El Papa Francisco falleció este 21 de abril, al terminar la Semana Santa y oficiar su Urbi et Orbi, una homilía solemne que sólo se da en celebraciones muy especiales, como el domingo de pascua. Teniendo ya varias semanas con un estado de salud delicada, que generó todo tipo de especulaciones, no le fue posible dar por él mismo su último mensaje y tuvo que ser leído por un tercero. En este mensaje se dijo: «La Pascua sea también ocasión propicia para liberar a los prisioneros de guerra y a los presos políticos». Citó la biblia cuando se dice que no debe haber más estruendos de guerra. Sin duda que las guerras que vivimos son algo malo que debería acabar, por desgracia eso no ha evitado que las bombas sigan cayendo sobre los cuerpos inocentes de los niños palestinos; asesinándolos y mutilándolos.
El sucesor de Ratzinger
Jorge Bergoglio, argentino de nacimiento, llegó al papado hace 12 años, cuando su antecesor, Joseph Ratzinger, aún vivía y renunció a éste cargo. Éste último era un papa conservador. Cuando el concilio vaticano segundo, siendo joven, si bien no se escindió con los ortodoxos, estuvo en el ala opuesta a la izquierda de donde emergería la teología de la liberación. De hecho él, años después, ejecutó el combate y desmantelamiento de este movimiento que tiene en su haber a sacerdotes mártires por gobiernos capitalistas dictatoriales y profesaba una iglesia cercana a la gente, que se tradujo en un llamado a la organización de obreros, campesinos, estudiantes y mujeres, y una lucha frontal contra el sistema. La teología de la liberación que combatió Ratzinger, nos recuerda, de hecho, a los primeros cristianos.
El clero de la iglesia católica parece un cuerpo tan conservador inamovible. Si bien el cristianismo nació como un movimiento revolucionario contra el imperio Romano, que profesaba ideas que hoy podríamos considerar abiertamente comunistas (pues planteaban la distribución de las riquezas entre toda la comunidad), a la postre sus líderes fueron cooptados y ésta, de ser perseguida, se convirtió en la iglesia oficial.
La iglesia no está separada de la lucha de clases. A lo largo de la historia ha habido representantes que nos recuerdan su origen revolucionario pero como institución se convirtió, en general, sobre todo en el alto clero, en una firme representante de los intereses de las clases dominantes. Podríamos poner mil ejemplos de esto. Podemos recordar como cuando los imperialistas norteamericanos invadieron México en 1846-48, en su incursión en Ciudad de México, fueron arropados y protegidos en la Villa de Guadalupe por la iglesia. Sabemos de su apoyo a dictaduras militares en América Latina y un largo etcétera.
Un giro al centro
El último periodo hemos vivido un proceso de transformación, se ha puesto en cuestión lo que antes parecía inamovible y eso pasó también con la iglesia. Con el conservador Ratzinger al frente, el proceso se catalizó hacia una pérdida masiva de adeptos en varios países. Los escándalos de abusos sexuales y la protección del clero, hicieron que los templos se vaciaran en varios países y se cuestionara a la iglesia en todo el mundo. De igual forma, la filtración conocida como Vatileaks, en que se filtraron documentos internos, evidenció las divisiones, corrupción y doble moral del Vaticano. En ese contexto de escándalos, pérdida relativa de autoridad y de adeptos, fue que renunció Ratzinger al papado y fue electo como nuevo Papa Jorge Bergoglio, quien asumiría el nombre de Francisco.
Francisco fue el primer Papa de un país latinoamericano, incluso de toda América. Es el primer Papa no Europeo en mil doscientos años. En un primer momento, su nombramiento generó un rechazo en la izquierda. Se dijo que este sacerdote, aún siendo jesuita, había simpatizado o por lo menos no se había opuesto y no criticó a la dictadura argentina. Incluso que por su proceder dos sacerdotes, claramente a la izquierda, fueron apresados y torturados por la dictadura. Quizás no dio un apoyo a la dictadura, pero es incuestionable su silencio, mientras que otros sacerdotes argentinos fueron perseguidos por no callar.
