Muchos, sino es que pocos de los que militamos en Morena, en reiteradas ocasiones hemos escuchado hablar en mítines, asambleas o reuniones, de la Cuarta República. En toda asamblea informativa o mitin que se convoca a militantes y simpatizantes de Morena, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en su discurso ha sido muy enfático en señalar que México ha tenido tres transformaciones importantes: la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana; que los que militamos en Morena, junto con el pueblo, estamos impulsando la cuarta transformación de México, la Cuarta República.
Pero, a propósito de este asunto ¿Qué es una República?
La República, ante todo, es una forma de gobierno en oposición a la Monarquía. Esto quiere decir que hay diferencias entre estas dos formas de gobierno, pues mientras en la monarquía el poder está en las manos de una sola persona, en la república el poder, para su ejercicio, está dividido en tres (legislativo, ejecutivo y judicial); por otro lado, en la Monarquía el poder es hereditario y vitalicio, mientras que, en la República, dicho poder se renueva periódicamente a través del sufragio.
La República, como forma de gobierno, ha estado presente a lo largo de toda la civilización, al igual que la Monarquía. Los griegos de la época clásica fueron de los primeros en abordar el tema de la República de manera sistemática, sobre todo Sócrates y Platón. Éste último, en su libro “De la República o de lo Justo” establecía como forma de gobierno perfecta del Estado “la República de los filósofos”. En esta forma de organización de la sociedad, los filósofos deberían estar al frente del gobierno, por ser los más capacitados, pues sólo ellos pueden amar con pasión la ciencia; la defensa del Estado estaba a cargo de los guerreros, a los que, por cierto, se les sometía a un comunismo tan riguroso como ingenuo; y la producción corría a cargo de los agricultores y artesanos. A primera vista pareciera una sociedad de clases inamovibles, lo cierto es que podía haber transición de una clase a otra, por eso era muy importante que desde la infancia se detectaran las cualidades de los niños para así poder educarlos, ya en el arte de la guerra, ya de las magistraturas o de la agricultura y los oficios.
Los romanos del mundo antiguo son los que llevarán a la práctica la República como forma de gobierno de un Estado. Cabe aclarar que Roma, desde su fundación en 743 a.C., hasta el año 565 de nuestra era, tuvo tres épocas: la Monarquía, la República y el Imperio.
En la época de la Monarquía, el rey era la persona que concentraba en sus manos todo el poder: era el sumo pontífice, el jefe del ejército y el magistrado que impartía justicia. El poder del rey estaba limitado, aparentemente, por el senado (integrado exclusivamente por patricios) y por los comicios curiados (asamblea del pueblo romano).
Cuando el rey moría, el nuevo monarca era electo en los comicios por curias, mientras tanto gobernaba un inter rex, tomado directamente del senado.
La Monarquía terminó por disgustar a una parte importante del pueblo romano por diversas causas que la tradición cita, entre la principal, porque los monarcas trataban de favorecer a la plebe, quizá para equilibrar un tanto la presión de los patricios y la clase rica de la población. El pretexto para deshacerse de la Monarquía se presentó cuando Lucrecia, esposa de Tarquino Colatino, sufrió un atentado por parte de Sexto Tarquino, hijo del rey, lo que exacerbó a los patricios y motivó la caída de la Monarquía, expulsando los comicios por curias a Lucio Tarquino el Soberbio.
A la caída de la Monarquía, en Roma se establece la República. En esta el rey es sustituido por dos cónsules (pretores-cónsules) designados por el pueblo, los cuales duraban un año en el cargo, y como éstos estaban fuera de Roma y al frente del ejército, no podían atender a todos los asuntos, razón por la cual se crean otras magistraturas como los pretores, los censores, los cuestores, los tribunos, etcétera. Es en la República en donde el senado, al ser un cuerpo permanente, adquiere gran fuerza, y por tanto, el que conduce realmente la política de Roma.
Nicolás Maquiavelo, de igual manera, en el capítulo primero de su obra “El Príncipe”, menciona que todos los Estados que han ejercido y ejercen soberanía sobre los hombres, han sido o son Repúblicas o principados. Con esto, Maquiavelo está señalando que las formas de gobierno que han existido a lo largo de toda la civilización son Repúblicas o Monarquías.
En el 18 Brumario, C. Marx hace referencia a la República de los romanos, cuando en la introducción, citando a Hegel, menciona: “que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se le olvidó agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa…la revolución de 1789-1814 se vistió alternativamente con el ropaje de la República Romana y del Imperio Romano”.
