Este 21 de marzo se inauguró el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Dicha edificación ya de por sí da mucho de qué hablar, puesto que la obra se inició después de la cancelación del aeropuerto en Texcoco, cuya construcción fue iniciada bajo el sexenio de Peña Nieto y, después del aplastante triunfo de AMLO en 2018, ya no se continuó, sino que se iniciaron las obras en Santa Lucía.
Y, aunque lo que menciono es importante, la historia detrás del General Felipe Ángeles lo es todavía más, por lo mismo es que se dedica este espacio para exponer su papel dentro de la Revolución Mexicana, uno muy relevante, por cierto.
Inicios y su regreso a México
Felipe Ángeles Ramírez, nació en Zacualtipán, en el Estado de Hidalgo, el 13 de junio de 1868, hijo de Juana Ramírez y de Felipe Ángeles Melo, quien ostentó el grado de coronel y participó en la Guerra México-Estados Unidos, así como en la Intervención Francesa.
Ángeles Ramírez, estudió la educación primaria en Huejutla, para después ingresar al Instituto Literario de Pachuca y al cumplir cerca de 14 años ingresó al Colegio Militar del Castillo de Chapultepec, en donde demostró vocación para el estudio, egresando como uno de los más ágiles y sobresalientes artilleros.
Desde su paso por el Colegio Militar, primero como estudiante y posteriormente como maestro, Felipe pensaba que la educación que ahí se impartía no era del todo buena, él enfatizaba en la necesidad de una educación humanista centrada en el libre albedrío, en oposición a la educación militar caracterizada por la disciplina exacerbada.
A principios de 1910 ya tenía el grado de coronel de artillería y se le consideraba uno de los oficiales más preparados. Sin embargo, el comienzo de la revolución lo sorprendió en Europa, cursando una especialización en su área de trabajo: la artillería. Y aunque pidió regresar a combatir, el permiso le fue negado, por lo que Ángeles regresará a México hasta el 19 enero de 1912 cuando Francisco I. Madero ya era el presidente constitucional del país.
A su llegada entabló una buena relación con Madero, por lo que pronto fue ascendido a general brigadier y también fue nombrado director del Colegio Militar en junio del mismo año. Posteriormente se le encomendó la campaña contra los zapatistas que, tras la promulgación del Plan de Ayala por parte de Emiliano Zapata, y ante la negativa de repartir la tierra, se habían levantado contra Madero.
Para tal efecto, Madero sustituyó en julio de 1912 al general J. I. Robles por el general Felipe Ángeles. En la campaña Ángeles actúo de una forma distinta a lo que se estaba acostumbrado. En la biografía que Federico Cervantes realizó sobre Felipe Ángeles, se menciona que:
“Sus (…) procedimientos consistían en no rehuir la lucha armada, pero sí evitar la persecución despiadada y los procedimientos de sanguinaria violencia, no destruyendo pueblos, ni quemando sementeras ni colgando inocentes, o culpables, ni cañoneando templos y caseríos, sino, por el contrario, impidiendo que militares crueles intentaran ahogar en sangre y ruinas a un pueblo cuya rebelión se explicaba Ángeles por la indignación y la legítima defensa de sus habitantes”.
Más adelante Cervantes muestra cómo se hacían las cosas antes de que Ángeles llegará a Morelos:
“El general Robles había desarrollado una campaña de exterminio. Blanquet, Jiménez Riveroll e Izquierdo, jefes del 29 Batallón, mataban, incendiaban y propagaban por la prensa grandes acciones militares. ¡Jiménez Castro se jactaba de haber colgado de cada árbol del estado de Morelos, a un zapatista! En aquella época la regla era que los reporteros solamente dieran noticias de prensa que halagaran a los jefes de operaciones, quienes ejercían estricta censura. Huerta así lo hacía en la campaña del norte, de donde corrió al periodista Herald Brandon, porque no decía bastantes mentiras que lo adularan. Cuando Brandon se acercó en Morelos al general Ángeles, quedó sorprendido de que lo exhortara a solamente decir la verdad; cautivado por la sencillez de este jefe de operaciones, publicó declaraciones que causaron gran alboroto en los círculos militares, porque contenían verdades amargas para quienes se hacían bombo con la campaña militar. Según Ángeles, el problema de Morelos era más problema de justicia que de armas; los militares habían hecho más males, destrucción e injusticias que pacificación y triunfos”.
