Por: Hamid Alizadeh
Ayer temprano a la mañana, las fuerzas armadas sudanesas atacaron violentamente y despejaron la sentada revolucionaria que había acampado frente al Ministerio de Defensa sudanés desde el 6 de abril. Esto fue solo el comienzo de una campaña de terror, organizada por el contrarrevolucionario Consejo Militar de Transición (TMC).
Se ha informado de al menos 13 muertos y cientos de heridos después del ataque a sangre fría en el campamento revolucionario de Jartum ayer por la mañana. Según los informes, la noche anterior, soldados del ejército del área alrededor de la acampada fueron retirados parcialmente y reemplazados por la milicia de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés), reaccionaria y tribal, y la policía antidisturbios. Luego, antes de llevar a cabo el ataque muy temprano por la mañana, se cerraron las salidas del campamento y se desató una lluvia de municiones contra los manifestantes pacíficos que se mantenían firmes y desafiantes, cantando «¡Queremos paz! ¡Queremos paz!» Después de esto, las fuerzas armadas procedieron a limpiar el campamento, quemaron las tiendas de campaña, golpearon a los manifestantes desarmados y dispararon indiscriminadamente con munición real. Mientras tanto, los francotiradores en el área apuntaban a cualquiera que intentara filmar los acontecimientos.
Los milicianos también se habían agrupado en otras áreas de la ciudad, persiguiendo a los manifestantes y atacando las barricadas que se levantaban. Según informes, tanto el Hospital Al Mualim como el Hospital Royal Care fueron asediados y los manifestantes heridos fueron atacados tanto dentro de las instalaciones como a medida que llegaban. Una campaña particular parece haber estado dirigida al vecindario de Colombia, que es conocido por ser un área relativamente sin ley donde el alcohol y las drogas se venden y consumen libremente. Estas prácticas han aumentado después de la caída de Omar Bashir, un hecho que se ha utilizado para avivar la histeria entre las milicias islamistas leales y otras fuerzas reaccionarias, afirmando que la revolución es simplemente un ataque al Islam y, por lo tanto, debe ser derrotada.
Pero la victoria de esta contrarrevolución está lejos de estar garantizada. Hablando con Al Jazeera, un manifestante dijo:
«[Los atacantes armados] estaban disparando a todos al azar y la gente corría para salvar sus vidas. Bloquearon todos los caminos, y la mayoría de las tiendas de la acampada fueron incendiadas (…) La gente está muy enfadada en este momento. No saben qué podría pasar ahora. Los manifestantes se han dispersado a otras partes de la ciudad. Ahora están en las calles protestando. La mayoría de la gente ha bloqueado los caminos en sus barrios».
Parece que, lejos de tener el efecto deseado de desmoralizar al movimiento, el ataque está endureciendo la revolución y empujándola para tomar medidas adicionales. La ira abunda en todas las fábricas, barrios y pueblos. Las Fuerzas para la Libertad y el Cambio (FFC), dirigidas por la Asociación de Profesionales Sudaneses (SPA), ha emitido una declaración que dice:
«(…) una huelga general política [abierta] y desobediencia civil a partir de hoy, 3 de junio de 2019, hasta el derrocamiento del régimen» [con un llamamiento a que] «(…) las fuerzas armadas del pueblo y la policía deben cumplir con el deber de proteger al pueblo sudanés de las milicias, brigadas oscuras y Janjawids del TMC y aliarse con la voluntad del pueblo de derrocar al régimen y establecer un régimen de transición totalmente civil».
La SPA también ha pedido que todos los barrios, calles y puentes en todo el país sean ocupados por revolucionarios.
No está claro qué tan exitosa ha sido la huelga general, pero ya han surgido informes desde los aeropuertos de que todos los vuelos se están cancelando a medida que los pilotos y el personal de equipaje entran en huelga.
La contra-revolución preparándose para una confrontación
Está claro que la actual ofensiva de la contrarrevolución ha estado preparada desde hace mucho tiempo. El 13 de mayo, las fuerzas del RSF abrieron fuego contra la acampada de Jartum, matando a seis personas e hiriendo a más de 200, mientras que los soldados del ejército se hicieron a un lado. Desde entonces, el TMC abandonó las negociaciones sobre la futura composición del régimen con las FFC y comenzó una campaña de ataques diarios a la revolución, describiéndola cada vez más como violenta, a pesar del hecho de que las protestas se mantuvieron pacíficas. Todas las escaladas de asesinatos y violencia provinieron unilateralmente de fuerzas respaldadas por el Estado.
