A más de dos meses de la toma de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y después de una mesa de diálogo de las autoridades universitarias con estudiantes del colectivo: «Mujeres Organizadas FFyL»; el cese al paro aún se ve con incertidumbre.
Las alumnas hacen once planteamientos, que en términos generales, demandan el castigo a los que han cometido actos de acoso dentro de la facultad y el fin del acoso mediante propuestas de perspectiva de género. Por su parte los funcionarios, en una postura rocosa, no dejan claro un plazo para poder llevar a cabo las demandas y pareciera que a lo único que le apuestan es a desgastar el paro y terminarlo de cualquier forma, dejando de lado los intereses de las alumnas, tanto es así que funcionarios de la rectoría y de la DGENP, entregaron a las Preparatorias 7 y 9, cartas donde se comprometen a no ejercer ningún tipo de represalia contra los activistas que llevan a cabo las tomas de dichas preparatorias, así como a separar de sus cargos durante cinco días, a los acusados de acoso para que sean presentadas las denuncias formales.
Dejando de lado la postura siempre indiferente de las autoridades universitarias, es prudente recalcar dos elementos importantes de esta situación: Una es la postura de quienes están al frente del paro y la otra es la postura de las bases estudiantiles.
Con la primera cabe resaltar que, si bien es cierto, las demandas son legítimas y son apoyadas por la comunidad estudiantil, diversas agrupaciones estudiantiles y políticas, los métodos separatistas para tomar decisiones no son los correctos para la trascendencia de la lucha misma en el ámbito estudiantil, ya que son excluyentes y terminan por aislarse del resto de la comunidad universitaria.
Así mismo, han adoptado los paros no como un medio de organización y movilización sino como un fin, casi como único método de lucha. El alumnado en general los percibe como días de descanso y no como días de actividad política y de organización.
Por otro lado, cabe resaltar, que el ataque porril del 3 de septiembre del 2018 fue un punto de inflexión en el resurgimiento de la vida política estudiantil de la UNAM. Sin embargo los alumnos aún siguen navegando con muchos prejuicios acerca de los movimientos estudiantiles, lo que provoca que con los métodos e ideologías actuales surjan roces y se polarice la lucha en todos los sectores.
Esto también da cabida a que el vacío político lo llene la derecha y el alumnado sea presa de asimilar posturas como las de Rectoría.
Siempre estaremos del lado de las demandas estudiantiles y más aún de las que aquejan a las alumnas. Pero una lucha partida en dos, aleja no solo a los alumnos, también aleja a las alumnas que no son del colectivo, pero simpatizan con la causa. Que si bien es cierto, se enfatiza que es una lucha de la facultad, pareciera que la única voz que vale es la de las chicas que tiene la toma y precisamente esa falta de inclusión y democracia ha mermado en el resto de la comunidad estudiantil. Lo cual puede resultar peligroso para más luchas venideras porque perderán legitimidad los paros.
Es por eso que debemos profundizar ideológicamente la lucha estudiantil. Una de las tareas más importantes como estudiantes, colectivos y organizaciones políticas es poder sacar conclusiones sobre las formas de organización y métodos que eviten el desgaste y la división para poder solucionar nuestros problemas inmediatos e ir más lejos en las demandas estudiantiles.
Es necesario construir una organización permanente, revolucionaria, con carácter de clase, juvenil e inclusiva, que reivindique las mejores tradiciones del movimiento estudiantil, porque necesitamos estar preparados para la próxima embestida en contra de nuestros intereses como estudiantes.
El autor es estudiante de la Facultad de Química de la UNAM