La pandemia nos ha revelado que la prioridad de los grandes capitalistas son sus ganancias por encima de la vida y la salud de millones de personas, han exigido a su Estado y sus respectivos gobiernos que asuman los costos de la crisis económica y la recarguen sobre las espaldas de los trabajadores. Aquellos que no favorecen al 100% sus intereses, han utilizado todas las medidas posibles de presión política y económica.
Por su puesto que para defender sus intereses los dueños del gran capital tratan de encubrir sus intenciones y prioridades, no hablan de rescates financieros a los grandes bancos y las grandes empresas, en nuestro país se han convertido en los paladines de los pequeños negocios y a partir de ese discurso han exigido medidas favorables para los millonarios y los grandes negocios. Hablan de que todo mundo debe apretarse el cinturón ante la inminente crisis económica, pero los objetivos de sus proyectos se enfocan en mantener su tasa de ganancia, exigen grandes rescates financieros y que estos sean pagados por la población y los trabajadores.
Una vertiente de la justificación ideológica de los intereses e intenciones de los capitalistas la hemos encontrado en los grandes medios de comunicación y la prensa mercenaria, pues que la gran mayoría de estos funcionan como grandes empresas, y en el que los millonarios en ocasiones tienen inversiones.
Para millones de personas la pandemia del COVID-19 también ha evidenciado la falsa objetividad y neutralidad de un sector del periodismo, el cual también es usado como una herramienta de enajenación, de transmisión de ideas y defensa de intereses de los dueños del gran capital.
Ejemplos concretos los conocemos: Tv Azteca, Televisa, el periódico Reforma, El Universal, El Sol de México; periodistas en particular: Joaquín López Doriga, Carlos Loret de Mola, Denise Dresser, Adela Micha, Carlos Marín y un largo etcétera.
Cuando nos referimos a mercenarios, nos referimos a los dueños de los grandes medios de comunicación y a los periodistas comprometidos con la derecha política y el actual sistema, pero a su vez debemos aceptar que en la gran mayoría de los medios existen trabajadores administrativos, técnicos, periodistas comprometidos con la verdad, que muchas veces se ven amordazados por las decisiones de quienes delimitan las líneas editoriales.
La información como negocio y control ideológico
En la introducción a su Manual de Periodismo, escrito por Vicente Leñero y Carlos Marín, nos explican que:
“Como toda actitud intelectual, el periodismo cumple su función en la medida que se desarrolla no solamente en relativa libertad sino como un ejercicio de liberación tanto de quién lo practica, como de quien lo digiere. El periodismo pervierte su función cuando tergiversa, cuando miente, cuando negocia y cuando escamotea información.”
“La deformación del periodismo, sin embargo, es un fenómeno recurrente y explicable: lejos de ser una forma desinteresada de comunicación, constituye una activa manifestación de la lucha de clases.”
Si el periodismo es una manifestación de la lucha de clases, entonces los mismos periodistas asumen alguna posición dentro de la misma, defendiendo los intereses de las clases sociales en pugna, de los opresores y oprimidos. Las bases materiales de esa posición sin duda está en la relación que los medios de comunicación tienen con el poder económico, con los dueños de las grandes empresas y los bancos, y por ende con el poder político que defienden estos intereses.
En el momento en que Carlos Marín avaló esa introducción al libro que escribió junto con Vicente Leñero aún no era un sirviente del gran capital, aún no daba sus primeros pasos para tergiversar, ahora cotidianamente lo hace “cuando miente, cuando negocia y cuando escamotea información”.
El nacimiento de una parte de los medios de comunicación masiva está vinculado a las inversiones que algunos grandes empresarios realizaron para fundar periódicos, estaciones de radio o canales de información. La información para ellos se convierte en una mercancía que puede ser intercambiada a un gran costo, ocultarla a cambio de favores monetarios, darla a conocer para presionar políticamente o golpear a oponentes o personas incómodas al régimen y al sistema. El expresidente José López Portillo resumió en una frase el cómo funciona este sector de los medios de comunicación: “no pago para que me peguen”.
También los grandes medios se encuentran ubicados en la superestructura ideológica del actual sistema económico, que tiende a obedecer los intereses de los dueños de los medios de producción. Sirven como correa de transmisión de las ideas de la clase dominante a toda la sociedad, como una herramienta de control y enajenación de la población y la propia clase trabajadora.
Cuando a Emilio Azcárraga Milmo se le cuestionó por que el Partido Revolucionario Institucional (PRI), en aquel entonces partido en el gobierno, tenía más tiempo de cobertura en Televisa, este contestó “somos evidentemente soldados del presidente de la República”.
