La situación de violencia que viven las mujeresen México se ha exacerbado con las medidas implementadas por la pandemia del Covid-19, se han registrado 209 asesinatos contra mujeres, al menos 163 feminicidios de los cuales, 16 casos, las víctimas son niñas menores de 14 años de edad. Las cifras son contabilizadas a partir del pasado 16 de marzo al martes 14 de abril del año en curso. No solo eso, también ha habido casos de violencia sexual y un aumento de 120% a las llamadas del 911 por violencia doméstica.
Los casos de vulnerabilidad que sufren las mujeres, no han tenido tregua, incluso en medio de la contingencia sanitaria, cuando éstas han tenido que permanecer encerradas con su agresor, procurando cuidar no sólo su salud, sino también su integridad física y su salud mental. La mayoría de feminicidios cometidos en este periodo han sido llevados a cabo por las parejas sentimentales. El confinamiento y la crisis económica, que la mayoría de las familias padece, son caldo de cultivo para que esta situación continúe y llegue a un punto crítico.
No hay una política pública clara al respecto, al inicio de la cuarentena las autoridades ya proyectaban un aumento en los casos de violencia de género, sin embargo, las medidas tomadas son insuficientes. En un primer esfuerzo capacitaron al personal del 911 para poder canalizar las llamadas y tener la capacidad de atender casos de violencia intrafamiliar y de género, a lo que se sumará la “canalización” de personas en situación de violencia a las instancias de apoyo pertinentes. Pero esto no es posible, los albergues para víctimas de violencia están a tope, en algunos casos no se les permite la entrada hasta tener una prueba de Covid-19, en la mayoría de los estados si no tienes síntomas no te realizan una prueba preventiva, esto deja desprotegidas a las mujeres en busca de refugio.
No fue hasta el jueves 26 de marzo que se realizó la primera conferencia de prensa en la que la situación de las mujeres en la pandemia por COVID-19 fue el tema principal, algo que ni la coyuntura del 8 y 9M logró. Con la presencia de la doctora Ana Luisa de la Garza Barroso, directora de Investigación Operativa Epidemiológica de la Dirección de Epidemiología de la Secretaría de Salud; la doctora Nadine Flora Gasman Zylberman, presidenta del Inmujeres México; Karla Berdichevsky Feldman, directora general del Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva; y la doctora Lorena Rodríguez Bores, secretaria Técnica del Consejo Nacional de Salud Mental, como expositoras. En dicha conferencia no se dio un plan de acción para poder hacer frente a esta coyuntura. Las expositoras dieron ideas y propuestas completamente alejadas de la realidad que están viviendo miles de mujeres en este momento. Aun implementando un protocolo de género, cosa que ha probado su ineficiencia, no se va a poder frenar la violencia.
Los Centros de Justicia para las Mujeres, redujeron sus horarios por la contingencia y el 84.4% de los poderes judiciales suspendieron labores sin tomar previsiones con las que frenar la violencia hacia las mujeres, como la posibilidad de tramitar una orden de alejamiento durante la cuarentena o dar seguimiento a las denuncias que ya están en proceso.
Se esperarían acciones, si estas estuvieran planeadas. Es bien sabido que el hogar se convierte en un espacio de alto riesgo. Al final de la crisis, la violencia contra las mujeres podría ser mucho mayor que la ya documentada y conocida.
Por su parte, el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) señala que la violencia sexual es común en entornos de emergencia humanitaria y puede acentuarse más después de un desastre natural o pandemia, y ocurre en cada una de las etapas de un conflicto. El UNFPA señala que las víctimas suelen ser mujeres y adolescentes, cuya vulnerabilidad se ve agravada en el caos de una crisis, ya que la ruptura de la ley y el orden coadyuva a que los perpetradores a menudo actúen con impunidad.
Durante este período de restricción muchas niñas y mujeres no pueden salir a pedir ayuda, dependen en muchos casos económicamente del agresor; están al cuidado de varios integrantes de la familia, se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad por el control del agresor y, en algunos casos, recurren a actitudes de sumisión, como mecanismo para evitar agresiones.
Esta crisis a nivel mundial ha puesto en jaque al capitalismo, somos testigos de la falta de recursos para hacer frente a la situación sanitaria. Vemos la podredumbre en todos los niveles y estructuras capitalistas, la familia y las relaciones socio afectivas bajo este sistema también están reflejando su lado más grotesco. La descomposición social aunado a la crisis económica están recrudeciendo la violencia de una forma exponencial.
El panorama es gris, a una crisis se suma la otra ocupando durante meses las primeras planas. El 8 y 9 de marzo las mujeres dimos un ejemplo de organización colectiva y salimos a las calles a denunciar y exigir el freno a la violencia. La lucha no se ha detenido por la pandemia, el hecho de no poder salir a las calles no quiere decir que no nos estemos organizando. Así como la violencia y los feminicidios no han parado la lucha tampoco. Debemos exigir al gobierno federal una respuesta clara y contundente a esta situación, la liberación de recursos para los albergues, el sacar del hogar al agresor para que las víctimas se encuentren seguras, castigo a los feminicidas y agresores sexuales, etc.
Es el momento de organizarnos y prepararnos para la lucha, una vez terminada la contingencia saldremos de nuevo a las calles a luchar y exigir el alto a la violencia, desde el ámbito doméstico hasta el estructural, derrumbaremos el capitalismo patriarcal.
Antes de entrar a la actual contingencia, nuestro país experimentó la irrupción de una poderosa lucha contra la opresión de la mujer. Las huelgas en la universidad contra el acoso fueron seguidas por el feminicidio de Ingrid y después de Fátima que indignaron al país entero. La marcha del 8 y el paro del 9, sacaron a la superficie la profundidad y masividad de la lucha. Vimos, como pólvora encendida, el recorrer de movimientos contra el acoso en una escuela tras otra. Este proceso se contuvo por las medidas sanitarias, como el cierre de las escuelas y el confinamiento, pero si ésta lucha ha adquirido esa fortaleza es porque es una expresión más de un cuestionamiento general al sistema y porque hay razones reales para combatirlo: la insoportable violencia hacia la mujer; ligado al sistema explotador, patriarcal y dividido en clases; que adquiere su carácter más crudo en el feminicidio.
Miles de familiares pedimos justicia, porque el sistema jurídico de nuestro país defiende a ricos y poderosos y criminaliza a la clase obrera (mujeres y hombres). Es sabido que los feminicidios quedan en su mayoría impunes. Esta cruda realidad para muchos puede verse ajena hasta que te golpea de frente, te toca cerca. Nosotras, la Liga de Mujeres Revolucionarias, nacimos con la intención de luchar contra la violencia a la mujer y el sistema capitalista que la engendra, hemos apoyado a familiares victimas de feminicidio, nos hemos opuesto al acoso, a la explotación y discriminación laboral, etc. Pero la realidad de nuestra sociedad es tan cruda, que la hermana de una compañera nuestra se convirtió en una víctima de los feminicidios. Su nombre es Sara Abigail, una joven estudiante y trabajadora.
La lucha emprendida no es fácil, pero luchar hasta el final por justicia es lo menos que se puede hacer por Sara Abigail. La familia actúa para contrarrestar la ineptitud de nuestro sistema jurídico, pero si hay que actuar a contra corriente, librando mil obstáculos, es mejor hacerlo organizadas. La familia concluyó que era mejor dar a conocer el caso de Sara, porque no se puede callar este crimen y porque es la forma en que podemos presionar para que se castigue al criminal. Sólo gracias a esa presión la investigación ha avanzado.
Nuestra compañera Noemí y la familia de Sara han usado cada tribuna para hablar de este caso, forman parte de la organización Voces de la Ausencia que dirige Frida Guerrera, a la que se le ha injuriado y atacado sin razón.