Aún en medio de los enfrentamientos, hubo espacio para el reconocimiento de los rivales. Años después Zapata y Genovevo de la O le dijeron que, durante su campaña en Morelos, los estaba desarmando porque había sido bueno con el pueblo.
La Decena trágica
La relación con Madero fue buena, tanto que antes de su encarcelamiento y posterior asesinato. Ya con información de una conspiración, Madero viaja a Morelos para explicar lo que pasaba a Ángeles, quién deja Cuernavaca para escoltarlo de regreso a la Ciudad de México. A su llegada se le pidió que se encargara de reorganizar la línea de batalla para preparar el asalto a la Ciudadela y que se destituyera a Huerta, colocándose a Ángeles como jefe. Sin embargo, a Felipe aún no se le reconocía como general, además de tener poca antigüedad, lo que disgustaría a muchos militares con mayor tiempo en el ejército y, como corolario, éstos se encargaron de convencer a Madero de la lealtad de Huerta, por lo que desistió de removerlo, dejándolo a cargo como jefe de la plaza. Mientras que a Felipe Ángeles lo mandó a ocupar la jefatura de un sector, emplazando sus cañones en varios puntos.
Sin embargo, nada se pudo evitar, las acciones de Madero lo sentenciaron. La traición de Victoriano Huerta se consumó y apresó a Madero, Pino Suárez y a Ángeles, éste último fue detenido porque sabían bien que no traicionaría a Madero. Felipe solo salvó su vida porque Huerta también sabía que era reconocido y admirado y no quiso hacerse responsable de su muerte, por las consecuencias que eso traería dentro del Colegio Militar de Chapultepec, así como en las filas del ejército.
Después del asesinato de Madero, los oligarcas y contrarrevolucionarios se hacen momentáneamente del poder. Huerta, en contra de los acuerdos a los que había llegado con Félix Díaz —sobrino de Porfirio Díaz—, instaura una dictadura militar sustentada en la oligarquía porfirista, el gobierno de Estados Unidos y varios generales oportunistas.
La misión encargada a Huerta consistía en “restablecer” el orden de cosas existentes antes del levantamiento de 1910 y fue llevada a cabo por medio de la represión feroz, aunque los resultados fueron opuestos a los que esperaban. Ya que, por un lado, Zapata no tenía ninguna confianza en Huerta y, por otro, los movimientos campesinos que se plegaron a Madero, al considerar a éste un presidente legítimo, se lanzaron a la lucha. Al mismo tiempo, la naciente burguesía nacional, que en un inicio solo miró, por fin decidió participar siguiendo la lógica de Madero: una democracia sin reformas sociales.
El exilio y su paso por el constitucionalismo
Con Huerta en el poder, Felipe Ángeles pasó varias ocasiones en prisión, entrando y saliendo más a capricho de sus enemigos en el ejército que por órdenes de Huerta. Así anduvo hasta que lo enviaron al exilio, so pena de ser asesinado, pues si bien era querido por los que fueron sus estudiantes en el Colegio Militar —lo obligaron a renunciar a la dirección— y por bastantes militares más, a los generales porfiristas les era molesto. Finalmente, el 29 de julio de 1913 salió de la Penitenciaría para “ser comisionado” a Francia con objeto de hacer estudios sobre materiales de artillería.
Su estadía en Europa fue corta, pues sigilosamente regresó a Nogales, Sonora, a mediados de octubre.
La llegada de Ángeles fue bien recibida, aunque no todos se sintieron entusiasmados. Él era un militar reconocido, leal hasta el final a Madero y además con una elevada cultura. En Nogales se hizo una fiesta en su honor y Carranza anunció que Ángeles sería designado secretario de Guerra.
