El mes de noviembre de este 2021, ha sido escenario de un hecho inusitado: la salida a Estados Unidos del presidente Andrés Manuel López Obrador. Primero para asistir a la apertura de las sesiones del consejo de seguridad de la ONU, el 9 de noviembre, y la otra, unos días más tarde, en la cumbre de jefes de estado de Norteamérica los días 17 y 18 de noviembre.
Dichos procesos son una ilustración muy clara de la política exterior del gobierno de López Obrador.
Uno de los principales planteamientos de AMLO a inicios de su gestión fue el decir que “la mejor política exterior es la interior”. En el fondo ello significa que, para tener autoridad moral para intervenir en el escenario internacional, es necesaria una política interna que le genere el consenso necesario. Esta táctica de intervención tiene sentido en cuanto a la forma, pero aún quedaba pendiente el asunto del contenido de esta política, puedes hacer una política interna del tipo que sea y al mismo tiempo plegarte al imperialismo, o ser critico ante ello.
Sin duda el principal referente de la política exterior mexicana frente a Estados Unidos en el siglo XX fue Venustiano Carranza, al cual se le atribuye la frase “ no se fijen en lo que digo sino lo que hago”, esto dirigiéndose a los políticos norteamericanos que miraban con recelo el discurso nacionalista de Carranza, al final, a cambio de la garantía de velar por los intereses norteamericanos en México, Estados Unidos reconoció a Carranza e incluso le permitió cruzar el desierto de Sonora para sorprender a Villa en Agua Prieta. El juego es mas o menos el siguiente: “protejo tus intereses estratégicos a pesar de mi discurso a cambio de que me dejes hacer y deshacer en asuntos internos”.
Esta política se mantuvo firme a lo largo de todo el siglo XX. En la cual el gobierno mexicano seleccionada algún tema puntual para reivindicar su política no intervencionista , como el caso de Cuba y el asilo político a ciertas personalidades, al mismo tiempo que justificaba su inacción ante cualquier atrocidad con el pretexto de la no intervención.
Así pues podía cuestionar la intervención en Vietnam y al mismo tiempo vender materias primas para la industria de guerra norteamericana a mas no poder.
Históricamente los gobiernos priistas del siglo pasado, habían adoptado una posición formalmente solidaria con ciertas causas de izquierda, así fue como el gobierno de José López Portillo reconoció al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional del El salvador como fuerza beligerante en 1981, además de que unos años antes, había roto relaciones diplomáticas con la dictadura de Somoza en Nicaragua y fue uno de los primeros países en reconocer al Frente sandinista de Liberación Nacional, como el gobierno en funciones en Nicaragua, luego del triunfo de la revolución sandinista. Todo esto mientras la guerra sucia interna acababa con los últimos residuos de la Liga Comunista 23 de septiembre. Es decir, la bandera izquierdista se enarbolaba en el escenario internacional mientras que internamente se aplicaban las mismas políticas genocidas mediante ejecito y policía secreta.
Otro tanto se podría decir de Luis Echeverria Alvarez, quien mientras presumía encabezar cumbres del tercer mundo y homenajear a salvador Allende masacraba estudiantes y campesinos.
La política exterior mexicana era una fachada para el régimen del PRI, el gobierno norteamericano era consciente de este doble juego y ponía poca atención en las declaraciones grandilocuentes de política exterior. Como se supo poco después el propio Diaz Ordaz y Luis Echeverría colaboraban como informantes de la CIA.
En realidad para los Estados Unidos en las últimas décadas del siglo XX y las primeras del siglo XXI hay un interés real por evitar que crisis social importante se desate en México, las consecuencias pueden ser también catastróficas para ellos. Tan solo las secuelas de la crisis de 1995 del error de diciembre significaron la salida a Estados Unidos de mas de 10 millones de mexicanos.
Al mismo tiempo, para Estados Unidos en las últimas décadas, México es más contemplado como un espacio de contención a los flujos humanos de Centroamérica y el caribe que no dejan de crecer.
Los gobiernos mexicanos modificaron su discurso frente al exterior especialmente luego de la firma del tratado de libre comercio que entró en operaciones en 1994, a partir de ahí establecieron una corrección de su discurso absolutamente en sintonía con las necesidades de los Estados Unidos, la convergencia se fortaleció en los gobiernos panistas y se sostuvo en el sexenio de Peña Nieto.
En el fondo el tema que ha dominado las relaciones internacionales de México ha sido el Tratado de Libre comercio, que luego de 27 años ha propiciado la integración de la economía mexicana a los Estados Unidos, actualmente el comercio exterior representa el 78 % del PIB, de este total el 75% es comercio con los Estados
Unidos. La dependencia es una de las mayores de nuestra historia y sin duda esto determina todo lo demás.
La decisión respecto de estas relaciones se determinó por parte de AMLO desde el momento mismo en que impulsó la firma del nuevo tratado T- MEC. Derivado de ellos operó de una manera más firme la política de contención de migrantes, de hecho durante su gestión se han triplicado las deportaciones de extranjeros en México.
Frente a estos aspectos estratégicos, el gobierno de AMLO ha intentado revivir la política de acercamiento a ciertas posiciones de izquierda en el terreno latinoamericano, es indudable el acercamiento a gobiernos como el boliviano y argentino, así como el distanciamiento de las políticas golpistas de los propios Estados Unidos promovidas por la OEA.
Las declaraciones de AMLO en el Consejo de Seguridad de la ONU están más en el plano de mostrar una relativa independencia con respecto al gobierno norteamericano, las criticas a la inoperancia de la ONU y la propuesta de crear un organismo supranacional fuera del control de los gobiernos nacionales, no están orientadas a que se concreten, sino a generar pronunciamientos de simpatía que le den un margen para negociar los temas regionales en una posición de mayor fuerza.
Esto se puede observar en el segundo acto internacional en el que participó AMLO, es decir el encuentro tripartito de América del Norte, en el cual Estados Unidos tuvo un relativo triunfo al obtener de López Obrador una declaración de solidaridad para hacer frente al avance de China:
“La integración económica con respecto a nuestras soberanías es el mejor instrumento para hacer frente a la competencia derivada del crecimiento de otras regiones del mundo, en particular la expansión productiva y comercial” (…) ““No olvidemos que mientras Canadá, EU y México representamos el 13 por ciento del mercado mundial, China domina el 14.4 por ciento. Y este desnivel viene de hace apenas 30 años, pues en 1990 la participación de China era de 1.7 por ciento, y la de América del Norte de 16 por ciento”
Por supuesto que hubo llamado a la solidaridad con el desarrollo de Centroamérica y el caribe, pero esto no paso de pronunciamientos, el único tema relevante en las relaciones internacionales de México es que suma su voluntad a la de Canadá y Estados Unidos para frenar a China.
El gobierno de AMLO en el terreno exterior muestra continuidad en cuanto a los intereses estratégicos que se fincaron con el TLC y al mismo tiempo rescatar la preocupación con el “tercer mundo” tradicional en tiempos pasados.
Por supuesto una política revolucionaria de un gobierno en México implicaría extender la revolución a Estados Unidos, el libre comercio ha encadenado el destino de los dos países, pero ese es un escenario que se dará al margen de los deseos de los actuales gobiernos, la Federación Socialista de América, será la única forma de unidad progresista de nuestros países.