La guerra genocida de Israel contra Gaza está llegando a una etapa crucial. Las horribles imágenes de civiles masacrados han provocado una ola de repulsión en todo el mundo. Miles de personas han salido a las calles en las capitales de todo Oriente Medio, exigiendo acciones en apoyo de Gaza, mientras que cientos de miles de personas en Occidente han protestado por la complicidad de sus gobiernos en los crímenes de Israel.
La CMI apoya incondicionalmente este movimiento y se solidariza completamente con la lucha del pueblo palestino por la liberación nacional y su liberación de la opresión imperialista. Pero inmediatamente surge la pregunta, ¿cómo se logrará la libertad de Palestina? Y esta pregunta requiere una respuesta clara.
Sin resolución
Muchos partidos de izquierda y organizaciones obreras han pedido un alto el fuego inmediato y un plan de paz, ofreciendo la posibilidad de poner fin a la ocupación israelí de Palestina.
La Federación Sindical Mundial, por ejemplo, ha exigido “poner fin inmediatamente a la ocupación y los asentamientos israelíes en los territorios árabes ocupados, tal como establecen las resoluciones de la ONU, y establecer un Estado palestino independiente en las fronteras de 1967 con Jerusalén Este como capital y garantizar el derecho al retorno de los refugiados palestinos”.
Los partidos comunistas de todo el mundo han emitido declaraciones similares. El Partido Comunista Británico (PCB) ha pedido “la implementación de una solución de dos Estados basada en las fronteras anteriores a 1967 que establezca un Estado palestino independiente”.
Pero aparte del sentimiento de apoyo, ¿qué ofrece realmente esto a las masas palestinas?
El primer deber de cualquier comunista es decir la verdad, y la verdad más elemental en toda la situación es que nada podría ser de menos ayuda para el pueblo de Palestina que las resoluciones impotentes de la ONU y las intrigas de la “comunidad internacional”.
Para empezar, las fronteras anteriores a 1967 fueron establecidas por la limpieza étnica de 700.000 palestinos entre 1947 y 1949, conocida como la Nakba (“catástrofe” en árabe), que fue llevada a cabo por las milicias sionistas con el respaldo del imperialismo estadounidense.
A finales de 1949, Israel se había apoderado del 78 por ciento de Palestina. ¿Cuál fue la respuesta de la “comunidad internacional”? Reconoció este sangriento hecho consumado como la “Línea Verde”, la misma frontera a la que el PCB y otros ahora quieren regresar.
Israel violó la Línea Verde en 1967 cuando invadió toda Palestina durante la Guerra de los Seis Días. La respuesta de la ONU fue aprobar la Resolución 242, que sigue sin aplicarse hasta el día de hoy. Por lo tanto, debemos preguntarnos, si la ONU ha sido completamente incapaz o, incluso, reacia a hacer cumplir sus endebles resoluciones desde 1947, ¿quién lo hará?
Una paz podrida
Lo que siempre falta en los llamados a una solución de “dos Estados” es cualquier propuesta sobre cómo se debe lograr esto. Cuando las organizaciones piden un acuerdo de paz, es necesario preguntar ¿qué acuerdo, negociado por quién y aplicado por quién?
Palestina tiene cierta experiencia en acuerdos de paz. De hecho, la crisis actual es el producto del fracaso total de la solución de “dos Estados”, como se establece en los Acuerdos de Oslo de 1993 y 1995.
Bajo los términos de este acuerdo, negociado a espaldas del pueblo palestino, Israel acordó retirarse parcialmente de los territorios ocupados y se estableció un semiestado palestino, llamado Autoridad Palestina (AP). El problema, sin embargo, era que el 60 por ciento de Cisjordania iba a permanecer completamente bajo control israelí.
A cambio, Yasser Arafat y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) acordaron reconocer al Estado de Israel y abandonar su reivindicación del derecho de los palestinos desplazados durante la Nakba a regresar a sus hogares. En cambio, la dirección palestina acordó trabajar para restaurar las fronteras anteriores a 1967, como se reconoce en la Resolución 242 de la ONU, precisamente los términos exigidos hoy por los partidos comunistas oficiales.
Además, las partes implicadas acordaron “sentar las bases para fortalecer la economía palestina”. Pero esto se tenía que lograr incorporando a Palestina en una unión aduanera con Israel en la que también iba a tener que usar la moneda israelí, el séquel.
Finalmente, se estableció una fuerza policial palestina, pero el Estado israelí retuvo “todos los poderes” para salvaguardar “la seguridad y el orden internos”. Israel también retuvo el control exclusivo de las fronteras y el espacio aéreo de Palestina.
¿Cuál ha sido el resultado de esta “paz”? Treinta años después, las condiciones de vida en Palestina han empeorado. El desempleo en Gaza y Cisjordania era del 7 por ciento en 1993; hoy es del 24 por ciento. El desempleo juvenil casi llega al 37 por ciento. La actual cifra de desempleo en Gaza es aún peor, con un 45 por ciento, y es más alta para los jóvenes. Eso fue antes del bombardeo de Israel. Toda la economía palestina se encuentra en un estado de dependencia colonial de Israel, que proporciona el 58 por ciento de sus importaciones y recibe alrededor del 86 por ciento de sus exportaciones.
La AP y el partido gobernante Fatah se han convertido en nada más que una camarilla corrupta, que permanece en el poder únicamente porque es un régimen títere útil para el Estado israelí. Y así es precisamente cómo son vistos por la mayoría de los palestinos. El tiroteo de manifestantes palestinos en Nablus por parte de las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina la semana pasada es una ilustración gráfica de este hecho.
Cuando la hostilidad masiva hacia Fatah le dio la victoria a Hamás en las elecciones legislativas de 2006, Israel, la UE y los EE. UU. se negaron a reconocer el resultado y presionaron a Fatah para que no entregara el poder. Como resultado, Palestina se vio dividida por una guerra civil que dejó a Gaza bajo el control de Hamas y a Cisjordania bajo el control de Fatah. No se han celebrado elecciones desde entonces.
La llamada solución de “dos Estados” ha logrado crear dos Palestinas o, más bien, dos reservas miserables en las que los palestinos son retenidos como prisioneros en su propio país. Mientras tanto, la expansión de los asentamientos ilegales en Cisjordania ha continuado bajo cada gobierno israelí desde que se firmaron los Acuerdos.
Palestina nunca ha estado más lejos de la independencia que ahora. Su economía ha sido estrangulada sistemáticamente y la llamada Autoridad Palestina no tiene ninguna autoridad. Las resoluciones piadosas que simplemente piden un retorno a las fronteras anteriores a 1967 y “un Estado palestino independiente” en abstracto ignoran completamente este inconveniente.
Imperialismo israelí
Los defensores de una solución de “dos Estados” podrían protestar diciendo que el problema es que los gobiernos israelíes de derecha, y Benjamín Netanyahu en particular, han actuado de mala fe y han socavado deliberadamente el camino hacia la paz. Todo esto es cierto, por supuesto, pero luego debemos preguntarnos: ¿qué gobierno israelí estaría dispuesto o sería capaz de abandonar toda Cisjordania? Además, ¿qué gobierno israelí estaría dispuesto a pagar por el desarrollo de una economía palestina viable e independiente en su frontera?
Israel es un Estado capitalista que ha desarrollado intereses imperialistas en toda la región. Y la dominación de toda Palestina es una necesidad absoluta en la consecución de esos intereses. Este hecho fue reconocido por los fundadores de Israel y ha determinado la política de cada gobierno israelí desde 1948.
La proliferación de asentamientos ilegales en Cisjordania ha continuado desde 1967 y se ha acelerado desde 1993. Ahora hay más de 700.000 colonos judíos que viven ilegalmente en la Cisjordania ocupada y Jerusalén Este, explotando el trabajo de los palestinos que trabajan en condiciones de esclavitud. Y los asentamientos se han convertido en una poderosa fuerza política que ningún gobierno en Israel puede ignorar.
No fue el Likud ni Netanyahu, sino el Partido Laborista israelí de Isaac “Quebrantahuesos” Rabin el que negoció los Acuerdos de Oslo, con su insistencia en la “integración” económica de las economías israelí y palestina. Y cuando la alianza laborista “Un Israel” llegó al poder en 1999, no revirtió, ni detuvo siquiera, la expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania.
Bajo el imperialismo, la paz es simplemente la continuación de la guerra por otros medios. La única diferencia entre el sionismo liberal y el de derecha es que el primero prefiere colocar silenciosamente su bota en el cuello de los palestinos y asfixiarlos, mientras que el segundo los patea repetidamente en la cara.
Lo que el ala liberal de la clase dominante israelí objeta no es la monstruosa opresión de los palestinos, sino la posibilidad de que las provocaciones de la derecha puedan resultar en otra revuelta de las masas palestinas. Y sus temores están siendo confirmados por los acontecimientos.
En realidad, no existe un Estado palestino viable y nunca lo habrá mientras el capitalismo israelí siga existiendo. La solidaridad con Palestina debe partir de este hecho inevitable, que ya es comprendido por la mayoría en Palestina.
En una encuesta de septiembre, realizada por el Centro Palestino para la Investigación de Políticas y Encuestas (IPE), el 64 por ciento dijo que la situación era peor hoy que antes de Oslo, el 71 por ciento dijo que estaba mal que la OLP firmara el acuerdo en primer lugar, y el 53 por ciento dijo que la lucha armada era la mejor manera de avanzar en la lucha por la liberación palestina.
La demanda de un nuevo plan de paz en la misma línea que Oslo en las condiciones actuales es, en el mejor de los casos, una distracción y, en el peor, un engaño. Esta es precisamente la razón por la que Estados Unidos intervino y negoció los Acuerdos de Oslo en 1993, y por la que una serie de presidentes estadounidenses han respaldado la llamada solución de “dos Estados” desde entonces. Este es también el motivo por el que gran parte de la juventud palestina lo ha rechazado con razón.
Un rechazo honesto de la guerra y la destrucción es completamente comprensible, pero en el conflicto entre opresores y oprimidos, lo mejor que puede lograr el pacifismo es predicar la pasividad a las masas y desviar la lucha hacia un callejón sin salida.
Por una solución revolucionaria
No hay un camino reformista hacia la libertad palestina. La presión internacional y los acuerdos de “paz” solo pueden preservar el statu quo ya intolerable. Las masas palestinas solo pueden confiar en su propia fuerza, apoyadas por la solidaridad de la clase trabajadora mundial.
Un nuevo levantamiento en toda Palestina, basado ante todo en la juventud revolucionaria, podría sacudir no solo al régimen israelí sino a toda la región.
Movilizado en torno a un programa socialista, el movimiento podría ir más allá de las fronteras artificiales de Palestina. Podría extenderse a los trabajadores árabes que viven en el lado israelí de la Línea Verde; a los trabajadores y pobres de los Estados árabes vecinos que arden de indignación por la complicidad de su propia clase dominante en los crímenes del sionismo; y podría comenzar a avivar la lucha de clases y romper la unidad nacional entre los trabajadores y los patrones israelíes, que es vital para el gobierno de este último.
Pero si un movimiento tan todopoderoso se limita al establecimiento de una Palestina capitalista débil junto con alguna versión “democrática” del actual Estado capitalista israelí, el resultado será totalmente contraproducente. De hecho, tal resultado sería imposible. La clase dominante israelí, si su dominio fuera simplemente sacudido en lugar de aplastado, volvería en busca de venganza. Revertiría a algo aún más horripilante que la situación actual. El establishment sionista reaccionario necesita ser completamente desmantelado, la clase dominante expropiada, y la tierra y los monopolios deben ser puestos bajo el control de la clase trabajadora.
Solo un régimen de democracia obrera puede reemplazar al actual Estado de Israel, poner fin a la ocupación, resolver la cuestión esencial de la tierra y respetar los derechos democráticos tanto de judíos como de árabes. En resumen, no estamos a favor de una paz falsa; estamos a favor de la revolución.
Pero lo que se requiere es una revolución que no respete la “democracia” capitalista ni las fronteras nacionales; que no se detenga hasta que el imperialismo israelí y sus títeres en Palestina hayan sido completamente aplastados; y que satisfaga las necesidades acuciantes de tierra, trabajo, vivienda y una existencia digna para del pueblo palestino. Eso significa que la revolución debe ser socialista, que es la única forma de eliminar la base material sobre la que descansa la élite gobernante sionista.
Trotsky advirtió en 1940 que el intento de resolver la «cuestión judía» en Europa mediante la desposesión de los palestinos sería una «trampa sangrienta». Estas palabras siguen siendo válidas hoy en día. Pero la verdadera historia de Israel-Palestina ha quedado sepultada bajo montañas de falsificaciones.
En este artículo, Francesco Merli explica los turbios manejos y maquinaciones de las naciones imperialistas que allanaron el camino para la partición de la Palestina histórica. Este episodio de la historia demuestra la miopía de la clase dominante, que abrió la caja de Pandora de la violencia y la degradación que ha asolado la tierra desde entonces.
Este artículo es la primera parte de una serie de dos, la segunda de las cuales tratará de los acontecimientos posteriores a la partición de Palestina.
Introducción
En los últimos cien años, Oriente Próximo ha sido el tablero de ajedrez de muchas partidas decisivas entre las potencias imperialistas. La razón de la relevancia de la región, considerada de importancia relativamente secundaria hasta finales del siglo XIX, es bien conocida: bajo las tierras de Oriente Próximo se encuentran las principales reservas de petróleo del planeta. Palestina, por una serie de razones geopolíticas e históricas, se ha convertido cada vez más en el centro de las tensiones de Oriente Medio.
El largo proceso de descomposición del Imperio Otomano se aceleró repentinamente con la Revolución de los Jóvenes Turcos de julio de 1908, pero sólo se completó tras la derrota del Imperio en la Primera Guerra Mundial.
El Imperio ya había perdido el control sobre parte de sus provincias europeas a lo largo del siglo XIX. Durante ese periodo, Gran Bretaña y Francia también se habían hecho con el control de amplias zonas del norte de África. Francia se apoderó de Argelia en 1830 y ocupó Túnez en 1881. Gran Bretaña invadió Egipto y Sudán en 1882. Incluso una potencia secundaria como Italia sacó tajada del Imperio al ocupar Libia en 1911.
El gobierno de los Jóvenes Turcos entró en la 1ª Guerra Mundial junto a las Potencias Centrales, Alemania y Austria-Hungría. Mucho antes del final de la guerra, Gran Bretaña y Francia ya habían llegado a un acuerdo sobre cómo repartirse el botín del Imperio.
Acostumbrados a dominar vastos imperios coloniales, británicos y franceses acordaron crear una serie de Estados separados artificialmente por fronteras trazadas arbitrariamente con una regla sobre mapas geográficos. El acuerdo se selló mediante el pacto secreto de Sykes-Picot (con el consentimiento de Rusia e Italia) en enero de 1916.
Mapa del acuerdo Sykes-Picot hecho por las grandes potencias para repartirse Oriente Próximo / Paola Porsia
El acuerdo fue denunciado y publicado por los bolcheviques en noviembre de 1917, inmediatamente después de la Revolución, para consternación de los imperialistas. Sin embargo, después de la Guerra, la partición se produjo según las líneas acordadas por Sykes y Picot. Francia se hizo con el control de Siria y el Líbano. A Gran Bretaña se le reconoció un mandato sobre Mesopotamia (actual Irak), Palestina y un protectorado sobre la monarquía títere de Transjordania (actual Jordania).
Los imperialistas británicos habían suscitado cínicamente las esperanzas de los nacionalistas árabes de una patria propia. Sir Henry McMahon, Alto Comisario británico en Egipto, estableció una negociación en este sentido en su correspondencia con Hussein bin Ali, el Sharif de La Meca, a cambio del apoyo árabe en la Guerra. La insurgencia árabe contra los otomanos desempeñó un papel clave en la desaparición del Imperio Otomano.
Sin embargo, los imperialistas británicos no tenían intención de cumplir sus promesas y estaban más interesados en ampliar su propia esfera de influencia. El auge de la conciencia nacional árabe representaba una amenaza estratégica para sus intereses imperialistas.
La cuestión judía y el sionismo
La historia de la inmigración judía a Palestina está estrechamente ligada al surgimiento del movimiento sionista a finales del siglo XIX. Hasta entonces, la población judía autóctona que vivía en Palestina ascendía a unos pocos miles de personas, concentradas en su mayoría en las zonas urbanas.
Un punto de inflexión se produjo con la oleada de pogromosdesatada en el Imperio ruso por la policía secreta contra la minoría judía, considerada responsable del asesinato del zar Alejandro II en 1881.
Turbas enfurecidas, azuzadas por provocadores a sueldo, asaltaron barrios judíos, saqueándolos y agrediendo a la población. Cientos de miles de judíos fueron expulsados de Rusia y Ucrania huyendo de la campaña de terror de asesinatos, palizas, violaciones, linchamientos y destrucción de sus medios de vida y propiedades.
Siguieron más oleadas de pogromos en 1903-6, y una aún mayor en 1917 y 1921, desatada por el ejército blanco durante la guerra civil contra la revolución bolchevique.
A finales del siglo XIX, otro episodio causó una enorme conmoción. En 1894-95, Alfred Dreyfus, un oficial judío francés, fue condenado injustamente por traición. Su juicio desató una ola de antisemitismo en Francia.
El «caso Dreyfus» desempeñó un papel importante en la conversión al sionismo de un intelectual burgués judío cosmopolita, Theodor Herzl (1860-1904). De hecho, Herzl escribió El Estado judío, que se convertiría en el manifiesto político del sionismo, a raíz del juicio.
Herzl se convirtió en el principal organizador y teórico del movimiento sionista y lo desarrolló como una fuerza internacional. Ideó la táctica de organizar la emigración masiva de judíos de Europa a Palestina.
También llegó a la conclusión de que el crecimiento de las tendencias antisemitas en Europa debía considerarse una ayuda potencial para el proyecto sionista, un medio de ejercer presión sobre lo que él consideraba la inercia judía secular.
De ahí que el proyecto político sionista se basara en el esfuerzo por presionar a los jefes de Estado y ministros europeos (a menudo fervientemente antisemitas) en el intento de persuadirles de que la emigración de judíos a Palestina representaba una oportunidad de oro para librarse de la cuestión judía, así como del hecho de que un Estado judío en Palestina podría ser útil a las grandes potencias como «puesto avanzado de la civilización europea frente a la barbarie asiática».
Desde el principio, el proyecto sionista tuvo que contar con el patrocinio de una de las principales potencias imperialistas como garantía de su éxito.
Theodor Herzl reconocía que no podía haber un Estado judío sin la expropiación y expulsión de los palestinos / Wikimedia Commons
Herzl aseguró públicamente a las autoridades otomanas que la inmigración judía sólo beneficiaría materialmente al Imperio, con el fin de garantizar la necesaria conformidad de las autoridades otomanas. Sin embargo, en privado reconocía que no podía haber un Estado judío sin la expropiación y expulsión de los palestinos.
«Debemos expropiar con suavidad. […] Intentaremos animar a la población sin dinero a cruzar la frontera procurándole empleo en los países de tránsito, mientras le negamos cualquier empleo en nuestro país. […] Tanto el proceso de expropiación como el traslado de los pobres deben llevarse a cabo con discreción y circunspección.» Herzl anotó en su diario en 1895 (citado en B. Morris, Righteous Victims).
La realización de la utopía reaccionaria sionista convirtió a Palestina en un campo de batalla y costaría a los palestinos (pero también a los colonos judíos) sufrimientos indecibles. Sus consecuencias reaccionarias perduran hasta nuestros días.
Sin embargo, a principios del siglo XX, el movimiento sionista seguía representando sólo a una ínfima minoría, confinada a un pequeño círculo de intelectuales y mecenas judíos burgueses y pequeñoburgueses.
El desarrollo de la conciencia nacional árabe
Un motivo constante de preocupación para los dirigentes sionistas era que los trabajadores árabes se organizaran contra su explotación. Otro temor era que el desarrollo de una conciencia nacional árabe unificara a los árabes en la resistencia a la colonización sionista.
La conciencia nacional árabe empezó a desarrollarse en la década de 1880. La Revolución de los Jóvenes Turcos de 1908 suscitó esperanzas de emancipación para todos los pueblos del imperio otomano.
El rápido giro del nuevo régimen hacia el nacionalismo turco aceleró el proceso masivo de precipitación de la conciencia nacional entre todos los pueblos del Imperio, en particular entre los árabes, que compartían un territorio que abarcaba desde el actual Irak hasta Marruecos, una lengua y una tradición comunes.
En Palestina ese proceso se agudizó aún más debido a la creciente hostilidad hacia las consecuencias de la inmigración judía. Cada adquisición de tierras por los colonos conllevaba la expulsión automática de los campesinos palestinos, a menudo ignorantes de que los propietarios oficiales ausentes de las tierras las habían vendido a los recién llegados, seducidos por el aumento del precio de la tierra.
Según el historiador Benny Morris, el precio medio de la tierra pasó de 5,3 libras palestinas por dunam en 1929 a 23,3 en 1935. El precio de la tierra en 1944 ascendía a 50 veces el de 1910.
Los colonos no hablaban árabe, ni estaban familiarizados con la cultura y las tradiciones locales, y en muchos casos no se preocuparon de aprenderlas, violando costumbres establecidas desde hacía mucho tiempo, tierras comunes, pastos y, sobre todo, el acceso al agua. No pasó mucho tiempo antes de que los palestinos sintieran una creciente amenaza por la continua afluencia de colonos.
La Declaración Balfour
Los estrategas del imperialismo británico se interesaron por la situación. Comprendieron que el proyecto sionista podía convertirse en una herramienta útil para llevar a cabo los planes británicos para Oriente Próximo tras la desaparición del Imperio Otomano.
El 2 de noviembre de 1917, este cambio se resumió en la carta dirigida en nombre del gobierno británico por Lord Balfour a Lord Rothschild y a la Federación Sionista. La declaración afirma:
«El Gobierno de Su Majestad contempla con beneplácito el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, entendiéndose claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político de los judíos en cualquier otro país.»
La cláusula subordinada mostraba claramente que, incluso en aquel momento, los imperialistas británicos tenían una comprensión evidente de las implicaciones de su apoyo. Sobre una base capitalista, la llamada «solución» a la secular opresión de los judíos, conducía necesariamente a la estallido de la «cuestión palestina».
Declaración Balfour / Wikimedia Commons
En 1923, un sionista de derechas, Vladimir Jabotinsky, escribió su manifiesto político El muro de hierro. Reconocía la importancia de la declaración Balfour y sostenía que había que someter a los palestinos con un «muro de hierro de bayonetas judías» y, añadía, «bayonetas británicas». En su opinión, la viabilidad del proyecto sionista dependía del apoyo activo y el patrocinio del imperialismo británico.
Este apoyo se hizo realidad tras el colapso del Imperio otomano y el establecimiento del mandato británico sobre Palestina.
Bajo el dominio británico, se permitió a los sionistas desarrollar las instituciones de un semiestado: la Agencia Judía como embrión de gobierno; el Fondo Nacional Judío como forma de canalizar las finanzas y comprar tierras y, lo más importante, una milicia judía: la Haganá.
Sin embargo, al estallar la Primera Guerra Mundial, todavía no había más de 60.000 judíos en Palestina, mientras que las tierras compradas hasta 1908 correspondían sólo al 1,5 por ciento de las tierras disponibles. En la década de 1920 -como consecuencia del Mandato Británico sobre Palestina- se aceleró el flujo de nuevos colonos.
En 1929, el balance general de la emigración judía desde 1880 era el siguiente: de unos 4 millones de judíos que emigraron en ese período desde Europa Central y Oriental, sólo 120.000 fueron a Palestina (algunos de ellos sólo temporalmente), frente a 2,9 millones a Estados Unidos, 210.000 a Gran Bretaña, 180.000 a Argentina y 125.000 a Canadá. La población de colonos judíos en Palestina estaba creciendo, habiendo alcanzado los 150.000 en 1929, y aumentando a más de 400.000 en 1936.
Tabla 1. Población del Mandato Británico sobre Palestina, 1922 a 1927
Año
Musulmanes
Cristianos
Drusos*
Judíos
Total
1922
598,177
71,464
7,617
83,790
752,048
1931
759,700
88,907
10,101
174,606
1,033,314
1936
862,730
108,506
11,378
384,708
1,366,692
1942
995,292
127,184
13,121
484,408
1,620,005
1947
1,157,423
146,162
15,849
614,239
1,933,673
*Los Drusos son una secta islámica presente en Siria, Líbano y Palestina
Las crecientes fricciones entre palestinos y colonos culminaron con los disturbios de Jaffa de mayo de 1921, en los que murieron decenas de personas de ambos bandos.
