Una de las más importantes conquistas de la revolución mexicana fue la expropiación petrolera con Lázaro Cárdenas. Como Trotsky dijo: “La expropiación del petróleo no es ni socialista ni comunista. Es una medida de defensa nacional altamente progresista”. La cual apoyó sin abandonar su programa. A partir de la expropiación petrolera se dio paso a la nacionalización de la electricidad, la banca, las comunicaciones y la creación de toda una serie de empresas estatales. El Estado tuvo que intervenir fuertemente en la economía para conseguir un desarrollo económico, esto también es un reconocimiento del débil papel de la burguesía nacional, incapaz de jugar un rol progresista para cumplir la tarea básica del desarrollo capitalista y la mínima independencia nacional.
Las nacionalizaciones empujaron el desarrollo
Fue tras Cárdenas y las nacionalizaciones que el país experimentó el mayor desarrollo económico de su historia, éste también tuvo condiciones internacionales favorables que lo permitieron, como la guerra mundial (de la cual se favoreció económicamente México) y la reconstrucción económica en la posguerra.
El modelo keynesiano mexicano entró en crisis, la economía no se diversificó ni eliminó las contradicciones de la economía de mercado que seguían siendo las imperantes. La ausencia de control obrero en la producción llevó a corrupción extrema en las empresas estatales y a su parálisis.
Tras el cambio de modelo, vimos una integración mayor de la economía mexicana al mercado mundial, más específicamente un incremento y dependencia hacia el vecino del norte. La burguesía nacional mostró una vez más su parasitismo, no solo recibió las empresas estatales a precio de regalo, también, cuando llevó éstas a la quiebra, recibió rescates estatales que triplicaron el monto de recursos que el Estado recibió de su venta. Hoy los opositores a la reforma energética de AMLO dicen que el manejo Estatal de la electricidad sería algo muy costoso, pero olvidan que nos ha costado más la empresa privada, parasita y acostumbrada a ordeñar los recursos públicos.
El nuevo modelo capitalista, el neoliberal, enfrentó resistencia. No solo fueron las privatizaciones, también vivimos una contraofensiva que comenzó a arrebatar cada una de las conquistas conseguidas tras la revolución mexicana, no solo privatizando las empresas estatales sino también arrebatando los derechos para obreros, campesinos y sus hijos. Hay que recordar las distintas luchas en defensa de la educación, la resistencia obrera en contra de los cambios reaccionarios a la Ley Federal del Trabajo, las protestas del Campo “No Aguanta Más”, las grandes movilizaciones en defensa del petróleo, la histórica batalla del SME en contra de la privatización y la injerencia del capital privado en la industria eléctrica (que el Estado contestó con el cierre de Luz y Fuerza del Centro), etc. Fue con Peña Nieto que finalmente lograron pisar el acelerador en los ataques a la industria energética, modificando la constitución para abrir la industria al capital privado. El voto masivo hacia AMLO fue claramente un rechazo a esos ataques y la búsqueda de un cambio radical.
Existe la ilusión de que el problema es el modelo económico, que es posible un capitalismo menos injusto. Los ataques de las últimas décadas son reflejo de la decadencia y crisis orgánica del capitalismo. AMLO nunca se ha planteado un cambio de sistema, se declara antineoliberal. En Ese sentido ha puesto un freno a las políticas más agresivas del pasado. Eso es positivo pero insuficiente. A nuestro parecer, una de sus grandes debilidades es que, al llevar adelante su programa, siempre evita que la confrontación con la clase empresarial escale. Esto se traduce en que no lleva sus reformas hasta sus últimas consecuencias y termina por hacerles concesiones, quedándose a medio camino incluso en su combate al neoliberalismo. El ejemplo más claro es que no se ha recuperado el porcentaje de empresas que el Estado tuvo antes del neoliberalismo. En su nueva reforma energética, por ejemplo, aspira a que Comisión Federal de Electricidad, que junto a LyFC eran hegemónicas en la generación de electricidad, produzca sólo el 54% de la electricidad. Eso es una reforma que los grandes capitalistas, nacionales y extranjeros, no toleran pero que no deja de respetarles un terreno avanzado en el pasado.
