Escrito por: David García Colín Carrillo
“Las huelgas, por dimanar de la propia naturaleza de la sociedad capitalista, significan el comienzo de la lucha de la clase obrera contra esta estructura de la sociedad”[Lenin “Sobre las huelgas”]
“Todas las ruedas se detienen si así lo quiere tu brazo vigoroso” [Canción de obreros alemanes citada por Lenin]
El surgimiento y desarrollo del capitalismo a nivel mundial, y el de las contradicciones de clase que le son inmanentes, pueden relatarse a partir del desarrollo de la minería, la industria textil y los ferrocarriles. El surgimiento en México de las contradicciones burguesas no fue la excepción; con la importante salvedad de que en México el capitalismo, a diferencia de Inglaterra, tuvo un “desarrollo desigual y combinado”, es decir, surgió bajo el dominio absoluto del capital trasnacional –inglés, francés y norteamericano- y con la persistencia de formas precapitalistas de producción, creando una oligarquía reaccionaria que se opondrá con todo al progreso y a las demandas populares. La lucha de clases en México está marcada profundamente por este desarrollo desigual que Trotsky estudió profundamente.
En buena medida esto último representó el porfirismo y en buena medida en esos sectores clave (minería, industria textil, ferrocarriles) surgirá el combativo proletariado mexicano y sus luchas icónicas: las de la Gran Liga de Empleados de Ferrocarril (1905) –organización que algunos consideran como el primer sindicato mexicano (veremos que hay antecedentes importantes)-, la oleada huelguística textilera que culminará con el motín de Río Blanco (1907) y la más organizada huelga minera de Cananea (1906). Todas estas luchas demuestran que el carácter burgués de la Revolución mexicana no estaba fatalmente predeterminado, sino que fue la incapacidad de unificar la lucha campesina con el movimiento obrero -o, en otras palabras, la falta de una dirección revolucionaria de parte del proletariado- lo que abrió el camino para que la Revolución fuera secuestrada por una serie de caudillos burgueses.
En este texto analizaremos los antecedentes y el desarrollo de estas luchas históricas del proletariado mexicano, tratando de demostrar que el peso cualitativo de la clase trabajadora es muy superior a su peso numérico y que si ya en las postrimerías de 1910 el movimiento obrero sacudió al régimen, su potencial revolucionario hoy es muchísimo mayor.
Ferrocarrileros, La Gran Liga Mexicana de Empleados de Ferrocarril
Cuando Porfirio Díaz llega a la presidencia el país apenas contaba con 640 kilómetros de vías férreas, pero para 1884 ya existían 5,731 kilómetros de vías que unían a la Ciudad de México hasta Veracruz con Toluca, el Bajío y hasta El Paso, en el Norte.1 Pero la línea ferroviaria mexicana fue construida con capital extranjero – a comienzos de siglo, capital norteamericano en un 40%, inglés en un 28%, francés en un 19%-, con personal cualificado de nacionalidad extranjera, que impondría condiciones humillantes y desiguales a los ferrocarrileros mexicanos.
Significativamente –por su mayor experiencia, medios y tiempo para organizarse-, serán los cualificados y mucho mejor pagados operarios norteamericanos los que fundarán los primeros sindicatos (hermandades) del ramo, a imagen y semejanza de sus símiles en Estados Unidos. Así, por ejemplo, la “hermandad” de los maquinistas fundó, en 1884, la “Brotherhood of Locomotive Firemen and Enginemen”, otras muchas se fundarán en los años siguientes abarcando a un sorprendente 95% de trabajadores ferrocarrileros extranjeros. La división entre éstos y los trabajadores nacionales–alimentada por el racismo del que estaban infectados muchos trabajadores norteamericanos (los trabajadores mexicanos solían ser llamados “greasers” -grasientos- o “our peons” -nuestros peones-) -será astutamente utilizada por la patronal y el Estado, a grado tal que la compañía del Ferrocarril Central Mexicano utiliza a los trabajadores nacionales como rompehuelgas en varias ocasiones. En la huelga de 1886, por ejemplo, los trabajadores extranjeros, ante la furia generada por los trabajadores mexicanos que ocupan sus puestos de trabajo, descarrilan varios trenes y se enfrentan físicamente con los nacionales, Porfirio Díaz utiliza al ejército federal y a la guardia local del estado de Chihuahua para sofocar a los huelguistas, los dirigentes extranjeros son despedidos. Será una de las pocas veces en que el gobierno de Díaz reprime a los trabajadores extranjeros –normalmente serán los nacionales los que se lleven la peor parte-.
No obstante la división, el ejemplo de las hermandades extranjeras inspirará en 1890 la fundación de la “Orden Suprema de Empleados Ferrocarrileros Mexicanos” -por parte de algunos fogoneros, garroteros y telegrafistas de Nuevo Laredo-, con fuertes características mutualistas propias de la época. En 1894 la “Orden Suprema” es invitada a participar en una huelga encabezada por extranjeros –lo que muestra el potencial de romper las barreras nacionales- pero, lamentablemente, a pesar de que algunos trabajadores nacionales participan brazo con brazo con sus compañeros, la “Orden suprema” colabora con la patronal para romper la huelga. La cortedad de miras condena a esta organización a la disgregación con más pena que gloria.
