La historia del continente americano fue marcada por la colonización, gran parte dominada inicialmente por la monarquía española, aunque otras potencias europeas también hicieron incursiones. La parte más al norte del continente estuvo dominada por distintos Estados europeos como Gran Bretaña, Francia y Holanda, siendo el primero el que conseguiría mayor dominio. La primera lucha de independencia triunfante se dio con las 13 colonias británicas (1775-1783), fue una revolución burguesa prematura que incluso tuvo un impacto en futuras luchas tan importantes como la revolución francesa.
Tomas Jefferson diría que “EEUU debe considerarse el nido desde el que se poblará toda américa”. Esas 13 colonias comenzaron una primera expansión que significó aplastar pueblos indígenas o comprar territorios a otras potencias.
Contrariamente, en el caso de América del sur, la revolución de independencia llegó con cierto retraso, comenzando este proceso en 1808. En el caso particular del hoy México, esta lucha inició con una insurrección de masas, dirigida por criollos que tenían un ala izquierda jacobina con representantes como Hidalgo y Morelos. Pero esta lucha no logró imponerse triunfante, aunque al final se consiguió la independencia que en poco tiempo establecería una república. No fue sino hasta las guerras de reforma cuando realmente se trastocaron las bases del régimen colonial.
En el siglo XIX, Estados Unidos desarrolló canales, caminos y el ferrocarril, lo que impulsó la revolución industrial, en un territorio virgen económicamente. Pero en el México independiente (además de heredar una compleja economía que de forma desigual combinó distintos modos de producción) lo que se generó no fue un régimen estable sino caos. Hubo guerras entre liberales y conservadores, intentos de reconquista y conquista de España, Gran Bretaña y Francia. El mundo había cambiado y ya no se podía jugar el papel que tuvo antes la nueva España (el hoy México) impulsando el comercio mundial con intercambio de nuevas mercancías y proveyendo de plata al mercado intercontinental. La minería, por ejemplo, se transformó pasando de producir metales valiosos como la plata para ahora orientarse a la producción de metales para la industria como el hierro.
En 1823, el entonces presidente de EEUU, James Monroe, manifestó su rechazo a cualquier nueva colonización o intervención en las Américas por parte de las potencias europeas y afirmaba que cualquier intento de ese tipo sería visto como una amenaza para Estados Unidos. Si bien esta doctrina no tuvo una aplicación inmediata, se volvió en la filosofía intervencionista de los EEUU en Sudamérica y el Caribe.
México había heredado un amplísimo territorio que se extendía a lo que hoy es el sur de Estados Unidos. Entre 1800 y 1840 la población de Estados Unidos se triplicó. Muchos emigraron a Texas y superaron en 6 a 1 a los mexicanos que ahí vivían. EEUU promueve su independencia, que consigue en 1836 y en 1845 la anexan abiertamente a su territorio. Acto seguido, lanzan una guerra de rapiña tratando de apoderarse de México.
Entre 1846 y 1848 se da la intervención norteamericana. México no había logrado conseguir las tareas básicas de la revolución burguesa, no había ni un Estado ni una cohesión y conciencia nacional consolidadas, no había desarrollado un mercado nacional, comenzando porque había caminos deficientes e inseguros y muy malas comunicaciones. El país estaba dirigido por un militar aventurero, Adolfo López de Santa Ana, los gobernantes jugaron un papel vergonzoso en la intervención norteamericana. Pese a todo esto, dicha intervención fue vista como un insulto para el pueblo mexicano, para los jóvenes soldados y veteranos que habían luchado en la independencia. Hubo varios casos de resistencia heroica, el Batallón de San Patricio que era parte del ejército invasor, conformado por irlandeses, vio que esta guerra era injusta y volteo sus armas a favor del pueblo mexicano muriendo heroicamente en una serie de batallas. Aunque hay muchos mitos en torno a la batalla de Chapultepec, es una realidad innegable que los jóvenes cadetes se enfrentaron con heroicidad al ejército norteamericano, esto vimos también en épicas batallas como la de La Angostura en Saltillo, Coahuila, o en la de El Molinito de El Rey en Ciudad de México. Pero el punto central es que el pueblo mexicano no dejó de acosar al ejército invasor que, aunque tomaron el Palacio Nacional, no logró dominar a la población. Sin embargo, se establece el tratado de Guadalupe Hidalgo y Estados Unidos se anexa la mitad del territorio mexicano. Ese es un verdadero punto de inflexión para el desarrollo del imperialismo estadounidense.
La guerra de secesión y la intervención francesa
El sur del extendido país se basaba en la agricultura, con mano de obra esclava; mientras, al norte, se desarrollaba la industria y con ella el capitalismo. Estos modos de producción no podían coexistir y Estados Unidos entró en una sangrienta guerra civil en la primera mitad de la década de 1860. Fue el ala burguesa la que triunfó en esa guerra. Estados Unidos no tuvo una sino dos revoluciones burguesas. Con ello el capitalismo norteamericano se extendió en un inmenso territorio subcontinental, con diversos y vastos recursos naturales.
México estaba también dividido entre liberales y conservadores, los primeros lograron aprobar una Constitución en 1857 y leyes liberales, lo que desató una guerra civil y, en medio del caos, México fue invadido por los imperialistas franceses, imponiendo a un emperador austriaco. La lucha contra la intervención francesa terminó en un triunfo mexicano, que permitió cumplir con tareas de la revolución democrático-burguesa como el establecimiento de un Estado nacional. No solo fue expulsada la intervención francesa, sino que su emperador impuesto fue juzgado, condenado y fusilado. Con ello se puso un claro freno a las intervenciones europeas en América.
La revolución burguesa en México llegó tarde a la historia, pues ya emergía el imperialismo estadounidense (y en otras partes del orbe), que le había ya arrebatado la mitad de su territorio e hizo que la economía naciera de forma subordinada a éste. Fue una heroica revolución burguesa con un ala jacobina radical, sin embargo, con una burguesía nacional débil y parásita, incapaz de llevar adelante el resto de las tareas de su revolución. Un ejemplo claro de ello es que, tras La Reforma (como se conoce a esta lucha revolucionaria contra conservadores e intervencionistas imperialistas), se desarrollaron los transporte, construyéndose ferrocarriles, pero bajo el gran capital extranjero y teniendo la función de conectar a Estados Unidos con el sur de América.
El triunfo mexicano contra los franceses imposibilita una nueva intervención abierta del emergente imperialismo norteamericano a México. Dio cierta independencia política al gobierno mexicano, pero no evitó la subordinación económica.
La injerencia imperialista en la revolución mexicana
Cabe hacer un comentario sobre el actuar de EEUU durante la revolución mexicana. Primero, debemos resaltar que los combatientes revolucionarios fueron atacados por igual tanto por la dictadura de Porfirio Díaz como por el Estado norteamericano, ejemplo claro de ello es la Junta Organizadora del PLM, donde participaban Ricardo Flores Magón y Librado Rivera, entre otros. Se creó una organización revolucionaria a ambos lados de la frontera y se recibió el apoyo del movimiento obrero en Estados Unidos, principalmente del IWW, algunos de sus militantes participaron activamente en la revolución mexicana. Ejemplo claro de que hay lazos de clase que nos unen contra el capital en ambos lados de la frontera.
En la revolución, EEUU intervino de manera abierta. Se mandaron paramilitares en ayuda del gobierno porfirista para sofocar la huelga minera de Cananea en 1906. El embajador norteamericano fue organizador del golpe de Estado contra Madero que buscaba restaurar al viejo régimen. En 1914 tomaron el Puerto de Veracruz, provocando una rebelión de los mexicanos que les impidió penetrar al interior del territorio nacional. Favoreció al ala Carrancista (que representaba a la nueva burguesía) en contra de los ejércitos revolucionarios de Zapata y Villa. Es por ello que Pancho Villa invadió Columbus, vengándose de los gringos, y salió ileso y vivo de la invasión punitiva donde entraron 10 mil soldados norteamericanos buscándolo vivo o muerto.
Durante los gobiernos posrevolucionarios es de destacar el del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940). Él no fue socialista, pero si un nacionalista consecuente. Demostró que la única forma de enfrentarse de manera seria al imperialismo es apoyándose en la movilización revolucionaria de las masas. Una huelga de trabajadores petroleros exigiendo aumento salarial escaló, generando un enfrentamiento abierto con las empresas imperialistas británicas y norteamericanas, culminando en la nacionalización de dichas industrias. Ésta fue una acción valiente pero nuestra lucha debe ir más allá, el objetivo es acabar con el sistema capitalista. Poniendo la banca y la gran industria en manos de los trabajadores, podríamos usar esa riqueza colosal para beneficiar al conjunto de la sociedad y podríamos acabar con los problemas de las masas, erradicar las guerras, el hambre y la pobreza del planeta.
El imperialismo seguirá agrediendo a los trabajadores de su propio país, de México, América Latina y el mundo. El pueblo mexicano ha demostrado tener una historia de lucha antiimperialista y lazos de hermandad con nuestros hermanos de clase en EEUU. Es con la unidad de la clase obrera como debemos enfrentarnos a este coloso, que es el imperialismo norteamericano, pero que con nuestra lucha revolucionaria detonaremos dinamita en sus cimientos hasta hacerlo caer.
Los chinos tienen un proverbio antiguo: «la mayor desgracia que le puede ocurrir a un hombre es vivir en tiempos interesantes». La verdad de esa antigua sabiduría se ha hecho ahora de repente evidente para los gobernantes del mundo occidental.
La disputa pública entre el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky por un lado y el presidente estadounidense Donald Trump y el vicepresidente JD Vance por el otro golpeó al mundo con la fuerza de un violento tsunami.
Los dirigentes occidentales debieron de haber visto las extraordinarias escenas que salían del Despacho Oval con una mezcla de atónita incredulidad, conmoción y absoluto horror. Es bastante comprensible.
A primera vista, la causa de la disputa sin precedentes en el Despacho Oval puede parecer casi trivial. Durante algunas semanas antes de la fatídica reunión, Donald Trump se había jactado de haber llegado a un acuerdo fantástico con el hombre de Kiev, por el cual Estados Unidos recibiría el control de grandes cantidades de riqueza mineral que (según nos han dicho) se encuentran bajo el suelo de Ucrania.
Se suponía que el presidente Zelensky iba a ir a Washington con el propósito de firmar este acuerdo, ni más ni menos. Sin embargo, las cosas resultaron de otra manera.
Irónicamente, fue el propio Zelensky quien planteó por primera vez la cuestión de los derechos mineros, con la clara intención de sobornar a los estadounidenses. Al hacer alarde de la tentadora perspectiva de grandes cantidades de riqueza mineral poco común, ofrecida a cambio de futuras entregas de armas, esperaba enredar a los estadounidenses en un acuerdo que garantizara el flujo continuo de armas y dinero a Kiev.
Por desgracia para él, Trump interpretó la idea de una manera muy diferente. Argumentando que Estados Unidos ya había dado a los ucranianos enormes cantidades de dinero en efectivo para subvencionar su guerra (se mencionó la suma de 350.000 millones de dólares), esperaba algún tipo de retorno de su inversión de capital.
El empresario que ahora ocupa la Casa Blanca pensaba en términos puramente comerciales. Esperaba que los ucranianos le entregaran los derechos sobre los minerales mencionados a cambio de la generosidad pasada, y no como anticipo de futuros suministros de armas.
Los dos hombres estaban claramente hablando con propósitos cruzados. Fue una comedia de errores que estuvo cargada de muchas consecuencias trágicas.
¿Cuáles son los objetivos de guerra de las diferentes partes?
Para arrojar luz sobre todos los acontecimientos posteriores, es necesario en primer lugar establecer claramente en qué consisten actualmente los objetivos de guerra de las diferentes partes en conflicto.
Durante la campaña electoral, Trump dejó muy claro que su intención era poner fin de inmediato a la guerra en Ucrania, o al menos desvincular completamente a EE. UU. del desastroso conflicto que provocó su predecesor, Joseph Robinette Biden Jr., sin tener en cuenta los intereses fundamentales de Estados Unidos.
Desde entonces, Trump ha reiterado su posición, que sigue siendo exactamente la misma que al principio.
Sin embargo, es imposible entender esta decisión aislándola de la estrategia general y la visión del mundo de Trump. Y, contrariamente a una opinión muy extendida, él sí tiene una estrategia y la está siguiendo con la determinación que le caracteriza.
Muchos dirigentes europeos (por no mencionar los de Kiev) parecen tener grandes dificultades para entender esto. Han subestimado constantemente a Donald Trump. En consecuencia, siempre asumen que cuando hace una declaración no lo dice en serio. Luego se sorprenden cuando descubren que, de hecho, sí lo decía en serio.
El desconcierto permanente de estas damas y caballeros es un reflejo de su obstinada negativa a tomarse en serio a Donald Trump. Pero los acontecimientos les están obligando, de mala gana, a abandonar esta visión reconfortante. Los últimos en admitir este triste hecho son el presidente Macron de Francia y Sir Keir Starmer de Gran Bretaña, sin lugar a dudas, los más estúpidos y egocéntricos de todos los dirigentes europeos estúpidos y egocéntricos. Pero hablaremos de ellos más adelante.
Volviendo a Estados Unidos, Trump ha comprendido que Estados Unidos se ha extralimitado seriamente en el escenario mundial. Tiene una enorme deuda pública (más de 36 billones de dólares), su inventario de armas está extremadamente agotado y se enfrenta a las alarmantes perspectivas de conflictos en Oriente Medio y en la región de Asia/Pacífico para los que no está totalmente preparado.
Dada esta situación, ha decidido que Estados Unidos debe retirarse de su papel global y replegarse detrás de sus fronteras estratégicas naturales, incluyendo Canadá, el Canal de Panamá, México y Groenlandia. Esas son sus prioridades, y Europa debe ahora pasar a un segundo plano en la política exterior estadounidense.
Un elemento clave de esta estrategia es reparar las relaciones con Rusia, que se vieron gravemente dañadas por las agresivas políticas imperialistas de la administración Biden. Es un hecho increíble que durante los últimos tres años no haya habido contactos entre Estados Unidos y Rusia a ningún nivel oficial. Eso nunca fue así, ni siquiera en los peores años de tensión durante la Guerra Fría.
La normalización de las relaciones con Rusia ocupa ahora un lugar muy destacado en la agenda de Donald Trump. Esto ha hecho saltar inmediatamente las alarmas en la mayoría de las capitales europeas, y sobre todo en Kiev, donde Zelensky y su camarilla viven con el temor de una traición estadounidense en las negociaciones con Rusia.
Los objetivos bélicos de los líderes ucranianos son, por lo tanto, diametralmente opuestos a los de Washington. Los estadounidenses buscan la paz en Ucrania a través de un acuerdo con Rusia que reconozca la realidad de que la guerra está perdida. Pero para Zelensky, la paz es poco menos que un suicidio. Significaría el fin de la ley marcial, que elimina el único obstáculo serio para la convocatoria de elecciones.
El plazo legal para su presidencia expiró hace mucho tiempo, y esto justifica el comentario de Trump de que es un dictador que se niega a celebrar elecciones. Los estadounidenses ahora están presionando para que se celebren elecciones en Ucrania, evidentemente porque están exasperados con Zelensky y les gustaría verle fuera. No hay duda de que perdería cualquier elección libre en la actualidad, a pesar de todas las afirmaciones en contrario.
Por lo tanto, los objetivos de guerra de Ucrania son muy simples. La guerra debe continuar a toda costa, hasta que Rusia sea finalmente derrotada y expulsada de todos los territorios ocupados. El hecho de que este objetivo sea tan absurdamente irreal que nadie pueda tomarlo en serio no impide que la camarilla gobernante en Kiev lo persiga hasta el amargo final. Son completamente indiferentes al costo humano que implica persistir en lo que es claramente una guerra imposible de ganar.
De esto se derivan ciertas cosas. Sobre todo, deben impedir por todos los medios que los estadounidenses se retiren. Ucrania depende por completo del flujo constante de grandes cantidades de dinero en efectivo y armas procedentes de EE. UU. El corte de todos los suministros les asestaría un golpe mortal. Y a pesar de todo el ruido que emana de Londres y París, no hay absolutamente ninguna posibilidad de que los europeos puedan compensar el déficit si eso ocurriera. Zelensky es plenamente consciente de este hecho y lo ha admitido públicamente.
Es en este contexto que debemos entender la ferocidad de la discusión sobre los llamados derechos minerales, y la violencia del conflicto que estalló en el Despacho Oval como resultado.
El avance implacable del ejército ruso y el colapso igualmente rápido de la moral en el bando ucraniano dan una sensación creciente de urgencia, rayando en la desesperación, para arrastrar de alguna manera a Estados Unidos al conflicto. Una vez que hemos entendido este hecho, el significado del juego diplomático que se ha desarrollado en las últimas semanas se vuelve claramente evidente.
Macron y Starmer entran en escena
La visita de Macron y Starmer a Washington formaba parte de una estrategia que claramente se ha elaborado en secreto con los hombres de Kiev. El único objetivo es evitar que los estadounidenses lleguen a un acuerdo con Rusia para poner fin al conflicto y también evitar la eventual retirada de EE. UU. de Europa, algo que los europeos temen más que nada.
Para ello, utilizaron algunos trucos transparentes. Macron y Starmer estaban presionando a favor de la llamada «fuerza de mantenimiento de la paz» europea, que se pretendía enviar a Ucrania tras la consecución de un acuerdo, con el fin de garantizar un alto el fuego. Sin embargo, tal misión sería completamente imposible sin la participación activa de Estados Unidos.
Si hubieran podido convencer al hombre de la Casa Blanca de que aceptara lo que se denominó una «garantía de seguridad» estadounidense, el siguiente paso estaría bastante claro. Los ucranianos encontrarían una excusa para provocar a los rusos y que estos emprendieran algún tipo de acción que se presentaría como una violación del alto el fuego.
La llamada fuerza de mantenimiento de la paz entraría entonces en acción y se encontraría inmediatamente en problemas, ya que los rusos disfrutan de una superioridad abrumadora tanto en hombres como en armamento.
Los europeos pedirían entonces a los estadounidenses que acudieran en su ayuda en virtud de la garantía de seguridad. Los estadounidenses responderían y rápidamente se verían envueltos en una guerra con Rusia. Seguiría el comienzo de la Tercera Guerra Mundial, para horror de todos, excepto de la camarilla de Zelensky y los nacionalistas ucranianos neonazis, para quienes sería un gran éxito.
Al menos, esa era la teoría. Pero entre la teoría y la práctica suele haber una brecha considerable. Como hemos señalado, uno de los principales errores de los gobernantes de Europa es que han subestimado constantemente a Donald Trump. Se imaginaron que con una combinación de halagos y maniobras inteligentes podrían engañarlo y hacer que cambiara de opinión. Fracasaron, y fracasaron miserablemente.
Donald Trump puede ser muchas cosas, pero un tonto no es. Macron apareció en Washington, rebosante de encanto galo, prodigando los elogios más extravagantes a su «amigo de la Casa Blanca», sonriendo y riéndose de las bromas del presidente, que no le parecieron ni lo más mínimo divertidas, y actuando en general como el bufón de la corte en presencia del Emperador.
Trump respondió prodigando elogios igualmente extravagantes a su «amigo en París», estrechándole la mano, sonriendo de oreja a oreja y, en general, mostrándose muy agradable. Pero todo el tiempo evitó cuidadosamente dar una respuesta firme a la urgente petición del francés de apoyo para sus imaginarios pacificadores.
Al darse cuenta de que el propósito de este minué diplomático era mantenerlo bailando en círculos cada vez más pequeños, en un momento dado Macron se impacientó y empezó a hablar en francés. Sin inmutarse por este gesto algo descortés, su «amigo de la Casa Blanca» comentó: «¡Qué idioma más hermoso! ¡No he entendido ni una palabra!».
