Habiendo ya realizado dos vueltas del examen de ingreso a la licenciatura, y estando cerca de concluirse los trámites de pase reglamentado, la UNAM está próxima a comenzar un nuevo semestre en medio de numerosas incertidumbres.
El semestre que terminó a principios de este año fue uno de mucha agitación política, por ejemplo, pudimos observar el auge de los movimientos de mujeres que sacudieron a todas las escuelas y facultades. Fueron muchas las entidades académicas que pararon completamente sus actividades, y varios los colectivos feministas que no desistieron en sus paros hasta bien entrada la pandemia.
Por otro lado, las aparentemente contradictorias acciones de las autoridades universitarias dan a entender que de un modo u otro, les urge retomar actividades, a saber: la ENP, CCH y varias facultades de Ciudad Universitaria se alistan a dar clases a distancia (y que los estudiantes le hagan cómo puedan); mientras que rectoría llama a hacer exámenes presenciales durante toda la segunda mitad de agosto.
Un regreso a actividades académicas presencial —y sin movilización política, claro está— es probablemente lo que más quiere Rectoría, pues las constantes y continuas fallas y caídas del sistema de registros, inscripciones y reinscripciones a distancia de la Universidad, son prueba de la muy limitada capacidad —o ya de plano de la incapacidad— de sostener por un tiempo prolongado actividades académicas y el seguimiento de cientos de miles de estudiantes.
Estamos, entonces, frente a dos posibles escenarios: o se aventuran a dar clases en línea hasta semáforo verde o se atreven a llamar a los estudiantes a las aulas. En el primer caso, sería menester recordar la situación en la que estábamos en marzo y abril, momento en el que se realizaron encuestas que arrojaron que una parte importante de la población estudiantil no podía adaptarse fácilmente a la situación de las clases en línea por motivos socioeconómicos, familiares, personales e incluso hasta geográficos. Por todo lo anterior, en este escenario podríamos estar previendo una gran oleada de bajas. En el segundo caso, la previsión más segura es la de un repunte en la cantidad de contagios, es decir, regresar presencialmente a estas alturas aun significa riesgos importantes a la salud de los estudiantes.
Un caso particularmente ilustrativo en este respecto es el de la Facultad de Química. Al igual que toda la educación pública en el país, la FQ terminó el semestre a distancia. En Química, y en otras facultades de la universidad, no cabe la posibilidad de un sistema completamente en línea; las carreras de la Facultad de Química son 60% experimentales, por lo que hay incertidumbre en la modalidad. Por un lado cabe la posibilidad de hacer un semestre híbrido teórico-experimental de principio a fin (lo más conveniente), otra posibilidad consiste en un escenario similar pero con un regreso presencial algunos meses después. Ese escenario no es viable, pues son 20 grupos de 65 personas de nuevo ingreso. Si eso ocurriera, se llegaría a un punto de inflexión en la adecuación de cada estudiante.
Sin importar el escenario, lo que podemos esperar para este semestre es el reinicio —cuyo ritmo dependerá del desarrollo de los acontecimientos— de la intensa actividad política que quedó interrumpida el último semestre y que por factores como el aislamiento y también algunos errores tácticos de las direcciones, se redujo hasta la inmovilización.
Tomemos ahora el ejemplo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Es una de las facultades que está saliendo relativamente bien paradas al respecto del uso de las clases en línea, al ser reconocida recientemente como la primer facultad que tituló a una de sus estudiantes a distancia. Sin embargo, también fue esa misma una de las facultades donde más agitación hubo, fue tomada y enviada a paro poco después de Filosofía y Letras (en enero para ser exactos), y no detuvo su paro hasta mayo, ya entrada la contingencia sanitaria. Las autoridades de la facultad se negaron a «criminalizar» a las paristas, pero eso no cambia el hecho de que esas mismas autoridades estuviesen desde tiempo atrás gravemente desacreditadas y que contra ellos se dirigía gran parte del malestar estudiantil. Y a pesar de que ya fue elegida una nueva directora, todo sigue igual en el sentido de que fue elegida anti democráticamente y no se ha avanzado en el campo de las denuncias.
Los planteles del bachillerato, ENP y CCH, comparten los mismos problemas que las entidades superiores: múltiples casos de acoso, autoridades negligentes y prepotentes, abuso de autoridad, corrupción, entre otros. En los 14 planteles de educación media superior existía un ambiente prometedor de agitación política que pudo hacerse desarrollado bastante. Hubo, sin embargo, múltiples prácticas ultraizquierdistas que, de maneras diferentes dependiendo del plantel, devinieron en la desmovilización del estudiantado, al igual que en las facultades. Y al igual que en estas, los problemas fundamentales continúan existiendo después de la desmovilización.
Aunados a problemas ya existentes como el nulo progreso a la atención de denuncias de acoso en todas las facultades y escuelas, o la permanencia de autoridades ya señaladas por negligencia y prepotencia, ahora tenemos la incertidumbre generada por la pandemia, que trajo consigo una agudización de los problemas sociales y un deterioro educativo aún mayor; y la muy probable baja obligada de muchos estudiantes que no lograrán sortear las dificultades por el modelo a distancia que el aislamiento conlleva. Esa puede ser la circunstancia que vuelva a detonar el disgusto estudiantil hasta el punto de retomar la movilización.
Con todos esos factores combinados, reiteramos que es posible que el ambiente de agitación y movilización política que ya se vivía desde el semestre anterior reaparezca, paulatina pero prontamente en toda la Universidad, y en dimensiones más grandes. El tiempo que tome esa reaparición dependerá del desarrollo de los acontecimientos, pero en esta ocasión es totalmente factible esperar un involucramiento activo en la lucha no sólo de los colectivos feministas, sino también de sectores mucho más amplios del estudiantado, de los trabajadores y hasta de los maestros.
Debemos rescatar las lecciones de las movilizaciones del semestre pasado para no repetir los errores cometidos. Con tal de que los nuevos movimientos logren agrandarse y coordinarse efectivamente entre sí hasta convertirse en un solo movimiento estudiantil, es necesario que exista una dirección democrática, con perspectivas correctas y no darle espacio ni lugar a prácticas sectarias, ultraizquierdistas y antidemocráticas.
El semestre comenzó el 28 de septiembre, el aislamiento consiguió darle a las autoridades una breve válvula temporal de escape, mientras que a nosotros nos dio tiempo para elaborar las perspectivas correctas y comenzar desde tabula rasa. Así, cuando la agitación este de nuevo en auge y las movilizaciones estén de nuevo en el panorama, nosotros deberemos estar listos para organizarlas.