Mucho se ha criticado que en México no se tengan datos exactos del número de los infectados por el SARS-CoV-2. Las criticas llueven, como recientemente se vio incluso en medios internaciones como The New York Times, The Washington Post, El País, etc. o en medios nacionales como en TV Azteca; políticos de renombre, como algunos exsecretarios de salud, también han indicado que los datos no son confiables y se está despreciando la verdadera magnitud de la pandemia. También desde la ciencia hay críticas muy fuertes sobre los modelos usados para calcular el número de casos producidos por el SARS-CoV-2, es por ello conveniente hacer una crítica de los números de Gatell.
Coincidimos plenamente con la comunidad científica y los medios de comunicación, que lo ideal es contar con datos certeros del número de casos desde el inicio de la pandemia hasta el final, cuando se hayan controlado los contagios masivos. Los datos exactos nos darían una mejor ubicación de los casos y el seguimiento de los contactos, lo que podría significar un mejor control de la pandemia. En México, la vigilancia epidemiológica de la COVID-19 se lleva a cabo por el método de centinela, el cual consiste en testear en su totalidad a los casos sospechosos que sean graves y solo al 10% de los casos sospechosos con una enfermedad leve o moderada. En ese sentido se está perdiendo el diagnóstico del 90% de los casos leves; la inmensa mayoría de los casos.
En ciencia se recurre muchas veces al modelamiento de muchos fenómenos para su estudio. Por ejemplo, cuando se desarrolla una nueva molécula para ser usada como fármaco, la efectividad de la molécula se prueba primero en simulaciones en computadora (aunque no sucede en todos los casos), posteriormente en modelos in vitro (en células) para poder saltar a modelos in vivo (animales de experimentación); después las pruebas se hacen en grupos pequeños de personas para pasar luego a grupos cada vez más numerosos hasta llegar a la población en general. Si hablamos de investigación más básica, como sería ver los mecanismos de una enfermedad, se hace algo similar, las hipótesis se prueban en modelos generalmente de tipo animal, y otros modelos para después equiparar lo que puede suceder en los humanos. También se pueden hacer estudios de casos específicos y después equipararlos con otros casos o el resto de ellos. Entonces, ¿por qué nos escandalizamos de que en el caso de la vigilancia epidemiológica se usen modelos matemáticos o muestreos para la responder las preguntas sobre la COVID-19 y la toma de decisiones en salud pública? El manejo de una epidemia es una cuestión un poco más práctica y que necesita respuestas prontas y correctas para la toma de decisiones por lo que se ha criticado severamente que no se tengan datos certeros de todos y cada uno de los casos.
Lo que muchos científicos perdemos de vista es que no estamos en lo ideal. Ni siquiera lo están los países más desarrollados, quienes cuentan con más recursos y con mejores sistemas de salud. Ningún país puede asegurar que ha detectado todos los casos; no debemos olvidar que el virus produce un elevado porcentaje de infecciones asintomáticas, es decir no se observa ningún signo o síntoma, por lo que las personas contagiadas no van a asistir nunca a los servicios de salud. Aún con una gran cantidad de pruebas, la pandemia por el SARS-CoV-2 sigue avanzando de forma global teniendo hasta el día de hoy (12 de mayo) 4,098,018 casos confirmados con 283,271 muertes. En México ya se contabilizan 38,324 casos confirmados, 22,980 sospechosos y 3,926 defunciones. El mismo López-Gatell ha reconocido que muchos casos se están despreciando, incluso muchas muertes que no se han podido confirmar como casos COVID, además de que en esta etapa de la epidemia el conteo de las defunciones se basa en la causa de muerte establecida en el certificado de defunción, lo que no necesariamente es corroborado por pruebas de laboratorio. En la fase 3 también se ha mencionado que un parámetro importante es la ocupación hospitalaria, la cual se encuentra en un 34% a nivel nacional y en un 68% en la Ciudad de México, que es la entidad federativa con mayor número de casos y en donde algunos hospitales ya no tienen espacio para atender a pacientes COVID-19, indicando que la capacidad del sistema de salud en general no se ha visto rebasada en su totalidad.
La comunidad científica además argumenta que el detectar con mayor exactitud el número de casos nos daría una mejor estimación de la mortalidad del virus entre nuestra población y nos permitiría verificar si las comorbilidades juegan un papel importante en México o si debemos añadir otros factores. También nos permitirían discernir si de verdad el sistema de salud está jugando un papel en un posible porcentaje de mortalidad elevado con respecto a otros países. En efecto son cuestiones serias e importantes en nuestra población. Pero, con un sistema de salud ya rebasado previamente, ¿qué tanta evidencia científica se necesita para determinar cuántas muertes serán debidas a falta de atención médica o complicaciones propias del virus? ¿A quién podemos responsabilizar por dichas muertes?
Otra pregunta importante es: ¿cuál sería la diferencia en las decisiones de salud pública si el número real de casos fuera de 106,380 estimado por el método de centinela o entre 620,000 y 730,000, como estima El País para el 11 de abril tomando en cuenta los datos oficiales. ¿Se modificarían las fechas estimadas para la cuarentena? ¿Se levantaría la cuarentena o por el contrario se establecería un estado de sitio? Sabemos perfectamente que en México muchas personas viven al día, por lo que tienen que salir a trabajar; también tenemos personas en situación de calle; empresas que no pretenden parar sus actividades aun cuando sus giros no son esenciales. ¿Serviría decirles que el número de casos es mayor para que tomen otras medidas? Tal vez la diferencia no sería en modificar las medidas relacionadas a la cuarentena, pero la diferencia radicaría en que al estar consciente el individuo que tiene COVID-19 guardaría las medidas de cuarentena y sana distancia de forma más adecuada. ¿De verdad es esto cierto? Hemos visto casos de personas que mencionan en sus redes que en caso de adquirir la enfermedad deliberadamente saldrían a contagiar a una mayor cantidad de personas, otras mencionan que de algo nos tendremos que morir y no consideran importante tomar medidas especiales contra esta enfermedad; sin contar las agresiones que ha sufrido el personal de salud por parte de algunos sectores de la comunidad demostrando que hace falta mayor educación de la población en general para el buen manejo de esta epidemia.
