Por: David Rodrigo García Colín Carrillo*
La ciencia no puede prescindir de la filosofía de la misma manera que un viajero difícilmente podrá orientarse sin llevar una brújula. La relación entre teoría, práctica y realidad es fundamental para la ciencia; pero se trata de un complejo problema filosófico que de no plantearse de forma correcta puede generar extravíos hacia el misticismo y arbitrariedad. Un ejemplo de esto último es la llamada Teoría de Cuerdas, Teoría de Supercuerdas o Teoría M -diferentes formulaciones de la misma idea básica-. Se trata de una teoría que habla de dimensiones teóricas y mundos paralelos infinitos, una teoría que lleva cuarenta años de existencia sin que haya podido demostrarse en absoluto y sin que haya hecho ninguna predicción exitosa. No obstante se convirtió en una especie de moda, sobre todo en las décadas de los ochenta y noventa del siglo XX, entre las burocracias académicas que dominan el estudio de la física teórica -absorbiendo millones de dólares en becas y presupuesto científico- y un éxito relativo de la cultura pop y la ciencia ficción–probablemente el único campo donde ha rendido frutos-. Con este artículo intentaremos mostrar la necesidad de vincular dialécticamente la ciencia a la filosofía, al tiempo que la filosofía se nutre con la ciencia, para mostrar dónde radica el problema de esta teoría. Debo agradecer a mi amigo y camarada Miguel Ramírez Barrios, Dr. en Ciencias, por su asesoramiento y comentarios para el presente artículo, aunque es justo decir, y también es costumbre, que cualquier error es de mi exclusiva responsabilidad.
¿Teoría del todo?
La Teoría de Cuerdas pretende ser el nuevo enfoque de la “Teoría del Todo”, es decir, una teoría que logra unificar en un sólo cuerpo teórico “las fuerzas fundamentales” -como pomposamente la comunidad científica ha llamado a las leyes que operan en los diferentes niveles de la realidad que hemos podido conocer hasta el momento-. Estas son: la fuerza nuclear débil y fuerte (que operan a nivel subatómico), el electromagnetismo (que opera a nivel atómico y molecular) y la gravedad. El proyecto de encontrar una teoría que unificara los tres campos conocidos en la física fue el sueño de Einstein, pero hablamos de un genio científico que cometió algunos errores filosóficos, por ejemplo, la forma subjetivista en que se divulgó la teoría de la relatividad especial, error que el propio Einstein reconoció, incluso oponiéndose activamente a interpretaciones idealistas de la física cuántica como las de Heisenberg, o bien la llamada constante universal, la cual catalogaría como su más grande error -. Sin embargo las corrientes más especulativas en la física teórica se han apoyado en los errores de Einstein -llevándolos al absurdo- y no es sus virtudes.
Un problema filosófico se presenta ya de inicio: la idea de que es posible una teoría científica que lo explique todo. Es verdad que la ciencia tiene el potencial de explicarlo todo, pero sólo a través de un proceso sin fin, como un potencial jamás actualizado totalmente. La experiencia científica de la humanidad demuestra que explicarlo todo -como un proceso terminado- es imposible: el ser humano sólo puede conocer la realidad en la forma de una progresión infinita y contradictoria. La historia de la ciencia puede describirse como el descubrimiento de leyes que operan, si bien de forma absoluta para un nivel específico, sólo en determinados niveles de la realidad -o sea de forma relativa-. Es verdad que la ciencia es la vía óptima para conocer objetivamente la realidad, pero este conocimiento es relativo y condicional, nunca absoluto. Toda ley que se creía absoluta en un periodo determinado de la historia de la humanidad -por ejemplo la leyes de la mecánica clásica- pasa a ser, con el desarrollo del conocimiento humano, un caso particular de una teoría más general y comprensiva -por ejemplo las leyes de la relatividad de Einstein- que está destinada, a su vez, a ser derribada de su pedestal de supuesta teoría última de la realidad. La realidad es infinita e inagotable y por tanto el conocimiento de ella sólo se puede desarrollar como un proceso infinito e inagotable. El lado absoluto de la ciencia radica en esto: en todos los infinitos lugares del universo donde existen las condiciones de operación de ciertas leyes (por ejemplo las leyes descubiertas por Newton), éstas leyes se cumplirán irremediablemente; pero sólo en esos límites, fuera de los cuales se manifiestan leyes diferentes que subsumen a las anteriores. Es probable que el intento de unificar en una teoría superior a los tres campos (o fuerzas) fundamentales de la naturaleza no sea una empresa estéril, pero la pretensión de arribar a una “teoría del todo” sólo puede llevarnos a un tobogán degenerativo de errores superpuestos. Vemos cómo la Teoría de Cuerdas desciende por el tobogán.
