Con Bach la música se vuelve ciencia y la ciencia se vuelve música. La armonía, la melodía, el contrapunto y la fuga se entrelazan de forma lógica, intelectual, natural y compleja, todo al mismo tiempo. Alguien dijo que “lo que Newton fue como científico, Bach lo fue como músico”. Un genio así sólo podría surgir de una gran contradicción. La racionalidad extrema de su música sería imposible sin el renacimiento e ilustración de la era burguesa, sin las matemáticas y la mecánica de un Newton y un Descartes, y sin el individualismo impulsado por la reforma luterana. Ya no digamos sin la imprenta que socializó la música, su estudio y desarrollo entre una capa social.
Pero Bach era, al mismo tiempo, producto del mecenazgo de la nobleza y el clero, es decir, del pacto entre la burguesía y la aristocracia feudal. En esto Bach es el equivalente en música lo que Leibniz fue en filosofía. A diferencia del barroco católico, que era una salvaguarda cultural contra el ascenso de la burguesía, el barroco luterano alemán no era sino un pacto entre la cobarde y débil burguesía alemana con el terrateniente feudal. Bach, al igual que su casi contemporáneo Leibniz, era pagado por ese clero y esa nobleza aburguesada, que estaba a punto de ser asaltada por la revolución francesa.
Bach surgió entre las contradicciones de un renacimiento tardíamente expresado -con influencias italianas, francesas y autóctonas alemanas- y la ilustración que ya desafiaba al orden feudal. Por su espíritu y estructura musical la obra de Bach es el culmen de la ilustración, la lógica y la matemática, pero por sus relaciones y por consumidores inmediatos no podía ser más conservadora. Es, en pocas palabras, un ejemplo increíble de desarrollo desigual y combinado en la cultura. La atrasada Alemania participaba, sin embargo, de las conquistas culturales de otros países como Francia e Italia que alimentaron el genio de Bach.
El contexto
Bach nació en Eisenach, en el Sacro Imperio Germánico, en 1685, durante el periodo absolutista, y murió en Leipzig en 1750, unas décadas antes de que Kant escribiera su crítica la razón pura. Contemporáneo de Newton, Bach nació en el mismo pueblo donde Lutero se refugió de la represión católica y tradujo al alemán la biblia. El propio Bach atesoraba una de esas traducciones. Sabemos que el reformismo de Lutero encontró sus límites en la revuelta campesina que anunciaba la revolución burguesa. La vida misma de Bach expresó esta contradicción entre el absolutismo que alcanzaba sus límites y la ilustración que retaba el orden feudal.
En el Sacro Imperio Germánico las relaciones sociales feudales seguían imperando: en lo económico la industria y el comercio estaban poco desarrollados y en lo político dominaba una aristocracia feudal. Eisenach era un pequeño poblado de unos 6 mil habitantes, parte de la provincia de Turingia, compuesta por una serie de pequeños estados, ducados, principados y ciudades libres cuyos nobles presumían entre sí las orquestas de sus cortes. Alemania no había alcanzado la unidad nacional y estaba dividida en unos 300 estados feudales. Pero, al mismo tiempo, no podía mantenerse al margen de las conquistas culturales de la Ilustración europea y las ideas más avanzadas encontraron eco y desarrollo en las mentes más claras de la intelectualidad burguesa.
Las contradicciones en la vida de Bach
Bach perteneció a una familia de unas 7 generaciones de músicos más o menos modestos que, a la manera de los gremios de artesanos feudales, transmitieron su profesión de generación en generación. A la manera de un Leonardo o un Miguel Ángel, su obra dependía del padrinazgo de nobles y del clero y el mensaje predominante de su obra no podía ser sino de carácter religioso. Pero al igual que Leonardo, Bach componía de una manera muy individualista y libre, muy diferente a sus ancestros más remotos que componían misas de manera monocorde y rígidamente estructurada. Bach fue más conocido en su época como un virtuoso improvisador, más que como compositor.