¿En qué consiste la reforma energética de AMLO?
El 1° de octubre AMLO envió una iniciativa para modificar los artículos 25, 27 y 28 de la constitución, poniendo un freno a la reforma energética aprobada en 2013 en el sexenio de Peña Nieto. Al presentar su iniciativa, el actual presidente dijo:
“Se trata de rescatar y fortalecer a la CFE, garantizar a través de ella la seguridad energética del país, en este caso la industria eléctrica nacional y que sea posible que haya electricidad a mejor costo para todos los mexicanos. (…) Ya no estaremos sujetos, como hasta hoy, a que los intereses privados sean los que fijen las tarifas, los que despachen la energía y los que utilicen sin ningún costo para ellos toda la red eléctrica nacional” (Presentan iniciativa de reforma para el fortalecimiento de CFE y protección de litio – AMLO (lopezobrador.org.mx)).
La nueva reforma constitucional plantea que la compañía estatal de electricidad, la CFE, será responsable de la electricidad, del sistema eléctrico nacional y de su control. El Estado queda a cargo de la llamada transición energética, hacia energías no contaminantes, buscando reducir emisiones de gases y componentes de efecto invernadero
El servicio de abastecimiento será prestado exclusivamente por la CFE. Se cancelan permisos de generación eléctrica y contratos de compraventa de electricidad con el sector privado. Se piensa que, de continuar esta tendencia de avance del sector privado, en 2024 la CFE generaría sólo el 30% de la electricidad. Eso llevaría a un encarecimiento de este energético y a poner en duda su abastecimiento. Desde ahora la CFE deberá producir al menos el 54% de la electricidad en México.
La reforma también reintegrar al Centro Nacional de Control de Energía (CENACE) a la CFE y suprimen órganos reguladores como la comisión nacional de hidrocarburos y la comisión reguladora de energía. Eso lleva a que la empresa estatal de electricidad tenga mayor control y regulación del sector.
Se legisla que no se darán concesiones a privados para explotar minerales radioactivos como el litio y otros que sean considerados estratégicos para la transición energética. El litio se ha convertido en un recurso de gran importancia, necesario para la producción de dispositivos eléctricos. Lo que hace es poner un freno a su producción privada para que en el futuro sea el Estado el que se encargue de su explotación y comercio.
Se plantea el no aumentar el costo de la energía por arriba de la inflación, pero también señala que con el sector privado se establecerá una relación honesta y de buena fe al servicio de la nación. La historia nos dice que la única moral que tiene el capital es la que justifica y le asegura su mayor ganancia.
La oposición defiende las ganancias, no la ecología
Una de las principales críticas de la oposición es que AMLO está en contra de las energías limpias, que se basa en combustibles fósiles. Dicen que se cierra el paso a la generación eléctrica eólica y solar. Estas voces, en realidad, no defienden la ecología sino la sobre ganancia de la empresa privada. Con la apertura energética dada en el periodo anterior se dio una situación sumamente favorable, donde la empresa estatal se usa para aumentar la ganancia de los empresarios privados.
Primeramente, debemos decir que el mayor productor de energía limpia del país no es el sector privado sino la Comisión Federal de Electricidad, quien produce el 55% de éstas. En segundo lugar, esta compañía estatal distribuye sin costo la energía de los privados y además tiene que resolver otros profundos problemas de funcionamiento. El problema radica en que algunas de estas energías limpias que hacen los privados son energías intermitentes, que dependen de factores externos variables. Por ejemplo, las eólicas o solares no generan electricidad todo el día, además que en un día nublado o sin viento no se generará la misma cantidad de electricidad.