Pequeñas cuerdas que vibran
A inicios de los setenta algunos científicos -Yoichiro Nambu y Holger Nielsen- interpretaron el comportamiento de las partículas elementales como las vibraciones de pequeñas cuerdas. Pero aunque a inicios de los setenta se demostró, con experimentos con altas energías, que el modelo fallaba, en 1974 los científicos John Schwarz y Joël Scherk -de la escuela superior de París- revivieron la idea para intentar explicar el comportamiento de los bosones -las partículas elementales que explican la energía nuclear fuerte (la que mantiene unido el núcleo atómico)-. Posteriormente, en un intento de unificar arbitrariamente los tres campos de la física, afirmaron que todas las partículas elementales están compuestas por una serie de cuerdas pequeñísimas – de longitud de Planck (del orden de 10-35 m)- cuyas vibraciones explican la existencia y propiedades de todas las partículas subatómicas e incluso de todas las fuerzas del universo, incluida la gravedad. La realidad, según la Teoría de Cuerdas, puede explicarse por las resonancias de unas cuerdas que subyacen a la realidad como “átomos” o unidades irreductibles. Pero para que el modelo matemático de la teoría pudiera extenderse a todas las partículas subatómicas era necesaria la existencia de dimensiones adicionales a las tres que conocemos -cuatro si incluimos al tiempo-, dimensiones que van de 10 hasta 26 -dependiendo de los parámetros matemáticos de los que partamos- en donde se supone vibran esas fantásticas cuerdas. Además, el modelo exige la existencia de partículas simétricas a las 17 conocidas en el modelo estándar de la física de partículas (por ejemplo, el electrón tendría su partícula simétrica llamada “selectrón”). A esto último se le conoce -en la Teoría de Cuerdas o “Supercuerdas”- como supersimetría, aunque nunca nadie ha podido encortar ni trazos de esas partículas en ninguno de los experimentos con aceleradores de partículas más modernos.
Vemos una teoría patas arriba: no es la teoría la que debe adaptarse a la realidad, es la realidad la que debe adaptarse a los parámetros caprichosos de una teoría, y si la teoría necesita 10 dimensiones y partículas simétricas, 10 dimensiones y 17 nuevas partículas debe haber. No estamos ante abstracciones matemáticas que, como es el caso de los números complejos, son útiles para los cálculos y son aplicables a la realidad sin que sea posible su representación física (jamás veremos físicamente la raíz cuadrada de -2) sino que se pretende que esas dimensiones teóricas de la Teoría de Cuerdas existen realmente sin que haya ninguna evidencia más allá del modelo teórico. Y si no las vemos la razón es muy simple: ¡esas dimensiones adicionales son demasiado pequeñas para poderse observar y esas partículas “simétricas” son demasiado energéticas para poder ser detectadas por los experimentos! Esta arbitrariedad nos recordó un chiste: “¿viste el elefante rosa detrás de ese árbol? -No, -¿Qué bien se esconde, verdad?” Aquí tenemos una idea arbitraria: quiero explicar “todo” con una teoría, por lo tanto la realidad se debe ajustar a la teoría preconcebida. La suposición es, por supuesto, totalmente arbitraria -sólo sostenida por diferentes modelos matemáticos- y nos recuerda a los viejos pitagóricos que suponían que la realidad podía reducirse a abstracciones matemáticas que -como entes ideales- generaban una armonía universal. ¿Pero acaso es imposible que existan otras dimensiones desconocidas hasta el momento? Sin duda no es imposible, pero por el momento lo único que podemos decir de esas dimensiones es que no podemos decir absolutamente nada acerca de ellas. Sin embargo los diversos modelos matemáticos de la Teoría de Cuerdas dependen precisamente de cómo se modelen esas dimensiones que nadie ha visto y de las que nada se sabe y, además, hay millones de modelos para modelar esas dimensiones. Aquí es donde la teoría degenera en ciencia ficción.
