Recibimos esta contribución desde Coahuila, es una reflexión sobre la revolución en el siglo XXI, desde la Izquierda Socialista consideramos que la clase trabajadora tiene el potencial revolucionario para impulsar el proceso revolucionario y el cambio radical de la sociedad en líneas socialistas.
Abordar desde nuestro tiempo el tema de revolución es para muchos grupos, frentes, intelectuales de derecha, medios de comunicación un anacronismo. Al tratar de hablar del término revolución causa inmediatamente una indigestión e intolerancia por los grupos de poder hegemónico. Las clases sociales dominantes, históricamente, ven a la revolución como una regresión y un atentado a su interés particular. Reivindicar diferentes luchas sociales del pasado, causa un temor que se convierte en violencia directa a aquellos que se atreven de hablar, de movilizarse, de organizare entorno a una lucha particular.
A la revolución la podemos definir como el drama histórico en donde los grupos populares toman un protagonismo crucial en un momento determinado. El psicoanalista argentino Jorge Alemán definiría a “la revolución desde dos etapas el elemento instituyente y el elemento constituyente, el primero descrito como esa irrupción igualitaria de las masas y el segundo como la construcción del Estado y sus transformaciones sociales.” Ante este acercamiento podemos decir que las revoluciones del siglo XX nos dejaron una experiencia histórica incalculable y las resistencias, retos, enfrentamientos que se tienen que dar ante un orden político y económico para llevar a cabo una revolución social.
Los grandes momentos de emancipación van acompañados con grandes cambios culturales, políticos, económicos que modifican radicalmente la vida de las sociedades desde el ámbito material a la hora de cambiar las estructuras económicas en favor de los de abajo. La insurgencia social es una gran energía que estalla y que desde adentro se va configurando una idea de cambio, que poco a poco se va radicalizando en medida que la guerra civil ante la clase dominante. Ejemplo de ello tenemos la frase de Lenin dando “todo el poder para los soviets”, el ejemplo de la revolución bolchevique de octubre del 1917 nos ayuda desde nuestro contexto a tener una conciencia histórica y política para lograr el cambio desde nuestro tiempo.
El panorama actual en América latina de violencia, hambre, desigualdad, explotación, y corrupción nos hace repensar las estrategias, las posturas, las formas de construir una nueva emancipación total. Desde la entrada del neoliberalismo en las universidades, el Marxismo fue desplazado como herramienta de estudio para entender la realidad social. Este abandono de la crítica, del pensar nuestros propios problemas causo un nuevo dispositivo de dominación capitalista a la mayoría de la juventud en América latina. Para repensar una revolución en nuestro tiempo habría que entonces comparar y comprender las grandes revoluciones del siglo XX por el significado que tuvieron, por su alcance, por sus programas revolucionarios, por su rebeldía incansable y por su forma particular de construir una sociedad mejor.
Con la caída del llamado “socialismo real” en el mundo, un sentimiento de nostalgia se apodero de muchos círculos de organizaciones socialistas que poco a poco comenzaron a caer en crisis y a ceder fuerzas para entrar al rol de la competencia electoral. El grave problema que significó la desintegración de la URSS conllevo a la ofensiva del capitalismo en su forma neoliberal, contra todas las organizaciones de izquierda, que llevaran en sus estandartes y en sus símbolos la lucha de la clase obrera por todo el mundo. La tarea de los revolucionarios de hoy es construir alianzas sociales desde cualquier frente para poder anteponerse por medio del poder popular el capitalismo bestial que en el presente padecemos.
“A la vista del siglo XX, debemos proclamar que la revolución del siglo XXI será democrática además de social. La longevidad de las democracias liberales marca un fuerte arraigo de estos sistemas políticos, a pesar de que las cosas puedan bascular muy rápido; a su vez, en estas democracias surge una crisis, una falta de confianza política: aunque este fenómeno no nos beneficie necesariamente; los individuos concernidos pueden encontrar refugio en la indiferencia, en las salidas personales del sálvese quien pueda, léase en la extrema derecha en muchos países europeos. La exigencia democrática permite agudizar, por tanto, las contradicciones del capitalismo, en particular en las democracias liberales que proclaman permanentemente la democracia sin poner al alcance de los ciudadanos medios para ejercerla. De ahí la necesidad de integrar en nuestro horizonte el pluralismo, la separación de poderes, la necesidad de derechos democráticos, de un “ecosistema” partidos-movimientos sociales-sindicatos sin predominancia de unos o de otros.”1
La revolución del siglo XXI tiene que ser una revolución permanente que haga una crítica aguda, certera del orden de dominio capitalista que hoy en día va retomando más poder. Así como las clases populares y las distintas fuerzas de izquierda han evolucionado con el tiempo, el capitalismo ha encontrado nuevos dispositivos de dominación que terminan por neutralizar la lucha de clases. A eso Sartelli “define que la lucha de clases implica por una parte el esfuerzo permanente de los capitalistas por lograr que el resto de la población se doblegue en su condición de asalariados y a partir de allí poder obtener jugosas ganancias apoderándose de la plusvalía creada por los trabajadores, o simplemente se resignen a morirse de hambre como desempleados”2
Ante estas circunstancias de opresión por parte de la burguesía al proletariado, tenemos que reinventar el discurso de la izquierda en una narrativa nueva que aglutine distintas fuerzas de cambio para lograr la transformación. Podemos concluir diciendo que la construcción del cambio social viene desde distinto sujeto ejemplo de ello tenemos durante la última década: los movimientos feministas que representan una oleada fresca en teoría política y en praxis que han terminado por cimbrar el sistema de dominación, y han enfrentado culturalmente al patriarcado dando batalla en distintos frentes, los movimientos indígenas y autónomos que de distintas regiones, van confluyendo, la insurgencia campesina que se opone a los proyectos extractivistas y de acumulación del capital privado. Donde quiera que lo veamos existen y afloraran nuevas formas de participación política, que podemos definir como una resistencia permanente que tiene que ser unificada con urgencia en este siglo.
Notas:
1 Pattieu, Sylvain. “¿Que es una revolución? “esté texto sintetiza la participación del autor en una sesión de formación de la LCR que tuvo lugar en París el pasado 17 de abril (de 2005) y al que asistieron dos militantes de Revolta Global. La versión definitiva ha sido escrita expresamente por encargo nuestro [nota del traductor
2 SARTELLI, Eduardo. 2010. La cajita infeliz. Un viaje a través de la sociedad capitalista. Editorial El Perro y La Rana. Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Caracas (Venezuela). 416 pp.