Cada tribuna se ha usado para pedir justicia, como los mítines del 8 de marzo en Pachuca y Ciudad de México, o el 9M donde decidimos que sí teníamos que movernos, porque quedarnos en casa no ayudaría a que el proceso avanzara. También se ha recibido el apoyo fundamental de la Corriente Marxista Internacional, que ha ejercido presión y difundido el caso nacional e internacionalmente. Gracias a eso, medios locales de Hidalgo, nacionales (como La Jornada, el Universal o Animal Político) o internacionales como Telesur o NOS, la principal cadena de noticias de los Países Bajos, han nombrado y sacado notas sobre el caso de Sara.
La cuarentena debe ayudarnos a prepararnos mejor, a estudiar los problemas estructurales de la violencia a la mujer, a luchar con el capitalismo que arreciará la violencia y los ataques contra las y los trabajadores y sus hijas e hijos, pero en medio de este confinamiento queremos dejar claro que la lucha por la emancipación de la mujer contin¡Ni un feminicidio más! La lucha por justicia para Sara Abigail no está en cuarentena y en particular el combate al feminicidio y la lucha por justicia.
Te invitamos a apoyar la campaña por Justicia para Sara Abigail, contra todo feminicidio y la violencia contra la mujer y a difundir este caso y a organizarnos contra el sistema capitalista enfermo que la genera. Súmate a la Liga de Mujeres Revolucionarias, contáctanos en:
La lucha de las mujeres en México ha tomado una bandera muy específica y es la de combatir la violencia de género y los feminicidios, acompañada de una serie de reivindicaciones por nuestros derechos como la legalización del aborto y romper con la brecha salarial que en el sector laboral margina a las mujeres.
En los últimos 5 años se ha visto un avance en la organización de mujeres en los barrios y en las universidades, este último espacio ha sido trinchera de mujeres jóvenes, hijas de la clase trabajadora, donde la violencia machista y de género se combate día a día. El feminicidio de Lesvy Osorio fue el detonante de una serie de acontecimientos a lo interno de la Universidad Nacional Autónoma de México, fue el impulso de la organización de colectivas que se asumen como feministas, organizaciones políticas y grupos de estudiantes que buscan frenar el acoso en sus escuelas.
En promedio al mes se hacen 23 denuncias de acoso en la UNAM. En agosto del 2016 se implementó el protocolo para la atención de casos de violencia de género y de enero del 2017 a agosto del 2019 se han registrado 703 denuncias por acoso, más del 50% de estas provienen de alumnas de nivel superior de las diferentes facultades.
Hasta ahora hay 917 acusados de agresiones sexuales de los cuales solo hay 790 procesos iniciados.
El combate contra el acoso sexual se encrudeció pues las autoridades universitarias en primer momento buscan la conciliación entre las dos partes, cambian de plantel a los acusados o de salón a las estudiantes, lo que para nada fesuelve el problema.
Mujeres de la Facultad de Filosofía y Letras tomaron, en noviembre del 2019, la escuela para exigir el cese al acoso sexual y una solución pronta de las denuncias realizadas así como una renovación del protocolo de género. Seguido de esto, la preparatoria 9 fue tomada y una serie de paros se desató a inicios del 2020, donde las escuelas fueron tomadas por grupos minoritarios de mujeres, donde, si bien la reivindicación de lucha es justa, la falta de métodos democráticos y colectivos para con la comunidad estudiantil volvió insostenible los paros, se han convertido en el fin y no en el medio. Los datos y casos en la UNAM se replican por todas las universidades del país
Esta lucha universitaria se suma al ambiente nacional que se vive en torno a la inseguridad y la violencia institucional del sistema capitalista. El 8M lo reflejó brutalmente, más de 100 mil mujeres marcharon y tomaron las calles para exigir justicia, un mar de color morado cubría las calles; consignas como: “¡No fue suicidio, fue feminicidio!”, “¡Ni una más!, “Mujeres contra el machismo y el terrorismo neoliberal” eran los ecos en la ciudad. No faltaron las pintas y uno que otro vidrio roto que reflejan la rabia y el miedo por la situación que vivimos las mujeres día con día. Jamás nos cansaremos de decir que matan a 10 de nosotras diariamente y de maneras brutales, como a Ingrid Escamilla que 7 meses antes de ser victima de feminicidio ya había denunciado a su agresor y la autoridad no hizo nada o como Fátima, la pequeña que fue secuestrada.
Estos dos casos nos dejaban un nudo en el alma, la presión social hizo que el poder judicial encontrara y capturara a los culpables y se iniciara un proceso para darles castigo. Sin embargo, en la mayoría de los casos, nunca llega la justicia y ni siquiera se abre una carpeta de investigación con perspectiva de género para aplicar los protocolos.
Poderosa y de carácter revolucionario fue la marcha 8M pues lo más significativo fue ver a mujeres proletarias, como meseras y mucamas, expresando su solidaridad dado que por y para ellas es la lucha. Esta marcha dio un aire de fe y de necesidad de organizar la lucha de una forma colectiva, que exija la trasnformación social para frenar la violencia producto de un sistema capitalista enfermo.
Así se impulsa el 9M con un llamado a huelga nacional de mujeres, sin embargo la connotación que los grupos feministas le dieron fue el de uno muy simbólico: “Un día sin nosotras”. Quiso reflejar qué pasaría si las mujeres de repente desaparecieran ya que somos la mitad de la población mundial. En las calles de la CdMx sí se vivió esa ausencia, aunque en realidad éste paro fue muy simbólico porque no significó pérdidas a las grandes empresas. A pesar de que las mujeres pudieron tomarse el día, los directivos de las entidades del Estado y las universidades se sumaron a este llamado, aunque su actuar no fue de solidaridad sino de hipocresía y desmovilización. Algunas empresas dieron permisos a mujeres, pero no fueron de buena voluntad pues después les harían reponer las horas que no laboraron.
Nosotras, la Liga de Mujeres Revolucionarias, salimos a la calle de nueva cuenta el 9M, pues creemos que un paro debe ser una acción organizada de masas que signifique la parálisis total de la industria, de los centros culturales, oficinas, escuelas y las calles para organizar la toma de los espacio públicos, luchar por la socialización de los bancos, etc.; un paro donde las mujeres seriamos la vanguardia, como hasta ahora, pero demostrando que nosotras jugamos un papel determinante en el sector productivo en la sociedad, en lugar de perpetuar nuestro aislamiento a lo doméstico.
Justamente la tarea principal de todo este periodo de lucha está en consolidar una organización nacional contra la violencia a la mujer, redes de lucha y apoyo, comités de mujeres (y hombres dispuestos a defender nuestras demandas) en las escuelas y centros de trabajo y así continuar con las tareas del movimiento.
La contingencia que se desató a nivel internacional por el COVID-19, sin embargo, llevó al gobierno federal a impulsar una cuarentena social, lo que ha significado un periodo con poca o muy nula actividad, políticamente hablando. La contingencia no frena la violencia ni los feminicidios, a pesar de esto, mujeres que tienen tomadas las diferentes escuelas de la UNAM sacaron comunicados señalando que ni la contingencia frenaría su lucha y haciendo responsable a la rectoría de cualquier consecuencia de salud física.
Queremos señalar algunas cosas en este momento:
1) Hace 5 meses inició la primera toma reivindicando el método del separatismo que muchos grupos feministas utilizan para la lucha y han decidido la permanencia en la facultad sin realizar ninguna asamblea.
2) Los paros en la UNAM no tienen ningún respaldo de la comunidad estudiantil de manera activa, el sectarismo de esta acción ha alejado y eliminado el interés de la comunidad estudiantil.
3) Las activistas que mantienen las escuelas tomadas no han hecho ningún llamado a la comunidad a discutir y reorganizar las tareas de la lucha.