Los teóricos de la Teoría de Cuerdas se defienden contra las acusaciones de que su teoría no es muy diferente a la pseudociencia afirmando que sus ideas se sostienen en complicados modelos matemáticos y que en todo caso los experimentos y predicciones que la pueden corroborar aún no están disponibles. Pero con la tecnología actual se necesitaría un acelerador de partículas del tamaño del sistema solar para realizar un experimento que intente medir/sentir/ver una “cuerda”. El problema comienza cuando de esos modelos matemáticos se extraen las más disparatadas afirmaciones que nada tienen que ver con la realidad conocida, ni con ninguna otra rama de la ciencia; es aquí cuando dicha teoría amenaza con convertirse en algo místico y cuasireligioso. Schwarz –uno de los fundadores de la teoría- afirmó, por ejemplo, que “la estructura matemática de la teoría de cuerdas era tan bella y tenía tantas propiedades milagrosas que tenía que apuntar hacia algo profundo.”1 Estamos ante el misticismo platónico/pitagórico más crudo que prioriza la “belleza” de las ideas por sí mismas a la realidad material.
Las matemáticas son un instrumento para investigar la realidad, pero no la pueden sustituir. Con los modelos matemáticos es posible proyectar cualquier realidad imaginable, pero esto no significa que lo imaginable sea real, de la misma manera que el que podamos imaginar elefantes rosas no hace que los podamos contemplar en el zoológico. Para funcionar correctamente es el instrumento el que debe adaptarse a la realidad y no la realidad al instrumento: el martillo debe ser adecuado a su función de martillar, pues de nada sirve un martillo de porcelana que se quebrará en cuanto entre en contacto con el mundo exterior. Es verdad -y esto sucede con las matemáticas que son un campo del conocimiento muy especializado y apasionante- que un experto artesano de herramientas puede quedar embelesado con la belleza de su instrumento y perder de vista su función y propósito, pero por ello es necesario un marco filosófico que impida que se pierda el piso. El gran filósofo materialista Francis Bacon escribió que “el sabio no debe parecerse a la araña que, alejándose der la vida, va tejiendo con su propia razón la complicada tela de su filosofía”. El famoso científico Nikola Telsla afirmó, de manera similar: “Los científicos de hoy en día han reemplazado los experimentos con matemáticas, y se dedican a vagar entre ecuaciones y ecuaciones, con el objetivo de terminar creando una estructura que no guarda ninguna relación con la realidad”. Engels había observado, burlándose de los idealistas o místicos en filosofía, que “si reúno los cepillos de los zapatos bajo la unidad ‘mamíferos’, no por ello conseguiré que tengan glándulas mamarias”. No porque mi teoría exija múltiples dimensiones, estas dimensiones deben existir en la realmente.