Bach era, además, un especialista en construir y componer órganos —de hecho, colaboró a desarrollar los ancestros del piano del siglo XIX—, cuya compleja estructura y mecanismos parecen haber influenciado la compleja estructura musical de Bach, como si el propio Leibniz o Newton se hubieran metido en la partitura a través de esas grandiosas máquinas musicales y de la genial mente del músico.
Bach tuvo que abrirse camino desde pequeño. Perdió a ambos padres cuando tenía 10 años. Su hermano mayor cuidó del él —también le enseño música—, a escondidas tomaba el caro libro de partituras de su hermano y hacía cuidadosas y esmeradas copias. Ganó un concurso de canto cuyo premio era un lugar en la escuela de música de San Miguel en Luneburgo. Apenas con 18 años se convirtió en músico de la iglesia de San Bonifacio en Arnstadt y músico en la corte de un duque en Weimar. Sus tareas incluían las propias de un lacayo: labores de limpieza. En esta etapa los artistas eran poco más que lacayos de la nobleza y el clero (actualmente los artistas siguen estando dominados de diversas formas por la clase dominante).
Aunque el sueldo de Bach tendía a mejorar junto a su reputación como músico, solía quejarse de que no ganaba lo suficiente —Bach tuvo 20 hijos— y curiosamente con frecuencia parte de su pago era en especie (ciertas cantidades de cereal y cerveza), a la manera feudal. Durante un periodo debió escribir una misa a la semana, lo cual implicaba una media hora de música nueva que debía estar lista para la misa dominical, es decir, estaba obligado a producir masivamente. Se dice que siendo casi un adolescente escribió su famosa Tocata y fuga en re menor, aunque hay especialistas que afirman que se trata de una de sus últimas obras.
Bach, artista determinado y con carácter, podía desafiar a sus padrinos nobles si eso implicaba impulsar su desarrollo como artista. Conocida es la anécdota de que abandono por 4 meses sus obligaciones en la iglesia de San Bonifacio en Arnstadt, de la cual era organista y director musical, para caminar unos 800 kilómetros de ida y vuelta a Lübeck, con el fin de acudir a los conciertos de su ídolo, el virtuoso organista Dietrich Buxtehude. La molestia de las autoridades eclesiásticas se reforzó con las complicadas y virtuosas ejecuciones de Bach en las misas, demasiado elaboradas para los oídos provincianos de los feligreses. Era reprendido por escaparse a la bodega de vinos durante la misa, por retar a un duelo de espadas a un alumno y por invitar a una mujer al coro —entre la iglesia luterana eso no estaba permitido—. Posteriormente desafió a su amo, el duque de Weimar, cuando aceptó sin consultarle otro puesto en la capilla de la corte de Anhalt-Köthen, razón por la cual fue encarcelado por casi un mes.
Aunque algunos de sus mecenas tenían educación e interés musical, otros eran ignorantes, lo que producía el artista no era más que un adorno de lujo que escapaba a su comprensión. Bach se quejaba de que sus patrones no tenían interés real en la música, en una de las pocas cartas que se conservan, escribió respecto a su trabajo en Leipzig , ya en el último tramo de su vida: “El empleo (en la Cantoría de Santo Tomás) no es en ningún sentido tan lucrativo como me lo habían descrito (…) debo vivir entre casi continuas vejaciones, envidias y persecuciones”.
Frecuentemente Bach tenía que interceder, con poco éxito, por sus músicos, quienes se alquilaban en bodas y otros eventos privados para sobrevivir. En su etapa en Leipzig las jornadas de trabajo de Bach eran extenuantes, desde las 5 de la mañana trabajaba unas 15 horas al día, entre clases de música (canto, violín, viola, órgano), composición, dirección musical y latín. Incluso se vio obligado a alquilar sus instrumentos de teclado, ser intermediario en la venta de instrumentos y vender libros de música para hacerse de más ingresos. Bach afirmó: “Me vi obligado a ser trabajador”.