Pero Felipe no tardó mucho en darse cuenta de quién eran realmente Carranza y Obregón. Cuando se acercó a Carranza, lo hizo por sentir que éste vengaría a Madero, así lo testimonia Cervantes:
“Al acercarse Ángeles al señor Carranza, creyó, de buena fe, que se acercaba al vengador de Madero, al restaurador de la Constitución violada; era el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y pensó que en ese gobernador que había tenido el gesto valiente de lanzarle el guante a Huerta, encontraría al demócrata defensor de los ideales populares”.
Sin embargo, si bien Carranza fue amigo de la familia Madero, era un porfirista adaptado a los nuevos tiempos, es más, se autoproclamo “primer jefe del ejército”. El mismo Plan de Guadalupe demuestra su verdadero carácter, es decir, su proceder iba más en sintonía con los intereses de la burguesía. En términos concretos, el Plan no contenía ninguna propuesta de transformación social, simplemente se remitía a desconocer a los golpistas y al mismo tiempo hacía un llamado a luchar contra ellos.
Y fue justamente la designación como secretario de Guerra, misma que no se materializó, porque Obregón se confabuló con otros generales revolucionarios, que protestaron por el nombramiento, porque se nombraba ministro de Guerra a un ex federal. Pero más que eso, la queja vino porque Obregón estaba en plena ascensión militar y su ambición no podía tolerar que se distinguiera con un puesto prominente a un general ex federal, por más que éste fuera un maderista y revolucionario. Lo grave era que Ángeles representaba al militar culto y competente; esto provocaba los celos de los futuros caudillos y representaba para Obregón un latente obstáculo para su engrandecimiento personal. Carranza al aceptar la protesta, terminó designando a Ángeles como subsecretario encargado del despacho, nombramiento que tomó con desaliento.
Como ya he mencionado, al inicio Ángeles ignoraba que Carranza no solo era contrario a los principios maderistas, sino que sentía antipatía y hasta desprecio por ellos y que no tenía intención de continuar el legado de Madero. El viejo porfirista consideraba necesario gobernar con mano de hierro, imponiendo la Revolución “por la razón o por la fuerza”.
Asimismo, el desprecio que sentía por los maderistas, como Ángeles, era obvio, pues quienes habían desempeñado algún puesto cercano o de importancia política bajo Madero, no recibían buenos tratos, por lo que poco a poco se iban distanciando de Carranza y buscaban “otro” lugar a donde dirigirse. Muchos de los que eran despreciados o que se alejaban iban encontrando cabida con el general Francisco Villa.
Después de acompañarlo en algunos viajes, Felipe se dio cuenta de quién era realmente Carranza, el testimonio lo encontramos nuevamente en el trabajo de Cervantes:
“Ángeles se encontró, pues, con un jefe que era la antítesis de Madero; y bien pronto se convenció de que el señor Carranza no solamente criticaba acerbamente la política maderista, sino que sentía antipatía por los maderistas y se negaba a celebrar el triunfo de la Revolución de 1910 y especialmente los aniversarios luctuosos de Madero, porque el maderismo, como recuerdo, como doctrina y como ideal, le eran repugnantes. El señor Carranza cifraba su política en el respeto a su persona, en la adhesión a su persona y en el prestigio de su persona; tenía alma de dictador”.
Más adelante expone como es que Ángeles se sentía:
“En su supuesta función de subsecretario de la Guerra, Ángeles se dio cuenta de que el Primer Jefe no atendía a iniciativas, que a menudo contradecía, ni daba lugar al desarrollo de otras actividades que su capricho; quería amanuenses y servidores y no colaboradores que pudieran poner en entredicho su suficiencia. Ansiaba Ángeles marchar a la campaña para entrar en acción, aplicar en servicio de la Revolución su saber y sus aptitudes, pero Carranza lo tenía atado de un pie como a los gallos, en una oficina en la que resultaban nugatorias sus iniciativas”.
Poco a poco Felipe se daba cuenta de quiénes eran Carranza y Obregón, primero por su forma de actuar y posteriormente por los errores que, a la luz de Ángeles, iban cometiendo, sobre todo Carranza. En realidad, había una diferencia de clase, donde Carranza buscaba contener cualquier demanda o medida de clase a favor de las masas explotadas tratando de limitar, con los métodos caciquiles más antidemocráticos, la lucha a reivindicaciones legales y el respeto a la constitución de 1857. Un ejemplo, que retomó nuevamente del trabajo de Cervantes, nos deja claro como era Carranza:
“El general Lucio Blanco, después de la ocupación de Matamoros, había ordenado el reparto de la hacienda Los Borregos entre los labriegos pobres; Carranza reprobó esa medida revolucionaria y llamó a Blanco para tenerlo humillado a su lado, hasta que lo puso a las órdenes de Obregón”.
