Con una mayoría contundente gana el Apruebo, un 78% contra 22% del Rechazo. El plebiscito decide cambiar la constitución de la dictadura. Una victoria que la clase trabajadora celebra y siente como propia. Después de un año de la marcha más grande de Chile, el pueblo ha pasado por muchas cosas. La represión, abusos, muertos y mutilados; también engaños y manipulaciones mediáticas. Y considerando la pandemia, vemos una importante participación récord de 50%. Y esto de cara a una verdadera tormenta electoral en los próximos meses. ¿Qué significa esta victoria?
La demanda por una Asamblea Constituyente representa una reivindicación democrática profundamente sentida, que expresa las ansias de un cambio estructural y el rechazo a todo el orden establecido. Para algunos, un paso más para terminar con el legado de Pinochet y la constitución del 80′ que establece los pilares del llamado modelo neoliberal. El fin del pacto de la “transición democrática”, que puso término a la dictadura, sobre la base de la impunidad y la profundización del sistema capitalista.
Para la clase dominante, una oportunidad para una “segunda transición”. Esto es, un nuevo pacto entre los partidos del régimen. Todos los medios hoy corren a saludar la “fiesta de la democracia”, la “victoria de la institucionalidad y contra la violencia”. Tanto el gobierno como la ex-Concertación salen a celebrar la «unidad cívica» y el «acto republicano». Pero esto ha sido una bofetada al gobierno criminal de Piñera, responsable de violaciones sistemáticas a los DDHH. Y también contra todo el régimen heredado de la dictadura y administrado por los gobiernos de la Concertación. Es un triunfo contundente, en medio de un clima enrarecido por el acuerdo, la pandemia, el estado de emergencia y el toque de queda.
Para nosotros, el regreso de la épica de la rebelión del octubre chileno. Cuando se puso en pie la Huelga General. Cuando vimos organizaciones territoriales, que tienen el potencial de ser un nuevo poder de la clase trabajadora. Las cabildos y asambleas, la primera línea, las brigadas de salud, las ollas comunes. Una coordinación de este tipo de órganos de base, en poblaciones y lugares de trabajo, puede ser la piedra angular de una verdadera asamblea constituyente. Como explicamos en nuestra revista América Socialista de febrero 2020:
“Qué diferente sería si en vez de dialogar con el régimen en crisis, se hubiera convocado una gran Asamblea Nacional del Pueblo Trabajador, preparada minuciosamente en todas las asambleas territoriales, organismos auto-convocados y sindicatos. Con delegados electos por las bases y revocables en todo momento. Que se discuta a la más grande escala, sobre todos los temas de este despertar chileno. Sobre el salario y las pensiones que no alcanzan, sobre la educación gratuita. Inundar el debate nacional de ideas sobre proyectos educativos y deportes, sobre un seguro nacional de salud, y el bienestar de la niñez y los adultos mayores. Debatir ideas para combatir la cultura machista y abordar un plan para frenar los femicidios. Debates de arte, cultura y ciencia, que estén a la altura de las inquietudes de esta juventud. Compartir las experiencias de autoorganización, de autodefensa y seguridad. Y un largo etcétera. Esto con la mayor libertad de debate de todas las tendencias políticas que simpatizan con la revolución.
Pero en vez de esto, los partidos del régimen nos quieren hablando de paz, de la carrera presidencial, todo para encauzar el movimiento dentro del sistema, sus instituciones y la normalidad podrida que nos tenían acostumbrados” (El estallido del octubre chileno y el fin de la transición – https://argentinamilitante.org/el-estallido-del-octubre…/)
Resultados reflejo de la desigualdad entre las clases
Los resultados evidencian las dos realidades del país. La lucha de clases no es ningún invento, sino una realidad en Chile donde el 1% de la población concentra el 26,5% de la riqueza. Mientras la mitad de la población, que gana menos de 350.000 pesos líquidos, se reparte sólo el 2,1% de la riqueza.
El Rechazo ganó sólo en cinco comunas (de 346 a nivel nacional). En Las Condes, Lo Barnechea y Vitacura ganó el Rechazo, por 55%, 61% y 66% respectivamente. Estas son las comunas donde vive la gente rica.
La polarización y división del país contra la que cacarean los medios, es en verdad desconexión con la realidad y aislamiento de una pequeña minoría que concentra el poder económico y político.
Con antelación, el presidente Piñera cambió su local de votación en Santiago Centro para irse a Las Condes, donde está su domicilio particular. Así evita ser funado, como siempre sucede en sus apariciones públicas. Misma razón por la que se aseguró de votar temprano.
