Ariel Petrucelli, escribe lo siguiente sobre la dialéctica:
“En el marxismo coexisten distintas interpretaciones del problema de la dialéctica, de sus alcances en tanto “método” y de su relación con otras disciplinas, sin que ninguna de ellas haya establecido resultados concluyentes que permitan desechar las otras. Desde nuestra óptica, las definiciones de la dialéctica como una ciencia o como una lógica son las más problemáticas y las que tienen menos asidero, aunque puedan parecer útiles en aras de la popularización” (Juan Dal Maso y Ariel Petrucelli en https://www.laizquierdadiario.com/Althusser-y-Sacristan-problemas-y-debates énfasis nuesto).
Ahí, lo tenemos. En el más puro eclecticismo, se nos dice: hay muchas interpretaciones de lo que es la dialéctica y todas son igualmente marxistas. Pero, vamos a ver, la validez de la dialéctica no es un asunto de “interpretaciones” sino de su “aplicación a la realidad”. ¿Cómo interpretaciones diferentes y, por lo tanto, aplicaciones diferentes de un mismo “método” pueden ser igualmente válidas? A diferencia de Dal Maso, para la ICR hay solo una interpretación válida de la concepción y de la aplicación de la dialéctica en el marxismo, y es la formulada y aplicada por los fundadores de nuestra doctrina, Marx y Engels, y sus más fieles continuadores: Lenin, Trotski y Rosa Luxemburgo. Lo que Dal Maso debe responder concretamente es si le satisface la concepción de la dialéctica explicada y aplicada por los maestros del marxismo o no. Y parece que no, porque según él no han “establecido resultados concluyentes” ¿En qué o sobre qué no lo han hecho? El compañero calla. Esto nos lleva a la cuestión central, y es que parece que ni el PTS ni la FT-CI tienen una posición definida (oficial, diríamos) sobre el materialismo dialéctico, sobre este pilar central de la teoría marxista formulado por Marx y Engels. Pero más relevante aún es lo que sí desecha abiertamente Dal Maso: la concepción dialéctica de Marx, Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo y Trotsky, considerada como una ciencia, “la ciencia de las leyes generales del movimiento y la evolución de la naturaleza, la sociedad humana y el pensamiento” (Engels, Anti-Dühring), el método de análisis y columna vertebral del marxismo. Lo que esto quiere decir que, para Dal Maso, la dialéctica es en el mejor de los casos una especie de método de razonamiento elaborado por el pensamiento humano, pero no una manifestación objetiva de la materia, de la naturaleza.
La dialéctica marxista, que extrae sus postulados de la observación y del estudio de la materia, la naturaleza y la sociedad humana, concibe todas ellas en constante movimiento y transformación, por medio de sus contradicciones y tensiones internas. Para comprender cabalmente un fenómeno, el método dialéctico analiza todos los elementos presentes en el mismo, no aisladamente, sino en sus relaciones recíprocas. La evolución de las cosas no se da gradualmente, sino a saltos, tras una acumulación de cambios cuantitativos. A largo plazo, dicha evolución parece repetir estadios anteriores, pero a un nivel de complejidad y desarrollo superiores. Esta forma de concebir y analizar la realidad es un arma colosal para avanzar en el conocimiento de la realidad y prever los acontecimientos, no sólo para el científico experimental sino también para el científico social y los revolucionarios.
El rechazo a la dialéctica marxista, tal como fue formulada por los fundadores del socialismo científico, es simplemente una actitud revisionista y, consecuentemente, un camino que abona al impresionismo y al empirismo y, consecuentemente, a posiciones oportunistas y ultraizquierdistas. Una síntesis de nuestra defensa de la dialéctica marxista puedes encontrarla en Introducción al materialismo dialéctico.
Es de destacar que el texto citado de Dal Maso está dedicado a dos representantes del “marxismo académico” de los años 60 y 70 del siglo XX; en realidad, dos revisionistas, como fueron Althusser y Manuel Sacristán, y en el que abundan adulaciones hacia este último. A este respecto, otro destacado dirigente del PTS, su diputado nacional Cristian Castillo, caracteriza uno de las obras más importantes de Sacristán, “La tarea de Engels en el Anti-Dühring”, como “un texto por demás interesante”. Tan “interesante” es esta obra de Sacristán que se burla de Marx y Engels por su “hegelianismo” y carga contra dos de las leyes más fundamentales de la dialéctica como son la “ley de la transformación de la cantidad en calidad” y la “ley de la negación de la negación”, pilares centrales del análisis marxista. Sacristán, que nunca ocultó su apego a la lógica kantiana y al empirismo de Hume, negaba la validez de la dialéctica en la naturaleza, igual que Dal Maso, cuando es aquí donde encuentra su reivindicación más sobresaliente.
