La situación de violencia que viven las mujeresen México se ha exacerbado con las medidas implementadas por la pandemia del Covid-19, se han registrado 209 asesinatos contra mujeres, al menos 163 feminicidios de los cuales, 16 casos, las víctimas son niñas menores de 14 años de edad. Las cifras son contabilizadas a partir del pasado 16 de marzo al martes 14 de abril del año en curso. No solo eso, también ha habido casos de violencia sexual y un aumento de 120% a las llamadas del 911 por violencia doméstica.
Los casos de vulnerabilidad que sufren las mujeres, no han tenido tregua, incluso en medio de la contingencia sanitaria, cuando éstas han tenido que permanecer encerradas con su agresor, procurando cuidar no sólo su salud, sino también su integridad física y su salud mental. La mayoría de feminicidios cometidos en este periodo han sido llevados a cabo por las parejas sentimentales. El confinamiento y la crisis económica, que la mayoría de las familias padece, son caldo de cultivo para que esta situación continúe y llegue a un punto crítico.
No hay una política pública clara al respecto, al inicio de la cuarentena las autoridades ya proyectaban un aumento en los casos de violencia de género, sin embargo, las medidas tomadas son insuficientes. En un primer esfuerzo capacitaron al personal del 911 para poder canalizar las llamadas y tener la capacidad de atender casos de violencia intrafamiliar y de género, a lo que se sumará la “canalización” de personas en situación de violencia a las instancias de apoyo pertinentes. Pero esto no es posible, los albergues para víctimas de violencia están a tope, en algunos casos no se les permite la entrada hasta tener una prueba de Covid-19, en la mayoría de los estados si no tienes síntomas no te realizan una prueba preventiva, esto deja desprotegidas a las mujeres en busca de refugio.
No fue hasta el jueves 26 de marzo que se realizó la primera conferencia de prensa en la que la situación de las mujeres en la pandemia por COVID-19 fue el tema principal, algo que ni la coyuntura del 8 y 9M logró. Con la presencia de la doctora Ana Luisa de la Garza Barroso, directora de Investigación Operativa Epidemiológica de la Dirección de Epidemiología de la Secretaría de Salud; la doctora Nadine Flora Gasman Zylberman, presidenta del Inmujeres México; Karla Berdichevsky Feldman, directora general del Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva; y la doctora Lorena Rodríguez Bores, secretaria Técnica del Consejo Nacional de Salud Mental, como expositoras. En dicha conferencia no se dio un plan de acción para poder hacer frente a esta coyuntura. Las expositoras dieron ideas y propuestas completamente alejadas de la realidad que están viviendo miles de mujeres en este momento. Aun implementando un protocolo de género, cosa que ha probado su ineficiencia, no se va a poder frenar la violencia.
Los Centros de Justicia para las Mujeres, redujeron sus horarios por la contingencia y el 84.4% de los poderes judiciales suspendieron labores sin tomar previsiones con las que frenar la violencia hacia las mujeres, como la posibilidad de tramitar una orden de alejamiento durante la cuarentena o dar seguimiento a las denuncias que ya están en proceso.
Se esperarían acciones, si estas estuvieran planeadas. Es bien sabido que el hogar se convierte en un espacio de alto riesgo. Al final de la crisis, la violencia contra las mujeres podría ser mucho mayor que la ya documentada y conocida.
Por su parte, el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) señala que la violencia sexual es común en entornos de emergencia humanitaria y puede acentuarse más después de un desastre natural o pandemia, y ocurre en cada una de las etapas de un conflicto. El UNFPA señala que las víctimas suelen ser mujeres y adolescentes, cuya vulnerabilidad se ve agravada en el caos de una crisis, ya que la ruptura de la ley y el orden coadyuva a que los perpetradores a menudo actúen con impunidad.
Durante este período de restricción muchas niñas y mujeres no pueden salir a pedir ayuda, dependen en muchos casos económicamente del agresor; están al cuidado de varios integrantes de la familia, se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad por el control del agresor y, en algunos casos, recurren a actitudes de sumisión, como mecanismo para evitar agresiones.
Esta crisis a nivel mundial ha puesto en jaque al capitalismo, somos testigos de la falta de recursos para hacer frente a la situación sanitaria. Vemos la podredumbre en todos los niveles y estructuras capitalistas, la familia y las relaciones socio afectivas bajo este sistema también están reflejando su lado más grotesco. La descomposición social aunado a la crisis económica están recrudeciendo la violencia de una forma exponencial.
El panorama es gris, a una crisis se suma la otra ocupando durante meses las primeras planas. El 8 y 9 de marzo las mujeres dimos un ejemplo de organización colectiva y salimos a las calles a denunciar y exigir el freno a la violencia. La lucha no se ha detenido por la pandemia, el hecho de no poder salir a las calles no quiere decir que no nos estemos organizando. Así como la violencia y los feminicidios no han parado la lucha tampoco. Debemos exigir al gobierno federal una respuesta clara y contundente a esta situación, la liberación de recursos para los albergues, el sacar del hogar al agresor para que las víctimas se encuentren seguras, castigo a los feminicidas y agresores sexuales, etc.
Es el momento de organizarnos y prepararnos para la lucha, una vez terminada la contingencia saldremos de nuevo a las calles a luchar y exigir el alto a la violencia, desde el ámbito doméstico hasta el estructural, derrumbaremos el capitalismo patriarcal.