4) Se ha tomado el paro como un fin y no como un medio y método de presión, lo que ha provocado su aislamiento total. Es preocupante que con la contingencia los paros terminen por pudrirse desde adentro.
5) Esto ha abierto una puerta para que los grupos anarquistas y feministas izquierdistas destruyan las escuelas, inmobiliario e infraestructura como si esa acción frenara el acoso sexual que se vive en la universidad. Por el contrario, la rectoría utilizará éstos hechos para golpear en algún momento las tomas.
6) La presión de la cuarentena hará insoportable las tomas, el contagio aumenta y muy pronto quienes ayudaban con víveres no podrán salir más. Desde nuestra posición deberían dejarse las escuelas, reorganizar fuerzas durante la cuarentena, pensar de nuevo la táctica de lucha que se debe impulsar y al regresar hacer llamados a asambleas mixtas en las diferentes escuelas, para realizar un balance profundo de este periodo de lucha y hacer participe a la comunidad estudiantil en la toma de decisiones y acciones que empujen la lucha hacia una victoria.
El actuar de la autoridad ha sido un chiste y una burla. Aunque decretaron el acoso sexual como un delito universitario sólo han criminalizado la protesta diciendo que quien tiene tomadas las escuelas no son estudiantes, rechazando cualquier propuesta que ha surgido de la comunidad para resolver el problema. La única responsable de lo que sucede en la UNAM es de la rectoría y el consejo universitario.
La comunidad estudiantil ha tenido que tomar en sus manos el destino del movimiento, un caso ejemplar fue el del Colegio de Ciencias y Humanidades Vallejo, que impulsaron una asamblea para discutir el problema del acoso. Adolecentes tomaron el micrófono y encararon a los maestros que han tenido desde comentarios machistas hasta los que han ejercido violencia sexual. El único propósito de la asamblea era resolver qué hacer con maestros que en numerosas veces fueron señalados como agresores. No existió ningún tipo de escrache o linchamiento, sino más bien una decisión colectiva de qué hacer. Así se obtuvo la renuncia de un maestro acosador. Pero incluso su expulsión no resuelve ni frena el acoso, pero es un importante antecedente, necesitamos profundizar en la transformación social.
En el IPN la cosa no es diferente, el acoso sexual existe y también se tiene a un Director General que cree que despidiendo a maestros y trabajadores logrará eliminar la violencia. Esto más bien fue una política para apagar el fuego que en el Politécnico estaba esparciendo sobre madero seco. CECyT 14 o CECyT 10 fueron ejemplos de asambleas mixtas y de exigencia en la dirección para frenar el acoso sexual.
La lucha contra el acoso abarcó a las más diversas escuelas, desde secundarias, colegios de bachilleres, otras universidades y preparatorias de la ciudad y el país.
Los siguientes días serán complicados, es claro el sectarismo que mantiene los paros mientras la rectoría está utilizando las clases en línea para reforzar su autoridad buscando que en algún momento sean los estudiantes los que levanten las tomas, si no es que se liberan antes por medidas sanitarias.
La violencia no se frena por el coronavirus, existe y en momentos de crisis como la actual llega a ser más dura, aun así, la lucha debe continuar y es un buen momento para empezar un proceso de educación política, ésta es una de las principales tareas del movimiento de mujeres. Existe un sinfín de alternativas teóricas dentro del marxismo que podrían orientar de una manera acertada qué hacer. Necesitamos fortalecer las organizaciones estudiantiles y hacer vínculos con el movimiento social y de los trabajadores, para que cuando se regrese a clases, se hagan llamados a reuniones públicas, círculos de discusión y asambleas.
La lucha contra el acoso sexual y la violencia de género y en contra de los feminicidios es una lucha revolucionaria pues un sistema capitalista y patriarcal mantiene una violencia sistemática como cáncer en todas las instituciones del Estado, así que podremos tener muchos protocolos de género cada vez mejores que los anteriores, pero si no tenemos en la mira la destrucción de este sistema enfermo, los avances serán mínimos e invisibles de cara a nuestra visión de un mundo sin opresión.
*Organizadora de la Liga de Mujeres Revolucionarias
La despenalización del aborto se ha convertido en una de las principales banderas del movimiento feminista y ha conseguido eco en el ámbito legislativo en algunos estados, como Ciudad de México y Oaxaca. Sabemos de una gran cantidad de casos de mujeres que ponen en riesgo su vida al no abortar en condiciones seguras.
La comisión de puntos constitucionales de la legislatura local de Querétaro, integrada por los panistas Tania Palacios Kuri, sobrina del coordinador de la bancada del PAN en el senado, y Antonio Zapata Guerrero, y el priísta Hugo Cabrera Ruíz, rechazaron la iniciativa que buscaba legalizar la Interrupción Legal del Embarazo (ILE).
La iniciativa de ley fue presentada por la legisladora morenista, Laura Polo Herrera, el 3 de marzo del presente año. Al respecto de la votación, en comisión, declaró: “Parece ser que algunos y algunas legisladoras no han entendido la importancia de escuchar a las mujeres en un asunto tan trascendental como es garantizar el pleno goce de los derechos”.
El congreso local decidió, como parte de la contingencia por el virus COVID-19,realizar la votación a puerta cerrada, lo cual consideramos una medida antidemocrática y evidentemente falsa, puesto que se aprovechan de la actual coyuntura para votar iniciativas a su conveniencia, en favor de los intereses de la clase que representan, la burguesía,
Ante tales medidas, es que grupos feministas protestaron afuera del recinto legislativo contra el autoritarismo y por la aprobación de la Interrupción Legal del Embarazo al ritmo de tambores y consignas que proclamaban el fin del patriarcado.
Es importante agregar que en días anteriores funcionarios públicos emanados del PAN, entre ellos Agustín Dorantes, dirigente de dicho partido en el congreso local, se posicionaron a favor del paro nacional de las mujeres del 9 de marzo. Este último personaje publicó una encuesta en la que se preguntaba estar a favor o en contra de la despenalización del aborto. Ya que los resultados finales de la encuesta daban a conocer una mayoría a favor de la propuesta de ley, el legislador panista eliminó la encuesta.
Estas acciones son solo una muestra de la total incongruencia e hipocresía por parte del PAN hacía los derechos de las mujeres.
¡¡La organización contra la clase reaccionaria y por la defensa de los derechos de mujer trabajadora es la alternativa ante los ataques de la burguesía!!
Es necesario entender de donde surge la violencia contra la mujer para poderla combatir eficazmente. Las cifras las conocemos y son espantosas, diariamente se asesina a diez mujeres en promedio, el acoso sexual y violencia machista se expresa en todos los poros de la sociedad, la casa, el transporte, las escuelas, el trabajo; no hay ningún lugar donde se reproduzca algún tipo de violencia a la mujer. Frente a esto hay varias propuestas para terminar con esta brutalidad. Por un lado los reformistas piensan que fortaleciendo el Estado de derecho –es decir la fuerza del Estado y sus leyes- va a ser la fuente de todo bienestar. El feminismo radical plantea que el enemigo fundamental es el hombre o lo masculino y entonces se debe de dar una lucha sin cuartel costra ello, esto implica el separatismo, lesbianismo y sugieren medidas individuales para que los “hombres se deconstruyan-. Por nuestra parte, pensamos que la violencia es parte integral de una sociedad dividida en clases, el patriarcado y sus expresiones machistas son, son una herramienta integrada de forma organiza al capital con la cual somete se beneficia, somete y mantiene su poder sobre la sociedad, por tanto nuestra alternativa es terminar con el capitalismo para terminar con la violencia de clase y género.