Después, su «amigo» francés regresó a París, con las manos tan vacías como cuando se fue. Al fin y al cabo, fue una completa humillación. Debería haber recordado las palabras de su compatriota Charles de Gaulle: las naciones no tienen amigos, solo intereses.
Sale Macron, entra Sir Keir
Observando con interés esta comedia gala desde el otro lado del Atlántico, Sir Keir Starmer decidió que se necesitaban tácticas algo diferentes. Sin dejarse intimidar por el fracaso del francés, elaboró una estrategia diferente con la ayuda de sus asesores altamente profesionales del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Al no poseer ningún encanto propio digno de mención y ser, a diferencia del voluble Macron, un típico caballero inglés de clase alta, rígido, aburrido y falto de imaginación, necesitaba algo especial que presentar al hombre de la Casa Blanca. Para ello, escondía en su bolsillo interior un arma secreta, algo que no podía dejar de impresionar a ningún presidente estadounidense, especialmente a uno llamado Donald J. Trump.
Para ser justos, nuestro primer ministro hizo un esfuerzo muy valiente para ocultar su torpeza natural y su falta de habilidades comunicativas mediante una muestra inusual de lenguaje corporal, que no se limitó a innumerables apretones de manos, sino que incluso se atrevió a tocar físicamente al presidente de Estados Unidos (hay que reconocer que solo en la manga de su abrigo).
No sabemos qué efecto tuvo esta inusual muestra de familiaridad en el líder de la nación más poderosa de la Tierra, pero a juzgar por la sonrisa nerviosa que apareció en el rostro del primer ministro británico, al menos estaba encantado con su aparente éxito.
Es difícil transmitir la sensación de vergüenza que cualquier persona normal en Gran Bretaña sentiría al presenciar la siguiente escena, que no estaría fuera de lugar en una comedia de situación televisiva de segunda categoría. Quizás la mejor descripción la hizo más tarde un periodista británico que comparó despiadadamente a Starmer con un colegial empollón que se acerca al matón de la escuela.
Para explicar esta interesante analogía, en todas las escuelas hay un matón, un chico duro que tiene la costumbre de intimidar a los niños pequeños y hacerles la vida miserable. Estos individuos suelen ir acompañados de un niño enclenque que no es lo suficientemente fuerte como para intimidar a nadie, pero que imagina que, al estar cerca del tipo duro, puede fingir ser duro él mismo.
Este es un análisis muy justo de lo que a los británicos les gusta llamar su «relación especial» con los Estados Unidos de América: el equivalente al matón de la escuela, pero a una escala mucho mayor. Solo hay que añadir que el matón de la escuela invariablemente trata las atenciones del niño enclenque con el desprecio que se merece.
Muy satisfecho consigo mismo (presumiblemente porque, hasta este momento, el presidente de los EE. UU. no lo ha recompensado con una patada en el trasero), Sir Keir saca entonces la carta secreta, que hasta este momento le ha estado quemando el bolsillo.
Con un ademán majestuoso que se asocia con un mayordomo fiel entregando el correo matutino a su amo, entrega cuidadosamente este precioso objeto a su eminente destinatario, anunciando con orgullo que no es otra cosa que una invitación del rey Carlos III a Donald Trump para que lo visite a él, a su esposa y a sus hijos en el Palacio lo antes posible.
Ahora bien, por alguna oscura razón, en el establishment y los medios de comunicación británicos se da por sentado que todos los políticos y presidentes estadounidenses están muy impresionados por la monarquía británica, posiblemente porque en estos días no tenemos mucho más de lo que estar orgullosos.
Por lo tanto, Starmer no pudo resistir la tentación de pronunciar un pomposo discurso, en el que señaló que esta invitación era «muy especial». ¡Era la primera vez en toda la historia de la humanidad que un presidente estadounidense había sido invitado al Palacio Real DOS VECES! ¡Un gran honor, sin duda!
Curiosamente, el rostro de Trump no mostró ninguna emoción particular ante la noticia, aunque aceptó gentilmente la invitación, añadiendo (ya fuera deliberadamente o por error) que sería un gran placer para él honrar a Su Majestad con su presencia.
Ahora bajemos discretamente el telón sobre el procedimiento restante, que fue simplemente una repetición tediosa de lo que había sucedido anteriormente con el presidente francés. Starmer finalmente reunió el valor suficiente para hacer la pregunta que le había estado rondando la cabeza todo el tiempo: ¿qué hay de algún tipo de garantía de seguridad estadounidense?
En realidad, no usó esa expresión precisa, ya que los estadounidenses eran algo alérgicos a ella, sino que habló de «un respaldo» (sea lo que sea que eso signifique).
En este punto, cuando las cosas parecían ir tan bien, todo saltó por los aires. Fue como el momento del cuento de hadas en el que, al filo de la medianoche, el vestido de Cenicienta se convierte en harapos y el magnífico carruaje y los caballos se transforman en una calabaza tirada por un grupo de ratones.
Trump respondió con aire pícaro que no veía la necesidad de tal cosa, ya que el ejército británico era bien conocido por ser una institución espléndida llena de jóvenes valientes que eran bastante capaces de cuidar de sí mismos, muchas gracias. Y para echar sal en la herida, Trump preguntó a Starmer si creía que Gran Bretaña podía enfrentarse sola a los rusos, a lo que no recibió más respuesta que una risa avergonzada.
Al igual que su homólogo francés, Sir Keir Starmer regresó a Londres con las manos vacías. Es cierto que fue recompensado con una camiseta de fútbol americano, que parecía un regalo bastante inadecuado para una invitación tan especial de Su Majestad Británica.
Pero los decididos intentos de obligar a los estadounidenses a involucrarse militarmente en Ucrania terminaron en una farsa. Parecía que las cosas no podían empeorar. Pero luego lo hicieron.
El enfrentamiento
Lo que sucedió después no tenía por qué haber ocurrido. Donald Trump, evidentemente receloso de los motivos de Zelensky, expresó su deseo de cancelar su visita a Washington, que estaba prevista para el viernes. Sus dudas debieron de redoblarse cuando Zelensky, ignorando el mensaje del presidente de Estados Unidos, insistió en venir.
Hasta aquí, todo mal. Sin embargo, Trump declaró públicamente que el presidente ucraniano iba a ir a Washington con el único propósito, dijo, de firmar un acuerdo sobre derechos mineros que ya había sido redactado y acordado de antemano.
El problema es que nuestro amigo de Kiev tiene una forma muy peculiar de expresarse. Por ejemplo, cuando dice que sí, en realidad quiere decir que no. Y cuando dice que no, en realidad quiere decir que sí, y cuando dice que tal vez, no quiere decir nada en absoluto. Del mismo modo, cuando dice que está a favor de la paz, en realidad está a favor de la guerra. Y así sucesivamente, sin fin.
Este fue, una vez más, el caso del famoso acuerdo sobre derechos mineros. ¿Aceptó Zelensky firmar el mencionado acuerdo? Sí, lo hizo. Pero no lo hizo como un acto de generosidad hacia Estados Unidos, ni para agradecerle las grandes cantidades de armas y dinero que había recibido de él. ¡Oh, no! Para desprenderse de algo tan inmensamente valioso, iba a exigir algo a cambio, de lo contrario no iba a firmar nada.
Lo que quería a cambio se expone de forma sencilla: una declaración firme de que EE. UU. proporcionaría a Ucrania una «garantía de seguridad». Pero había hecho esta petición en innumerables ocasiones y siempre se le había denegado con firmeza. Además, observó con gran disgusto que sus amigos Macron y Starmer no habían conseguido obtener dicha garantía durante su viaje a Washington.
Por lo tanto, el presidente de Ucrania no era un hombre feliz. De hecho, ya estaba de muy mal humor. Pero este estado de ánimo estalló en ira cuando leyó el texto del documento preparado por los estadounidenses que se esperaba que firmara.
No he visto el texto del acuerdo, pero por lo que tengo entendido es un documento de lo más peculiar: una declaración general y vaga sin ningún detalle real. Es más o menos igual que el inútil trozo de papel que Starmer trajo de Kiev y que establecía un tratado inquebrantable entre Gran Bretaña y Ucrania por un período de no menos de 100 años, aunque Starmer debe ser consciente de que es dudoso que Ucrania dure ni siquiera 100 días, y mucho menos años, sin el apoyo militar de EE. UU., que ahora se está retirando.
Pero dejemos de lado las sutilezas legales. El hecho es que no hay pruebas de que las grandes cantidades de minerales mencionadas en el acuerdo existan realmente, y si existen, están lejos de ser fácilmente accesibles para su extracción y procesamiento. Por lo tanto, la idea de que los estadounidenses podrían obtener enormes beneficios de tal acuerdo está sujeta a serias dudas.
Pero eso también déjelo de lado. Lo que preocupaba a Zelensky más que las sutilezas legales o las realidades geológicas era lo que no se incluía en el documento. ¡No se mencionaba en absoluto ninguna garantía de seguridad! Zelensky estaba ahora incandescente de rabia.
Todo el asunto de los minerales, que él mismo había sacado a relucir inicialmente, pretendía ser un soborno para obtener una garantía de seguridad estadounidense que ataría a los estadounidenses de forma ineludible a Ucrania y a su guerra, lo que acabaría provocando un conflicto con Rusia. Toda la elaborada estafa no tenía absolutamente ningún otro propósito.
Pero lo que ahora tenía ante sí era un trato por el que los estadounidenses se embolsarían el soborno, pero no darían nada a cambio. Por lo tanto, decidió ir a Washington y armar tal escándalo que Donald Trump entendiera con qué clase de hombre estaba tratando.
Aquí tenemos los antecedentes de los acontecimientos posteriores. Ha habido intentos en la prensa occidental de acusar a Trump y a Vance de organizar una «emboscada» para el presidente ucraniano, de que fueron ellos, concretamente Vance, quienes provocaron deliberadamente una disputa.
Pero si se estudian todos los vídeos disponibles, inmediatamente se hace evidente que la fuente de la agresión no fueron los estadounidenses, sino precisamente Volodymyr Oleksandrovych Zelenskyy.
Desde el principio, pasó a la ofensiva, basándose en el principio de que el ataque es la mejor forma de defensa. Eligió hacerlo, no en la intimidad de una conversación con Trump, sino ante las pantallas de televisión, es decir, ante una audiencia de millones de espectadores estadounidenses conmocionados.
Antes de su llegada, le habían dejado muy claro que el texto del acuerdo no estaba sujeto a negociación; que había sido discutido y acordado a fondo, incluso por el propio Zelensky; y que no se podían hacer cambios ni modificaciones. Se imprimieron copias del documento y se prepararon plumas. Lo único que faltaba era estampar las firmas.
A pesar de ello, reiteró sus exigencias de garantías de seguridad ante las cámaras de televisión e hizo otros comentarios que causaron un gran enfado a sus anfitriones, que finalmente estallaron. En general, se acepta que esta fue la primera y única vez que Donald Trump perdió públicamente los estribos con un dirigente extranjero. Sin duda, fue un espectáculo digno de ver.
Muchas personas que vieron el incidente han declarado su sorpresa ante lo que estaban viendo. Pero otros, incluido yo mismo, encontramos el episodio bastante divertido, aunque el contenido real tiene implicaciones muy serias.
Un amigo mío, después de ver el enfrentamiento en el Despacho Oval, me dijo: «No podía dejar de reírme. Pero hay algo serio en todo esto. Los millones de personas que lo vieron podrán aprender mucho más sobre la situación real de lo que han aprendido de la llamada prensa libre en los últimos tres años».
Tiene razón. Cuando, en el transcurso de la acalorada discusión, Donald Trump acusó a Zelensky de jugar con la Tercera Guerra Mundial, estaba en lo cierto. Zelensky lo hizo de forma constante, con la ayuda y la complicidad activas de Joseph Biden y su agente belicista, Anthony Blinken. Que no lo consiguieran se debió enteramente a la moderación mostrada por los rusos.
Por cierto, incluso ahora, cuando Ucrania se enfrenta a la derrota, Zelensky sigue con el mismo jueguecito. De hecho, es, por usar la analogía de Donald Trump sobre el juego, la única carta que le queda por jugar.
No tiene mucho sentido entrar en detalles, ya que a estas alturas todo el mundo ha tenido la oportunidad de ver la grabación varias veces. Baste decir que este enfrentamiento ha provocado una ruptura grave, posiblemente irremediable, entre Ucrania y Estados Unidos. También ha tenido un tremendo impacto internacional, sobre todo en Europa, donde dejó a los dirigentes tambaleándose en un estado de conmoción e incredulidad.
Las secuelas
Ahora se están haciendo intentos desesperados por salvar lo que se pueda de los escombros. Pero eso es mucho más fácil de decir que de hacer. Inmediatamente después del altercado en el Despacho Oval, el dirigente ucraniano apareció en el estudio de Fox News para otra entrevista más.
Sin duda, le habrán torcido el brazo para que intente rectificar su metedura de pata al enfrentarse en público al hombre de la Casa Blanca. Pero Zelensky es demasiado vanidoso, arrogante y egocéntrico para admitir un error, y solo consiguió agravar aún más sus errores.
Cuando se le preguntó varias veces si le debía una disculpa al presidente, Zelensky esquivó la pregunta, limitándose a decir: «Respeto al presidente y respeto al pueblo estadounidense». Evidentemente, expresiones como «lo siento» no figuran en su vocabulario, algo limitado.
Peor aún, parecía pensar que había hecho muy bien en hablar como lo hizo: «Creo que tenemos que ser muy abiertos y muy honestos, y no estoy seguro de que hayamos hecho algo malo».
El hombre de Kiev admitió más tarde que el enfrentamiento «no fue bueno», pero se mostró confiado en que su relación con Trump podría salvarse.
«Solo quiero ser honesto y que nuestros socios entiendan la situación correctamente y quiero entender todo correctamente. Se trata de nosotros, no de perder nuestra amistad», dijo.
Un sentimiento muy digno, pero no del todo apropiado en el trato con un hombre como Donald J. Trump, que es conocido por ser algo alérgico a que le contradigan y, por lo tanto, no siempre comprensivo incluso con las críticas más abiertas y honestas.
Es aún menos probable que le impresione un individuo escurridizo y manipulador como Zelensky, cuya franqueza y honestidad se asemejan a las de un comerciante de coches de segunda mano de dudosa reputación.
Esta confrontación pública marca claramente el principio del fin para Zelensky, un hombre claramente obsesionado con su exagerado sentido de la importancia. Durante años se ha acostumbrado a recibir elogios de todas partes. Llegó a creer que podía ir a cualquier parte, entrar en cualquier parlamento, senado o incluso en el gabinete británico, y soltar cualquier cosa que se le pasara por la cabeza, recibiendo aplausos y adulación.
Esto le dio una sensación exagerada de poder, por lo que se siente con derecho a hacer las demandas más extravagantes a los gobiernos y espera que se cumplan de inmediato y en su totalidad sin hacer preguntas.
Ha logrado extraer enormes cantidades de dinero, gran parte de las cuales han desaparecido y sin duda han terminado en las cuentas bancarias de funcionarios y oligarcas corruptos.
No es de extrañar que el Sr. Zelensky esté tan interesado en continuar la guerra por la que se le recompensa con tanta generosidad. Pero para los millones de ucranianos que sufren innecesariamente en un conflicto sin sentido, sus únicas recompensas son la muerte de hijos, hermanos y padres, la destrucción de sus hogares y, en última instancia, la destrucción de su propia patria.
La guerra está perdida
Una vez le preguntaron a un teniente coronel estadounidense retirado si era concebible que los rusos pudieran perder la guerra. Respondió lacónicamente que solo había una circunstancia que podría lograr tal resultado: que los rusos se despertaran una mañana y olvidaran cómo caminar. No dignificó la pregunta con más respuestas.
Rusia ha ganado. Y esto tendrá importantes consecuencias. Rusia emerge ahora como una importante potencia mundial. En el pasado reciente, hemos caracterizado a Rusia como una potencia regional. Esta definición se considera ahora totalmente inadecuada. De hecho, es dudoso que fuera correcta incluso antes de ahora.
Rusia es claramente una potencia mundial, junto con Estados Unidos y China. Trump lo ha entendido y está actuando en consecuencia. Y ahora, por fin, al menos algunos de los estrategas burgueses más inteligentes de Europa también lo han entendido.
El Financial Times del 26 de febrero de 2025 contenía un artículo quejumbroso de Martin Wolff, que, bajo el llamativo titular de «Estados Unidos es ahora el enemigo de Occidente», concluía:
«Estas dos últimas semanas han dejado dos cosas claras. La primera es que Estados Unidos ha decidido abandonar el papel en el mundo que asumió durante la Segunda Guerra Mundial. Con Trump de vuelta en la Casa Blanca, ha decidido en su lugar convertirse en una gran potencia más, indiferente a todo menos a sus intereses a corto plazo, especialmente sus intereses materiales».
Eso es correcto. Y Trump ha sacado las conclusiones necesarias. Por supuesto, en cualquier guerra habrá muchos reveses y cambios de fortuna en el campo de batalla, y esta no fue una excepción. Pero en el último análisis, el equilibrio de fuerzas era demasiado desigual. Rusia era demasiado poderosa para no prevalecer al final. Lo realmente notable de esta guerra fue el papel de los medios de comunicación. Desde el principio, las páginas de la prensa occidental estuvieron llenas de informes sobre victorias ucranianas y aplastantes derrotas para Rusia, algunos verdaderos, muchos falsos y todos absurdamente exagerados para crear una impresión totalmente falsa. La cobertura realista de los acontecimientos reales en los campos de batalla fue prácticamente inexistente.
El público occidental fue alimentado con un flujo constante de informes sesgados y engañosos, que fueron inventados en Kiev. Este sigue siendo el caso incluso en la actualidad, aunque cada vez más un vago sentido de la realidad está empezando a penetrar a través de la espesa niebla de la propaganda.
Una de las afirmaciones más frecuentes (repetida incluso ocasionalmente hoy en día) era que el avance ruso era tan lento, que equivalía a la conquista de tal o cual pueblo, que no era más que un punto muerto. No son capaces de tomar una sola ciudad principal, según cuenta la historia. No tiene nada que ver.
Al principio de la guerra, cité un pasaje importante del célebre clásico de Clausewitz Sobre la guerra, en el que el gran estratega prusiano señalaba que el propósito de la guerra no es conquistar territorios o ciudades, sino destruir las fuerzas enemigas. Una vez alcanzado ese objetivo, la victoria está asegurada por razones obvias.
El ejército ruso ha seguido sistemáticamente esa estrategia, con resultados devastadores. Las fuerzas ucranianas han sido devastadas hasta el punto de que ya no es posible recuperarse. Los rusos han logrado una aplastante superioridad, tanto en número como en armamento, lo que dificulta cada vez más la resistencia ucraniana.
Incluso en los medios de comunicación pro-ucranianos de Occidente han aparecido artículos que muestran el estado de desmoralización de los soldados ucranianos en el frente. Ha habido una oleada de deserciones, motines y negativas a luchar por una causa que está claramente perdida.
Los soldados ucranianos se quejan de la falta de armas, equipos y municiones. Pero el problema más grave es la falta de mano de obra. Mientras que al principio de la guerra, los hombres hacían cola para alistarse en el ejército, ahora es prácticamente imposible encontrar reclutas dispuestos a servir como carne de cañón.
El avance ruso avanza implacablemente hacia las fronteras del Donbás y desde allí hacia el río Dniéper (Dnipro). En ese punto, habrá poco que les impida avanzar hacia el oeste. La guerra se habrá perdido de forma decisiva.
Ese es el elemento decisivo en la ecuación que determina todo lo demás. Y no importa lo que se decida en Occidente, ahora no se puede hacer nada para cambiar el resultado.
Desde un punto de vista racional, la única forma de salir del punto muerto sería que los ucranianos entablaran negociaciones con los rusos, con el fin de salvar lo que se pueda salvar de los escombros provocados por este conflicto criminal e innecesario.