En agosto de 1929, un levantamiento de los palestinos contra la ocupación británica se volvió sangriento, con una serie de ataques lanzados contra comunidades judías. Uno de estos ataques afectó a la pequeña comunidad judía palestina de Hebrón (unas 600 personas), una comunidad que se remonta al siglo XVI.
Como resultado del ataque, 66 judíos fueron asesinados, a pesar del intento de muchos palestinos de proteger a los que huían acogiéndolos en sus casas. La comunidad judía de Hebrón fue aniquilada. La Haganá repelió otros ataques. Sin embargo, trágicamente, el número de muertos de los «días sangrientos» de agosto de 1929 fue de 133 judíos y 116 palestinos.
Esto dio un impulso decisivo a la consolidación de la milicia judía, la Haganá, cada vez más en colaboración con el ocupante británico.
Formación del Partido Comunista Palestino
Durante las décadas de 1920 y 1930, sí surgieron oportunidades para la construcción de una alternativa revolucionaria, basada en la clase obrera, que podría haber evitado el estallido de una guerra civil en la que los trabajadores judíos y árabes tendrían todas las de perder.
A principios de la década de 1920, la presencia de la administración colonial británica fomentó cierto grado de desarrollo industrial de la franja costera, contribuyendo a crear un sector económico en el que trabajaban codo con codo obreros judíos y palestinos. Este desarrollo repercutió en la economía palestina, predominantemente rural, y provocó una intensa inmigración del campo a las ciudades costeras.
Alrededor de la administración colonial surgieron los ferrocarriles, la compañía telefónica, correos y telégrafos, puertos y astilleros, administraciones civiles a las que se añadieron las administraciones locales de las ciudades con población mixta, y también en el sector privado algunas grandes empresas con capital extranjero empleaban mano de obra judía y palestina. Por ejemplo, la fábrica de cemento de Nesher, la terminal de la Iraqi Oil Company y la refinería de Haifa, y la industria de la construcción, en rápida expansión.
Entre el censo de 1922 y el de 1931, la población árabe palestina había crecido un 40% y en ciudades como Jaffa y Haifa un 63% y un 87% respectivamente. Los recién llegados engrosaron las filas del proletariado en todos los sectores, alimentando rápidamente un notable auge de las luchas sindicales. A la inmigración procedente del campo se unió la procedente de los países vecinos, especialmente Egipto.
La falta de mano de obra judía para sustituir a la mano de obra árabe llevó muy a menudo a importar a Palestina trabajadores judíos baratos procedentes de Yemen o del Magreb. Constituían una parte de la clase obrera judía especialmente explotada y distanciada de la mayoría de los sionistas de origen europeo, que hablaban mayoritariamente el yiddish y ocupaban todos los puestos dirigentes en las instituciones sionistas.
Fue en este periodo cuando surgió la creciente división entre judíos asquenazíes y sefardíes (descendientes de la diáspora de judíos españoles que se asentaron en el imperio otomano), que aún hoy caracteriza a la sociedad israelí.
Los sefardíes seexpresaban en ladino, un dialecto derivado del español. A menudo eran capaces de hablar o entender el árabe y ocupaban un escalón social ligeramente superior a la masa del proletariado árabe. En estas condiciones, la conciencia de clase surgió rápidamente entre esta capa, que instintivamente se sentía más cercana a los árabes que a los grandes magnates judíos como Rothschild y compañía.
Los partidos «socialistas» sionistas, sin embargo, se opusieron vehementemente a cualquier exigencia de abrir los sindicatos obreros judíos a los trabajadores árabes.
Había un abanico de posiciones, desde el Hadut Haavodade David Ben-Gurion, partidario de la sindicalización de los árabes pero en organizaciones separadas de «igual dignidad» (bajo dirección sionista), y el Hapoel Hatzairde Hayyim Arlosoff, que defendía el carácter exclusivamente judío de la organización sindical para promover una creciente división del trabajo entre una aristocracia obrera judía con los empleos más cualificados y mejor pagados y una masa de trabajadores manuales árabes no organizados.
Una tercera posición fue expresada por otro partido de la izquierda sionista, el Po’aley Tziyon. Este partido pasó a posiciones semi revolucionarias al solicitar el ingreso en la Internacional Comunista (IC) en 1924, aunque sin renunciar totalmente al sionismo. La IC se negó a aceptar a un partido que no estuviera completamente liberado del sionismo. Esto provocó una escisión y la fundación del Partido Comunista Palestino (PCP). El nuevo partido fue expulsado inmediatamente del sindicato sionista Histadrut.
Lucha obrera y unidad de clase
El PCP defendió una posición a favor de los sindicatos unidos, sin discriminación por motivos nacionales o religiosos. Siguiendo esta línea política, el PCP pudo aprovechar la creciente combatividad y la exigencia de unidad derivadas de la experiencia obrera. Sin embargo, tanto la dirección sionista como los nacionalistas árabes se opusieron y obstaculizaron ese instinto de unidad.
Cartel del Partido Comunista Palestino / Wikimedia Commons
El PCP echó raíces tanto entre la clase trabajadora árabe como entre la judía. El partido publicaba dos periódicos en dos idiomas. A pesar de tener su principal base de apoyo entre los trabajadores árabes, el PCP obtuvo el 8% de los votos en las elecciones al Yishuv (el Consejo Judío), más del 10% si se tiene en cuenta solamente el voto en las ciudades.
Un episodio – limitado pero significativo – mostró el potencial de desarrollo de la unidad de clase durante una huelga. Doscientos trabajadores judíos de la fábrica de cemento de Nesher, en Haifa, se unieron en huelga a 80 compañeros egipcios, planteando sus propias reivindicaciones, ya que estos últimos tenían derechos limitados y cobraban la mitad.
Tras dos meses de huelga, el patrón accedió a algunas de las reivindicaciones de los trabajadores judíos. El acuerdo fue rechazado por 170 votos contra 30 (desafiando la posición de su propio sindicato) y prometieron continuar la huelga hasta que se cumplieran plenamente las reivindicaciones de sus compañeros egipcios.
El peligro de que ese ejemplo se contagiara llevó a los dirigentes de la Histadrut a presionar a la administración colonial británica, que tomó medidas drásticas deportando a los 80 trabajadores egipcios.
La propensión a la unidad de los trabajadores en la lucha surgió varias veces en la década de 1925 a 1935. Hay que mencionar la huelga de los panaderos, las luchas de los obreros del puerto de Haifa y de los ferroviarios, la huelga del transporte público y de los taxistas en 1931. En 1935 vemos la importante lucha de los trabajadores de la Iraqi Oil Company y de la refinería de Haifa.
Durante esos años, el PCP organizó sindicatos independientes de la Histadrut y ganó importantes bases de apoyo en muchas zonas entre la mayoría de los trabajadores árabes, y muchos trabajadores judíos. Sus éxitos obligaron a los sionistas a cambiar de táctica y a promover sindicatos árabes federados con los sionistas, para contrarrestar la influencia de los comunistas.
Sin embargo, el enorme potencial que representaba el crecimiento del PCP fue desperdiciado por las consecuencias de la degeneración estalinista de la URSS. La burocracia soviética bajo Stalin convirtió a la Internacional Comunista en un mero instrumento para perseguir sus intereses diplomáticos. Esto significó abandonar la correcta política revolucionaria de unidad de clase, al plegarse al nacionalismo árabe durante la Gran rebelión Palestina de 1936-39, lo que provocó la pérdida de la mayor parte del apoyo del PCP entre los trabajadores judíos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el PCP sufrió un golpe aún mayor con el giro de Moscú a favor de la colaboración bélica con el imperialismo británico, que minó la base del partido entre la clase obrera palestina, antes de recibir un golpe mortal en 1948 con la decisión de la URSS de apoyar la formación de Israel.
El papel reaccionario de la élite palestina
Entre los palestinos, el naciente campo nacionalista estaba hegemonizado por las familias de élite, que habían suministrado funcionarios municipales, jueces, policías, religiosos y funcionarios a la administración otomana y, más tarde, a la autoridad colonial británica. Surgieron como la dirección nacional de los palestinos. Sin embargo, un vasto abismo separaba a la élite de las masas, en su mayoría pobres y analfabetas.
La lucha por la supremacía entre los clanes Husayni y Nashashibi, a mediados de la década de 1930, dio lugar a la formación de dos partidos nacionalistas árabes rivales. El Partido de Defensa Nacional, dirigido por los Nashashibi, fue contrarrestado por el Partido Árabe Palestino, más nacionalista. Sin embargo, la lealtad de los Husayni y los Nashashibi al nacionalismo árabe no impidió que ambos engrosaran la larga lista de quienes habían vendido tierras en secreto a los sionistas.
El Partido Árabe Palestino radicalizó sus posiciones en una línea antisemita. Muchos nacionalistas árabes (incluido el futuro presidente egipcio Anwar Sadat) simpatizaban abiertamente con el fascismo y el nazismo. Las palabras de apoyo de Amin al-Husayni a Hitler en un discurso ante el cónsul alemán en Jerusalén son emblemáticas: «los musulmanes de dentro y fuera de Palestina dan la bienvenida al nuevo régimen de Alemania y esperan la extensión del sistema gubernamental fascista antidemocrático a otros países.»
Se desarrollaron grupos nacionalistas árabes armados. La «Mano Negra», dirigida por el jeque Izz al-Din al-Qassam, llevó a cabo ataques esporádicos contra colonos judíos desde 1931. Al-Qassam fue asesinado por las fuerzas británicas en una emboscada el 21 de noviembre de 1935, convirtiéndose así en una figura aglutinadora del nacionalismo árabe.
El ritmo de la inmigración judía aumentó aún más en el transcurso de la década de 1930. Entre 1931 y 1934, una prolongada sequía azotó Palestina. En 1932, la producción agrícola se desplomó entre un 30 y un 75 por ciento, según los cultivos y las zonas afectadas. Esto empobreció a las aldeas palestinas y provocó el hacinamiento en los barrios marginales de los alrededores de Jaffa y Haifa.
Una crisis financiera golpeó también a Palestina, causada por las repercusiones de la situación abisinia, que llevó a la quiebra a muchas empresas. La combinación de estos factores agravó la situación de las masas palestinas.
La Gran Rebelión Palestina de 1936-39
Los enfrentamientos de 1921 y 1929, aunque violentos y sangrientos, sólo afectaron directamente a una pequeña parte de la población árabe y judía.
En abril de 1936, sin embargo, la rebelión palestina se extendió masivamente desde las ciudades, donde se formaron espontáneamente «Comités Nacionales» por iniciativa de jóvenes radicalizados, los shabab. Los líderes tradicionales se mostraron reacios a enfrentarse frontalmente a las autoridades británicas. No fue hasta el 25 de abril cuando se formó el Comité Superior Árabe para dirigir la rebelión bajo el liderazgo de los Husayni.
La rebelión se caracterizó por una huelga general árabe de seis meses de duración y una lucha semi-insurreccional permanente y una guerrilla armada en el campo (desde mediados de mayo hasta mediados de octubre).
La diferente magnitud de esta rebelión fue señalada por el propio Ben-Gurion, que escribió que los árabes estaban «luchando contra la desposesión… El árabe libra una guerra que no puede ignorarse. Va a la huelga, lo matan, hace grandes sacrificios». También declaró el 19 de mayo de 1936: [los árabes] «ven… exactamente lo contrario de lo que nosotros vemos. No importa si su visión es correcta o no… Ven la inmigración a escala gigantesca… ven a los judíos fortificándose económicamente… Ven las mejores tierras pasando a nuestras manos. Ven a Inglaterra identificarse con el sionismo».
La rebelión se caracterizó por una huelga general árabe de seis meses de duración y una lucha semi-insurreccional permanente y una guerrilla armada en el campo / Wikimedia Commons
Los sionistas (el sindicato Histadrut a la cabeza) llevaron a cabo una agresiva política rompehuelgas destinada a sustituir a los trabajadores palestinos por trabajadores judíos empresa por empresa.
En 1937, el secretario de la federación sindical de Jaffa, explicaba así la posición de los sionistas: «El objetivo fundamental de la Histadrut es ‘la conquista del trabajo’… No importa cuántos árabes estén desempleados, no tienen derecho a ocupar ningún puesto de trabajo que pueda ocupar un posible inmigrante. Ningún árabe tiene derecho a trabajar en empresas judías. Si los árabes también pueden ser desplazados en otros trabajos… eso está bien». (Citado en Benny Morris, Righteous Victims, p. 122.)
Durante meses, las autoridades británicas no tuvieron otra alternativa que esperar a que menguara la fuerza de la insurrección. No fue hasta el 7 de septiembre cuando se proclamó la ley marcial y se impuso el toque de queda. Se enviaron 20.000 soldados desde Gran Bretaña y Egipto, ayudados por 2.700 policías judíos adicionales. Se inició una operación de contrainsurgencia, que llevó a los dirigentes árabes a suspender la huelga el 10 de octubre, con la esperanza de que condujera a una salida negociada.
El gobierno británico convocó una Comisión Real dirigida por Lord Peel, para llevar a cabo una investigación y determinar los términos de una solución al conflicto palestino-sionista. El Informe Peel, de 404 páginas, publicado el 7 de julio de 1937, recomendaba la partición de Palestina: el 20 por ciento del territorio a la Autoridad Judía; Jerusalén y un corredor hasta Jaffa bajo administración británica, así como las ciudades costeras con población mixta; el resto se uniría a Transjordania y formaría un único Estado árabe. Corolario de la propuesta era el traslado forzoso de 225.000 palestinos y 1.250 judíos.
Los líderes sionistas Weizmann y Ben-Gurion consideraron el Informe Peel como un trampolín para una mayor expansión. Weizmann comentó: «Los judíos serían tontos si no lo aceptaran, aunque [la tierra que se les asignara] fuera del tamaño de un mantel». Así pues, el informe fue aceptado por los sionistas, mientras que fue rechazado por el Comité Superior Árabe.
Segunda fase de la rebelión
En septiembre de 1937 la rebelión se reanudó con vigor, pero el Comité Superior Árabe se vio desgarrado por una violenta disputa surgida del intento de los Husayni de asesinar al líder del clan contrario, en julio de 1937. «Ríos de sangre dividen ahora a las dos facciones», señalaba Elias Sasson, alto funcionario de la Agencia Judía, en abril de 1939.
La insurrección continuó en una espiral de enfrentamientos y represión. El Comité Superior Árabe fue ilegalizado y 200 de sus dirigentes fueron detenidos, muchos de ellos ahorcados, mientras que otros huyeron.
El Informe Peel espoleó al partido revisionista judío de derechas (los que exigían una revisión del Mandato Británico) a lanzar una campaña terrorista contra los palestinos de a pie. Múltiples atentados con bomba del Irgun Zwai Leumialcanzaron a civiles palestinos en estaciones de autobuses y mercados, matando y mutilando a cientos de personas.
Los grupos armados palestinos actuaban sin un mando centralizado. Muchos de ellos, sin perspectivas, se convirtieron desgraciadamente en bandas criminales que saqueaban a los campesinos palestinos, con lo que rápidamente perdieron su apoyo. Esta situación minó decisivamente las perspectivas de la rebelión.
La rebelión continuó hasta mayo de 1939, con la participación en su punto álgido, en el otoño de 1938, de unos 20.000 combatientes palestinos. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, la que había sido la rebelión árabe más seria y prolongada contra la ocupación británica terminó con un saldo de muchos miles de muertos y una derrota de facto.
La Segunda Guerra Mundial y el Holocausto
La derrota de la rebelión sancionó un brusco giro en la política del imperialismo británico. Los británicos temían un nuevo estallido de rebelión árabe cuando había que disponer de fuerzas para otros frentes. Además, el imperialismo británico no quería enemistarse con la burguesía árabe, en un intento de impedir su colaboración con los nazis.
El Libro Blanco redactado por la administración colonial (publicado el 17 de mayo de 1939) introdujo por primera vez un tope a la inmigración judía (un límite máximo de 75.000 en los cinco años siguientes) y severas restricciones a la compra de tierras por parte de judíos. También establecía la perspectiva de la creación, en un plazo de diez años, de un Estado independiente gobernado según el principio mayoritario.
Por supuesto, este cambio no consiguió que el imperialismo británico obtuviera más apoyo árabe. Sin embargo, socavó la estrecha relación de Gran Bretaña con los dirigentes sionistas. El cambio de rumbo británico (en el preciso momento en que aumentaba el temor a la política antisemita nazi) fue vivido como una traición por los sionistas.
Las autoridades británicas habían ayudado a la transición de la Haganá hacia una «defensa agresiva» contra los palestinos. En mayo de 1938, la Haganá creó «compañías de campo» para aplicar tácticas de contrainsurgencia en las zonas rurales. Un mes más tarde, se crearon los Escuadrones Nocturnos Especiales, con la tarea de aterrorizar durante la noche a los barrios y pueblos árabes que apoyaban la rebelión.
Estas mismas tácticas serían utilizadas a una escala mucho mayor una década más tarde por los sionistas, para asegurarse de que los palestinos huyeran aterrorizados de sus pueblos y hogares, en el periodo previo a la creación de Israel.
A principios de 1939, se crearon tres unidades secretasconocidas como Pe’luot meyuchadot(«operaciones especiales») con la tarea de llevar a cabo represalias contra pueblos árabes y unidades guerrilleras, pero también de realizar ataques contra instalaciones británicas y eliminar confidentes. Estas unidades se pusieron bajo el mando directo de David Ben-Gurion.
Los primeros informes de deportaciones masivas de judíos por parte de los nazis empezaron a filtrarse, junto con los refugiados judíos europeos, produciendo un enorme impacto psicológico en la población judía de la diáspora (especialmente en Estados Unidos), que consideraba intolerables las odiosas restricciones impuestas por las autoridades británicas a la inmigración.
Sin embargo, la actitud de los dirigentes sionistas ante la amenaza nazi se caracterizó por el cinismo. En diciembre de 1938, un mes después del pogromo nazi más tarde conocido como Kristallnacht, Ben-Gurion declaró: «Si supiera que es posible salvar a todos los niños [judíos] de Alemania trasladándolos a Inglaterra y sólo a la mitad de ellos trasladándolos a Eretz-Yisrael, elegiría lo segundo, porque no sólo nos enfrentamos a tener que dar aplicaciones a estos niños, sino también a la responsabilidad histórica del pueblo judío».
En diciembre de 1942, volvió a comentar: «La catástrofe de los judíos europeos no es, de manera directa, asunto mío…» (Citado en Benny Morris, Righteous Victims, p. 162).
Atentado contra el barco Patria, 1940 / Wikimedia Commons
Los dirigentes sionistas aprovecharon la desesperación de los judíos que huían de Europa para reforzar el apoyo internacional al sionismo y desafiar descaradamente el bloqueo de la inmigración impuesto por las autoridades británicas, decididas a reprimir la inmigración ilegal a toda costa.
Sin embargo, una parte de la derecha sionista rechazaba toda colaboración con los británicos. En noviembre de 1944, los Lohamei Herut Israel(LEHI), «Combatientes por la Libertad de Israel» (también conocidos como la banda Stern) asesinaron en El Cairo al ministro británico residente en Oriente Próximo, Lord Moyne.
Una serie de barcos llenos de refugiados se pusieron en marcha desafiando abiertamente la prohibición británica, provocando un tira y afloja con las autoridades del Mandato, que habían decidido bloquear todos los intentos y deportar a miles de refugiados a campos de concentración en Mauricio y Chipre. Los refugiados eran peones, atrapados en un cínico juego de poder que desembocó en múltiples tragedias.
En noviembre de 1940, la Haganá voló el Patria, un barco anclado en Haifa cargado con 1.700 inmigrantes que esperaban ser deportados a Mauricio, causando 252 muertos. Otro barco, el Struma, con 769 refugiados a bordo, se hundió el 25 de febrero de 1942 en el Mar Negro después de que las autoridades británicas hubieran vetado su traslado (murieron todos menos uno).
Muy pocos refugiados judíos escaparon a Palestina durante la Guerra, mientras los nazis exterminaban a seis millones de judíos en Europa, junto con millones de eslavos, romaníes, comunistas y antifascistas de distinta nacionalidad, religión y orientación política.
Los titánicos acontecimientos ocurridos en Alemania entre noviembre de 1918 y octubre de 1923 constituyen un capítulo trágico y amargo en el movimiento obrero internacional. Se perdieron enormes oportunidades, en las que la clase trabajadora alemana podría haber tomado el poder repetidamente, pero todo desembocó finalmente en la espantosa victoria de los nazis en 1933 y en la aniquilación del movimiento obrero alemán. Los esfuerzos revolucionarios de los trabajadores alemanes quedaron frustrados por la traición de los socialdemócratas y por los trágicos errores cometidos por los dirigentes del joven Partido Comunista alemán.
Es el deber de los comunistas y revolucionarios de hoy estudiar la revolución alemana y aprender sus lecciones, de inestimable valor para el futuro.
La socialdemocracia alemana (Partido Socialdemócrata Alemán, SPD) era la más poderosa del mundo, con una enorme influencia, a nivel nacional e internacional. En el pináculo de su influencia, antes de la guerra, tenía más de un millón de afiliados. Era el mayor partido del Reichstag, con un tercio de los votos y 110 diputados. Controlaba un movimiento sindical de 2 millones de afiliados. Tenía cerca de 300 de diputados regionales y 2900 concejales. Disponía de 90 publicaciones nacionales, regionales y locales de diverso tipo, y 3.000 liberados. Tenía a su cargo también asociaciones deportivas, culturales, y cooperativas, constituyendo un verdadero Estado aparte, dentro del Estado alemán.
«El Partido Socialdemócrata Alemán se convirtió en una forma de vida», afirmó Ruth Fisher, una dirigente del ala izquierda. «Era mucho más que una máquina política; le dio al trabajador alemán dignidad y estatus en un mundo propio».
La traición de agosto de 1914
Sin embargo, los acontecimientos derribaron este «modo de vida». A pesar de sus declaraciones contra la guerra imperialista, en agosto de 1914 los dirigentes socialdemócratas alemanes, así como los demás dirigentes principales de la Segunda Internacional, capitularon y apoyaron la guerra imperialista, hoy conocida como Primera Guerra Mundial. Para las bases del partido, fue una conmoción terrible. Incluso Lenin pensó en un primer momento que la edición del Vorwärts, el periódico oficial del SPD, donde el partido anunciaba su apoyo a los créditos de guerra, era una falsificación del Estado Mayor alemán.
Lenin pensó que la edición del Vorwärts donde el partido anunciaba su apoyo a los créditos de guerra era una falsificación del Estado Mayor alemán.
La guerra pronto ahogó toda oposición. Sólo unos pocos socialistas internacionalistas (los bolcheviques en Rusia, Connolly en Irlanda, McLean en Escocia, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en Alemania, algunos entre los socialistas italianos y otras nobles excepciones) se mantuvieron contra la corriente. Su tarea era explicar lo sucedido y reagrupar a los auténticos internacionalistas.
Las décadas de auge económico en Europa y América que siguieron a la fundación de la Segunda Internacional (1889), habían hecho surgir tendencias oportunistas, de conciliación de clases, dentro de sus filas. Las cúpulas reformistas del movimiento, aunque hablaban de labios para afuera del socialismo, comenzaron a adaptarse al capitalismo. Resaltaban el programa «mínimo» de las reivindicaciones cotidianas de la lucha, a expensas del programa «máximo» del socialismo, relegado a los discursos del Primero de Mayo. Repelido por la traición, Lenin exigió una ruptura total con los dirigentes oportunistas.
La oposición se organiza
La primera reunión de socialistas «internacionalistas» tuvo lugar en septiembre de 1915 en Zimmerwald, Suiza. Incluso aquí se abrieron divisiones y se creó un ala izquierda que pedía que la guerra imperialista se transformara en una guerra de clases contra cada burguesía nacional, bajo la consigna de Liebknecht de que: «el enemigo principal está en casa».
Karl Liebknecht fue el primer diputado del SPD que rompió la disciplina del partido y votó contra los créditos de guerra, en diciembre de 1914.
Karl Liebknecht fue el primer diputado del SPD que rompió la disciplina del partido y votó contra los créditos de guerra, en diciembre de 1914.
Si bien estas ideas sólo afectaron a un pequeño puñado, la oposición a la guerra comenzó a crecer. Estallaron disturbios por hambre en Hamburgo y huelgas en la cuenca industrial y minera del valle del Ruhr. En mayo de 1916, Karl Liebknecht reunió a miles de personas en un acto ilegal contra la guerra en la Potsdamer Platz de Berlín, tras lo cual fue detenido. La dirigente más reconocida del ala izquierda del SPD, Rosa Luxemburgo, también fue detenida. En ese momento, los revolucionarios alemanes se agruparon en el Grupo Internacional, que seguía siendo parte del SDP. Al año siguiente, en abril de 1917, la oposición masiva que había crecido dentro del partido se escindió para formar el Partido Socialdemócrata Independiente (USDP). El Grupo Internacional, ahora llamado “Liga Espartaco”, en honor al heroico esclavo que se alzó contra la antigua Roma, se unió al USDP. No se trataba de una escisión pequeña: incluía 33 diputados del SPD que habían sido expulsados por oponerse a la guerra. Mientras que unos 170.000 permanecieron en el antiguo partido, 120.000 se unieron al USDP.
