Tras la revolución, cuando el Estado mexicano nacionalizó algunos sectores claves de la economía, fue que se consiguió un desarrollo significativo en el país que llevó a un crecimiento de la clase obrera, dejando México de ser un país fundamentalmente agrario. Eso coincidió con condiciones externas favorables, primero bajo la guerra mundial y luego con el boom internacional que favorecieron a la economía mexicana. Sin embargo, el régimen burgués que se fue consolidando tras la revolución estableció un férreo mecanismo de control obrero basándose en un discurso de conciliación de clase y el establecimiento de organizaciones sindicales corporativas ligadas al Estado, que cumplían el fin de controlar al movimiento obrero con represión y a cambio de algunas pequeñas concesiones. En todo ese periodo vimos a la clase obrera luchando por auténtica democracia (consolidando y manteniendo sindicatos combativos y democráticos en oposición a los charros), por mejorar sus niveles de vida y por cambiar de raíz la sociedad. Durante las década del 40 hasta los años 70 el desarrollo económico fue acompañado de luchas obreras que permitieron mejoras en los niveles de vida de los trabajadores.
El modelo económico keynesiano se agotó y la economía mexicana se estancó. Eso fue una expresión de la entrada del capitalismo a una era de decadencia donde dejó, desde entonces, de bridar concesiones a las masas trabajadoras como en el pasado. Esa tendencia continúa a nivel internacional, ya sea con partidos de derecha o de izquierda con muy diversos matices, que en el mejor de los casos, logran dar concesiones temporales que al final no logran mantener y tarde o temprano se recurren a ataques
Bajo el neoliberalismo, paulatinamente se fueron arrebatando las conquistas obtenidas en el periodo pasado (iniciando con la privatización de la mayoría de las industrias estatales). Un sector de la burguesía nacional creció abruptamente arropada por el Estado que les dio a precio de regalo industrias estatales, los rescató económicamente destinando millonarios recursos públicos, les consiguió préstamos del imperialismo que luego trasladaron a deuda pública y les ha perdonado el pago de impuestos. La burguesía nacional ha sido un parasito que se alimenta del estado y la explotación obrera. Todo este proceso, a su vez, fue representando una mayor ligazón y con eso subordinación a la economía imperialista norteamericana. En ese tiempo vimos también la ruina del campo, el deterioro de los niveles de vida de la clase obrera y el aumento del desempleo, subempleo, pobreza, migración y violencia.
Llevamos 4 décadas de deterioro constante de los niveles de vida de la clase obrera. De reformas pasamos a contrarreformas. El propio régimen fue minando las bases de su estabilidad, los propios sindicatos corporativos fueron golpeados y debilitados.
Durante el panismo se fomentó una modalidad de control mayor que fue el desarrollo del sindicalismo blanco, existente sólo en el papel pero no en la realidad, que impedía que cuando los trabajadores de un sector quisieran organizarse se hiciera.
Ante la reacción de los trabajadores frente a los ataques el Estado a su vez se fue perfeccionando, estableciendo leyes para combatir la lucha social y las huelgas, sofisticando los cuerpos represivos del estado y lanzando una ofensiva cada vez mayor. Eso se puede constatar con la represión a las huelgas minero-metalúrgicas, con el golpe al SME en 2009 o la lucha magisterial, que durante el sexenio de Peña Nieto maestros fueron golpeados, encarcelados y hasta asesinados durante las protestas.
Durante la última presidencia priista las huelgas fueron en la práctica prohibidas, por eso lanzaron datos alegres que querían mostrar como señal de estabilidad. Eso no evitó enormes luchas siendo la más destacada la de los trabajadores de la educación que desde el 2013, hasta terminar el sexenio, no dejaron de luchar. Ante la enorme presión en los centros laborales y el freno objetivo de la mayoría delos líderes sindicales y las estructuras burocráticas de las organizaciones obreras, la lucha se expresó en gran medida fuera de los sindicatos, también sacando a nuevas generaciones a la acción. El país se sacudió con Ayotzinapa, presenciamos la huelga politécnica (la más grande desde 1968), la lucha en contra del gasolinazo, la masiva organización popular en solidaridad con las víctimas del terremoto, etc. Frente a cualquier problemática el movimiento se desbordaba.