Es verdad que todas las aplicaciones actuales en la ciencia provienen de las teorías matemáticas que se desarrollaron entre los años 1800 y principios de 1900. La misma teoría de Einstein hubiera sido imposible sin todas las matemáticas desarrolladas anteriores a él, algunas de ellas jamás se pensó que tuvieran aplicación alguna. Pero es sólo en relación con la práctica que esas herramientas matemáticas demostraron su valor y verdadero significado. No está demás añadir que la teoría de la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica, cambiaron a la ciencia por completo. De Newton a Einstein los experimentos y/o observaciones iban a la par de la teoría y viceversa. Después de Einstein y la mecánica cuántica esto ha cambiado radicalmente, hay teorías que están a la espera de ser demostradas (como ejemplo: las onda gravitacionales predichas por Einstein se comprobaron experimentalmente hasta hace uno años). En cualquier caso nunca hay que perder el sentido de la proporción entre las proyecciones teóricas y su necesaria confirmación en la práctica, si perdemos esta brújula se comienza a caminar sobre un hielo muy fino. A decir verdad el único campo donde los instrumentos matemáticos de la Teoría de Cuerdas han podido usarse con provecho es en la teoría de materia condensada y física nuclear, pero no porque la Teoría de Cuerdas sea correcta, sino simplemente porque su instrumental matemático sirve en otros campos sin relación. En un atisbo de sensatez algunos especialistas de la Teoría de Cuerdas han mudado sus actividades a otros campos donde sus conocimientos son de provecho. ¡Al menos los superespecializados matemáticos de esa desdichada teoría han encontrado algo útil que hacer!
Las branas al rescate
Se supone que esas dimensiones pequeñísimas están “compactadas” o existen –como una esponja retorcida sobre sí misma- a niveles tan pequeños que ningún instrumento conocido las puede detectar. A lo lejos un pelo parece tener una sola dimensión -como una línea-, pero un ácaro lo experimenta como un mundo en tres dimensiones. Lamentablemente aun no existe ningún ácaro que pueda informarnos sobre esas dimensiones compactadas que predice la Teoría de Cuerdas. Debido a la absoluta falta de criterios objetivos surgieron muchas “teorías de cuerdas” -dependiendo de las formas que adoptarán esas dimensiones compactadas- “Aparecieron cinco grandes teoría de cuerdas con nombres extraños: Tipo I, Tipo IIA, Tipo IIB, heterótica SO(32), heterótica E8xE8, y como grandes corrientes disidentes de un partido político o una religión comenzaron a enfrentarse unas a otras en pos del título de Teoría de Todo”.2 Así pues la desdichada “Teoría del todo” -que pretendía unificar a las fuerzas fundamentales del universo- explotó, a mediados de los ochenta, en una serie de versiones rivales cada una abrogándose el honor de ser la verdadera Teoría del Todo.
Tratando de salvar el caos de un naufragio irremediable, el físico norteamericano Edwars Witten propuso -a mediados de los noventa- que esas cinco teorías rivales podían integrarse en una sola teoría si se supone que en lugar de cuerdas lo que vibran en esas dimensiones son “membranas” o “branas”. Así nació un nuevo dios -las branas- que unificó a las diferentes iglesias en pugna, con Witten como nuevo gurú de la ahora llamada “Teoría de branas” o “Teoría M” -nadie sabe a ciencia cierta por qué la “M”-.
