El verdadero desarrollo llegó a México en el momento que el Estado nacionalizó algunas palancas clave de la economía. Esto fue posible, solamente, como un producto de la revolución mexicana, que es la expresión más clara de la debilidad de la burguesía nacional quien, en la historia y el presente, ha sido parasitaria y nada progresista.
En los años 20 y 30 vimos un importante auge del movimiento obrero. La revolución no había logrado evitar la penetración del gran capital imperialista quien en su voracidad llevó a enfrentamientos francos con sectores clave de la clase obrera como los electricistas, los ferrocarrileros y petroleros. En medio del gobierno de Cárdenas (1934-1940) de manera particular la clase obrera emergió con una enorme fuerza creando toda una serie de nuevos sindicatos y protagonizando importantes luchas.
En agosto de 1936, el Sindicato Mexicano de Electricistas se declaró en huelga, afectando al centro del país. Sus demandas iban orientadas a mejorar las prestaciones laborales, más que el salario. Como siempre pasa, se desarrolló una campaña contra la huelga, por ejemplo, las empresas pasteurizadoras de leche les culparon de la escasez de este suministro. El SME buscó, en contraposición, la solidaridad de otros sectores de la clase obrera y del pueblo. Acordaron suministrar electricidad y, apoyándose en sus argumentos humanitarios, les obligó a reducir el precio, pidiendo no obtener ganancias de las ventas, para dar la leche más barata. El propio Cárdenas simpatizó con esta huelga que finalmente triunfó.
El sindicato ferrocarrilero era uno de los más combativos e influyó en que ésta industria fuera nacionalizada. También empujaron y ayudaron a impulsar la organización sindical de los petroleros, este sector logró organizar un sindicato con fuerte carácter combativo. Organizaron una huelga por aumento salarial, el conflicto escalaría, impactaría al propio gobierno, sus sectores más a la izquierda (léase Francisco J. Mújica) empujarían a ir más lejos, a tomar una medida que verdaderamente pusiera una huella indeleble en la historia. El 18 de marzo de 1938, Lázaro Cárdenas decretó la nacionalización de la industria petrolera que hasta entonces había sido propiedad de los grandes capitales imperialistas norteamericanos y británicos.
Si bien el gobierno de Cárdenas no fue socialista, y Trotsky defendió la necesidad de mantener la defensa del programa de la clase obrera, el revolucionario ruso no dejó de saludar estas medidas.
Cárdenas fue el único gobernante nacionalista consecuente. Lo logró contraponiendo la presión imperialista con la lucha obrera y el movimiento de masas, no como un simple medio de contención o herramienta para la negociación, sino para empujar el proceso claramente hacia adelante.
Cárdenas, al final de su gobierno, sucumbió ante la presión del ala derecha. El PCM, que dio un giro de 180° pasando de una política ultraizquierdista a otra oportunista, contribuyo indirectamente a consolidar este proceso.
Incluso en un contexto realmente progresista (porque tras Cárdenas se dio un progreso económico y social sin precedentes, con un consecuente fortalecimiento de la clase obrera), el reformismo (el reformar al sistema, incluso de forma relativamente profunda sin romper con él), lleva a la conciliación de clases y a aceptar las reglas y contradicciones del sistema.
Cárdenas es un gigante comparado con muchos grises y mediocres burócratas de la 4T. Incluso con él el resultado fue que el movimiento obrero terminó maniatado de manos (contrario a lo que quería en su fase más a la izquierda), perdiendo su independencia política. Se abrió el paso a la tan dañina corporativización de las organizaciones de masas, que aún hoy no logramos quitárnoslas de encima.
En las décadas posteriores se vivió el más grande desarrollo industrial del país. En ese periodo la clase obrera logró, con sus luchas, arrebatar concesiones económicas y elevar sus niveles de vida. El contexto internacional fue el último gran crecimiento económico generalizado del sistema (aunque hay que señalar que se venía de una enorme destrucción de fuerzas productivas durante el periodo de la segunda guerra mundial), lo cual favoreció a la economía mexicana. Ésta además nacionalizó la banca, las telecomunicaciones, entre otras. El Estado mexicano usó esas nacionalizaciones para fomentar el desarrollo capitalista que la burguesía fue incapaz de generar por sí sola. Entre las décadas del 40 y 70 el crecimiento del PIB promedio fue del 6% anual.
La era del modelo neoliberal capitalista
Esa fase keynesiana no logró perdurar y la economía entró en una fuerte recesión a mediados de los años 70. Desde la década de los 80 la política económica dio un giro, que en realidad expresaba la decadencia del sistema que había dejado de ser capaz de dar concesiones serias a las masas. La caída de la URSS y la entrada de China al mercado mundial, extendieron el impulso de la economía llevándola a una interrelación internacional nunca antes vista en la historia. En ese contexto la economía mexicana se vinculó a la economía internacional y el Estado fortaleció con privatizaciones, subsidios y enormes concesiones a la burguesía nacional. A la par de la desigualdad vino la descomposición social.
El proceso de expiación y globalización económica ha llegado a su fin. Eso se ha expresado primeramente en la crisis del 2008 y recientemente en la crisis generalizada vinculada al COVID-19, así como en la guerra entre Rusia y Ucrania (quien tiene detrás al capitalismo de occidente) que ya lleva un año.
En vez de globalización ahora vemos nacionalismos económicos de muy diversas tendencias, en medio de crecientes conflictos en que la principal contradicción se da entre el imperialismo EEUU y la potente China capitalista. Es en medio de estas contradicciones y este conflicto central que se sitúa la economía mexicana.
De Cárdenas a AMLO
AMLO ha contenido la voracidad de los capitalistas. En el periodo pasado la lógica fue la privatización y un programa de reformas antiobreras. Pero no ha logrado recuperar seriamente el terreno perdido. Pongamos el ejemplo del sector energético.
En el llamado periodo neoliberal no consiguieron, dada la resistencia, privatizar a CFE y Pemex, pero sí le abrieron las puertas del sector energético a los privados, cuando antes era monopolizado por el sector estatal. Además, desaparecieron Luz y Fuerza del Centro. Las empresas estatales sobrevivientes se convirtieron en subsidiarias del capital privado. En la industria eléctrica, bajo el pretexto de fomentar la energía limpia (solar, eólica, etc.) la industria privada obtenía electricidad a bajo costo, desarrollando anárquicamente sus plantas generadoras y dejando a CFE la tarea de la distribución (en la que el sector privado no aportaba un peso), asegurando el abasto de energía con las dificultades de las intermitencias de generación eléctrica a través de las energías renovables. La industria estatal además de subsidiar en la práctica al sector privado tenía que resolver la anarquía generada por éstos en su búsqueda de ganancia con el menor costo. AMLO, además, ha puesto un límite al sector privado para que el dominante sea el estatal. Esto es algo limitado porque debería de extirparse al sector privado y avanzar mínimamente en la renacionalización de las industrias que antes eran del estado (banca, telecomunicaciones, etc.). Incluso siendo esto es una medida de protección nacional bajo el capitalismo, sería progresista y la apoyaremos. No deja de ser un paso adelante la creación de una nueva refinería, Dos Bocas. La industria petrolera seguirá siendo por todo un periodo, un energético fundamental a nivel mundial. Aunque nosotros defendemos que esto no es suficiente, debe expropiarse al gran capital (nacional y extranjero) para establecer una economía planificada que acabé con la anarquía del mercado en su conjunto.
México es un país con reservas de litio, pero poca explotación. El gobierno de AMLO modificó la ley minera en que “Se reconoce que el litio es patrimonio de la Nación y su exploración, explotación, beneficio y aprovechamiento se reserva en favor del pueblo de México”. La demanda de litio se ha incrementado exponencialmente sobre todo por la creación de autos eléctricos y la necesidad de enormes pilas de industrias para mantenerla en los generadores solares y eólicos.
En medio de la disputa entre EEUU y China, México se ha vinculado mucho más a la economía norteamericana y busca arrebatar mercados al gigante asiático. Además, en un reacomodo internacional de la industria, México, por su cercanía con el imperialismo norteamericano, se vuelve atractivo para trasladar empresas sobre todo en el fenómeno conocido como Nearshoring (relocalizar empresas más cerca del consumidor). El gigante de autos eléctricos, Tesla, ha anunciado que construirá una enorme planta en México, AMLO lo ha invitado a invertir en la explotación de litio, lo que muestra que, aunque se haya declarado propiedad nacional no se niega al sector privado para su explotación, lo cual marca una gran diferencia con la expropiación petrolera realizada por Cárdenas.
La economía mexicana, en medio de una situación turbulenta internacional que amenaza con nuevas profundas crisis, puede momentáneamente verse beneficiada. Con Cárdenas, al nacionalizar el petróleo, tuvo que desarrollar los técnicos. México hoy ofrece salarios más bajos y cercanía con EEUU y a cambio se importa capital (tecnología, empresas, etc.). Esta relación atraerá (como ya vimos a inicios del sexenio en Matamoros) conflictos con la clase obrera, que mueve esta sociedad, que con justa razón buscará democracia sindical y mejores condiciones de vida, al ver al gran capital enriquecerse con el sudor de su frente.
Si en el periodo poscardenista la situación internacional era favorable para el desarrollo económico internacional del que México se benefició; ahora México aprovecha los conflictos entre las grandes potencias económicas y su posición geográfica, pero en una situación de perspectiva de nuevas y profundas crisis; en que EEUU no dudará, al verse afectado, a exportar la crisis al exterior, sometiendo a fuertes presiones económicas a México, ahora más dependiente de él, en el futuro. AMLO ha actuado en el terreno de la diplomacia con gran habilidad, pero el imperialismo no tiene amigos sino intereses que defenderá a capa y espada. Lo que vemos es la antesala de futuros conflictos de clase. Hay un viejo dicho que reza que si a EEUU le da gripa a México le dará una pulmonía, los efectos de una crisis en el imperialismo norteamericano tendrán un impacto aún mayor hoy que en el pasado.
Son las fuerzas de mercado las que se imponen en una economía capitalista, las medidas del gobierno solo pueden atenuarse momentáneamente o distorsionar, pero nunca evitar, que se impongan estas fuerzas. En el pasado, al menos, se podría conseguir significativas mejoras en los niveles de vida de las masas, hoy no vemos eso, hoy el capitalismo no tiene nada de progresista. En el pasado, con la acción activa de las masas, se pudo hacer frente a los imperialistas. Hoy, nos encadenamos más económicamente al imperialismo. Sólo con una política de expropiaciones, apoyado en el movimiento de masas, que vaya más lejos a lo hecho por Cárdenas empujando a un cambio del sistema, será posible una verdadera independencia nacional y acabar con el caos capitalista, solucionando los problemas de las masas.