Escrito por David García Colín Carrillo, docente y sindicalista (SUTIEMS) del IEMS
“Era su escuela, su conquista”
El Instituto de Educación Media Superior del DF (IEMS) es producto de la lucha social, de la confluencia entre un movimiento popular vecinal en Iztapalapa y un gobierno mínimamente sensible surgido de la lucha democrática que permitió, en 1997, la derrota del PRI en la capital del país. Queremos recoger brevemente esta historia porque hoy –para la defensa de conquistas populares como el IEMS- es más urgente que nunca tanto la articulación de la lucha popular como el fin del régimen entreguista y corrupto que gobierna al país.
En 1995 el gobierno priísta de Espinoza Villareal pretendía construir un nuevo reclusorio –una cárcel de alta seguridad- en lo que había sido la cárcel de mujeres, un predio que para esas fechas ya llevaba unos 15 años abandonado. De hecho, el gobierno de Espinoza Villareal comienza la construcción de la cárcel pero los vecinos de Iztapalapa se movilizan, “ya no querían que su delegación fuera una zona de cárceles y basureros –relata Manuel Pérez Rocha-”.[1] ¿Qué clase de sistema es éste donde el gobierno ofrece cárceles y represión a la juventud, y en donde los que desean estudiar deben movilizarse para realizar esa aspiración?
En 1997 los colonos toman una parte del estacionamiento de la excárcel –junto a un basurero- y bajo la consigna “¡prepa sí, cárcel no!” instalan aulas de cartón en las que –en sillas y mesas donadas por la comunidad- estudiaban unos 300 alumnos atendidos por 30 profesores, el primer semestre de esta escuela autogestiva comienza a inicios de septiembre de 1997. En los muros de las paredes se podía leer “No más Almoloyas”, “¡Queremos una prepa!” Pocos recuerdan que de aquella consigna el gobierno de la ciudad tomó el nombre para un programa de becas.
Pero esa lucha y nivel de conciencia no caen del cielo. En esa zona de Iztapalapa habían migrado comunidades que provenían de Oaxaca, Guerreo, Puebla; de las regiones más pobres del país; llevan sus tradiciones de lucha, se organizan contra el corporativismo priísta para conquistar para sus barrios agua, drenaje, pavimento, teléfono, etc. Sus métodos de lucha son de plantones, marchas y los proyectos autogestivos; todo dentro de las tradiciones del movimiento urbano popular que durante los años 70s y 80s crece y se desarrolla en las zonas marginadas –ciudades perdidas- de la capital y otras regiones del país. Uno de los dirigentes destacados del movimiento que en Iztapalapa toma el predio federal es Clara Brugada.[2]
Los profesores y alumnos que se integran a este proyecto educativo rebelde vienen, en su mayoría, del movimiento –sólo bajo fuertes tradiciones de lucha se entiende el sacrificio y la resistencia para embarcarse en un proyecto incierto que durará años antes de rendir frutos-, se trata de: “[…] personas que habían trabajado en un movimiento de rechazados de la UNAM, padres de familia –relata un profesor fundador-, gente que había estado en las preparatorias populares, estudiantes de la UNAM que habían hecho trabajo en comunidad y perredistas”.[3]. Las instalaciones improvisadas estaban, literalmente, frente al ministerio público y al lado de un basurero lleno de cascajo, desperdicios y ratas. Relata la maestra Guadalupe Lucio –quien será la primera directora del plantel y primera directora del IEMS- que la primera vez que se sentó en esas aulas, a fines de noviembre de 1998, “me pasó entre los pies una rata enorme. Hice un gran esfuerzo para no gritar, luego me di cuenta de que en la tarde salían muchos más de estos roedores”.[4]
Evidentemente, todas las instituciones del gobierno rechazan adoptar a esta preparatoria –lo hace la UAM, la UNAM, el politécnico, Bachilleres y (por supuesto) la SEP con quienes los vecinos intentan infructuosamente hacer el vínculo-, la escuela sin reconocimiento adopta el programa de la SEP con la esperanza de que el movimiento logrará el reconocimiento de los estudios cursados. El movimiento es inicialmente autogestivo pero no pretende quedarse ahí, los padres de familia y los estudiantes luchan por el reconocimiento oficial de los estudios, lo que en sí mismo expresa una lucha política, no sólo económica o reivindicativa. Lo que la comunidad tenía claro era que no querían una preparatoria tipo Conalep, sino una institución de carácter universitario donde sus hijos pudieran continuar sus estudios.
La organización y movilización popular logra incidir en el recién electo gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas quien como parte de su campaña política se había acercado a la comunidad y había solicitado al movimiento propuestas para el destino de ese predio. A decir verdad, Cuauhtémoc Cárdenas era reticente a impulsar la preparatoria[5] pero el movimiento organizado le hizo cambiar de parecer. Sin duda fue un acierto que el movimiento pugnara por buscar un canal político a la izquierda –por limitado que este fuera- que pudiera impulsar la creación de la preparatoria como una política de estado. Sin esa vinculación y sin un recambio político en el gobierno de la ciudad, sin la perspectiva de una certificación oficial, ese proyecto autogestivo no hubiera sobrevivido muchos años más y no hubiera trascendido. Las obras para la construcción de la cárcel de alta seguridad son suspendidas y en octubre de 1998 se firma un acuerdo con el gobierno de la ciudad y el movimiento que ya, por estas fechas, llevaba dos años de lucha. El ingeniero Manuel Pérez Rocha, como Coordinador de Asuntos Educativos del GDF, entabla –a mediados de 1998- negociaciones con el movimiento y de estos debates colectivos surge un documento, escrito por Pérez Rocha, llamado “Preparatoria Iztapalapa I”, es el primer esbozo de proyecto del IEMS.
Debe destacarse el trabajo en la elaboración del modelo del Ingeniero Manuel Pérez Rocha. Una lectura superficial de este texto no nos presente un documento tan radical, recoge –en realidad- la experiencia de muchos de los profesores que se sumaron al movimiento –dando clases sin ingresos estables- algunos los cuales provenían de los CCHs y de las prepas populares. El ingeniero Pérez Rocha había sido por breve tiempo coordinador general del CCH. Los CCHs fueron un proyecto –impulsado por el rector Pablo González Casanova- producto directo de la lucha estudiantil del 68 que radicaliza a amplios sectores de la UNAM –incluso a su rector-, un proyecto que pretendió vincular las ciencias y la humanidades con el fin de educar a los hijos de los trabajadores. Se esperaba construir muchos planteles, lamentablemente con la salida de González Casanova la derecha enquistada en la burocracia y el aparato estatal detiene el proyecto y se comienza su desnaturalización.
Así, el proyecto “Preparatoria Iztapalapa I” –nombrado con la convicción de que otros planteles serían construidos- tiene un contenido humanista y progresista que nace como un instrumento para oponerse a las políticas depredadoras imperantes: “para que los sistemas escolares contribuyan –dice el proyecto original- a que nuestros jóvenes se conviertan en adultos solidarios, democráticos, personas íntegras y con capacidad de juicio crítico, tienen que enfrentarse al formidable obstáculo que constituye un entorno social gravemente descompuesto; descomposición que hace más urgentes esos aspectos formativos de la educación”[6]– Es en este documento que se establece al modelo del IEMS como “crítico, científico y humanista”. Evidentemente, las motivaciones que animaron el surgimiento del IEMS son hoy, en medio de una ofensiva contra el Estado de bienestar, más vigentes que nunca- .
Sobre estas bases innovadoras –contrarias al modelo de educación tradicional y autoritario-, se proyecta el plan de estudios –con cinco semestres de historia y filosofía, por ejemplo- los elementos físicos de los planteles –cubículos para profesores y estudiantes, por ejemplo-, el método pedagógico, la logística administrativa y los métodos de evaluación. Todo de acuerdo a una educación que no pretende ser memorística y cuya evaluación no quiere repetir patrones numéricos que ignoran los aspectos cualitativos del aprendizaje. Además, la dirección de la institución pretendía ser colegiada, mediante reuniones amplias de academias y “macroacademias”. “En un principio decidíamos todo –señala un testimonio- desde lo administrativo, hasta la parte académica. Desde los formatos de evaluación, fechas de evaluación; hasta los mismos contenidos que trabajaría la academia”.[7] Hay que decir que mucha de esta tradición democrática se ha perdido y está tratando de ser recuperada por parte de su comunidad.
Las condiciones y el entorno de la lucha eran complicadas –después de dos años el movimiento estaba desgastado y muchos de los alumnos y profesores habían desertado- para la formalización del proyecto se hicieron evaluaciones a profesores y alumnos –también implementadas por profesores del CCH- y por sus bajos resultados todos los estudiantes fueron reubicados en el primer semestre –cuando algunos estudiantes ya habían cursado hasta el tercero y cuarto semestre- y de los treinta profesores sólo uno cumplió el perfil[8] -otro testimonio refiere que fueron unos 3 profesores lo que fueron finalmente incorporados-[9] Esto provocó enormes tensiones –que incluso amenazan con tornarse violentas- entre el movimiento (los padres y unos 150 estudiantes se inconformó) frente a los funcionarios de la administración de Cuauhtémoc Cárdenas. Aunque finalmente los padres y estudiantes aceptaron regresar al primer semestre –con la condición de que se comprimieran los calendarios para recuperar el tiempo perdido- fue una gran pérdida el desplazamiento de casi todos esos 30 profesores –lamentablemente, la mayoría eran pasantes y, además, sólo se contrataron a titulados con ciertos perfiles (matemáticos, físicos, biólogos, filósofos, etc.)- que de manera sacrificada y voluntaria comenzaron a dar clases en esas aulas de cartón, al lado de las patrullas, de la basura y esquivando ratas. “Estos cuates –dice un testimonio- se enfrentaron a muchas adversidades, su ambiente era muy distinto, muchos de ellos tenían un ímpetu enorme por hacer las cosas; sin embargo es la generación que más deserción tuvo. Todas las circunstancias que estuvieron a su alrededor los hicieron estudiantes más combativos, comprometidos, con mayor arraigo al lugar. Era su escuela, su conquista”.[10]
El gobierno del DF destinó inicialmente cuatro millones de pesos para comenzar con la operación formal del plantel Iztapala I que se tenía previsto comenzara sus clases en marzo de 1999, pero debido a las inmensas trabas burocráticas que impuso el gobierno a nivel federal para reconocer el derecho del gobierno de la ciudad para certificar el egreso, las clases comienzan en agosto de 1999 con dieciocho profesores y unos 350 estudiantes. El 30 de marzo del 2000 se publica el decreto de creación del Instituto de Educación Media Superior –cinco años después de que iniciara la lucha de los vecinos de Iztapalapa- y es bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador –y con la Dra. Raquél Sosa como Secretaria de Desarrollo Social- que se construyen otros quince planteles, ubicados estratégicamente en las zonas más marginadas y con menos alternativas educativas de la ciudad. Se incorpora “lengua y cultura náhuatl” como asignatura optativa –siendo la única institución de educación pública en impartir esta importante materia-. Los medios de comunicación al servicio de la burguesía más retrógrada se lanzan en una campaña de acoso contra el proyecto, los titulares propagaban la histeria del PAN –entre ellos la gritos desaforados del panista Federico Döring- quienes se desgarraban las vestiduras por el “alto costo” de las preparatorias y señalaban que su evaluación cualitativa –no numérica- era sinónimo de caos.
En abril 2001, como coronación de la lucha por la creación del IEMS, se funda la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), originalmente se planteaba que el IEMS fuera el bachillerato de esta universidad –para así consolidar y fortalecer en todos los ámbitos a ambas instituciones- sin embargo, la lógica perredista de las tribus, los cotos burocráticos de poder y colocación de puestos bloquearon esta posibilidad. Manuel Pérez Rocha –fundador del modelo- ha señalado que esa desarticulación fue una “idea pésima, es una idea que ha demostrado su ineficacia. El bachillerato alejado de las universidades pierde el vínculo con el conocimiento nuevo, con los investigadores”.[11] Hoy la comunidad del IEMS y SUTIEMS impulsan la lucha por la fusión del IEMS con la UACM.