Con su elección como Papa, se esperaba un Papa que buscaba limpiar la imagen del Vaticano pero que se conduciría a la derecha. Pero no fue así. Sin ser realmente un radical, Francisco fue bastante a la izquierda para el conservador alto clero. Planteó una iglesia más inclusiva. Aunque, en realidad, no realizó cambios muy profundos en este sentido, su tono fue más inclusivo, menos discriminatorio y menos criminatorio. La posición tradicional del clero fue la de rechazar e incluso satanizar la homosexualidad. Francisco dijo: “¿Quién soy yo para juzgar?” De igual forma, se manifestó por mayor participación de las comunidades y las mujeres. Se vio más tolerantes con los divorcios.
Francisco dio pasos a la izquierda (y con ello de hecho se ganó la simpatía de un sector de la izquierda) aunque sin ir a sus últimas consecuencias. Podríamos decir que asumió una posición de centro (que ya parece bastante a la izquierda en el alto clero).
Un ejemplo significativo fue cuando vino a México en el año 2016. Parte de su gira incluyó una visita a Ecatepec, uno de los municipios más poblados y pobres de México, y otra a Ciudad Juárez, una ciudad fronteriza con EEUU donde han ocurrido múltiples desapariciones de mujeres obreras de la maquila.
Los padres de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa pidieron entrevistarse con él. Tiempo atrás, el Papa Francisco ya había manifestado en una carta su solidaridad a los padres; pero en esa ocasión no los recibió bajo la presión del gobierno de Peña Nieto. Los padres, aún así, fueron a la celebración que realizó en Ciudad Juárez.
El país bajo el gobierno de Peña Nieto ya vivía una crisis de violencia. Los 43 no eran un caso aislado de desaparecidos, aunque sí uno muy emblemático por el que nos habíamos movilizado cientos de miles en todo México. El Papa Francisco, contrario a lo que quería el gobierno de EPN, habló de profundos problemas sociales, dijo:
“Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado. Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres. No sólo sufren la pobreza, sino que además tienen que sufrir todas estas formas de violencia” (ver fuente).
Pero no habló de forma explícita sobre los casos concretos y latentes de violencia que vivía la sociedad mexicana, en particular de Ayotzinapa, como querían los padres de los 43. Eso refleja bien su posición de centro y sus límites.
Luz Estrada, en ese tiempo responsable del Observatorio Nacional Ciudadano del Feminicidio, dijo sobre su homilía en Ciudad Juárez:
«Todos sabemos que no iba a cambiar el sistema de justicia, pero las víctimas se hubieran sentido reconfortadas si hubieran tenido unos minutos —que sí le dio a los empresarios—. Se habrían fortalecido en la esperanza y podrían continuar el viacrucis que es buscar justicia y verdad».
Aun con estos límites, algunos sectores de la izquierda y la izquierda del clero vieron con simpatía el papado de Francisco, sabiendo que las estructuras del vaticano eran difíciles de mover y romper.
La crítica del Papa Francisco a la desigualdad
El cristianismo nace rechazando la opresión y exigiendo justicia e igualdad. La solidaridad, el mirar por el prójimo y el pobre, el ver por los pobres, como dice la biblia, son sentimientos que pueden llevar a una crítica al sistema e incluso a conclusiones revolucionarias. No olvidemos a Thomas Müntzer, Camilo Torres, Monseñor Romero y al movimiento surgido con la teología de la liberación.
Si te pones del lado de los pobres no puedes omitir una crítica al sistema de explotación. Basta leer la exhortación apostólica del Papa Francisco llamada Evangelii Gaudium. En esta se dice:
“Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata”.
En otra parte dice:
“Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz”.