Pero la experiencia no será en vano. En Puebla, uno de los extranjeros que participó en la huelga de 1894, Teodoro Larrey, se integra a una “Logia Masónica” opuesta al porfirismo – de hecho participa en la fundación de filiales del “Círculo Liberal Ponciano Arriaga”, verdadero germen del futuro Partido Liberal Mexicano- y junto con el socialista Francisco Salinas y Bordon, otro masón, redacta, en 1900, los documentos principales de la Unión de Mecánicos Mexicanos, que tendrá un efecto detonante. No será la última vez que militantes extranjeros influyan positivamente con su experiencia sindical e ideas radicales al desarrollo del movimiento obrero mexicano, ya había sucedido en el siglo anterior con el anarquista italiano Plotino Rhodakanaty, y sucederá de nuevo, en 1919, con la fundación, por inmigrantes extranjeros, del PCM.
Otras organizaciones ferrocarrileras se fundan como cascada tras la Unión de Mecánicos Mexicanos, así, en diciembre de 1905 se funda la trascendente “Gran Liga der Empleados de Ferrocarril” que llegará a tener a 10 mil afiliados, “hacia 1906 la Gran Liga Mexicana de Empleados de Ferrocarril era, con mucho, la asociación obrera más numerosa e influyente de México”.2 Desde antes de su fundación, ya desde 1904, se publicó el periódico El Ferrocarrilero que se editará hasta 1906. El proceso organizativo fue importante porque significó una cierta generalización de las demandas obreras: delimitación de la jornada de trabajo, mismos derechos que los extranjeros y la unificación en un frente nacional del gremio –en este caso ferrocarrilero-, los trabajadores ya no estaban divididos por oficios, como lo habían estado antes. El magonismo no hizo sino expresar esta tendencia hacia la unidad.
Felix C. Vera, dirigente de la organización, se encargará de rechazar el socialismo al definir la posición política del sindicato: “No predicamos el socialismo ni en nuestra mente está envenenar el cerebro del empleado para que se subleve […]”3. Aún así, esta organización encabezará uno de los procesos huelguísticos más importantes de mediados de la primera década del siglo XX, una oleada que será parte del movimiento en que se enmarcan Cananea y Río Blanco. No obstante el rudo economicismo y su fuerte influencia mutualista, la organización cobra dominantes funciones sindicalistas y de choque con la patronal, será esto el aspecto valioso y trascendente de las primeras organizaciones sindicales del siglo XX.
De esta forma los sindicatos ferrocarrileros encabezan una treintena de huelgas entre 1906 y 1908. Así, por ejemplo, en 1906 la Unión de Mecánicos Mexicanos encabeza una serie de huelgas que abarcan a los mecánicos de las capitales de Aguascalientes, Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas y en Silao, Guanajuato. Esta huelga fue importante porque los trabajadores presentaron lo que en la práctica era el primer contrato colectivo de trabajo que se exigía fuera firmado con un sindicato en México (aún cuando la figura no estuviera legalmente constituida), lo que también implicaba la bilateralidad. En el pliego petitorio se exigía la fijación de la jornada de trabajo, un tabulador salarial, límite de edad de los trabajadores, libertad para exponer quejas vía representación colectiva, que no existieran despidos injustificados. El porfirista periódico “El imparcial” –que de imparcial no tenía nada- calificó este movimiento como “la huelga más importante de cuantas se han visto hasta ahora”.4 Después de 13 días de huelga los trabajadores aceptan algunas conquistas parciales y la levantan el 134 de agosto. Movimientos huelguísticos como este sacudieron al país hasta 1908.
A pesar de que todavía a inicios de abril 1910 se celebra la Gran Convención Ferrocarrilera, el movimiento iba en franco declive. Hubo huelgas importantes en los siguientes años; es cierto que en 1912, por ejemplo, la Unión de Mecánicos Mexicanos encabezará una huelga importante (la organización vive unos 20 años tras su fundación), pero serán movimientos estrictamente económicos que se declaran apolíticos y al margen del movimiento campesino revolucionario. Esto debido en gran medida a la represión gubernamental, así como también a un proceso de “mexicanización” estatal del ramo, que implicó una mayor participación accionaria del Estado y la gradual eliminación de los empleados extranjeros, reivindicación que había sido muy importante en los movimientos sindicales de finales del siglo y comienzos del nuevo; por eso la Gran Liga se desmovilizó. La “mexicanización” porfirista no era, en realidad, una medida nacionalista del gobierno sino expresaba una caída en la rentabilidad en el ramo que hacia necesario un mayor involucramiento del Estado. Fue uno de los factores que desorientó a un movimiento sindical que no supo superar sus prejuicios economicistas y conformar el movimiento político que lo hubiera salvado de la bancarrota política.
