El reciente 29 de abril, después de un aproximado de dos largos años de discusión en el Congreso, la Cámara de Diputados aprobó sin cambios la Ley Olimpia contra la violencia digital. Respaldada con 434 votos a favor y uno en contra. El dictamen tipifica el delito de violación a la intimidad sexual con una pena de tres a seis años de cárcel, además de multa de quinientas a mil veces la Unidad de Medida y Actualización (de 44 mil 810 a 89 mil 620 pesos), a quien incurra en dicho delito.
Las violencias hacia las mujeres, que, por desgracia, toca redactar en plural, han encontrado una vía más para seguir reproduciéndose: la digital. El medio que en nuestros tiempos se ha vuelto imprescindible, pero al mismo tiempo ha sido el motivo de aflicción para miles, utilizando este mismo para vulnerar la privacidad sexual, en el mayor de los casos, de las mujeres.
A pesar de la indiferencia con la cual se ha tratado la cuestión de la violencia de género; el día de hoy podemos notar un pequeño paso en la lucha por la emancipación femenina y una vida libre de violencia. Mencionar también, que esto no habría sido posible sin la insaciable presión de miles de mujeres organizadas hacia las instituciones, a lo largo y ancho del país, hasta el cansancio dentro de las manifestaciones que estas mismas han realizado. Leyes que protejan nuestra integridad son obligación del estado garantizarlas, al no ser este el escenario, es por eso que este sector poblacional ha luchado por ellas. Pero, la lucha no termina aquí.
Hablar de garantizar la integridad de las mujeres en un país como México que, aparte de ser uno de los cuales presentan un mayor índice de feminicidios en el mundo, particularmente cuenta con un sistema judicial clasista, ineficiente, revictimizatorio y, con un nivel altísimo de impunidad. Es de suma importancia no despegar la mirada con respecto a los procesos judiciales en los cuales está involucrada una mujer; ya que la ley en este país ve y trata a las mujeres con violencia machista.
Teniendo ya este panorama un poco más amplio, y reconocer que la lucha revolucionaria de las mujeres por derribar las distintas violencias no debe terminar en la promulgación de una ley. Se tiene que acabar con todo el sistema judicial y el Estado clasistas que no protege a los explotados ni a las mujeres. Tenemos que acabar con las condiciones materiales que hacen de la violencia a la mujer un problema estructural. Debemos de atacar la raíz que origina toda forma de opresión: el capitalismo. Agregar también, que los cambios sociales a lo largo de la historia se han logrado por la unión de los oprimidos en contra del yugo del opresor. Sin medidas revolucionarias no hay cambios revolucionarios.
Clara Zetkin fue organizadora del movimiento socialista alemán e internacional y es considerada la gran impulsora del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, que se conmemora cada 8 de marzo. Como dirigente comunista en Alemania, después de la Primera Guerra Mundial, tuvo un papel fundamental en la fundación del nuevo Partido Comunista Alemán (KPD).
Clara Zetkin nació el 5 de julio de 1857, en Wiedenau (Sajonia), era la mayor de los tres hijos de Gottfried Eissner, su padre (maestro de escuela y organista de la iglesia), y Josephine Vitale Eissner, segunda esposa de Gottfried y antes viuda de un médico local.
Su madre tuvo gran influencia en Clara Zetkin, ya que era fiel defensora de la igualdad de derechos entre mujeres y hombres y de la emancipación del poder económico de la mujer.
Su trabajo hacia la mujer fue inspirado por varias organizaciones, incluidas la Asociación de Mujeres Alemanas y la Federación de Asociaciones de Mujeres Alemanas, dirigidas por activistas de los derechos de las mujeres como Auguste Schmidt y Louise Otto. Cuando Clara tenía 15 años se mudó a Leipzig, junto con su familia.
Ahí, sus principales actividades eran leer libros socialistas, leer periódicos y asistir a las reuniones de la Sociedad de Educación de Mujeres de Leipzig y la Asociación Nacional de Mujeres Alemanas. Estos temas de pensamiento socialista y de la lucha de la mujer, se convirtieron en los pilares de lo que sería su vida. En esa época estudió derecho y tenía el propósito de ser profesora.
A los 17 años se implicó con el movimiento obrero y comenzó a trabajar en el ámbito de la política social.
Su relación con los revolucionarios rusos propició su unión con un joven exiliado de esa nacionalidad: Ossip Zetkin. Cuando Bismarck prohibió el SPD (Partido Socialdemócrata Alemán) en 1881, Clara Zetkin decidió exiliarse por imposición propia, y pasó la mayor parte de la década en Suiza y París. Ahí escribió y distribuyó literatura clandestina, y también conoció a numerosos líderes socialistas internacionales. Clara comenzó a asistir a las reuniones de la Sociedad de Educación de los Trabajadores de Leipzig y a rechazar su acomodada vida de estilo burgués, cosa que desencadenaría la división entre su familia.
Estas experiencias hicieron que Zetkin sintiera una gran simpatía por el proletariado y decidió dedicar su vida a la transformación marxista de la sociedad. Debido a una ley alemana que prohibía a las mujeres unirse a partidos políticos, no pudo convertirse en miembro oficial del SPD, sin embargo, esto no impidió que trabajara duramente apoyando su causa. Debido a una ley antisocialista en Alemania, Ossip Zetkin se vio obligado a abandonar el país y Clara decidió voluntariamente irse también con él. Primero viajó a Linz, Austria, donde Clara trabajó como tutora de trabajadores de fábricas. Después se unió a un grupo de miembros del SPD en Zurich, Suiza, en 1882, donde escribió varias obras en la clandestinidad. En noviembre de ese año se reunió con Ossip Zetkin en París. La pareja comenzó a vivir junta y tuvieron dos hijos, Maxim y Konstantine, pero nunca se casaron oficialmente, porque Clara no quería renunciar a su ciudadanía alemana. Ella, sin embargo, adoptó el apellido de su marido y permaneció como compañera de Ossip hasta el final de su vida.
En Paris, Zetkin comienza a concentrarse en combinar sus intereses con el socialismo y la cuestión de la mujer, en un intento de lograr la igualdad para las mujeres trabajadoras en el movimiento proletario. Su participación en la lucha por la emancipación de la mujer también la llevó a reestablecer lazos con su familia, que acudió en su ayuda después de que Zetkin contrajera tuberculosis debido a las condiciones empobrecidas en las que vivía en la capital francesa. Su familia la llevó a su casa en Leipzig mientras se recuperaba y fue ahí, precisamente, donde dio su primer discurso público sobre la liberación de las mujeres y de todos los trabajadores a través de una revolución de clase.
Ella creía que una vez se pudiera establecer la igualdad de clases en una sociedad socialista, la opresión económica y social de las mujeres llegaría a su fin. Después de su convalecencia, Clara regresó a París para cuidar a Ossip, quien padecía tuberculosis espinal. Desgraciadamente, nunca se recuperó y murió en enero de 1889.
Clara Zetkin pudo superar el dolor por la muerte de su pareja al sumergirse de lleno en su actividad política. Su preocupación por la causa socialista era tan grande que el cuidado de sus hijos fue la única consideración personales que tuvo durante muchos años.
Se convirtió en una de las principales mujeres del movimiento socialista y en julio de 1889 fue una de las ocho mujeres delegadas que asistieron al Segundo Congreso Internacional, en París. Ella estuvo ahí como representante de las mujeres de la clase obrera de Berlín, la capital alemana, y en un discurso ante el Congreso, ella delineó claramente las ideas en apoyo de la igualdad de las mujeres que había estado desarrollando. En su discurso reiteró la creencia de que ella y sus camaradas no deberían centrarse solamente en ganar derechos puntuales para las mujeres, como la educación, la igualdad económica, etc., sino centrarse en acabar con el sistema capitalista que oprimía a todas las mujeres y a todos los trabajadores. Posteriormente, fue seleccionada para dirigir los esfuerzos de reclutamiento y educación para el SPD, en Berlín. Ella y otras seis mujeres regresaron a Alemania para fundar el Comité de Agitación de Berlín.
Más tarde se casaría con el pintor Georg Friedrich Zundel, un hombre 18 años menor que ella. El matrimonio, que comenzó en 1899, empezó a desintegrarse durante la Primera Guerra Mundial y terminó en divorcio en 1927, principalmente debido al compromiso abrumador de Zetkin con su trabajo.
Cuando regresó a Alemania, desde Stuttgart, editó el periódico de mujeres socialistas Die Gleichheit (Igualdad), que durante un cuarto de siglo fue vehículo de expresión de las mujeres socialistas de su época, sirviendo para denunciar el trato discriminatorio del que eran objeto.
Zetkin continuaba con su trabajo de concientización de las masas: ayudaba a vincular sindicatos en Alemania con organizaciones internacionales y organizaba fondos de huelga, además de continuar dando cientos de discursos. Su día a día con la gente trabajadora ayudó a agudizar algunos de sus puntos de vista. En una conferencia del SPD, en 1896, apoya medidas para proteger a las madres que trabajan y para defender el derecho de las mujeres a votar.
Algunos compañeros de Zetkin proponían trabajar dentro del sistema legal para llevar a cabo reformas que pudieran traer mejoras a los trabajadores. Los revisionistas vieron a Zetkin como demasiado teórica en su diario y se le ordenó modificar Die Gleichheit para llegar a un público más general, incluidas amas de casa y niños. Aunque cada vez tenía más críticas dentro del partido, ella estaba bien establecida en el mismo. En 1895, se convirtió en la primera mujer del cuerpo gobernante del SPD, y en 1906, fue nombrada miembro del Comité Central de Educación.
En el Congreso de 1896, Clara dice:
“Comprometido con la lucha de clases, el proletariado necesita tanto como la mujer de la pequeña y mediana burguesía y las intelectuales la igualdad jurídica […]. Pero a pesar de todos estos puntos de encuentro […] el proletariado no tiene nada en común en cuanto a sus intereses económicos esenciales con las mujeres de otras clases. La emancipación de la proletaria no será obra de las mujeres de todas las clases, sólo del esfuerzo de todo el proletariado, sin distinción de sexo.”
Posteriormente, en 1908, a las mujeres en Alemania por fin se les da derecho a unirse los partidos políticos. Zetkin sentía que atraer al SPD a las mujeres haría que tuvieran una voz. Con este fin, participó en las primeras conferencias internacionales de las mujeres, en 1907 y 1910, y se convirtió en secretaria de la Oficina Internacional de Mujeres, un grupo que adoptó el periódico como su prensa oficial.
Un punto que es muy importante de recalcar es la Segunda Conferencia Internacional de las Mujeres Socialistas, que se celebró en Copenhague, Dinamarca, en 1910. Junto a Käte Duncker, colocaron la propuesta de conmemorar un Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en homenaje a las 129 trabajadoras que habían fallecido el año anterior durante una huelga en una fábrica textil de Nueva York, reivindicando la mejora de sus condiciones laborales. Ahí, Clara Zetkin dejaba claro que era necesario un día a nivel internacional donde todas las mujeres obreras del mundo se unieran para reclamar los derechos políticos, civiles y económicos que les correspondían. Un año más tarde, el 19 de marzo de 1911, se celebró por primera vez en la historia el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en cuatro países: Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza.
La conmemoración de este día fue adquiriendo relevancia entre las organizaciones obreras, que lo impulsaban y salían a las calles a luchar por los derechos de las mujeres y de la clase obrera. Quizá el 8 de marzo más importante para la historia de la lucha de clases fue el de 1917, en el que las mujeres de Rusia iniciaron la revolución que pondría fin al zarismo y se orientaría hacia la construcción del primer Estado obrero del mundo. Este ejemplo de lucha del Día de la Mujer Trabajadora definitivamente representaba un peligro para los intereses de las burguesías del resto del mundo, pero no podían simplemente abolirlo, puesto que ya se había enraizado en las tradiciones de la lucha obrera. Fue así como, en 1975, la ONU celebró el Año Internacional de la Mujer, invitando a todas las naciones a unirse a celebrar un día de la mujer, pero solo así, “Día de la Mujer”, quitando el carácter de clase y borrando de la conmemoración el factor que —organizado— pondría fin a la base de explotación capitalista, como sucedió en Rusia. Así, las instituciones burguesas transformaron el carácter combativo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en el Día de la Mujer, donde se celebra a “la creación más divina de Dios”.
Regresando con Clara, era amiga personal de Lenin y de la revolucionaria Rosa Luxemburgo, y todo este trabajo que estaba haciendo no eliminó las tensiones entre ella y los revisionistas. La Primera Guerra Mundial trajo el conflicto a primer plano. Zetkin organizó la primera Conferencia Internacional de Mujeres contra la Primera Guerra Mundial (1915).
Ella, junto con otras radicales en el partido, como Rosa Luxemburgo, quería que el SPD condenara la postura imperialista de Alemania y sus actividades militares. Sin embargo, cuando el partido votó a favor de los créditos de guerra, Zetkin se opuso a la medida en una serie de escritos en Die Gleichheit, lo que provocó su destitución como editora, en 1917. Zetkin abandonó el SPD para unirse a los socialistas antiguerra, en el Partido Socialdemócrata Independiente (USPD). Más tarde ella y otros tres socialistas formaron el primer núcleo del Gruppe Internationale, también conocido como la Liga Espartaquista, que se convirtió en el Partido Comunista Alemán, o KPD, en noviembre de 1918.
Aunque su filiación política había cambiado, los objetivos de Zetkin permanecieron iguales. En el Tercer Congreso Internacional de 1919, pronunció un discurso enfatizando la importancia de haber educado a las mujeres como una fuerza activa en la lucha comunista internacional. En 1920, fue elegida Secretaria Internacional de Mujeres Comunistas, un puesto en el que continuó argumentando que los problemas de las mujeres sólo podían abordarse mediante reformas para todos los trabajadores y mediante la lucha de clases. En este mismo año, entrevistó a Vladimir Lenin, y publicó su famoso artículo: “Lenin sobre la cuestión femenina”. En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, su papel activo en la política comunista la llevó a la Unión Soviética con frecuencia. Ahí, ella era una importante aliada de Lenin. También ocupó un puesto en el Reichstag alemán como miembro del KPD. Como su miembro más antiguo, se le dio el honor de convocar el cuerpo legislativo en 1932.
Fue elegida para la presidencia de la Tercera Internacional en 1921, pero a partir de entonces pasó cada vez más tiempo en Moscú, especialmente a raíz del auge del fascismo en Alemania. Tras la muerte de Lenin, en 1924, empezó a perder gran parte de su anterior influencia. Años más tarde se publicaron en Berlín oriental tres volúmenes de sus obras selectas, con el título de “Escritos y discursos seleccionados”, entre 1957 y 1960.
Antes de eso, cuando los nazis tomaron el poder, el Partido Comunista fue ilegalizado y Zetkin se exilió de nuevo, esta vez en la Unión Soviética, donde murió el 20 de junio de 1933, a la edad de 76 años; Zetkin sufrió de mala salud en sus últimos años y falleció a las afueras de Moscú. Fue honrada con un elaborado funeral y enterrada en el muro del Kremlin. A los servicios funerarios asistieron los principales comunistas de toda Europa, como Nadezhda Krupskaya, la viuda de Lenin. La presencia de tales personas demostró la importancia de la vida y el trabajo de Zetkin para los partidarios del comunismo en todo el mundo.
“La igualdad de las mujeres solo podría lograrse a través de una revolución de clase que derroque al sistema capitalista”
“Lo que hizo el trabajo de la mujer especialmente atractivo para los capitalistas no solo era su precio más bajo, sino también la mayor sumisión de la mujer”
Estas dos frases recalcan y resumen el trabajo de Zetkin y su lucha.
A pesar de la igualdad formal ante la ley, todavía estamos lejos de haber alcanzado la igualdad en la práctica. Esta situación provoca la radicalización de muchas personas jóvenes y trabajadoras, que se suman cada vez más a la lucha contra la opresión de la mujer. Sin embargo, para que esta lucha tenga éxito, debemos contar con las ideas y los métodos correctos. En el presente texto, contrastamos la política de identidad con las ideas marxistas para demostrar que estas últimas nos ofrecen mejores métodos para lograr la emancipación genuina de la mujer.
El impacto desproporcionado de la pandemia en las condiciones de vida de las mujeres es solo un ejemplo de cuán lejos estamos de la igualdad genuina. En este sentido, de las personas entre 25 y 54 años que perdieron su trabajo en Canadá, el 70% fueron mujeres. Además, otros 1.2 millones de mujeres han visto sus horas de trabajo reducidas a la mitad. Estas cifras tan solo reflejan el impacto económico de la pandemia, durante la cual la violencia doméstica contra la mujer también ha ido en aumento.
Actualmente, la izquierda está dominada por la política de identidad. La mayoría de las veces, la atención se centra en la identidad de las personas en lugar de poner el foco en las ideas que defienden. En lugar de luchar por una transformación revolucionaria de la sociedad, concentran sus esfuerzos en cambiar el discurso, deshacer las construcciones culturales de poder, aumentar la representación o desafiar las normas mediante el tokenismo, el lenguaje y el simbolismo.
Pero cada vez más personas buscan formas alternativas de luchar contra la opresión y cuestionan la política de identidad, cuyas ideas aparentemente progresistas se han revelado a sí mismas como todo lo contrario. Los resultados concretos de aplicarlas en el movimiento han resultado ser, en el mejor de los casos, performativos y, a menudo, contraproducentes e incluso perjudiciales.
Sin embargo, aunque cada vez más personas cuestionan la utilidad de la política de identidad, sus críticos rara vez ofrecen una alternativa. Por eso, este debate sobre los métodos que se necesitan para combatir la opresión no podría ser más relevante.
¿De dónde vienen las ideas?
Las ideas se perciben a menudo como algo completamente abstracto, como si surgieran de la nada. Cuando hay un debate, existe la ilusión de que hay un conjunto de ideas y otro conjunto de ideas, y que todos se tratan con la misma relevancia. Esto, no obstante, es un error, puesto que las ideas no existen en abstracto, sino que representan las diferentes presiones sociales.
En el debate sobre los orígenes de las ideas, existen principalmente dos corrientes filosóficas opuestas: el materialismo y el idealismo. El marxismo es una filosofía materialista, lo que significa que creemos que hay un solo mundo material y que, en última instancia, todo pensamiento tiene su origen en él. Marx explicó que las ideas no caen del cielo, sino que son un reflejo de las condiciones objetivas, de las presiones sociales y de las contradicciones que existen en la vida de las personas.
Para que las ideas se conviertan en una tendencia dominante en la sociedad, deben reflejar alguna forma de presión de una clase social o, al menos, de cierta capa de una clase social. No existe una relación causa-efecto precisa y directa, pero es una regla general que nos permite comprender y diferenciarlas mejor.
Por otro lado, las filosofías idealistas básicamente afirman que las ideas son primarias y que el mundo material es un reflejo de dichas ideas. Por tanto, la humanidad y la sociedad, así como las ideas que las dominan, no se desarrollaron mediante procesos materiales, sino mediante el desarrollo del pensamiento. Las distintas teorías académicas que denominamos “políticas de identidad” generalmente tratan las ideas como primarias, casi independientes del mundo material. Ahondaremos más adelante en el impacto de esta filosofía en la práctica.
La lucha de las mujeres y la lucha de clases en la historia
La lucha por la emancipación de la mujer ha sido una piedra angular del movimiento socialista internacional desde sus inicios. Marx y Engels escribieron sobre la opresión de la mujer en el Manifiesto Comunista y en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Estos, mientras una ola revolucionaria se extendía por Europa, ya en 1848 habían explicado el carácter opresivo de la familia burguesa como unidad económica y habían reivindicado su abolición, así como la necesidad de derrocar el sistema capitalista para lograrlo. Desde entonces, el marxismo siempre ha estado a la vanguardia de la causa de la emancipación de la mujer, pero no como único método dentro del movimiento.
Después de la derrota de la Comuna de París, hubo un período de crecimiento económico. Fue entonces cuando surgió la primera ola del feminismo en los países capitalistas de Occidente, especialmente en Gran Bretaña, la cual comúnmente se conoce como el movimiento sufragista. Las feministas de la primera ola se centraron en el tema de la identidad de género y trataron de unir a mujeres de todas las clases en la lucha por reformas y derechos. Este movimiento estaba dominado, en gran parte, por mujeres burguesas y pequeñoburguesas que en realidad solo aspiraban a ganar los mismos derechos que los hombres de su propia clase social. En este sentido, por ejemplo, pedían el derecho a voto de únicamente las mujeres propietarias, mientras que todavía había millones de hombres y mujeres de la clase trabajadora que no tenían este derecho.
En contraste con el feminismo burgués, las mujeres marxistas de la época explicaron que los intereses de las mujeres burguesas y los de las trabajadoras son diferentes. Clara Zetkin manifestó: “Exigimos derechos políticos iguales a los de los hombres para poder, junto con ellos, liberarnos a todos de las cadenas que nos oprimen, y para poder derrocar y destruir esta sociedad”.
Para vincular la lucha de clases y la lucha por la emancipación de las mujeres, cerca de 100 mujeres marxistas de 17 países celebraron una Conferencia de Mujeres Socialistas en 1910. Votaron por la creación del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, que se concibió como una jornada de movilización de hombres y mujeres de la clase obrera para presentar demandas por los derechos de las mujeres y vincular dichas demandas con la necesidad de derrocar el capitalismo.
En 1917, fue una manifestación en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora la que dio impulso a la Revolución Rusa. Tras la toma del poder por los soviets en octubre de 1917, se consiguieron enormes avances para las mujeres. Ahora tenían derecho a voto, así como acceso al divorcio y al aborto. Se tomaron medidas con el fin de socializar las tareas domésticas y así liberarlas de los confines del hogar. Esto constituyó toda una inspiración, tanto para la clase trabajadora como para las mujeres oprimidas de todo el mundo. Bajo la creciente presión del movimiento obrero y la amenaza de revolución, algunos países capitalistas avanzados siguieron su ejemplo y otorgaron algunos derechos a las trabajadoras. En ese momento, la lucha por la emancipación de la mujer estaba claramente ligada a la lucha contra el capitalismo.
Sin embargo, este vínculo entre el marxismo y la emancipación de la mujer quedó manchado por la degeneración estalinista de la Unión Soviética. Todos los derechos que las mujeres rusas habían ganado como resultado de la revolución fueron eliminados uno a uno. Bajo la influencia de Stalin, esta actitud chovinista hacia el estatus de la mujer infectó a los partidos comunistas de todo el mundo.
Además de este retroceso, el movimiento de las mujeres se distanció aún más de la lucha de clases debido al boom de la posguerra. En los países capitalistas avanzados, a causa del enorme crecimiento económico, la burguesía pudo conceder reformas al proletariado y hubo un período de paz entre las clases. Parecía que la clase obrera ya no se movilizaría, por lo que cualquier perspectiva de socialismo quedó descartada durante un tiempo.
En este período surgió una nueva ola de feminismo, conocida generalmente como la segunda ola, la cual ganó popularidad. Este feminismo, al igual que el de la primera ola, puso el foco de la lucha en la identidad. Las demandas del movimiento se limitaron a pequeñas reformas dentro del sistema capitalista. En este punto ya podemos ver cómo surge una cierta tendencia: la política de identidad, por lo general, gana popularidad y se extiende en tiempos de calma en la lucha de clases, y no en las fases revolucionarias.
Sin embargo, esta pausa no podía durar indefinidamente. Hacia finales de la década de 1960 y a lo largo de 1970 surgieron importantes movimientos revolucionarios. En el transcurso de unos pocos años, el sistema capitalista mundial fue sacudido por grandes acontecimientos como la huelga general de mayo de 1968 en Francia y el movimiento de derechos civiles en los Estados Unidos. En Quebec, por ejemplo, vivimos la huelga general del Frente Común de 1972.
En estos movimientos revolucionarios, el ánimo general aspiraba a la transformación de la sociedad y el derrocamiento del sistema capitalista. Durante el mes de mayo del 68, la bolsa de valores de París, símbolo del capitalismo francés, fue blanco de ataques. En Quebec, los sindicatos publicaron textos revolucionarios, como el manifiesto de 1971 de la Confederación de Sindicatos Nacionales Ne comptons que sur nos propres moyens (Confiemos solo en nuestros propios medios). En dicho texto podemos leer lo siguiente:
“El capitalismo y la dominación extranjera de nuestra economía son las causas directas del desempleo y el empobrecimiento de cada vez más trabajadores. Los trabajadores de Quebec saben ahora que no pueden contar ni con los capitalistas nacionales ni con un gobierno al servicio de los capitalistas o los imperialistas”.
Desafortunadamente, a pesar del coraje y la determinación de los militantes en ese momento, dichos movimientos no llevaron a una transformación revolucionaria de la sociedad por una serie de razones. Las derrotas de la clase trabajadora y el posterior reflujo de la lucha de clases allanaron el camino para una reacción ideológica.
Repercusiones de las derrotas revolucionarias
Tras el fracaso de estos movimientos, cada vez más intelectuales de las universidades occidentales sacaron conclusiones pesimistas. En este contexto se desarrollaron las críticas filosóficas al materialismo y al marxismo en particular, y la filosofía posmoderna ganó popularidad.
El posmodernismo es una filosofía que refleja la desmoralización generalizada entre los académicos pequeño burgueses en aquel momento. Rechaza por completo la posibilidad de progreso en la historia. El posmodernismo también se opone a las llamadas “metanarrativas”, es decir, a los métodos unificados para explicar el mundo, el desarrollo de la historia y los orígenes de la opresión. El marxismo, el liberalismo o cualquier teoría unificada se considera moderna y, por lo tanto, se rechaza.
El posmodernismo como corriente filosófica ataca particularmente al marxismo, al que califica de “dogmático” y “determinista”. En lugar de ofrecer una forma objetiva de entender el funcionamiento de la sociedad, pone cada vez más énfasis en la experiencia subjetiva basada en la identidad. No reconoce el sistema capitalista como una realidad material objetiva, sino que defiende la idea de que el lenguaje es una realidad objetiva. Esta corriente plantea que el sistema en el que vivimos está basado en un “sistema de ideas”. En palabras de la feminista posestructuralista Chris Weedon, “el lenguaje, lejos de reflejar una realidad social preexistente, construye una realidad social para nosotros. No hay significado más allá del lenguaje”. Por tanto, con el surgimiento de este tipo de reacción ideológica, el enfoque de la lucha contra la opresión ha pasado de la transformación revolucionaria de la sociedad al simbolismo, la identidad y las palabras.
En lugar de analizar objetivamente las razones del fracaso de los movimientos de los años sesenta y setenta, la élite intelectual se hundió por completo en el pesimismo. Abandonó el análisis de clase de la opresión y comenzó a condenar el comportamiento y el lenguaje que utilizaba la gente. En las organizaciones de izquierda y los sindicatos, la clase obrera estaba en retirada, lo que dejaba el campo abierto a los elementos reformistas y arribistas que florecieron en este contexto.
La desmoralización general y el distanciamiento de los métodos de la lucha de clases también afectaron al movimiento por la emancipación de la mujer. Se reforzó la idea de que la lucha de las mujeres debe librarse por separado de la lucha de clases. Se criticaba cada vez más al marxismo por ser anticuado y “clasista”, por reducir aparentemente todo a una cuestión de clase. Esto es completamente erróneo, lo cual explicaremos más adelante en el artículo.
La política de identidad
La política de identidad comenzó entonces a cobrar más importancia en el movimiento contra la opresión de la mujer. Según estas ideas, lo que define a una persona es, principalmente, su identidad y no las ideas que defiende. Se cree que todas las personas con la misma identidad tienen los mismos intereses, ya que su opresión se basa en dicha identidad común. Por ejemplo, argumentan que tener más mujeres en posiciones de poder representa un progreso para la lucha contra la opresión de la mujer, ya que esas mujeres pueden usar su posición para defender los intereses de todas las demás.
Un ejemplo de la aplicación de esta idea en la práctica fue el apoyo que muchas personas le dieron al Partido Demócrata en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2020, puesto que llevó a la primera mujer racializada a la vicepresidencia del país. Pero Kamala Harris dista mucho de tener posiciones políticas progresistas. Se opone a la creación de un plan de salud pública universal. Desempeñó el cargo de Fiscal General de California en un sistema de justicia racista e implementó políticas que perjudican a las personas racializadas.
La política de identidad sostiene cada vez más que la lucha contra la opresión debe ser librada solo por aquellos que la sufren directamente, independientemente de sus ideas. Por lo tanto, nos compete únicamente a las mujeres acabar con el patriarcado. Así, las luchas contra las diferentes formas de opresión se presentan como luchas separadas. Por lo general, se culpa de la opresión de la mujer al patriarcado, una estructura de dominación masculina que, según los partidarios de la política de identidad, es un sistema ideológico al margen del sistema capitalista.
La afirmación de que las mujeres, como víctimas del sexismo, sabemos mejor que nadie lo que se siente es totalmente cierta. Sin embargo, basándose en esto, los activistas de la política de identidad aseguran que, por lo tanto, también estamos en la mejor posición para ofrecer una solución. Esta es una forma completamente acientífica de ver el problema. Un paciente afligido por una enfermedad física es sin duda el que mejor puede describir sus síntomas, pero son los profesionales de la salud, debido a sus años de formación y experiencia, los que están más capacitados para explicar la causa de la enfermedad y el mejor remedio, incluso si el médico nunca ha padecido esa enfermedad en particular. De la misma manera, la experiencia individual de hombres y mujeres no debería ser el criterio por el cual se juzgue la validez de sus ideas para la lucha contra la opresión.
El principal problema de este enfoque es que, al situar la identidad como la base de la unidad en la lucha, asume que todas las personas con la misma identidad tienen los mismos intereses. Así, se invita a todas las mujeres, independientemente de su clase social, a unirse al movimiento y se excluye a los hombres.
El impacto nocivo de este método se puede ver de manera concreta en los sucesos del consejo nacional de Québec Solidaire (QS) en 2019, en el que se debatió sobre la posición del partido ante la prohibición del uso de símbolos religiosos por parte de los empleados públicos, tal y como recomienda el informe Bouchard-Taylor. El carácter islamófobo y opresivo de esta prohibición es evidente, pero lo interesante de este debate es la identidad de las personas de cada bando.
Por un lado, estaba la diputada de QS en la Asamblea Nacional de Quebec, Ruba Ghazal, una mujer racializada, nacida en el Líbano en el seno de una familia palestina y musulmana. Los defensores de la política de identidad nos dirían que no hay nadie que conozca mejor la opresión que sufren las mujeres musulmanas y que, por lo tanto, deberíamos apoyar su posición política. El problema es que respaldó el compromiso de Bouchard-Taylor a pesar de que, como ella misma dijo:
“La prohibición de los símbolos religiosos puede impedir que un pequeño número de personas acceda a determinados puestos o hacer que renuncien a usar símbolos religiosos para acceder a ellos. Los inmigrantes aceptan que la nación de Quebec puede organizar la vida en sociedad como considere oportuno, incluso aunque a veces vaya en contra de ciertos derechos individuales”.
Así pues, Ghazal no solo contribuyó a la pérdida de puestos de trabajo de las mujeres musulmanas, sino que usó el hecho de ser racializada para hablar en nombre de los “inmigrantes”.
En el otro bando del debate estaba Sol Zanetti, un hombre blanco. Ya de por sí, muchos partidarios de la política de identidad le habrían dicho que no le correspondía intervenir en este debate y debía dejar espacio para amplificar las voces de mujeres racializadas como Ruba Ghazal. Pero en realidad, Zanetti defendió una mejor posición en este debate. Explicó que el CAQ (Certificado de Aceptación de Quebec) está “utilizando el uso de símbolos religiosos para distraernos del poder real, el que sigue secuestrando nuestras democracias: el poder del dinero”. Con razón, Sol Zanetti señaló que el debate solo servía para dividir a la sociedad quebequesa.
Como demuestra este ejemplo, apoyar a alguien en función de su identidad puede llevar a respaldar posiciones que no representan un progreso para el movimiento. Por el contrario, incluso puede convertirse en una herramienta útil en manos de la derecha para cooptar la lucha. Ejemplo de ello fue cuando Madeleine Albright presentó a Hillary Clinton en las elecciones de 2016 diciendo: “Hay un lugar especial en el infierno para las mujeres que no ayudan a otras mujeres”.
Otro método de la política de identidad es la segregación, que consiste en crear espacios, eventos, incluso manifestaciones no mixtos, es decir, donde se excluye a los hombres. La politóloga y feminista Françoise Vergès explica esta táctica diciendo que “los oprimidos no pueden expresarse si los opresores están presentes”. Como marxistas, estamos completamente de acuerdo en que es importante que las personas oprimidas tengan acceso a un espacio seguro, como los refugios para mujeres víctimas de violencia doméstica. Sin embargo, extender esto a todo el movimiento solo sirve para dividirnos y reforzar la idea de que todos los hombres son opresores, lo que en última instancia debilita la lucha.
Como ejemplo concreto podemos tomar la táctica que se utilizó el Día Internacional de la Mujer Trabajadora en 2018 en el Estado español. Varios sindicatos y organizaciones feministas convocaron una huelga general de 24 horas y algunas líderes sostenían que los hombres no debían participar, sino que su papel debía ser el de reemplazar a las mujeres en huelga en su puesto de trabajo. Así que esencialmente estaban pidiendo a los hombres que actuaran como esquiroles, lo que en la práctica debilita la lucha. Este ejemplo muestra cómo la puesta en práctica de estas ideas puede ser perjudicial para el movimiento.
Este método está ligado a la propuesta de acabar con los estereotipos para aumentar la participación de las mujeres en los puestos directivos y en determinados trabajos. Está demostrado que hay menos mujeres inscritas en programas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, y en trabajos relacionados con la ciencia. En el mundo empresarial, a menudo se plantea la necesidad de romper el techo de cristal. Los marxistas luchamos para que las mujeres tengamos las mismas oportunidades que los hombres en la sociedad, pero la verdad es que el hecho de que haya más mujeres en puestos de trabajo bien remunerados o en la junta directiva de una gran empresa no conlleva una mejora en el nivel de vida de todas las mujeres. Por ejemplo, se considera a Beyonce una fuente de inspiración por ser una mujer de color fuerte y exitosa, además de una mujer de negocios con su propia marca de ropa, Ivy Park. Hace unos años fue noticia cuando se supo que las mujeres que trabajaban en las fábricas que producían su línea de ropa solo ganaban 64 céntimos al día. Creo que este es un buen ejemplo de que cuando las mujeres desafían los estereotipos y ascienden a una posición mayoritariamente reservada para los hombres, también ellas tienen que seguir las reglas del sistema capitalista. Cualquier beneficio que obtengan en su puesto es personal, y las condiciones generales de vida del resto de las mujeres no cambian.
Para los marxistas, la mejor manera de combatir los prejuicios y estereotipos es incorporar a todos, incluidos los hombres, a la lucha por la emancipación de la mujer. Solo luchando codo con codo podemos superar los prejuicios, solo entonces los hombres y mujeres de la clase trabajadora nos damos cuenta de que somos más fuertes unidos.
La política basada en líneas de clase es ajena a la política de identidad, ya que esta considera la clase una forma más de identidad, la cual denominan “clasismo”. Pero para los marxistas, la clase trabajadora no es solo un tipo más de opresión. Los trabajadores asalariados son explotados objetivamente por su relación con los medios de producción. Es la clase trabajadora la que a través de su trabajo crea toda la riqueza. Los capitalistas se quedan con la mayor parte de esta riqueza en forma de ganancias y arrojan migajas a los obreros, migajas por las que a menudo compiten con otros obreros. La burguesía tiene un interés material en mantener la opresión y en enfrentar a sectores de la clase trabajadora entre sí para que no se unan contra ellos.
Interseccionalismo
Volviendo al contexto histórico, el movimiento obrero sufrió grandes derrotas en la década de los 80 que desmoralizaron aún más a la izquierda. La derrota de la huelga de los mineros en el Reino Unido y la de los controladores aéreos en los Estados Unidos fueron dos de los reveses más destacados para el movimiento. Este período estuvo marcado por el régimen de líderes reaccionarios como Brian Mulroney, Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Además, se produjo la disolución de la Unión Soviética y la restauración del capitalismo. Se dijo que esto marcaba “el fin de la historia”, es decir, que el comunismo había fracasado y el capitalismo había ganado. Se decía que las revoluciones eran cosa del pasado.
Este contexto realmente se sumó al pesimismo de los académicos de izquierda, que avanzaron por el camino de la política de identidad y, por lo tanto, se alejaron del marxismo y de la lucha de clases. Dado que la política de identidad no era una amenaza para la clase dominante, se institucionalizó en el aparato estatal con la creación de ministerios de la mujer y la apertura de centros de investigación de la mujer. Surgieron círculos culturales enfocados en experiencias individuales, el lenguaje y las campañas monográficas. Estos círculos estaban dominados en gran parte por mujeres blancas pequeñoburguesas que estaban desconectadas de la realidad y de las necesidades de las mujeres de color de la clase trabajadora.
Como reacción, surgió la escuela de pensamiento interseccional. El término “interseccionalismo” fue acuñado originalmente por Kimberlé Crenshaw, una profesora de derecho afroamericana, en respuesta a la negativa del sistema de justicia penal de Estados Unidos a reconocer que las mujeres negras sufren discriminación por múltiples motivos, no solo como mujeres o como personas negras, sino como mujeres negras.
La idea de que las mujeres negras y otros grupos son discriminados en múltiples niveles es correcta, y los marxistas no estamos en desacuerdo con el hecho de que existen múltiples formas de opresión y que algunas personas experimentan varias simultáneamente. Sin embargo, esta idea es solo la punta del iceberg de la teoría interseccional. Lo importante no es esta afirmación per se, sino la explicación que hay detrás de ella.
Para explicar las diversas formas de opresión, la feminista interseccional Bell Hooks dice que “son como una casa: comparten los cimientos, pero los cimientos son las creencias ideológicas en torno a las cuales se construyen las nociones de dominación”. Es decir, que debido a que la gente cree en ideas opresivas, esas opresiones persisten. Por tanto, la opresión se mantiene y se reproduce principalmente en el mundo de las ideas. De ello se deduce que para luchar contra la opresión de las mujeres hay que convencer a la gente de que cambie su forma de pensar, en lugar de culpar al sistema que necesita las ideas sexistas para perpetuarse.
Dado que el interseccionalismo ignora por completo la base material de las ideas sexistas y proporciona ninguna explicación real de por qué la gente tiene estas ideas, resulta imposible luchar de manera efectiva contra estas ideas en la práctica. Así que el objetivo no es el sistema económico que necesita la opresión para sostenerse, sino que el foco de la lucha se convierte en individuos que no sufren una forma particular de opresión. A estas personas se las denomina “privilegiadas”. De acuerdo al concepto del “privilegio”, quienes no son víctimas de opresión tienen interés en perpetuar y mantener esa opresión. En palabras de Frances Kendall, defensora del interseccionalismo, “Todos los que tenemos privilegios raciales (los todos los blancos tienen) y que, por lo tanto, tenemos el poder de convertir nuestros prejuicios en leyes, somos racistas por definición, porque nos beneficiamos de un sistema racista”.
En lugar de encontrar una base de unidad para una lucha común de todos los oprimidos, el interseccionalismo divide el movimiento y contribuye a difundir la mentira de que a algunas capas de la clase trabajadora les interesa mantener la opresión de otras. En realidad, los únicos que realmente se benefician de la opresión son los capitalistas.
Por ejemplo, es cierto que, en general, los hombres tienen salarios más altos que las mujeres, pero sería incorrecto decir que esta discriminación redunda en interés de los trabajadores varones. Esto se debe a que si una capa de la clase trabajadora está oprimida, se debilita la lucha común por mejores salarios. Si parte de la clase trabajadora, como las mujeres o los inmigrantes, recibe salarios más bajos y peores condiciones laborales, esto ejerce una presión a la baja sobre las condiciones laborales de todos los trabajadores.
Esta actitud excluyente hacia los denominados “privilegiados” también está relacionada con el concepto de “aliado”. Básicamente, se trata de la idea de que los hombres, dado que son “privilegiados”, deben limitarse al papel de aliados de las mujeres, a quienes corresponde liderar el movimiento. ¿Cuál es el papel de un aliado? Apoyar y escuchar a las mujeres, hacer introspección para cambiar su carácter opresivo, no ocupar espacio en el movimiento y amplificar la voz de las mujeres. De nuevo, se parte de la base de que todas las mujeres tienen los mismos intereses. Como aliados de la emancipación de las mujeres, ¿deberían los hombres en Francia apoyar a Marine Le Pen y amplificar su voz? Evidentemente, no.
Los hombres no solo son relegados a ser aliados y censurados, sino que el interseccionalismo también divide el movimiento en un sinfín de categorías de identidad de acuerdo con una jerarquía de privilegios. Una mujer de color está más oprimida que una mujer blanca. Una mujer trans de color está más oprimida que una lesbiana blanca. Estas “observaciones” no solo no ofrecen ninguna solución concreta, sino que a menudo se utilizan para denunciar la supuesta posición privilegiada de las personas que realmente quieren luchar contra el sexismo.
Según Patricia Hill Collins, “la matriz general de dominación alberga a múltiples grupos, cada uno con diferentes experiencias de penalización y privilegio que producen las correspondientes perspectivas parciales… Ningún grupo tiene un ángulo de visión claro. Ningún grupo posee la teoría o metodología que le permita descubrir la ‘verdad’ absoluta”. Esta cita realmente demuestra la influencia posmoderna en el interseccionalismo, ya que afirma que es imposible tener un método objetivo y unificado para combatir la opresión. Realmente, se trata de una idea esterilizadora que nos desarma frente a la opresión. Si no hay una verdad objetiva, ¿cómo organizamos la lucha por la emancipación?
El marxismo y la emancipación de la mujer
Al contrario de la filosofía pesimista que forma la base del interseccionalismo, el marxismo es un cuerpo de ideas imbuidas de optimismo. Los marxistas creemos que es posible analizar objetivamente la sociedad. A partir de un estudio objetivo de la misma, podemos estudiar los orígenes de la opresión de la mujer y determinar cómo acabar con ella. Basándonos en el estudio científico de la historia de la humanidad, podemos ser optimistas y confiar en nuestros métodos.
La opinión dominante en la sociedad es que las mujeres siempre han sido oprimidas. Sin embargo, durante el 99% de la existencia humana, los seres humanos vivieron en una forma de sociedad que los marxistas llamamos “comunismo primitivo”, una sociedad de cazadores y recolectores que no estaba dividida en clases y en la que las mujeres no estaban oprimidas. Es cierto que existía cierta división del trabajo entre los sexos, pero era voluntaria y no significaba que las mujeres fueran consideradas inferiores a los hombres, todo lo contrario. Como reproductoras de nuestra especie, se les tenía en alta estima.
Esto no cambió hasta la revolución neolítica. Gracias al desarrollo de la agricultura y la domesticación de animales, los humanos pudieron por primera vez crear un excedente de productos más allá de su consumo inmediato. Esto significaba que por primera vez era posible que algunos vivieran del trabajo de otros, lo que desencadenó un proceso que alteró permanentemente la forma de organización de la sociedad. Dio lugar a una diferenciación entre los miembros de la sociedad, la dividió en clases, y también marcó el inicio de la propiedad privada, lo que condujo a una transformación de la posición social de la mujer. El matrimonio se estableció como una institución para controlar la sexualidad de la mujer, con el objetivo de garantizar la paternidad de los hijos a quienes se debía transmitir la herencia.
Engels calificó el nacimiento de la familia nuclear como “la derrota histórica del sexo femenino”. Escribió: “El hombre también ha tomado el mando en el hogar; la mujer ha sido degradada y reducida a la servidumbre; ha sido transformada en esclava de su lujuria y en mero instrumento para la producción de hijos”.
La opresión de la mujer tiene su origen en la división de la sociedad en clases y, por tanto, para erradicar esta opresión, también se debe luchar por erradicar la sociedad de clases, lo que solo se puede lograr mediante una revolución que derroque el sistema capitalista.
Para los marxistas, la emancipación de la mujer es un tema crucial. La lucha contra la opresión de la mujer está ligada a la lucha contra el capitalismo y no puede separarse de ella. Sin embargo, esto no significa que vayamos a esperar a que la abolición de la sociedad de clases mejore las condiciones de vida de las mujeres. Los marxistas luchamos contra toda forma de opresión y discriminación aquí y ahora en cada oportunidad. Participamos en las luchas diarias y planteamos demandas concretas: contra la discriminación en la sociedad y en el trabajo; por igual salario por trabajo de igual valor; por el acceso al aborto; por vivienda y trabajo para todos; por atención infantil gratuita y de calidad, etc.
Los marxistas no solo tenemos una lista de demandas, sino que también tenemos una idea de cómo podemos luchar para conseguirlas. Si nos fijamos en la historia de los derechos de las mujeres, veremos que nunca recibimos ninguna concesión gracias a la buena voluntad de los capitalistas y de sus lacayos en el gobierno. Solo la presión de la lucha de clases y el miedo a la revolución obligó a los políticos a conceder las reformas que ganamos en el pasado.
Por ejemplo, el derecho al voto de las mujeres se otorgó en la mayoría de los países occidentales en el período posterior a la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa. Los movimientos de masas y las revoluciones sacudieron todo el mundo y amenazaron seriamente el sistema capitalista. La fuerza de estos movimientos y la razón de su éxito se debía a su tamaño y a que involucraban a toda la clase trabajadora a su paso.
Para salir victoriosa, la lucha contra la opresión y por las reformas no debe descansar únicamente sobre los hombros del grupo que experimenta esa opresión o discriminación en particular, sino que debe involucrar a toda la clase trabajadora y a todos los grupos oprimidos. Debemos luchar activamente contra cualquier intento de dividir a la clase trabajadora, ya que nuestra fuerza radica en nuestra unidad y una victoria para una parte de la clase obrera es una victoria para toda la clase trabajadora.
Incluso aunque se consigan reformas, los marxistas no tenemos confianza en el sistema capitalista, que puede arrebatarnos los logros del pasado en cualquier momento. Muestra de ello son los reiterados ataques al derecho al aborto en algunos países. Para acabar con la opresión de las mujeres de una vez por todas, debemos abolir el sistema capitalista que no solo se beneficia de esta opresión, sino que depende de ella para sobrevivir. Esto no significa que podamos conseguirlo sin luchar por reformas. Es precisamente a través de la lucha por reformas y logros parciales que la clase trabajadora en su conjunto desarrolla su conciencia y se da cuenta de su propio poder para cambiar la sociedad.
¿Cómo avanzar?
Este debate ideológico es hoy más relevante que nunca. El capitalismo está atravesando la peor crisis de su historia y los economistas burgueses no tienen otra solución que imprimir más dinero e inyectar billones de dólares en la economía para intentar salvar los mercados. Mientras se regala dinero a los capitalistas, se abandona a la clase trabajadora a su suerte. En 2020, se perdieron 225 millones de puestos de trabajo en todo el mundo a causa de la crisis. The Economist informó que “un tercio o más de todas las pérdidas de empleo durante la pandemia serán permanentes”. Según el Banco Mundial, la pobreza extrema mundial ha aumentado por primera vez en 20 años.
Esta situación está provocando explosiones sociales masivas y revueltas en todo el mundo. Podemos ver ejemplos simplemente viendo las noticias. No pasa una semana sin que un país sea sacudido por un movimiento de masas o una revolución. Un buen ejemplo es el inspirador movimiento de masas en Gran Bretaña para poner fin a la violencia contra las mujeres. Solo en el último mes, ha habido protestas masivas en Grecia, Myanmar, Paraguay y Rusia, por nombrar algunos.
En este contexto, la burguesía necesita un chivo expiatorio para la miseria en la que se encuentran los trabajadores. Así que utiliza uno de los trucos más antiguos: divide y vencerás. Con su monopolio de los medios de comunicación, el Estado y el sistema educativo, la clase dominante fomenta las divisiones en líneas de género, religión, etnia, etc.
En este sentido, la política de identidad juega un papel muy útil para la clase dominante, ya que divide el movimiento en luchas individuales y, por lo tanto, debilita la lucha general contra la opresión. Por otro lado, dado que la política de identidad no desafía al sistema capitalista, los representantes políticos de la burguesía pueden usar la fraseología de la política de identidad para aparentar ser progresistas. Por ejemplo, Justin Trudeau prometió “una respuesta feminista e interseccional” a la pandemia de la COVID-19. Esta promesa no cambia el hecho de que es uno de los mayores proveedores de armas de Arabia Saudí, un país conocido por su sexismo.
Este es el resultado directo de una lucha centrada en las ideas y el lenguaje. Uno puede pretender adherirse a esas ideas y usar su lenguaje, sin hacer nada concreto para ponerlas en práctica.
Los marxistas no buscamos ser percibidos como feministas o interseccionalistas, pero denunciamos y combatimos la discriminación y la opresión de la mujer con métodos de lucha de clases. Explicamos que para acabar con la opresión de las mujeres, debemos conectar esa lucha con la lucha de clases general contra el sistema capitalista y por una transformación revolucionaria de la sociedad. Dicha transformación aboliría las clases sociales, que son la base material podrida sobre la que se asienta la opresión.
Con un plan de producción socialista democrático se podría desarrollar el inmenso potencial de la humanidad. Entonces podríamos garantizar condiciones de vida dignas para todos y, en última instancia, liberar a la sociedad completa de la opresión y la discriminación. Para que esta lucha tenga éxito, necesitamos la más completa unidad de la clase obrera, no solo para la emancipación de la mujer, sino para la emancipación de toda la humanidad. ¡Únete a nosotros en esta lucha!
En el contexto actual de la lucha de la mujer han surgido múltiples corrientes feministas proponiendo diversos métodos de lucha. Es por lo que las compañeras que integramos la Liga de Mujeres Revolucionarias nos hemos dado a la tarea de discutir y analizar desde el punto de vista marxista estos métodos, los cuales abordaremos en tres artículos.
Alrededor del mundo se ha ido desarrollando un movimiento de mujeres muy fuerte, miles de mujeres han salido a las calles por diferentes razones: contra la violencia machista; contra los feminicidios; por el acceso al aborto libre, seguro y gratuito; por nuestros derechos laborales; entre muchas otras. En realidad, sobran razones para que las mujeres estemos en las calles debido a la violencia sistemática generada por el capitalismo. Las condiciones de existencia de las mujeres de la clase obrera han ido en detrimento. Cada vez es más difícil soportar la enorme carga de trabajo que la sociedad dividida en clases pone sobre nuestras espaldas, pues al sistema no le basta con mal pagar por nuestra fuerza de trabajo en las empresas, sino que además somos nosotras, mayoritariamente, las que cargamos con el pesado y enajenante trabajo doméstico. Sumado a esto, todos los días somos víctimas de algún tipo de violencia, en las calles, en el trabajo, en nuestras casas.
Todas estas condiciones, a través del tiempo, se han ido acumulando y era inevitable que el hartazgo se hiciera evidente, surgiendo un movimiento muy amplio y con un gran potencial de lucha. Cada lucha debe tener una dirección, una orientación política y una táctica y estrategia correctas para poder vencer, razón por la cual es necesario analizar los métodos y políticas que se presentan ante el movimiento.
La principal tendencia política con la que se identifica al movimiento de mujeres es el feminismo, el cual desde su base ideológica identifica la lucha de la mujer como una lucha de antagonismos de géneros, donde el origen de la opresión se encuentra en el patriarcado y por lo tanto es necesario luchar contra toda línea de dominación masculina. De esta corriente ideológica se desprenden muchos tipos: el feminismo radical, feminismo biológico, feminismo transexcluyente, feminismo liberal, feminismo negro, feminismo lésbico, feminismo socialista, ecofeminismo, entre otras Desde el punto de vista feminista, existe un feminismo adecuado para todas, pues este incluye a todas las mujeres, en este sentido el feminismo es muy flexible políticamente, sólo es necesario ser mujer para asumirte feminista y luchar contra el patriarcado.
El feminismo a su vez ha desarrollado diversas formas de intervención dentro del movimiento amplio de mujeres, analizaremos algunos de ellos desde una perspectiva marxista, es decir desde una visión materialista y de clase.
Separatismo feminista
Este es un método que se ha impulsado principalmente en las universidades. También es muy frecuente que en las movilizaciones se convoquen contingentes o marchas separatistas. Esta cuestión se basa en la lucha por la negativa de mantener los privilegios del poder masculino, es decir buscar la separación parcial o completa de los varones de las instituciones, relaciones, roles o actividades donde intervienen las mujeres. Este puede expresarse a diversos grados desde realizar reuniones o actividades exclusivas de mujeres, organizarse en colectivos sólo de mujeres, negarse a participar en cualquier grupo o actividad mixta, no colaborar o tener acercamiento con medios o instancias que se consideren machistas, negarse a debatir cuestiones sobre la mujer que se consideran irrefutables o romper o evitar relacionarse social o íntimamente con hombres hasta llegar a no mantener relaciones sexuales con ellos, independientemente de cuales sean tus preferencias.
Si bien el separatismo no obliga a las mujeres a ser completamente separatista, su esencia es que las mujeres decidan el grado de acceso de los hombres a ellas y a sus espacios y no que sea una decisión de ellos.
La feminista, Marilyn Frye, escribe es su libro La política de la realidad: ensayos en teoría feminista:
“La inmensa mayoría de las feministas practican cierta separación de los hombres y las instituciones que dominan. Una separatista practica la separación de manera consciente, sistemática, y aboga por una separación profunda y ‘de amplio espectro’ como parte de una estrategia liberadora. La razón por la que esta táctica es la clave para nuestra liberación es porque el sistema patriarcal sabe que el separatismo es una amenaza legítima para la supremacía masculina. Dinamita sus cimientos, es una bomba de relojería que cuando explote derribará el orden patriarcal”.
Bajo esta premisa vemos con claridad que la cuestión del separatismo plantea la lucha por erradicar el poder masculino, eliminándolo de los espacios para que las mujeres puedan posicionarse, atacando de esta forma los privilegios masculinos, conquistando espacios que antes les pertenecían a los hombres y así, poco a poco, ir acabando con la dominación patriarcal. Esta cuestión suena atractiva y bastante empoderante, pero ¿esto es aplicable para todas las mujeres? O más bien ésta es una oferta de lucha en un ambiente burgués y/o pequeño burgués. ¿A qué espacios de poder pueden acceder las mujeres de la clase obrera oprimida para combatir al patriarcado? El principal problema con estos planteamientos es que se incentiva una lucha hacia un factor cultural y social. Pero la cultura, la moral y el comportamiento de los individuos en una sociedad están determinados en última instancia por las relaciones sociales de producción, que en este caso se sustenta en la dominación de una clase sobre otra.
Entendemos que este tipo de ideas y métodos son resultado del hartazgo y las trabas que se le presentan a las mujeres para organizarse o para ser respetadas dentro de un espacio laboral, educativo o de lucha, donde incluso en las organizaciones de izquierda pueden desarrollarse tendencias a minimizar las demandas de las compañeras. En definitiva, la lucha separatista no es una solución, pues lleva a una división de las fuerzas, no genera en absoluto un proceso de toma de conciencia de los hombres para hacer valer nuestras demandas y derechos.
La sociedad en la que vivimos es un reflejo de las condiciones de opresión y barbarie de su imperante división en clases. No podemos asumir que, cambiando las ideas o paradigmas, vamos a cambiar la sociedad, esta sólo puede cambiar si transformamos las condiciones materiales que dan origen a todas las expresiones morales y culturales que reproducen el machismo. El problema principal en el separatismo es que se enfoca a luchar contra la dominación patriarcal y no contra las bases materiales que perpetúan la opresión a la mujer en beneficio de una clase minoritaria. Es aquí donde se encuentra la limitante de este método, pues se asume como principio político la división de la lucha en cuestión del género.
Esto no sólo no es aplicable a la lucha cotidiana de la mujer trabajadora si no que de hecho es un método reaccionario y antidemocrático, que en la vía de los hechos se ha visto superado en el movimiento amplio de mujeres, siendo sólo sectores pequeños de organizaciones feministas quienes lo asumen, principalmente en las universidades, pero el movimiento de masas no reproduce estas tendencias pues instintivamente entiende que la lucha unificada de clase es más fuerte que dividida. Un ejemplo de esto han sido las movilizaciones en Polonia contra la limitación del derecho al aborto de las mujeres, desde el punto de vista separatista esta demanda se considera exclusiva de las mujeres, pues se refiere a decidir sobre nuestro cuerpo y es una lucha que las mujeres deben encabezar, sin embargo, las masas obreras demostraron lo contrario, pues salieron a las calles, organizaron piquetes y se fueron a huelga para luchar junto a las mujeres contra la limitación de este derecho, además se sumaron demandas por mejorar la calidad de vida de los hombres y mujeres trabajadoras.
Podemos ver otros ejemplos en casos de feminicidios o desapariciones forzadas donde hombres y mujeres salen en conjunto a las calles para exigir justicia para la víctima, sin importar el género, la lucha se organiza y avanza con determinación hacia la búsqueda de justicia. Estos ejemplos no son aislados, es una característica común de la lucha, que demuestran que las limitaciones separatistas no tienen cabida en el movimiento de masas.
Otras de las limitaciones que se plantean bajo la perspectiva separatista es que, al anteponer el género en la lucha, cualquier mujer aún sea reaccionaria o de derechas, tiene entrada en el movimiento por el simple hecho de ser mujer. Entonces mujeres antiderechos y provida, que luchan en contra de mejorar las condiciones de vida de la mayoría de las mujeres, tienen cabida en el feminismo separatista, además de los sectores transexcluyentes que discriminan y coartan la libertad de organización de las mujeres trans, bajo el argumento de ser hombres allanando el movimiento de la mujer para ejercer protagonismo y su privilegio patriarcal hacia las mujeres biológicas. Esto sin tomar en cuenta que la comunidad trans es otro sector sumamente oprimido y vulnerable, que también son víctimas de la violencia sistémica del capital, lo que nos hace preguntarnos ¿se lucha por la eliminación de la violencia o por acceder a los beneficios del ejercicio de la opresión que tiene el hombre blanco privilegiado?
El hecho de que las mujeres conquistemos lugares de poder históricamente dominados por los hombres no significa que estemos dando pasos adelante hacia la emancipación de la mujer. Tenemos que definir a que clase pertenecen quienes ocupan esos cargos de poder, porque la burguesía sí tiene muy claro que independientemente del género, raza, religión o preferencia sexual, ellos defienden los intereses de su clase, los intereses del capital. Ejemplos de estos sobran: Margaret Tatcher masacrando a los obreros mineros y sus familias en Gran Bretaña, Jeanine Añez asesinando al pueblo organizado en Bolivia, Lili Téllez y sus políticas en contra del derecho al aborto, Kamala Harris avalando los bombardeos a Siria causando la muerte de mujeres y niños y podemos continuar. Estos ejemplos son claros de la necesidad de reivindicar la lucha de clases por encima de la lucha de género que reivindica el método separatista.
Rosa Luxemburgo: “el género nos une, pero la clase nos divide”.
Nuestra organización está comprometida con la lucha contra la violencia a la mujer. Todo tipo de abuso debe ser erradicado. Éste es un problema que nosotras sufrimos a diario en carne propia y nos solidarizamos con las víctimas que la han padecido. Hemos sido partícipes de las luchas contra el acoso en las escuelas y por la exigencia de justicia en casos de feminicidios, que lamentablemente hemos vivido como organización de cerca. Esta violencia es estructural, está ligada a la sociedad de clases que relega a la mujer a un segundo plano, generando condiciones para la reproducción de la violencia contra nosotras además de normalizarla.
Los hombres y mujeres que integramos las organizaciones que luchan contra este sistema explotador y violento, no hemos crecido en el vacío, hemos sido educados bajo una sociedad clasista y sumamente machista, por lo que estamos expuestos a reproducir los vicios de esta sociedad. Nadie esta exento de reproducir el contexto social decadente en el que vivimos y es por esto que debemos luchar contra la violencia cotidiana, sin perder la perspectiva de atacar de raíz el problema, he ahí donde vemos la necesidad de combatir al sistema capitalista que es violento por naturaleza y para ello es necesario fortalecer las organizaciones revolucionarias.
La página de Facebook “Denuncia a tu macho de izquierda”, fue creada por un grupo de compañeras que fueron violentadas en diversos colectivos y organizaciones de izquierda, en esta página, se presentaron dos denuncias anónimas sobre dos compañeros de nuestra organización el pasado mes de noviembre.
No está de más decir que La Izquierda Socialista siempre ha estado en primera línea en la lucha contra la violencia machista hacia la mujer y que cualquier denuncia de las compañeras nos la tomamos muy en serio. Inmediatamente que supimos de estas denuncias, los órganos de dirección de la organización se reunieron para discutir los casos y se informó a toda nuestra militancia sobre estas denuncias.
A partir de esta situación, se formó una comisión para llevar adelante una investigación, verificar los hechos y tomar las medidas necesarias.
Se decidió también ponernos en contacto con las administradoras de la página en cuestión pidiendo más información, incluso colaborar conjuntamente para que la investigación fuera lo más clara posible. La respuesta que recibimos por parte de las administradoras de la página no se hizo de forma personal sino con un comunicado público donde respondían en general a otras organizaciones y a nosotros. Dijeron, sin saber los resultados de la investigación ni las determinaciones que tomaríamos, que no colaborarían con encubridores.
Esta respuesta nos pareció muy poco seria e irresponsable de su parte, ya que sí las denuncias tienen un objetivo, este es tomar medidas para proteger a las compañeras. Pese a que las compañeras se negaron a colaborar en dar continuidad a las denuncias, decidimos avanzar nosotros en la investigación. Después de dos semanas de trabajo, la comisión —que por cierto fue integrada en su mayoría por compañeras— rindió un informe.
En uno de los casos, después de hablar con todas las compañeras que nos fue posible contactar, que desarrollaron un trabajo político con el compañero en el momento referido, se determinó que la denuncia (que en ningún momento habla de algún tipo de abuso sexual) no tenía ningún sustento sólido. Aún con ello recomendamos al compañero cuidar sus relaciones personales y su trato en el trabajo político.
Con la otra denuncia que señalaba casos de violencia física y psicológica, no nos fue posible contactar con la parte acusadora, sin embargo, el compañero aceptó parte de las acusaciones en cuestión, en un contexto de una relación poco sana. Sumado a ello, en el proceso de investigación se descubrió que el compañero incurrió en otros comportamientos inadecuados, por lo que se determinó la separación del compañero de la organización, exhortándolo a reflexionar, pidiéndole un cambio en su comportamiento y con la posibilidad de mantener debates políticos con la organización.
Estos resultados y medidas tomadas se informaron a toda la militancia de la organización de forma oportuna. Además, como conclusión general, hemos discutido otros aspectos que lleven a la organización a reforzar su lucha contra la violencia machista, dentro y fuera de la misma, así como ampliar nuestro análisis sobre las causas y los métodos para combatirla adecuadamente.
Entendemos que las organizaciones políticas no son burbujas al margen de la sociedad, que en su interior se pueden reproducir comportamientos machistas y de maltrato, y debemos estar en guardia para luchar contra ellas. No pensamos que las medidas punitivas sean una receta para terminar con la violencia, menos aún a lo interno de nuestra organización, sino la educación política, el trabajo y debate colectivo para elevar el nivel político de toda la militancia.
Las denuncias anónimas deben tener seguimiento para que se puedan tomar acciones en defensa de las compañeras violentadas o para prevenir que cualquier tipo de violencia se siga reproduciendo en nuestros espacios de lucha, no para nulificar de forma burocrática la acción política y revolucionaria de las mismas, pues esto termina siendo beneficioso para nuestros enemigos de clase. Desde La Izquierda Socialista mantenemos firme nuestra convicción en la lucha contra el machismo y la violencia hacia la mujer, dentro y fuera de nuestra organización, y levantamos la bandera de la lucha de clases para erradicar por completo la base material que origina todas las formas de opresión, luchamos contra la barbarie del capital y nuestra lucha siempre será encaminada hacia la emancipación de la mujer y de la clase obrera.
Cada derecho hacia los trabajadores y las mujeres ha sido conquistado con enormes esfuerzos y luchas. Algunos de los protagonistas de estas batallas han quedado olvidados en la historia o no se les da el reconocimiento requerido. Un ejemplo claro de esto es el de Elvia Carrillo Puerto, personaje casi olvidado pero que es fundamental para entender conquistas tan básicas como el derecho al voto hacia las mujeres, que se ha obtenido en tiempo muy reciente. Elvia, quien fuera hermana del gobernador de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto, abrazó los ideales del socialismo. Ella se identificó con las mujeres no en abstracto sino con las desharrapadas, es decir las campesinas y obreras. Elvia fue la primera diputada del país, en el contexto de una lucha revolucionaria en su Estado natal. Fue incansable organizadora de campesinas y obreras además de su voz. Por su labor revolucionaria fue atacada, exiliada y perseguida. Para quienes luchamos por los derechos hacia la mujer y por una sociedad igualitaria sin explotación, es fundamental rescatar el legado de importantes luchadoras como Elvia Carrillo Puerto, a la que se le llegó a llamar la sufragista bolchevique.
La mujer mexicana: una historia de opresión
La conquista de las culturas de América trajo consigo una profunda opresión para las mujeres, ya que estaban siempre bajo la tutela de los hombres sin contar con libertades y tenían prácticamente nulos derechos.
Las mujeres siempre han jugado un papel importante en las trasformaciones sociales, en México este hecho no fue la excepción. Tuvimos a mujeres que se destacaron y contribuyeron con recursos, ideas e incluso preparando las conspiraciones previas a la lucha de independencia como lo fue Leona Vicario. En la revolución, famosas son las adelitas que acompañaban a los soldados revolucionarios por los Estados de la republica siendo ellas las que se encargaban de preparar los alimentos, auxiliaban a los heridos pero también luchaban en las batallas. Tenemos a las coronelas que fueron mujeres que lucharon al frente de cientos de hombres en las batallas, un ejemplo es Dolores Jiménez y Muro.
Mujeres durante la Revolución Mexicana
A pesar de que la mujer jugaba estos papeles, el hecho de no gozar de los mismos derechos que los hombres seguían presente para los años posteriores a la revolución. Esto no quiere decir que no se hayan conquistado derechos gracias a las distintas luchas revolucionarias, podemos mencionar, por ejemplo, el tener un trabajo remunerado económicamente. Uno de estos primeros empleos conquistados para algunas mujeres fue el de profesoras y conforme se fue desarrollando la industria mexicana las mujeres se incorporaban a las filas del proletariado naciente (aunque inicialmente de forma muy minoritaria) en el cual no tomaron una actitud de aislamiento sino más bien se incorporaban a las organizaciones obreras de la época como lo eran las sociedades mutualistas y más tarde a las sindicales como la Casa del Obrero Mundial (COM).
En huelgas tan relevantes, como lo fue la de las textileras de Rio Blanco, hubo mujeres obreras destacadas en la lucha, como lo fue Lucrecia Toríz, quien incitó a sus compañeros a abandonar los telares, en diciembre de 1906. En el Partido Liberal Mexicano (PLM) hay toda una serie de compañeras destacadas. Desde los orígenes del movimiento obrero vemos como las mujeres que se incorporan al trabajo, convirtiéndose en proletarias, despiertan a la vida política y se organizan junto al conjunto de su clase por la defensa de sus derechos.
En el campo la situación era aún más cruda. Desde el nacimiento el simple hecho de haber nacido mujer representaba una carga familiar, más que una satisfacción, esto era así porque a la mujer se le tenía que “cuidar” en todos los aspectos desde el económico hasta el moral. La religión fue siempre un instrumento de opresión que la llenaba de prejuicios y le daba un papel de sumisión ante el hombre.
En la vida de la mujer en el campo, podemos ver muy claramente la doble explotación a la que ha estado sometida por décadas ya que además de tener que cumplir con labores domésticas y de cuidado y crianza de los hijos, las mexicanas trabajaban para contribuir en el sustento económico del hogar, como lo era en la siembra y cosecha de la tierra, comercialización de los productos del campo o la elaboración de artesanías, todo este trabajo lo realizaba sin ningún tipo de remuneración económica.
Las transformaciones sociales traen consigo el despertar de las conciencias y la revolución mexicana, iniciada en 1910, tuvo como una de sus consecuencias el que las mujeres alzaran la voz para luchar por sus derechos y una vida digna más allá de sólo cumplir la labor para la que por siglos estuvo sometida, que fue el procrear y las labores domésticas. Romper toda una serie de ataduras materiales y morales no era sencillo, la revolución mexicana tuvo límites al no acabar con el sistema capitalista pero si generó importantes cambios también para las mujeres, en primer lugar despertándolas a la vida política y llevándolas a su organización.
La esclavitud henequenera
En Yucatán surgiría un personaje de gran relevancia en las luchas de las mujeres, nos referimos a Elvia Carrillo Puerto. En ese Estado las grandes transformaciones del país pasaron casi inadvertidas. Existía una clase social privilegiada que se hacía llamar la casta divina, ellos eran grandes terratenientes que tenían bajo su servicio a los nativos mayas de Yucatán, a quienes usaban como sus peones.
El periodista John Kenneth Turner, poco antes de que estallara la revolución, describe con toda crudeza la situación de los trabajadores del henequén en Yucatán. Nos narró un panorama de esclavitud, donde a los peones se les endeudaba y con ello eran obligados a trabajar en las fincas. Había un comercio real de estos trabajadores a los que se les obligaba con la violencia a trabajar. Los trabajadores “libres” vivían en condiciones de precariedad extrema. En estas condiciones las mujeres sufrían lo peor. Eran obligadas a casarse, aun sin su agrado, con peones de sus fincas, además de ser abusadas sexualmente y físicamente por los hacendados de la casta divina. Muchas veces las familias eran disueltas y los hijos se les eran arrebatados. Turner se hizo pasar como un inversionista adinerado extranjero, eso le llevó a ganar la confianza de la clase dominante y así obtuvo crudas confesiones:
“Un amigo mío, un hombre muy afable, tenía una sirvienta que siempre estaba con el deseo de ir a servir a otra persona; por fin mi amigo vendió a la mujer y algunos meses más tarde la encontró en la calle y le preguntó si estaba contenta con su nuevo amo. ‘Mucho, respondió ella, mucho. Es un hombre muy rudo y me pega casi todos los días’” (Turner, John Kenneth, México Bárbaro).
En otro cruel relato, Turner, narra:
“Un pasatiempo favorito de X consistía en montar en su caballo y presenciar la “limpia” (el castigo) de sus esclavos. Encendía su cigarro y cuando expulsaba la primera bocanada de humo el látigo mojado caía sobre las desnudas espaldas de la víctima. Seguía fumando tranquilamente, muy contento, al mismo tiempo que los golpes caían uno tras otro. Cuando, por fin, le aburría la diversión, tiraba el cigarro y el hombre del látigo dejaba de golpear, ya que el final del cigarro era la señal para que acabasen los azotes” (ibíd.).
Ese era el Yucatán en que nacerían los hermanos Carrillo Puerto y que después de la revolución de 1910-1917 poco había cambiado.
La siembre del henequén se daba en condiciones de esclavitud
Los primeros años de Elvia Carrillo Puerto
14 hijos tuvieron Adela Puerto Solís y don Justiniano Carrillo Pasos. El segundo de ellos se llamaría Felipe y jugaría un papel relevante en la historia al ser gobernador socialista de su natal estado de Yucatán. El sexto hijo fue Elvia Carrillo Puerto, nacida en el poblado de Motul el 6 de diciembre de 1878, futura revolucionaria que brillaría con luz propia. Esta era una familia pequeñoburguesa que no tenían grandes riquezas, pero que no sufrían las mismas condiciones de los peones de las haciendas.
Elvia tuvo estudios básicos, sería una buena estudiante y tendría una importante pasión por la lectura. En sus estudios tuvo un profesor que pertenecía al movimiento de Rita Cetina, una profesora de la ciudad de Mérida, que ya había encabezado una publicación de mujeres llamada La Siempre viva. Eso quedaría marcado en la memoria de la niña quien después usaría a esta profesora como emblema. Lograría aprender mecanografía lo cual sería de enorme ayuda en el futuro.
Un personaje que tendría una gran influencia en Felipe y su hermana Elvia sería el sacerdote Serafín García, que tenía ideas anarquistas y era muy diferente al conjunto del clero que en general contribuían a la explotación del pueblo y eran aliados de la Casta Divina. Desde entonces estos dos hermanos tendrían influencia de ideas socialistas y se despertaría el ideal de la justicia social que crecería al paso de los años.
Las mujeres estaban atadas a la familia y no podían emanciparse hasta muy entrado en años. Ya siendo adolecente Elvia se enamoraría de un joven profesor que iba a su casa para hacer bohemias con su padre en medio de una guitarra. A los 13 años se casaría, ella tendría que trabajar para sostener los gastos de la familia. Siendo muy joven quedaría viuda y a pesar de que su familia insistía en que regresara al hogar paterno ella continuó trabajando y logró conservar su independencia y desarrollarse aún más profesionalmente. Se convirtió en referente de lucha por los derechos de las mujeres, siendo profesora platicaba con las madres de sus alumnos e incluso organizaba, junto con otras profesoras, tertulias en las que se platicaba del sufragio femenino, la educación y demás temas relacionados con los derechos de las mujeres.
Elvia se involucró en la política de Yucatán, para 1909 participó en el movimiento en contra del gobernador porfirista Olegario Molina Solís, apoyando al abogado liberal Delio Moreno. Ella fue propagandista y mensajera, el hablar maya le sirvió para traducir documentos del movimiento anti releccionista a esta lengua y la acercaría especialmente al pueblo.
Elvia simpatizó y formó parte del movimiento maderista que terminaría con el derrocamiento del dictador Porfirio Díaz. Es durante el gobierno de Francisco I. Madero, que Elvia organiza, en 1912, su primer Liga de mujeres campesinas. Como sabemos Madero fue asesinado por órdenes de Huerta tras el golpe de Estado que lo derrocó. Mientras la lucha entre revolución y contrarrevolución continuaba desarrollándose, en Yucatán se sentían sus estragos. El socialista cubano, Carlos Loveira, quien vivió por breve tiempo en la península, describe la organización de la clase obrera y el terror que se vivía, narró cómo las luchas eran reprimidas incluso ametrallando directamente a los huelguistas. Esta represión se mantuvo incluso con la llegada del primer gobernador constitucionalista, Eleuterio Ávila. Elvia mantuvo la organización de sus ligas de mujeres campesinas en medio de estas condiciones difíciles.
Retrato de Elvia Carrillo Puerto
El gobierno de Salvador Alvarado
Los gobernadores del ala radical del constitucionalismo llaman a las mujeres a reunirse para analizar sus problemáticas y buscar soluciones. Algunas historiadoras dicen que en Tabasco, cuando Francisco J. Mújica fue gobernador, se realizó el primer congreso de mujeres del país. Aunque no hay memoria de ese hecho se dice que este gobernador declararía: “la obra redentora del gobierno revolucionario no estará completa sin la liberación de la mujer”.
Este fue el antecedente de los dos congresos que tendrían lugar en el Estado de Yucatán, serían una importante influencia a nivel nacional y antecederían al radical gobierno de Felipe Carrillo Puerto.
Yucatán había quedado al margen de la revolución mexicana y fue con la entrada de los gobiernos emergidos de la revolución que el progreso llegó. Salvador Alvarado tenía ideas revolucionarias que se formaron a partir del estudio de grandes reformadores sociales. Al entrar a la gubernatura en 1916, fue el hombre quien inició la revolución en Yucatán, prácticamente desde arriba, aunque su objetivo era hacer reformas dentro de la lógica constitucionalista que no aspiraba a ir más lejos acabando con la explotación de los hacendados henequeneros, aunque si dando cierta justicia social. Alvarado no solo influyó en ese Estado ya siendo gobernador, sino que las medidas implementadas en dicho estado fueron modelo del naciente régimen. Aunque sus reformas no fueron tan profundas, como las que haría Felipe Carrillo Puerto, se dieron avances sociales en Yucatán durante su gobierno que incluyeron los primeros derechos para la mujer y se ayudó en su organización.
Salvador Alvarado, proveniente del constitucionalismo, al ser gobernador de Yucatán, atacaría a Felipe Carrillo Puerto a quien mantiene en prisión. Elvia es la que intercede con Alvarado y no solo logra liberar a su hermano, sino que accede a colaborar con el gobierno revolucionario. Cabe apuntar que Felipe Carrillo Puerto, en medio de la revolución, había tenido que huir de Yucatán y entró en contacto con los zapatistas. Después del derrocamiento de Huerta, Carrillo Puerto colaboraría con Manuel Palafox, el ministro de agricultura nombrado por la convención revolucionaria. Este personaje repartiría tierras e incluso expropiaría propiedades de propietarios estadounidenses para dárselas a los campesinos pobres en la Comuna de Morelos, uno de los pasajes más inspiradores de la revolución mexicana. Pero Alvarado inicialmente mantendría encarcelado a Felipe.
Fotografía de Salvador Alvarado
Los congresos de mujeres en Yucatán
Fue convocado por el entonces gobernador de Yucatán, Salvador Alvarado muy posiblemente bajo el impulso de Hermila Galindo, aunque esta no estuvo presente. Se desarrolló del 13 al 16 de enero de 1916. Lo que llevó a convocar el primer congreso de mujeres fue el hecho de que ellas llevaban una vida sin aspiraciones más allá que servir en su hogar y profundamente atadas a lo que dictaba la iglesia. Aunque esto era una realidad para las mujeres en todo el país, lo que sucedió un Yucatán fue consecuencia de la implementación de un gobierno socialista, que busca siempre liberar a todos los individuos de cualquier forma de opresión, y por supuesto, que el tema de la emancipación de la mujer fue importante en los gobiernos de Salvador Alvarado y Felipe Carrillo Puerto.
En la convocatoria se expusieron las siguientes consideraciones:
“La mujer yucateca ha vivido hasta ahora entregada al hogar y sus obligaciones se han concretado a las que se originan de una vida quieta, empírica, sin dinamismo, que trascienda a la evolución y sin aspiraciones que la liberten de la tutela social en que ha permanecido sumida (…)”.
“Es un error social educar a la mujer para una sociedad que ya no existe, habituándola a que, como en la antigüedad, permanezca recluida en el hogar, el cual solo abandona para asistir a los saraos y fiestas religiosas, y que no se le reivindica colocando sobre su tumba el epitafio romano: ‘cuido de su casa y supo hilar la lana’, pues la vida activa de la evolución exige su concurso en una mayoría de las actividades humanas (…)”.
“La revolución constitucionalista ha manumitido a la mujer, concediéndole derechos que antes no tenía, como los que derivan del divorcio absoluto, y que resultarían ilusorias estas justas concesiones de no prepararla convenientemente para la conquista del pan y para la conservación y defensa de estos derechos alentándola a la conquista de nuevas aspiraciones”.
“El medio más eficaz de conseguir estos ideales o sea de libertar y educar a la mujer es concurriendo ella misma con sus energías e iniciativas a reclamar sus derechos, a señalar la educación que necesita y a pedir su injerencia en el Estado, para que ella misma se proteja”.
“Los temas que se discuten en el congreso son:”
“1.- ¿cuáles son los medios sociales que deben emplearse para manumitir a la mujer del yugo de las tradiciones?”
“2.- ¿Cuál es el papel que corresponde a la educación primaria en la reivindicación femenina, ya que aquella tiene por finalidad preparar para la vida?”
“3.- ¿Cuáles son las artes y ocupaciones que debe fomentar y sostener el estado, y cuya tendencia sea preparar a la mujer para la vida intensa del progreso?”
“4.- ¿Cuáles son las funciones públicas que puede y debe desempeñar la mujer a fin de que no solamente sea elemento dirigido, sino también, dirigente de la sociedad?” (Tuñon, Julia. Voces a las mujeres).
Entre las 617 congresistas se formaron 4 grupos para tratar los temas ya mencionados, algo interesante que podemos observar es que entre las asistentes hubo una polarización en dos sentidos, una parte por mujeres conservadoras que creían que la participación de las mujeres en la vida política se tendría que dar en el grado en el que ellas adquirieran educación y que era suficiente por ahora solo mejorar sus condiciones en el ámbito privado. Por otra parte, tenemos el sector radical en el que se decía que la mujer tiene que empezar a involucrarse de inmediato en las decisiones que afectan su vida, reivindicándolas como ciudadanas con plenos derechos e igualdad de condiciones con los hombres en todos los ámbitos de la vida pública.
Podemos decir que esta polarización es consecuencia de las condiciones de represión y servidumbre que venían viviendo las mujeres desde siempre y fue difícil desprender de la mentalidad de algún sector de estas ideas conservadoras. Incluso ya conquistados algunos derechos, hablando en el sentido del derecho a decidir cuantos hijos quieres tener. La periodista Margary Rex, del International New Service, escribe en el ejemplar del 2 de abril de 1922 en la Revista de Yucatán:
“las mujeres superiores no se casan y las mujeres que no se casan son la ruina del país (…) De allí que estas mujeres superiores nunca sean madres y no puedan transmitir a las nuevas generaciones sus mejores cualidades, y la raza y la nación sufren la falta de los hijos que ellas pudieran darles” (Monique J. Lemaître, Elvia Carrillo Puerto, La monja Roja del Mayab).
En estas declaraciones podemos notar que no sólo en México era difícil erradicar la ideología de ver a la mujer como un objeto de reproducción y servidumbre, incluso en países tan avanzados, como EEUU, se podía ver vigente esta concepción, lo que nos lleva a concluir que la naturaleza del sistema capitalista es esa, un sistema en el que la explotación de los individuos se normaliza y a la mujer se le explota doblemente.
Hermila Galindo, quien había sido secretaria de Venustiano Carranza, por razones de salud no pudo estar presente, pero mandó un discurso al congreso, el cual causó gran polémica al dársele lectura. “La mujer en el porvenir” trataba temas como sexualidad, divorcio, política y prostitución, lo que gran revuelo entre las congresistas, sobre todo con respecto al tema de la sexualidad femenina que textualmente decía:
“El instinto sexual opera de tal suerte en la mujer y con tan irresistibles resortes, que ningún artificio hipócrita es capaz de destruir, modificar o refrenar. Atentar contra el instinto soberano es destruir la salud, corromper la moral, demoler la obra grandiosa de la naturaleza y enfrentarse con el creador increpándolo con la más atroz de las blasfemas. ¡Te has equivocado!”
“(…) Un pudor mal entendido y añejas preocupaciones privan a la mujer de conocimientos que le son no sólo útiles, sino indispensables, los cuales una vez generalizados, serían una coraza para las para las naturales exigencias del sexo: me refiero a la fisiología y anatomía (…) que debieran ser familiares en las escuelas y colegios de enseñanza secundaria” (Tuñon, Julia, Voces a las Mujeres).
Elvia estuvo presente en ese congreso. En un ambiente de jerarquía e incluso racismo, es posible que fuera relegada y esa sea la razón por la que no aparece en los anales. Los resultados de este congreso no fueron muy satisfactorios pues tuvo una tónica conservadora. Había que trabajar mucho más para romper los prejuicios sociales aun arraigados.
Dado que no se consiguieron los objetivos deseados con el primer congreso, Alvarado llama a realizar un segundo congreso que se llevó a cabo del 23 de noviembre al 2 de diciembre de 1916 y la asistencia fue mucho menor con 234 delegadas. Los 4 temas que se consideraron fueron:
1. Si la escuela primaria debe iniciar a las mujeres en actividades que hasta ahora fueron únicamente para hombres ¿cuáles son esas artes y ocupaciones?
2. ¿Cómo se hace para convertir a la mujer en agente de difusión científica y de la libertad?
3. Las mujeres y el voto ¿Electoras y candidatas?
4. En caso de divorcio, ¿quiénes deben hacerse cargo de los hijos?
Este congreso estuvo más a la izquierda que el primero. Se logra aprobar una moción a favor del voto femenino para las elecciones municipales, sin embargo se pierde una votación, 60 votos contra 30, a favor de que las mujeres puedan ser electas en puestos municipales.
Fotgrafía del Congreso de Mujeres en Yucatán
El Partido Socialista del Sureste
Elvia Carrillo, al ser propagandista y organizadora de mujeres, jugaría un papel importante en el movimiento revolucionario local. Desde 1916 se construye el Partido Socialista del Sureste y los hermanos Carrillo Puerto se inmiscuyen en esta tarea. El activismo de Elvia, junto con el de sus contemporáneas, puso sobre la mesa el derecho del sufragio femenino y poco a poco fueron ganando terreno, por ejemplo, en el Primer Congreso Obrero de Yucatán (del 29 al 31 de marzo de 1918) dentro del temario se consideró:
“Aceptación de la mujer obrera en las ligas de resistencia, cobrándoles la mitad de la cuota fijada a los hombres, y votar por ellas en los puestos concejiles, después de transcurrir un año de pertenecer en su lugar” (Monique J. Lemaître, Elvia Carrillo Puerto, La monja Roja del Mayab).
Desde ese año Elvia junto a su hijo Marcial Pérez Carrillo emprenden una campaña de propaganda con el fin de ganar a las mujeres campesinas a la Liga Central de Resistencia Femenina, perteneciente al Partido Socialista del Sureste, organizándolas en ligas regionales.
En noviembre de 1919 el coronel Isaías Zamarripa saqueó los locales de la liga central del PSSE con lo cual se inicia un periodo de intensa persecución al partido. Elvia junto con su amiga Elena Torres tienen que salir huyendo de Yucatán, se instalan en la CD de México y ahí es donde Elvia se pone en contacto con futuros miembros del Partido Comunista Mexicano, del cual Felipe Carrillo Puerto sería miembro fundador. Por su parte Elvia, con mucha dedicación, logra fundar La Liga Rita Cetina Gutiérrez en la capital, en 1921 se celebra ahí mismo, otro congreso de mujeres ahora convocado por Elvia, en el cual se acuerda solicitar a los supremos poderes el voto femenino. En la capital Elvia tiene que enfrentar las críticas y habladurías de las feministas burguesas que no dejaban de echarle en cara su radicalismo, su origen pueblerino, el que no tuviera estudios y el ser socialista, por lo que la apodaron la sufragista bolchevique, que más bien parecía un alago. Los ataques de estas feministas no menguaron para nada su convicción y lucha, todo lo contrario, su estancia en la ciudad significó aprendizaje y crecimiento intelectual. Ella continúo trabajando junto a sus hermanos de clase en la Ciudad de México en agrupaciones de obreros, pero siempre sintiendo la necesidad de regresar a las ligas campesinas.
Felipe Carrilo Puerto y el Partido Socialista del Sureste
Se conquista por primera vez el derecho al voto femenino
Elvia, junto con su hijo Marcial, y su hermano Felipe, regresan a Mérida para el congreso de Izamal que se celebró del 15 al 20 de agosto de 1921. En este congreso se postula la candidatura de Felipe a gobernador del estado. Las elecciones se llevaron a cabo el 6 de noviembre de 1921, los candidatos: Felipe Carrillo Puerto por el PSSE gana con 62,801 votos, le sigue Bernardino Mena Brito por el PLY con 2,888 votos, Ricardo Molina Hubbe del Partido Democrático con 431 votos y Miguel Alonzo Romero por el Partido Liberal Constitucionalista con 12 votos. La victoria Socialista fue contundente.
El Gobierno socialista de Felipe comenzó el 1 de febrero de 1922, y vale mucho la pena mencionar su primer discurso, que además lo pronunció en maya (lengua que dominaban a la perfección tanto él como su hermana Elvia) y que reflejó las aspiraciones de su gobierno de liberar a los nativos mayas de la explotación a la que estaban sometidos, dándoles educación y haciéndolos dueños de su trabajo.
“(…) la tierra es de ustedes, ustedes han nacido aquí, han crecido aquí, han gastado su vida encorvados en el campo cortando pencas para el amo que se ha apoderado de las tierras. Pero ustedes las van a recuperar de acuerdo con las nuevas leyes que reconocen ese legítimo derecho. Y siendo de ustedes la tierra lo natural es que las cosechas también les correspondan” (Monique J. Lemaître, Elvia Carrillo Puerto, La monja Roja del Mayab).
Las reformas en cuanto a los derechos de la mujer ya habían empezado durante el gobierno de Alvarado, pero fue en el periodo de Felipe Carrillo Puerto cuando se dieron las más importantes, gracias a la intervención y esfuerzo de Elvia Carrillo, Rosa Torre, Raquel Dzib, Susana Betancourt y gran parte de las profesoras rurales. En torno a las Ligas de Resistencia Femeninas Campesinas y la Liga Rita Cetina G. se trabajó en muchos aspectos necesarios para mejorar la vida de las mujeres y los hombres yucatecos de familias trabajadoras como lo fue con la alfabetización, se luchó contra el alcoholismo, el control de la natalidad, se trabajó con las mujeres prostitutas para darles métodos de higiene, en la nutrición de los niños y niñas, métodos de primeros auxilios, en la creación de cooperativas para comercializar los productos que las mujeres elaboraban.
Una medida importante fue la legalización del divorcio, medida progresista, aunque aún con limitaciones y resquicios machistas puesto que una mujer no podía contraer nuevo matrimonio hasta después de 300 días para asegurar que el nuevo esposo no acarreara hijos de su antigua pareja. Con todo y eso fue un paso adelante.
Junto con el gobierno de su hermano Felipe, siguiendo la experiencia de este en la Comuna zapatista de Morelos, coordinaron el reparto agrario en el cual se vieron beneficiadas 34,796 familias, es decir, se repartieron 664,835 hectáreas de tierra. Los indígenas que habían sido arrebatados de sus tierras y esclavizados, ahora poseían tierra y libertad.
En medio de una lucha revolucionaria general de los trabajadores, las mujeres, que estaban organizadas junto con el conjunto de los explotados, consiguieron conquistas nunca vistas en la historia del país: las mujeres pudieron votar y ser votadas, aunque fuera solo a nivel municipal y estatal. Los socialistas luchamos por la mayor democracia, incluso bajo este sistema, pero aspiramos a una democracia a un nivel superior, donde no solo podamos decidir nuestros gobernantes sino también administrar las fuerzas productivas con democracia y nuestros destinos. En la lucha por construir el Estado de los trabajadores, cosa que a nivel local comenzaba a ocurrir en Yucatán, los avances democráticos son muy importantes. Dar el voto a la clase obrera, así como a la mujer. Sin hacer un fetiche del voto, podemos decir que esta es una importante conquista ya que ayuda a despertar a la vida política, ayuda a romper, aunque no siempre de manera inmediata ni mecánica, con las ataduras del pasado. Esta medida fue mil veces más efectiva que los congresos de mujeres del gobierno de Alvarado.
La falsa moral burguesa
Estos cambios del gobierno de Felipe Carrillo Puerto, quien aspiraba a ir al socialismo, como había ocurrido con el gobierno de los soviets en Rusia, no pasaron desapercibidos y generaron una reacción de parte de la burguesía conservadora del país. Escandalizaron a “la gente decente”, sobre todo en lo relacionado al control de la natalidad. En febrero de 1922 se publicó y distribuyó el folleto de Margaret Sanger “La regulación de la natalidad, o la brújula del hogar” en el que se proporcionaban métodos para evitar la concepción (un año después se comprobó que los métodos de la Sra. Sanger eran ineficientes y la forma más efectiva era el empleo de una jalea espermicida en combinación con un diagrama, que proponía la Dra. Dorothy Bocker) si bien los materiales necesarios mencionados en el folleto, jeringas, bolsas para duchas vaginales, soluciones, supositorios, no estaban al alcance de las mujeres yucatecas. Lo que la Liga Rita Cetina logró fue avanzar en el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y cuantos hijos tener. Esta campaña de control natal fue, a su vez, una batalla ideológica contra el conservadurismo y la moral medieval.
Como parte del programa, en agosto de 1923 se hicieron planes para establecer en Mérida dos clínicas para el control de la natalidad, una en el hospital para mujeres y niños y la otra se establecería en la zona de prostitutas, con esta medida se buscaba reducir el alto índice de enfermedades venéreas en Yucatán, pero poca fue la gente que veía con imparcialidad científica esta medida, en realidad las personas se sentían ofendidas.
Tan fuerte resultó el impacto en la sociedad de aquellos años, que el periódico capitalino Excélsior hizo toda una campaña, en aquel año 1923, hablando del gran papel de la familia y la maternidad. Tenía un claro tinte reaccionario para, con el argumento de la buena moral, condenar las medidas progresistas del gobierno de Carrillo Puerto y el movimiento de mujeres en Yucatán. A esta campaña se sumaron la Secretaría de Educación Pública, el Arzobispado mexicano, la Cruz Roja y las Cámaras de Comercio. Así se consagró el 10 de mayo como día de las madres, según las páginas del Excélsior, con el fin de: “rendir un homenaje de afecto y respeto a la madre a consecuencia de una campaña sucia y criminal en contra de la maternidad en Yucatán”. Mientras que los hacendados golpearon a las mujeres, las vendían y arrebataban a sus hijos, los oligarcas y su prensa no dijeron una palabra, pero ahora que se vivía un real movimiento de los explotados por su liberación, gritaban histéricas condenas.
El congreso Panamericano de Mujeres
Elvia se encontró con oposición incluso de parte de mujeres que se decían feministas y decían luchar por conquistar derechos para las mujeres. En realidad, durante toda su vida chocaría con las feministas pequeñoburguesas y burguesas. Del 20 al 30 de mayo de 1923 se celebró el Congreso Panamericano de Mujeres, al que asistieron representantes de por lo menos 20 Estados de la república mexicana, de EEUU, Cuba y diferentes organizaciones femeninas. Las tres delegadas de Yucatán, Elvia Carrillo Puerto, Gloria Mireya Rosado y Susana Betancourt, generaron debate en el tema del control de la natalidad, pero sus propuestas fueron rechazadas a favor de una resolución que planteaba que el Consejo Superior de Salubridad debería establecer en México clínicas prenatales y postnatales para combatir los altos índices de mortalidad infantil. Las delegadas mexicanas plantearon que el control de la natalidad no era el remedio en un país que había sufrido una grave reducción de la población durante la revolución. Cosa que refleja claramente la posición de ver a la maternidad como una obligación moral y política, como si la mujer fuera una productora de futuros ciudadanos para la patria, discurso que se volvió constante en los tiempos postrevolucionarios.
Las congresistas igualmente rechazaron e incluso se escandalizaron con las propuestas de las delegadas yucatecas en cuanto al tema del amor libre (que vela por la protección de la mujer dentro y fuera del matrimonio y asegura los derechos de los hijos ilegítimos) planteando que esto solo alentaba al libertinaje. En cambio, se resolvió que las organizaciones femeninas deberían influir en que las ceremonias de matrimonio se transformen, para que dejaran de ser exhibiciones ostentosas y en su lugar se transformaran en actos sencillos que exaltaran la nobleza de la ceremonia.
La delegación yucateca sobresalió durante el congreso. A pesar de salir derrotadas en las demandas relacionadas con la natalidad y el amor libre, sí lograron el consenso, al que llegó la mayoría de las delegadas, de otorgar el voto a la mujer y que se pudieran ocupar puestos gubernamentales.
En 1922 Rosa Torres es la primera mujer en ocupar un cargo de elección popular siendo presidenta del consejo municipal de Mérida. En 1923 Elvia Carrillo y Raquel Dzib consiguen una victoria contundente al ser elegidas para diputadas, la primera con 5,115 votos en el quinto distrito. Estando Elvia defendió los derechos de los indígenas y trabajadores, así como de las mujeres sin dejar la organización de las ligas.
El derrocamiento de Felipe Carrillo Puerto
A nivel nacional se dio una pugna por el poder entre distintos caudillos, Adolfo de la Huerta hace un levantamiento contra Álvaro Obregón y su candidato Plutarco Elías Calles. Esa es la oportunidad que la oligarquía yucateca estaba esperando para asestar un golpe contra el gobernador Felipe Carrillo Puerto. El gobernador socialista tenía un batallón rojo dispuesto a defenderlo, pero necesitaba armas. El apoyo del centro nunca llegó. Es muy probable que Obregón y Calles vieran también la oportunidad de desembarazarse de este radicalizado movimiento y por eso lo dejaron a su suerte condenándolo a la muerte. Felipe Carrillo Puerto tiene que abandonar el gobierno, en su huida es capturado y fusilado, el 3 de enero de 1924, junto con tres de sus hermanos y 9 colaboradores más. Este experimento socialista mexicano, claramente inspirado en la toma del poder de los trabajadores rusos, llegó a su fin.
Se abrió un ambiente de terror contra los militantes del Partido Socialista del Sureste y la familia Carrillo Puerto. El trabajo revolucionario de las ligas campesinas continuó, pero en la clandestinidad. El ejército obregonista restableció el orden temporalmente y llevo a que un antiguo colaborador de Felipe Carrillo, Miguel Cantón, se proclamara gobernador aunque estuvo efímeramente al frente del Estado. Obregón se apoyó en José María Iturralde. Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles públicamente lamentaron la muerte de Felipe pero combatieron a todo quien mantuviera su legado, iniciando con su familia y la propia Elvia. Su vida estaba en real peligro y Elvia tuvo que abandonar su Estado natal.
La revolución llegó con retraso a Yucatán pero lo hizo con enorme fuerza. Esa lucha de los campesinos indígenas, de los obreros, del gobernador socialista despertó a las masas a la lucha y permitió avances para las mujeres no conseguidos en el resto del país. Esa fuerza de la revolución, el poder organizado de las mujeres junto al resto de los trabajadores, la memoria de figuras tan grandes como Felipe Carrillo Puerto, queda marcada en el alma de las verdaderas revolucionarias como Elvia quien continuaría en otras trincheras su lucha.
Periódico de la época informado del fusilamiento de Felipe Carrillo Puerto
El exilio de Elvia
Elvia vivió en la Ciudad de México, tiene que trabajar en la Secretaría de Agricultura y Fomento. En su lucha por conseguir derechos políticos para las mujeres, logra candidatearse para diputada por un distrito en San Luis Potosí. En medio de la campaña sufre un atentado al serle disparados 8 balazos que afortunadamente no dieron en su objetivo. Pese a remar contra la marea, Elvia consiguió un triunfo contundente con 4,576 votos a su favor y sólo 56 en su contra, pero sus oponentes se apoyan en la injusta legalidad para impedir que se siente en su curul, pues no estaba permitido que las mujeres ocuparan puestos legislativos.
En 1925 funda la Liga de Orientación de Acción Femenil con la que participa en junio de ese año, junto con Cuca García, como delegadas en el Congreso de Mujeres de La Raza, organizado por la Liga de Mujeres Ibéricas. Según la biógrafa de Elvia, Monique J. Lemaître:
“las dirigentes de la izquierda socialista, insisten en que los problemas fundamentales de la obrera y de la campesina mexicanas son de orden económico y no, como propugnan las delegadas derechistas y moderadas, el producto de las condiciones sociales y morales de la época, ya que éstas a su vez no son sino el producto de la extrema pobreza en que viven las trabajadoras mexicanas”.
Y continúa:
“Durante el corto Congreso es, además, evidente la lucha de clases entre las asistentes moderadas y burguesas, en su mayoría católicas tradicionales, a la cabeza de quienes se encuentra la organizadora del Congreso, Sofía Villa de Buentello, y el grupo dirigido por Elvia Carrillo y Cuca García. El 10 de julio Sofía Villa, desesperada ante la partida de las delegadas extranjeras, se dirige furiosa al grupo radical, gritando a voz en cuello que se trata de un Congreso Internacional y no de un Congreso de Trabajadoras ni de un Congreso Socialista. La respuesta de Elvia Carrillo Puerto no se hace esperar. Si la intención de las organizadoras era que, para tener un Congreso Internacional, había que limitar su participación a las delegadas burguesas ¿por qué entonces invitar a las trabajadoras? Por boca de Elvia protestan las obreras y campesinas que son la fibra misma del corazón del país, en contra de los parásitos que succionan su savia vital” (Monique J. Lemaître, La monja Roja del Mayab).
La unión de mujeres de los distintos estratos en realidad se convierte en una reunión pluriclasista que o bien termina en un enfrentamiento abierto entre clases o en la subordinación política de las explotadas ante la política burguesa o pequeñoburguesa. Feministas, como las que organizaron ese encuentro, suelen abogar por la no politización, por dejar de lado otros temas como la lucha de clase en pro de los problemas femeniles, cuando la experiencia nos dice, y un caso claro se tuvo en Yucatán, que los problemas más crudos los viven las mujeres campesinas y trabajadoras y su solución está en la lucha conjunta de los explotados. De tal forma que esos feminismos solo ayudan a la reacción y no a la causa de las mujeres explotadas.
Fotografía de Elvia Carrillo Puerto
Divisiones de clase en el movimiento femenino
Elvia mantiene una táctica de frente único, participa en reuniones generales y organizaciones amplias de mujeres, pugna por la unidad del movimiento de mujeres en defensa de sus derechos, pero construye su propia organización con carácter de clase y socialista. En 1927 conforma la Liga Orientadora Socialista Femenina que es acosada por elementos reaccionarios y católicos, que en momentos hacen desaparecer su organización. Posteriormente conformaría la Liga de Acción Femenina.
En 1929 desde el oficialista partido en el gobierno, el PNR, antecesor del PRI, se forman el partido Feminista Revolucionario y el Bloque Nacional de Mujeres Revolucionarias, pero Elvia se mantiene al margen de ellos.
Elvia mantiene infatigablemente su lucha. En 1931 participa en el primer Congreso Nacional de Obreras y Campesinas en que se pugna por la organización de las mujeres y se hacen discursos a favor del derecho del voto. Esta reunión tuvo actos conciliadores con el gobierno, llega a resolver que “No son culpables nuestros legisladores del criterio unilateral de sus disposiciones. No nos atrevemos a censurar a nuestro gobierno democrático por olvidar el papel que representamos las mujeres en sociedad; todo es consecuencia de la lenta evolución de nuestra patria” (Tuñon, Julia, Voces a las Mujeres). Esa conciliación llevó a la presencia del mismo presidente e incluso de sacerdotes polarizándose la reunión al punto del rompimiento.
Elvia buscaba cualquier espacio para defender los derechos de la mujer y pugnar por la legalización del voto. Apoyándose en su Liga de Acción Femenina, presiona y logra hablar en la cámara de diputados para defender el derecho del voto femenino el 27 de julio de 1932. A eso se suman acciones de protesta de sus seguidoras quienes hacen mítines en el parlamento.
Ya confraternizaba con militantes comunistas como Concepción Michel y la profesora María del Refugio García. Ellas participan en una serie reuniones feministas, iniciada en junio de 1934 en el anfiteatro Simón Bolívar, para hablar sobre el problema de la prostitución. Las feministas en un momento impidieron la entrada a las comunistas a las sesiones lo que llevaría a la escisión de la reunión. El ala izquierda convocaría a sus propias reuniones en el auditorio de la Universidad Nacional donde se demanda al congreso eliminar las licencias de las casas de prostitución y el cierre de los cabarets. Se piensa que hubo 41 mil personas en aquel tiempo que tuvieron que ir al médico por enfermedades venéreas. Mientras que el ala derecha de dicha reunión resolvió la igualdad moral entre hombres y mujeres; las comunistas no ven el asunto de manera moral, saben que hay que acabar con el hambre y el sistema de explotación capitalista y enarbolan otras demandas:
“un salario igual para ambos sexos por el mismo trabajo, la implementación de una ley de salario mínimo, casas de cuna para los bebés de mujeres trabajadoras, una disminución del costo de la alimentación y alquiler para obreros y campesinos, libros de texto gratuitos para los hijos de los trabajadores, así como una comida gratuita para los escolares pobres. Los fondos para la implementación de las reformas propuestas deberían provenir del dinero generado por una disminución de los gastos militares, ahora que la fase armada de la Revolución había terminado” (Monique J. Lemaître, La monja Roja del Mayab).
Elvia también impulsa el tercer encuentro de Obreras y Campesinas en Guadalajara en septiembre de 1934, que no contó con la cobertura del primero, ya para entonces el movimiento de mujeres estaba polarizado. En dicha reunión se aprueba impulsar una liga de masas de mujeres.
Mujeres en una marcha convocada por los sindicatos
Durante el cardenismo
Elvia apoya la campaña de Lázaro Cárdenas y organiza actos de mujeres en su natal Yucatán. En este gobierno se da un auge de las organizaciones de masas sindicales, campesinas y estudiantiles, en el sector femenil se crea el Frente Único Pro Derechos de la Mujer (FUPDM), que llegó a agrupar a 800 organizaciones de mujeres y a unas 50 mil afiliadas quienes pugnan por el derecho al voto. Elvia participa en esta agrupación. La presión lleva a que Cárdenas emita un decreto, el 18 de noviembre de 1937, que da derecho a la ciudadanía a la mujer, aunque esto se quedaría en el papel pues no se concreta el derecho al voto. En 1938 el FUPDM se fusiona al oficialista PNR, al igual que durante el cardenismo se fusionan las organizaciones obreras, campesinas y estudiantiles, perdiendo la independencia de clase frente al Estado.
El derecho al voto en Yucatán fue truncado, pero en otros lugares se van ganando posiciones como el caso de Chiapas que desde 1925 se consigue dicho derecho. Todo indicaba que con Lázaro Cárdenas se legalizaría nacionalmente el derecho al voto, sin embargo, no se consigue y se genera una enorme desilusión. Había elementos de derecha en la oposición como Juan Andrew Almazán que tenía como uno de sus apoyos un movimiento reaccionario de mujeres católicas. Es posible que para no favorecer a esos elementos Cárdenas haya reculado en dar el derecho al voto a la mujer. Claro error.
Elvia había sido determinada defensora de los derechos de la mujer, el voto femenino y el socialismo. Su pensamiento queda plasmado en abril de 1938, cuando forma la sección femenina del Frente Revolucionario Mexicano, siendo la redactora de sus documentos básicos. En este podemos ver algunas limitantes en su programa, que se queda en el programa mínimo, aunque plantea ideas correctas como luchar por la organización de la mujer, contra la desfanatización, combatir la trata de mujeres, proteger a los niños nacidos fuera del matrimonio, pugnar por la emancipación de la mujer en particular la proletaria, establecer seguro de vida, aumentar los salarios de las trabajadoras, crear clínicas de control natal, etc. Pero se queda en el terreno de demandas inmediatas, económicamente plantea la creación de cooperativas, que puede ser una salida parcial pero no el fin, cuando Elvia, como socialista, debería haber establecido demandas transicionales que nos liguen con el programa máximo, algunas demandas podían ser: Empleo de mujeres en la industria petrolera recién nacionalizada y puesta a funcionar bajo control obrero; capacitación técnica por igual para hombres y mujeres; extensión de las expropiaciones al resto de las industrias claves; establecimiento de una economía planificada; distribución del trabajo existente entre las manos de hombres y mujeres existentes; creación de guarderías gratuitas y comedores públicos de buena calidad a bajo precio a cargo del Estado; establecimiento de un Estado de los trabajadores, sin privilegios de ningún funcionario, que administre democráticamente la economía y la sociedad.
La lucha por el socialismo y la emancipación de la mujer continua
Elvia, en estos documentos básicos del sector femenino del frente revolucionario mexicano, dice:
“nos responsabilizamos de todos nuestros actos, en el momento histórico de transformación económico social que se viene operando en el país y que hace indispensable la colaboración constante, consciente, enérgica, tenaz y abnegada de la mujer, dentro de la más estricta lucha de clases, pues ella es indiscutiblemente, factor más creciente a la vez que interesante en la producción y demás actividades de trabajo, ya que de esta suerte, amplía sus horizontes económicos y sociales, base de sus derechos políticos”.
“Como constituyentes del sector femenino del “Frente Revolucionario Mexicano”, consideramos que la mujer en general y muy especialmente la obrera y campesina, significa uno de los factores más importantes de la población mexicana y que su participación en la lucha social, reviste un carácter trascendental en la obra de emancipación, por lo que se estima como un imperativo de orden ideológico y moral de la misma organización clasista, el pugnar por la elevación del nivel social y moral de la mujer del campo, para alcanzar la más completa unificación de la masa rural del país”.
Y más adelante señala:
“Nuestra tendencia (sic) serán necesariamente socialistas, luchando por tanto, porque el gobierno está en manos de las clases trabajadoras convenientemente preparadas y consecuentemente con esto, contribuiremos resuelta y permanentemente para lograr la emancipación de la mujer en todos los órdenes de la vida social contemporánea”.
“El sector femenino del F.M.R. empleará como táctica de lucha el sindicalismo revolucionario en particular, para la completa conquista de sus derechos, y en tal concepto, empleará como medios de acción, las manifestaciones públicas, mítines, boicots, huelgas etc., etc., señalando por todos los medios posibles las injusticias que se cometan, hasta conseguir el respeto que se merece y reclama la mujer, para su completa emancipación” (Tuñon, Julia, compiladora, Voces a las Mujeres).
La lucha de la mujer debe darse con los métodos de la clase obrera y no está desligado de la lucha general de los trabajadores. Las demandas inmediatas no deben perdernos del objetivo de la lucha general por la emancipación completa de la humanidad, la lucha por el socialismo.
El 5 de octubre de 1939, Elvia fue condecorada por segunda vez con el título de Veterana de la revolución por el gobierno de Cárdenas. Pero al mantenerse firme en la defensa de sus ideas revolucionarias y su consecuente batalla de organización de las trabajadoras, pagó como consecuencia tener una vida de dificultades, muchas veces sin contar con un empleo e ingreso estable.
En 1941, cuando tenía 61 años, sufrió un accidente que casi la lleva a la muerte al ser atropellada por un automóvil. Perdería su vista tras ese suceso. De sus últimos años de vida se sabe muy poco, viviría en su apartamento de Ciudad de México en Rivera de San Cosme N° 8. A Elvia le tocó vivir la legalización del voto de la mujer que se consiguió en 1946 a nivel municipal, derecho que se extendió a nivel del congreso en 1954 y a nivel presidencial en 1958. Ese triunfo democrático, que ayuda a la mujer salir de su postración y aislamiento, acercándola a la política, algo necesario en la lucha por su emancipación, no se puede entender sin la participación de grandes mujeres como Elvia Carrillo Puerto.
Una sobrina, Nelly Durán, que le visitó, ya estando Elvia ciega, descubrió que tenía un perro trilingüe que obedecía a la orden de sentarse en lengua maya, inglés y español. Ella observó:
“En la belleza de sus ojos enfermos no vi en ningún momento los funerales de una esperanza, la debilidad de una luz que se apaga. Admiré en ellos la misma luz de aquellos días en los que su presencia dejaba en mi hogar una estela de aromas y de admiraciones” (Monique J. Lemaître, Elvia Carrillo Puerto, La monja Roja del Mayab).
El corazón de Elvia Carrillo Puerto, la sufragista bolchevique del Mayab, dejaría de latir el 15 de abril de 1968, a los 89 años de edad. Parecería que su muerte abonaría una nueva lucha, donde miles de jóvenes, hombres y mujeres, desafiarían a la tiranía de su tiempo en aquél movimiento estudiantil mítico de 1968. Seguramente la mayoría de ellos no habían oído su nombre, pero si sintieron los efectos de su lucha que ellos mismos continuaron. Esa generación de mujeres, luchando hombro a hombro con sus compañeros, avanzó en la lucha por la igualdad. La lucha de Elvia dejó frutos pero no estará terminada hasta conseguir la plena emancipación de la mujer, de los indígenas, de la clase campesina, de los obreros y obreras, y eso solo será posible, como ella lo entendía, con el socialismo.
La maternidad es una cuestión de clase en muchos sentidos. La madre trabajadora, los padres trabajadores en general, no contamos con los mismos recursos y alternativas con los que cuenta la burguesía e incluso la pequeña burguesía. En general los padres trabajadores rara vez podemos acudir a escuelas, guarderías o pediatras privados. Las opciones públicas en desmantelamiento son nuestra única alternativa. La familia proletaria lucha constantemente por llevar a casa ropa, alimento, juguetes, pañales que por falta de recursos no siempre son de la calidad que quisiéramos para nuestros hijos.La burguesía y parte de la pequeña burguesía no tienen que preocuparse de estas “minucias” que dejan en manos de “nannys” y trabajadores del hogar. En general la burguesía es desapegada con sus hijos pues su cuidado “no es asunto suyo”. La falta de alternativas, el exceso de trabajo, la opresión de la mujer en el hogar hacen crisis en la forma de la descomposición de la familia tradicional. Por esto es que los marxistas luchamos por defender los servicios públicos como parte de la lucha por socializar el trabajo doméstico y de cuidado de los hijos como parte del programa socialista.
Fourier decía que la salud de una sociedad se puede medir por el trato que se les brinda a las mujeres y los niños. Si nos atenemos a las formas de organización social que prevalecieron durante la mayor parte de la historia humana, la crianza de los niños en los marcos de la familia monogámica y machista —que agobia a las mujeres en un mar de tareas domésticas y de cuidados de niños y ancianos— parece una anomalía casi antinatural. La verdad es que antes del surgimiento de la propiedad privada, las clases sociales y el Estado, la familia monogámica no existía, y las tareas que normalmente se entienden como “propias” de la maternidad se afrontaban de forma muy diferente. La tribu era el marco “familiar” de crianza colectiva de los niños. Pero la opresión de género surgió como una sombra de la opresión de clase y con esto hubo un cambio radical en los patrones de crianza. Así pues, veremos que eso que llamamos “maternidad” no es una categoría fija y eterna —como pretende el machismo romantizado— sino una cuestión histórica que mudó junto con la sociedad y las clases sociales. Bajo un barniz de romanticismo y sentimentalismo cursi, el término “maternidad” está cargado de prejuicios que ponen sobre las espaldas de la mujer trabajadora el peso no sólo de la vida doméstica sino de la crianza de los niños. Sin embargo, hemos usado este término en el título porque pensamos que expresa mejor el contenido de este artículo.
No pretendemos tanto abordar la historia de la familia —esto ya lo hizo Engels en “El origen de la familia la propiedad privada y el estado” y ha sido objeto de otros artículos de nuestra organización1—. Nos centraremos más en el contraste entre las sociedades del comunismo primitivo y el capitalismo en lo que respecta al papel de la mujer, la cuestión de género y cómo tienden respectivamente a resolver la crianza de los niños. Veremos que el capitalismo refuerza la opresión de género y resulta hostil para la inmensa mayoría de los niños y a todo lo relacionado con la crianza.
La crianza y la mujer en las sociedades del comunismo primitivo
Las mujeres y hombres de las sociedades del comunismo primitivo —cazadores recolectores y/o pequeños agricultores— mantuvieron relaciones igualitarias, sin ninguna distinción de clase y con un cierto equilibrio entre los géneros. Tanto hombres como mujeres jugaban un papel en la producción, eran agentes fundamentales de la sobrevivencia del clan. Las mujeres como recolectoras y los varones como cazadores. Esta división sexual del trabajo no era absoluta. Estudios recientes sugieren que en América la proporción de mujeres cazadoras podría ser mayor a un tercio. Es probable que toda mujer con posibilidad física de hacerlo se integrara en las brigadas de caza y que los hombres no estuvieran exentos de participar en las tareas de recolección. Sin embargo, es cierto que el embarazo, el porteo y la lactancia fueron limitantes objetivas para una actividad demandante y violenta como la caza, factor material que explica la existencia la división sexual del trabajo incluso hoy entre las pocas sociedades que de este tipo que sobreviven.
La división sexual del trabajo no implicaba opresión de género, al contrario: la recolección era una actividad económica fundamental, mucho más segura que la incierta cacería. La seguridad de la recolección frente a una cacería muchas veces infructuosa pero muy deseada (los banquetes de carne siempre han sido todo un evento) resultaban más o menos equilibradas en la balanza de la economía primitiva. La igualdad económica de cazadores recolectores entre hombres y mujeres implicó, a juzgar de los ejemplos actuales, que el involucramiento de los varones en el cuidado de los niños fue mayor que en cualquier otra sociedad.
“La implicación paterna es más elevada en las sociedades en las que las mujeres pasan cierto tiempo obteniendo la mayoría de los alimentos. Por ejemplo, los pigmeos aka varones brindan una atención más directa a sus hijos que los padres de cualquier otra población humana estudiada, tal vez por el hecho de que las madres no sólo se dedican a recoger vegetales comestibles, sino que también participan en la caza con redes”.2
Y si bien, el embarazo era una limitante física, los patrones de filiación —muchas veces matrilineales—, así como los patrones de localidad —muchas veces matrilocales— realzaban el papel de la mujer como símbolo de fertilidad de las plantas y animales, sustento de la comunidad. Es muy probable que esto explique la existencia, en diversas partes del mundo sin relación alguna, de las llamadas “Venus primitivas” que abundaron tanto en el paleolítico superior como en el neolítico temprano, en donde la fertilidad de la tierra cobró una importancia excepcional. Las mamas y vulvas exageradas de esas maravillosas esculturas, manifestación sublime del arte primitivo, expresaban el rol de la mujer como dadora de vida y alimento, estimulando la imaginación humana para crear las primeras deidades, que normalmente eran figuras femeninas.
En este contexto de equilibrio entre los géneros e igualitarismo económico se resolvían las tareas de cuidado de la infancia, mismas que normalmente se atribuyen a la “maternidad”, es decir, a las mujeres vistas de forma aislada. El clan y la tribu eran la célula fundamental de la sociedad, no la familia como la conocemos. En una nota a El Capital donde explica la posición de Marx al respecto, Engels escribió: “No fue la familia la que se desarrolló para formar la tribu, sino que por el contrario, ésta constituye la forma primitiva y natural de las asociaciones humanas basadas en los vínculos de sangre, de la que luego, al disolverse, surgen las múltiples formas de familia”.3
Crianza colectiva
Los lazos familiares clánicos forman patrones solidarios, de expectativas y de conducta que no encontramos en la familia nuclear. Por ejemplo, entre los pigmeos Efe un estudio realizado en 1987 encontró que, “con frecuencia la madre no era la primera en cuidar a su hijo y que a menudo otras mujeres cuidaban al niño durante su infancia. Los niños de cuatro meses sólo pasaban un 40% del tiempo con sus madres siendo transferidos frecuentemente a otros cuidadores 8.3 veces cada hora por término medio. Muchos individuos contribuían a la crianza: un promedio de 14.2 personas distintas cuidaron de un niño durante un periodo de observación de ocho horas”.4 Este patrón de cuidado de los niños no es un caso aislado de los pigmeos Efe, parece ser un patrón en los pueblos cazadores recolectores; entre los Agta, por ejemplo:
“El niño es pasado ansiosamente de una persona a otra hasta que todos han tenido oportunidad de apretar, acurrucar, oler y admirar al recién nacido […] por consiguiente la primera experiencia del niño implica a una comunidad de parientes y amigos. Luego será constantemente mimado, llevado de un lado a otro, querido, olisqueado…”.5
Esto significa que la crianza de los niños no se da en la familia nuclear. En realidad, no existe familia nuclear sino emparejamientos de cierta duración. Es incorrecto ver familias nucleares donde hay emparejamientos, incluso cuando éstos han sido sancionados socialmente en la forma de lazo matrimonial. La responsabilidad del cuidado de los niños no está limitada a los padres, de hecho se extiende al clan: “así, una diferencia importante entre las sociedades a pequeña escala y las grandes sociedades estatales es que, en el caso de las primeras, la responsabilidad con respecto a los niños queda enormemente difusa más allá de los padres”.6
Los niños capaces de moverse solos y suelen deambular por la aldea pues están relacionados con todos y todos son, de cierta forma, responsables de su cuidado y protección.
Esto da como resultado una riqueza de las interacciones sociales de los infantes más allá de los padres biológicos, lo que resulta en una seguridad emocional y autonomía de los niños admirable.
Jared Diamond escribe:
“Un tema recurrente es que a los otros occidentales y a mí nos sorprende la seguridad emocional, la confianza en sí mismos, la curiosidad y la autonomía de los miembros de las sociedades a pequeña escala, no solo cuando son adultos, sino ya de niños. Vemos que la gente de las sociedades a pequeña escala pasa mucho más tiempo que nosotros hablando, y ninguno con entretenimientos pasivos proporcionados por desconocidos, como la televisión, los videojuegos y los libros. Nos asombra el desarrollo precoz de las habilidades sociales de sus hijos”.7
Esta autonomía se logra, sin que nadie en el clan le diga a los niños lo que deben hacer pues el conocimiento surge directamente de la interacción social. “[…] podríamos decir que los cazadores recolectores son ferozmente igualitarios y que no le piden a nadie, ni siquiera a un niño, que haga nada”.8
Otro observador informó que en el pueblo Nayaka de la India “la educación se lleva a cabo de forma muy sutil. Aquí no hay instrucción formal ni memorización, ni clases, ni exámenes, ni escuelas en las que se transmitan los conocimientos […] el conocimiento es inseparable de la vida social”.9 La “aculturación” de los niños, el aprendizaje, no se da a través de la violencia; aquí no aplica el salvajismo naturalizado por el “sentido común” que afirma que “la letra con sangre entra”. “Los pigmeos aka jamás pegan y ni siquiera regañan a sus hijos, y consideran horrendas y abusivas las prácticas de crianza de sus vecinos, los agricultores ngandu, que azotan a sus pequeños”.10
Los juegos infantiles en estas sociedades comunistas muestran una coloración solidaria e igualitaria que contrasta fuertemente con el individualismo, sexismo, violencia e insana competencia de los juegos, donde se entrena a los niños en los valores de la burguesía:
“Un antropólogo propuso un juego a los niños de una tribu africana. Puso una canasta llena de frutas cerca de un árbol y le dijo a los niños que aquél que llegara primero ganaría todas las frutas. Cuando dio la señal para que corrieran, todos los niños se tomaron de la mano y corrieron juntos, después se sentaron juntos a disfrutar del premio. Cuando él les preguntó por qué habían corrido así, si uno solo podía ganar todas las frutas, le respondieron: […] ¿cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los demás están tristes?”.
Parto, lactancia y porteo
Por supuesto, lo que hemos dicho se daba sobre una base técnica muy primitiva, de pequeños grupos de cazadores recolectores. La vida podía ser dura si las presas o los productos de la tierra escaseaban. En contextos de crisis, todo aquél que no estuviera en condiciones de trabajar se volvía una carga. Algunas bandas de cazadores recolectores suelen recurrir al infanticidio y al abandono deliberado de los ancianos. Esto explica una costumbre curiosa: la sociedad !kung de cazadores recolectores del sur de África es la única en donde la mujer se retira de la comunidad para dar a luz sola. La explicación es que la mujer tiene derecho a decidir si el recién nacido vive o muere, si recurre al infanticidio. Se cree que el recién nacido no es persona hasta que la comunidad no le otorga nombre y el infanticidio, sobre todo en niños mal formados o gemelos, no es moralmente condenable mientras esto no suceda. La vida de los !kung puede ser dura pues viven en un desierto, acosados y arrinconados por intereses empresariales.
Pero por lo común las mujeres en estas sociedades igualitarias dan a luz en compañía de otras mujeres, incluso puede ser un evento público: “En el pueblo agta de Filipinas —por ejemplo—, una mujer da a luz en una casa de un campamento, y todos sus habitantes pueden entrar y gritar instrucciones a la madre y la comadrona: empuja, estira, no hagas eso”.11 Sin embargo, la muerte en el parto tanto de la mujer como el recién nacido es alta.
A diferencia de las sociedades modernas capitalistas donde “el tiempo es dinero” y donde la mujer trabajadora está sujeta a las jornadas de trabajo, el bebé en las sociedades cazadoras recolectoras goza de la lactancia a libre demanda. Un bebé !kung, por ejemplo, mama un promedio de cuatro veces cada hora durante el día, con un intervalo de 14 minutos entre cada amamantamiento. El bebé duerme junto a la madre y mama incluso con la madre dormida. La lactancia suele alargarse hasta los cuatro años o más (entre los esquimales suele alargarse hasta los 7 años), sin que nadie mire un niño de cuatro años que mama como un engendro y a la madre como una degenerada. En el capitalismo un bebé es una carga pues no produce plusvalía. Una madre que amamanta es un estorbo molesto para su explotación, y la madre —sobre todo donde no existen guarderías públicas— puede ver al infante como un estorbo molesto para ganarse la vida. Por eso, nuestro loco mundo actual ha promovido los horarios fijos de amamantamiento, aparejados a los horarios fijos de las jornadas de trabajo; y se promueve la interrupción forzosa del colecho, como forzando la separación prematura de la madre y el bebé, no precisamente en beneficio de éstos, sino en beneficio del mercado laboral que manda que el bebé debe separarse de la madre. De aquí las batallas de los padres por llevar a los niños a la cama. Los cazadores recolectores, obviamente, no padecen de esa compulsión de mercado y la lactancia prolongada es útil no sólo para el bebé, sino como un método natural de anticoncepción en un contexto donde no existen alternativas anticonceptivas, ni a la leche materna (veremos que la fórmula láctea de todas formas no logra ni de cerca suplir la leche materna en cuanto a su valor alimenticio y en cuanto una larga lista de beneficios para el bebé). Los vicios del capitalismo se muestran desde la cuna, en la lactancia y en el colecho.
En este tipo de sociedades los bebés están en brazos de algún miembro del clan la mayor parte del día. Los bebés suelen ser porteados para que miren el mundo desde el mismo punto de vista que su cargador adulto: mirando al frente y en contacto físico con éste. Por el contrario, y por alguna razón, las sociedades capitalistas por mucho tiempo promovieron que los bebés miren hacia atrás, separados de quien empuja el carrito. Es como si el capitalismo negara constantemente la humanidad de los infantes, subrayando la necesidad de la separación, de apresurar y forzar los procesos, mostrando la carga que los bebés implican para la sociedad de mercado. Son un mal necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo, esperando su maduración para devorar sus músculos y energía en el proceso de producción.
Vemos también en estas tribus, cómo la respuesta al llanto es inmediata por parte del clan pero esto no promueve a niños “malcriados”, como pudiera pensarse, sino a infantes con una gran seguridad emocional. Los adultos no suelen estar neuróticos ya que las jornadas de caza y recolección suelen ser cortas —cuatro horas, más o menos—. En las sociedades capitalistas los llantos del niño son la cereza en el pastel de un duro día de trabajo enajenado. En nuestras sociedades hay una epidemia de intolerancia a los procesos naturales cognitivos y emocionales de los niños. Lo anterior por falta de tiempo, energía y acceso a la salud mental. En contraste “si un niño efé tiene una pataleta, la madre u otro cuidador intenta reconfortarlo al cabo de 10 segundos. Si un niño !kung llora, un 88 por ciento de sus arrebatos obtienen respuesta (consistente en tocarlo o amamantarlo) a los tres segundos, y casi todos en cuestión de 10 segundos. Las madres responden a los niños ¡kung amamantándolos, pero muchas reacciones son de otras mujeres (especialmente adultas), que tocan o sostienen al pequeño. El resultado es que los niños ¡kung pasan al menos un minuto por hora llorando, principalmente en arrebatos de menos de 10 segundos […] menos de la mitad del que se estima en el caso de los niños holandeses”.12
Evidentemente no todo es un modelo de conducta y habrá comportamientos —como el infanticidio— que no tendrán base material en el socialismo futuro. Los pueblos del comunismo primitivo suelen carecer de lo que nosotros conocemos como “privacidad”. Las sociedades clánicas viven en casas comunales en las cuales no existe la noción de espacio privado, las parejas suelen tener relaciones sexuales sin preocuparse por ser observados y nadie se escandaliza por ello. Tampoco existe vergüenza ante la desnudez propia o ajena. Por ejemplo:
“La [mujer] papú de Nueva Guinea no se avergüenza de su desnudez, pero […] enrojece, presa de infinita turbación, si alguien la ve sin el trozo de tela que pende de la cabeza de cada una de las habitantes de la aldea que observe las conveniencias. Habitantes de diversas tribus africanas y sudamericanas que se pasean dignamente completamente desnudos, se avergüenzan enormemente si alguien los ve comiendo [quizá porque el acto de comer es algo que debe hacerse en colectivo]”.13
Pero con la instauración del socialismo moderno la noción de privacidad de las sociedades civilizadas no desaparecerá. La necesidad subjetiva de privacidad es resultado, en última instancia, de la propiedad. El socialismo moderno pretende socializar los medios de producción para asegurar un creciente acceso universal a los medios de consumo, por tanto, es previsible que la necesidad subjetiva de tener un espacio íntimo no sólo no desaparecerá, sino que será el polo opuesto y necesario de la producción colectiva de medios de consumo accesibles para todos.
Género, crianza y clases sociales
Como señaló Engels, el surgimiento de la propiedad privada fue la gran derrota histórica del género femenino. Cuando la producción de excedentes fue considerable, cuando creció la importancia económica de los primeros rebaños, cuando la guerra se convirtió en una actividad importante; la mujer fue derribada del pedestal de respeto que había tenido durante toda la historia de la humanidad y su rol fue reduciéndose a garantizar la sucesión de la herencia y su papel económico se redujo a la tareas domésticas. No es casual que “famulus” signifique, en latín, esclavo o sirviente y la palabra cónyuge provenga del yugo que se les ponía en el cuello a los esclavos. La familia nació junto a la esclavitud.
¿Qué consecuencias trajo esto en la cuesión de género y en la crianza de los niños? A groso modo podemos decir que no sólo se minó las formas de filiación (matrilinealidad) y localidad (matrilocalidad) que habían existido durante tiempos inmemoriales —para ,en su lugar, imponerse el derecho paterno—, sino que al peso del embarazo, porteo y lactancia que naturalmente habían estado centradas en la mujer se le sumó la loza de la esclavitud doméstica con su infinidad de tareas, mismas que antes eran absorbidas de forma natural por el clan o la tribu. La mujer se convirtió en esclava del hogar y los niños sujetos testamentarios o simple fuerza de trabajo. Engels afirmó que la propiedad privada lleva consigo “la dependencia de la mujer respecto del hombre y la dependencia de los hijos respecto de los padres”.14
Con la agricultura y la ganadería surgieron alternativas a la leche materna y el destete tendió a adelantarse unos dos años, ya que hubo presiones económicas para separar a la madre y al hijo. La agricultura intensiva era un trabajo que no se compatibilizaba con el porteo y una lactancia prolongada. Paradójicamente el crecimiento poblacional que trajo el nacimiento de la vida urbana y las sociedades estatales se dio al mismo tiempo que aumentaron las horas de trabajo y disminuyó la salud percápita del campesinado en comparación con la salud de los cazadores recolectores. Aunque a largo plazo el surgimiento de la civilización fue un hecho progresista en la cultura, la división del trabajo y el impulso a las fuerzas productivas, el proceso no fue lineal y parece ser que el nivel de vida de la mayor parte de la población no mejoró con respecto a los niveles precedentes. Fue un crecimiento cuantitativo (del número de habitantes) pero cualitativamente sólo la naciente clase dominante se benefició cualitativamente (en su nivel de vida) y pudo gozar de los frutos de la cultura. Engels escribió que la sociedad de clases “no ha sido nunca más que el desarrollo de una ínfima minoría a expensas de la gran mayoría de los explotados y oprimidos; y eso es hoy más que nunca”.15
La guerra permanente, unas veces latente y otras abierta, que trajo la propiedad privada, la división social que abrió la lucha de clases y las guerras internas y externas, normalizó la violencia y con ésta el papel de la fuerza bruta y el uso de las armas. Todo ello contribuyó a centrar el poder en el varón propietario y relegar aún más a las mujeres, sobre todo de las clases explotadas —las mujeres de la clase dominante podían ejercer su existencia socialmente inútil con la explotación del trabajo doméstico de sus esclavas—. El trato a los niños no podía más que resentir ese cambio en la vida social. El castigo físico se hizo costumbre. En la Grecia prehistórica, por ejemplo, los niños deambulaban sin restricciones pero ya en la época espartana ya cualquiera podía pegarle a los niños.16 En sus apuntes sobre Morgan, Marx escribió que la familia “es la miniatura de todos los antagonismos que se despliegan posteriormente en la sociedad y su Estado”.17
Esclavitud doméstica en el capitalismo
El capitalismo tiende a perpetuar e incluso reforzar esta esclavitud retirando a la mujer todo el respaldo social. Sólo la presión “extraeconómica” de la organización de los trabajadores y su lucha arranca de vez en vez conquistas sociales, que luego vuelven a erosionarse e incluso derrumbarse dentro de los marcos capitalistas. La opresión de género es funcional al capitalismo porque carga sobre el precio de la fuerza de trabajo (el salario) el costo de su propia reproducción. Reduce o elimina el salario indirecto que representan servicios estatales como guarderías, lavanderías, comedores públicos, servicios médicos, casas para ancianos, etcétera. Cuidados que se cargan sobre los hombros de las amas de casa y que se pagan con el salario. En este contexto, dentro del marco de la esclavitud capitalista, la maternidad degenera en una labor degradada socialmente. Una labor que impone muchas penas y dificultades a la mujer trabajadora. Con falta de apoyos materiales, emocionales y psicológicos para padres e hijos.
Con la revolución industrial la fuerza muscular en el trabajo fue perdiendo importancia conforme las máquinas iban perfeccionándose. Marx escribió:
“El trabajo de la mujer y el niño fue, por tanto, el primer grito de la aplicación capitalista de la maquinaria. De este modo, aquel instrumento gigantesco creado para eliminar trabajo y obreros, se convertía inmediatamente en medio de multiplicación del número de asalariados, colocando a todos los miembros de la familia obrera, sin distinción de edad ni sexo, bajo la dependencia inmediata del capital. Los trabajos forzados al servicio del capitalista vinieron a invadir y usurpar, no sólo el lugar reservado a los juegos infantiles, sino también el puesto del trabajo libre dentro de la esfera doméstica y, a romper con las barreras morales, invadiendo la órbita reservada incluso al mismo hogar”.18
Lactancia artificial
Con el reforzamiento de este proceso en el periodo de las dos guerras mundiales —en donde las mujeres se integraron masivamente, ante la falta de mano de obra masculina, a la gran industria— se creó un mercado de productos para adelantar el destete e incluso intentar sustituir por completo a la leche materna.
La fórmula láctea, creada a finales del siglo XIX, y productos como las papillas Gerber se introdujeron a fuerza de la mercadotecnia con el objetivo de “liberar” a la fuerza de trabajo femenina de la carga del amamantamiento, sólo para encadenarla mejor al yugo del burgués. Esto trajo, entre otras cosas, una epidemia de obesidad infantil, con bebés malnutridos, con fórmulas lácteas que no han podido sustituir el valor nutricional de la leche materna. Ésta última contiene más de mil proteínas y muchos médicos la consideran un organismo vivo que se adapta a las necesidades del lactante de manera dinámica. La leche de fórmula es poco más que leche de vaca deshidratada, cuyas proteínas son de difícil digestión y se convierten en grasa cuando se metabolizan. La inmensa mayoría de los componentes de la lecha materna no han podido ser sintetizados y otros ni siquiera han sido identificados plenamente. Después de la segunda guerra mundial, la campaña de mercadotecnia fue tan lejos que incluso presumía la superioridad de la lecha de fórmula. Actualmente, las instituciones de salud han tratado de revertir esa nociva tendencia promoviendo la lactancia materna, sin embargo, se trata de una campaña hipócrita que pone la responsabilidad de la lactancia en las mujeres en lo individual, sin ofrecer alternativas a la mujer trabajadora. El establecimiento de la lactancia es una batalla muy dura de las madres de la clase trabajadora en el capitalismo, dada la falta de tiempo, guarderías, flexibilidad en las jornadas de trabajo, información, etcétera. La mujer trabajadora carga sobre sus espaldas toda una serie de culpas y complejos impuestos por un sistema hostil a la lactancia y a las madres trabajadoras en general.
Por supuesto que la integración de las mujeres a las filas de la clase obrera industrial fue un proceso enormemente revolucionario al sustraer a las mujeres obreras del estrecho espacio doméstico, integrarlas junto a los hombres como fuerza de trabajo y potenciales sindicalistas y huelguistas. Luchas en donde los prejuicios de género tienden a romperse al calor del movimiento. Pero, bajo el capitalismo, esta integración se dio bajo muchas contradicciones, especialmente multiplicando la opresión de la mujer como trabajadora y esclava del hogar. Engels escribió: “esto demuestra que la emancipación de la mujer y su igualdad de condición con el hombre, son y seguirán siendo imposibles mientras permanezca excluída del trabajo productivo social y confinada dentro del trabajo privado doméstico”.19
El parto en el capitalismo
En la sociedad capitalista las salas de parto disponibles para la mayoría de la población se parecen mucho a una cadena de montaje. No sólo se trata de una forma de administrar, sino que parecen reproducir los métodos fordistas-tayloristas aplicados en la producción de futura fuerza de trabajo. Es una forma muy adecuada de ahorrar recursos en sistemas de salud desmantelados y asfixiados financieramente. El sistema de salud público no se sustrae al ambiente que impera en la sociedad, sobre todo en tiempos de desmantelamiento del llamado estado de bienestar. Mujeres parturientas dispuestas en hileras —cuando alcanzan cama y no dan a luz en la sala de espera—, inyectadas sin necesidad con hormonas para acelerar el parto, muchas veces violentadas con tactos innecesarios y/o usadas como maniquíes de práctica por médicos y pasantes, víctimas de cesáreas sin consentimiento que pudieron evitarse o de abuso psicológico u otras formas de violencia obstétrica por personal desensibilizado por saturación de trabajo y falta de capacitación más allá de la técnica. No es que no existan buenos médicos, enfermeras o parteras, es que el sistema a destajo es en sí deshumanizante y muestra su cara más cruenta con las madres y los bebés. El parto respetuoso (de los tiempos, procesos y preferencias de la madre) es sólo accesible a quien puede pagarlo.
Una cadena de montaje homogeniza al máximo la labor de la fuerza de trabajo. La posición supina o en semicúbito —es decir con la parturienta en horizontal y con las piernas hacia arriba— parece ser el equivalente en el parto, al favorecer las maniobras y el acceso del médico al abdomen de la mujer, aunque provoca mayor sufimiento (a la madre y al bebé) y tiende a retrasar las contracciones. En la mayoría de sociedades anteriores al capitalismo lo normal fue que la mujer diera a luz en diversas variantes en vertical: en cuclillas, de rodillas, de pie, sentada. Así, por ejemplo, existen imágenes prehispánicas de la diosa Azteca Tlazoltéotl o de la Pachamama Inca dando a luz de cuclillas. No es de sorprender, pues esta posición favorece la dilatación y el parto por simple gravedad. No fue sino hasta el siglo XVII que los médicos comenzaron a imponer el parto horizontal, para poder utilizar de mejor manera el nuevo aparato de moda: el fórceps. Fue el médico de la corte francesa, Francois Mariceau, quien impuso en la corte esta moda, que luego se extendió otras cortes europeas y al resto del mundo occidental. También contribuyó un retorcido fetiche del rey Luis XIV de Francia (llamado el “Rey sol”) quien ordenó que María Teresa diera a luz recostada para poder mirar el parto. Actualmente la OMS recomienda que la mujer decida la posición en la que desea dar a luz, aunque estas recomendaciones son sólo accesibles a quien puede pagar un servicio privado pues en el sector público sigue imperando la producción en serie.
Aborto y capitalismo
En las sociedades donde no existen métodos anticonceptivos eficaces la maternidad se impone como un hecho de la naturaleza, pero incluso hoy —donde la sociedad capitalista oferta una amplia variedad de métodos anticonceptivos— el mercado no garantiza accesibilidad para la mayoría. Las mercancías en el capitalismo no existen fundamentalmente para satisfacer necesidades sino para obtener ganancias. La desigualdad y las diferencias de clase, la poca inversión en salud y educación, el peso de prejuicios religiosos, etcétera, influyen enormemente en eso que la propaganda llama “planificación familiar”. Lo cierto es que sin economía planificada, la planificación familiar es un privilegio privado muy estrecho —que sólo considera en control de natalidad— y no un derecho realmente existente. Según un estudio de 2016, en México sólo el 56% de mujeres tienen acceso a métodos anticonceptivos modernos, en Colombia el 50%, en Brasil el 44%, en Chile el 32% y en Argentina el 17%.20
Es una vergüenza y una condena a la sociedad capitalista que en pleno siglo XXI sólo el 36% de las mujeres en el mundo viven en países donde el aborto puede realizarse a solicitud de las mujeres sin más restricción legal que el concentimiento.21 Allí donde es un derecho ha sido sólo por la acción de masas de las mujeres y no debido a la “mano invisible del mercado”. Según la OMS cada año se realizan 20 millones de abortos inseguros y cada año mueren por esta causa 68 mil mujeres y entre 2 a 7 millones sufren complicaciones graves. En contraste, fue sólo gracias a la Revolución rusa que la mujer logró, por primera vez en la historia, el derecho al aborto, saltando desde la barbarie medieval a la vanguardia en muchos temas, incluyendo la cuestión de género. Con el triunfo de los bolcheviques se eliminó el concepto de hijos ilegítimos, se barrió con toda traba al divorcio y fue el primer país del siglo XX donde mujeres como Alejandra Kollontai o Nadezhda Krúpskaya ocuparon altas responsabilidades de gobierno. Trotsky escribió:
“La revolución de octubre cumplió honradamente su palabra en lo que respecta a la mujer. El nuevo régimen no se contentó con darle los mismos derechos jurídicos y políticos que al hombre, sino que hizo —lo que es mucho más— todo lo que podía, y todo caso, infinitamente más que cualquier otro régimen para darle acceso a todos los dominios culturales y económicos”.22
La contrarrevolución estalinista barrió con muchas de estas conquistas: en 1934 la prostitución y la homosexualidad fueron declarados crímenes graves con penas de hasta 10 años de prisión y en 1936 fue abolido el aborto legal (no fue legalizado sino hasta 1953, después de la muerte del tirano). El estalinismo emprendió una campaña para el retorno de las mujeres a la esclavitud doméstica bajo la consigna de “las mieles de la maternidad”. Pero la economía planificada permitió que a mediados de la década de los cincuenta —según datos de la propia ONU— el 74% de las mujeres participaran en la fuerza laboral mientras que en esos años en Gran Bretaña esta tasa era de apenas 49%, en Francia el 43% o en España el 27%. Aunque es cierto que la fuerza laboral femenina se concentraba mayormente en trabajos de “cuidado” como sanidad (85%), alimentación pública (83%) o educación (67%); era relativamente alta en sectores como industria (45%). Los trabajadores podían jubilarse a los 55 años de edad, existía reducción de la jornada laboral de las mujeres embarazadas con salario íntegro, 56 días libres antes y después del parto. En 1970 se prohibió el trabajo nocturno y subterráneo para las mujeres. Si en 1927 sólo el 28% de las mujeres integraban la educación superior, para 1970 era ya el 49%. La esperanza de vida femenina se duplico a los 74 años y la mortalidad infantil descendió un 90%.
Violencia contra mujeres y niños, el socialismo la única salida
En una sociedad de donde emana frustración, rencor, furia, odio, es más fácil descargarse en los más vulnerables. El que paga manda. Difícilmente se le puede gritar a un “superior” en el trabajo pero es más fácil maltratar y desahogarte con un menor de edad o con tus dependientes económicos sin repercusiones y así sentir que se recupera algo de control y poder. Una sociedad que idolatra el poder del dinero y que mercantiliza la fuerza del trabajo también victimizará y comercializará a los más indefensos. Por eso, en un sistema decadente, son los niños y las mujeres esclavizadas en el hogar los primeros en ser víctimas de la barbarie, pues son vistos como objetos, propiedades, “peras de box” para desahogar la ira. No es casual que en México mueran a diario más de 10 mujeres y 3 niños a causa de la violencia, siendo México el primer lugar en violencia infantil de la OCDE.23 Sin duda, cómo se trata a los niños nos dice cómo es la sociedad.
Con una profunda audacia de pensamiento Fourier vaticinó que el comunismo garantizaría la emancipación de la mujer, la desaparición de la familia y la educación colectiva de los niños. Lenin escribió que “la mujer está ahogada, embrutecida y humillada por las ínfimas ocupaciones de la vida doméstica, que la condenan a la cocina y al cuidado de los niños dispersando sus fuerzas en un trabajo improductivo, penoso, agotador hasta el máximo. La verdadera emancipación de la mujer, el auténtico comunismo, no empezará realmente hasta que se emprenda una lucha masiva contra esas obligaciones de la vida doméstica, o más exactamente: cuando se aborde la transformación de esta vida en una gran empresa socialista”. Mientras algunas —con la consigna de salario para las amas de casa— feministas como Federicci proponen que la mujer siga encerrada en el hogar, los marxistas proponemos lo contrario: extinguir la familia burguesa a través de la socialización al máximo de las odiosas tareas del hogar. Sólo así hombres y mujeres podrán dedicarse de forma multidimensional a la vida productiva, política y cultural.
Los cimientos materiales para una verdadera equidad de género pasan por socializar el trabajo doméstico. Pero esto es imposible bajo el capitalismo. En realidad, el capitalismo es hostil a los niños (como mal necesario para reponer la fuerza de trabajo), a la lactancia se le ve como (una pérdida de tiempo para la explotación) y, en general, a la crianza de los niños. Con una economía planificada bajo control democrático de los trabajadores la producción se gestionará en beneficio de la población, impulsando todo un sistema de guarderías, lavanderías, casas cuna, casas para ancianos, hospitales, comedores públicos, etcétera.
Aunque sostenemos que una auténtica liberación de las mujeres y una sociedad digna para los niños sólo son posibles eliminando el capitalismo, la conquista de una sociedad mejor pasa necesariamente por luchar ahora mismo por reformas favorables a las mujeres de la clase trabajadora y nuestros hijos. Los marxistas no llamamos a posponer el anhelo de justicia hasta la instauración del socialismo, sino a luchar aquí y ahora contra la opresión como único medio para que nuestra clase cobre conciencia de su tarea histórica, y puede dejar ser sólo una “clase en sí” para ser “una clase para sí”.
La lucha por el socialismo es inseparable de la lucha contra toda injusticia y opresión. Por ello la clase obrera y el pueblo debemos levantar una serie de demandas transicionales tales como guarderías públicas y dignas, horarios para lactancia dentro de la jornada laboral, permisos de maternidad y que estas medidas sean extensivas a toda la clase trabajadora. Las organizaciones de los trabajadores, como los sindicatos y partidos de izquierda, deberían luchar desde ahora por enarbolar y conquistar esas demandas a través de la movilización en las calles de nuestra propia clase, y los trabajadores con conciencia de clase organizarnos para que así sea. Sólo a través de esta lucha viva, los trabajadores llegaremos a la conclusión de que el capitalismo en sí es el problema y el socialismo la alternativa.
El socialismo será, de cierta forma, un retorno a la socialización de la vida doméstica de las sociedades del comunismo primitivo, pero a un nivel infinitamente superior en cuanto a técnica, conocimientos, población, etcétera. Hombres y mujeres tendrán derecho a incapacidad por maternidad/paternidad antes y después del parto para ejercer su derecho a ser padres y vincularse con los hijos y como pareja nueva. Los hijos no estarán ligados a sus padres más que por lazos de afecto, el dinero e interés ya no jugarán ningún papel en controlar a las personas. Las madres que no puedan o decidan no amamantar tendrán a su disposición bancos de leche y contarán con toda clase de apoyos sociales, médicos, psicológicos, etcétera. Ser madre será una decisión y nunca más una imposición, pues el aborto será legal y gratuito; la mujer decidirá cómo y dónde dar a luz, respetando sus procesos y a través de decisiones informadas.
Muchas parejas de padres trabajadores han experimentado —nos incluimos— la sensación de que para criar un niño en un marco de respeto, tolerancia y armonía se requiere una tribu entera. El socialismo será, de cierta forma, un retorno a la socialización de la vida doméstica de las sociedades del comunismo primitivo, pero a un nivel infinitamente superior en cuanto a técnica, conocimientos, población, etcétera. La opresión de la mujer, el abuso a todos los niveles de los niños, la existencia de la familia burguesa, son fenómenos tan bárbaros y antinaturales como lo es la propiedad privada de los medios de producción. Terminamos con las palabras de Engels respecto al futuro socialista de la humanidad y la familia:
“Pero: ¿Qué vendrá después? Eso se decidirá cuando haya crecido una nueva generación que en su vida se haya encontrado en el caso de comprar a costa de dinero, ni con ayuda de ninguna otra fuerza social, el abandono de una mujer; y una generación de mujeres que nunca se hayan visto en el caso de entregarse a un hombre en virtud de otras consideraciones que el amor real, ni de rehusar entregarse a su amante por miedo a las consecuencias económicas de este abandono. Y cuando hayan venido esas gentes, se burlarán de cuanto se hubiese pensado acerca de lo que habrían de hacer; se dictarán a sí mismos su propia conducta, y crearán una opinión pública de acuerdo a ella para juzgar la conducta de cada uno —¡Y todo quedará dicho—.”24
13 Citado en: Shinkin, A. F. Ética marxista, México, Grijalva, 1966, p. 37.
14 Engels, Principios de comunismo, Moscú, Progreso, 1976, p. 96.
15 Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, México, Editores mexicanos unidos, 1988, p. 111.
16 Diamond, Jared; El mundo hasta ayer, México, Debate, 2013, p. 229.
17 Marx, Karl; Escritos sobre la comunidad ancestral, Bolivia, Fondo Editorial y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional, 2015 p. 282.
18Marx, El Capital, Tomo I, México, FCE, 2001, pp. 323-324.
19 Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, México, Editores mexicanos unidos, 1988, p. 186.
20 “Barómetro latinoamericano sobre el acceso de las mujeres a los anticonceptivos modernos”, International planned Parenthood Federation, septiembre 2016.
El 9 de Marzo, Alan Woods fue entrevistado en el programa Jugada Crítica de TeleSur sobre la lucha contra la opresión de la mujer y su relación con la lucha contra el capitalismo. Aquí puedes ver el video completo del programa.
¿Por qué hablar de la opresión de la mujer en el capitalismo?
La opresión de la mujer bajo el capitalismo se ha vuelto una situación insostenible sobre todo para los diferentes países de Latinoamérica. Movilizaciones multitudinarias desde Estados Unidos hasta Argentina han sacudido la conciencia de trabajadoras y trabajadores que buscan una alternativa contra el régimen de podredumbre. En México la violencia hacia la mujer es una realidad cruda que vivimos a diario, desde el acoso callejero hasta los feminicidios. Del 2016 al 2017 se reportaron 4 violaciones cada hora, de los 12 feminicidios que ocurren a diario en Latinoamérica, 7 ocurren en México, al menos el 68% de las mujeres en nuestro país han sufrido algún tipo de violencia.
De acuerdo con el INEGI el 51.4% de la población total en nuestro país son mujeres, la tasa de participación femenina tan solo llega al 44.6 %. La brecha salarial es del 18.1 % de diferenciación de hombres y mujeres. Durante 2015, el valor económico del trabajo no remunerado doméstico y de cuidados alcanzó un nivel equivalente a 4.4 billones de pesos, lo que representó el 24.2% del PIB del país, de esta participación las mujeres aportaron 18 puntos y los hombres 6.2 puntos. [note]INEGI.[/note]
August Bebel -dirigente socialdemócrata alemán- conceptualizaba el trabajo doméstico como servidumbre moderna, y es que este se relaciona directamente con la opresión del género femenino en el transcurso de la historia. Sin embargo, la explicación sobre la opresión de la mujer se encuentra en el mismo sitio que la opresión de los trabajadores en el mundo y, de hecho, tiene una relación directa: el modo de producción capitalista.
En el movimiento feminista hemos visto avanzar posiciones deformadas, que lejos de explicar y poner piso firme a los debates sobre la explotación de la mujer, lo polariza y legitima posiciones de la burguesía. Desde el feminismo socialdemócrata al feminismo radical, estas medidas lejos de dar herramientas para la liberación de la mujer se vuelven reaccionarias para la lucha, en el contexto de la actual crisis del capitalismo donde el oprobio hacia la mujer es uno de los más crudos que se han observado desde la época medieval o el oscurantismo. Estas posiciones y consignas, lejos de elevar el nivel de conciencia para la lucha por la emancipación de la mujer y de los trabajadores, la rebajan y obstruyen su desarrollo.
El presente documento pretende abonar al debate y a la reflexión, así como trazar paso a paso el camino que nos lleve de manera correcta a la lucha en las calles por la liberación de los oprimidos del mundo. Sabemos que el camino es difícil pero no por ello imposible, entender las causas, luchar contra el enemigo y organizarnos, es necesario en estos días de barbarie.
La naturaleza del trabajo
Engels expresa en su obra El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre que es “el trabajo el que ha creado al propio hombre”. Para Marx, es el trabajo en donde el hombre de manera genérica se crea a sí mismo, en donde proyecta su esencia, es decir es la actividad en donde queda materializada su humanidad. Sin embargo, bajo el modo de producción capitalista, el trabajo de los hombres lejos de ser una actividad reafirmadora la convierte en el medio de servidumbre de una clase sobre otra, el medio de la explotación del hombre por el hombre.
El uso de la fuerza de trabajo es el desgaste físico-mental que emplea toda persona para desarrollar una actividad. En este acto de apropiación del sujeto con la naturaleza, en su búsqueda por el control y ordenamiento del entorno en el que se rige, le ha llevado durante miles de años a perfeccionarse a sí mismo en esta actividad, en el capítulo 5 del capital -que retrata el proceso de valorización del trabajo Marx- retrata de perfecta manera la diferencia del trabajo del hombre y su capacidad para recrearse a sí mismo que al resto de las especies:
Concebimos el trabajo bajo una forma en la cual pertenece exclusivamente al hombre. Una araña ejecuta operaciones que recuerdan las del tejedor, y una abeja avergonzaría, por la construcción de las celdillas de su panal, a más de un maestro albañil. Pero lo que distingue ventajosamente al peor maestro albañil de la mejor abeja es que el primero ha modelado la celdilla en su cabeza antes de construirla en la cera. (Marx, Redit 2014)
En este párrafo se ejemplifica y se hace una analogía para explicar la diferencia del trabajo del hombre respecto a otras especies. Partimos del trabajo, una de las categorías fundamentales del materialismo histórico, para abordar concretamente el estudio de la opresión de la mujer
Antecedentes Históricos
A) Esclavismo
La opresión de la mujer es producto del desarrollo de las sociedades divididas en clase. Federico Engels en su obra El origen de la familia la propiedad privada y el Estado, desarrolla y describe como el desarrollo de este tipo de sociedades cambió los roles entre hombres y mujeres en la familia primitiva. Engels menciona “El derrocamiento del derecho materno produjo la derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo” (Engels, Redición 2010) El derecho materno consistía en que la descendencia y la repartición de los bienes se contaban por línea femenina, la primer medida fue la de abolir la poligamia y pasar a la monogamia, esto configuro de tal forma la familia al grado de volver esta institución el confinamiento de opresión de la mujer. Familia viene de famulus que quiere decir esclavo doméstico y la familia hace alusión al conjunto de esclavos domésticos, en otras palabras, entendemos que la configuración familiar es el núcleo del cual se produce y reproduce esta división de los sexos producto de la división de clase.
Una vez que la mujer quedó configurada en el nuevo esquema familiar y perdió potestad sobre el derecho materno también fue separada de la esfera de producción social para recluirse en la esfera particular del trabajo doméstico.
En el modo de producción esclavista -que fue el primer modo basado en la explotación que aparece en la historia- el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción se basaron en dos figuras: por una parte el esclavo quien es configurado como un instrumento objeto y no como un sujeto propio, y la figura del esclavista que es quien se configura como un ser libre cuya riqueza está basada en la acumulación de esclavos. El Estado esclavista dotó de personalidad (capacidad de ejercicio) únicamente a los amos mientras que los esclavos sin personalidad estaban sujetos al deseo y potestad del amo, este último no tenía ningún bien en posesión, incluso su vida pertenecía exclusivamente al esclavista.
El esclavismo alcanza su desarrollo en la configuración de la Grecia antigua y la Roma clásica; para obtener el dominio de los esclavos se forma un aparato de violencia, que incluye la coerción y dominación. Las formas en las que una persona podría volverse esclavo eran por nacimiento, a través de la herencia de deudas de sus padres o a lo largo de la vida si se contraían deudas, si se desertaba en la guerra o si se perdía la guerra.
La familia en la sociedad esclavista es de carácter individual como unidad económica de la propia sociedad, basada en la propia esclavitud doméstica, que encarna el papel de la mujer, estos dos elementos son claves para entender la trascendencia de esta concepción similar a través de distintos modos de producción. A pesar de que la condición natural de la mujer en la sociedad esclavista, es la de la servidumbre, podemos notar ciertas características a partir de la clase social a la que pertenece. Por ejemplo, en el caso de la clase esclavizada la relación hombre/mujer juega un papel homólogo de explotación sin ninguna oportunidad de derechos, o reafirmación como sujetos, mientras que dentro de la clase esclavista las mujeres únicamente jugaban el roll de portador o fuente para adquirir propiedad o parte del patrimonio de otra familia.
Con la consumación del matrimonio, parte de la propiedad de la familia de la cónyuge pasaba a propiedad del Pater familias (figura central de la familia en el caso de la cultura romana). Cuya única tarea era la de organizar el trabajo doméstico, incluyéndola con los esclavos, es decir su papel era el de la servidumbre central de la casa. Dentro de esta sociedad, el trabajo que recreaban los esclavos era lo que forjaba la riqueza sobre la base material del trabajo doméstico, ya que las mujeres, que confinadas a las tareas del hogar, no tenían tiempo de entrar en las otras esferas de la sociedad como la vida política, cultural y social.
A la par de la práctica de la monogamia, basada en condicionamientos económicos y que sólo fue impuesta y exigida a las mujeres, era lógico que aparecieran sus dos aditamentos complementarios: el adulterio y la prostitución. Esta última se convirtió en una institución a la que gran número de mujeres, tanto libres como esclavas, se vieron cercanas como única forma de subsistencia frente a la opresión que ejercía la sociedad esclavista. Fue precisamente, sobre la base de la prostitución, de donde salieron las únicas mujeres que llegaron a destacar en la política y la cultura de aquella época. Eso sucedió, por ejemplo, con las hetairas griegas, quienes lograron adquirir una independencia -que no pasó de ser muy relativa, puesto que no realizaban un trabajo productivo y tenían que depender de la venta de su cuerpo a un hombre-. Sin embargo, por el solo hecho “de que para convertirse en mujer fuese preciso antes hacerse hetaira, implicaba la condenación más severa de la familia ateniense” (Engels, El origen de la familia la propiedad privada y el Estado, Redición 2010). La carga moral que se tenía que pagar por liberarse de la explotación del seno del trabajo doméstico, y con ello el de transgredir de la esfera individual a la que fueron confinadas, para tener ciertas concesiones en la vida social, era el camino de la prostitución.
Entender que esta opresión de la mujer en el periodo esclavista responde a una razón única, la de clase, es importante. Son los esclavos (hombres y mujeres) en conjunto, quienes no tienen derecho alguno, incluso el reconocimiento de verse como seres y en cambio en la clase de los esclavistas la situación de la mujer es dispar a la de los hombres, no por el género fundamentalmente sino por el confinamiento de la vida pública a la domestica, por la propia segregación de la producción en la sociedad.
B) Feudalismo
La podredumbre de la sociedad esclavista y la caída del imperio romano fueron importantes para el surgimiento del Estado feudal. El término feudalismo, en su aspecto etimológico, deriva de la palabra latina foedus que significa alianza o juramento este modo de producción se caracteriza por la explotación económica llevada a cabo por una casta militar sobre una masa de campesinos sometidos a una serie de cargas (…) que les permiten el usufructo de la tierra que ocupan. [note](Annecchini, 2011)[/note] Es resultado de la relación de los germanos (y demás grupos bárbaros) con los romanos. Pese a que los grupos denominados bárbaros rechazaban algunas de las tradiciones romanas, algunas prevalecieron en el tiempo. Al paso de los territorios del antiguo imperio romano, se establecieron diversos reinos encargados por soldados, los que anteriormente eran campesinos libres volvieron a un estado de servidumbre (la de gleba), fueron hundidos en una relación de dependencia (vasallaje), a cambio de una llamada protección por la que pasaría la confiscación del trabajo de los campesinos o usufructo del trabajo agrícola (explotación ganadero-agrícola).
Bajo este nuevo sistema de producción la familia jugaba un papel importante ya que esta figura era necesaria para el cumplimiento de las tareas de la producción social. Por lo que el papel de la mujer dentro de la sociedad feudal contribuía a la producción. Cabe señalar que durante el primer periodo del feudalismo la producción de los siervos se limitaba a la esfera del valor de uso, ya que solo se producían bienes de subsistencia y para el confiscamiento del señor feudal, el mercado o intercambio vendría en otra etapa posterior.
En ese sentido el intercambio era limitado, la familia era, al mismo tiempo, el centro de la reproducción de la fuerza de trabajo y de la conformación del plus-producto, que era resultado de la renta traducida en productos que el siervo pagaba al señor feudal. Este pago no se efectuaba a título personal del campesino, sino como fruto de la economía familiar en la que participaban todos sus miembros.
Las relaciones entre campesinos en el terreno del trabajo, no distaba en nada en la relación hombre/mujer no obstante la relación social de las mujeres era infame por la influencia de la iglesia y el apoderamiento del señor feudal sobre los siervos. El derecho de pernada es un ejemplo de ello, otorgaba a los señores feudales la potestad de mantener relaciones sexuales con cualquier doncella, sierva de su feudo, que fuera a contraer matrimonio con uno de sus siervos (en América latina el derecho de pernada impregnaba una serie de prácticas de abuso y servidumbre sexual de los hacendados a las mujeres indígenas, campesinas, etc.). Dentro de la sociedad medieval se asumía que la mujer seguía sin el reconocimiento de capacidad como sujeto y necesitaba de la tutela de su marido o padre para relacionarse en el feudo, por lo que la mujer sierva dentro del feudo tenía que rendirles cuentas a dos señores su marido y el señor feudal.
Engels hace alusión al régimen escalonado de podredumbre que el sistema feudal perpetuaba en la sociedad:
Los siervos eran explotados hasta la última gota de sangre, los nobles se valían de todos los pretextos para imponer nuevos tributos y servicios a sus vasallos. En contra de todo lo estipulado aumentaban la servidumbre personal, los pechos, censos, laudemios, derechos en caso de muerte, tributos de domicilio, etc. (Engels, La Guerra de los campesinos en Alemania, 1850 reeditado 2011)
El campesino soportaba el peso integro de todo el edificio social: príncipes, funcionarios, nobleza, frailes, patricios y burgueses. El matrimonio o la muerte también eran requerimientos de tributo al señor feudal. Cuando quería mandaba encerrar a sus siervos en el calabozo donde los esperaba la tortura, con la misma seguridad que el juez de control les espera en nuestros días. Los mataba o los mandaba degollar cuando quería. Esta situación de infamia a los siervos y mujeres construyó tabique por tabique el camino que tuvo lugar a distintas rebeliones con la participación de siervos y de un sinfín de mujeres en las denominadas jacqueries (sublevaciones campesinas en Francia de 1358), otro tanto sucedió en Inglaterra con los lolardos o en la propia Alemania, país en donde las mujeres fueron las más acérrimas defensoras de las ideas de Tomás Münzer. Mientras que las situaciones de las mujeres de la clase del señorío feudal tenían derecho de títulos, la posesión era un derecho como miembro de la familia feudal, pese que tenía que regirse por el derecho paterno, las mujeres podían hacer acuerdos económicos en ausencia de su marido, sin embargo, la posesión de la familia del señorío a la que tenía acceso esas mujeres, también estaba fundada sobre la explotación de hombres y mujeres que formaban a los siervos.
La opresión de la mujer en el capitalismo un análisis necesario
En el periodo de la conformación de los burgos, a las afueras de los feudos en donde se acentuaron los pequeños talleres, y centros de comercio, grupos de mujeres y hombres huyendo de la opresión feudal entraban a ellos, en donde ambos tenían derechos producto de su participación en la producción. Sin embargo, una vez que las reformas para abolir la servidumbre de gleba y liberar la fuerza de trabajo llegó miles de hombres y mujeres sin un medio de trabajo o factor productivo como -lo era la tierra- tuvieron que verse en la situación de cruel explotación o pasaron a las filas del vagabundaje. Las barreras que limitaban las fuerzas productivas en el periodo feudal tuvieron que ser rotas para darle paso al sistema de producción capitalista, sin embargo, este sistema nace de las mismas entrañas del feudo, chorreando poros de sangre: el desarrollo de la división social del trabajo trajo consigo la aparición de nuevos oficios, esto unido al consiguiente auge del comercio, la acumulación de capitales y la existencia de una masa de hombres y mujeres desposeídas de medios de producción y cuyo único medio de subsistencia era la venta de su fuerza de trabajo, crearon las premisas necesarias para la aparición del capitalismo.
Bajo el capitalismo el trabajador queda atado de manos para satisfacer sus necesidades, incluso las de subsistencia, a la venta de su fuerza de trabajo, ya que es separado de todo instrumento de trabajo. En el capitalismo se clarifican como agua cristalina las contradicciones que hay en el trabajo social realizado por la mujer y el trabajo doméstico que la tiene en una situación de doble explotación. En el periodo en el que las jornadas alcanzaban las 12 a 14 horas la situación de la mujer se volvió insoportable. Como citaba Engels la paradoja de la mujer era que si quería contribuir a la vida de la producción social para obtener ingresos por ella misma, le era imposible asumir las tareas de la familia mientras que si cumplía estas tareas quedaba totalmente segregada de la vida social.
La familia se volvió a configurar a partir del modo de producción, puesto que en este nuevo ordenamiento las familias ya no eran necesarias como en el periodo anterior, estás se proletarizaron, la familia dejó de contar en el papel de la producción social y regresó a la esfera privada, junto con las tareas domésticas, además el papel de la familia proletaria giró en una nueva tarea: definir los límites de la participación en la producción social y de la reproducción de fuerza de trabajo. Sin embargo hay que aclarar una situación, entre la familia proletaria y la de la burguesía existe una brecha enorme, diferencias de clase que se acentúan y a su vez se esconden en un pase de manos. Son las familias de la burguesía las que están arraigadas sobre intereses económicos (transmisión de la propiedad como el matrimonio, intercambio de bienes, las relaciones personales incluso), las familias proletarias pese a que funcionan en el mismo sentido, la misma condición que hizo que el capitalismo los desposeyera de toda cosa que no sea su fuerza de trabajo, hace difícil que se consoliden bajo esta base económica, la de la propiedad privada, y si sucede, es marginal, comparada a la base en la que se sustenta la burguesía. Aunque en el terreno social las familias proletarias son las que producen y reproducen cada día la fuerza de trabajo necesaria para el capital.
El proletario carece de bienes. Sus relaciones con la mujer y con los hijos no tienen ya nada de común con las relaciones familiares burguesas, la producción industrial moderna, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en Alemania que en Norteamérica, borra en él todo carácter nacional. Las leyes, la moral, la religión son para él otros tantos prejuicios burgueses tras los que anidan otros tantos intereses de la burguesía. (Karl Marx, 1848 redicion 2014)
El capitalista necesita que la familia persista, necesita que cumpla su objetivo entorno a la fuerza de trabajo, como una herramienta de transmisión de valores burgueses, como constitutivos de la ideología de una clase sobre otra.
Antes del desarrollo del capitalismo la reproducción de fuerza de trabajo se veía en peligro por la incursión de las mujeres en las fábricas, por lo que las condiciones de miseria salarial y despidos a la mujer eran cotidianos. Con el desarrollo del capitalismo se crearon las bases materiales para la reincorporación de la mujer en la vida de la producción social, muchas de las tareas que se hacían en el hogar, bajo el desarrollo de las fuerzas productivas, se resolvían o se hacían más sencillas. Sin embargo, el tiempo libre resultado de esa disminución de trabajo era ocupado para el trabajo en la producción o en la concentración de la familia (fuerza de trabajo). Esto nos habla de que la mujer bajo el capitalismo, debe cumplir con dos jornadas de trabajo, la concerniente a la esfera de la producción y la del trabajo doméstico. De esta relación es el capitalista quien se enriquece: por una parte obtiene ganancias producto del trabajo y la extracción de plusvalía y por otro lado, garantiza la reproducción de fuerza de trabajo, condición necesaria para incrementar la explotación de la clase trabajadora en su conjunto, sin mencionar que la incorporación de la mujer trabajadora al mundo de la producción social trae consigo un abaratamiento de su fuerza de trabajo (justificante ideal para el remplazo de los trabajadores o el abaratamiento de su fuerza de trabajo) ya que se asume que si hay más participación en las familias en el trabajo y por ende crece la masa de fuerza de trabajo en búsqueda de empleo, entonces se desvaloriza su función esto a la par de lo que plantea Marx en El Capital:
Lo que determina el valor de la fuerza de trabajo y, por tanto, el nivel de ingresos salariales de la misma es el valor de las mercancías que son medios de vida necesarios para el sustento de la familia en su conjunto. (Marx, Redit 2014)
El capital depende y necesita de la explotación y segregación de la mujer para preservar su lugar, así como necesita la explotación de la clase trabajadora. La mujer trabajadora debe soportar esta doble explotación, ya que el trabajo doméstico se vuelve medular para la obtención de fuerza de trabajo. Sin la reposición de la fuerza de trabajo se mermaría y decaería el nivel de producción que el capital necesita para reproducirse y sobrevivir. En general es por las actividades y servicios que realiza la mujer en casa que se libera toda la fuerza de trabajo de los hombres en el proceso productivo. ¿Qué pasaría si la mujer no tuviera sobre sus espaldas esta tarea? De no recaer este trabajo sobre las espaldas de la mujer, el capital se vería obligado o reducir las horas de la jornada de trabajo de los hombres para poder cubrir las necesidades que requiere la reposición de la fuerza de trabajo, o bien, que se contara con la maquinaria y espacios que cumplieran estas tareas que faciliten la actividad productiva de los hombres. En ambos casos es necesaria la disminución de extracción de plusvalía por parte del capitalista ya que por la primera vía, se disminuye el tiempo de trabajo excedente del cual se apropia y eso implica un asunto de principios e intereses para la clase burguesa, con la otra necesita elevar el salario de los trabajadores para que puedan adquirir los medios necesarios para la reposición de su fuerza de trabajo, que implica la misma fórmula de reducir la extracción de plusvalor por parte del burgués.
El aumento de la crisis capitalista está en relación directa con la descomposición de la familia. Las horas que podría utilizar una mujer para ocuparlo en la vida política, cultural, social es utilizado para cumplir con la jornada de trabajo que no se valoriza como lo es la domestica. Las carencias que se tienen en el seno de la fuerza de trabajo perjudican directamente la conformación de las familias y también en última instancia la composición de estas. En periodos que necesita el capital expulsa a las mujeres de sus trabajos para devolverlas al hogar y en momentos de crisis también son ellas quienes asumen con facilidad un empleo por su capacidad de sobreexplotación y el salario tan bajo que tienen. La familia entonces saca a flote que el único interés que la mantiene es el del interés privado, como narra Engels en su obra La clase obrera en Inglaterra.” La familia de la moderna sociedad es disuelta, y en esta disolución se demuestra, justamente, que en el fondo no es el amor a la familia sino el interés privado, necesariamente conservado en la investida comunidad de bienes, el lazo que sostiene a la familia.”
Si regresamos al concepto primero que abordamos en este artículo, en donde se plantea que el trabajo es aquella actividad exclusiva del hombre como ser genérico y que es en realidad esta actividad parte del proceso del que se humaniza. A continuación abordaremos algunos conceptos que el feminismo ha querido utilizar para justificar la errónea idea de que la opresión de la mujer es la disputa de los sexos por sí mismos y no el producto de la relación de la lucha de clases, del conflicto antagónico entre el trabajo y el capital.
El trabajo no objetivado y la prostitución
Existe una relación dialéctica entre el trabajador y el objeto (medios de producción o instrumentos de trabajo) en el que se desarrolla la actividad central que es el trabajo. Sobre esta relación surge la objetivación. Marx explica que es el trabajo el que se objetiva (a través de los medios e instrumentos) mientras que es el objeto el que se elabora (bajo el proceso productivo), sin embargo, bajo el sistema capitalista el hombre no puede objetivar su trabajo, ya que no tiene en sus manos los objetos del trabajo, es decir le han apartado de los medios para poder objetivar su energía. Para realizarse, el trabajador debe de acudir a un capitalista, quien es dueño de los medios de producción, en donde pueda hacer uso de su capacidad productora y creadora. Más drásticamente un trabajo humano es aquel en donde el producto posee el dominio de su imaginación y la puede plasmar en un producto que forma parte de su existencia misma como ente creador, el capital separa al producto de esa cualidad independientemente de su sexo, de ser un ente creador lo convierte en un instrumento más.
El feminismo retrata el concepto de objetivación como un fenómeno exclusivo que afecta a mujeres y a causa del dominio de los hombres o de lo que algunas corrientes del feminismo llaman patriarcado. Sin embargo, es la objetivación la que se da en el seno del trabajo y la relación del sujeto con esta categoría. Es decir, podríamos afirmar que tanto hombres como mujeres de la clase trabajadora al ser apartados de los instrumentos para producir y desposeerlos de los medios de producción también quedan sin forma alguna de objetivar su trabajo como capacidad creadora.
Esta situación de la que miles de personas que conforman el ejército industrial de reserva lo plantean de distintas formas: por ejemplo, las mujeres bajo el capitalismo en donde su fuerza de trabajo no es valorada como la de los trabajadores, y su trabajo doméstico no produce valor en términos sociales, se configura el fenómeno de que la mujer debe verse a sí misma como un objeto (su cuerpo) del cual pueda obtener valores de cambio.
Alexandra Kollontai, en 1921, escribe precisamente sobre la prostitución y como combatirle, ella explica de manera puntual:
Cuando los salarios de una mujer son insuficientes para mantenerla viva, la venta de favores parece una posible ocupación complementaria. La moral hipócrita de la sociedad burguesa fomenta la prostitución por la estructura de su economía explotadora, mientras que al mismo tiempo cubre con desprecio a cualquier chica o mujer que es forzada a tomar este camino. (Kollontai, 1921)
La moral burguesa castiga la prostitución pero las relaciones sociales la fomentan, es la explotación y la condición de miseria en la que se deja a hombres y mujeres la que enarbola y hace que crezca esta situación a pasos agigantados. Mientras que en el periodo esclavista y el feudal el número de mujeres que incurrían en esta práctica era reducido, también vemos como la prostitución estaba ligada a las relaciones exclusivamente familiares, bajo el capitalismo la condición de explotación es tan brutal que la venta del cuerpo es considerada como una fuente para la adquisición de ingresos, ya que el sistema es incapaz de resolver estás problemáticas, al mismo tiempo la acusación moral del capitalismo señala a las mujeres, además de que las criminaliza. Es decir, en el capitalismo, la condición de la mujer se agrava a tal nivel que la prostitución va más allá de los límites que transgreden a la conformación familiar, como pudo serlo bajo el esclavismo o por la inserción a la vida social y bajo algunos gremios como en el periodo feudal, sino por la incapacidad de que las mujeres puedan objetivar su fuerza de trabajo en la relación del sujeto-objeto. Pues el capital ha mutilado el derecho de vida del fruto que edifica el trabajo sobre el proletariado.
Las raíces de la prostitución en este sistema están en la economía. La mujer, por un lado, está en una posición económicamente vulnerable y por el otro, condicionada por siglos de educación para esperar favores materiales de un hombre a cambio de favores sexuales – ya se den estos dentro o fuera de la atadura del matrimonio. Esta es la raíz del problema, esgrime Kollontai en los debates al calor del triunfo la revolución rusa.
La cosificación de la familia y el avasallaje de la mujer.
El concepto de cosificación es aquel que utilizó Marx para definir un proceso sobre las relaciones sociales de producción en la esfera del capital financiero. Según Marx en el capital productor de interés es donde la relación capitalista alcanza, su forma más externa y más fetichista. Para ello es necesario describir el proceso del capital industrial que tiene como fórmula : D-M…P…M´- D´ esta abstrae el proceso de producción industrial en donde un capitalista que tiene una inversión de dinero producto de la acumulación del capital (D) en la cual, necesita obtener de la esfera de circulación, fuerza de trabajo traducido a capital variable y medios de producción traducido a capital fijo, para comenzar el proceso de producción en donde las relaciones sociales de trabajo (el trabajador quien una vez que tiene empleo puede objetivar su trabajo y el capital una vez que cuenta con fuerza de trabajo espera obtener ganancia), participan de manera que se valorizan las mercancías creadas, en donde el fruto de esto lo conocemos como plusvalía (M´) y estas puedan venderse en el mercado (D´) de nueva cuenta, en la esfera de circulación.
De la extracción de plusvalía, que es el valor creado que se aparta del seno de sus productores, que son los proletarios, que se apropia el capitalista, y es utilizada por una parte para beneficio propio, otra para la renta que debe pagar por el trabajo elaborado y la otra destinada al capital financiero o bancos, del cual debe a su vez pagar un interés por el dinero prestado. El capital que produce interés, es quien le presta dinero al capitalista y por ello recibe una suma de dinero, (D-D´) de tal forma que se piensa que del dinero brota dinero, cuando en realidad ese interés es una parte que yace de la plusvalía que ha creado el trabajador y que le es despojada por el capitalista. En ese sentido la cosificación surge de la desaparición del proceso de las relaciones sociales (D-M-D´). La relación social entre capitalistas y trabajadores ha quedado reducida a la relación de una cosa consigo mismo al asumir que el excedente de D brota del propio dinero y no de la relación que hay en la producción.
Asumimos que la familia bajo el capitalismo aunque no cumple en su conjunto un papel en la producción social como lo era en el periodo feudal, si tiene una unidad económica relacionada determinantemente a este modo de producción, ya habíamos explicado anteriormente que una de las tareas de la familia es la de la producción y reproducción de fuerza de trabajo y que es sobre las espaldas de los trabajadores que recae la responsabilidad y gasto de esta misma. El capital no gasta en ello, incluso su tarea en ese aspecto, es la de mantenerla anclada a la superestructura (iglesia, escuelas, moral, leyes, cultura) que la encomienda de renovar de manera ideológica la permanencia de la familia.
En la actualidad en un matrimonio, los cónyuges deben trabajar para contribuir a los gastos familiares, esto produce un aumento en los ingresos, en ese mismo sentido también aumentan los gastos que se deben cubrir como pagar a alguien que haga las tareas del hogar, una lavadora, una secadora, una guardería, etc. Por ello no podemos decir que el trabajo doméstico es como un residuo del pasado sobre el avance del desarrollo del capitalismo, también es utópico creer que este puede desaparecer sobre la sombra del capitalismo, porque el trabajo doméstico constituye la unidad económica necesaria para la reproducción de la fuerza laboral y para el debilitamiento u obstaculización de la fuerza laboral de las mujeres en la sociedad.
El proceso de cosificación no se da directamente sobre la mujer, sino en las relaciones maritales dentro del capitalismo, en la célula que funda la familia, ya que el capitalismo fetichiza el proceso de producción mismo, en donde no asume el papel que deben cumplir las familias proletarias que producen y reponen los medios necesarios para liberar a la fuerza de trabajo. De manera indirecta, esto es determinante para la mujer. Hay que partir de la explicación de las diferencias de explotación sobre hombres y mujeres en el capitalismo, en primera instancia los trabajadores entraron a las fábricas como fuerza de trabajo libre rompiendo con el germen del modo feudal, en el caso de las mujeres no fue así. La relación entre la mujer y el capital se mide por la relación con el hombre y por consiguiente, a diferencia del trabajador masculino, la situación de la mujer no nace o desaparece en la división social del trabajo bajo el capitalismo. La mujer antes de ser trabajadora, es esposa: el lugar original y concreto de su opresión es el hogar y las relaciones que se establecen en él. La mujer tiene la obligación de cumplir con todas las obligaciones familiares, mientras que su papel productivo en la sociedad es secundario. (Militante, 2001)
La producción capitalista conmina a las trabajadoras directamente con políticas que intervienen en la esfera de la producción sobre las relaciones en el núcleo familiar: Hay momentos en donde el capital prohíbe o expulsa de los centros de trabajos a las mujeres que están en periodo de gestación pues esto implica para ellos, asumir mayores gastos en las relaciones laborales sin mencionar la disminución de productividad ,el grado de explotación y por ello un demerito en la extracción de plusvalía. En otros casos el Estado llega al grado de esterilizaciones forzadas o el polo opuesto en donde se prohíbe la práctica del aborto ya que en periodos, el capitalismo no puede darse el lujo de perder la fuerza de trabajo que solo llega a sus manos sin costo alguno o fomentar las bases que acentúan la crisis del desmoronamiento de la familia nuclear por sus contradicciones. Ocurre por otro lado, en los países imperialistas en donde el desarrollo de las fuerzas productivas es avanzado y al Estado le resulta más provechosa la plusvalía de las trabajadoras en la producción, en este caso la política es estimular a que se tengan hijos a cambio de estímulos económicos del propio gobierno aunque estas últimas, son concesiones que se fijan sobre las costillas de la explotación que ejercen los países imperialistas sobre los países semi coloniales.
A manera de Conclusión:
Como se ha explicado, la naturaleza del trabajo está en relación con el hombre como ser genérico y la naturaleza, fue este el acto el motor para la evolución del ser humano a través de la historia. Sin embargo, desde la existencia de las sociedades dividas en clases, el trabajo de mujeres y hombres se les ha arrebatado. Reduciendo la existencia de la sociedad como formas de explotación del hombre por el hombre. La mujer bajo este proceso no puede quedarse al margen, la opresión de la mujer en realidad esta remontada al surgimiento de las sociedades clasistas como se explicó.
La configuración de los distintos modos de producción señala las características elementales del papel de la familia, las leyes y la moral. Pero, siempre con respecto a las relaciones sociales de producción en las que se encuentra, de tal modo que la opresión a la mujer dentro de cada proceso histórico tuvo elementos específicos.
En el capitalismo la opresión de la mujer trabajadora es doble, por el confinamiento al trabajo doméstico para producción y reposición de la fuerza de trabajo y por otro lado por el grado de explotación a las que son sujetas por su situación de clase. La mujer trabajadora entonces debe cumplir bajo este sistema una doble jornada.
El valor de la fuerza de trabajo, se valoriza sobre los medios necesarios de subsistencia para la reposición de la fuerza de trabajo, el capitalista utiliza la entrada de la mujer en la producción para desvalorizar la fuerza de trabajo que se refleja en la caída de los salarios.
A diferencia del feminismo, el marxismo ofrece una salida científica y clara sobre el problema de la mujer, poder esgrimir el real y concreto problema que origina la opresión de la mujer y su desarrollo es lo que nos puede ayudar a resolver precisamente de fondo esta situación y conducir a la emancipación de la mujer. Las teorías feministas sean de la ola que sea, o bien, radical, cultural o el llamado socialista, son en el fondo lo mismo, una posición individual y reaccionaria que no ofrece la liberación de la mujer y del género humano. Si una teoría, planteamiento, supuesto o medida no ayuda a elevar el nivel de conciencia de los explotados o a llevarlos al camino de su liberación, entonces es sencilla y llanamente reaccionario. En ese sentido asumimos que el feminismo no puede homólogo del marxismo.
Solo el socialismo, que es esa etapa en donde quedarán abolidas las clases sociales y la propiedad privada, podrán sentar las bases para una sociedad igualitaria, en donde el trabajo doméstico que es la cuna de la servidumbre de la mujer no exista más, reemplazando esta esclavitud moderna para transferir las tareas de las mujeres a trabajadores asalariados fuera de la familia, a través de la creación de guarderías públicas, comedores públicos, etc. Entonces las mujeres en verdadera igualdad de condiciones podrán participar activamente en cada esfera de la sociedad. El germen del capitalismo como lo es la familia bajo el yugo de propiedad no tendrá razón de ser, las mujeres y hombres se relacionaran como consideren de manera libre por primera vez sobre sentimientos de amor y no sobre la hipocresía de la moral burguesa que justifica las relaciones de servidumbre entre las personas.
La familia y el Estado no pueden desaparecer de la noche a la mañana. La desaparición gradual de ambos en la transición a una sociedad sin clases, depende de la transformación de las condiciones materiales de existencia y por lo tanto, de la transformación de la manera de pensar de las personas y de relacionarse entre ellas. Finalmente, con la conquista de la superabundancia y la elevación del nivel cultural, las antiguas costumbres y la psicología esclavista se transformarán y con ellas las relaciones entre hombres y mujeres. Pero la condición previa es la transformación de las condiciones de vida. La reducción de la jornada laboral a su mínima expresión es una condición indispensable para la emancipación social. Los avances tecnológicos harán posible la virtual desaparición del trabajo doméstico: la base para la esclavitud de la mujer. Lo poco que quede del trabajo doméstico lo podrán compartir fácilmente todos los componentes de la familia. (Alan Woods)
No es suficiente describir la situación de la mujer, sino luchar en las calles, centros de trabajo y cada día en nuestros hogares, es necesario luchar contra todo tipo de desigualdad y discriminación que se den en el seno de nuestra sociedad. Pero hasta que no se erradique el origen de la opresión de la mujer, la esencia del problema seguirá sin resolver. La mujer sólo se liberará cuando el hombre sea libre. Es decir, cuando la humanidad comience a vivir una existencia verdaderamente humana. [/note]Alan Woods[/note]
Referencias
Alan Woods, A. M. (s.f.). El marxismo y la emancipación de la mujer. Londres: marxist.com.
Annecchini, N. B. (2011). El feudalismo: orígenes , desarollo y supervivencia de las estructuras.
Castro, C. J. (1987). La mujer en el camino de su emancipación. Contracanto .
Engels, F. (1850 reeditado 2011). La Guerra de los campesinos en Alemania. Marxist Archive.
Engels, F. (Redición 2010). El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Pensamiento Crítico .
Fernández, E. M. (2004). Introducción a la Historia de la Edad Media.
Karl Marx, F. E. (1848 redicion 2014). Manifiesto del Partido Comunista. Siglo XXI.
Kollontai, A. (1921). Sobre la prostitución y como combatirla. Marxist Archive.
Marx, K. (Redit 2014). El capital: Crítica de la economía política, tomo I. FCE.
Militante, E. (Noviembre de 2001). El comunismo y la Familia .
“En sus “Principios de economía política” dice John Stuart Mill: “Es discutible que todos los inventos mecánicos efectuados hasta el presente hayan aliviado la faena cotidiana de algún ser humano”. Pero no es éste, en modo alguno, el objetivo de la maquinaria empleada por el capital. Al igual que todo otro desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, la maquinaria debe abaratar las mercancías y reducir la parte de la jornada laboral que el obrero necesita para sí, prolongando, de esta suerte, la otra parte de la jornada de trabajo, la que el obrero cede gratuitamente al capitalista. Es un medio para la producción de plusvalor.” (Marx)
Bajo esta premisa que escribe Marx en El Capital, debemos analizar cómo ha sido el desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo y cómo estás han influenciado el cambio en las condiciones materiales y de vida de los trabajadores y más específicamente, como han intervenido en el desarrollo del papel de la mujer bajo el capitalismo.
El desarrollo de la sociedad humana está sujeto al modo de producción, lo que implica una etapa cualitativamente nueva de acuerdo con cada estadio social, gracias al desarrollo de la agricultura y la domesticación de los animales de trabajo, se forman las bases de la acumulación y con ello la propiedad privada. Con el continuo desarrollo de las fuerzas productivas, las relaciones de trabajo también fueron cambiando, donde el trabajo esclavo fue sustituido por el trabajo servil, y el trabajo servil por el trabajo asalariado dentro del capitalismo.
El modo de producción capitalista se diferencia de los anteriores por la extensión masiva del intercambio mercantil, donde inclusive tanto al hombre como a la mujer, se les concibe como mercancía, en su carácter de proletarios, pues ellos venden su fuerza de trabajo.
Con la revolución industrial, se sientan las bases del desarrollo del capitalismo, con el uso de máquinas y herramientas más avanzadas que permiten una producción más eficiente que la producción artesanal, sin embargo, la fuerza de trabajo humana sigue siendo necesaria para la operación de la maquinaria.
Toda maquinaria desarrollada se compone de tres partes fundamentales, el mecanismo motor, que es la fuerza impulsora del mecanismo, el mecanismo de transmisión, el que regula, convierte y transmite el impulso a la máquina-herramienta, la cual se apodera del objeto de trabajo y lo modifica de acuerdo a la necesidad requerida. Estás máquinas-herramientas, son idénticas a los aparatos o herramientas que se utilizan en la producción artesanal, pero ya no son herramientas impulsadas por el hombre, sino herramientas mecánicas, es decir, una vez que el mecanismo transmite el movimiento, la herramienta ejecuta las mismas acciones que antes efectuaba el obrero con herramientas análogas. Sin embargo, nada de esto cambia el hecho de que el hombre sigue siendo necesario para echar a andar las máquinas, lo que cambia son el número de instrumentos de trabajo con los que el hombre puede operar al mismo tiempo, ya que él, está limitado por sus funciones corporales y la máquina, puede ser diseñada para manipular cuantas herramientas sean necesarias en un mismo periodo de tiempo. De este modo el capital hace que el obrero trabaje con una máquina, que maneja por si misma sus herramientas, en vez de que trabaje con su propia herramienta, a su vez, al incorporar las fuerzas naturales y las ciencias de la naturaleza al proceso de producción, es evidente que la productividad del trabajo aumentará significativamente, además de que estas fuerzas pueden obtenerse sin un gasto mayor de trabajo, esto convierte a la maquinaria en capital constante, ósea que no crea ningún valor, sino que transfiere su valor al producto que fabrica.
Dentro del capitalismo, las máquinas pueden considerarse como medio para el abaratamiento del producto, pues no paga por el trabajo empleado, sino por el valor de la fuerza de trabajo empleada, entonces la maquinaria solo ahorrará dinero si el valor de esta es menor al valor de la fuerza de trabajo que reemplaza, solo será interesante para el capitalista si esta relación de fuerzas se mantiene invariable y es esta misma relación de fuerzas la que determina los costos de producción, sumado con la competencia en el ramo.
Como ya se describió previamente la maquinaria sustituye la fuerza muscular del ser humano, por la fuerza mecánica, por lo que poco a poco el desarrollo de la industria abrió sus puertas al empleo de obreros de escaza fuerza física o de desarrollo corporal incompleto, pero de miembros más ágiles, y fue así como inició el empleo infantil y femenino, sometiéndolos al trabajo asalariado y generando cambios en la estructura de la familia obrera. El valor de la fuerza de trabajo se determinaba por el tiempo de trabajo necesario para que un obrero pudiera mantener a su familia, pero al entrar la familia entera al mercado de trabajo, la maquinaria distribuye el valor de la fuerza de trabajo de un obrero entre su familia, por lo que, en consecuencia, se desvaloriza la fuerza de trabajo del obrero, de esta forma, la maquinaria, aumenta tanto el material humano de explotación, como el grado de explotación por el Capital. Esta nueva relación cambia el pre concepto del contrato entre el obrero y capitalista, sobre la base del intercambio de personas libres o propietarios independientes de mercancías, es decir uno como propietario del dinero y de los medios de producción y el otro como poseedor de la fuerza de trabajo, ahora el capital adquiere personas en un estado minoritario, lo que ocasiona que el obrero no solo tenga que vender su propia fuerza de trabajo, sino que ahora se ve forzado a vender a su mujer e hijos.
En el capitalismo, la familia tradicional constituye una unidad de consumo, además de ser el núcleo de socialización primaria, donde el padre representa la actividad económica y social, y la madre representa el centro afectivo, la seguridad emocional y la socialización, ósea se encarga de transmitir a los hijos los hábitos y costumbres de la moralidad imperante en ese momento, por lo tanto, tiene un papel muy importante en la reproducción de la ideología dominante. Es ahí donde radica uno de los puntos más importantes tanto para la emancipación de la mujer, como para la emancipación de la clase trabajadora.
Con la integración de la mujer al sector industrial, vemos dos fenómenos, la condición de la doble explotación y el desarrollo de la conciencia de clase.
La doble explotación se genera cuando la mujer se convierte en asalariada del gran capital y además debe realizar las tareas del hogar, rol que le fue impuesto a partir del desarrollo de la propiedad privada y que prevalece para beneficio de los capitalistas, pues ellos pueden pagar salarios más bajos que a los hombres, con el beneficio del trabajo gratuito que la mujer en su papel tradicional, aporta para la reproducción de la fuerza de trabajo. Es ahí donde la doble explotación subordina a la mujer, ante el hombre, de una forma económica, pues es él quien regularmente aporta más recursos al hogar, a pesar de que la mujer puede y desempeña labores idénticas a las de los hombres, tanto en la producción como bajo el capitalismo, esta recibe regularmente un salario más bajo, con respecto a la explotación doméstica, se refiere a la fuerza de trabajo, empleada en el hogar sin remuneración alguna, a pesar de que esta explotación fue establecida previa al capitalismo, esté se ha beneficiado de esta condición, a pesar de que el trabajo doméstico no aporta plusvalía directamente al capitalista, la mujer aporta bienes de uso que se producen en el hogar, alimentos, ropa limpia, etc., que son indispensables para que la fuerza de trabajo salga en buenas condiciones y satisfecho al mercado laboral.
La religión forma una parte importante de este proceso de sometimiento de las mujeres a la vida doméstica, pues de acuerdo con estas, la mujer fue creada para dar compañía, entretener y aliviar los pesares, lo cual ha lanzado a la mujer a la subordinación, en servicio del hombre, limitando su libertad de conocimiento y experiencia fuera del seno familiar, debido a las creencias religiosas. Lo cual en un principio fue una limitante para la participación de las mujeres en la actividad de la producción industrial.
El desarrollo de la conciencia de clase de las mujeres se da en el momento preciso en el que ellas pueden verse un poco liberadas de la opresión del hogar, a pesar de salir e involucrarse en el sistema explotación asalariada, esto les permitió ir adquiriendo una consciencia colectiva, les permitió darse cuenta de su importancia más allá del seno familiar, pudieron notar el potencial revolucionario que tienen, lo cual se vio reflejado en el inicio de algunas revoluciones que trascendieron en el mundo.
En una primera instancia, el trabajo industrial de la mujer, fue utilizado por el gran capital como instrumento para desvalorizar los salarios, pues basados en las leyes del libre mercado, la mano de obra femenina, era más barata que la masculina, por lo que la competencia por el trabajo, obligaba a los obreros a pedir salarios más bajos para poder conseguir un trabajo, de igual forma, la mujer no contaba con estructuras de organización como los hombres, así que los capitalistas se aprovechaban de esta situación para imponer peores condiciones laborales. De aquí parte que las organizaciones obreras se opusieran a la integración de la mujer al sector industrial, pues eran utilizadas para atacar las concesiones de los trabajadores. Sin embargo, con el paso del tiempo, fue imposible impedir que las mujeres también se organizaran en torno a organizaciones representantes de sus intereses de clase.
Podemos ver un ejemplo claro de esta situación, en la revolución rusa de 1917, donde todo comenzó un 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, cuando las mujeres del sector industrial hacían un llamado a sus compañeros de clase, para ir a la huelga general, acontecimiento que desencadeno una serie de sucesos que terminaron con la caía del Zar y con la formación del primer estado obrero del mundo. A pesar de la gran influencia que tuvieron las mujeres en el desarrollo de la revolución, Rusia era un país atrasado, en condiciones semi feudales, por lo que la gran industria se encontraba relegada solo a las grandes ciudades, de esta forma, la mayoría de las mujeres se encontraban aún inmersas en el trabajo campesino y doméstico. Fue una tarea muy ardua la que emprendió el gobierno bolchevique para la inclusión de las mujeres en el trabajo productivo, para esto debían romperse las barreras legales, morales y religiosas que impedían el pleno desarrollo de la mujer en la nueva sociedad, además de estas medidas, era necesario eliminar el lazo de la mujer al trabajo doméstico. Para esto, el poder bolchevique declaró, desde el primer momento, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, instauró el matrimonio y el divorcio libre, se construyeron comedores, lavanderías y guarderías comunitarias, para socializar las tareas domésticas, Lenin decía: “Son muy pocos los maridos, hasta entre los proletarios, que piensen en lo mucho que podrían aliviar el peso y las preocupaciones de la mujer, e incluso suprimirlos por completo, si quisieran ayudar ‘a la mujer en su trabajo’. No lo hacen, por considerarlo reñido con ‘el derecho y la dignidad del marido’. Este exige descanso y confort. La vida casera de la mujer es un sacrificio diario en miles de detalles nimios. El viejo derecho del marido a la dominación continúa subsistiendo en forma encubierta. Su esclava se venga de él objetivamente por esta situación, también en forma velada: el atraso de la mujer, su incomprensión de los ideales revolucionarios del marido debilitan el entusiasmo de éste y su decisión de luchar. Estos son los pequeños gusanos que corroen y minan las energías de modo imperceptible y lento, pero seguro.”
Con esta cita, se pretende explicar que, a pesar de que la incursión de la mujer en la gran industria tiene un carácter progresista y es un paso adelante en el proceso de la toma de consciencia de las mujeres hacia su emancipación, no es suficiente, pues las condiciones de explotación capitalista no pueden consentir su avance. Por ello que es necesario, implementar un nuevo sistema social, que permita el pleno desarrollo tanto de hombres como de mujeres en un ambiente de colectividad, es necesaria la organización de la mujer en un carácter de clase, que como lo hizo en octubre de 1917, pueda sentar las bases del desarrollo de la sociedad socialista, donde se eduquen a las nuevas generaciones con las fortalezas del trabajo colectivo y le permita liberarse de las ataduras del trabajo doméstico, donde todo el trabajo que genere sea remunerado y utilizado en beneficio del conjunto de la sociedad.