Por David García Colín Carrillo y Ninnette Torres Ramírez
«Marx es un Hegel vuelto economista, un Ricardo vuelto socialista” (Lassalle)
Este año 2017 se cumplen dos efemérides muy importantes para la historia del movimiento socialista, vinculadas íntimamente: el centenario de la Revolución rusa y los 150 años de la publicación del primer tomo de El Capital. Estas conmemoraciones –que la clase dominante intentará sepultar con distorsiones y mentiras- deben ser una ocasión para extraer todas las lecciones posibles en la lucha contra el dominio del capital. En la Izquierda Socialista –sección mexicana de la Corriente Marxista Internacional- celebraremos con la publicación de libros y materiales, y con un debate público entre los trabajadores y a juventud. Necesitamos retomar las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Con este texto pretendemos colaborar con nuestro granito de arena recuperado la historia del desarrollo de la teoría económica marxista, de la lucha teórica y política que llevo a la publicación del primer tomo de El Capital.
Publicaremos, en partes, un estudio de las primeras conclusiones y trabajos embrionarios de Marx y Engels sobre la economía capitalista. Luego repasaremos aquellas obras en donde se expone de una forma relativamente madura sus conclusiones sobre el desarrollo histórico –en lo que toca a la economía política- y en donde se orienta la ruta hacia el descubrimiento de la plusvalía. En tercer lugar expondremos el surgimiento de los escritos de la década de los 50s y 60s donde la economía política marxista alcanza toda su plenitud y se desarrolla en todos sus pormenores, proceso que culmina con la publicación de los tres tomos de El Capital. Finalizaremos con la exposición de las ideas centrales de la economía política marxista, explicamos -o tratamos de hacerlo- las paradojas de la economía política clásica que Marx pudo resolver -es decir, las limitaciones de la teoría ricardiana del valor- y cerramos con algunas reflexiones sobre el método dialéctico sin el cual Marx nunca hubiera podido desentrañar los misterios más escondidos del modo de producción capitalista.
Nuestro objetivo es que el lector se anime a leer las fuentes originales y profundice en las ideas expuestas. No hay mejor homenaje al monumental legado teórico de Marx que apropiarnos de sus ideas para organizarnos y transformar el mundo. Pero la aproximación directa de las ideas económicas de Marx conlleva la dificultad de que El Capital –al menos para la mayor parte de los trabajadores que deben cubrir horarios extenuantes- no es una obra accesible o que se pueda estudiar sin un enorme esfuerzo y tiempo. El trabajador puede realizar una primera aproximación leyendo de Marx “Salario precio y ganancia”, “Trabajo asalariado y capital”, el capítulo económico del “Antidhüring” –escrito por Marx-; de Engel “Sinopsis de El Capital”1 -la mejor síntesis del primero tomo-; de Lenin se puede leer el artículo “Carlos Marx” que contiene lo que probablemente sea el resumen más conciso que existe sobre los temas fundamentales de los tres tomos de El Capital, la sección de la biografía clásica de Marx hecha por Franz Mehring es razonablemente buena y, finalmente, de Trotsky, “El pensamiento vivo de Karl Marx” nos ofrece una brillante exposición de la teoría marxista.
El 14 de septiembre de 1867 se publicaban, en la casa editorial “Verlag von Otto Meissner” de Hamburgo, los primeros mil ejemplares de la primera edición del primer tomo de El Capital [en la imagen, primera edición del Tomo I]. Era una editorial democrática que solía publicar textos escolares y libros sobre medicina e historia, había firmado un acuerdo nada lucrativo para Marx, quien dijo a su futuro yerno, Paul Lafargue, que “El Capital no pagará ni siquiera los cigarros que fumé escribiéndolo”2. La madre de Marx había dicho amargamente “Si Karl hubiese hecho capital, en lugar de solamente escribir de él”.3
Pasaron cuatro años antes de que los mil ejemplares se vendieran-Engels escribió unas siete reseñas que intentó colocar en la prensa, muchas de las cuales no se publicaron (textos que hasta la fecha siguen siendo una excelente introducción a las ideas centrales de el primer tomo)- en general, los medios de comunicación burgueses respondieron al Tomo I con una conspiración del silencio -igual que había sucedido con su “Contribución a la crítica de la economía política”-. Incluso, pasó algún tiempo antes de que los propios allegados a Marx entendieran las implicaciones revolucionarias de la obra. Por ejemplo, Peter Fox, un sindicalista cercano a Marx, quien recibió un ejemplar enviado por éste dijo que al recibir el libro “se sentía como un hombre que hubiese recibido un elefante y no supiera qué hacer con él”.4 Sin embargo, con el auge revolucionario de la Comuna de París, El Capital comenzó a difundirse entre los medios obreros. Fue para Marx un enorme aliciente la recepción gradual de su obra entre algunos activistas y trabajadores: escribió al prólogo de la segunda edición: “No podría apetecer mejor recompensa para mi trabajo que la rápida comprensión que El Capital ha encontrado entre amplios sectores de la clase obrera alemana”.5
El Capital -junto con el Manifiesto del Partido Comunista- es una de las obras más importantes de la historia de la humanidad. Se trata de tres tomos (cuatro, si incluimos el tomo relativo a la historia de las teorías sobre la plusvalía) que explican el origen, desarrollo y funcionamiento de la sociedad capitalista; que debelan sus contradicciones, su inevitable caducidad, sus inmanentes crisis y catástrofes; que demuestran el carácter explotador, opresivo, fetichista y alienante de este sistema; pero sobre todo, que explican cómo en su seno se desarrollan las condiciones para su superación revolucionaria, a partir del papel que juega el proletariado en estas relaciones de producción.
