López Obrador ha rebasado la mitad de su gobierno. Sigue manteniendo una alta popularidad entre la población. Esto parecería contradictorio. Nos ha tocado vivir la crisis pandémica y económica mundial. La economía mexicana cayó en un 8.5% en el año 2020. Si bien el año 2021 la economía creció un 4.8%, ésta no alcanzó a recuperar todo el terreno perdido. La pandemia del COVID-19 ha arrojado una cifra de 324,00 muertos, reconocidos oficialmente. Pero las cifras reales son mucho más grandes.
La popularidad de AMLO y la derecha desprestigiada
Hay problemas serios que siguen sin resolverse, como el caso de la violencia, que es particularmente agudo contra la mujer. Pero en la pasada consulta de revocación de mandato más de 15 millones fueron a manifestar su apoyo y disposición a que AMLO siga gobernando. Su reforma energética, que fue finalmente bloqueada y rechazada por una oposición que cerró filas, también fue muy bien aceptada por la población.
La derecha lejos de fortalecerse mantiene gran impopularidad y rechazo. Esto se basa en que, durante 4 décadas, sexenio tras sexenio, han golpeado y atacado a la clase trabajadora. Han aplicado una política descaradamente a favor del gran capital, nacional y extranjero. Creció obscenamente la riqueza de los grandes capitalistas mexicanos mientras que los ingresos de los trabajadores cayeron y la violencia aumentó, adquiriendo un carácter muy agudo contra la mujer. Nuestra sociedad diariamente sufre muertes y desapariciones. El PRI, el PAN y un PRD que traicionó a los trabajadores, actuaron como los más cínicos defensores de los intereses del gran capital. En medio de la descomposición social generadas con su sistema, el crimen organizado se fortaleció. El Estado, corrupto desde su nacimiento, fue infiltrado por los cárteles que trafican con droga y en muchos otros negocios ilícitos.
Los trabajadores tienen muy presente lo que significa la derecha. Con lo dicho anteriormente, podemos entender por qué en 2018 AMLO se convirtió en el presidente más votado con un apoyo de más de 30 millones de personas y la mayoría de parlamentarios en ambas cámaras.
AMLO representa también una tradición de lucha para un importante sector de las masas. Él actual presidente se forjó como dirigente comenzando en su localidad encabezando movimientos con una base de trabajadores del campo y la ciudad y emergió como un líder nacional que combatió el fraude electoral en Tabasco y terminó dirigiendo al partido de oposición de aquel tiempo. Galvanizó su alianza con las masas en la lucha contra el fraude electoral de 2006, que adquirió tintes revolucionarios y movilizó a millones de personas en el país. Hablamos de toda una serie de luchas en las que participaron activamente millones de trabajadores del campo y la ciudad, adquiriendo conciencia y experiencia. Esto es cierto, pero también lo es el que las jóvenes generaciones no han vivido esto y se muestra con mayor claridad en las limitantes de un gobierno que no termina de dar solución a problemas esenciales.
La consulta de revocación de mandato
Las acciones frontales de la derecha contra el gobierno terminan desbaratándose muy pronto en el camino. Ultraderechistas han levantado cabeza (como algunos francos seguidores del partido español Vox o el Frente Amplio Anti-López Obrador, una especie de fascistas devotos de la virgen de Guadalupe) pero no han conseguido una base estable.
Las protestas que se realizaron frente a la revocación de mandato apenas juntaron a unas decenas de personas. Su consigna fue: «¡AMLO, terminas y te vas!», lo cual se ganó la risa de muchos sectores de la población. Reconocen que no tienen la fuerza para derrocar al gobierno que no quieren pero no les queda otra opción que tratar de acumular fuerzas de aquí a la elección del 2024. Llamaron a no participar en la consulta. Tienen el temor de qué, cómo pasó en Venezuela y Bolivia, se extienda el período de gobierno. Pero en México hay una tradición antirreeleccionista. La Revolución mexicana inicio por esa causa. AMLO es fiel a esa tradición y no tiene la intención de perpetuarse como presidente.
La derecha tiene fuerza en el sentido que la clase capitalista controla la economía y crearon un Estado para su defensa, que sigue prácticamente intacto. El Instituto Nacional Electoral (INE) es dirigido por cuadros fieles a la burguesía: Lorenzo Córdova y Ciro Murayama. El INE se vio obligado a realizar la consulta porque se juntaron las firmas necesarias para su realización. Dio como validas 2.7 millones de éstas.
El INE dijo que no tenía los recursos suficientes, pidió un mayor presupuesto que le fue negado. AMLO arremetió contra ellos pidiendo que redujeran su salarios y gastos innecesarios, exhibiendo los lujos de la alta burocracia. Pero finalmente sacaron poca propaganda, dónde además no daban una explicación suficiente de la consulta y, por el contrario, autoproclamaban al INE como el paladín de la democracia. Se colocaron muy pocas casillas, sólo una tercera parte de las que hubo en las elecciones de 2018.
