Hace 120 años, en un frío domingo de 1905, decenas de miles de trabajadores desarmados de San Petersburgo marcharon al Palacio de Invierno del Zar para entregar una petición. Cuando llegaron, los soldados zaristas dispararon contra la multitud, matando a cientos e hiriendo a miles.
Los acontecimientos de aquel día, 9 de enero de 1905 [en el calendario antiguo, que es el 22 de enero en el calendario nuevo; todas las fechas de este artículo se indican en calendario antiguo], pasaron a la historia como la masacre del Domingo Sangriento, y marcaron el comienzo de la Revolución Rusa de 1905. Fue ese día y en los meses siguientes cuando, por primera vez, un gran número de obreros y campesinos rusos comprendieron claramente que el zar no era ni podía ser su protector, sino uno de sus opresores. Al mismo tiempo, mientras luchaban, empezaron a darse cuenta de su poder como clase para cambiar no sólo las condiciones de su vida cotidiana, ¡sino el mundo entero!
Antecedentes
Desde la década de 1870, las principales ciudades rusas habían experimentado un rápido desarrollo industrial. San Petersburgo, Moscú, Bakú y otras se estaban convirtiendo en centros de concentración de una nueva clase industrial, el proletariado. En ellas se concentraban enormes contrastes entre el esplendor y el lujo de las élites y la pobreza de los trabajadores.
Rusia seguía siendo en general un imperio agrario pobre y subdesarrollado, en el que los campesinos constituían la inmensa mayoría de su población. Pero en medio de este atraso surgieron estas grandes ciudades, que eran centros de explotación hacinados, insalubres y duros para la clase obrera. Los trabajadores trabajaban once o más horas al día, seis días a la semana, vivían hacinados, en condiciones incómodas y realizaban formas de trabajo manual superadas hace tiempo en los países capitalistas occidentales más desarrollados.
Para el gobierno zarista, estos trabajadores eran poco más que ganado. Esta actitud queda claramente ilustrada por el hecho de que, durante este periodo, el gobierno zarista aplicó una política de emborrachar deliberadamente a la población obrera y campesina con vodka: el Estado tenía un monopolio enormemente rentable sobre la venta de vodka y, hasta 1914, un tercio de los ingresos del Estado procedían de la venta de vodka a las masas trabajadoras.
Durante años, muchos se rebelaron contra esta situación. Algunos intentaron formar pequeños sindicatos locales; otros incluso se unieron a organizaciones políticas radicales como La Voluntad del Pueblo (Narodnaya Volya) o el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR). Pero, reprimidos por el vasto aparato policial zarista, estos grupos seguían siendo pequeños y no ejercían ninguna influencia seria sobre la creciente masa de trabajadores. En aquella época, los socialdemócratas sólo podían esperar llegar a una capa muy reducida de los trabajadores más avanzados. A escala nacional, sus fuerzas no eran más que una gota en el océano.
Un día fatídico
En 1904, en San Petersburgo, docenas de activistas obreros, bajo la dirección de un sacerdote llamado padre Georgy Gapón, fundaron una organización obrera llamada Asamblea de Trabajadores de las Fábricas Rusas de San Petersburgo. Gapón fue alentado y dirigido por funcionarios zaristas que querían crear un organismo obrero reformista que pudiera canalizar el descontento del proletariado por la vía de la reforma económica y alejarlo de la lucha política.
En otras palabras, la organización tenía que estar bajo estricto control para mantener a los trabajadores políticamente pasivos; por ejemplo, cada reunión se cerraba con el canto del himno imperial, «Dios salve al zar». Esto se conocía como «zubatovismo», en honor a su principal conductor en la cúpula del imperio, el jefe del Departamento Especial de la Ojrana (la policía secreta), Sergei Zubatov.
A pesar de las restricciones, la organización de Gapón ofrecía un medio para que los trabajadores se reunieran y organizaran en solidaridad unos con otros, y en 1905 su número de miembros había crecido hasta alcanzar al menos los 2.000 miembros. Fue entonces cuando los propios trabajadores, en respuesta a sus duras condiciones de vida y de trabajo, empujaron a la organización hacia una posición más radical, adoptando una postura más combativa frente al régimen zarista.
El 3 de enero, un pequeño grupo de trabajadores fue despedido de la Sidero-metalúrgica Putilov, una de las mayores fábricas de San Petersburgo. Gapón y la Asamblea exigieron su readmisión y se inició una huelga. Las reivindicaciones iniciales, que incluían una jornada de ocho horas y mejores condiciones de trabajo, evolucionaron gradualmente hacia reivindicaciones políticas, como el derecho a la libertad de expresión y de reunión. El 7 de enero, 140.000 trabajadores estaban en huelga. La amplitud y la fuerza del movimiento empezaron a dar a los trabajadores una idea concreta de cómo podían ejercer su poder.
Según León Trotski, en su brillante y detallado análisis de la Revolución de 1905, fue en ese momento cuando «los socialdemócratas pasaron a primer plano». Por socialdemócratas se refería al marxista POSDR, el partido del que más tarde surgirían los bolcheviques. Estos activistas ayudaron a redactar la famosa petición que los manifestantes intentaron entregar el 9 de enero.
La petición -en el tono más respetuoso- pedía varias reformas legales, políticas y laborales que aliviarían parte del sufrimiento de los trabajadores. Llamaba al Zar «señor» y le rogaba que les protegiera de los burócratas y empresarios que les explotaban. En estas conmovedoras líneas, los trabajadores de San Petersburgo describían su situación:
«¡Señor! Aquí somos más de trescientos mil y, sin embargo, todos somos seres humanos sólo en apariencia; en realidad, no se nos reconoce ni un solo derecho humano, ni siquiera el derecho a hablar, a pensar, a reunirnos, a discutir nuestras necesidades o a tomar medidas para mejorar nuestra situación.
«A cualquiera de nosotros que se atreva a alzar la voz en defensa de los intereses de la clase obrera nos meten en la cárcel o nos mandan al exilio. Nos castigan como si fuera un delito tener un corazón bondadoso, un alma sensible. Compadecerse de un obrero, de una persona oprimida, privada de derechos, atormentada, ¡es cometer un grave delito!
«¡Señor! ¿Está esto de acuerdo con las leyes divinas, por cuya gracia reináis? ¿Y es posible vivir bajo tales leyes? ¿No es mejor que muera todo el pueblo trabajador de Rusia, para que los capitalistas y los funcionarios malversadores, los ladrones del pueblo ruso, puedan vivir y divertirse?»
Sin embargo, a pesar de su tono respetuoso, la petición exigía cambios significativos que, de ser aceptados, habrían puesto en tela de juicio la base misma del gobierno del zar. En particular, se le pedía que convocara una Asamblea Constituyente que diera paso a una nueva era democrática en Rusia, en la que los obreros y los campesinos pobres pudieran al menos hacer oír su voz. Evidentemente, el zar y los señores feudales no podían permitir tal concesión.
La petición, firmada por 150.000 personas, nunca fue aceptada por el zar. En su lugar, el 9 de enero, la policía de San Petersburgo, las tropas y los cosacos a caballo atacaron a los manifestantes desarmados en varios puntos de la ciudad, fusilando a muchos en plazas abiertas y matándolos a hachazos con sables en cargas de caballería. Las estimaciones de los muertos varían tanto que es imposible dar un número exacto. Al menos cientos de personas murieron y miles resultaron heridas durante las horas que duró la lucha urbana en la capital rusa.
Ese día, el domingo 9 de enero, se conoce desde entonces como el Domingo Sangriento. La violencia que tuvo lugar se ha convertido en un símbolo de la despiadada explotación y opresión a la que se han enfrentado durante siglos los trabajadores y campesinos rusos. La masacre dejó una profunda huella en las clases media y baja de la sociedad rusa. Habiendo sido testigo de lo que ocurrió aquel día en las calles de San Petersburgo, el artista Valentin Serov pintó uno de sus cuadros más famosos, cuyo título estaba impregnado de amargura, ironía y un sentimiento de profunda decepción: «Soldados, valientes muchachos, ¿dónde está vuestra gloria?».
Pero también fue un punto de inflexión, el momento en que las masas ya no podían aceptar su opresión y se vieron obligadas a desafiar a sus opresores y luchar por el control de la sociedad. La masacre reveló claramente que el zar era uno de sus opresores, igual que los poderosos terratenientes o los ricos propietarios de fábricas que les explotaban directamente. Lenin escribió que «la educación revolucionaria del proletariado ha dado en un día un salto adelante que no habría podido dar en meses y años de vida gris, cotidiana y oprimida».
El enorme salto en la conciencia política del proletariado ruso -que, en el transcurso de un día, había pasado de marchar hacia el Zar con iconos en las manos, a organizar una huelga y levantarse en lucha armada contra el régimen- supuso una conmoción para el público intelectual liberal, que había declarado al proletariado ruso «insuficientemente maduro» para la revolución, tal y como lo describe León Trotski:
«“Todavía no hay un pueblo revolucionario en Rusia”
“El obrero ruso está culturalmente atrasado, oprimido y (nos referimos principalmente a los obreros de San Petersburgo y Moscú) aún no está suficientemente preparado para la lucha social y política organizada”.
Así escribía el Sr. Struve en su periódico, Osvobozhdenie. Lo escribió el 7 de enero de 1905, dos días antes del levantamiento del proletariado de San Petersburgo, aplastado por los regimientos de la Guardia.
“Todavía no hay un pueblo revolucionario en Rusia”.
Estas palabras deberían haber sido grabadas en la frente del señor Struve, si su frente no se pareciera ya a una lápida bajo la cual descansan tantos esquemas, consignas e ideas -socialistas, liberales, “patrióticas”, revolucionarias, monárquicas, democráticas y otras- siempre calculados para no ir demasiado lejos, y siempre irremediablemente atrasados…
“No hay un pueblo revolucionario en Rusia”, decía por boca del liberalismo ruso de Osvobozhdenie quien a lo largo de tres meses había logrado convencerse de que era la figura principal de la escena política, de que su programa y su táctica determinaban todo el destino del país. Y antes de que esta declaración llegara a sus destinatarios, el telégrafo difundió por todo el mundo la gran noticia del comienzo de la revolución del pueblo ruso.»
(L. Trotski, Tras el levantamiento de San Petersburgo (enero de 1905), escrito 20 de enero 1905)
Las secuelas
La masacre de la capital provocó una huelga general en todo el país que derivó en lo que hoy se considera la primera revolución rusa. En los días y semanas siguientes a la masacre, se corrió la voz del derramamiento de sangre y estalló la ira de la población.
Primero se declararon en huelga los electricistas de la ciudad. Luego los trabajadores de la imprenta. Después, los marineros de la base naval de Kronstadt. Finalmente, en octubre, comenzó una huelga general. Los ferroviarios la extendieron por todo el país. Luego los mineros, y así sucesivamente. Marchando de ciudad en ciudad, la huelga general se extendió por todo el Imperio ruso. Las huelgas duraban un mes o más, luego amainaban, para ser seguidas por otra huelga uno o dos meses después.
La descripción de León Trotsky transmite el desarrollo ondulatorio de la huelga, que se convirtió en una revolución en toda regla:
«La huelga extiende ahora una mano dominadora sobre toda la extensión del país. Se deshace de todas sus vacilaciones. A medida que el número de huelguistas aumenta, su seguridad se hace mayor. Por encima de las necesidades económicas de las profesiones, se elevan las reivindicaciones revolucionarias de la clase. Despegándose de los marcos corporativos y locales, comienza a sentir que es ella misma la revolución, y esto le confiere una audacia inesperada». (L. Trotsky, La huelga de octubre)
En medio de estas oleadas revolucionarias, los trabajadores rusos se convirtieron en pioneros de una nueva forma de organización: los soviets. Estos consejos obreros se crearon a principios de octubre como órganos que podían unir a trabajadores de diferentes profesiones y partidos políticos en un solo organismo para la coordinación de acciones de autodefensa y huelga. Los soviets debían representar a una sola clase: la clase obrera.
El primer órgano de este tipo, organizado en San Petersburgo, se llamó Soviet (la palabra rusa para «consejo») de Diputados Obreros. Inmediatamente se puso a trabajar en la organización de la revolución, convocando huelgas, promoviendo la comunicación entre las organizaciones obreras, exigiendo cambios en la política del gobierno de la ciudad, ocupándose de cuestiones relacionadas con el suministro de alimentos y mercancías, haciendo declaraciones públicas en nombre de la clase obrera y organizando la defensa de las fábricas y de los trabajadores en huelga. Aunque muchos de los representantes eran trabajadores sin partido, otros eran mencheviques y bolcheviques, miembros del POSDR. Fue el primer órgano democrático de la clase obrera en la historia de Rusia.
A finales de 1905, sin embargo, el auge de la revolución se estaba desvaneciendo lentamente bajo la presión de una combinación de represión zarista, reformas suaves y agotamiento. En noviembre, los miembros del Soviet de Diputados Obreros fueron arrestados y enviados al exilio. En diciembre, la última revuelta obrera en Moscú fue brutalmente reprimida, y la revolución de 1905 entró en su ocaso.
El significado del Domingo Sangriento
A pesar de su derrota, la revolución de 1905 anunció el amanecer de una nueva era. Los obreros, campesinos y soldados que participaron en la revolución no sólo se habían despojado de sus viejas ilusiones sobre el zar, sino que también habían sido testigos de su propio y colosal poder colectivo en la lucha contra sus opresores y el sistema represivo que moldeaba sus vidas, y habían desarrollado nuevas y poderosas herramientas para ejercerlo: la huelga general y los soviets. Ambos se utilizarían doce años más tarde, en la Revolución Rusa de 1917. De hecho, la experiencia de la revolución de 1905, y las lecciones extraídas de ella, sentaron las bases para el éxito de la revolución socialista doce años después.
El detonante de todo esto fue el Domingo Sangriento. El asesinato de cientos de obreros en San Petersburgo aquel frío día despertó violentamente al proletariado, a los campesinos e incluso a los soldados para que comprendieran su posición en la sociedad, sus enemigos y -al levantarse, armas en mano- su propia fuerza, que utilizarían para cambiar irreversiblemente el mundo.
Las armas han callado en Gaza, por ahora. Después de quince meses, un acuerdo de alto el fuego ha puesto fin a la implacable matanza genocida de decenas de miles de palestinos y a la destrucción casi total del enclave palestino por parte del Estado de Israel.
Lo primero que hay que señalar es lo siguiente: los palestinos no se doblegaron ni se rindieron incluso cuando estaban allí, prácticamente indefensos, bajo el incesante ataque de una de las peores máquinas militares del mundo. Israel, por su parte, con sus aviones, bombarderos, misiles, tanques, aviones no tripulados y el apoyo del ejército estadounidense y de otros ejércitos occidentales, no consiguió imponer ninguno de sus objetivos de guerra declarados. Así pues, parafraseando las palabras de Henry Kissinger, han perdido la guerra porque no consiguieron ganarla. Esto tiene importantes consecuencias que deben analizarse.
Para empezar, la paralización provocará sin duda una sensación de alivio entre los palestinos y los millones de trabajadores y jóvenes que se han solidarizado con ellos. Del mismo modo, muchos israelíes celebrarán el fin de las hostilidades y la inestabilidad que conllevan, junto con el retorno de los rehenes. Sin embargo, el alivio no impedirá que se plantee la pregunta crítica: ¿para qué ha servido todo esto? Y, ¿está más cerca el fin de la opresión que los palestinos han sufrido durante décadas?
Destrucción
Después de pasar 15 meses apoyando, financiando y armando la maquinaria de guerra israelí, Joe Biden y otros líderes europeos se apresuraron a felicitarse y a alegrarse cínicamente de las perspectivas de paz. Pero, ¿qué paz es exactamente la que han ayudado a preparar para los palestinos?
Después de un año de bombardeos incesantes, la magnitud de la destrucción en Gaza es catastrófica. La cifra oficial de muertos supera los 46.000, de los cuales 13.000 son niños. Sin embargo, estas cifras subestiman la verdadera magnitud de la matanza. Un estudio publicado en The Lancet , una respetada revista médica británica, estima que para octubre de 2024 el verdadero número de muertes directas e indirectas probablemente superaba los 70.000, y podría, como también nos informa The Lancet, ser plausiblemente superior a 186.000.
Más allá de la pérdida inmediata de vidas, la guerra ha infligido profundas heridas en el tejido social de Gaza. Más del 90% de la población, la asombrosa cifra de 1,9 millones de personas, se ha visto obligada a abandonar sus hogares. Los centros de salud han sido blanco de repetidos ataques, con más de 650 ataques documentados, que han causado la muerte de más de 1.000 trabajadores sanitarios. El sistema educativo está en ruinas, con el 95% de las escuelas y todas las universidades dañadas o destruidas, lo que deja a 660.000 niños sin acceso a la educación formal.
Según la ONU, en enero el 96% de los niños menores de dos años no recibían los nutrientes necesarios. En total, 345.000 habitantes de Gaza se enfrentan a una escasez catastrófica de alimentos, y 876.000 a niveles de emergencia de inseguridad alimentaria.
Un reciente programa de la BBC mostraba una imagen desgarradora de la vida cotidiana en Gaza, donde las familias rebuscan entre los montones de basura para encontrar restos que vender a cambio de comida, y los niños se ven obligados a hacer sus necesidades al aire libre, expuestos a los ataques de los perros salvajes.
El impacto acumulativo de la guerra va mucho más allá de la destrucción física. La malnutrición generalizada, el colapso de los sistemas de saneamiento y el trauma psicológico infligido a la población tendrán consecuencias duraderas para las futuras generaciones.
El acuerdo
Siguiendo el hilo rojo que atraviesa este conflicto, el acuerdo de alto el fuego en sí, y la forma en que se produjo, ilustra el cinismo a sangre fría del imperialismo israelí y sus partidarios en Occidente.
El acuerdo esboza un proceso en tres fases destinado a abordar cuestiones clave y restablecer la estabilidad. La primera fase se centra en un intercambio de prisioneros, con la liberación de 33 cautivos israelíes a cambio de unos 1.700 palestinos. Entre los palestinos que serán liberados hay más de 1.000 detenidos sin cargos ni juicio después del 7 de octubre de 2023. Sin embargo, la prensa occidental llama «rehenes» a los detenidos por Hamás y «prisioneros» a los cautivos israelíes, pero ellos también eran rehenes. Israel también comenzará a retirar sus tropas de las zonas pobladas de Gaza, y el paso fronterizo de Rafah con Egipto se reabrirá para la ayuda humanitaria.