El Capital constituye una verdadera “bomba atómica” para la burguesía, es el arma más poderosa con que cuenta el proletariado en la lucha por su propia emancipación. La burguesía jamás le perdonará a Marx haber escrito su epitafio de la forma más contundente y, a la vez, científica y artisticamente sublime. Es por esto que la burguesía profesa el odio más visceral contra el marxismo, histeria que es la confesión más palpable de su propia senilidad y bancarrota política y moral.
Los marxistas podemos presumir que no existe ninguna otra obra teórica revolucionaria -de ninguna corriente de izquierda (ni del reformismo, ni del anarquismo)- que haga la más pálida sombra a este libro extraordinario que todo trabajador y activista que se precie debe tener como libro de cabecera, ya que contiene la teoría revolucionaria sobre las contradicciones inmanentes del capitalismo, sus leyes de funcionamiento y del papel que el proletariado juega y debe jugar en el derrocamiento de este sistema monstruoso, que debe morir para que la humanidad pueda vivir.
El camino a El Capital
“La riqueza nacional de los ingleses es muy grande, pero ello no impide que el pueblo inglés sea el más pobre bajo el sol”. [Engels, “Esbozo de crítica de la economía política”]
El camino que llevará a Marx y Engels a descubrir el fundamento de la explotación capitalista -la plusvalía- comienza con la confrontación de ambos pensadores con condiciones económicas concretas en las que descubrirán las limitaciones del idealismo hegeliano, a la vez que rescatarán el método dialéctico, esencial para la elaboración de El Capital: Marx, como director del periódico democrático “La Geceta Renana”, chocó de bruces con los intereses de clase de los terratenientes -que eran la clase más influyente dentro del régimen prusiano- enfrentados a los intereses de clase de los campesinos pobres, mismos que se veían obligados a robar leña para sobrevivir. Temas -junto con el debate entre proteccionismo y libre cambio- de varios de sus primeros artículos. Marx descubre que el ideal del Estado hegeliano -como supuesta encarnación de la idea Ética o interés general- se verifica en la realidad como defensa del interés privado. Engels, por su parte, como testigo de primera línea desde Manchester en la fábrica de hilados de su padre, se sumergió en los lúgubres barrios obreros londinenses y recopiló material para fundamentar las conclusiones comunistas a las que ya había llegado.
Las condiciones históricas más amplias también impulsaban a dar ese salto teórico revolucionario: la Revolución industrial se imponía como una aplanadora, demostrando el peso en la sociedad de las condiciones económicas y de los intereses de clase; en Inglaterra surgía el primer movimiento netamente político de la clase obrera moderna: el cartismo; en Lyon, Francia, explota en 1831 lo que se considera como la primera insurrección obrera de la historia (en este caso de los trabajadores textiles) y los teóricos del socialismo utópico (Owen, Saint Simon, Fourier) ya habían expresado de forma confusa e imperfecta los intereses del naciente proletariado. Por si fuera poco, Alemania -en donde la revolución burguesa, por su posición de país subdesarrollado, era realizada en la mente de la intelectualidad- era la cuna de la filosofía más avanzada y profunda.
En estas condiciones uno de los aportes más geniales de los fundadores del marxismo fue el haber vinculado el hecho objetivo de la lucha de clases moderna, con las conclusiones más avanzadas de la economía política burguesa, el socialismo francés y el brillante método de Hegel. Todo lo anterior al mismo tiempo que Marx y Engels participaban de forma activa en el movimiento obrero y radical de su tiempo.
