A finales del año pasado la Organización Mundial de la Salud declaró la existencia de un brote de neumonía atípica cuyo agente causal es un nuevo coronavirus denominado SARS-CoV-2. A pesar de no ser un virus que cause una elevada mortalidad, ha demostrado que los sistemas de salud en el mundo no están preparados para enfrentar una pandemia que avanza rápidamente. En México el virus hizo su primera aparición el 28 de febrero del 2020 y la pregunta que todo mundo se hace es si el sistema de salud mexicano esta preparado para enfrentar la tormenta que se avecina.
El SARS-CoV-2 es un virus de la familia de los Coronavirus que infecta células alveolares en el pulmón haciendo que las células infectadas produzcan miles de copias del virus, los cuales se diseminan a las células vecinas. Los virus producidos no destruyen totalmente al tejido pulmonar ya que el sistema inmune de la persona infectada actúa controlando la infección, pero sí pueden generan inflamación dentro del tejido produciendo los signos característicos de la enfermedad como son tos seca y dificultad para respirar. Esta infección no es grave; de hecho, la mayoría de las personas infectadas cursan la infección de forma asintomática o con molestias leves como son malestar general, cansancio, fiebre y tos seca. El panorama cambia en el caso de adultos mayores donde la infección puede tornarse grave o cuando el individuo presenta problemas de salud previos como diabetes, hipertensión y/o problemas vasculares. Aún en estos casos, la probabilidad de sobrevivir a la infección es de más del 80%.
La pregunta que salta a la vista es ¿cómo es que un virus con una mortalidad baja, 3%, está causando tantos problemas a nivel de salud pública mundial? La respuesta pudiera ser muy simple, ya que este virus tiene una gran capacidad de diseminación; incluso puede transmitirse de personas que están infectadas a personas sanas, llegando a una gran parte de la población y enfermando de forma grave a un gran número de personas. Gracias a su capacidad de diseminación, el virus ya se encuentra presente en más de 200 países y ha causado más de 500,000 casos y 23,000 muertes. Sin embargo, la velocidad de diseminación del virus no es la única respuesta.
Debido a la capacidad de este virus para diseminarse en los humanos, se considera que para finales de este año cerca del 90% nos habremos infectado y la gran mayoría se recuperará sin tener ningún tipo de consecuencia. Posteriormente, el virus se establecerá dentro de la población mundial y pasará a formar parte del vasto grupo de virus que causan resfriados comunes, lo que podría hacerlo menos peligroso. Por otro lado, además del riesgo que supone la Enfermedad por el Coronavirus (COVID-19), hay que considerar el impacto de la enfermedad y las medidas que se toman para controlarla en la economía. Medidas como el cierre de fronteras y el establecimiento de cuarentenas tienen un impacto negativo en la generación de riqueza. En México optó por mantener las fronteras abiertas, ya que aun cuando se cancelaran todos los vuelos internacionales, la gran extensión de nuestras fronteras hace virtualmente imposible que el virus no encontrará acceso al territorio nacional. Ante la inminente dispersión del virus a nivel mundial, México nunca tuvo como objetivo que el virus no ingresará a nuestro país, sino que lo hiciera de la forma más paulatina posible.
En México se están llevando a cabo algunas medidas para tratar de reducir el contagio y la aparición de casos graves. Una de las medidas tomadas por la secretaría de salud es la suspensión de clases en todos los niveles educativos para mantener a una buena proporción de la población en cuarentena y evitar la exposición al virus; también se recomienda mantener la distancia social que significa mantenerse aproximadamente a metro y medio de otras personas, y evitar saludar de mano, abrazando o besando a las personas. En diferentes ciudades del país se han cancelado los eventos masivos y se han cerrado lugares de reunión pública como son cines, teatros, bares, museos, entre otros. También se ha llevado a cabo una fuerte campaña de comunicación social indicando la importancia de permanecer en casa, así como de llevar a cabo medidas de higiene adecuadas como son el lavado de manos exhaustivo y la limpieza del hogar y de los objetos que traemos del exterior. La pertinencia de estas medidas dará como resultado que la población se infecte con el virus de forma paulatina sin llegar a saturar los sistemas de salud con un gran número de pacientes graves al mismo tiempo.
El brote en México se espera en tres etapas: importación, dispersión comunitaria y epidemia. Cuando los casos solo se observan en personas que adquirieron la infección en el extranjero, nos encontramos en fase 1: presencia de casos importados; esto incluye también a los casos reportados en familiares y contactos de estos casos. Una vez que los casos ya no son resultado de contacto cercano con individuos que vienen de otros países, sino de infecciones que ya no son posibles de rastrear estamos en etapa 2: de transmisión comunitaria. México entró a esta etapa el 24 de marzo, antes de las predicciones señaladas en el plan estratégico institucional del IMSS. Posteriormente se tiene la fase 3, que es la fase de epidemia. En este momento los casos se pueden contar por miles y el virus ya está ampliamente distribuido en la población. El subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López Gatell, ya ha declarado que México entrará a la fase 3 irremediablemente por lo que la cuarentena y la sana distancia pueden prolongarse hasta pasar el mayor pico de la epidemia.