El Estado no solo se tenía que basar en un control férreo para impedir las luchas, cuando estas inevitablemente surgían tenía que recurrir a una represión mayor que no era más que el reflejo de que el consenso social hacia el régimen estaba agotado. Sin embargo, el Estado no tenía la fuerza de aplastar represivamente al movimiento obrero y juvenil. El ejemplo más significativo fue el intento de aplastar la lucha magisterial en 2016, encarcelando a dirigentes, reprimiendo las protestas y realizando una masacre en Nochixtlán. El látigo de la represión solo alentó al movimiento de masas y se respondió con una marcha de medio millón de personas que hizo retroceder al Estado.
Peña Nieto fue el presidente más impopular desde el usurpador Victoriano Huerta. El conjunto de las instituciones del régimen y su Estado se desacreditaron. La gente no creía no solo en el presidente, sino tampoco en el poder judicial, en el parlamento, en los partidos políticos, en los cuerpos armados del estado, etc. Sin un escape ante toda esta presión, el movimiento se encaminaba a una salida revolucionaria. El punto de escape fueron las elecciones del 1º de julio de 2018. No hubo fuerza que evitara que las masas barrieran con los partidos del viejo régimen y se materializara el triunfo de AMLO. Esas elecciones no fueron más que la continuación de la lucha de las masas. AMLO podría apoyarse en las masas e impulsar un cambio radical pero por el contrario ha decidido regenerar al Estado.
La burguesía necesita un gobierno fuerte y firme que aplique su programa radical de ataques, pero al hacerlo ha polarizado a la sociedad y se ha desacreditado frente a las masas a sus instituciones y partidos. Ahora se tiene como resultado a un gobierno que plantea cambios y reformas, que en realidad está reestructurando el Estado burgués, no plantea un rompimiento con el capitalismo y hace concesiones a la clase empresarial, pero que plantea una mejor redistribución del ingreso y ha hecho algunas pequeñas concesiones a los trabajadores como eliminar el examen punitivo de la reforma educativa y aumentar el salario un poco más arriba que la inflación. Después de décadas de ataques los trabajadores miran con ilusión y esperanza al nuevo gobierno. Tendrán paciencia y pueden esperar un poco porque piensan que los cambios no se darán de un día a otro. Por su parte, la mayoría de la burguesía mira con desconfianza al actual gobierno y no le gustan sus reformas. De tal forma que las boicotea.
AMLO ha declarado que aspira a restablecer un Estado de bienestar, que la riqueza se distribuya más equitativamente. El problema es la naturaleza de la época, donde el sistema ha agotado su potencial progresista y no puede subsistir más que atacando a las masas trabajadoras. Incluso en la economía más grande del mundo, la estadounidense, tiene un pobre crecimiento y las masas no están mejorando sus niveles de vida. El imperialismo busca exportar la crisis a otros países, sus medidas proteccionistas hacia México se podrían endurecer con resultados catastróficos. El gran capital tiene como programa sacar el mayor beneficio exprimiendo lo más posible a la clase trabajadora.
Es posible que AMLO tenga buenas intenciones y espere fomentar la inversión empresarial y que con ello los trabajadores mejoremos nuestros niveles de vida, pero los capitalistas lo que quieren es trabajadores baratos y mal pagados. El tiempo del Estado de bienestar es historia, y no sólo en México. Se necesita una economía estable en crecimiento que no se sustente en la sobreexplotación y para conseguirlo se necesita más que suerte. La mejor forma de distribuir equitativamente la riqueza es eliminando la alta concentración de capital que se encuentra en pocas manos poniéndola en manos del conjunto de la sociedad. El ejemplo de Cárdenas, que nacionalizó el petróleo, habrá que seguirlo pero abarcando al conjunto de las palancas centrales de la economía y administrándolas bajo control obrero, con el objetivo no de desarrollar el capitalismo sino de crear una economía al servicio de los que generamos la riqueza. Se necesita un programa auténticamente socialista.
