Si existe un rubro al que no se le han hecho cambios sustanciales durante el actual régimen, es el económico. No solamente se ratificó la estrategia de crecimiento basada en las exportaciones del llamado sector secundario o dicho de otro modo el “modelo maquilador”, sino que así mismo se establecieron estrategias de desarrollo de infraestructura que lo sustenten para las próximas décadas. Nos referimos específicamente al proyecto del corredor del istmo.
La piedra angular de dicha estrategia es el nuevo tratado de libre comercio (México-Estados Unidos y Canadá) cuya vigencia ya va para dos años. No podemos engañarnos, es a los Estados Unidos a quien conviene mantener una fuente de mano de obra barata, para mantenerse vigente en la competencia mundial y así mismo, mantener un flujo estable de productos terminados y semiterminados. Uno de los elementos claves en la ecuación es el tipo de cambio el cual desde hace ya algunos años se ha mantenido estable, de hecho, existe un acuerdo entre el Banco de México y la Reserva Federal en el sentido de liberar los dólares que sean necesarios para mantener relativamente fijo el tipo de cambio. Una devaluación abrupta no sería conveniente para Estados Unidos, si pretende impedir que su déficit comercial se dispare con México.
La consecuencia práctica de los tratados de libre comercio en América del Norte, ha sido una paulatina sincronización de los ciclos económicos entre México y Estados Unidos. El mercado interno mexicano se ha mantenido estancado durante décadas, tan solo estimulado por el flujo de remesas de dólares y los ingresos del turismo. La parte dinámica de la economía es la que se vincula directamente con el comercio exterior, la cual crece significativamente ante un crecimiento de la economía norteamericana y decae profundamente cuando esta se estanca.
El año anterior, 2020, supuso una brutal caída de la economía mexicana del 8% del PIB. Los Estados Unidos cayeron en torno a un 3.4%, es decir, casi 500 mil millones de dólares. Si la debacle no fue del tamaño de la mexicana se debió a la inyección masiva de dinero, que por supuesto el gobierno no tiene. Tan solo este año el gobierno de Biden ha hecho aprobar un paquete de apoyos por 1.8 billones dólares, lo cual se convertirá en deuda pública. Con esto, su déficit para este año llegará al 14% del PIB.
Por el momento la economía norteamericana esta en plena recuperación, es como un adicto al que le acaban de suministrar su dosis y que para evitar la resaca tiene lista otra inyección. Por ahora hay una previsión de crecimiento cercana al 7%. Así, a costa de acumular una deuda ya impagable la economía norteamericana va bien, de momento.
La economía en México está totalmente vinculada a lo que acontece en los Estados Unidos. Para satisfacer el incremento de demanda norteamericana, en el primer semestre en México se realizó una inversión masiva en maquinaria y equipo. Si bien el crecimiento económico ronda en estos momentos el 2.4% total; el segundo trimestre de este año, comparado con el segundo del año anterior, contempla un incremento en el sector industrial de un histórico 28%. De esto corresponden un 17% en el sector servicios y un 6 % en el sector primario, con lo que entre trimestre y trimestre se dio un salto del 19%. Al final del año la mayoría de los analistas contemplan un crecimiento superior al 6%, también muy similar a los Estados Unidos.
Si la situación se sostiene este año el comercio con Estados Unidos superará los 700 mil millones de dólares y México tendrá una balanza positiva de mas de 100 mil millones de dólares. Si hubiese una devaluación este déficit se dispararía aún más, cuestión que por supuesto no es del interés de los Estados Unidos.
Aunado a esta circunstancia las remesas a México siguen implantando récords históricos, ya superan los 20 mil millones y pueden pasar este año los 50 mil millones.
Este incremento de la actividad económica ha significado una mayor recaudación. El incremento en este rubro es el 2.8%, de seguir las cosas así, el déficit de las finanzas públicas puede ser inferior al 2% del PIB. En este punto hay que decir que prácticamente todo el desequilibrio presupuestal del país desde hace 5 décadas se debe al pago de los intereses de diversos tipos de deuda, que a estas alturas le representan al presupuesto cerca de 700 mil millones de pesos.
Es real que una de las pocas diferencias de la estrategia económica actual, con respecto a la que se implementaba en años anteriores, ha sido la lucha por no incrementar el monto de la deuda, la cual de forma natural aumenta dado que las obligaciones en pago de intereses supera la recaudación. De cualquier modo, al menos en este gobierno, su variación no es significativa y, al menos en el caso de México, no significa un problema de corto plazo, aunque si es una traba histórica. Esos 700 mil millones que se pagan por intereses podrían duplicar la inversión pública del país. En tan sólo un lustro una inversión de este tipo podría eliminar la pobreza en México.
Perspectivas
La estrategia trazada para el crecimiento del país está basada en el sector secundario exportador, cuyo principal objetivo son los Estados Unidos. En este contexto podemos decir que, en este año, el crecimiento de la economía mexicana hará válidas las perspectivas que superan el 6% del PIB a finales del 2021. El único factor que podría impedir este crecimiento es tal vez uno de los más macabros del futuro inmediato de los trabajadores: la pandemia.
En lo que va de la administración Biden han muerto en Estados Unidos casi 120 mil norteamericanos y unos 20 mil en México entre mayo y agosto de este año. Es cierto que la vacunación proporciona una reducción de cerca del 90% de las muertes entre los inoculados, no obstante, en los Estados Unidos, aun con todas las campañas e incluso “exceso de vacunas”, tenemos que el 50% de la población total aún no está vacunada (al 5 de agosto del 2021). En México aún el 45% de la población no ha sido vacunada. En la mayoría de los casos es porque la velocidad de vacunación no ha sido suficiente, pero en otros se debe a que las campañas de los fanáticos antivacunas hacen preferir a la gente morir por coronavirus que inyectarse.
En este contexto podríamos suponer que la tercera ola podría significar un parón en las actividades económicas, lamentablemente esto no será así. La economía capitalista esta basada en las consideraciones de ganancia, no en las vidas humanas, de hecho, durante el 2020 paulatinamente se fueron reintegrando a sus actividades los trabajadores del sector productivo y de servicios, muchos de ellos nunca tuvieron la oportunidad de quedarse en casa. Las masas trabajadoras, empobrecidas por la precariedad, no podrían sostenerse sin ingresos por mucho tiempo y la necesidad de conseguir un sustento es de vida o muerte. Los grandes capitalistas, por su parte, ya están vacunados o ya tienen a su alcance procedimientos médicos que les aseguran salir al paso del “bicho”, así que por decirlo de algún modo la “elite” esta a salvo. Por tanto, forzarán a como dé lugar a los trabajadores a que preparen los pedidos y sostengan las ganancias.
Exceptuando una parte del sector servicios y del sector educativo, ya nadie está atendiendo el aislamiento social. Las presiones para que todos los sectores reanuden sus actividades normales irán aumentando.
Así pues, habrá crecimiento, pero ¿a que precio? ¿A costa de quién? Y sobre todo ¿Para quién?
Esas preguntas son importantes, especialmente cuando reflexionamos qué sentido tiene el defender a un sistema que está dispuesto a sacrificar a millones a cambio de unos dólares más en la cuenta de banco.