Con Villa y la División del Norte
Los elementos que rodeaban a Carranza — Obregón, Serrano, Calles, De la Huerta, etc.— eran de su misma calaña, es decir, solo veían por sus intereses y, aun así, había elementos valiosos dentro de sus filas, tales como Lucio Blanco y Francisco J. Mújica, ya que ambos respondían a las necesidades de las masas, pero aún más importante siempre estaban dispuestos a enfrentarse a Obregón y al mismo Carranza. Otro elemento muy distinto a los “sonorenses” dentro de las fuerzas constitucionalistas era Francisco Villa.
Cuando Carranza se trasladaba por tierra hacia Chihuahua, Villa le informó de la toma de la capital de ese estado y de Ojinaga, habiendo limpiado de enemigos ese estado de la República. Ángeles le envió a Villa un telegrama felicitándolo por sus triunfos. Villa contestó afectuosamente a ese mensaje y dirigiéndose después a Carranza, le pidió que el general Ángeles se incorporase a la División del Norte. Ángeles aceptó la idea con agrado, con lo cual Carranza lo autorizó a dirigirse a Chihuahua, de Agua Prieta, por tren.
Cuando anunció a Villa su arribo a Ciudad Juárez y la noticia se propagó entre los varios elementos de la División del Norte, le fue preparada una calurosa recepción. Villa tuvo la cordialidad de enviar un telegrama a Ángeles para pedirle que tomará el mando de la artillería de la División del Norte.
Villa, a diferencia de Carranza, no sentía odio hacia los maderistas, muy al contrario, se sentía halagado porque Ángeles, de familia y carrera militar, accedía a ponerse a sus órdenes. Por lo mismo, entablaron una buena amistad. Inmediatamente se inició con la organización de la artillería de la División del Norte, formando dos regimientos, de tres baterías cada uno, con los coroneles Martiniano Servín y Manuel García Santibáñez, artillería que tuvo importantísima influencia en los hechos de armas que culminaron con la batalla de Zacatecas, victoria que fue seguida por la toma de Torreón, el 3 de abril de 1914 en la que tanto Villa, la División del Norte y la artillería de Ángeles hicieron su entrada triunfal, misma que demostró el gran poder combativo de la División del Norte.
En la División del Norte, Ángeles alcanzó enorme fama y prestigio, al mismo tiempo que se convertía en un ideólogo revolucionario, transmitiendo los principios democráticos del maderismo al movimiento villista. Acompañó al Centauro del Norte —Francisco Villa— en el triunfo y la derrota, como jefe de artillería, como lugarteniente del general en jefe y al mando de una columna autónoma que operó en el noreste y obtuvo resonantes victorias.
Carranza tuvo serios desacuerdos con el ejército villista. El conflicto se expresó notoriamente cuando el primero impidió que la División del Norte fuera completa a la campaña de Zacatecas, ante lo cual Villa renunció a ser el jefe de la División. Carranza llamó a los generales de la división para decirles que tenían que elegir un jefe provisional, pero los generales, Felipe Ángeles incluido, se posicionaron decididamente en favor del Centauro del Norte. De tal modo que siguieron reconociendo a Villa como el jefe de la División del Norte, marchando hacia Zacatecas.