Si los lados fuertes del sindicalismo se pusieron de relieve en la oleada huelguística, los puntos débiles fueron decisivos en un proceso represivo y de usurpación de banderas políticas por parte de un régimen moribundo. Este desenlace no era inevitable si consideramos que buena parte de los activistas obreros de la época también participaban en los clubes políticos opositores, ya fuera en el ala radical magonista o en la tibia maderista. El punto es que existía un fermento político que finalmente será canalizado por los dirigentes burgueses y pequeñoburgueses, sellando el destino de la Revolución mexicana. Si bien serán los oficinistas de ferrocarril, por medio de la Sociedad Mutualista de Despachadores y Telegrafistas Ferrocarrileros, los que en 1913 lograrán, durante el gobierno de Madero, uno de los primeros contratos colectivos reconocidos por el Estado mexicano, éste se firmará con un movimiento sindical despolitizado, acéfalo.
Mineros, Cananea
Uno de las “arterias” más importantes que conectaron a la Nueva España con el desarrollo capitalista mundial fue, sin duda, la minería. Provincias enteras se crearon a partir de la vetas de minerales que eran saqueadas, enriquecían a una reducida oligarquía y sometían a los trabajadores a condiciones rayanas en la esclavitud. Debido a esto, a que la Nueva España fue la principal fuente de metales preciosos de España y Europa, no debería sorprendernos que la primera huelga en América se registrara tempranamente, en 1866, en las minas de Romero de Terreros [sobre esta primera huelga véase: http://old.laizquierdasocialista.org/node/3958] tampoco debería sorprendernos que de este sector pionero del proletariado mexicano se nutriera la Revolución de independencia y surgieran héroes icónicos como El Pípila.
Sin embargo, para el año 1899 se observa una relativa modernización de explotación minera, producto del traspaso de la propiedad colonial a propiedad privada de los inversionistas extranjeros (el 80% de los costos de producción eran proporcionados por inversiones norteamericanas y éstas para 1911 acaparaban unas 223,000 minas frente a otras 43,600 de capital inglés y sólo 7,500 de capital nacional), que coincide con una mayor explotación (en términos de productividad) y una relativa transformación de las relaciones laborales, pasando del precapitalista pago por “partido” (con una parte del mineral, en vez de salario) a relaciones salariales “normales”. El dominio absoluto del capital trasnacional subraya el papel subordinado y dependiente de la oligarquía mexicana, posición que será demostrada con la brutal represión por rangers norteamericanos de la huelga en Cananea. Los puntos de unión de las vías férreas con las minas crearon una combinación dialéctica que tendrá un efecto detonante, impulsando localidades urbano-industriales en Aguascalientes, san Luís Potosí, Torreón y Monterrey.
Para sopesar el incremento de la explotación del trabajador consideremos que “la productividad media por trabajador ocupado se incrementó de 22 mil kilos, en 1899, a 42 mil kilos, en 1905”.5 Este proceso de “modernización” implicó el surgimiento de una nueva división del trabajo que, al igual que sucedió en el ramo ferrocarrilero, benefició a una aristocracia obrera de origen extranjero. Los trabajos pesados y peligrosos, no cualificados, se cargaron sobre los hombros de los mineros mexicanos, en los cualificados y mejor pagados abundaban los extranjeros. Estas contradicciones de fin de siglo fueron acrecentadas por la pérdida del valor de la plata que entre 1873 y 1905 descendió a la mitad de de su valor.
A pesar de esto, los mineros mexicanos no vivieron el mismo proceso de efervescencia que sacudió a ferrocarrileros y obreros textiles a inicios de siglo. Pero esto era en gran medida debido a la focalización y relativo aislamiento del trabajo minero que tendía a concentrar mayor “magma” debajo de la superficie, dotándolo un carácter mayormente explosivo. No es casual que la huelga minera frecuentemente tomara la forma de motines (los explosivos venían con el oficio). Por razones similares a las que facilitaron la pionera organización sindical de los trabajadores extranjeros –mayor alfabetización, experiencia, tiempo y recursos- en la minería se establecieron, por el año 1905, sucursales nacionales de las hermandades estadounidenses de los Knights of Labour (Caballeros del Trabajo) y los Industrial Workers of the World (Trabajadores Industriales del Mundo). Es significativo el enlace que se puede trazar entre el movimiento obrero mexicano y la organización sindical norteamericana (Caballeros del Trabajo) que encabezó la huelga de mayo de 1886, misma que heredará al mundo obrero el 1 de mayo. Dadas sus tradiciones de lucha, las sucursales norteamericanas del gremio minero -a diferencia de otros sectores- tendían a involucrar en la lucha a los trabajadores mexicanos; sin embargo, una herencia de racismo orientó a los trabajadores nacionales hacia la creación de mutualidades con independencia de los trabajadores norteamericanos; aún así el ejemplo dejará su impronta. En los nuevos centros urbanos, ahí donde la minería estaba de la mano con poblaciones en crecimiento, surgieron decenas de mutualidades.
