«Todo este coro de calumnias, que el Partido del Orden, en sus orgías de sangre, no deja nunca de alzar contra sus víctimas, sólo demuestra que el burgués de nuestros días se considera el legítimo heredero del antiguo señor feudal, para quien todas las armas eran buenas contra los plebeyos, mientras que en manos de éstos toda arma constituía por sí sola un crimen.»
Karl Marx. La Guerra Civil en Francia.
Hace poco más de un mes que se ha desatado una nueva escalada de violencia por parte de Israel hacia Palestina que, hasta ahora, ha causado la muerte de más de 10,000 palestinos. El principal motivo fue una incursión de Hamás en territorio israelí. Sin embargo, hay que mencionar que Israel durante décadas ha realizado acciones hostiles contra los palestinos, como la ocupación y despojo de sus territorios, pero también de represión abierta contra los ciudadanos, principalmente jóvenes, que han sido detenidos y se encuentran en cárceles israelís sin respetar el más mínimo de sus derechos.
Algunos analistas mencionan que dicha incursión, si bien fue real, no “tomó” por sorpresa a nadie, sino que la inteligencia israelita, digamos, lo permitió. El ¿por qué? Lo podemos deducir por la crisis que atraviesa el estado de Israel. En primer lugar, por la ola de protestas masivas contra las reformas judiciales del primer ministro de derecha Benjamín Netanyahu, que ha causado profundas divisiones en el seno de la propia clase dirigente sionista. En segundo, Netanyahu ha ido cediendo poder a la extrema derecha supremacista judía con el fin de mantenerse al frente del gobierno, en busca de anexionarse Cisjordania, Jerusalén Oriental, los Altos del Golán y Gaza, para expulsar a toda la población palestina.
Así que, al igual que Putin con la guerra con Ucrania, lo que buscaba Netanyahu era cambiar la opinión pública a su favor y qué mejor que lanzar una “enérgica ofensiva” contra el pueblo palestino.
Por su parte, las potencias imperialistas y aliados de Israel se han unido en un coro de hipócritas al denunciar “los ataques del grupo terrorista” justificando a como dé lugar la ofensiva contra un pueblo que desde hace años vive en estado de guerra, una guerra muy desigual e injusta.
Pero les da amnesia cuando, por ejemplo, antes de los últimos acontecimientos más de 200 palestinos habían sido asesinados sólo este 2023. También olvidan, convenientemente, que cuando los palestinos lanzaron un movimiento pacífico de resistencia en 2018, conocido como la Gran Marcha del Retorno, el Estado israelí respondió abriendo fuego con munición real, matando a cientos de manifestantes desarmados. Los que ahora derraman lágrimas de cocodrilo cerraron los ojos cuando en 2008-09, Israel mató a 1.391 palestinos, entre ellos 318 menores, destruyó más de 3.500 viviendas, dejando a decenas de miles sin cobijo, y causó estragos en otras estructuras e instalaciones de infraestructuras clave en Gaza.
La ONU, nuevamente a demostrado su papel únicamente de ornato, ya que no ha emprendido ninguna acción, ni antes ni ahora, sobre la desproporcionada embestida contra los palestinos, es más, fue la ONU quién aprobó la Resolución 181 que significaba la partición de Palestina y el surgimiento del Estado de Israel en 1948.
Ante estos acontecimientos que han cimbrado al mundo por el uso desmedido de la fuerza y también por la presión que ejerce Israel para que los estados con quien tiene relaciones políticas, económicas o diplomáticas se posicionen de su lado ha desatado un debate en los que más viles y serviles gobernantes han cedido, aunque no todos han caído bajo la presión, tampoco han tomado una posición clara al respecto.
Tal es el caso de AMLO. Su política ha sido la de la no intervención en los asuntos internos de cualquier país, aunque dio asilo político a Evo Morales tras el golpe de estado, asimismo ha dado refugio a la familia de Pedro Castillo después del golpe y su detención en Perú. Pero la tónica de su política exterior ha sido una extensión de la política al interior del país, pero que él mismo ha reconocido que no ha arrojado los resultados esperados, es decir, abrazos no balazos.
La postura pacifica de AMLO no ha caído bien a la embajadora de Israel en México, ya que ha dicho que no está conforme con ella, dado que pidió “una postura más enérgica y decidida” del Gobierno de México que “condene de manera contundente los actos barbáricos perpetrados por la organización terrorista Hamás”. A lo que el presidente respondió que: “La embajadora (…) tiene todo su derecho a manifestarlo (su rechazo), porque somos libres, nosotros respetamos al Gobierno de Israel y muchísimo más al pueblo de Israel, pero nosotros no queremos la guerra”.
Derivado de lo anterior, la presión se hizo más fuerte, pues la embajadora consideró como “fuera de lugar” las declaraciones de López Obrador, enfatizando en que se podía interpretar como si la postura del gobierno de México fuera de apoyo al terrorismo. Hay que mencionar que los Estados Unidos, aliado de Israel, tiene catalogados a los carteles de la droga en nuestro país como grupos terroristas e incluso senadores republicanos se han proclamado a favor de una intervención militar en territorio mexicano para hacerles frente.
Si bien la postura y las declaraciones de AMLO son consecuentes con su política reformista de neutralidad, no se puede hablar de paz en lo abstracto en un conflicto como el que se desarrolla actualmente en Medio Oriente. Los llamados a la paz y reconocer el dolor que la guerra causa a ambas naciones por la vía de los hechos favorece a Israel. Más aún en el contexto de que México, víctima de las presiones norteamericanas, nunca ha reconocido a Palestina como Estado, tal y como sí lo ha hecho la mayoría de los países de América Latina. El reconocimiento de Palestina podría ser en estos momentos un elemento que diferencie la postura del gobierno de AMLO respecto de administraciones anteriores.
AMLO ni siquiera ha pronunciado porque se hagan realidad las resoluciones de la ONU que le exigen a Israel regresar los territorios arrebatados a los palestinos, se ponga fin a la guerra y hacer un llamado internacional de apoyo a Palestina, además de obligar a Israel a que de una indemnización por todos los daños causados a la población durante todo este tiempo. Obviamente todo lo anterior no implicaría una solución al conflicto pero sí marcaría una necesaria actitud de solidaridad con un pueblo que está siendo masacrado. El conflicto sólo tiene una salida real a través de vías revolucionarias que lleven a que los trabajadores árabes e israelíes tomen el poder en sus manos y establecer una federación socialista que permita la convivencia armoniosa entre ellos.