Es un hecho duro de la guerra, pero un hecho que debe aceptarse, que los vencedores dictarán las condiciones a los vencidos. Al prolongar la guerra mucho después de que hubiera perdido todo sentido, la camarilla de Zelensky ha provocado precisamente esa situación. Es un resultado totalmente de su propia cosecha.
Ahora deben tragar un trago amargo y aceptar cualquier condición que Moscú esté dispuesta a ofrecerles. Al continuar la guerra incluso ahora, cuando saben muy bien que está condenada al fracaso, lo único que conseguirán es la matanza innecesaria de un gran número de jóvenes que agravará aún más la espantosa catástrofe demográfica de Ucrania.
El resultado final bien podría ser la desaparición total de Ucrania como Estado nación. Tal es la desastrosa consecuencia de las actividades del nacionalismo reaccionario ucraniano y sus partidarios imperialistas. Sin embargo, hay quienes en Occidente persistirán en intentar continuar esta loca matanza, sin un final a la vista. Esto nos lleva a los objetivos de guerra de los europeos.
Los europeos
Los europeos están desempeñando un papel criminal en todo esto. Cuando estalló esta guerra a principios de 2022, algunos dirigentes europeos, como Macron y Olaf Scholz, se mostraron muy escépticos. Sin embargo, aceptaron el proyecto de Biden. Otros, en cambio, como Boris Johnson y los dirigentes nórdicos y bálticos, estaban exultantes. Estaban tan entusiasmados que saltaban de alegría ante la perspectiva. Y todos estaban completamente convencidos de que Rusia pronto se vería doblegada por una combinación de sofisticadas armas estadounidenses y sanciones económicas sin precedentes.
Iban a inundar Ucrania con armas modernas. Cada una de ellas fue anunciada como la que iba a cambiar las reglas del juego. Eso resultó ser una broma de muy mal gusto, aunque hay que decir que mucha gente fue engañada por esta tontería. Pero para cualquiera con ojos para ver, estaba muy claro desde el principio: Ucrania nunca podría ganar esta guerra. Era una imposibilidad física.
Eso hace que la oposición de los europeos a la propuesta de diálogo de paz de Trump sea aún más cínica. Los dirigentes europeos y Zelensky están decididos a continuar la destrucción de Ucrania y el sacrificio de su pueblo, únicamente para atar a Trump y a Estados Unidos a sus propios intereses mezquinos.
Desde la elección de Donald Trump, el mundo occidental se ha visto sacudido hasta la médula por un revés tras otro en el traicionero campo de la diplomacia.
Al principio, intentan consolarse con la ilusión de que las cosas no estaban tan mal como podrían estar. Seguramente, una vez instalado en la Casa Blanca, empezaría a entrar en razón. Bajo la presión de la opinión pública hostil (léase: el Partido Demócrata) y la prensa libre (léase: la prensa multimillonaria controlada por el Partido Demócrata y sus partidarios), abandonaría sus ideas descabelladas y se conformaría con ser un dirigente político burgués normal.
Pero una a una, estas ilusiones se evaporan como pompas de jabón en el aire. Poco a poco, la clase dirigente, tanto en Estados Unidos como en Europa, ha empezado a darse cuenta de que las cosas han empezado a cambiar en una dirección muy dramática. Para usar la colorida expresión de JD Vance: «¡hay un nuevo sheriff en la ciudad!».
Esto se hizo eco en el artículo de Martin Wolff mencionado anteriormente:
«El secretario de Defensa de Donald Trump, Pete Hegseth, (…) dijo a los europeos que ahora estaban solos. Estados Unidos ahora estaba principalmente preocupado por sus propias fronteras y China. En resumen: «Salvaguardar la seguridad europea debe ser un imperativo para los miembros europeos de la OTAN. Como parte de esto, Europa debe proporcionar la mayor parte de la futura ayuda letal y no letal a Ucrania»».
Lo que vimos en el Despacho Oval no fue solo una discusión violenta entre dos individuos impredecibles. Fue nada menos que la destrucción de todo el orden mundial que ha existido desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Esto ha hecho sonar las alarmas en los pasillos del poder de toda Europa. La alianza occidental se está derrumbando rápidamente ante sus ojos y los líderes de Europa están luchando por tratar de recoger los pedazos.
Todo parece indicar ahora que el antiguo orden de las cosas, en el que la seguridad de Europa estaba garantizada por el poderío militar de EE. UU., ha desaparecido para siempre. Los europeos tendrán que aceptar esta incómoda verdad y aprender a vivir con el hecho de que, para los estadounidenses, Europa ya no es tan importante para sus intereses como lo era antes.
Esto no es un asunto menor. Representa un cambio fundamental en todo el edificio de las relaciones mundiales. Y de este hecho se derivarán consecuencias muy graves. Wolff dice que Estados Unidos ya no es un aliado de Europa, es su enemigo. Eso lo expresa muy bien. Sin embargo, esto es algo que Starmer no entiende. Tanto él como toda la clase política británica viven en el pasado. De hecho, creen que Gran Bretaña sigue siendo una potencia en el mundo como lo era hace cien años.
Estas damas y caballeros son tan estúpidos que no pueden ver que sus patéticas propuestas a Trump no significan precisamente nada. Cuando leemos lo que realmente se escribe sobre lo que dice Trump, inmediatamente se hace evidente que tanto Starmer como Macron volvieron con las manos vacías. Trump no les había prometido precisamente nada, al menos en la cuestión esencial, que eran las garantías de Estados Unidos para una supuesta fuerza europea de mantenimiento de la paz en Ucrania. Incluso ahora, en esta última etapa, cuando todo el mundo sabe que Ucrania ha perdido la guerra, los estúpidos dirigentes europeos se encuentran en un estado de negación. Inmediatamente después del desastroso enfrentamiento entre Trump y Zelensky, se apresuraron a expresar su pleno apoyo al presidente ucraniano, invitándolo a una supuesta conferencia de paz en Londres.
Los resultados de la conferencia fueron los que cabría esperar: las habituales declaraciones de solidaridad con Ucrania, carentes de sentido, junto con ofertas de ayuda económica y militar que saben que no pueden cumplir. Sobre todo, repiten como una letanía sin sentido la retórica inútil sobre la fuerza europea de mantenimiento de la paz, que debe ser organizada por la llamada «coalición de voluntarios».
Ni siquiera pueden hablar en nombre de Europa, ya que Europa no está unida en este asunto. Tampoco pueden dar un solo paso en esta dirección sin la participación real de los estadounidenses, que han dejado claro una y otra vez que no están a favor. A pesar de ello, Starmer insiste en que tiene la intención de volver a Washington para repetir su caso una vez más. Es poco probable que tenga éxito, en cuyo caso toda esta tontería se vendrá abajo.
Por sus propios intereses egoístas, los gobernantes europeos se esfuerzan por prolongar la sangrienta guerra en Ucrania y, si es posible, empujar a los estadounidenses al conflicto. Se presentan hipócritamente como los «amigos» de Ucrania, mientras persiguen una política que es muy perjudicial para los ucranianos y, en última instancia, sin ningún contenido real.
A pesar de todas las promesas exageradas hechas a Kiev, los gobiernos europeos no están en condiciones de intervenir y proporcionar las enormes sumas de dinero necesarias para mantener la guerra ni para tapar el enorme vacío dejado por la retirada estadounidense.
Incluso si estuvieran de acuerdo y cumplieran todo lo que proponen (más dinero, más armas, los llamados cascos azules), lo cual no será el caso, eso no cambiaría ni podría cambiar el resultado de la guerra. Como mucho, podría retrasar el resultado unos meses. Eso es todo.
Al seguir alimentando las falsas esperanzas de los ucranianos de recibir enormes cantidades de dinero en efectivo y armas para continuar la guerra, están contribuyendo a empujar a Ucrania cada vez más hacia el abismo. Con «amigos» como estos, el pueblo ucraniano realmente no necesita enemigos.
Lo que vimos el viernes 28 de febrero en el Despacho Oval ha sido impactante. Una disputa a gritos entre Trump, JD Vance y Zelensky. Se supone que el mono no suele salirse del guión establecido por el organillero, y si lo hace, será regañado, con dureza.
Pero, ¿qué pasó realmente?
Trump está ahora en el poder. Ha llegado al poder sobre la base de un programa para poner fin a la guerra en Ucrania. Todo el mundo lo sabe. Además, como el secretario de Defensa, Hegseth, había explicado claramente a los europeos la semana anterior, para hacerlo hay que «reconocer las realidades en el campo de batalla». No se equivocaba.
Rusia ha ganado la guerra. No hay forma de darle la vuelta. A Ucrania le interesa llegar a un alto el fuego ahora. La alternativa es continuar una guerra de desgaste que no puede ganar, obligando a morir a hombres que no quieren ser carne de cañón… solo para verse obligados a capitular más tarde y perder aún más territorio. Estos son los hechos.
Sobre esta base, la política de Trump es tratar de llegar a un acuerdo con Putin y concentrarse en el principal rival de Estados Unidos: China. Tal vez incluso abrir una brecha entre Rusia y China. Estos son intereses imperialistas. Se podría decir que son objetivos más adecuados a la fuerza actual del imperialismo estadounidense. Trump básicamente le está diciendo a Putin: «mantengámonos en nuestras respectivas esferas de influencia».
Para que quede claro: esto es imperialismo estadounidense. ¿Es peor que el imperialismo de Biden? Bueno, Biden estaba decidido a continuar una guerra que ya estaba perdida. Una guerra que había provocado al insistir en la cuestión de la pertenencia de Ucania a la OTAN. Creyendo en su propia propaganda, tenían el delirante objetivo de humillar a Rusia, imponer un cambio de régimen en Moscú y algunos incluso hablaban de dividir el país («descolonizarlo»). Para lograr estos objetivos imposibles, estaba dispuesto a luchar hasta la última gota… de sangre ucraniana, así como a aumentar continuamente las provocaciones contra Rusia, que no olvidemos es la mayor potencia nuclear del mundo.
¿Minerales a cambio de garantías?
¿Qué pasa con el acuerdo de minerales de Ucrania? Esta idea fue planteada originalmente por Zelensky en su llamado «plan de victoria». Estaba desesperado. Podía sentir que la guerra estaba perdida, que Estados Unidos estaba a punto de abandonarlo y que Europa también se estaba cansando. Así que pensó: «vendamos el país a cambio de ayuda militar» y prometió la riqueza mineral de Ucrania. Este fue un plan muy dudoso desde el principio. Esta riqueza mineral es en su mayor parte hipotética, parte de ella se encuentra en territorio controlado por Rusia, parte de ella está bajo tierra y requeriría grandes inversiones para extraerla.
Los detalles no importan. Trump es un hombre de negocios y se aferró a la idea. Su argumento es: «hemos gastado mucho dinero en esta guerra, deberíamos obtener algo a cambio» y exigió 500.000 millones de dólares. «¡Denos el botín!». La cifra se negoció a la baja hasta los 350.000 millones de dólares. Aun así, Zelensky quería algo a cambio: garantías de seguridad. Trump insistió en que no las habría. Hegseth ya lo había explicado: cualquier tropa europea de mantenimiento de la paz en Ucrania tras un alto el fuego no estaría cubierta por el artículo 5 de la OTAN, que prevé la defensa mutua de sus miembros. El argumento de Trump es que los meros hechos de los intereses económicos de EE. UU. (el acuerdo sobre minerales) serían suficientes para garantizar un acuerdo con Rusia.
Aquí está el quid de la cuestión. Una vez que Trump ha dicho que quiere salir de la guerra proxy de Ucrania… no hay nada que los europeos puedan hacer. Pueden celebrar una cumbre, protestar en voz alta, algunos más que otros, pero no hay NADA que puedan hacer. No pueden continuar la guerra contra Rusia en Ucrania sin el apoyo militar y financiero de EE. UU. No pueden. Ellos mismos lo han admitido. Zelensky lo sabe y lo ha dicho públicamente. De hecho, los europeos ni siquiera pueden proporcionar garantías de seguridad a Ucrania sin el respaldo de EE. UU. Starmer lo dijo. En público.
¿Qué sigue? Durante dos semanas, Zelensky ha estado intentando que EE. UU. se comprometa a algún tipo de garantía a cambio del acuerdo sobre minerales, que se ha negado a firmar en varias ocasiones.
No solo eso. Zelensky ha estado intentando darle la vuelta a toda la situación insistiendo en que no se puede confiar en Putin y que, por lo tanto, las negociaciones son inútiles. Está motivado por dos cosas: su deseo de obligar a EE. UU. a seguir apoyando la guerra, pero también su supervivencia política, ya que Trump ha insinuado claramente que quiere que se vaya. Alto el fuego, elecciones, un acuerdo. Esta es la hoja de ruta declarada por Trump. Y cuando dice «elecciones», se refiere a elecciones que Zelensky perderá.
En los últimos días, tanto Macron como Starmer han visitado a Trump. Han sido muy afectuosos con él. Han venido con regalos («una segunda visita de estado histórica», «una carta firmada por Su Majestad el Rey»). Le han felicitado. ¿Su objetivo? Conseguir que Estados Unidos se comprometa de alguna manera a ayudarles a dar a Ucrania algunas garantías tras un alto el fuego. No han conseguido nada en absoluto. Trump ha sonreído, les ha dado la mano (con fuerza), ha elogiado a los dos hombres como grandes amigos… y no les ha dado nada. Nada. Nada de nada. Cero.
Starmer estaba extasiado. El círculo de prensa de Londres lo calificó de «una jugada maestra». La verdad es simple. Trump no cedió ni un ápice en la cuestión central de las garantías de seguridad.
En este punto entra Zelensky. Sabe muy bien cuál es la situación. Además, sabe que la mano que le han repartido es mala. Extremadamente débil. Casi lo único quee tiene es la sed de minerales de Trump. Por cierto, esto no es solo un capricho del magnate inmobiliario neoyorquino. En realidad fue Biden quien, como parte de la Ley de Energía de 2020, creó una «lista de materiales críticos y minerales críticos». Es decir, una serie de materias primas que son de importancia estratégica para el imperialismo estadounidense, muchas de las cuales están actualmente bajo el control de China.
Todo lo que tenía que hacer Zelensky es ser amable con su anfitrión, el organillero, e intentar empujarlo ligeramente en su dirección (quizás con la promesa de un asiento en la mesa de negociaciones, en algún momento, y algún compromiso vago con la seguridad después de un acuerdo con Rusia). Esto no debería haber sido difícil de lograr. Los términos del acuerdo sobre minerales que se habían filtrado eran extremadamente vagos. Podría haberlos firmado y luego haber seguido con una política de amistad y presión para intentar llegar un poco más lejos.
Se podría pensar que esto es humillante. Sí, efectivamente. Boris Johnson lo llamó un «pacto de ladrones». La cuestión es: ¿tiene Ucrania una alternativa mejor? Si es así, por supuesto, búsquela. Pero no la tiene.
Todo estaba listo. Iba a haber una sesión de fotos y algunas preguntas. Una reunión a puerta cerrada y luego la firma del acuerdo. Había mesas con bolígrafos. Una sala preparada para una conferencia de prensa. Los ministros pertinentes estaban presentes.
Y, sin embargo, no ocurrió. ¿Cómo? ¿Por qué? Algunos han especulado que Trump y Vance habían preparado una trampa para Zelensky. Querían humillarlo en público. Sin embargo, si miras el vídeo completo, verás que esto no tiene ningún sentido.
Trump había llamado a Zelensky dictador y mal comediante, pero luego fingió haberlo olvidado. No quería insistir en el tema. Quería que se firmara el acuerdo y que Zelensky se sumara, para poder proseguir las conversaciones con Putin y llegar a un alto el fuego, preferiblemente para Pascua o, en su defecto, para el Día de la Victoria.
La conversación continuó de manera amistosa y diplomática durante unos 40 minutos. Hay un punto en el que Zelensky y Trump discrepan sobre quién ha contribuido más a la guerra, si Europa o Estados Unidos, pero lo hacen con una risa y luego pasan a la siguiente pregunta.
Luego, a los 40 minutos, JD Vance interviene para hacer un comentario atacando a Biden. «Biden defendió la guerra, Trump defiende la diplomacia». En este punto, Zelensky interviene y se enfrenta a Vance: «No se puede confiar en Putin», «¿de qué tipo de diplomacia estás hablando, JD?». Vance responde: «Con todo respeto, señor presidente, creo que es una falta de respeto venir al Despacho Oval e intentar litigar esto frente a los medios de comunicación». Le está diciendo: «amigo, no te hagas el listo, tú eres el mono, nosotros somos los organilleros, por favor, cállate y podemos hablar a puerta cerrada». Es en este punto cuando todo estalla.
Trump y Vance le dicen a Zelensky cuál es la verdadera posición: «no tienes cartas, no puedes decirnos qué hacer» y aún más claro: «O llegas a un acuerdo o nos retiramos. Y si nos retiramos, lo resolveréis vosotros. No creo que vaya a ser bonito».
En lugar de echarse atrás, Zelensky continúa el enfrentamiento. La embajadora de Ucrania se agarra la cabeza. Esto se ha convertido en un choque de trenes. Trump cancela la conferencia de prensa, que ha durado 50 minutos.
Los ucranianos se apresuraron entre bastidores para salvar el acuerdo. Según la prensa, «la delegación de Kiev esperó en otra sala durante aproximadamente una hora, con la esperanza de firmar el acuerdo sobre minerales que motivó el viaje de Zelensky y salvar la visita». Pero finalmente, Marco Rubio y el asesor de seguridad nacional Mike Waltz «salieron del Despacho Oval, caminaron hasta donde estaba sentado Zelensky y le dijeron que se fuera», según Axios.
En una declaración en las redes sociales, Trump dice: «Zelenskyy no está preparado para la paz… Puede volver cuando esté preparado para la paz». Esto es un completo desastre desde el punto de vista de Zelensky.
Todos los líderes europeos (y por alguna razón también el senador Bernie Sanders) expresaron su conmoción en público y prometieron respaldar plenamente a Ucrania… pero son solo palabras. Saben muy bien que no son capaces de hacer nada sin Estados Unidos. Ni militar, ni económica, ni políticamente.
Por lo tanto, en los próximos días, estas palabras fuertes se habrán desvanecido y la dura realidad se impondrá: Washington tiene todas las cartas en sus manos en lo que respecta a Ucrania.
¿Es esto una humillación para Zelensky? Sí, lo es. ¿Era lo que Trump quería? No, no lo es.
Es difícil pensar en una estrategia peor que Zelensky podría haber seguido. Como Trump señaló correctamente, Zelensky no quiere la paz. Quiere enredar a los EE. UU. en la continuación de la guerra. Significaría un enfrentamiento militar directo entre los estadounidenses y los rusos. Eso es lo que Trump quiso decir cuando acusó a Zelensky de «jugar con la Tercera Guerra Mundial».
¿Quién traicionó a Ucrania?
«Ucrania ha sido traicionada», escucho decir a algunos comentaristas. Estoy de acuerdo. Pero Ucrania no ha sido traicionada hoy. No. Hay que remontarse más atrás. A 2014, cuando el imperialismo estadounidense intervino directamente para forzar un cambio de régimen en Ucrania, con el fin de reemplazar a un grupo de oligarcas pro-rusos por un grupo de oligarcas pro-europeos y atlantistas. Cuando Victoria Nuland y John McCain estaban en la plaza Maidan codeándose con bandas neonazis. Cuando Estados Unidos apoyó a un régimen que pisoteó los derechos de los ucranianos de habla rusa, organizó una operación militar contra ellos e hizo de la promoción de los nacionalistas ucranianos que colaboraron con los nazis en la Segunda Guerra Mundial la ideología oficial del Estado.
Ucrania fue traicionada cuando los halcones de la guerra contra Rusia organizaron provocación tras provocación con pleno conocimiento de que Putin no permitiría ni podría permitir que Ucrania se uniera a la OTAN. Ucrania fue traicionada cuando Biden decidió provocar una guerra indirecta con el objetivo de poner a Rusia en su sitio.