El ingreso de los “espartaquistas” en el USDP era una decisión correcta. Ellos sólo tenían varios cientos de militantes, mientras que el USPD agrupaba a decenas de miles de obreros revolucionarios contrarios a la guerra, y que podían ser ganados para el comunismo a través de una experiencia común. El problema, que a la larga resultó fatal, fue que los dirigentes espartaquistas se negaron a construir una organización sólida de cuadros dentro del USPD, ganando y formando militantes con la ambición y la confianza de ponerse a la cabeza del movimiento para conquistar el apoyo mayoritario de la clase obrera. Actuaban simplemente como un grupo de presión, sin proponerse siquiera sacar un periódico regular para difundir sus posiciones de manera sistemática. En la concepción de Rosa Luxemburgo: “las masas encontrarían espontáneamente las formas de organización adecuadas en el curso de la acción… el papel del partido era solo el de iluminar a las masas y estimularlas para la acción” (P. Broué. Revolución en Alemania 1917-1923).
Esta concepción organizativa laxa nacía como respuesta y rechazo al centralismo burocrático que se había desarrollado en el SPD en los años anteriores.
Sin embargo, el giro más brusco de los acontecimientos se produjo a principios de 1917 con la Revolución de Febrero de 1917 en Rusia. En Alemania, el Ministro del Interior habló del «efecto embriagador de la Revolución Rusa». El espartaquista Fritz Heckert declaró que «el proletariado alemán debe aprender las lecciones de la Revolución Rusa y tomar las riendas de su propio destino». Meses más tarde, en noviembre, llegaron noticias de una nueva revolución, con el triunfo de la revolución socialista en Rusia dirigida por los bolcheviques. Este acontecimiento sacudió al mundo entero, incluidos los trabajadores, soldados y marineros alemanes, asqueados por la guerra sin fin.
Luxemburgo escribió desde prisión sobre «estos magníficos acontecimientos» que actuaron sobre ella «como un elixir de vida».
La revolución de noviembre
Para el verano de 1918, los ejércitos alemanes se enfrentaban a la derrota. En octubre empezaron a aparecer banderas rojas en los trenes que transportaban soldados de permiso. En noviembre, la revolución había estallado. Comenzando por los marineros de la flota del Mar Báltico, que se negaron a ser embarcados para nuevos combates, los motines se extendieron de barco en barco. Se establecieron consejos de trabajadores y marineros en todas partes (de un carácter similar a los sóviets de la Revolución rusa) y el viejo régimen se desmoronó. El emperador Guillermo II huyó a Holanda y la “oposición” liberal al régimen pidió ayuda a los dirigentes del SPD, dándoles entrada en un gobierno de coalición, para hacer descarrilar el movimiento. Sin embargo, la revolución se extendió como la pólvora. Desgraciadamente, lo que faltaba era un partido similar al de los bolcheviques en Rusia.
En noviembre, la revolución había estallado. Se establecieron consejos de trabajadores y marineros en todas partes y el viejo régimen se desmoronó / Bundesarchiv
Sin una oposición a su izquierda, combativa y enraizada en las masas, los dirigentes del SPD explotaron hábilmente la idea de “unidad” y de “republica social” que proclamaban ahora entre las masas. Semanas más tarde, los dirigentes del SPD consiguieron implicar al USPD en un gobierno de coalición, dándole una apariencia más de “izquierda”, lo que mostraba la confusión extrema de los “independientes”, que oscilaban entre el reformismo y la revolución. Finalmente, el USPD terminó aceptando la convocatoria de una Asamblea Constituyente, con la oposición de los espartaquistas, en lugar de mantenerse en la consigna de todo el poder a los consejos de obreros y soldados, muchos de los cuales fueron copados desde arriba por el SPD con toda clase de maniobras.
Con los socialdemócratas a la cabeza, la revolución se descarriló fácilmente. Se promulgaron la jornada de 8 horas y los convenios colectivos. Si bien hubo que sacrificar la monarquía, se evitó la amenaza a la propiedad privada. Se salvó el viejo orden, pero bajo una apariencia democrática.
El levantamiento de enero de 1919
Los espartaquistas eran demasiado débiles para aprovechar la situación, a pesar de los heroicos esfuerzos de Luxemburgo y Liebknecht, quienes fundaron el Partido Comunista Alemán a finales de 1918. En el momento de la revolución de noviembre tenían 2000 militantes en toda Alemania, y sólo 50 en Berlín. Sus integrantes eran, en general, muy jóvenes, sin experiencia en los movimientos de masas y por tanto muy propensos al ultraizquierdismo: boicot a las elecciones, rechazo a trabajar en los sindicatos reformistas, partidarios de insurrecciones prematuras. En suma, le daban la espalda a la mayoría de la clase obrera que aún no había sacado todas las conclusiones revolucionarias necesarias y que necesitaba de más experiencia y de trabajo en común con el ala consecuentemente revolucionaria.
Aunque fue correcto oponerse a la convocatoria de la Asamblea Constituyente, una vez que esto era inevitable y contaba con el apoyo o neutralidad pasiva de gran parte de la clase obrera, era un error no participar, para hacer agitación revolucionaria entre capas más atrasadas de la clase.
Estas posiciones ultraizquierdistas repelían a la Red de Delegados Revolucionarios de Berlín, la vanguardia del movimiento obrero de la capital que aglutinaba a miles de obreros revolucionarios, y sobre quienes Liebknecht ejercía una gran autoridad. Rechazaron unirse al nuevo partido y decidieron permanecer en el “ala izquierda” del USPD. De hecho, los dirigentes espartaquistas Luxemburgo, Jogiches, Clara Zetkin y Paul Levi eran partidarios de haber esperado al Congreso del USPD a fines de enero para dar una batalla final en este partido antes de formar el KPD, pero la mayoría “izquierdista” del nuevo partido se opuso.
El gobierno lanzó una represión despiadada que culminó con el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, privando al Partido Comunista de sus dirigentes más destacados.
Para peor, los espartaquistas se dejaron coger en una provocación a comienzos de enero de 1919, cuando el gobierno destituyó al jefe de policía de Berlín, Emil Eichhorn, miembro del ala izquierda del USPD. En Berlín, hubo una huelga general masiva con cientos de miles de manifestantes en protesta. Animados por la respuesta del movimiento, militantes espartaquistas ocuparon el edificio del periódico del SPD, el Vorwärts, con el apoyo de Liebknecht, y se levantaron en armas en otras partes de la ciudad. Aquí las jóvenes fuerzas espartaquistas sobrevaloraron la situación y trataron de sustituir a las masas. Éstas, mientras estaban dispuestas a hacer oír su indignación aún no habían madurado la necesidad de un levantamiento armado contra un gobierno que todavía un sector de la clase obrera, más retrasado, consideraba como propio. Aunque Luxemburgo se opuso a la aventura, en lugar de proponer una retirada ordenada, terminó aceptando el hecho consumado. El gobierno lanzó una represión despiadada que culminó con el asesinato brutal de ambos dirigentes revolucionarios, privando así al proletariado revolucionario alemán y al joven Partido Comunista de sus dirigentes más destacados, en un momento crucial. Decenas de dirigentes más del KPD fueron asesinados en las semanas posteriores.
En abril, se formó la República de los Consejos de Baviera, después de una huelga general tras el asesinato de un dirigente de la izquierda, por medio de una coalición heterogénea e inestable de miembros del USPD, anarquistas y comunistas, pero quedó aislada y a comienzos de mayo fue derrotada por la fuerza y disuelta.
Este giro hacia la contrarrevolución y la represión fue liderado por la escoria de los Freikorps, un grupo paramilitar reaccionario, reclutado por el ala derechista del SPD en el gobierno, y que posteriormente nutrió las filas de los nazis.
El putsch de Kapp
Confiado con el aplastamiento del ala izquierda de la revolución, un sector del Estado Mayor junto a algunos grandes empresarios comenzaron a jugar con la idea de instaurar una dictadura militar y despedir del gobierno a sus socios del SPD con una patada, una vez que les habían sido muy útiles para boicotear la revolución socialista en marcha. Esto coincidió con una nueva ofensiva de los gobiernos de la Entente, vencedores de la Primera Guerra Mundial, que exigían dinero de reparaciones de guerra al ya exhausto presupuesto alemán y la entrega de algunos oficiales alemanes para ser juzgados por crímenes de guerra. Tras meses y semanas de tensión esto culminó en el intento de un golpe militar en marzo de 1920, encabezado por un antiguo alto funcionario imperial, Wolfgang Kapp, con el apoyo de generales del Ejército. El llamado putsch de Kapp, fracasó después de que la mayor huelga general que había conocido Alemania hasta entonces, paralizara Berlín y todo el país.
El putsch de Kapp fracasó después de que la mayor huelga general que había conocido Alemania hasta entonces paralizara Berlín y todo el país / Bundesarchiv
Paradójicamente, fue la burocracia sindical del SPD la que dirigió el movimiento de respuesta al golpe, utilizando los mismos sindicatos que los “izquierdistas” consideraban muertos. Lo que éstos no podían entender es que diferentes capas de la clase obrera se mueven en diferentes momentos, siendo las capas atrasadas las últimas en incorporarse sobre la base de grandes acontecimientos. Pero lo más sorprendente fue que el KPD no jugo ningún papel en la lucha contra el golpe de Kapp, en la capital Berlín, donde el ala más izquierdista dirigía el partido. Sus dirigentes llamaron a la calma y a no salir a la calle, afirmando en un comunicado que la clase obrera “es incapaz de actuar”. Paul Levi, el dirigente más destacado, que estaba en prisión aislado del partido, se quejó más tarde de la oportunidad perdida por el KPD de destacarse entre las masas. Este látigo de la contrarrevolución sirvió para impulsar la revolución, provocando una crisis dentro de las organizaciones tradicionales de la clase trabajadora.
El nacimiento de un partido comunista de masas
El USPD, que tenía 100.000 miembros cuando comenzó la Revolución de 1918, superó los 300.000 militantes en marzo de 1919. Poco después del fracasado golpe de Kapp, en abril de 1920, donde el USPD sí jugó un papel destacado, alcanzaba los 800.000 miembros y disponía de 54 diarios. Este partido era una organización centrista. Simpatizaba abiertamente con la Revolución rusa, pero oscilaba entre el reformismo y la revolución. Lo más importante es que contaba con la lealtad de sectores clave de la clase trabajadora alemana. Finalmente, en octubre de 1920, en su Congreso de Halle, votó a favor de la afiliación a la Tercera Internacional, fundada un año antes. El ala derecha se separó y el partido luego se fusionó con el PC alemán para formar el Partido Comunista de Alemania Unido (VKPD o KPD), con cerca de 400.000 miembros, y 33 diarios y que se proponía disputar la dirección de la clase trabajadora.
En ese momento, Lenin era muy crítico con el ultraizquierdismo de un sector del PC alemán, sobre el cual escribió su libro La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo. Los ultraizquierdistas del PC se escindirían en abril de 1920, antes de la fusión con el USPD, para formar el KAPD.
El dirigente del KPD que más había hecho por orientarse a la izquierda del USPD para ganarla para el comunismo fue Paul Levi, tras una acertada política de frente único. Levi era el dirigente más capacitado del comunismo alemán tras el asesinato de Rosa Luxemburgo. El problema con Levi es que era muy inconstante y caprichoso, y en su afán de distanciarse de las aventuras de los izquierdistas, a veces tendía hacia la pasividad y a subestimar la capacidad del KPD, incluso del nuevo partido refundado, que ya era un partido proletario de masas, para ganar la mayoría de la clase obrera en una situación revolucionaria.
La “acción de marzo” de 1921
En paralelo, la relación con la dirección de la Internacional Comunista (IC), conocía frecuentes roces. La dirección práctica y cotidiana de la misma correspondía a dirigentes de segundo nivel, como Zinóviev y otros, ya que Lenin y Trotsky estaban completamente implicados en sostener la difícil situación en la Rusia soviética. En lugar de convencer con argumentos e ideas, Zinóviev solía utilizar maniobras organizativas para socavar la autoridad de los dirigentes nacionales con los que entraba en conflicto.
En uno de estos conflictos, a comienzos de 1921, en relación a la situación del Partido Comunista italiano, Levi perdió una votación en el CC del KPD, que votó a favor de la posición del Ejecutivo de la IC. En lugar de aceptar su derrota y continuar trabajando en la dirección del partido, Levi dimitió de sus cargos de manera irresponsable, con gran disgusto de Lenin.
Moscú envió asesores, como el húngaro Béla Kun, un hombre mediocre que no tenía la capacidad suficiente para dar buenos consejos al KPD. Estos emisarios dieron crédito al ultraizquierdismo que aún subsistían en sectores del partido y propusieron la llamada “teoría de la ofensiva”. Esta teoría condujo a la debacle de la «Acción de Marzo» de 1921, donde el joven partido se vio empujado a un intento prematuro de tomar el poder, con consecuencias devastadoras.
Comunistas detenidos tras la Acción de Marzo / Bundesarchiv
En parte esto fue debido a un intento de sacudirse la acusación de pasividad durante el golpe de Kapp un año antes. La dirección del partido aleccionada por Béla Kun, tomó como base para su levantamiento armado unas jornadas de solidaridad con una lucha en la cuenca minera y metalúrgica de Halle (Sajonia), que el gobierno –en manos de la derecha tras la derrota del SPD en las elecciones unos meses antes– se disponía a reprimir duramente con el envío de policías y soldados. Pensaban que un alzamiento local triunfante podría extenderse por todo el país rápidamente. Comités locales del partido recurrieron a todo tipo de acciones aventureras, sin resultado, provocando una derrota sangrienta de los trabajadores. Como reacción, unos 200.000 militantes abandonaron el partido y decenas de miles perdieron sus empleos. Lenin se vio obligado a intervenir, criticando duramente a Kun y a la dirección alemana.
«La provocación fue clara como el agua. Y, en lugar de movilizar a las masas obreras con fines defensivos, para repeler los ataques de la burguesía y demostrar así que tenían la razón de su lado, inventaron su ‘teoría de la «la ofensiva», una teoría absurda que ofrece a la policía y a todo reaccionario la oportunidad de presentaros como los que tomaron la iniciativa en la agresión, frente a los cuales ellos podrían hacerse pasar por los que defienden al pueblo». Resumió su posición: «Hay que ganar a las masas como paso previo a la conquista del poder».
La política del frente único
La derrota abrió un gran debate en la Internacional Comunista, del que surgió la política del Frente Único, resumida en la frase «¡Marchar separados, golpear juntos!» La tarea clave era «explicar pacientemente» y participar en actividades que unieran a la clase trabajadora en una acción unida. Se trataba de una política y un enfoque defendidos por Paul Levi, el líder clave del partido, pero que había sido expulsado por criticar públicamente la Acción de Marzo, y que más tarde giró a a la derecha, resentido por su expulsión. Fue reemplazado como presidente del partido por Heinrich Brandler, quien luego se convirtió en secretario general.
A partir de entonces, el partido emprendió una fructífera labor de Frente Único, consiguiendo apoyo en los sindicatos y las fábricas. Recuperó unos 100.000 militantes durante 1921 y 1922 y tenía 38 diarios a su disposición. Adoptó un programa de transición para tender puentes con los trabajadores reformistas, con gran efecto.
Habían desarrollado un trabajo muy efectivo en los sindicatos reformistas, hasta el punto que se alzaron con la mayoría en el sindicato de los metalúrgicos, el más importante y combativo.
En paralelo, se desarrolló el movimiento de los comités de fábrica, con la elección de representantes por los trabajadores, al margen del aparato sindical, favorecido por la descomposición y parálisis de los sindicatos reformistas. A fines de 1922, el KPD afirma controlar 2.000 comités de fábrica. El partido comenzó a organizar sus propios destacamentos armados, las Centurias Proletarias.
El crucial año de 1923
La prueba para el partido llegó en 1923. Debido al incumplimiento de sus obligaciones en virtud del Tratado de Versalles, el gobierno francés envió tropas para ocupar el valle del Ruhr. Esto abrió un período de inestabilidad económica y política, en el que el gobierno burgués alemán de Wilhelm Cuno ofreció una «resistencia pasiva». Las huelgas y batallas con las tropas francesas se volvieron cada vez más violentas. Los fascistas comenzaban a levantar la cabeza en medio de la agitación nacionalista, financiados por los grandes industriales. La inflación se convirtió en hiperinflación y la clase trabajadora sufrió una pauperización absoluta y la clase media quedó arruinada. El 3 de febrero de 1923, un huevo costaba 300 marcos; el día 10, 3.400; el 5 de agosto, 12.000; y el día 8, 30.000. Las tiendas cambiaban sus precios por horas. Los sindicatos colapsaron. Una marea revolucionaria barrió el país. Había llegado el momento de la revolución. Pero conforme más se acercaba esta, más se incrementaban las vacilaciones en la dirección del KPD.
Tropas francesas en el Ruhr
A fines de julio, el gobierno de Cuno prohibió una gran manifestación antifascista que el partido preparaba en Berlín. La dirección del partido consultó a Moscú sobre si aceptar o no la prohibición del gobierno, pero la mayoría de los dirigentes bolcheviques estaban fuera, y Lenin ya se encontraba impedido irreversiblemente. Stalin, sin embargo, instó a los dirigentes alemanes a esperar, y declara: “Para mí, se debe contener a los alemanes y no estimularlos” (E.H. Carr, The Interregnum). El partido desconvocó la manifestación. La falta de resolución del partido comenzó a frustrar a una capa creciente de trabajadores.
A comienzos de agosto la situación alcanzó el clímax, las huelgas salvajes se sucedían por todo el país, y el partido amagó con convocar una huelga general de 3 días para provocar la caída del gobierno, pero el llamamiento nunca llegó, ante el rechazo de los dirigentes socialdemócratas a suscribirlo. Finalmente, la burguesía alemana se adelantó y Cuno dimitió por propia iniciativa sin dar la posibilidad a millones de trabajadores de probar su propia fuerza.
Insurrección abortada
No fue hasta agosto, en medio de la crisis del gobierno de Cuno, que el Buró Político ruso se reunió para discutir la situación alemana. Allí se instó a los alemanes a hacer preparativos para una insurrección. Trotsky insistió en que se fijara una fecha, la del 7 de noviembre, aniversario de la Revolución rusa, pero el dirigente del partido, Brandler, se opuso. En cambio, sugirió enviar a Trotsky a Alemania para ayudarles a preparar la insurrección, a lo que se opuso resueltamente Zinóviev, por celos. A comienzos de octubre, los representantes del KPD entraron en los gobiernos socialdemócratas de izquierda de Sajonia y Turingia, que estaban amenazados con ser disueltos por el gobierno de Berlín, como una plataforma de lanzamiento para la revolución. Se iba a utilizar una conferencia sindical con 500 delegados de sindicatos y comités de fábrica en la ciudad de Chemnitz para convocar una huelga general y provocar un levantamiento, utilizando la excusa de oponerse a la disolución de ambos gobiernos de izquierda. Sin embargo, las cosas salieron muy mal y la conferencia no apoyó la huelga, por la negativa de los socialdemócratas de izquierda. Nuevamente, los dirigentes comunistas se negaron a provocar un movimiento en solitario. La insurrección fue suspendida y se perdió la oportunidad. El desánimo y la impotencia se extendieron en las capas más activas de la clase obrera.
Solamente en la ciudad de Hamburgo se organizó el levantamiento armado, porque la comunicación de la cancelación llegó tarde, pero aislado en la ciudad, y tras varios días de combate, el movimiento fue aplastado.
El KPD fue declarado ilegal y se produjeron detenciones. El «fiasco alemán» había terminado.
Obreros comunistas armados en el levantamiento de Hamburgo, 23 de octubre de 1923 / Bundesarchiv
Trotsky creía que la revolución podría haber tenido éxito si no hubiera sido por el fracaso de una dirección vacilante. Mientras que el Partido Bolchevique superó esta vacilación bajo el liderazgo de Lenin y Trotsky, este no fue el caso en Alemania. «En Alemania, la dirección en su conjunto vaciló y esta indecisión se transmitió al partido y, a través de él, a la clase.» (L. Trotsky, Lecciones de Octubre).La vacilación condujo a la derrota.
En el momento en que el grueso de la clase obrera alemana se movió masivamente hacia una salida revolucionaria, rompiendo sus ilusiones en los reformistas, faltó la dirección y el partido que precisaba para ayudarla a consumar la toma del poder.
La tragedia de la experiencia alemana fue que el partido revolucionario fue creado a marchas forzadas en medio del proceso revolucionario, sin dar tiempo a formar y educar a cientos y miles de cuadros obreros en todas las tareas de construcción del partido, del movimiento de masas, del trabajo sindical y parlamentario, del trabajo legal y en la clandestinidad, así como de las condiciones y preparación de la insurrección.
El Partido bolchevique contó con 14 años de preparación, desde la formación de la fracción bolchevique en el viejo Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, en 1903, como una organización de cuadros. Dispuso, además, de una dirección clarividente bajo la conducción de Lenin, y de una experiencia colosal en gran variedad de situaciones: revolución, contrarrevolución, trabajo legal y parlamentario, clandestinidad, y una educación internacionalista y de confianza en la clase obrera como no disponía ningún partido o corriente socialista revolucionaria en toda Europa.
En cambio, las fuerzas del comunismo alemán vinieron de jóvenes impacientes que trataron de copiar, sin comprenderlas, las tácticas del Partido bolchevique, y de cuadros obreros dirigentes acostumbrados a verse en minoría y a derrotas que desarrollaron en ellos una mentalidad fatalista y de falta de confianza en sus propias fuerzas. Ya en 1920, Paul Levi afirmó: “Somos muchos los que nos arrepentimos de no haber empezado a formar el núcleo del Partido Comunista en 1903”, el mismo año en el que se formó el núcleo del bolchevismo en Rusia.
A todo lo anterior se sumó la deficiente capacidad de la Internacional Comunista en guiar y aconsejar correctamente al joven partido alemán en todas sus etapas. Lamentablemente, la URSS estuvo asomada al abismo en esos mismos años (guerra civil, hambre, destrucción del transporte, etc.) que requería de las energías de los principales dirigentes bolcheviques.
Alemania pudo recomponerse a duras penas y temporalmente, por las condiciones de orfandad política a que habían conducido a la clase obrera las diferentes alas del movimiento, y con la ayuda de EEUU que volcó millones de dólares en la economía alemana para estabilizar el país y alejar el fantasma de la revolución, hasta que a fines de la década de 1920 regresó el colapso económico tras el crash de 1929.
Diez años después de la derrota de Octubre de 1923, en 1933, el poderoso KPD había sido destrozado. El ascenso de Stalin en la URSS selló el destino de la Internacional Comunista. La política ultraizquierdista del Tercer Período dividió a la clase trabajadora alemana y permitió que Hitler llegara al poder sin resistencia.
Más que nunca los titánicos acontecimientos de Alemania entre 1918 y 1923 deben servirnos de inspiración para sacar las conclusiones correctas en cuanto a táctica, estrategia y construcción del partido de cara a los procesos revolucionarios que se avizoran en el horizonte.
Bibliografía:
Pierre Broué, Revolución en Alemania (1917-1923) Ed. IPS
León Trotsky, Lecciones de Octubre
Rob Sewell, Germany: From Revolution to Counter-Revolution, Ed. WellRed Books
Patrick Larsen, La revolución alemana de 1918-1923 Ed. Lucha de Clases
La Izquierda Socialista, sección mexicana de la Corriente Marxista Internacional, repudia el actuar del Instituto Nacional de Migración (INM) contra Pável Blanco Cabrera, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de México, quien fuera detenido e incomunicado sin razón alguna el pasado 23 de octubre. El compañero venía de una reunión política realizada en Turquía. Su retención es un claro acto de intimidación contra quienes luchamos por una sociedad distinta al capitalismo.
El gobierno de AMLO ha mantenido una dura política migratoria, lo cual es ya en sí reprobable, pues quienes vienen a México, en su mayoría, huyen de los efectos de la crisis económica, violencia y falta de justicia de los gobiernos capitalistas de los países pobres, efectos de las políticas del imperialismo en la región. Pero ahora ese endurecimiento se traslada a activistas sociales, lo cual es inaceptable.
Desde estas líneas queremos manifestar nuestro repudio a los actos de intimidación sufridas por los compañeros del PCdeM a quienes enviamos nuestra solidaridad y el repudio al actuar de las autoridades migratorias.