Esta no es una excepción. En general la FT-CI tiene una fuerte tendencia a la adaptación a todas las ideas y escritores “de moda” en el mal-llamado “marxismo” académico.
La guerra de las Malvinas
En una parte de su escrito, Flakin deja caer, como al pasar, una calumnia contra nuestra organización, diciendo: “Cuando el gobierno de Margaret Thatcher lanzó una ofensiva imperialista contra Argentina, Grant rechazó cualquier tipo de resistencia antimperialista porque eso «pondría a parir a los marxistas a ojos de los trabajadores”” (¡!). Esta frase inventada es tan estúpida, en el fondo y en la forma, que basta para caracterizar a su autor; es decir, a nuestro bufón Nathaniel Flakin.
El bueno de Nathaniel, temiendo pisar un terreno pantanoso, se cuida mucho de nombrar siquiera la guerra de las Malvinas de 1982 por su nombre. Se limita a hacer una referencia vaga a “una ofensiva imperialista contra Argentina” por parte de la Thatcher, sin fecha ni circunstancias, para no dar pistas del episodio histórico al que se refiere. Pero nosotros no estamos dispuestos a dejar pasar así como así este “episodio” y sí tenemos un interés en revelar la posición vergonzosa del PTS y de sus antecesores (el Partido Socialista de los Trabajadores, de Nahuel Moreno) sobre aquellos acontecimientos. Por el contrario, nosotros estamos muy orgullosos de nuestra posición aquí.
El PTS y su antecesor, el PST de Moreno, le dieron un apoyo entusiasta a la aventura de la Junta Militar. Fuente: UL
La guerra de las Malvinas de 1982, entre Argentina y Gran Bretaña, fue un conflicto completamente reaccionario por ambas partes. Las islas Malvinas son un grupo de islotes en el Atlántico sur, que Argentina reclama como propias, y que están en posesión de Gran Bretaña desde 1833. Nosotros nos opusimos a esta guerra que nada tenía que ver con una “lucha antiimperialista” por parte de Argentina, como defienden el PTS y los suyos. Argentina estaba entonces bajo la bota de una sangrienta dictadura militar que dejó 30.000 desaparecidos y que enviaba matones a Centroamérica para adiestrar los escuadrones de la muerte implicados en la lucha contra las guerrillas. La “Junta” era una agencia venal del imperialismo, incluido el británico, con quien mantenía excelentes relaciones.
En un momento en que las luchas obreras arreciaban en Argentina, como la huelga general del 30 de marzo de 1982, que tuvo un amplio seguimiento en Buenos Aires y demás grandes ciudades, con miles en las calles y choques con la policía, la Junta Militar decidió invadir las islas Malvinas el 2 de abril de ese año, que tenían una débil guarnición militar británica. Su objetivo era desviar el descontento creciente de la clase obrera para conducirlo al patriotismo y el chovinismo nacional, a fin de salvar el pellejo y prolongar la dictadura. Y tuvieron tanto éxito en esta tarea que la práctica totalidad de la izquierda argentina, incluidos los “trotskistas”, se rindió extasiada ante el aventurerismo de la Junta.
No había un solo átomo de contenido progresista en la invasión de las Malvinas. Sus objetivos eran claramente reaccionarios. La respuesta de Gran Bretaña fue igualmente reaccionaria, trataba de defender su alicaído prestigio imperialista, declarando la guerra a Argentina para recuperar las islas. No era la pretensión del imperialismo británico invadir Argentina ni imponer un gobierno afín en Buenos Aires para someter al país a sus intereses, lo que sin duda si habría conferido al conflicto un carácter antiimperialista del lado argentino, pero no fue ese el caso. Vergonzosamente, el PTS y su antecesor, el PST de Moreno, le dieron un apoyo entusiasta a la aventura de la Junta Militar, que al final fue derrotada por el ejército británico.