La violencia a la mujer no es un problema individual o que aparezca esporádicamente, sino que es un problema social, que ha perdurado a lo largo del tiempo y que una gran parte de las mujeres del mundo lo sufren. Se trata de una cotidianidad lacerante que tenemos que detener.
Dentro de la educación tradicional hacia la mujer, nos han enseñado a enfrentar la violencia, en un primer momento, de forma individual, generando sentimientos de culpa, “me paso por salir tarde de trabajar, por usar ropa provocativa, porque me gusta andar con los hombres, porque hay problemas familiares, porque nuestra relación no va muy bien, etc.” Todos estos planteamientos demuestran la visión que se tiene de la violencia, como un aspecto individual, o de pareja, sin embargo, la violencia en las relaciones intrafamiliares o de pareja, no es resultado de un comportamiento, de la ropa que se usa, de los malos sentimientos de una persona, es por el proceso de descomposición general que hay. Es el enloquecimiento colectivo en una sociedad que se pudre, pues esta rompe los límites de la casa y se manifiesta de forma brutal en las calles, en las escuelas, centros de trabajo, en todas partes. Por eso no se puede combatir a la violencia con llamados de atención, guardar silencio o esperar que cambie tu agresor.
La ignorancia, desesperación, el rencor, egoísmo, los celos, la desconfianza, el machismo (sentimiento general de que el hombre vale más que la mujer, que es más fuerte y puede disponer de la mujer a su antojo, porque el hombre domina y tiene dinero), todo se eleva por el aire y hace que las condiciones, de por sí brutales, se conviertan en un infierno. En este periodo todo lo peor sale a la superficie, porque es lo cotidiano en una sociedad en descomposición, se puede decir que es un grado máximo de enajenación.
El machismo es una enfermedad de la sociedad capitalista, se ha engendrado por miles de años en una sociedad dividida en clases. Se reproduce, no solo por los hombres, sino también por las mujeres, es una parte de la ideología de la clase dominante, por ende, es parte de lo que se enseña en las escuelas, de lo que reproduce el estado, se reproduce en los medios de comunicación y en la iglesia; como consecuencia no se puede esperar que un cambio personal o cultural de algunos pocos rompa con la educación o enseñanza de miles de años. Es una forma de mantener a la sociedad dividida y desorganizada para que el control de la burguesía perdure, particularmente de los hombres de la burguesía.
La mujer, desde hace siglos, ha significado la propiedad privada del hombre, por el papel que juegan en la sociedad, no se toma en cuenta su trabajo en la casa, en el ámbito laboral está subordinada a los trabajos de los hombres, es tomada como un apéndice. Es decir, es desvalorizada en todos los aspectos, no solo económicos, sino moral, político, intelectual y se coloca en una posición de vulnerabilidad general frente a los hombres y la sociedad.
A partir de una sociedad dividida en clases, la mujer pasó a ser la esclava individual del hombre, siempre dispuesta a satisfacer sus necesidades más bajas, a costa de la dignidad y personalidad de la mujer. El machismo deriva precisamente de la sociedad dividida en clases, y ha existido durante mucho tiempo, incluso antes del capitalismo, pero el hecho de que hoy, particularmente la situación de la violencia a la mujer sea mayor y más visibilizada, no es porque apenas aparezcan los resultados del machismo y la violencia que este engendra hacia la mujer. Ahora con las redes sociales es más fácil denunciar, las mujeres han dado pasos al frente en la defensa de sus derechos y denuncian las agresiones de las que son víctimas, cada vez se vuelven más fuertes en el terreno de la cotidianidad y no se dejan, pero lo fundamental de la exacerbación de la violencia viene de otra parte, de una sociedad en que los cauces para evitarla se han perdido, donde nadie respeta las leyes mínimas de convivencia.
Desde que se comenzó la guerra contra el narcotráfico, el estado capitalista -que es el que mantiene el monopolio de la violencia y que se encarga de mantener la civilidad mínima para hacer avanzar los negocios de la burguesía- ha perdido el control real de las cosas, además, la burguesía y el imperialismo han utilizado esta guerra civil para mantener a salvo sus negocios y no tienen ningún interés de cortar la violencia, porque esta justifica un estado de militarización, miedo y secularización.
Es en este ambiente donde los que tienen la fuerza, los grupos del narco mejor armados, son los que controlan y asumen el papel del estado, donde la ley de la selva es lo que prima, no es raro que la fuerza se imponga en las instituciones, en la sociedad, en la familia, en las relaciones de pareja. No solo es el machismo, no solo es la crisis del capital, la que lleva a un grado de locura, deformación y psicopatía de la gente, sino que se trata de una enfermedad social que contagia a todas las capas de la sociedad, incluida la familia. Como las mujeres, los niños y los jóvenes son los más indefensos, los que menos organizados están, los más débiles en términos de fuerza bruta, los que no están armados, pues son los que pagan con más sangre este proceso de brutalidad y odio.
Terminar con la violencia no es sencillo porque no se trata de normas de convivencia, ni de comportamiento personal, es un problema estructural que solo va a terminar definitivamente con el derrumbe del capitalismo y su estado patriarcal. Hay quienes aducen que el problema es por la crisis de masculinidad, por problemas culturales o de enseñanza, pero la realidad es, que el problema es la más cruda descomposición del sistema de producción capitalista.
Asumirlo como una crisis de masculinidad es plantear que el problema de la violencia es el hombre en abstracto, restándole todo el trasfondo social que hay. Además lo que plantea esta idea es que hay que decontruirse, es decir de forma individual reconstruir tu masculinidad para no hacer daño. Como si el problema del machismo fue personal y no un problema social.
Una vez dicho esto, nuestro planteamiento no puede ser el esperar a que la revolución socialista se presente. Esa no es una posición revolucionaria, tenemos que ir avanzando y conquistando espacios, victorias dentro de este sistema para hacer la opresión menos violenta. Es por eso que, nuestra tarea es sentar las bases de la organización política que nos permita luchar por derechos básicos en el marco de la sociedad burguesa, como la igualdad entre hombres y mujeres, en las cuestiones salariales y derechos laborales, la necesidad de que las mujeres decidan sobre su cuerpo -sí al aborto legal y gratuito, etc.-, por leyes que ayuden a visibilizar de forma más clara la violencia, etc.
No nos oponemos a los centros de apoyo a la mujer, o al hecho de que exista la alerta de género, los protocolos de género en escuelas, centros de trabajo, etc., nuestra intervención debe apoyar estas medidas reivindicativas inmediatas que, aunque no resuelven el problema de fondo, nos ayudará a entender mejor que el problema de la violencia contra la mujer no se terminará por tener más leyes o derechos, que el problema no son más o menos leyes, sino el capitalismo.
El gran problema del que partimos ahora mismos como organización es que el gran movimiento de mujeres que se ha levantado por olas en el último periodo, busca instintivamente frenar la violencia a la mujer de forma equivocada, aducen cambios culturales, organización de mujeres separadas y una guerra permanente contra los hombres. Eso no sirve. Nuestra tarea es hacer avanzar el nivel de conciencia, al mismo tiempo que las pequeñas fuerzas de los marxistas logran fortalecerse. Para lograr este objetivo tenemos que desarrollar consignas de transición, la cuales nos ayuden a enlazar las demandas actuales contra la violencia, con demandas que nos permita explicar que bajo el capitalismo no hay salida. Algunas de estas consignas de transición pueden ser: el establecimiento de asambleas mixtas en centros de trabajo, escuelas y colonias para discutir la problemática de la violencia a la mujer, esta misma asamblea asumir las tareas de seguridad en zonas de violencia -esto lo que implica de forma directa son comités de seguridad, comités de autodefensa o policías comunitarias en las regiones más violentas y donde más atacan a mujeres-; estás mismas asambleas pueden convertirse en tribunales populares, cuando se agarre a un agresor y tomar las medidas pertinentes para sancionar, requisar sus bienes para ser utilizados para el mismo movimiento; requisar bienes inmuebles de violadores y feminicidas para conformar Casas de Paz, donde el gobierno tenga la obligación de dar apoyo económico a estos espacios y que se brinde apoyo psicológico, legal, económico y de cualquier otro tipo a toda mujer violentada. Estos espacios deberían estar organizados por las asambleas barriales contra la violencia. Luchar por un plan de vivienda para mujeres que han sufrido algún tipo de violencia, guarderías, lavanderías y comedores públicos suficientes para que las tareas del hogar sean asumidas por el estado, etc.
