Escrito por: John Peterson
El día después de las elecciones, los estadounidenses se despertaron para encontrarse en una «nueva tierra extraña.» The Washington Post denominó a la victoria de Trump como un «cataclismo, una forma molesta de hacer historia». De acuerdo con informes internos, el Comité Nacional Republicano, e incluso el propio Donald Trump no esperaban el resultado.
En medio del camino de la vida
errante me encontré por selva oscura,
pues me había extraviado de la recta vía.
Qué difícil es decir lo que aquello era,
esta selva salvaje, áspera y dura
(su solo pensamiento vuelve a llenarme de terrores),
¡Qué lugar siniestro! La muerte apenas podría ser más amarga.
Mas al tratar del bien que allí encontrara
Otras cosas diré que vi, por suerte.
Dante Alighieri, La Divina Comedia: El Infierno
Los dos mandatos de GW Bush vieron a millones protestando en las calles contra su «elección» y contra las posteriores guerras contra el terrorismo, como en todo el mundo. En comparación, los ocho años de Obama han sido un tiempo relativamente tranquilo para la lucha de clases, con muy pocas protestas masivas, marchas sobre Washington, o grandes huelgas. La Gran Recesión tuvo un efecto aleccionador, las direcciones sindicales giraron más a la derecha, acobardadas por el miedo al «mal mayor», y a pesar de un puñado de brotes importantes, se arrastraba una cierta cantidad de apatía y cinismo.
Esa era terminó la noche del 8 de noviembre. Aunque Trump no tomará formalmente su juramento hasta el 20 de enero de 2017, hemos entrado en una nueva época, en la que las presiones y contradicciones acumuladas en las últimas décadas saldrán rugiendo a la superficie. El pasado no es indicativo del futuro. Las condiciones y la conciencia han cambiado y están cambiando, y es sólo el comienzo. Del mismo modo que la victoria de Trump hizo que el Brexit británico pareciera una tertulia en comparación, la escalada de la lucha de clases en los próximos años va a poner en la sombra el Levantamiento de Wisconsin de 2011, los movimientos Ocupar las plazas y Las Vidas Negras Importan, así como al movimiento en torno a Bernie Sanders.
La juventud contraataca
Mientras millones de obreros de mono azul y de las zonas rurales le mostraban su dedo medio levantado al 1% de los ricos, otros millones de trabajadores y jóvenes hicieron todo lo posible para digerir el trago amargo del fracaso del «mal menor» del voto a Clinton. Millones de personas están verdaderamente traumatizadas, realmente tristes, y comprensiblemente perturbadas. No pueden imaginar un mundo en el que un matón multimillonario intolerante sea el más alto funcionario de la vida política estadounidense. Pero muchos otros están indignados, visceralmente afectados, y dispuestos a luchar.
En las primeras horas del 9 de noviembre, justo momentos después de que se anunciaran los resultados, estallaron protestas espontáneas por todo el país, desde Pittsburgh a Portland. Mientras que los apologistas liberales de los delitos y faltas de Clinton y los Demócratas entraban en pánico y se desesperaban, los instintos de la juventud radicalizada cobraron vida. Este es el movimiento Sanders 2.0, ya no tratando de transformar el partido Demócrata a través de primarias y asambleas, sino inundando emocionalmente las calles para dejar claro que se niegan a vivir en un país donde se permita que el racismo, el sexismo, la homofobia, la pobreza, el desempleo y la falta de vivienda se gangrenen.
