Ayer, una enorme explosión causó una incalculable destrucción y derramamiento de sangre en la capital libanesa. Esta tragedia era un desastre que esperaba suceder, y provocará la ira de las masas contra la camarilla corrupta de la alta sociedad. Sólo la lucha de la clase obrera puede poner fin a esta situación intolerable, escribe Alan Woods.
Beirut ha despertado esta mañana para ser testigo de las sombrías secuelas de una catastrófica explosión que ha devastado el centro de la capital libanesa, demoliendo edificios, volcando coches y otros vehículos, y haciendo añicos las ventanas en una amplia zona.
Durante muchos años, Beirut ha visto muchas escenas horribles de destrucción, pero este fue quizás el acontecimiento más impactante que ha golpeado a la ciudad.
Los vídeos tomados en los teléfonos de la gente mostraban densas nubes de humo, seguidas rápidamente por una explosión que envió ondas expansivas que se propagaron por muchos kilómetros. A la primera explosión le siguió una nueva y mucho más grande, que se pudo escuchar hasta en Chipre.
Una enorme nube en forma de hongo, con un siniestro parecido al que sigue a una explosión nuclear, se elevó en el cielo sobre la ciudad. Se desató un auténtico infierno cuando los edificios se derrumbaron y cayeron toneladas de vidrio como una lluvia de metralla sobre la gente aterrorizada.
Cientos de personas aturdidas y salpicadas de sangre vagaban por las calles buscando ayuda. Pero los hospitales de Beirut, ya abarrotados por la pandemia de coronavirus, estaban saturados. Y mucha gente debe seguir enterrada bajo los escombros, a los que ha quedado reducido el centro de esta orgullosa ciudad.
El número exacto de muertos aún no se conoce, pero debe ser mucho mayor que los informes iniciales que hablaban de «docenas» de muertos. Era un momento del día en el que la gente solía pasear por las calles después de que el peor calor del día hubiera terminado. Y esto fue en el puerto, una zona llena de bares y restaurantes.
El jefe de la Cruz Roja libanesa dice que hay más de 4.000 heridos, algunos de ellos en grave estado, y que el número de muertos puede llegar a 100. Dada la magnitud de la devastación, incluso esa cifra parecería conservadora.
Muchas personas siguen desaparecidas. Algunas víctimas siguen atrapadas bajo los edificios derrumbados, mientras que los trabajadores de rescate siguen buscando entre los escombros del puerto, arriesgando sus propias vidas, ya que las estructuras dañadas son inestables y están en peligro de derrumbe.
La explosión destruyó los principales silos de grano del puerto. El país depende de las importaciones para aproximadamente el 80 por ciento de su suministro de trigo. Pero el puerto de Beirut estará fuera de servicio durante algún tiempo.
Esta es una tragedia humana a una escala verdaderamente apocalíptica. Y tendrá consecuencias muy graves para el Líbano.
La crisis en el Líbano
Esta horrible explosión ha sacudido a la sociedad libanesa hasta la médula. Llega en un momento en que el país ha sido desgarrado por crisis económicas, sociales y políticas.
La crisis económica ha reducido a la mayoría de la población a la pobreza. Los trabajadores libaneses se enfrentan a condiciones horribles, con una moneda que se derrumba, precios en alza y aumento del desempleo. Cada vez más los trabajadores son incapaces de alimentarse por sí mismos.
Políticos aterrorizados, temerosos de la reacción de una población enfurecida, están desesperados por salvar algo de su autoridad, que ya estaba reducida a cenizas incluso antes de la presente calamidad.
Ahora prometen todo: los culpables serán castigados, las casas serán reconstruidas, un millón o más de ventanas rotas por la explosión serán reparadas – y todo a expensas del gobierno.
El primer ministro libanés Hassan Diab prometió que los responsables de la masiva explosión en el puerto de Beirut «pagarán el costo». Él ha culpado de la catástrofe de hoy a la explosión de 2.700 toneladas de nitrato de amonio, que puede ser utilizado para hacer fertilizantes y explosivos.
Pero sería mucho más fácil lograr los milagros prometidos que reparar la reputación destrozada de la camarilla gobernante. Ya nadie confía en este gobierno. Nadie cree nada de lo que dice. Ahora están exigiendo explicaciones por el desastre que ha ocurrido.
¿Quién es el responsable?