Nuestra posición era que los trabajadores argentinos y británicos debían unirse para luchar y derribar ambos gobiernos reaccionarios, en Buenos Aires y Londres. Al final, fueron Ted Grant y Militant los que mantuvieron una sólida posición de clase independiente, y el PTS y sus antecesores en aquel momento los que claudicaron ante el nacionalismo burgués de su burguesía y ante una dictadura asesina y sangrienta. Nuestra posición sobre la guerra de las Malvinas puede consultarse de manera más extensa en el excelente artículo de Alan Woods: Las Malvinas: el marxismo, la guerra y la cuestión nacional
Más mentiras y amalgamas
Hay afirmaciones tan escandalosas que no vamos a perder mucho tiempo con ellas, como que en Oriente Medio defendemos la alternativa de “dos Estados socialistas” en Palestina, uno para palestinos y otro separado para judíos. Esta mentira flagrante es muy fácil de desmontar simplemente acudiendo a nuestra web www.marxist.com y escribir la palabra “Palestina” en el buscador, o leyendo la larga lista de artículos de los últimos 25 años sobre Oriente Medio. De hecho hay un artículo destacado, que Flakin debe de haber leído, Palestina: el fracaso de la solución de dos Estados y la alternativa comunista, que argumenta justamente contra la idea de dos Estados. Siempre hemos defendido un único Estado en toda la Palestina histórica, incluida Jordania, común a palestinos, judíos y drusos, en el marco de una federación socialista de Oriente Medio.
El bromista de Flakin dedica una cantidad increíble de espacio en su artículo, empecinado en señalar que somos activos defensores de los sindicatos policiales. Es otra de sus amalgamas. Se permite incluso la infamia de poner en boca de Ted Grant, sin aportar ninguna prueba, la descripción de los policías como “trabajadores con uniforme”. En realidad, el término “trabajadores con uniforme” tiene una larga tradición en el marxismo y siempre fue utilizado para describir a soldados procedentes de la clase obrera, no a policías. Nuestra posición aquí es clara para todo el que quiera saber: la policía es un aparato de represión para defender los intereses de la clase dominante. Esta institución es enemiga de la clase trabajadora ¿queda claro, camarada Flakin?
Para fabricar su amalgama, Nathaniel ha tenido que rastrear duramente en todas las páginas nacionales de la ICR, hasta encontrar dos artículos sueltos de nuestras secciones canadiense y británica (¡este último de 2013!) para intentar gritar ¡victoria! Pero ¿qué dicen estos artículos? Afirman sin ambigüedades que la institución policial es irreformable y que debe ser desmantelada como parte del desmantelamiento de todo el aparato de Estado burgués en un proceso revolucionario. Lo que Flakin parece cuestionar es la idea planteada de que, en circunstancias concretas, la crisis del capitalismo, especialmente en momentos intensos de lucha de clases, puede crear fisuras en el aparato policial, entre individuos de las capas inferiores procedentes de familias obreras, que podrían afectar a la disciplina y la cadena de mando y, eventualmente, acercar a algunos de ellos a la clase obrera. Esto no es un deseo de la ICR, es simplemente una constatación que se ha dado en muchos procesos revolucionarios. Y si se menciona esto es para combatir el pesimismo inveterado de aquellos grupos ultraizquierdistas y anarquistas que exageran continuamente la fuerza del Estado, en lugar de resaltar la enorme fuerza de la clase obrera que en los momentos álgidos de la lucha de clases es capaz de romper la fuerza de resistencia de los aparatos de represión, debilitarlos y romperlos. Nosotros nos encogemos de hombros ante quienes pueden objetar estos posibles desarrollos por meros prejuicios doctrinarios, como es el caso de Flakin y la FT-CI, quienes simplemente adoptan un punto de vista moralista, pero no revolucionario.
Venezuela
Flakin también dedica gran espacio a criticar nuestra posición en Venezuela, nuevamente sin mencionar artículos ni enlaces, falseando y caricaturizando nuestras verdaderas posiciones. Así, le asigna a Alan Woods otra frase estúpida de su propia invención: “un análisis marxista ortodoxo del gobierno venezolano sería «sectario» y «les alejaría [a la CMI] inmediatamente de las masas»” (¡!). Y así todo.
Nuestra posición sobre la revolución venezolana, sin intermediarios, es muy clara y hemos escrito intensamente sobre ella en los últimos 20 años. Recomendamos en particular leer nuestra posición general, Los marxistas y la revolución venezolana, escrita en 2004, que refuta punto por punto las posiciones antimarxistas de la FT-CI y demás tendencias sectarias, y los análisis de nuestros camaradas de Venezuela en su página web.