De esta forma, durante unos cuarenta años, los teóricos de la Teoría de Cuerdas han estado manipulando la teoría para acomodarla a una realidad que se resiste a ajustarse a ella. Como el Lecho de Proscusto modifican la realidad pero, a diferencia de la mutilación que Procusto hacía a sus víctimas, los físicos de las cuerdas le agregan a la realidad dimensiones y la multiplican en infinitos universos o “multiversos” ¡Todo para que sus fórmulas matemáticas no pierdan la lógica interna! En filosofía es conocido un procedimiento sofístico que consiste en acomodar la teoría a los hechos pero no para explicar la realidad, sino para salvar la teoría. Ha sido una práctica común, incluso en la ciencia, que surge del conservadurismo innato de ideas que se niegan a morir: “Hubo una época en la que el hombre puso la Tierra en el centro del Universo -escribe el profesor de física Arturo Quirantes-. Todos los cuerpos celestes, incluido el Sol, describían órbitas a nuestro alrededor. Hoy sabemos que en realidad no lo hacen, así que los movimientos de los planetas en la bóveda celeste no se correspondían a lo predicho por la teoría geocéntrica pura. Suele decirse que, en un caso así, hay que descartar la teoría, pero quizá ésta siga manteniéndose con algunas modificaciones. Comenzaron los ajustes. Quizá los planetas no giran en torno a la Tierra de forma directa sino que describen circunferencias (epiciclos) cuyo centro, a su vez, giraba en torno a la Tierra. Quizá los planetas no giran exactamente en torno a nosotros sino a otro punto cercano. Quizá esos puntos son diferentes para cada planeta. Quizá los epiciclos giran en torno a epiciclos que giran en torno a epiciclos […] El ocaso y caída de la teoría geocéntrica no es sino una expresión de un fenómeno habitual en la conducta humana: cuando un proyecto crece y se complica, existe la tendencia a mantenerlo pase lo que pase, arriesgándose a perder la perspectiva y olvidar el objetivo.”3
Una teoría imposible de demostrar
Se supone que la ciencia es un instrumento que sirve para entender la realidad y descubrir sus leyes subyacentes. Las teorías científicas deben confrontarse con la realidad a través de la práctica -o los experimentos a un nivel tradicional-, las teorías sobre el funcionamiento de la realidad deben -de uno u otro modo- someterse a prueba. Existe una interacción constante entre las teorías científicas, la interacción con la realidad, el desarrollo de la tecnología y la transformación social. Las ideas juegan en esa interacción un rol conservador pues normalmente los prejuicios se resisten a morir. Pero todo esto -que se exige de cualquier teoría científica- no funciona para le Teoría de Cuerdas. Esta teoría es imposible de ser comprobada: las características físicas del universo que se desprenden de los modelos matemáticos dependen de la geometría de las dimensiones en donde vibran las branas y, por tanto, existen en potencia infinitos universos. Ante la Teoría M el viejo Platón se queda muy corto, el viejo idealista sólo había desdoblado la realidad en dos: el mundo sensible y el mundo ininteligible. ¡Pero la teoría der branas tiene infinitos mundos paralelos -un número astronómico del orden del 10500- y muchas dimensiones para escoger! Por lo tanto no existe un modelo a ser comprobado en tanto hay infinitos de ellos sin que exista algún criterio para su selección; además cualquier experimento que pudiera realizarse -y hasta ahora no ha podido hacerse ninguno pues no existe la tecnología para operar con las energías que supone la teoría- no podría usarse para seleccionar algún modelo: ¡pues aunque alguno fuera desechado quedarían infinitos de ellos! Estamos ante una teoría que en cuarenta años de existencia no ha predicho nada y lo que predice no puede ser demostrado -siempre se puede decir que si no se han encontrado las partículas simétricas es porque son más energéticas o masivas que cualquier tecnología que se puede tener en cualquier futuro previsible-; estamos ante una teoría que tras cuarenta años de existir no tiene criterios para poder demostrarse de forma alguna, ni hay elementos para suponer que podrá serlo en algún futuro previsible -pues ante su fracaso ante la realidad siempre podrá decirse que hay infinitos modelos que quedan por eliminar-. Incluso si se encontraran las hipotéticas partículas simétricas esto no demostraría que la teoría es correcta pues aunque la teoría necesita la simetría, la simetría podría explicarse sin la Teoría de Cuerdas.
