‾Escrito por David García Colín Carrillo
A Lenin- decía Deutcher- hay que desenterrarlo de “una inmensa carga de iconografía y de ortodoxia asfixiante”1-. Lenin despreciaba el culto a la personalidad y había escrito que en vida los revolucionarios son objeto de las más feroces persecuciones y brutales calumnias, pero tras su muerte la clase dominante los intentan convertir en íconos inofensivos, vaciados de todo su contenido revolucionario. La burguesía sigue vertiendo mentiras y distorsiones sobre Lenin y sobre la Revolución de Octubre como con ningún otro personaje y acontecimiento en la historia de la humanidad. Por otra parte, fue el régimen estalinista el que convirtió a Lenin en una momia y en un “santo” infalible para así justificar el dominio burocrático de una casta que empezó por masacrar al Partido de Lenin y terminó por traicionar, con la caída del muro de Berlín y la conversión de los funcionarios estalinistas en nuevos burgueses, lo que quedaba de las conquistas de Octubre: la economía planificada.
De allí la necesidad de rescatarlo de las groseras calumnias burguesas tanto como de las burdas hagiografías estalinistas, para descubrirlo en su verdadera grandeza. El “bizatinismo” estalinista es especialmente nocivo porque, al concebir la vida de Lenin como la marcha triunfal de un hombre que ya desde su adolescencia, cuando su hermano Alejandro moría ahorcado por su participación en un intento de atentado, era supuestamente un marxista infalible -que fríamente rechazó el camino de su hermano mayor apenas ejecutado-, que siempre triunfó sobre toda clase de “traidores” y “revisionistas” a los que, nos dice la leyenda, se les expulsaba de forma unánime por un ejército de zombies que formaban al partido, robots que de inmediato reconocían -como por revelación divina- la genialidad del jefe; toda esta historia falseada, distorsionada y canonizada -decimos- nos impide ver en Lenin a un hombre cuyo ejemplo y peso sobre sus camaradas era ante todo moral y persuasivo -en el marco de un partido que muy rara vez expulsó militantes-. Ante todo nos impide extraer cualquier enseñanza útil para la lucha por una sociedad socialista, para la construcción del partido revolucionario, verdadero legado leninista. Los toscos manuales estalinistas apenas sirven para fijar una cronología y detectar episodios a los que se les debe encontrar sus contradicciones, desarrollo y verdadero significado.
Para aprender de Lenin hay que recuperarlo como revolucionario de carne y hueso, cabeza de un movimiento que se desarrolló a través de enfrentamientos polémicos y las intensas luchas de fracciones que siempre caracterizaron al Partido Socialdemócrata Ruso y al Partido Bolchevique, antes de que la democracia interna del partido fuera sofocada, en un mar de sangre, por el ignorante y conservador burócrata. Lenin se presenta, en esta historia turbulenta, como un teórico brillante, un estratega genial y, sobre todo, como el constructor de un instrumento revolucionario, el partido, que posibilitará el triunfo de la Revolución de Octubre.
Como figura histórica, Lenin es el producto y la síntesis de una historia revolucionaria que parte del movimiento populista -que va al campo para intentar despertar al campesinado-, pasa por el vuelco terrorista, para dar pie a los primeros grupos de propaganda socialdemócrata que absorben, ante la bancarrota del terrorismo, la esencia destilada del marxismo occidental y aplica sus conclusiones a un país semifeudal, mayoritariamente campesino que, sin embargo, entra de golpe -en las últimas décadas del siglo XIX- a la dinámica del capitalismo, creando a un proletariado virgen afrentado al régimen absolutista -el brutal régimen zarista- más reaccionario del mundo. La biografía de Lenin casi se confunde con la historia del Partido Bolchevique pues Lenin fusionó su vida a la causa revolucionaria.
Esta turbulenta historia decanta, por una especie de selección natural, en un grupo de revolucionarios que van forjando al Partido Socialdemócrata Ruso -antecedente del Partido Bolchevique- a través de la lucha clandestina, semilegal y legal más encarnizada que pueda concebirse, en donde la flor de la juventud revolucionaria es sometida a toda clase de sacrificios, problemas estratégicos, tácticos y teóricos complicadísimos; en medio de encarcelamientos, emigraciones y experiencias de riqueza extraordinaria. Lenin se levanta como la encarnación más genuina de este proceso histórico, como el primero entre iguales, en cuyos textos, vida y obra, cristalizan las lecciones más valiosas para la lucha revolucionaria comunista, inapreciables hoy más que nunca.