La Revolución Francesa de 1789 destruye el régimen feudal, y sobre sus ruinas se va edificar el orden social capitalista, teniendo como forma de su gobierno la República. Esta Revolución fue el preludio de la caída de las Monarquías Feudales en Europa, para ser sustituidas por las Repúblicas Burguesas, y las Monarquías que aún quedan en pie sólo existen como figuras decorativas de los Estados capitalistas.
Lenin, en las “Tesis de Abril”, habla de la República de los Sóviets de diputados obreros, peones rulares y campesinos.
Como se podrá ver, la República, como forma de gobierno, no es algo nuevo, ha estado presente desde el mundo antiguo hasta nuestros días. Estas Repúblicas han existido con diferentes modalidades: sociales, democráticas, centralistas, federales, populares, socialistas, etcétera.
En el caso concreto de México, consumada la independencia en 1821, después de un período corto del Imperio de Iturbide, se estableció en la Constitución Política de 1824 la República Federal como forma de gobierno de México. (La Primera República)
No obstante haber conquistado la independencia y tener una Constitución Política con un gobierno republicano, las disputas internas entre conservadores y liberales no paran, y se desata una guerra fratricida en el país. Los conservadores eran partidarios de establecer en México un Imperio o Monarquía, mientras que los liberales pugnaban por la República como forma de gobierno para México. Entre los mismos liberales se da una confrontación por definir qué tipo de república se requiere: una Federal o una Centralista.
Las disputas entre conservadores y liberales, sumadas a la promulgación de la Constitución Política de 1857, desembocan en la Guerra de Reforma (1858-1861), también llamada “Guerra de Tres Años”. La guerra termina con el triunfo de los liberales, acaudillados por Benito Juárez, y con ello se restablece la Constitución Política de 1857 y se instaura la Segunda República.
A la muerte de Juárez (18/julio/1872), Sebastián Lerdo de Tejada ocupa la presidencia. Al igual que Juárez, su gobierno tuvo un carácter civilista; representó el esfuerzo de la burguesía liberal encaminada a destruir el poder de los grupos militares.
Al acercarse el fin del primer período de gobierno constitucional de Lerdo de Tejada, sus partidarios iniciaron trabajos para reelegirlo, situación que es aprovecha por Porfirio Díaz para levantarse en armas mediante la proclama del Plan de Tuxtepec, en el cual se desconocía a Lerdo de Tejada como presidente.
Derrotado Lerdo de Tejada, Porfirio Díaz asume la presidencia de 1877 a 1911, con un intervalo de cuatro años de gobierno de su compadre Manuel González.
La dictadura de Porfirio Díaz permitió, con el despojo a los campesinos, que grandes extensiones de tierra se concentraran en las manos de unos cuantos hacendados (840). No obstante, ser el representante y defensor de los intereses de los hacendados, Porfirio Díaz dio impulso al desarrollo industrial mediante la política de “puertas abiertas” al capital extranjero. El desarrollo industrial y la explotación de la tierra y los recursos naturales se sustentó en la explotación de los trabajadores del campo y la ciudad, condenando a las masas campesinas a vivir en la más extrema pobreza y miseria, y a una parte considerable de la población sometiéndola a la más cruenta de las esclavitudes conocidas (Valle Nacional). Esta situación del pueblo mexicano desembocó en un levantamiento armado: la Revolución Mexicana de 1910.
Los sectores que participan en la Revolución tenían demandas muy concretas: la burguesía pugnaba por el sufragio efectivo y la no reelección; los trabajadores demandaban derechos mínimos laborales; los campesinos, que fueron los que mayormente integraron los ejércitos populares de Villa y Zapata, tenían como principal bandera de lucha la de “Tierra y Libertad”.
Para poner término al conflicto armado, era necesario convocar a un nuevo “pacto social”, con la finalidad de sentar las bases jurídicas sobre las cuales organizar a la sociedad mexicana. Disminuida la División del Norte; desaparecida la convención de Aguascalientes y substitutas de la misma y anulado el Plan de Ayala, las condiciones estaban dadas para convocar a un Congreso Constituyente para la elaboración de una nueva Constitución Política.
En la Constitución Política de 1917 quedaron plasmados, en los artículos 3º, 27º y 123º, los principales derechos que demandaba el pueblo mexicano, dichos artículos prácticamente se crearon con un contenido social. Estos artículos, de carácter social, tutelaban los derechos de las clases sociales más vulnerables: los trabajadores del campo y la ciudad. En dicha constitución se establece como forma de gobierno la de un República Representativa, Democrática y Federal. (La Tercera República)
Teniendo como referencia los datos anteriores, bastante someros, podemos iniciar la reflexión sobre la Cuarta República.
La República Amorosa, de la que habla Andrés Manuel López Obrador (AMLO), está sustentada en tres ideas rectoras: “la honestidad, la justicia y el amor. Honestidad y justicia para mejorar las condiciones de vida y alcanzar la tranquilidad y la paz pública; y el amor para promover el bien y lograr la felicidad”.
