Escrito por: Carlos Márquez
El gobierno de Peña Nieto deja un saldo de 37 mil desaparecidos y 238 mil homicidios. El Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal no puede ocultar la violencia en México, según su listado de las 50 ciudades en el mundo con mayor cantidad de homicidios en 2017, 12 están en México y la lista es encabezada por los Cabos, Baja California, con 111.33 homicidios por cada 100 mil habitantes. Estas cifras de la muerte hablan de un país en estado de guerra, real. Esto hereda el gobierno de AMLO.
El caso Ayotzinapa es el más visible pero el país está lleno de historias desgarradoras similares. Se han realizado dos diálogos nacionales por la Paz, la verdad y la justicia, entre el futuro gobierno y las víctimas. En el segundo AMLO estuvo presente. Padres y madres de desaparecidos alzaban juntos las fotos de sus hijos. Tomaban la palabra y contaban sus historias de dolor, algunos hasta las lágrimas o cayendo desmayados de tanta impotencia. Javier Sicilia, el poeta que perdió a su hijo y encabezó el movimiento por la Paz la justicia y dignidad, estaba presente.
AMLO ha llegado a hablar de reconciliación y perdón, pero en un país desgarrado eso no será fácil de aplicar esa sentencia. Ni perdón ni olvido, es lo que muchas víctimas tienen en sus mentes y corazones. Justicia es lo que se quiere y AMLO afirma que la habrá. Hay, al igual que con el caso Ayotzinapa, esperanza pero no un cheque en blanco.
Mucha gente tiene enorme confianza en este nuevo gobierno. AMLO ha dicho, en el contexto de los 50 años de la masacre del 2 de octubre, en esa emblemática plaza de las Tres Culturas, que él reducirá su seguridad personal y que el Ejército nunca será utilizado para reprimir nuevamente al pueblo.
Su propuesta central es crear una Guardia Nacional fusionando a la policía federal, Naval y Militar. Esto ha traído muchas dudas y fuertes críticas por parte de las víctimas de la violencia, y organizaciones, que han luchado en contra de ella. Esto se ha visto como una justificación de la militarización contrario lo que AMLO dijo, en algún momento de su campaña, que regresaría el ejército a los cuarteles.
En un acto multitudinario con las fuerzas militares AMLO dijo que el Ejército es pueblo, que conoce de donde vienen porque ha visitado sus municipios y que se debía trabajar juntos para pacificar al país. Dice que nombró a José Rafael Ojeda, al frente del ejército, debido a que todas las encuestas decían que era un hombre honesto. Resaltó el origen revolucionario del ejército y que este es leal y disciplinado, que han sido muy raros los conflictos internos. En su mitin de la gira de agradecimiento, en la Plaza de las Tres Culturas, recordó como el pueblo de México es el que ha luchado, y lo volverá a hacer, como cada vez que ha sido puesto en peligro el país.
Lenin mismo dijo que el soldado raso era un obrero con uniforme, no se podría haber entendido la revolución rusa sin ellos, que se unieron a la clase obrera. Pero esa revolución, de hecho, destruyó el viejo ejército y el viejo Estado que servían a los intereses de los terratenientes y capitalistas.
Lo que plantea AMLO es en realidad una reforma de las fuerzas armadas pero para ver su efectividad debemos analizar tanto la historia y carácter del Estado como el contexto actual en que se ha desarrollado. Es verdad que el Ejército nació con la revolución, pero esta revolución fue usurpada por los caciques burocráticos del Estado y la naciente burguesía. El Estado mexicano tiene muchas peculiaridades en su formación y desarrollo, pero tiene un carácter burgués. En ocasiones los presidentes se balanceaban entre las clases, daban alguna concesión a las masas, pero al final siempre defienden el desarrollo capitalista y los intereses de la clase empresarial. Esto queda claro al recordar las represiones a las luchas obreras (que van de la represión a los ferrocarrileros de Campa y Vallejo, a los maestros de Othón Salazar, hasta el cierre de Luz y Fuerza del Centro y los ataques a los maestros que se han opuesto a la reforma educativa). Podemos también recordar el actuar del ejército en la masacre del 2 de octubre del 68, en la contrainsurgencia contra el EZLN o en la toma de la UNAM en el año 2000 (que era el ejército disfrazado de policía). En el último periodo distintas corporaciones Estatales han sido infiltradas por el crimen organizado y estos elementos han actuado en función de un cartel u otro. El ejército tiene en su historial muchas violaciones a los derechos humanos, incluyendo acusaciones de ejecuciones extrajudiciales.
¿Quién nos asegura que las fuerzas armadas ahora actuarán a favor del pueblo y no serán infiltrados por el crimen organizado? El problema no es el soldado que viene de una comunidad campesina o es un desempleado de la ciudad y busca salir adelante, sino que el actual Estado está podrido y sus instituciones se han creado para defender los intereses de ese mismo Estado y del gran capital.
La única garantía sería que existiera un control del pueblo sobre las fuerzas armadas, eligiendo dirigentes no tengan ningún tipo de privilegios. Deben existir asambleas de soldados rasos y que estos puedan elegir a sus superiores y destituirlos, combatiendo los abusos internos y a la sociedad. De igual forma deben existir organismos de participación surgidos en forma organizada del conjunto de la población. Tenemos ejemplos claros como las policías comunitarias de Guerrero, donde se eligen de la población armada y la organización del pueblo puede evitar abusos con base en asambleas democráticas. En nuestras colonias y pueblos deberíamos poder nombrar a elementos que conozcamos y tengan nuestra plena confianza para estar al frente de nuestra seguridad. Necesitamos policías populares controladas por el pueblo, requerimos un cambio efectivo solo es posible con la organización y la sustitución del actual podrido Estado por un Estado de los trabajadores que nos pertenezca y defienda.
Las contradicciones en nuestra sociedad no se han eliminado y los conflictos de clase surgirán, el gobierno de AMLO, en última instancia, deberá decidir entre ponerse de manera consecuente del lado del pueblo trabajador o ceder y sucumbir ante las presiones del gran capital nacional y extranjero, de la mafia del poder. El Estado no quedará al margen, cuando la situación se polarice se posicionará a favor de una clase u otra y si el Estado no se ha transformado incluso podría devorar a quienes sólo tratan de reformalo.