Han pasado ya más de 20 días desde que inició el paro nacional en Guatemala que exige la renuncia de la fiscal general Consuelo Porras. Al paro se han unido voluntariamente una gran cantidad de sectores de la sociedad y está conformado por la población indígena (los que iniciaron el paro), población campesina, estudiantes y organizaciones comunitarias, académicas y profesionales, incluso pequeños y medianos comerciantes. Como se extiende rápidamente el fuego a través de un rastro de pólvora, así se ha extendido el paro en las calles de toda Guatemala. Sin embargo, tras varios días de paro, es poco lo que el movimiento ha conseguido: ni Porras ni ninguno de los fiscales corruptos han sido destituidos. El cansancio empieza a pesar en el movimiento.
Es esencial aprovechar la energía de las masas que hoy están dispuestas a sacrificar el pan de hoy por un mejor mañana. Es importante tener en cuenta que esta disposición no se mantendrá por mucho tiempo. Tarde o temprano, como ha ocurrido en otros países recientemente, como Colombia, Ecuador, Chile y Perú el movimiento entrará en un estado de fatiga y disminución de la participación. En ese momento, la clase dominante incrementará la presión, reprimiendo los últimos vestigios del movimiento o simplemente dejando que todo vuelva a la normalidad, sin ceder en ninguna posición.
Debemos extraer lecciones fundamentales de los pasados procesos de lucha y aprender de la experiencia de nuestros países hermanos latinoamericanos. La lucha debe ser constante en busca de un plan revolucionario. Es crucial crear asambleas democráticas y extender la lucha hasta el último rincón del país.
El movimiento debe avanzar hacia la conformación de asambleas democráticas y representativas que incluyan a todos los sectores explotados de la sociedad guatemalteca. Se debe discutir un programa que abarque todas las demandas históricas más fundamentales de los oprimidos. A través de una asamblea nacional revolucionaria, es necesario establecer un plan de lucha amplio y democrático.
Ninguna confianza en Giammattei, el MP y la OEA
Hasta ahora, el actual presidente de la nación se ha mostrado “pacífico” y “abierto” al diálogo con los manifestantes, aunque en algunas declaraciones públicas manifestó que los protestantes eran criminales, llamó a desalojar las protestas que impedían dar servicio de agua y anunció problemas de suministros básicos en el país. Repentinamente, cambió de actitud el 12 de octubre, once días después del paro, cuando decidió recibir a una comisión representativa del movimiento en su despacho presidencial, una reunión de cuatro horas y media con mediación de la Organización de los Estados Americanos (OEA), donde no cedió ante las peticiones de los manifestantes.
La actitud pacífica de Giammattei es realmente falsa y no es más que una maniobra inteligente para ganar tiempo mientras esperan que el movimiento vaya a la baja, tras el cansancio de mantener los bloqueos y tomas. Después de la reunión en la que no se comprometió con nada, el presidente declaró que no estaba en sus manos destituir a Consuelo Porras, principal petición del pueblo alzado, y que incluso las mismas leyes le impedían destituir a la fiscal general.
Las declaraciones del presidente son insultantes y descaradas, cuando ellos mismos, los corruptos del régimen han pasado por encima de todo el marco legal que rige la política guatemalteca. Es evidente que Giammattei es el protector de la fiscal general, y juntos preparan o bien un golpe de Estado al presidente electo Arévalo o simplemente dejar el camino limpio para una sucesión estable para los corruptos que pueden ser desenmascarados bajo el nuevo gobierno.
Aquí vemos de manera muy gráfica los límites de la democracia burguesa, cuando el mismo Giammattei se ha amparado en una reforma a la ley orgánica del Ministerio Público, que se impulsó como un mecanismo de defensa hacia los fiscales que destaparon la corrupción en 2015; la reforma eliminó toda potestad del presidente para destituir sin una causa justificada al fiscal general del Ministerio Público.
Cuando un representante público es intocable e irrevocable, aun así, si sus acciones, como interferir en un proceso democrático electoral, sean evidentes ante el pueblo. En una verdadera democracia, todo funcionario debería ser perfectamente revocable por la solicitud del pueblo trabajador. Claro, desde la democracia burguesa, cuando el pueblo intenta hacer uso de esta es siempre violentado e ignorado. La democracia en el sistema capitalista se vuelve un término contradictorio, ¿dónde queda la “voluntad del pueblo”? Por eso Lenin siempre fue enfático en decir que no se puede hablar de democracia en abstracto, que siempre se debe preguntar: democracia ¿para quién?
El pueblo trabajador guatemalteco no debe confiar en ninguna de las muestras de apertura al diálogo por parte de ningún funcionario de gobierno, mucho menos de la “mediación” de la OEA. La OEA debajo de la mesa está en favor de la clase dominante opresora y por consecuencia con Porras y Giammattei.
Se debe confiar solamente en la fuerza de la lucha del pueblo organizado en los bloqueos y desconfiar en el diálogo con los corruptos y vendedores de ilusiones, el diálogo solo debe ser con la clase trabajadora y los oprimidos para avanzar en una agenda de lucha revolucionaria.
Las dos caras de Giammattei
Mientras, por un lado, se muestra amigable con el pueblo luchador y los recibe en su despacho, por otro lado, organiza y envía a sus matones para amedrentar al pueblo. El 16 de octubre, en el periódico digital Plaza Pública, se publicó una nota que advertía de grupos armados que atacaron un bloqueo en Malacatán, San Marcos. El artículo decía:
“Un comando armado atacó a los manifestantes para liberar el paso; esto dejó al menos una persona fallecida y cuatro heridos, informaron los Bomberos Voluntarios. Las personas que presenciaron el hecho señalaron que los hombres armados los amenazaron con repetir el incidente si las manifestaciones continuaban. También indicaron que los vieron correr a refugiarse en la base militar.En redes sociales circularon videos en los que se muestra a picops de la PNC circulando tras los vehículos en los que huyeron. Este mismo material gráfico sirvió para identificar a algunos de los atacantes”.
A medida que el paro se mantenga no dudamos que el Estado buscará reprimir a los manifestantes, con el aval de Giammattei y Consuelo Porras. La fiscal Porras que ya ha pedido en varias ocasiones, junto con la principal gremial empresarial CACIF, el uso de la fuerza estatal para respetar el derecho a la libre locomoción. La clase dominante ya utiliza la fuerza represiva paraestatal y, en el momento menos esperado, usará la fuerza represiva estatal. Por ahora, el movimiento no es ni demasiado débil para ser desalojado fácilmente y no es suficientemente fuerte como para representar una amenaza al sistema y ser reprimido abiertamente, sin meditar en las consecuencias y/o peligros para el régimen. El objetivo próximo podría ser intimidar, acosar, perseguir y asesinar selectivamente hasta que el movimiento tienda al desánimo y la retirada sea un hecho.
Divisiones entre el régimen
El ambiente en el movimiento es realmente volátil y así es percibido por la clase dominante, lo que hace que el régimen tambalee y entre en contradicciones. Por ejemplo, ese tira y afloja que se ha desarrollado entre el Ministerio de Gobernación, el Ministerio Público (MP) y la Corte Constitucional (CC).
Consuelo Porras ha pedido desde un inicio que los manifestantes que acordonan el edificio del MP, sin dejar pasar a ningún trabajador desde el 02 de octubre, sean desalojados. Sin embargo, ni el ministro de Gobernación ni la policía se han atrevido a desalojar la protesta. Incluso la misma Corte Constitucional, que ha tenido un papel ambivalente en el proceso, ha ratificado esta semana la legalidad de la protesta. Esto seguramente es la expresión del miedo a que todo se salga de control.
El 17 de octubre, el ministro de Gobernación, que estaba siendo presionado para reprimir a los manifestantes, finalmente renunció a su cargo y declaró en una carta dirigida a Giammattei: “Ante la complejidad de la situación actual en que se encuentra el país, presento a usted mi renuncia”. Esto puede ser un engaño de Giammattei para presentarse como un conciliador y pacifista o simplemente una diferencia en los métodos de cómo manejar el movimiento.
El director de la policía ha declarado hace unos días: “Muchas manifestaciones están siendo lideradas por personas responsables. Pero en algunos lugares se han infiltrado delincuentes para intentar perjudicarlas (…) No tenemos denuncias de saqueos, pero los propietarios de negocios han sido coaccionados y amenazados para que cierren”. Esta actitud “amistosa” de la policía será algo temporal mientras la situación pueda ser controlada y no represente un peligro para el régimen. En el momento decisivo, todas las instituciones y las fuerzas represivas harán un solo bloque para defender el sistema.
Por otro lado, unque la mayoría de las cámaras empresariales se han atrincherado alrededor de la gremial más grande, el CACIF, y el gobierno, existen pequeñas representaciones que tienen posiciones tambaleantes. La situación es compleja, y el movimiento debe aprovechar cualquier fisura dentro de la clase dominante y contraatacar con todas sus fuerzas para doblegar al enemigo.
Autodefensas campesinas, comunitarias y obrera
Ante las constantes intimidaciones y acosos por parte de grupos armados que seguramente son enviados por el Estado, el movimiento debe pasar a la discusión amplia de grupos de autodefensa en todos los bloqueos existentes, como medida preventiva para repeler cualquier amenaza externa y la presencia de infiltrados.
Durante las dos semanas de paro, el pueblo guatemalteco ha demostrado cómo a través de la organización popular se ha podido autosostener la lucha. La coordinación organizada de los movimientos alzados, pero así también la iniciativa propia de miles de personas se ha volcado a garantizar la alimentación, en tiempos sumamente difíciles, donde se han visto azotados por la inflación, la carestía y la pobreza. Aun así, las muestras de solidaridad han sido expresadas repetidas veces. Esto muestra cómo la clase trabajadora en momentos revolucionarios como estos es capaz de organizar y garantizar los medios para la lucha de manera efectiva y sostenible.
Los reportes de algunos periodistas que han visitado las diferentes expresiones del paro exponen cómo la misma gente vela por la disciplina y la seguridad de los bloqueos. Si se han podido mantener condiciones mínimas de seguridad, el camino a las autodefensas contra grupos armados debe ser solo un paso. Esto puede ser discutido ampliamente en las asambleas de delegados democráticos de cada uno de los sectores alzados y transmitirse entre todas las expresiones de lucha. Basta del amedrantamiento contra nuestros luchadores, ni un mártir más. Por la autodefensa obrera, indígena y campesina.
Si los ministros burgueses, banqueros, empresarios y políticos parásitos de la sociedad se sienten con el poder de tener seguridad personal por sentirse amenazados por el pueblo, ¿por qué el pueblo que evidentemente está siendo amedrentado, asesinado y acosado por luchar por sus demandas legítimas no puede ejercer el legítimo derecho de autodefenderse? No hay lógica que nos impida armarnos para defendernos.
Extender el paro a toda la industria
Los líderes campesinos e indígenas también deben hacer llamados serios a todos los trabajadores de todos los sectores industriales a paralizar labores por sus propias reivindicaciones. Por ahora, el paro nacional ha afectado el transporte de las mercancías debido a los más de 100 bloqueos, y los efectos de estos se han hecho sentir no solo en el país sino en toda la región centroamericana. El Salvador, por ejemplo, ha tenido una crisis alimentaria, ya que Guatemala es su principal proveedor de verduras y legumbres. Costa Rica ha dejado de exportar más de 140 millones de dólares debido al cierre de las fronteras, de la misma forma Nicaragua también se ha visto afectada, la posición geográfica guatemalteca es clave, prácticamente en un bloqueo total nada se mueve ni al sur ni al norte sin el permiso de la clase obrera guatemalteca.
Esto es solo una pequeña muestra de lo que los bloqueos han podido generar, y no dudamos que una vez extendido el paro en toda la industria guatemalteca, los efectos rápidamente se extenderían por toda la región centroamericana y más allá de ella. Sin duda, pondría al régimen en jaque. Los indígenas, la juventud y los campesinos solo pueden confiar en sus propias fuerzas y en sus hermanos de clase; sus principales aliados son los obreros industriales. La lucha y el paro deben extenderse a todas las fábricas del país, bajo un programa revolucionario contra el régimen corrupto.
De la consigna fuera Porras a un plan de lucha para elevar el nivel de vida
Por ahora, lo que ha movilizado al pueblo guatemalteco ha sido el hartazgo de la interferencia de la fiscal Consuelo Porras en el proceso electoral. Pero por debajo de este hartazgo, hay una fuerte corriente contra todo el sistema corrupto, contra la pobreza, el desempleo, la desigualdad, el despojo, la explotación y la opresión, concretamente contra el sistema en general. El pueblo alzado entiende perfectamente que la destitución de la fiscal no resolverá sus problemas, incluso la elección del presidente Arévalo tiene esta misma connotación para el pueblo, a Arévalo lo votaron en ausencia de una verdadera representación electoral que planteara resolver sus problemas. Pero el hartazgo es tanto que incluso ganar una de estas batallas destitución de Porras o Arévalo en la presidencia, será tomado como una victoria e impulsará la lucha por más.
Por lo tanto, los dirigentes del movimiento, de los 48 cantones, los representantes del pueblo Xinca, los dirigentes del pueblo maya y los demás pueblos indígenas, junto con los líderes de la organización campesina CODECA y el movimiento obrero sindical, deberían plantearse un programa de lucha revolucionario que incluya las demandas más elementales y principales de los oprimidos. Demandas como el alto al acoso y desalojo de las grandes transnacionales que han desplazado a pueblos enteros, así como también la contaminación y saqueo de los recursos naturales.
El movimiento debe convocar a una gran asamblea nacional revolucionaria que elija una representación democrática por delegados en cada uno de los sectores en lucha, para aprobar un programa que incluya demandas relacionadas con medidas contra el hambre, el desempleo, los bajos salarios, la reforma agraria, el alto a la contaminación, explotación y apropiación de los recursos naturales. Un plan de lucha revolucionario que se proponga tomar el control de los recursos naturales que permitirán la vida digna en Guatemala. Esos que ahora son la gran propiedad de una minoría parasitaria guatemalteca y de las transnacionales extranjeras.
El paro nacional debe trascender a una lucha por echar a los corruptos y a los explotadores y opresores del país, por la construcción de una Guatemala bajo el control de un gobierno revolucionario de todos los oprimidos a través de asambleas democráticas revolucionarias en todo el país, este gobierno debe acabar con todas las instituciones podridas del régimen, no solo son los políticos los podridos, es todo el sistema que está podrido de pies a cabeza y está diseñado para resguardar los privilegios de los ricos pasando por encima de los pobres. Pasar de la lucha inmediata, hacia el control del país para garantizar la vida digna de los históricamente oprimidos.
La guerra de Israel contra Gaza tiene todo el potencial para convertirse en un conflicto mucho más grande, con frentes abriéndose en la frontera con el Líbano y en Cisjordania, y agitación extendiéndose por toda la región. Tal escalada tendría un gran impacto, no solo en todo el Medio Oriente sino en toda la situación mundial. El actual bombardeo masivo en Gaza ya está sacudiendo al mundo, política, económica y socialmente.
Todos los planes del imperialismo estadounidense en la región ahora están hechos jirones, y están tratando desesperadamente de volver a unir las piezas. Pero no hay manera de que puedan volver a la situación precaria que existía antes de los acontecimientos del 7 de octubre.
Es una situación sin precedentes que se refleja en el hecho de que el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, sintió que era necesario usar toda la autoridad de su posición como líder del país imperialista más poderoso del mundo para tratar de recuperar algo de control, apresurándose a visitar directamente a Netanyahu y su gabinete de guerra.
El dilema que enfrenta el imperialismo estadounidense en la región es: ¿cómo respaldar completamente a Israel en su sangrienta embestida contra Gaza y, al mismo tiempo, proteger los intereses estadounidenses en todo el Medio Oriente, que ahora están en riesgo? Para comprender este dilema, es necesario describir brevemente el cambio en el equilibrio de fuerzas entre las principales potencias tanto a nivel mundial como dentro del propio Medio Oriente.
El primer factor es el declive relativo del imperialismo estadounidense, y enfatizamos la palabra “relativo”, ya que sigue siendo, con mucho, la fuerza imperialista más poderosa del planeta, con la maquinaria de guerra más poderosa que la historia haya visto. Estados Unidos gasta más en defensa que los siguientes 10 países combinados. Por lo tanto, desde un punto de vista militar, nadie puede igualar la potencia de fuego de los EE. UU. El siguiente país con mayor gasto armamentista es China, pero está muy por detrás de Estados Unidos.
Sin embargo, la potencia de fuego por sí sola no es suficiente. También hay que considerar la capacidad de usar esa potencia de fuego y la capacidad de los Estados Unidos para mantener económicamente un esfuerzo de guerra durante un período prolongado de tiempo. Ahí es donde su debilitamiento relativo parece más evidente. En comparación con otros países, el músculo económico de EE. UU. ha disminuido significativamente en términos relativos. Hubo un tiempo en que Estados Unidos producía la mitad del PIB mundial. Ahora se ha reducido a una cuarta parte.
El debilitamiento relativo del imperialismo estadounidense significa que no puede desempeñar el papel de policía mundial indiscutible como solía hacerlo en el pasado. Su humillante salida de Afganistán en 2021, después de 20 años de intentar reforzar a sus títeres locales en el país, fue un claro ejemplo de esto. Su limitado margen de maniobra en la crisis siria, donde Rusia jugó un papel mucho más importante, fue otro ejemplo.
Este debilitamiento relativo del imperialismo estadounidense ha ido acompañado de la creciente fuerza e influencia de otras potencias: en primer lugar, la de China, que ha aumentado masivamente su gasto militar, y la de Rusia, que ha reafirmado su posición en Oriente Medio, como vimos en Siria, y más recientemente en Ucrania.
En este escenario, varias potencias más pequeñas han estado flexionando cada vez más sus músculos, desde Irán hasta Turquía, desde India hasta Arabia Saudita. Israel, aunque sigue siendo el único aliado confiable de los Estados Unidos en el Medio Oriente, también se ha librado parcialmente del control de los Estados Unidos y está procediendo con su propia política.
La ‘normalización’ hecha jirones
Incluso más importante desde el punto de vista de los intereses estadounidenses en la región han sido las maniobras de Irán para bloquear el llamado proceso de “normalización”, mediante el cual Israel ha establecido relaciones diplomáticas con varios países árabes. Israel ha tenido durante mucho tiempo acuerdos de paz tanto con Egipto (desde 1979) como con Jordania (desde 1994). Y durante la presidencia de Trump, como consecuencia de los Acuerdos de Abraham de 2020, Baréin y los Emiratos Unidos reconocieron a Israel, y más tarde se les unieron Sudán y Marruecos.
Arabia Saudita, sin embargo, nunca tuvo relaciones diplomáticas con Israel, pero antes del reciente giro dramático de la situación, se habían celebrado reuniones de alto nivel, con ministros israelíes visitando a sus homólogos saudíes. El objetivo era añadir a Arabia Saudí a la lista de países con “relaciones normalizadas”. La crisis actual ha puesto fin a eso.
La administración estadounidense tiene un interés activo en establecer relaciones normales entre Israel y Arabia Saudita, quienes han sido considerados como aliados en la región por Washington. Estados Unidos está tratando de establecer relaciones entre varios países de la región que serían beneficiosas para sus intereses, haciendo retroceder la creciente influencia tanto de Irán como de Rusia, pero también de China.
Este proceso se desarrolla a expensas de los palestinos, que han sido prácticamente cancelados de la ecuación. Mientras Netanyahu procedía con las negociaciones con los saudíes, indicó muy claramente que no se haría ni una sola concesión a los palestinos.
De hecho, Netanyahu, al frente de una coalición gubernamental que incluye a fanáticos de extrema derecha, ha estado promoviendo sistemáticamente cada vez más anexiones de tierras palestinas en Cisjordania. Ha promovido asentamientos de algunos de los más fanáticos colonos sionistas ultra-fundamentalistas, están armados y respaldados por el ejército israelí, y que han estado aterrorizando sistemáticamente a las comunidades palestinas en Cisjordania.
Los funcionarios saudíes, al tiempo que se disponen a llegar a un acuerdo con Israel, han seguido, por supuesto, refiriéndose en público a los derechos nacionales de los palestinos, pero sin mover un dedo para ayudarlos a lograrlos. Este acercamiento inminente entre Israel y Arabia Saudita fue descrito como un potencial “cambio tectónico” que serviría para hacer retroceder la creciente influencia de Irán en la región. El problema es que Irán había “normalizado” sus relaciones con Arabia Saudí en marzo de este año, en un acuerdo negociado por China.
Aquí vemos una clara expresión del cambiante equilibrio de poder e influencia. China ha estado promoviendo sus intereses económicos en la región, ya que intenta mantener su propia estabilidad. Rusia tiene interés en abrir un corredor directamente al Golfo Pérsico a través de Azerbaiyán e Irán, y está presionando por un alto el fuego con el objetivo de estabilizar la región.
En un intento por eludir las sanciones estadounidenses (reforzadas bajo Trump), Irán ha estado tratando de extender su influencia por toda la región. El restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los saudíes fue parte de este proceso.
Los propios gobernantes saudíes reaccionarios se han estado moviendo hacia una posición más independiente de los EE. UU. Durante la Primavera Árabe de 2011, Arabia Saudita observó con horror cómo Washington abandonaba a Mubarak, su fiel aliado durante más de tres décadas. Estados Unidos no tenía otra opción, ya que la alternativa era una revolución en Egipto que podría haber barrido no solo al odiado Mubarak, sino que habría amenazado la propia existencia del capitalismo en el país.
La camarilla gobernante saudí llegó a una conclusión clara: Estados Unidos no es un aliado confiable y no nos defenderá hasta el final. Decidieron tratar de equilibrarse entre Estados Unidos, Rusia y China para adquirir una posición un poco más independiente. Esto se ha expresado en el período reciente en la política de Arabia Saudita de recortar el suministro de petróleo de la OPEP, manteniendo así los precios del petróleo, en beneficio de Rusia, una política que enfureció a Washington.
Es en este contexto que tenemos que entender la alianza del imperialismo estadounidense con Israel. Este último sigue siendo su único aliado estable, el único con el que puede contar en última instancia. Estados Unidos ha seguido respaldando a Israel no solo con palabras, sino también con la melodía demiles de millones de dólares de ayuda militar. Y cuando lo considera necesario, como en la crisis actual, puede aumentar masivamente ese nivel de ayuda, con el envío de más armas.
Los EE. UU. también han enviado dos portaaviones a las proximidades de Israel, el USS Gerald R. Ford y el USS Dwight D. Eisenhower, junto con otros ocho buques de guerra estadounidenses, lo que hace un total de 10 buques de guerra con aproximadamente 12.000 efectivos a bordo, y más de 130 aviones de combate, en caso de que sean necesarios. No tienen la intención de involucrar directamente al personal militar estadounidense en ningún combate, sino que están tratando de disuadir a cualquier otra potencia, en particular a Irán, de intervenir contra Israel.
La guerra podría ampliarse
Lo que el gobierno de Estados Unidos teme en este momento es que el conflicto actual pueda extenderse más allá de Gaza. Ya hay señales de que eso es posible. Las fuerzas de Hezbolá han lanzado cohetes contra Israel, alcanzando puestos del ejército israelí y otros objetivos. Israel a su vez ha respondido disparando contra el Líbano.
Durante la última semana hubo una serie de incidentes de este tipo, lo que confirma que podría surgir un conflicto más amplio, especialmente en el caso de una invasión terrestre de Gaza. Miles de personas que viven en la región fronteriza del Líbano han huido hacia el norte por temor a tal conflagración, mientras que Israel ha comenzado a evacuar a habitantes de la frontera con el Líbano.
En 2006, 1.000 libaneses murieron en los combates entre las fuerzas israelíes que invadieron el sur del Líbano y los combatientes de Hezbolá. Desde entonces, Hezbolá ha aumentado significativamente su poderío de fuego, con la ayuda de Irán. Cabe señalar que la aventura de 2006 terminó en una derrota táctica para Israel, que se vio obligado a retirarse sin haber logrado sus objetivos.
El líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, afirma que ahora tiene 100.000 combatientes a su disposición. Estados Unidos estima que también tiene alrededor de 150.000 cohetes almacenados. El ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, ha respondido a la posible amenaza de guerra de Hezbolá amenazando con “…devolver el Líbano a la Edad de Piedra”. Sin embargo, un tono tan beligerante apenas enmascara la preocupación subyacente de que la apertura de un segundo frente representaría una grave amenaza para Israel.
Según un artículo del 16 de octubre del New York Times: “Los funcionarios israelíes y estadounidenses actualmente evalúan que el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, no quiere una guerra total con Israel, por temor al daño que haría a su grupo y al Líbano”. Pero luego añade de inmediato que “los funcionarios estadounidenses dijeron que la evaluación podría cambiar a medida que se recopile más información de inteligencia y se desarrollen los acontecimientos”.