Creemos que abriendo el debate sobre estas ideas y consignas podemos ir ganado a los sectores más conscientes del movimiento de mujeres y ganarlas para la lucha por el socialismo.
El día miércoles 11 de marzo, se realizó una asamblea en explanada central, aproximadamente a las 12:30 hrs., dónde participaron los tres sectores de la comunidad universitaria: maestros, estudiantes y trabajadores del Colegio de Ciencias y Humanidades, plantel Vallejo.
La problemática de violencia de género y acoso sexual en la universidad se ha visto en aumento y pareciera no tener fin. Cada vez son más las mujeres estudiantes y trabajadoras, que a diario sufren agresiones sexuales por parte de profesores, compañeros y autoridades. Claro está que la violencia no es exclusiva de la UNAM, sino que es la pura descomposición social reflejada en la universidad. En este sentido, es una problemática que nos aqueja a estudiantes, mujeres, trabajadores y cualquier persona perteneciente a la clase obrera.
Las y los compañeros que nos organizamos en las Juventudes Marxistas fuimos partícipes de este proceso, armamos comisiones para salonear, donde se invitaba a los estudiantes a que asistieran a la mesa de diálogo con directivos que se llevaría a cabo a las 12:00 hrs. en explanada, acerca del seguimiento de la respuesta al pliego petitorio. Ésta mesa nunca se realizó, ya que nunca hizo acto de presencia la directora del plantel. Seguido de esto se dio inicio a la asamblea.
Dentro de CCH Vallejo existe la violencia y las autoridades no lo pueden tapar con el dedo; sabiendo así que los protocolos y las medidas que toman directivos y jurídico son ineficientes, y solo optan por cambiar de grupo a profesores que han tenido acusaciones, suspenderlos algunos días e incluso decir a las compañeras: “Espérate, ya casi sales. No tiene caso que denuncies”. Este tipo de prácticas de las autoridades van orientadas a ignorar las denuncias formales, el conocimiento real y comprobado de maestros acosadores. No implementan una sanción real, abonan al ambiente que en la UNAM se tiene, de rabia justificada y sólo son como leña al fuego de la lucha.
No es raro que en la asamblea todo se orientará a denunciar públicamente a profesores y trabajadores y gritar de nuevo que las que van a denunciar se les revictimiza y no se les da acompañamiento integral. No es raro que la asamblea ubicara a uno o dos maestros con más denuncias formales e informales. Que frente a la necesidad de dar una respuesta y castigo, la asamblea les exigiera su renuncia y la expulsión del plantel. Al profesor Teófilo, presente en la asamblea, una estudiante lo miró a la cara y le dijo: “Yo tenía miedo de denunciar, por qué sabía que no iban a hacer nada, por qué si usted se enteraba me iba a reprobar y sufriría hostigamiento, pero hoy estoy aquí y de frente le digo: usted es un acosador y basta de esto en la universidad”.
El micrófono quedó abierto, y cada vez se iban sumando más compañeras que denunciaban al profesor Teófilo Peña de biología. Varias veces ha aparecido el nombre de éste profesor en los tendederos de denuncias y toda la comunidad sabe que tiene prácticas machistas y violentas. En esta asamblea se exigía la renuncia de este profesor y las autoridades quedaban como testigos que no se quiere nunca más su restitución. En particular hubo una alumna que dirigiéndose hacia el profesor Teófilo hizo su denuncia pública, exigiendo a este que la volteara a ver y renunciara, en el fondo se oía a toda la comunidad al grito de: “¡Yo si te creo!”. Igualmente una profesora tomó el micrófono y denunció acoso y hostigamiento por parte de 3 personas del personal de directivos. A lo largo de la asamblea hubo otras alumnas que valientemente pedían la participación y denunciaban.
La asamblea tomo un carácter de juicio colectivo con toda la autoridad y poder político de decidir qué hacer y tomar acciones. Se le pidió la renuncia al profesor y dirigir éste caso a jurídico, que se redactara el documento de su destitución. Finalmente los estudiantes sacaron al profesor del plantel gritando consignas como: “¡Fuera acosadores de la UNAM!”. Por último se organizaron comisiones dónde acudieron al MP a interponer las denuncias legales.
La asamblea fue colectiva dónde no solo participaron grupos minoritarios ni mucho menos sectarios, sino todo lo contrario, participó toda la comunidad estudiantil (mujeres y hombres), gracias a esto y a la presión colectiva, fue que hicimos que el profesor renunciara. Fue una salida triunfante para nosotros, esta es una muestra de lo que la organización estudiantil puede resultar y estos son pequeños pasos.
¿Cómo combatir la violencia y el acoso en la UNAM?
La presión colectiva que se hizo para la destitución de un maestro fue la última salida que los estudiantes vieron en sus manos como forma de combatir la violencia y, sobre todo, darle un giro a la izquierda a las autoridades ineptas que solo encubren los casos de acoso y no mueven ningún dedo. Contario a otras prácticas del feminismo y el separatismo, que optan por el punitivismo, el linchamiento y las acciones aisladas como el famoso “scracher” dónde un grupo de chicas reducido, ubican a la persona acusada de acoso, van a dónde sea que se encuentre, lo ridiculizan y expulsan en ese momento de manera simbólica para después comenzar un proceso de hostigamiento, lo que no resuelve el problema de raíz, sino que genera una histeria y miedo entre los miembros masculinos de la comunidad en general. A eso le apuesta el punitivismo y el separatismo, a generar terror, lo que no sólo cuarta la participación política de hombres sino también de mujeres que no estén de acuerdo con esas prácticas. Lo que sucedió en Vallejo está muy lejos de ser una práctica de linchamiento, más bien podríamos ubicarlo en un juicio popular, estudiantil, una acción de masas totalmente justificada. Al profesor expulsado (que ya contaba con varias denuncias) jamás se le humilló o se le ridiculizó. Es más, las chicas valientemente lo encararon y denunciaron. Claro que, frente a este acosador evidente, la asamblea exigía una respuesta y esa fue que el profesor renunciara y fuera destituido. Las autoridades estuvieron presentes, ellos lo protegieron y jamás existió un acto de violencia hacia a él u otro maestro.
Ahora exigimos que las autoridades comiencen el proceso legal para formalizar la destitución de este profesor. Las asambleas colectivas entre la comunidad universitaria gozan de toda libertad de reunión, de un total carácter resolutivo y son una necesidad latente ante las instancias como jurídico, o dirección. Ahora bien ¿La renuncia y expulsión de un maestro terminará con la violencia de género y el acoso en el plantel? ¿Haremos juicios populares a cada uno de los maestros señalados? Creemos que esto no resuelve de raíz un problema resultado de un sistema en putrefacción.
La demanda contra la violencia y el acoso es una demanda revolucionaria que no se resuelve con protocolos en papel sino destruyendo las relaciones sociales bajo el capitalismo que mantienen la opresión más cruda hacia la mujer. Es necesaria la organización unificada de la comunidad.
