Escrito por David Rodrigo García Colín Carrillo|
La batalla contra la Reforma Educativa es, ante todo, una lucha política en donde se enfrentan, por un lado, los intereses y las conquistas del pueblo trabajador y, por el otro, los intereses de régimen y la clase que representa. Es una lucha de clases donde triunfará la clase mejor organizada, unificada y con mejor dirección política.
La lucha de la CNTE ha logrado aglutinar y atraer el apoyo de amplios sectores del pueblo: padres de familia, sindicatos, las bases de Morena, el EZLN, etc. son los padres de familia los que han protagonizado cierres de planteles, de carreteras y multitudinarias marchas. Estas movilizaciones, que han signado la coyuntura más importante desde Ayotzinapa, han cimbrado al gobierno y lo han obligado a cambiar de estrategia –por lo menos por ahora-, la Reforma Educativa parece estar en terapia intensiva, a punto de morir. La represión brutal en Nochixtlán fue el látigo que elevó la lucha a un nuevo nivel. Sin embargo, el régimen ha sido sólo cimbrado cuando existen las condiciones para su caída, y la Reforma Educativa aún no muere; el gobierno intenta replantear su imagen pública para mantenerla.
Si bien es cierto que el régimen está muy debilitado y con la peor crisis de legitimidad de los últimos tiempos, el gobierno (a pesar de las patadas bajo la mesa) cuenta con una estrategia más o menos unificada, sabe que debe esperar para sortear la tormenta; en pocas palabras, el gobierno es consciente de los intereses que defiende y lleva una política acorde con ellos. El movimiento en torno a la CNTE, con todo y su fuerza espectacular de base, carece de una dirección unificada, que sea capaz de elevar ese apoyo popular hacia el derrocamiento del gobierno, por tanto, éste puede esperar, curar sus heridas y mantenerse aunque sea por pura inercia y la fuerza de las armas. La debilidad del movimiento radica en la incapacidad de la dirección, tanto de Morena como de la CNTE, de plantear un plan de acción rumbo a un verdadero paro nacional.
Uno de los puntos nodales de este proceso fue la magna manifestación en apoyo a la CNTE encabezada por AMLO el pasado 26 de junio. Pero en lugar de aprovechar esa movilización –las más masiva desde la coyuntura Ayotzinapa- para plantear la preparación de un paro nacional o, al menos, iniciativas que unificaran las luchas en un plan de acción común, AMLO prefirió lanzar un desconcertante y desmoralizador mensaje a la burguesía y al gobierno de Peña Nieto en torno a un gobierno de transición encabezado por Peña mismo.
¿Cuál es el objetivo de estos discursos desconcertantes? En el fondo la intención de AMLO y de la burocracia de Morena fue la de utilizar el músculo de movilización para hacerle saber a la clase dominante que él –AMLO- es la única garantía para preservar la estabilidad del régimen y la paz social capitalista, que es necesaria la llegada de AMLO a la presidencia para arreglar un desastre que, supuestamente, afecta a todos. El problema de este planteamiento es que, por más desgastado que esté el gobierno, la burguesía no pondrá una “alfombra roja” para que un dirigente de masas que presionan a la izquierda administre su Estado. Si bien es cierto que el régimen de Obama, junto con otros sectores de la burguesía nacional, ven con preocupación la forma cómo el gobierno de Peña ha tensado la situación política –de ahí el ridículo de Peña en su última visita a Canadá- lo que se pretende no es despejar el camino para la izquierda en México, sino un llamado de atención para que el gobierno de Peña cambie de táctica.
Lamentablemente, el mensaje conciliador de AMLO no convencerá a la burguesía, pero sí desmoralizará y confundirá a sus bases, restando fuerza al movimiento. La oferta de AMLO –acerca de un gobierno de transición y su eventual llegada a la presidencia- sólo podría concretarse a condición de que se generara un movimiento en las calles que pusiera sobre la mesa el derrocamiento revolucionario del régimen, pero esto es precisamente lo que la dirigencia pretende evitar, mientras las bases tiran en sentido contrario. ¡Esta contradicción entre base y dirección se resolverá de un modo u otro! En caso de que la continuidad del régimen peligrara, la clase dominante podría aceptar gustosamente un “gobierno de transición” para descarrilar un proceso revolucionario, como ha sucedido muchas veces en la historia (recordemos la “transición” española); mientras ese caso no se concrete las ofertas de AMLO no sólo son inoportunas, sino rayan en el absurdo.
En esta línea de presentarse como la “enfermera” de un régimen moribundo y como un político “responsable”, AMLO declaró a Ciro Gómez Leyva –por cierto, un odiado comunicador- que no convenía desestabilizar al gobierno de Peña y que es deseable una modificación de la Reforma Educativa, no su derogación. Afirmó: «No podemos construir el nuevo México a partir de escombros y tenemos que llegar al 2018 con estabilidad y paz social para que la entrega de la estafeta desde un ambiente de normalidad política». Con declaraciones como ésta muchos seguidores de AMLO se preguntarán “¿para qué voto por Morena si no se derogará la odiada reforma? ¿qué caso tiene todo esto?” Un padre de familia podría señalar. “me he movilizado por la caída de la reforma y el odiado gobierno, pero AMLO está en contra de todo esto”. La burguesía no se dejará engañar por estos discursos tranquilizadores y coqueteos vergonzosos, lo que le pone los nervios de punta no son los discursos de AMLO –francamente confusos y carentes ideas coherentes- es el movimiento que está debajo de AMLO y que puede llevar el movimiento mucho más allá del deseo de sus dirigentes. No dudamos que en torno a Morena pasarán grandes acontecimientos, sobre todo conforme se acerque el 2018; las bases de Morena lucharán y nosotros lo haremos junto a ellas. La pregunta es: ¿la actual política de la dirección es correcta? Creemos que no, todo lo contrario.
Mientras las bases de la CNTE han sido la vanguardia de este movimiento, la dirección de la CNTE pretende alcanzar algún acuerdo más o menos favorable, que por lo menos implique el congelamiento de la reforma en estados como Oaxaca, Guerrero y Michoacán. Es por ello que optaron por no utilizar la tribuna de Morena en la movilización del 26 de junio, no pretendían sumarse abiertamente a un movimiento que pudiera “complicar” una “salida” negociada. Es cierto que el movimiento ha hecho mucho y que en algunos sectores existe cansancio, pero no unificar la lucha y apostarle todo a mesas que no resolverán nada de fondo, desgastará más y agravará nuestros problemas. Por esto, algunas voces críticas de las bases en Michoacán y Oaxaca han señalado que el movimiento debe ir hacia la unidad e ir más allá, y tienen razón. El régimen ha sido obligado por las circunstancias a abrir las mesas de negociación, liberar a algunos presos y ofrecer la reinstalación de algunos despedidos pero no oculta que la intención es aliviar la tensión social para salvar la reforma. Al mismo tiempo, el Secretario de Educación lanza un nuevo “Modelo Educativo” lleno de “buenas intenciones” y bonitas palabras, un documento que intenta limpiar la imagen de una reforma muy maltrecha. Evidentemente se trata de simple propaganda, pero el objetivo es ganar tiempo, reponerse y seguir con la ofensiva; por lo menos aquí hay algo de dirección, mientras el movimiento permanece acéfalo. Si esto no se resuelve puede que el gobierno logre reponerse.
La única manera de salir de este callejón sin salida es unificar al movimiento bajo una dirección que no tenga temor de ir más allá. Es necesario convocar una serie de asambleas, congresos, donde Morena, CNTE, sindicatos, etc., discutamos un plan de acción conjunto, unifiquemos banderas y nos movilicemos en unidad. Esto no implica diluir programas propios o esconder banderas radicales, todo lo contrario, se trata de plantear las ideas y aterrizarlas en acciones comunes; en pocas palabras, se trata de conformar una dirección mínimamente consistente, que tenga capacidad de preparar y organizar un paro nacional, y la extensión de la lucha.
Es necesario que las bases de Morena y la CNTE nos organicemos por un cambio de rumbo en la política de nuestras organizaciones, necesitamos reorientar el camino, vencer a una burocracia conservadora que le teme más al movimiento que al régimen. Las condiciones objetivas están más que presentes, hace falta ponernos de acuerdo, de eso depende todo.