La presidencia de López Obrador nunca estuvo realmente en juego, no había ningún problema que afectara o beneficiara directamente a las masas, aun así, más de 16 millones de personas asistimos a votar. La participación fue de sólo 17.7% pero 15 millones 500 mil (99.1%) se pronunciaron a favor de que AMLO se mantenga en la presidencia. Esa cantidad de votos supera a los que obtuvo Meade, el candidato del PRI en 2018; Anaya, el candidato del PAN en esa misma elección; Fox cuando obtuvo la presidencia en el año 2000 o Calderón con todo y el fraude electoral que cometió en 2006.
Morena y gobiernos afines a Obrador usaron sus aparatos para movilizar clientelarmente a votantes. Peligrosamente se están reproduciendo nuevos vicios corporativos que tendrán consecuencias nefastas en el futuro. Pero eso no explica la participación de millones de personas. Lo realmente determinante fue la organización desde abajo de la población en barrios, pueblos y comunidades. La población común tenia que hacer grandes traslados para encontrar su casilla donde votar. En serranías y zonas rurales las distancias eran mayores con peores medios de transporte. Hubo gente que caminó horas para poder votar. En algunas comunidades que no tenían casilla se organizaron marchas para ir todos juntos a votar. El pueblo consciente le quiso dar una bofetada a la derecha superando las trabas que impuso el INE.
Reforma energética
Tras la revolución mexicana, la forma en que la economía pudo desarrollarse, debido a la debilidad de la burguesía nacional, fue con una injerencia mayor de Estado que nacionalizó el petróleo y después la banca y la electricidad, entre otros sectores. No fueron medidas socialistas sino nacionalistas, pero tuvieron un relativo carácter progresista. En los últimos gobiernos se cerró con brutalidad la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y se apertura la electricidad al sector privado. El esquema ha permitido ganancias obscenas a las compañías privadas en detrimento de la aún vigente compañía Estatal, Comisión Federal de Electricidad (CFE), quien en la practica subsidia al sector privado y tiene que resolver el caos de distribución provocado por la forma anárquica cómo se comporta la inversión privada (buscando el mayor beneficio). Esto a la larga significará crecimientos agresivos de los precios combinado con desabasto eléctrico.
Antes del debate, el embajador de EEUU, Ken Salazar y el enviado especial del gobierno gringo, John Kerry, realizaron diversas reuniones con la oposición e hicieron abierta campaña contra la reforma energética.
La reforma de AMLO no cierra el paso a la iniciativa privada, pero les pone un freno. Busca establecer una relación menos abusiva del sector privado y regresar la potestad a la CFE como principal empresa eléctrica del país. Teniendo que generar al menos 56% de este energético.
La iniciativa animó a la población. Sectores avanzados se organizaron en el Frente Nacional en Defensa de la Energía eléctrica, agrupándose fracciones de morena, organizaciones sociales y sindicatos. La reforma tenía que ser aprobada, inicialmente, por la cámara de diputados. Al tratarse de una reforma constitucional se requería el voto de 2/3 partes. La estrategia de AMLO era buscar fracturar al PRI y atraer algunos de sus votos. Los partidos de la derecha cerraron filas. El resultado fue 277 votos a favor y 223 en contra, faltándole 56 votos para la mayoría calificada.
Millones de personas vieron el debate parlamentario. Unas diez mil personas estaba afuera del parlamento exigiendo la aprobación de la reforma. Los partidos de oposición se evidenciaron como defensores de los grandes capitalistas. Dado que se trata sobre todo de capitales extranjeros, Morena los acusó de ser traidores a la patria (el delito más grabe del que te pueden acusar).
La reforma no pasó porque la dirección de Morena cayó en cretinismo parlamentario, tratando de que la reforma se aprobara con buenos discursos y maniobras, viendo al movimiento de masas como un elemento secundario, de apoyo y no como el centro para romper la resistencia de la burguesía.
También vemos el fracaso de la política de la burocracia de Morena. Mario Delgado impulsó a candidatos oportunistas, muchos provenientes del PRI, PAN y PRD. EL apoyo al gobierno es muy grande y pudieron ganar las elecciones intermedias de 2021. Por ejemplo, se ganaron 11 de las 15 gobernaturas en disputa. Pero no se puede negar que hubo un retroceso. Los diputados afines al gobierno en 2018 ascendían a 308 y tras las elecciones de 2021 retrocedieron a 278, 30 menos. Eso hace más difícil la aprobación de reformas constitucionales.
El gobierno contragolpeó al día siguiente modificando la ley minera (que requería mayoría simple), dando potestad al Estado para la futura explotación del Litio. El gobierno de AMLO avanzará en que el sector publico se fortalezca en la industria eléctrica, pero esto puede revertirse en futuros gobiernos. El capital privado no renunciara a apoderarse del sector.