Sin embargo, los acontecimientos se están desarrollando, entre ellos: la invasión terrestre que Israel está preparando en Gaza. El asesinato de 500 civiles en el Hospital Al-Ahli Arab y sus alrededoreses otro evento que ha causado conmoción en todo el Medio Oriente y más allá, y es algo para lo que los estadounidenses no se habían preparado.
Los gobiernos de Estados Unidos e Israel temen una escalada del conflicto, que significaría que el ejército israelí tendría que luchar en al menos dos frentes, si no más, al mismo tiempo, y podría conducir a la intervención directa de las fuerzas estadounidenses, al menos en términos de ataques aéreos desde los buques de guerra estacionados en el área.
Los recientes intercambios de disparos entre las fuerzas de Hezbolá y el ejército israelí han sido los más graves desde 2006, y la evacuación de Israel de la frontera norte, junto con el envío de unidades militares adicionales a la zona, indican que, a pesar de sus evaluaciones, su temor de que se abra un conflicto en la frontera norte de Israel es real. Tal escenario obligaría a Israel a mover las fuerzas que necesita en Gaza y dificultaría cada vez más la vigilancia de la situación cada vez más inestable en Cisjordania.
Mientras tanto, Al-Sisi, el presidente de Egipto, ha advertido a Israel que no obligue a los palestinos a salir de Gaza y entrar en la península del Sinaí, ya que esto inevitablemente convertiría el área en una base palestina desde la cual golpear a Israel, de manera similar a la situación en el sur del Líbano. Esto abriría el escenario de que las fuerzas israelíes bombardearan el territorio egipcio en el futuro, llevando así a Egipto a la guerra con Israel.
La ira de los pueblos árabes
La invasión terrestre de Gaza por parte de Israel conduciría inevitablemente a la muerte de un número aún mayor de palestinos, y esto calentaría masivamente toda la región. Los pueblos árabes, a diferencia de sus líderes políticos, sienten genuinamente la difícil situación de los palestinos, al que ven como hermanos y hermanas. Si el derramamiento de sangre a gran escala en Gaza, mucho más allá de lo que hemos visto hasta ahora, continúa dominando las pantallas de televisión, esto inevitablemente radicalizará a la población árabe en todo el Medio Oriente, comenzando por los jóvenes.
El domingo 15 de octubre tuvo lugar una enorme manifestación en Rabat, Marruecos, en solidaridad con los palestinos.
Esto es muy significativo, dado que el régimen marroquí fue uno de los últimos en firmar un acuerdo de normalización con Israel en 2020. Las opiniones de las masas marroquíes son claramente muy diferentes a las de la élite gobernante. En Jordania, hemos visto a manifestantes marchando hacia la frontera con Cisjordania en apoyo de los palestinos.
También estallaron protestas masivas en Ammán, la capital de Jordania. Protestas similares se han visto en Irak, así como en Egipto. Algunos han estimado que las protestas que han estallado en Túnez son las más grandes desde la Primavera Árabe en 2011.
Cualquier gobierno de la región que parezca apoyar de alguna manera a Israel, o incluso aparecer como cercano a los Estados Unidos, corre el riesgo de ser derrocado por su propio pueblo. Esta es precisamente la razón por la que Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina, junto con el rey de Jordania y el presidente egipcio, se vieron obligados a cancelar su cumbre con Biden después de la carnicería del bombardeo del hospital de Gaza.
Inestabilidad económica y revolución
Más allá de la ira masiva y la radicalización que el conflicto ya está provocando, también existe el temor real de los efectos económicos de una guerra prolongada en Gaza. El Financial Times publicó un artículo, “La Guerra entre Israel y Hamás genera nerviosismo en los mercados de deuda de sus vecinos”, que explica que los costos de los préstamos para Jordania y Egipto están aumentando en la medida que los inversores se vuelven más cautelosos a la hora de mantener su dinero en estos países. Esto sin mencionar la situación en el Líbano, que se declaró insolvente de su deuda hace solo tres años.
Todo esto se produce después de la guerra de Ucrania, que ha provocado una grave crisis alimentaria debido a las interrupciones del suministro y al aumento de los precios de los productos agrícolas básicos. Algunos países de Oriente Medio se han visto directamente afectados debido a su alta dependencia de las importaciones procedentes tanto de Rusia como de Ucrania. El Líbano es extremadamente vulnerable económicamente, y Egipto se enfrentaba al riesgo de un creciente malestar masivo incluso antes de que estallara el conflicto actual en Gaza. Este país depende en gran medida de las importaciones de alimentos, en particular del trigo.
Lo que estamos viendo aquí es el riesgo real de agitación social y revolución en Egipto. Ya tuvimos un anticipo de lo que las masas egipcias son capaces de hacer en 2011, y tal movimiento está destinado a repetirse a medida que las condiciones de los trabajadores de Egipto continúen deteriorándose.
Esto sin mencionar el impacto en los mercados energéticos, que ya se habían enfrentado a una inflación vertiginosa debido a la guerra de Ucrania. Como escribe el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales:
“Los ataques de Hamás contra Israel tendrán repercusiones en el mercado petrolero si el conflicto se amplía para incluir a Hezbolá o Irán. Es probable que haya llamados para aumentar la aplicación de sanciones a las exportaciones de petróleo iraní, que han aumentado en los últimos seis meses. Las conversaciones de normalización entre Arabia Saudita e Israel podrían suspenderse en medio de la profundización del conflicto israelo-palestino, cerrando una importante vía de cooperación entre Estados Unidos y Arabia Saudita”.
Los aumentos de los precios de la energía y los alimentos han sido un factor importante para provocar una lucha revolucionaria en el pasado, particularmente en Oriente Medio, África del Norte y Asia.
La situación de inestabilidad en el Líbano y Egipto se replica en toda la región. Túnez se enfrenta a problemas similares; sin mencionar a Yemen, que está sacudido por un desastre humanitario; junto con Sudán, que está envuelto en una guerra civil entre las alas de la contrarrevolución militar, y varios otros países.
La amenaza de Irán
Las declaraciones de los líderes del régimen iraní no han servido para calmar los nervios de los inversores en la región. El ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Hossein Amirabdollahian, ha amenazado con una “expansión de los frentes de guerra” si la guerra en Gaza no se detiene. Añadió que “Irán no puede quedarse de brazos cruzados y ver cómo se desarrolla esta situación”. El gobierno iraní ha declarado que el envío de Estados Unidos de dos portaaviones a la región es en sí mismo una escalada del conflicto, y tiene razón.
Hezbolá es considerado un representante de Irán en la región y está fuertemente respaldado por el régimen iraní. Eso explica por qué los líderes de Hezbolá han amenazado con atacar las posiciones estadounidenses en el Medio Oriente si Estados Unidos se involucra directamente en el conflicto actual. The Times of Israelha citado a un portavoz de Hezbolá diciendo: “Si Estados Unidos interviene directamente, todas las posiciones estadounidenses en la región se convertirán en objetivos legítimos del eje de resistencia y enfrentarán nuestros ataques. Y ese día no habrá línea roja”.
Todo esto explica por qué el secretario de Estado de los Estados Unidos, Blinken, fue enviado corriendo por todo el Medio Oriente para reunirse con los líderes de Egipto, Baréin, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos, Israel, Jordania y Arabia Saudita. El objetivo declarado de su visita era precisamente evitar que estallara una guerra más amplia en la región. Está claramente preocupado de que Irán y los grupos respaldados por Irán puedan involucrarse. El hecho de que, inmediatamente después de la visita de Blinken, la administración estadounidense pensara que era necesario enviar a Biden a tener conversaciones directas con Netanyahu, es una indicación de cuán grave consideran la situación.
Una guerra que se amplíe para incluir el frente norte y Cisjordania, donde hasta ahora 79 palestinos han sido asesinados por las fuerzas de seguridad israelíes, y varios por colonos, desde el ataque del 7 de octubre, tendría efectos enormemente desestabilizadores, no solo en la región en sí, sino mucho más allá. Llevaría a conflictos internos desde Jordania hasta Marruecos, con el riesgo de la caída de los regímenes.
La región sigue siendo extremadamente importante para la economía mundial. Casi el 30 por ciento de la producción mundial de petróleo se encuentra en la región, incluido el segundo mayor productor del mundo, Arabia Saudita. Aquí también se produce una gran cantidad de gas. Como se señaló: una guerra prolongada, especialmente si absorbe a otros países en el conflicto, podría afectar los precios globales, precisamente en un momento en que estos ya habían subido después del inicio de la guerra de Ucrania. En el periodo más reciente, parecía que la inflación de los precios había empezado a bajar un poco. Pero hoy, la incertidumbre reina una vez más.
Justo cuando se acerca el invierno en Europa y la demanda de combustible aumenta, podríamos ver nuevas subidas de precios y la presión sobre millones de hogares podría continuar, lo que se suma al estado de ánimo de descontento que existe en todo el continente.
Estados Unidos camina por la cuerda floja
Las preocupaciones del imperialismo estadounidense y sus socios europeos se pueden ver en el lenguaje que utilizan. Inicialmente se trataba de que “Israel tiene derecho a defenderse”. Esta cantinela continúa, por supuesto, pero ahora tenemos advertencias sobre “proteger a los civiles”.
Su repugnante hipocresía clama al cielo. No les preocupan los civiles palestinos. Más bien, les preocupa que las escenas de sangre y destrucción, la barbarie que las fuerzas armadas israelíes son capaces de desatar a la vista del público, puedan desestabilizar toda la región y amenazar catastróficamente sus intereses imperialistas en la región y potencialmente mucho más allá.
La visita de Biden a Oriente Medio nunca tuvo la intención de ayudar a los palestinos. Por el contrario, fue en primer lugar para expresar solidaridad con Israel, como se demostró cuando prometió “… asistencia militar adicional, incluidas municiones e interceptores para reponer la Cúpula de Hierro”. Mientras tanto, para las víctimas del bombardeo del Hospital Al-Ahli en Gaza, Biden ofreció sus “condolencias”, mientras usaba su posición para afirmar que Israel no era responsable del ataque.
El imperialismo estadounidense está caminando sobre una cuerda floja, y cualquier cosa podría inclinarle hacia el abismo. Por un lado, ven que sus intereses estratégicos fundamentales los obligan a respaldar a Israel. Pero también se dan cuenta de que no tienen un control total sobre la situación. Hagan lo que hagan, Estados Unidos ha recibido un golpe histórico en la región, algo que tendrá repercusiones globales.
Eso explica por qué tanto Blinken como Biden han comenzado a hacer gestos verbales de “preocupación” sobre los civiles palestinos, y afirmar que Israel debería llevar a cabo su “derecho legítimo a defenderse” dentro de los parámetros del llamado “derecho internacional”. Blinken realizó visitas diplomáticas a varios países para involucrar a los líderes locales en el trabajo para evitar que la guerra se extendiera, en las que discutió la creciente crisis humanitaria. Planteó la necesidad de asistencia humanitaria y una vía segura para aquellos que desean salir de Gaza, mientras que Biden presionó para que se permitiera la entrada de ayuda humanitaria a Gaza.
Todo esto, por supuesto, es mera palabrería. Están discutiendo sobre permitir la entrada de unos míseros 20 camiones de ayuda en el enclave asediado, al tiempo que prometen 10 mil millones de dólares en ayuda militar a Israel. Si se tomaran en serio su “asistencia humanitaria”, usarían su poder e influencia para detener la guerra. Pero eso es lo último que van a hacer. Por el contrario, Estados Unidos acaba de vetar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para permitir una “pausa humanitaria” en el ataque de Israel para permitir la ayuda a Gaza (con la abstención de Gran Bretaña y Rusia).
La potencia imperial más poderosa del planeta apoyará a Israel para aplastar a los palestinos. Pero al mismo tiempo, se preocupan por los efectos de todo esto. Y tienen muchas razones para preocuparse, porque el mundo está preñado de revolución, incluso en casa, donde a millones de jóvenes les repele la política imperialista estadounidense y simpatizan instintivamente con los palestinos. La vida de millones de personas se ha vuelto insoportable.
Guerra: continuación de la política por otros medios
Las mismas tensiones que preparan la guerra entre las naciones, producen la guerra entre las clases. Es el callejón sin salida del capitalismo a nivel mundial lo que ha preparado la barbarie actual a la que nos enfrentamos. Es la clase capitalista la que tiene interés en las guerras depredadoras. En este caso, tenemos a la clase capitalista de Israel, respaldada por las clases capitalistas de Estados Unidos y Europa, promoviendo sus intereses a través de la guerra.
En 1917, refiriéndose a la Primera Guerra Mundial, Lenin planteó la cuestiónde “…qué causó esa guerra, qué clases la están librando y qué condiciones históricas e histórico-económicas la provocaron”.
Y explicó que: “La guerra es una continuación de la política por otros medios. Todas las guerras son inseparables de los sistemas políticos que las engendran. La política que un estado dado, una clase dada dentro de ese estado, siguió durante mucho tiempo antes de la guerra es inevitablemente continuada por esa misma clase durante la guerra, cambiando solo la forma de acción”.
Durante décadas, desde la creación de Israel, la clase dominante sionista ha estado arrebatando cada vez más territorio al pueblo palestino. Esto es evidente para cualquiera que se tome el tiempo de estudiar un mapa de Cisjordania. Está claro que la política del gobierno israelí en “tiempos de paz” ha sido presionar sistemáticamente a los palestinos. Su política en tiempos de guerra es la misma.
Ya no hay un territorio palestino contiguo digno de tal nombre. Cisjordania ha sido dividida por el creciente número de asentamientos judíos. En 1972, había poco más de 10.000 colonos dispersos por todo el territorio palestino. Desde entonces, esa cifra se ha disparado a alrededor de 750.000.
Volviendo a las palabras de Lenin: “Esto me lleva a la última pregunta, la de cómo poner fin a la guerra”. Y respondió muy claramente: “Solo una revolución obrera en varios países puede derrotar esta guerra [la Primera Guerra Mundial]. La guerra no es un juego, es algo espantoso que afecta a millones de vidas, y no se va a terminar fácilmente “.
El mismo principio se aplica hoy en día. Mientras la clase dominante capitalista sionista esté en su lugar en Israel, y mientras en los países circundantes el poder permanezca en manos de las élites burguesas, la guerra actual no será la última. Mientras el pueblo palestino permanezca sin hogar propio, no habrá paz duradera. Incluso si Netanyahu, a través de una brutal campaña militar con gran cantidad de bajas, reduce temporalmente la capacidad de Hamás para atacar a Israel, la barbarie actual está acumulando un gran resentimiento entre los palestinos, en particular entre los jóvenes, que encontrarán formas de defenderse y el conflicto continuará.
La única fuerza que puede ayudar a los palestinos a lograr su objetivo histórico de una patria que puedan llamar suya son las masas de la clase trabajadora y los pobres de todos los países de Oriente Medio. Eso significa una lucha revolucionaria internacional para derrocar a todos los regímenes capitalistas de la región, junto con las potencias imperialistas que los respaldan. Por lo tanto, si queremos detener la guerra, debemos eliminar del poder a esa clase que se beneficia de la guerra: los capitalistas de todos los países.
“Si permitimos que un país grande intimide a otro más pequeño, que simplemente lo invada y tome su territorio, entonces abriremos la temporada de caza, no sólo en Europa sino en todo el mundo”. En estos términos denunció el Secretario de Estado estadounidense Anthony Blinken la invasión rusa de Ucrania en agosto del año pasado. Sin embargo, el jueves 12 de octubre -mientras el imperialista Israel, dotado de armas nucleares, seguía reduciendo a escombros un minúsculo enclave empobrecido- Blinken estuvo al lado de Netanyahu en una conferencia de prensa conjunta y prometió solemnemente: “Puede que seáis lo bastante fuertes por vosotros mismos para defenderos, pero mientras exista Estados Unidos nunca, nunca tendréis que hacerlo”. Sí, es ‘temporada de caza” en Palestina.
En Ucrania, los imperialistas occidentales se hacen pasar por defensores de una pequeña nación. Hoy, en Palestina, las mismas damas y caballeros envían portaaviones para proteger a Israel mientras masacra a un pueblo en gran medida indefenso. En Ucrania, cada misil ruso que alcanza una infraestructura civil es denunciado como un “crimen de guerra”. Hoy, el arrasamiento de barrios enteros en Gaza y el bombardeo de escuelas y hospitales es legítima “autodefensa”.
“Todo debe hacerse dentro del derecho internacional”, explicó ese lacayo de la clase dirigente británica, Sir Keir Starmer, “pero no quiero alejarme de los principios básicos de que Israel tiene derecho a defenderse.”
Ah, sí, el “derecho internacional”, el “orden internacional basado en normas”. Éstas marcan la delgada línea que separa al Occidente civilizado de nuestros bárbaros enemigos, una línea que Rusia, según se nos dice, viola descaradamente y con frecuencia en Ucrania.
En esa guerra, los políticos occidentales contabilizaron todas las violaciones cometidas por los rusos -reales o imaginarias- y las recopilaron en un pliego de cargos para llevarlo al Tribunal Penal Internacional. Según el fiscal general ucraniano, el número de esos crímenes supera los 65.000.
Los tribunales burgueses de todo el mundo se basan en la llamada “doctrina del precedente”. Pues bien, seguramente ningún defensor de los “valores liberales” pondrá objeciones si utilizamos la doctrina del precedente y el pliego de cargos redactado contra Putin para ver cuál es la posición de Israel en relación con su “orden internacional basado en normas” y su “derecho internacional”.
O tal vez descubramos, como sospechamos, que todo lo que se dice de “normas”, “derecho internacional”, “valores liberales” y demás es una máscara hipócrita de las políticas más viles y depredadoras del imperialismo.
Crímenes de guerra
A medida que se desarrollaba la guerra de Ucrania, los políticos occidentales y la prensa no tardaron en tachar a Putin de criminal de guerra. Lo primero en la lista de acusaciones: que los rusos atacaron deliberadamente a civiles, una práctica prohibida por la Convención de Ginebra de 1949. El Secretario de Estado estadounidense enumeró los siguientes presuntos crímenes:
“Las fuerzas rusas han destruido edificios de apartamentos, escuelas, hospitales, infraestructuras críticas, vehículos civiles, centros comerciales y ambulancias, dejando miles de civiles inocentes muertos o heridos. Muchos de los lugares atacados por las fuerzas rusas eran claramente identificables como lugares utilizados por civiles.”
Eso fue un mes después del inicio de la guerra de Ucrania.
Sin embargo, a las pocas horas de la campaña israelí, el segundo edificio más alto de la ciudad de Gaza -un bloque de apartamentos residenciales- fue arrasado. Esto no fue más que el preludio de la destrucción de barrios enteros.
Según informó el New York Times el 10 de octubre -cuando sólo habían transcurrido dos días de bombardeos-, los ataques aéreos israelíes habían demolido mezquitas, alcanzado al menos dos hospitales, dos centros gestionados por la Media Luna Roja Palestina y dos escuelas donde se hacinaban los refugiados.
Tras sólo dos noches de bombardeos, 187.000 palestinos habían sido desplazados, casi uno de cada diez de los 2 millones de habitantes de Gaza. 130.000 de ellos están alojados en escuelas, el resto con amigos. No conocemos la cifra más reciente.
Sin duda, el número de desplazados habría sido muy, muy superior si los habitantes de Gaza tuvieran adónde ir. Netanyahu aconsejó enfermizamente a los gazatíes que huyeran, pero las Fuerzas de Defensa Israelí ya habían establecido un bloqueo total de la Franja de Gaza, sin que entrara ni saliera nada. Se había cortado el suministro de combustible, alimentos y agua.
Y mientras la gente intentaba huir por el paso fronterizo de Rafah hacia Egipto, las FDI respondieron bombardeando el paso.
“La depravación de todo esto es alucinante”, denunció el embajador estadounidense Michael Carpenter. “Primero aceptaron abrir un corredor humanitario […] pero luego bombardearon el camino de salida justo cuando los civiles estaban huyendo. Es pura maldad”.
Sí, arremetió contra el bombardeo de un corredor humanitario… para salir de Mariúpol el año pasado. Cuando Mariúpol estaba sitiada, cuando los puertos ucranianos del Mar Negro estaban sitiados, el imperialismo occidental formó un coro único de denuncia. El Secretario de Estado de EEUU, Anthony Blinken, el jefe de política exterior de la UE y muchos, muchos otros, denunciaron estos hechos como “crímenes de guerra”.
La Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, explicó en un tuit que “los ataques de Rusia contra las infraestructuras civiles, especialmente la electricidad, son crímenes de guerra”. Pero un día después de que la única central eléctrica de Gaza se haya quedado sin combustible a causa del bloqueo, y de que se haya ido la luz y empezado a estropearse la comida… la Presidenta de la CE está en viaje de “solidaridad” con el pueblo israelí y aún no ha tuiteado ni una palabra sobre la difícil situación de los gazatíes. No es que no haya tenido tiempo de conectarse a Twitter, ya que el 10 de octubre tuvo tiempo de tuitear que “condenaba enérgicamente cualquier acto de destrucción de infraestructuras críticas”… ¡Refiriéndose a una fuga en un gasoducto entre Estonia y Finlandia!
En vano se buscaría en Twitter y en los periódicos la condena de los atroces crímenes contra los palestinos por parte de secretarios de Estado, embajadores y presidentes de la CE estadounidenses.
Y sin embargo, jurídicamente hablando, la tarea del fiscal debería ser mucho más sencilla en el caso de Israel.
Siempre es más difícil que las acusaciones prosperen cuando la parte acusada las niega. Los rusos siempre han negado haber atacado intencionalmente objetivos civiles o haber matado de hambre a civiles. El gobierno israelí, por el contrario, ha sido muy claro al respecto: están atacando a todos los habitantes de Gaza, ¡y no se disculpan por ello! Como explicó el ministro israelí de Energía:
“¿Ayuda humanitaria a Gaza? No se encenderá ningún interruptor eléctrico, no se abrirá ninguna boca de riego ni entrará ningún camión de combustible hasta que los secuestrados israelíes sean devueltos a sus hogares. Humanitario por humanitario. Y nadie nos predicará la moral”.
Esto está bastante claro, ¿no? Gaza está sitiada y sus 2 millones de habitantes son rehenes. Sus vidas están en peligro y la cuenta atrás irá avanzando hasta que mueran de hambre (si no los matan antes los misiles), hasta que los 200 israelíes secuestrados sean liberados.
El ex primer ministro Naftali Bennet planteó la cuestión en términos bastante descarados en su entrevista, bastante díscola, con un presentador de Sky News. Refiriéndose al corte de electricidad a Gaza, su entrevistador le preguntó: “¿Qué pasa con los bebés en incubadoras en Gaza a los que se les ha cortado el soporte vital porque los israelíes han cortado la electricidad?”.
Bennet replicó: “¿En serio preguntas por los civiles palestinos? ¿Qué te pasa?”.
Gritando por encima de su entrevistador, que se atrevió incluso a plantear la cuestión de si deberíamos considerar la posibilidad de perdonar vidas palestinas inocentes, Bennett comparó la campaña israelí con el famoso bombardeo de Dresde, cuando la Royal Air Force británica utilizó deliberadamente artefactos incendiarios para crear una tormenta de fuego que devoró la ciudad y se cobró 25.000 vidas de civiles.
Y hablando de armas incendiarias, en la semana transcurrida, Israel ha utilizado fósforo blanco en zonas densamente pobladas – y sí, eso también es un crimen de guerra.
Más tarde, el Presidente de Israel, Isaac Herzog, dejó muy clara su actitud hacia los palestinos de Gaza. Son colectivamente culpables y, por tanto, se enfrentarán a un castigo colectivo:
“No es cierta esa retórica de que los civiles no [están] al tanto, no participan. Es absolutamente falsa. Podrían haberse sublevado, podrían haber luchado contra ese régimen malvado que se apoderó de Gaza en un golpe de Estado”.
Mientras se escriben estas líneas, el castigo colectivo que se está imponiendo al pueblo palestino se intensifica exponencialmente. Hoy, el gobierno israelí ha dado a todo el millón de residentes en el norte de Gaza -el 50% de toda la población del enclave- un plazo: evacúen al sur en 24 horas o arriesguen su vida. Estados Unidos ha dado todo su apoyo a los israelíes que, como ven, están desplazando a todo un pueblo sólo para salvar vidas.
Es difícil encontrar siquiera un precedente de tales delitos.
El peor crimen de guerra de todos
En un ensayo de 2001, la historiadora belga Anne Morelli describió lo que denominó los “diez mandamientos” de la propaganda de guerra. El tercero de su lista reza así: “El líder de nuestro adversario es intrínsecamente malvado y se parece al diablo”.