Una medida que se ha cuestionado abiertamente es el uso de cubrebocas. El subsecretario insiste que el usar cubrebocas no es una medida necesaria para evitar el contagio. Existen pocos estudios científicos al respecto, pero han demostrado cosas interesantes. Uno de ellos demuestra que el número de genomas de virus detectados en un cierto ambiente se reduce considerablemente cuando individuos enfermos usan cubrebocas. Esto es consistente con la recomendación de que los individuos enfermos usen cubrebocas. En el caso de individuos sanos, el uso de cubrebocas es cuestionado ya que por un lado puede ser que el individuo este infectado, pero sea asintomático, por lo que estaría excretando el virus al hablar; por otro lado, también hay estudios en los que se demuestra que el uso de cubrebocas favorece la adquisición de enfermedades respiratorias. En este sentido no hay evidencia científica contundente de que el uso de cubrebocas proteja, justo como lo ha indicado la OMS y la Secretaría de Salud.
En la Ciudad de México y en otros lugares del país se ha decretado el uso de cubrebocas obligatorio en espacios públicos. Medida que solo será útil si el cubrebocas se usa de forma correcta; en este caso es importante llevar a cabo una campaña de educación al respecto e indicar claramente que si el cubrebocas no cubre desde la nariz hasta la barbilla no es de utilidad. El cubrebocas tampoco se debe llevar en el cuello o en la cabeza, ni quitarse para hablar, toser o estornudar; el cubrebocas no se debe tocar hasta el momento de quitarse y se debe desechar de forma adecuada o guardarse si es reutilizable de forma que no contamine otros objetos personales. Otro riesgo ya comentado hasta el cansancio es que muchas veces el uso de cubrebocas te da una sensación de falsa seguridad haciendo que se excluyan otras medidas más importantes como el distanciamiento físico entre las personas.
Retomando las críticas a los números, es cierto es que no tenemos un panorama lo suficientemente claro de la magnitud de la epidemia en México. Sin embargo, los recursos con los que se cuenta no han dejado muchas salidas al gobierno en turno, quien debe lidiar además con la presión política de quienes ya no ostentan las participaciones más importantes en el poder. Es aquí donde conviene aclarar que muchas de las críticas más encarnizadas han venido de actores políticos como Narro, quien es priista, tiene intereses importantes dentro de su partido y tampoco cuenta con calidad moral ya que a su paso por el sector salud contribuyó a su desmantelamiento sistemático. Otros críticos son algunos gobernadores de diferentes estados, casualmente de partidos políticos contrarios a Morena, quienes señalan que tienen cifras diferentes a los del gobierno federal; pero no toman en cuenta que son justamente los servicios de salud estatales los que hacen llegar la información de los casos al gobierno federal. A la oposición es a quien más le conviene que la epidemia se salga de control, o por lo menos dejar esa percepción general, para dejar claro que AMLO y Morena no son opción para nuestro país.
Otra cuestión importante son las presiones desde el sector empresariales, para tomar otras medidas más que nada en el terreno económico. The Washington Post ha criticado que no se soliciten préstamos al FMI para comprar más pruebas, mejorar el sistema de salud y apoyar a las personas y en especial a las empresas para que puedan contemplar las medidas de cuarentena. No es casualidad que en los noticieros muestren diariamente la tragedia económica que viven día a día millones de mexicanos y que hayan dicho que no hay que creer en los números de López-Gatell. Y si bien es cierto que miles están empeorando su situación cada día de la cuarentena, también es cierto que los recursos que piden los empresarios no serán para la gente común, ni siquiera para las micro ni pequeñas empresas, sino para los bolsillos de los más ricos.
Como marxistas no podemos defender al gobierno en turno a capa y espada solo porque se dicen de izquierda, pero tampoco podemos apoyar las críticas que claramente apoyan y promueven intereses contrarios a la clase trabajadora. En este sentido consideramos que en general las medidas de distanciamiento social y reconversión hospitalaria han sido acertadas. También esperamos que se considere la aplicación de un mayor número de pruebas para la detección de casos que puedan generar nuevas olas epidémicas, que es lo esperado para esta enfermedad. Es importante reducir al mínimo las muertes por la COVID-19; muertes que duelen porque, como ha sucedido de forma global, no se deben solo al virus sino también a la falta de recursos en el sector salud, a la pobreza y la falta de políticas públicas que favorezcan la investigación, la educación y que garanticen una vida digna para los trabajadores.
Referencias
1. Dirección General de Epidemiología. Disponible en https://coronavirus.gob.mx/datos/
2. Organización Mundial de la Salud. Disponible en https://www.who.int/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019
3. Leungh NHL y cols (2020). Respiratory virus shedding in exhaled bread and efficacy of face mask. Nature Medicine https://doi.org/10.1038/s41591-020-0843-2.
3. MacIntyre CR y cols. A cluster randomised trial of cloth masks compared with medical masks in healthcare workers. BMJ Open 2015;5:e006577. doi:10.1136/bmjopen-2014-006577.
4. Mahase E. Covid-19: What is the evidence for cloth masks? BMJ 2020;369:m1422 doi: 10.1136/bmj.m1422
* Profesora y viróloga de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional