Escrito por: Evert Beltrán
A Larissa Nadezhda Beltrán Martínez
Uno de los principales motores en mi lucha por una mejor sociedad.
Nos encontramos desde hace diez años en una de las peores crisis del capitalismo, la situación en algunos países es insostenible, el desempleo incrementa a diario, los derechos de los trabajadores son arrancados uno tras otro, el deterioro de la naturaleza y el daño al medio ambiente parece ya irreversible. El capitalismo nos arrastra a un callejón sin salida, cada día nos sumerge en la más vil de las barbaries imponiendo “a las masas mayores sacrificios y sufrimientos”.
Las condiciones actuales nos exigen la relectura de algunos escritos clave en el marxismo, la revisión de El Manifiesto del Partido Comunista de Carlos Marx y Federico Engels, La enfermedad infantil del Izquierdismo en el Comunismo de Vladimir I. Lenin, El Programa de Transición de León Trotsky, entre otros textos más, se ha convertido en una necesidad de primera mano. Es impostergable comprender el pasado por eso conocer la historia del movimiento revolucionario es un deber que permite entender lo que sucede ahora mismo, puesto que nos situamos en un periodo bastante convulso.
El Programa de Transición
El Programa de Transición fue redactado por León Trotsky en 1938 como documento fundacional de la IV Internacional, dicho documento se escribió cuando todos los colaboradores de Lenin fueron asesinados en los juicios (más bien farsas) de Moscú organizados por Stalin, cuando recaían en el mismo Trotsky, las verdaderas tradiciones del leninismo, del bolchevismo y de la Revolución de Octubre, así como las del marxismo revolucionario, la democracia obrera y el internacionalismo proletario.
La fundación de la IV Internacional es consecuencia directa de la más estricta defensa de las tradiciones revolucionarias del Partido Bolchevique y por la salvación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) de manos del burocratismo engendrado en la persona de Stalin. El Programa de Transición surge después de que Trotsky y la Oposición de Izquierdas tratara de regenerar los Partidos Comunistas y la III Internacional de todos los zigzagueos y vaivenes de la política de Stalin. Sin embargo, ya no había remedio, sobre todo por la política instaurada en Alemania que permitió el triunfo del fascismo en 1933 que rezaba “sin romper un solo plato” y que después justificó cínicamente con la frase: “¡Después de Hitler, nuestro turno!”. Así es que la génesis de este texto tan importante es de por si revolucionaria, como dice Alan Woods:
En aquel contexto, las fuerzas de los trotskistas (bolcheviques leninistas) eran minúsculas, aisladas y sometidas a la persecución más feroz. En Alemania sus seguidores estaban en las prisiones de la Gestapo, en la URSS en los campos de concentración de Stalin y en el Estado español en las cárceles de la GPU. El objetivo primordial de Trotsky en El programa de transición fue superar el aislamiento de las fuerzas de la joven organización y construir un puente hacia los trabajadores en lucha.
Por lo tanto, erigir una nueva organización que fuera fiel al marxismo revolucionario fue una tarea que él mismo Trotsky se planteó como necesaria y urgente.
En lo tocante al contenido de El Programa de Transición, Trotsky es muy claro al explicar que “el rasgo fundamental de la situación política mundial en su conjunto es la crisis histórica de la dirección proletaria”, debido a las condiciones de existencia de los Partidos Comunistas y de su bancarrota política, Trotsky se refiere a ellos, así como a los reformistas cuando dice que ellos son la principal traba u obstáculo para que una situación prerrevolucionaria pueda convertirse en una situación revolucionaria, sobre todo por “el oportunismo de la dirección del proletariado, su cobardía pequeñoburguesa ante la gran burguesía y sus traidoras relaciones con ésta, aun en su agonía.” Por aquellos años los trabajadores se lanzaron por el camino de la revolución, traicionados vilmente por su dirección, uno de los casos más trágicos fue el de los trabajadores españoles en la década de los 30´s del siglo pasado, quienes fueron abandonados a su suerte ante el avance del fascismo de Francisco Franco, el cual terminó en una sangrienta dictadura.
El panorama que vislumbraba Trotsky era el de un nuevo periodo revolucionario, en el que existía una enorme contradicción: por un lado, las condiciones objetivas del capitalismo en decadencia, es decir, la madurez de las condiciones revolucionarias, y, por otro lado, la inmadurez de las nuevas capas del proletariado. Esto volvía necesario tender un puente entre las necesidades inmediatas de las masas y la lucha por el socialismo:
Es necesario ayudar a las masas a que en sus luchas cotidianas hallen el puente que una sus reivindicaciones actuales con el programa de la revolución socialista. Este puente debe componerse de un conjunto de reivindicaciones transitorias, basadas en las condiciones y en la conciencia actual de amplios sectores de la clase obrera para hacerlas desembocar en una única conclusión final: la toma del poder por el proletariado.
Podría pensarse que es algo absurdo o irrelevante el planteamiento que hace Trotsky, pero si ponemos de relieve que por esos tiempos los estalinistas hablaban de socialismo y de la revolución proletaria internacional solo en los días de fiesta, el poner sobre la mesa la tarea de crear un puente entre las reivindicaciones más básicas de las masas explotadas e inmaduras y la toma del poder, es algo totalmente acertado, luchar por reformas inmediatas y además, algunas otras que ayuden a comprender a la clase obrera, que la única forma de conseguirlas, es terminando con el capitalismo.
Dentro de este programa transitorio Trotsky aborda una serie de aspectos muy relevantes tales como la escala móvil de salarios y horas de trabajo, la lacra del desempleo que provoca el hundimiento de millones de miembros de la clase obrera y familia, en condiciones cada vez más indignas, pues lo mínimo que se debía era exigir el derecho al trabajo, a menos de que los trabajadores se desclasaran, sumándose a las filas del lumpen-proletariado. De esta forma se luchaba por trabajo en las condiciones más dignas y contra la carestía y la lacra del paro.
Otro aspecto relevante es la cuestión de los sindicatos, para Trotsky era vital tener organizaciones que defendieran reivindicaciones parciales y transitorias, aquí la muestra de la importancia que daba éste al trabajo dentro de los sindicatos:
Una lucha victoriosa contra los reformistas, burocracia estalinista inclusive, sólo puede librarse con base a un trabajo semejante en el seno de los sindicatos. Los intentos sectarios de construir o estabilizar pequeños sindicatos “revolucionarios” como seudópodo del partido, no son de hecho otra cosa que la renuncia a luchar por la dirección de la clase obrera. Hay que defender esta regla de oro: la autoexclusión capituladora de los sindicatos de masas, que equivale a traicionar la revolución, es incompatible con la adhesión a la IV Internacional.
Además, pone muy claro el papel que deben desempeñar los sindicatos, para empezar, no pueden ofrecer un programa revolucionario acabado, por lo tanto, no sustituyen al Partido; dentro de los sindicatos, aún los más grandes, no tiene afiliado al grueso de los trabajadores que salen a luchar de forma esporádica, Trotsky menciona que: “la mayoría más oprimida de la clase sólo participa en la lucha episódicamente, en momentos de ascenso excepcional del movimiento obrero. En esos momentos hay que crear organizaciones ad hoc, capaces de abarcar al conjunto de las masas en lucha: comités de huelga, comités de fábrica y, finalmente, sóviets”.
Y sobre todo “como organizaciones que expresan los intereses de las capas superiores del proletariado, los sindicatos […] generan poderosas tendencias al pacto con el régimen democrático-burgués. En períodos de aguda lucha de clases, los organismos dirigentes de los sindicatos tratan de hacerse con las riendas del movimiento de masas para hacerlo inofensivo.” A fin de cuentas, los sindicatos no son un fin en sí mismos y se debe de luchar para que la dirección sea dinámica y responda a los intereses de los trabajadores, haciendo a un lado a los dirigentes que han caído en la rutina y el arribismo.
Derivado de la lucha en los sindicatos surge la figura de los comités de fábrica, proveniente de la experiencia en Italia en los años 20, en dónde las huelgas terminaban en la toma de la fábrica. Para ello la dirección debe estar al nivel de las masas. Ya el hecho mismo de la ocupación de la fábrica rebasa los límites del capitalismo y da un golpe al fetiche de “la propiedad privada”. Trotsky le da un peso enorme a esta situación, que en la vía de los hechos plantea un doble poder en la fábrica, “cada ocupación plantea en la práctica el problema de quién manda en la fábrica: el capitalista o los obreros. Si las ocupaciones plantean la cuestión episódicamente, los comités de fábrica le dan una dimensión organizativa. El comité de fábrica, elegido por todos los trabajadores de la empresa, se convierte inmediatamente en un contrapeso a la voluntad de la administración”.
A partir de esta situación de contrapeso surge la cuestión del secreto comercial y el control de la producción. Dentro del capitalismo la producción es anárquica, los ciclos económicos del boom siempre abundan en la sobreproducción, que derivan en crisis y a su vez en recesión, de forma interminable, por eso al surgir los comités de fábrica, a los que se opondrán los reformistas con el “principio de la no injerencia”, sin embargo, para Trotsky “La abolición del ‘secreto comercial’ es el primer paso hacia un verdadero control de la industria.” Ese doble poder que ya he mencionado hace notar a los trabajadores que tienen el mismo derecho que el capitalista a conocer los “secretos” de la fábrica.
Para elaborar un verdadero plan económico se necesita primero la eliminación del secreto comercial, y después de extender el control obrero sobre la producción, Trotsky lo presenta así:
De este modo, el control obrero se convierte en una escuela de economía planificada. Basado en sus experiencias de control, el proletariado se prepara a la gestión directa de la economía nacionalizada cuando llegue su hora. (…) Del mismo modo que la abolición del secreto comercial es una condición necesaria para el control obrero, el control es el primer paso hacia la dirección socialista de la economía.
Al cambiar el escenario, en el que el trabajador ya no ignora la situación real de la empresa o fábrica se vuelve una necesidad la expropiación de aquellos “sectores industriales claves para la existencia nacional, o de los grupos más parasitarios de la burguesía”. Además de que las expropiaciones que se plantean se diferencian de la consigna reformista de las “nacionalizaciones”, al exigir que se den sin ningún tipo de indemnización y al ligar la cuestión de la expropiación con la toma del poder por los obreros y los campesinos, en el que Trotsky siempre tiene en cuenta que “sólo el ascenso revolucionario generalizado del proletariado puede poner a la orden del día la expropiación total de la burguesía. La misión de las consignas transitorias consiste en preparar al proletariado para realizar este objetivo”.
La situación que Trotsky prevé a partir de las circunstancias tan convulsas que se desarrollaban en aquella época, en la que las huelgas se convertían en la ocupación de la fábrica, la burguesía no se quedaría observando y ante los ataques de la clase trabajadora, también habría contraataques de la burguesía,
En ninguna parte se da por satisfecha la burguesía con la policía y el ejército oficiales. En Estados Unidos, incluso en tiempo “de paz”, la burguesía mantiene batallones militarizados de esquiroles y pistoleros a sueldo en las fábricas, a lo que hay que añadir la aparición de diferentes grupos nazis. La burguesía francesa, al primer síntoma de peligro, ha movilizado sus destacamentos fascistas semi legales e ilegales hasta en el seno del ejército. Tan pronto como se deje sentir la presión de los obreros ingleses, dos, tres, diez veces se intensificará la actividad de las bandas fascistas en su cruenta lucha contra los trabajadores. La burguesía es perfectamente consciente de que en la época actual la lucha de clases tiende irremediablemente a convertirse en guerra civil.
Ante tales contraataques de la burguesía
Los piquetes de huelga constituyen las células fundamentales del ejército proletario. Este es nuestro punto de partida. Por eso, para cada huelga o manifestación callejera, hay que propagar la necesidad de crear grupos obreros de autodefensa.” Más adelante Trotsky insiste: “Hay que avanzar la consigna de milicias obreras como única garantía seria de la inviolabilidad de las organizaciones, las reuniones y la prensa obrera. Sólo por medio de este trabajo sistemático, permanente, infatigable y audaz de agitación y propaganda, apoyándose siempre en la experiencia propia de las masas, es posible erradicar de su conciencia las tradiciones de sumisión y de pasividad; entrenar destacamentos de luchadores heroicos capaces de servir de ejemplo a todos los trabajadores.
Pero dentro del capitalismo, además del antagonismo de clase entre el burgués y el proletario hay otras clases o sectores que pueden jugar un papel importante en un proceso revolucionario, una de ellas es el campesinado, una clase muy inestable políticamente, además de que no es una clase homogénea, hay diversos tipos de campesinos; por ejemplo, el proletario agrícola o el pequeño propietario. Trotsky deja muy claro a qué tipo de campesino hay que ganar a la causa revolucionaria:
El compañero de armas y equivalente en el campo del obrero industrial es el proletario agrícola. Ambos forman parte de una misma clase. Sus intereses son indivisibles. El programa de transición para los obreros industriales es el mismo programa de los proletarios agrícolas, una vez realizadas las adaptaciones correspondientes. Los campesinos (pequeños propietarios) pertenecen a una clase distinta: son la pequeña burguesía del medio rural.
Al llevar al campo la lucha de clases, los trabajadores podrán reconocer a sus aliados y también a sus enemigos. Asimismo, se deben de elaborar consignas apropiadas para atraer a los campesinos al lado de la revolución socialista, Trotsky sugiere algunas de ellas: “mientras el pequeño propietario rural siga siendo un pequeño productor “independiente”, necesitará crédito barato, maquinaria agrícola y abonos a precios asequibles, buenos transportes y una organización racional del mercado para sus productos. Por contra, los bancos, los trusts y los intermediarios le sacan su dinero por todas partes”. Y del mismo modo como los trabajadores se deben organizar en comités de fábrica, comités de huelga, y piquetes de huelga, los campesinos deben de formar comités de campesinos pobres,
Hay que poner en pie comités de campesinos pobres que, junto con los comités obreros y los comités de trabajadores de banca, tomen en sus manos el control del transporte, del crédito y de las operaciones mercantiles que afectan a la agricultura.” Éstos mismos comités deberán de exigir la formación a su vez de comités de control de precios “compuestos por delegados de fábrica, de los sindicatos, de las cooperativas, de las organizaciones campesinas, de la pequeña burguesía urbana, de las amas de casa, etc. Estos comités servirán para que los obreros demuestren a los campesinos que la causa de la carestía no está en el crecimiento de los salarios, sino en los exorbitantes beneficios de los capitalistas y los gastos extra que impone la anarquía capitalista.
Y al igual que la nacionalización de ciertos sectores industriales y la banca, debe de existir un programa para la nacionalización de la tierra en la que “quede excluida la posibilidad de expropiar a los pequeños propietarios, así como de proceder a su colectivización obligatoria. El campesino debe seguir siendo dueño de su parcela mientras lo crea conveniente o posible”. Siendo así, la alianza del proletariado con las capas explotadas del campo y la ciudad no se basará en la fuerza o la coacción si no en el establecimiento de consignas claras y que ambas partes acepten con total libertad.
Otro aspecto que aborda Trotsky en El Programa de Transición es lo referente a los países atrasados y ex coloniales en dónde la burguesía nacional, totalmente dependiente del imperialismo internacional, no puede, ni quiere llevar adelante las tareas democráticas, teniendo así un desarrollo en el que “las formas económicas más primitivas se combinan con el último grito de la técnica y la civilización capitalistas. Algo semejante sucede con las luchas políticas del proletariado en los países atrasados: la lucha por las más elementales reivindicaciones de independencia nacional y democracia burguesa se combina con el combate socialista contra el imperialismo mundial”.
Derivada de esta combinación, Trotsky observa que “La tarea central en los países coloniales y semi coloniales es la revolución agraria, es decir, la liquidación de la herencia feudal y la independencia nacional, es decir, la liberación del yugo capitalista”.
Al inicio del Programa de Transición, Trotsky nos dice que “las condiciones objetivas para la revolución proletaria no sólo han ‘madurado’, han empezado a pudrirse” y que “la crisis histórica de la Humanidad se reduce a la crisis de su dirección revolucionaria”; al final habla enérgicamente contra los reformistas y sectarios, los primeros “son incapaces de aprender ni siquiera de las más trágicas derrotas de la historia”, lo que ha ocasionado que al no sacar las lecciones correctas se hayan sumergido en el conservadurismo y que también los ha llevado a buscar “nuevos caminos”. Ante esos nuevos caminos que plantean una variante al marxismo, Trotsky dice muy claramente lo que deben de hacer los revolucionarios: “Mirar la realidad de frente, no ceder a la línea de menor resistencia; llamar al pan pan y al vino vino; decir la verdad a las masas, por amarga que sea; no tener miedo de los obstáculos”.
En cuanto a los sectarios, Trotsky no deja ningún cabo suelto, ni ninguna duda sobre su accionar:
Se basan en el rechazo de la lucha por reivindicaciones parciales y transitorias, es decir, por las necesidades e intereses inmediatos de las masas trabajadoras en su forma actual. Para los sectarios, prepararse para la revolución significa convencerse a sí mismos de la superioridad del socialismo. Proponen dar la espalda a los “viejos” sindicatos, es decir, a decenas de millones de trabajadores organizados, como si las masas pudieran vivir al margen de las condiciones que impone la verdadera lucha de clases. La lucha en el seno de las organizaciones reformistas les deja fríos, como si fuera posible ganarse a las masas manteniéndose al margen de sus luchas cotidianas.” Y remata “Como son incapaces de llegar a las masas, acusan con todo entusiasmo a las masas de ser incapaces de elevarse hasta las ideas revolucionarias.
Por lo tanto, no se debe de confiar en los reformistas ni en los “revolucionarios” de biblioteca, pues es debido a ellos que los trabajadores hayan sufrido dolorosas derrotas.
A manera de conclusiones
En ninguna parte del planeta la situación es estable, regímenes que parecían fuertes y duraderos cayeron como un castillo de naipes, asimismo, lo que sucede y vemos a diario a lo largo y ancho del mundo se nos presenta de una forma tan contradictoria que parece que vivimos en un lugar de locos, pero eso es algo totalmente falso, lo que sucede es que estamos viviendo un periodo histórico sin precedentes en la historia de la humanidad. El parto de una nueva sociedad es más que doloroso.
El capitalismo a nivel mundial ya nos ha demostrado su total senilidad, ha dejado su rostro joven y progresista, se ha convertido en un obstáculo, los burgueses se siguen llenando las manos de dinero, mientras las muertes por hambre o por enfermedades curables siguen sucediendo. Ha quedado muy lejos aquel capitalismo que desarrolló la ciencia y la tecnología, la filosofía, la medicina. Ahora, al aferrarse a seguir viviendo, nos condena a millones de seres humanos a habitar un callejón oscuro y pestilente.
Quienes se han dedicado a “reformar” el capitalismo han hecho muchos intentos, ha sido verde, sustentable, amigable, socialmente responsable, humano, hasta se han atrevido a decir que no es el sistema capitalista el que está mal, sino las personas que se encuentran al frente de las empresas y gobiernos, alguien honorable hará los cambios, pero una y otra vez la realidad ha golpeado la nariz de estas personas mostrando que el capitalismo es imposible de reformar.
También hemos sido testigos de que no hay atajos para la toma del poder, sigue siendo una necesidad la organización de la clase trabajadora, la formación de un partido verdaderamente revolucionario, con un programa claro, y Trotsky en El Programa de Transición nos da las herramientas necesarias para pensar y llevar acabo esta tarea en la actualidad. Por supuesto que no debemos de tomar las cosas tal cual aparecen, eso sería anti dialéctico, algo ajeno al marxismo revolucionario; tenemos que tomar todo en su justa medida, analizando los contextos y las necesidades del movimiento, dado que no podemos trasladar mecánicamente ninguno de los postulados que elaboró Trotsky hace ochenta años.
Asimismo, Trotsky también tuvo algún yerro, y eso también se tiene que analizar, es parte de la tarea de cualquier revolucionario, las loas y vítores sin ton ni son no sirven de nada. El desarrollo de la Segunda Guerra Mundial y la forma en la que ésta finalizó fue diametralmente distinto a lo que Trotsky pensaba, el estalinismo salió fortalecido y las fuerzas del genuino marxismo se redujeron considerablemente, sobre todo después de la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS. Después del asesinato de Trotsky, la IV Internacional quedo sin una guía clara y al estar formada por un crisol de organizaciones y de dirigentes que no “entendieron” lo que sucedía, la vida de la IV Internacional fue corta y sin ningún peso decisivo en la lucha por la revolución proletaria internacional.
Pero sin ninguna duda puedo decir que éste documento, con todas las reservas y matices, está hoy en día extremadamente vigente, dadas las condiciones del capitalismo a nivel mundial y por supuesto en nuestro país, sobre todo de cara al nuevo periodo que se abrirá con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en el que miles de personas confían, pero debemos decir muy claramente que no cambiará el sistema capitalista en el que vivimos.
La tarea sigue pendiente, las nuevas generaciones deben de conocer éste y otros documentos básicos, la juventud tiene que estudiar y analizar cada uno de ellos con toda la confianza en que nos sacara de dudas y nos llenará de entusiasmo de cara a las futuras luchas que enfrentara nuestra clase.