Ucrania fue traicionada cuando Boris Johnson fue llevado a toda prisa a Kiev en abril de 2022 para convencer a los ucranianos de que no firmaran un acuerdo de paz con Rusia.
En cuanto a Zelensky, ya está dando marcha atrás, en una publicación en las redes sociales de «gracias, Estados Unidos, gracias, presidente», en una entrevista con Fox News en la que dijo que «algunas de las cosas que dijo no deberían haberse discutido frente a los medios». No tiene otra alternativa.
En Kiev ya están afilando los cuchillos. Se ha presentado una moción de destitución contra Zelensky en la Rada. Los rivales políticos se están posicionando.
Washington amenaza ahora con cortar inmediatamente todos los envíos de ayuda militar a Ucrania.
«¿Para qué ha sido todo esto?».
«Pero, ¿qué pasa con el pueblo ucraniano?», se preguntan algunos. «¿No tienen derecho a decidir los términos del acuerdo? ¿Decidir cuándo quieren dejar de luchar?» Muchos de los que hacen estas preguntas son cínicos. Son los que decidieron que Ucrania debía tener un gobierno pro OTAN, los que intervinieron directamente para asegurarse de que así fuera, los que, como Victoria Nuland, vetaron a los candidatos a primer ministro tras el derrocamiento de Yanukóvich.
Pero puede que haya algunos que se hagan la pregunta honestamente. La respuesta es esta: el pueblo ucraniano en este momento quiere la paz y está dispuesto a hacer concesiones territoriales. Esto es lo que muestran las encuestas de opinión en el territorio controlado por Kiev. Muchos están votando con los pies. Cientos de miles están evadiendo el reclutamiento o abandonando el frente (200.000 según fuentes ucranianas a finales de 2024). Se dan cuenta de que la guerra no se puede ganar. El estado de ánimo en el frente es casi de motín. 1700 desertaron de la recién formada 155.ª brigada mecanizada entrenada por la OTAN tan pronto como regresó de Francia y fue enviada a Pokrovsk.
Muchos de los que huyeron de las zonas ocupadas por Rusia están regresando ahora, por ejemplo a Mariupol, porque quieren ver a sus familiares y volver a sus hogares y no ven cómo puede hacerse esto militarmente. Son personas que huyeron de la invasión rusa, no los que se quedaron.
El alcalde de Pokrovsk hizo un llamamiento al presidente para que se firmara inmediatamente un acuerdo de alto el fuego.
Muchos en Ucrania hoy se preguntarán «¿para qué sirvió todo esto?». Y Zelensky no tiene respuesta. El país ha sido destruido, cientos de miles de personas han sido asesinadas y mutiladas. Muchos pensarán: «Votamos por Zelensky porque era el candidato de la paz. Occidente nos metió en una pelea con Rusia y ahora nos ha traicionado». A menudo, la derrota en la guerra conduce a la revolución.
Al final, todo se reduce a algo que Lenin explicó hace más de 100 años. En la época del imperialismo, los derechos de las naciones pequeñas son solo una pequeña parte de las maquinaciones de las grandes potencias. Se utilizan cuando es conveniente, para justificar y disfrazar los objetivos imperialistas de las grandes potencias, y luego se descartan cuando ya no sirven para un propósito útil.
Las verdaderas diferencias entre Trump y Biden
Ambos son imperialistas, pero hay dos diferencias entre Biden y Trump.
La primera es que Biden siguió una política exterior imprudente que pretendía mantener una supremacía estadounidense imposible sobre todo el mundo, incluso a riesgo de provocar un conflicto militar directo con una potencia nuclear como Rusia. Trump sigue una política de repartirse el mundo entre las diferentes potencias según la fuerza relativa de cada una.
La segunda es que Biden y todo el orden mundial liberal disfrazaron y encubrieron sus desnudos objetivos imperialistas con frases altisonantes sobre la «soberanía nacional», el «derecho internacional» y el «orden mundial basado en normas». Trump es más directo y poco diplomático. Dice las cosas como son. Quiere controlar los minerales críticos, las rutas marítimas y los canales. Quiere utilizar la influencia económica de Estados Unidos para obtener concesiones de sus socios comerciales. Eso es todo.
¿Estamos de acuerdo con esto? Por supuesto que no. Somos comunistas revolucionarios e internacionalistas. Estamos a favor de la liberación de la humanidad de la opresión y la explotación. Somos antiimperialistas. Pero no caemos en la ilusión de que «Trump es malo porque se está acercando al autoritario Putin» o de que «está en contra de la defensa del mundo libre».
En todas partes y en todas las circunstancias, defendemos una posición de independencia de clase. Es decir, una posición que parte del punto de vista de los intereses de la clase trabajadora, no de los de un grupo u otro de ladrones imperialistas.
Aun sin tomar formalmente el control de la presidencia, Trump está haciendo cimbrar al peso mexicano y esto solo es reflejo del nerviosismo que hay en toda la economía nacional. No es para menos, al más puro estilo de un gánster americano o un capo mexicano, el nuevo presidente de los EEUU lanza amenazas para atemorizar a sus contrincantes y que la negociación sea favorable para sus intereses. Recuerda a la famosa película de El Padrino y su frase favorita “Te voy a hacer una propuesta que no puedes rechazar”.
Trump ha lanzado una metralla de amenazas contra México, Panamá y Groenlandia (Dinamarca es quien asume el control político de está región, como una colonia). Cada palabra de este hombre ha causado temblores políticos y económicos. Inmediatamente después de que se manifestará a favor de la anexión de Groenlandia, Dinamarca hizo una inversión histórica en su gasto militar; cuando manifestó que recuperará el Canal de Panamá, las sirenas de alarma sonaron en ese país. No ha sido diferente en el caso de México.
La llegada de Trump y su política con respecto a los cárteles
Trump ha puesto sobre la mesa tres aspectos clave con respecto a lo que concierne al país. Por un lado, ha dicho que va a declarar terroristas a los cárteles de la droga, en su última declaración ha ido más lejos aún, diciendo que “México es un país peligroso en gran medida gobernado por cárteles”. Ha subido de tono en su discurso. El gobierno mexicano ha respondido de la misma forma que AMLO, responsabiliza al gobierno gringo porque es en su país donde se consume la droga que se trafica.
Sheinbaum ha prometido que no va a volver a lo que se le conoció como “la guerra contra el narco”, refiriéndose a la supuesta confrontación directa del Estado mexicano contra los cárteles y que arrojó miles de muertos y desaparecidos. Ha dicho que mantendrá la política obradorista de intención a las causas que originan la violencia, con políticas preventivas y de inteligencia.
Pero aquí hay un problema, si bien los índices de asesinatos bajaron de forma paulatina año tras año bajo el gobierno de AMLO, el sexenio es el más violento en la historia del país, es decir, su política no funcionó. Claudia ha tomado varias medidas para hacer más eficiente su proyecto, dentro de ellas robustecer la Secretaria de Seguridad Ciudadana, a partir de un decreto presidencial que refuerza las labores de inteligencia y coordinación.
Hay dos aspectos a destacar, por un lado, está el aumento de los enfrentamientos entre los diferentes grupos armados que está arrojando un incremento de asesinatos; especialmente escandalosa es la situación de Sinaloa y Chiapas, regiones azotadas por enfrentamientos abiertos entre diferentes cárteles por el control de territorio. En estas regiones y muchas otras del país, la política de no balazos no sirve, tampoco la de meter más ejército o guardia nacional. La única estrategia que puede tener una repercusión contra la violencia es la movilización masiva de los jóvenes y trabajadores contra la guerra, armando comités de seguridad y tomando el destino en sus manos, pero esto está muy lejos de lo que el gobierno quiere, su política se mueve justamente al lado contrario.
La otra cosa que vale la pena resaltar, y que quedó en claro con la detención de el “Mayo”, es que el gobierno de EEUU tiene un diálogo abierto con los dirigentes de los cárteles y su servicio de inteligencia se mueven a lo largo y ancho de México haciendo tratos a espaldas del gobierno. Si el gobierno imperialista de los Estados Unidos quisiera terminar con los cárteles podría hacerlo rápidamente sin utilizar las armas: cerraría el tráfico de armas desde EEUU, negociaría con los dirigentes de empresas asesinas y les garantizaría una nueva vida con identidad diferente, al tiempo que podría incautar las cuentas bancarias de narcotraficantes norteamericanos. Nada de esto está en los planes de Trump.
¿Esto quiere decir que sus amenazas contra los cárteles son fanfarronadas? No es exactamente esto, es un arma de negociación para meter presión al gobierno y negociar otros aspectos, los cuales sí considera un problema, por ejemplo, la migración y la lucha contra las mercancías chinas. Incluso es una forma en la cual Trump busca chivos expiatorios o distracción para fortalecer su posición frente a los problemas internos.
Podemos decir que el régimen capitalista en su conjunto no está interesado en terminar con el narcotráfico porque le es útil, en primera porque es un negocio vibrante el cual aceita el sistema financiero mundial, lo segundo porque los efectos de la drogadicción desactivan a una parte de la juventud y la clase obrera en las luchas por sus demandas concretas y los hunde en la dependencia y desesperación.
Trump y su política frente a la migración
Otra de las amenazas que utiliza Trump es la deportación masiva de inmigrantes, muchos de ellos mexicanos. Ha dicho que utilizará el ejército para las pesquisas y que seguirá construyendo el muro fronterizo para evitar que entren más migrantes.
Igual que en el terreno del narcotráfico, hay una doble moral y doble discurso en esto. Por un lado, se oponen a la entrada de migrantes sin papeles y, por otro, se ven beneficiados por la llegada de millones bajo condiciones desventajosas. Así, los capitalistas pagan salarios más bajos, se ahorran las prestaciones y, en cambio, los migrantes deben pagar impuestos.
Como lo hemos dicho en otras ocasiones, la migración de millones de seres humanos por el mundo no se da por gusto, hay razones económicas, políticas, sociales y hasta climáticas que orillan a que la gente emigre. Todo esto, claro está, impulsado por el dominio capitalista en todo el mundo. No queremos meternos a argumentar nuestra política con respecto a la migración, sólo diremos que el imperialismo estadounidense se ha beneficiado históricamente de muchas formas por esta migración.
La política de Trump no solo mantiene razones económicas para el control de los mercados mundiales, sino que también se beneficia de la ideología racista y el supremacismo blanco que utiliza la clase poseedora para dividir a los trabajadores. Azuzar la bandera antiinmigrante es muy útil para mantener cohesionados a sus seguidores de derecha, crear un ambiente de temor entre millones de personas que viven de forma “ilegal” en los EEUU y además, amenazar a los países de donde parten esos millones de hombres y mujeres, con su deportación masiva, presionando de forma fuerte las monedas y economías en general.
Es una fuerte arma para mantener bajo control el dominio imperialista, y es de esta forma en la cual Trump utiliza estas amenazas. No dudamos que se pueda pasar a los hechos concretos y que veamos como el ejército y la guardia nacional estadounidense deportan a miles de personas; será un arma para demostrar la supremacía imperialista en la región, así como una presión para negociar políticas económicas ventajosas para las empresas de los EEUU.
El gobierno mexicano ha preparado una estrategia para apoyar a los migrantes con asesoramiento legal e incluso ha habilitado albergues en caso de deportaciones masivas. Claudia ha defendido públicamente a los migrantes y ha dicho que no son delincuentes sino trabajadores. Mantiene un discurso agitativo, pero en la práctica no puede hacer nada para evitar las deportaciones. Muestra clara que el trato entre estos países no es de iguales, como han mencionado hasta el cansancio.
Grandes organizaciones de migrantes están en los EEUU, una respuesta verdaderamente contundente llevará a la movilización masiva de millones de trabajadores que entraron a aquel país de forma ilegal, y estas movilizaciones deberían ser acompañadas por una agitación y manifestaciones en las calles de los sindicatos y organizaciones obreras en los países de AL. Sin embargo esto no es ni será promovido por el gobierno, porque no le interesa promover la lucha y la organización de la clase obrera. Cualquier defensa verdadera de la clase obrera migrante recaerá en las manos de la clase obrera a nivel mundial, incluyendo la clase obrera norteamericana.
Impuestos contra mercancías mexicanas
Antes de analizar las propuestas que Trump ha hecho, nos gustaría revisar, brevemente, la política de la 4T en el terreno económico y así dejar claro que, lo que AMLO y Claudia pensaban que iba a ser la palanca de desarrollo, se puede convertir en su contrario y con ello demostrar que no hay salida en los márgenes del capitalismo para un país dependiente y subdesarrollado como México, menos reforzando su subordinación al imperialismo.
El gobierno de AMLO y ahora el de Claudia Sheinbaum han declarado que rompieron con la política económica neoliberal. Esto no es cierto, no solo mantuvieron el sistema de explotación capitalista en pie, sino que lo impulsaron a tal grado que la ganancia de los grandes empresarios nacionales y extranjeros incrementaron sus ganancias en un 45% desde el 2018.
De medidas anti-neoliberales no se tomaron muchas, se puede decir que se frenó las privatizaciones que se venían dando en el sector energético, sin embargo, no se hizo mucho por tratar de recuperar o renacionalizar todos los sectores que otrora pertenecían al Estado y que los gobiernos anteriores privatizaron. Aunque ya no privatizaron, el gobierno se ha retirado de la inversión pública, dejando las manos libres para que la inversión privada entre y haga lo que guste. En el 2016 la inversión pública representaba 3.8% del PIB, hoy es del 3%.
La política fiscal es igual. Mientras que un trabajador promedio aporta el 30% de sus ingresos al pago de impuestos, las grandes fortunas apenas aportan el 1% de la recaudación general y el 8% del ISR.
La 4T no ha roto el patrón de producir para exportar, se puede decir que ha seguido este proyecto, condenando a ser un país maquilador y dependiente de las exportaciones, principalmente a EEUU. El volumen de las exportaciones del 2018 a 2023 pasaron de 450 mdd a 593 mdd; el motor de este crecimiento es la manufactura, la cual crece anualmente en un promedio de 6.5%. Como lo dice Rubén Rivera, de cada 10 pesos 4 son producto de las exportaciones. Es el único sector que ha crecido en los últimos años, y con su desarrollo también ha crecido la dependencia del país a la economía de los Estados Unidos, a la cual se dirigen el 90% de las exportaciones.
Como vemos, la apuesta de los gobiernos “anti-neoliberales” ha sido el reforzar la dependencia de la economía mexicana a la norteamericana, como palanca de “desarrollo” económico. Está claro que esto no lo inició AMLO, pero lo que también está claro es que no hubo ningún intento por romper esta dependencia, por el contrario, toda su política se centró en profundizarla.
Así, en más de una ocasión vimos como AMLO defendía está vinculación económica y la ofrecía como alternativa para los demás países de América Latina. Se volvió promotor de un tratado comercial de los diferentes países latinos con EEUU. Vendió la idea de que México debería desplazar a China como socio fundamental de los EEUU —lo cual se ha logrado porque ahora México está por encima de China y Canadá en exportaciones a la economía más grande del mundo—.
En otras tantas ocasiones dijo que la relación de EEUU con México era de iguales. Esta misma línea la sigue la actual presidenta, Claudia Sheinbaum, la cual ha fijado su postura de forma clara ante los diferentes planteamientos económicos de Trump.
Una vez que el nuevo presidente de los Estados Unidos dijo que se fijarían tasas o aranceles a las mercancías chinas que entran por la frontera de México, el gobierno mexicano planteó que las mercancías chinas, principalmente las textiles, deben de pagar un impuesto extra del 35%; esto ya es un hecho desde el 1 de enero. El argumento del gobierno es el cuidar la industria textil nacional, pero claramente es una respuesta a la exigencia del gobierno norteamericano de evitar el comercio chino con México.
Pero, el verdadero problema no son los textiles sino la industria automotriz. China se convirtió en el principal proveedor de autos en México, vendiendo “237,018 unidades al cierre de noviembre de 2023” y es el 5to “lugar en inversión relacionada con la fabricación automotriz en México, con USD 121.6 millones para 2023”. La inversión extranjera directa proveniente de China a México es de 151 millones, es decir, casi su totalidad es en el sector automotriz.
Estas cifras del 2023 no son las únicas: “Durante el primer semestre de 2024, Alemania y China lideraron las inversiones en el sector automotriz en México. Alemania representó el 19.3% de la inversión total, mientras que China acaparó el 18.3%, lo que equivale a aproximadamente 2,265.57 millones de dólares con 20 proyectos de inversión. Este crecimiento significativo en inversiones chinas, que subieron un 52.7% en comparación con el mismo periodo de 2023, destaca una presencia cada vez más fuerte de las empresas chinas en la industria automotriz mexicana.”
Muchos de estos vehículos, en su mayoría eléctricos, de marcas chinas, hechos aquí o exportados, tienen su destino final en el mercado estadounidense. Esto es lo que Trump quiere frenar, porque al igual que el sector automotriz, hay otros sectores que siguen su ejemplo, aunque a un nivel menor.
La inversión extranjera directa el año pasado batió récord, se estima que llegó a 38 mdd, producto de la relocalización de capitales a nivel internacional, el llamado Nearshoring. Este fenómeno que aprovechó el gobierno de AMLO para atraer la inversión y que algunos le llamaron “el nuevo milagro mexicano”, y que sería la panacea para resolver los problemas económicos, rápidamente está mostrando sus contradicciones.
Cientos de millones de dólares invertidos en México para producir mercancías a bajo costo y sin pagar impuestos de exportación a EEUU por los tratados comerciales, ahora se ven presionados a pagar impuestos. Trump ha dicho que podrían ser del 25% y llegar al 100% las tasas impositivas.
Claudia ha dicho que esto sería un balazo en el pie para la economía estadounidense y efectivamente, los impuestos afectarían a miles de empresas americanas que parte de su producción están de este lado de la frontera, pero aun así no está descartada la posibilidad de que esto se pueda llevar a cabo, principalmente en ciertos sectores donde la inversión china es notoria.
Conclusiones
Es claro que la llegada de Trump al gobierno sí va a tener una repercusión económica y política sobre México y el mundo, no se puede saber con exactitud cuál será porque es totalmente impredecible el comportamiento del nuevo presidente norteamericano.
Lo que sí está claro es que la política reformista del gobierno de AMLO y ahora Claudia es ineficiente para sacar al país de los grandes problemas que lo aquejan. El problema fundamental es el funcionamiento del sistema capitalista en su totalidad, los problemas que causa no se pueden remediar con pequeñas reformas o con una “mejor distribución de la riqueza” por medio de los programas sociales, es como querer terminar un cáncer con aspirinas.
Estamos viviendo una época de grandes cambios, donde el imperialismo americano está mostrando síntomas de relativa debilidad frente a nuevas potencias que van surgiendo, especialmente China. Esto, y una crisis del sistema, está arrojando a la humanidad a un periodo de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones. Lo que sucede en Medio Oriente, en Ucrania, el ascenso de gobiernos como el de Milei o Trump es fruto de esta inestabilidad y giros bruscos en la conciencia de las masas, de la bancarrota de los gobiernos y políticos reformistas.
El próximo periodo será de grandes turbulencias políticas y económicas donde las masas sacarán duras experiencias. Al mismo tiempo, la conciencia de miles o millones de personas se transformará y sacará conclusiones revolucionarias. La necesidad de un partido comunista revolucionario es una tarea urgente que resolver.
Tras eludir a las autoridades durante cinco días, el asesino de Brian Thompson fue finalmente capturado en un McDonald’s de Altoona, Pensilvania.Apodado «El Ajustador» en las redes sociales, Luigi Mangione ha sido recibido como un héroe popular moderno.Lo que sigue es unaactualización y un complemento de nuestro artículo original, escrito antes de su captura.