Una excepción a la regla del surgimiento de mutualidades fue la mina de Cananea, Sonora, ubicada en la población más importante del estado que contaba con 30 mil habitantes. En la mina, propiedad de la estadounidense Cananea Consolidated Copper Company, laboraban 2,200 extranjeros y 5,360 mexicanos. Por su cercanía con la frontera fue un punto ideal de las actividades propagandistas y revolucionarias del Partido Liberal Mexicano que envía, a principios de 1905 a tres de sus miembros (José López, Enrique Bermúdez y Antonio P. Araujo). Debido a sus intentos de difundir el periódico Regeneración, estos militantes son amenazados de muerte por los matones de la compañía minera pero logran establecer contacto con algunos líderes naturales de los trabajadores: Esteban Baca Calderón y Manuel M. Diéguez.
Gracias a estos contactos, el 16 de enero de 1906 unos quince trabajadores fundan la sociedad secreta “Unión Liberal Humanidad”. No se trataba de una mutualidad, sino de una organización política revolucionaria adherente a la junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano. Quizá como parte de su plataforma de base, para entrar en contacto con los trabajadores, se funda el Club Liberal Cananea, con un carácter más abierto. Realizan actividades públicas, con motivo de la celebración de la batalla del 5 de mayo y celebraban reuniones nocturnas con los trabajadores, los días miércoles y viernes. La vanguardia comenzaba a organizarse pero la huelga estallará de las entrañas mismas de los trabajadores, demostrando que éstas no son producto de agitadores. Se dará un prometedor enlace entre los conspiradores y la base obrera –dando un ejemplo de que el concepto de vanguardia consiste precisamente en procurar el vínculo entre ideas avanzadas y movilización de masas-.
A finales de mayo un grupo de mineros, voceros de la asamblea obrera local, solicita al gerente de la compañía que se establezca la jornada a 8 horas, que se les pague 5 pesos diarios al igual que los extranjeros, y la destitución de tres mayordomos odiados por maltratar a los trabajadores. Evidentemente la gerencia se niega a aceptar este simple pero desafiante pliego petitorio. No sólo esto, también impone mayores facultades a los mayordomos para despedir trabajadores y demandarles mayor productividad. La huelga estalla el 1 de junio y, en reconocimiento a su trabajo de propaganda, Manuel M. Diéguez y Esteban Baca Calderón son invitados a integrarse al comité de huelga. Si bien Diéguez consideraba que la huelga era precipitada y le hacía falta organización, los magonistas se suman a la huelga, demostrando que eran verdaderos revolucionarios.
Los magonistas contribuyen a darle un carácter organizado a la huelga y a elaborar un pliego de peticiones que, además de los puntos ya mencionados, exigía que el 75% de los puestos de trabajo fuera ocupado por trabajadores mexicanos, un trato respetuoso por parte de los mayordomos y el derecho a la promoción. Ante el estancamiento de las negociaciones, los obreros intentan extender su movimiento y de forma audaz realizan un mitin en la comisaría local y luego una marcha por las calles del pueblo. 1,500 huelguistas marcharon con pancartas en las que se leía: “5 pesos diarios” y “ocho horas de trabajo”; se les unen los trabajadores de la fundidora y de la planta concentradora. En las inmediaciones de la maderería, el gerente, Jorge Metcalf y su hermano reciben la marcha con mangueras de presión, los trabajadores indignados arrojan piedras y a las piedras se responde con tiros. Los trabajadores enardecidos derriban la puerta de la maderería, matan a los hermanos Metcalf e incendian el local. La marcha, convertida en motín, se dirige al palacio municipal donde los guardias de la compañía disparan contra la multitud y matan en el acto a seis trabajadores. Habrá más muertos y heridos los días 1 y 2 de junio.
Los huelguistas intentan reagruparse y organizan una marcha que pretendía establecer una mesa de diálogo con el gobernador. Pero el gobierno y los empresarios no querían diálogo, querían un castigo ejemplar. Para aplastar la rebelión el general Izábal se dirige a Arizona y, en complicidad con los dueños de la mina, el gobierno mexicano y el estadounidense, recluta a unos 275 rangers al mando del coronel Thomas Rining. Los conceptos de soberanía y legalidad no significaron nada ante los intereses superiores del gran capital.
La nueva marcha de los trabajadores del día 2 de junio es recibida con un nuevo tiroteo y al día siguiente se declara la ley marcial. Entre los días 1 y 3 de junio mueren más de 20 trabajadores y los dirigentes –entre ellos Diéguez y Calderón, son detenidos y recluidos en la cárcel de San de Ulúa. Así de grande fue el temor del régimen a la rebelión obrera. Los magonistas habían demostrado en Cananea que la labor revolucionaria en los centros de trabajo era posible y podía rendir grandes frutos.
Textileros, Río Blanco
La manufactura textil, junto con la minería, representó una de las ramas más antiguas en las que cristalizará el incipiente capitalismo en México. De hecho, las primeras sociedades mutualistas que se registran en el país –la “Sociedad de artesanos” en Guadalajara (1850) y la “Sociedad Particular de Socorros Mutuos” en la Ciudad de México (1853) -. surgen en el sector textil. Sin embargo, el carácter mutualista de estas primeras organizaciones obreras expresaba un carácter artesanal y doméstico, es decir, pequeñoburgués, razón por la cual dichas organizaciones mutualistas oscilaron entre funciones sindicales y la organización de las primeras huelgas del siglo XIX, a convertirse en simples muletas del gobierno porfirista.