El padre del actual dueño de Televisa era fiel a esas reglas, durante décadas fue un servidor fiel del sistema político mexicano cuya columna vertebral era el corporativo y autoritario PRI. 38 años después de ese cuestionamiento nada ha cambiado, los dueños de los grandes medios de comunicación siguen siendo soldados del poder político que emana del poder económico, pues son parte del andamiaje del propio sistema.
A lo largo de la historia hemos observado como los grandes medios han sido utilizados para favorecer las ideas de la clase dominante en turno.
Para algunos periodistas de la época la revolución de independencia iniciada en 1810 no era sino “inauditos y escandalosos atentados y su primer dirigente, Miguel Hidalgo, un apóstata de la religión (Gazeta del Gobierno). Cuando algunos dirigentes de las primeras agrupaciones obreras en México comenzaron a adoptar las ideas del socialismo en sus diversas vertientes el periódico El Universal tachó a la actividad de los socialistas como una “actividad diabólica entre las clases todas de nuestro incauto pueblo” y como un “germen de peligro para la tranquilidad pública”. En 1868 Julio López Chávez por los rumbos de Chalco se levantó bajo la bandera de la reforma agraria incluso el muy liberal Monitor Republicano, manifestó que era un bandolero, gavillero y sus seguidores estaban vinculados a los plateados (bandidos de la época).
Para el periódico porfirista El Imparcial, la huelga de los obreros de la mina de Cananea de 1906 fue un “escándalo huelguista” y en sus páginas se escribió que no existían razones para que los trabajadores mexicanos se quejaran de sus condiciones y situaciones. El semanal El Mundo Ilustrado manifestó que Emiliano Zapata era un “salvaje”, “bandido” y a sus seguidores las tachó de “hordas”. Años después Excelsior reportaría en su portada la muerte del dirigente revolucionario, tildándolo de “sanguinario cabecilla” y sentenciaba que “el zapatismo ha muerto”; los ideólogos y periodistas de la clase dominante cotidianamente han decretado la muerte de la lucha de clases y de las ideas revolucionarias.
El movimiento estudiantil de 1968 despertó el odio de la prensa reaccionaria, tras la masacre del 2 de octubre en la Plaza de Tres Culturas en Tlatelolco, El Sol de México informaba que el objetivo era impedir la realización de los juegos olímpicos y afirmaba que había “manos extrañas empeñadas en desprestigiar a México”, El Heraldo exigía “Energía contra los alborotadores”. Para Televisa y su merolico estrella, de aquellos años, Jacobo Zabludovzky, el fatídico día de la masacre estudiantil solamente “fue un día soleado”.
De todos es conocido el papel jugado por los grandes medios de comunicación durante los fraudes electorales del año 2006 y durante la compra descarada de votos durante las elecciones del 2012. Durante las movilizaciones del magisterio democrático organizado en torno a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación durante la lucha contra la mal llamada reforma educativa impulsada por el gobierno de Peña Nieto, lanzaron una campaña de satanización contra los maestros que se oponían a la evaluación punitiva. También fueron entusiastas promotores de las llamadas reformas estructurales en beneficio del capital nacional y extranjero.
Durante la emergencia sanitaria hemos tenido ejemplos de esta situación. Durante el noticiero estelar de TV Azteca dirigido por Javier Alatorre en la noche del 17 de abril hizo un llamado a desobedecer las instrucciones del subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, mensaje que incluso fue reproducido en sus redes sociales:
“Como todas las noches, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell encabezó la conferencia sobre el #Covid_19 en México. Pero sus cifras y sus conferencias ya se volvieron irrelevantes. Es más, se lo decimos con todas sus palabras, ya no le haga caso a Hugo López-Gatell”, expresó.
Aunque días después el conductor se disculpó, esa situación puso en riesgo la salud de millones de personas.
Y recientemente hemos tenido los casos de los periódicos Reforma y El Sol de México. El primero ha publicado algunas portadas tendenciosas en torno a la emergencia sanitaria, la última el domingo 10 de mayo de con el titular: “Arrasa el Covid-19 en estados morenistas”, lo cual es evidentemente falso, los dos estados con mayor contagio son la Ciudad de México y el Estado de México, el primero gobernado por Morena, el segundo por el PRI, además son los estados con mayor densidad poblacional y con mayor movilidad, esto y otros factores pueden explicarse el por qué el mayor número de casos de infectados se han concentrado en esta región, pero eso no le interesa al Grupo Reforma, quienes intentan ligar el contagio al asunto de las preferencias políticas de los habitantes que viven en determinados estados del país.
El otro incidente se ha presentado con las periodistas de El Sol de México que cubren las conferencias de prensa donde se informan de las cifras de los contagios, las cuales han sido cuestionadas por los ex secretarios de salud, vinculados al PRI y al PAN, en particular José Narro, exrector de la Universidad Nacional Autónoma de México, exsecretario de Salud durante el gobierno de Peña y exaspirante a dirigir el PRI. Alguna de estas reporteras en tono retador y sin poder contestar posteriormente, lanzó una pregunta al actual Subsecretario de Salud ¿usted le ha mentido a México?