La primera idea que se le ocurrió a mucha gente fue la posibilidad de un ataque terrorista. Dada la extrema inestabilidad de la región y la situación especialmente vulnerable del Líbano, no se podía descartar esa posibilidad. Pero no parece ser la explicación más probable ahora.
Otra posibilidad era que se debía a alguna potencia extranjera. El Líbano ha sido durante mucho tiempo objeto de intromisión por parte de todo tipo de potencias extranjeras, por lo que esto también era tal vez una suposición lógica. El dedo de la culpa podría dirigirse a Washington, donde la actitud agresiva de Donald Trump hacia Irán haría del Líbano un objetivo probable.
Pero en esta explosiva parte del mundo, los norteamericanos han aprendido de la dura experiencia los peligros de involucrarse demasiado en los países de Oriente Medio. Si se involucraran en un gran acto terrorista como éste, recurrirían a los servicios de sus amigos en Israel.
Las relaciones entre el Líbano e Israel se han vuelto aún más tensas en el pasado reciente, con brotes violentos cada vez más comunes en la frontera entre los dos países. No hace mucho, un ataque israelí dentro de Siria mató a un soldado del Hezbolá libanés, que juró venganza. Entonces, ¿fueron los israelíes responsables?
Los israelíes negaron instantáneamente toda responsabilidad por la explosión en Beirut. Tales negaciones oficiales, por supuesto, pueden tomarse con mucho cuidado. Pero en este caso, pueden ser correctas.
Aparte de todo lo demás, una negación tan firme está en franca contradicción con la respuesta habitual de Israel a las acusaciones, que no es ni confirmar ni negar. Es extremadamente inusual que se aparten de este método, lo que nos inclina a creerles, al menos en esta ocasión.
Mucho más interesante fue la reacción del gobierno del Líbano. Su Jefe de Seguridad Interna dijo que la explosión ocurrió en un área donde se almacenaban materiales altamente explosivos. Eso puede ser así. Pero esta es una explicación que no explica precisamente nada.
Aunque la causa exacta de la explosión aún no está clara, es bastante evidente que tal monstruosidad nunca podría haber ocurrido a menos que estuviera conectada con la corrupción generalizada que caracteriza a la élite capitalista gobernante que ha saqueado y explotado el Líbano durante muchos años.
Sólo ahora, después de una terrible catástrofe, la mayoría de los libaneses se han enterado de la existencia de 2.750 toneladas de mortífero nitrato de amonio, que se han almacenado en un hangar del puerto de la ciudad y han permanecido allí durante los últimos seis años.
Pero los registros públicos y los documentos disponibles en línea muestran que altos funcionarios libaneses sabían durante este período que el nitrato de amonio estaba almacenado en el Hangar 12 del puerto de Beirut. Y eran muy conscientes de los peligros que representaba.
Un desastre anunciado
Al Jazeera ha arrojado algo de luz sobre los orígenes de este cargamento mortal:
«El cargamento de nitrato de amonio llegó al Líbano en septiembre de 2013, a bordo de un carguero de propiedad rusa con bandera de Moldavia. El Rhosus, según la información del sitio de rastreo de buques, Fleetmon, se dirigía de Georgia a Mozambique.
«Se vio obligado a atracar en Beirut después de enfrentarse a problemas técnicos en el mar, según los abogados (PDF) que representan a la tripulación del barco. Pero los funcionarios libaneses impidieron que el buque navegara y, finalmente, fue abandonado por sus propietarios y la tripulación, información parcialmente corroborada por Fleetmon.
«La peligrosa carga del barco fue descargada y colocada en el Hangar 12 del puerto de Beirut, una gran estructura gris que da a la principal autopista norte-sur del país en la entrada principal de la capital.
«Meses después, el 27 de junio de 2014, el entonces director de la Aduana libanesa Shafik Merhi envió una carta dirigida a un ‘juez de asuntos urgentes’ sin nombre, pidiendo una solución para la carga, según documentos compartidos en línea.
«Los funcionarios de aduanas enviaron al menos cinco cartas más en los siguientes tres años – el 5 de diciembre de 2014, 6 de mayo de 2015, 20 de mayo de 2016, 13 de octubre de 2016 y 27 de octubre de 2017 – pidiendo directrices. Propusieron tres opciones: Exportar el nitrato de amonio, entregarlo al ejército libanés o venderlo a la Compañía Libanesa de Explosivos de propiedad privada.
«Una carta enviada en 2016 señalaba que no había habido ‘respuesta’ de los jueces a las solicitudes anteriores.