El lado progresista del mutualismo consiste en que fue incubadora de la solidaridad entre la clase obrera, el apoyo mutuo fue un embrión de la consciencia de clase; su lado negativo estaba en que esta solidaridad era pasiva, no se aplicaba en la lucha contra el patrón, excluía la lucha política limitándose a curar y lamer, de manera pasiva y resignada, las heridas producidas por la explotación, por ello Porfirio Díaz promoverá este tipo de organizaciones.
Plotino Rhodakanaty, un inmigrante anarquista de origen italiano jugará un papel destacado en el proceso de convertir a algunas mutualidades en organizaciones que por sus funciones de combate equivalían a sindicatos no reconocidos por la ley, lo cual en aquel periodo fue un gran paso adelante.
En 1863 Rhodakanaty funda una escuela en la Ciudad de México donde promueve sus ideas “trascendentalistas”, religiosas y anarquistas; logra aglutinar a un grupo de jóvenes que jugará un papel muy relevante en el futuro del movimiento: Francisco Zalacosta y Santiago Villanueva, los más importantes. En 1864 sus discípulos fundan, en la Ciudad de México, organizaciones mutualistas entre los sombrereros y sastres. Sobre la base del viejo mutualismo las convertirán en organizaciones de combate. El 10 de junio de 1865 los obreros textiles de la fábrica de San Ildefonso deciden dejar el trabajo, los siguen los trabajadores de la fábrica La Colmena. “Fue la primera huelga que, organizadamente, se llevó a cabo en México”.6 (En realidad, fue la huelga de Real del Monte de 1776 no sólo la primera en México, sino la primera del continente). La huelga es brutalmente reprimida por el gobierno monárquico de Maximiliano, los obreros son exiliados a Tepeji del Río, pero había germinado una semilla muy importante en la historia de la clase obrera.
Este germen rendirá frutos muy relevantes el 8 de julio de 1868 cuando los trabajadores textiles de “La Fama Montañesa” se van a huelga con el siguiente pliego petitorio:
“1° Se pide respetuosamente a los señores propietarios de las fábricas de hilados y tejidos, que ordenen a los señores correiteros un mejor tratamiento en las secciones de tejido y que se abstengan de abusar de su autoridad con las obreras; 2° Es de pedirse, y se pide, que en lo sucesivo se use mejor material que el hasta ahora usado, ya que esto redunda actualmente en perjuicio de los bajos salarios que los artesanos obtienen; 3° Se pide que en el pueblo de Contreras se deje establecer el comercio libre, pues siendo este pueblo de categoría dentro de la República, no es posible admitir que se mantenga en calidad de propiedad particular; 4° Se pide que las mujeres solamente trabajen doce horas para que atiendan los deberes del hogar; 5° Se pide que los menores de edad sean pagados por los propietarios de las fábricas; 6° Se pide que en lo sucesivo los operarios y los empleados cubran sus cuentas de índole privada libremente; 7° Se pide que se respete el libre derecho de los artesanos, haciendo ver que el respeto al derecho ajeno es la paz”.7
Las peticiones muestran a un proletariado surgido de una industria de manufactura y cooperación simple –etapas primitivas de la organización capitalista del trabajo-, todavía artesanal y pequeñoburgués, pero han dado un paso de gigante. El gobierno de Juárez, tras entrevistarse con una comisión de los huelguistas, acepta el pliego petitorio de los trabajadores, se trata de una de las primeras huelgas triunfantes en la historia del país.
La onda expansiva de la creación de la Primera Internacional alcanzó tierras mexicanas. Quizá a través de los contactos de Rhodakanaty en Europa, el acontecimiento entusiasmó a los trabajadores más avanzados agrupados en las sociedades mutualistas bajo la influencia de Zalacosta y Villanueva: “Fue tan grande el entusiasmo que despertó La Internacional, que desde luego se hizo una invitación a todas las sociedades con el fin de constituir un círculo general de los trabajadores organizados” [Valadés, Op. cit. p. 66]. Así, el 20 de marzo de 1871 se funda El Gran Círculo de Obreros de México, primera organización proletaria del país que se propone enarbolar los intereses de la clase trabajadora.
Las posturas de clase de El Gran Círculo nunca estuvieron totalmente definidas, las posiciones eran confusas y ambiguas, se acepta el ingreso de los patrones como miembros honorarios de la organización, se apoyan huelgas o se adopta la táctica de intentar convencer a los patrones sobre la justeza de las demandas obreras, desdeñando el deseo de las bases por llevar adelante el movimiento. Muchos de los dirigentes pretendían usar esta organización como mecanismo de apoyo a los liberales, especialmente a Lerdo de Tejada. Esta ambigüedad será muy costosa para la organización cuando el ascenso del régimen de Díaz termine por cooptar a los dirigentes de la organización. La muerte de Villanueva en 1872 y cierto sectarismo –el ala anarquista contraria a la colaboración con empresarios y políticos burgueses sale de la organización- facilitó el ascenso de los elementos oportunistas. El costo de ello será que el movimiento tendrá que reemprender la marcha y muchos de los caminos andados. Los Flores Magón llegarán a conclusiones a las que, a su manera, Zalacosta y Villanueva ya habían llegado varios decenios atrás.
