Nuevamente marzo ha llegado a su fin, y este no ha sido un mes cualquiera. El cese del alto al fuego en Gaza, así como el hallazgo del rancho de reclutamiento y exterminio en Teuchtitlán, los golpes arancelarios de la guerra comercial estadounidense y el estallido de las movilizaciones de los trabajadores de la CNTE contra la privatización del sistema de pensiones, han evidenciado el agudo estado de la lucha de clases actual y sacudido a la clase trabajadora mexicana. Pero por si fuera poco, apenas unas semanas después de las movilizaciones masivas de mujeres en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, otra noticia estremeció la esfera política del país, en especial en el marco de las discusiones coyunturales sobre la opresión hacia la mujer. Esto es, la escandalosa protección parlamentaria hacia un diputado federal morenista recientemente denunciado por abuso sexual.
Cuauhtémoc Blanco es un notorio ex-futbolista e infame personaje de la política mexicana, que ha sido blanco de múltiples carpetas de investigación por acusaciones de corrupción, vínculos con el crimen organizado y desvío multimillonario de fondos durante su tiempo como alcalde de Morelos. A estas, en 2024 se le sumó la denuncia de Nidia Fabiola por violación sexual en grado de tentativa.
Las leyes mexicanas tipifican la conducta de la que se le acusa como un delito procesable para cualquier ciudadano. Pero Cuauhtémoc no es cualquier ciudadano. Él, junto a una casta particular de servidores públicos, goza del privilegio del fuero constitucional, una especie de inmunidad parlamentaria que le impide ser sometido a un proceso penal durante el ejercicio de sus funciones. Así, frente al show mediático al que hemos sido expuestos en los últimos días como parte de sus esfuerzo por demostrar su inocencia, hemos de contemplar su “noble” disposición de ir personalmente a la Fiscalía a ponerse al servicio de los investigadores con el escepticismo y la repugnancia que se merece.
Y vaya que se la merece… Pues si bien la noticia no pasó desapercibida cuando salió a la luz hace unos meses, la explosión de indignación respaldada por una buena parte de la Cámara de Diputados de la que el acusado es miembro, no responde a su condición de presunto violador, sino a la solicitud expedida por el entonces fiscal de Morelos de retirarle el aforamiento al acusado para poder ser procesado legalmente.
Lo que sigue es vergonzoso por decir algo. Horas después de pedir el desafuero a inicios de año, el fiscal morelense Uriel Carmona fue destituido del cargo. Acusado de encubridor de feminicidios y obstrucción de la justicia, este no es un personaje cuyo honor interese defender. Pero esta firme y rápida intermediación en contra de la amenaza hacia Blanco, parece demasiado inmediata como para no ser intencional, especialmente en un entorno caracterizado por la lentitud y falta de seriedad en la ejecución de los procesos de justicia.
A propósito, el 20 de marzo, la Sección Instructora de la Cámara de Diputados declaró su rechazo de la solicitud del desafuero de Cuauhtémoc con motivo de alegados errores técnicos en la investigación detrás de la denuncia. De acuerdo con el procedimiento legal de estos casos, tal resolución pasó a ser puesta a votación por el pleno cinco días después. Para entonces, el exfutbolista ya había declarado públicamente su inocencia, además de acusado a su media hermana de haber intentado extorsionarlo y de conducir una campaña de desprestigio en su contra por intereses políticos. Y minutos antes de la votación para desechar la sentencia de su desafuero, no dudó en reiterar su punto frente a la Cámara, tomando la tribuna para deslegitimar el testimonio de Nidia.
En este punto hay que recordar que este hombre tiene la posibilidad de tramitar una licencia para (auto)retirar su fuero y así poder corroborar su auténtico compromiso por demostrar su inocencia. Con esta, él podría ser sometido a una investigación como cualquier otro mexicano en su posición, algo que ya se le ha planteado de manera pública. Pero por supuesto que el compromiso de estos célebres oligarcas, blindados por la ley y el privilegio, van tan lejos como sus intereses personales alcanzan. Léase con sarcasmo: Sí, es cierto que ha renunciado públicamente a solicitar la licencia, pero aun así ha accedido a ir a pasearse a la Fiscalía acompañado tan solo de su verdad…y su inmunidad penal.
Este nivel de cinismo de parte de estos elementos de la clase dominante mexicana no es sorprendente, pero lo que sí provocó injuria y desilusión fue el arropamiento casi absoluto de su partido, especialmente de las mujeres diputadas que lo rodearon y protegieron en la tribuna mientras este hombre acusaba a una presunta víctima de violación de mentirosa al sonido del canto tan popular en espacios feministas: “¡no estás solo!”.
Tan sólo unas horas después de esta vergonzosa escena, con casi 300 votos a favor de que se levantara la sentencia –la mayoría proveniente del sector de Morena, formado en un 60% de mujeres–, nuestra paritaria Cámara de diputados, exoneraría a Cuauhtémoc de la obligación de perder su inmunidad y ser sometido a prueba por el delito tan grave del que se le acusa.
El género nos une, pero la clase nos separa
No considero una exageración afirmar que esto ha causado turbulencias significativas entre más de un sector del país. Empezando con la derecha, como les es costumbre, algunos de sus elementos han capitalizado de este suceso que para algunos ha resquebrajado la credibilidad de este “partido por las mujeres”. Xóchitl Gálvez, por ejemplo, fue captada en la marcha convocada por colectivas feministas de la CDMX para el 29 de marzo en contra de la resolución de la Cámara junto a otras poderosas del PAN. Pese a que la evidente complicidad de los y las diputadas que vitorearon a Cuauhtémoc bajo la bandera del mismo partido cuyo lema actual es “Es tiempo de mujeres” y “Llegamos todas” es en efecto incongruente y reprobable, el agravio de los representantes del PAN hacia los carpetazos, el abuso de poder y la impunidad machista, a parte de cínico, dista mucho de ser a la vanguardia de la lucha comprometida contra la violencia y la opresión hacia las mujeres. Sus intereses tampoco interesan defender.
Otra parte de la derecha, como un número considerable de diputados priistas, se sumaron al rechazo de la sentencia contra el afuero. Siendo esta parte de la capa más reaccionaria y retrógrada de la política partidista mexicana, infame también por su complicidad machista y su inquebrantable compromiso con el privilegio, tampoco sorprende su decisión de apoyar a su opositor político en virtud de no comprometer la condición de privilegio que comparten. Basta sólo con escuchar los asquerosos comentarios del dos veces Diputado y Senador priista Manuel Cavazos para conocer el tipo de posturas que hasta la fecha circulan descaradamente a lo interno del PRI.
Pero demos un paso atrás. No es extraño que elementos de la clase dominante, en su afán de consagrar las instituciones, relaciones y códigos que se alinean con sus intereses, refieran a su concepciones sobre cuestiones como la justicia y la inocencia como eternos, universales e imparciales. No obstante, pese a alegar su cercanía con estos valores superiores, la práctica revela que la justicia, lo correcto, etcétera, son más flexibles y parciales de a como se proyectan.
A pesar de que Sheinbaum ha respondido a las confrontaciones respecto a esta controversia afirmando que no está encubriendo a Cuauhtémoc, este 29 de marzo vimos que hay un sector de mujeres de clase trabajadora dentro del movimiento amplio de mujeres que no están convencidas de ello y cada vez menos con el discurso amplio de Morena. Y es que independientemente del grado de involucramiento directo de Sheinbaum en el acontecer de las resoluciones sobre la materia, lo que revela este caso es que las iniciativas de género impulsadas en lo que lleva el sexenio como parte de su compromiso con mejorar las condiciones de vida de las mujeres, como: la perspectiva de género en las instituciones mexicanas, la presencia paritaria de mujeres en los espacios de poder e incluso este nuevo marco jurídico que respalda y protege legalmente a las mujeres, es insuficiente para defenderlas de la violencia e incluso puede ser flexible con los perpetradores según convenga.
Viendo el descaro con el que estos hombres y mujeres que aparentemente se rigen bajo tales ejes políticos, ideológicos y morales aplaudieron a Cuauhtémoc mientras minimizaba una denuncia de abuso sexual sin ningún respeto hacia la víctima, y conociendo el resultado de los acontecimientos –la voluntad de uno de los máximos órganos de justicia en la nación–, una debe preguntarse: si este marco jurídico de género –que ha sido descrito como probablemente uno de los más avanzados en todo el mundo en la materia– le dio la espalda a Nidia en favor de una figura que es la representación antagónica de las convicciones del régimen al que se suscribe este marco, ¿qué podemos esperar las miles de millones de mujeres estudiantes y trabajadoras de este? ¿Cómo podemos pensar después de esto que más reformas, más leyes y más perspectiva de género bastan para acabar con nuestra opresión?
Sobre esta línea, hay que añadir que desde su periodo como candidata electoral, Sheinbaum puso una fuerte índole gramatical, política y moral a su condición de género como fundamento de su agenda política, en especial respecto a las mujeres. Desde mucho antes de su victoria, han habido fuertes voces feministas que han defendido la idea de que para ver expresadas las necesidades y demandas de las mujeres en la política y economía del país, era necesario tener mujeres en las cúpulas de poder.