Desde el punto de vista del sector salud, la principal meta es reducir el número de contagios por periodo y de esta forma reducir al máximo el número de muertos relacionados con el COVID-19 al tratarlos de manera adecuada sin que el sistema de salud se vea rebasado. En el IMSS, por ejemplo, se cuentan con más de 8500 camas de urgencia, 1800 de cuidados intensivos y un total de 4156 ventiladores volumétricos. Estos números pueden parecen un número adecuado si se estima que la población de afiliados al IMSS es de un poco más de 80 millones, de los cuales se espera 165,751 enfermen y de ellos 3,157 requieran un ventilador; otro escenario menos alentador calcula serán necesarios casi 7000 ventiladores lo que rebasaría indudablemente la capacidad del instituto. Sin embargo, debe considerarse que COVID-19 no es la única enfermedad a la que los mexicanos estamos expuestos y para la cual se necesitan camas, ventiladores, entre otros suministros médicos.
Correctamente, el gobierno federal ha decretado que puede disponer de todos los servicios de salud para enfrentar la emergencia sanitaria actual, incluido el privado. Pero esto no debería significar que se lucre con la salud de la gente cobrando ahora por los servicios de salud brindados. En esta crisis debería nacionalizarse la salud privada para no dilapidar recursos. Por otro lado, el gobierno está buscando adquirir más equipo médico, desde cubrebocas hasta respiradores; pero se enfrenta a la escases, el acaparamiento y la especulación. En medio de esta crisis los empresarios buscan sacar el mayor beneficio dejando en segundo plano la salud de la gente.
Específicamente, en el sector salud existen protocolos para tratar a los pacientes sospechosos de COVID-19. Esto incluye entre otros la designación de personal médico, enfermeras, químicos, etc. para la atención de casos sospechosos. También se considera la implementación de un “triage respiratorio” y “módulos de Atención Respiratoria” para evitar la interacción de posibles casos de COVID con pacientes con otras enfermedades, rutas de atención y movilidad de pacientes sospechosos dentro de cada clínica u hospital. Los protocolos también indican el equipo de protección que debe tener el personal encargado del manejo del paciente con COVID.
En los últimos días personal del sector salud ha manifestado que carecen de recursos para enfrentar la epidemia. En realidad, no solo carecen de recursos para enfrentar al COVID, muchas áreas trabajan sin lo indispensable para atender las demandas actuales en salud. Pero no solo carecen de recursos sino también de capacitación; aún cuando el plan estratégico establece que todo el personal debe estar enterado de los protocolos a realizar en cuanto se presente un caso sospechoso de COVID, algunos trabajadores manifiestan desconocimiento de los protocolos. Por poner un ejemplo, el mismo López Gatell en sus conferencias insiste que no todo el personal médico debe usar equipo de protección (cubrebocas o mascarillas) ya que no los protege de una posible infección y es un gasto necesario de insumos, los cuales sólo necesitan las personas que atienden directamente a los pacientes con posible COVID. Esto demuestra que la información no está fluyendo, o no lo hace a la velocidad necesaria, hacia las bases trabajadoras de todo el sector salud. Esto no sólo genera preocupación e incertidumbre en los trabajadores de la salud, sino que pueden hacer que las medidas hasta ahora adecuadas se diluyan y no se logre el objetivo deseado.
A nivel global muy pocos países han demostrado tener un sistema de salud capaz de contener al virus. Esto indica que el virus no es imparable pero además demuestra que los sistemas de salud no están preparados ni siquiera para contener infecciones leves. Los pocos países que han mantenido el número de enfermos en un nivel bajo han tomado políticas fuertes de contención de la población y/o realizado un gran número de pruebas para detectar a los infectados y aislarlos. Esto implica políticas públicas drásticas, pero además una importante inyección de recursos al sistema de salud, no solo en este momento crítico, sino desde antes de la presencia del virus. Es decir, un sistema de salud con recursos, bien establecido y adecuado para la población. El coronavirus demuestra que casi ningún sistema de salud en el mundo, ni aún en los países más desarrollados cumple con estas características.
Ante el llamado de López Gatell a quedarse en casa como la última oportunidad para frenar tanto como sea posible el avance del SARS-CoV-2, nosotros decimos ¡quédate en casa, mantén tu sana distancia, lávate las manos con agua y jabón! Pero también te invitamos a reflexionar sobre el costo de mantener el orden actual; donde las ganancias se privilegian más que las vidas de la clase trabajadora. Nos queda claro que debemos exigir mejoras en el sistema de salud; esto no es un gasto sino una inversión para hacer frente a las necesidades que tiene nuestra sociedad y que afectan a todos. Pero también nos daremos cuenta de que es la base trabajadora quien hace que los engranes del sistema giren; sin embargo, es justo los trabajadores y sus familias quienes pagaran con sus vidas y con un decremento en su nivel de vida la pandemia conocida como COVID-19.
La autora es profesora y viróloga de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional
Referencias
Dirección General de Epidemiología. Disponible en https://www.gob.mx/salud/acciones-y-programas/direccion-general-de-epidemiologia.
Organización Mundial de la Salud. Disponible en www.who.int/es.
IMSS. Plan estratégico institucional para la atención de la contingencia por COVID-19.