En cuestión de horas, decenas de actos de emergencia y de protestas se organizaron desde las redes sociales, desde la ciudad de Nueva York a Indiana, desde Oakland a Minneapolis. Estudiantes de escuelas secundarias organizaron huelgas y manifestaciones, y hubo actos en docenas de campus universitarios. Algunos manifestantes han quemado la bandera de Estados Unidos, con cantos como «¡A la mierda Trump!» «¡No es mi presidente!» «¡Racista, sexista, KKK!” ¡»Donald Trump vete!» sonaban en las gargantas de los miles que marcharon a través de Manhattan para agruparse frente a la Torre Trump. El estado de ánimo fue resumido por Adam Braver, un estudiante de la Universidad de Berkeley: «No podemos simplemente quedarnos sentados y dejar que un racista y un sexista se convierta en presidente … Nos hace quedar mal ante el resto del mundo. Este es el comienzo de un movimiento».
Los compañeros de la sección estadounidense de la Corriente Marxista Internacional (CMI) participaron enérgicamente en una docena de estas manifestaciones, con el nuevo número de nuestra revista recién salido a la calle, Socialist Appeal, que fue vendido en la marcha de Nueva York. El entusiasmo y el ímpetu de las continuas protestas es un espectáculo digno de verse. Esto demuestra el potencial revolucionario que existe en cientos de ciudades grandes y pequeñas a través de este país continental. Las manifestaciones y actos deben y deberían seguir. Sin embargo, si los trabajadores y la juventud de EEUU y del mundo quieren tener un futuro mejor, protestar no será suficiente. Nuestra tarea histórica no es simplemente registrar nuestro descontento con el sistema, sino terminar con él de una vez por todas.
Crisis y lucha
Trump gobernará sobre una crisis económica y social de proporciones titánicas. Él no podrá cumplir sus promesas. Millones ya han quemado sus ilusiones en el sistema, y millones más les seguirán. La predicción de los resultados precisos de la elección era imposible, pero podemos estar seguros de una cosa: en las semanas y años venideros, la lucha de clases se intensificará, con alzas y bajas, en las fábricas, en las universidades, y en las calles.
Se ha informado que el sitio web de inmigración en Canadá colapsó en la noche electoral. Al parecer, muchos estadounidenses piensan que huyendo del país, pueden resolver sus problemas. Pero la crisis del capitalismo es global –no hay escapatoria. Desde Canadá a Escandinavia, todas las conquistas de las luchas pasadas de la clase obrera se están mermando. Cuando somos atacados por nuestros enemigos de clase, cuando la elección es entre luchar o huir ¡debemos seguir el ejemplo de la juventud y luchar!
Trump no es ni la verdadera cara ni el futuro de EEUU. Casi la mitad de todos los votantes registrados se abstuvieron en las elecciones. Varios millones menos que en 2008 y en 2012 no se molestaron en ir votar en esta ocasión, a pesar del crecimiento poblacional. Apenas el 25% de la población registrada para votar, emitió un voto a favor de Trump. Muchos de ellos lo hicieron para protestar contra el statu quo, a pesar del personaje, no gracias a él.
La vida enseña y aprendemos de la experiencia. La victoria de Trump servirá como una llamada de atención, un duro recordatorio de que el cambio no puede ser meramente «creído» o «esperado» en abstracto. No vendrá votando a los partidos del status quo. Tendrá que ser ganado con la lucha. Los estadounidenses están hartos de la situación actual y quieren un cambio. Quieren tomar su destino en sus propias manos. Quieren un empleo de calidad, salud, educación, seguridad y un aumento de la calidad de vida para ellos y sus seres queridos. Bajo el capitalismo, nada de esto es posible. Lo sepan no, lo que quieren es una revolución socialista. Ese es el camino que tenemos ahora por adelante.
No será fácil, y no va a ser de un día para otro, pero podemos hacer esto una realidad en nuestras vidas. La clara lección de las elecciones del martes es que, en palabras de Frederick Douglass , «si no hay lucha, no hay progreso.» La vida es lucha y debemos aceptarlo. Lo que queda por delante es una época emocionante de lucha por una vida mejor para todos. El ejemplo de la juventud debería llenarnos de entusiasmo y de optimismo por el futuro.
¡Sólo el socialismo puede vencer a Trump! ¡Únete a la CMI en la lucha por un mundo mejor!