Ciertamente aquel que experimenta una opresión particular –de género, por ejemplo– sabe mejor que nadie lo que se siente vivirla, y en un momento determinado, estas experiencias pueden impulsar a la formación y prácticas revolucionarias de estos elementos, haciendo de ellos piezas clave en la lucha organizada para confrontar esta opresión. Ejemplos de ello los hemos visto en todo el globo, en cada periodo y de parte de todo tipo de persona: Elvia y Felipe Carrillo Puerto, Rosa de Luxemburgo, Emiliano Zapata, son tan sólo algunos ejemplos. No obstante, es un error asumir que esto se traduce automáticamente en que todo aquel que experimenta una opresión, en esencia comparte y defiende los intereses de quienes también lo hacen. De ser eso cierto, el encubrimiento de un presunto abusador por parte de estas mujeres diputadas con tal de defender su partido político y su posición en él habría sido impensable.
A mi parecer, todo esto demostró que los intereses y aspiraciones de clase de las diputadas y su fidelidad estratégica a Morena tiene un mayor peso que su compromiso contra la violencia hacia las mujeres, y que la justicia de la 4T y del resto de los diputados que protegieron a Blanco es es en ultima instancia ajena a los intereses y necesidades de fondo de nosotras las oprimidas, pues ¿qué tan flexibles sería el sistema de justifica mexicano si fuera una mujer trabajadora la denunciante o el blanco de una denuncia?
Entonces, recae en nosotras y nosotros mismos sacar conclusiones respecto a lo sucedido. En primera instancia, nos posicionamos en contra de la inmunidad de esta casta divina y pedimos justicia para Nidia y para cualquier otra mujer que haya sido víctima del abuso y la violencia. También denunciamos la penosa complicidad y el machismo que sin importar las apariencias, no ha desaparecido en estas cúpulas de poder. Lamentablemente, las experiencias nos están demostrando que un sistema legal y judicial con compromiso de género, mujeres en el poder e iniciativas de reeducación en las instituciones del país no rasguñan la opresión que vivimos millones de mujeres lejos del ojo público, cobijadas por nuestro reconocimiento constitucional y demás iniciativas. No podemos confiar en que mujeres de la clase dominante beneficiarias de la existencia de este Estado represivo puedan representar nuestros intereses; que como decimos las y los marxistas, tenemos más en común hombres y mujeres de clase trabajadora que con cualquier elemento de la clase dominante, sea mujer, sexo-disidente, mexicana o lo que sea.
Por ello, solo la lucha unida, combativa y organizada de toda la clase trabajadora es la única capaz de materializar nuestros intereses de clase, que van mucho más allá del reconocimiento y la visibilidad, sino que involucran la socialización del trabajo doméstico; la creación de guarderías, comedores y lavanderías públicas; la instalación de salas de lactancia en todos los centros de trabajo; la abolición de todas las leyes discriminatorias hacia las mujeres, la legalización total del derecho al aborto y su acceso gratuito a cargo del todos los sistemas de salud pública en el país; a igual trabajo, igual salario, entre muchos otros.
Como hemos explicado, la opresión hacia las mujeres no se enraiza en las consecuencias accidentales del sistema capitalista actual, es por ello que no puede reformarse el capitalismo para dejar de explotarnos, pues tal explotación es parte de su funcionamiento sano y orgánico y se arraiga a los fundamentos de su existencia: en la sociedad dividida en clases. La emancipación de las mujeres y del resto de su clase entonces depende de la caída de este modo de producción de muerte, una tarea que sólo la clase trabajadora unida puede consumar.
Quizás ahora vemos este futuro de libertad y justicia como una realidad utópica e inalcanzable, de la misma forma en la que un campesino europeo arando su tierra en algún momento de esos 1’000 años de duración del periodo feudalista pensaba imposible que el mundo como lo conocía cambiaría tan radicalmente como ahora sabemos que lo hizo. Sin embargo, la historia ha demostrado que esto es una posibilidad y una necesidad cada vez más palpables, y que sólo la organización de un aparato revolucionario que dé una batalla comprometida y revolucionaria contra este sistema parasitario y sus lacayos es capaz de acabar con esta realidad de violencia y opresión sin fin.
¡Justicia para Nidia Fabiola!
Contra la violencia machista, ¡revolución comunista!
¡La mujer libre del hombre, ambos libres del capital!