La segunda fase tiene como objetivo la retirada completa de Israel de Gaza y la liberación de todos los rehenes israelíes restantes. Y finalmente -¡si es que llegamos tan lejos! – habrá una tercera fase en la que se devolverán los cuerpos de los cautivos israelíes que hayan muerto y se pondrá en marcha un plan de reconstrucción a largo plazo para Gaza.
Pero esto plantea algunas cuestiones importantes. El acuerdo en todos sus elementos cruciales es exactamente el mismo acuerdo que Hamás aceptó en mayo de 2024. Mientras Israel daba largas al asunto, ambas partes lo acordaron el verano pasado, pero Netanyahu lo echó por tierra al insistir en que Israel no podía retirarse del corredor Filadelfia, en la frontera entre Gaza y Egipto.
Netanyahu alegó que era fundamental para la seguridad nacional de Israel. Pero el acuerdo alcanzado este fin de semana incluía precisamente la retirada del corredor Filadelfia. Eso no fue en todo momento más que una excusa. Así han quedado al descubierto los cínicos cálculos del primer ministro israelí, cruelmente motivados por razones de supervivencia personal y política, algo que no pasó desapercibido para las familias de los rehenes israelíes.
En una conferencia de prensa en la Casa Blanca para anunciar el acuerdo, Joe Biden se negó a reconocer el papel de Donald Trump en la consecución del acuerdo: «¿es una broma?», dijo. Sin embargo, lo cierto es que Biden no tuvo nada que ver con el acuerdo finalmente alcanzado. Se consiguió únicamente gracias a la intervención de Donald Trump, ¡incluso antes de que llegara al poder!
En nombre de Trump actuó su enviado Steven Witkoff, promotor inmobiliario multimillonario y estrecho aliado. Witkoff no tenía ningún cargo oficial, pero no sólo impulsó la finalización del acuerdo en Qatar, donde se estaban llevando a cabo las negociaciones, sino que también obligó al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de manera grosera y brusca, a firmarlo sin demora.
Volvamos a exponer los hechos básicos hasta ahora: Donald Trump consiguió, en cuestión de días, un acuerdo que la administración Biden no pudo conseguir durante más de ocho meses. De ello se desprende claramente que Biden no tenía ninguna intención ni deseo concreto de hacer un verdadero esfuerzo para que Israel pusiera fin a su guerra.
Hablaban de paz y, al mismo tiempo, armaban a Israel hasta los dientes y le daban todo el apoyo que pedía. En total, Estados Unidos gastó 17.900 millones de dólares en ayuda militar a Israel entre octubre de 2023 y octubre de 2024. Las fuerzas estadounidenses y británicas también apoyaron a Israel con la recopilación de inteligencia y la adquisición de objetivos. Los gobiernos occidentales también formaron un frente político unido en defensa de Israel.
Por lo tanto, salvo en palabras, Washington y sus lacayos europeos han formado parte de la coalición de guerra de Israel y no tenían intención de obligar a Netanyahu a llegar a un acuerdo. Esto formaba parte del núcleo de la política exterior de Biden, que dicta que EE.UU. debe defender enérgicamente cualquier desafío a su dominio o al de sus aliados en cualquier parte del mundo.
En consecuencia, pase lo que pase, Estados Unidos no puede ser visto retrocediendo y, si en algún momento se ve presionado, simplemente debe redoblar la apuesta con fuerza. Pero redoblar la apuesta para mostrar el poder del imperialismo estadounidense sólo condujo a mostrar sus limitaciones.
Victoria o derrota
A pesar de la abrumadora fuerza militar desplegada contra Gaza, Israel no logró alcanzar sus principales objetivos de guerra, que eran la destrucción de Hamás y la devolución de los rehenes. A día de hoy, Hamás sigue siendo una fuerza potente, capaz de infligir bajas a las tropas israelíes y de lanzar ataques con cohetes. Mientras tanto, la guerra ha radicalizado enormemente a la juventud palestina, que está dispuesta a engrosar las filas de la organización.
«Nos encontramos en una situación en la que el ritmo al que Hamás se está reconstruyendo es mayor que el ritmo al que las Fuerzas de Defensa Israelí los están erradicando», declaró Amir Avivi, general de brigada israelí retirado, a The Wall Street Journal.
Hamás no sólo no está destruida, sino que está plenamente al mando de Gaza, de la que Israel ha acordado una retirada completa. Con la retirada del corredor Filadelfia y la reanudación del comercio y la ayuda, la situación, desde el punto de vista de quién gobierna Gaza, está retrocediendo exactamente a cómo estaba el 6 de octubre de 2023. En otras palabras, un fracaso total de la misión israelí y una humillación del Estado israelí. En un momento dado, esto debe llevar a que se planteen preguntas críticas dentro de Israel.
Oficialmente, Netanyahu afirmó que la guerra era necesaria para traer de vuelta a los rehenes y, sin embargo, podemos ver que la guerra no trajo de vuelta a los rehenes en absoluto. Está claro que, en gran medida, esta guerra se libró y se prolongó continuamente como un medio para que Netanyahu mantuviera su propio control del poder y evitara los casos de corrupción que se estaban incoando contra él.
Mientras tanto, Israel ha pagado un precio. Oficialmente, al menos 400 soldados israelíes murieron y hasta 6.000 resultaron heridos. Las cifras reales son mucho más altas y no tienen en cuenta el trastorno de estrés postraumático y otros traumas mentales que se dispararon entre los soldados que participaron en la guerra. Mientras tanto, está claro que muchos rehenes murieron mientras Netanyahu estaba ocupado interrumpiendo cualquier acuerdo.
Grietas en la armadura
Está claro que, si Trump dio su brazo a torcer, el cansancio de la guerra que se extendió a las propias Fuerzas de Defensa de Israel también influyó. Aunque el apoyo a la guerra seguía siendo alto, el estado de ánimo inicial de histeria bélica había empezado a disiparse. Esto quedó claro cuando el número de reservistas que se presentaron tras ser llamados a filas descendió de casi el 100% al principio de la guerra al 75-85% el pasado noviembre.
Haaretz ha publicado un informe condenatorio sobre el creciente malestar entre los reservistas de base. Según una encuesta, «sólo el 56 por ciento de los judíos animaría a un familiar que ya ha servido en la reserva a volver de nuevo». De hecho, según la misma encuesta de agosto, sólo «el 57 por ciento de los israelíes judíos animarían a sus hijos a alistarse» y, además, «de junio a noviembre, la proporción de los que dijeron que no les animarían casi se duplicó (del 7,5 al 13 por ciento)».
Un oficial de alto rango entrevistado por el periódico se hizo eco de las dificultades para conseguir que los soldados vayan a Gaza diciendo que «cada vez es peor: cada vez hay menos sentido de un punto final».
Un reservista de tres rotaciones hizo una serie de comentarios notablemente reveladores:
“Hay una sensación general de que la estructura no se sostiene. La disciplina no es la que debería ser. No tenemos la sensación de que haya un plan para el día después y para el día siguiente. No está muy claro lo que estamos haciendo; da la sensación de que cada comandante de división hace lo que le parece, porque hay una especie de vacío. Si los soldados preguntan, les dicen: ‘Es complicado, no lo entendéis’».
Son palabras serias viniendo de soldados que estarían sometidos a enormes presiones para mantener un frente unido en torno al ejército. Oficialmente, la guerra se libraba para desarraigar a Hamás y liberar a los rehenes, pero los soldados sobre el terreno veían una realidad diferente:
«Hacia el verano, los soldados tenían mucha menos fe en los principales objetivos de la guerra, y no había progresos con los rehenes».
De hecho, los rehenes estaban muriendo debido a las acciones de las Fuerzas de Defensa Israelí: «Teníamos la sensación de que no estábamos haciendo nada bueno. Entonces teníamos operaciones [cuyo propósito] no entendíamos, […] la gente moría en estas operaciones, y no entendíamos la táctica ni la estrategia.»
Estas son serias señales de advertencia para la clase dirigente israelí, que se basa en el mito de su Estado y, en particular, de su ejército como defensor omnipotente del pueblo judío. Ambas afirmaciones se han visto seriamente sacudidas por los últimos 15 meses de conflicto.
Las Fuerzas de Defensa Israelí no sólo no fueron capaces de derrotar a Hamás en Gaza, sino que su agresión abrió las puertas a las represalias de Hezbolá en Líbano, de los houthis en Yemen, así como de Irán, que arrolló las defensas antimisiles de Israel en una convincente demostración de fuerza en octubre. De hecho, las defensas israelíes ni siquiera pudieron frenar los ataques con cohetes de Hamás, que continuaron durante todo el conflicto.
Mientras tanto, la economía israelí se ha visto gravemente afectada. Según el Banco de Israel, los costes relacionados con la guerra de Israel entre 2023 y 2025 podrían acabar ascendiendo a 55.600 millones de dólares, un coste equivalente al 10% del PIB. Las perspectivas a largo plazo de la economía de alta tecnología de Israel en un estado de creciente inestabilidad no parecen buenas. El sector depende de una mano de obra joven y preparada en edad de trabajar, que se ha visto especialmente afectada por la guerra. Todo ello empujará a Israel a una espiral de crisis sucesivamente más profundas que irán minando la cohesión de la sociedad israelí.
Así pues, no se ha resuelto nada. Ni mucho menos. Israel está más expuesto y es más frágil que antes de la guerra. En efecto, se trata de una derrota. Pero el daño no es meramente material. Lo que ha sufrido es la idea reaccionaria de que sólo un Estado altamente militarizado puede garantizar la seguridad y el bienestar de los judíos israelíes. Sin esta mentira, la clase dominante israelí no podría haberse mantenido durante ocho décadas.
Pero, como nos está demostrando la realidad, parece ser exactamente lo contrario. La postura agresiva de Israel está invitando cada vez más a la agresión y al desorden en el propio Israel. Como Haaretz afirmó siniestramente:
“Los vientos en contra de la guerra están trabajando en contra de la moral a largo plazo. Si la guerra termina mañana, Israel necesitará años para reconstruir su propio contrato social y aparentemente militar. Si la guerra se reanuda al día siguiente, el declive de la moral se extenderá».
Crisis del régimen
Netanyahu y su ala de la clase dirigente israelí han recibido sin duda una derrota de su propia cosecha. Su proyecto ha sido rechazado y ha sido humillado por Donald Trump, a quien reclamaba como firme aliado.
Podría haber sido así, pero Donald Trump es su propio aliado y el del imperialismo estadounidense antes que nada, y una guerra continua e interminable en Oriente Próximo no se ajusta a sus propósitos. Por mucho que Netanyahu se retorciera, Trump le demostró quién es el verdadero amo en esta relación. Sin el apoyo militar y económico estadounidense, el Estado israelí se desmoronaría rápidamente.
Trump ha prometido sin duda una serie de concesiones a cambio de que Netanyahu se trague el acuerdo de alto el fuego, pero eso no cambia el hecho de que se trata de una humillante marcha atrás para el imperialismo israelí.
Por supuesto, no hay garantías de que los israelíes se atengan a sus palabras. Sin duda, el reaccionario movimiento de colonos y sus partidos, que han sido aliados clave de Nenanyahu, presionarán para que se reanude la guerra en un momento dado.
Uno de sus principales representantes, el ministro de Seguridad Nacional de extrema derecha, Itamar Ben-Gvir, ya ha dimitido del gobierno de coalición de Benjamin Netanyahu. Esto le deja sólo con la más estrecha de las mayorías parlamentarias, aumentando así la influencia que tienen otros partidos de la coalición. El ministro de Finanzas de extrema derecha, Bezalel Smotrich, ha permanecido en el gobierno, pero ha amenazado con dimitir si la guerra no se reanuda tras la fase inicial de 42 días del alto el fuego. Sin embargo, si continúan con esta línea, todas las contradicciones que se han acumulado hasta ahora no harán más que crecer y preparar así una crisis más profunda en el futuro.
Por otro lado, está la actitud de una parte considerable de la población urbana que siempre ha odiado a Netanyahu, a los colonos y a la derecha. Cuando se disipe la polvareda y el frenesí bélico extremo disminuya hasta cierto punto, muchos de estos sectores se verán obligados a enfrentarse a una nueva realidad. En este contexto, algunos empezarán a buscar un camino alternativo -distinto del militarismo y el imperialismo- y entrarán así en conflicto con las normas establecidas del sionismo israelí.
Aquí vemos las líneas divisorias de la lucha social, que se ensancharán en el futuro y que en un momento dado podrían adquirir también una naturaleza de clase.
Crisis del imperialismo occidental
Desde el comienzo de esta guerra, hemos afirmado una y otra vez que Occidente es cómplice y partícipe directo de los crímenes del imperialismo israelí. Apoyaron la guerra contra Gaza financiera, militar y políticamente. Y respaldaron con todas sus fuerzas a Israel para mostrar al mundo entero el poderío del imperialismo occidental. Y, sin embargo, el resultado fue exactamente el contrario. Lo que tenemos es una derrota, no sólo para Israel, sino para el imperialismo estadounidense, el Occidente colectivo, así como el establishment político liberal.
A pesar de todos los intentos, la maquinaria militar israelí, apoyada por sus poderosos aliados, no pudo aplastar a la resistencia palestina. Esto es un duro recordatorio de las limitaciones del imperialismo occidental, que sufrió un destino similar en Irak y Afganistán, y que se enfrenta a una derrota aún mayor en Ucrania.
La guerra ha provocado un descontento generalizado en Estados Unidos, donde millones de trabajadores y jóvenes dieron la espalda a los demócratas por su belicismo. Este fue un factor significativo en el colapso del apoyo a los demócratas y la elección de Trump, que prometió poner fin a las guerras interminables. Por supuesto, si realmente lo hará es otro asunto completamente distinto.
La política exterior de Trump es una admisión de las limitaciones del imperialismo estadounidense. En lugar de redoblar la apuesta en una contraproducente demostración de fuerza militar, se inclina por retroceder, hacer concesiones y proteger los intereses centrales del capitalismo estadounidense. Una guerra imposible de ganar contra Gaza y la desestabilización de Oriente Próximo no es uno de ellos. Estados Unidos primero, el resto del mundo después. Al menos, ése parece ser su objetivo. Que lo consiga o no es otra cuestión.
Esto, en esencia, equivale a una retirada parcial del imperialismo estadounidense que tendrá consecuencias de largo alcance. Lo más importante es que afectará a la conciencia de millones de personas en Estados Unidos y Occidente. Todas las ideas de superioridad moral y poderío occidentales quedan cada vez más expuestas con cada revés. Esto se suma a la crisis del establishment liberal que ha controlado Washington y las capitales europeas durante todo el periodo de posguerra.
Se han presentado como los defensores de los principios de la democracia, los derechos humanos y el derecho internacional. Pero para cada vez más gente, lo que está cada día más claro, es que el liberalismo actual es la fuente de la reacción, y que su «orden basado en normas» es una cínica farsa destinada a encubrir sus bárbaros intereses imperialistas.
Son estas damas y caballeros, bien vestidos y a veces incluso bien hablados; educados en las mejores universidades con sonrisas pulidas y modales refinados, quienes son la fuente de las políticas más reaccionarias tanto en el extranjero como en casa.
Ellos son los que recortan los subsidios de invierno para combustible a los ancianos pobres en Gran Bretaña mientras envían miles de millones de libras a guerras en Ucrania y Gaza. Son los que recortan el gasto en sanidad y otras prestaciones sociales mientras gastan billones en militarización. Y son los que hablan de democracia mientras persiguen a quienes defienden los derechos de los palestinos. No es de extrañar que en todos los países se esté produciendo una reacción violenta contra estas fuerzas.
Y es precisamente esta reacción violenta, es decir, la creciente lucha de clases en Occidente, lo que presenta una esperanza para la liberación palestina. Las masas palestinas han demostrado una resistencia y un espíritu de lucha extraordinarios. Pero tenemos que mirar a la realidad a los ojos. La guerra de Israel ha fracasado, pero la lucha de liberación palestina no ha ganado. De hecho, no ha logrado resolver ninguno de los problemas fundamentales que ha planteado.
Los palestinos se han hundido aún más en el abismo de la barbarie del que no puede salir ninguna paz real. Han quedado reducidos a pequeños enclaves de masas empobrecidas y ligeramente armadas, enfrentadas a un poderoso Estado militar de alta tecnología. En una campaña puramente militar, el Estado sionista no puede ser derrocado.
La mejor manera de golpear a Israel es, por un lado, dividiendo al Estado sionista en líneas de clase con un llamamiento a todos aquellos israelíes que en el próximo periodo empiecen a dudar de la actual dirección de Israel y rompan con su propia clase dominante, y por otro lado golpear contra los suministros israelíes de armas, financiación y cobertura política que fluyen desde Occidente. Por tanto, el destino de los palestinos está hoy más entrelazado que nunca con el de la clase obrera mundial. La lucha para acabar con el Estado sionista israelí y por una Palestina verdaderamente libre es la misma que la lucha contra el capitalismo en Occidente, y en particular en Estados Unidos. Ambas luchas deben estar conectadas.
La crisis del capitalismo mundial aviva las llamas de la lucha de clases en todas partes. En esta lucha, los trabajadores y los pobres sólo pueden confiar en sus propias fuerzas. Sin embargo, unidos, nada puede detenerlos. La lucha por una Palestina libre comienza con la lucha contra el capitalismo y el imperialismo en casa.
Aun sin tomar formalmente el control de la presidencia, Trump está haciendo cimbrar al peso mexicano y esto solo es reflejo del nerviosismo que hay en toda la economía nacional. No es para menos, al más puro estilo de un gánster americano o un capo mexicano, el nuevo presidente de los EEUU lanza amenazas para atemorizar a sus contrincantes y que la negociación sea favorable para sus intereses. Recuerda a la famosa película de El Padrino y su frase favorita “Te voy a hacer una propuesta que no puedes rechazar”.