La Liga de Mujeres Revolucionarias se unió al paro nacional de mujeres, convocado para el 9 de marzo pero en lugar de desaparecer y quedarnos en nuestras casas, decidimos salir nuevamente a las calles. Comenzamos con un mitin y tendedero de denuncias en la antimonumenta contra los feminicidios frente a Bellas Artes. Personas que iban pasando se quedaban a escuchar, algunos tomaron la palabra, otros se solidarizaron con la marcha que salió hacia Palacio Nacional. Esto con el motivo de entregar una carta que exponía el caso de Sara Abigail Salinas, víctima de feminicidio, ocurrido el 25 de agosto del 2019 sin que haya ningún detenido a la fecha.
En la marcha estaban presentes familiares y amigos de Sara, incluyendo sus papás. También vecinas de Dulce Nelly, una joven que fue a buscar trabajo en el municipio de Chalco y desapareció, no regresó a casa, levantaron la voz por justicia para ella. Laura Sánchez, madre de la pequeña Victoria Regina, se sumó a la actividad. El padre de su hija se la ha quitado por medio de la complicidad de otras personas y con engaños, hasta ahora no sabe nada de ella. No son casos aislados, el Estado no nos protege.
En la marcha que transcurrió por calles del centro se gritaba: “Ni una más ni una más ni una asesinada más”; “Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”; “No, no, no es un acto aislado, los feminicidios son crímenes de Estado”. Haciendo alusión a las desaparecidas se coreaba: “Porque vivas se las llevaron vivas las queremos”. Se exigía justicia para Sara Abigail, para Dulce Nelly, para Victoria Regina y el resto de las víctimas.
Nos dirigimos hacia Palacio Nacional y ahí nuevamente expusimos cuál es la situación actual de las mujeres bajo éste sistema y nuestra posición política en cuanto a terminar de raíz con la principal causa de la violencia y los feminicidios, que es el sistema capitalista. Otras madres tomaban el micrófono y exponían casos desgarradores de impunidad frente a los feminicidios de sus hijas. Nuestra voz fue escuchada por las personas presentes. Algunos medios de comunicación documentaron la actividad. Logramos entregar el oficio en presidencia. Se hizo un llamado a mantenernos organizados y luchando por la defensa de las mujeres, por justicia para Sara Abigail y contra el capitalismo.
Más de ciento cincuenta mil mujeres y hombres marchamos en las calles de la Ciudad de México, nos dimos cita en el Monumento a la Revolución, que no fue capaz de albergar a los que salimos a manifestarnos rumbo al Zócalo de la Ciudad de México, la rabia, la indignación se hizo presente, la manifestación se replicó por todo el país, no es casual, la ola de violencia y feminicidios es grotesca.
Desde temprano el transporte público colapsó, metro, metrobús, podíamos observar que grupos de mujeres, grupos mixtos, estudiantes, trabajadoras y familias se trasladaban a la cita de la manifestación, por toda la ciudad podías observar algún sello distintivo de la marcha, una prenda morada, o el pañuelo verde atado al cuello o en los puños.
A la hora de la cita, 2 de la tarde, prácticamente el Monumento a la Revolución era inaccesible para los manifestantes. Las calles aledañas estaban llenas. Al iniciar la manifestación rumbo al Zócalo, una auténtica rebelión recorrió las calles de la Ciudad de México, la razón: la violencia, los feminicidios, el acoso, la desigualdad y la crisis económica.
La rabia desbordó las calles
La marcha fue lenta pero segura, a pesar de que la cita era a las 2:00 pm las mujeres comenzaron a llegar desde la 1:00 pm, miles y miles, por lo que la marcha comenzaría a avanzar y para las 2:00 pm la plaza del Monumento a la revolución ya estaba llena, si habías acordado verte con tus amigas estoy segura que se te complicó mucho dar con ellas.
Avanzamos y la emoción era enorme, pero la rabia nuestro motor, todas llevamos pancartas exigiendo justicia, respeto y señalando al culpable de este horrible ambiente de violencia que vivimos las mujeres: “El Estado opresor es un macho violador”. Gritamos: “vivas nos queremos”, “ni una más, ni una asesinada más”. No había un orden específico, todas llegamos a convivir en algún momento dado. Actos simbólicos y performances acompañaron la marcha.
Miles nos dimos cita este #8M
A cada paso demostramos el poder del movimiento femenino en México. Hubo muchísimas expresiones durante la marcha, pero lo que considero más significativo fue la serie de manifestaciones de mujeres trabajadoras desde sus espacios, saliendo a los balcones, con sus uniformes, que denotan que son trabajadoras de la limpieza, a saludar y mostrar solidaridad. Vimos a las meseras en los restaurantes con sus mandiles y una nota de: “Estoy con ustedes”, o las compañeras trabajadoras de una taquería con pañuelos verdes en la mano agitándolos y una manta morada que decía: “ni una más” nos recordaban el motivo histórico de la movilización del 8 de marzo, un día para reivindicar a la mujer trabajadora y luchar por sus derechos laborales, un salario digno y condiciones de trabajo dignas, la necesidad urgente de un proceso de lucha revolucionaria y de clase, que se manifestó en la movilización.
Las pintas y las acciones que reflejaron rabia e indignación se hicieron presentes y mientras unas eran las autoras al fondo el respaldo se externaba con un “fuimos todas”.
El grito de “fuimos todas” estuvo presente en tosa la manifestación
Cuando los primeros grupos de la manifestación arribaron al Zócalo de la Ciudad de México nos encontramos con que la Catedral Metropolitana estaba rodeada por grupúsculos de derecha, su número no rebasaba las 100 personas, con rosarios en la mano, algunos haciendo el saludo fascista, intentaron confrontar a los contingentes, pero se vieron rebasados. Esa es la verdadera fuerza de los grupos de la ultraderecha en nuestro país, en contraste observamos un pujante movimiento de mujeres y hombres con un alto potencial revolucionario que comienzan a cuestionar el origen de la violencia y al propio sistema capitalista. Eran múltiples las pancartas donde los asistentes señalaban al capitalismo y hacían un llamado a la lucha contra el sistema.
Cientos de mujeres, particularmente jóvenes, derribaron las vallas que cubrían la estructura del templete de un concierto de música realizado el día anterior. Rápidamente fue ocupado por mujeres, pancartas y consignas, ese escenario se convirtió en un mitin alternativo al que se desarrollaba en ese momento frente a Palacio Nacional.
Durante 4 horas miles de personas fueron llegando al Zócalo, se formaron diversos grupos que permanecieron en la plaza, intercambiando información, gritando consignas, escuchando el mitin, pegando carteles, pintando consignas en el suelo.
México feminicida se leyó en el templete que cientos de mujeres ocuparon
Las compañeras de la Liga de Mujeres Revolucionarias y La Izquierda Socialista pusimos una carpa informativa con materiales políticos, nuestro periódico y volantes, conversamos con decenas de mujeres y realizamos un acto de protesta por el feminicidio de Sara Abigail Salinas, ocurrido el año pasado en el municipio de Zempoala, Hidalgo. Tras abrir el micrófono en el templete del mitin central a los familiares de víctimas de violencia y feminicidios pudimos participar exponiendo el caso.
Acción directa y acción de masas
Un debate implícito dentro del movimiento es sobre el uso de la acción directa para hacer patente la protesta y la rabia justificada de las mujeres ante los feminicidios y el acoso. Podemos observar un fenómeno peculiar, entre los sectores más frescos y jóvenes que no existe de primera mano un rechazo a la acción directa que algunos pequeños grupos realizan en las manifestaciones. Tras derribar las vallas en el Zócalo de la Ciudad de México, la reacción inmediata de cientos de compañeras fue el grito de “¡fuimos todas!”, inmediatamente se ocupó el escenario por las compañeras.