Procuró una educación universitaria e ilustrada para sus hijos y las dos esposas que tuvo eran músicas y coristas, una de ellas cantante activa en el coro de la iglesia, a pesar de que la tradición luterana no permitía la presencia de mujeres en el coro. El clave bien temperado, una de sus obras más conocidas, fue compuesto para el aprendizaje de sus alumnos e hijos; mientras que a Ana Magdalena, su segunda esposa, le obsequió poco después de casarse un pequeño libro con hermosas melodías compuestas por Bach para aprender en el piano.
Bach murió prácticamente ciego, a los 65 años de edad y sin una gran fortuna. La tumba de Bach quedó sin cruz ni lápida, pues Ana Magdalena, segunda esposa de Bach, gastó el poco dinero que le quedó como herencia para que su marido fuera enterrado junto a la Iglesia de San Juan, lo que era muy caro. Ana Magdalena murió 9 años después de su esposo, viviendo de la caridad pública. La tumba, como la de Mozart, quedó prácticamente olvidada, redescubierta hasta 1894.
La lucha entre la nobleza y la burguesía
Las intrigas a las que se refiere en su periodo en Leipzig tenían que ver con el choque entre la ciudad estado -representando los intereses de los comerciantes y la nueva burguesía- con la iglesia y la vieja nobleza. Los primeros querían reducir el énfasis en la música eclesial dentro de la Escuela de Santo Tomás para favorecer materias más ilustradas. Bach era el Kantor o encargado de la educación musical en la escuela, al que se quería quitar toda autoridad en la política educativa. La disputa entre el rector de la universidad, que impulsaba la reforma educativa, y Bach se tornó muy tensa, pues Bach, normalmente amable y diplomático, podía ponerse colérico cuando lo atacaban en su arte. Bach pidió la intervención del rey de Polonia, a quien había dedicado su Missa brevis.
El rey decidió la disputa a favor de Bach, lo cual le granjeó la enemistad de la nueva burguesía y sectores ilustrados que antes habían sido mecenas suyos. En el fondo, se trataba de la lucha entre la burguesía y la nobleza; Bach, por sus intereses materiales, estaba más atado a la segunda que a la primera. Por ejemplo, conocidas son sus increíbles, virtuosas y complejas Variaciones Golberg que compuso para un conde de Dresde, quien no podía conciliar el sueño. Las ejecutaba para el conde un virtuoso alumno de Bach, de allí el nombre de dichas variaciones, desde la antecámara del cuarto. Se dice que el conde recompensó a Bach con una copa de oro llena de monedas, el equivalente a un año de sueldo en Leipzig.
De hecho, cuando Federico II “El grande”, rey de Prusia, tomó Leipzig durante las llamadas guerras de Silesia, Bach recibió una invitación de él para visitarlo en Prusia, pues uno de los hijos de Bach trabajaba como músico en su corte. A pesar de que Bach había procurado mantenerse al margen de las luchas políticas, solía aceptar encargos de uno u otro bando, terminó aceptando la invitación del rey, lo cual no debió haber sido del agrado de sus patronos en Leipzig. El rey hizo que Bach improvisara en cada uno de sus 15 pianos y tocó para Bach una melodía extraña, retando al músico a improvisar una fuga con esa base; Bach improvisó una fuga a tres voces, entonces, el rey lo desafió a que lo hiciera a seis voces, Bach se tomó unos meses y el resultado se convertiría en su famosa “Ofrenda musical”. Se dice que el rey al escucharla dijo sorprendido: “sólo hay un Bach, solo hay un Bach”.
Los límites del barroco
Pero, así como el protestantismo fue un elemento fundacional de la ideología de la burguesía, en la etapa posterior al renacimiento; en las postrimerías de la Revolución Francesa se convirtió, en la medida en que se opuso ferozmente a la insurrección campesina, en un elemento dispersor de la unidad alemana, necesaria para su conformación como estado nación. El barroco tenía sus días contados. De hecho, con Bach el barroco alcanzó sus límites, podemos decir que incluso los superó. Para cuando Bach escribió su maravillosa música, los gustos de la burguesía estaban cambiando a estructuras musicales directas y accesibles con menos adornos. Lo que se conocería más tarde como “música clásica” estaba naciendo.