Lenin mismo, en “La Enfermedad Infantil del Izquierdismo en el Comunismo”, invitó a aquéllos que pretendían aprender de la revolución a que absorbieran críticamente las lecciones de esa experiencia. “Alabarme menos y entenderme más”, dijo. No, el partido bolchevique nunca fue un Partido de “tontos obedientes”, ni de grises burócratas lambiscones, sino una verdadera galaxia de personas de enorme talento -algunas, como Lenin y Trotsky, verdaderos genios-, dotados de ricas experiencias revolucionarias, curtidos por cientos de lecturas, encarcelamientos, emigraciones y rudos acontecimientos. El Partido de Lenin -dice Broue- parecía “una escuela de sociología” por los debates sobre toda clase de asuntos.
Lenin es un gigante no porque nunca se equivocara, sino porque de la experiencia y de los errores cometidos sabía extraer las mejores lecciones, integrar esas lecciones dentro de conclusiones teóricas más amplias, ser extraordinariamente flexible en la táctica al tiempo que era inflexible en los principios, y agrupar en torno suyo a los mejores cuadros del movimiento obrero, a las personalidades más diversas en la construcción de una organización para transformar la realidad desde su raíz.
Es la vida de un gigante que pretendemos relatar brevemente –en una serie de artículos que abarquen su vida- en el marco del centenario de la revolución que encabezó.
Los padres de Lenin
El padre de Lenin, Ilia Nokoláievich Ulianov, fue un funcionario- inspector de escuelas primarias en Simbirsk- perteneciente a la baja nobleza rusa –es decir, obtuvo del Zar un nombramiento hereditario-. Ferviente creyente en la Iglesia Ortodoxa Rusa, fue al mismo tiempo, una persona ilustrada que creía que en la educación del pueblo estaba la clave para el progreso de su país. Esta ideología, por supuesto, no conmovía en lo absoluto las bases sociales del régimen ruso –y podía sostenerse al mismo tiempo que se declaraba lealtad al zar- pero respondía a la trayectoria de ascenso social del padre de Lenin y dotó al núcleo familiar de un ambiente culto y relativamente liberal sin el cual el futuro Lenin no podría haberse nutrido de toda una “capa de grasa” de conocimientos e intereses en un ambiente equilibrado, antes de que la muerte del padre y las actividades terroristas del hermano mayor –en el marco de un clima social revolucionario- impulsaran la vida de Vladimir Ilich (Lenin) hacia rumbos inicialmente insospechados.
Probablemente el abuelo de Lenin, Nikolai Ulianov provenía de un sector social bajo y oprimido –los asiáticos Kalmukos o Kirguises (como revela el rostro de Lenin, cruce de sangre asiática y alemana)- quienes habían sido esclavizados pero tras obtener la liberación formal se situaban en las capas más bajas y pobres de la sociedad. Nokolai abuelo de Lenin fue un sastre pobre que hasta los 70 años pudo comprar una pequeña vivienda y apenas dos años antes de morir fue reconocido como ciudadano de Astrakán.
Al morir Nikolai, el hermano mayor de 17 años, Vasili, se convirtió en el sostén de la familia –era vendedor y conductor de carretas- y con un humilde trabajo –y el apoyo del sacerdote de la parroquia local- pudo abrirle un futuro al hermano menor Ilia –padre de Lenin- para que estudiara en el gymnasium de Astrakán, logrando graduarse con medalla de plata; un verdadero logro para un estudiante proveniente de un estrato bajo en una sociedad estructurada por estamentos feudales. Del sacerdote, como del ambiente general, el padre de Lenin tomó la rigurosa fe ortodoxa y del hermano mayor su vocación al trabajo duro. Luego –con el apoyo del director del gymnasium- Ilia logró algo que ninguna persona de su estrato solía obtener: ingresar a la única universidad de Kazán en donde estudió sin la beca habitual pues –según un funcionario de la universidad- “no existe razón adecuada […] para aceptar […] entre los becarios […] a Ulianov, que pertenece al estrato social inferior”.2
Pero trabajando como preceptor privado de familias nobles y ahorrando, Ilia no sólo logró terminar la universidad -con una tesis titulada “El método de Olbers y su aplicación en el rastreo del cometa Klinkerfüss”- sino que se convirtió en maestro titular de física y matemáticas en una escuela de la nobleza en el somnoliento y atrasado poblado de Penza, cargo que firmó ni más ni menos que el legendario matemático Lobachevski-creador de una matemática no Euclidiana-. Además, se hizo cargo, sin paga alguna, de la pobre oficina meteorológica del lugar, donde escribió –por puro amor al conocimiento- varios tratados sobre “meteorología y una disertación acerca de las tormentas y conductores de rayos, en los que se refería con frecuencia –dice Deutscher- a obras en lenguas europeas occidentales”.