Para Venustiano Carranza no fue una sorpresa que Felipe influenciara en lo que consideró una insubordinación de la División del Norte. Muy probablemente, uno de los factores que propiciaban la animadversión que Carranza sentía hacia Felipe Ángeles era que éste destacaba del resto de los caudillos por sus capacidades y experiencia, que lo acreditaban para dirigir el país, tal como lo dejó registrado Javier Garciadiego, en su trabajo Una guerra no secreta: similitudes y diferencias de Felipe Ángeles y Venustiano Carranza:
“En realidad, de todos los principales líderes revolucionarios, seguramente Carranza veía en Ángeles a su mayor competidor: de entre los suyos, Pablo González era un subalterno leal y Obregón todavía carecía de experiencia necesaria para ser un líder político; entre los contrarios, Villa y Zapata eran caudillos militares y reformadores sociales de alcance regional, sin la confianza internacional ni la preparación adecuada para encabezar el país. Sólo Ángeles tenía capacidad y experiencia. Además, sería plenamente aceptado por todos los componentes del convencionalismo y era visto muy positivamente por el gobierno de Woodrow Wilson, pues contaba con los ingredientes que Washington deseaba para el próximo presidente de México: ser un revolucionario, moderado, privilegiar el orden y simpatizar con Estados Unidos.”
El 23 de junio de 1914 Villa ordenó el ataque sobre Zacatecas que, aplicando una excelente estrategia, destruyó las fortificaciones federales, generando así desconcierto y la derrota de las tropas huertistas.
Tras el triunfo de Villa y la División del Norte y, aunque se le reconoció a Carranza su papel de primer jefe, éste no lo tomó bien y los agentes de Carranza gestionaron ante las autoridades norteamericanas para que Villa no recibiera un pedido de armas y municiones que ya había contratado. Además, Carranza ordenó que se detuviera en Tampico un cargamento de pertrechos de guerra que iban para Villa y también prohibió que se le enviaran los furgones de carbón que tanto le urgían.
Ante los desacuerdos, pero con la imperiosa necesidad de acabar con los resabios de las tropas huertistas y establecer un nuevo gobierno revolucionario, se propuso que las diferencias se resolverían, primero en una reunión entre las fuerzas constitucionalistas y posteriormente en una convención nacional.
La Convención de Aguascalientes
En los acuerdos previos a la Convención —conocidos como las conferencias de Torreón—, se reconoció a Carranza como “Primer Jefe” del Ejército Constitucionalista, aunque éste no solo buscaba dicho reconocimiento, sino que quería que se le designará —en la Convención— como Presidente Interino de la República Mexicana. Otro punto que se abordó en las conferencias de Torreón, fue la negativa de reconocer a la División del Norte como un ejército independiente de las órdenes de Obregón.
La Convención, fue uno de los más grandes esfuerzos para reunir a las fuerzas revolucionarias de todo el país, no solo los constitucionalistas (Carranza y Villa), sino también se reconoció a los zapatistas, quienes fueron invitados a esta instancia bajo iniciativa de los villistas. Fue Felipe Ángeles el encargado de encabezar la comisión para invitarlos, gozando aun de gran autoridad entre ellos. Los zapatistas accedieron a intervenir si ésta aceptaba el Plan de Ayala y no se reconocía a Carranza como primer jefe. Algo a lo que Ángeles accedió y que en realidad fue el primer acuerdo para establecer una alianza común entre villistas y zapatistas.
Rubén Rivera lo deja muy claro:
“La Convención Nacional Revolucionaria (CNR) era en cierta forma la reunión más amplia de los jefes militares campesinos que se había formado hasta entonces, incluso los zapatistas hicieron su aparición interviniendo con gran efectividad”.
Por su parte, Felipe Ángeles asistió a la Convención de Aguascalientes, en octubre de 1914, con la convicción de que ese era un medio efectivo para frenar las ambiciones de Carranza y, al mismo tiempo, reafirmar el espíritu democrático del movimiento revolucionario.
Más adelante, Rivera, acentúa el énfasis que Ángeles le ponía a la Convención, y como creía, Carranza no fue reconocido, como hubiera querido:
“La CNR resolvió un programa social que tenía como objeto atender las necesidades más urgentes de los campesinos y los obreros, al mismo tiempo, se declaró soberana, es decir, desconoció a la autoridad de Carranza como presidente provisional”.
Ante ese panorama, y con ciertas jugarretas de Obregón que realizó para dar tiempo a que el ejército constitucionalista se reagrupara, además de que en ellas también se enmarcaban sus propias aspiraciones personales, Carranza declaró que no acataba los acuerdos de la Convención —que Eulalio Gutiérrez fuera designado presidente interino y se aprobara el plan de Ayala como programa mínimo de la convención— y marchó hacia Veracruz.