El propio Handel, contemporáneo de Bach y admirado por éste, estaba adaptándose a la nueva moda, más comercial. De hecho, dos de los cuatro hijos músicos de Joan Sebastian: Carl Philip Emanuel, conocido como el Bach de Hamburgo —considerado uno de los fundadores del estilo clásico—, y Johan Christian, el Bach de Londres y de Milán, fueron más famosos en vida que su propio padre. Podemos decir que el barroco pertenecía a una época que estaba llegando a su fin y la nueva música, junto con las ideas ilustradas, anunciaban revoluciones en puerta; sobre todo a la gran Revolución Francesa que a la postre daría a luz el romanticismo.
Irónicamente la música de Bach y su genio quedaron parcialmente sepultados, sólo conocida por especialistas y eruditos, como ejercicios matemáticos en música, pero ajena para las amplias masas. Bien es cierto que Bach fue admirado por genios como Mozart y Beethoven, pero era prácticamente desconocido para la humanidad. De hecho, así había sido y de cierta forma sigue siendo la música culta para las amplias masas expropiadas de la cultura. En realidad, las grandiosas obras de Bach solían interpretarse una vez para sus mecenas, si es que se interpretaban, y las partituras se perdían o caían en el olvido. Nos quedan entre 1,100 y 1,200 obras, pero esto pudo haber sido sólo el 10% de todo lo que compuso.
Fueron Felix Mendelssohn y Johannes Brahms quienes, unos 80 años después de la muerte de Bach, lo rescataron del olvido y lo pusieron de moda en toda Europa. Cuenta la leyenda que, siendo un niño prodigio, Mendelssohn encontró una partitura de Bach envolviendo carne. El dueño de la carnicería había encontrado esas partituras en una casa que había alquilado. Se trata de una leyenda romántica, pues fueron los familiares de Mendelssohn, la abuela de éste había estudiad música con uno de los hijos de Bach, quienes le regalaron La Pasión Según San Mateo, obra que Mendelssohn dirigió con sólo 20 años de edad, redescubriendo su valía inmortal como compositor.
La dialéctica de la música de Bach
Aunque Bach fue un religioso convencido, apadrinado por la nobleza y el clero, fue, al mismo tiempo, un revolucionario en la música. Hemos tratado de hacer un somero análisis sociológico de su arte, pero desde un punto de vista marxista eso no basta. Trotsky citó con aprobación las siguientes palabras de Antonio Labriola: “Sólo los imbéciles pueden tratar de interpretar el texto de la Divina Comedia por las facturas que los mercaderes de tejidos florentinos enviaban a sus clientes.”
Pero por qué entonces las obras de arte, incluida por supuesto la obra de Bach, nos hablan después de siglos de haberse plasmado. Trotsky mismo responde: “basta con que el estado espiritual y los sentimientos que traducen hayan encontrado una expresión amplia, intensa, potente, capaz de elevarlos por encima de los estrechos límites de la vida de entonces”.
Pero qué es lo que conmueve de la obra de Bach: su intrincada y clara lógica, su increíble capacidad de convertir la razón y la fría matemática en música sublime, su compleja intelectualidad. Por esto es inmortal sin dejar nunca de expresar su contexto y contradicciones particulares, que a la vez fueron cruciales para la época de transición a la ilustración.
Wagner dijo de Bach: “Es imposible describir la inmensa riqueza de su música, su naturaleza sublime y su valor universal, comparándola con cualquier otra cosa en el mundo”.
El propio Johannes Brahms escribió: “Si yo pudiese imaginarme a mí mismo escribiendo, o incluso concibiendo tal obra, estoy seguro de que la excitación extrema y la tensión emocional me volverían loco”.
El gran Goethe afirmó: “Al oír la música de Bach tengo la sensación de que la eterna armonía habla consigo misma, como debe haber sucedido en el seno de Dios poco antes de la creación del mundo”.
