No es secreto para nadie que la sociedad está dividida en clases sociales, unos cuantos privilegiados que se pueden considerar dueños de mucha riqueza y los demás o trabajamos o nos morimos de hambre. De dónde viene esta diferenciación social es establecido como un misterio irresoluble o como un resultado de la naturaleza humana. Alerta de spoiler: No se trata de ninguno de los dos casos.
Tampoco se trata de la historia gastada de la meritocracia, según la cual uno puede hacerse millonario a partir del propio esfuerzo. ¿Cuál es, entonces, la línea que diferencia a los ricos de los pobres? Sencillo, los ricos lo son gracias a que son los dueños de capitales heredados y de los grandes medios de producción (es decir, cualquier cosa que sirva para generar riqueza), y así se enriquecen sin la necesidad de trabajar un solo día. En cambio, nosotros, que no somos dueños de ningún medio de producción, tenemos que venderles nuestra fuerza de trabajo al precio que ellos decidan, para que generemos mucha más riqueza de la que recibiremos por nuestro trabajo.
La verdad es que nadie puede hacerse rico sin explotar el trabajo de otras personas. Esas otras personas somos nosotros, los que no tenemos nada que vender más que nuestra fuerza de trabajo, los que tenemos que llegar a la escuela o al trabajo en un transporte público abandonado por el presupuesto, los que en muchos casos tenemos que estudiar y trabajar al mismo tiempo.
Las historias dramatizadas y exageradas del millonario autoproducido son bastante comunes y fáciles de encontrar, y también son muchas las personas que terminan por creer en esas historias. Estos comerciales de personas que tuvieron éxito gracias al esfuerzo netamente individual tienen un propósito no tan relacionado con simplemente contar una historia de éxito. Sirven más bien para justificar, a partir de una mínima posibilidad de encontrar una calidad de vida mejor que el promedio, un sistema de relaciones sociales de producción llamado capitalismo, que no puede vivir más que a condición de destruir sus propias fuentes de riqueza, es decir, los recursos naturales y el trabajo humano.
Si fuese cierto que trabajo duro es igual a éxito económico, entonces México sería el país de los millonarios, total, somos de los trabajadores que más pasan tiempo trabajando de todo el mundo. Pocas son las clases obreras a nivel mundial que invierten más tiempo trabajando que los obreros mexicanos, y aún así, durante los últimos años nuestra riqueza general ha descendido una tercera parte, la misma proporción en la que han aumentado las fortunas de los más ricos (desde el estallido de la crisis de 2020 esta es una tendencia global, no sólo mexicana). Y si fuese cierto que trabajo duro es igual a éxito económico, el 1% de la población mundial no concentraría la mitad de la riqueza mundial mientras que el 53% de la población mundial (gente que de hecho, SI trabaja) posee solamente el 1% de la riqueza (esto no lo decimos nosotros, lo dicen instituciones financieras como Credit Suisse).
Con datos se demuestra la falsedad del mito meritocrático, con datos se demuestra que todo el misterio de la opulencia económica de los millonarios no radica en otra cosa que el trabajo no pagado, y con datos se demuestra que el capitalismo no está diseñado para satisfacer las necesidades de la humanidad. Y si capitalismo no es cuando te puedes hacer rico por tu propio esfuerzo, entonces ¿Qué significa?
Capitalismo significa que un capitalista se apropie de riqueza que TÚ produjiste pero que nunca te va a pagar, significa que ese burgués al que llamas patrón te pagará únicamente lo que necesitas para mantenerte vivo —de paso manteniéndote pobre—, significa que no podrás ser dueño de una casa porque otro capitalista —aprovechando la riqueza que otros trabajadores produjeron pero no recibieron— compró todas las casas para poder hacerse más rico a partir de la renta que estarás obligado a pagarle, significa que no podrás tener un medio ambiente sano porque —en su afán de aumentar la riqueza— el capitalista recurrirá a los mecanismos de producción más contaminantes y baratos, y significa que el capitalista se escudará en el Estado y en una serie de prejuicios y mentiras ideológicas para tratar de separarte de tus compañeros de clase y proteger su posición.