«Se alegó:
«‘En vista del grave peligro de mantener estas mercancías en el hangar en condiciones climáticas inadecuadas, reafirmamos nuestra petición de pedir a la agencia marítima que reexporte inmediatamente estas mercancías para preservar la seguridad del puerto y de los que trabajan en él, o que estudie la posibilidad de aceptar la venta de esta cantidad’ a la Compañía Libanesa de Explosivos.
«Una vez más, no hubo respuesta.
«Un año después, Badri Daher, el nuevo director de la Administración de Aduanas del Líbano, escribió de nuevo a un juez.
«En la carta del 23 de octubre de 2017, Daher instó al juez a tomar una decisión al respecto en vista del ‘peligro… de dejar estas mercancías en el lugar en el que se encuentran, y para los que trabajan allí’.
«Casi tres años después, el nitrato de amonio seguía en el hangar.»
Un régimen capitalista corrupto
Los periodistas y observadores extranjeros, culpables de una extrema ingenuidad o de una extrema estupidez, se preguntan cómo es posible que grandes cantidades de material altamente explosivo se almacenen durante tanto tiempo (al parecer desde 2014) en medio de una zona densamente poblada en el centro mismo de la capital del país.
Pueden encontrar esas cosas sorprendentes. Y los más extrañados se enteran de que nadie hizo ninguna pregunta sobre este increíble estado de cosas. No se realizaron inspecciones. O, si lo fueron, nunca se dieron informes, no se hicieron arrestos, y este enorme barril de pólvora se dejó solo hasta que voló el puerto de Beirut por los aires.
Pero nadie en el Líbano sueña con hacer tales preguntas, por la buena razón de que la respuesta es bien conocida por ellos. Así es como se llevan a cabo los asuntos públicos en el Líbano. Así son las cosas. Así, siempre lo serán, mientras se permita que el actual sistema corroído continúe.
La mayoría de los libaneses tienen muy claro cuáles son las causas fundamentales: la omnipresente mala gestión en un Estado dirigido por una clase política capitalista corrupta. El puerto de Beirut es conocido por los habitantes como la «Cueva de Alí Babá y los 40 Ladrones», un lugar donde se esconden grandes cantidades de fondos estatales malversados y donde se pagan fastuosos sobornos a los funcionarios para evitar la desagradable necesidad de pagar derechos de aduana.
Los políticos y burócratas se han salido con la suya con estos delitos durante décadas. Pero todas las cosas tienen su límite. Y los límites de la paciencia de las masas en el Líbano han sido alcanzados. La explosión de ayer fue sólo la última gota que colmó el vaso.
Al Jazeera informó las palabras de Rima Majed, una socióloga y activista política libanesa:
«Beirut se ha ido y los que gobernaron este país durante las últimas décadas no pueden salirse con la suya. Son criminales y este es probablemente el mayor de sus (demasiados) crímenes hasta ahora».
Colapso económico
La banda de ladrones que dirige el país ha provocado un colapso económico sin precedentes. Esta gente es corrupta hasta la médula de los huesos. Ha habido un colapso virtual de la libra libanesa. La Lira ha perdido una gran parte de su valor.
Pero mientras que el tipo de cambio oficial es de un dólar por cada 1.500 liras libanesas, en el mercado negro se pueden comprar a 4.300 liras por dólar. Los ricos pueden hacer una rápida fortuna especulando con la apreciación de la moneda. Se hacen aún más ricos, mientras que la hiperinflación ha destruido el nivel de vida de los pobres y ha liquidado los ahorros de toda la vida de la clase media.
Un pequeño puñado de parásitos capitalistas súper ricos ha hecho grandes fortunas con la estafa, el robo y la corrupción. Han saqueado las finanzas públicas, enriqueciéndose alegremente mientras acumulan deuda pública hasta el punto de que, inevitablemente, el gobierno libanés tuvo que dejar de pagar su deuda en el mes de marzo. Han reducido literalmente al país a la bancarrota.
El gobierno está volcando sus esperanzas en el FMI y otros paquetes de préstamos internacionales. Pero a la burguesía internacional no le gustaba mucho entregar grandes cantidades de dinero a un montón de ladrones corruptos en Beirut.
No es que estuvieran particularmente preocupados por los aspectos morales de la corrupción, sino que simplemente temían (bastante correctamente) que los caballeros de Beirut se embolsaran el dinero y contrajeran nuevas deudas, que no estarían en condiciones de devolver.