La energía generada por estas empresas privadas, la CFE debe almacenarla y distribuirla, pero también asegurar la distribución con otras fuentes cuando esta no sea generada. A la empresa privada lo que le importa es la ganancia, han generado empresas donde le es mas rentable y de forma anárquica, trasladando la seguridad energética (que implica asegurar la distribución y una generación excedente de electricidad frente a eventualidades) a la compañía estatal. Esto puede ser muy rentable, pero el crecimiento de esta anarquía a la larga provocaría problemas como los sucedidos en Texas que quedó desabastecida cuando estas fuentes dejaron de producir por eventualidades externas. La oposición busca asegurar la mayor cantidad de ganancias, aunque esto genere perdidas para el Estado y ponga en riesgo el desabasto energético.
La reforma de AMLO busca que la mayor participación de la CFE ponga orden ante esta anarquía del capital privado. Pero al tener ellos el 46% de la producción seguirán presionando para empujar al máximo beneficio. Lo mejor sería que fuera la compañía estatal la que controle todo este sector clave, con mecanismos de control democrático de la clase obrera. No sólo la electricidad necesita entrar en orden, lo requiere toda la economía en su conjunto que debería ser nacionalizada para ser planificada. Eso aseguraría la soberanía y poner los recursos en beneficio de la sociedad.
Controlar la economía o tratar de regularla
Uno de los puntos que promete AMLO con esta reforma es que la electricidad no incrementará su precio por encima de la inflación. El gobierno llamado de la cuarta transformación, ha usado mecanismos como evidenciar parcialmente las ganancias de los empresarios, abusos como el no dar litros de a litro ni llenar completamente los tanques de gas para las casas y también mecanismos como el usar al Estado para contrarrestar la inflación. Un ejemplo de esto último es la introducción de una compañía distribuidora de gas que da un precio más accesible en barrios populares, con ello no elimina a los competidores privados pero si busca que el precio no se eleve y regularlo.
La lógica capitalista es la voracidad del libre mercado que lleva a la anarquía, a la búsqueda del beneficio y los consiguientes saqueo y explotación. La consecuencia es la sobreproducción y las crisis recurrentes. Tratar de regular la anarquía del mercado va en contra de la naturaleza del sistema, por eso la clase dominante lucha contra ello. No se puede dirigir lo que no se controla. No basta con poner límites a la avaricia capitalista. Hay que abrir los libros de cuentas de las grandes empresas y demostrar como se han beneficiado del saqueo y la explotación. Hay que poner la economía al servicio de la sociedad expropiando el conjunto del sector energético al igual que el resto de las palancas claves de la economía. De esta forma podremos planificarla en beneficio de los más pobres.
La reforma energética de AMLO sería un paso adelante, pero insuficiente. De no completarse, la tarea la voracidad del sistema, tarde o temprano, se va a manifestar. Un problema importante es que hay un amplio sector que asume una posición acrítica al actual gobierno. Eso abre la puerta para que las presiones de la burguesía se hagan oír con más eco traduciéndose en mayores retrocesos. Los trabajadores no debemos abandonar nuestro programa, en la reforma eléctrica debemos exigir ir más lejos, expropiar todo el sector energético bajo control obrero.
La estrategia de Morena es buscar la mayoría parlamentaria para aprobar la reforma energética, es atraer a un sector del PRI en su votación. Ellos han planteado posponer el debate de la reforma, eso le permite negociar, ganar concesiones en otros rubros como el presupuesto, etc. Cárdenas se apoyó en la clase obrera y las masas para defender la soberanía frente al imperialismo y defender el petróleo, nacionalizándolo. Ese es el único camino consecuente para defender la soberanía nacional.
Es importante hacer oír la voz del trabajador. Tenemos que pugnar por no hacer concesión alguna al gran capital que ha saqueado al país. La burguesía, a lo largo de nuestra historia, ha demostrado su parasitismo y que no es una clase progresista ni revolucionaria. Tras Cárdenas se tuvo la ventaja de encontrar en el porvenir un periodo de importante crecimiento económico del capitalismo internacional. Esa perspectiva hoy esta cerrada. No es sólo la pandemia, el capitalismo ha llegado a sus límites y su tendencia general es de declive, sin dar posibilidad a reformas serias y mucho menos, a concesiones importantes en beneficio de las masas. Un regreso a una política keynesiana no encontrará el mismo efecto del pasado. La única salida es un cambio de raíz, un cambio de sistema.