Trump ha lanzado una metralla de amenazas contra México, Panamá y Groenlandia (Dinamarca es quien asume el control político de está región, como una colonia). Cada palabra de este hombre ha causado temblores políticos y económicos. Inmediatamente después de que se manifestará a favor de la anexión de Groenlandia, Dinamarca hizo una inversión histórica en su gasto militar; cuando manifestó que recuperará el Canal de Panamá, las sirenas de alarma sonaron en ese país. No ha sido diferente en el caso de México.
La llegada de Trump y su política con respecto a los cárteles
Trump ha puesto sobre la mesa tres aspectos clave con respecto a lo que concierne al país. Por un lado, ha dicho que va a declarar terroristas a los cárteles de la droga, en su última declaración ha ido más lejos aún, diciendo que “México es un país peligroso en gran medida gobernado por cárteles”. Ha subido de tono en su discurso. El gobierno mexicano ha respondido de la misma forma que AMLO, responsabiliza al gobierno gringo porque es en su país donde se consume la droga que se trafica.
Sheinbaum ha prometido que no va a volver a lo que se le conoció como “la guerra contra el narco”, refiriéndose a la supuesta confrontación directa del Estado mexicano contra los cárteles y que arrojó miles de muertos y desaparecidos. Ha dicho que mantendrá la política obradorista de intención a las causas que originan la violencia, con políticas preventivas y de inteligencia.
Pero aquí hay un problema, si bien los índices de asesinatos bajaron de forma paulatina año tras año bajo el gobierno de AMLO, el sexenio es el más violento en la historia del país, es decir, su política no funcionó. Claudia ha tomado varias medidas para hacer más eficiente su proyecto, dentro de ellas robustecer la Secretaria de Seguridad Ciudadana, a partir de un decreto presidencial que refuerza las labores de inteligencia y coordinación.
Hay dos aspectos a destacar, por un lado, está el aumento de los enfrentamientos entre los diferentes grupos armados que está arrojando un incremento de asesinatos; especialmente escandalosa es la situación de Sinaloa y Chiapas, regiones azotadas por enfrentamientos abiertos entre diferentes cárteles por el control de territorio. En estas regiones y muchas otras del país, la política de no balazos no sirve, tampoco la de meter más ejército o guardia nacional. La única estrategia que puede tener una repercusión contra la violencia es la movilización masiva de los jóvenes y trabajadores contra la guerra, armando comités de seguridad y tomando el destino en sus manos, pero esto está muy lejos de lo que el gobierno quiere, su política se mueve justamente al lado contrario.
La otra cosa que vale la pena resaltar, y que quedó en claro con la detención de el “Mayo”, es que el gobierno de EEUU tiene un diálogo abierto con los dirigentes de los cárteles y su servicio de inteligencia se mueven a lo largo y ancho de México haciendo tratos a espaldas del gobierno. Si el gobierno imperialista de los Estados Unidos quisiera terminar con los cárteles podría hacerlo rápidamente sin utilizar las armas: cerraría el tráfico de armas desde EEUU, negociaría con los dirigentes de empresas asesinas y les garantizaría una nueva vida con identidad diferente, al tiempo que podría incautar las cuentas bancarias de narcotraficantes norteamericanos. Nada de esto está en los planes de Trump.
¿Esto quiere decir que sus amenazas contra los cárteles son fanfarronadas? No es exactamente esto, es un arma de negociación para meter presión al gobierno y negociar otros aspectos, los cuales sí considera un problema, por ejemplo, la migración y la lucha contra las mercancías chinas. Incluso es una forma en la cual Trump busca chivos expiatorios o distracción para fortalecer su posición frente a los problemas internos.
Podemos decir que el régimen capitalista en su conjunto no está interesado en terminar con el narcotráfico porque le es útil, en primera porque es un negocio vibrante el cual aceita el sistema financiero mundial, lo segundo porque los efectos de la drogadicción desactivan a una parte de la juventud y la clase obrera en las luchas por sus demandas concretas y los hunde en la dependencia y desesperación.
Trump y su política frente a la migración
Otra de las amenazas que utiliza Trump es la deportación masiva de inmigrantes, muchos de ellos mexicanos. Ha dicho que utilizará el ejército para las pesquisas y que seguirá construyendo el muro fronterizo para evitar que entren más migrantes.
Igual que en el terreno del narcotráfico, hay una doble moral y doble discurso en esto. Por un lado, se oponen a la entrada de migrantes sin papeles y, por otro, se ven beneficiados por la llegada de millones bajo condiciones desventajosas. Así, los capitalistas pagan salarios más bajos, se ahorran las prestaciones y, en cambio, los migrantes deben pagar impuestos.
Como lo hemos dicho en otras ocasiones, la migración de millones de seres humanos por el mundo no se da por gusto, hay razones económicas, políticas, sociales y hasta climáticas que orillan a que la gente emigre. Todo esto, claro está, impulsado por el dominio capitalista en todo el mundo. No queremos meternos a argumentar nuestra política con respecto a la migración, sólo diremos que el imperialismo estadounidense se ha beneficiado históricamente de muchas formas por esta migración.
La política de Trump no solo mantiene razones económicas para el control de los mercados mundiales, sino que también se beneficia de la ideología racista y el supremacismo blanco que utiliza la clase poseedora para dividir a los trabajadores. Azuzar la bandera antiinmigrante es muy útil para mantener cohesionados a sus seguidores de derecha, crear un ambiente de temor entre millones de personas que viven de forma “ilegal” en los EEUU y además, amenazar a los países de donde parten esos millones de hombres y mujeres, con su deportación masiva, presionando de forma fuerte las monedas y economías en general.
Es una fuerte arma para mantener bajo control el dominio imperialista, y es de esta forma en la cual Trump utiliza estas amenazas. No dudamos que se pueda pasar a los hechos concretos y que veamos como el ejército y la guardia nacional estadounidense deportan a miles de personas; será un arma para demostrar la supremacía imperialista en la región, así como una presión para negociar políticas económicas ventajosas para las empresas de los EEUU.
El gobierno mexicano ha preparado una estrategia para apoyar a los migrantes con asesoramiento legal e incluso ha habilitado albergues en caso de deportaciones masivas. Claudia ha defendido públicamente a los migrantes y ha dicho que no son delincuentes sino trabajadores. Mantiene un discurso agitativo, pero en la práctica no puede hacer nada para evitar las deportaciones. Muestra clara que el trato entre estos países no es de iguales, como han mencionado hasta el cansancio.
Grandes organizaciones de migrantes están en los EEUU, una respuesta verdaderamente contundente llevará a la movilización masiva de millones de trabajadores que entraron a aquel país de forma ilegal, y estas movilizaciones deberían ser acompañadas por una agitación y manifestaciones en las calles de los sindicatos y organizaciones obreras en los países de AL. Sin embargo esto no es ni será promovido por el gobierno, porque no le interesa promover la lucha y la organización de la clase obrera. Cualquier defensa verdadera de la clase obrera migrante recaerá en las manos de la clase obrera a nivel mundial, incluyendo la clase obrera norteamericana.
Impuestos contra mercancías mexicanas
Antes de analizar las propuestas que Trump ha hecho, nos gustaría revisar, brevemente, la política de la 4T en el terreno económico y así dejar claro que, lo que AMLO y Claudia pensaban que iba a ser la palanca de desarrollo, se puede convertir en su contrario y con ello demostrar que no hay salida en los márgenes del capitalismo para un país dependiente y subdesarrollado como México, menos reforzando su subordinación al imperialismo.
El gobierno de AMLO y ahora el de Claudia Sheinbaum han declarado que rompieron con la política económica neoliberal. Esto no es cierto, no solo mantuvieron el sistema de explotación capitalista en pie, sino que lo impulsaron a tal grado que la ganancia de los grandes empresarios nacionales y extranjeros incrementaron sus ganancias en un 45% desde el 2018.
De medidas anti-neoliberales no se tomaron muchas, se puede decir que se frenó las privatizaciones que se venían dando en el sector energético, sin embargo, no se hizo mucho por tratar de recuperar o renacionalizar todos los sectores que otrora pertenecían al Estado y que los gobiernos anteriores privatizaron. Aunque ya no privatizaron, el gobierno se ha retirado de la inversión pública, dejando las manos libres para que la inversión privada entre y haga lo que guste. En el 2016 la inversión pública representaba 3.8% del PIB, hoy es del 3%.
La política fiscal es igual. Mientras que un trabajador promedio aporta el 30% de sus ingresos al pago de impuestos, las grandes fortunas apenas aportan el 1% de la recaudación general y el 8% del ISR.
La 4T no ha roto el patrón de producir para exportar, se puede decir que ha seguido este proyecto, condenando a ser un país maquilador y dependiente de las exportaciones, principalmente a EEUU. El volumen de las exportaciones del 2018 a 2023 pasaron de 450 mdd a 593 mdd; el motor de este crecimiento es la manufactura, la cual crece anualmente en un promedio de 6.5%. Como lo dice Rubén Rivera, de cada 10 pesos 4 son producto de las exportaciones. Es el único sector que ha crecido en los últimos años, y con su desarrollo también ha crecido la dependencia del país a la economía de los Estados Unidos, a la cual se dirigen el 90% de las exportaciones.
Como vemos, la apuesta de los gobiernos “anti-neoliberales” ha sido el reforzar la dependencia de la economía mexicana a la norteamericana, como palanca de “desarrollo” económico. Está claro que esto no lo inició AMLO, pero lo que también está claro es que no hubo ningún intento por romper esta dependencia, por el contrario, toda su política se centró en profundizarla.
Así, en más de una ocasión vimos como AMLO defendía está vinculación económica y la ofrecía como alternativa para los demás países de América Latina. Se volvió promotor de un tratado comercial de los diferentes países latinos con EEUU. Vendió la idea de que México debería desplazar a China como socio fundamental de los EEUU —lo cual se ha logrado porque ahora México está por encima de China y Canadá en exportaciones a la economía más grande del mundo—.
En otras tantas ocasiones dijo que la relación de EEUU con México era de iguales. Esta misma línea la sigue la actual presidenta, Claudia Sheinbaum, la cual ha fijado su postura de forma clara ante los diferentes planteamientos económicos de Trump.
Una vez que el nuevo presidente de los Estados Unidos dijo que se fijarían tasas o aranceles a las mercancías chinas que entran por la frontera de México, el gobierno mexicano planteó que las mercancías chinas, principalmente las textiles, deben de pagar un impuesto extra del 35%; esto ya es un hecho desde el 1 de enero. El argumento del gobierno es el cuidar la industria textil nacional, pero claramente es una respuesta a la exigencia del gobierno norteamericano de evitar el comercio chino con México.
Pero, el verdadero problema no son los textiles sino la industria automotriz. China se convirtió en el principal proveedor de autos en México, vendiendo “237,018 unidades al cierre de noviembre de 2023” y es el 5to “lugar en inversión relacionada con la fabricación automotriz en México, con USD 121.6 millones para 2023”. La inversión extranjera directa proveniente de China a México es de 151 millones, es decir, casi su totalidad es en el sector automotriz.
Estas cifras del 2023 no son las únicas: “Durante el primer semestre de 2024, Alemania y China lideraron las inversiones en el sector automotriz en México. Alemania representó el 19.3% de la inversión total, mientras que China acaparó el 18.3%, lo que equivale a aproximadamente 2,265.57 millones de dólares con 20 proyectos de inversión. Este crecimiento significativo en inversiones chinas, que subieron un 52.7% en comparación con el mismo periodo de 2023, destaca una presencia cada vez más fuerte de las empresas chinas en la industria automotriz mexicana.”
Muchos de estos vehículos, en su mayoría eléctricos, de marcas chinas, hechos aquí o exportados, tienen su destino final en el mercado estadounidense. Esto es lo que Trump quiere frenar, porque al igual que el sector automotriz, hay otros sectores que siguen su ejemplo, aunque a un nivel menor.
La inversión extranjera directa el año pasado batió récord, se estima que llegó a 38 mdd, producto de la relocalización de capitales a nivel internacional, el llamado Nearshoring. Este fenómeno que aprovechó el gobierno de AMLO para atraer la inversión y que algunos le llamaron “el nuevo milagro mexicano”, y que sería la panacea para resolver los problemas económicos, rápidamente está mostrando sus contradicciones.
Cientos de millones de dólares invertidos en México para producir mercancías a bajo costo y sin pagar impuestos de exportación a EEUU por los tratados comerciales, ahora se ven presionados a pagar impuestos. Trump ha dicho que podrían ser del 25% y llegar al 100% las tasas impositivas.
Claudia ha dicho que esto sería un balazo en el pie para la economía estadounidense y efectivamente, los impuestos afectarían a miles de empresas americanas que parte de su producción están de este lado de la frontera, pero aun así no está descartada la posibilidad de que esto se pueda llevar a cabo, principalmente en ciertos sectores donde la inversión china es notoria.
Conclusiones
Es claro que la llegada de Trump al gobierno sí va a tener una repercusión económica y política sobre México y el mundo, no se puede saber con exactitud cuál será porque es totalmente impredecible el comportamiento del nuevo presidente norteamericano.
Lo que sí está claro es que la política reformista del gobierno de AMLO y ahora Claudia es ineficiente para sacar al país de los grandes problemas que lo aquejan. El problema fundamental es el funcionamiento del sistema capitalista en su totalidad, los problemas que causa no se pueden remediar con pequeñas reformas o con una “mejor distribución de la riqueza” por medio de los programas sociales, es como querer terminar un cáncer con aspirinas.
Estamos viviendo una época de grandes cambios, donde el imperialismo americano está mostrando síntomas de relativa debilidad frente a nuevas potencias que van surgiendo, especialmente China. Esto, y una crisis del sistema, está arrojando a la humanidad a un periodo de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones. Lo que sucede en Medio Oriente, en Ucrania, el ascenso de gobiernos como el de Milei o Trump es fruto de esta inestabilidad y giros bruscos en la conciencia de las masas, de la bancarrota de los gobiernos y políticos reformistas.
El próximo periodo será de grandes turbulencias políticas y económicas donde las masas sacarán duras experiencias. Al mismo tiempo, la conciencia de miles o millones de personas se transformará y sacará conclusiones revolucionarias. La necesidad de un partido comunista revolucionario es una tarea urgente que resolver.
Alrededor de 15 profesores han sido despedidos del Instituto de Educación Media Superior (IEMS) algunos, la mayoría, por acusaciones de acoso contra estudiantes. La recisión de contrato ha sido fulminante, sin ningún desahogo de pruebas, ni proceso alguno. Por supuesto que el sindicato titular del Instituto, el SUTIEMS (Sindicato de la Unión de Trabajadores del IEMS) está en contra de todo acoso y violencia contra los estudiantes, quienes son la razón de ser de nuestras preparatorias. Pero toda acusación no sólo debe ser debidamente atendida sino llevarse mediante un debido proceso en donde se respete la presunción de inocencia, elemento democrático tan fundamental como la atención a las víctimas.
No puede haber justicia sin un protocolo que se acuerde con la comunidad organizada, empezando por el sindicato democrático, mediante el cual se atienda todo tipo de violencia contra estudiantes y trabajadores. Lamentablemente, violando el Contrato Colectivo de Trabajo, la dirección del IEMS impuso un protocolo de forma unilateral que ni siquiera ha respetado, erigiéndose en un juez arbitrario que determina el despido de los trabajadores; violando no sólo el Contrato Colectivo, sino cualquier proceso de desahogo y presentación de pruebas.
Al no haberse respetado el debido proceso —y sin prejuzgar sobre todos los casos señalados— se han cometido todo tipo de injusticias. Un caso escandaloso fue el de un profesor del plantel Xochimilco que fue sacado a golpes de su cubículo y del plantel por policías armados —ante una acusación de acoso— y pasó tres días detenido, sin que se le permitiera tener acceso a sus medicamentos para la diabetes. No sólo fue despedido sin que se haya aclarado debidamente su caso, sino que aunque un juez ya determinó que no existe elemento para detenerlo, simplemente no ha sido reinstalado.
Otro caso lamentable es el del despido del compañero Ángel Custodio quien un día antes de salir de vacaciones fue notificado de su despido —violando, por cierto, el compromiso del gobierno de la CDMX de que no había más despidos sin debido proceso— en este caso por presuntas quejas de estudiantes (no por acoso sexual), razón por la cual los trabajadores del plantel realizaron un paro de labores. La situación es preocupante pues el compañero ha sido miembro activo del SUTIEMS durante muchos años y ha pertenecido a la directiva sindical. De no establecerse protocolos claros tanto para quejas de denunciantes como para la defensa de los inculpados, será el criterio discrecional de la patronal el que se imponga, con el riesgo de que acusaciones reales o falsas sean utilizadas con motivos políticos y de persecución contrasindical.
Por otra parte, es claro que el acoso sexual a estudiantes es una cuestión que debe ser combatida y erradicada de forma contundente. Estos casos no sólo atentan contra las víctimas sino contra toda la base trabajadora, pues desacreditan la labor docente (muchas veces pagan justos por pecadores) y alienan el apoyo de los estudiantes y padres de familia al sindicato y a la base trabajadora ante justas demandas como creación de bases, mayor presupuesto e infraestructura para los planteles, etc.). Por ello, de comprobarse los casos el sindicato no se opone a que los culpables reciban el castigo que merecen. Pero más allá de los protocolos institucionales, el acoso debe combatirse con la organización independiente de los estudiantes y con la lucha unificada de los trabajadores contra todo tipo de machismo y opresión contra la mujer.
Por esto, por el alto a los despidos injustificados, por la creación de un protocolo bilateral en contra de la violencia y por la reinstalación de los despedidos, el SUTIEMS está emplazando a huelga por violaciones al CCT (Contrato Colectivo de Trabajo). Debe quedar claro, una vez más, que la lucha del SUTIEMS es a favor del debido proceso, en contra de despidos injustificados y por la reinstalación de los despedidos que no fueron sujetos a ningún proceso democrático. El SUTIEMS está en contra de toda violencia y opresión hacia la mujer y por la erradicación del acoso en las escuelas mediante la lucha y la concientización de trabajadores y estudiantes.
Quizá hayas oído la desconcertante frase de que con los fragmentos de un chícharo es posible reconstruir el sol e incluso el universo completo. Pues la frase expresa la esencia de la “paradoja de Banach-Tarski”, un desconcertante teorema de las matemáticas y la teoría de conjuntos que plantea interesantes reflexiones sobre el alcance de las matemáticas, los resultados contraintuitivos de operar con el infinito, la relación entre análisis y síntesis, lo abstracto y lo concreto, y geometrías fractales.