Esta crítica es correcta, pero su solución era de carácter moral, la cita continúa:
“¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano” (ver fuente).
El objetivo del Papa con esta exhortación apostólica no era establecer un programa revolucionario, sino un llamado a la oración y reflexión religiosa. Nosotros como marxistas respetamos las creencias religiosas, consideramos que estas son una decisión de carácter personal. Tenemos diferencias filosóficas con los católicos, que podemos discutir amistosamente en su momento. Pero también sabemos que millones de creyentes son obreros y campesinos explotados; viven y ven los males del sistema.
Nos gustaría que con exhortos morales Carlos Slim, Elon Musk o el mismo Donald Trump, se desprendieran de sus riquezas y las distribuyeran entre el conjunto de la humanidad o al menos con sus trabajadores, pero no es así. Hay en este momento, de hecho, una guerra comercial entre la gran burguesía para ver quien se apropia de un botín mayor de ganancia y riqueza (que proviene en última instancia del trabajo no remunerado de la clase obrera).
Los primeros cristianos fueron revolucionarios y se revelaron. Rutilio Grande, el sacerdote salvadoreño, organizó a los campesinos para luchar por sus derechos. Su compatriota, Ernesto Barrera Moto, llamó a organizarse a los jóvenes obreros. Ellos sabían que la organización de los explotados era la vía para alcanzar la justicia a favor de los pobres y murieron asesinados defendiendo esta causa.
Debatiremos en el futuro sobre si hay un paraíso más allá de esta tierra, nosotros los marxistas pensamos que no. Pero el planeta donde vivimos tiene grandes riquezas naturales que el capitalismo sobreexplota, contamina al planeta, mata a las especies y pone en peligro la propia existencia de la tierra. Con todas estas riquezas a nuestro alrededor, la mayoría de la humanidad vive en la miseria y la explotación. Las guerras no se detienen y matan a gente inocente. Pero todo esto no es causa de una mala moral que puede ser cambiada, es resultado de un sistema económico en que una minoría sustenta sus intereses en la gran propiedad privada de los medios de producción y con ella en la explotación. Tras esto desarrolla una moral, que justifica este mundo injusto. Es interesante que el Papa Francisco haya hecho críticas a esta moral actual y puesto sobre la mesa la injusticia social. Pero, será con la lucha material, cambiando las condiciones económicas que propician esta desigualdad, cuando consigamos que la mayoría de la humanidad viva con dignidad y no gobierne el dinero y el capital.
Luchemos por el comunismo
No sabemos qué pasará en el futuro inmediato con la iglesia católica. No solo son oraciones, hay grupos y tendencias que se expresarán en los cardenales, en el cónclave que elegirá al futuro papa. El papado de Francisco reflejó que el mundo está cambiando y exige igualdad y justicia. Incluso la iglesia ha tenido que ser reformada (aunque de hecho ha sido mínimamente). Lo que pasa en las grandes cúpulas del clero es solo una pequeña manifestación de las enormes presiones que se expresan en las bases. No tenemos duda, en las futuras revoluciones, millones de trabajadores religiosos estarán en la primera línea de batalla y lucharemos sin prejuicios juntos por una sociedad mejor en esta tierra.
Debemos mirar las críticas que el difunto Papa Francisco hizo contra este mundo injusto, pero llevarlas hasta sus últimas consecuencias y organizarnos como explotados por una sociedad mejor.
La causa de la injusticia está en el sistema de explotación llamada capitalismo, debemos destruirla para construir no pequeñas comunidades de igualdad como lo plantearon los primeros cristianos, sino un mundo sin explotación donde cada ser humano viva con dignidad y sin ningún tipo de limitación, donde la ganancia individual no se ponga encima de la naturaleza y el cuidado del planeta. Ese mundo que queremos es el comunismo, que no es otra cosa que llevar los ideales de justicia social de los primeros cristianos hasta su última expresión.