Sin duda, la creación del IEMS y la UACM es producto de una lucha popular ejemplar y de un gobierno que tuvo un mínimo de sensibilidad para recoger las demandas de ese movimiento. No es posible pensar el surgimiento del IEMS (y la UACM) sin el movimiento social que lo prefiguró pero tampoco sin el cambio a nivel político que hubo en 1997. Gracias a esta lucha un basurero que pretendía reconvertirse en cárcel para mujeres –en una enorme delegación que tiene muchas cárceles y basureros, y tan pocas escuelas- pudo convertirse en una escuela de vanguardia, a contrapelo de las políticas que habían condenado que en este país no se construyera una institución pública de esta especie desde hace más de dos décadas. Gracias a esa lucha poco más de mil trabajadores tienen un empleo digno, honorable y decente –muchos de estos trabajadores agrupados en uno de los pocos sindicatos combativos y democráticos del país (el SUTIEMS)- labor que nos llena de orgullo y satisfacción. Pero ante todo se le brinda a más de 20 mil alumnos una opción educativa crítica, científica y humanista, una alternativa ante la falta de oportunidades educativas y culturales en este país de “ninis”. Aunque debemos subrayar que son muchos los trabajadores que aún no obtienen el reconocimiento de su relación labroal –las compañeras de intendencia que han sido despedidas injustamente-, los compañeros de Lengua y cultura náhuatl-, etc.
El IEMS es heredero del movimiento urbano popular–que por cierto, también donará muchos de los terrenos donde se construirán los 20 planteles que existen hasta la fecha-, de las batallas que dieron origen a modelos humanistas y progresistas como el CCH y, a través de estos, de luchas estudiantiles como la del 68 y la tradición popular de normales rurales como Chapingo, que hasta hoy sigue luchando por mantenerse y sobrevivir a los embates del capitalismo. Es la muestra de que la organización y el movimiento popular rinde sus frutos pero también, y al mismo tiempo, demuestra que fue con el cambio de la administración política hacia la izquierda–por más insuficiente y limitado que hayan sido estos cambios- que ese movimiento pudo consolidar algunas conquistas históricas. Es una conclusión inocultable que el IEMS y la UACM sobrevivirán sólo en la lucha por sus derechos, en la unidad con el movimiento popular y rumbo al fin de las políticas neoliberales –aunque en realidad hablamos de la existencia misma del capitalismo-.
[1] Pérez Rocha, Manuel; “El proyecto Iztapalapa”, en Memoria Origen de un proyecto educativo, IEMS, 2006, p. 29.
[2] Cf. Moctezuma Barragán, Pablo; La Chispa. Orígenes del movimiento urbano popular, Brigada para leer en libertad, 2012.
[3] Castellanos Cruz, Óscar; “Primera etapa”, en Memoria Origen de un proyecto educativo, IEMS, 2006, p. 73.
[4] Guadalupe Lucio Maquéo, “Los orígenes”, en Memoria Origen de un proyecto educativo, IEMS, 2006, p. 16
[5] “Al principio a Cárdenas no le gustó mucho el proyecto de la preparatoria”, Cruz, Oscar; “Primera etapa”, en Memoria Origen de un proyecto educativo, IEMS, 2006, p. 74.
[6] Pérez Rocha, Manuel; “Preparatoria Iztapalapa I”, Proyecto Educativo IEMS, Secretaría de Desarrollo Social, GDF, 2006, p. 63
[7] Castellanos Cruz, Oscar; “Primera etapa”, en Memoria Origen de un proyecto educativo, IEMS, 2006, p. 81.
[8] Pérez Rocha, Manuel; “El proyecto Iztapalapa”, en Memoria Origen de un proyecto educativo, IEMS, 2006, p. 31.
[9] Castellanos Cruz, Oscar;“Primera etapa”, en Memoria Origen de un proyecto educativo, IEMS, 2006, p.79.
[10] Francisco Cañon, “Las diferentes razones”, en Memoria Origen de un proyecto educativo, IEMS, 2006, p. 97
[11] Pérez Rocha, Manuel; “Preparatoria Iztapalapa I”, Proyecto Educativo IEMS, Secretaría de Desarrollo Social, GDF, 2006, p. 39.