La paradoja Banach-Tarski demuestra matemáticamente que es posible dividir una esfera sólida en “n” número de partes y reconstruir con dichos fragmentos dos esferas idénticas a la primera, con tan solo rotar y permutar las piezas (es decir sin estirarlas o deformarlas).
Vale la pena señalar que Stefan Banach y Alfred Tarski fueron matemáticos polacos. El primero tenía buenas relaciones con los científicos soviéticos, razón por la cual fue sospechoso bajo el régimen nazi y sobrevivió realizando experimentos con piojos donde él mismo era el donante de sangre para alimentarlos. Muy dañado en su salud murió en 1945 recién terminada la ocupación. Alfred Tarski logró emigrar a Estados Unidos poco antes de la invasión de Hitler pero la mayor parte de sus familiares murieron en campos de concentración.
La paradoja en cuestión es el equivalente de “Hotel de Hilbert” aplicado a los puntos de una esfera. Recordemos que en la paradoja del Hotel de Hilbert es posible alojar a un huésped en un hotel infinito completamente lleno, simplemente solicitando a los ocupantes que se cambien a la habitación que resulta de sumar +1 el número de su habitación (lo cual es posible pues infinito +1 es igual a infinito). El nuevo huésped ocupa la habitación número 1. Pero en este hipotético hotel infinito completamente lleno podrían alojarse también un infinito número de huéspedes, solicitando a los ocupantes que multipliquen por 2 el número de su habitación y ocupen el resultado; los nuevos huéspedes se hospedan en los infinitos números impares que quedaron vacíos (esto es posible porque hay infinitos números pares e impares). Algo similar puede hacerse con infinitos camiones llenos de infinitos huéspedes que solicitaran alojamiento en el hotel, esta vez usando los infinitos números primos para cada uno de los infinitos autobuses y un número par o impar para cada uno de los huéspedes de cada camión, cada huésped de toma el número primo de su autobús y lo eleva al número par o impar que se le asignó, resultando la habitación que debe ocupar. La paradoja demuestra que hay diferentes tipos de infinitos –mayores y menores– y que la noción de infinito rompe el “sano” sentido común.
La esfera es, desde un punto de vista geométrico, equivalente a ese hotel infinito puesto que se puede demostrar que una esfera contiene infinitos puntos. La paradoja Banach Tarski implica descomponer en su totalidad la esfera en infinitos puntos, agrupar dichos puntos por el tipo de rotación en la esfera con la cual se obtuvieron (en sentido horario o antihorario, hacia el eje de las x o y). Como los puntos carecen de dimensión, se pueden realizar determinadas operaciones con ellos sin considerar su volumen. Luego es posible reagrupar –integrar– los puntos en piezas con dimensión determinada y formar con dichas piezas dos esferas idénticas a la original.
Sin violar las reglas de las matemáticas, la geometría euclidiana y la teoría de conjuntos es posible repetir esa operación con las nuevas esferas y obtener infinitas de ellas a partir de una. Este resultado increíble es consecuencia de operar con el infinito y llevar a sus últimas consecuencias el descomponer un cuerpo en puntos sin dimensión.
Otra manera de verlo es asignar a cada punto de la esfera otro punto en una estructura geométrica fractal. Los fractales tienen dimensiones irracionales muy extrañas, mayores que cero, pero menores a cualquier número definido. Geométricamente podemos decir que los fractales están en algún punto entre el ser y el no ser, entre el cero y cualquier número racional.
Evidentemente esto es imposible en la física real, no sólo porque no es posible crear materia de la nada -de acuerdo al principio fundamental de la conservación de la materia y la energía-, sino porque es imposible dividir un objeto hasta convertirlo en puntos sin dimensión. No sólo habría que romper la esfera más allá de sus átomos y partículas subatómicas, sino dejar puntos infinitamente pequeños sin dimensión alguna. Pero la historia de la física –el descubrimiento del átomo, las partículas subatómicas y una infinidad de nuevas partículas que se descubren continuamente– nos demuestra que no hay una última partícula más allá de la cual no exista nada.
Un punto es una abstracción mental que omite -por conveniencia práctica- las contradicciones concretas. La descomposición geométrica de la realidad en figuras, cuerpos y números es indispensable para el entendimiento científico, pero es necesario reconocer sus límites. La paradoja muestra, entre otras cosas, los límites de la abstracción matemática. Las matemáticas no son sino una herramienta para comprender y transformar el mundo, nos ayudan a extraer las relaciones cuantitativas y mediciones del mundo material. Pero toda abstracción o nos ayuda a entender la realidad o también nos puede alejar de ella y volar al mundo de las abstracciones sin brújula ni ancla. Lo que decide entre la vinculación de las matemáticas y los teoremas con la realidad es la práctica humana y la transformación del mundo que corrobora o no teoremas e hipótesis.
Si bien es cierto que es imposible obtener dos esferas a partir de una -o romper un dólar para reensamblar millones-, la paradoja sí muestra -desde nuestro punto de vista- las propiedades dialécticas del infinito y su utilidad en las matemáticas. Por ejemplo: el cálculo -que opera con cantidades infinitamente pequeñas y un límite infinitamente grande en relación a ellas- implica la noción de infinito. Y es un poderoso instrumento que permite mediciones muy precisas que no serían posible de otra forma. A pesar de la oposición de mentes como Berkeley, que se opusieron al cálculo de Newton y Leibniz, fue el hecho de que funcionaba en la práctica lo que decidió el debate.
Bien es cierto que la paradoja de Banach –Tarski es más un ejercicio intelectual, muestra las paradojas que implica la noción de infinito y que parecen implícitas a éste–. Ya Engels había señalado que era en sí mismo una contradicción que el infinito se compusiera de la suma de “honradas finitudes”. Algo similar ocurre con la esfera que es finita e infinita desde diferentes ángulos. Es decir, la esfera es finita desde un punto de vista sintético –como una entidad definida entre otras– pero es infinita desde el punto de vista analítico –es decir, se puede dividir en partes más pequeñas infinitamente– y esto es así porque todo cuerpo no es sino un conjunto dentro de un universo infinito, todo ser no es más que un conjunto que contiene infinitos conjuntos en un universo infinito. La síntesis que hacemos los seres humanos para diferenciar los objetos y entenderlos, no excluye a dichos objetos de la interconexión universal y de formar parte de un todo. Sin embargo, este infinito se conoce a través de una progresión en sí misma infinita, no se puede conocer de golpe –como sucede en la intuición mística o en la revelación religiosa–. No es posible decir: aquí está el infinito completo, te lo presento y te lo revelo.
En conclusión. Si bien es imposible desarmar un guisante para rearmar el sol, no es menos cierto que el guisante contiene en sí mismo un universo infinito e inagotable. Todo objeto es, de cierta manera, un fractal del universo.
La economía europea se enfrenta a su mayor crisis en una década. En los últimos meses se han sucedido los anuncios de despidos en Francia y Alemania. Cientos de miles de puestos de trabajo corren peligro porque las empresas intentan reducir costes. Al mismo tiempo, el Banco Central Europeo (BCE) recorta los tipos de interés y rebaja su previsión de crecimiento. Esto refleja la crisis histórica del capitalismo europeo, que no ofrece más que un futuro de austeridad y miseria.
Despidos masivos en la industria automovilística alemana
La industria automovilística está en el centro de la última fase de la crisis. El otoño pasado Volkswagen anunció decenas de miles de despidos y el cierre de tres fábricas, seguido de BMW, que anunció la supresión de 8.000 puestos de trabajo, y el autopartista Bosch, otros 10.000. Ford también ha anunciado la supresión de 4.000 puestos de trabajo, principalmente en Alemania.
Además de los cierres de fábricas, los directivos de Volkswagen han exigido que los trabajadores restantes acepten un recorte salarial del 10% y una congelación salarial de dos años. Naturalmente, los directivos de la empresa se han negado a hacer tales sacrificios. No es de extrañar que 100.000 trabajadores de Volkswagen se declararan en huelga contra estas propuestas de la dirección.
La industria del automóvil es crucial para Europa, ya que produce algo más de un billón de dólares de valor añadido para Europa, lo que representa alrededor del seis por ciento de su economía total. También emplea a unos 14 millones de trabajadores, algo así como el seis por ciento del total de la mano de obra europea. La industria automovilística atraviesa dificultades en todo el mundo, pero la crisis en Europa es especialmente grave.
La utilización de la capacidad en la industria automovilística mundial es del 62% de media. En otras palabras, las fábricas están produciendo sólo el 62% de lo que podrían, porque el mercado simplemente no está ahí para que produzcan a plena capacidad. Esta tasa es inferior al 70 por ciento de 2018, y todo lo que esté por debajo del 70 por ciento se considera insostenible. Sin embargo, en Europa el problema es peor, con la industria del automóvil funcionando a un mero 58 por ciento, en comparación con el 66 por ciento en América del Norte. Esto va unido a una pérdida de cuota de mercado de Europa, que pasará del 31% de todas las ventas de vehículos del mundo en 2008 al 20% en 2023.
Ahora, Trump tiene a la industria automovilística europea en el punto de mira. Está decidido a obligar a las empresas automovilísticas a fabricar los coches en Estados Unidos, si se venden en ese país, mediante el uso de aranceles. Insiste en que va a eliminar el déficit comercial de EE.UU., que asciende a unos 150.000 millones de euros con Europa (un tercio del valor de las exportaciones de la UE a EE.UU.). Se trata de una enorme amenaza para la producción europea, en particular la relacionada con los motores de combustión tradicionales. No es casualidad que los fabricantes alemanes de automóviles estén reduciendo su producción ahora, cuando Trump está a punto de tomar posesión.
Sin embargo, los problemas para la industria europea no empezaron con Trump.
A la zaga
Históricamente, los fabricantes alemanes de vehículos tenían una enorme ventaja en la producción de motores diésel, con los que ganaban -y siguen ganando- mucho dinero. Sin embargo, dialécticamente, es precisamente esa ventaja la que les hizo tan propensos al fracaso cuando apareció una tecnología nueva.
En su libro sobre la economía alemana, acertadamente titulado Kaput («acabado»), el antiguo columnista del Financial Times, Wolfgang Münchau, señala que la perfección que alcanzaron en los motores diésel les llevó a doblar la apuesta en lugar de prepararse para el siguiente salto tecnológico. Tenían una enorme ventaja en este tipo de motor y, en lugar de utilizar los beneficios para invertir en nuevas tecnologías, se dedicaron a promocionar el diésel como alternativa ecológica. Y luego hicieron trampas en las pruebas de emisiones para ocultar la verdad.
Al mismo tiempo, las empresas chinas estaban invirtiendo mucho en vehículos eléctricos y en la tecnología de baterías necesaria para estos. Por mucho que los gobiernos occidentales hablaran de invertir en tecnologías ecológicas, no lo hacían. El mercado chino, sin embargo, creció rápidamente y ahora es, con diferencia, el mayor mercado de vehículos eléctricos. En la actualidad, tres cuartas partes de los vehículos eléctricos que se venden en el mundo se venden en China. Esto proporcionó una base excelente para que empresas chinas, como BYD, se expandieran rápidamente y desarrollaran una posición dominante en el mercado mundial de vehículos eléctricos.
Esto no augura nada bueno para la industria automovilística alemana. En 2022, exportó a China vehículos y piezas por valor de 30.000 millones de dólares, pero apenas nada de eso serían vehículos eléctricos. Al contrario, los fabricantes europeos exportan a China vehículos con motor de combustión. Los aranceles que ha introducido la UE podrían hacer algo para impedir la venta de vehículos eléctricos chinos a Europa, pero no tendrán ningún impacto en ayudar a las exportaciones alemanas de motores de combustión a China, que es lo que busca la industria automovilística. Esto explica en parte por qué los fabricantes de automóviles alemanes se opusieron a los aranceles. También son vulnerables a posibles represalias, y les gustaría quedar bien con el Gobierno chino.
Pero hay algo más. Las empresas europeas han invertido mucho en capacidad de fabricación de vehículos eléctricos en China. Volkswagen, por ejemplo, produjo allí tres millones de coches en 2022. Pero ahora los fabricantes de coches alemanes están perdiendo rápidamente su cuota de mercado. Todavía representan el 15% del mercado chino, pero ha bajado del 25% que tenían antes de la pandemia.
Ahora la economía china está estancada y los coches de las marcas europeas son más caros que los chinos. Como resultado, las plantas de vehículos eléctricos que se construyeron en China, inicialmente para abastecer al mercado chino, se están utilizando ahora para exportar vehículos a la Unión Europea. El 22% de los coches eléctricos vendidos en Europa fueron exportados de China a Europa por empresas no chinas (Tesla, Volkswagen, etc.). Sólo el ocho por ciento de los coches vendidos eran de empresas chinas que exportaban a Europa. Esta es otra de las razones por las que los fabricantes de automóviles europeos se opusieron a los aranceles, porque perjudicarían sus propias exportaciones a Europa.
El problema del mercado de exportación se ve agravado por el tamaño decreciente del mercado europeo. La ralentización de la economía en el último año ha afectado a los coches eléctricos más que a otros, porque son más caros. Los trabajadores que tienen dificultades para llegar a fin de mes optarán por un vehículo tradicional más barato, en lugar de pagar una prima por uno eléctrico. Esta situación se vio agravada por la retirada de las subvenciones a los coches nuevos por parte del Gobierno alemán, lo que provocó una caída de las ventas, sobre todo en Alemania.
El año que viene, la UE ha fijado a todas las empresas el objetivo de alcanzar los 20 g de CO2 por kilómetro. La mayoría de las empresas automovilísticas parece que no van a alcanzar estos objetivos, lo que supondría multas. Ahora, como era de esperar, las empresas exigen que se retrase la aplicación de los objetivos, insistiendo en cambio en que Europa debe desarrollar una «política industrial», con lo que sin duda se refieren a subvenciones directas o indirectas.
Apuntan con una pistola a la cabeza de los gobiernos europeos, amenazándoles con la pérdida masiva de puestos de trabajo. Y varios gobiernos ya han pestañeado, entre ellos Italia y Francia.
Todo esto es un poco exagerado, dado que todas estas empresas están obteniendo enormes beneficios, repartiendo dividendos récord (muy superiores a los de sus homólogas asiáticas y norteamericanas) y acumulando decenas de miles de millones de dólares en efectivo. En lugar de reinvertir este dinero en el negocio y realizar inversiones audaces, están colmando de dinero a sus accionistas. No en vano, el secretario general de IndustriAll, la confederación sindical internacional, se refirió a estas prácticas como «liquidación de activos».
Pero la tarea central de una empresa capitalista no es garantizar el empleo, ni la transición a los vehículos eléctricos, sino obtener beneficios para sus accionistas. Según esta métrica, las empresas automovilísticas europeas tienen mucho éxito en estos momentos.
¿Para qué invertir en la construcción de más fábricas si los trabajadores de Europa son demasiado pobres para comprar los coches que producen? Las fábricas ya están paradas. Es mejor retroceder y mantener contentos a los accionistas con dividendos masivos.
Se podría argumentar que deberían haberse preparado para el futuro, pero lo cierto es que el motor eléctrico representa una revisión completa del automóvil y de su funcionamiento.
Por eso las nuevas empresas, que tienen experiencia en software, producción de baterías, fabricación de teléfonos inteligentes, etc., han demostrado ser tan capaces de saltar a estos nuevos mercados como los viejos gigantes industriales.
El dominio que China y el Sudeste Asiático tienen sobre la producción de todo lo relacionado con los semiconductores, y el dominio de Estados Unidos en cuanto a la producción de software y servicios en línea, deja a Europa completamente rezagada.
Es mucho lo que está en juego. La consultora McKinsey calcula que Europa podría perder hasta 400.000 millones de dólares (el 36% de su mercado actual) de aquí a 2035, sobre todo en la producción de componentes para automóviles. Muchos componentes ya se fabrican en el Sudeste Asiático, y es poco probable que las empresas europeas puedan entrar en ese mercado, ya que Europa se ha mantenido en gran medida al margen del desarrollo de la electrónica y el software.
Esto es lo que queda meridianamente claro cuando se examinan las cifras de inversión en el último periodo.
Falta de inversión
El ex jefe del Banco Central Europeo, Mario Draghi, elaboró un informe sobre la economía europea que pone de manifiesto el retraso de Europa en materia de inversión. Draghi sugiere que Europa necesitaría 800.000 millones de euros más al año en inversión pública y privada, lo que supondría un 4,5% adicional del PIB, y ello en un momento en que la mayoría de gobiernos y empresas tratan de encontrar áreas en las que recortar.
La razón es que Europa lleva tiempo rezagada con respecto a Estados Unidos y China. En el periodo de 20 años comprendido entre 1997 y 2019, el valor del capital por persona empleada creció un 50% en EE.UU., de 197.000 a 293.000 dólares. En China se multiplicó por ocho, de 11.000 a 87.000 dólares. En Europa occidental, creció apenas un 10%. Europa Central, con Chequia, Eslovaquia y Hungría, se comportó mucho mejor, con un aumento del 120%, pero eso no es en absoluto suficiente para compensar la diferencia. Las inversiones en Alemania son especialmente pobres, muy por detrás de otros grandes países europeos, por no hablar de Estados Unidos.
Desde 2012, la inversión estadounidense ha sido sistemáticamente superior a la de las principales economías europeas, en porcentaje de la producción económica. Estados Unidos ha gastado alrededor de un punto porcentual del PIB más en inversión que la UE. Pero si se mira más allá de la cifra global, se observa que una mayor parte de la inversión europea se centró en bienes inmuebles (viviendas, oficinas, etc.). En cuanto a la inversión en maquinaria y propiedad intelectual (investigación y desarrollo), EE.UU. gasta anualmente una media del 2% más de su PIB que la UE.
Parte de ello se debe a que los gobiernos europeos han recortado su presupuesto de inversión pública, pero la mayor parte se debe a que las empresas sencillamente no invierten. Las empresas estadounidenses gastan actualmente 1,6 billones de dólares en inversión, ya sea en capital fijo (maquinaria, fábricas, etc.) o en investigación y desarrollo (I+D). Sus homólogas europeas sólo gastan 900.000 millones de dólares.
