En una elección donde solo 51.5 % del padrón electoral se decidió a participar, el oficialismo ha conseguido una holgada victoria sobre la oposición, consiguiendo la mayoría de los votos que se movilizaron. Según el último escrutinio preliminar, con 90.36 % de las actas escrutadas a las 8pm de 01 de marzo, Nayib Bukele tendría una mayoría absoluta de casi 61 diputados afines a su gobierno, del total de 84 diputados del parlamento.
Solo con los curules obtenidos a través de su partido, Nueva Ideas (NI) tendría alrededor de 56 diputados, más los 5 del partido Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA). También logró quedarse con administración de la mayoría de consejos municipales del país. Lo que ha sucedido este 28F es algo histórico en elecciones libres y en la historia moderna del país, en tanto que ningún partido había conseguido una mayoría aplastante en el parlamento en las décadas posteriores al conflicto armado.
Los resultados de estas elecciones no son una sorpresa, son el producto de todo un proceso de desprestigio contra los partidos tradicionales iniciado desde antes de la llegada de Nayib Bukele a la presidencia y profundizado desde entonces. Con mucho tiempo de antelación, habíamos analizado las perspectivas del escenario que hoy se está desarrollando ante nuestros ojos: el gobierno lograría ganar mayoría en el parlamento, mientras el desprestigio de los partidos crecía frente a una izquierda electorera inoperante que no iba a levantar cabeza.
Un voto para la gobernabilidad del presidente
Quienes han votado a Bukele para darle esta absoluta libertad política ha sido la gente común y corriente, la mayoría perteneciente a la clase trabajadora y los sectores empobrecidos, le han votado para que hoy sí pueda gobernar sin obstáculos, pero esto no es en absoluto un pase libre para que haga lo que quiera. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y este enorme poder que ahora tiene en sus manos es bastante peligroso para Bukele, porque tendrá una presión tremenda para cumplir con las expectativas de sus votantes a corto y mediano plazo. Estas libertades pero también estas presiones son superiormente distintas a las que pudo tener cualquier otro partido en el gobierno antes y van a marcar el ritmo de los acontecimientos que se avecinan.
Bukele puede tener ahora mismo el control de casi todo el aparato del Estado y el respaldo mayoritario de la población, pero hay una serie de factores claves que le impedirán mantener esta estabilidad inmutablemente. Entre esos está algo bien importante: la situación económica mundial. La inversión extranjera directa es clave para poder generar una economía estable, que genere las condiciones económicas necesarias para ofrecer empleo, buenos salarios y captar impuestos para inversión social, que son parte de las necesidades urgentes de la población.
Esto ya se ha percibido, pues a casi dos años de la llegada de Bukele y a pesar que prometió que generaría millones de dólares de inversión extranjera, nada de eso ha ocurrido, los datos económicos contradicen este discurso maravilloso. Sin embargo, todo este tiempo hasta el 28F, a Bukele le funcionó trasladar la culpa a enemigos externos a su gobierno, principalmente a la Asamblea Legislativa hostil al pueblo que impedía que él pudiera recibir los recursos necesarios y le bloqueaba todo cuanto podía. Los constantes conflictos entre el Ejecutivo y el Legislativo alrededor de préstamos para inversión social, sobre todo los recursos para atender la pandemia, hicieron posible que la base electoral de Bukele se radicalizará para sacar a esos diputados de la Asamblea y colocar diputados que sí estarían dispuestos a trabajar con él de la mano.
Sin márgenes de maniobra
Ahora bien, a pesar de tener configurada una Asamblea Legislativa con mayoría de diputados y diputadas de Nuevas Ideas, para cumplir con las expectativas de los votantes el gobierno de Nayib Bukele necesita recursos. Pero conseguir recursos para elevar los niveles de vida de la clase trabajadora, en momentos de crisis tan complejas como la actual, es sumamente difícil desde la perspectiva capitalista. No precisamente porque no haya recursos y dinero, sino porque ese dinero se encuentra en las manos de las familias más acaudaladas del país, cuyos intereses Bukele no se atreverá a tocar ni en sus sueños, o al menos no será lo primero que buscará hacer.
Ante esto, una de las alternativas que Bukele puede utilizar es la deuda, sin embargo, esta opción tiene límites serios, y después de año y medio en el gobierno parece que la chequera de Bukele está a punto de agotarse. Durante la crisis sanitaria para paliar los efectos de la Covid-19, la deuda del país alcanzó niveles históricos arriba del 90% con respecto al PIB. Esto ocasionará que nuevos créditos sean cada vez más difíciles de conseguir y que además solo se consigan a niveles de interés elevados, esto a su vez generará problemas al sistema financiero nacional que afectaría, en primer lugar, a los grandes capitalistas y, en segundo lugar, a toda la población en general. Bajo esta perspectiva el endeudamiento debería ser una opción descartada, pero Nayib no se caracteriza precisamente por medir las consecuencias de sus actos y, en su afán de mantener la estabilidad de su régimen, podría entrar en conflicto con el capital nacional endeudando cada vez más al país sin importarle el caos financiero que sus acciones pudieran generar.
Otra de las alternativas, para generar recursos en un gobierno capitalista como el de Bukele es privatizar instituciones del Estado. De hecho, esta idea ya la ha dejado plasmada en su programa, con la propuesta de apertura de Asocios Público Privado o la aceptación de la propuesta que elaboró el FMLN en su gobierno de Zonas Económica Especiales (ZEE). Lo cual sin duda, representa una ofensiva capitalista radical que solo afectaría a la clase trabajadora, pues se trata de privatizar recursos y empresas estatales de servicios, tal como se hizo con las telecomunicaciones y el sistema previsional en el pasado, y la instalación de transnacionales como las Zonas Francas maquileras, que no han hecho más que explotar históricamente nuestra fuerza de trabajo pagando salarios de hambre.
Por otra parte, también puede implementar más impuestos y recortes del gasto social y estatal. El aumento del IVA no es descartable, por la firma de la carta de compromisos que el gobierno ha firmado con el Fondo Monetario Internacional que sugiere el aumento a los impuestos y recortes. Bukele hasta la fecha ha sido muy cauteloso de utilizar estas cartas, sabe que son muy impopulares y de haberlas impulsado en el pasado hubiera encontrado una oposición que las habría utilizado para hacer campaña en su contra, antes que por un interés real de defender los intereses de los desposeídos. Pero hoy ya no tiene esa oposición.
Se vea por donde se vea, el gobierno de Bukele aun controlando todas las instituciones del Estado, no tiene margen de maniobra y se verá en grandes aprietos para resolver las demandas de los trabajadores. Y ante esto, los sindicatos que se plegaron al gobierno tendrán que demostrar en la práctica su compromiso con la clase obrera, ahora no hay argumento alguno para no proponer, impulsar y luchar por reformas en favor de los trabajadores ¿lo harán?
Sin más excusas
La clase trabajadora no tiene un desarrollo de consciencia homogéneo, la mayoría de los trabajadores debido a sus condiciones de explotación suelen ser muy prácticos, ellos no votan pensando en términos abstractos como democracia, institucionalidad e independencia de poderes, etc., sino más bien votan en busca de que el gobierno que elijan les solucione sus problemas de manera efectiva, y los trabajadores que le han dado el voto a Bukele esperan estrictamente eso. La pandemia le ha dado un salvavidas a Bukele, el gobierno ha tenido millones de dólares para poder impulsar programas asistenciales concretos y a su vez ha sido astuto en demostrar que allí donde no ha podido avanzar más ha sido por culpa de los viejos legisladores, los que ya no estarán más.
A pesar del pragmatismo de la mayoría de personas de la clase trabajadora, ahora que se ha eliminado ese factor de “los mismos de siempre” de la ecuación comenzarán a razonar, tarde o temprano, que las cosas ahora sí tienen que empezar a cambiar. Algunos iluminados tratan de presentar a los votantes como personas que no razonan, simples ingenuos que no aprenden. Sin embargo, negar la posibilidad del cambio de consciencia de la gente que votó a Bukele, es negar que en el pasado dejaron de votar a ARENA y al FMLN para votar a otro partido diferente, por tanto, aquí la discusión no está en si cambiarán de opinión o no, sino más o menos cuando pasará y si habrá una alternativa revolucionaria para acumular ese descontento hacia un cambio radical de la sociedad.
Buscando otros culpables y… ¿más excusas?
Por otra parte, otros afirman que Bukele, aun con mayoría aplastante en la Asamblea, seguirá buscando otros culpables, otras excusas, y esto es cierto. Ha demostrado en la práctica que no conoce límites con tal de no asumir responsabilidades. Pero ¿la gente le seguirá creyendo? Es posible que durante un tiempo prudente sí, pero de nuevo la consciencia de las clases oprimidas no se mantendrá pasiva todo el tiempo, y esta estratagema de la victimización ya bastante usada empezará a desgastarse. Estamos seguros que la clase trabajadora en los primeros meses con estos cambios políticos tendrán una actitud muy paciente, una actitud de esperar, pero todo tiene un límite. Y a medida que la crisis del capitalismo se profundiza también las condiciones precarias de los trabajadores lo hacen. Por ejemplo, los precios de la canasta básica van en alza desde inicio del año y como consecuencia el salario tiende a devaluarse rápidamente, sumado a esto muchas empresas se están viendo obligadas a cerrar por la crisis y las oportunidades de empleo para una masa creciente de fuerza de trabajo se estancan año con año, las pensiones cada vez son más precarias, etc., etc.
Todos estos factores y otros más como las cientos de muertes por la pandemia, la exclusión, la desigualdad y los problemas de violencia, como la extorsión y la delincuencia, son un coctel explosivo que no tiene solución bajo el régimen capitalista y menos con un gobierno en las condiciones económicas actuales. La crisis estallará, no hay ningún argumento que contradiga esta perspectiva. Bukele adolece de las condiciones económicas óptimas para mantener la estabilidad, por tanto su gobierno está condenado al fracaso.
La pregunta es cuánto tiempo la clase trabajadora podrá tolerar que sus condiciones de vida no se resuelvan y, al contrario, reciba solamente ataques por parte del gobierno al que votaron con la ilusión de que hoy sí iba a ser diferente. Históricamente, hemos visto como la clase trabajadora pudo resistir el yugo de los gobiernos reaccionarios y opresivos de ARENA durante 20 años y luego 10 años del gobierno del FMLN, en esta experiencia acumulada podemos ver como los ciclos de cambio se reducen prácticamente a la mitad, esto nos da la pauta para trazar una perspectiva probable en la que la decepción y la búsqueda de una nueva alternativa sea en menos tiempo de lo que ocurrió con estos partidos. Hay una experiencia y una frustración acumulada, el vaso de la paciencia volverá a colmarse mientras siga recibiendo un flujo constante de ataques.
La historia no se desarrolla en línea recta sino de manera cíclica y contradictoria, puede haber avances graduales, lentos y otros muy rápidos, pero también hay períodos de estancamiento. Cada ciclo se repite, pero no en los mismos niveles, no es una repetición exacta sino superior, por ejemplo, a cada elección y cada traición corresponde un nivel de aprendizaje superior al del pasado, hay una acumulación de traiciones y frustraciones a partir de la participación electoral en el marco de la democracia burguesa, pero también hay acumulación de experiencia y lecciones.
Partiendo de las tradiciones revolucionarias de los salvadoreños, podemos atrevernos a afirmar que quizá antes de probar cambiar sus condiciones una vez más a través de un proceso electoral, pueden recurrir a métodos revolucionarios, la conclusión a la que pueden llegar es “hemos probado con X o Y partido una y otra vez y nada se resuelve por esta vía, estamos hartos ¿qué más podemos hacer, que otros métodos existen para hacer valer nuestro derechos?” De hecho, estos comentarios se pueden escuchar de vez en cuando en algunas personas desde ya, esta particularidad se puede volver una generalidad rápidamente a medida que el gobierno de Bukele vaya errando.
Sea cual sea el escenario, la juventud que va despertando a la vida política con ardientes deseos de transformar el mundo debe tener una perspectiva de construcción de la alternativa revolucionaria. La clase obrera ha sido testigo durante la historia por su liberación que el factor ausente en los procesos y lo que siempre falla en las revoluciones es a lo que Lenin le llamó el factor subjetivo, es decir la dirección del movimiento, el partido surgido de la visión colectiva de la clases explotadas, construido no al calor de los acontecimientos, sino en la dura escuela previa a los estallidos sociales.
Aquí y allá, en cualquier lugar del mundo, vemos como los dirigentes traicionan a sus bases para entregarse a los capitalistas, lo cual prepara a las masas para la atomización, la decepción, la frustración y el giro a la derecha.
Nosotros tenemos nuestra propia experiencia con el FMLN. En tres elecciones desde el 2015 a la fecha, el FMLN ha pasado de ser la primera fuerza política de la clase trabajadora a ser una minoría insignificante en la política nacional. Paso de tener 800 mil votos en 2015 a tener 500 mil en 2018 y a 162 mil en 2021, una caída brutal y catastrófica en un lapso muy pequeño; de tener 32 parlamentarios en 2015, en 2021 obtendrá con mucha dificultad apenas 4.
¿Cuál es la razón de esta caída brutal en la izquierda electoral?
En el pasado ya hemos analizado que el principal falló del FMLN y el desprecio que las masas le han demostrado en los eventos electorales, deviene de los resultados de su trabajo en 10 años al frente del Ejecutivo, de asumir el rol de administrador de la crisis del capital sin presentar un cambio fundamental en las condiciones de vida de sus electores, esto le valió el desprecio total de las masas. Fue su programa el que se puso a prueba y ha sido desechado como una alternativa para el cambios de la sociedad.
Después de estas derrotas, el FMLN no enmendó sus errores, al contrario, profundizó su giro a la derecha y se volvió un partido más del régimen. Cuando tuvo la oportunidad de reconstruirse no lo hizo y se impuso una estrategia errada para atraer nuevamente a sus votantes, eso quedó demostrado en las elecciones recién pasadas.
Hay una regla en política y sobre todo aplica para la izquierda, entre más respetuosa se muestre está a las leyes e instituciones del régimen burgués, más propicia su fracaso y fortalece a la reacción. Los errores de la izquierda reformista, su programa obsoleto y fracasado, allanó el camino para que hoy Bukele esté en el poder con una mayoría absoluta en el parlamento, porque su papel como revolucionarios antisistema pasó a segundo plano en sus diferentes gestiones, no hicieron más que mostrarse como los salvadores del capitalismo y su régimen.
Desde las profundas derrotas electorales de 2018 y 19, ningún diputado y candidato del FMLN se presentó como defensor de los intereses de la clase trabajadora. A la llegada de Bukele han ocurrido constantes ataques a la clase trabajadora y no se han pronunciado ni acompañado estas luchas, como la desarticulación de sindicatos de manera ilegal, por ejemplo, el sindicato de trabajadores del Seguro Social, STISSS, que ahora es un grupo de choque del oficialismo; o el despido de 210 obreras y obreros que luchan por sus derechos contra la patronal en Florenzi, para mencionar dos ejemplos claros. Teniendo 24 diputados no emprendieron ninguna acción significativa de denuncia y acompañamiento, no ha habido ningún atisbo de posiciones revolucionarias, y ni tan siquiera de solidaridad. El parlamento en gran medida mantuvo un silencio sepulcral en cuanto a estas luchas sensibles, que pudieron asestarle golpes importantes al oficialismo.
Al contrario, su programa y su actividad política se redujeron a mostrarse como una izquierda capacitada para administrar de manera eficiente el Estado burgués de los capitalistas, a respetar y defender la Constitución y la institucionalidad que por años le ha fallado a los explotados y oprimidos del país. Lejos de exponer los vicios y leyes injustas, las tomaron como ejes centrales a defender en su política. ¿Cómo pueden los trabajadores estar de acuerdo con esta política, si es la clase trabajadora la que vive en carne propia los efectos de la injusticia perpetrada por el Estado y su marco legal? ¿Qué hacen los juzgados por la clase obrera cuando les despiden, quien hace cumplir las leyes de este país? ¿Cómo esperan entonces que las defiendan si no significan nada para la clase obrera? ¿Cómo se puede diferenciar el FMLN de ARENA y los demás partidos de la derecha si tenían el mismo discurso? Su política durante este tiempo no fue sino solo un punto más en la lista de traiciones a los intereses de los trabajadores.
El FMLN ha sido desechado por las masas trabajadoras, de eso no hay duda, sin embargo, ante la traición y la desilusión con el partido emergente del presidente Bukele y ante la ausencia de una alternativa con historia como el FMLN, este partido puede resurgir en el futuro, pero difícilmente, tras años de vaciamiento colectivo, podrá enmendar sus errores, por consecuencia volveremos al estercolero de siempre. La consigna de una restitución, renovación y reconstrucción política del FMLN es una idea del pasado. Lo más probable es que el FMLN ante la decepción y ante su imposibilidad de hacer un balance serio de las derrotas terminará como un cascaron vacío, es imposible restituir algo si los cimientos que lo mantenían también han sido demolidos. Lo que quedará en el FMLN será una burocracia corrupta que se venderá al mejor postor en el parlamento para poder sobrevivir, tal y como todos los partidos enanos de la derecha.
Ahora mismo, la única alternativa que tenemos es la construcción de un partido revolucionario y democrático, por fuera del mismo FMLN, llamando a la juventud radicalizada, a los sectores más consiente de la clase obrera, no hay atajos, estudiantes, etc. No hay otro camino, sin un partido claro y revolucionario, es imposible avanzar en la lucha revolucionaria. La gesta heroica de la revolución rusa es el ejemplo más concreto, de como la clase obrera en colectivo puede llegar al poder y empezar a cambiar la sociedad radicalmente, negar este hecho histórico, significa renunciar a la posibilidad de que podemos acabar con el sistema capitalista, hasta ahora, ningún proceso en el mundo ha conducido a la revolución triunfante a partir de un método diferente, si funcionó una vez ¿Acaso no vale la pena intentarlo nuevamente?
Sobre el régimen que se avecina
El régimen de Bukele a pesar que puede llegar a controlar todo el poder político del Estado en sus manos, se eleva sobre bases inestables, sus miserables agentes en el Estado no son los más diestros en materia política y su base electoral puede desaparecer igual de rápido como se construyó. Hay mucho temor en como puede manejar este poder político un tirano como Bukele, pero por ahora este tirano no tiene una oposición poderosa. Lo que quedará a partir de mayo del 2021 será por el lado de la izquierda un partido frustrado y decepcionado, sin presencia en el parlamento y mucho menos en las calles, ¿a qué peligro se puede enfrentar Bukele a partir de ahora para justificar el uso de la represión abierta? El movimiento social y sindical difícilmente será una fuerza de masas en las actuales condiciones, por tanto, si sus opositores son incapaces de movilizarse, entraremos posiblemente a un periodo de reflujo, de resignación y decepción, pasará un buen tiempo para que la clase obrera y la juventud vuelva a tomar fuerza y pueda representar un peligro al régimen.
Esto no niega que ataques a la libertad de expresión y organización se vean violentados como ha sido desde el inicio de su gestión, debemos denunciarlo y combatirlo de manera inteligente. Pero para ser proporcionales, no hace falta desatar la represión abierta para detener comentarios hostiles de la oposición. Solo cuando el movimiento crezca en musculatura, no dudamos que Bukele con el aval de gran capital utilizará la represión abierta para imponer el orden capitalista.
Nuestra tarea como revolucionarios que confiamos en la vitalidad y el despertar de la clase obrera, de ahora en adelante se reduce a la reorganización del movimiento, al fortalecimiento de cuadros revolucionarios entre la juventud, las mujeres, entre todas las capas de la sociedad oprimidas y explotadas para construir el instrumento que pueda derribar al régimen y evitar la instauración de una dictadura sangrienta en el futuro. La burguesía tradicional no se quedará de brazos cruzados mientras tengan a un loco conduciendo su Estado, y tendrán ante sí dos opciones: o lo controlan por la fuerza y lo obligan a imponer el orden cuando las demandas vayan en ascenso a través de métodos violentos o intentan apartarlo del camino para imponer un régimen mucho más violento.
El Estado en manos de Bukele profundizará las contradicciones del capital y crispará más las condiciones, preparando escenarios explosivos en el futuro, nuestro único camino es la organización y la lucha, a la reacción se le combate con lucha revolucionaria, no hay otro camino para defender nuestros derechos. Solo los cuadros y las organizaciones más preparadas y decididas podrán jugar un papel relevante en este periodo, las que no, estarán condenadas a desaparecer o a jugar un papel reaccionario al lado del capital. El futuro aunque es incierto es también de aprendizaje y de lucha revolucionaria, la tarea imperante a organizarnos y a prepararnos para las batallas futuras, que no se darán en los salones ministeriales del Estado, se darán en el escenario de la lucha de clases en los centros de trabajo, universidades, comunidades y las calles.