Torre Pacheco: Unidad de clase frente a los progromos racistas – ¡Comités de autodefensa en los barrios! ¡Organizar una huelga en la comarca!
Los acontecimientos de Torre Pacheco son una seria advertencia para el conjunto de la clase obrera, tanto migrante como nativa. Aprovechando un caso de agresión a un vecino mayor de la localidad, presuntamente por un joven magrebí, hordas de fascistas y reaccionarios se han lanzado a un linchamiento masivo contra la población local de origen inmigrante. La respuesta no puede ser lanzar imprecaciones morales y lamentaciones, sino la acción de masas vecinal y de clase: comités de autodefensa y la huelga, comenzando por los invernaderos, los almacenes, el comercio y la construcción.
Los sucesos de Torre Pacheco vienen precedidos por el anuncio de los dirigentes de Vox de que deportarían a 8 millones de migrantes y sus familias si llegan al gobierno, y de una nueva andanada racista proveniente de los medios de comunicación de derecha y de la extrema derecha.
Lo que está aconteciendo en Torre Pacheco recuerda poderosamente a los graves disturbios que tuvieron lugar 25 años atrás en El Ejido, Almería, en febrero del año 2000. También entonces, como ahora, se desató una semana de terror contra la población inmigrante, tras cometerse tres asesinatos por dos inmigrantes, uno de ellos con problemas de salud mental. Cientos de trabajadores y vecinos inmigrantes vieron sus casas y negocios arrasados, decenas fueron apaleados y heridos de diversa consideración y muchos tuvieron que permanecer escondidos en los campos durante días.
Nada más conocerse la agresión al vecino de Torre Pacheco, diversas cuentas fascistas de Instagram, twitter y Telegram, como «Deport Them Now Spain», lanzaban mentiras, noticias y vídeos falsos, y proclamas racistas que animaban a trasladarse a Torre Pacheco para dar “cacería” a los inmigrantes.
Durante varias noches consecutivas decenas de encapuchados vestidos de negro, han recorrido las calles de Torre Pacheco al anochecer para dar palizas, insultar y romper coches y negocios de personas migrantes. El domingo 13 de julio por la noche, según el ministro del interior, Grande-Marlaska, la Guardia Civil identificó a más de 20 vehículos, incluyendo furgonetas, que trataban de entrar al municipio con palos, bates de beisbol y porras extensibles, entre otros objetos.
La verdad es que durante los primeros días la policía y la guardia civil dejaron hacer y campar a sus anchas a las hordas de lúmpenes y fascistas por el pueblo, sin practicar una sola detención. De hecho, el primer detenido fue un joven de padre magrebí, ya liberado, que participaba en un acto de repudio a la agresión del anciano, y que fue acusado falsamente por energúmenos locales de ser uno de los agresores. Sólo ahora hay 10 detenidos, con 7 energúmenos fascistas, pero que ya están casi todos en la calle y sólo 5 de ellos con cargos.
En este vídeo de abajo se ve cómo la guardia civil se retira del lugar en el momento en que una horda de 20 fascistas se aproxima al negocio de kebab, propiedad de una persona de origen inmigrante.
Aquí se ve cómo destrozan el bar
La base de clase del racismo en el campo
No es posible hacerse un cuadro exacto de estos sucesos fuera de una perspectiva de clase. El 31% de la población de este municipio es de origen extranjero, fundamentalmente magrebíes, subsaharianos y de Europa del este. Y el 60% de los puestos de trabajo agrarios (invernaderos y almacenes) son cubiertos por ellos, con un 90% en el trabajo bajo plástico. Torre Pacheco, que pasó en 30 años de 15.000 a más de 40.000 habitantes debe su riqueza y desarrollo al trabajo inmigrante, es el que ha dado riqueza a la localidad y el que ha hecho millonarios a un buen puñado de ricos empresarios agrícolas.
El trabajo en el campo es el más duro que existe. Ante la ausencia relativa de maquinaria, a diferencia del sector industrial e incluso de la construcción, el trabajo físico directo es la base del trabajo, sobre todo en los invernaderos. No es como la industria donde el patrón puede aumentar el ritmo de trabajo, acelerando simplemente la máquina o la cadena de producción. En el campo, la única manera de acelerar el ritmo es incrementando el esfuerzo físico del obrero, de ahí que los empresarios agrícolas sean los más negreros y déspotas. De ahí que sea en el campo donde el odio de clase llega más lejos. La mano de obra inmigrante, y más si es indocumentada, es la ideal para exprimir el esfuerzo humano como un limón, para extraer hasta la última gota de plusvalía. Este análisis de clase es imprescindible para comprender por qué la ideología racista es esencial para el capitalismo, pero sobre todo para este sector del empresariado en particular. El principal obstáculo al que se enfrenta un patrón es la organización de clase, el sindicato, las asambleas, la huelga, la conciencia de clase del obrero. Por eso es esencial que el numeroso proletariado agrícola de origen inmigrante este desorganizado y aterrado, y la propaganda racista ayuda en esto al actuar como un muro divisorio con sus hermanos de clase nativos; deben sentirse vigilados, despreciados, en permanente sospecha, vivir en un clima social hostil, sin derechos políticos ni sociales.
La violencia y la delincuencia se ceban contra los inmigrantes
Todos los mitos propalados contra los inmigrantes tienen como fin perpetuar esta situación. La realidad es que la delincuencia se ha reducido, en términos relativos en el Estado español. Concretamente, en el último año disminuyó un 2,75%, según datos del Balance de Criminalidad del Ministerio del Interior. Y, en cualquier caso, la criminalidad es una consecuencia inevitable de un sistema fundado en la división social, el lucro, la opresión y la violencia. Y es justamente, la población inmigrante la que sufre la peor parte de esta criminalidad, opresión y violencia.
Precisamente en Murcia, ningún ultraderechista se inquietó por el caso de los empresarios dejados libres tras mantener una red de jóvenes prostituidas, entre ellos Juan Castejón, exvicepresidente de la patronal de Murcia. Hace unos años se dio el caso de un encargado a sueldo de empresarios agrícolas de Torre Pacheco por agredir sexualmente a 20 temporeras inmigrantes, incluidas violaciones.
Los casos de asesinatos y agresiones a inmigrantes por motivos racistas son el pan de cada día. También en la región de Murcia tuvimos los casos del asesinato en Mazarrón (Murcia) de un trabajador inmigrante por un exmilitar ultraderechista. Días más tarde, en Murcia, una mujer apuñalaba a un inmigrante ecuatoriano al grito de «los inmigrantes nos quitan la comida».
Hace una semana fue incendiada una mezquita en la población barcelonesa de Piera.
Las condiciones de vida y trabajo de los inmigrantes son, en la mayor parte de los casos, desoladoras. En algunos casos, a los inmigrantes “ilegales” se los hace trabajar hasta morir, como pasó hace un par de semanas en Fraga (Huesca). También es conocido el caso de un empresario agrícola de Jaén, apoderado de Vox en las elecciones de 2019, que dejó abandonado el cadáver de otro inmigrante ilegal en un centro de salud después de morir en su explotación.
Está el caso de otro empresario agrícola de Jaén, sospechoso de haber presuntamente asesinado y desaparecido a varios trabajadores migrantes a lo largo de varios años tras reclamarles salarios adeudados.
O para qué hablar de las condiciones de hábitat infrahumanas de los temporeros agrícolas en Huelva, cuyas chabolas son incendiadas de manera recurrente.
En todas estas zonas, la ultraderecha y Vox tienen una base de apoyo en los pequeños y medianos empresarios agrícolas que se lucran con la explotación de los trabajadores inmigrantes, legales o “ilegales”. Los mismos que se quejan de los inmigrantes son quienes los emplean y explotan sin cesar. Su objetivo es tenerlos amedrentados para perpetuar esta situación.
A los empresarios negreros y racistas, base social de Vox y de la extrema derecha en estas comarcas, donde predomina la mano de obra inmigrante con salarios bajos y empleo precario o estacional, les importa un bledo la inmigración legal o “ilegal”, de las cuales dependen. Les interesa una mano de obra sumisa y un chivo expiatorio a donde puedan dirigir el malestar social causado por el mismo capitalismo. Mientras más predomine el racismo, más se esconde la opresión de clase; mientras en peores condiciones trabajen los inmigrantes, mayor división habrá en la clase obrera misma. Obreros que trabajaran con los mismos derechos y condiciones podrían exigir lo mismo de manera unitaria y con más fuerza. Por eso, justamente, mantener la actual situación redunda a favor de nuestro enemigo de clase.
Que en este ambiente de racismo social e institucional, se den episodios puntuales de violencia y criminalidad protagonizados por inmigrantes, que son los únicos que se destacan en las noticias, ¿a quién le puede extrañar? No por casualidad, como un reflejo de esa situación, uno de los casos detonantes de los sucesos de El Ejido hace 25 años fue el asesinato de un empresario agrícola a manos de un trabajador inmigrante de su explotación.