¿Qué conclusiones sacar?
Lo que vemos es disposición de un sector importante de las masas para profundizar una transformación, pero que el gobierno de la 4T los ve como un sector auxiliar. La derecha sigue en una situación de debilidad, pero usa el aparato Estatal que controla para frenar o moderar los cambios (ya de por sí moderados) que se plantean.
Los cambios del gobierno de AMLO son insuficientes. Podemos poner el ejemplo de la violencia. Es cierto que este problema venía de tiempo atrás, pero también que no se ve una clara solución. Hablamos de nuestra integridad y nuestras vidas. Hace unos días murió Rosario Ibarra de Piedra, su hijo fue desaparecido por el Estado en el tiempo de la guerra sucia en los años 70. En ese tiempo se contabilizaban 500 desapariciones, hoy son más de 90 mil.
Los feminicidios siguen ocurriendo a diario. En Nuevo León Debanhi Escobar, una joven de 18 años, salió de una fiesta y fue abandonada por un taxi en mitad de la carretera. Desapareció varios días para ser encontrada muerta en una pileta de un hotel. Se organizaron brigadas de búsqueda (4 veces muy cerca de donde fue encontrado su cuerpo) donde participaron sectores de la población. Durante este proceso aparecieron los cuerpos de 5 chicas más. En Nuevo León las cifras de desapariciones sólo de mujeres son cercanas a 1700. Tras la muerte de Debanhi se realizaron movilizaciones en Nuevo León, CDMX y otras partes del país donde se decía: “Debanih no cayó a ella la mataron”. Esto es un botón de muestra de esta realidad que fundamentalmente no ha cambiado.
Este gobierno ha dado apoyos económicos a millones de personas (becas, pensiones a adultos mayores, etc.). También ha promovido aumentos salariales que rebasan mínimamente la inflación. Eso es un alivio momentáneo. Sin embargo, los empresarios más ricos durante este sexenio han incrementado sus fortunas en 30%, aun a pesar de la crisis que vivimos. Las presiones inflacionarias son muy fuertes y los ingresos de la clase obrera se están deteriorando.
Lo que vemos es una correlación de fuerzas que nos es favorable pero que la estrategia del gobierno de transformar la sociedad desde las instituciones burguesas es claramente limitada. Si se limita las ganancias de algunos sectores del empresariado, pero no se atenta contra sus riquezas y privilegios, no terminaremos de cambiar los problemas de raíz.
Primero fue la pandemia y la crisis, luego la guerra en Ucrania, luego vendrá otro fenómeno que expondrá la imposibilidad del sistema capitalista de resolver nuestros problemas. Lo que ocurre ahora en México es similar a tratar de curar un cáncer con una aspirina.
Gobierne quien gobierne los derechos se defienden
Quienes pagamos los límites del reformismo somos las familias obreras. Es necesario entrar en acción. Ya hemos visto a los compañeros de Generals Motors y de Trinodex en Matamoros echar a un lado a los charros y crear sindicatos democráticos. En muchos otros casos vemos también la lucha por la democratización sindical. Podemos mencionar el caso del SNTEA (educación para adultos), donde se crearon dos corrientes de oposición que sacaron mas votos que la planilla oficial. Entre los trabajadores electricistas se ha creado un ala democrática conformándose la Coalición de Trabajadores de CFE. También sectores precarios están dando la batalla por su organización y la defensa de sus derechos. Este es el caso de los trabajadores de aplicaciones que han creado la UNTA. Incluso en los gobiernos de Morena encontramos trabajadores precarizados, como es el caso de quienes están en el apartado 469 en la Ciudad de México, pero hay otros más. En el IPN, por ejemplo, habrá elecciones para la renovación sindical donde los sectores democráticos pueden avanzar. En Guerrero los maestros han enarbolado sus demandas y las han puesto sobre la mesa frente al gobierno de Morena, como correctamente dicen: “Gobierne quien gobierne los derechos se defienden”. Fenómenos de este tipo están ocurriendo en muchos centros de trabajo.
La clase obrera no puede limitarse a esperar, no puede quedarse con los brazos cruzados, debe defender sus derechos. Debemos pugnar por la democratización de nuestros sindicatos, por un aumento de salario del 100% para palear los efectos de la crisis; por la creación de un plan agresivo de empresas publicas que genere miles de empleos; por expropiar las empresas que caigan en corrupción y abusen contra la clase obrera; por un Estado obrero que verdaderamente defienda nuestros intereses; por una economía planificada que ponga los recursos en beneficio de la población y eleve los niveles de vida, acabe con el desempleo y siente las bases para erradicar la violencia. Los trabajadores debemos actuar con nuestros métodos y con nuestro propio programa.