Los defensores de la teoría de cuerdas argumentan que probablemente en el futuro alguien pueda realizar los experimentos necesarios para comprobar su teoría, de manera similar a lo que sucedido con Einstein y su teoría de la relatividad general, que inicialmente carecía de demostración. La relatividad general de Einstein fue catalogada por diversos científicos del momento como un montón de ecuaciones sin sentido físico real, sin embargo, al probarse experimentalmente (hoy en día se prueba un una y otra vez con éxito) resultó en una teoría tan exacta como pocos hubieran podido imaginar. Pero la gran diferencia entre Einstein y la actual Teoría de Cuerdas es que Einstein, con la información disponible al momento, desarrolló la teoría basándose en las observaciones y mediciones de la órbita de Mercurio. Es verdad que pasarían varios años para comprobar experimentalmente la teoría. Pero Einstein jamás hubiera completado la teoría sin la ayuda de la realidad. En el caso de la Teoría de Cuerdas, por el contrario, el divorcio con la realidad es completo.
Gustavo Estaban Romero, astrofísico argentino, escribe: “Ante una situación como la de la teoría de cuerdas, con una degeneración de 10 a la 500, los nuevos paladines de la teoría en vez de decir ‘bueno, esto es un callejón sin salida, nunca voy a poder predecir nada’, lo que dicen es: ‘para cada una de estas representaciones topológicas de la teoría de cuerdas hay un universo donde la teoría es válida’. Eso los lleva a postular algo increíble: infinitos universos. En lugar de tratar de estudiar el universo observable lo que hacen, para ‘solucionar’ el problema de la degeneración, es postular infinitos universos. Es el paroxismo de la inflación ontológica. Un camino metodológico que es opuesto a lo que, tradicionalmente, ha llevado a los grandes descubrimientos de la ciencia. Cuando una teoría no es compatible con la realidad se cambia la teoría, no se modifica la realidad agregando infinitos universos”.4 Un comentario crítico en una página sobre Teoría de Cuerdas señala: “Actualmente no hay un sólo dato experimental que no sea compatible con la relatividad general o con el modelo estándar de física de partículas. Y si no hay datos que explicar, difícilmente puede haber un principio o motivación física sobre la que construir el modelo, y difícilmente puede haber ningún medio de confirmación y autocontrol, por lo que el desarrollo de todo el edificio sólo puede ser errático. Y de ahí la situación actual de la Teoría de Cuerdas: una estructura laberíntica de procedimientos matemáticos e intuiciones que se encuentra perdida en sus propios dilemas y ambigüedades. Nadie es capaz de decirnos de un modo coherente qué es la Teoría de Cuerdas. Como nos comenta Penrose, es como estar perdidos en una inmensa ciudad sin rumbo alguno pero deteniéndonos en todos aquellos rincones por los que pasamos y nos parecen sugerentes”.5
Las razones de la bancarrota: filosofía, ciencia y capitalismo
La bancarrota final de la Teoría de Cuerdas se expresa en el terreno filosófico: si la teoría no encaja con la ciencia y la objetividad, es la ciencia como la conocemos la que debe irse al diablo y la humanidad debe renunciar a la objetividad. Aquí la teoría “científica” se abraza con la posmodernidad para arrojarse al precipicio: Efectivamente “muchos físicos trabajando en el área de la teoría de cuerdas -escribe Esteban Romero- están abogando por un cambio de los criterios de evaluación de las teorías científicas. En particular, están sosteniendo que criterios como la capacidad de realizar predicciones sobre el mundo real o que una teoría deba ser confrontada con los experimentos, deben ser abandonados y reemplazados por otros más laxos, basados en consideraciones estéticas o de orden no empírico, como ser el consenso de una cierta comunidad. […] no sorprende que este clamor por la especulación sin control experimental sea visto como un retroceso y una amenaza. Más aún si consideramos que la ciencia, desde hace bastante tiempo, es objeto de permanentes ataques por parte de filósofos posmodernos, fundamentalistas religiosos y otros elementos radicalizados”.6 En otro atinado comentario en una página sobre Teoría de Cuerdas leemos: “En su texto ‘String Theory and the Scientific Method’ (2013) tira del arsenal de la filosofía de la ciencia en su vertiente metafísica/teológica (Koyre, Kuhn, Feyerabend, Bloor, Longino, …) y nos propone la siguiente tesis: el surgimiento de la TC representa un cambio de paradigma en la ciencia física que aporta nuevos métodos que son inconmensurables con los del antiguo paradigma representado por la ciencia tal y como se ha practicado en el siglo XX; la confirmación/refutación empírica de las teorías, cuando no sea posible, se debe sustituir por la evaluación de su plausibilidad, basándose en criterios como la fertilidad matemática y la coherencia. Éste es el nuevo criterio de aceptación de teorías científicas que se nos plantea para tratar los casos como la TC. Esta tesis está bendecida públicamente por David Gross y John Schwarz. Parece que después de 2000 años pretenden que volvamos a la teoría platónica de las Ideas como objeto propio del conocimiento al que se accede mediante la especulación con base matemática. Los pitagóricos deberían estar también de enhorabuena”.7 Así pues vemos que el posmodernismo -esa moda oscurantista- aplicado a la ciencia representa el suicidio de la ciencia misma.