Engels, abriendo la senda a Marx
“Marx no se cansaba de admirar la universalidad del saber de Engels y aquella maravillosa elasticidad con que era capaz de pasar fácilmente de un tema a otro” [Paul Lafarge]
“Hemos visto que, mientras se mantenga en pie la propiedad privada, todo tiende, a fin de cuentas hacia la competencia. Esta es la categoría fundamental del economista, su hija predilecta, a la que mima y acaricia sin cesar, pero ¡cuidado!, pues tras ella se esconde una terrible cabeza de medusa”. [Engels, “Esbozo de crítica de la economía política”.]
Engels no sólo llegó antes que Marx a conclusiones comunistas partiendo de Hegel y de los utópicos –convertido al comunismo por Moses Hess, quien introdujera el comunismo a tierras alemanas-, sino el primero de ambos en fundamentar el comunismo a partir de la crítica de la economía política. En los “Anales franco alemanes” – revista que fundó Marx después de ser censurada la Gaceta Renana – aparece, en 1844, un artículo de Engels -quien apenas sobrepasaba los veinte años de edad- titulado “Bosquejo de una crítica de la economía política”, que Marx calificará de genial. En esta época Marx “no sabía absolutamente nada de economía”6 o lo que sabía era lo que podía extraerse de Adam Smith leyendo a Hegel. Fue este artículo el que motivó a Marx a estudiar a fondo a los teóricos de la economía política y a comenzar un intercambio epistolar con Engels. Años antes, en noviembre de 1842, Marx había tenido un primer encuentro con Engels en la redacción de la Gaceta Renana, pero este encuentro fue frío quizás porque Marx consideraba a Engels un representante del “Club de los doctores” (hegelianos de izquierda) con los que se estaba distanciado pero, también, debido a su resistencia final a las ideas comunistas que Engels ya profesaba en aquél entonces-Marx aún era un demócrata radical-. Pero el intercambio de correspondencia los llevará a unir sus destinos para el resto de sus días.
Fue el “Bosquejo de una crítica de la economía política” de Engels el primer paso que llevará a la publicación de El Capital. Se trata de un ensayo que demuestra un conocimiento muy profundo del funcionamiento de la industria capitalista, gracias a la observación directa que Engels podía procurarse desde la atalaya de las fábricas textiles de su familia. En este ensayo Engels ve la propiedad privada como fundamento del comercio y, por tanto, al comercio como un “robo legalizado”. La competencia de mercado -la lucha de todos contra todos- es la consecuencia de la propiedad. Aunque de manera errónea Engels consideraba que no existía otro valor que el precio que resulta de la competencia burguesa, sostenía de forma correcta que el precio -al nacer de la existencia de la propiedad privada- debía desaparecer con ésta, por lo que -a diferencia de Ricardo- considera que el valor de mercado es un producto histórico. Engels critica a autores como Simith y Ricardo por suponer que la propiedad privada es la base eterna de las relaciones humanas. La renta del capitalista y del terrateniente, señala Engels, proviene de la explotación de los trabajadores, la división de la sociedad en explotados y explotadores expresa la separación entre poseedores y desposeídos, “si eliminamos la propiedad privada -dice Engels- desaparecerán estas separaciones antinaturales”7.
Quizá la parte más brillante del artículo son las reflexiones sobre la relación dialéctica entre competencia y monopolio. Los liberales -hasta nuestros días- quieren competencia sin monopolio pero es imposible rechazar las consecuencias aferrándose a las causas. Los liberales -con su forma rígida y superficial de pensar- no quieren enterarse de que la competencia capitalista presupone un monopolio: el de la propiedad.“La competencia [dice Engels] se apoya en el interés, y el interés vuelve a crear monopolio; en resumidas cuentas, la competencia se transforma en monopolio. Por otra parte, el monopolio no puede detener el flujo de la competencia; es más, él mismo la origina, lo mismo que el prohibir la importación o elevar las tarifas aduaneras dan lugar a la competencia en el contrabando”.8 La competencia conlleva la irremediable concentración de riqueza, quejarse por esto -sin aspirar a liquidar la propiedad privada de los medios de producción- es como quejarse del alumbramiento pretendiendo que el feto viva eternamente en el vientre materno.