Las otras dos comunas donde ganó el Rechazo, son Antártica y Colchane.
Por su parte, el Apruebo arrasó en barrios populares. Un 86% en Maipú, y 88% en Pte Alto, las comunas más numerosas de la capital. Es notable también el 89% en La Pintana, quizás la comuna más obrera de Santiago. La lista puede seguir con porcentajes del mismo orden, por sobre el 80% e incluso 90%. En Petorca, comuna afectada por la escasez hídrica producto del saqueo empresarial, el Apruebo obtuvo 90%.
Diez comunas, categorizadas “zonas de sacrificio ambiental”, tuvieron votaciones superiores al 89% por Apruebo. Por ejemplo Freirina con 92%.
El voto en el exterior fue también un fenómeno de participación y apoyo abrumador al Apruebo.
El Apruebo ganó en TODAS las regiones del país. En comunas del Norte la preferencia en algunos casos es por sobre el 85%. En Antofagasta 84%, ciudad muy importante por su combatividad y sus organizaciones de base.
La región de la Araucanía es la única donde el Apruebo no superó el 70%. En Temuco, la capital regional, el Apruebo obtuvo sólo un 67%. Esto puede mostrar la desafección de comunidades mapuche hacia el proceso constitucional, aunque es una característica que se observa en otras elecciones. Pero sobretodo expresa que comunas de esta región son bastiones de la derecha, de latifundistas, empresarios, jueces y policía racista. Una base electoral dura de este gobierno. Fue por ejemplo una región donde ganó el “Sí” en el plebiscito del 88’. Teniendo esto en cuenta, el resultado es una derrota para el pinochetismo.
La derecha y el Apruebo
El gobierno ha sido cuestionado por su gestión de la pandemia, que impone cuarentenas a medida de los empresarios y con militares en las calles. Durante el invierno pandémico la derecha se encontraba dividida y sin liderazgos fuertes. Se vivieron verdaderas protestas del hambre, y la organización de ollas comunes; junto con movilizaciones masivas por las pensiones, contra el machismo y en apoyo al pueblo-nación mapuche. En julio el gobierno fue derrotado frente al proyecto de retiro del 10% de las pensiones. En esa ocasión, la clase obrera mostró los dientes, la Unión Portuaria tuvo paralizaciones totales, y varios sindicatos se declararon en contra del sistema privatizado de pensiones. Se vio que la poderosa llama del despertar chileno sigue viva.
Los partidos de gobierno no encontraban un curso estable para derrotar definitivamente al movimiento y a la vez cooptar sus demandas de cara al proceso constituyente. El presidente se mostró “neutral” entre las dos opciones, aunque sabemos muy bien que defiende este modelo, es nostálgico de la dictadura y uno de los hombres más millonarios del país. Además dispuso un cambio de ministros, que le valió el mote de “Gabinete del Rechazo”, por el marcado carácter reaccionario de algunas figuras. Entonces, algunos sectores de la derecha manifestaron preferencia por el Apruebo. Todas estas actitudes responden en el fondo a salvaguardar los intereses de la clase dominante. Los del Rechazo en sintonía con su base electoral más dura, en una defensa acérrima de la constitución actual. Los otros evitan presentar el plebiscito como una causa antigubernamental, que haría más difícil sostener a Piñera. Al decir que iban por el Apruebo, buscan establecer una cabeza de puente y asegurar su influencia hacia la Convención Constitucional. Lugar donde amparados por los límites de la democracia burguesa, pueden proteger los intereses de los dueños de Chile aún votando en minoría. Esa derecha aprueba un pacto entre los partidos del régimen, un acuerdo para desmovilizar la energía revolucionaria de las calles.
La lucha continúa
Se ha explicado cómo hace un año el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, fue sobretodo un engaño para desmovilizar a las masas. En pánico por el temor a que el estallido barriera con todo, la oposición parlamentaria corrió a salvar a Piñera. Concedían una Constituyente para tratar de sacar al pueblo de las calles, sobre todo después de la huelga general del 12 de noviembre. Sin embargo, la constituyente que diseñaron tenía un carácter limitado, cambiar todo para que nada cambiara. Los parlamentarios -¡del congreso del 3% de aprobación!- firmaron un acuerdo que mantiene el polémico quórum de ⅔, y donde el congreso tutela el proceso constituyente. Es decir, la Convención Constitucional no es un órgano soberano, autónomo de otros poderes del estado. Se excluye además a votantes de 16 años, que evidentemente se han ganado un lugar privilegiado para participar en el debate nacional. La democracia burguesa en todas sus formas se asegura de establecer canales que excluyen la genuina participación de las mayorías en política.