En otro texto hemos analizado más a fondo el surgimiento del Gran Círculo [http://www.marxist.com/origen-socialismo-en-mexico-primeros-pioneros.htm] pero hemos querido señalarlo de paso porque está íntimamente vinculado con mutualidades del ramo textil. Sea como fuere, el dominio del sector oportunista y progobierno del Gran Círculo -que en el fondo expresaba el dominio casi absoluto de la pequeña producción y los métodos artesanales individualistas- dio como resultado la fundación, en 1879, del “Congreso Obrero” que fungirá como árbitro en los conflictos obrero patronales, fue probablemente la primera organización charra a nivel nacional en nuestro país. Logró aglutinar unas cien asociaciones mutualistas y cooperativistas, sobre todo en fábricas de tejidos y manufacturas de algodón.
Esta organización arbitró unas treinta huelgas entre los años 1881 y 1895, y al mismo tiempo apoyó todas las reelecciones del gobierno de Díaz, enviando felicitaciones en su cumpleaños y participando en la organización de elecciones fraudulentas. Para el régimen esta organización charril era útil para contener a los trabajadores y ganarse su apoyo coorporativo, y Díaz brindaba respaldo a los líderes siempre y cuando se limitaran a las funciones mutualistas y arbitrales. No se puede negar que la organización tuvo cierto papel progresista al impulsar escuelas para trabajadores, promover la lectura y la alfabetización. Sin embargo, el deterioro del poder adquisitivo de los trabajadores irá acumulando las contradiciones sociales (por ejemplo, a inicios del siglo los alimentos se habían encarecido un 100%, los alquileres un 500%, y el vestido un 75%) y minando la autoridad política del Congreso Obrero; ya para 1900 sólo podía organizar algunas conferencias. El régimen ya no necesitaba a los viejos líderes -que eran casi igual de viejos que el dictador- pues, además, contaba con un nuevo grupo de operadores -proveniente de la facción “científica”- que organizaba eficientemente los procesos electorales. La labor de acarreo y logística que proveía en Congreso Obrero quedó superada. Incluso se desconoce con certeza la fecha de disolución de esta organización charra pero esto ocurrió entre 1904 y 1905.
Nuevas mutualidades, independientes del Congreso Obrero, se organizarán a inicios de siglo y algunas de éstas cobrarán funciones sindicales. Es así como se engarza la historia de la vieja tradición mutualista con los sindicatos combativos y el magonismo radical. Al igual que en el caso ferrocarrilero, entre 1906 y 1908 se suceden una treintena de huelgas en la región de Orizaba Veracruz y en la región Puebla Tlaxcala y los trabajadores se involucran activamente en la efervescencia política antiporfirista. La diferencia radical entre la pequeña manufactura que dio sustento a los charros del Congreso Obrero y las agitaciones obreras de estos años radica en que la industria textil de Orizaba era moderna y concentrada, involucrando a miles de trabajadores, en un ejemplo de desarrollo desigual y combinado explicado por Trotsky por aquéllos mismos años pero con respecto a la también atrasada y semifeudal Rusia. De hecho la vieja forma mutualista expresaba un nuevo contenido de carácter sindical, que a su vez expresaba un cambio en la correlación de fuerzas de clase: “[…] mientras que la mayoría de las mutualidades del periodo 1853-1880 están compuestas por artesanos-más o menos proletarizados-, las más de estas asociaciones en el intervalo 1880-1905 están integradas por obreros industriales”.8
Una de las mutualidades de nuevo tipo, que se convertirá en un verdadero instrumento de lucha, fue la Sociedad Mutualista de Ahorros de Orizaba que desarrollaba sus trabajos en 1905. A inicios de 1906, Manuel Ávila, obrero de la fábrica textil de Río Blanco convoca a reuniones clandestinas con un grupo cerrado de trabajadores, entre ellos, José Neira, Porfirio Meneses y Juan Olivares, militantes de la “Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano” de los hermanos Flores Magón. Después de un debate interno, triunfa la postura magonista y se estrechan lazos con la Junta Revolucionaria de San Luis Misuri y el 1 de abril se funda el Gran Círculo de Obreros Libres teniendo como presidente a Manuel Ávila y en la vicepresidencia y como secretario, respectivamente, a los magonistas José Neira y Porfirio Meneses. Probablemente la elección del nombre “Gran Círculo” haya sido para enlazarse con la tradición anarquista que se remonta hasta Rhodakanaty.