La policía captura a Luigi Mangione, presunto asesino del Director Ejecutivo
El asesinato selectivo del director ejecutivo de UnitedHealthcare por Luigi Mangione hizo aflorar de forma explosiva el odio de clase profundamente arraigado que sienten millones de personas. Las imágenes de las cámaras de seguridad del tiroteo y del tirador inundaron las redes sociales, y la inmensa mayoría lo alabó como héroe y defensor de los oprimidos. Lejos de ser una cuestión de izquierdas y derechas, la indignación por el sistema sanitario con ánimo de lucro del país desbordó la copa de todo el espectro político, un ejemplo clásico de accidente que expresa una necesidad más profunda.
Descendiente de una acaudalada familia de Maryland, Mangione es ingeniero de datos con estudios en la Ivy League. Fue el mejor alumno de su promoción. En sus redes sociales hay fotos de viajes que parecen sacadas de un anuncio de revista. Según cuentan, era «supernormal» y un «amigo excepcionalmente amable y compasivo». Trabajó en videojuegos y vivió durante un tiempo en una comunidad de surfistas en Hawai. Según un antiguo compañero de clase: «No creo que sea un loco. Espero que haya un juicio público y que tenga la oportunidad de explicar cómo ocurrió todo esto ante un tribunal.»
En apariencia, Mangione lo tenía todo a su favor. Sin embargo, la crisis del capitalismo y la miseria que inflige a la humanidad le afectaron profundamente. Aquejado él mismo de un dolor de espalda extremo, no podía apartar la vista del mundo a pesar de su relativo «privilegio», y sentía un impulso inexorable de «hacer algo». Lo que acabó haciendo fue como arrojar una roca a un estanque, y los efectos dominó serán de gran alcance.
En el lugar del tiroteo se encontraron casquillos grabados con las palabras «deny», «defend» y «depose» [denegar, defenderse, deponer]. Según la policía, una nota manuscrita que llevaba cuando fue detenido expresaba «rencor hacia las empresas estadounidenses». Aunque aún no se ha hecho público el texto íntegro, supuestamente incluye las siguientes frases: «Estos parásitos se lo merecían… Pido disculpas por cualquier conflicto y trauma, pero tenía que hacerse». Los detectives de Internet también han encontrado una reseña positiva del manifiesto del Unabomber, escrita por Mangione. En resumen, no cabe duda de la motivación política de este acto.
Mangione sabía que le atraparían, pero siguió adelante con su plan. Su compromiso y audacia son incuestionables. Pero debemos preguntarnos: ¿pueden estas acciones contribuir significativamente al derrocamiento del capitalismo? ¿Una ola de asesinatos por motivos políticos nos acercaría más a la revolución socialista? ¿O los directores generales como Thompson simplemente serían sustituidos por otros igualmente comprometidos con la continuación del sistema, mientras el Estado lo utiliza como justificación para intensificar su aparato represivo?
Como comunistas revolucionarios, nosotros también nos oponemos al capitalismo con cada fibra de nuestro ser. Sin embargo, los métodos que elijamos para alcanzar nuestros objetivos no son una cuestión secundaria. No es una cuestión de moral abstracta, sino de eficacia. Como siempre, la experiencia del Partido Bolchevique es muy instructiva. En sus primeros años, el partido se forjó en una lucha política contra la tendencia pequeñoburguesa de los narodnik, que propugnaba el terrorismo individual en la lucha contra la autocracia zarista.
Comentando un asesinato político llevado a cabo por Friedrich Adler en Austria durante la Primera Guerra Mundial, Lenin se refirió a esas batallas ideológicas anteriores y aclaró la posición comunista:
En cuanto a la apreciación política del acto nosotros mantenemos, desde luego, nuestro antiguo criterio, confirmado por décadas de experiencia, de que los atentados terroristas individuales son métodos inadecuados de lucha política…
No nos oponemos en absoluto al homicidio político (en este sentido, son sencillamente repugnantes los escritos serviles de los oportunistas de “Vorwarts” y del “Arbeiter zeitung” de Viena), pero como táctica revolucionaria los atentados individuales son inadecuados y perjudiciales. Sólo el movimiento de masas puede ser considerado como genuina lucha política. Sólo en vinculación directa, inmediata con el movimiento de masas, pueden y deben surtir algún provecho también los actos terroristas individuales. En Rusia los terroristas (contra los cuales siempre hemos luchado) llevaron a cabo una serie de atentados individuales; pero en diciembre de 1905, cuando las cosas adquirieron al fin el carácter de un movimiento de masas, de una insurrección -cuando era necesario ayudar a las masas· a emplear la violencia-, entonces, en ese preciso momento, los “terroristas” brillaron por su ausencia. En ello consiste el error de los terroristas.
Adler habría sido mucho más útil al movimiento revolucionario si se hubiese dedicado sistemáticamente a la propaganda y agitación clandestina…lo que se requiere no es terrorismo, sino una labor sistemática, persistente y abnegada de propaganda y agitación revolucionarias, manifestaciones, etc., etc., contra el partido lacayo, oportunista, contra los imperialistas, contra los gobiernos propios y contra la guerra.
Dado el vacío en la izquierda y la ausencia de alternativas de lucha de clases, no es sorprendente que individuos como Luigi Mangione y Aaron Bushnell no vieran otra alternativa que tomar las cosas en sus propias manos. Si no construimos un partido que pueda organizar a los jóvenes impulsados a cambiar el mundo, acabarán fuera de la lucha de clases, asfixiados o asesinados por los cuerpos de hombres armados del Estado. Otros seguirán condenados y apáticos, y eso es igualmente inaceptable. Sólo podemos evitarlo haciendo que los Comunistas Revolucionarios sean un nombre conocido. ¡Únete al RCA y ayuda a construir tu partido!
EE.UU.: El odio de clase y el asesinato del Director Ejecutivo de UnitedHealthcare
El miércoles por la mañana, los estadounidenses se despertaron con la noticia de que el director ejecutivo de UnitedHealthcare, una empresa de seguros de salud, Brian Thompson, había sido asesinado a tiros en un atentado selectivo frente a un hotel de Manhattan. Los capitalistas del país y sus representantes derramaron lágrimas colectivas por la muerte de uno de los suyos. Uno de los primeros en reaccionar fue el gobernador de Minnesota, Tim Walz, compañero de fórmula de Kamala Harris en las últimas elecciones, que describió la muerte de Thompson como «una terrible pérdida para la comunidad empresarial y sanitaria.»
Millones de trabajadores de todo el país no comparten ese sentimiento. El seguro médico es una de las industrias más odiadas del país, ya que ha afectado negativamente a las vidas de casi todos los trabajadores en forma de aumento de las primas, denegaciones de cobertura y mucho más. Los gastos médicos son la principal causa de quiebra en Estados Unidos, con un 41% de la población endeudada por facturas médicas y tres millones de estadounidenses con deudas de 10.000 dólares o más. Todo ello a pesar de que el 90% de los estadounidenses tiene cobertura de seguro médico.
UnitedHealthcare está entre los más culpables, a la cabeza de las denegaciones de asistencia, con un 32% de todos los reclamos denegados. Para colmo de males, la empresa ha empezado recientemente a utilizar algoritmos de IA para procesar las reclamaciones de asistencia sanitaria, que, según se informa, tienen una tasa de error del 90%. ¿Cuál es el resultado? Millones de personas reciben facturas por tratamientos que deberían haber sido cubiertos, incluso según las propias normas de la compañía, pero encuentran poca solución sin tener que luchar a través del laberinto burocrático de la compañía o llevarlo a los tribunales. Millones de estadounidenses se enfrentan sistemáticamente a la disyuntiva de contraer deudas agobiantes o poner en peligro su salud y aceptar los riesgos que conlleva no recibir la atención que necesitan.
Al mismo tiempo, UnitedHealthcare ha sacado provecho de la muerte y la miseria que sustentan su modelo de negocio. En 2023, los ingresos de la empresa aumentaron un 14,6%, o 47.500 millones de dólares, hasta 371.600 millones de dólares. Según Forbes, «UnitedHealth Group registró 22.000 millones de dólares de beneficios en 2023, incluidos 5.500 millones en el cuarto trimestre, ya que su cartera de seguros de salud y servicios de proveedores creció en porcentajes de dos dígitos.» Por algo es la cuarta empresa más valiosa del país, solo superada por gigantes como Walmart, Amazon y Apple.
Así que no necesitamos especular mucho sobre los motivos del asesino de Thompson. Al parecer, tres casquillos encontrados en el lugar de los hechos tenían escritas las palabras «deny», «defend», «depose», [denegar, defenderse, deponer] presumiblemente una referencia a la pesadilla laberíntica que empresas como United presentan a sus «clientes» en algunos de sus momentos más oscuros. Para un hombre con un patrimonio neto estimado en 43 millones de dólares y un salario de unos 10 millones al año, «pesar», «conmoción» y «horror» no son palabras que estén en la mente de muchos trabajadores estadounidenses. En cambio, es probable que sea la primera vez en mucho tiempo que muchos tienen la sensación de que se ha hecho justicia. Después de todo, no se nos pide que derramemos lágrimas cuando matan a los jefes de la mafia: es sólo uno de los riesgos que se asumen cuando se está en el negocio de jugar con las vidas de las personas.
El odio de clase es palpable en las secciones de comentarios de los miles de artículos y vídeos que han aparecido en los últimos días. Una pequeña muestra de estos comentarios la ofrece el New York Times:
«Pensamientos y deducciones para la familia», rezaba un comentario bajo un vídeo del tiroteo publicado en Internet por la CNN. «Por desgracia, mis condolencias están fuera de la cobertura».
En TikTok, un usuario escribió: «Soy enfermera de urgencias y las cosas que he visto negar a pacientes moribundos por parte del seguro me ponen físicamente enferma. Simplemente no puedo sentir simpatía por él por todos esos pacientes y sus familias.”
“Pago 1.300 dólares al mes por un seguro médico con una franquicia de 8.000 dólares (23.000 dólares anuales). Cuando por fin alcancé esa franquicia, denegaron mis solicitudes. Él ganaba un millón de dólares al mes», rezaba un comentario en TikTok.
Otro comentarista escribió: «Esto tiene que ser la nueva norma. COMERSE A LOS RICOS».
«El viaje en ambulancia al hospital probablemente no estará cubierto».
Una mujer expresó su frustración al intentar que UnitedHealthcare cubriera una cama especial para su hijo discapacitado.
Otra usuaria describió su lucha con las facturas y la cobertura después de dar a luz.
«Es muy estresante», dice la usuaria en un vídeo. «Me puse enferma por esto».
La respuesta práctica ha sido contundente mientras la policía de Nueva York adopta un enfoque de «todos a una» para encontrar al asesino. El mensaje que se enviaría si alguien se saliera con la suya en un asesinato de tan alto perfil es extremadamente peligroso. Temiendo que este acto pueda inspirar imitadores, los jefes de seguridad privada de docenas de empresas de Fortune 500 se reunieron a través de Zoom para discutir los peligros a los que se enfrentan ahora los ejecutivos de sus propias empresas.
Como informa WUSA9 News:
Dale Buckner, Presidente y Director General de Global Guardian, explicó que en las cuatro horas siguientes al incidente, la empresa recibió 47 solicitudes de protección de ejecutivos. Al día siguiente, esa cifra había aumentado en más de 20 consultas adicionales, con expectativas de que la demanda siguiera creciendo.
«Están preocupados, por supuesto, como puede imaginarse, porque se trata de un acontecimiento de referencia», afirma Buckner.
«Se ha producido un aumento significativo de la demanda de este tipo de servicios. Ahora tenemos dos guerras calientes, una en Oriente Medio y otra en Europa. En total, hay 56 guerras en curso en todo el mundo. 56. Es la mayor cantidad desde la Segunda Guerra Mundial», dijo Buckner.
«Los consejos de administración se están dando cuenta por fin de que, para proteger de verdad sus activos, la protección de directivos ya no es opcional», dijo Buckner. «En el mundo en que vivimos, se ha convertido en una necesidad».
¿Qué llevaría a alguien a llevar a cabo este asesinato? En muchos sentidos, la pregunta se responde sola. Pero lo que es menos evidente es que este asesinato ha tenido lugar en un periodo en el que los dirigentes de la clase obrera no han dado ninguna orientación significativa para llevar la lucha a la clase dominante. En su lugar, la mayoría de los líderes sindicales se alinearon detrás del Partido Demócrata, el partido que está más obviamente entrelazado con la industria de seguros de salud. Otros, como Sean O’Brien de los Teamsters, apoyaron a los Republicanos y a Trump, legitimando al presidente electo que tiene un historial igualmente horrible en cuestiones laborales y tiene lazos familiares con ejecutivos de seguros de salud.
Las conversaciones sobre «Medicare para todos» durante la campaña de Bernie Sanders en 2016, por limitadas que fueran, han dado paso, primero, a una defensa leal de Biden y Harris, y luego a una patética lamentación por los errores de un partido que, en primer lugar, nunca representó a los trabajadores. En ausencia de una lucha masiva de la clase obrera contra la clase dominante en su conjunto, no es de extrañar que un individuo decida actuar contra una de las figuras más vilipendiadas de la clase capitalista.
Un espectacular torbellino político ha tenido lugar en Corea del Sur, donde el Presidente declaró repentinamente la ley marcial en nombre de la «defensa del país frente a las fuerzas pro-norcoreanas», sólo para verse obligado a anularla en cuestión de horas. ¿Por qué esta extraordinaria medida se ha convertido tan rápidamente en una farsa y qué fuerzas ha desatado en este país en crisis?
La «Ley Marcial de Emergencia» declarada a toda prisa
En la noche del martes 3 de diciembre, el extremadamente impopular presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol (윤석열), declaró repentinamente la «ley marcial de emergencia». El presidente en funciones había luchado durante años contra una baja popularidad y un aumento de lucha de clases. Ahora, Yoon, que se enfrenta a crecientes peticiones de dimisión, acusa al opositor Partido Democrático (더불어민주당) de «actividades antiestatales que traman una rebelión».
Intentó justificar su decisión alegando que su objetivo era «erradicar las fuerzas pro-norcoreanas» y con el fin de «proteger el orden constitucional de libertad», mientras procedía a suspender esta misma libertad.
Poco después de esta declaración, los acontecimientos se precipitaron.
Según la legislación surcoreana, es posible revocar la decisión de aplicar la ley marcial mediante una votación mayoritaria en la Asamblea Nacional. Dado que el Partido del Poder Popular de Yoon (국민의힘) había sufrido una derrota masiva en las elecciones parlamentarias de este año, quedando así en minoría en la Asamblea, esto no era difícil de gestionar para la oposición.
Pero en realidad, no sólo los rivales habituales de Yoon declararon inmediatamente su oposición a la decisión de aplicar la ley marcial, sino que muchos de los de su propio bando también lo hicieron. Han Dong-hoon (한동훈), dirigente del partido de Yoon, y Oh Se-hoon (오세훈), alcalde de Seúl y miembro destacado del partido de Yoon, también la condenaron públicamente.
El primer objetivo de Yoon era, por tanto, impedir que la Asamblea Nacional se reuniera. Autobuses policiales bloquearon las carreteras de acceso al parlamento mientras algunos parlamentarios intentaban llegar al edificio. Poco después, los soldados llegaron al Parlamento y entraron por la fuerza, procediendo a detener a los diputados de la oposición.
Además, se han visto tanques y vehículos fuertemente blindados rodando por las calles de Seúl, para conmoción de las masas surcoreanas.
Poco después de la declaración de Yoon, el actual jefe del Estado Mayor del Ejército de Corea del Sur, Park An-su (박안수), fue encargado de organizar la ley marcial. Park declaró entonces que «quedan prohibidas todas las actividades políticas, incluidas las relacionadas con la Asamblea Nacional, las asambleas regionales, los partidos políticos, la formación de organizaciones políticas, los mítines y las protestas», según The Korea Times.
Esta vez, Yoon, que fue elegido a través del sistema democrático-burgués de Corea del Sur, estaba claramente intentando una aventura desesperada por su propio interés personal.
Aparentemente, la medida de Yoon fue una respuesta inmediata al bloqueo del presupuesto de su gobierno por la Asamblea Nacional, controlada por la oposición.
Pero en realidad, la administración de Yoon había sido ampliamente vilipendiada y asediada por la crisis desde el primer día. Consiguió aprovecharse de la ira masiva contra el anterior gobierno liberal demócrata. Sin embargo, no tardó en mostrarse, junto con la clase dirigente conservadora de extrema derecha que le respaldaba, igual de reaccionario, inepto, corrupto y completamente incapaz de abordar las profundas crisis que vivían las masas surcoreanas.
Tras la victoria electoral de Yoon, los liberales surcoreanos y occidentales lanzaron un grito derrotista. Las masas surcoreanas, sin embargo, se comportaron de forma muy diferente. La elección de Yoon y su comportamiento en el poder han espoleado a las masas desde abajo.
Bajo el gobierno de Yoon, las luchas de clase organizadas se han intensificado, incluyendo varias huelgas a gran escala dirigidas por la Confederación Coreana de Sindicatos (KCTU,민주노총) a pesar de la severa represión del Estado, y una huelga histórica de los trabajadores de Samsung, que detuvo las principales industrias de fabricación de chips del país.
También hay una huelga nacional de médicos que dura ya meses y que Park, nombrado comandante de la ley marcial, ordenó explícitamente detener.
Otras cuestiones, como las innumerables acusaciones de corrupción, la escalada de tensión con Corea del Norte y la inclinación de Yoon a reprimir a los medios de comunicación, también provocaron una tremenda ira e impulsaron la petición de su destitución. En julio de 2024, una petición online para la destitución de Yoon reunió rápidamente más de un millón de firmas y sobrecargó brevemente el sitio web de la Asamblea Nacional. En noviembre, más de 100.000 personas se manifestaron en Seúl para exigir lo mismo.
Por si fuera poco, siguen apareciendo escándalos que implican al propio Yoon. Entre ellos, algunos que surgieron incluso mientras se presentaba a las elecciones presidenciales. La esposa de Yoon, Kim Keon-hee (김건희), se ha visto especialmente implicada en polémicas, desde la aceptación de bolsos de lujo, la manipulación de acciones y, más recientemente, las acusaciones de intromisión en el proceso de nominación de candidatos parlamentarios del partido gobernante. La última de estas crisis produjo una ruptura abierta entre Yoon y su Partido del Poder Popular.
Todo esto significaba que Yoon, ahora también en desacuerdo con su propio partido, estaba esencialmente suspendido en el aire. No tenía ninguna base efectiva en la sociedad. A finales de noviembre, una encuesta de Gallup Korea mostraba que sólo el 19% de los surcoreanos aprobaba a Yoon, mientras que otra encuesta de OhmyNews mostraba que más del 58,6% de la gente quería que dimitiera antes del final de su mandato.
Enfrentado a un descontento clamoroso desde abajo, y al aislamiento incluso de sus propios socios de gobierno, Yoon optó por la opción nuclear para salvar su pellejo, especialmente de un probable procesamiento. Así, aunque afirmó que la declaración de la ley marcial se hizo en nombre de la defensa de Corea del Sur frente a las «fuerzas pro-norcoreanas», en realidad se trató de un golpe de Estado contra la inmensa mayoría de la sociedad en defensa de sus propios intereses personales.
Frustrado el «golpe» de Yoon
La desesperada y estúpida aventura de Yoon no consiguió disuadir a nadie. Inmediatamente después de declararse la ley marcial, grandes multitudes descendieron al edificio de la Asamblea Nacional y se enfrentaron a los militares y la policía. Además, muchos sindicatos que estaban llevando a cabo huelgas declararon inmediatamente que desafiarían la prohibición de la acción colectiva.
Con los militares desplegados para hacerse con el control del edificio de la Asamblea Nacional y noticias de que algunos diputados habían sido incluso detenidos, más de 190 diputados consiguieron entrar en el Parlamento y votar el levantamiento de la ley marcial de emergencia. Sin embargo, es muy probable que los diputados nunca hubieran podido entrar en el edificio si no hubiera habido una multitud presente.