Nos basta decir que la CMI saludó con toda la fuerza posible la revolución venezolana que, comenzando por objetivos democráticos y antiimperialistas puso sobre el tapete objetivos socialistas, un caso único en toda la historia latinoamericana después de la revolución cubana. Aunque a los sectarios pequeñoburgueses les molesta, nadie puede negar el papel individual que Chávez jugó en el proceso mismo y en galvanizar a las masas trabajadoras de este país, lo que le granjeó el odio mortal de los imperialistas y burgueses venezolanos. Mientras que los grupos sectarios, como la FT-CI, se limitaban a ladrar contra Chávez con la misma furia que los imperialistas, la CMI organizó durante 10 años la campaña de solidaridad internacional más importante que ha habido con la revolución venezolana: “Manos Fuera de Venezuela”. Al mismo tiempo, señalamos que la revolución debía completarse con la nacionalización de los bancos, grandes empresas y latifundios, bajo control obrero, que había que disolver el viejo aparato del estado y sustituirlo por otro nuevo, desde abajo, basado en las comunidades de los barrios de las ciudades y del campo. Advertimos del peligro del burocratismo y la corrupción de no avanzar hacia las tareas socialistas y que arruinarían la revolución, como así ha sido. Explicamos la necesidad de un partido marxista revolucionario de masas para llevar a cabo estas tareas, y que la condición para ello era entrar en un diálogo y colaboración con el único movimiento de masas real existente que agrupaba a los trabajadores más avanzados y conscientes, el movimiento bolivariano. Nos implicamos en el movimiento de ocupación de fábricas, en el movimiento sindical y de la juventud. Y por todo ello, no vamos a pedir disculpas ni solicitar la aprobación de patéticos grupúsculos, como el de la FT-CI en Venezuela, cuya única actividad es escribir artículos para su página web. Aunque las fuerzas de la ICR en Venezuela siguen siendo pequeñas nos hemos ganado un lugar y un respeto entre los trabajadores avanzados y hemos sembrado las semillas para un avance auspicioso en los acontecimientos por venir.
Nuestra posición sobre la revolución venezolana es muy clara y hemos escrito intensamente sobre ella en los últimos 20 años. Fuente: UL
Flakin hace una comparación entre el régimen venezolano bajo Chávez y el régimen de Lázaro Cárdenas en México (1934-1940), y menciona la caracterización que hizo Trotsky de su gobierno como un régimen bonapartista sui generis. Más concretamente, era un régimen basado en el caudillismo de un individuo que se apoyaba en la clase obrera y el campesinado para impulsar políticas antiimperialistas de independencia nacional. Para una comprensión más completa de la posición de Trotsky puede leerse su artículo, México y el imperialismo británico (5 junio 1938).
Lo que nos interesa resaltar es que Flakin asimila el régimen venezolano bajo Chávez al régimen de Cárdenas. Esta es la única afirmación correcta que encontramos en todo su artículo, nuevamente ¡un logro notable! Lo sorprendente (o, más bien, no) es que Flakin y la FT-CI sacan conclusiones diametralmente opuestas a Trotsky (y a la CMI) de la posición que los comunistas deben tener hacia este tipo de regímenes. Flakin y los dirigentes de la FT-CI desconocen que Trotsky libró una batalla contra los ultraizquierdistas del grupo trotskista mexicano, concretamente contra Luciano Galicia, que adoptó la misma posición hacia Cárdenas que la FT-CI tuvo hacia Chávez (Ver Problemas de la sección mexicana y Ruptura con la sección mexicana, León Trotsky). Galicia reprochaba a Trotsky “plantear una alianza con la burguesía y el gobierno”, de “oportunista” y de tener “una línea centrista” ¿No son estas las mismas acusaciones que Flakin y la FT-CI lanzan contra la ICR en Venezuela? Finalmente, Galicia y su grupo fueron excluidos de la IV Internacional, en su congreso fundacional.