Este no es el espacio para abordar de forma muy minuciosa los pasos que siguieron Zapata y Villa posteriores a los acuerdos de la CNR, que incluye la toma de la Ciudad de México. Tras la escisión, el gobierno de la Convención fue soportado por villistas y zapatistas, pero con un presidente (Eulalio Gutiérrez) que no les representaba y los boicoteo. De hecho, en los debates de la convención, si se hubiera propuesto a Felipe Ángeles como candidato a presidente, hubiera podido ganar la votación y hubiera dado al futuro gobierno mayor consistencia.
Los constitucionalistas, que habían declarado la guerra a la convención, estaban en retirada, pero no eran una fuerza menor, de hecho, los bandos en disputa estaban muy equilibrados. Villa y Zapata acordaron en Xochimilco una alianza que diera una ofensiva militar contra los carrancistas, pero no pudieron actuar unificadamente de forma consistente. La alianza con la clase obrera era fundamental, pero no lograron concretarla. Por una parte, por la audacia de Álvaro Obregón, quien se adelantó a unificarse con la Casa del Obrero Mundial, antes de que entrara el gobierno de la Convención a la Ciudad de México, por otro porque no se contaba con un programa que atrajera a la clase obrera (que no estaba considerada en el Plan de Ayala). La visión localista del campesinado influyó, pero es verdad que hubo intentos serios por atraer a la clase obrera y establecer un programa para un gobierno nacional. Al adolecer de una perspectiva, ciertos generales del ala izquierda del constitucionalismo, como Lucio Blanco, retiraron su apoyo a la CNR, pasándose al lado de Carranza. El debate de un programa nacional con demandas a favor de los obreros llevó meses valiosos, una eternidad en tiempos revolucionarios. Al final, el conflicto se resolvió con la guerra y en particular con las batallas del Bajío.
De la derrota de Villa al desenlace final
Mientras la crisis se expandía en las filas convencionalistas, Carranza y sus tropas se reorganizaban política y militarmente en aras de una contraofensiva. La reorganización incluyó una fuerte campaña contra la División del Norte y sus dirigentes, Ángeles entre ellos; contra éste, Álvaro Obregón echó mano de su antecedente en el ejército porfirista y lo acusó de haber conspirado en la Decena Trágica para deponer a Madero, de colaborar con Victoriano Huerta, de beneficiarse económicamente de la causa revolucionaria, de fomentar las divisiones en el gabinete de Carranza. Obregón consideraba que Felipe había sido el principal instigador de Francisco Villa para que se insubordinara contra la jefatura carrancista.
Paralelamente los carrancistas reclutaban y compraban las gestiones de diversos políticos de Estados Unidos, en busca del ansiado reconocimiento de la Casa Blanca, que serviría para dotarlos de pertrechos de guerra.
Luego de las derrotas en el Bajío de 1915, en el que Ángeles participó en el lento repliegue villista, a pesar de no estar de acuerdo con Villa, se marcha a Estados Unidos para tratar de evitar su reconocimiento de Carranza como presidente. Sin embargo, no tuvo éxito, y el reconocimiento formal del gobierno de Carranza permitió a los ejércitos carrancistas dar el golpe final a la División del Norte, que fue disuelta en diciembre de 1915. Felipe Ángeles no pudo regresar a México antes del reconocimiento, pero cuando resurgieron las guerrillas villistas se convirtió en su vocero en el exterior. Trabajó en el exilio afanosamente por conseguirles recursos y aliados.
Después de tres años en el exilio, regresa a México en 1918, con la intención de convertir a esas guerrillas villistas en el catalizador de una nueva revuelta nacional, procurando aliarse con todos los opositores a Carranza y aprovechando el prestigio y arrastre popular de Villa.
Pero al auge de Villa había pasado y fue difícil restablecer la relación entre ambos. Luego de algunos meses, Ángeles finalmente decidió partir la frontera, en busca de armamento, pero solo encontraría la muerte.