Estados Unidos, actor clave en Corea del Sur que controla de facto el ejército surcoreano, se mostró totalmente en contra de la medida de Yoon. Horas después de la declaración de la ley marcial, el vicesecretario de Estado estadounidense, Kurt Campbell, expresó tácitamente su oposición, explicando que Estados Unidos observaba los acontecimientos en Corea del Sur con «grave preocupación» y que esperaba que «cualquier disputa política se resolviera pacíficamente y de acuerdo con el Estado de Derecho», según Reuters.
Estados Unidos es totalmente responsable de la sórdida situación de Corea del Sur: empezando por la división de Corea, respaldando años de dictaduras militares en el Sur y, más recientemente, animando a Yoon a escalar la tensión con el Norte.
Sin embargo, Estados Unidos se encuentra ahora en una posición de relativo declive. Ya no pueden hacer valer sus intereses en todos los rincones del mundo, pues otras potencias más pequeñas tienen mucho más margen de maniobra. Por ello, confían en países como Corea del Sur para hacer frente a China. Por eso, no pueden permitir que un aliado como éste se desestabilice de repente por la aventura de un político interesado.
Poco después de que la Asamblea Nacional votara el levantamiento de la ley marcial, las tropas parecían haber abandonado el edificio y renunciado al intento de ocupación. Sin embargo, los militares declararon entonces que la ley marcial se mantendría hasta que el presidente Yoon la suspendiera personalmente.
En respuesta al desafío de los militares, la multitud que se agolpaba ante la sala de la Asamblea Nacional se negó a dispersarse. La KCTU también declaró una huelga general indefinida hasta que Yoon fuera destituido.
Al final, Yoon Suk-yeol no tuvo más remedio que admitir que es impotente para enfrentarse a las todopoderosas fuerzas que se alzaron contra él.
Alrededor de las 4:30 de la madrugada, hora local, Yoon salió tambaleándose por televisión para declarar el levantamiento de la ley marcial. Este patético «golpe» duró en total unas 6 horas.
¡La realidad de la crisis estatal y capitalista al descubierto!
Aunque Yoon ha dado marcha atrás en la ley marcial, ha abierto la caja de Pandora. A través de su idiotez interesada, ha expuesto toda la naturaleza de la democracia burguesa de Corea del Sur. Incluso antes de esta farsa, Yoon y todos sus predecesores de los dos principales campos políticos de Corea del Sur han utilizado el caballo de batalla de la «seguridad nacional» para suprimir cualquier disidencia genuina desde abajo, especialmente del movimiento obrero.
Como en cualquier democracia burguesa, siempre hay ciertos mecanismos de seguridad que la burguesía puede utilizar para restringir masivamente la democracia, que pueden ser utilizados contra cualquier individuo o partido en caso de que los intereses fundamentales de la clase dominante se vean realmente amenazados. Sin embargo, para que sean útiles, deben mantenerse en la oscuridad hasta que los necesiten.
Las acciones de Yoon han sacado a la luz estos mecanismos de seguridad. Para colmo de males para la clase dirigente, esto no se ha hecho para salvar su sistema, sino para salvar el pellejo de un individuo. Muchos surcoreanos que pensaban que vivían en un sistema «democrático» al «estilo occidental» habrán visto sacudida su conciencia.
A primera vista, al activar este mecanismo de seguridad en un momento totalmente inapropiado, Yoon puede parecer un político excepcionalmente idiota. Al fin y al cabo, este acto expone a la clase dirigente en lugar de protegerla.
Al mismo tiempo, en todo el mundo vemos cómo personajes extraños y maravillosos llegan a gobernar potencias capitalistas hasta ahora poderosas y estables, o cómo políticos antes considerados un «par de manos seguras» toman medidas que van en contra de sus intereses racionales de clase y nacionales. Algunos pierden la cabeza intentando cuadrar el círculo de la defensa del sistema, como Macron en Francia. Otros, como Yoon, parecen unos inconformistas que ponen en peligro todo el sistema por su propio interés personal.
Todo esto no es más que un reflejo de la contradicción clamorosa dentro de las sociedades capitalistas, donde la clase dominante, como explicó Lenin, no puede gobernar como antes.
Yoon Suk-yeol no es más que una manifestación de esta realidad en Corea del Sur. Pero las mismas crisis sociales existen también en China, Japón y Taiwán. La misma inestabilidad que estalló bajo el mandato de Yoon se avecina para toda la región, y con ella una furiosa marea de lucha de clases.
¡Que caiga el gobierno y todo el sistema!
Después de su intento gratuito de poner a todo el país bajo la ley marcial, Yoon sigue siendo legalmente el Presidente de la nación, ¡y su mandato no terminará hasta 2027! Sin embargo, aunque haya retirado la ley marcial, las cosas no volverán a ser como antes.
Las masas, ya profundamente disgustadas con el gobierno de Yoon, no estarán de humor para dejar que esta farsa quede impune. Como se ha dicho, el apoyo a su dimisión ya es alto. Con esta provocación, es inevitable un movimiento para su destitución.
Este es un estado de ánimo que el Partido Democrático de la oposición estaría encantado de aprovechar para intentar volver al poder. Aquí es donde los marxistas deben hacer una seria advertencia a los trabajadores y jóvenes surcoreanos. No debemos confiar en esta gente ni un segundo.
No debemos olvidar que el Partido Demócrata no es más que una estrella gemela del campo conservador. Juntos, simplemente se turnan para gobernar el capitalismo surcoreano. Fue este mismo partido el que creó las condiciones para el ascenso de Yoon en primer lugar.
Aunque el Partido Demócrata está dirigido ahora por Lee Jae-myung (이재명), una figura incendiaria que en su día fue aclamada como el «Bernie Sanders surcoreano», en la ICR señalamos hace años que el hecho de que dirija un partido capitalista significa que se someterá inevitablemente a los intereses burgueses. De hecho, fue esta misma sumisión una de las razones por las que perdió ante Yoon Suk-yeol por un estrecho margen en 2022.
El Partido Demócrata tiene ahora el viento en popa. Intentará tomar medidas para destituir a Yoon… dentro de los cauces legales que permite la decididamente antidemocrática Constitución de la República de Corea.
Sin embargo, este intento sólo servirá para que ellos y sus pagadores burgueses vuelvan al poder. Una vez más se presentarán como los «defensores democráticos del pueblo» de las reformas, sólo para dejar de lado los intereses de las masas trabajadoras una vez que vuelvan a tomar las riendas.
Los trabajadores y la juventud coreanos deben luchar para derrocar a Yoon y al sistema que representa por medios independientes de clase.
Los marxistas estamos totalmente de acuerdo con el llamamiento de la KCTU a una huelga general indefinida para derrocar a Yoon. Esta sería una forma de dar a los trabajadores surcoreanos un camino verdaderamente independiente para luchar contra el sistema. Sin embargo, para que esta huelga general tenga éxito, el KCTU debe hacer todo lo posible para organizarla. Esto significa que debe movilizar a todos sus afiliados en todos los sectores en los que se organiza, incluyendo a los trabajadores de todas las empresas. Las secciones sindicales locales también podrían aprovechar esta oportunidad para empezar a llegar a los trabajadores no organizados y darles la bienvenida a esta acción colectiva, e incluso reclutarlos como futuros miembros del sindicato.
Por encima de todo, el KCTU debería presentar un programa para la sociedad que no acabe con la caída de Yoon, sino que luche por una sociedad que libere también a las masas de las garras de las grandes empresas.
Si la KCTU organizara con éxito esta huelga general hasta el punto de paralizar la sociedad y derribar al gobierno, sería un tremendo paso adelante para la conciencia de las masas surcoreanas, que tendrían una demostración concreta de su poder y peso en la sociedad. También sería un ejemplo más allá de sus fronteras.
La dirección del KCTU, que ha roto correctamente con todos los partidos burgueses, tampoco debería perder más tiempo en hacer realidad su anterior propuesta de establecer un verdadero partido obrero de masas en Corea del Sur. Todos los partidos de la burguesía han demostrado estar totalmente en contra de los intereses de la clase obrera. Es hora de que nuestra clase tenga su propio partido.
No importa qué político capitalista sustituya a Yoon al final de este drama, ninguno de ellos podrá resolver la crisis de la sociedad ni el impacto de la desestabilización de las relaciones mundiales en Corea del Sur. Por esta razón, la inestabilidad en la política no hará más que continuar.
La clase obrera necesita urgentemente una alternativa de clase propia que luche por un gobierno obrero, que pueda acabar de verdad con los mil y un problemas cada vez peores de la vida cotidiana bajo el capitalismo. La situación actual ofrece una oportunidad histórica para lograrlo.
Si la clase obrera de Corea del Sur diera un paso al frente y tomara las riendas de su propio destino, tendría un efecto electrizante sobre las masas de toda la región, porque aquí existe la misma situación que en todas partes.
Por eso, desde la ICR instamos a todos los sinceros militantes de clase surcoreanos que luchan por la democracia obrera y la transformación socialista de la sociedad a que se unan a nosotros. Tenéis un papel que desempeñar en esta lucha titánica, y no hay tiempo que perder.
El sorprendente resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos ofrece un ejemplo más de los cambios bruscos y repentinos que están implícitos en la situación. Hasta el último minuto, los expertos de los medios de comunicación hicieron el máximo esfuerzo para demostrar que las encuestas apuntaban a una victoria de Harris, aunque por un estrecho margen.
Pero se equivocaron.
En la madrugada del 6 de noviembre de 2024, cuando Donald Trump se acercaba al umbral de los 270 votos del colegio electoral para convertirse en presidente electo de Estados Unidos, esa ilusión se hizo añicos. Una vez más, millones de estadounidenses acudieron a votar por Trump.
Se suponía que esto no iba a ocurrir. La clase dirigente de Estados Unidos, firmemente apoyada por los gobiernos de Europa, estaba decidida a mantenerlo fuera del cargo, por las buenas o por las malas. Después de que Trump fuera derrotado en las elecciones de 2020, se hizo todo lo posible para evitar que se presentara de nuevo.
Intentaron mantenerle fuera de las urnas en diferentes estados. Fue condenado por 34 cargos penales, con más de 50 pendientes. Se le condenó a pagar cientos de millones de dólares en casos civiles relacionados con fraude empresarial y una demanda por difamación a raiz de una acusación de violación.
Pero cada acusación penal lanzada contra él sólo sirvió para aumentar su apoyo. Las acusaciones simplemente le resbalaban. Con cada proceso judicial, subía su apoyo en las encuestas.
Todos los numerosos ataques contra él rebotaron y se volvieron contra quienes se consideraba -correctamente- que estaban implicados en una conspiración para impedir que volviera a entrar en la Casa Blanca.
Todas las cartas estaban en su contra. Los medios de comunicación estaban prácticamente unidos en su oposición a Trump. La siguiente es una lista de la cantidad de periódicos y diarios importantes y su posición en relación con los dos candidatos:
199 Kamala Harris
16 Trump
28 Sin apoyo
1 Otros
Total 244
Vemos que prácticamente todos los medios de comunicación estaban en su contra. La élite gobernante se consolaba con la idea de que «no lo conseguirá». Un «delincuente convicto», argumentaban, nunca podría ganar la presidencia. Pero lo hizo.
Esto explica la profunda conmoción que este resultado electoral causó en la clase dirigente estadounidense.
Perplejidad
Trotsky afirmó una vez que la teoría es la superioridad de la previsión sobre el asombro. Esta observación me vino a la mente esta mañana, cuando leí un interesante comentario de un periodista de la BBC:
«Un operador político demócrata en DC envía mensajes para decir que el partido necesita expulsar a los esnobs elitistas en DC para empezar.
Otros me han dicho lo mismo, aunque de forma menos directa: que, aunque alaban los esfuerzos de la campaña, creen que el partido en su conjunto tiene un «problema de imagen» en un momento en el que las cosas básicas y cotidianas, como el coste de la vida, están en el punto de mira de la mayoría de los votantes.
Esta desesperación demócrata me trae a la memoria una conversación que tuve con un republicano en un mitin de Trump que decía que su candidato había ‘reimaginado’ por completo el partido republicano desde su estereotipo de votante de club de campo para apelar a las familias de clase trabajadora, mientras que los demócratas se habían convertido en el ‘partido de Hollywood’.
Son grandes generalizaciones, pero que los republicanos públicamente, y algunos demócratas en privado, comparten ahora».
Al carecer de un conocimiento elemental de dialéctica, los estrategas del Capital siempre están mirando a la superficie de la sociedad, completamente inconscientes de la furia que está cobrando fuerza bajo sus pies.
No han entendido las causas subyacentes del llamado movimiento Trump. Aparentemente, todo es una cuestión de «imagen». Pero el problema es que la imagen del partido demócrata refleja fielmente la realidad subyacente.
Ahora existe un abismo entre la élite de Washington y la masa del pueblo: esto fue una especie de «revuelta de los campesinos», una insurgencia plebeya y un aplastante voto de desconfianza en el orden existente.
Un movimiento contradictorio
Con frecuencia he oído decir a gente de izquierdas que Trump y Harris son «lo mismo». Esto es a la vez cierto y falso. Es evidente que Donald Trump es un multimillonario que, por tanto, defiende los intereses de los ricos y poderosos.
Sin embargo, afirmar que Harris y Trump son ambos políticos burgueses reaccionarios y que hay muy poco o nada que elegir entre ellos es francamente afirmar lo obvio. Esta definición inicial no agota la cuestión que inevitablemente se plantea: ¿cómo se explica el apoyo entusiasta que Trump ha logrado obtener entre millones de trabajadores estadounidenses?
Es una extraña paradoja que un multimillonario como Trump pueda presentarse con éxito como el campeón de los intereses de la clase trabajadora. Es, por supuesto, un fiel representante de su clase: el 1 por ciento de estadounidenses superricos que poseen y controlan la nación.
Durante mucho tiempo, los demócratas pudieron hacerse pasar por los representantes políticos de la clase trabajadora. Pero décadas de amarga experiencia han convencido a millones de trabajadores de que eso es mentira.
Están buscando una alternativa radical. Ésta podría haberla proporcionado Sanders, si hubiera decidido romper con los demócratas y presentarse como independiente. Pero capituló ante el establishment del partido demócrata, y eso desilusionó a su base.
Esto dejó el camino libre a un demagogo de derechas como Trump, que aprovechó la oportunidad con ambas manos. No es de conocimiento general, pero en 2015, Trump dijo en privado al profesor Jeffrey Sonnenfeld, de la escuela de negocios de Yale, que había copiado a propósito el mensaje anticorporativo que la campaña de Bernie Sanders había demostrado que era eficaz.
A falta de un candidato de izquierdas viable, millones de personas que se sentían alienadas y desposeídas políticamente aprovecharon la oportunidad para asestar una patada certera contra el establishment.
La verdad es que la clase trabajadora de Estados Unidos se siente traicionada por los demócratas y totalmente alienada de los partidos políticos existentes. Para ellos, Trump parecía ofrecer una alternativa. Y se unieron a su apoyo.
Ya en noviembre de 2016, una entrevista en el Evening Standard señalaba que:
«Los estadounidenses de clase trabajadora están saliendo en números récord. Esta es una revolución de la clase trabajadora. Nadie lo vio venir, las élites de los medios de comunicación comiendo su queso y bebiendo su champán nunca hablan con los verdaderos votantes. Los estadounidenses de clase trabajadora han sido vendidos por el establishment, por la clase esclava de Wall Street y Donald Trump es su defensor.»
Es un hecho que hasta que Trump retomó la cuestión, la clase trabajadora rara vez o nunca era mencionada en la política estadounidense. Incluso los demócratas más «izquierdistas» sólo se referían a la clase media. La clase trabajadora era totalmente ignorada. Ni siquiera entraba en su campo de visión. Sin embargo, la clase obrera existe y ahora se está dando a conocer.
En la época de la gran Revolución Francesa del siglo XVIII, el abate Sieyès escribió un célebre tratado titulado ¿Qué es el Tercer Estado? en el que leemos lo siguiente:
«¿Qué es el Tercer Estado? Todo. ¿Qué ha sido hasta ahora en el orden político? Nada. ¿Qué quiere ser? Llegar a ser algo».
Estas célebres líneas bien podrían tomarse como una descripción de la clase trabajadora en los EE.UU. de hoy. Y, se piense lo que se piense de él, hay que admitir que, por sus propias razones, Donald Trump ha desempeñado un papel muy importante al situar a la clase trabajadora en el centro de la política estadounidense por primera vez en décadas.
Abismo entre las clases
Este hecho no es un accidente. Es el reflejo de una realidad social evidente. El abismo que separa a los que tienen y a los que no tienen se ha hecho insalvable. Y esto está profundizando la polarización social y política. Está creando un ambiente explosivo de ira en la sociedad.
Se mire donde se mire, en todos los países, hay un odio ardiente hacia los ricos y poderosos: los banqueros, Wall Street y la clase dirigente en general. Este odio ha sido hábilmente explotado por Donald Trump. Y esto ha horrorizado a los representantes serios del capital.
Con razón veían a Donald Trump como una amenaza porque estaba dinamitando deliberadamente la base del consenso, de toda la política de centro que habían estado construyendo laboriosamente durante décadas.
El mercado bursátil estadounidense está en auge, el dólar cotiza al alza en los mercados de divisas, la economía de EE.UU. avanza a un ritmo del 2,5% de crecimiento real del PIB y el desempleo no supera el 4,1%. Sin embargo, los informes de los encuestadores muestran claramente que la mayoría de la gente no se siente mejor, sino todo lo contrario:
«Los encuestadores de Make the Road Pennsylvania me dijeron que muchas de las personas con las que se reunieron dudaban de que votar pudiera mejorar sus vidas. Una encuestadora me dijo que a menudo le decían de los políticos: “Sólo quieren mi voto, y luego se olvidan de nosotros”». Manuel Guzmán, un representante estatal cuyo distrito incluye barrios de Reading bordeados de modestas casas adosadas y poblados principalmente por inmigrantes latinos, me dijo que estaba familiarizado con este tipo de escepticismo de los votantes. Guzmán, que es medio dominicano y medio puertorriqueño, confiaba en que los demócratas ganarían en Reading en noviembre. Pero le preocupaba que el margen de victoria fuera decepcionante, dada la desconexión entre lo que preocupaba a los demócratas en Washington, D.C., y lo que él escuchaba de sus electores, muchos de los cuales necesitaban varios empleos para escapar de la pobreza, que aflige a un tercio de los residentes de Reading. «Como partido nacional, nos hemos centrado tanto en salvar la democracia», dijo. «Voy a ser sincero con ustedes: ¡no he oído a ninguna persona de la ciudad de Reading hablarme de democracia! Lo que me dicen es ‘Manny, ¿por qué está tan alta la gasolina?’ ‘¿Por qué está tan alto mi alquiler?’. Nadie habla lo suficiente de estos temas».
Los estadounidenses son muy conscientes de los costes que los índices oficiales y los economistas de la corriente dominante ignoran. Los tipos de interés hipotecarios han alcanzado su nivel más alto en 20 años y el precio de la vivienda ha subido a niveles récord. Las primas de los seguros de automóvil y de enfermedad se han disparado.
En una encuesta realizada en diciembre por Harris Poll para Bloomberg News, casi el 40% de los estadounidenses declararon que su hogar había recurrido recientemente a ingresos adicionales para llegar a fin de mes. De ellos, el 38% dijo que el dinero extra apenas cubría sus gastos mensuales y no les sobraba nada, y el 23% dijo que no era suficiente para pagar sus facturas.
De hecho, la desigualdad de ingresos y riqueza en Estados Unidos, una de las más altas del mundo, no hace sino empeorar. El 1% de los estadounidenses más ricos se lleva el 21% de todos los ingresos personales, ¡más del doble que el 50% de los más pobres! Y el 1% de los estadounidenses más ricos posee el 35% de toda la riqueza personal, mientras que el 10% de los estadounidenses posee el 71%; sin embargo, ¡el 50% de los más pobres sólo posee el 1%!
