El 20 de septiembre, Omar Hamid García Harfuch, quien ocupó el cargo de Secretario de Seguridad Pública de la CDMX en el gobierno de Claudia Sheinbaum, dejó su responsabilidad para postularse como “coordinador para la defensa de la 4T” en la CDMX, es decir, para ser candidato a la jefatura de gobierno por Morena y sus aliados.
Ya el hecho de que un policía tenga la posibilidad real de ser el candidato por la izquierda muestra el grado de burocratización y oportunismo electoral que está carcomiendo a Morena desde dentro.
García Harfuch es, ni más ni menos, nieto de Marcelino García Barragán quien fue Secretario de la Defensa Nacional de Díaz Ordaz y, como tal, estuvo implicado en la masacre de estudiantes del 2 de octubre de 1968. También es hijo de Javier García Paniagua, comandante de la siniestra Dirección Federal de Seguridad en el gobierno de López Portillo, es decir, responsable de la guerra sucia que implicó asesinatos y desapariciones a activistas de izquierda y de grupos guerrilleros durante ese periodo.
Bien es cierto que no se puede culpar a los hijos y nietos por los crímenes de los padres y abuelos pero no deja de ser relevante que el aspirante a ser candidato de la izquierda provenga de una familia de priístas y militares represores y asesinos.
García Harfuch ha sido fiel a la tradición policiaca y priísta de su familia. No sólo fue parte de la administración corrupta de Felipe Calderón y Peña Nieto sino que fue subordinado de Genaro García Luna —ahora preso por ser narcotraficante— en el periodo de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, precisamente comandante de la infame PFP en Guerrero durante este periodo. Si bien sus defensores alegan que él no tuvo participación en la desaparición de los normalistas, de lo que no cabe duda es que fue parte del aparato de estado que fabricó la llamada “verdad histórica”. También se señalan sus lazos afectivos con Ninfa Salinas la hija del dueño de TV Azteca, el evasor de impuestos que ha tratado de librarse de sus adeudos con la campaña histérica contra los libros de texto. Lo que no cabe duda es que la izquierda no podría elegir peor aspirante. Su presencia y ascenso es resultado del oportunismo y del afán de meter alacranes a la administración pública por parte de la burocracia de Morena, lo que incluye a la propia Claudia Sheimbaum.
Incluso si aceptamos que su labor como Secretario de Seguridad Pública jugó un papel en la disminución de las estadísticas delictivas en la CDMX, de ello no se sigue que sea un personaje capaz de encabezar un gobierno de izquierda —de la misma forma que las credenciales de Miguel Ángel Mancera como abogado y jefe policíaco tampoco lo hacían un buen gobernante de izquierda—.
Ya hemos visto que consideraciones miopes como ésta tuvieron pésimos resultados para la izquierda en gobiernos como los de Mancera de quien se alegaba haber sido un buen Procurador de Justicia del DF y buen asesor legal de AMLO durante el desafuero; pero llegó al gobierno sólo para continuar con el trabajo de entregarse al gobierno de Peña Nieto, proceso que ya había comenzado Marcelo Ebrard.
Un buen administrador u operador no necesariamente es un buen político. La nula trayectoria de izquierda de Harfuch es, al contrario, la garantía de llevar a un seguro fracaso al gobierno de izquierda de la CDMX que fue producto de luchas históricas que posibilitaron el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en 1997, mismo proceso de lucha que posibilitó en triunfo de AMLO en la misma capital y en el 2018 a la presidencia.
Sería patético que después de tantos años de lucha y esperanzas un policía de origen priísta se montara en el movimiento llegando a la Jefatura de Gobierno, esto no es sino la antesala para obtener cargos más importantes en el futuro como la presidencia misma. Debemos recordar experiencias como las de Lenin Moreno en Ecuador, quien llegó a la presidencia gracias a las masas que apoyaban a Correa y traicionó al movimiento y a Rafael Correa mismo, una vez que llegó al gobierno de ese país.
García Harfuch será apoyado por un sector de burócratas de Morena en busca de puestos, por chapulines recién venidos del PRD y otros partidos de derecha; será entrevistado y mimado por gran parte de los medios de comunicación. Su posible candidatura robará votos a sectores panistas —pues ya de por sí, en medio de los escándalos por el cartel inmobiliario, su caballada está muy flaca en la CDMX— y encontrará eco entre sectores de la clase media que votarán por él por el tema de la seguridad y porque “está guapo», usando el mismo criterio estúpido de quienes votaron por Peña Nieto.
Sin duda los sectores más a la izquierda de Morena, los activistas y diversas organizaciones sociales apoyarán la candidatura de Clara Brugada, un personaje que proviene del movimiento urbano popular, que ha gobernado la alcaldía Iztapalapa —la alcaldía más pobre y popular de la CDMX—.
Pero Harfuch tendrá de su lado el marketing y la forma de elección por encuestas que diluye el apoyo de los militantes y sectores organizados en un mar de encuestados anónimos que miden más la popularidad que la idoneidad desde un punto de vista de izquierda y de clase. Frente a esto las bases de Morena, que no se han movilizado para que un policía llegue a la CDMX, y los activistas de izquierda , incluso la propia Clara Brugada, deben confiar y basarse en la movilización y en una campaña militante y muy orientada a la izquierda. De otra forma Harfuch tendrá muchas posibilidades de ganar gracias al apoyo que sin duda tendrá de los medios y de empresarios que pagarán su campaña.
La posibilidad misma de que Harfuch llegue a la jefatura debe ser un llamado de atención a las bases honestas de Morena y a los simpatizantes de la 4T que realmente buscan que la transformación sea real, que se profundice y no naufrague en el oportunismo, el burocratismo y la traición. ¿Qué clase de Partido necesitamos? ¿Cómo es posible que personajes como Harfuch hayan llegado a donde están? ¿Cómo se incubaron dentro de Morena personajes como los Ebrard, los Monreal o las Lily Téllez?
Desde nuestro punto de vista todo ese oportunismo y burocratismo es consecuencia natural del reformismo, del intento de reformar al capitalismo y administrarlo de forma diferente. Si aceptas al capitalismo, terminas aceptando sus leyes y su lógica. La lógica electoral se sobreprone al movimiento y los arribistas o burócratas “bien posicionados” se imponen como candidatos frente a los auténticos luchadores sociales. Con esta política, la izquierda reformista termina desgastándose, desprestigiándose frente a sus propias bases, preparando el camino para el regreso de la derecha.
Actualmente el peor enemigo de Morena no es la oposición de derecha —desprestigiada y sin candidatos presentables— sino los oportunistas al interno de Morena. Dependerá del propio movimiento y su dirigencia permitir que un tipo como Harfuch llegue al gobierno sólo para dilapidar y destruir lo que haya de izquierda en la 4T. Lo que hace falta es un programa consecuente y una organización democrática, controlada por los trabajadores y el pueblo, es decir, un programa socialista.