Pero debemos insistir en que la cuestión no es la forma, sino el contenido. Independiente de los argumentos técnicos, el contenido está determinado por los partidos corruptos que componen este acuerdo a espaldas del pueblo. Las elecciones de este proceso constituyente no se hacen en Asambleas de trabajadores, ni en Asambleas Territoriales donde la clase obrera discute y delibera, sino en una votación democrático-burguesa en la que los ciudadanos emiten su voto de manera individual y atomizada.
A pesar de todo, los capitalistas están preocupados. Una nota en Bloomberg señalaba que “muchos inversores temen que una nueva constitución signifique que Chile ponga fin a las normas pro-empresariales y la disciplina fiscal que según ellos ha creado una de las economías más prósperas y estables de América Latina”. El editorial de El Mercurio advertía: “es evidente el cúmulo de expectativas que se han alentado respecto del cambio constitucional, muy superiores a lo que cabe esperar de una Carta Fundamental”.
Temen que, a pesar de todos los límites que han establecido para controlarla, las masas usen la Convención como herramienta de lucha contra el régimen y por un cambio fundamental del sistema económico.
El ánimo festivo pronto chocará con las nubes grises de la realidad económica. Se estima que en los países de América Latina y el Caribe, el crecimiento del PIB se contraerá un 9% en 2020. En Chile el desempleo en el tercer trimestre fue de 12,9%. Se ha retrocedido años en términos de participación laboral femenina, con graves consecuencias al afectar la autonomía económica de las mujeres. Hay descontento entre los trabajadores de la salud y la educación, que a pesar de todo, van a salir más unidos y seguros de sus demandas. No será sorpresa ver conflictos agudos en lugares de trabajo, por condiciones, salarios o despidos. La megasequía y la escasez hídrica que afecta a comunidades no parece solucionarse pronto. La nefasta institución de carabineros seguirá sumando abusos en Chile y contra el pueblo mapuche. Los eventos internacionales por su parte continuarán encendiendo los ánimos revolucionarios de la juventud y sectores movilizados. Para el pueblo trabajador no hay soluciones estables dentro del marco del capitalismo, la propiedad privada y las fronteras nacionales.
En adelante tomará centralidad el debate por los contenidos de una nueva constitución, por levantar un programa socialista y un gobierno de trabajadores. Los protagonistas de la rebelión de octubre, los invisibilizados, mujeres, jóvenes y clase trabajadora, han entrado masivamente en la escena de la historia, y sienten que comienzan a asegurar triunfos en sus manos. Probablemente continuarán marcando su presencia en próximas elecciones. Pero la principal lección del despertar chileno ha sido que solo organizados y en las calles conseguiremos nuestras demandas.
Los marxistas celebramos con la clase trabajadora esta victoria electoral que hay que interpretar como un rechazo a Piñera y a todo el régimen. Las masas han aprovechado el plebiscito para manifestar las históricas demandas que levantaron durante el estallido de hace un año. Para lograrlas no basta con cambiar la constitución, sino que hay que expropiar las multinacionales y los capitalistas, barrer el régimen que sirve a sus intereses y poner la economía y los recursos en manos de la clase obrera, para planificarlos en el interés de la mayoría. Esta batalla la ganamos, la lucha continúa. Y esta lucha tiene que ser tanto en las calles como en el terreno electoral de la constituyente por:
- Derechos sociales asegurados por el Estado: educación, salud, vivienda, pensiones, trabajo, salarios dignos, derecho al agua, derechos medioambientales, reproductivos, etc.
- Garantizar el principio de autonomía para los pueblos originarios. Poner fin a la militarización en el Wallmapu y libertad a los presos de la revuelta.
- Disolver los actuales cuerpos represivos del Estado (Carabineros, Fuerzas Armadas) y reemplazarlos por comités de autodefensa vecinales y milicias populares elegibles y revocables democráticamente.
Sustituir el Poder Judicial y el Ministerio Público por Tribunales y Fiscalías populares, democráticamente elegidos. - Garantizar el juicio a los responsables civiles y militares de crímenes de lesa humanidad.
- Para financiar las grandes transformaciones sociales, es necesario nacionalizar los recursos naturales (cobre, litio, etc), los grandes monopolios (Papeleras, Retail, Sector Exportador), las multinacionales, los Bancos y otras entidades financieras, y ponerlos al servicio del desarrollo del país bajo un plan democrático de producción con control obrero.
Corriente Marxista Internacional – Chile