Ángeles fue capturado por las fuerzas carrancistas y conducido a Chihuahua, donde sería sometido a un juicio sumario, que en realidad era una farsa del gobierno para revestir de legalidad la ejecución de una sentencia que estaba dictada desde años antes, cuando el general artillero cuestionó la autoridad de Carranza y apoyó la elección de Villa como general en jefe de la División del Norte.
El Consejo Extraordinario de Guerra lo acusó de rebelión y deserción frente al enemigo. Al día siguiente de que fuera dictada su sentencia, Felipe Ángeles fue fusilado. Así narra Cervantes la ejecución de la orden de fusilamiento.
“El 26 de noviembre de 1919 como a las seis de la mañana Ángeles fue sacado de su celda. El reo fue entregado al mayor Ignacio L. Campos, encargado de hacer cumplir la sentencia. Ángeles solicitó como gracia, pues no deseaba dirigirse a nadie, que los fusiles estuvieran preparados para que en el preciso instante en que llegara frente al pelotón, se hiciera la descarga, a lo cual accedió. Luego, Ángeles se dirigió al lugar de la ejecución y apenas se había colocado mandado por el teniente Ramón Ortiz, se escuchó la voz de éste que ordenaba: ‘¡Fuego!’, y casi al mismo tiempo, unísono descargo. El Licenciado Gómez Luna solicitó y obtuvo permiso para que el cadáver de Ángeles le fuera entregado para velarlo y darle sepultura en el cementerio de la ciudad.”
Miles de pobladores de Chihuahua acudieron a despedir los restos de Felipe Ángeles, con cuantiosas muestras de afecto y admiración.
“El sepelio del infortunado general Ángeles se verificó después de ser velado por varias horas, en donde miles de vecinos desfilaron para contemplar, por última vez, los despojos del hombre que había muerto por la causa popular. Hombres, mujeres y niños de todas clases, lo acompañaron silenciosamente hasta el cementerio. Cinco mil personas, entre ellas las más prominentes de la sociedad de Chihuahua; asistieron a los funerales; el doctor Gómez y tres más de sus amigos conducían el cadáver sobre sus hombros al panteón.”
Mientras se desarrolló el Consejo Extraordinario de Guerra en el que se juzgó a Felipe Ángeles hubo numerosas solicitudes de clemencia en su favor; sin embargo, tanto Venustiano Carranza como Álvaro Obregón presionaron para que la sentencia de fusilamiento fuera ejecutada.
El fusilamiento de Felipe Ángeles desató reacciones adversas, entre otras la de Francisco Villa, quien con sus tropas atacó una guarnición carrancista.
Ese mismo año, cuando Carranza era presidente, también fue emboscado y asesinado a traición Emiliano Zapata. Lo cual muestra el carácter contrarrevolucionario de este gobierno que se erigió bajo la derrota del Ejercito Libertador del Sur y la División del Norte. Ángeles, que es una de las figuras más destacada de la revolución con Villa y Zapata, fue condenado al olvido por los gobiernos constitucionalistas. Rescatarlo del olvido y reivindicar su papel revolucionario es nuestro deber.
Fuentes bibliográficas.
Rivera Álvarez, Rubén. (2014). Independencia y Revolución. 200 años de lucha de clases en México. Ciudad de México: Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx.
Luis A. Salmerón. (2019). La tragedia de Felipe Ángeles a cien años de su fusilamiento. Revisado el 19 marzo 2022, de Relatos e historias en México Sitio web: https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/la-tragedia-de-felipe-angeles
Rebeca Flores y Guillermo Salvador López Rocha. (2018). El general Felipe Ángeles. Revisado el 18 de marzo 2022, de Memórica Sitio web: https://memoricamexico.gob.mx/es/memorica/Felipe_angeles_movil_test
Federico Cervantes. (2019). Felipe Ángeles en la revolución. Revisado el15 marzo 2022, de INSTITUTO NACIONAL DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LAS REVOLUCIONES DE MÉXICO Sitio web: https://inehrm.gob.mx/recursos/Libros/Felipe_Angeles_Revolucion_Biografia.pdf
Gobierno de México. (2019). Felipe Ángeles; Revolución y humanismo. Revisado el 19 marzo 2022, de Gobierno de México Sitio web: https://www.gob.mx/cultura/es/articulos/felipe-angeles?idiom=es