Hay otras tonterías que merece la pena responder, como cuando Flakin dice que “la CMI hacía campaña para que los trabajadores se uniesen al partido de Chávez, el PSUV, es decir, a un ala progresista de la burguesía” (énfasis nuestro). ¿De verdad, amigo Flakin, que en Venezuela existía (o existe) un ala progresista de la burguesía? Podía esperarse una afirmación así de un estalinista pero no de un supuesto trotskista. ¿Podrías mencionar, por favor, qué burgueses venezolanos, con nombre y apellido, apoyaron o impulsaron el PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) y la idea del socialismo? Si el compañero fuera coherente con esa afirmación debería reconocer entonces la admisibilidad de políticas de colaboración de clase para determinados fines. La CMI (y ahora la ICR) desde luego nunca ha defendido esa posición. La realidad es que no existía esa ala burguesa progresista en Venezuela, como tampoco en ningún lugar del mundo. La burguesía venezolana combatió a muerte al chavismo, sin fisuras, y se alineó con el imperialismo desde el minuto uno. Por eso los problemas de Venezuela, siguiendo en esto a la teoría de la revolución permanente de Trotsky, solo pueden resolverse con una revolución socialista.
El último comentario que queremos hacer en relación a Venezuela es cuando Flakin reprocha a nuestros camaradas venezolanos haber formado hace unos años una alianza con el Partido Comunista venezolano, junto a otros grupos, como oposición de izquierda al gobierno de Maduro, lo que incluyó una lista conjunta para las elecciones de 2020. Nos congratula que Flakin no ladre contra el programa que lo sustentaba: un programa que fijaba el socialismo como su meta, que denunciaba la política procapitalista de Maduro y que incluía demandas por salarios, salud pública, renacionalizaciones, por derechos democráticos y contra la corrupción del régimen. Esta alianza duró hasta 2022. Lo que no entendemos es por qué Flakin se enfada por esto y no le molesta en absoluto que el PTS de Argentina forme parte de una alianza política y electoral (el FIT-U) donde hay partidos (IS y MST) que están alineados con el imperialismo occidental en la guerra de Ucrania y que en el pasado eran denunciados por el mismo PTS por apoyar las movilizaciones reaccionarias de los terratenientes argentinos.
Entrismo y organizaciones de masas
Como es habitual, la “pieza central” en las denuncias estridentes de los grupos ultraizquierdistas y de Flakin en particular contra nosotros, es nuestra orientación a los movimientos de masas de la clase trabajadora y que, en determinadas circunstancias y coyunturas, hayamos desarrollado un trabajo revolucionario alrededor o al interior de movimientos y organizaciones políticas de masas para ganar trabajadores para las ideas del marxismo revolucionario. Por alguna razón, para esta gente esto es el pecado de los pecados.
Nuestra corriente alcanzó miles de miembros, editó un periódico semanal y tuvo 3 diputados en el parlamento británico. Fuente: IDOM
Hemos respondido a esta gente tantas veces sobre esto, que no vamos a dedicar demasiado espacio. Los lectores pueden encontrar una respuesta adecuada en el texto de Alan Woods que mencionamos al principio de este artículo: Marxismo frente a sectarismo: Respuesta a Luis Oviedo (PO).
Para estas damas y caballeros, una corriente sólo puede considerarse marxista revolucionaria, y aspirar a ser el partido revolucionario de la clase obrera, simplemente proclamándose como tal, no importa su tamaño, programa, método e ideas. Este infantilismo izquierdista es fácil de desmontar. Ya hemos visto que las secciones nacionales de la FT-CI, autoproclamadas como el partido de la revolución en sus respectivos países (al menos, en Argentina), tienen un programa político inconsistente, confuso, alternando medidas socialistas y revolucionarias con otras francamente oportunistas. Tampoco comprenden la táctica del frente único con el movimiento de masas. Más aún, hemos visto su posición revisionista (hacia el academicismo pequeñoburgués) en relación a la filosofía marxista y al método del materialismo dialéctico. Pero un partido así, aunque tuviera un millón de afiliados, fracasaría en el momento decisivo por la inconsistencia de su programa, método y tácticas. Un partido, independientemente de su tamaño e influencia, debe tener en primer lugar un programa, método e ideas correctas, y sólo después un aparato y la influencia y masa militante necesarios para llevar a cabo exitosamente la tarea de la revolución socialista. Así procedió el Partido bolchevique.