A partir de la competencia Engels intenta explicar las crisis económicas -partiendo (aún sin penetrar en las causas) de la imposibilidad de que la oferta y la demanda coincidan – y señala -retomando las agudas reflexiones de Fourier- que el capitalismo es el primer sistema donde de forma absurda los hombres se mueren de hambre en medio de la abundancia. De forma brillante Engels advierte que la única manera de superar las contradicciones del capitalismo es planificar la economía bajo control obrero: “Si los productores como tales supieran cuánto necesitan los consumidores, si pudieran organizar la producción y distribuirla entre ellos, serían imposibles las oscilaciones de la competencia y su gravitación hacia las crisis”.9 Finalmente, Engels critica las ideas reaccionarias de Malthus -quien intenta culpar a las masas de su propia miseria- señalando que las fuerzas productivas de la humanidad evolucionan y por tanto son potencialmente ilimitadas. La supuesta fertilidad decreciente del suelo -base de la misántropa tesis de Malthus según la cual la naturaleza no puede alimentar a una población creciente (idiotez que hasta hoy sostienen algunos “ecologistas” y personas que se consideran de izquierda)- “puede elevarse hasta el infinito mediante la aplicación del capital, el trabajo y la ciencia”.10 El pensamiento superficial ve en la tecnología una amenaza -como si la tecnología sólo pudiera emplearse en el capitalismo- y en la población mundial muchas bocas para alimentar, pero no muchos brazos capaces de producir –inutilizados artificialmente por el desempleo-, ven demasiados enfermos y no pocos hospitales o demasiados rechazados y no tan pocas escuelas. Engels advierte que la sobrepoblación supone la concentración de la riqueza, la solución de la contradicción no es la eliminación de la población “sobrante” sino la repartición de la riqueza concentrada irracionalmente. Las estupideces de Malthus siguen hoy reverberando en las mentes de los mentecatos.
Aunque se pone de lado del proletariado, Engels apela constantemente a superar los intereses egoístas y adoptar el “interés humano”, su condena de la propiedad privada tiene fuertes tintes morales –propios del comunismo premarxista- pero resalta el esfuerzo de Engels por fundamentar científicamente el comunismo más allá del sentimentalismo. Engels atina en señalar las contradicciones de la economía política –por ejemplo la discrepancia entre el precio y el valor real de la mercancía- pero aun no logra deshacer el “nudo gordiano” y argumenta –de forma incorrecta- que el precio –inseparable del valor de uso- es el único valor real de la mercancía. Sostiene que el precio es igual al costo de producción en el marco de la competencia de mercado, suponer un valor diferente es caer en la metafísica –señala equivocadamente-. Engels aún no distingue costo de producción, trabajo y fuerza de trabajo.
Pero Engels señala el camino que tanto él como Marx seguirán -revolucionando la economía política-, traza el punto de partida correcto para resolver las contradicciones que aún no lograba resolver y lo intenta hacer con un criterio dialéctico que adelanta mucho de lo que Marx escribirá en sus “Manuscritos económico-filosóficos”: “[…] a la economía no le pasó por las mientes pararse a preguntar por la razón de ser de la propiedad privada”.11
Quien lea este brillante ensayo no puede evitar la conclusión de que estamos ante un prolegómeno de los estudios de Marx sobre el capital. El joven Engels que escribe estas líneas supera ya a los clásicos en tanto critica la base clasista de la economía y un acerado filo dialéctico que subraya la necesidad de expropiar a la burguesía y reorganizar la sociedad sobre nuevas bases, pero aún se queda rezagado en cuanto a la comprensión científica de la teoría del valor.
Marx y Engels unen sus destinos políticos
En agosto de 1844 Engels visita Paris y permanece con Marx durante diez días. Este segundo encuentro fue trascendental para la historia del pensamiento y el movimiento obrero. “Su histórico encuentro con Marx acaeció el 28 de agosto en el Café Régence, uno de los más famosos cafés parisienses de la época, que ntre sus clientes había contado a Voltaire, Benjamin Franklin, Diderot, Grimm, Luis Napoleón, Sainte-Beuve y Muset. Su larga conversación inicial les persuadió a pasar juntos en la Rue Veneau los diez días siguientes”.12
Ambas mentes geniales discuten sus conclusiones comunes, solidificando una amistad única construida sobre la base granítica de la teoría y la acción revolucionaria conjunta. Lenin escribió al respecto que “Las leyendas de la antigüedad nos demuestran diversos ejemplos de emocionante amistad. El proletariado europeo tiene derecho a decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores cuyas relaciones mutuas superan a todas las emocionantes leyendas antiguas sobre la amistad entre los hombres”.13 Engels nos dejó su testimonio de este encuentro histórico: “Cuando visité a Marx en París, en el verano de 1844, se puso de manifiesto nuestro completo acuerdo en todos los terrenos teóricos, y de allí data nuestra colaboración. Cuando volvimos a reunirnos en Bruselas, en primavera de 1845, Marx, partiendo de los principios básicos arriba señalados, había desarrollado ya, en líneas generales, su teoría materialista de la historia, y nos pusimos a elaborar en detalle y en las más diversas direcciones la nueva concepción descubierta”.14
Las líneas generales a las que se refiere Engels estaban plasmadas en un texto no publicado en vida de Marx, mejor conocido como “Los escritos económico filosóficos de 1844”, escrito entre julio y agosto de este año. Sobre la base del conocimiento profundo de los principales economistas que Marx desarrollo en tiempo record, Marx desentraña la alienación del trabajador y argumenta que la única manera de superar ese estado de cosas es por medio de la transformación comunista de la sociedad. Estos estudios –junto con el artículo de Engels- son los primeros pasos en un camino que lleva a la redacción de El Capital. Marx expone que el simple comunismo de los bienes de consumo –el primitivo comunismo- no llega a la raíz de la explotación capitalista, la cual se encuentra en la propiedad privada de los medios de producción.