Al grito de algunos sectores de la manifestación a la no violencia, la respuesta de miles fue: “¡no es violencia, es autodefensa!” Tal vez esto pueda ser secundario, pero refleja un cambio de consciencia de miles de compañeras, particularmente entre los sectores más jóvenes que han entrado a la lucha.
El Estado burgués ha fracasado para garantizar la seguridad de las mujeres, en particular las estudiantes, trabajadoras y las que vivimos en los barrios populares. Su aparato burocrático impide que que la mayor parte de las denuncias contra feminicidio y violaciones no procedan, los asesinos, violadores y violentadores estén libres y el clima de impunidad y corrupción que chorrea los poros del capitalismo mexicano ocasiona que la mentalidad delincuencial tome valor ante sus víctimas, porque sabe que la justicia burguesa está podrida y gozará de impunidad.
Ante esa situación la idea de la autodefensa popular no es una idea descabellada, esa idea está presente en la mente de las mujeres participantes en las manifestaciones cuando se grita “¡la policía no me cuida, lo hacen mis amigas!”, o cuando se hace referencia a la necesidad de la autodefensa ante la violencia del Estado y ante los feminicidios. Esta idea incipiente debe desarrollarse y poner en práctica de manera organizada, respaldada por asambleas multitudinarias de estudiantes, pobladores, trabajadores en las escuelas, barrios y centros de trabajo.
La acción directa sobre los monumentos, instituciones bancarias, símbolos de las empresas transnacionales, medios de comunicación, ya es una práctica común en las manifestaciones por parte de algunos grupos; en un primer momento reciben el apoyo al menos pasivo de los que acuden a las marchas, se puede decir que en un primer momento está justificado, sin embargo deberíamos profundizar sobre el balance de las acciones para que estas sean contundentes, radicales y tiendan a transformar profundamente esta sociedad.
El capitalismo y su super-estructura ideológica de opresión no descansa sobre los símbolos o lo monumentos, sino sobre las relaciones sociales de producción que lo sostienen, sobre el trabajo asalariado de millones de trabajadoras y trabajadores, cuyo fruto de trabajo se apropian un puñado de parásitos capitalistas. El ímpetu de miles de jóvenes para destruir los símbolos, se debería canalizar para organizar a millones de trabajadores sobre los que descansa la producción de riqueza bajo el actual sistema.
Un primer paso será la propuesta de paro nacional del 9 de marzo, sus resultados deberíamos analizarlos y debatirlos con profundidad. Debemos preguntarnos ¿qué pasaría si los millones de trabajadores de este país paralizáramos la producción de manera organizada y contundente? Eso sería un duro golpe para el sistema capitalista.
Fortalecer la organización en las escuelas, centros de trabajo, en los barrios, con una perspectiva revolucionaria y de lucha contra el capitalismo, es una tarea y un debate fraterno que debemos de dar dentro del movimiento actual.
La acción debe dirigirse contra los pilares del sistema capitalista
Tareas para el movimiento
Dejamos claro que la fuerza de las mujeres trabajadoras y jóvenes, incluso niñas, es inquebrantable. Días atrás adolecentes de secundaria y preparatoria se organizaron para correr a profesores acosadores; en la UNAM estudiantes organizadas libran una batalla contra las estructuras universitarias reflejo de un sistema machista y patriarcal. El feminicidio de Ingrid y Fátima, y la organización que comienza a darse en el IPN, cuando vimos en varias escuelas como las chicas se organizaban para impulsar tendederos de denuncias, fueron acontecimientos que se acumularon en la marcha del 8M. Aunque la marcha fue poderosa y este 9M hay un llamado a un paro de mujeres debemos preguntarnos ¿Qué tareas necesitamos impulsar para continuar la lucha?
En primer lugar, tenemos que decir, que el paro será un ensayo, prueba y error, pues de manera concreta se hizo el llamado a una acción simbólica de lo que significaría que no hubiera mujeres, como si desaparecieran de la faz de la tierra, de la nada y es una situación absurda pues lo que manifestaría sería la perpetua relegación de la mujer a lo doméstico y la invisibilización social. Bajo el capitalismo y la sociedad dividida en clases este ha sido el papel que le ha destinado a la mujer: objeto domestico incapaz de participar en el desarrollo social.
Entonces debemos dejar claro que este no es más que un llamado superficial, pero que la consigna de paro de mujeres debería impulsar tomas de espacios públicos para la realización de cualquier actividad política, como tendederos sobre qué es el feminicidio, charlas sobre la lucha de las mujeres, mítines cierres de calle, etc. Que sea un paro que destine un golpe al capital.
Es urgente la educación política dentro del movimiento femenino, nos pareció increíble que sólo nosotras como Liga de Mujeres Revolucionarias lleváramos, periódicos o cuadernillos con temas de la mujer. Necesitamos formarnos para combatir el oportunismo de la derecha, pero sobre todo para impulsar un programa de lucha.
Tenemos que hacer reuniones de balance político sobre el 8M, 9M y sacar conclusiones orientadas a superar lo que hemos hecho hasta el día de hoy.
A reorgnizar el movimiento tras las jornadas del #8M y #9M
Esta marcha nos enseñó que incluso nuestros compañeros de clase, como un deber histórico, tienen que luchar con nosotras para defender las conquistas del proletariado, que el Estado mantiene las condiciones institucionales de una violencia incrustada hasta la médula en la sociedad.
Y que para poder ganar la batalla contra la violencia machista y los feminicidios debemos declararle la guerra al sistema capitalista y patriarcal, pues mantiene una crisis permanente que acentúan la opresión hacia la mujer al doble.
Empecemos a hablar de un programa socialista para las mujeres y organicemos el cumplimiento de la promesa revolucionaria: la emancipación de las mujeres y las hijas de la clase trabajadora.
El 8 de marzo de 2020 será recordado como el día en que miles de queretanas salieron a las calles para ser visibilizadas y escuchadas por un Estado opresor que defiende las agresiones machistas.
La Plaza Constitución, situada en el centro histórico de la capital, fue el punto de encuentro para esta jornada de protesta.
La cita fue a las 4 de la tarde, y a los cuantos minutos la plaza lucía casi llena. Entonces comenzaron con el cacerolazo, es decir, hacían sonar cacerolas con palas y utensilios de cocina y tambores para ser escuchadas al tiempo que coreaban consignas en contra de la violencia machista y los discursos reaccionarios.
La marcha se conformó por varios contingentes, como son: familiares y víctimas de violencia, adultas, maternidades e infancias, ciclistas, etc. Recorrieron la calle de Juárez para llegar a avenida Zaragoza, seguir hasta el “tanque” y regresar a su origen, la plaza de la constitución. Ya por la noche, una joven realizó un performance y compartió sus experiencias de violencia.
Según reportes oficiales, la marcha tuvo una asistencia de más de 10,000 mujeres, lo cual es muy destacable y deja ver la gran cantidad de personas que se unieron al llamado para denunciar la violencia de género y que están dispuestas a luchar por un mundo de igualdad, libre de toda forma de opresión y violencia.
Para poder luchar con éxito contra la opresión de las mujeres, necesitamos una teoría coherente capaz de proporcionarnos un análisis válido y una estrategia y táctica concretas. Sin esto, existe el peligro de que la lucha se limite a un alivio superficial de los síntomas.
La opresión de la mujer hoy se manifiesta de muchas maneras diferentes. Entre las más brutales se encuentran ciertamente la violencia y el asesinato. Por ejemplo, en 2018, según datos del Estado español, se presentaron más de 125.223 denuncias por violencia contra las mujeres, y en el año 2019 fueron asesinadas 55 mujeres, comparado con 47 en 2018. En 2017, se registraron 2.219 denuncias por violación, de las cuales sólo se investigó el 68%.