Pese a todos los ladridos de Flakin y cía, la ICR se enorgullece de tener un programa comunista consistente, una comprensión cabal del método marxista (el materialismo dialéctico) y una clara visión de cómo conectar con el movimiento real de la clase trabajadora y con su proceso de toma de conciencia. Esto es lo fundamental. Claro que aspiramos a formar partidos comunistas revolucionarios de masas en cada país, pero no existe un libro mágico de recetas de aplicación universal para conseguir esto, partiendo del hecho de que las fuerzas del comunismo genuino a nivel internacional, por toda una serie de consideraciones históricas que no podemos abordar aquí, han quedado reducidas a pequeños grupos en cada país. Sobre esto, León Trotsky escribió:
“Por supuesto, un partido marxista debe aspirar a su plena independencia y a la mayor homogeneidad, pero en su proceso de formación a menudo debe actuar como fracción de un partido centrista o incluso de un partido reformista. Así, durante muchos años los bolcheviques estuvieron en el mismo partido que los mencheviques. También la Tercera Internacional se formó gradualmente a partir de la Segunda”. (Consideraciones de principio sobre el entrismo, septiembre 1933).
Flakin bromea sobre nuestro trabajo pasado en el Partido Laborista británico en las décadas de los años 70 y 80 del siglo pasado, pero éste demostró ser altamente exitoso. Nuestra corriente consiguió la dirección de las Juventudes laboristas, alcanzó miles de miembros, y tuvo 3 diputados en el parlamento británico (un pequeño detalle que escapó a la atención del amigo Flakin). Nuestra corriente, conocida por el nombre de su periódico, Militant, llegó a ostentar la alcaldía de Liverpool en 1984-1986, que puso en práctica numerosas medidas sociales y de construcción de viviendas negándose a acatar los límites presupuestarios impuestos por el gobierno de Thatcher, razón por la cual nuestros concejales y alcalde fueron destituidos por la justicia burguesa. Y todo ello se hizo sin ocultar nuestras ideas, y actuando abiertamente con nuestro programa socialista y nuestra propia prensa, desarrollando en paralelo un trabajo independiente en los sindicatos, los barrios y el movimiento estudiantil. Por supuesto, este trabajo acarreó expulsiones y ataques de la derecha y la dirección laborista. Flakin se ufana de que el FIT-U puede reunir 25.000 personas en las calles de Buenos Aires. Militant, en 1990, organizó un movimiento civil de masas contra un impuesto reaccionario, el Poll Tax, que puso en las calles a 200.000 personas en Trafalgar Square en Londres (y otras 50.000 en Glasgow el mismo día). Al final, este trabajo fue arruinado por la deriva ultraizquierdista de un sector de la dirección.
Con más o menos éxito este es el tipo de trabajo que hemos desarrollado en otros países en el pasado, incluidos los que se mofa Flakin (México, Bolivia), que no puede demostrar un solo caso en que hayamos escondido nuestras ideas y programa: la expropiación de la clase dominante y la transformación socialista de la sociedad.
A mediados de la década pasada, como era la obligación de una organización revolucionaria, nos dirigimos a los movimientos de masas radicalizados, compuestos por cientos de miles de trabajadores y jóvenes, que surgieron en Europa y otras partes (Syriza, Podemos, Francia Insumisa, movimiento de Corbyn en Gran Bretaña, etc.) con la misma metodología. Allí explicamos que: o se adoptaba una política socialista o se destruiría el movimiento, que fue lo que ocurrió. Nos enorgullece que, en el proceso, hayamos ganado en dichos movimientos a cientos de revolucionarios para las ideas del comunismo. Pero esto solo era una parte de nuestro trabajo y ni siquiera la más importante. Incluso en esos momentos, nos hemos dirigido como organización independiente hacia la juventud, creando puntos fuertes en los institutos y universidades, así como entre jóvenes trabajadores. Y hemos dado una batalla que ninguna otra organización “marxista” ha intentado siquiera dar, como es la defensa intransigente de la teoría marxista sin falsificaciones, de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, única garantía de nuestro desarrollo futuro.