Estas ideas, de las que habla López Obrador, pueden estar escritas, y las podemos encontrar impresas en toda declaración de principios de los partidos políticos, aún de los de extrema derecha, sin que por ello signifique, que dichos principios van a regir la conducta política de sus militantes en particular y del partido en general.
Andrés Manuel López Obrador señala que: “La honestidad es la mayor riqueza de las naciones, y que en nuestro país, este valor se ha venido degradando cada vez más”. En efecto, nadie puede negar que la honestidad es la mayor riqueza de las naciones, pero en este tema debemos tener presente que una nación se compone de todo un conglomerado de personas de diferentes estratos sociales, algunos de los cuales se encuentran ubicados en la cúspide de la sociedad, tal es el caso de la élite llamada oligarquía financiera, la cual, aliada con el capital extranjero, controlan amplios sectores de la economía, desde la producción de la más minúscula e insignificante mercancía en la industria, hasta el gobierno y los resortes de la Banca y la Bolsa. Esta clase social, de los ricos potentados, son los que realmente conducen la vida económica y política del país, y además, hay que decirlo, no son nada honestos.
López Obrador afirma, “que uno de los principales problemas que ha deteriorado más a México, es el de la corrupción política.” Con esta declaración, López Obrador está eximiendo al sistema económico capitalista de la responsabilidad de todos los males que afectan a la mayoría del pueblo mexicano. Por esta razón, es que está plenamente convencido que para atender y dar solución a las demandas del pueblo, sobre todo de los más pobres, basta con conquistar la presidencia de la República, sin necesidad de modificar las estructuras económicas del país.
Para reforzar la idea anterior, López Obrador pone de ejemplos a Nueva Zelanda, Dinamarca, Finlandia y Suecia, países que ocupan los primeros lugares en honestidad, mientras que México se ubica en el lugar 100, y que además tienen mejores niveles de bienestar. A estos países, con un alto nivel de bienestar de su población podríamos agregar otros como Alemania, Inglaterra, Canadá, Italia y los propios Estados Unidos. Pero en este caso, lo que tendríamos que preguntarnos es que si ese alto nivel de bienestar del que gozan sus habitantes se debe a la honestidad de sus gobiernos y de su población, o por el contrario el alto nivel de vida de que gozan en dichos países se debe a la explotación que sus gobiernos y el capital llevan a cabo en los países pobres del mundo, y en este caso, dichos gobiernos junto con el capital no tienen nada de honestidad.
López Obrador continúa diciendo que: “Elevar la honestidad a rango supremo nos traería grandes beneficios” …y más adelante menciona que “hay otros preceptos que deben ser exaltados y difundidos: el apego a la verdad, la honestidad, la justicia, la austeridad, la ternura, el cariño, la no violencia, la libertad, la dignidad, la igualdad, la fraternidad y a la verdadera legalidad. También deben incluirse valores y derechos de nuestro tiempo, como la no discriminación, la diversidad, la pluralidad y el derecho a la libre manifestación de las ideas”. “De ahí que hagamos el compromiso de convocar…a la elaboración de una constitución moral a especialistas en la materia, filósofos, psicólogos, sociólogos, antropólogos… ancianos venerables de las comunidades indígenas, los maestros, los padres y madres de familia, los jóvenes, los escritores, las mujeres, los empresarios, los defensores de la diversidad y de los derechos humanos, los practicantes de todas las religiones y los libres pensadores”.
En este asunto, debemos señalar que muchos de los anteriores preceptos y valores ya se encuentran plasmados en la legislación mexicana, sobre todo en la parte dogmática de la Constitución Política General. Y por si esto no fuera suficiente, dichos valores son promovidos y difundidos por grupos empresariales a través de la televisión; se enseñan en las escuelas públicas y privadas, pues están contemplados en los programas de estudio; de igual manera, las iglesias los difunden entre sus feligreses, y no por ello las personas los observan como ejes rectores de su vida, mucho menos la clase gobernante y los ricos potentados de este país.
Si elevar la honestidad a rango constitucional fuera garantía para que las personas se condujesen con rectitud, bastaría con elevar a rango constitucional la justicia social para erradicar, de una vez y para siempre, la pobreza y la desigualdad social.
En cuanto a que es vigente “la frase bíblica de Madero, de que el pueblo…tiene hambre y sed de justicia”. En efecto lo es, nadie lo duda, pero la pregunta es ¿Cómo satisfacer esa hambre y sed de justicia? Pues más adelante se menciona a “La pobreza en México como una amarga realidad”, y se dan cifras y datos sobre la pobreza y sus consecuencias.