Así pues, el padre de Lenin se había forjado su propio camino gracias a la educación y no sorprende que como funcionario quisiera para los jóvenes la oportunidad que él había tenido. Definitivamente, Ilia no fue un típico funcionario ruso; aunque un tanto conservador, riguroso y religioso inculcó en su familia el amor a la lectura, el trabajo duro y un ambiente culto, inusual para la clase media baja de la época. El padre de Lenin, dice Trotsky, se distinguía del resto de funcionarios zaristas por “su naturaleza visceralmente democrática, su repulsión frente a toda fanfarronería, su sencillez en las relaciones con las personas, eran sus mejores cualidades. Las trasmitió íntegramente a sus hijos”.3
Ilia comenzó su actividad de educador -alejándose de su familia durante semanas y meses en un territorio lodoso sin carreteras, ferrocarril ni ningún otro medio que el lomo de un caballo- casi al mismo tiempo que el movimiento narodniki -de principios d ela década de los 70s- invadía los poblados campesinos para levantar al pueblo contra el zar. Pero aunque tanto el padre de Lenin como los narodnikis iban al pueblo, lo hacían desde posturas opuestas: para Ilia, la reforma vendría desde arriba y el progreso social sería inseparable de la educación patrocinada por el zar; para los narodnikis, en cambio, la reforma sólo podía venir desde abajo y con la revolución. El padre de Lenin estaba equivocado pero con estas convicciones levantó unas 450 escuelas desde cero y duplicó la matrícula de alumnos. Fue un funcionario humilde ajeno a toda presunción feudal.
La madre de Lenin, María Alexandrovna Blank no se quedaba atrás del padre en cuanto a su cultura e influencia sobre sus hijos. Era hija de un médico judío alemán y pequeño terrateniente ruso de ideas relativamente progresistas –seguidor de Rousseau- llamado Alexander Blank. El antisemitismo estalinista intentó ocultar los antecedentes judíos del árbol genealógico de Lenin.4 María –educada con maestros particulares- “hablaba con fluidez el ruso, el alemán y el francés, tenía buen conocimiento de la literatura rusa y europea, amaba la música y tocaba el piano con sensibilidad y gusto”.5 Esta mujer culta y amorosa -que sorprendentemente, para aquellos tiempos, cursó para ser maestra ya estando casada, aunque nunca ejerció más allá de educar a sus propios hijos-, totalmente ajena a la política, será sacudida por una avalancha de tragedias y se convertirá –a la fuerza- en una madre activista –anticipando, guardando las proporciones, a las Madres de Plaza de Mayo-. Mostró una gran fortaleza. En alguna ocasión Lenin comentó a Krupskaia acerca de su madre: “tiene una fuerza de voluntad inmensa; si lo sucedido con mi hermano hubiera acaecido en vida de mi padre, no sé lo que hubiera pasado”.6 Tuvo que participar de las ideas radicales de sus hijos y rehacer su círculo de amistades y toda su vida en función de la suerte de sus dos hijos revolucionarios –vivió hasta los 81 años-.
Pero esto está aún lejos en el porvenir. La familia se muda, en 1863, de Penza a Nizhni Nóvgorod y en septiembre de 1869 –como parte de la aceptación de Ilia del cargo de inspector de escuelas primarias – van a Simbirsk donde nacerá Vladimir Ilich Ulianov –el futuro Lenin-. A los pocos años de iniciar su trabajo como inspector de primarias – en una comarca con cerca de un millón de campesinos analfabetas y una nobleza que no estaba interesada en la educación de sus siervos- Ilia obtiene la “Orden de San Vladimiro” y el título de “Consejero de Estado en Funciones”-que lo integran a la baja nobleza con un nombramiento que en la jerarquía oficial equivalía al grado y tratamiento de general -.
[Continuará…]
Ver parte II: https://marxismo.mx/verdadero-lenin-ii/
1Deutcher, Isaac; Lenin, los años de formación, México, Era, 1975, p. 10.
2 Ibid. pp. 23-24.
3Trotsky, El joven Lenin, en Lenin, Argentina, CEIP, 2009, p. 48.
4 Jean Jacques Marie, Lenin, POSI, Madrid, n/d, p. 19.
5 Deutscher, Isaac; Lenin, los años de formación, México, Era, 1975, p. 28.
6 Krupskaia, Lenin, México, Fondo de Cultura Popular, 1970, p. 40.