Para conseguir apoyo público para su guerra a distancia en Ucrania, Occidente no consideró suficiente acusar a Putin y a Rusia de “crímenes de guerra”. No, de conformidad con este “mandamiento”, con el fin de hacer que Putin pareciera un verdadero demonio, lo acusaron de cometer el peor crimen de guerra, el que supera a todos los demás e invoca comparaciones hitlerianas: el genocidio.
Esa acusación en particular ha ocupado un lugar destacado en la propaganda de Occidente. Como dijo Biden en abril de 2022: “Lo llamé genocidio porque cada vez está más claro que Putin está intentando eliminar la idea de ser ucraniano”.
La afirmación de genocidio está respaldada por la referencia a las justificaciones de Putin para la guerra, en las que afirma que rusos y ucranianos son un solo pueblo, que no existe una nación “ucraniana” separada, que fue una invención bolchevique. Según Biden, esto constituye un genocidio.
Es más, se ha citado a funcionarios rusos refiriéndose a los funcionarios del gobierno ucraniano como “cucarachas”. Este lenguaje, se nos dice, es “deshumanizador”, y por tanto, aparentemente, “genocida”. Francamente, sería difícil argumentar en contra de la descripción rusa, que podría extenderse para describir a los funcionarios occidentales. Estos últimos, mientras tanto, no parecen tener ningún problema con que el ejército y el gobierno ucranianos describen a los soldados rusos como “orcos”.
Pero si quieren un lenguaje deshumanizador realmente colorido, remitimos a nuestros lectores al ministro de Defensa israelí Yoav Gallant, que el primer día del bombardeo israelí de Gaza declaró: “Estamos luchando contra animales humanos”. Y una vez más, por supuesto, no se ha formulado la más mínima objeción en Occidente, donde las clases dirigentes han reiterado a cada paso su pleno e imperecedero apoyo al desenfreno israelí.
Pero dejemos a un lado las palabras duras y fijémonos en la intención, que en los tribunales penales representa la línea divisoria entre homicidio involuntario y asesinato, y entre asesinato en masa y genocidio.
El régimen israelí ha dejado bien claro cuál es su objetivo. Se trata de venganza: venganza colectiva contra todo el pueblo palestino. Un portavoz oficial de las FDI explicó al Canal 13 de Israel cuál iba a ser el resultado: “Gaza se convertirá en una ciudad de tiendas de campaña”.
Mientras tanto, un miembro del Knéset (Parlamento) del partido Likud, Revital Gotliv, sugirió utilizar armas nucleares para arrasar Gaza. ¿Dónde está el alboroto entre nuestras damas y caballeros democráticos de Occidente? ¿Dónde está la preocupación por la humanidad que expresaron con tan aparente sentimiento en Ucrania, cuando los legisladores del partido gobernante israelí proponen eliminar a millones de personas con bombas nucleares?
Escuchemos los planes de genocidio, más fríos y cuidadosamente pensados, del actual Ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich.
En 2017, este encantador caballero propuso un “plan decisivo” para abordar el problema palestino, un plan que en todos los aspectos se parece a la política del actual gobierno del año pasado. En primer lugar, apoyar plenamente una agresiva política de asentamientos en Cisjordania. En segundo lugar, imponer violentamente esta política. Sobre esta base, Smotrich hizo una predicción: “Los esfuerzos terroristas árabes no harán sino aumentar”. Pero estos “esfuerzos” deben ser bienvenidos, porque Israel aplastará a los palestinos sin piedad, y la desesperación se apoderará de ellos.
“La afirmación de que el anhelo árabe de expresión nacional en la Tierra de Israel no puede ser ‘reprimido’ es incorrecta”. La solución de los dos Estados ha fracasado, explicó, porque “no hay espacio en la Tierra de Israel para dos movimientos nacionales en conflicto.”
Las aspiraciones nacionales del “pueblo” palestino (las comillas son de Smotrich) pueden, serán y deben ser aplastadas.
Se mire por donde se mire, se trata de un llamamiento al genocidio mucho más descarado que cualquier cosa que haya salido de los labios de Putin, y constituye la ideología central de los elementos de extrema derecha y fascistas que apuntalan el gobierno de Netanyahu.
¿Dónde está la denuncia de “genocidio” por parte del Occidente civilizado? Esperen sentados.
Una mirada a Nagorno-Karabaj, que en los últimos meses ha sido testigo de una completa limpieza étnica de su población armenia por parte de Azerbaiyán, nos dice todo lo que necesitamos saber sobre la actitud de los gobiernos occidentales ante tales crímenes contra la humanidad… cuando son llevados a cabo por nuestros “aliados”.
En una cosa, sin embargo, tenemos que estar de acuerdo con Smotrich: sobre la base del capitalismo, no puede haber una “solución” a la cuestión Israel-Palestina que no implique la limpieza étnica y la destrucción del pueblo de Palestina. Una parte significativa de la clase dominante sionista quiere claramente una nueva Nakba y está trabajando con ese fin.
Sólo una intifada que se extienda mucho más allá de Palestina -una revolución socialista para establecer una federación socialista de Oriente Medio, derrocando al Estado sionista y a sus aliados regionales y patrocinadores imperialistas internacionales- puede salvaguardar los derechos nacionales del pueblo palestino.
Una broma de mal gusto
Dejemos pues de hablar aquí del “orden internacional basado en normas”. Es una broma de mal gusto por parte de las potencias occidentales, y lo que está ocurriendo actualmente en Gaza no es ninguna broma.
Todo esto apesta a hipocresía. Los acontecimientos que se están desarrollando en Gaza deberían dejar claro a todos, excepto a los que deliberadamente cierran los ojos, que los imperialistas occidentales no se inmutan ante la violación de los derechos de las “naciones pequeñas” y la masacre de civiles inocentes. Todas sus afirmaciones de justicia no son más que hojas de parra para cubrir la vergüenza de sus intereses imperialistas.
Su justa furia contra Putin es relativamente reciente. Hubo un tiempo en que los imperialistas occidentales pensaban que podían manipular al hombre del Kremlin, como manipularon a su predecesor, Yeltsin. Pero el gran “crimen” de Putin ha sido hacer valer los intereses de la clase dominante rusa frente a los del imperialismo occidental: en Georgia, en Siria y en Ucrania.
En ese conflicto, el régimen ucraniano es una mera marioneta, y el pueblo ucraniano mera carne de cañón, como los propios imperialistas occidentales han declarado explícitamente. En palabras del ex candidato presidencial republicano Mitt Romney: “Apoyar a Ucrania debilita un adversario, aumenta nuestra ventaja en seguridad nacional y no requiere derramamiento de sangre estadounidense”.
También dejaremos de hablar de cualquier punto de comparación entre la guerra de Ucrania y lo que está ocurriendo en Gaza. No hay comparación, aunque Zelensky insertó una broma de mal gusto de las suyas en una reunión de la OTAN el lunes: que hay una equivalencia entre Ucrania e Israel y entre Rusia y Hamás: “la esencia es la misma”.
En este cuento de hadas, Ucrania e Israel se enzarzan en una lucha maniquea entre el Bien y el Mal. Lo único que tienen en común Ucrania e Israel es que ambos son puestos avanzados del imperialismo occidental: los dos están armados hasta los dientes por Estados Unidos y la OTAN, pero mientras que uno está librando una guerra regular contra un poderoso competidor del imperialismo occidental, el otro está librando una guerra unilateral de venganza contra un pueblo indefenso y empobrecido, sin ejército, marina ni fuerza aérea, sin una economía de la que hablar, con sólo los medios más primitivos de autodefensa a su disposición.
Israel es importante para Occidente como bastión seguro para los intereses del imperialismo estadounidense en una región de importancia estratégica histórica. Los imperialistas nunca han dejado de intervenir en la región, mientras Estados Unidos luchaba por establecer un firme dominio, creando un infierno para millones de seres humanos. Y sin embargo, a pesar de sus sangrientos esfuerzos, ha sufrido un revés tras otro en los últimos años. Cada revés le obliga a apoyarse cada vez más en su aliado, Israel.
Por ello, las masas de la región consideran la lucha del pueblo palestino por su liberación como una prolongación de su propia lucha contra el imperialismo. Por eso la causa palestina goza de una simpatía tan abrumadora entre los pueblos oprimidos de Oriente Medio y de todo el mundo. Una victoria para los palestinos sería una victoria para todos aquellos que, durante generaciones, han sufrido la opresión, la muerte y la destrucción a manos de la fuerza más reaccionaria del planeta: El imperialismo estadounidense y sus aliados regionales.
Pocas veces la historia de la humanidad ha conocido una barbarie tan asimétrica como la que estamos presenciando. Cuando el ejército ruso lanzó su ofensiva inicial en febrero de 2022, lo hizo con 200.000 soldados repartidos en un frente de 1.000 km de longitud. En Israel, se ha llamado a filas a 380.000 reservistas, además de los 200.000 soldados ya desplegados, para una guerra contra un enclave del tamaño de Filadelfia.
Este vasto ejército -uno de los más avanzados del mundo- se enfrenta a 40.000 hombres, armados con armas ligeras y primitivos artefactos improvisados. En sólo seis días, Israel ha lanzado 6.000 bombas sobre Gaza. Son tantas como las que Estados Unidos lanzó en todo un año durante la guerra de Afganistán.
La maquinaria propagandística occidental puede intentar todo lo que quiera convertir esto en una guerra de “autodefensa”, pero ni siquiera ella es capaz de hacer milagros. Millones de personas ya se han dado cuenta. Millones más lo verán a medida que aumente la barbarie de las FDI en Palestina.
Antes de esta invasión, una persona ingenua pero quizá bienintencionada podía hablar de la necesidad de “diplomacia” para resolver el conflicto entre Israel y Palestina, de que la “comunidad internacional” ejerciera “presión” sobre Israel para que respetara el “derecho internacional”.
Pero ahora, la hipocresía y la falsedad que rodean estas palabras dejan un sabor amargo en la boca. En cuanto a la “comunidad internacional” de gobiernos imperialistas occidentales: a estas alturas debería estar bastante claro que son tan culpables, si no más, del caos actual que el propio Estado de Israel.
Para los partidarios de la causa de la liberación palestina en Occidente, la lucha revolucionaria contra nuestra propia clase dominante representa el único medio que puede aportar alguna ayuda a la lucha del pueblo palestino. Corresponde a la clase obrera dictar sentencia contra nuestras propias clases dominantes criminales.
Cientos de personas murieron ayer en el bombardeo del Hospital Al-Ahli al-Arabi (Baptista), en el distrito de Al-Zeitoun de la ciudad de Gaza. El hospital no sólo atendía a sus propios pacientes -muchos heridos en ataques aéreos israelíes-, sino que también albergaba a miles de personas que buscaban ponerse a salvo de la embestida de las Fuerzas de Defensa de Israel. Al difundirse la noticia, decenas de miles de airados manifestantes tomaron inmediatamente las calles de Líbano, Jordania, Turquía, Túnez y Cisjordania, atacando embajadas israelíes y edificios de los imperialistas estadounidenses y franceses. La cumbre entre dirigentes árabes y Biden en Jordania se ha cancelado.
El Estado israelí, como de costumbre, se apresuró a negar cualquier responsabilidad. Primero culparon a ‘un cohete de Hamás que no había funcionado correctamente’. Luego cambiaron su versión culpando a la Yihad Islámica Palestina (YIP). La maquinaria propagandística israelí se puso a toda marcha, proporcionando todo tipo de “pruebas” para distanciarse de la horrible masacre. Esa cantinela la hemos oído antes. De hecho, este es el modus operandi al que recurre el Estado israelí para intentar minimizar las consecuencias cuando comete un acto de brutalidad especialmente cruel contra los palestinos.
Historia de las mentiras
Pongamos un ejemplo relativamente reciente. En mayo de 2022, la periodista palestina israelí Shireen Abu Akleh fue asesinada mientras cubría una incursión del ejército israelí en el campo de refugiados de Yenín, en Cisjordania. Israel negó primero cualquier conocimiento o implicación. Luego afirmaron que la periodista había muerto por disparos de un militante palestino. Eso no encajaba con los hechos, así que cambiaron su historia: Shireen había muerto en el fuego cruzado entre militantes palestinos y soldados israelíes, un “trágico accidente”. Pero no había militantes palestinos en la línea de fuego en el momento en que Shireen fue asesinada. Finalmente, se demostró sin lugar a dudas que había sido asesinada por un francotirador israelí que la había apuntado deliberadamente, a pesar de que llevaba una chaqueta de “prensa” muy visible. Nadie ha comparecido ante la justicia por su asesinato.
Para colmo de males, el día del funeral, las fuerzas de seguridad israelíes asaltaron la casa de la familia de la periodista asesinada para confiscar banderas palestinas e impedir que ondearan en el funeral. No contentos con eso, atacaron a los portadores del féretro en el cortejo fúnebre, casi obligándoles a soltar el ataúd.
Tenemos otro ejemplo reciente, que guarda un paralelismo aún más estrecho con lo ocurrido ayer. En agosto de 2022, un ataque aéreo israelí alcanzó el campo de refugiados de Jabaliya, en Gaza, matando a cinco niños. La primera reacción del Estado israelí fue decir… esperen… ¡que habían muerto por un fallo de un cohete de la YIP! Una semana después, se vieron obligados a admitir la verdad. No había habido lanzamiento de cohetes de la YIP en la zona. Los cinco niños palestinos habían sido asesinados por un ataque de la Fuerza Aérea israelí.
Por poner otro ejemplo histórico, en 1996 Israel atacó deliberadamente con un misil un complejo de la ONU en Qana (Líbano). El complejo de la ONU albergaba a civiles que buscaban protección de los ataques de Israel. Murieron 106 personas, 52 de ellas niños. Este fue el informe de Robert Fisk en :
“Desde Sabra y Chatila [cuando la Falange libanesa asesinó a miles de civiles chiíes palestinos y libaneses en 1982] no había visto una matanza de inocentes como ésta. Las mujeres, niños y hombres refugiados libaneses yacían amontonados, sin manos, brazos o piernas, decapitados o destripados. Eran más de cien. Un bebé yacía sin cabeza. Los proyectiles israelíes los habían atravesado mientras yacían en el refugio de las Naciones Unidas, creyendo que estaban a salvo bajo la protección del mundo”.
Primero Israel afirmó que se había producido un error de puntería. Después culpó a Hezbolá de “utilizar a civiles como escudos humanos”. Finalmente, investigaciones exhaustivas de la ONU, Amnistía Internacional y periódicos israelíes determinaron que el ejército israelí había atacado deliberadamente el complejo de la ONU y era responsable de la matanza.
La historia israelí sobre el bombardeo del hospital Al-Ahli al-Arabi está llena de agujeros. Justo después de que publicaran la historia sobre el “cohete de la YIP que funcionó mal”, el periodista independiente Séamus Malekafzali señaló que uno de los vídeos que los portavoces israelíes estaban utilizando para respaldar su afirmación de que el hospital había sido alcanzado había sido filmado entre media hora y una hora después del ataque al hospital. Esto obligó a las cuentas oficiales de Israel a borrar o editar sus tuits en consecuencia. Estaban mintiendo y se les había pillado in fraganti.
Inmediatamente después del ataque, varias fuentes oficiales y semioficiales israelíes ofrecieron explicaciones completamente distintas, en algunos casos reivindicando la autoría del ataque y tratando de justificarlo. Nananya Naftali, un propagandista israelí que trabajó como asesor de medios para Netanyahu, sostuvo que el ataque de las FDI había tenido como objetivo “una base de Hamás dentro del hospital”. A continuación se vio obligado a borrar el post de y ofrecer “una disculpa” .
No fue el único que intentó justificar los ataques aéreos contra hospitales alegando que Hamás los utiliza como bases militares. La vicesecretaria de prensa del Pentágono, Sabrina Singh, afirmó que Hamás “está colocando sus unidades de mando y control dentro de los hospitales”, una afirmación totalmente inventada. La BBC también había publicado un artículo el día anterior en el que se hacía la pregunta capciosa: “¿Construye Hamás túneles bajo hospitales y escuelas?”‘. La cadena pública británica proporcionando justificación para el bombardeo de hospitales y escuelas por parte del Estado israelí.
Lo que realmente sabemos es lo siguiente. Durante 10 días, Israel ha estado bombardeando Gaza sin descanso. De hecho, ya en la primera semana habían utilizado más bombas que las fuerzas invasoras estadounidenses en Afganistán en todo un año. Se trata de una zona densamente poblada, por lo que han muerto cientos de civiles inocentes, entre ellos más de 800 niños según el último recuento, y se sospecha que hay muchos más bajo los escombros. En esta campaña no hay “objetivos de precisión”. Su objetivo es infundir terror en los corazones de 2,3 millones de personas.
Antes de ayer, la aviación israelí ya había atacado 17 hospitales y centros de salud. El mismo día del mortífero ataque contra el hospital, una escuela de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) en el campo de refugiados de Al Maghazi, en el centro de Gaza, fue alcanzada por un ataque aéreo israelí que causó al menos seis muertos, entre ellos personal de la UNRWA, decenas de heridos y graves daños estructurales en el edificio. La escuela estaba siendo utilizada como refugio por los palestinos desplazados por los ataques aéreos israelíes, pensando que las FDI no atacarían una instalación de la ONU, ya que tiene las coordenadas de GPS de todas ellas. Estaban equivocados, trágicamente equivocados.
Continúan los asesinatos en masa
Incluso después de la masacre en el hospital, Israel siguió golpeando Gaza y su población con ataques aéreos. Ni una pausa, ni siquiera un respiro. Dos personas murieron en el bombardeo de una panadería en el campo de refugiados de Nuseirat, cerca de Deir al-Balah. ¿Cuál es la razón de atacar este tipo de objetivo? Israel ya está bloqueando Gaza, por lo que no pueden entrar ni alimentos ni suministros. Destruir los medios para hornear pan obligará a los gazatíes a abandonar el norte de la franja, como les ha ordenado el Estado israelí.
A primera hora de la mañana de hoy, 25 personas, hombres, mujeres y niños, murieron en un ataque aéreo contra la casa de la familia Al-Astal. Muchos de ellos eran miembros de la misma familia, mientras que otros habían sido desplazados de sus hogares por ataques aéreos anteriores.
También sabemos que Israel había ordenado a toda la población del norte de Gaza que evacuara hacia el sur y que eso incluía instrucciones específicas para evacuar los hospitales. Lo sabemos porque la Organización Mundial de la Salud nos lo dijo: “El hospital era uno de los 20 del norte de la Franja de Gaza que se enfrentaban a órdenes de evacuación del ejército israelí. La orden de evacuación ha sido imposible de llevar a cabo dada la inseguridad actual, el estado crítico de muchos pacientes y la falta de ambulancias, personal, capacidad de camas del sistema sanitario y refugios alternativos para los desplazados.”
No sólo eso, ¡sino que el hospital Al-Ahli al-Arabi ya había sido alcanzado por un ataque aéreo israelí el sábado! Según un comunicado del Servicio Anglicano de Noticias “El Centro de Diagnóstico y Tratamiento del Cáncer del hospital Al-Ahli al-Arabi de Gaza ha sido alcanzado por un cohete israelí. Dos pisos superiores del centro, que alberga las salas de ultrasonidos y mamografía, resultaron gravemente dañados.”
La mañana del ataque, el ejército israelí lanzó una advertencia específica a los habitantes del distrito de Al-Zeitoun, donde se encuentra el hospital. El jefe de la operación mediática en lengua árabe de las FDI, Avichay Adree, amenazó: “Un mensaje a los residentes del barrio de Zaytoun. Sabéis que el barrio está abarrotado y lleno de guaridas de Hamás. Por lo tanto, para preservar vuestra seguridad y la de vuestras familias y seres queridos dirigíos al sur de Wadi Gaza”.
Todas las pruebas circunstanciales apuntan a la responsabilidad israelí en esta horrible masacre. Esta es también la conclusión de Yolanda Álvarez, ex corresponsal en Oriente Medio de RTVE:
“Sobre la masacre en el hospital de Al Ahli, después de haber cubierto dos guerras en Gaza (2012 y 2014): Sólo los ataques de Israel pueden matar a cientos de personas (con bombas de una tonelada). Los cohetes de Hamas y la Yihad también matan, pero no tienen esa capacidad.Cuando en 2014, el ejército de Israel lanzó su primer ataque mortal sobre una escuela de la UNRWA en Beit Hanoun, Gaza, recibí un SMS de su portavoz que decía: “Ha sido Hamas”. La investigación independiente de la ONU demostró que todos los ataques a escuelas eran de Israel.”
Doble rasero
Es repugnante ver la hipocresía y el doble rasero de los medios de comunicación occidentales y las potencias imperialistas cuando se trata de los derechos humanos y el llamado derecho internacional. Si es “nuestro bando” el que comete atrocidades, siempre buscan una justificación (“Hamás utiliza a civiles como escudos humanos”), o exigen un examen forense exhaustivo antes de determinar la culpabilidad. Se inventan todo tipo de razonamientos, hablan de “daños colaterales” para encubrir el hecho desnudo de que “nuestro bando” está cometiendo todo tipo de brutalidades contra civiles inocentes en pos de sus objetivos imperialistas.
Qué diferencia con las histéricas denuncias en portada de los crímenes de guerra y atrocidades rusas, reales, inventadas o groseramente exageradas, en Ucrania. El contraste no podría ser más sorprendente. Entonces se trataba de ablandar a la opinión pública en apoyo de “nuestro bando”. Ahora se trata de moldear a la opinión pública para que también apoye a “nuestro bando”.
La última “narrativa” promovida por los medios de comunicación occidentales y por el Estado de Israel es la siguiente: “Sí, estamos matando civiles, pero está justificado. ¿Acaso no matamos a muchos civiles cuando se trataba de derrotar a los nazis?”. Ni siquiera se intenta negar que los ataques aéreos están matando a civiles inocentes, sino que se trata de buscar una forma de justificarlo.
A algunos en Israel ni siquiera les importa encontrar una justificación. Culpan abiertamente a todo el pueblo de Gaza de las acciones de Hamás y abogan por el castigo colectivo. “Es toda una nación la responsable”, dijo el presidente israelí Herzog. Y para subrayar el punto añadió: “No es cierta esta retórica sobre que los civiles no son conscientes, no están implicados. Es absolutamente falsa. Podrían haberse sublevado. Podrían haber luchado contra ese régimen malvado que se apoderó de Gaza en un golpe de Estado”.
Las atrocidades israelíes, continuación de 70 años de violencia y opresión, no son sólo responsabilidad del Estado israelí. Durante décadas han contado con el pleno apoyo del imperialismo occidental y, en particular, de Estados Unidos. Este apoyo no ha disminuido en los últimos 10 días de matanza en Gaza. Todos los líderes imperialistas occidentales se han unido públicamente para apoyar el llamado “derecho de Israel a defenderse”. La sangre de los cientos de víctimas del hospital de Gaza también está en sus manos.
En los últimos días, antes de la amenaza de una ofensiva terrestre sobre Gaza, que no hará sino multiplicar la carnicería, los líderes occidentales han hecho cola para visitar Israel y subrayar públicamente su apoyo a su campaña asesina: Scholz, von der Leyen, Macron y ahora Biden. Tanto Alemania como Francia, en una demostración de lo democráticas que son, han prohibido las manifestaciones de solidaridad con Palestina.
Masas entrando en escena
La masacre en el hospital de Gaza ha provocado una ola masiva de repulsa en todo Oriente Próximo y el mundo árabe. Miles de personas salieron a las calles de Beirut, Ammán, Estambul, Túnez y otras capitales para atacar edificios diplomáticos israelíes, pero también, con toda razón, contra intereses estadounidenses y franceses. En Turquía, decenas de manifestantes se dirigieron a la base de radar de la OTAN de Kürecik , con personal de Estados Unidos, e intentaron violar su perímetro.
En Hebrón, Yenín, Ramala y otras ciudades y pueblos de Cisjordania, multitudes enfurecidas coreaban “el pueblo quiere el derrocamiento del presidente”, en referencia al presidente de la Autoridad Palestina (AP), Abbas, que actúa como contratista de seguridad local para el Estado israelí. Las fuerzas de seguridad de la AP se enfrentaron a los manifestantes y abrieron fuego, hiriendo a una joven.
El escenario está preparado para un levantamiento regional contra el imperialismo israelí y occidental. La ira de las masas se dirige también contra sus propios gobernantes, a quienes considera, con razón, cómplices, por sus acciones o por la falta de ellas.
Los ánimos están tan caldeados que el ministro jordano de Asuntos Exteriores anunció la cancelación de la cumbre prevista entre Biden, Abbas, Jordania y Arabia Saudí, que iba a celebrarse hoy. Ninguno de estos dirigentes quiere ser visto como cercano al imperialismo estadounidense por miedo a ser derrocado por su propio pueblo. Incluso los gobiernos árabes que ya han normalizado sus relaciones con Israel se han visto obligados a emitir enérgicas condenas, culpando a Israel del bombardeo del hospital.