“Apartheid” político y social
En comarcas enteras de Murcia, Almería, Huelva, Granada, Lleida o Huesca, la población inmigrante alcanza el 20%, el 30% del total o más, pero carecen de derechos políticos y sociales en una situación de verdadero “apartheid”. Ellos son parte del entramado vivo de la economía y sociedad de estas comarcas y, por lo tanto, como reclamaba la clase obrera nativa hace 120 o 150 años, deben tener el derecho al voto, a la nacionalidad, a los servicios sociales y a la afiliación sindical. La marginación política de esta masa de población inmigrante, por negación de la nacionalidad, es lo que explica el apoyo desproporcionado a la derecha y la extrema derecha en estas comarcas. Es, por tanto, una mayoría artificial. En el caso de Torre Pacheco, PP y Vox obtuvieron poco más de 10.000 votos en las últimas elecciones generales, consiguiendo el 70% de los sufragios; esto es incluso menos que los inmigrantes de la localidad a los que se impide acceder al voto que, en su aplastante mayoría, son obreros.
En todo esto hay una responsabilidad en los sindicatos de clase, como CCOO y UGT. Debería ser su obligación organizar a estos trabajadores, comenzando por los “legales”, como una manera de combatir la explotación despiadada que sufren y unirlos a la clase obrera nativa de la localidad y la provincia, como la manera más efectiva de combatir el racismo que también se infiltra en los trabajadores nativos.
¿Qué hacer? Comités de autodefensa y organizar una huelga en la comarca
La primera tarea, como de manera espontánea se ha empezado a hacer por algunos sectores de jóvenes de origen inmigrante, es organizar la defensa de los barrios obreros afectados por las incursiones de las hordas fascistas con la complicidad policial. Ya algunos neonazis han recibido su propia medicina, como pedradas y apaleamientos, una vez que los jóvenes y vecinos han empezado a organizarse. Se trata de organizar asambleas vecinales que discutan la situación y formar comités de autodefensa formados por decenas de vecinos armados con palos, piedras y todo objeto que sirva a la disuasión, levantando barricadas móviles en los puntos que se requiera al caer la noche para bloquear la llegada de los energúmenos fascistas. Medidas adicionales deberían organizarse para proteger las propiedades (comercios, bares, etc.) susceptibles de ser atacadas. Si esto se organizara de manera audaz, sería relativamente fácil barrer a toda esa morralla y hasta la propia policía y guardia civil se verían obligadas a tomar medidas contundentes para dispersarla por miedo a una escala mayor de la reacción vecinal.
Lo segundo sería organizar una huelga general en el municipio contra las agresiones y amenazas racistas, donde la clase obrera inmigrante tome la iniciativa, allí donde su papel es el más indispensable: los invernaderos, los almacenes, el comercio y la construcción, con un llamamiento de solidaridad al resto de la clase obrera nativa del municipio. Además de las reivindicaciones antirracistas se pueden añadir otras igualmente sentidas en materia laboral (salarios, jornada, descansos, y plus de diverso tipo). Una vez que se le toque el bolsillo a los explotadores, estos serán los más interesados en que las aguas vuelvan a su cauce y paren a sus cachorros. De esta manera, se elevará el sentimiento de fuerza, confianza y dignidad de la clase obrera inmigrante que estará en condiciones inigualables de avanzar en sus derechos e imponer el respecto en el enemigo de clase y su aparato de Estado.
Esto tiene su precedente también en los sucesos de El Ejido en el año 2000. Ante la violencia inusitada de las hordas reaccionarias en la localidad, a iniciativa de activistas de izquierda de origen inmigrante, se organizó una huelga indefinida en los invernaderos, que comenzó el 8 de febrero de ese año. Fue tal la contundencia del paro que a los dos días, el 10 de febrero, la cámara local de empresarios y la delegación del gobierno, tuvieron que reconocer como interlocutores a la asamblea de trabajadores organizadora de la huelga y, por arte de magia, los progromos desaparecieron inmediatamente. Cierto es que la mayoría de las promesas quedaron incumplidas, en materia de reconstrucción de viviendas destruidas, derechos laborales, etc. Pero eso dejó una tradición y un legado, fue la única forma en que se detuvieron los ataques racistas en ese momento y dejó enseñanzas de cara a futuros acontecimientos, como el que ahora tiene de testigo a Torre Pacheco.
La solidaridad debe extenderse al conjunto del Estado, organizando actos de protesta con manifestaciones, concentraciones y otras actividades, para fortalecer la unidad de clase y combatir el racismo y mostrar un puño fuerte y sólido a todos los fascistas y reaccionarios para dejarles muy claro que ¡No Pasarán!
Frente al racismo, unidad de clase
Formar comités de autodefensa y organizar la respuesta obrera con la huelga y la movilización
Plenos derechos políticos y sociales para los trabajadores inmigrantes, legales e “ilegales”
Abajo la explotación capitalista