Aparte de las evidentes desigualdades, como la desigualdad salarial entre hombres y mujeres, la opresión sistemática de las mujeres tiene lugar principalmente entre bastidores. Por ejemplo, en las familias con al menos un niño (menores de 5 años), la mayoría del trabajo doméstico lo realizan las mujeres. La mayor parte del trabajo a tiempo parcial (73%) y del trabajo precario también lo realizan las mujeres, y la proporción de mujeres desempleadas es mayor que la de los hombres. La pensión media de las mujeres (742€ in 2019) es mucho más baja que la de los hombres (1.191€).
El resultado es una tendencia de las mujeres a depender financieramente de su pareja. Esta desigualdad material también es una realidad en los países donde toda la desigualdad ha sido eliminada sobre una base legal. En otras palabras, no basta con combatir los síntomas de la opresión a un nivel puramente legal, orientándose hacia la reforma.
Existe una capa de la sociedad capitalista que se beneficia masiva y directamente de la opresión de la mujer: las capitalistas y los capitalistas. Por un lado, se benefician directamente de los salarios más bajos de sus empleadas. Por otro lado, los salarios más bajos de las mujeres han servido históricamente como un medio para ejercer presión sobre los salarios de los empleados varones. Sobre todo, los capitalistas se benefician indirectamente de cualquier desigualdad entre los trabajadores y las mujeres trabajadoras porque divide a la clase obrera y hace más difícil la lucha unida contra el sistema.
La desigualdad de género, así como otros mecanismos de división: como el racismo, la homofobia, etc., se convierten de este modo en pilares importantes para el mantenimiento del sistema capitalista, están estrechamente entrelazados con él y por lo tanto son mantenidos activamente por los capitalistas y sus medios de comunicación. Por lo tanto, la liberación de la mujer en este sentido está en conflicto directo con los intereses de la clase dominante y sólo se puede ganar con una lucha anticapitalista consecuente.
Feminismo
Muchas teorías feministas tienen su origen en la “tercera ola” del feminismo de los años 60 y 70. Varios movimientos sociales surgieron en ese momento después de un largo período de paz de clases. Durante este período, los partidos socialista y comunista europeos se adaptaron fuertemente a la burguesía. Defendían el sistema capitalista, cedían a los prejuicios de ciertas clases y, por lo tanto, no eran un punto de atracción para las mujeres que se radicalizaban. Bajo la contrarrevolución estalinista en la Unión Soviética, importantes logros de la revolución fueron revertidos y el marxismo quedó simplificado a un esquema mecánico. Esto es precisamente lo que las feministas criticaron.
Llegaron a la conclusión de que: “Incluso bajo el socialismo soviético las mujeres no fueron liberadas. Por lo tanto, debemos organizarnos por separado y librar una lucha independiente para liberar a las mujeres”. Aunque algunos de estos grupos tenían una autoimagen revolucionaria, no comprendían de dónde viene la opresión de la mujer y por lo tanto cómo se puede superar.
Este hecho se puede ver en el feminismo postmoderno, para el cual el patriarcado existe independientemente del capitalismo. Por consiguiente, los trabajadores ya no deben luchar contra los capitalistas, sino las mujeres contra los hombres. Sin embargo, ignoran el hecho de que la sociedad está dividida en clases. Al no culpar al capitalismo, todos los que “no están oprimidos” tienen la culpa: los hombres blancos y heterosexuales, en su lógica, se convierten así en la causa de la opresión.
¿Cómo explican los marxistas la opresión de la mujer?
El patriarcado (por el cual entendemos un sistema familiar que recluye a la mujer en el hogar y sitúa al hombre como cabeza de familia y como sostén económico principal de la misma) surgió en la transición de la sociedad paleolítica sin clases a la sociedad de clases debido al desarrollo de los medios de producción. Bajo el comunismo primitivo no existía la propiedad privada, todo pertenecía a todos y la mayor parte se consumía directamente. Con el desarrollo de la agricultura y la ganadería (Revolución Neolítica), los métodos de producción cambiaron: con los nuevos medios de producción, diferentes sociedades podían por primera vez producir más de lo que podían consumir. Esto tuvo un impacto en la posición de los sexos. Nació la propiedad privada, se formaron clases, divididas en clases propietarias y creadoras de riqueza: surgió la esclavitud.
El hombre de repente pasó de ser el primigenio “proveedor de alimentos” a ser el “propietario”. Esto cambió su posición dentro de la familia. Sin embargo, debido al linaje matrilineal original (donde no existían parejas y la madre determinaba la descendencia), no podía legar sus posesiones a sus propios hijos. Así que se hizo necesario romper la herencia de la madre a sus hijos, surgió la familia monógama dominada por el hombre.
La posición de la mujer trabajadora
La mujer trabajadora en el capitalismo toma una posición precaria. Soporta una explotación múltiple como trabajadora, como ama de casa y como enfermera de niños y ancianos. Originalmente, el salario del trabajador era suficiente supuestamente para sostener a la familia y reproducir la siguiente generación de fuerza de trabajo que necesitaban los capitalistas. Esto fue acompañado por la exclusión de las mujeres de los derechos políticos y económicos. El trabajo socialmente necesario para el sostenimiento del hogar y la crianza de los hijos estaban incluidos dentro del salario del hombre. Pero con el desarrollo capitalista posterior, y la incorporación masiva de la mujer al trabajo fuera del hogar, hizo que se necesitaran ambos salarios para sostener a la familia, debido al interés de los capitalistas por reducir al mínimo el salario de sus trabajadores.
Durante el período de auge económico, el capitalismo saca a las mujeres del aislamiento en el hogar y las introduce en el mundo del trabajo; se necesitan más trabajadores. En tiempos de crisis, las mujeres son expulsadas del mercado de trabajo y vuelven a la cocina, sus empleos se recortan más rápidamente – especialmente en el trabajo no cualificado y a tiempo parcial, que es fácil de reemplazar. Vemos, entonces, que el capitalismo utiliza modelos patriarcales para poder utilizar mano de obra barata e intercambiable a voluntad, según las necesidades de su clase dominante. Hoy en día, las mujeres de los sectores de bajos salarios y de trabajo a tiempo parcial son siempre las primeras en sentir los efectos del auge y crisis del mercado laboral. Históricamente, las mujeres han desempeñado un papel central en las revoluciones rebelándose contra la opresión como trabajadoras y como mujeres. Uno de los innumerables ejemplos es la Revolución Rusa de Febrero de 1917, que comenzó con un levantamiento de mujeres que hacían cola para obtener pan.
¿Cuál es el siguiente paso?
El trabajo de cuidado del hogar y de la crianza de los hijos es realizado mayoritariamente por mujeres que además tienen que trabajar para tener un salario regular, sufriendo así una doble explotación. ¡Este trabajo en el hogar es socialmente necesario y debería estar socializado! Concretamente, esto significa que se necesitan guarderías estatales y gratuitas en todo el país para todos aquellos que las necesitan. También se necesitan lavanderías y comedores públicos y gratuitos, que puedan utilizarse cuando sea necesario. El progreso técnico debería seguir desarrollándose de tal manera que el resto de las tareas domésticas se reduzcan al mínimo.
La lucha por la igualdad de salarios sólo puede tener éxito si se lucha junto con los trabajadores contra la opresión sistemática. La lucha organizada, como las huelgas, es el arma más fuerte y efectiva de la clase obrera para arrancar mejores condiciones de trabajo a los patrones. Sin embargo, estos medios sólo tienen éxito si cuentan con un amplio apoyo –para lo que necesitamos tanto mujeres como hombres. Si los movimientos de los últimos años nos muestran algo claramente, es que la voluntad de lucha de la población femenina es fuerte y va en aumento. Sin duda, cuando las luchas existentes se unen, cuando las mujeres trabajadoras luchan junto con los trabajadores contra el sistema que los oprime a todos, la revolución está a las puertas