El marxismo analiza a la clase obrera tal y como es, para que con base a su propia experiencia, su conciencia y organización se desarrollen para derribar al capitalismo. Ya decía Marx que la clase obrera tiene la tarea de convertirse de una clase en sí en una clase para sí. Los sindicatos son la organización más elemental de lucha de la clase obrera. Sin una política correcta de los revolucionarios con respecto a este punto, es imposible la organización y realización de la revolución comunista.
La conciencia de la clase obrera ha atravesado etapas a través de su historia: desde el mutualismo —donde los obreros se limitaban a lamerse las heridas—; al sindicalismo —donde los trabajadores luchan por mejorar sus condiciones inmediatas de vida—; a la abierta lucha política —convertir sus aspiraciones en una política de estado—; para, finalmente, en su etapa más elevada, desarrollar la conciencia a la necesidad de construir una organización política propia para la toma del poder, destruir al Estado burgués y construir una sociedad comunista. Pero esos niveles de conciencia no existen independientes entre sí, sino que forman parte de un proceso que muchas veces se entrelaza, avanza y retrocede, en virtud de la propia lucha de clases y la calidad de la dirección de las organizaciones obreras.
Marx aclaró este punto: “Del lado del obrero, su única fuerza social es su masa. Pero la fuerza de la masa se rompe por la desunión. La división de los obreros es el producto y el resultado de la inevitable competencia entre ellos mismos. Los sindicatos nacen precisamente del espontáneo impulso de los obreros a eliminar, o por lo menos a reducir, esta competencia, a fin de conseguir en los contratos condiciones que les coloquen al menos en situación superior a la de los simples esclavos”1.
Desde sus orígenes el marxismo ha puesto mucha atención a la lucha sindical, como una etapa necesaria y fundamental de la lucha por el comunismo. Marx señaló en la resolución antes citada: “Si los sindicatos son indispensables para la guerra de guerrillas cotidiana entre el capital y el trabajo, son todavía importantes como medio organizado para la abolición del sistema mismo de trabajo asalariado”.
De hecho, la lucha por el comunismo es impensable si no se enlaza con la lucha por las necesidades más básicas y elementales de la clase obrera, de la misma forma que un ser humano no puede correr sin antes gatear, la revolución comunista no se puede realizar sin una rica experiencia previa.
Lenin en su clásica obra, La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, señaló que constituía un crimen por parte de los pretendidos revolucionarios que por causa de la burocratización o cooptación de los sindicatos por parte de la burguesía o su estado, los marxistas salieran de los sindicatos para formar ‘sindicatos puros’ que sólo existían en las mentes sectarias de los ultraizquierdistas.
Lenin enfatizó, al igual que Marx y Engels, que los revolucionarios debían permanecer en todas las organizaciones donde estuvieran las masas, incluso los sindicatos “blancos” o charros. De lo contrario se dejaría en manos de los burócratas sindicales y de la propia burguesía a amplias capas de la clase obrera, sin las cuales la construcción del partido revolucionario y la revolución comunista resultan imposibles.
Lenin enfatiza: “Tampoco pueden no parecernos ridículas, pueriles y absurdas las muy sabias, importantes y terriblemente revolucionarias disquisiciones de los comunistas de izquierda alemanes sobre este tema, a saber: que los comunistas no pueden ni deben militar en los sindicatos reaccionarios, que es lícito renunciar a semejante acción, que hay que salir de los sindicatos y organizar sin falta «uniones obreras» nuevecitas, completamente puras, inventadas por comunistas muy simpáticos (y en la mayoría de los casos, probablemente muy jóvenes), etc., etc”2.
Trotsky señaló: “El problema de la relación entre el partido, que representa al proletariado como debería ser, y los sindicatos, que lo representan tal cual es, es el más fundamental del marxismo revolucionario”3.
Por esto propuso el Programa de Transición como una herramienta de las organizaciones revolucionarias para ganar a las masas al programa de la revolución socialista, a la manera de una escalera que parte de la experiencia inmediata de los trabajadores y les conduce a la revolución. En la lucha por las demandas inmediatas y más básicas de los trabajadores (salarios, vivienda, salud, educación, derechos de la mujer, etcétera) los revolucionarios debemos participar hombro con hombro con nuestra clase, mostrando a cada paso que el capitalismo es incapaz de cumplir cabalmente con esas demandas básicas y que sólo la lucha por el socialismo las puede cumplir. Por esto se llama de “transición”, pues pretende abrir y facilitar el camino para el surgimiento de la conciencia y organización comunistas.
Trotsky, en el Programa de Transición, señala la necesidad de los revolucionarios de actuar dentro de los sindicatos para establecer la lucha contra las camarillas burocráticas. “Sólo sobre la base de este trabajo es posible luchar con éxito en el seno de los sindicatos contra la burocracia reformista”. Pero los sindicatos no son un fin en sí mismo, sino un instrumento de la revolución comunista, un instrumento para que los obreros se convenzan de la necesidad de construir una organización política revolucionaria: “Los sindicatos no tienen ni pueden tener, dadas sus tareas, su composición y el carácter de su reclutamiento un programa revolucionario acabado; por eso no pueden sustituir al partido”. Es tarea de los revolucionarios establecer un programa concreto para luchar dentro de los sindicatos, para elevar el nivel de conciencia y organización de los trabajadores y construir una organización política revolucionaria. Recomendamos a nuestros lectores profundizar en este tema con la lectura de artículos de Trotsky como Comunismo y sindicalismo y Los sindicatos en la era de transición.
Incluso con el triunfo de la revolución socialista los sindicatos seguirán jugando un papel en la construcción de la nueva sociedad. Lenin señaló que en la dictadura del proletariado se necesitan sindicatos para proteger a los obreros de su propio Estado, es decir, ser un instrumento para que las reivindicaciones económicas, de gestión democrática (democracia obrera) sean garantizadas por el estado e incluso ser un elemento más en la lucha en contra de cualquier desviación burocrática del estado obrero. Lenin, en las condiciones más difíciles de guerra civil a la que se enfrentó la Revolución de Octubre, defendió que los sindicatos debían tener independencia con respecto a su propio estado. “Lenin consideraba que una auténtica democracia obrera y la extinción gradual del estado eran indispensables para la construcción del socialismo”.
En pocas palabras, la revolución comunista no será posible sin la lucha diaria de las masas por conservar sus derechos económicos más elementales y sin una organización que esté enraizada en esas mismas luchas, pero que señale a cada paso la necesidad de crear una organización política que pueda llevar adelante el derrocamiento del capitalismo, la creación de un estado obrero, la implementación de una economía planificada que oriente a la humanidad hacia la sociedad comunista.
1 Marx, “resolución de la 1ª Internacional”, 1866.
2 Lenin, “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”, p. 40.
3 Trotsky, “Comunismo y sindicalismo”, p. 33.