La FT-CI trabajando en Podemos, o “donde dije digo, digo Diego”
El grupo español de la FT-CI, actualmente CRT, desarrolló entre 2014 y 2015 un trabajo en Podemos. Fuente: Izquierda Diario
Pero, un momento ¿Es cierto que la FT-CI nunca se ha “manchado las manos” trabajando en un movimiento reformista? Oh, no, no, no; no es cierto ¿Lo ha hecho? Oh, sí, sí, sí; lo ha hecho. Pero eso significa que Nathaniel Flakin debería borrar todo lo que ha escrito contra la CMI, o renunciar a la militancia en su organización internacional. Es probable que este sea un trabajo que ha sido ocultado, o que ha permanecido escondido, a muchos militantes comprometidos y honestos de esta corriente. Pero lo cierto y verdad es que el grupo español de la FT-CI, actualmente la Corriente Revolucionaria de los Trabajadores y Trabajadoras (CRT), desarrolló entre 2014 y 2015 un trabajo en Podemos (¡Santo horror, una organización reformista!), impulsando en Madrid un círculo llamado Podemos Trabajadores, el contenido de cuya página de Facebook han borrado para no dejar huellas. En el más estricto “trabajo entrista” lo hicieron ocultando su organización, a diferencia de la CMI. De hecho, participaron en el primer congreso de Podemos en Madrid, en octubre de 2014. Se comprometieron con Podemos hasta el punto que presentaron un documento político en este congreso, junto a activistas independientes. También desarrollaron otras actividades y escribieron análisis durante meses en nombre de dicho círculo aquí, aquí, aquí; o aquí, donde escenificaron su ruptura con Podemos. No tenemos nada que objetar a esto, ya que también participamos allí para difundir masivamente las ideas marxistas revolucionarias con documentos y propuestas. La diferencia es que nunca lo escondimos y que, a diferencia de la FT-CI, nuestro programa era consistentemente comunista.
Pero hay que ser verdaderos hipócritas y carecer del más mínimo sentido de vergüenza, para reprochar a otros lo que uno mismo ha hecho.
El lanzamiento de la ICR
Hoy, no existe ninguna referencia de izquierda “radical” que sea visible por miles de jóvenes y trabajadores avanzados en ninguna parte del mundo, mientras que al mismo tiempo crece un interés por el comunismo en miles de jóvenes y trabajadores, que intentan reanudar el hilo de la historia cortado por las traiciones de la socialdemocracia y del estalinismo. Mientras tanto, la crisis y barbarie del capitalismo avanzan sin cesar. Esta es la razón de que la CMI se haya relanzado como Internacional Comunista Revolucionaria, que es lo que siempre fuimos, y que estemos elevando el perfil de nuestras secciones nacionales. Queremos acercar y reclutar a esos miles de jóvenes y trabajadores de todo el mundo que se reclaman comunistas y buscan una organización seria y consistente para militar. Nunca ha sido tan urgente acelerar la construcción del factor subjetivo, el partido mundial de la revolución proletaria. Eso implica proclamar la ICR y nuevos partidos y organizaciones comunistas revolucionarias en cada país. Es lo que exige la situación y actuamos en consecuencia.
Ante nuestros éxitos y avances, ante la confianza que depositamos en nuestras ideas y perspectivas, nos encogemos de hombros ante quienes se muestran disgustados con nuestro desarrollo. Como dice el proverbio árabe: “Los perros ladran, pero la caravana avanza”.
[1] Frente de Izquierda y de los Trabajadores-Unidad. Es una coalición electoral argentina de izquierdas formada por el PTS, el Partido Obrero, Izquierda Socialista y el Movimiento Socialista de los Trabajadores
[2] Kirchnerismo. Fue una variante “de izquierda” del peronismo; en realidad, de tipo socialdemócrata.
[Cientos de miles de personas se movilizaron en Francia el sábado 7 de septiembre, convocadas por la Francia Insumisa, contra la decisión de Macron de nombrar al derechista Barnier como primer ministro. Los camaradas de la sección francesa de la Internacional Comunista Revolucionaria escribieron este artículo justo antes de la movilización]
Tras 7 semanas de espera y una sucesión de «consultas», el Elíseo anunció el jueves el nombramiento de Michel Barnier del partido tradicional de centro-derecha Les Republicains (LR) como Primer Ministro, quien quedó en cuarto lugar en las elecciones legislativas donde la izquierda, el Nuevo Frente Popular (NFP) obtuvo la mayoría de los escaños.
A este viejo político gaullista, reaccionario de viejo cuño y partidario declarado de una «moratoria de la inmigración», se le ha encomendado la tarea desesperada de formar un gobierno que pueda resistir hasta la convocatoria de nuevas elecciones legislativas.
Un gobierno sometido a la buena voluntad de la RN
La burguesía francesa necesita un gobierno que pueda hacer recaer el peso de la crisis sobre los hombros de la clase obrera. A falta de mayoría en la Asamblea Nacional, Michel Barnier tendrá que intentar gobernar negociando caso por caso el apoyo o la abstención de la ultraderechista Agrupación Nacional (RN) de Le Pen, como ya hicieron Borne y Darmanin durante la votación de la «ley de inmigración» el año pasado. De hecho, la suerte del gobierno Barnier está en manos de RN.