¿Dónde está, a fin de cuentas, el error central de la Teoría de Cuerdas? Creemos que es un problema filosófico, lo que subraya la idea de que la ciencia no puede orientarse bien sin filosofía. El Dr. Estaban Romero da en el clavo cuando escribe: “Una solución de fondo a la crisis de la física actual requiere un cambio en la formación de los físicos. Ese cambio debe implicar, entre otras cosas, una cierta conciencia filosófica de los fundamentos e implicaciones de la investigación científica. Pienso que la filosofía necesita de la ciencia y la ciencia necesita de la filosofía. Creo que la filosofía que tiene chances de hacer aportes reales a la sociedad y a la cultura es lo que se llama filosofía científica. Esta es una filosofía informada por la ciencia, por la buena ciencia y, que a su vez, le puede proveer a la ciencia del marco más general en el cual se desarrollen las teorías científicas y ayudar a que esas teorías no se desbanden, poniendo criterios estrictos de evaluación, de peso de la evidencia, y de interpretación semántica”.8
Si los científicos tuvieran mayor noción o interés sobre la relatividad de conocimiento humano -relatividad que no niega la objetividad del conocimiento (como sostienen las modas posmodernas)- , no se extraviarían en la búsqueda de una teoría del todo. Si reflexionaran sobre la vinculación entre teoría, práctica y realidad habría menos tentaciones para atrincherarse en los modelos matemáticos, dejando de lado la vinculación de esos modelos con la realidad y la experimentación. Si los científicos estuvieran más entrenados en el pensamiento dialéctico, no caerían tan a menudo en el error de pretender extrapolar ciertas teorías científicas o modelos teóricos, más allá de sus márgenes de aplicación. Si, siguiendo a Marx, los científicos asumieran que “El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico”; los científicos no se perderían en la escolástica de las matemáticas, ni renunciarían a la “práctica” y a la predicción como criterio de comprobación. Como observó Engels, si los científicos desprecian con desdén a la filosofía, ésta se vengará con la adopción, por parte de científicos que no pueden operar (aunque no lo sepan) sin algún método general, de las expresiones más reaccionarias y decadentes de la filosofía.
Si asumimos lo anterior, se desprende que la ciencia requiere imbuirse de un método dialéctico para orientarse y ayudar en la interpretación de las teorías y los hechos. Creemos que es el materialismo dialéctico el método filosófico que mejor responde a la exigencia de hermanar a la ciencia con la filosofía: la ciencia en sí misma es una disciplina materialista -pues sostiene la existencia de la realidad objetiva, del universo al margen de la subjetividad-, la ciencia ha demostrado -a cado paso- el carácter evolutivo, “procesual” de la realidad, descubriendo sus infinitos niveles y mostrando los puntos críticos donde unas leyes dejan de operar para dar lugar a otras –los saltos cualitativos-. No es que el materialismo dialéctico sea esa “teoría del todo” que abrirá todas las puertas, simplemente es un método general -filosófico- para interpretar los fenómenos complejos, contradictorios y turbulentos que no puede sino estudiar la ciencia moderna. A fin de cuentas es un “modelo general” para integrar las piezas del conocimiento en un rompecabezas universal, infinito, contradictorio y progresivo, que siempre está “fluyendo” y evolucionando.