En consecuencia, se retrasaron. Ahora, sin embargo, enfrentados a una tragedia humana de dimensiones espantosas, se verán obligados a dar al menos algo. Una vez más, no tanto por razones humanitarias sino por temor a las consecuencias de un colapso total del Líbano en toda la región.
Pero la llamada ayuda extranjera no resolverá los problemas del Líbano. El simple hecho de acumular más deudas no resolverá nada. Ni uno solo de los problemas básicos se habrá resuelto, y el pueblo del Líbano se presentó con la cuenta.
El brote de COVID-19, que ha golpeado al Líbano con más fuerza que en la mayoría de los países, ha añadido miseria general. Los trabajadores se enfrentan a la opción de morir de hambre en casa o arriesgarse a morir a manos del virus.
¡Echadlos a todos!
Mientras la vida en el Líbano esté controlada por un puñado de codiciosos multimillonarios y sus corruptos títeres políticos, nada cambiará sustancialmente.
Hezbollah, que dice defender a los pobres, ha liderado un gobierno de unidad nacional desde las elecciones de 2018. ¿Pero qué ha hecho para ayudar a los pobres y a la clase trabajadora? Ha llevado a cabo políticas de austeridad, que van en contra de los intereses del pueblo que lo votó.
El nuevo gobierno libanés, dirigido por Hassan Diab, ha fracasado por completo en la resolución de los problemas del país. Esto no debería sorprender a nadie, ya que nunca fue su intención hacerlo. El gobierno está respaldado y apoyado por Hezbollah, el Movimiento Amal y el Movimiento Patriótico Libre.
Estos mismos partidos y políticos estuvieron involucrados en el último gobierno, que dirigió el país durante más de dos años. Este no es un gobierno de cambio, sino un gobierno del status quo que llevó al Líbano al punto muerto al que se enfrenta hoy en día.
No se puede confiar más en las medias tintas de los políticos en el poder. Todos ellos deben ser eliminados. Las masas sólo pueden confiar en sus propias fuerzas
Se necesitan cambios fundamentales
El año pasado, el país fue sacudido por manifestaciones masivas, que unieron a todos los sectores del pueblo explotado contra el gobierno, superando todas las líneas de divisiones sectarias y religiosas.
En un pequeño país de seis millones, casi dos millones de manifestantes salieron a las calles exigiendo la caída del gobierno. Eso fue una verdadera inspiración para los trabajadores y la juventud de todo Oriente Medio –en todo el mundo, de hecho.
Ni siquiera la pandemia del coronavirus ha detenido la revolución. El 28 de abril, los trabajadores volvieron a las calles del Líbano en una abierta muestra de fuerza contra el gobierno.
¡Trabajadores y jóvenes del Líbano!
Ha llegado el momento de poner fin a esta situación intolerable.
Lo que se necesita no es esta o aquella reforma, sino un cambio fundamental, una revolución, de hecho.
En vuestras manos tenéis un enorme poder. Ni una lámpara brilla, ni una rueda gira, ni un teléfono suena sin el permiso de la clase obrera.
Es necesario movilizar esa fuerza para derrocar al régimen brutal, corrupto e injusto que ha llevado a vuestro país a su actual condición lamentable.
No escuchéis a los que intentan convenceros de que os mantengáis alejado de las calles, de que esperéis tiempos mejores, de que creáis que las mismas personas que os redujeron a la ruina harán ahora milagros en vuestro nombre.
Esta es una mentira, una descarada y escandalosa mentira, como todas las demás mentiras con las que os han alimentado durante tanto tiempo.
No podéis confiar en el gobierno, ni en los partidos y dirigentes que lo apoyan, directa o indirectamente.
Particularmente peligrosas y contrarrevolucionarias son aquellas fuerzas que buscan dividiros en líneas sectarias o religiosas. La única fuerza de la clase obrera reside en su unidad. No debemos permitir que nada ni nadie la socave.
Cristianos y musulmanes, sunitas y chiítas, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, todos los oprimidos y explotados de la sociedad deben unirse contra el enemigo común. ¡Unidos nos mantenemos, divididos caemos! ¡Que ese sea el lema de lucha de la revolución socialista libanesa!
Las masas sólo pueden confiar en sus propias fuerzas. Una vez que se movilicen para cambiar la sociedad, ¡ninguna fuerza en la tierra podrá derrotarlas!