Los dueños de los medios de comunicación al estar vinculados al gran capital, es lógico que tiendan a defender sus intereses. Ricardo Salinas Pliego, uno de los hombres más ricos de México posee Televisión Azteca; Emilio F. Azcárraga Jean es el socio mayoritario de Televisa, en cuyo Consejo de Administración están representados grandes grupos empresariales como FEMSA, Grupo Financiero Banorte, Grupo Bal, Grupo Financiero Banamex, Empresas Polar, Industrias Peñoles, Kimberly Clark, Grupo Comercial Chedraui, políticos y empresarios como Carlos Hank González y personajes con fuertes vínculos en la Comisión Nacional Bancaria y de Valores.
El otro ejemplo claro es la Organización Editorial Mexicana, que es dueña de 70 periódicos, 24 estaciones de radio y 44 sitios de internet, entre ellos El Sol de México, este poder sobre los grandes medios de comunicación llevó a su ex jefe de administración Mario Vázquez Raña a ser también el presidente del Comité Olímpico Mexicano. Además, sus vínculos familiares los lleva al Grupo Empresarial Los Ángeles, dueño de hoteles, restaurantes, de Grupo Imagen, del periódico Excelsior y empresas vinculadas al sector financiero.
Estos por poner algunos ejemplos.
Es por eso que, hablar de libertad de prensa y libertad de expresión en términos generales resulta limitado, puesto que los grandes capitalistas inciden en las líneas editoriales de los grandes medios de comunicación, pues ellos los controlan, la prensa, la radio, el internet. Mientras una minoría decide lo que la mayoría de la población debe consumir como información, la gran mayoría de personas no contamos con los accesos a los medios de comunicación, la dictadura del capital no solamente extiende su dominación en el terreno económico y político, sino a través del control de los grandes medios de comunicación trata de imponer su punto de vista, ideas e intereses egoístas y particulares.
La falsa libertad de expresión bajo el capitalismo
En teoría todos somos iguales ante la ley, todos somos ciudadanos y eso nos los garantiza, sin embargo, en la realidad esa igualdad jurídica es una fantasía, pues existen ciudadanos de primera y segunda clase. Ante la ley evidentemente tienen mayor valor los intereses del hombre más rico de México: Carlos Slim, que la de un simple trabajador.
Lo mismo sucede para la libertad de expresión bajo el capitalismo, la cual en teoría está garantizada incluso en la constitución, en el artículo 19:
“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
Claro que todo derecho tiene su limitante legal, la ley debe garantizar que el status quo del sistema prevalezca:
“En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática”.
Mantener el orden público y la sacrosanta libertad de explotar, de comerciar y de acumular dinero es una prioridad bajo el actual sistema.
Pero este derecho no solamente está limitado en términos jurídicos y legales, su principal limitación radica en que una ínfima minoría privilegiada de la actual sociedad, no solamente son dueñas de los medios de producción: empresas, materias primas, tierra, la banca, sino que a su vez son los dueños de las empresas que administran los grandes medios de comunicación.
Mientras otro sector, la gran mayoría de desposeídos, solamente tenemos nuestra fuerza de trabajo que ofrecer, y por supuesto que no tenemos acceso a los grandes periódicos, estaciones de radio y canales de televisión.
En teoría, la voz y la opinión de un gran empresario y la de un trabajador debe ser garantizada, pero esta última se cercena al carecer de medios para que su opinión sea amplificada.
¿Acaso tiene el mismo alcance el derecho a opinar de un trabajador al del dueño de Televisión Azteca, o del dueño de Televisa o algunos de los integrantes del Consejo de Administración, o de la familia de los Vázquez Raña, dueños de la Organización Editorial de México? La respuesta es obvia.
No porque la opinión de los trabajadores no sea valiosa, sino simplemente porque no poseemos grandes medios de comunicación para que nuestra voz sea escuchada.
Los marxistas siempre seremos los más firmes defensores de la libertad de expresión, y lucharemos contra cualquier intento autoritario de acallar las voces disidentes y periodistas críticos o contra cualquier ley que la limite aún más. Sin embargo, somos claros al comentar que el derecho a la expresión bajo el capitalismo es inequitativo, los dueños del gran capital y de los grandes medios de comunicación siempre los usarán para tratar de imponer su punto de vista sobre el nuestro, por lo que la única herramienta que tenemos son nuestros medios de organización.
La verdadera libertad de expresión existirá cuando la prensa, la radio, la televisión, no los controle un puñado de capitalistas, sino que esté bajo el control democrático de toda la sociedad, garantizando a cada uno la igualdad en su opinión.