Una foto tomada en un mercado de nuestro país se ha viralizado en redes, “estimado cliente le informamos que estaremos laborando hasta que nos mate el coronavirus”, reza un cartel colocado encima de un puesto de frutas. Más allá de su contenido sarcástico, la imagen sintetiza la situación a la que se enfrentan millones de trabajadores actualmente.
El coronavirus se ha extendido por todo planeta dando un empujón a la débil estabilidad de la economía capitalista y ha evidenciado incapacidad de los gobiernos en turno para garantizar condiciones mínimas para enfrentar grandes contingencias; se percibe un ambiente de pesimismo y parálisis de la clase dominante; no existe estrategia común, ni plan coordinado a nivel internacional. Han optado por el ¡sálvese quién pueda!
En algunos países, los gobiernos se han negado en los planes de contingencia a detener la producción en las fábricas en los sectores no prioritario; se ha puesto por encima de cualquier riesgo el mantener las ganancias de los grandes capitalistas. Esta estrategia ha puesto en riesgo a la clase trabajadora en general y la situación empeora para los sectores precarizados que no tienen estabilidad laboral, ni seguridad social. El capitalismo no ofrece ni presente, ni futuro digno de ser vivido para la mayoría de nosotros.
La extensión y los efectos del coronavirus
En Estados Unidos toques de queda, cierre de cines, restaurantes…
«La sala de emergencias se está derrumbando»: la dramática situación que deben enfrentar los médicos que atienden a pacientes con coronavirus en Italia
La Unión Europea cierra todas sus fronteras con el exterior durante 30 días por coronavirus
Coronavirus: el pánico hunde algunas bolsas
Epidemia por coronavirus puede durar 12 semanas al menos
Estos son algunos de los titulares que podemos leer en las notas de los principales periódicos a nivel nacional e internacional durante los últimos días. Parece surrealista que una enfermedad respiratoria moderada, haya puesto en jaque a toda la sociedad, que su extensión a todos los rincones del planeta hay hundido las bolsas de valores y haya dado un empujón a la frágil economía capitalista, que meses previos ya daba síntomas de aproximarse a una nueva recesión.
En escenarios que parecen trasladarnos a la misma Edad Media, donde las pandemias pusieron en jaque a la humanidad, la enfermedad por el nuevo Coronavirus (Covid -19) ha puesto sobre la mesa la vulnerabilidades a las que aún estamos expuestos la especie humana y la incapacidad de los gobernantes, la clase dominante y el actual sistema económico, político y social para garantizar condiciones mínimas adecuadas para vivir. A su vez, la pandemia, junto con las crisis económicas, sociales y la crisis ambiental nos muestran que el capitalismo es un sistema senil y en decadencia.
Al momento de escribir este artículo el coronavirus ha infectado a cerca de 250,000 personas en 170 países; tan solo en China ha ocasionado más de 3,200 fallecimientos. La situación es especialmente preocupante en Italia que supera las 41,000 personas contagiadas y las 3,400 personas fallecidas. En Irán hay más de 18,000 infectados y han fallecido más de 1,200 personas. En España la cifra alcanza los 18,000 casos y los 833 fallecimientos.
En México, hasta ahora, hay 448 sospechosos, 164 personas infectadas y 1 persona ha fallecido lamentablemente.
Más allá del alarmismo y amarillismo que algunos medios de comunicación difunden en sus notas, que generan confusión y nerviosismo entre la población, la enfermedad es real y no debe minimizarse a partir de la comparación entre las cifras entre contagiados y las personas que fallecen estos últimos efectivamente no superan el 2%. La peligrosidad radica en la facilidad con la que el coronavirus puede contagiarse y la rapidez con la que se propaga; si no se toman medidas adecuadas esta situación puede provocar la sobresaturación de los servicios de salud.
En un artículo títulado Coronavirus y selección de catástrofe: ¿a quién salvar? y ¿a quién dejar morir? republicado en la Revista Proceso, Frederck Leichter-Flack, catedrática e investigadora de la Universidad de París Nanterre y miembro del Comité Nacional de Investigación y Ciencia, explica que en la ciudad de Lombardia en Italia, se ha puesto sobre la mesa medidas éticas para priorizar y atender a las personas contagiadas, ante la sobre saturación de los servicios médicos y la escasez de recursos.
Pero si los servicios médicos están desbordados o hay escasez de material médico o de personal calificado, la tentación de un uso compasivo de los recursos disponibles tiene que ser rechazado: cuando no hay suficiente para todo el mundo, es preciso tener presente en la mente que antes que todo se debe servir el interés colectivo y que por lo tanto se debe intentar salvar la mayoría de las vidas posibles, y no las víctimas más gravemente afectadas.
Más adelante explica:
El principio del “primero en llegar, primero en ser atendido” ya no vale: si queda un solo respirador artificial, darlo al primer paciente ingresado en estado de grave aflicción respiratoria, si sus posibilidades de aprovecharlo son pequeñas, implicaría condenar de manera desigual a todos aquellos que podrían llegar después de él, con una esperanza de vida un poco mayor.
Sin hablar, por supuesto, de todos los demás pacientes que no están afectados por la epidemia, pero que la demanda excesiva de servicio en los hospitales pondría aún más en peligro.
El imperativo utilitarista de maximización del número de vidas salvadas puede entonces invertir las lógicas de priorización al precipitar los casos “demasiados graves”, cuyas posibilidades de sobrevivencia son mínimas, en la categoría de los morituri -los que se van a morir- y que se renuncia a intentar salvar.
Esta situación nos puede dar una idea de la gravedad de la situación que vive la ciudad de Lombardia y a qué nivel puede llegar la pandemia si no se toman las medidas correctas para contener su expansión.
Los gobiernos han optado por suspender eventos y actos que representen gran aglomeración de las personas, así como la suspensión de clases en escuelas y universidades. En algunos sectores de la economía se han suspendido labores, pero ha existido resistencias por parte de los grandes empresarios para detener la producción en las grandes empresas en lo que se llama los sectores no prioritarios. Esta situación ya ha provocado movilizaciones obreras en España y los Estados Unidos, donde la clase trabajadora ha exigido la suspensión de labores para protegerse a sí mismos y a sus familias de la enfermedad.
La patronal ha sacado a relucir una serie de artilugios legales para impedir la suspensión de actividades y continuar pagando salarios; como es el intentar suspender los contratos durante la cuarentena, amenazar con despidos, presionar para que los trabajadores pidan permisos temporales, vacaciones anticipadas sin pago, etc.
En nuestro país, incluso periódicos como El Economista han dado una serie de recomendaciones a los empresarios y trabajadores para afrontar la cuarentena, ante la pregunta de ¿qué hacer ante los cierres de negocios?, la respuesta es tajante:
Si el gobierno mexicano declara una emergencia sanitaria y en función de ésta las relaciones laborales se suspenden (no se les exigirá a los empleados prestar servicios y el empleador no está obligado a pagar sus salarios), los empleados sólo tendrán el derecho de recibir el pago de un salario mínimo por cada día de suspensión durante un plazo máximo de un mes.
Un sector importante de la clase burguesa ha mostrado su talante reaccionario, en tiempos donde la solidaridad y apoyo debe ponerse por encima de cualquier interés egoísta para superar la pandemia.
Por otro lado, algunos articulistas que se autodenominan progresistas han defendido la idea de no suspender las actividades económicas en nuestro país, debido a que, según ellos, eso ocasionaría la profundización de la crisis económica. Sin embargo, esto dará como resultado una especie de cuarentena sin efectividad; Donde sólo algunos miembros de la familia están en confinamiento por la suspensión de clases y de algunas actividades, pero no de la producción en las grandes empresas; con ello el padre, la madre o ambos, viajan a diario en transporte público y se exponen al contagio.
Los capitalistas han priorizado la ganancia sobre nuestra seguridad y nuestra salud. Algunos ideólogos progresistas no ven alternativas más allá del capitalismo, su progresismo se detiene en el momento en que se puede transgredir la “sacrosanta” propiedad privada de los medios de producción y la ganancia de un puñado de burgueses. Los trabajadores, por nuestra parte, debemos garantizar nuestra seguridad, y el futuro de nuestra familia. Debemos pedir que el sistema de salud garantice nuestra atención integral y sin restricción, un paso que debe tomar el actual gobierno es la nacionalización total del sector salud, además se debe exigir de la suspensión de las labores sin suspensión del pago de salarios y prestaciones mientras pasa el riesgo de contagio.
Algunos argumentarán, “¿pero de donde va a salir todo ese dinero?, eso provocará crisis económica”. Los trabajadores debemos exigir que las empresas y los bancos muestren a la opinión pública sus libros de contabilidad, sus estados financieros y sus ganancias, las cuales son más que suficientes para solventar los costos del COVID-19.
Precarización del empleo, crimen del capitalismo
En nuestro país un sector de trabajadores, la gran mayoría, no puede darse el lujo del autoconfinamiento sin ver reducido drásticamente sus ingresos. Estamos hablando del sector más precarizado, ¿qué hacer ante esa situación?
Seis de cada diez trabajadores en nuestro país laboran en el sector informal. Al decir trabajo precario o informal no quiere decir improductivo; este sector genera el más de 22% del Producto Interno Bruto en nuestro país. La mayor parte de estos trabajadores se localizan en el comercio minorista, la construcción, la manufactura y el sector agropecuario. Este sector de trabajadores no goza de aguinaldo, vacaciones, prestaciones, ingresos fijos, y una buena parte de ellos no tiene acceso a la seguridad social.
Tampoco es que este sector represente mano de obra no cualificada, el 60% que lo componen representan niveles de educación mayores a la media nacional, incluso el 24% tiene estudios de nivel medio y nivel superior. Los datos anteriores los podemos corroborar en el Instituto Nacional de Economía, Geografía y Estadística (INEGI).
El arrojar a millones de trabajadores al sector informal y precario representa un crimen del propio sistema en nuestro país. Desaprovechar el talento y el conocimiento de millones que cuentan con estudios cualificados muestra el callejón de salida al que nos afrontamos la juventud y los trabajadores bajo el actual sistema.
Estos trabajadores no pueden suspender labores ante la contingencia, por que representaría una caída inmediata en sus ingresos y para sus familias. Para ellos la opción que se plantee es que sigan laborando en una situación de riesgo, no se ha planteado una situación realista para este sector.
Las primeras medidas que se deberían de tomar es garantizar la atención a toda la población; abrir todo el sistema de salud, del Instituto Mexicano del Seguro Social y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de Trabajadores del Estado, así como los sistemas de saludo estatales a toda la población para que pueda ser atendida ante cualquier síntoma, ¿y por qué no? incluso la de los hospitales y clínicas privadas mediante la nacionalización.
El Estado debe garantizar el ingreso de este sector de los trabajadores mientras dura la emergencia sanitaria. Algunas voces “sensatas” dirán, ¿de dónde?, ¡no hay dinero!, los trabajadores debemos responder ante esa situación: el dinero existe, pero está concentrado en pocas manos. Tan solo en el año 2019 la Comisión Nacional Bancaria y de Valores reportó que los 51 bancos que operan en México, al mes de octubre, tuvieron ganancias por 135 mil millones de pesos.
Además se debe suspender el pago de la renta de casas o departamentos, el pago de la luz, agua y demás impuestos para las familias trabajadoras mientras se toman las medidas para el confinamiento y detener la contingencia.
En una situación de emergencia, y donde está de por medio nuestra salud, la de nuestra familia y la de cientos de miles de personas, las medidas deben corresponder a la situación. El egoísmo, la sed de ganancia, la acumulación, deben ser rechazadas si deseamos superar la contingencia; debemos poner por sobre la mesa, la solidaridad, la cooperación, el apoyo mutuo y la ayuda comunitaria. Pero nos enfrentamos a valores y prácticas que se reproducen a partir de la estructura económica del propio sistema capitalista en donde se privilegian las ganancias de unos cuentos por encima de los costos para toda la sociedad.
Debemos poner todos los esfuerzos económicos y sociales para superar la crisis sanitaria, pero la propiedad privada de las grandes empresas y la banca, la sed de acumulación y ganancia de un puñado de personas, dificultan esa tarea. Instintivamente, millones de personas en México y el mundo están sacando esa conclusión; debemos ayudar a que esas ideas se desarrollen y se convierta en un movimiento anticapitalista y por una sociedad más justa e igualitaria.