Engels reconoció de inmediato la genialidad teórica de Marx y dejó en éste el desarrollo general de la teoría económica –aunque Marx siempre contó con la opinión invaluable de Engels-, comenzó la especie de división del trabajo que caracterizó la colaboración entre los dos amigos. Mientras ambos trabajaron en común en la dirección y lucha de las organizaciones políticas en las que participarán –la “Liga de los comunistas”, la primera y segunda internacionales-, a Engels le correspondió la divulgación y el desarrollo de temas específicos de su nueva concepción revolucionaria: temas internacionales, militares, de las ciencias naturales, de la vivienda, etc. Engels dijo que le correspondió tocar el “segundo violín” pero omitió decir que lo hizo con el virtuosismo de un Paganini.
Los manuscritos de 1844, el primer escrito económico de Marx
Como hemos dicho, es el artículo de Engels el que impulsa a Marx -además de los temas económicos que debió abordar como periodista de izquierda- a estudiar a fondo a los exponentes de la economía política. Desterrado en Francia, realiza unos brillantes apuntes que se publicarán hasta 1932 y que se conocen como Manuscritos económico-filosóficos.
Estos apuntes constituyen la primera obra económica de Marx. La parte más célebre es su estudio sobre la alienación –entendida, en términos generales, como sometimiento, deshumanización- fenómeno al que Marx -por vez primera y en contraste con Hegel y Feuerbach- pone sobre una base económica y social, es decir, sobre bases históricas y materialistas. La alienación ya no era la pérdida del espíritu que no se reconoce a sí mismo -como en Hegel- o la proyección del hombre mismo en el plano religioso -como en Feuerbach- sino el producto de la explotación económica, de la separación del trabajador de las condiciones y los productos de su propio trabajo, es decir, del sometimiento del productor a los productos de su trabajo. La alienación implica el dominio sobre el trabajador de un poder extraño a él, este poder implica a su opuesto: al capital, al no trabajador, al burgués; implica una relación social objetiva. Marx analiza la alienación de una forma notablemente dialéctica pero sobre una base totalmente nueva, descubriendo diversas aristas de este proceso de sometimiento, que representan un esbozo (y complemento) a lo que escribirá en El Capital sobre el “fetichismo de la mercancía”. Aquí no haremos más que reseñar las principales características de este proceso:
En primer lugar, el trabajador se enajena en el producto de su propio trabajo porque todo lo que produce no le pertenece sino que le pertenece al capitalista:
“El obrero se empobrece tanto más cuanto más riqueza produce, cuanto más aumenta su producción en extensión y poder. El obrero se convierte en una mercancía tanto más cuanto más mercancías crea. A medida que se valoriza el mundo de las cosas se desvaloriza, el mundo de los hombres. El trabajo no produce sólo mercancías; se produce también a sí mismo y produce el obrero como una mercancía, y, además, en la misma proporción en que produce mercancías en general […] Esta realización del trabajo como estado económico, se manifiesta como la privación de la realidad del obrero, la objetivación como la pérdida y la esclavización del objeto, la apropiación como extrañamiento, como enajenación”.15
Marx sintetiza este aspecto de la alienación de la siguiente manera: “todas estas consecuencias vienen determinadas por el hecho de que el obrero se comporta hacia el producto de su trabajo como hacia un objeto ajeno”.16
Más adelante expresa con toda su crudeza esta misma idea:
“La enajenación del obrero en su objeto se expresa en que cuanto más produce el obrero menos puede consumir, cuantos más valores crea menos valor, menos dignidad tiene él, cuanto más modelado es su producto más deforme es el obrero, cuanto más perfecto su objeto, más bárbaro es el trabajador, cuanto más poderoso el trabajo más impotente quien lo realiza, cuanto más ingenioso el trabajo más embrutecido, más esclavo de la naturaleza es el obrero […] Evidentemente, el trabajo produce maravillas para los ricos, pero produce privaciones y penuria para los obreros. Produce palacios, pero aloja a los obreros en tugurios. Produce belleza, pero tulle y deforma a los obreros […]”.17
En segundo lugar, el obrero no sólo se enajena en el producto de su trabajo sino también en el proceso mismo del trabajo pues mientras trabaja no es él, no se pertenece; sólo es él mientras no trabaja; el tiempo no le pertenece mientras trabaja, es tiempo para otro. Pero mientras no trabaja está agotado tanto física como espiritualmente y sólo tiene tiempo para las funciones animales (comer, dormir, excretar).