A lo largo de este período, Mohamed Hamdan Dagalo «Hemeti», el líder de las fuerzas del RSF y oficial a cargo del TMC, ha estado acumulando apoyo para sus propias fuerzas. A lo largo del mes de Ramadán, ha estado proveyendo demagógicamente a su base de milicianos, jefes tribales y contactos internacionales durante la celebración de las comidas nocturnas (Iftar) altamente publicitadas. Con sus declaraciones sobre los acontecimientos en Sudán, ha intentado hacerse pasar por un oponente de Bashir y, al mismo tiempo, como un defensor de la estabilidad y de los valores tradicionales. Al consolidar la moral de su contrarrevolución, Hemeti y otros líderes habían estado agitando la histeria entre sus partidarios y milicianos, que a menudo son reclutados entre miembros de tribus sin escolarizar de 15 a 16 años de edad en áreas extremadamente atrasadas, afirmando que la revolución es antiislámica
Junto con su aliado y jefe del TMC, Abdel Fattah al-Burhan, Hemeti también visitó una serie de capitales regionales en la última semana. Mientras Hemeti se reunía con el príncipe heredero de la corona de Arabia Saudita Mohammad bin Salman, Burhan visitó Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, todos ellos jefes de estado condenados por aplastar la revolución, por temor a que se extienda a sus propios países. Es probable que en estos viajes los maestros del TMC le hayan dado luz verde final para avanzar contra la revolución.
Desde la poderosa huelga general de la semana pasada, el TMC ha incrementado su retórica amenazadora contra la revolución, declarando el 30 de mayo que: «La protesta de la acampada se ha vuelto insegura y representa un peligro para la revolución y los revolucionarios, y amenaza la coherencia del Estado y su seguridad nacional». Está claro que la huelga fue una señal de advertencia para la clase dominante. No pueden permitir que el movimiento gane más confianza. Durante la huelga general, grandes partes de la sociedad, incluidos todos los ministerios, se adhirieron de facto sólo a la autoridad de las organizaciones revolucionarias, con las FFC y la SPA a la cabeza. Al mismo tiempo, la junta militar ve las vacilaciones de estas organizaciones como un signo de debilidad y una oportunidad de atacar y consolidar su poder.
Desde entonces, estaba claro que el TMC estaba preparando un contraataque. De hecho, los manifestantes en la sentada de Jartum eran muy conscientes de esto y habían tomado algunas precauciones para defenderse, como la construcción de barricadas más fuertes. Pero al estar completamente desarmados significaba que no tenían ninguna posibilidad contra los milicianos del RSF, que estaban armados hasta los dientes.
Mientras tanto, los soldados de raso, que a menudo habían defendido a los manifestantes de las fuerzas del RSF, habían visto disminuir su número en las calles, y los más revolucionarios probablemente estaban confinados en sus cuarteles. Sin un vínculo organizado entre la revolución y los soldados comunes, no había mucho que se pudiera hacer para proteger el movimiento.
La revolución debe avanzar
La brutalidad de la contrarrevolución muestra que los intereses de la clase dominante y los trabajadores, campesinos y pobres de Sudán no pueden reconciliarse. El TMC y todos los órganos superiores del aparato estatal pertenecen a la misma clase dominante que la de Omar Bashir. Es la misma clase que ha estado drenando la riqueza de Sudán y aterrorizando a su población durante décadas, mientras que al país se lo ha dejado caer en la decadencia. Solo pueden mantener sus privilegios y posiciones mientras las masas estén atomizadas y subyugadas.
Fue el poder de la revolución lo que inicialmente obligó al TMC a intervenir y eliminar a Bashir para desviar la revolución y evitar que se saliera de control. Sintiéndose demasiado débil para enfrentarse a la revolución abiertamente, la clase dominante decidió sacrificar a su mejor hombre [Bashir], para ganar tiempo y reagruparse para contraatacar. Nunca hubo una disposición a establecer un co-gobierno pacífico entre las masas revolucionarias y la Junta. De una forma u otra, la clase dominante quería restablecer la estabilidad nuevamente, es decir, la estabilidad sobre una base capitalista, donde la mayoría trabaja y sufre en beneficio de una minoría.