Europa está por detrás en todos los sectores de la economía, excepto en automoción y materiales. Por poner algunos ejemplos: Las empresas europeas de telecomunicaciones sólo han invertido una quinta parte de lo que invierten sus homólogas estadounidenses. Las empresas de semiconductores han invertido la mitad. Incluso en el sector farmacéutico, en el que Europa no está tan rezagada, se gasta un 43% menos en capital fijo o I+D.
Fundamentalmente, en software e informática, Estados Unidos está significativamente por delante. En Europa no hay ninguna gran empresa de software ni de computación en la nube.
En cuanto al mercado de la Inteligencia Artifical -que sin duda desempeñará un papel importante en el aumento de la productividad-, Europa apenas desempeña ningún papel, ya sea en la escritura del código, en la producción de los procesadores o en el alojamiento de las granjas de servidores.
La crisis del mercado europeo de la energía
Para empeorar las cosas, las empresas europeas se han visto expuestas a unos precios desorbitados de la energía. Los precios europeos de la electricidad siempre han sido altos, pero ahora el precio para la industria es más del doble que el de EE.UU. (20 frente a 8 céntimos de euro por kWh). Debido a los precios históricamente altos de la electricidad, las industrias europeas tendieron a utilizar el gas como principal fuente de energía. El gas ruso, barato, estaba disponible en grandes volúmenes.
Sin embargo, desde la guerra de Ucrania, Europa se ha aislado del gas ruso y, tras el repunte inicial, ahora se ha estabilizado en un precio aproximadamente un 50% más alto que antes de la guerra. Esto ha tenido un impacto especialmente devastador en la industria intensiva en energía (metales, productos químicos, petróleo, papel, vidrio, etc.), donde la producción ha caído un 20%. Este acto de autosabotaje industrial ilustra cómo el Estado-nación, y el imperialismo, son una barrera para el futuro desarrollo de Europa.
Una vez más, sin embargo, la guerra de Ucrania no es tanto la causa del problema como la gota que colma el vaso en el sector energético. Incluso antes de la pandemia, la inversión pública y privada en producción e infraestructuras energéticas en Europa era casi la mitad que en Estados Unidos (420.000 millones de dólares frente a 260.000 millones en 2019). La inversión privada está aún más rezagada y es la mitad de la estadounidense.
Por supuesto, EE.UU. invierte mucho en la producción de petróleo y gas, pero cabría esperar que Europa igualara esa inversión en fuentes de energía alternativas, sobre todo teniendo en cuenta todo el ruido que han hecho los políticos europeos al respecto. China, a modo de comparación, invirtió 560.000 millones de dólares en el sector energético en 2019, de los cuales 154.000 millones fueron en energías renovables, tres veces más de lo que invirtió Europa.
Desde que se aislaron del gas ruso, los capitalistas europeos han aumentado su inversión en energía a 450.000 millones de dólares al año (a partir de 2024). Pero aún están muy por detrás de China, que ahora invierte 850.000 millones de dólares, y todavía tres veces más en energías renovables.
¿De dónde vendrá el futuro suministro energético de Europa? Los gobiernos de la UE están presionando a las industrias para que se pasen a la producción basada en la electricidad y abandonen el gas. Están presionando a los propietarios de automóviles para que utilicen vehículos alimentados por baterías. Y, por supuesto, les gustaría conseguir más inversión en infraestructura de servidores para la IA y la computación en nube. Pero todas estas cosas requieren una enorme cantidad de electricidad, y la inversión simplemente no está ahí para poder proporcionarsela de forma barata.
Esta falta de inversión en energía es también una de las razones por las que los fabricantes europeos no han sido capaces de replicar la escala de los fabricantes chinos. El mercado para sus productos simplemente no existía y, por tanto, las cantidades de producción seguían siendo relativamente pequeñas y caras, mientras que los fabricantes chinos se beneficiaban de las economías de escala. Esta es la razón principal por la que China, a diferencia de Europa, tiene ahora más del 60 por ciento de cuota de mercado en paneles solares y sus componentes. El mercado chino era mucho mayor y permitió a sus empresas convertirse en enormes monopolios, con los que las empresas europeas no podían competir.
La aventura Northvolt
China, por su papel en el mercado de la electrónica y el automóvil, ha desarrollado un control casi total del mercado de las baterías de litio, cruciales para el uso de tecnologías verdes. Estas baterías se utilizan en todos los ámbitos, desde los teléfonos inteligentes hasta los sistemas de almacenamiento de electricidad a gran escala vinculados a la energía solar y eólica.
Las empresas chinas se han asegurado una posición dominante, encabezadas por dos compañías: BYD y CATL. Tesla también tiene una pequeña participación en el mercado.
Sin embargo, la burguesía europea ha quedado completamente al margen de esta industria. Por eso, cuando apareció el fabricante de baterías Northvolt y prometió grandes cosas, aprovecharon la oportunidad. Bancos, gobiernos y fabricantes de automóviles les dieron 4.000 millones de euros de inversión. Goldman Sachs compró una participación del 20% en la empresa y Volkswagen, otro 20%. La empresa se expandió desde su única fábrica en Skellefteå (Suecia) a fábricas en Alemania y Estados Unidos.
Pero no consiguieron ganar dinero. El año pasado, la empresa perdió 5 euros por cada euro de ventas, y eso sin contar los gastos de administración e investigación. No cubrían ni de lejos el coste de producción de las baterías vendidas.
Para solucionarlo, tendrían que aumentar enormemente su escala para conseguir el mismo tipo de economías de escala que las empresas chinas. Northvolt tuvo unas pérdidas de 1.200 millones de dólares el año pasado. Compárese con la pérdida récord de 710.000 millones de dólares de Tesla, en la que incurrió cuando la empresa intentaba alcanzar las economías de escala necesarias para el mercado de masas. Ese año se consideraba decisivo para Tesla, y parece que lo ha superado. Pero parece que ha destrozado a Northvolt.
Para ser justos con los capitalistas suecos, mil millones de dólares no es mucho para la liga en la que intentan jugar. El fabricante chino de baterías CATL, por ejemplo, acaba de anunciar que va a construir una fábrica de 4.100 millones de euros en España. Northvolt acaba de demostrar que no puede jugar en esa liga sin miles de millones de financiación adicional, y parece poco probable que esa inversión llegue.
La inversión de CATL también es bastante típica de un nuevo tipo de inversión china en Europa. Para evitar los aranceles, las empresas chinas invierten en Europa como plataforma de ensamblaje. Por lo tanto, la mayor parte del valor del producto se añade a los componentes antes de que lleguen a la fábrica para ser ensamblados, lo que significa que la cantidad de puestos de trabajo que esto creará en Europa es limitada. La mayor parte de la cadena de suministro está fuera de Europa.
La historia de Northvolt ilustra las dificultades a las que se enfrentan las nuevas empresas que intentan introducirse en un mercado ya establecido. Como resultado, las nuevas empresas europeas de baterías han decidido dejar el mercado de los vehículos eléctricos a los chinos y centrarse en otros mercados, como el de las instalaciones de almacenamiento masivo.
Así es el capitalismo monopolístico. Las enormes inversiones que ya se han realizado en esta industria, tanto en capital físico como en investigación y desarrollo, excluyen en la práctica a los nuevos competidores. Una vez que una empresa se convierte en monopolio en algún lugar del mundo, no hay aranceles que puedan desalojarla de esa posición.
¿Hacia dónde va Europa?
El capitalismo se desarrolló primero en Europa. Mediante el saqueo del mundo y llevándose el el botín al país de origen, el capitalismo europeo se desarrolló a pasos agigantados. Gran Bretaña, Francia y Alemania eran el centro de la economía mundial a finales del siglo XIX.
Sin embargo, en los gigantescos enfrentamientos de las potencias imperialistas en dos guerras mundiales, se demostró que las potencias europeas se habían quedado atrás. Se reveló el enorme potencial de Estados Unidos, que se convirtió en la potencia dominante del mundo capitalista.
Devastadas por la guerra, las potencias europeas se reconstruyeron sobre la base de las industrias recién desarrolladas, construyendo automóviles y maquinaria industrial de todo tipo. No sólo fueron capaces de recuperarse, sino que en cierta fase incluso alcanzaron el mismo nivel de productividad que Estados Unidos. Todo ello bajo el «paraguas de seguridad» estadounidense.
En una zona de libre comercio, protegida por el imperialismo estadounidense, las empresas europeas podían competir en pie de igualdad en cualquier parte del mundo capitalista. Los burgueses estadounidenses refunfuñaron un poco por tener que soportar la mayor parte de los costes de mantenimiento de su enorme aparato militar, pero al final, el desarrollo del capitalismo en Europa occidental estabilizó la situación política durante todo un periodo histórico e impidió el desarrollo ulterior de la revolución mundial. Y, por supuesto, los bancos estadounidenses y las corporaciones multinacionales se llevaron su parte del creciente pastel.
En una época de libre comercio, las fronteras que dividían Europa en pequeñas naciones eran menos restrictivas para el desarrollo de las fuerzas productivas. El mercado común y más tarde la UE suavizaron aún más estas restricciones, permitiendo la aparición de monopolios que podían competir a escala mundial, como Airbus, un puñado de empresas automovilísticas e incluso algunos bancos.
Pero la creación del Mercado Común se hizo con el apoyo del imperialismo estadounidense, que durante mucho tiempo consideró que la UE y sus predecesores respondían a sus intereses estratégicos. Las pequeñas naciones europeas podían apoyarse en su gran primo estadounidense, que les mantenía abiertos los mercados del mundo capitalista. Algunas de ellas, como Finlandia, Suecia y Austria, podían incluso ganar mucho dinero comerciando con las burocracias del bloque del Este.
Con el colapso de la Unión Soviética, todo eso empezó a cambiar. Al principio hubo euforia: se abrían nuevos mercados para la explotación conjunta por parte del imperialismo occidental. Pudieron saquear las antiguas empresas estatales, al tiempo que intensificaban la explotación de los trabajadores en Occidente. China proporcionó además una excelente terreno para inversiones rentables, produciendo muebles, textiles, productos básicos procesados y plataformas de montaje.
Pero el límite de esto se alcanzó con la crisis de 2008. El proceso de desmantelamiento de la globalización, que ya había comenzado, recibió ahora un nuevo impulso masivo. Se perfilaba una nueva realidad, mucho más dura, que exigía una mayor intervención estatal para defender los intereses de sus propias multinacionales frente a los de sus competidoras.
Los capitalistas estadounidenses y europeos se despertaron en 2015 al darse cuenta de que China ya no era solo una potencia débil que producía muebles y ensamblaba productos electrónicos occidentales. China tenía ambiciones mucho mayores, como se expone en el documento «Hecho en China 2025», y disponía de los medios para alcanzarlas.
Pero mientras Estados Unidos, bajo Trump y Biden en particular, llevaba a cabo una campaña contra el desarrollo chino, privándoles de nuevas tecnologías y acceso a los mercados, Europa seguía dividida, y era arrastrada en diferentes direcciones. Los alemanes, apoyados por los holandeses y los países nórdicos, se aferraron a sus estrictas reglas fiscales, resistiéndose cuando se trataba de financiar la deuda conjunta.
Mientras que China y Estados Unidos pudieron mantener déficits públicos masivos, que mantuvieron la demanda y la inversión, Europa tuvo que limitar su gasto público tras la crisis de la eurozona de 2010-12. Según las teorías de los economistas neoclásicos, esto debería haber liberado capital para la inversión privada, pero como hemos visto, eso simplemente no sucedió.
Ahora Trump vuelve al poder. Sin duda intentará sembrar la discordia entre las potencias europeas, utilizando la zanahoria para unos y el palo para otros. Desde su punto de vista, la UE es un obstáculo para «América primero». Los gobiernos chino y ruso ya han intentado atraer a su órbita a distintos países europeos. Con Francia y Alemania sumidas en crisis políticas, y la UE cada vez más impopular entre las masas europeas, el futuro de la unidad europea sobre una base capitalista parece sombrío.
Sobrevivir por viejos méritos
Mario Draghi fue relativamente sincero en su informe, sobre todo para un político europeo. Ahora se ha convertido en el tema de conversación de la burguesía europea. Pero hablar hará poco para resolver los problemas profundamente arraigados que señala, y nadie tiene una idea creíble de cómo recaudar los 800.000 millones de euros que exige.
Incluso si consiguen reunir el dinero, los capitalistas europeos se enfrentarán a la feroz competencia de estadounidenses y chinos, que tienen todos el mismo programa: exportar para salir de la crisis. Esta es una receta para las guerras comerciales, en las que Europa se encuentra en una posición débil.
Draghi advierte en su informe que, sin la inversión necesaria en la economía, el «modelo social» europeo es insostenible.
Por un lado, amenaza a los trabajadores y a sus representantes con que, a menos que acepten que se socaven sus condiciones, se enfrentarán a algo aún peor; por otro, amenaza a los empresarios con la perspectiva de un levantamiento revolucionario en caso de que no cumplan.
Durante décadas, la clase obrera europea ha mantenido una existencia relativamente civilizada. Pero las condiciones materiales para ello están desapareciendo rápidamente. Y está más que claro que los burgueses europeos no son capaces de detenerlo. Después de la guerra en Ucrania, que causó estragos en la industria alemana, se avecina otro desastre en la forma de la segunda presidencia de Donald Trump.
El «modelo social» europeo es insostenible sobre la base del capitalismo. El capitalismo europeo, antaño a la vanguardia, es ahora viejo y decrépito. El Estado nación se ha convertido en una traba absoluta para su desarrollo futuro. Sus diversas clases capitalistas nacionales viven de viejos méritos y de inversiones realizadas en el pasado. No puede ofrecer ninguna vía de progreso a las naciones europeas.
Europa corre el riesgo de convertirse en un cementerio industrial. Sólo la clase obrera puede proporcionar una salida. Enviando a las clases dominantes de Europa al basurero de la historia, la clase obrera podría unificar Europa y utilizar los considerables recursos del continente para construir un nuevo futuro. Una federación socialista de Europa liberaría todo el potencial que el capitalismo nunca podrá alcanzar. Esta es la única salida.
Rosa Luxemburg (1871-1919) encarna un símbolo de cambio social radical y la defensa de la teoríamarxista. Su existencia personificó una dedicación constante a la cruzada por la equidad social, los derechos de los trabajadores y la emancipación de los grupos subyugados. La inteligencia, el coraje y su habilidad para motivar a otros, de Luxemburg, tuvieron un impacto duradero.
Infancia y formación intelectual
Nacida el 5 de marzo de 1871 en Zamość, Polonia, entonces bajo el dominio del Imperio Ruso, Rosa Luxemburg creció en un hogar judío de clase media. Desde joven, mostró una personalidad indomable y una profunda sensibilidad ante las injusticias sociales. En su adolescencia, se involucró en grupos políticos clandestinos, a pesar del peligro que representaba el duro régimen zarista.
A los dieciocho años, para evitar la marginación política, se mudó a Zúrich, Suiza, y estudió filosofía, historia, ciencias económicas y ciencias políticas en la universidad. Su tesis doctoral El desarrollo industrial de Polonia fue pionera en el análisis del sistema económico nacional desde una perspectiva marxista, demostrando su agudeza analítica y la relevancia del marxismo.
Militancia política
Rosa Luxemburg se unió al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), la facción más importante e influyente de Europa en ese período, y rápidamente ascendió a una posición destacada entre sus principales pensadores y líderes. Luxemburg cuestionó la postura moderada del SPD, argumentando que el“socialismo requería una insurrección del proletariado, no ajustes incrementales a la estructura capitalista”.Esto posteriormente fue redactado en uno de los documentos más relevantes de la teoría marxista Reforma o Revolución, mismo que la posicionaría como una fuerza relevante para la construcción del socialismo.
Analizando los acontecimientos revolucionarios de Rusia en 1905, un aspecto influyente de su panorama conceptual marxista fue la propuesta de las manifestaciones y huelgas masivas como un mecanismo central en la lucha por la hegemonía de clase; asegurando cambios económicos y fomentando la conciencia política de la clase trabajadora para sentar las bases de una revolución social.
Rosa Luxemburg y la Primera Guerra Mundial
Con el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914, numerosas facciones socialistas en Europa, incluyendo el SPD, apoyaron a sus respectivas burguesías y votaron a favor de financiar el conflicto. Luxemburg, junto con otros disidentes como Karl Liebknecht, se opusieron firmemente a esta decisión, considerando el conflicto como una sangrienta confrontación entre naciones imperialistas que ignoraba los intereses del proletariado.
Como respuesta, ayudó a formar la Liga Espartaquista que se convertiría en el Partido Comunista de Alemania.
Por su oposición a la guerra, Luxemburg fue encarcelada varias veces durante el conflicto. A pesar de su encarcelamiento, continuó estudiando y analizando las dinámicas entre las diferentes clases sociales, el impacto del imperialismo, el papel contrarrevolucionario del reformismo y el movimiento por el cambio social.
La Revolución alemana y el trágico final
Tras el fin de la Gran Guerra en 1918, Alemania se sumió en una crisis política y económica que desembocó en la Revolución alemana. Rosa Luxemburg y los espartaquistas jugaron un papel crucial en este proceso, impulsando la formación de un estado socialista basado en consejos de trabajadores (el equivalente a los soviets rusos).
A pesar de la fuerte resistencia, la revolución generó preocupación entre los conservadores y socialdemócratas, temerosos de perder su influencia política. En enero de 1919, Luxemburg y Liebknecht encabezaron la fallida Rebelión Espartaquista en Berlín, un levantamiento que intentaba derrocar al gobierno provisional. El 12 de enero, se dió una huelga que buscaba tomar el poder en un estado proletario de Alemania “el Levantamiento Espartaquista”, aunque en realidad la Liga Espartaquista no la convocó ni la dirigió, aunque sí formó parte.
El error de estos dos grandes revolucionarios fue no preparar con años de antelación el partido de cuadros que educara a los militantes para la revolución, como lo hizo Lenin con el Partido Bolchevique.