La organización promueve la creación de filiales, en un intento valiente y desafiante por extender la organización revolucionaria, al finalizar 1906 el Gran Círculo de Obrero Libres había logrado la hazaña de aglutinar unas 80 sucursales en los estados de Querétaro Hidalgo y D.F. y haber encabezado 3 huelgas exitosas. Pero mientras los trabajadores se agrupan y organizan, los empresarios del sector textil de Puebla y Tlaxcala también lo hacen fundando a finales de ese mismo año el “Centro Industrial Mexicano” el cual trata de imponer un reglamento laboral homogéneo en el ramo, en donde se impone una jornada laboral infame de 14 horas (6 am a 8pm) con 45 minutos de comida, prohibición de visitas en las viviendas que los obreros alquilaban a la empresa, prohibición de lectura de libros y periódicos que no contaran con la aprobación de la administración, descuentos de salario para fiestas cívicas y religiosas y pago por material de trabajo dañado. Evidentemente, era una declaración de guerra descarada.
En contra de este reglamento, los trabajadores se lanzan a la huelga para imponer sus propias condiciones: se prohibían las tiendas de raya, se exigía pago de pensión por accidente de trabajo, 45 minutos para desayuno y otros 45 para comida, pago adicional por trabajo nocturno y días festivos, prohibición de empleo a menores de 14 años, etc. La huelga comienza el 4 de diciembre y para el 6 ya son 7 mil trabajadores en huelga abarcando 34 fábricas de la región Puebla Tlaxcala. Los empresarios se niegan siquiera a discutir el pliego de demandas e intentan quebrar el paro -además de solventar su exceso de producción- con un paro patronal, iniciado el 24 de diciembre, mayor aún la huelga misma, abarcando Puebla y Orizaba involucrando 93 fábricas y afectando a unas 100 mil personas. Con esto pretendían quebrar el fondo de resistencia y las aportaciones solidarias de los trabajadores textiles que, como en Orizaba, no se habían ido a huelga. Díaz interviene y se entrevista con los huelguistas el 26 de diciembre. El 3 de enero de 1907 Díaz emite un laudo que, por un lado daba ciertas concesiones (nivelaba salarios con base en el promedio más alto de cada región, sistema de primas por producción, se eliminaban descuentos para fiestas, se eliminaban descuentos por uso normal de instrumentos) pero, al mismo tiempo desconocía la bilateralida y la representación colectiva, estableciendo que las peticiones laborales debían realizarse a título personal.
El laudo agridulce desmoviliza a la mayoría, a los obreros textiles de Coahuila, Colima, Chiapas, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, D.F., Michoacán, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Sinaloa, San Luis Potosí, Sonora Tlaxcala, Tepic, levantan la huelga. Incluso los obreros de Río Blanco aceptan en su mayoría el laudo pero hubo muchos que protestaron contra él, incluso los dirigentes obreros de Río Blanco se dividen. Pero parecía claro que al día siguiente habría labores normales, con todo y los inconformes. En realidad el laudo podía tomarse como un triunfo parcial y una oportunidad para fortalecer a la organización en vistas de que la mayoría de los trabajadores a nivel nacional habían levantado la huelga. Sin embargo, la situación explotará -evidentemente no sólo se trataba de salarios sino de una situación social que para muchos era ya insoportable- y se generará un motín prematuro que acabará con la organización.
Cuando el 7 de enero de 1907 los trabajadores se presentan a las 5:30 de la mañana, la patronal no permitió la entrada de muchos hilanderos y tejedores -o se trataba de una vil provocación o los empresarios querían vengarse de los sectores más radicales- . Una multitud de unas 2 mil personas comienza a apedrear el edificio. Margarita Martínez, esposa de un trabajador, toma una bandera nacional y encabeza una marcha que se dirige a la tienda de raya local, de casi una manzana completa, propiedad del francés Victor Garcín, quien se había negado a fiar a los trabajadores. La tienda fue saqueada e incendiada, se cortaron los cables de la energía eléctrica y se abrió la cárcel local. A las 9 de la mañana se presenta el ejército federal y comienza una masacre. Murieron unas 17 personas y otras 80 resultaron heridas pero morirán cientos más en las próximas horas. Los trabajadores amotinados alcanzan a saquear las tiendas de Garcín en Santa Rosa y Nogales y una tienda de empeño, toman armas y ocupan varias estaciones de ferrocarril entre los poblados de Orizaba y Maltrata.
El coronel de la Ciudad de México, Francisco Ruiz, toma el control militar de la región “Hombres, mujeres y niños fueron arrancados de sus viviendas y fusilados en los cuarteles. Se emprendió la persecución de quienes habían huido a las colinas, donde se les detenía y se les fusilaba en el acto”.9 Se calcula que entre 400 y 800 trabajadores y sus familias fueron brutalmente asesinados por los soldados. Durante los días siguientes se verán vagones de ferrocarril desplazando montones de cuerpos humanos. Otros 230 trabajadores (12 mujeres) serán encarcelados.
Como consecuencia de la feroz masacre desapareció la matriz del Gran Círculo de Obreros Libres y la organización en su conjunto colapsó. Se trató de un golpe demoledor a una organización que pudo haber planteado una alternativa obrera de masas frente a los futuros dirigentes pequeño burgueses y burgueses que descarrilarán una Revolución que ya asomaba en el horizonte y que ya se sentía en el ambiente.