Por un lado, Biden y el imperialismo estadounidense pretendían que su visita sirviera como muestra de apoyo a Israel, un aliado que no necesariamente sigue sus órdenes. Por otro lado, intentan forzar algunos gestos por parte de los israelíes, con el fin de contener el peligro de una escalada regional del conflicto. En la práctica, pues, la administración estadounidense considera que su papel consiste en impedir que nadie más se implique mientras permite a Israel masacrar a los palestinos.
La situación ya era complicada de antemano, pues el gobierno israelí, dominado por elementos de extrema derecha, no estaba ni está de humor para corredores humanitarios de ningún tipo, y está decidido a ejercer represalias sobre los palestinos de Gaza en su conjunto. Tras el baño de sangre en el hospital, toda la estrategia de Washington está hecha trizas. Las masas de Oriente Próximo y del mundo árabe están entrando en escena.
Ha llegado el momento de intensificar la campaña contra la guerra asesina de Israel contra Gaza, contra el imperialismo occidental y por la liberación nacional del pueblo palestino. La lucha por los derechos nacionales palestinos requiere un levantamiento revolucionario en toda la región. La tarea de los comunistas de Occidente es mostrar nuestra solidaridad y apoyo y preparar las condiciones para el derrocamiento de nuestras propias clases dominantes, que son responsables y cómplices de los asesinatos en masa que se están cometiendo actualmente.
Discuten sobre los males sociales que azotan a la clase trabajadora con una combinación de seriedad aparente y evidente desenfado, como conocidos o familiares que debaten de política libremente en un asado, de forma distendida, de forma enconada, exasperados ante la posición del otro, empleando descalificaciones y epítetos. Pero aquello no es un asado, ni una discusión sobre el próximo campeón del torneo apertura. Lo que allí se debate es el destino de millones de trabajadores, su futuro y perspectivas de una vida mejor o peor de la que hoy tenemos.
El gobierno de Alberto Fernández y Sergio Massa, la expansión monetaria y las críticas hipócritas de JxC/LLA
Se viven momentos de extrema volatilidad. El paquete de medidas económicas presentado por el ministro y candidato Sergio Massa apenas dos semanas, fue recibido por sectores de la clase trabajadora –con cierta esperanza- como una “pequeña victoria” en medio del látigo de la inflación y la devaluación vertiginosas. Pero el relativo efecto que pudo tener sobre el salario y los ingresos, se está escapando ahora como arena entre los dedos. Hemos entrado en una situación en la que cada vez hay menos espacio para las reformas dentro del estrecho marco del capitalismo en crisis.
Y estamos en presencia de una insolvencia del Estado aún más grave que la vivida durante el plan Bonex y el 2001. El gobierno de FdT-UxP se muestra impotente ante la escalada inflacionaria que no cesa y que en última instancia no “controla” –porque no puede controlarse la economía mientras la propiedad esté en manos de los capitalistas–. El régimen de conjunto denuncia la necesidad de equilibrar las cuentas, incluidos el propio gobierno, aún y cuando nos venda la idea de que no paga la deuda con ajuste social.
Por su parte, JxC y Milei critican de forma hipócrita la política de expansión monetaria que llevó adelante Fernández durante la pandemia y luego también Massa. Pero ninguno de los voceros políticos de estas corrientes reaccionarias hace mención al hecho de que las burguesías del mundo echaron mano del recurso de la expansión cuantitativa (un recurso empleado para inyectar “liquidez” en la economía a fin de sortear la recesión) ante la crisis comenzada en 2008, posteriormente agravada por la pandemia, la guerra y el cambio climático. Este mismo recurso llevó al endeudamiento de los Estados con una carga asfixiante de deuda pública, que al final recae sobre las espaldas de las familias obreras.
Aunque el aumento del gasto público se refleje en una mejora de la educación y salud o aumento de los salarios e ingresos, dentro de un contexto capitalista siempre implicará endeudamiento. Y tarde o temprano alguien debe pagar la fiesta y será cobrado nuevamente a la clase trabajadora como lo estamos viendo y sufriendo.
Milei, Bullrich y compañía vociferan contra la expansión monetaria porque cabalgan sobre el hecho de que las principales burguesías imperialistas han terminado por abandonar éste método, y aprovechan la situación de inflación descontrolada en el país como argumento de peso. ¿Qué le ofrecen a la clase trabajadora? Medidas de ajuste más duras que las que ya aplica Massa –en el caso Bullrich/JxC– y medidas de liberalismo extremo –en el caso Milei/LLA–, que en la práctica implicarían ataques aún más salvajes contra sus condiciones.
Devaluación y dolarización
En las últimas horas se le ha acusado a Javier Milei de irresponsabilidad por incentivar el desarme de los plazos fijos. Es cierto que a Milei le interesa que se acelere la velocidad de la devaluación, y así comience su fuga al dólar y de esta forma provocar un mayor incendio del que ya está en desarrollo.
Al día siguiente del debate presidencial, Milei disparó unas declaraciones incendiarias durante una entrevista radial: “el peso no puede valer ni un excremento”, y, “el peso es la moneda que emite el político argentino y por ende no puede valer ni excremento, porque esa basura no sirve ni para abono.”
Pero cuando escuchamos al demagogo Milei esgrimir tales posiciones, los comunistas nos preguntamos: ¿y qué hay del dólar? Esa moneda también la emiten unos políticos, Milei. Los políticos demócratas y republicanos que representan los intereses de la burguesía imperialista más poderosa del planeta. La misma que ha impuesto dictaduras y hecho la guerra a decenas de pueblos en el mundo, la misma que aplica recortes contra la clase trabajadora de su país, que la engaña y la estafa con promesas falsas –falsas como las del candidato libertario– y pulveriza los ahorros y fondos públicos de los países de capitalismo atrasado cada vez que sube los intereses de la FED. Esa moneda, la que emiten esos políticos, ¿esa sí vale Milei?
Detrás de la política de dolarización no hay más que una burda, clásica y trillada política de sumisión aún mayor de la economía de un país de capitalismo atrasado a la política fiscal y monetaria del primer imperio del planeta. Nada nuevo, y nada que pueda mejorar la vida de la clase trabajadora. Si no más bien todo lo contrario.
Entonces, lo que se intenta con esta agitación es poner más presión a la realidad, generar mayor devaluación del salario y apretar las sogas sobre los cuellos de las y los trabajadores.
Pero, por otra parte, desde el gobierno no se dice nada de la conducta de los empresarios y empresas por la fuga que comenzaron hace ya días, que desarman los plazos fijos para la compra de dólares. Tan sólo se enuncian promesas de sanción contra algunos de estos empresarios, como la propuesta por Massa durante el debate. Mientras, la fuga de capitales sigue en marcha.
En última instancia, estamos presenciando el saqueo de los fondos del Estado en manos de sus dueños: los capitalistas. Siendo fondos acumulados a partir de la plusvalía generada por la clase trabajadora, que debe dirigirse a atender la salud, educación y las necesidades generales de la clase.
¿Cómo se expresa esta devaluación?
Un hecho que evidencia la complicidad del gobierno con la burguesía en este robo contra los trabajadores, es su política de devaluación. El gobierno no enfrenta la devaluación con el monopolio del comercio exterior, sino que acompaña la tendencia a la fuga de capitales con devaluaciones progresivas. Administra la devaluación. Es el propio gobierno el que anuncia que los contratos futuros del dólar se realizan transacciones para diciembre 2023 con un dólar oficial $729- y marzo 2024 $1.050-. (La Nación 10 de octubre)
Ya no estamos en presencia de opciones políticas y electorales que se diferencian al ofrecer el gradualismo la una o el shock las otras. Las opciones existentes se diferencian por un shock ordenado, conducido por los partidos del régimen, y la opción que ofrece un shock desordenado, sujeto a la anarquía del mercado (aunque la pinten cínicamente como el camino a la “Argentina potencia en 20 años”).
La consecuencia de esta devaluación que se acelera con la agitación demagógica del libertario y la complicidad del gobierno con los capitalistas que fugan, es la depreciación del peso a niveles extremos, con bonos públicos en caída abierta.
Hoy, en consecuencia, las reservas del BCRA son negativas.
“Sobran pesos, pero dos de cada tres que sobran en la economía son remunerados, o sea crean endógenamente pesos. En 2015 esa relación era 0,6 a 1. Hoy el stock de pasivos remunerados del BCRA asciende a 20 billones a un interés del 10% mensual y la emisión endógena de pesos asciende a dos billones por mes. Este número es equivalente a seis veces el déficit fiscal de julio”. Luego añaden: “que el salario formal real cae más del 20%, el informal más del 40% y las jubilaciones (sin bono) más del 35%.”
Todos los caminos capitalistas conducen a lo mismo
Sin embargo, nadie dice lo contrario, existe un acuerdo cerrado entre los candidatos del régimen. Todos hablan de que a futuro comienza la devaluación, pero sin mencionar la sucesión de devaluaciones que se producen desde hace meses y que asestan golpe tras golpe a las deterioradas economías de las familias obreras.
El salario viene a pérdida. A pesar de que los trabajadores en relación de dependencia vienen discutiendo paritarias como pueden, limitados como están, por la muralla de contención que imponen las direcciones sindicales burocratizadas.
Y no olvidemos el crecimiento de la informalidad que trepó al 49,3%.
La pobreza aumentó al 40,1% en el primer semestre de 2023. En total son unos 18,5 millones de personas, que habitan en los principales aglomerados urbanos del país. Este flagelo afecta al 56,2% de los niños, del que 42% vive en situación de pobreza (5,5 millones) y 8% vive en situación de pobreza extrema. En términos objetivos y subjetivos, este contexto juega como presión de los laburantes en relación de dependencia.
¿Y los jefes sindicales?
Mientras esto ocurre, mientras esta pesada espada de Damocles cae sobre las cabezas de la clase trabajadora, los jefes sindicales reposan en sus cómodos sillones. No tienen interés ni intención de convocar a un plan de lucha que permita potenciar los reclamos obreros.
Por el contrario, y muy lejos de ese necesario plan de lucha, acompañaron a Sergio Massa al anuncio del paquete de medidas frente al Senado en Plaza Congreso. Allí manifestaron su alineación general, no con las demandas de las masas laburantes empobrecidas o sus sectores de vanguardia hoy en lucha, sino con el Ministro y candidato Massa de cara las elecciones presidenciales.
Por supuesto, no podemos olvidar a Barrionuevo o Batallón Martínez, que son el modelo en esencia de la precarización y de la contrarreforma laboral que tanto Patricia Bullrich como Javier Milei impulsan como medidas prioritarias, y, aplicarán sin duda, de llegar al gobierno. Por su parte, queda en claro que la mayoría de la dirección de la CGT apoya, aunque tácitamente, una “modernización” de los convenios colectivos. La misma “modernización” que la ministra de trabajo, Kelly Olmos, apoya explícitamente y que hoy vemos en automotrices o en la construcción.
La superación de esta lacra de nuestros sindicatos implica generar espacios de discusión, levantado las banderas de la democracia obrera. Debemos demostrar por estos caminos la posibilidad de una alternativa a la conciliación de clases que llevan adelante estos dirigentes. La independencia de clases en relación al Estado, los partidos del régimen y sus gobiernos, van de la mano con la tarea de levantar la bandera de construir nuestro partido de trabajadores, un partido que plantee la perspectiva del poder obrero, del Socialismo.
¿Qué salida nos ofrecen?
Tanto los Bullrich como los Milei muestran con matices un escenario de guerra pos elecciones, con un dólar disparado que ya en estos días pisa los $1.050-.
Mientras, Unión por la Patria “intenta” poner freno a la disparada de la remarcación de los precios con métodos reformistas. Métodos que funcionan –a medias, y siempre funcionan más para los capitalistas que para los trabajadores– sobre una base material favorable, de auge capitalista y precios altos de las commodities, pero que son totalmente inservibles en épocas de crisis. Pasan las semanas discutiendo con los empresarios “precios cuidados”, etc., etc., a sabiendas que los que se acordó va a ser violentado al otro día por esos mismos empresarios.
Dejan que el dólar blue ponga el ritmo de la economía, profundizando la depreciación del peso, lo que pone más y más presión sobre las magras economías obreras. Entonces, lo que se obtiene con una mano nos las sacan con la otra. El plan de medidas tuvo un efecto de pocos días.
Ninguno de los candidatos del régimen político capitalista representa una alternativa válida para los trabajadores y la juventud. Muy al contrario, los tres candidatos representan, cada uno a su manera, a diferentes facciones del empresariado. Unos llevarían un plan de guerra si asumen (Milei y Bullrich), y, el otro (Massa), aunque se presenta como la “única resistencia” ante los embates del capital, también aplicará el ajuste empobrecedor del FMI.
Unión por la Patria se presenta como una alternativa a la derecha “fascista” que representa la dupla Bullrich-Milei, pero esta contradicción no es real observada desde un punto de vista de clase. Es decir, vista desde el lugar de los intereses de la clase obrera.
Y para nada es de asombrarse, ya que el candidato de UxP agita por un Gobierno de Unidad Nacional, que no es otra cosa que un gobierno de unidad de los explotadores contra los explotados. Por eso incluye al gobernador de Jujuy Gerardo Morales, represor de los trabajadores y pueblos originarios de Jujuy y responsable de la reforma infame. Y también por eso, durante su mensaje en Salta, anuncia que abre las puertas de Unión por la Patria y está dispuesto a incorporar a dirigentes de otros partidos. De hecho, durante el debate presidencial volvió a hacer este mismo llamado. Por un lado, sabe que necesita de esa unidad de los explotadores –de las facciones de burguesía y sus partidos– para llevar adelante en un contexto de “paz social” el ajuste miserable del FMI, y por el otro, lógicamente, piensa en un posible balotaje.
Votar al FIT-U – Luchar por la revolución – Luchar por el Comunismo
En el debate presidencial, Mirian Bregman, la candidata de FIT-U, se diferenció por la izquierda y en líneas anticapitalistas del conjunto de candidatos del régimen capitalista, tanto de Schiaretti, como de Massa, Bullrich y Milei. En cada respuesta que dio, Bregman mantuvo un discurso de radicalización parlamentaria, no obstante, desgajado de una formulación de Poder Obrero.
Lamentablemente, el papel de la izquierda del FIT-U pone su objetivo político en ganar más escaños, más tribunos, mostrando a la clase trabajadora sólo una alternativa parlamentaria.
El trabajo parlamentario es necesario –y aún indispensable– desde un punto de vista leninista, en la perspectiva de construir un partido revolucionario, echar las bases para el Poder Obrero y derrocar al régimen capitalista. Pero, si se permite que la propia dinámica de la actividad parlamentaria subordine al resto de las tareas revolucionarias, entonces esta actividad termina siendo peligrosa.
Así, el trabajo de calle, de preparar un Congreso Obrero, de organizar asambleas obreras para levantar un plan de lucha, ha quedado subsumido a esta lógica parlamentarista. Las tareas revolucionarias estratégicas han quedado supeditadas a la táctica parlamentaria.
El FIT-U no ha ofrecido un balance de por qué no pudo canalizar la bronca de cientos de miles de trabajadores y jóvenes que pusieron su voto bronca en Milei. Tampoco han podido ganar a sectores de entre los millones de votantes que no fueron a votar. No han logrado captar el descontento ni que el mismo se refleje en el voto a la izquierda, como una alternativa en las calles hacia una nueva legalidad.
Todo el andamiaje político que sostienen está supeditado a sus parlamentarios.
Alteraron el orden del trabajo militante. No es el trabajo revolucionario el que manda, la forja paciente, permanente y sistemática de las células de fábricas y en los barrios, de las células en las escuelas y universidades para subvertir el orden capitalista. Son sus tribunos los que diseñan la política en clave reformista.
De persistir en este camino, El FIT-U perderá nuevamente la posibilidad de forjarse como una alternativa válida para los explotados.
Estas críticas que hacemos a las y los compañeros del FIT-U no están pensadas en clave sectaria. Por el contrario, invitamos a un debate abierto, serio y fraterno sobre la necesidad urgente de construir el partido revolucionario, sobre cómo empujar conjuntamente en las calles, las tareas de organización de la clase hacia el desarrollo de un Congreso Obrero y la construcción democrática de un plan de lucha. Y en orientación hacia esos objetivos, qué tipo de organización partidaria necesitamos, y qué métodos debemos emplear para dialogar de manera fraternal y paciente con las capas más amplias de la clase.
Al final, más allá del trabajo concreto de las organizaciones de la izquierda, la bronca de los de abajo se acumula y el proceso molecular de la revolución sigue su implacable camino, lento pero constante.
Nos encontramos en un contexto mundial explosivo, no solo la guerra en Ucrania, sino hace días presenciamos una profunda situación de inestabilidad en el Medio Oriente. Nuevamente vemos a una de las maquinarias de guerra formidable como es el Estado sionista de Israel que ante el ataque de Hamás y con el pleno apoyo de los poderes imperialistas más sangrientas del mundo responde de manera demoledora y con sed de venganza.
No tenemos tiempo, debemos sostener el ritmo de construir una esperanza valida en cada parte del planeta: derrocar al capitalismo es la tarea urgente que tenemos por delante. La posibilidad de que perdure el género humano viene de la mano de poner en pie el socialismo.
No sabemos cuál será el detonante, cuál será el accidente que canalice la broca de los de abajo. Lo que sí sabemos es que debemos forjar una dirección Revolucionaria y Comunista hacia un Poder Obrero que planifique la economía en arreglo al libre y pleno desarrollo de las fuerzas de producción. Que el excedente que nos roban los capitalistas vuelvan a la sociedad en salud y educación, en empleo y producción en armonía con la naturaleza. Debemos decir basta a la anarquía del mercado capitalista y de aquellos políticos que lo sostienen.
De lo contrario, votemos a quien votemos, nuestra realidad seguirá los caminos que impone el mercado o que imponen los políticos que intentan poner parches a un sistema caduco. Un régimen que sólo puede ofrecer depredación ambiental y miseria, desempleo y degradación.
Una realidad diferente nos espera y es forjando el camino de la Revolución Socialista.
La guerra plantea todas las cuestiones de manera aguda y pone así a prueba todas las tendencias. La guerra en Ucrania ha provocado una serie de escisiones en los partidos comunistas de varios países, además de provocar divisiones entre ellos. Para avanzar es necesario volver a una auténtica política leninista, en esta y en todas las cuestiones.
En cuanto empezó la guerra en Ucrania, los partidos comunistas de todo el mundo adoptaron posiciones muy diferentes. En el ala derecha del movimiento, varios partidos adoptaron una posición de apoyo más o menos abierto a la clase dominante de su propio país y al imperialismo occidental.
Un ejemplo particularmente hipócrita de esto es la posición del Partido Comunista de España (PCE). El PCE forma parte de un gobierno español de coalición con el Partido Socialista (PSOE). La vicepresidenta española Yolanda Díaz y el ministro Alberto Garzón son miembros del partido, y el secretario general del PCE es también secretario de Estado.
Este gobierno está firmemente comprometido con el imperialismo de la OTAN y ha enviado armas y ayuda a Ucrania. Pero al mismo tiempo, el PCE emite declaraciones exigiendo la disolución de la OTAN y rechazando la guerra en Ucrania. Incluso su supuesta «oposición» puramente verbal al imperialismo de la OTAN, se formula en términos de «paz» en abstracto, y de defensa de las «instituciones internacionales» y del «estado de derecho internacional».
Una posición similar adoptó el Partido Comunista Francés (PCF), que condenó la invasión rusa de Ucrania por ser «contraria al derecho internacional» y violar «los tratados internacionales». En la misma línea, el PCF defiende la «independencia estratégica de Francia», que es la frase con la que la clase dominante francesa avanza en su pretensión de desempeñar un papel independiente en la escena mundial. Además, aunque pide la «paz», el PCF apoya plenamente las sanciones imperialistas occidentales contra Rusia, como si de alguna manera las sanciones económicas no fueran también parte de la guerra real. Toda su posición es la de ir a remolque de la burguesía francesa, que en los primeros días de la guerra también pedía «negociaciones de paz» en un intento de adoptar una posición algo independiente de la del imperialismo estadounidense.
Un gran número de los llamados partidos comunistas, habiendo abandonado el leninismo hace mucho tiempo, están hipnotizados por la idea de la «paz» en abstracto y de «las instituciones internacionales», principalmente las Naciones Unidas.
Esto está muy lejos de la posición de Lenin hacia la guerra imperialista. Lenin insistió en que los comunistas no somos pacifistas, ya que hay guerras que consideramos justificadas: guerras de liberación nacional, contra el imperialismo y guerras revolucionarias. Puesto que la guerra es la consecuencia del imperialismo, la única forma consecuente de luchar contra la guerra es luchar contra el imperialismo y el sistema capitalista del que surge. La consigna de Lenin durante la Primera Guerra Mundial no fue la de «paz», sino la de «convertir la guerra imperialista en una guerra civil». Es decir, llamaba a los trabajadores a luchar contra su propia clase dominante. Explicó que la guerra acabaría finalmente, pero que una «paz» imperialista sería sólo el período preparatorio para nuevas guerras más adelante. Por lo tanto, insistió Lenin, la única manera de lograr una paz auténtica era luchar por el socialismo.
En cuanto a las «instituciones internacionales», Lenin y los bolcheviques fueron mordaces en su rechazo a la predecesora de las Naciones Unidas, la Sociedad de las Naciones, a la que describieron como una «cocina de ladrones», es decir, un lugar donde las distintas potencias imperialistas acudían a repartirse su botín.
Lenin consideraba este punto tan importante que incluyó el rechazo a la Sociedad de las Naciones en las famosas 21 condiciones de admisión en la Internacional Comunista. Éstas pretendían limpiar la nueva organización de elementos oportunistas indignos, que se habían unido bajo la presión de las bases: «Todo partido deseoso de pertenecer a la Tercera Internacional debe denunciar tanto al socialpatriotismo confeso como al socialpacifismo hipócrita y falso; se trata de demostrar sistemáticamente a los trabajadores que sin la liquidación revolucionaria del capitalismo, ningún tribunal de arbitraje internacional, ningún debate sobre la reducción de armamentos, ninguna reorganización “democrática” de la Liga de las Naciones pueden preservar a la humanidad de las guerras imperialistas».
La posición de los marxistas revolucionarios en la Primera Guerra Mundial (no adoptaron el nombre de «comunistas» hasta después de la guerra) se resumía en la sentencia de Karl Liebknecht: «el principal enemigo de la clase obrera está en casa».
Este principio internacionalista básico ha sido abandonado por muchos partidos comunistas de todo el mundo, no sólo en los países que forman parte de la OTAN o apoyan al imperialismo estadounidense, sino también en el otro lado de la guerra. Así, el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) también ha adoptado una vergonzosa posición chovinista, defendiendo acríticamente a Putin y la guerra que está librando en interés de la clase dominante rusa.
Escisión en el Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros de La Habana
Esta capitulación abyecta condujo a un conflicto abierto en el 22º Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros (EIPCO), que tuvo lugar en La Habana, Cuba, del 27 al 29 de octubre de 2022. El EIPCO es una conferencia anual, iniciada por el Partido Comunista de Grecia (KKE) en 1998. Los partidos comunistas de todo el mundo se reúnen para debatir y la conferencia suele terminar con una declaración conjunta, a la que se llega por consenso, en lugar de votar tras un debate.
Esta vez fue diferente. Aunque se elaboró una declaración conjunta, la misma no abordó la guerra de Ucrania, que sólo se mencionó de pasada. La declaración terminaba con las palabras: «¡Unidos en la lucha contra el imperialismo y el capitalismo!». Pero los casi 60 partidos participantes estaban muy lejos de estar unidos en esta cuestión.
De hecho, la reunión estuvo muy dividida en torno a la guerra de Ucrania. En su intervención, el Partido Comunista Obrero Ruso (PCOR) argumentó que la guerra de Rusia era «justa y defensiva«, y que la tarea de los comunistas era apoyar al Estado burgués ruso en su lucha «para suprimir el fascismo y ayudar a la lucha de liberación nacional en Ucrania».
El PCRF, por su parte, fue acusado correctamente por el KKE de apoyar a Putin y a su partido Rusia Unida, y replicó que, de hecho, ¡era Putin quien les apoyaba a ellos! «No es que el PCFR ‘se haya solidarizado con Rusia Unida y el presidente Putin’, sino que [Rusia Unida y el presidente Putin], debido a imperativos históricos, tienen que seguir el camino que el PCFR ha reclamado insistentemente durante tres décadas».