El 15 de enero de 1919, Luxemburg y Liebknecht fueron capturados y asesinados brutalmente por paramilitares aliados con el gobierno socialdemócrata. A ella, uno de los paramilitares le rompió el cráneo con la culata de su rifle, con la sangre brotando de su herida, la metieron a un auto, donde fue abatida a tiros y arrojada al canal Landwehr de Berlín.
Legado
Rosa Luxemburg se distinguió por su crítica incisiva del capitalismo y también por su rechazo al marco del autoritarismo del Estado burgués. Luxemburg fue una internacionalista y abogó por un sistema socialista basado en la democracia obrera y que incluyera a sectores oprimidos como las mujeres, donde la libertad de expresión y la lucha masiva del proletariado fueran fundamentales.
“Ser diferente te da más libertad”
Las ideas de Rosa Luxemburg han impactado tanto a pensadores como movimientos sociales en todo el mundo, sin embargo, el énfasis va siempre de la mano de una lucha de clases.
Resaltó el valor de la democracia, la organización y la solidaridad de los explotados a nivel internacional, que sigue siendo relevante en nuestro entendimiento del marxismo y la lucha comunista, contra el fundamentalismo de mercado, el autoritarismo y por la lucha proletaria internacional.
Rosa Luxemburg mantuvo y murió fiel a sus convicciones, aún en los momentos más desgarradores.
“Quien renuncia a la lucha por el socialismo, renuncia también a la movilización obrera y a la democracia.”
Ante el panorama de crisis general que vivimos en el régimen capitalista, inmediatamente salen a la palestra diferentes maneras de enfrentarse al problema, desde un nihilismo paralizante hasta las vías que proponen una versión más limpia y “democrática” del capitalismo. Para esta segunda vía, tenemos a reformistas famosos como Joseph Stiglitz o Naomi Klein que denuncian al neoliberalismo como una versión “degenerada” de un modo capitalista “puro y democrático”. Sin embargo, desde la perspectiva marxista comprendemos los límites de estas corrientes que ven la democracia en términos abstractos, sin entender que dentro de la sociedad de clases ésta sigue intereses de clase, y mayormente, de las clases dominantes.
La tendencia oportunista de la defensa de un capitalismo “democrático” no es nueva, sino que es una cuestión que tiene sus raíces desde principios del siglo XX. En la Segunda Internacional surgió una corriente en la que se mutiló al marxismo para defender la tesis de una transición hacia el socialismo a través de las estructuras del Estado (sin alterar las relaciones de producción), defendidas por figuras como Kautsky y Bernstein a quienes Rosa Luxemburgo dedicó su libro Reforma o Revolución. En este, se desbarata la interpretación bernsteiniana de la posibilidad de llegar al socialismo a partir de la vía parlamentaria, y no por la vía revolucionaria, sugiriendo que con la aplicación de reformas y la conciliación de la socialdemocracia con la clase explotadora se podría “mejorar la vida material, reducir la explotación laboral y ampliar el control social”; y que regulando el sistema capitalista (y no derrocándolo) se irá disminuyendo poco a poco los niveles de explotación, perdiendo la necesidad de la lucha de clases.
Luxemburgo expone la falacia de Bernstein en su revisionismo al marxismo, el cual negó las crisis económicas cíclicas del capitalismo, argumentando que estas desaparecerán debido al desarrollo del sistema crediticio, de los medios de transporte y comunicación, y las alianzas empresariales. Lo que Bernstein no entendió es que, sin importar las constantes recuperaciones, las contradicciones fundamentales del sistema solamente se trasladan a nuevos niveles cuyas crisis se vuelven más devastadoras orillando a las burguesías a expandir los mercados usando todos los medios posibles, como el colonialismo o las guerras imperialistas.
De este modo, Luxemburgo desmiente esta utopía reformista mostrando el oportunismo y carencia de una base sólida que expresaba la degeneración que ya comenzaba a extenderse en la Segunda Internacional, y que concluyó con su completa traición chovinista al votar en favor de los créditos de guerra que condujo a la masacre imperialista de la Primera Guerra Mundial.
Pero entonces sale una pregunta a relucir: ¿De qué nos sirve un texto que desmiente a un socialdemócrata de 1899? Y la respuesta se encuentra en que la base teórica de los revisionistas de la socialdemocracia alemana es la misma que defienden los gobiernos reformistas de “izquierda”, negando los principios fundamentales de la concepción marxista del Estado y defendiendo una transición al socialismo sin revolución ni lucha de clases. Tales tesis fueron las mismas que defendieron los gobiernos de la Ola Rosa que hubo en América Latina durante estos últimos años, desde Brasil hasta México, pero que al final de sus gestiones traicionaron a sus bases trabajadoras salvaguardando el poder de la burguesía y, en los casos extremos (como el argentino), impulsaron el arribo de gobiernos de derechas.
Reforma o Revolución sigue teniendo una validez actual para la nueva generación de jóvenes y militantes comunistas, al señalar la profunda crisis que el capitalismo tiene en sus propias bases como el papel del crédito, el monopolio y la sobreacumulación que genera consecuencias políticas como las agresiones imperiales y sus guerras que vemos en el mundo. Plantea la disyuntiva de una política oportunista que solamente administra la distribución de migajas mientras que las riquezas fluyen a los bolsillos de una minoría parasitaria. La vigencia e importancia de este libro se basa en la necesidad de derrocar a este sistema a través de una vía revolucionaria y para ello planteamos la necesidad de la construcción del partido de la vanguardia proletaria y una posición irreconciliable de clases al defender los intereses de los trabajadores por medio de la conquista del poder político.
Es un texto clásico que todo comunista debe leer para entender cuestiones tales como el papel de los sindicatos, las crisis económicas, la especulación financiera, el papel del Estado en la administración de los intereses de la clase capitalista y en la regulación del proceso de producción, analizar las políticas militaristas que llevan a las guerras imperialistas y, sobre todo, demostrar que el intento de fundamentar teóricamente el oportunismo genera una reacción que limita la fuerza revolucionaria contenida en la clase obrera, desviando y desgastando su energía en intentar reformar lo irreformable. Al capitalismo no se le reforma, se le combate y este es el mejor momento de hacer caso al consejo de Luxemburgo.
Para poder entender las raíces, el ADN, que marca desde su surgimiento la impronta especialmente brutal y reaccionaria de la burguesía y el capitalismo español, hay que remontarse al período en que, surgiendo de las entrañas de la vieja sociedad feudal en disolución, se empieza a abrir camino el dominio del capital y el régimen burgués.
España y la llamada “acumulación originaria del capital”
Marx en el último apartado del Volumen I de El Capital, aborda la llamada acumulación originaria. En el primer párrafo de ese apartado, sintetiza algunas de las conclusiones centrales analizadas en los capítulos previos y describe:
“Hemos visto cómo se convierte el dinero en capital, cómo sale de éste la plusvalía y cómo la plusvalía engendra nuevo capital. Sin embargo, la acumulación de capital presupone la plusvalía, la plusvalía la producción capitalista y ésta la existencia en manos de los productores de mercancías de grandes masas de capital y fuerza de trabajo. Todo este proceso parece moverse dentro de un círculo vicioso, del que sólo podemos salir dando por supuesta una acumulación “originaria” anterior a la acumulación capitalista -acumulación previa- la denomina Adam Smith; una acumulación que no es resultado sino punto de partida del régimen capitalista de producción.
«Esta acumulación originaria viene a desempeñar en economía política el mismo papel que juega en teología el pecado original. Al morder la manzana, Adán engendró el pecado y lo transmitió a toda la humanidad».
Abordando el análisis de cuáles fueron los factores y hechos objetivos que facilitaron y aceleraron esa acumulación primigenia, tenemos la versión edulcorada y laudatoria de los economistas burgueses, que presentan la acumulación previa como la merecida recompensa a un pequeños grupo de chicos buenos y ahorradores, dedicados en cuerpo y alma al trabajo cual laboriosas hormigas. De esa idílica manera, esos hombres de bien, pudieron guardar para el futuro y el capital brotó de su esfuerzo, tan limpio y reluciente como una patena.
Frente a este bonito cuento oficial, Marx generalizando la experiencia histórica de todo el desarrollo social, afirma que fue a través de la fuerza como se realizó el proceso de acumulación previa: “La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es por sí misma una potencia económica.
Haciendo gala de su extraordinaria capacidad de síntesis, partiendo del estudio del conjunto de hechos particulares que marcan los albores del dominio del capital, aplicando el método del materialismo dialéctico, Marx deduce hacia dónde apunta la dinámica histórica general. Extrayendo las leyes que de ella se derivan, analizando la génesis del Capitalista Industrial, explica:
“La Edad Media había legado dos formas de capital, que alcanzan su sazón en los más diversos tipos de sociedad y que antes de llegar la era de producción capitalista son considerados como el capital por antonomasia». El capital usurario y el capital comercial.
«El régimen feudal en el campo y en la ciudad el régimen gremial, impedían al dinero capitalizado en la usura y el comercio convertirse en capital industrial.
«Dichas barreras desaparecieron con el licenciamiento de las huestes feudales y con la expropiación y desahucio parciales de la población campesina. Las nuevas manufacturas habían sido construidas en los puertos marítimos de exportación o en lugares del campo alejados de las antiguas ciudades y de su régimen gremial.
«El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, esclavización y enterramiento en las minas de la población aborigen, el comienzo y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión de África en un cazadero de esclavos negros.
«Son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista.
«Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria. Tras ellos pisando sus huellas, viene la guerra comercial de las naciones europeas, cuyo escenario fue el planeta entero. Rompe el fuego con el alzamiento de los Países Bajos, sacudiendo el yugo de la dominación española, cobra proporciones gigantescas en Inglaterra con la guerra anti jacobina, sigue ventilándose en China en las guerras del opio….”
“Las diversas etapas de la acumulación originaria tienen su centro por orden cronológico más o menos preciso, en España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. Es en Inglaterra donde a fines del siglo XVII se resumen y sintetizan sistemáticamente en el sistema colonial, el sistema de la deuda pública, el moderno sistema tributario y el sistema proteccionista”.
Y concluye: “El Capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”
Monarquía absoluta, conquista y expolio colonial: del sueño de El Dorado a la lenta y prolongada pesadilla de un régimen putrefacto
España tuvo, por así decirlo, la ventaja de la primogenitura histórica de ser el país donde la monarquía absoluta se desarrolló en su forma más acusada y con anterioridad a los demás estados feudales, sobre la base material de la unión de los reinos de Aragón y Castilla y la conquista de Granada bajo el reinado de los Reyes Católicos. Esto, unido al casi simultáneo y casual descubrimiento de América, empujados por la búsqueda de un mejor acceso al comercio de Especias con las Indias –frente a la ruta africana controlada por Portugal se buscaba otra hacia el Indico–, conforman el escenario que en los comienzos del siglo XVI otorgaron a la monarquía española la superioridad sobre el resto de Europa y el dominio de América del Sur.
En su primer artículo de la serie “La España Revolucionaria”, publicado en el New York Daily Tribune el 09-09-1854, analizando este proceso Marx sintetiza:
“Fue en el siglo XVI cuando se formaron las grandes monarquías, que se erigieron en todas partes sobre la base de la decadencia de las clases feudales en conflicto: la aristocracia y las ciudades. Pero en los otros grandes Estados de Europa la monarquía absoluta se presenta como un centro civilizador, como la iniciadora de la unidad social. Allí era la monarquía absoluta el laboratorio en que se mezclaban y trataban los distintos elementos de la sociedad; hasta permitir a las ciudades trocar la independencia local y la soberanía medievales por el dominio general de las clases medias y la común preponderancia de la sociedad civil. En España por el contrario, mientras la aristocracia se hundía en la decadencia sin perder sus privilegios más nocivos, las ciudades perdían su poder medieval sin ganar en importancia moderna.
“Si después del reinado de Carlos I la decadencia de España, tanto en el aspecto político como en el social, ha exhibido todos los síntomas de ignominiosa y lenta putrefacción que fueron tan repulsivos en los peores tiempos del imperio turco, en los de dicho emperador las antiguas libertades fueron al menos enterradas en un sepulcro suntuoso. Eran los tiempos en que Vasco Núñez de Balboa hincaba la bandera de Castilla en las costas de Darién, Cortés en México y Pizarro en el Perú; en que la influencia española tenía la supremacía en Europa, y la imaginación meridional de los íberos se encandilaba con la visión de El Dorados, de aventuras caballerescas y de una Monarquía Universal. Entonces desapareció la libertad española en medio del fragor de las armas, de los ríos de oro y de los tétricos resplandores de los autos de fe”.
“El descubrimiento de América. que al principio fortaleció y enriqueció a España, se volvió pronto contra ella» / Dominio público
Efectivamente, como Marx resalta, la práctica eliminación de los dos pilares del viejo poder de las ciudades medievales españolas –los Ayuntamientos y las Cortes– proceso que se aceleró de manera decisiva tras la derrota de los comuneros en Villalar el 23 de abril de 1521, fue el síntoma prematuro de lo que estaba por llegar.
En poco menos de un siglo, los mismos factores que impulsaron los éxitos iniciales del imperio español se convirtieron en su contrario. Estos condujeron a un período de decadencia, que hasta hoy mismo sigue marcando la impronta del capitalismo y la burguesía española.
En su artículo “La Revolución española y las tareas de los comunistas” (24-01-1931), Trotski explica el enorme atraso del capitalismo español en el contexto europeo de comienzos de los años 30 del siglo pasado, y siguiendo la estela de los artículos de Marx sobre la España revolucionaria del siglo XIX, comenta:
“El descubrimiento de América. que al principio fortaleció y enriqueció a España, se volvió pronto contra ella. Las grandes rutas comerciales se apartaron de la península ibérica. Holanda enriquecida tomó la delantera a España. Después de Holanda fue Inglaterra quien adquirió una posición aventajada sobre el resto de Europa. Era la segunda mitad del siglo XVI. España se aproximaba a la decadencia Después de la destrucción de la Armada Invencible (1588) esta decadencia revistió -por así decirlo- un carácter oficial. Nos referimos al advenimiento de ese estado de feudalismo burgués que Marx llamó la putrefacción lenta y sin gloria.
«Las viejas y las nuevas clases dominantes -la nobleza latifundista y el clero católico mediante la monarquía, las clases burguesas mediante sus intelectuales- intentaron tenazmente mantener sus viejas pretensiones, pero ¡Ay! sin sus antiguos recursos. En 1820 las colonias de América del Sur se separaron definitivamente. Después de la pérdida de Cuba en 1898, España quedaba sin posesiones coloniales. Las aventuras de Marruecos no supusieron más que la ruina del país y la intensificación del descontento del pueblo”.
Siglo XIX, la revolución burguesa en España, el papel de las últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas
Si hubiera que elegir dos tesis que se muestren como norma, en toda la experiencia acumulada de la humanidad desde el mismo momento en que surgen las clases, estas sin duda serían: la lucha de clases y que ninguna clase dominante abandona voluntariamente la escena de la historia. La primera, se expresa como fuerza motriz que, inicialmente de forma acumulativa, y una vez se han alcanzado los límites de una sociedad dada, de forma revolucionaria, hace girar las ruedas de la historia, instaurando un nuevo marco social que niega lo viejo y encaja con las nuevas capacidades productivas y necesidades de la sociedad. La otra tesis constantemente reiterada, estrechamente ligada con este carácter histórico y por tanto finito de cualquier régimen social, es que ninguna clase dominante en la historia se ha podido reconciliar nunca con la idea de que el régimen social que garantiza su poder y privilegios esté destinado a desaparecer.
Esta verdad incuestionable, de que ninguna clase dominante abandona voluntariamente la escena de la historia, resalta la importancia en la lucha de clases del campo de batalla ideológico, y permite entender el sesgo de clase de las llamadas ciencias sociales. Este proceso se agudiza más aún, como es el caso hoy, en períodos de crisis orgánica del sistema que muestran ante los ojos de millones la bancarrota del capitalismo y el riesgo que su supervivencia implica para el futuro de la humanidad.
En este sentido, no es de extrañar que para la burguesía cuando se trata de abordar el pasado, el fomento de la desmemoria, unido al ocultamiento y la distorsión, sean la norma. Esto es así, incluso cuando se trata de explicar cómo se realizó su propio ascenso histórico, por no hablar de las luchas obreras revolucionarias que han cuestionado su sistema-.De esta forma, cuando el gran historiador escoces Thomas Carlyle escribe en 1795 -sólo 150 años después de los hechos- su libro “Cartas y discursos de Oliverio Cromwell”, para recuperar la figura histórica del que fue máximo dirigente de la revolución inglesa, tuvo que desenterrarla, en sus propias palabras, de debajo de un montón de perros muertos. ¡Qué decir del pavor indisimulado de la burguesía gala, para evitar por cualquier medio el recuerdo de su infancia revolucionaria!. Y si esta es la norma general en todo el mundo burgués, no por casualidad, en el caso del parasitario capitalismo hispano, la norma adquiere el carácter de una necesidad obsesiva e inquebrantable, que ningún grupo político o social que acepte el juego institucional puede romper.
Los patrióticos dirigentes hispanos, tras la imagen que venden de una España de ”glorioso” pasado -la tan falsa y manida hispanidad- y de un más que prometedor presente y futuro, lo que pretenden en realidad es ocultar bajo siete velos su auténtico rostro, la historia real de una burguesía parasitaria y reaccionaria, incapaz de hacer avanzar la sociedad. El cuadro real de la sociedad española a la que ellos representan, tiene mucho más que ver, con la descripción que ya hace 4 siglos hacía Cervantes en sus Novelas Ejemplares de la situación del país: la imagen del “caballero” que, bajo su capa de curtido cuero, ocultaba sus harapos y junto con él nos presentaba a esa cofradía de truhanes, ladrones y criminales que se reunían en el patio de Monipodio.
Si algo caracteriza al largo proceso de alumbramiento del dominio de la burguesía en España -que prácticamente abarca todo el siglo XIX-, es su inconsistencia, su incapacidad de llegar hasta el final rompiendo definitivamente con toda la basura feudal y clerical. Otro elemento decisivo que marca con su impronta todo el período, y cuya alargada sombra llega hasta nuestros días, es el importantísimo peso que en la acumulación originaria de capital tiene el dominio colonial de Cuba y en mucha menor medida los de Puerto Rico y Filipinas.
Lejos de romper con el viejo régimen, lo que se produjo fue la fusión de la aristocracia terrateniente con la nueva clase burguesa ennoblecida, bajo la tutela de la rapaz monarquía borbónica y con el asfixiante peso de una intocable Iglesia Católica. Todo ellos garantizado, sobre todo a partir del final de la Guerra de Independencia, por un Ejército y una judicatura, elementos centrales del Estado burgués, que intervienen como “árbitros” en los momentos de ruptura del equilibrio social o político, aglutinados en torno a la reaccionaria figura del monarca.
Todo este entramado que vincula y une a las viejas y nuevas fortunas, fusionadas estrechamente con el Estado, en cuyo vértice se coloca el Rey, sólo tiene como único objetivo seguir exprimiendo hasta la última gota de la riqueza creada en las colonias de ultramar y en la península por el trabajo de las masas populares.
En el último tercio del siglo XIX fracasa el intento de los sectores revolucionarios de la pequeña y mediana burguesía republicana de modernizar el país, con el fin del denominado sexenio revolucionario y de la efímera 1ª República 1868-1874. Junto con la restauración de la monarquía, en la figura de Alfonso XII, un nuevo y decisivo actor, la clase obrera, irrumpe con fuerza en la escena de la historia, anticipando el rol decisivo que la lucha obrera tendrá en el futuro del país, desde los inicios del siglo XX hasta hoy.
Azúcar y Esclavistas
El ejemplo de la independencia de Estados Unidos de la corona británica, fruto de la primera revolución americana, seguido por el triunfo de la Revolución Francesa en 1789 y dos años después por la victoria de los llamados jacobinos negros en su guerra de liberación nacional, en la isla de Santo Domingo controlada por Francia, que condujo a la independencia de Haití[1], animaron de manera decisiva el movimiento pro independencia en las colonias españolas de América. Este proceso fue favorecido a su vez por la crisis dinástica en la península. Esta crisis, que tras la denominada abdicación de Bayona donde Carlos IV cede el reino a Napoleón, conduce a la invasión francesa y a la Guerra de independencia de 1808-1814.
Frente a la pasividad sumisa del monarca, de su corte aristocrática y las élites dominantes, son la insurrección y resistencia popular, canalizada a través de las juntas revolucionarias que se forman a nivel local y provincial, junto a las Cortes que se convocan en Cádiz en 1812, los artífices de la derrota de Napoleón. Tras la salida de las tropas invasoras, la restauración del trono en la persona del infausto Fernando VII pone fin a los aires de cambio. Gran parte de los avances constitucionales se revierten y con ello se impulsa de manera imparable la lucha por la independencia americana. En menos de dos décadas 1810-1825, todas las colonias continentales han conquistado su independencia y el imperio queda reducido a las islas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Ciertamente, el expolio y exterminio inicial de las poblaciones indígenas en las colonias de las grandes potencias ascendentes, también viene acompañado desde el siglo XVI y hasta finales del XIX, por la conversión de África en un cazadero de seres humanos, donde obtener la abundante mano de obra que exigían las nuevas plantaciones en América. Entre 12 y 15 millones de negros son esclavizados y trasladados forzosamente atravesando el Atlántico hasta América -desde Rio de Janeiro al Sur hasta la bahía de Chesapeake al Norte-, para que los que llegan vivos -se estima que al menos 2 millones murieron en el viaje- trabajen hasta la extenuación, sacrificados en el altar de la rápida acumulación de capitales. Esto, a su vez, engrasa y acelera la creación de un mercado cada vez más global que absorbe una demanda cada vez mayor de mercancías, impulsando a su vez el desarrollo de la manufactura y la industria.
La importancia que adquieren las plantaciones esclavistas de azúcar, café, tabaco y, más tarde, desde finales del XVIII las de algodón destinadas a satisfacer la demanda de la industria textil inglesa, impulsan el llamado Tráfico Triangular que se inicia en el siglo XVI y extiende sus vértices entre Europa, África y América, conformando un factor muy importante en el impulso de esta etapa germinal del capitalismo.
En los siglos XVII y XVIII el comercio de esclavos se incrementa enormemente y de los 300.000 que se estiman llegaron a América en el siglo XVI -de manera especial hacia las plantaciones brasileñas-, la cifra asciende a más de 1,5 millones en el XVII y supera los 6,5 millones en el XVIII. Durante esos 200 años la trata la dominan los ingleses, holandeses y franceses.
En el caso de las antiguas colonias españolas de la América continental, la esclavitud africana aunque significativa, no alcanzó las cifras del Brasil o de las Islas tropicales bajo el control de las principales potencias. Con escasas excepciones, la esclavitud africana sobrevivió a las independencias hispanoamericanas, para extinguirse en las repúblicas que allí se proclamaron durante la segunda mitad del siglo XIX.
Coincidiendo con el declive colonial, es precisamente en los ochocientos, cuando en lo que resta del dominio imperial español, sobre todo en Cuba y en menor medida en Puerto Rico, se produce un salto cualitativo, iniciándose el imparable proceso de implantación en los suelos vírgenes de las dos grandes islas caribeñas del modelo exitoso de la gran plantación anglo-francesa y holandesa.
En el impulso inicial de todo el proceso, se combinan la disponibilidad del capital ya atesorado en la isla y la península, y la “liberalización” por la corona en 1789 de la importación de esclavos africanos en todos los territorios hispanoamericanos. Todo ello, poco antes de que se produzca el hundimiento de la mayor productora de azúcar del mundo, que era la isla de Santo Domingo, como consecuencia de la revolución de los negros y esclavos que dio lugar a la segunda nación independiente en América con el nombre de Haití.
Como explica detalladamente el historiador José Antonio Piqueras Arenas en sus textos: La esclavitud en las Españas enero (2012) y Negreros (2021):
“Las islas del Caribe español, Cuba de forma destacada, Puerto Rico a considerable distancia, constituyen en el Siglo XIX los fundamentos del imperio español que sobrevive a las emancipaciones americanas de 1810-1825. Es un imperio que se caracteriza por su inequívoca impronta esclavista. La capacidad de las colonias de generar beneficios explica la ausencia de independencia política de las islas, la posición de potencia media que España conserva en el contexto internacional y una prodigiosa acumulación de capitales a ambos lados del Atlántico, en manos criollas y en manos de españoles de toda condición, desde el aventurero sin escrúpulos hasta la familia real, bien representada por María Cristina de Borbón, madre de Isabel II y durante los primeros años de minoría de esta Reina Gobernadora. Tan estrecho y fructífero resultó el vínculo colonial, que los sucesivos gobiernos ignoraron los tratados internacionales que España suscribió, por los que se prohibía el comercio de africanos a partir de 1820 y se “perseguía su contrabando” hasta con la horca para quienes fueran sorprendidos en su tráfico. Entonces comenzó el período de la trata clandestina que hasta su cese “regular” en 1867- todavía en 1873 fue sorprendido en Cuba un Alijo- llevó a las Antillas a entre 468.000-530.000 y hasta 875.000 esclavos, contraviniendo los acuerdos suscritos y la legislación penal española”.
En base al trabajo esclavo, Cuba en pocas décadas se convirtió en el primer productor de azúcar del mundo / La Jiribilla
Según la estimación media en los distintos estudios demográficos que se han publicado, en Cuba se pasa de menos de 200.000 habitantes a finales del XVIII a más de 1.000.000 en 1840-41, de los que al menos 600.000 son esclavos negros.
Teniendo en cuenta el carácter penoso e insano del trabajo en los ingenios azucareros, por las difíciles condiciones climáticas, lo que sumado a las jornadas agotadoras y a los frecuentes latigazos y malos tratos, provocaban una tasa de mortandad de hasta un 7% anual. Todo ello unido a que la elevada tasa de beneficios hacía más rentable sustituir las bajas con la compra de nuevos esclavos varones. Esto hace que diferentes expertos estimen que las cifras reales de la esclavización forzosa africana en Cuba y Puerto Rico hasta 1898, pudo afectar a entre 1,5 y 2 millones de seres humanos.
Marx, en el capítulo ya citado de El Capital sobre los orígenes de la acumulación originaria, pone el ejemplo de los efectos del tratado de Utrecht en Liverpool. En concreto, Marx se refiere a cómo tras el Tratado de Utrecht de 1713-1715 -que pone fin a la llamada guerra de sucesión española e inaugura el reinado de los Borbones- Luis XIV en premio por el apoyo de Inglaterra a las pretensiones de su nieto Felipe V –pese a que inicialmente apoyaba al candidato de los Austrias-, además de las cesiones territoriales -Gibraltar entre otras-, sobre todo les promete la concesión del “Tratado de Asiento de negros”, promesa que una vez su nieto llega al trono se hizo efectiva otorgando a la compañía británica South East Company la autorización para el envío durante 30 años de 4.800 esclavos anuales a la América española; esto es, 144.000.
Dice Marx: “Liverpool se engrandeció gracias al comercio de esclavos. Ese fue su método de acumulación originaria”, y da las cifras. En 1730 eran 15 los barcos dedicados al comercio de esclavos y en 1792 la cifra asciende a 132. Como conclusión, refiriéndose al auge de la industria algodonera inglesa -que se basó inicialmente en la mano de obra de niños que sacaban de los hospicios y orfanatos para explotarlos hasta la extenuación-, apostilla:
«A la par que implantaban la esclavitud infantil, la industria algodonera servía de acicate para convertir el régimen más o menos patriarcal de la esclavitud en los EE.UU en un sistema comercial de explotación.
«En general, la esclavitud encubierta de los obreros asalariados en Europa exigía, como pedestal la esclavitud sin disimulo en el Nuevo Mundo”.
Los datos más que esclarecedores que detalla en su último libro -Negreros- el ya citado Francisco Piqueras corroboran la tesis de Marx:
”Nunca se transportaron más esclavos de África a América que en el lapso comprendido entre 1750 y 1850. En 1860 se alcanza el máximo de esclavos africanos y afro descendientes en América. En sólo dos países EE.UU y Brasil, más las colonias españolas de Cuba y Puerto Rico y las Neerlandesas de Antillas y Surinam, la cifra supera los 8 millones de esclavos. La producción de estas regiones trabajadas por esclavos se encuentran a la cabeza de las exportaciones americanas y estrechamente ligadas con los mercados más desarrollados y los procesos productivos y tecnologías más avanzados Textiles, Refino y consumo masivo de dulces y bebidas estimulantes… empleándose en su producción, transporte, financiación y comercio los medios más sofisticados que se disponía».
Comparativamente al número de navíos negreros de Liverpool, para hacernos una idea del peso de la esclavitud en la acumulación capitalista originaria española, estas son las estimaciones de Piqueras:
“El número de embarcaciones que participaron en la trata clandestina española, por la proporción que puede establecerse entre navíos capturados y viajes realizados, superó los 2000 y pudo acercarse a los 2.500. Multiplíquese por la marinería precisa para atender los navíos, de 20 a 50 por barco, los capitanes y pilotos, los comerciantes que corresponden a esas cifras, las mercancías necesarias para los intercambios y la industria naval movilizada en el mantenimiento y la construcción de bajeles. Sólo para esta época de trata ilegal y clandestina, hablamos de decenas de miles de personas involucradas de manera activa”.
En base al trabajo esclavo, Cuba en pocas décadas se convirtió en el primer productor de azúcar del mundo. Los datos del estudio La Industria azucarera de Cuba durante el siglo XIX, del mexicano Julio le Riveren resultan esclarecedores:
Año
CubaTns. Azúcar
% Mercado Mundial
LouisianaTns. Azúcar
BrasilTns. Azúcar
1853
322.000
21,8%
225.000
138.000
1855
392.000
27,2%
116.000
106.000
1857
355.000
21,8%
157.000
88.000
1859
536.000
28,2%
181.000
120.000
Teniendo en cuenta que, según diversos cálculos, el valor actualizado de un peso cubano de mediados del XIX equivaldría hoy a 70,49€.
Los capitales generados para la oligarquía azucarera que a su vez engrasaban todo el entramado negrero, alcanzaron cifras desorbitantes. Así teniendo en cuenta el precio de venta medio de una libra de azúcar-0,454 kg- en 1855 de 0,05 pesos, el valor de la producción de ese año sumó 43.178.800 pesos, el equivalente a 3.044 millones de euros de hoy. En 1860 con igual precio medio por libra de azúcar y una producción de 447.000 toneladas, el valor alcanzado fue de 49.237.050 pesos cubanos es decir el equivalente a 3471 millones de euros.
Tras décadas de explotación, se hace necesario trasladar las plantaciones desde la costa occidental hacia el centro de la Isla, lo que encarece el transporte y sumado a los gastos dedicados a la importación de la maquinaria más moderna y a los de la “reposición de esclavos”, hace que se dupliquen los costes del capital necesario para instalar y hacer funcionar un ingenio, y a pesar de ello los beneficios siguen siendo fabulosos. Cuba es la Perla de las Antillas, según muchos autores, constituye una de las colonias más rentables del mundo y como prueba de ello, en 1860, los ferrocarriles y líneas férreas cubanas para el transporte del azúcar son más numerosos que los que existen en toda la América Latina.
Para estimar el peso económico de las colonias en el conjunto de la economía española de mediados del XIX, basta con revisar los datos del artículo de Catalina Guarner: “Economía española entre 1850 y 2015” publicados en ICADE nº10- revista cuatrimestral de las facultades de derecho y ciencias económicas- Según sus propias estimaciones, actualizando a euros de 2010, el PIB total de España ascendía en 1855 a 22.000 millones de euros, y en 1860 la cifra estimada era de 24.000 millones.
Negreros, la representación más acabada del mito del “Indiano”
Según el relato histórico oficial, la figura del Indiano está unida indisolublemente con esa imagen idealizada y nunca mejor dicho “edulcorada”, de hombres emprendedores y audaces, que partiendo de casi nada, gracias a su audacia y habilidad en los negocios en unos años de trabajo duro en las Américas, labraron su fortuna. Sus cronistas ensalzan que fue su importante contribución al engrandecimiento de España y al crecimiento de la economía nacional, lo que les hizo acreedores de los mayores honores y dignos merecedores de la justa concesión “Real” de los títulos que reconocían su innata nobleza.
Hoy, escondiendo el genuino y sangriento origen de sus fortunas, siguen siendo recordados como mecenas, que han dejado su impronta en los hermosos edificios que mandaron construir, en los cuadros expuestos en museos, en bellas estatuas de mármol y rotulados en los nombres de muchas calles de pueblos y ciudades.
Juan Güell y Antonio López López eran dos perfectos exponentes del “Negrero cubano” / Wikimedia Commons
Como ejemplo esclarecedor de lo que nos referimos: ¿Quién no conoce y admira la obra de Gaudí? Lo que es menos conocido es que Juan Güell, padre del que fue mecenas de Gaudí[2], y otro de sus clientes importantes Antonio López López, que le encargó el palacete del Capricho en Comillas, eran dos perfectos exponentes del “Negrero cubano” que se hicieron inmensamente ricos, con la trata y la esclavitud.
Hay una prueba fehaciente del compromiso inquebrantable de todos los políticos del régimen del 78 para no poner en cuestión el relato y con ello la pervivencia de los elementos centrales que garantizan el mantenimiento del sistema burgués. Escenificando la condena formal y por supuesto “unánime” del parlamento a la esclavitud y la trata de africanos, en 2009 se presentaron para su debate en el Congreso de Diputados dos propuestas del PP y el PSOE de Proposición no de Ley “Sobre memoria de la esclavitud, reconocimiento y apoyo a la comunidad negra africana y de afro descendientes en España”. En ninguna de ellas reconocían la responsabilidad española en la trata y el trabajo esclavo, ni se aludía a una reparación simbólica. El 26 de febrero de 2010 se recogía en el Boletín oficial de las Cortes, el texto finalmente aprobado. En el mismo, aparte de la condena genérica del esclavismo, nada quedó sobre retirar los nombres en las calles y otros homenajes a personas “ilustres” que hubieran tenido relación con la trata y la esclavitud. La explicación que dio el portavoz del PP a la enmienda -aprobada por supuesto con el respaldo del PSOE- por la que se suprimía la petición del cambio de nombres de las calles, era que eliminar esos nombres podría generar situaciones complicadas e incómodas que es lo que ninguno queremos que se produzca.
Sus señorías -y más aún los oligarcas del capital cuyos intereses defienden- conocen de primera mano que el capitalismo español, entre otras raíces, hunde una vigorosa y profunda, en el sangriento sustrato de la esclavitud americana. Más aún, son plenamente conscientes que el rastro de los capitales negreros, igual que el más reciente de quienes incrementaron sus fortunas previas o directamente se hicieron ricos con el franquismo. Como textos de referencia para conocer en detalle las viejas y nuevas fortunas bajo Franco: Ricos por la Guerra de España, Los Ricos de Franco y La Familia Franco S.A, todos ellos del periodista y escritor alicantino Mariano Sánchez Soler.
Este rastro nos conduce hasta hoy, donde el mismo viejo entramado de poder adaptado al siglo XXI y los mismos apellidos y títulos nobiliarios de ayer, siguen siendo parte integral de la casta dominante.
Aun siendo numerosos los estudios y textos que diferentes especialistas han dedicado a tratar de forma más o menos acertada lo que supuso la trata y el esclavismo en Cuba, son los dos libros ya citados de José Antonio Piqueras, los primeros que de manera detallada y valiente, además de llamar a las cosas por su nombre, establecen el hilo conductor que vincula la historia de ayer con la situación actual. Dice Piqueras en su introducción a su libro Negreros: españoles en el tráfico y en los capitales esclavistas:
“Una parte del mundo que crearon los negreros desapareció con ellos, otra porción puede ser identificada sin dificultad en la posición y fortuna transmitida por generaciones, reconocible en las élites económicas, políticas y aristocráticas que 200 años después de haberse suprimido la trata legal, 135 años más tarde de ser suprimida la esclavitud en Cuba, se mantienen activas. En algunos pasajes, a modo de un almanaque de Gotha, las páginas que siguen enlazan el pasado oculto con nombres actuales de la alta sociedad, las finanzas, la política y la vida pública. Es su historia no contada. Si se trae aquí esa relación es con la finalidad de dar visibilidad a un pasado español negado o minimizado”.[3]
El indeleble vínculo que en su libro describe Piqueras, entre los negreros de ayer y sus poderosos herederos hoy, es la razón de fondo que explica las “reticencias” parlamentarias a recordar esa verdad histórica.
De hecho, no por casualidad, las situaciones complicadas e incómodas a las que aludía nuestro ínclito parlamentario popular al pedir el voto a su enmienda, fueron perfectamente entendidas y asumidas por la bancada socialista y por la de los distintos grupos de la derecha nacionalista.
Se trataba de otro ejemplo más, del mismo pacto de hierro, que desde 1977, tras casi 50 años de “democracia”, sigue garantizando la total impunidad de los torturadores y asesinos franquistas. Mantiene como intocable el Punto y Final, impuesto en la Ley de Amnistía, que imposibilita la admisión a trámite de cualquier denuncia o reclamación judicial de las víctimas de la dictadura contra los jueces, policías o militares partícipes directos de la represión fascista.
La historia que ayer fue tragedia, continúa como una cruel farsa
El texto de El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Marx lo inicia diciendo:
“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.
“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”.
El alumbramiento del capitalismo español, coincidió con el canto del cisne del dominio colonial directo en América. El nuevo régimen se había ido gestando en la etapa final del largo proceso de lenta decadencia que se venía dando en el Estado español desde el siglo XVII. Del antiguo peso del país en la escena internacional sólo quedaba una tenue sombra, y frente a las grandes potencias del Siglo XIX España jugaba un papel insignificante y totalmente subordinado.
En este contexto histórico, los capitales obtenidos por los “Negreros” en Cuba y Puerto Rico, extrayendo hasta la última onza de oro del sudor y la sangre de cientos de miles de esclavos, fueron los fórceps necesarios para traer al mundo la nueva criatura que desde su nacimiento vino lastrada por la carga hereditaria de sus progenitores.
El proceso de simbiosis entre los nuevos capitales y los preexistentes, empieza uniendo a familias de hacendados y traficantes y, rápidamente, las uniones comerciales y conyugales se trasladan a la península donde los capitales negreros se orientan a todas las ramas productivas: compra de tierras, navieras y especialmente a las nuevas industrias y al sector financiero.
Mantener cueste lo que cueste el río de oro que llega desde las Antillas, rápidamente se convierte en el objetivo prioritario del Estado burgués y de toda su estructura política y militar (Monarquía, gobierno, ejército, Iglesia). De hecho, la parte del león del aluvión de dinero que financia el aparato estatal fluye desde las colonias antillanas, empezando por el ejército que en ese momento absorbía 1/3 del presupuesto total, legalmente a través de la carga fiscal y más importante aún de manera extraoficial mediante los sobornos o directamente con una participación en los negocios.
Sobre cómo se fue desarrollando todo el entramado de poder dice Piqueras:
“A partir de 1823 la complicidad de las autoridades españolas en Cuba y Puerto Rico con la esclavitud era tan estrecha, que se convirtieron en sus mayores y más útiles protectores. El general Miguel Tacón, gobernador de Cuba entre 1834-1838, militar que hizo y perdió las guerras continentales, de independencia e hispano americana, llegó a la conclusión de que la trata no era sólo un elemento sobre el que se sostenía la plantación y, en consecuencia, el comercio y los ingresos fiscales españoles; sino que creaba las condiciones apropiadas para disuadir a los criollos más audaces de la inconveniencia de un movimiento de rebeldía contra España.
“La trata creaba una masa importante de esclavos, un desequilibrio demográfico de tal magnitud, que los criollos blancos tenían motivos para temer una situación en la que no fuera posible, al ejército y a los peninsulares, contener a los esclavos si tenían que emplearse contra los insurrectos cubanos, dando lugar a que se reprodujeran las escenas de Haití, con una guerra racial pintada con los colores más tenebrosos. Leopoldo O’Donnell ratificó esa misma visión en la década siguiente”.
Desde la opuesta perspectiva del campo rebelde: “Les daba la razón el reformista y expatriado José Manuel Mestre cuando escribe desde New York al plantador criollo Cristóbal Madén el 12-12-1871: Nada puede haber más favorable para la causa de la revolución cubana que la abolición de la esclavitud. En ésta -la esclavitud- estriba todo el poder español en sus colonias antillanas y comprendiéndolo así los peninsulares residentes en Cuba se oponen y opondrán con todas sus fuerzas a todo cambio en la nefasta institución».
Continuar la tradición, de intentar conquistar y mantenerse en la cúspide del poder a cualquier precio, marca como un sello grabado a fuego a los Borbones, desde su acceso al trono español. En el momento mismo en que se implantan las primeras grandes haciendas esclavistas, la Corona se convierte en garante y por supuesto directo partícipe del negocio. Tras ella se agolpa el resto de los estamentos del Estado. Empezando por los ministros y presidentes de los gobiernos peninsulares, los capitanes generales y gobernadores coloniales, el ejército, la judicatura, la Iglesia y una multitud de políticos, intelectuales y periodistas…, todos ellos bien pagados con el oro negrero para defender hasta sus últimas consecuencias el status quo.
El tinglado del poder se estructura de arriba abajo, como los engranajes de una máquina bien engrasada. Las enormes tasas de plusvalía que se arrancan de la explotación inmisericorde de los esclavos, se comparte entre Negreros y Hacendados. Éstos, una parte la re invierten en la Isla y en la península, generando nuevos negocios y beneficios, y el resto se destina al pago de las tasas fiscales y sobre todo a lubricar todo el mecanismo “extraoficial”. En una perfecta simbiosis, el enorme caudal de dinero sucio se distribuye de forma piramidal. Empezando desde el Rey y respetando escrupulosamente el escalafón, todos reciben su parte.
Las autoridades en las Colonias y la Metrópolis, mientras que oficialmente suscriben y acatan todos los tratados internacionales que prohíben y castigan La Trata y, más tarde, el trabajo esclavo, no sólo lo permiten, sino que lo respaldan e impulsan abiertamente. Entre 1820 y 1867 se estima que entre 350 y 500 barcos dedicados al tráfico con destino a Cuba y Puerto Rico, fueron apresados sobre todo por barcos ingleses, en bastantes casos se confiscaba el barco y también la carga, pero no hubo ni una sola condena penal, ni a las tripulaciones, ni por supuesto a quienes financiaban y dirigían el tráfico.
Con muy pocas excepciones, los Capitanes Generales que dirigían el gobierno cubano abandonaban la isla con los bolsillos repletos.
La norma reflejada -en múltiples informes sobre el tráfico esclavista- la ejemplifica Piqueras con los datos de un informe de 1844:
“El informe estaba en condiciones de precisar que el desembarco de cada uno de los “esclavos frescos”, iba acompañado del desembolso de 27,50 pesos, repartidos de la siguiente forma: 16 iban al gobernador, 4 al oficial superior de la fuerza naval,7 al recaudador de aduanas y 0,50 pesos a los guardias que les custodiaban. En un sólo barco el capitán general podía recaudar 6.400 pesos”.
El ya citado general Miguel Tacón y Rosique, tras ejercer durante 5 años como gobernador de la Isla, abandona Cuba con una fortuna estimada en 400.000 pesos – o el equivalente hoy a 31.720.500€-
Otro ejemplo vivo de las bases materiales que sustentaban los intereses Negreros, lo encarna el destacado militar y político español, Leopoldo O’Donnell -Conde de Lucena y Duque de Tetuán, varias veces ministro y durante 6 años presidente del Gobierno español-. Entre 1843 y 1848 ejerce como Capitán General y Gobernador de Cuba. En su mandato, según fuentes del entonces cónsul británico en la Habana, en algunos desembarcos el pago al gobernador por “pieza”-como denominaban también los negreros a cada africano desembarcado-, subía hasta los 51 pesos. En sólo 6 años O’Donnell abandona la isla con un capital estimado en 500.000 pesos-35.245.000€ de hoy-.
La familia real, haciendo gala del papel decisivo de la corona y en fiel correspondencia con la grave responsabilidad que implicaba su posición a la cabeza de la Nación, son de los primeros en participar del Negocio. Empezando con el más lucrativo de la Trata, la regente María Cristina de Borbón se asocia con uno de los mayores negreros -el político y traficante Julián Zulueta- y junto a su segundo esposo Fernando Muñoz, no hay negocio lucrativo que no aborden.
La trama de control oligárquico, como la Hidra de Lerna extiende sus cabezas tentaculares por todos los estamentos sociales. Periódicos, diputados, ministros, jueces, obispos forman parte o están en nómina de su entramado. Es vox populi -como refleja Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales– el descarado dominio que ejercen sobre los mecanismos decisivos del poder.
Mientras, en la España real crece el clamor popular que denuncia el contraste entre la miseria de la mayoría laboriosa y la ostentosa riqueza de la élite, personificada en el bochornoso espectáculo de corrupción sin límite de la Casa Real.
También en Cuba crece el descontento, sobre todo entre sectores criollos del oriente cubano, que decepcionados por la negativa de la metrópoli de conceder una amplia autonomía a la isla, empiezan a defender la idea de la independencia, en frontal oposición a los intereses de los grandes hacendados habaneros y de la provincia de Matanzas en el Occidente isleño, que conforman el núcleo duro del llamado partido peninsular.
La expulsión de la corrupta Isabel II, inaugura el sexenio revolucionario (1868-1873) en la península y también detona el inicio de la 1ª guerra cubana de 1868-1878.
La expulsión de la corrupta Isabel II, inaugura el sexenio revolucionario en la península y también detona el inicio de la 1ª guerra cubana de 1868-1878 / Dominio público
El movimiento revolucionario a favor de la República federal, huérfano de una dirección consecuente, se dispersa en multitud de luchas locales descoordinadas- movimiento cantonal- y en pocos meses los monárquicos encabezados por Cánovas del Castillo retoman el control y traen de vuelta a los Borbones. El fracaso republicano, que inicialmente parece estabilizar al régimen, en realidad supone la ruptura definitiva con los sectores reformadores cubanos, y a pesar de la derrota inicial de los insurgentes en la denominada Gran Guerra, realmente marca el destino de Cuba y de los restos del Imperio Colonial.
En 1895 los revolucionarios cubanos inician la que José Martí definió como la Guerra Necesaria durante 4 años de lucha encarnizada, los 270.000 efectivos de las tropas españolas y de cubanos pro peninsulares, se enfrentan a 54.000 guerrilleros insurrectos. Transcurridos tres años desde su inicio, la entrada en la Guerra de los EE.UU, que en pro de sus propios intereses imperialistas se enfrenta a España apoyando a los insurrectos, en pocos meses cambia el curso bélico del conflicto. El 3 de julio los 17.000 efectivos del cuerpo expedicionario norteamericano desembarcados en el sudoeste de la Isla, cercan por tierra Santiago de Cuba. La flota española que desde hacía un mes se encontraba bloqueada en la Bahía Santiaguina, se tiene que hacer a la mar y, enfrentada a la flota norteamericana, es totalmente destruida. La derrota es inapelable, el decrépito imperialismo hispano cede el paso a la entonces ascendente potencia de las barras y estrellas.
El imperio colonial hispano acabó, igual que cuando inició su andadura, con la marca indeleble del oro y la sangre. En una orgía de muerte y destrucción, además de los más de 80.000 beligerantes muertos, entre 200.000 y 400.000 civiles murieron hacinados en los Campos de Reconcentración impuestos por el ejército colonial.
La crisis de 1898 certificó de manera abierta, la realidad de un capitalismo débil, totalmente irrelevante en la permanente lucha imperialista por la hegemonía mundial. España comienza el Siglo XX como una de los países más pobres de Europa. Dirigido por una burguesía rapaz y parasitaria incapaz de modernizar y hacer avanzar al país. Para mantener su control y dominio, -frente a una joven y combativa clase obrera-, en cada una de las crisis que rompen o ponen en riesgo de manera decisiva su control político y que como puntos de inflexión jalonan el nuevo siglo, su respuesta es el recurso a la represión abierta y como último eslabón al Ejército.
La alargada sombra del pasado y la lucha por el futuro
Dice el refrán popular que aquellos polvos nos trajeron estos lodos. En los últimos 50 años de “democracia” – producto del descarrilamiento por su dirección del magnífico movimiento de lucha huelguística y política de la clase obrera contra la Dictadura y el dominio del capital- se produce la plena incorporación del ya maduro capitalismo hispano a la rueda del imperialismo europeo y occidental.
El cambio de la correlación de fuerzas entre las clases, que implica el mayoritario peso cuantitativo de los asalariados en el conjunto de la sociedad española y el enorme poder potencial de la clase obrera, impone temporalmente al capital adaptar las formas políticas de su dominio a los procedimientos de la Democracia formal.
Eso sí, desde el mismo momento en que a finales de los 70, ya es imparable “el cambio”, convenientemente camuflados con el ligero barniz del centro y con la imprescindible e impagable ayuda que representa la traición de los máximos líderes del PCE y PSOE. De esta manera, los representantes políticos directos de la burguesía garantizaron el mantenimiento intacto de todos los elementos centrales del Estado, fieles garantes de su poder. La monarquía, el aparato militar y policíaco, la judicatura y una gran parte del viejo aparato político de la dictadura, ungidos con el mágico óleo del Consenso de la modélica “Transición”, renacen como garantes inmaculados del nuevo orden constitucional.
Es el viejo método, de cambiar lo secundario para que lo decisivo siga igual. Requiere, y más cuando el tinglado es relativamente reciente y reiterativo, de una alta dosis de Amnesia inducida y a ser posible permanente, que oculte la verdad.
Su problema es, que la verdad histórica no puede ocultarse a todo el mundo ni durante todo el tiempo. Hay un hilo rojo conductor que recorre la historia del capitalismo español, desde la acumulación colonial y esclavista primitiva hasta llegar al dominio monopolista de los oligarcas del Ibex 35 y la política imperialista española de hoy. Aparece, negro sobre blanco, en toda la nomenclatura de apellidos y títulos nobiliarios que hoy, igual que hace generaciones, sigue figurando en sus filas y que de manera exhaustiva detalla José Antonio Piqueras en su libro Negreros.
El vínculo que mejor refleja el papel del imperialismo español en el pasado y en el presente, salta a la luz analizando la evolución de la oligarquía financiera hispana.
Analizando el árbol genealógico de la enorme concentración del sector bancario, que través de un imparable proceso de absorciones y fusiones, conduce a la formación del BSCH (Banco de Santander) y el BBVA. Uno comprueba, con la excepción de Argentaria, que todas las entidades financieras que los integran (Santander, Central, Hispano Americano, Bilbao y Vizcaya) nacen vinculados a los grandes capitales negreros y al comercio con las colonias.
El dominio colonial directo, mediante la trata y las plantaciones esclavistas generaron la plusvalía, que se aportó como capital para fundar los principales bancos españoles. Hoy en el siglo XXI en la época del moderno dominio imperialista, y en una nueva vuelta de tuerca de la historia, a través de la exportación de capital y del comercio desigual, esos mismos bancos siguen obteniendo una parte decisiva de sus escandalosos beneficios en America Latina y lo mismo sucede con Telefónica, Repsol y otros grupos monopolistas.
En 2023, de los 8019 millones de euros del resultado atribuido al BBVA, 5.953 el 74% procedían de América Latina. En el mismo ejercicio, el BSCH, del total de 11.076 millones de beneficio neto, 4.592 (el 44%) tienen el mismo origen. Mantener los súper beneficios extraídos del pueblo latinoamericano, ese y no otro es el contenido real que se esconde tras el señuelo de la “Hispanidad”.
Hace años que está agotado el período prolongado, durante el que, con este o aquel traspiés, la casta dominante pudo mantener todo el entramado de su poder: en el terreno político a través de la alternancia entre las derechas e izquierdas oficiales, y en el de la lucha huelguística a través del Pacto Social con las direcciones sindicales mayoritarias de UGT y CC.OO. Golpeados por la crisis de un sistema que no tiene nada que ofrecernos, salvo un futuro de guerra, destrucción medioambiental y miseria creciente, cada día que pasa la radicalización crece y son millones los que sienten la necesidad imperiosa de acabar con el capitalismo. La idea del comunismo se abre camino en la mente y los corazones de miles de jóvenes y proletarios en todo el mundo.
Lo que se necesita con urgencia, es que cada camarada que se sienta comunista, comprenda que de nada sirve quedarse aislado. Desde la OCR os decimos que deis un paso adelante, vuestro puesto está con nosotros, ven a engrosar las filas de la sección de la ICR en el Estado español. Y afrontemos juntos la tarea de organizar y formar a los cuadros revolucionarios, que armados con las ideas científicas del marxismo y fusionados con nuestra clase, podamos derrocar a la burguesía y a su Estado, tomar el poder y construir un mundo nuevo socialista, en el que por primera vez en la historia la Humanidad accederá plenamente al reino de la Libertad.
[1] Texto de referencia para conocer en detalle el desarrollo de la revolución haitiana de 1791, “Los jacobinos negros -Toussaint LÖuverture y la Revolución de Haití, de CLR James
[2] Su hijo Eusebi, 2º conde de Güell, promotor de alguno de sus trabajos más conocidos, entre otros el Parque y la Colonia a los que da nombre, que incluyen la capilla que a Gaudí le sirvió como ensayo para su emblemática obra de la Sagrada Familia.
[3] Añade Piqueras, curándose en salud, para evitar posibles demandas judiciales: “No es nuestra pretensión atribuir la posición de la que gozan en la actualidad a los orígenes que afloran en los archivos, en la misma medida que sería inadecuado sostener que las ventajas adquiridas en el pasado son ajenas por completo a tal posición, o que la acumulación de capital proporcionado por la trata o la propiedad sobre personas esclavas fue indiferente en el proceso de enriquecimiento -en alguna de sus fases- de educación y de acumulación de capital social que los ha situado en la cadena de reproducción de las élites”.
Cuando los españoles llegaron a América hace 500 años, se encontraron con diversas culturas en todo el continente, incluidas poderosas civilizaciones como la mexica y la inca.
En este episodio Ubaldo Oropezaexplica el nivel de desarrollo de estas ricas culturas, sus contradicciones internas, así como las condiciones de la propia España contemporánea en el momento de la conquista.
Sólo entendiendo estas condiciones podremos comprender a su vez la devastación que supuso la conquista, y el papel más amplio de estos acontecimientos en el ascenso del capitalismo.