Comprendiendo esto, se vuelve más fácil entender que para garantizar la supervivencia de la humanidad, el sistema capitalista tiene que morir. A estas alturas podrás estar pensando que esta es la parte en la que te digo que la solución a todo es el comunismo. Y no te equivocas, pero precisamente porque parte importante de la supervivencia del capitalismo es la difusión —a cargo de la clase dominante— de mentiras ideológicas, es necesario hacer una serie de aclaraciones.
El comunismo no se trata de un Estado totalitario y todopoderoso que se dedique a espiarte, a oprimirte de manera brutal y a quitarte hasta la ropa interior (al menos dos de esas tres ya lo hacen los Estados capitalistas). El comunismo no se trata tampoco de tener al gobierno concentrado en un aparato gigantesco de burócratas que no puedes elegir ni criticar. Y lo más importante, el comunismo no fue lo que “dejó de funcionar” en 1991. Todas estas descripciones no corresponden al comunismo, sino a la degeneración burocrática estalinista de la cual fue víctima la Revolución Rusa debido al aislamiento al que la sometieron, degeneración que desafortunadamente heredaron después todos los partidos comunistas y todos los Estados “socialistas”.
Para promover entre los trabajadores el miedo a su propia liberación, la prensa burguesa ha difundido hasta el cansancio la mentira de que el comunismo y el estalinismo son la misma cosa. La realidad es que el comunismo no se trata de una sociedad dominada por un Estado omnipotente, sino de una sociedad en la que el Estado -como aparato que sirve para reprimir a una clase en favor de otra- ya no existe. El comunismo, tal como lo pensaron Marx, Engels, Lenin, Trotsky, entre otros revolucionarios; consiste en que una revolución obrera, originada en los trabajadores organizados, le ponga fin a la propiedad privada sobre los grandes medios de producción, de tal suerte que estos, así como la riqueza que se genera, ya no serán propiedad de unos cuantos capitalistas sino de los trabajadores mismos.
Consiste en una economía democráticamente planificada y en un nuevo tipo de organización política, en la que los trabajadores ya no tengamos que conformarnos con ir a votar cada cierto tiempo para elegir a quienes van a reprimirnos a continuación, sino que como clase organizada podamos ir y hacer política nosotros mismos. Ese era el proyecto que la Revolución Rusa estaba construyendo, el proyecto que el Partido Bolchevique enarbolaba en su programa revolucionario.
Es por eso debemos luchar por el comunismo. El capitalismo es un sistema que se basa en la acumulación de capital a partir del lucro, lejos han quedado los días en los que el Estado del Bienestar era un requisito para quitarle popularidad electoral a las izquierdas, y tras décadas de privatizaciones el capitalismo ha demostrado su verdadera cara.
Este sistema capitalista no va a resolver nunca la carencia de servicios de calidad porque eso implicaría negocios menos rentables con la salud y la educación, no va a resolver el desempleo ni la explotación laboral porque no puede vivir sin ellos, no dejará que se combatan efectivamente prejuicios como el machismo o el racismo porque eso significaría unificar todas las luchas sociales, y no va a permitir que haya avances significativos en la lucha contra la devastación ambiental porque eso sería demasiado caro como para tener ganancias.
La lucha por el comunismo es una lucha para pasar, como trabajadores, del reino de la necesidad al reino de la auténtica libertad. Es una lucha que se tiene que hacer de manera revolucionaria, pues los gobiernos que salen de las urnas suelen adaptarse a las reglas del juego capitalista. Y una revolución, como indicaba Trotsky, es un proceso en el que los trabajadores entran repentina y masivamente en la historia para tomar el control de sus propios destinos.
No tenemos casa, no tenemos acceso a servicios de calidad y no tenemos trabajos bien remunerados; no tenemos nada, y eso lo que significa es que en la lucha revolucionaria no tenemos nada que perder, pero por el contrario tenemos todo por ganar. En La Izquierda Socialista nos hemos puesto la tarea de construir una alternativa revolucionario que pueda, como los bolcheviques, dirigir la por el poder para los trabajadores y para eso hacemos un llamado, te necesitamos para poder por fin pasar de la penuria a la dignidad, de la necesidad a la libertad.
¡Únete a La Izquierda Socialista! ¡Únete a la lucha por el comunismo!