La naturaleza aborrece el vacío. La clase dominante es muy consciente de sus propios intereses, y lo que estamos viendo es que se está moviendo para defender esos intereses. La clase dominante y las masas trabajadoras no pueden compartir el poder, y tarde o temprano una clase tendrá que derrotar a la otra. Con los líderes del movimiento sin plantear la cuestión del poder, la clase dominante ahora se está moviendo para tomarlo.
Hemeti y sus tropas contrarrevolucionarias han aparecido como los candidatos más adecuados de la clase dominante para este propósito. Con el apoyo de las clases dominantes reaccionarias sauditas, egipcias y emiratíes, así como de los jefes tribales locales reaccionarios, y flanqueados por los jóvenes lumpen y tribales comprados por unos pocos cientos de dólares al mes a los que se ha lavado y moldeado el cerebro para formar tropas de choque, se está preparando para “restaurar el orden” y aplastar la revolución.
Si tiene éxito, será brutal. La revolución no puede darse el lujo de dudar en esta situación. Las FFC han convocado una huelga general total. Eso es absolutamente correcto. Todas las palancas económicas y prácticas de la clase dominante deben ser paralizadas por el poder de los trabajadores y pobres sudaneses. Las masas deben movilizarse en todas partes para luchar contra la Junta. Los comités de huelga deben vincularse a nivel local y nacional para coordinar la lucha y aislar cualquier actividad contrarrevolucionaria tan pronto como sea posible.
Al mismo tiempo, como primer paso, cada comité de barrio y de huelga debe organizar sus propias milicias de defensa bajo el control de los comités, que también deben estar vinculados a nivel local y nacional para defender el movimiento contra cualquier ataque.
Simultáneamente, se debe organizar una campaña sistemática en todas las áreas para acercarse a los soldados y conquistarlos para la revolución. Sin romper al ejército en las líneas de clase, no se puede hablar de derrotar a la contrarrevolución. Mientras que los generales son puramente contrarrevolucionarios, los soldados de base son los hermanos e hijos de las mismas personas que han estado luchando en las calles. De hecho, repetidamente durante los últimos meses, se han aliado con la revolución contra los ataques de las milicias reaccionarias. Comités de soldados revolucionarios deben ser elegidos en cada cuartel para vincularlos con los comités de trabajadores, campesinos y barriales.
Como podemos ver, las fuerzas de reacción no dudarán en desatar un río de sangre para defender sus posiciones. Pero no tienen ninguna posibilidad contra toda la fuerza de la revolución. Lo que se necesita es una respuesta contundente y organizada. El movimiento debe movilizar y organizar todas sus fuerzas para hacerse cargo de todas las áreas estratégicas, como las comunicaciones, los medios de comunicación, los bancos y los altos mandos de la economía. Al mismo tiempo, los jefes del TMC y cualquier otra persona que haya sido cómplice de los crímenes del régimen anterior, así como de los crímenes contra la revolución, deben ser arrestados.
Una huelga general revolucionaria planteará claramente la cuestión del poder. ¡Pero no lo resolverá! Si la revolución no derrota a la contrarrevolución, volverá, incluso con más violencia. Golpear sólo y esperar que los generales se retiren o «mejoren» su comportamiento es utópico y solo llevará a la desmoralización, lo que a su vez abrirá el camino para una contraofensiva de la contrarrevolución. La única conclusión lógica de una huelga general revolucionaria es una insurrección revolucionaria. No se puede hablar más de conversaciones y negociaciones. Ya sea que lo quieran o no, los líderes del movimiento deben hacer un llamamiento por una ofensiva total ahora, y finalmente tomar el poder y desechar al antiguo régimen podrido de una vez por todas.
¡Abajo la junta!
¡Abajo Hemeti y el RSF!
¡Viva la huelga general!
¡Por una insurrección revolucionaria para derribar al TMC y al resto del podrido régimen capitalista sudanés!