Este gobierno llegó a la presidencia por un apoyo masivo de la clase obrera. Al verse con fuerza y confianza y al reducirse la presión contra los trabajadores las contradicciones acumuladas han encontrado los primeros puntos de escape. El primer gran episodio lo vimos con la oleada huelguística en Matamoros, que abarcó a miles de trabajadores. Otro episodio que ha sido un terremoto, es el cambio de la dirección en el sindicato petrolero, siendo destituido Carlos Romero Deschamps. En ambos casos vemos como el actuar colectivo ha permitido romper las estructuras burocráticas que hace poco parecían impenetrables. Veremos más acontecimientos de este tipo. Claro que estos pasos al frente no son suficientes, se requiere organización democrática bajo una política y un programa en defensa firme de los interese inmediatos y generales de nuestra clase, requerimos de cuadros obreros capaces de canalizar y orientar la lucha.
Algo queda claro, hoy tenemos mejores condiciones que ayer para luchar. Una segunda lección es que nadie nos regalará nada. En el caso de Matamoros, las conquistas económicas conseguidas no tienen precedentes en el periodo reciente, fueron producto de la actuar decisivo de los obreros unidos en la lucha. En el SITUAM, el conflicto se prolongó por tres meses y había una clara intención de la patronal de derrotar la huelga. No porque exista un nuevo gobierno las luchas están ganadas de ante mano ni serán fáciles, sobre todo porque el contexto material general no ha cambiado ni los planes de la clase dominante.
Las recientes reformas laborales han abierto la puerta a la libre sindicalización, pudiendo tener en un centro de trabajo más de 3 sindicatos. Esta medida puede ser una herramienta a usar en la lucha por la democracia sindical, aunque no se descarta la lucha por el rescate de los viejos sindicatos. Existe con esto una tendencia a la dispersión de la clase obrera, mientras que lo que debemos luchar es por la mayor unidad en defensa de nuestros intereses.
Sería un error garrafal esperar a que el gobierno de AMLO solucione nuestros problemas, eso solo lo conseguiremos con la lucha. El actual gobierno está presionado por distintas fuerzas, en ese sentido puede ceder ante las presiones de la oligarquía y el imperialismo pero también podemos hacerlo girar a la izquierda y obtener concesiones, pero solo organizados. Aquellos que quieran seguir un esquema prestablecido actuando frente a AMLO como con los viejos gobiernos pueden correr el riesgo del aislamiento frente a miles de trabajadores que le apoyan y confían en él. Como clase no debemos renunciar a nuestro programa, debemos defenderlo explicando su justeza al pueblo trabajador, mientas que se presiona a las instancias gubernamentales pero se actúa con firmeza en la lucha.
La contradicción central del gobierno de AMLO es que quiere dar reformas bajo un capitalismo decadente, al borde de la crisis, incapaz de dar concesiones serias. Su programa se está poniendo a prueba, en medio de su gobierno las clases en pugna no han abandonado sus intereses. Aunque habrá paciencia los trabajadores exigirán que sus demandas sean satisfechas, mientras la clase empresarial continuará con su paciente boicot al gobierno de AMLO. Este tiempo de aparente paz y reconciliación social solo es la antesala de futuras convulsiones. Lo más importante del proceso es que educará a millones de trabajadores y traerá grandes lecciones. Estamos convencidos que este sistema es irreformable y necesitamos acabar con él, en las actuales batallas debemos seguir defendiendo nuestro programa, avanzando en la construcción de sindicatos democráticos y combativos, en una perspectiva de fortalecer las fuerzas de la clase obrera en pos de la revolución socialista, que es la única forma en que la IV transformación puede triunfar.