Por lo tanto, se emitieron dos declaraciones separadas sobre la guerra. Una fue propuesta por el Partido Comunista Obrero Ruso (PCOR), el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) y el Partido Comunista de Ucrania (PCU), que básicamente repetía los argumentos de la clase dominante rusa para justificar su intervención en Ucrania; al tiempo que salpicaba estas justificaciones con una buena dosis de condimentos «comunistas», «proletarios» y «antifascistas». La declaración no hace ningún intento de analizar los objetivos bélicos de la clase capitalista rusa, ni una sola palabra de crítica a Putin y su reaccionario régimen capitalista. Que esto haya sido propuesto por dos partidos que se autodenominan «comunistas» de Rusia es una capitulación absolutamente escandalosa ante el socialchovinismo. Esta declaración pro-rusa fue firmada por 23 partidos participantes en el EIPCO, y otras 12 organizaciones que no participaron en la conferencia de La Habana.
En respuesta, se publicó una segunda contradeclaración, firmada por 24 partidos participantes en el EIPCO, entre los que destacaba el KKE griego, más otros cuatro. Comienza describiendo la guerra como una guerra capitalista por ambas partes. También niega cualquier afirmación de que el gobierno ruso tenga algo que ver con la lucha antifascista o con el sentimiento prosoviético, señalando correctamente que Rusia es un país capitalista, algo que algunos, increíblemente, no parecen entender:
“La Federación Rusa, siendo un estado burgués, es sólo nominalmente, en el marco del derecho burgués, la heredera de la URSS, mientras que no tiene nada en común con la URSS ni en su base ni en su superestructura. Durante los 30 años de «independencia» de la Federación Rusa, se creó un capital financiero y monopolista; se destruyeron sistemáticamente los sectores de la industria, la educación y la sanidad; aumentó el desempleo y creció la brecha entre ricos y pobres. La verdadera lucha política, tanto en las calles como en el parlamento, hace tiempo que dejó de ser posible.”
Esta segunda resolución también critica acertadamente «la militarización de Ucrania, la promoción de una ideología nacionalista extremadamente reaccionaria, la incitación al odio interétnico, la creación de grupos militantes nacionalistas.», así como la supresión de los derechos laborales y políticos. Pero quizá la parte más interesante de la resolución sea el punto cinco (en inglés), que explica cómo poner fin a la guerra en Ucrania:
«Estamos seguros de que sólo la clase obrera ucraniana unida al proletariado ruso y apoyada por los trabajadores del mundo es capaz de detener la matanza imperialista. La burguesía ucraniana, rusa y mundial movilizó y armó a los trabajadores. Es necesario que estos armamentos se dirijan a los gobiernos de guerra, para convertir la guerra imperialista entre los pueblos en una guerra civil entre clases. Sólo así la clase obrera podrá acabar con el imperialismo como fuente de guerras y formar organismos de poder obrero, así como transformar los Estados combatientes en interés de los trabajadores.»
Esto es absolutamente correcto, y de hecho es una repetición de los argumentos esgrimidos por Lenin durante la Primera Guerra Mundial.
Es notable, sin embargo, que en la versión española de la declaración, que también se ha publicado en el sitio oficial del EIPCO, falte toda esta sección, siendo sustituida en su lugar por una que habla de «negociaciones de paz inmediatas», un «alto el fuego», la «investigación de los crímenes de guerra cometidos por todas las partes en el conflicto» (sin decir quién va a llevar a cabo tal investigación), etc. Esto contradice la versión inglesa, que explica correctamente que es tarea de la clase obrera luchar contra el imperialismo y la guerra.
La segunda resolución, internacionalista, lanza entonces un correcto y agudo ataque frontal contra los partidarios de la primera resolución prorrusa:
«Es vergonzoso y criminal que los comunistas de todo el mundo vayan detrás de los gobiernos de los países burgueses y trabajen por los intereses de su burguesía nacional, que apoyen a uno u otro bloque de países burgueses. Nuestra tarea inmutable es ayudar a los trabajadores de todo el mundo a darse cuenta de que las guerras imperialistas no conducen a la emancipación del trabajo, sino que, por el contrario, lo esclavizan aún más; que en el conflicto imperialista la clase obrera no tiene aliados entre los círculos dominantes, sino sólo enemigos; que sus amigos son sólo los proletarios, sean de la nacionalidad que sean. «
Estamos totalmente de acuerdo. Por supuesto, se pueden hacer algunas críticas a la resolución internacionalista. El análisis de las causas y el carácter de la guerra en la primera parte es muy esquemático y poco desarrollado. No dice nada sobre el papel del imperialismo estadounidense y su provocativa expansión de la OTAN hacia el este durante 30 años; no trata del reaccionario movimiento Maidan de 2014 y el régimen que estableció, etc. Muchos de estos puntos se explican en la declaración conjunta de la reunión de La Habana, pero la resolución internacionalista se habría reforzado incluyéndolos.
Cómo no construir una internacional comunista
Esto es sintomático de un problema importante en el método utilizado para construir el EIPCO. El hecho de que partidos que están completamente en desacuerdo puedan firmar una declaración conjunta evitando las cuestiones en disputa, aunque éstas sean centrales para la situación mundial, y luego producir dos declaraciones adicionales con puntos de vista opuestos, convierte en una farsa la idea de construir una organización comunista internacional. De hecho, el EIPCO se basa en la diplomacia, más que en una discusión y lucha franca de ideas.
También hay que señalar que hubo una serie de partidos que firmaron la declaración final teniendo una posición puramente pacifista burguesa, de confianza en las «instituciones internacionales», e incluso algunos (como el PCE en España) que son partícipes de gobiernos que forman parte de la OTAN y están enviando armas y financiación a Ucrania. Al PCE y a otros partidos que comparten una posición similar se les permite entonces firmar la declaración conjunta del EIPCO de La Habana hablando de la lucha por el socialismo, los intereses del proletariado mundial y la promoción del marxismo y el leninismo, mientras están sentados en un gobierno proimperialista.
Incluso entre las organizaciones que firmaron la segunda declaración, más principista, hay mucha hipocresía. De qué otra manera se puede explicar el hecho de que el Partido Comunista Sudafricano (SACP) -que ha tenido una política etapista durante décadas y ha formado parte del gobierno capitalista del Congreso Nacional Africano (CNA) durante casi 30 años (un gobierno que ordenó a las fuerzas de seguridad abrir fuego contra los mineros en huelga en Marikana, en defensa de los intereses de las multinacionales mineras), ¿se le permite poner su nombre a una resolución que dice que «Es vergonzoso y criminal que los comunistas de todo el mundo vayan detrás de los gobiernos de los países burgueses y trabajen por los intereses de su burguesía nacional»?
Esto habría sido impensable en la Internacional Comunista de Lenin. Hubo muchos debates agudos mientras Lenin vivía, y hubo ocasiones en las que el propio Lenin estaba en minoría. Pero nunca se le ocurrió decir: «bueno, podemos tener una declaración conjunta que evite las cuestiones polémicas, y luego cada fracción puede tener sus propias declaraciones separadas sobre las cuestiones con las que discrepamos». Semejante procedimiento es una burla a la idea misma de una internacional comunista, que debe basarse en principios centralistas democráticos, no en la «unanimidad» y mucho menos en el «consenso».
La virulencia de la ruptura que tuvo lugar en la reunión de La Habana es el resultado de la guerra de Ucrania, que puso sobre la mesa cuestiones cruciales, pero también del método de disimular las diferencias utilizado anteriormente en estas reuniones del EIPCO.
También estuvieron presentes en la reunión varios partidos que no parecen haber firmado ninguna de las dos declaraciones sobre la guerra en Ucrania, como el Partido Comunista de Británico, el Partido Comunista de Francia, el Partido Comunista de España (PCE) y el Partido Comunista de Cuba, entre otros.
La disputa en la reunión de La Habana continuó con una serie de ataques de los partidos participantes entre sí, y declaraciones públicas del PCFR, el PCOR, el KKE, etc. La división revelada en la reunión de La Habana tuvo graves consecuencias para varias de los partidos implicados.
Provocó una escisión en el Partido Comunista Obrero Ruso (PCOR), que afectó especialmente a su ala juvenil y a su frente sindical. El partido quedó reducido a un grupúsculo. La posición social chovinista que adoptó la dirección del PCOR respecto a la guerra de Ucrania, contraria a su afirmación de defender los principios marxistas y leninistas, lo ha destruido completamente. Anteriormente, la dirección podría afirmar que se situaba a la izquierda del PCFR, pero ahora ha adoptado exactamente la misma posición chovinista. La hipocresía y los dobles estándares de la dirección del partido en público y hacia sus propios miembros han quedado finalmente al descubierto.
La división entre los participantes del EIPCO ha llevado ahora a la decisión, tomada por el KKE, de disolver la Iniciativa Comunista Europea, el equivalente europeo del EIPCO, y probablemente llevará a la disolución del propio EIPCO en su próxima reunión en Turquía. Hay que sacar lecciones. Una internacional sólo puede construirse sobre la base de la clarificación política y el acuerdo de principios, no de la diplomacia y los discursos vacíos.
La llamada Plataforma Antiimperialista
La escisión entre los partidos comunistas que salió a la palestra en la reunión de La Habana había sido anticipada por la formación de la llamada Plataforma Mundial Antiimperialista (PMAI), promovida por el Partido de la Democracia Popular de Corea y con la participación de varios de los partidos del EIPCO. La organización de la Plataforma parece contar con muchos recursos, y ha organizado cinco reuniones internacionales en el espacio de un año con todos los gastos pagados (dos en París, una en Seúl, una en Belgrado y una en Caracas).
La línea política de esta Plataforma se expone muy claramente en su «Declaración de París» fundacional. Los puntos principales son: «no hay datos económicos que justifiquen caracterizar a China o Rusia como imperialistas»; «que Rusia, China y la RPDC son el blanco de la agresión imperialista porque representan una seria amenaza para la hegemonía mundial de los imperialistas»; «Debemos desafiar la práctica engañosa y peligrosa de ciertas fuerzas que se autodenominan ‘comunistas’ y ‘socialistas’ que han declarado que la guerra en Ucrania es un conflicto ‘interimperialista’ en el que ambas partes son igualmente agresoras y culpables», y además: «Rusia y China, en particular, son capaces no sólo de defenderse del acoso imperialista, sino también de ayudar a los países en desarrollo pequeños o económicamente débiles a defenderse por sí mismos y liberarse de la colonización imperialista y de la esclavitud de la deuda.» Y como consecuencia de ello, la Plataforma sostiene que el pueblo «debe ser educado» en estas cuestiones y los antiimperialistas deben defender la victoria de Rusia y China: «¡Victoria de las fuerzas de liberación nacional y resistencia antiimperialista!».
Los grupos implicados en esta Plataforma son una extraña amalgama de pequeñas sectas maoístas, organizaciones titoístas, algunas agrupaciones marginales italianas, etc. El PCOR ha jugado típicamente al gato y al ratón con ellos. Aunque ha participado en las reuniones y ha defendido públicamente las ideas principales de la Plataforma, se ha abstenido de firmar la declaración en un intento de cubrirse las espaldas.
Además de algunos partidos que, de una u otra forma, pueden considerarse de izquierdas, en la Plataforma también hay algunas organizaciones abiertamente reaccionarias. Entre ellas está Vanguardia Española, una secta chovinista española, que mezcla el apoyo a la colonización española de América con referencias al marxismo. Esto no es totalmente sorprendente. Una vez que se abandona un punto de vista de clase y se adopta una posición chovinista, todo es posible.
De hecho, uno de los detonantes de la escisión del PCOR fue el paso de su dirección hacia el trabajo conjunto con el grupo de Limonov, el Partido Nacional Bolchevique de Rusia, una organización abiertamente fascista. Mientras tanto, el Partido «Comunista» (Italia) de Marco Rizzo (también parte de la PMAI) tenía una alianza electoral con personas que habían estado vinculadas al partido fascista Forza Nuova, todo en nombre de la «defensa de la soberanía nacional».
También forma parte de la Plataforma el partido gobernante venezolano, el PSUV, que en los últimos años ha llevado a cabo una política contraria a la que condujo a todas las conquistas y avances de la revolución bolivariana bajo Chávez. Su política ha consistido en privatizar fábricas que antes estaban nacionalizadas; arrebatar tierras a los campesinos para devolvérselas a los antiguos terratenientes; encarcelar a activistas sindicales y aplicar un brutal paquete monetarista para hacer pagar a los trabajadores el precio de la crisis capitalista.
Más aún, en los últimos meses, el PSUV ha utilizado el aparato del Estado para lanzar un ataque contra el Partido Comunista de Venezuela (PCV), que ha llegado al punto de que el Tribunal Supremo ha destituido a la dirección electa del PCV y la ha sustituido por una junta ad hoc formada por personas ajenas al partido. Esto se hizo con el fin de hacerse con el control de la tarjeta electoral del partido y quitarsela a su dirección electa.
En términos de tamaño, la llamada PMAI es bastante irrelevante. Pero las posiciones que defiende están más extendidas, en particular la idea de que, de alguna manera, China y Rusia son antiimperialistas y desempeñan un papel progresista en las relaciones mundiales.
¿Son Rusia y China antiimperialistas?
En Rusia, el capitalismo fue restaurado después de 1991 por la degenerada dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética / Imagen: Kremlin.ru
Hemos tratado estas cuestiones en detalle en otro lugar (véase: El imperialismo hoy y el carácter de Rusia y China), pero debería estar claro para todos que ambos países son capitalistas. En Rusia, el capitalismo fue restaurado después de 1991 por la degenerada dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética, una capa burocrática que no se contentó con obtener enormes privilegios de la economía planificada y de propiedad estatal y, en su lugar, quiso convertirse en propietaria privada de los medios de producción. Esto lo consiguieron mediante el saqueo al por mayor de la propiedad estatal en un proceso reaccionario, que condujo a un colapso brutal de los niveles de vida y cultura, haciendo retroceder a la clase obrera décadas.
Tras un periodo en el que la nueva clase dominante capitalista rusa estuvo completamente bajo el dominio del imperialismo occidental (representado por los años de Yeltsin), luego ganó confianza y empezó a hacer valer sus propios intereses, primero en el ámbito regional (Georgia, Ucrania, Cáucaso), y luego, aunque en menor medida, en la arena mundial (Siria, África).
En China, el proceso de restauración capitalista tuvo lugar a lo largo de un prolongado período de tiempo en el que el Partido «Comunista” permaneció firmemente en el poder. Ahora, sin embargo, el estado chino está al servicio de unas relaciones de propiedad completamente diferentes: ya no las de la economía planificada, sino las de una economía capitalista. Al principio, esta transición se produjo permitiendo la entrada de capital extranjero. Pero progresivamente, la clase capitalista china empezó a hacer valer sus propios intereses independientes, bajo la protección del Estado chino. China se ha convertido cada vez más en una potencia imperialista, aunque relativamente débil en comparación con el imperialismo estadounidense. Exporta capital, que invierte en el extranjero para asegurarse fuentes de energía y materias primas, proteger sus rutas comerciales y controlar campos de inversión y mercados para sus exportaciones. En este proceso, ha entrado en conflicto con el imperialismo estadounidense, la potencia mundial dominante. Este es el significado de las tensiones comerciales y militares entre ambos.
Sin embargo, debemos tener sentido de la proporción. El imperialismo estadounidense sigue siendo la potencia dominante en el mundo debido a su peso económico y al control del sistema financiero internacional. Su poderío militar se deriva de su poder económico y de la superior productividad del trabajo que es capaz de alcanzar. Sí, el imperialismo estadounidense está en declive relativo, pero sólo en declive relativo. Sí, China y, en menor medida, Rusia son potencias imperialistas en ascenso, pero siguen siendo mucho más débiles que Estados Unidos.
La tarea de los comunistas no es apoyar a un bloque contra el otro, sino defender los intereses de la clase obrera en todas partes contra los de la clase dominante, principalmente contra nuestra propia clase dominante en nuestro país.
La escisión del Partido Comunista Brasileño
La consecuencia políticamente más interesante del conflicto entre los diferentes partidos comunistas sobre la guerra en Ucrania es la reciente escisión del Partido Comunista Brasileño (PCB), provocada directamente por la participación de su dirección en estas reuniones de la Plataforma Mundial Anti Imperialista, una medida contraria a la política del partido acordada en su último congreso.
Dentro del PCB se creó una oposición de izquierdas contra la política de apoyo a los intereses de la clase dominante capitalista de China y Rusia. El antiguo secretario general del PCB, Ivan Pinheiro, criticó la participación del partido en las reuniones de la PMAI y las declaraciones realizadas en ellas por la dirección del partido. Después de que se le impidiera burocráticamente expresar internamente sus opiniones críticas, decidió publicar un documento en junio.
La dirección del PCB respondió al creciente apoyo a la oposición de izquierda en torno a Pinheiro, especialmente fuerte entre las juventudes del partido, recurriendo a medidas burocráticas y expulsiones. La oposición de izquierda exigió que se convocara el congreso del partido, que debía haberse celebrado hace tiempo, para que todas las diferencias pudieran debatirse democráticamente. Esto era lo último que quería la camarilla dirigente, pues temía convertirse en minoría si se producía un debate democrático en las filas. Las cosas llegaron a un punto crítico a finales de julio, cuando la dirección decidió expulsar a cinco miembros del CC, incluido el propio Pinheiro, por motivos espurios.
En lugar de desmoralizarse, los expulsados montaron una contraofensiva, lanzando un Manifiesto por la Reconstrucción Revolucionaria del PCB. Con el paso de las semanas, un número creciente de organizaciones del partido, locales y regionales, células y organizaciones de la juventud (UJC) declararon su apoyo a la oposición de izquierdas y se pronunciaron a favor de la RR del PCB. Como explica Ivan Pinheiro
En el seno del PCB se aglutinó una oposición de izquierdas contra la política de apoyo a los intereses de la clase dominante capitalista de China y Rusia / Imagen: Пресс служба Президента России, Wikimedia Commons
«Creo que el estallido de la guerra en Ucrania fue la mecha que encendió esta intensa polarización… nos ha obligado a debatir cuestiones que muchos nos resistíamos a afrontar, como el carácter del Estado chino y la relevancia del imperialismo, la ilusión de clase de la llamada multipolaridad, el papel de los comunistas ante una guerra entre burguesías nacionales que convierten a sus proletariados en carne de cañón y que es inseparable de las disputas interimperialistas.»
El giro a la derecha de la dirección del PCB no se limitó a los asuntos internacionales. Como señaló la oposición de izquierdas a Pinheiro, el giro derechista en asuntos internacionales fue de la mano de una creciente adaptación a la democracia burguesa y al gobierno de Lula, que es de abierta colaboración de clases. El hecho de que el PCB reciba financiación estatal electoral para los partidos políticos ayuda a la burocracia del partido a ganar cierto grado de independencia de las filas del partido, solidificando así sus tendencias reformistas.
Saludamos la lucha emprendida por la oposición de izquierda expulsada del PCB y sus esfuerzos de reconstrucción revolucionaria. Estamos muy de acuerdo con los camaradas en cuestiones clave de política internacional y nacional, y esto sienta las bases para una colaboración fraternal, como colaboramos hace una década cuando Pinheiro era el secretario general del partido. Esa colaboración se extendió a la cuestión de Ucrania y la lucha contra el régimen de Maidan en 2014. Por supuesto, hay diferencias entre nuestras organizaciones -inevitablemente-, pero estamos de acuerdo en una cuestión fundamental: nos mantenemos firmes en el principio de la lucha de clases proletaria, contra cualquier colaboración con la burguesía y cualquier forma de «etapismo», que aplace la revolución socialista a un futuro lejano y distante.
Una rebelión de la juventud: ¡vuelta a Lenin!
La disputa sobre la postura ante la guerra de Ucrania no fue el único elemento de la crisis del PCB. Hay otro elemento, que es común a la crisis de varios otros partidos comunistas de todo el mundo.
En los últimos tiempos, y sobre todo durante la pandemia y el confinamiento, una capa de jóvenes se unió al partido, atraídos por su nombre comunista. Eran capas nuevas y frescas, imbuidas de un espíritu revolucionario, y pronto chocaron con la dirección, incapaz de ofrecerles inspiración o educación política. Algunos de los nuevos jóvenes que reclutaron se hicieron muy populares en distintas plataformas de medios sociales por su defensa de las ideas del comunismo. Su prominencia fue vista como una amenaza para la dirección del partido, por lo que se convirtieron en los primeros afectados por las medidas burocráticas. El uso de medidas administrativas para resolver los debates políticos es una clara señal de una dirección que no confía en sus propias ideas.
Este fenómeno -la afluencia de jóvenes a los partidos comunistas, atraídos por el nombre y los símbolos, su rechazo a las políticas reformistas y al cretinismo parlamentario de la dirección y al uso de medidas burocráticas para reprimirlos- está bastante extendido. El Partido «Comunistade Rizzo en Italia perdió su organización juvenil. El Movimiento Juvenil Connolly (CYM) rompió con el Partido Comunista de Irlanda a principios de 2021, tras una serie de escisiones y conflictos. En España, el PCE acaba de expulsar a toda la dirección de su movimiento juvenil, UJCE, y nombró una dirección ad hoc, después de que los jóvenes desarrollaran una fuerte crítica al reformismo de la dirección del PCE y fueran silenciados en el último congreso del partido. La lista sigue.
En varios de estos casos, los elementos nuevos, jóvenes y radicales han gravitado hacia la figura de Stalin como reacción contra el reformismo de la dirección del partido. Esto es comprensible, pero erróneo.
Un examen superficial de las políticas de Stalin revelaría que representan una ruptura fundamental con Lenin y el leninismo. Mientras que Lenin defendió firmemente una estrategia de no confianza en los liberales burgueses y la necesidad de que la clase obrera tomara el poder, Stalin recuperó la teoría menchevique de las «dos etapas» de alianza con la «burguesía progresista», que condujo al desastre en China, España y otros lugares. Mientras Lenin se opuso a las «instituciones internacionales» como la Sociedad de Naciones, que describió como una «cocina de ladrones», Stalin metió a la URSS en la Sociedad de Naciones en 1934. Lenin abogaba por el internacionalismo proletario, pero Stalin cortejó a las distintas potencias imperialistas, y luego disolvió la Internacional Comunista en mayo de 1943 como gesto de buena voluntad hacia ellas.
Sobre la cuestión de los métodos de la democracia partidaria y el centralismo democrático, tenemos que decir que en muchos casos, estos jóvenes han recibido el impacto de los métodos burocráticos, que son típicos del estalinismo y no tienen nada que ver con la limpia bandera del centralismo democrático leninista. Mientras Lenin vivía, hubo debates enconados en el seno de la Internacional Comunista y del partido ruso sobre muchas cuestiones diferentes: las negociaciones de Brest-Litovsk, la cuestión sindical, la Nueva Política Económica, el Frente Único, la participación en el parlamento y en los sindicatos, etc. Estos debates fortalecieron al partido y a la Internacional, y no lo contrario.
Pedimos a los camaradas que militan en partidos comunistas, y que con razón han pasado a la oposición, que examinen detenidamente estas cuestiones, ya que no tienen un interés meramente histórico. Por el contrario, son extremadamente relevantes para los debates que tienen lugar hoy entre los partidos comunistas sobre el imperialismo, el carácter de Rusia y China, el papel de los BRICS y la idea de un mundo llamado «multipolar».
Por supuesto, algunos dirán: «¡Pero sois trotskistas!» Y lo somos. Defendemos las ideas y tradiciones de Trotski, pero pensamos que no son diferentes de las ideas y tradiciones de Lenin. En todas las cuestiones mencionadas (independencia de la clase obrera, oposición a la colaboración con la burguesía, internacionalismo proletario y una forma de organización centralista democrática) no había diferencias entre Lenin y Trotski después de 1917.
Es cierto que muchos que se autodenominan «trotskistas» han capitulado de hecho ante la clase dominante, y en relación con la guerra de Ucrania han adoptado una posición traicionera proimperialista. Este es el caso, por ejemplo, de la llamada ‘Cuarta Internacional’, cuya consigna escandalosa es «sanciones a Rusia, armas para Ucrania». Están de facto en el mismo bando que el imperialismo de la OTAN, es decir, su propia clase dominante, en esta guerra.
Esto no tiene nada que ver con las ideas genuinas de Trotski y es el resultado de haber abandonado un punto de vista de clase, del mismo modo que aquellos partidos «comunistas» que apoyan a su propia clase dominante imperialista no tienen nada que ver con Lenin ni con el leninismo, independientemente de cómo pretendan definirse.Estamos firmemente convencidos de que en todas estas cuestiones, cruciales para los comunistas de hoy, es necesario romper con el reformismo, el chovinismo y adoptar un punto de vista de clase principista. Es decir, es necesariovolver a Lenin. De este modo, se pueden sentar las bases para la reconstrucción de una auténtica y revolucionaria internacional comunista que sólo puede crearse mediante la lucha política y no mediante combinaciones diplomáticas.