Niveles extremos de desigualdad, un abismo cada vez mayor entre ricos y pobres, y un sentimiento creciente de alienación de los políticos de Washington respecto a los problemas de la gente corriente constituyen el núcleo de la situación actual. Aquí encontramos la verdadera explicación de la popularidad de Donald Trump y del resultado de las actuales elecciones.
Colapso en el centro
Este fenómeno no se limita a Estados Unidos. Lo que vemos en todas partes es el colapso del centro político. Pero éste es el pegamento que mantiene unida a la sociedad.
Se trata de una expresión gráfica de una tensión creciente entre las clases -división entre izquierda y derecha- que se profundiza sin cesar.
De forma paradójica, el fenómeno del movimiento Trump es un reflejo de este hecho que, en la actualidad, se refleja en el crecimiento de peculiares tendencias populistas de derechas en diferentes países. Pero las leyes de la mecánica nos informan de que toda acción tiene una reacción opuesta igual. Y en una etapa posterior, se expresará en un brusco giro a la izquierda.
Desde el punto de vista de la clase dominante, el peligro de Trump es precisamente que, al apelar a los trabajadores para sus propios fines, está alimentando un estado de ánimo de radicalización que sienta un peligroso precedente para el futuro. Esto explica los profundos sentimientos de miedo e ira que muestran constantemente hacia él.
La clase dominante está desesperada por evitar esta polarización y volver a unir el centro. Pero todas las condiciones objetivas militan contra su éxito.
Ricos y pobres
Bill Clinton dijo una vez: «es la economía, estúpido». Tenía razón. El Wall Street Journal informó de que:
«La economía fue de lejos el tema más importante para los votantes, con un 39% que la citó como «el tema más importante al que se enfrenta el país […] Más de seis de cada 10-63%-dijeron que la economía “no era tan buena” o era “mala”. […]
«Los votantes describieron presiones específicas, como las facturas de la compra, el precio de la vivienda y el miedo a la guerra, pero muchos también describieron preocupaciones existenciales más amplias sobre el destino de Estados Unidos».
En las anteriores elecciones, cuando Trump se enfrentó a Hillary Clinton, The Economist, que respaldaba a Clinton, admitió que:
«El Sr. Trump fue llevado a la presidencia por una marea de rabia popular. Esto se debe en parte al hecho de que los estadounidenses de a pie no han compartido la prosperidad de su país. En términos reales, los ingresos medios de los hombres siguen siendo inferiores a los de la década de 1970.
«En los últimos 50 años, exceptuando la expansión de los años 90, los hogares medios han tardado más en recuperar los ingresos perdidos con cada recesión. La movilidad social es demasiado baja para albergar la promesa de algo mejor. La consiguiente pérdida de autoestima no se neutraliza con unos pocos trimestres de subida salarial».
Las cosas no han cambiado sustancialmente desde entonces. La economía estadounidense no goza de buena salud. Así lo demuestran los niveles de deuda sin precedentes que no han dejado de aumentar bajo la Administración Biden. En la actualidad, la deuda del sector público estadounidense, estimada actualmente en 35 billones de dólares, o alrededor del 100% del PIB, aumenta en 1 billón de dólares cada tres meses. Y sólo tiene un camino a seguir: y es hacia arriba.
Esto es un claro indicio de que incluso la nación más poderosa y rica de la Tierra ha ido más allá de sus límites.
Es una situación que, en última instancia, resulta insostenible.
Aislacionismo
Donald Trump no es economista. No es filósofo ni historiador. Ni siquiera es un político, en el sentido de que tenga una ideología y una estrategia elaboradas. Es básicamente un oportunista y un empirista en el sentido más estricto de la palabra.
Pero se considera a sí mismo un táctico supremo, un hombre práctico que siempre busca soluciones prácticas a corto plazo para todos y cada uno de los problemas que surgen. Siempre busca lo que él llama «un trato».
Es decir, tiene la mentalidad de un pequeño comerciante, experto en el arte del regateo en el mercado. Esta habilidad es, por supuesto, válida dentro de ciertos límites. Pero lo que es válido en el puesto del mercado pronto encuentra problemas en la complicada tela de araña de la política y la diplomacia internacionales.
En esencia, su inclinación es hacia el aislacionismo. Es reacio a cualquier idea de que Estados Unidos se enrede en alineamientos extranjeros de cualquier tipo, ya sea en las Naciones Unidas, en la Organización Mundial del Comercio o en la propia OTAN.
Su política puede resumirse fácilmente en el lema «América primero». Pero esto significa que el resto del mundo es lo último. Y esto acarrea muchos problemas.
Si de él dependiera, Estados Unidos rompería inmediatamente todos sus vínculos con estas organizaciones ajenas, dedicándose exclusivamente a sus propios asuntos.
Pero por muy atractiva que sea esta idea, es completamente imposible en el mundo moderno. El destino de Estados Unidos está irrevocablemente atado por mil lazos que lo unen al resto del globo terrestre.
Como Donald Trump descubrió a su costa en sus tratos con Corea del Norte.
Los límites del poder estadounidense al descubierto
La situación mundial está dominada por una enorme inestabilidad en las relaciones mundiales que es el resultado de la lucha por la hegemonía mundial entre Estados Unidos, la potencia imperialista más poderosa del mundo, que está en relativo declive, y China, una potencia emergente más joven y dinámica, que sin embargo está llegando a sus límites.
Estamos asistiendo a un cambio de proporciones tectónicas y, como ocurre con el movimiento de las placas tectónicas en la corteza terrestre, tales movimientos van acompañados de explosiones de todo tipo.
Además de analizar la situación actual, es aún más importante analizar la trayectoria. Tras el colapso de la URSS en 1991, Estados Unidos se convirtió en la única superpotencia del mundo. Tras el colapso de la Unión Soviética, casi no había oposición a la dominación del imperialismo estadounidense.
Ahora la situación es muy diferente. El imperialismo estadounidense se empantanó durante 15 años en dos guerras imposibles de ganar en Irak y Afganistán, con un gran coste para sí mismo en términos de gastos y pérdida de personal.
En agosto de 2021, se vieron obligados a una humillante retirada de Afganistán.
Eso dejó a la opinión pública estadounidense sin apetito por aventuras militares en el extranjero y a la clase dominante estadounidense muy cansada de comprometer tropas terrestres en el extranjero. Sin embargo, el imperialismo estadounidense no aprendió nada de la experiencia.
Al negarse a admitir el nuevo equilibrio de fuerzas y tratar de mantener su dominio, se han visto envueltos en toda una serie de conflictos que no pueden ganar. La Administración Biden desempeñó un papel especialmente fatal a este respecto.
La propia posición de Estados Unidos como potencia global con presencia en todo el mundo es en sí misma una fuente de gran vulnerabilidad. La necesidad de apoyar sus intereses a escala global impone una tensión colosal.
Pero la Administración Biden no aprendió ninguna lección. Sumió a Estados Unidos en una guerra sin sentido con Rusia por Ucrania. La guerra en Ucrania representa una enorme sangría para los recursos incluso del país más rico del mundo. Las existencias de armas de Estados Unidos se han visto gravemente mermadas por las exigencias de Zelensky, que siguen acelerándose incluso a medida que se deteriora la posición militar.
La aplicación de sanciones económicas de amplio alcance por parte del imperialismo estadounidense contra Rusia ha fracasado en su principal objetivo de debilitar a su rival hasta el punto de imposibilitarle la continuación de la guerra en Ucrania.
Rusia ha logrado evitar y superar las sanciones, ha establecido una serie de alianzas con otros países, entre ellos Arabia Saudí, India y otros países que antes cultivaban relaciones con EEUU.
Sobre todo, ha estrechado mucho más su cooperación económica y militar con China. Biden consiguió justo lo contrario de lo que pretendía. Luego provocó un lío aún mayor en Oriente Próximo al dar a Netanyahu lo que equivalía a un cheque en blanco, que ha estado cobrando desde entonces.
Como resultado, no dejan de estallar nuevos conflictos y guerras.
Una victoria rusa en Ucrania conmocionará al mundo entero. Expondrá claramente las limitaciones del imperialismo estadounidense, que ya no es capaz de imponer su voluntad.
Además, Rusia saldrá de ella con un gran ejército, probado en los últimos métodos y técnicas de la guerra moderna. Esto está provocando una oleada de pánico en los Gobiernos europeos, aterrorizados ante la posibilidad de que la nueva Administración Trump abandone a Ucrania a su suerte, dejando que los europeos paguen la factura, e incluso plantee la retirada de la OTAN.
Las nuevas crisis y guerras representan un problema insoluble, no sólo para EEUU, sino para sus aliados europeos, que se encuentran todos en una situación similar. Parece inevitable que Trump desee desentenderse del desesperado lío de Ucrania, del que responsabiliza correctamente a Biden.
No está claro si ordenará o no la retirada de Estados Unidos de la OTAN. Pero de lo que no cabe duda es de que querrá pasar la factura de todas estas cosas a sus «amigos» de Londres, París y Berlín, agravando así aún más los ya graves problemas del capitalismo europeo.
Paralelismos con el imperio romano
¿Ha llegado el momento de que el imperialismo estadounidense entre en la pendiente descendente que arrastró a la Roma imperial a la ruina? El tiempo lo dirá.
Hay una lucha por la redivisión del mundo en curso entre diferentes potencias imperialistas en competencia, principalmente entre EEUU, el viejo hegemón, ahora en relativo declive, y China, la nueva potencia dinámica en ascenso que lo desafía en la arena internacional.
Trump es bien conocido por su antagonismo con China, a la que considera la amenaza más grave para EEUU. No ha ocultado su intención de imponer aranceles paralizantes a las importaciones chinas, lo que dañará gravemente el tejido del comercio mundial, amenazando todo el delicado edificio de la globalización y llevando a la economía mundial al borde de una profunda recesión.
Sin embargo, no está nada claro que esté a favor de una guerra con China, que es una potencia muy formidable tanto económica como militarmente.
Se podría escribir un interesante estudio comparando la actual crisis del imperialismo americano con la decadencia y caída del Imperio romano.
Es cierto que en ese largo y glorioso declive intervinieron muchos elementos diferentes. Pero uno de los más importantes fue el hecho de que el Imperio se había sobrepasado a sí mismo. Alcanzó sus límites y fue incapaz de sostener la colosal carga impuesta por el mantenimiento de su dominio imperial. El resultado final fue un colapso total.
El declive relativo del imperialismo estadounidense es evidente desde hace tiempo.
En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos producía el 43% de los productos manufacturados del mundo, el 57% del acero mundial y el 80% de los automóviles del mundo.
La cuota de EE.UU. en el comercio mundial de productos manufacturados había aumentado del 10% en 1933 al 29% en 1953. Entre 1946 y 1973, la renta real de los hogares aumentó un 74%.
Los puestos de trabajo en el sector manufacturero, que representaban el 39% de los empleos estadounidenses en 1943, cayeron a sólo alrededor del 8% en la década de 2010. Un informe de 2020 de la Oficina de Estadísticas Laborales señalaba que, desde 1979, el empleo en el sector manufacturero «cayó durante cada una de las cinco recesiones y, en cada caso, el empleo nunca se recuperó completamente a los niveles anteriores a la recesión».
La afiliación sindical cayó de un máximo de un tercio de la fuerza de trabajo en la década de 1950 a sólo el 11% en 2016.
En Capitalismo en América: Una historia económica de los Estados Unidos, Alan Greenspan y Adrian Wooldrige explican:
«De 1900 a 1973, los salarios reales en Estados Unidos habían crecido a un ritmo anual de alrededor del 2%. Compuesto a lo largo de los años, eso significaba que el salario medio (y por implicación el nivel de vida medio) se duplicaba cada 35 años. En 1973, esta tendencia llegó a su fin y los salarios medios reales de lo que la Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU. denomina trabajadores de producción y no supervisores empezaron a disminuir. A mediados de la década de 1990, el salario medio real por hora de un trabajador de producción era menos del 85% de lo que había sido en 1973.»
Un informe del Pew Research Center de 2018 lo confirma: «Para la mayoría de los trabajadores estadounidenses, los salarios reales apenas se han movido en décadas». Y como explica un informe de 2023 del Departamento del Tesoro:
«La movilidad económica intergeneracional también ha disminuido: el 90% de los niños nacidos en la década de 1940 ganaban más que sus padres a los 30 años, mientras que solo la mitad de los niños nacidos a mediados de la década de 1980 hacían lo mismo.»
Aquí vemos el principal factor que sustenta la enconada ira y el resentimiento contra la clase dirigente estadounidense.
En 2019, ya había señales de una recesión en el horizonte, pero Trump utilizó con éxito como chivo expiatorio la pandemia COVID-19 cuando la economía se derrumbó.
Las cargas impuestas por la participación de Estados Unidos en guerras extranjeras como Ucrania y Oriente Medio significan un tremendo drenaje, que incluso la nación más poderosa y rica no puede sostener indefinidamente.
El colosal gasto militar ha sido uno de los principales factores que han contribuido a la enorme deuda que se cierne amenazadoramente sobre la economía estadounidense. Desde ese punto de vista, la evidente reticencia de Trump a involucrarse en asuntos internacionales contiene cierta lógica, aunque provoque ataques de nervios en Londres, Berlín, Kiev y Jerusalén.
¿Y ahora qué?
Los recientes acontecimientos dan testimonio de un cambio fundamental en la psicología del público estadounidense. Todas las instituciones de la democracia burguesa se basaban en el supuesto de que el abismo entre ricos y pobres podía disimularse y contenerse dentro de límites manejables. Pero ya no es así.
Esa es precisamente la razón del hundimiento del centro político. La gente ya no cree lo que le dicen los periódicos y la televisión, compara la enorme diferencia entre lo que se dice y lo que sucede, y se da cuenta de que nos están vendiendo una sarta de mentiras.
No siempre ha sido así. En el pasado, la mayoría de la gente no prestaba mucha atención a la política, lo que también ocurría con los trabajadores. Las conversaciones en los lugares de trabajo solían versar sobre fútbol, películas, programas de televisión. Rara vez se hablaba de política, salvo en época de elecciones.
Ahora, todo eso ha cambiado. Las masas empiezan a interesarse por la política, porque empiezan a darse cuenta de que afecta directamente a sus vidas y a las de sus familias.
Al apoyar a Trump, millones de personas están diciendo: «cualquier cosa y cualquier persona es mejor que esto. No podemos hacerlo peor. Tiremos los dados». Ahora han decidido tirar los dados una vez más. Pero puede que sea la última vez.
Donald Trump es ya un anciano. Parece descartado que pueda volver a presentarse como candidato a la presidencia. Suponemos que volverá a entrar en la Casa Blanca en enero de 2025. Nada puede detenerle, salvo la bala de un asesino. Y eso no puede descartarse, dada la reacción histérica de la clase dirigente.
No hay escasez de material combustible en la sociedad estadounidense. Y no hay escasez de individuos mentalmente inestables armados con armas modernas muy eficaces.
Pero suponiendo que Trump sea finalmente investido presidente, ¿qué cabe esperar? Se enfrentará a retos colosales en muchos campos: la economía, la guerra en Ucrania y Oriente Próximo, las relaciones con China e Irán, y muchas otras cuestiones
Por lo general, ha hecho grandes promesas acerca de hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande. Pero no hay pruebas de que sea capaz de cumplir ninguna de ellas. Los trabajadores estadounidenses que depositen su confianza en él se verán seriamente decepcionados.
En 1940, cuando el ejército alemán entró en París, hubo una interesante conversación entre un oficial alemán y un oficial francés. El alemán estaba, naturalmente, hinchado de arrogancia. Pero el oficial francés dijo simplemente: «la rueda de la historia ha girado. Volverá a girar». Y así fue.
La rueda de la historia está girando en EEUU, y volverá a girar. Una vez que las masas hayan explorado plenamente el potencial del trumpismo y se hayan dado cuenta de sus limitaciones, girarán en otra dirección. Se preparará el camino para una oscilación masiva del péndulo hacia la izquierda.
Un nuevo y turbulento capítulo de la historia estadounidense está a punto de escribirse.
Dos semanas después de ser azotado por el huracán Helene -la tormenta más fuerte que ha tocado tierra en la región del Big Bend de Florida en 150 años-, el sureste de EE.UU. fue azotado por una «tormenta monstruosa» mucho peor, el huracán Milton. Se trata de la última de una serie de catástrofes humanitarias en toda la región, que han causado una destrucción sin precedentes.
El huracán Helene tocó tierra el 26 de septiembre. Los daños son catastróficos, con un coste estimado de 47.000 millones de dólares. Antes de tocar tierra, una oficina de previsiones meteorológicas de Carolina del Sur advirtió: «Este será uno de los fenómenos meteorológicos más importantes que se produzcan en las porciones occidentales de la zona en la era moderna». Resultó que la tormenta fue también una de las más mortíferas de la historia reciente. Hasta ahora se ha confirmado que cientos de personas han perdido la vida. Miles más están desaparecidos mientras prosigue la terrible tarea de recuperar los cadáveres.
Familias desplazadas y separadas
Tras un comienzo relativamente lento de la temporada alta de huracanes, el camino de Helene hasta convertirse en una fuerza destructiva masiva siguió un patrón que se ha vuelto demasiado familiar. Impulsada por unas aguas más cálidas que nunca en el Atlántico y el Golfo de México, Helene pasó de tormenta tropical a huracán de categoría 4 en sólo 48 horas.
Debido a su enorme fuerza, Helene golpeó zonas que normalmente se libran de los peores efectos de los huracanes. La gente se vio atrapada por las aguas y azotada por el viento mientras intentaba capear el temporal en los puertos de montaña de Carolina del Norte, donde las condiciones de huracán son prácticamente desconocidas y las órdenes de evacuación llegaron demasiado tarde. En Florida y Georgia, las mareas de tempestad pulverizaron y arrasaron ciudades enteras. A medida que el huracán se adentraba tierra adentro, su enorme tamaño y presión generaron peligros adicionales, incluidos seis tornados confirmados que devastaron aún más las Carolinas el 27 de septiembre.
Las familias quedaron desarraigadas y destrozadas, no sólo por las evacuaciones y los desplazamientos, sino también por la desintegración literal de sus hogares, mientras ellos y sus seres queridos intentaban refugiarse.
«La FEMA no tiene fondos»
Tras haber hecho poco por preparar a la población y mitigar los riesgos de huracán, la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias (FEMA) coordina ahora las tareas de socorro y los pagos a las administraciones estatales. Dado que se calcula que el potencial destructivo de la segunda tormenta será tanto o más grave que el de la primera, es necesaria una movilización de recursos sin precedentes para hacer frente a la calamidad.
Pero la clase dirigente afirma que sus bolsillos están vacíos. Las víctimas del huracán respondieron con ira y confusión la semana pasada cuando el Secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, dijo: «Estamos cubriendo las necesidades inmediatas con el dinero que tenemos. Estamos esperando el paso de otro huracán… FEMA no tiene fondos para hacer frente a la temporada».
¿Cómo es posible que el país más rico y poderoso del mundo no tenga dinero suficiente para hacer frente a las catástrofes?
La ansiedad es máxima ante la promesa de una mayor destrucción por parte del huracán Milton. Temiendo otro desastre sin paliativos, las carreteras de Florida están atascadas mientras cinco millones de personas intentan huir de la trayectoria de la tormenta. Al menos el 16% de las gasolineras se quedaron completamente sin combustible en la noche del martes 8 de octubre.
Política burguesa
Al más puro estilo de los más rastreros, Donald Trump no perdió el tiempo tratando de convertir a los inmigrantes en chivos expiatorios, afirmando falsamente que la administración Biden-Harris, «Robó el dinero de la FEMA, al igual que lo robaron de un banco, para poder dárselo a sus inmigrantes ilegales que quieren que voten por ellos esta temporada.»
Mientras los Demócratas critican a Trump por «politizar» el desastre, hacen un gran espectáculo visitando los importantes estados en lídia de Georgia y Carolina del Norte. Excorian alegremente a Trump por sus falsas afirmaciones mientras se hacen pasar por salvadores benévolos, repartiendo agua embotellada y otros suministros.