En el proceso de trabajo, nos dice Marx:
“El obrero no se afirma, sino que se niega en su trabajo, no se siente bien, sino a disgusto, no desarrolla sus libres energías físicas y espirituales, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por tanto, el obrero sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en éste se siente fuera de sí. Cuando trabaja no es él, y sólo recobra su personalidad cuando deja de trabajar. No trabaja, por tanto, voluntariamente, sino a la fuerza, su trabajo es un trabajo forzado. No representa, por tanto, la satisfacción de una necesidad, sino que es, simplemente, un medio para satisfacer necesidades extrañas a él […] en definitiva, la exterioridad del trabajo para el obrero se revela en el hecho de que no es algo propio suyo, sino de otro, de que no le pertenece a él y de que él mismo, en el trabajo, no se pertenece a sí mismo, sino que pertenece a otro”.18
En tercer lugar, la alienación se manifiesta en el hecho de que el trabajo, factor que define al hombre como ser social –característica esencial del ser humano-, trabajo social y cultural que nos diferencia del reino animal, se convierte en el capitalismo en un trabajo forzado, embrutecedor, monótono, repetitivo, frustrante, degenerativo; con ello el trabajador pierde su propia esencia, enajena aquello que lo diferencia de los animales. Pero al ser el trabajo un proceso social, el trabajo enajenado enajena al trabajador individual en sus relaciones con los demás trabajadores, de tal forma que estas mismas relaciones con los demás son alienantes. Relaciones superficiales, embrutecedoras.
El trabajador alienado se aliena de sus iguales, es decir no es consciente de los vínculos sociales que lo unen al resto de la clase trabajadora; y, más generalmente, de los vínculos específicos que lo une como antípoda de la burguesía. Atomizado es inconsciente de su naturaleza social como ser humano.
Además, por vez primera, Marx expone que la posibilidad y necesidad del comunismo se desprende del desarrollo de las fuerzas productivas, tesis que constituye un avance muy notable respecto al comunismo anterior. Es importante notar que en estos apuntes Marx no comete el error de ver en la alienación un proceso monolítico y unidireccional-como hacen los posmodernos pretendiendo enmendar la plana a Marx, al mismo tiempo que lo plagian de manera torpe-: el desarrollo de las fuerzas productivas que alienan al trabajador pone las condiciones materiales para el comunismo, y pone al trabajador en condiciones de superar esta contradicción.
En el apartado “Propiedad privada y comunismo”, por ejemplo, Marx señala que la contradicción que implica la alienación exige su solución y se orienta hacia ella, una tensión que tiende a la revolución que debe acabar con la propiedad privada de los medios de producción. Sin esa tensión la alienación se convierte en una idea metafísica e inmóvil, en una caricatura anti-dialéctica. Lo opuesto al “espíritu” de la teoría marxista.
Marx escribe que “[…] el antagonismo entre carencia de propiedad y propiedad es todavía un antagonismo indiferente, no concebido en su relación activa con su nexo interno, es decir, aún no concebido como contradicción, mientras no se lo comprenda como el antagonismo entre el trabajo y el capital […] Pero el trabajo, la esencia subjetiva de la propiedad privada, como exclusión de la propiedad, y el capital, el trabajo objetivo, como exclusión del trabajo, es la propiedad privada como la relación en que la contradicción aparece ya desarrollada y, por ende, una relación dinámica, que impulsa la solución”.19
Marx pasa revista en los “manuscritos” a algunas teorías comunistas vistas como el desarrollo teórico de un proceso histórico que va del tosco comunismo (abolición total de la propiedad privada –incluida los medios de consumo individual-) al comunismo como real apropiación de la esencia humana, al cobrar consciencia de la verdadera oposición y contradicción del capital-trabajo y la abolición positiva de la propiedad privada (medios de producción). Para Marx la tensión dinámica es el secreto que nos revela el necesario rompimiento de la alienación por medio de la revolución.