Pero más allá de los extravíos filosóficos idealistas y posmodernos con los que frecuentemente se tropieza la ciencia, ¿cuál es la razón de la enorme popularidad de la Teoría de Cuerdas? De manera superficial podríamos decir que estamos ante una teoría atractiva que habla de universos paralelos y dimensiones ocultas, ideas fascinantes que han sido divulgadas a través de series de televisión-como The big bang theory-, buenas películas de ciencia ficción (como “Interestelar”) y documentales sensacionalistas que fascinan a un gran público ignorante de las ciencias pero ávido de información y urgido de dar sentido a un mundo decadente que parece no tenerlo. Pero existe una razón más de fondo: el callejón sin salida de la ciencia en el capitalismo, que al mismo tiempo es el callejón de la humanidad. La investigación científica está cada vez más dominada por mafias académicas cuya razón de existir está en la caza sin escrúpulos de becas y presupuesto, cuya práctica diaria está determinada por la cantidad de artículos publicados (reciclados que rara vez son leídos y entendidos realmente). Este ambiente sofocante orienta a muchos nuevos físicos a la líneas trilladas donde están seguros de encontrar apoyo financiero y respaldo de colegas de más influencia y poder, y donde las becas y el prestigio obliga a muchos físicos a aferrase a una teoría sin futuro sólo porque es de ella de donde obtienen sus sustento, prestigio y forma de vida. De otra forma no se explica que una teoría fracasada haya estado vegetando y revolviéndose en sí misma por cuarenta años. Además, el panorama se complica por la extrema división del trabajo en donde los científicos y filósofos están encerrados en torres de marfil separadas y sin comunicación. En general los filósofos son ignorantes en temas científicos y la mayoría de científicos cree que puede vivir tranquilamente sin filosofía-y es verdad que en la decadente filosofía burguesa, que no puede sino repeler a cualquier persona sensata, no hay nada útil para la ciencia ni para cualquier otra cosa-.
La ciencia -como el arte- requiere de tiempo y libertad para madurar, pero en la competencia capitalista trasladada a la academia la libertad y el tiempo para experimentar y equivocarse es de las primeras cosas en ser sacrificadas en el altar del lucro privado. Un físico -criticando la Teoría de Cuerdas- explicó esto de forma excelente: “Dado ese contexto, pensar en crear teorías sólidas como alternativa a la teoría de cuerdas se ve difícil, muy difícil. Los científicos, y los gobiernos, deberían modificar ese modelo de trabajo, y volver al laboratorio, con fondos suficientes para años, incluso décadas, y dejar que los científicos trabajen sin presiones, sin prisas, y sin depender de una beca para sobrevivir. Así volverán a hacer ciencia, y podremos esperar tener una alternativa a la teoría de cuerdas”.9
*Doctor en filosofía
1 https://obsofftopic.wordpress.com/2008/10/08/una-breve-historia-de-la-teoria-de-cuerdas/
2 http://factorelblog.com/2015/10/13/contra-las-cuerdas/
3 https://culturacientifica.com/2017/01/06/ocaso-la-teoria-cuerdas/
4 http://factorelblog.com/2015/10/13/contra-las-cuerdas/
8 http://factorelblog.com/2015/10/13/contra-las-cuerdas/
9 https://laleyendadedarwan.es/2018/04/24/los-dos-lazos-rotos-en-la-teoria-de-cuerdas