¿Quién puede culpar a la administración Biden-Harris del desastre? Después de todo, ¿no son los huracanes «actos de Dios»? Por supuesto, la mayoría de los comentaristas burgueses reconocen el papel del cambio climático. Pero lo tratan simplemente como un caso de fenómenos naturales que se transforman trágicamente en cataclismos por medios naturales, aunque empeorados por la «actividad humana» en abstracto.
El capitalismo causa la catástrofe climática
Los comunistas entienden que el «clima» no afecta a todas las clases por igual, y que la clase obrera no es tan responsable de su degradación como los gobernantes que se sientan en la cúspide de la sociedad.
En 2024, la mayoría de la clase dominante estadounidense prefiere a los demócratas como gestores políticos del imperialismo estadounidense. Son los líderes de confianza del sistema capitalista mundial, un sistema en el que sólo 100 empresas son responsables del 71% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero.
El calentamiento global resultante de estas emisiones, incluido el calentamiento de las aguas oceánicas, alimenta fenómenos meteorológicos como Helene y Milton. La propiedad privada de los medios de producción también dificulta la respuesta a las catástrofes. La ayuda debe provenir del dinero público y luego pagarse a empresas privadas que obtienen pingües beneficios con el suministro de bienes esenciales.
Los empresarios dicen: trabaja hasta ahogarte
Las prioridades de la clase capitalista están claras. En todo el Sur, oímos historias espantosas de trabajadores obligados a trabajar hasta el último momento por los propietarios y la dirección de la empresa ante el paso del huracán Helene. Los trabajadores de una planta de plásticos de Tennessee hicieron llamadas de pánico -y en muchos casos las últimas- a sus seres queridos desde la fábrica. Intentando huir de la crecida de las aguas, muchos se subieron a estanterías y carretillas elevadoras antes de que las aguas les alcanzaran.
Robert Jarvis, un trabajador de la planta, describió la escena:
Todos estábamos en estado de pánico… el agua subía tan deprisa que… no teníamos adónde ir. Perdí a seis buenos amigos. Compañeros de trabajo. Éramos una familia. Bromeábamos todo el día. Pasé más tiempo con ellos que con cualquier otra persona de mi familia… Ojalá nunca hubiéramos ido a trabajar ese día. Porque era innecesario, todas esas vidas que perdimos por eso. Estuvo mal.
A pesar de su maldad asesina, a los propietarios de la planta, Impact Plastics, se les permitió investigarse a sí mismos. Emitieron un comunicado en el que se absolvían de toda culpa y se negaban a hacer más comentarios, lo que, aparentemente, cierra el asunto.
Miles de millones para la guerra, céntimos para las catástrofes
Cuando una inundación se lleva por delante a un padre o los vientos huracanados derrumban un muro que aplasta a un niño, proporcionar dinero para el socorro es «complicado» y las víctimas deben tener paciencia. Los políticos burgueses y los portavoces de los medios de comunicación lo califican de «horrible tragedia» y ofrecen sus «pensamientos y oraciones».
Cuando es una bomba de fabricación estadounidense la que destroza a una familia palestina o libanesa, lo llaman el «derecho de Israel a defenderse», que están encantados de financiar sin límite aparente. Han prometido a Israel 3.800 millones de dólares anuales de aquí a 2028, que se suman a los más de 310.000 millones pagados a Israel desde su fundación.
El ejército estadounidense tiene un presupuesto de 916.000 millones de dólares y es el mayor contaminador del planeta. Hasta ahora, el gobierno sólo ha proporcionado 270 millones de dólares para paliar los efectos de Helene, y se están reuniendo más fondos para la inminente llegada de Milton.
El dinero para la matanza imperialista ya está destinado. ¿Qué pasa con el dinero de socorro para los desastres que la propia clase dominante intensifica? Eso llevará algún tiempo.
¡Ni un céntimo más para los crímenes imperialistas!
Los supervivientes de Helene se han unido a las filas de los más de 120 millones de desplazados en Líbano, Palestina, Ucrania, México, Siria, Sudán y más allá. Pronto les seguirán las víctimas de Milton. Sus experiencias son ecos unas de otras: las consecuencias de vivir en un mundo cada vez más bárbaro. Saben lo que es verse obligados a ver cómo amigos, maridos, esposas, madres, abuelos e hijos son arrancados de cuajo y los muros de sus hogares se derrumban a su alrededor.
El interminable peaje de muerte y destrucción no se detendrá hasta que la clase trabajadora derroque este brutal, decrépito e irracional sistema capitalista. Las secuelas de Milton y Helene están preparando una explosión de rabia e indignación de clase que, tarde o temprano, pondrá a millones contra el statu quo en todo el Sur de Estados Unidos.
Ni un céntimo más para los crímenes imperialistas mientras los trabajadores pasan hambre, se quedan sin casa y mueren en desastres para los que no estaban preparados ni ayudados, ¡todo para servir a los intereses de empresas codiciosas! Una revolución socialista dirigida por un partido comunista de masas de la clase obrera desmantelará el imperialismo en todo el mundo y es la única manera de reorganizar radicalmente la sociedad en la lucha contra el cambio climático y sus desastres.
El 5 de noviembre se celebrarán las elecciones generales en Puerto Rico. Y como ocurre cada cuatro años, el pueblo acudirá a votar para elegir a los funcionarios que habrán de administrar el gobierno. Pero, a diferencia de anteriores eventos, estas elecciones nos ofrecen una oportunidad histórica. Por primera vez en más de 50 años el tradicional bipartidismo capitalista-colonial que ha dominado el escenario político en nuestro país se encuentra en peligro de quebrar. ¿Qué posición asumir ante esta coyuntura? ¿Qué posición debe asumir la clase obrera para mejor adelantar sus intereses de clase?
En Puerto Rico la lucha política obrera nació prácticamente a la misma vez que el sindicalismo. A poco menos de un año luego de la invasión norteamericana, el 18 de junio de 1899, un grupo de trabajadores fundaron la Federación Libre de Trabajadores con el objetivo de luchar por mejorar sus salarios y condiciones de empleo. En la misma reunión, los trabajadores también acordaron fundar el Partido Obrero Socialista con el objetivo de conquistar el poder político. De esa fecha en adelante, y durante más de 50 años, lucha sindical y lucha política se desarrollaron como dos aspectos de la misma lucha obrera. Ya para el año 1915 la clase obrera fundaría el Partido Socialista.
No podemos evaluar, en este breve espacio, los aciertos y los errores de la lucha de la FLT y el Partido Socialista. Sin embargo es importante señalar que los delegados socialistas en la Convención Constituyente de 1952 lograron consignar en la Constitución de Puerto Rico importantes derechos obreros tales como el derecho a la organización sindical, a la negociación colectiva y a la huelga. De igual manera lograron la aprobación de la famosa Sección 20, la cual reconocía importantes derechos humanos para nuestro pueblo, tales como el derecho de toda persona recibir gratuitamente la instrucción primaria y secundaria, el derecho al trabajo, a disfrutar de un nivel de vida adecuado asegurando la salud y el bienestar con acceso a la alimentación, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios, así como el derecho a la protección social en el desempleo, la enfermedad, la vejez o la incapacidad física. En un ejercicio de su poder imperialista, el gobierno de EE.UU. vetó dicha sección.
De otro lado, y como parte de la llamada “izquierda democrática latinoamericana”, el Partido Popular Democrático nació en el 1938 como un partido socialdemócrata enarbolando la bandera de la justicia social y un programa de amplias reivindicaciones para la clase obrera y el campesinado. Sin embargo, poco tiempo después de ganar las elecciones en 1944, el PPD abandonaría su prédica de justicia social para abrazar el capitalismo colonial, lo cual canalizó a través del programa Manos a la Obra, la destrucción de la Confederación General de Trabajadores y el encarcelamiento de líderes comunistas y del independentismo nacionalista.
En 1968 el PPD perdió las elecciones por primera vez y desde esa fecha se ha alternado en el poder con otro partido capitalista, el Partido Nuevo Progresista. Mientras que en otros países la alternancia bipartidista generalmente se da entre la derecha (que defiende el llamado capitalismo “salvaje”) y la izquierda socialdemócrata (que defiende el capitalismo “con rostro humano”), en Puerto Rico el bipartidismo PPD-PNP se ha manifestado de manera consistente como una pugna entre dos facciones de la burguesía local, defensoras a ultranza del capitalismo colonial.
Durante el período del dominio PPD-PNP desapareció cualquier semblante de lucha obrera política independiente y la clase obrera se dividió en la eterna búsqueda de una alternativa “menos mala” lo cual inevitablemente terminaba en la elección de una alternativa mala. Así pues, cuando el PNP reprimía al pueblo o adoptaba legislación anti-obrera, el PPD se convirtió en “alternativa” electoral y vice versa. Aunque hubo esfuerzos por rescatar una política obrera independiente en las elecciones del 1976 y 1980 con el Partido Socialista Puertorriqueño (PSP), y en las elecciones del 2012 y 2016 con el Partido del Pueblo Trabajador (PPT), dichos esfuerzos fracasaron al no atraer grandes sectores de la clase obrera. Por su parte, la bandera de la socialdemocracia fue enarbolada por el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y, para la elecciones del 2020, también sería recogida por el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC)
La erosión del bipartidismo
Durante los pasados años hemos visto una progresiva erosión del bipartidismo PPD-PNP. Desde el agotamiento del modelo económico de importación de fábricas extranjeras, la crisis económica y fiscal del gobierno, y las masivas manifestaciones del verano de 2019 que llevaron a la renuncia del gobernador, ha crecido el convencimiento en amplios sectores del pueblo, incluyendo la juventud y la clase obrera, que la situación política tiene que cambiar. Para ilustrar este hecho vale mencionar que en el año 2008, el PNP ganó las eleciones con casi el 53% de la votación. Ya para las pasadas elecciones del 2020, dicho porcentaje bajó a sólo 33%. Por su parte, el PPD obtuvo el 41% de los votos en 2008 y en las elecciones del 2020 obtuvo escasamente el 32%.
A la vez que los partidos tradicionales del capitalismo-colonial evidenciaban su desgaste, surgieron o se desarrollaron otras alternativas electorales. Para las elecciones del 2008 el Partido Puertorriqueños por Puerto Rico obtuvo el 2.8% de los votos mientras que el Partido Independentista Puertorriqueño obtuvo el 2%. Para las elecciones del 2020, el PIP aumentaría al 13.7% mientras que el recién fundado MVC alcanzaría el 14.2%. Entre ambos partidos sumarían el 28% de los votos emitidos.
Sin lugar a dudas el bipartidismo PNP-PPD acude desacreditado por la corrupción y desgastado políticamente a las elecciones. Por su parte, el PIP y el MVC han logrado coordinar sus esfuerzos en una Alianza de País que según las encuestas, mínimamente le ganaría al PPD, colocando a dicho partido histórico en una lastimosa tercera posición.
La coyuntura actual
En estas elecciones la clase obrera tiene, por primera vez en más de 50 años, la posibilidad de no conformarse con votar por la alternativa “menos mala”. La “Alianza de País” ofrece un programa de amplias reivindicaciones sociales y económicas a la vez que promueve una alternativa para la descolonización de nuestra isla.
El bipartidismo ha reaccionado de manera histérica ante el surgimiento de la Alianza. El PPD no pierde la oportunidad de denunciar públicamente la “Victoria Independentista” y se apresura a presentarse como la alternativa de “centro” entre la derecha del PNP y la izquierda de la Alianza. Por su parte, el PNP ha desarrollado una virulenta campaña anticomunista contra la Alianza, denunciando sus alegados vínculos con los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
A diferencia de lo que alega el PNP, la Alianza no es anticapitalista y no promueve la lucha por el socialismo o el comunismo. Podemos señalar – sin lugar a dudas – que el programa político que la Alianza promueve no habrá de erradicar el capitalismo o eliminar la explotación de la clase obrera. Sin embargo presenta una opción real de cambio que acabar con la alternancia bipartidista mientras que defiende una serie de reivindicaciones democráticas que – de implantarse – provocarían un choque contra los estrechos límites del capitalismo colonial.
A esto se suma la creación de la Coalición Sindical, compuesta por más de 25 sindicatos del país, la cual ha presentado un programa político titulado “Propuestas para el País que merecemos”. La elaboración de dicho programa y su campaña “No te vistas que no vas” sin duda constituye un punto de inflexión en el desarrollo de la lucha de clases en Puerto Rico. Un sector importante de la clase obrera organizada en sindicatos ha elaborado, y promueve públicamente, un programa de reivindicaciones para promover un cambio político y derrotar el bipartidismo. Como si esto no fuera suficiente, tanto líderes como trabajadores de base de la Coalición Sindical han manifestado – tanto en público como en privado – su apoyo entusiasta a la Alianza de País.
El hecho de que sectores de la clase obrera, organizados en sindicatos, hayan elaborado un programa de reivindicaciones políticas ante la coyuntura electoral representa un salto en la conciencia obrera en nuestro país. Por demasiado tiempo lo que conocemos como “lucha obrera” generalmente se ha limitado al estrecho camino de la lucha económica sindical. Por tal razón, adelantar reivindicaciones políticas – de manera colectiva y coordinada – es un importante paso en la dirección correcta.
El camino a seguir
Para los comunistas la lucha de clases entre la clase obrera explotada y los capitalistas explotadores se manifiesta, no sólo en la lucha económica, sino también en la lucha política e ideológica. Para conquistar las reivindicaciones obreras y que éstas no sean saboteadas resulta imprescindible que – como clase obrera – contemos con nuestro propio partido político. Como correctamente plantearon nuestros antecesores obreros en 1899, no basta con tener sindicatos para luchar por mejores salarios y condiciones de empleo, también es necesario que los trabajadores tengamos nuestro propio partido para conquistar el poder político. La clase obrera en el poder será la única garantía de que podamos conquistar – y defender – las reivindicaciones de nuestra clase.
Los comunistas en Puerto Rico saludamos y apoyamos la iniciativa política de la Coalición Sindical, aunque reconozcamos las limitaciones del programa político que han presentado. Así mismo brindamos nuestro apoyo crítico a la Alianza de País, pues conlleva el rompimiento con el bipartidismo que ha maniatado la clase obrera y estrangulado nuestro país. Al definir nuestro apoyo a la Alianza como uno de carácter crítico reconocemos que el rompimiento que nos ofrece es importante y necesario pero no es suficiente. Tenemos que ir más allá.
Para acabar con la explotación de la clase obrera en Puerto Rico – y a nivel internacional – no basta con un “buen gobierno” o “combatir la corrupción”: tenemos que acabar con el capitalismo que es la fuente de toda explotación y opresión social. Y para triunfar en dicha lucha anticapitalista, como clase obrera necesitamos tener nuestra propia organización, necesitamos nuestro propio instrumento político. Por tal razón debemos sentar las bases para construir nuestro propio partido revolucionario de trabajadores. Ese es nuestro objetivo ahora y será nuestro objetivo luego de las elecciones. Sólo así estaremos en condiciones de construir un mundo mejor, libre de explotación y de todas las opresiones pues un mundo mejor es posible pero sólo si es socialista. Te invitamos a que te unas a este esfuerzo.
El martes 30 de abril por la noche, la policía se cruzó de brazos y permitió a una turba de extremistas sionistas asaltar violentamente el campamento de solidaridad con Palestina de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Los medios de comunicación y los políticos de todo signo han tachado de violentas, racistas y antisemitas las protestas pacíficas a favor de Palestina que se están produciendo en Estados Unidos. Pero ha habido una conspiración de silencio en torno al verdadero racismo manifiesto y la violencia extrema de los sionistas que han atacado los campus estos últimos días.
Armados con porras de metal, spray de pimienta y haciendo llover potentes fuegos artificiales sobre los campamentos, los sionistas atacaron las barricadas, tratando de desmantelar físicamente el lugar de la protesta. Los estudiantes de la UCLA, por su parte, se defendieron valientemente, contraatacando e impidiendo la destrucción del campamento.
La policía, por su parte, fue cómplice de la violencia. Se quedaron de brazos cruzados, permitiendo que se produjera el ataque, limitándose a grabar los acontecimientos o a sonreír ante lo que estaba ocurriendo. Los acontecimientos posteriores parecen indicar cierta coordinación entre la policía y las turbas sionistas de extrema derecha, que han sido utilizadas para ablandar a los estudiantes y crear escenas de caos como pretexto para disolver los campamentos pro palestinos.
Apenas unas horas después de la violencia provocada por los sionistas en la UCLA, la policía irrumpió en el campamento. En un movimiento coordinado, la policía de otras partes del país disolvió campamentos en Yale, Columbia y otros lugares. En la Universidad de Columbia, en Nueva York, la policía disolvió el campamento pacífico utilizando balas de goma, granadas de concusión y otro armamento «menos letal», y detuvo a 300 estudiantes. Según algunos informes, más de 2.000 estudiantes han sido detenidos en todo el país.
En una rueda de prensa celebrada la mañana siguiente a la represión, el alcalde de Nueva York, Eric Adams, del Partido Demócrata, se dirigió a los medios de comunicación para difamar una vez más a los manifestantes propalestinos como responsables de la «violencia» y el «caos».
A continuación justificó la violenta represión como parte de la lucha contra la radicalización de la juventud en todo el mundo, dando a entender que oscuros «profesionales» se han infiltrado en los campus:
«Voy a proteger a la ciudad de quienes intentan hacer lo que está ocurriendo en todo el mundo. Hay un movimiento para radicalizar a los jóvenes. No voy a esperar a que se haga para reconocer su existencia. Se trata de un problema global, de jóvenes influenciados por aquellos que son profesionales en radicalizar a nuestros hijos. No voy a permitir que eso ocurra como alcalde de la ciudad de Nueva York… Agitadores externos están entrenando y cooptando este movimiento».
Estamos de acuerdo con el alcalde: se trata de un «problema» mundial, para la clase dominante. Los jóvenes de todo el mundo se están radicalizando, contra la barbarie imperialista, contra la violencia del Estado y los matones de extrema derecha que trabajan mano a mano con el Estado, y contra aquellos en el poder y en los medios de comunicación que distorsionan la verdad para justificar horrores injustificables.
Pero no hay necesidad de señalar a «agitadores externos» para entender esta radicalización. La matanza que Adams y sus amigos están apoyando en Gaza, la violencia de todo el sistema, está radicalizando a la juventud. Los torpes intentos de la clase dominante de detener este proceso aplastándolo no harán sino extender aún más las chispas de la ira, donde se encontrarán con condiciones de polvorín.
Las protestas siguen saltando de campus en campus a medida que más se unen al movimiento en Estados Unidos y más allá.
Y ahora el sindicato UAW Local 4811, que organiza al personal de la UCLA y representa a 48.000 trabajadores, en un comunicado de su ejecutiva ha declarado que va a realizar un referéndum de huelga en respuesta a la represión.
¡Este es el camino a seguir! Los estudiantes cuentan con la cálida simpatía de millones de trabajadores que contemplan horrorizados la represión de las administraciones universitarias, el gobierno, la policía y los matones de derechas. Debemos intensificar la acción en los campus, en EEUU y en todo el mundo, en solidaridad con Palestina, en solidaridad con quienes se enfrentan a la represión por tomar partido del lado de los oprimidos.
Los trabajadores deben entrar en esta lucha, deben conectar con los estudiantes, los estudiantes deben conectar con ellos, para hacer huelga y protestar en defensa de los derechos democráticos básicos que ahora están siendo pisoteados, y para extender la acción de la clase obrera necesaria para detener la maquinaria de guerra israelí. Los trabajadores tienen el poder de parar los engranajes de la maquinaria imperialista: desde las fábricas de armas, pasando por los estibadores que transportan las mercancías destinadas a Israel, hasta los campus universitarios. La dirección del movimiento obrero debe desatar este poder.