El ataque que campesinos, junto al joven profesor Arturo Gámiz y al doctor Pablo Gómez, realizaron al cuartel militar de Madera, el 23 de septiembre de 1965, terminó en un desastre, con la mayoría de sus protagonistas muertos. Se podría caracterizar como una derrota, pero la lucha de clases es un proceso, como lo dijo Rosa Luxemburgo en su último escrito: “la revolución sigue avanzando hacia sus grandes metas aún por encima de las tumbas abiertas, por encima de las ‘victorias’ y de las ‘derrotas’. La primera tarea de los combatientes por el socialismo internacional es seguir con lucidez sus líneas de fuerza, sus caminos” [1].
El asalto al cuartel Madera tuvo un profundo impacto en el movimiento social y estudiantil. Estos combatientes, que ofrendaron su vida luchando por justicia social, fueron íconos y ejemplo, tal fue el caso de la generación del movimiento de 1968. Arturo Gámiz también quedó incrustado en la bandera del magisterio democrático como uno de los 4 rostros que se enmarcan en el escudo de la CNTE.
Todos los muertos fueron hombres, fueron los que empuñaron las armas. ¿Qué papel jugaron entonces las mujeres? Cabe señalar, que la reivindicación de la mujer en la lucha no es algo nuevo. Carlos Montemayor, el gran historiador y novelista de la guerrilla en México, tiene trabajos tan conocidos como Guerra en el paraíso, que habla de la guerrilla del profesor Lucio Cabañas, o Las Armas del Alba (que también cuenta con una película) que habla del asalto al cuartel Madera. Al salir este último libro mencionado, algunas familiares de los combatientes le cuestionaron a Montemayor:
“¿Tú crees, Carlitos, que ellos lucharon solos? ¿Dónde estamos nosotras?”
A lo que él les respondió:
“Es que ustedes necesitan todo un libro para ustedes solas”. [2]
Las Mujeres del Alba, es la misma historia de Madera pero visto desde las mujeres. Es, en gran medida, la historia de la resistencia posterior a esta batalla.
El pasado 20 de febrero se estrenó esta película, con guión y dirección de Jimena Montemayor Loyo, que rinde con esto también homenaje a su padre Carlos Montemayor. No es una calca del libro, Jimena tuvo acceso a las entrevistas directas que su padre hizo a estas mujeres y ella misma habló con cuatro de ellas.
La película cuenta con una fotografía bien cuidada, con marcados contrastes de sombras y luz, que, aunque no logra filmarse en Chihuahua, es capaz de transportarte a paisajes norteños. La película pone en el centro a las mujeres, protagonistas claras. Esto lo hace mostrando distintas facetas y contradicciones. Aunque habla de una historia crudamente real, se da la libertad de poner algunas escenas más dignas del realismo mágico latinoamericano.
El asalto al cuartel no vino de la nada. Por años se dieron luchas en esta zona, en municipios como Madera y Temósachic. La Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM) tenía un trabajo organizativo desde los años 40. Con la entrada del gobernador Práxedes Giner Durán a Chihuahua, los abusos contra los campesinos aumentaron. Los campesinos iniciaron organizándose pacíficamente, pero al ver cerradas las puertas se hicieron acciones como quemas de puentes, algún militante de la UGOCEM también asesinó a algún cacique y, finalmente, se constituye un grupo armado llamado Grupo Popular Guerrillero, que es el que protagoniza el asalto a Madera. [2] La película no entra a todos estos detalles, pero saltando de un periodo a otro, explica ese trabajo de masas previo de organización campesina.
Entrar a la lucha en esas condiciones, era algo que trascendía a la persona misma, pues la familia se veía también involucrada. El Estado, el Ejército, no tiene escrúpulos ni principios. La película nos recuerda con claridad el papel central del ejército como aparato de represión del Estado. Que si bien, es una fuerza en sí, se vincula claramente con el poder civil en defensa de los intereses de los capitalistas. No olvidemos que se luchaba contra el despojo de tierras orquestado por caciques y compañías privadas madereras y ganaderas, que fueron protegidas por el Estado. Sin embargo, las bases del ejército vienen muchas veces de esas mismas comunidades rurales. Una lucha revolucionaria auténtica escinde a estas fuerzas en líneas de clase, como la película también muestra.
El masacrar a los campesinos que osaron tomar las armas, era una lección contra el conjunto del pueblo trabajador, iniciando con el de la localidad. Mostraron los cadáveres a la población como lección, negaron que los familiares recuperaran los cuerpos y las autoridades actuaron como cínicas defensoras de los caciques y enemigas de los campesinos en lucha. Fueron las madres, las hermanas, las esposas y las hijas, quienes se tenían que enfrentar en esas condiciones, sin armas, a las fuerzas estatales. La represión no se quedó en los insurrectos, en algunos casos fueron contra las familias y las mujeres tenían que poner a sus hijos en la clandestinidad.
Como comunistas pensamos que el camino a resolver los problemas de los campesinos está en una alianza con sus hermanos de la ciudad, en una lucha de masas de trabajadores del campo y la ciudad. Necesitamos una organización que nos permita alcanzar una lucha unificada y no demos luchas heroicas locales. Por ello creemos que debemos construir un Partido Comunista Revolucionario.
Las mujeres siempre han estado en la lucha y hoy más que nunca están o deben de estar en la primera fila de batalla por la transformación social. La actual generación, sin embargo, no es la primera en luchar y vale la pena mirar atrás. La película rinde homenaje a mujeres reales que mantuvieron la memoria, que llamaron a cada una de las generaciones a luchar en organizaciones revolucionarias. Recomendamos ver y leer Las mujeres del Alba.
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Fuentes consultadas:
[1] Luxemburgo, Rosa, «El orden reina en Berlín».
[2] jornada.com.mx/2025/02/13/espectaculos/a07n1esp
[3] Mecanismo para la verdad y el esclarecimiento histórico, Informe final del Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico, Volumen 2, Capítulo 1.
Montemayor, Carlos, Las mujeres del alba
Montemayor, Jimena, Las mujeres del alba