Conclusiones
Es falso que el carácter burgués de la Revolución mexicana estuviera determinado como una fatalidad. Algunos historiadores (incluso de izquierda), que se rinden ante el hecho consumado, señalan que el subdesarrollo y el dominio del campo sobre la ciudad no permitían otro resultado que el que se dio efectivamente, es decir, estos historiadores nos llevan a la conclusión de que la creación y dominio del PRI era, en última instancia, inevitable. Pero hemos tratado de mostrar que el peso específico de la clase obrera en la sociedad no se mide únicamente de forma cuantitativa, sino, ante todo por su peso social y el papel decisivo que juega en ramas como los ferrocarriles, las minas y la manufactura. En la medida en que la guerra campesina que encabezó Zapata no se vio complementada por un movimiento obrero que, ciertamente, sí se movilizó de forma contundente entre los años 1906-1908, dicha revolución no podía sino ser capitalizada por aquella clase social urbana que sí pudo organizarse y presentar una bandera política: la nueva burguesía y pequeña burguesía.
La omisión de la clase obrera no fue el que no se haya movilizado, sino que no supo dotarse de una dirección que convirtiera las acciones revolucionarias de los ferrocarrileros, mineros y textileros en una organización permanente de carácter político. Ciertamente los magonistas estuvieron muy cerca de hacerlo, y en ello -en su programa, sus ideas, en sus consignas y heroísmo- radica su mérito imperecedero. Pero lamentablemente, los gérmenes de una organización obrera con base de masas no lograron germinar más allá de eventos focalizados, en gran medida debido a la represión porfirista que contra el magonismo se recrudeció después de los eventos de Cananea y Río Blanco pero también a la lógica militar que se fue imponiendo en la dirección del PLM, lógica que alejó a los cuadros políticos del magonismo de las fábricas y las ciudades para involucrarlos en una dinámica clandestina y de corte militar que, junto a la represión, sellará su destino. [en otro texto abordamos específicamente al magonismo: http://old.laizquierdasocialista.org/node/3193]
Los elementos objetivos para conjuntar al movimiento de Zapata y de Flores Magón –más allá de la real simpatía mutua y el apoyo declarativo- estaban ahí: por un lado la reforma agraria exigida por los zapatistas y la necesidad, de corte proletario, de nacionalizar las minas, los ferrocarriles y las grandes manufacturas. Tan es así que en gran medida el gobierno de Cárdenas realizará por arriba lo que un posible movimiento obrero y campesino unificado no pudo hacer por abajo. Cárdenas nacionalizó las minas, ferrocarriles y la industria petrolera; un programa que en gran medida podía haberse realizado desde –digamos- 1914. El costo de que algunas medidas revolucionarias fueran impulsadas de forma bonapartista -por medio de un estado burgués «sui géneris», que se apoyó en el movimiento popular- fue muy alto: la corporativización del movimiento obrero y campesino.
Si un movimiento popular, independiente de la burguesía y sus representantes políticos, hubiera llevado adelante muchas de las medidas progresistas de Cárdenas, por medio de un Estado propio, no hubiera existido el proceso de corporativización y surgimiento del monolítico PRI que destruirá lo logrado durante el cardenismo. Lamentablemente, tras los procesos de Cananea y Rio Blanco, el movimiento obrero fue descabezado y su lugar ocupado por un anarquismo oportunista – el de la Casa del Obrero Mundial- que abrirá el camino para la trágica formación de los “Batallones rojos” (grupos de obreros armados que Carranza utilizó para enfrentar al Ejército Zapatista), que más que por su efectividad en el plano militar, eran una verdadera calamidad desde el punto de vista político. Hasta hoy sigue vigente la tarea de que los trabajadores nos dotemos de un instrumento político que pueda derribar el capitalismo. Si el proletariado mexicano ya era un coloso en los sucesos de 1905-1908, hoy es más poderoso que nunca. Debemos abrevar de la preciosa experiencia de aquellos años.
1 González, Luis; “El liberalismo triunfante”, en “Historia general de México”, México, Colmex, 2009, p. 665.
2 Leal, Juan Felipe; “Del mutualismo al sindicalismo en México: 1843-1911”, México, Juan Pablos, 2012, p. 85.
3Ibid. p. 86.
4Ibid, p. 124.
5 Leal, Juan Felipe; “Del mutualismo al sindicalismo en México: 1843-1911”, México, Juan Pablos, 2012, p. 100.
6 Valadés, José, C., “El socialismo libertario (siglo XIX)”, México, Brigada para leer en libertad, 2013, p. 36.
7 Ibid. p. 44.
8 Leal, Juan Felipe; “Agrupaciones y burocracias sindicales en México 1906/1938”, México, Juan Pablos, 2012, p. 45.
9Leal, Juan Felipe; “Del mutualismo al sindicalismo en México: 1843-1911”, México, Juan Pablos, 2012, p. 143.