La Situación de la clase obrera en Inglaterra
“Coketown…era una ciudad de ladrillos rojos, o de ladrillos que habráin sido rojos si el humo y la ceniza lo hubieran permitido […] Era una ciudad de máquinas y de chimeneas altas, de las que siempre estaban saliendo interminables serpientes de humo, que nunca acababan de desenroscarse. Tenía un canal negro, y un río maloliente de color púrpura […] había un traqueteo y temblor continuos, en los que el pistón del motor a vapor subía y bajaba de forma monótona, como la cabeza de un elefante en un estado de melancólica locura […] habitadas por personas igual de parecidas la una a la otra, que salían y entraban a las mismas horas, haciendo el mismo ruido sobre el mismo suelo, para hacer el mismo trabajo y para las que todos los días, ayer o mañana, eran iguales y todos los años lo que habían sido el anterior y lo que sería el siguiente”. [Charles Dickens, “Tiempos difíciles”]
Engels era hijo de uno de los principales accionistas de la firma “Ermen and Engels” con oficinas en Manchester. La familia de Engels era de cierto abolengo -incluso el linaje contaba con escudo familiar-. Pero Engels era la “oveja negra” de la familia y la administración de los negocios familiares fue siempre una ocupación forzada y de carácter secundario. Después de la oleada revolucionaria de 1848, Engels, a petición de su madre por quien sentía un profundo afecto, se reconcilia con su padre y éste lo envía como representante de su firma a Manchester. Si Engels no mandó al demonio “el trabajo de perro” -como le llamaba a su trabajo de administrador y representante accionario de su padre- fue porque sin su ayuda Marx hubiera quedado en la indigencia y seguramente -como Marx mismo reconoció- no hubiera culminado la redacción de El Capital. Engels pudo abandonar, después de 18 años, el “trabajo de perro” o “fugarse de su cautiverio egipcio” -como Marx llamaba al trabajo forzado de su amigo- en 1869, tan pronto como pudo negociar con los accionistas un retiro aceptable que le permitió seguir apoyando a la familia Marx. Leonor, hija de Marx, recuerda cómo aquella mañana Engels se puso las botas para dirigirse a su oficina suspiró con alivio “¡por última vez!”.
Son libros como “La situación de la clase obrera en Inglaterra” -como la actividad revolucionaria de toda su vida- las que demuestran que Engels, desde su juventud, jamás se asimiló a la burguesía – aunque absorbió de ésta un metódico y pulcro estilo de trabajo y de vida (así como el gusto por el buen vino)- y que el objetivo de toda su vida consciente fue la causa revolucionaria. En “La situación de la clase obrera en Inglaterra” escribió: “He hecho así: abandoné la compañía, los convites, el vino de oporto y el champaña de las clases medias [como Engels llamaba a una burguesía situada entre el proletariado y la nobleza], y he dedicado mis horas de ocio, casi exclusivamente, a establecer relación con simples trabajadores. Estoy contento y orgullosos de haberlo hecho así”.20
Con información recopilada entrevistando a los trabajadores, visitando los barrios obreros londinenses y armado con estadísticas, Engels -un joven de 24 años de edad- analiza en su libro “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, aparecido en el verano de 1845, cómo la Revolución industrial, que introdujo la maquinaria moderna en la producción, destruyó las condiciones de vida idílicas del campesinado inglés, creando a la clase obrera industrial; analiza las condiciones de vida de los trabajadores, su pauperización y la concentración de la riqueza en el otro polo; como consecuencia de la centralización de capital Engels estudia el surgimiento de las grandes urbes -en aquéllos tiempos con sus 2.5 millones de habitantes Londres ya era una ciudad enorme-, el fenómeno de la superpoblación (fenómeno relativamente nuevo), las crisis económicas y los ciclos generales de las mismas (que periodizaba en intervalos de cinco años).
Las maravillas de la civilización urbana, señala Engels, se pagan a costa de la mutilación de la mayoría de sus habitantes, en los barrios obreros “se nota que estos londinenses deben sacrificar la mejor parte de su humanidad para alcanzar todas la maravillas de la civilización, en las que abunda la ciudad; que mil fuerzas latentes han debido de quedarse irrealizadas y oprimidas a fin de que algunas pocas se desarrollen plenamente […]”.21
La obra tenía la limitación de que el comunismo era argumentado como deseable incluso para la clase dominante, al liberar a la humanidad -incluyendo la burguesía- de los estrechos marcos que impone la producción basada en la explotación. Sin embargo, Engels ve claramente en la clase obrera la clave para dotar de bases sólidas al comunismo: “El obrero sólo puede salvar su humanidad sólo con el odio y la rebelión contra la burguesía” 22 y llama alos trabajadores a que confíen en sus propias fuerzas y desconfíen de la burguesía. Es un libro netamente revolucionario y comunista, el embrión de resultados futuros.