Los datos y las cifras sobre la pobreza nos pueden servir para constatar que algo está fallando, que algo no está funcionando adecuadamente. Los datos, cifras y estadísticas sobre pobreza, desempleo, inseguridad, corrupción, que se dan a conocer a través de notas periodísticas, revistas especializadas, libros, programas de radio y televisión, son trabajos realizados por instituciones, grupos empresariales, asociaciones civiles, investigadores y académicos, la mayoría de estos voceros del sistema. Estos voceros se muestran preocupados, tratando de explicar las causas de los problemas de México y proponiendo soluciones a los mismos, pero ninguno de ellos señala como causa de la pobreza y la injusticia social al sistema económico capitalista.
Lo mismo hacían, en el pasado, los socialistas utópicos, se preocupaban de la miseria y pobreza de los trabajadores y proponían soluciones como la de construir falansterios, aldeas cooperativas, talleres sociales, financiados por el Estado o por ricos filántropos. Estos socialistas utópicos, al igual que los actuales voceros del sistema capitalista, no ven la causa de la pobreza y miseria del pueblo en la propiedad burguesa sobre los medios de producción, ni conciben al Estado como el instrumento de represión de la clase capitalista para explotar y someter a toda una nación.
Es por eso que no basta con ponerle el mote de amorosa a una forma de gobierno, cuando lo importante es analizar en qué tipo de sociedad se instaura la República. Así, por ejemplo, la República de los romanos tuvo lugar en una sociedad esclavista. Esta república respondía a los intereses de los esclavistas, de los patricios y los hombres más ricos de Roma, excluyendo a los plebeyos de la participación en los asuntos públicos, y explotando el trabajo de los esclavos. Precisamente, gracias a explotación del trabajo de los esclavos es que el mundo antiguo alcanzó su máximo esplendor.
Las primeras Repúblicas Burguesas excluían a los trabajadores y a los pobres de una nación del derecho al voto, dado que el sufragio era censitario, es decir, los únicos que tenían derecho a votar eran los industriales, banqueros, empresarios y hombres de negocios. No va a ser sino a partir de la Revolución Industrial cuando se crean las condiciones para que los trabajadores emprendan la lucha por conquistar el sufragio universal. Una vez conquistado el sufragio universal, esto no garantiza que el voto ciudadano se respete, sobre todo cuando dicho voto favorece a candidatos opositores al régimen, pues cuando esto sucede el Estado capitalista no vacilará para cometer fraudes electorales o para derrocar a gobiernos democráticos a través de golpes de Estado.
En todas las sociedades capitalistas, que presumen ser bastante democráticas, la República, en última instancia, siempre favorecerá los intereses de la burguesía, sobre todo los de la oligarquía financiera.
Esta situación ya la había puesto de manifiesto Federico Engels en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, al señalar que la “república democrática es la forma más elevada del Estado. En ella no se reconoce oficialmente diferencias de fortuna. En ella la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero por ello mismo de un modo más seguro. De una parte, bajo la forma de corrupción directa de los funcionarios, y de otra parte, bajo la forma de alianza entre el gobierno y la Bolsa. Y menciona a América como ejemplo clásico de estas repúblicas. México no es ajeno a este tipo de gobierno, de República Democrática Burguesa.
El pensar que para resolver los problemas que aquejan a la mayoría de la población se requiere de una Constitución Moral y un gobierno honesto, es creer que la mayoría de los problemas: desempleo, pobreza inseguridad, bajos salarios, corrupción, son males que surgen de una mala legislación o de la carencia de una ley así como de los malos gobiernos. El pensar verdaderamente esto, es pecar de ingenuos y creer que los gobiernos son neutrales, cuando sabemos perfectamente que los gobiernos de los Estados actuales tienen un carácter clasista, y lo seguirán teniendo en toda la sociedad dividida en clases antagónicas. Este carácter clasista, es el sello de todos los gobiernos que han desfilado a lo largo de la «civilización». La civilización, precisamente se caracteriza por que sus sociedades antagónicas, con intereses económicos irreconciliables.
Los políticos, líderes sociales, organizaciones sociales y partidos políticos, que de manera honesta se asumen como los defensores de los intereses de los pobres; que pretenden convencer al pueblo que luchan por un cambio, por una sociedad más justa, sin alterar el orden social burgués, se engañan a sí mismos y se dejan engañan y por ende engañan al pueblo. No se dan cuenta o no quieren darse cuenta que los males son engendrados por el sistema económico capitalista. Estos defensores de los intereses del pueblo caen en la trampa de los ideólogos burgueses que pretenden hacerles creer que es posible humanizar el capitalismo dándole rostro humano; que es posible solucionar los problemas sociales, sin alterar el orden capitalista.