La historia de América Latina está enmarcada por raíces históricas comunes, tal vez la que más vincula a los países de la región es su pasado como colonia del Imperio español. El proceso de independencia de dicho imperio, pese a guardar particularidades específicas mantiene, en su esencia serias similitudes.
Los pueblos latinoamericanos vivieron desde la época de la conquista un proceso de explotación salvaje en función de las necesidades de la metrópoli, pero no toda la riqueza partió en los galeones españoles; paulatinamente se fue creando una casta dominante local, primero conformada por los españoles que se avecindaron en el nuevo mundo, los llamados indianos. Posteriormente se sumaron a ellos los criollos, españoles nacidos en el nuevo mundo.
La corona española siempre maniobró para que, a la vez que permitía la explotación salvaje de la mano de obra y los recursos latinoamericanos, tolerase el fortalecimiento de esta casta de privilegiados que paulatinamente fue creando intereses propios, tanto así, que a finales del siglo XVIII, las reformas borbónicas trataron de fortalecer el debilitado control sobre la oligarquía local.
Fue entonces cuando a los ojos de los criollos empezó a cobrar sentido la independencia de España.
Desde la parte baja de la sociedad colonial, se venía acumulando de generación en generación un profundo odio en contra de los expoliadores criollos, un odio que tenía elementos también raciales y que a la larga marcaría una buena parte de la lucha de la independencia.
En suma, la sociedad colonial no tenía salida, ya a nadie servía, pero las masas explotadas tenían motivaciones distintas a las de los criollos. Para estos últimos se trataba de asumir el poder político, de sustituir el tutelaje español por el control directo, pero no había, según su opinión, razón alguna para modificar el régimen semi feudal que ellos mismos usufructuaban.
Para las masa explotadas se trataba de una ocasión para liberarse de sus cadenas y ello quedó claro en los dos únicos procesos en los cuales mas masas actuaron de forma semindependiente, uno fue el caso de México, el otro fue el de Venezuela.
En las demás regiones no hubo caudillos populares en el campo, digamos proletario, lo que hubo fue la organización de juntas criollas que encabezaron un nuevo gobierno, organizaron y reclutaron ejércitos y se enfrentaron en un plano fundamentalmente militar al bando realista, del cual no había fundamentalmente diferencias
El banderazo de salida sucedió en España, con la invasión napoleónica, las oligarquías criollas adoptaron ese pretexto para deslindarse de la jefatura de la corona, pero no fue un proceso homogéneo, un parte de ellas, temerosa de las consecuencias de la nueva situación se aferró a la defensa del viejo régimen.
En 1808 en México el virrey Iturrigaray, simpatizante de las juntas independentistas, fue depuesto por un golpe de Estado, esto bloqueó la posibilidad de un proceso en donde las masas no participaran, una parte de los conspiradores decidió aliarse con personajes con arrastre popular como Miguel Hidalgo, el cual, aprovechó la situación para convocar a un movimiento revolucionario tan radical que por un tiempo llegó a constituir un doble poder, que solo pudo ser derrotado debido al temor del junto de las clases poseedoras ante la posibilidad de una independencia basada en la insurrección campesina, poco a poco los lideres revolucionarios se fueron quedando solos, fueron traicionados.
En el caso del sur de América como hemos dicho, las juntas integraron gobiernos, especialmente en Caracas y Buenos Aires pero en general no había intención de atizar el avispero de la lucha de clases. Eran sumamente conservadores, no obstante, también en estas regiones hubo sectores que asumieron la causa realista dentro de la misma oligarquía criolla.
El vaivén de lo acontecimientos en España marcó el rumbo de la guerra de independencia; entre 1810 y 1814 la ventaja fue para los independentistas, su grito de ¡Viva Fernando VII” le sumaba a muchos sectores conservadores, no obstante cuando en 1814 regresa efectivamente Fernando VII, la causa realista se nutre y los independentistas pierden ímpetu, en México en medio de traiciones es derrotado Morelos y en Sudamérica los ejércitos de Bolívar sufren serios reveses, incluso en la región de Buenos Aires que siempre se consideró bastión del movimiento hubo una caída significativa.
Mención aparte merece Venezuela donde las amplias masas populares estaban listas para una revolución campesina en toda la regla y paradójicamente no fue Bolívar, firmemente comprometido con la oligarquía criolla, sino un realista asturiano, José Tomas Boves, que llamó a la guerra de clases en toda la llanura venezolana. Bajo el mando del caudillo Boves las masas se levantaron como un torbellino ocupando propiedades terratenientes y aniquilando al ejército criollo dirigido por Bolívar, el cual termino huyendo al exilio.
La lucha de Boves no tenía más futuro que el enfrentarse al poder realista del cual formalmente hacia parte, solo su muerte en combate impidió que este proceso se desarrollara, paradójicamente sus banderas de emancipación serían retomadas por su principal contendiente, Bolívar que como Boves terminó siendo amado por el pueblo pero odiado por la oligarquía.
El siguiente impulso a la independencia se desarrolló luego del levantamiento en 1820 cuando las tropas españolas se sublevaron en Cádiz y marcharon a Madrid para obligar a Fernando VII a firmar la constitución. Entonces se llegó a un acuerdo en la nueva España para consumar la independencia de forma tan conservadora que adoptó la forma monárquica, aunque fuera sólo unos meses.
En Sudamérica la guerra aún no se había decidido, los independentistas mantenían posiciones fuertes en Buenos Aires y otra vez en Caracas donde Bolívar se había reorganizado asumiendo el mando revolucionario que antes perteneció a Boves. La insurrección de Cádiz privó de refuerzos a los realistas y los dividió políticamente de tal modo que los revolucionarios sudamericano Bolívar, Sucre y San Martin, lograron de forma relativamente rápida derrotar al bando realista.
En el proceso tanto Sucre como Bolívar comprendieron la necesidad de una política revolucionaria y que dada la resistencia de los conservadores no había otra opción que una mano firme, sostenida por el ejército y por el pueblo, lamentablemente el bando conservador salió fortalecido y asumió el control de la situación privilegiando sus intereses de casta por encima de las necesidades de unidad latinoamericana. Sucre muere asesinado y Bolívar, abandonado, es depuesto y languidece rápidamente.
La oligarquía consumó una independencia con el objetivo de no cambiar nada, hacía falta una clase obrera urbana que levantara las banderas de la emancipación social más allá de la formal que se había conseguido.
Los conservadores suspiraban por un monarca, los liberales no tenían una clase que sustentara sus ideales, ambos solo podían gobernar por medio de diversas formas de dictadura militar, lo que abría la fase de una guerra de caudillos, de señores de la guerra durante casi todo el siglo XIX.