En Bach el barroco llega a sus límites más intrincados e incluso se supera a sí mismo: la intensidad emocional preludia por momentos al romanticismo, las caprichosas estructuras —a veces poco melódicas— parecen adelantar ciertas vanguardias (oigamos, por ejemplo, algunas partes de su Ofrenda musical), el virtuosismo caprichoso parece presagiar a Chopin (imaginemos cómo improvisaba en su Fantasía cromática y fuga en re menor). Quizá por eso el compositor Antón Webern afirmó: “Todo ocurre en Bach”.
Como hemos señalado, en la música de Bach hay una aparente contradicción entre forma y contenido: la forma es saturada y enrevesada (a la manera de las catedrales barrocas) —expresando los excesos improductivos de la nobleza— pero su contenido es la expresión de la razón pura. Es la música mostrando lo que hay de racional, estructurado y lógico en la mente humana; Bach también es exponente del pensamiento ilustrado.
Existe otra contradicción: aunque la matemática es fría y muchas veces mecánica, su complejidad llega a tal punto que expresa su contrario: la pasión más inexpresable. Tan sólo hay que escuchar la Tocata y Fuga en re menor para percatarse de esto. Los extremos suelen tocarse, la extrema racionalidad se vuelve emocional. Algo similar, desde el polo opuesto en el estilo, podemos observar en el romanticismo: la pasión desbordada es tan extrema que revela su propia razón. Esto último lo podemos constatar con la Novena sinfonía de Beethoven. La razón y la pasión son motivos opuestos en ambas corrientes, pero en sus más grandes exponentes coinciden de forma muy peculiar.
Bach llevó a sus límites el arte nacido en el renacimiento del contrapunto polifónico y la fuga. Su última obra inconclusa, El arte de la fuga, es una obra maestra de la fuga, el canon y el contrapunto. La última fuga contiene como tema el propio nombre Bach —puesto en notas— que queda dramáticamente interrumpido por su propia muerte.
En la música de Bach intrincadas y cerebrales estructuras se persiguen —en esto consiste la fuga— se responden como ecos mutuos que se alimentan entre sí y se transforman (a diferencia del canon, la fuga no repite exactamente la misma melodía); las melodías que se sobreponen de repente se alcanzan para tocar al unísono en armonía y fugarse de nuevo.
Ambas formas tienen interesantes características dialécticas: la fuga es el movimiento que es seguido por otro similar, como una ola que anticipa a la otra; el contrapunto es el producto de dos motivos musicales que se oponen melódicamente. El resultado artístico del contrapunto y la fuga es superior a la suma de sus partes. Pues bien, la música de Bach no sólo es racional, sino dialéctica. Beethoven afirmó que Bach —que significa río en alemán— debió llamarse “meer” (mar) ya que su música era infinita en sus combinaciones tonales y armonías.
Bach, que solía ser muy estricto y celoso con su música, era modesto en lo personal: “Lo que he logrado ha sido gracias al trabajo y la práctica, cualquier persona con un don natural tolerable y capacidad, también puede lograrlo”. A sus alumnos aconsejaba “Practica y todo irá bien. Tienes en cada mano 5 dedos tan sanos como los míos”.
Es tarea del socialismo liberar el potencial oculto en cada individuo y abrir paso al renacimiento de la cultura y el arte, actualmente secuestrados y oprimidos por la sociedad de clases. No puede más que invadirnos un sentimiento de repulsión y vergüenza cuando comparamos el “arte” de masas del capitalismo, que se reproduce actualmente como salchichas, con el arte de Bach y otros grandes como él. Esto es un testimonio de lo mucho que ha caído la cultura en la era del capitalismo en decadencia.
Trotsky se preguntó:
“¿Cuántos Aristóteles están cuidando cerdos?, y añadía: ¿cuántos porqueros están sentados en tronos? Cuando la humanidad pueda desarrollar todo su potencial, no habrá escasez de leonardos, beethovens o einsteins. El arte, la música y la literatura florecerán como nunca antes. Y, por último, el socialismo verá la perfección del mayor de los artes: el arte de la vida misma”.