No deja de ser irónico que el término “Revolución industrial” -que es utilizado por todos los historiadores sin importar la tendencia política que profesen, al punto de haberse convertido en lugar común- fue difundido por Engels en este libro notable. “La revolución industrial -dice Engels- tiene, para Inglaterra, el mismo significado que la revolución política para Francia y la revolución filosófica para Alemania […] Pero el fruto más importante de esta revolución es el proletariado inglés”.23 No debería sorprendernos que Engels popularizara el término si consideramos que era un revolucionario que, junto con Marx, fue el primero que supo poner en su justo sitio al desarrollo de la industria -las fuerzas productivas- en el devenir de la sociedad moderna.
Aún siendo un texto embrionario del marxismo, libro publicado en 1845, las reflexiones de Engels calan profundo -son un brillante ejemplo de crónica y periodismo histórico revolucionario- y su crítica del capitalismo parece, en muchos de sus fenómenos, haber sido escrita ayer. Demos, como ejemplo, el retrato del egoísmo burgués inoculado en los peatones de las grandes ciudades: “El tumulto de las calles tiene ya algo de desagradable, algo contra lo cual nuestra naturaleza se rebela. Estos centenares de miles de individuos de todas las clases y todas las condiciones, urgiéndose los unos a los otros […] avanzan juntos como si no tuvieran nada de común, nada que hacer uno con otro, y el único acuerdo entre ellos, tácito acuerdo, es conservar su derecha en el tránsito para que las dos corrientes de la multitud no se estorben el paso recíprocamente; sin que ninguno se digne lanzar una mirada al otro. La brutal indiferencia, el duro aislamiento de cada individuo en sus intereses privados, aparecen tanto más desagradables y chocantes cuanto más juntos están estos individuos en un pequeño espacio, y aun sabiendo que el aislamiento de cada uno, ese sórdido egoísmo, es, por todas partes, el principio básico de nuestra sociedad actual, en ningún lugar aparece tan vergonzosamente al descubierto, tan consciente, como aquí, entre la multitud de las grandes ciudades. El desdoblamiento de la sociedad en mónadas, de las cuales cada una tiene un principio de vida aparte y un fin especial, el mundo de los átomos, es llevado aquí a sus últimos extremos”.24
Volviendo la vista sobre este texto, cuando estaba metido de lleno en las leyes más complicadas del funcionamiento del capitalismo, Marx escribió: “¡Qué refrescante, apasionante y audaz es la cuestión que te ocupa aquí, sin consideraciones eruditas o científicas! Incluso la ilusión misma de que el resultado logre su alumbramiento mañana o el día después de la historia, da la totalidad un vívido y cálido encanto en comparación con el cual la otoñal es asquerosamente desagradable”.25
Continuara…
1 Engels, “Sinopsis de El Capital”, en Sobre El Capital, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975, pp. 71-155.
2McLellan, David; Marx, su vida y sus ideas, Barcelona, Crítica, 1983, p. 390
3 Ibid. p. 410.
4 Ibid. p. 407)
5Marx, Postfacio a la segunda edición de El Capital, Tomo I, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. XVII.
6 Mandel, La formación del pensamiento económico de Marx, México, Siglo XXI Editores, 1877, p. 3.
7 “Esbozo de crítica de la economía política”, en Breves escritos económicos, Mèxico, Grijalbo, 1978, p. 20.
8p. 21
9Ibid. 22.
10 p. 415.
11 Engels, “Esbozo de crítica de la economía política”, en Breves escritos económicos, Mèxico, Grijalbo, 1978, p. 10.
12McLellan, David; Op. cit. pp. 154-155.
13 Lenin, “Federico Engels”, Marx, Engels, Marxismo, Pekin, Ediciones en lenguas extranjeras, 1980, p. 59.
14 Engels, “Contribución a la historia de la Liga de los comunistas”, en: Marx, Engels, Obras escogidas en tres tomos, Tomo III, Moscú, Progreso, 1976, p. 190.
15 Marx, Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844, México, Grijalbo, 1968, pp. 74-75.
16 Ibidem.
17 Ibidem.
18 Ibidem.
19 Ibid. p. 111.
20Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra, España, Esencias, 1974, p. 21.
21Ibid. p. 44.
22Ibid. p. 190..
23Ibid. p. 38.
24 Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra, España, Esencias, 1974, pp. 44-45
25 Citado en: McLellan, p. 386