Hace unos días fue recapturado en Culiacán, Sinaloa, Ovidio Guzmán López, hijo del “Chapo” Guzmán, preso en los Estados Unidos, y digo recapturado porque hace unos años, en 2019, fue detenido por primera vez. Sin embargo, en aquel entonces fue puesto en libertad por orden presidencial, principalmente para poner fin a la ola de violencia que se desató tras su detención y que amenazaba la vida de civiles, así como la de los familiares de los militares desplegados en la zona. En aquel momento no hubo mayor alarde, simplemente se cambió de página. Sin embargo, de aquel día a la fecha podemos decir que no es mucho lo que ha cambiado en temas de seguridad en nuestro país.
Según fuentes oficiales, la captura de “El Ratón”, como es apodado Guzmán López, se dio tras seis meses de trabajo de reconocimiento y vigilancia en la zona en la que se sabía operaba. Asimismo, mencionan que fue la Guardia Nacional, con apoyo a distancia del Ejército, la responsable del operativo, en el que también participaron las autoridades municipales y estatales.
Tras la detención, al igual que en 2019, la violencia no se hizo esperar, y no solo en Culiacán, sino en los alrededores como los Mochis, Guamúchil, Guasave y la Zona Sur del estado, además de un intento de fuga en el penal de Aguaruto. Pero a diferencia de la primera ocasión en que fue detenido, las autoridades estatales hicieron un llamado a la población para que no salieran de sus hogares, a este llamado se sumaron los nosocomios del IMSS, la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) e incluso el Aeropuerto Internacional de Culiacán suspendió sus actividades ante el temor de ataques por parte de la gente de Guzmán López. Durante al menos un par de días algunas ciudades en Sinaloa se paralizaron, pues el temor a las represalias era grande, conforme fue pasando el tiempo, y Ovidio fue trasladado a la Ciudad de México, la calma fue regresando, aunque no al 100%.
Ya instalado en el penal del Altiplano, el gobierno de Estados Unidos ya ha solicitado su extradición, y a pesar de que un juez le ha negado el amparo para evitar que sea puesto a disposición del gobierno estadounidense, el hijo del “Chapo”, tiene cuentas pendientes en México, por lo que, si se realiza la extradición, ésta se daría después de juzgarlo aquí, así que el proceso puede tardar algunas semanas, meses e incluso años.
La detención de Ovidio Guzmán, no deja de llamar la atención, pues se dio antes de la visita a México de Joe Biden, presidente de Estados Unidos, y aunque la reunión ya estaba programada, no deja de ser una muy buena carta bajo la manga de AMLO para las negociaciones con Biden.
Por otra parte, es inevitable no vincular la detención de uno de los herederos de “El Chapo” Guzmán, con la política de seguridad de la Cuarta Transformación, porque obviamente no ha dado los resultados esperados.
Primero hay que resaltar que, durante doce años el país estuvo sumergido en la vorágine de la guerra contra el narco, que inicio Calderón y que continuó con Peña, pero ahora sabemos que más que una guerra con el narco en general, fue un tipo de pelea por el control de la plaza o al menos así se puede ver por los movimientos que en su momento realizó Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública durante el sexenio de Calderón, ahora preso en Estados Unidos y acusado de narcotráfico. Lo menciono no para justificar de ninguna forma la inoperancia de la política de seguridad, sino para poner de relieve que el país se encontraba bajo el control del narco —incluso ahora, sigue teniendo un peso fuerte en algunas partes del país—.
Y bajo esa supuesta “guerra” el Ejército asumió las tareas de seguridad, continuando con su ya larga tradición de violaciones a los derechos humanos, tortura y demás cosas por el estilo, en aquel momento, el Ejército en las calles también significó que Calderón, y posteriormente Peña Nieto, se mantuvieran en el cargo, dado que ambos llegaron a la presidencia por medio de fraudes electorales. Tan solo hay que recordar cómo fueron ambas tomas de protesta, en las cuales la Cámara de Diputados se asemejaba más a un bunker en plena guerra que a la sede del poder Legislativo.
Lo anterior es un preámbulo a la situación en la que nos encontramos actualmente, y que en materia de seguridad el reto era mayor. Pero como mencione anteriormente, en ningún momento es para justificar los errores que en la actualidad se han cometido. Y justamente, uno de los principales fue crear a la Guardia Nacional y posteriormente incorporarla a las filas del Ejército, pues por la vía de los hechos significa la militarización, algo que AMLO crítico duramente a sus antecesores, pero que, ahora bajo su mandato, no es algo tan malo.
Desde La Izquierda Socialista siempre hemos dicho que AMLO es un político reformista y, por ende, la política de la 4T también lo es, por tanto, no busca ir al fondo de los problemas para realmente solucionarlos. Por ejemplo, él asume que la corrupción es el mal mayor, que, erradicando ese mal, el resto de problemas se van a solucionar. La cuestión de la seguridad es parecida, con el cambio de la Policía Federal (PF) por la Guardia Nacional se supuso un cambio radical, sin embargo, dicho cambio no se dio.
La salida no la vamos a encontrar al militarizar el país, ni haciendo llamamientos a que los delincuentes se porten bien, el verdadero problema se encuentra en las condiciones materiales bajo las cuales vivimos, que hacen que los jóvenes caigan en las garras de la delincuencia, pues la pobreza no se erradica por decreto, y tampoco las condiciones van a cambiar mágicamente desde arriba.
Una verdadera política de seguridad debe incluir al pueblo trabajador, creando guardias comunitarias a lo largo y ancho del país, otro punto para mermar a los grupos delincuenciales es haciendo que los bancos abran sus libros y sepamos en donde “lavan” el dinero, que como bien sabemos, termina en campañas electorales o en “inversiones anónimas”.
Para finalizar, hay que mencionar que la detención de Ovidio Guzmán significó un tanque de oxígeno para el gobierno de México, sobre todo por la presión ejercida desde Estados Unidos y Canadá sobre el T-Mec, principalmente en materia energética, pero también demuestra que la política de seguridad ha fallado y seguirá haciéndolo mientras no se erradique el problema de raíz.