El llamado «frente republicano contra RN», proclamado por el NFP entre las dos vueltas de las elecciones legislativas, ha dado lugar a que Macron confíe Matignon a un miembro de los Republicanos, partido que se negó a participar en ese mismo «frente», y cuyo gobierno dependerá en última instancia de la buena voluntad de Marine Le Pen.
RN ha dado una de cal y una de arena acerca del nombramiento de Barnier. El jueves por la mañana, el vicepresidente del grupo parlamentario RN, Jean-Philippe Tanguy, calificó al nuevo Primer Ministro de «fósil» salido de «Parque Jurásico». Sin embargo, en la tarde del mismo día, Marine Le Pen anunció que su partido no censuraría automáticamente un gobierno de Barnier, sino que esperaría al discurso de política general antes de decidir su actitud. Mediante este chantaje de censura, RN pretende dictar su política al nuevo gobierno.
Pero no todo es tan sencillo. Si RN quiere llegar al poder algún día, debe continuar con su demagogia social. Hace sólo unos días, el diputado de RN Sébastien Chenu dijo, por ejemplo: «Propondremos la derogación de la reforma de las pensiones el 31 de octubre». Es difícil conciliar este plan con el apoyo a un gobierno dirigido por Michel Barnier, firme partidario de la última reforma de las pensiones. En general, la principal tarea del Gobierno será aplicar medidas de austeridad con las que RN no podrá asociarse demasiado abiertamente. Por tanto, es probable que RN acabe censurando al próximo gobierno, cuando considere que ha llegado el momento.
Crisis de régimen
Cualquiera que sea la esperanza de vida del gobierno Barnier, no hará sino marcar una nueva etapa en la crisis de régimen del capitalismo francés. A los ojos de las masas, la autoridad y la legitimidad de las instituciones democráticas de la clase dominante se han visto gravemente debilitadas por el culebrón parlamentario de este verano. Durante varias semanas, un Presidente casi universalmente odiado fingió ignorar el resultado de unas elecciones, antes de confiar el gobierno al representante de un partido que sólo recibió los votos de dos millones de los treinta millones de electores que participaron en la primera vuelta, es decir, apenas el 6,5% de los votos.
Para muchos trabajadores y jóvenes, este episodio es una lección de la realidad de la democracia burguesa, amañada a favor de la clase dominante. El pasado 30 de agosto, un lector anónimo entrevistado por el diario Le Monde lo resumía a su manera:
«La reforma de las pensiones ha demostrado que ni las manifestaciones, ni las peticiones, ni la movilización de los sindicatos y de una gran mayoría de asociaciones, ni la opinión de la mayoría de los ciudadanos e incluso de la mayoría de los diputados son importantes a los ojos de los gobernantes. Y esta secuencia demuestra que incluso el voto no significa nada si va en contra de lo que ellos han decidido. Parece que la única vez que Macron se echó realmente atrás fue cuando el movimiento de los gilets jaunes se volvió violento. Macron critica constantemente a “los extremos”, pero alimenta la idea de que si no somos violentos en esta sociedad, nuestra voz no cuenta.»
Movilización
Con dos tercios de la Asamblea Nacional dominados por partidos burgueses, la única manera de defender las condiciones de vida de los trabajadores y los jóvenes es movilizarse fuera del parlamento. El régimen está debilitado; el movimiento obrero tiene que aprovecharlo y pasar a la ofensiva.
El llamamiento de la Federación CGT de la Química (FNIC) a una huelga «radical» y planificada «prolongada» es un paso en la buena dirección, al igual que el llamamiento de Francia Insumisa a manifestarse mañana contra Macron. A estos primeros pasos deben seguir otros. La única manera de hacer retroceder a Barnier, Macron y Le Pen es movilizar a los trabajadores de tantos sectores de la economía como sea posible en una huelga masiva y coordinada, con el objetivo de poner fin a la austeridad y al capitalismo.
Mientras que la clase obrera produce toda la riqueza de la sociedad, la política del país está regulada por acuerdos entre políticos burgueses, que coinciden en la necesidad de aplastar una y otra vez a los trabajadores y a los jóvenes, para defender los beneficios de una pequeña minoría de explotadores. Para derrocar este sistema moribundo, necesitamos una dirección capaz de defender un programa y unas perspectivas revolucionarias y de enlazar con la vanguardia de la clase obrera; necesitamos un auténtico partido comunista revolucionario. Este es precisamente el partido que estamos construyendo. ¡Únete a nosotros!